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Crisis de diciembre de 2001 en Argentina

Para la exposición mencionesmos:


- Inicio = causas https://www.unicen.edu.ar/content/las-causas-de-la-crisis-
de-2001
- https://es.wikipedia.org/wiki/Crisis_econ%C3%B3mica_argentina_(1998-
2002)
-
- ¿Qué desencadenó la crisis de diciembre de 2001?
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_6215000/6215199.st
m
-
Consecuencias
https://es.wikipedia.org/wiki/Crisis_de_diciembre_de_2001_en_Argentina
-
- Impacto
https://es.wikipedia.org/wiki/Crisis_de_diciembre_de_2001_en_Argentina
- Recuperación (acá entrarían los indicadores macro económicos)
https://es.wikipedia.org/wiki/Crisis_econ%C3%B3mica_argentina_(1998-
2002)

Los indicadores macroeconómicos son datos estadísticos que indican el estado actual
de la economía de un estado según un sector económico concreto (industria, mercado
laboral, comercio, etc.). Los publican periódicamente organismos gubernamentales y
agencias privadas.

EN LA EXPO HABLAMOS DEL INICIO, CONSECUENCIAS QUE TUVO Y EL FINAL QUE


SERÍA RECUPERACIÓN, MEDIDAS OBTENIDAS Y ASÍ
¿Cuáles fueron las causas de la crisis y qué tan grande era la deuda
pública en Argentina?

Relativamente, la deuda pública de Argentina no era tan grande;


ascendía a unos US$150.000 millones o, lo que es lo mismo,
representaba un 54% del Producto Bruto Interno (PBI) del país en esa
época, cuando por ejemplo el máximo de deuda permitido para que un
país candidato ingrese a la Unión Europea era 60%.

Pero corrían malos tiempos, y el país no había escatimado en gastos en


la época de las vacas gordas.

Entre 1991 y 1995, la economía argentina


creció a ritmo sostenido, pero luego, hasta
1998, continuó pidiendo préstamos. De hecho,
gran parte del gasto público estaba financiado
con deuda en momentos en que se veían venir
nubes negras por el horizonte.

Diversos factores negativos del contexto


internacional se habían acumulado en contra El anuncio del "corralito" despertó
de Argentina: la caída de los precios de las fuertes protestas.

materias primas, los efectos de la crisis


mexicana y asiática, la devaluación del real brasileño, la poca
disposición de capitales extranjeros a invertir en mercados emergentes
y un dólar muy fuerte cuando toda la deuda argentina era en dólares.
En 2001, luego de tres años de recesión, la cuerda ya estaba demasiado
tensa.

Arriba ^^

¿Qué desencadenó la crisis de diciembre de 2001?

Luego de varios años de recesión, y siguiendo la medida establecida en


la década del 90 de emitir bonos como forma de obtener dinero, a
mediados de 2001 el ministerio de Economía propuso a sus acreedores
una operación que se denominó "megacanje", para poder hacer frente a
sus obligaciones internacionales y no caer en el default, la cesación de
pagos de la deuda externa.

El "megacanje" era la postergación del vencimiento de parte de la deuda


y el cambio de otra parte por títulos más rentables y a un plazo menor.
El gobierno del presidente Fernando De la Rúa
presentó el "megacanje" como un éxito que
llevaría oxígeno a una plaza financiera
asfixiada. Luego se supo que la operación
incrementó el monto total de la deuda pública
en un 30%.

Además, ese oxígeno no fue suficiente. A


principios de diciembre el gobierno impuso una Los saqueos de diciembre de 2001
medida de retención de capitales en los bancos llevaron a la denuncia de De la Rúa.
que se conoció como "corralito", con el
objetivo de frenar una fuga de capitales que ya había sacado del país
unos US$ 20.000 millones.

Según la medida, en vísperas de Navidad y al comienzo de las


vacaciones de verano, los ahorristas sólo podían retirar 250 pesos -que
todavía equivalían a US$ 250 dólares- por semana. En principio la
medida duraría solamente 90 días.

Ante la indignación pública que desató la medida y las protestas masivas


en las que murieron varias personas, el 20 de diciembre De la Rúa
presentó su renuncia.

Fue sustituido interinamente por el gobernador peronista de la provincia


de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá, quien días después decretó la
cesación de pagos a los organismos internacionales en un discurso en el
congreso que fue aplaudido por los legisladores.

Poco antes del año nuevo y después de menos de una semana en la


presidencia, Rodríguez Saa debió también renunciar por las protestas
populares contra algunas decisiones de su gobierno.

Arriba ^^

¿Cuándo fue que el peso argentino dejó de valer un dólar?


La paridad entre el peso argentino y el dólar
fue una medida impuesta a principios de la
década de los 90 por Domingo Cavallo,
ministro de Economía de Carlos Menem y
luego de De la Rúa.

Este sistema fijo de convertibilidad monetaria


consumía muchísimos esfuerzos económicos al
estado. Las protestas, las caceroladas y los
saqueos precipitaron la caída de De la
Rúa hace cinco años
En los últimos días de diciembre de 2001, a
Rodríguez Saá lo siguió en el cargo el senador
también peronista Eduardo Duhalde, quien prometió a los ahorristas que
sus depósitos en dólares les serían devueltos en la misma moneda.

Sin embargo, sólo tres semanas después, anunció que los ahorros serían
devueltos en pesos, despertando más protestas y activando la
presentación de miles de recursos de amparo al Poder Judicial.

Los bancos protegieron las vidrieras de sus sucursales con chapas y


montaban guardias para protegerse de los ahorristas enfurecidos.

La conversión de los ahorros en dólares a pesos fue sólo una de las


facetas de la "pesificación" de la economía que se impulsó durante el
gobierno de Duhalde. Todos los contratos y deudas que estaban en
dólares se replantearon en pesos.

El 11 de febrero el valor del peso comenzó a responder estrictamente a


su demanda en el mercado, y su precio comenzó a flotar, elevándose
inevitablemente. El 22 de marzo la cotización del peso cerraba a tres
unidades por dólar.

Los pequeños comerciantes y los que participaban de una forma u otra


de la economía "en negro", quedaron sin liquidez. Además, entraron en
circulación en varias provincias bonos que funcionaban como monedas
alternativas.

Arriba ^^

¿En qué términos están las relaciones de Argentina con el FMI?


Argentina volvió a reestructurar su deuda bajo
el actual gobierno de Néstor Kirchner y salió
del default a comienzos de 2005. Con un
desembolso de unos US$ 9.500 millones, el
estado adelantó el pago de la deuda y "saneó"
una relación tormentosa de más de medio
siglo.

La decisión despertó temores de que el A 20 días de asumir, Duhalde anunció la


margen de maniobra que la operación dejó al "pesificación" de la economía.

gobierno promueva la aplicación de políticas


populistas.

Según el presidente Kirchner, Argentina podrá ahora "marchar hacia el


futuro sin imposiciones, con autonomía y tranquilidad, sin urgencias
impuestas ni presiones indebidas".

Arriba ^^

¿Qué ha resuelto la justicia en relación con la crisis?

Domingo Cavallo, quien impulsó la dolarización de la economía


argentina durante el gobierno de Carlos Menem y fue también el gestor
del "megacanje" a mediados de 2001, fue procesado en 2002 por
ordenar a los bancos a desobedecer los fallos judiciales contrarios al
"corralito".

Además, cumplió dos meses de cárcel por su presunta participación en


un caso de tráfico de armas.

En septiembre de 2006 tanto De la Rúa como Cavallo fueron procesados


en la causa llamada del "megacanje". Ambos seguirán en libertad, pero
la Justicia les embargó US$ 10 millones a cada uno.

Por otro lado, los 50.000 juicios pendientes que existían en tribunales de
todo el país llegaron a su fin con el anuncio, en diciembre de 2006, de la
constitucionalidad de la "pesificación" impuesta por el gobierno de
Duhalde.

La crisis económica argentina fue una situación financiera que afectó severamente a
la economía de Argentina durante fines de los años noventa y principios de los 2000.
Macroeconómicamente hablando, el período crítico se inició con la disminución
del PBI (producto bruto interno) real en 1998 y terminó en 2002 con el final de
la convertibilidad y el regreso al crecimiento del PBI, pero el origen del colapso de la economía
de la Argentina, y sus efectos sobre la población, se puede encontrar muchos años antes.

Índice
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 1Orígenes
 2Década de 1990
 3La crisis
 4Fin de la convertibilidad
o 4.1Efectos inmediatos
 5La recuperación
 6Véase también
 7Referencias

Orígenes[editar]
En 1983, la democracia en el país fue restaurada con la elección del presidente Raúl Alfonsín.
Los planes del nuevo gobierno incluye la estabilización de la economía de Argentina,
incluyendo la creación de una nueva moneda, el austral (primera de su clase en no llevar la
palabra peso como parte de su nombre), para lo que se requirieron de nuevos préstamos. El
Estado llegó a ser incapaz de pagar los intereses de esta deuda y la confianza en el austral se
cayó. La inflación, que se había aumentado entre un 14 y 20% en un mes, creció fuera de
control, provocando una hiperinflación. En julio de 1987, la inflación de la Argentina llegó a
200% en ese mes, superando el 5.000% para 1989.1 Los salarios reales cayeron a casi la
mitad (el nivel más bajo en cincuenta años) y se produjeron diversos paros laborales. En
medio de los disturbios el presidente Alfonsín renuncia cinco meses antes de terminar su
mandato y Carlos Menem, quien ya era presidente electo, tomó posesión.23

Década de 1990[editar]
Artículo principal: Ley de Convertibilidad del Austral

Después de un segundo combate ante la hiperinflación en 1990, Domingo Cavallo fue


nombrado Ministro de Economía. En 1991 tomó las medidas de ejecución que fija el valor de
la moneda argentina a 1 peso por dólar estadounidense. Para garantizar esta "convertibilidad",
el Banco Central de Argentina tuvo que mantener sus reservas de dólares en divisas en el
mismo nivel que el efectivo en circulación. El objetivo inicial de estas medidas era asegurar la
aceptación de la moneda nacional, ya que durante el periodo de 1969 y 1990, con múltiples
picos de hiperinflación de por medio, la gente había comenzado a rechazarlo como pago y
exigía dólares en su lugar. Este régimen fue fijado más tarde por una ley, la Ley de
Convertibilidad del Austral, que restauró el peso como la moneda argentina con un valor
monetario fijado por la ley para el valor del dólar estadounidense.
Como resultado de la ley de convertibilidad la inflación se redujo drásticamente, la estabilidad
de precios fue asegurada y el valor de la moneda fue preservado. Esto logró una mejor calidad
de vida de muchos ciudadanos, que pudieron viajar al extranjero, comprar bienes importados
o solicitar créditos en dólares a tasas de interés muy bajas.
Argentina todavía tenía que pagar la deuda externa y para mantener al pueblo era necesario
pedir dinero prestado a casi la mitad de América Latina. El tipo de cambio fijo hacía las
importaciones más baratas, produciendo un vuelo constante de dólares fuera del país y una
pérdida progresiva de la infraestructura industrial de la Argentina, lo que llevó a un aumento
del desempleo de trabajadores.
Mientras tanto, el gasto público seguía siendo alto y la corrupción fue rampante. La deuda
pública de Argentina creció enormemente durante la década de 1990 y el país no mostró
signos verdaderos de poder pagarlo por falta de fondos. El Fondo Monetario
Internacional (FMI), sin embargo, mantuvo los préstamos de dinero a la Argentina y difirió su
calendario de pagos. Un comité del Congreso inició investigaciones en 2001 sobre las
acusaciones de que el presidente del Banco Central, Pedro Pou, como así parte de la junta
directiva, no había investigado los casos de supuesto lavado de dinero a través del sistema
financiero de Argentina.4 El banco alemán Clearstream también fue acusado de ser un papel
decisivo en este proceso financiero mundial.
Otros países, como Cuba y Venezuela (dos de los cuales también resultan ser importantes
socios comerciales de la Argentina), ante las crisis económicas propias, desconfían de otros
países de América Latina y eso afecta a la economía general de la región. La afluencia de
divisas proporcionadas por la privatización de empresas estatales se había secado. Después
de 1999 las exportaciones argentinas fueron perjudicadas por la devaluación del real
brasileño y una considerable revalorización internacional de la libra, que provocó una
revaluación del peso frente a su principal socio comercial, Brasil (30% del total de flujos
comerciales) y la zona del dólar (23% del total de flujos comerciales).
El 10 de diciembre de 1999 asumió como presidente Fernando de la Rúa cuando la recesión
ya se notaba con fuerza (1999 cerró con una caída del PBI del 4%). La estabilidad económica
se convirtió en el estancamiento económico (incluso deflación en algunos casos) y las
medidas económicas adoptadas no hicieron nada para impedirlo.5 De hecho, el gobierno
continuó con las políticas de contracción económica de su predecesor. La posible solución
(abandono del cambio fijo, con una devaluación voluntaria del peso) se consideró un suicidio
político y una receta para el desastre económico. A finales del siglo, un espectro de monedas
complementarias había surgido.
Mientras que las provincias siempre habían emitido moneda complementaria en forma de
bonos y letras para hacer frente a la escasez de dinero en efectivo, el mantenimiento del
régimen de convertibilidad provocó que esto se hiciera en una escala sin precedentes. Esto
llevó a que fueran llamadas “cuasi-monedas”, siendo el más fuerte el Bono Patacón de
la provincia de Buenos Aires. El Estado nacional también emitió su propia cuasi-moneda,
el Bono Lecop.67

La crisis[editar]
Artículos principales: Corralito y Crisis de diciembre de 2001 en Argentina.

Argentina pierde rápidamente la confianza de los inversores y la fuga de capitales fuera del
país aumentó. En 2001, la gente temiendo lo peor comenzó a retirar grandes sumas de dinero
de sus cuentas bancarias, dando vuelta de pesos a dólares y enviarlos al extranjero,
provocando una corrida bancaria. Luego, el gobierno promulgó un conjunto de medidas,
informalmente conocido como el "Corralito", que restringió de la libre disposición de dinero en
efectivo de plazos fijos, cuentas corrientes y cajas de ahorros.89
Debido a este límite de indemnización y de los graves problemas que causó en algunos casos,
muchos ahorristas argentinos se enfurecieron y salieron a las calles de las ciudades más
importantes del país, sobre todo Buenos Aires. Ellos participan en una forma de protesta
popular que se conoció como "cacerolazo" (golpeando ollas y cacerolas). Estas protestas se
produjeron sobre todo en 2001 y 2002. Al principio, los cacerolazos fueron simplemente
manifestaciones ruidosas, pero pronto se incluyó la destrucción de propiedad y los saqueos, a
menudo dirigida a bancos, empresas extranjeras privatizadas, y las empresas
estadounidenses y europeas, especialmente las más grandes. Muchas empresas instalaron
barreras de metal, porque las ventanas y fachadas de cristal estaban completamente rotas.
Vallas publicitarias de empresas multinacionales como Coca-Cola y otras fueron destruidas
por las masas de manifestantes.
Los enfrentamientos entre la policía y los ciudadanos se convirtió en algo común, y los
incendios también se establecieron en las principales avenidas de Buenos Aires. Fernando de
la Rúa declaró el estado de sitio, pero esta situación solo empeoró las cosas, ya que precipitó
las violentas protestas del 19 y 20 de diciembre de 2001 en la plaza de Mayo, donde los
manifestantes se enfrentaron con la policía, terminó con varios muertos, y precipitó la caída
del gobierno.10 De la Rúa finalmente salió de la Casa Rosada en un helicóptero el 20 de
diciembre.1112
Desde que el vicepresidente Carlos Álvarez había renunciado el 7 de octubre de 2000, se
produjo una crisis política.13 Tras los procedimientos de la sucesión presidencial establecida
en la Constitución, el presidente del Senado, Ramón Puerta, asumió el cargo y la Asamblea
Legislativa (un cuerpo formado por la fusión de las dos cámaras del Congreso) fue convocada.
Por ley, los candidatos fueron los miembros del Senado además de los gobernadores de las
provincias, quienes finalmente nombraron a Adolfo Rodríguez Saá, gobernador de San Luis.
El presidente interino, Rodríguez Saá, declaró el default financiero, por lo que Argentina se
declaraba insolvente para pagar las deudas contraídas. Esta acción fue muy popular entre los
argentinos. Sin embargo, solo unos pocos días después de establecer el default, se descubrió
que Rodríguez Saá había pagado US$ 150 millones al FMI. También designó al ex intendente
de Buenos Aires, Carlos Grosso, como miembro del gabinete de ministros, con el cargo de
Jefe de Asesores, hecho que motivó nuevas protestas, debido a que Grosso tenía por
entonces una imagen muy negativa y su figura era asociada al menemismo.14
Rodríguez Saá presentó un proyecto diseñado para preservar el régimen de convertibilidad,
apodada la "tercera moneda". Consistía en la creación de una nueva moneda no convertible
llamado «Argentino» conviviendo con el peso convertible y el dólar estadounidense. La única
diferencia sería que circulan como dinero en efectivo (cheques, pagarés u otros instrumentos
podrían ser nominados en pesos o en dólares, pero no en Argentinos) y se utilizaría para el
pago de salarios en la administración pública y las jubilaciones y para financiar los planes
sociales.15
Se esperaba que la preservación de la convertibilidad restauraría la confianza pública,
mientras que la naturaleza no convertible de esta moneda permitiría una medida de flexibilidad
fiscal (impensable con el peso) que podría mejorar la agobiante recesión de la economía. Los
críticos llamaron a este plan "devaluación controlada". Había partidarios entusiastas del plan
de la "tercera moneda" entre ellos Martín Redrado, quien posteriormente llegaría a ser
presidente del Banco Central. Sin embargo, nunca pudo aplicarse porque el gobierno de
Rodríguez Saá carecía de apoyo político necesario.
Rodríguez Saá, totalmente incapaz de hacer frente a la crisis y sin el apoyo de su propio
partido, renunció antes de que finalizara el año. La Asamblea Legislativa fue convocada
nuevamente, y se nombró al exgobernador y excandidato presidencial Eduardo Duhalde, en
ese entonces senador por la provincia de Buenos Aires para tomar su lugar.16Y así fue.

Fin de la convertibilidad[editar]
Después de mucha deliberación, el 6 de enero de 2002, el presidente interino Eduardo
Duhalde decidió dar fin a la Ley de Convertibilidad que había estado en vigor durante diez
años.17 En cuestión de días, el peso perdió una gran parte de su valor en el mercado no
reglamentado. Un provisional "oficial" del tipo de cambio se fijó en 1,40 pesos por dólar.18
Además del corralito, el Ministerio de Economía dictó la pesificación, en la que todos los
saldos bancarios en dólares se convertirían a pesos al tipo de cambio oficial. Esta medida
enfureció a la mayoría de los ahorristas y se hizo un llamamiento por muchos ciudadanos para
declarar su inconstitucionalidad.19
Después de unos meses, el tipo de cambio se dejó flotar más o menos libremente. El peso
sufrió una devaluación enorme, y a su vez subía el índice de inflación (ya que Argentina
dependía fuertemente de las importaciones y no tenía medios para sustituir a nivel local en el
momento).
La situación económica era cada vez peor en lo que respecta a la inflación y el desempleo
durante el año 2002. En ese momento la tasa de cambio se había disparado a cerca de 4
pesos por dólar, mientras que la inflación acumulada desde la devaluación fue del 35,2%. La
calidad de vida de la media de los argentinos se redujo proporcionalmente, muchas empresas
cerraron o se declararon en quiebra, muchos de los productos importados se hicieron
prácticamente inaccesibles y los sueldos se quedaron como estaban antes de la crisis.

Efectos inmediatos[editar]

Un grupo de personas busca su sustento entre los residuos de un restaurante, Buenos Aires, abril de
2003.

Muchas empresas privadas se vieron afectadas por la crisis: Aerolíneas Argentinas, por
ejemplo, fue una de las empresas argentinas más afectadas, teniendo que parar todos los
vuelos internacionales durante varios días en el año 2002. La aerolínea estuvo a punto de
quebrar, pero sobrevivió.202122
Varios argentinos sin hogar y sin trabajo optaron como salida laboral más rápida la de
recolectores de cartón, más conocidos como cartoneros. Según una estimación de 2003, entre
30.000 y 40.000 personas recolectaban cartón de la calle para ganarse la vida mediante la
venta a plantas de reciclaje. Este método se tenía en cuenta como solo una de las muchas
maneras de hacer frente a un país que en ese momento sufría de una tasa de desempleo de
cerca del 25%, con 60% de la población debajo de la línea de pobreza y 28% en pobreza
extrema.23
El saldo global del balance de pagos de Argentina durante la época de la convertibilidad
(1991-2002) fue superavitario. El continuo déficit de la balanza comercial se compensaba en
ese perídodo por una entrada masiva de capital extranjero proveniente, sobre todo, de
préstamos y privatizaciones. Con la devaluación de 2002, las importaciones se derrumbaron
en un 60% respecto al año anterior. Ello posibilitó la acumulación de un importante superávit
comercial durante los últimos años, que se encontró alrededor de los 11.500 millones de
dólares anuales en 2005.24
Históricamente, Argentina se caracterizó por el bajo nivel de desocupación, de ahí su
condición de receptor de inmigración. Sin embargo, a partir de mediados de la década de
1980la desocupación empezó a ser un factor creciente de preocupación, como consecuencia
de las sucesivas crisis económicas. El pico del desempleo se produjo en el 2002, cuando llegó
a medir 20,8%. Más recientemente, la exclusión en el mercado laboral logró perforar el piso de
los dos dígitos, con una tasa oficial de desocupación del 9,8% y de subocupación del 9,3%, a
valores de mayo de 2007.24
Argentina se declaró en default en enero del 2002, en lo que se conoció como la mayor
cesación de pagos soberana de la historia. A partir del 2004, el gobierno de Néstor
Kirchnerempezó la reestructuración de la deuda externa. La tendencia desde entonces es la
reducción del pasivo, ayudada en parte por la cancelación total de la deuda con el Fondo
Monetario Internacional en 2006 y por la renegociación con otros organismos internacionales y
con bonistas privados. En septiembre de 2007, las obligaciones totales ascendían a 118 mil
millones de dólares, equivalente al 55% del PBI argentino.24
Los productores de canales de televisión se vieron obligados a producir más reality shows que
cualquier otro tipo de espectáculos, ya que estos eran por lo general baratos para producir en
comparación con otros programas. Prácticamente todos los programas de televisión
relacionados con la educación fueron cancelados.

La recuperación[editar]
Eduardo Duhalde convocó a elecciones.25 El 25 de mayo de 2003 asume el nuevo presidente
electo, Néstor Kirchner.26 Kirchner mantuvo a Roberto Lavagna, Ministro de Economía de
Duhalde, en su puesto. Lavagna, un economista respetado, mostró una considerable aptitud
en el manejo de la crisis, con la ayuda de medidas heterodoxas.
El panorama económico era totalmente diferente a la década de 1990, la devaluación del peso
hizo que las exportaciones argentinas sean más baratas y competitivas en el extranjero,
mientras que desalentaba las importaciones. Además, el alto precio de la soja en el mercado
internacional produjo una inyección de enormes cantidades de moneda extranjera (con China,
convirtiéndose en un importante comprador de productos de soja de Argentina). El gobierno
alentó la sustitución de importaciones y el crédito accesible para las empresas, organizó un
plan para mejorar la recaudación de impuestos y dejar de lado grandes cantidades de dinero
para el bienestar social.
Como resultado del modelo productivo de la administración y las medidas de control (venta de
dólares de reserva en el mercado público), el peso lentamente revalorizado, alcanzó un valor
de 3 unidades con respecto al dólar. Las exportaciones agrícolas crecieron y se volvió al
turismo.27

Antecedentes:

La crisis de 2001 quizás haya sido el peor derrumbe social de la historia argentina. No se trató,
desde ya, de una mera crisis económica, sino que se puso en juego la posibilidad de la continuidad
del Estado nacional como entidad con capacidad de autogobierno.

Hacia fines de aquel año, la disolución de los vínculos políticos, económicos y sociales llegó a un
punto tal que no podían garantizarse las condiciones para la supervivencia “normal” de amplias
franjas de la población. El colapso del aparato productivo, bancario y de las finanzas públicas fue
sólo la expresión económica del derrumbe de toda la sociedad. A diferencia de un cataclismo, no
fue un producto de la naturaleza, sino de la acumulación de políticas contrarias a los intereses
básicos de la Nación.

Por supuesto pueden encontrarse antecedentes de esta situación en los propios albores de la
Argentina, como por ejemplo su prematuro endeudamiento externo ya en 1824, la presencia de
fuertes intereses extranjeros en los propios centros de la decisión nacional hasta bien avanzado el
siglo XX, las dificultades del país para encontrar un lugar adecuado en la división internacional del
trabajo cuando avanzó en el proceso sustitutivo de importaciones.
Sin embargo, es posible afirmar que las condiciones materiales y sociales que desembocaron en la
crisis de 2001 comenzaron a gestarse un cuarto de siglo antes, en 1976. La dictadura cívico militar
que allí se inició dejó como principales legados una transformación en el poder social a favor de los
sectores más concentrados en los productivo y financiero, y en el terreno económico un enorme
endeudamiento externo que neutralizó las capacidades estatales para continuar liderando el
desarrollo económico. El cuadro de fuerte endeudamiento fue el que favoreció la ingerencia
permanente de la tecnocracia neoliberal del FMI sobre la definición de las políticas públicas. Si
bien el “Proceso de Reorganización Nacional” fracasó como proyecto político, triunfó en su
voluntad de reorganizar al país, a favor de las fracciones más parasitarias del capital, tanto local
como extranjero. El retroceso industrial y la precarización social se prolongaron durante las dos
décadas siguientes a la finalización de la dictadura, al debilitarse sustancialmente la inversión
productiva, la obra pública y la investigación y el desarrollo tecnológico. El retroceso cultural y
educativo acompañó al deterioro económico.

El período alfonsinista se mostró impotente para poder conciliar el crecimiento con el pago de la
deuda externa, y la presión de actores locales y externos sobre las menguadas finanzas públicas
crearon un escenario de inestabilidad macroeconómica recurrente.

La hiperinflación que concluyó con el gobierno radical creó un clima catastrófico propicio para que
los acreedores externos, aliados a fracciones empresarias locales, delinearan un profundo
programa de reformas estructurales, diseñado para maximizar ganancias privadas a costa del
patrimonio público y del ya debilitado proceso de acumulación local. Serán las reformas
estructurales de los ´90, acompañadas por el Plan de Convertibilidad lanzado en 1991, las causas
más próximas de la crisis de 2001.

Las causas inmediatas:

Se ha señalado al tipo de cambio artificialmente revaluado como la causa de los enormes


desequilibrios del período, ya que estimuló fuertemente la importaciones (destruyendo la industria
local), hizo perder competitividad a las exportaciones (reduciendo el margen de ganancia, o
haciéndolas desaparecer), propició las actividades especulativas y llevó a un enorme
endeudamiento público y privado que derivó en la incapacidad de la economía de obtener los
créditos necesarios para pagar sus compromisos externos. Pero la revaluación cambiaria no fue
más que una parte del conjunto de las políticas implementadas en ese período de
fundamentalismo neo-liberal.

Según esa visión ideológica, el Estado debía crear un “clima de negocios” que propiciara la
inversión privada. En la práctica, eso significó la total subordinación de las políticas públicas a las
necesidades y demandas de las diversas fracciones empresarias. Sin embargo, la sumatoria de
favores a diversos intereses particulares no constituye una política productiva. Las políticas de
apertura importadora, privatización a precio vil de las empresas públicas y la desregulación a favor
de intereses privados, no tuvo otra meta que la de otorgar rentas en condiciones privilegiadas a
determinados actores locales y extranjeros. El tipo de cambio artificialmente sostenido con
endeudamiento externo fue parte de esas medidas: favoreció la concesión de una gran masa de
créditos al país, muy útiles para los financistas internacionales y los comisionistas locales que
necesitaban colocar fondos en economías periféricas; favoreció la importación de todo tipo de
bienes de consumo, provenientes de firmas extranjeras, lo que le proporcionó a la población la
sensación (ficticia) de progreso y de “acceso” a la modernidad; favoreció la remisión de utilidades
mucho más elevadas en dólares de las firmas extranjeras a sus casas matrices, ya que podían
obtener muchos más dólares gracias a la baratura de los mismos debido al “1 a 1”; favoreció la
ilusión de estabilidad de precios, ya que la brutal disrupción de la producción local y la enorme
masa de desempleados que se fue acumulando a lo largo de esos años, presionó hacia la baja el
salario nominal.

El desempleo, que llegó al 18% -con un subempleo semejante- a mediados de la década, fue un
aspecto relevante del “modelo”, ya que permitía un fuerte disciplinamiento laboral, y fue un
antecedente social directo de las jornadas de diciembre de 2001. El movimiento piquetero surgirá a
todo lo largo del país como estrategia de auto defensa de diversos grupos poblacionales frente a la
destrucción masiva de puestos de trabajo públicos y privados que propiciará la convertibilidad, y la
total imposibilidad de insertarse en un aparato productivo en constante achicamiento. Desde 1998
los indicadores económicos y sociales no dejaron retroceder permanente: cayeron el nivel de
actividad, el empleo, los ingresos, las finanzas públicas. La fuga hacia delante de la gestión
menemista (con Fernández) consistió en la venta de valiosos activos públicos (YPF), mientras en la
gestión delaruísta (con Machinea, López Murphy y Cavallo), se insistió con el endeudamiento
externo y los recortes presupuestarios para liberar recursos para… poder pagar deuda.

La hegemonía ideológica del sector financiero sobre el resto de la sociedad fue de tal magnitud,
que a través del latiguillo del “riesgo país” logró que parte de la sociedad se solidarizara con sus
demandas de ajuste y deflación para garantizar sus cobranzas al Estado. La subordinación de los
principales partidos políticos a los financistas dejó prácticamente sin alternativas a la población,
que creyó ver en todos “los políticos” a sus enemigos, perdiendo de vista las dimensiones socio-
económicas del modelo. La larga recesión desde 1998 hasta 2001 fue derrumbando las economías
regionales, a los pequeños productores, a los comerciantes, a los profesionales, además de a los
desocupados. Florecieron los clubes de trueque, y las monedas provinciales devaluadas. El intento
final de salvar a los bancos de una corrida bancaria –cuando finalmente los sectores medios se
despertaron de la ensoñación de la convertibilidad e intentaron sacar sus fondos de las entidades-
mediante el “corralito”, llevó a un estado de extrema asfixia a la actividad económica, acrecentando
el estado de angustia que afectaba a buena parte del país. El gesto irritante del presidente de la
Rúa de declarar el estado de sitio ante la generalización de los saqueos hizo que se unificaran los
múltiples malestares, y provocó el estallido del 20 de diciembre. Era el final de una larga época de
decadencia nacional.

La crisis económica argentina fue una situación financiera que afectó severamente a
la economía de Argentina durante fines de los años noventa y principios de los 2000.
Macroeconómicamente hablando, el período crítico se inició con la disminución
del PBI (producto bruto interno) real en 1998 y terminó en 2002 con el final de
la convertibilidad y el regreso al crecimiento del PBI, pero el origen del colapso de la economía
de la Argentina, y sus efectos sobre la población, se puede encontrar muchos años antes.

Índice
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 1Orígenes
 2Década de 1990
 3La crisis
 4Fin de la convertibilidad
o 4.1Efectos inmediatos
 5La recuperación
 6Véase también
 7Referencias

Orígenes[editar]
En 1983, la democracia en el país fue restaurada con la elección del presidente Raúl Alfonsín.
Los planes del nuevo gobierno incluye la estabilización de la economía de Argentina,
incluyendo la creación de una nueva moneda, el austral (primera de su clase en no llevar la
palabra peso como parte de su nombre), para lo que se requirieron de nuevos préstamos. El
Estado llegó a ser incapaz de pagar los intereses de esta deuda y la confianza en el austral se
cayó. La inflación, que se había aumentado entre un 14 y 20% en un mes, creció fuera de
control, provocando una hiperinflación. En julio de 1987, la inflación de la Argentina llegó a
200% en ese mes, superando el 5.000% para 1989.1 Los salarios reales cayeron a casi la
mitad (el nivel más bajo en cincuenta años) y se produjeron diversos paros laborales. En
medio de los disturbios el presidente Alfonsín renuncia cinco meses antes de terminar su
mandato y Carlos Menem, quien ya era presidente electo, tomó posesión.23

Década de 1990[editar]
Artículo principal: Ley de Convertibilidad del Austral

Después de un segundo combate ante la hiperinflación en 1990, Domingo Cavallo fue


nombrado Ministro de Economía. En 1991 tomó las medidas de ejecución que fija el valor de
la moneda argentina a 1 peso por dólar estadounidense. Para garantizar esta "convertibilidad",
el Banco Central de Argentina tuvo que mantener sus reservas de dólares en divisas en el
mismo nivel que el efectivo en circulación. El objetivo inicial de estas medidas era asegurar la
aceptación de la moneda nacional, ya que durante el periodo de 1969 y 1990, con múltiples
picos de hiperinflación de por medio, la gente había comenzado a rechazarlo como pago y
exigía dólares en su lugar. Este régimen fue fijado más tarde por una ley, la Ley de
Convertibilidad del Austral, que restauró el peso como la moneda argentina con un valor
monetario fijado por la ley para el valor del dólar estadounidense.
Como resultado de la ley de convertibilidad la inflación se redujo drásticamente, la estabilidad
de precios fue asegurada y el valor de la moneda fue preservado. Esto logró una mejor calidad
de vida de muchos ciudadanos, que pudieron viajar al extranjero, comprar bienes importados
o solicitar créditos en dólares a tasas de interés muy bajas.
Argentina todavía tenía que pagar la deuda externa y para mantener al pueblo era necesario
pedir dinero prestado a casi la mitad de América Latina. El tipo de cambio fijo hacía las
importaciones más baratas, produciendo un vuelo constante de dólares fuera del país y una
pérdida progresiva de la infraestructura industrial de la Argentina, lo que llevó a un aumento
del desempleo de trabajadores.
Mientras tanto, el gasto público seguía siendo alto y la corrupción fue rampante. La deuda
pública de Argentina creció enormemente durante la década de 1990 y el país no mostró
signos verdaderos de poder pagarlo por falta de fondos. El Fondo Monetario
Internacional (FMI), sin embargo, mantuvo los préstamos de dinero a la Argentina y difirió su
calendario de pagos. Un comité del Congreso inició investigaciones en 2001 sobre las
acusaciones de que el presidente del Banco Central, Pedro Pou, como así parte de la junta
directiva, no había investigado los casos de supuesto lavado de dinero a través del sistema
financiero de Argentina.4 El banco alemán Clearstream también fue acusado de ser un papel
decisivo en este proceso financiero mundial.
Otros países, como Cuba y Venezuela (dos de los cuales también resultan ser importantes
socios comerciales de la Argentina), ante las crisis económicas propias, desconfían de otros
países de América Latina y eso afecta a la economía general de la región. La afluencia de
divisas proporcionadas por la privatización de empresas estatales se había secado. Después
de 1999 las exportaciones argentinas fueron perjudicadas por la devaluación del real
brasileño y una considerable revalorización internacional de la libra, que provocó una
revaluación del peso frente a su principal socio comercial, Brasil (30% del total de flujos
comerciales) y la zona del dólar (23% del total de flujos comerciales).
El 10 de diciembre de 1999 asumió como presidente Fernando de la Rúa cuando la recesión
ya se notaba con fuerza (1999 cerró con una caída del PBI del 4%). La estabilidad económica
se convirtió en el estancamiento económico (incluso deflación en algunos casos) y las
medidas económicas adoptadas no hicieron nada para impedirlo.5 De hecho, el gobierno
continuó con las políticas de contracción económica de su predecesor. La posible solución
(abandono del cambio fijo, con una devaluación voluntaria del peso) se consideró un suicidio
político y una receta para el desastre económico. A finales del siglo, un espectro de monedas
complementarias había surgido.
Mientras que las provincias siempre habían emitido moneda complementaria en forma de
bonos y letras para hacer frente a la escasez de dinero en efectivo, el mantenimiento del
régimen de convertibilidad provocó que esto se hiciera en una escala sin precedentes. Esto
llevó a que fueran llamadas “cuasi-monedas”, siendo el más fuerte el Bono Patacón de
la provincia de Buenos Aires. El Estado nacional también emitió su propia cuasi-moneda,
el Bono Lecop.67

La crisis[editar]
Artículos principales: Corralito y Crisis de diciembre de 2001 en Argentina.

Argentina pierde rápidamente la confianza de los inversores y la fuga de capitales fuera del
país aumentó. En 2001, la gente temiendo lo peor comenzó a retirar grandes sumas de dinero
de sus cuentas bancarias, dando vuelta de pesos a dólares y enviarlos al extranjero,
provocando una corrida bancaria. Luego, el gobierno promulgó un conjunto de medidas,
informalmente conocido como el "Corralito", que restringió de la libre disposición de dinero en
efectivo de plazos fijos, cuentas corrientes y cajas de ahorros.89
Debido a este límite de indemnización y de los graves problemas que causó en algunos casos,
muchos ahorristas argentinos se enfurecieron y salieron a las calles de las ciudades más
importantes del país, sobre todo Buenos Aires. Ellos participan en una forma de protesta
popular que se conoció como "cacerolazo" (golpeando ollas y cacerolas). Estas protestas se
produjeron sobre todo en 2001 y 2002. Al principio, los cacerolazos fueron simplemente
manifestaciones ruidosas, pero pronto se incluyó la destrucción de propiedad y los saqueos, a
menudo dirigida a bancos, empresas extranjeras privatizadas, y las empresas
estadounidenses y europeas, especialmente las más grandes. Muchas empresas instalaron
barreras de metal, porque las ventanas y fachadas de cristal estaban completamente rotas.
Vallas publicitarias de empresas multinacionales como Coca-Cola y otras fueron destruidas
por las masas de manifestantes.
Los enfrentamientos entre la policía y los ciudadanos se convirtió en algo común, y los
incendios también se establecieron en las principales avenidas de Buenos Aires. Fernando de
la Rúa declaró el estado de sitio, pero esta situación solo empeoró las cosas, ya que precipitó
las violentas protestas del 19 y 20 de diciembre de 2001 en la plaza de Mayo, donde los
manifestantes se enfrentaron con la policía, terminó con varios muertos, y precipitó la caída
del gobierno.10 De la Rúa finalmente salió de la Casa Rosada en un helicóptero el 20 de
diciembre.1112
Desde que el vicepresidente Carlos Álvarez había renunciado el 7 de octubre de 2000, se
produjo una crisis política.13 Tras los procedimientos de la sucesión presidencial establecida
en la Constitución, el presidente del Senado, Ramón Puerta, asumió el cargo y la Asamblea
Legislativa (un cuerpo formado por la fusión de las dos cámaras del Congreso) fue convocada.
Por ley, los candidatos fueron los miembros del Senado además de los gobernadores de las
provincias, quienes finalmente nombraron a Adolfo Rodríguez Saá, gobernador de San Luis.
El presidente interino, Rodríguez Saá, declaró el default financiero, por lo que Argentina se
declaraba insolvente para pagar las deudas contraídas. Esta acción fue muy popular entre los
argentinos. Sin embargo, solo unos pocos días después de establecer el default, se descubrió
que Rodríguez Saá había pagado US$ 150 millones al FMI. También designó al ex intendente
de Buenos Aires, Carlos Grosso, como miembro del gabinete de ministros, con el cargo de
Jefe de Asesores, hecho que motivó nuevas protestas, debido a que Grosso tenía por
entonces una imagen muy negativa y su figura era asociada al menemismo.14
Rodríguez Saá presentó un proyecto diseñado para preservar el régimen de convertibilidad,
apodada la "tercera moneda". Consistía en la creación de una nueva moneda no convertible
llamado «Argentino» conviviendo con el peso convertible y el dólar estadounidense. La única
diferencia sería que circulan como dinero en efectivo (cheques, pagarés u otros instrumentos
podrían ser nominados en pesos o en dólares, pero no en Argentinos) y se utilizaría para el
pago de salarios en la administración pública y las jubilaciones y para financiar los planes
sociales.15
Se esperaba que la preservación de la convertibilidad restauraría la confianza pública,
mientras que la naturaleza no convertible de esta moneda permitiría una medida de flexibilidad
fiscal (impensable con el peso) que podría mejorar la agobiante recesión de la economía. Los
críticos llamaron a este plan "devaluación controlada". Había partidarios entusiastas del plan
de la "tercera moneda" entre ellos Martín Redrado, quien posteriormente llegaría a ser
presidente del Banco Central. Sin embargo, nunca pudo aplicarse porque el gobierno de
Rodríguez Saá carecía de apoyo político necesario.
Rodríguez Saá, totalmente incapaz de hacer frente a la crisis y sin el apoyo de su propio
partido, renunció antes de que finalizara el año. La Asamblea Legislativa fue convocada
nuevamente, y se nombró al exgobernador y excandidato presidencial Eduardo Duhalde, en
ese entonces senador por la provincia de Buenos Aires para tomar su lugar.16Y así fue.

Fin de la convertibilidad[editar]
Después de mucha deliberación, el 6 de enero de 2002, el presidente interino Eduardo
Duhalde decidió dar fin a la Ley de Convertibilidad que había estado en vigor durante diez
años.17 En cuestión de días, el peso perdió una gran parte de su valor en el mercado no
reglamentado. Un provisional "oficial" del tipo de cambio se fijó en 1,40 pesos por dólar.18
Además del corralito, el Ministerio de Economía dictó la pesificación, en la que todos los
saldos bancarios en dólares se convertirían a pesos al tipo de cambio oficial. Esta medida
enfureció a la mayoría de los ahorristas y se hizo un llamamiento por muchos ciudadanos para
declarar su inconstitucionalidad.19
Después de unos meses, el tipo de cambio se dejó flotar más o menos libremente. El peso
sufrió una devaluación enorme, y a su vez subía el índice de inflación (ya que Argentina
dependía fuertemente de las importaciones y no tenía medios para sustituir a nivel local en el
momento).
La situación económica era cada vez peor en lo que respecta a la inflación y el desempleo
durante el año 2002. En ese momento la tasa de cambio se había disparado a cerca de 4
pesos por dólar, mientras que la inflación acumulada desde la devaluación fue del 35,2%. La
calidad de vida de la media de los argentinos se redujo proporcionalmente, muchas empresas
cerraron o se declararon en quiebra, muchos de los productos importados se hicieron
prácticamente inaccesibles y los sueldos se quedaron como estaban antes de la crisis.

Efectos inmediatos[editar]
Un grupo de personas busca su sustento entre los residuos de un restaurante, Buenos Aires, abril de
2003.

Muchas empresas privadas se vieron afectadas por la crisis: Aerolíneas Argentinas, por
ejemplo, fue una de las empresas argentinas más afectadas, teniendo que parar todos los
vuelos internacionales durante varios días en el año 2002. La aerolínea estuvo a punto de
quebrar, pero sobrevivió.202122
Varios argentinos sin hogar y sin trabajo optaron como salida laboral más rápida la de
recolectores de cartón, más conocidos como cartoneros. Según una estimación de 2003, entre
30.000 y 40.000 personas recolectaban cartón de la calle para ganarse la vida mediante la
venta a plantas de reciclaje. Este método se tenía en cuenta como solo una de las muchas
maneras de hacer frente a un país que en ese momento sufría de una tasa de desempleo de
cerca del 25%, con 60% de la población debajo de la línea de pobreza y 28% en pobreza
extrema.23
El saldo global del balance de pagos de Argentina durante la época de la convertibilidad
(1991-2002) fue superavitario. El continuo déficit de la balanza comercial se compensaba en
ese perídodo por una entrada masiva de capital extranjero proveniente, sobre todo, de
préstamos y privatizaciones. Con la devaluación de 2002, las importaciones se derrumbaron
en un 60% respecto al año anterior. Ello posibilitó la acumulación de un importante superávit
comercial durante los últimos años, que se encontró alrededor de los 11.500 millones de
dólares anuales en 2005.24
Históricamente, Argentina se caracterizó por el bajo nivel de desocupación, de ahí su
condición de receptor de inmigración. Sin embargo, a partir de mediados de la década de
1980la desocupación empezó a ser un factor creciente de preocupación, como consecuencia
de las sucesivas crisis económicas. El pico del desempleo se produjo en el 2002, cuando llegó
a medir 20,8%. Más recientemente, la exclusión en el mercado laboral logró perforar el piso de
los dos dígitos, con una tasa oficial de desocupación del 9,8% y de subocupación del 9,3%, a
valores de mayo de 2007.24
Argentina se declaró en default en enero del 2002, en lo que se conoció como la mayor
cesación de pagos soberana de la historia. A partir del 2004, el gobierno de Néstor
Kirchnerempezó la reestructuración de la deuda externa. La tendencia desde entonces es la
reducción del pasivo, ayudada en parte por la cancelación total de la deuda con el Fondo
Monetario Internacional en 2006 y por la renegociación con otros organismos internacionales y
con bonistas privados. En septiembre de 2007, las obligaciones totales ascendían a 118 mil
millones de dólares, equivalente al 55% del PBI argentino.24
Los productores de canales de televisión se vieron obligados a producir más reality shows que
cualquier otro tipo de espectáculos, ya que estos eran por lo general baratos para producir en
comparación con otros programas. Prácticamente todos los programas de televisión
relacionados con la educación fueron cancelados.

La recuperación[editar]
Eduardo Duhalde convocó a elecciones.25 El 25 de mayo de 2003 asume el nuevo presidente
electo, Néstor Kirchner.26 Kirchner mantuvo a Roberto Lavagna, Ministro de Economía de
Duhalde, en su puesto. Lavagna, un economista respetado, mostró una considerable aptitud
en el manejo de la crisis, con la ayuda de medidas heterodoxas.
El panorama económico era totalmente diferente a la década de 1990, la devaluación del peso
hizo que las exportaciones argentinas sean más baratas y competitivas en el extranjero,
mientras que desalentaba las importaciones. Además, el alto precio de la soja en el mercado
internacional produjo una inyección de enormes cantidades de moneda extranjera (con China,
convirtiéndose en un importante comprador de productos de soja de Argentina). El gobierno
alentó la sustitución de importaciones y el crédito accesible para las empresas, organizó un
plan para mejorar la recaudación de impuestos y dejar de lado grandes cantidades de dinero
para el bienestar social.
Como resultado del modelo productivo de la administración y las medidas de control (venta de
dólares de reserva en el mercado público), el peso lentamente revalorizado, alcanzó un valor
de 3 unidades con respecto al dólar. Las exportaciones agrícolas crecieron y se volvió al
turismo.27

En retrospectiva, la crisis argentina del 2001 podría (y tendría que) haberse evitado.
Con juicio y diligencia debatibles, las agencias calificadoras de riesgo recortaron
drásticamente los ratings crediticios en el 2001, ignorando la capacidad de pago futura
de la economía argentina. Sin embargo, en el 2001, Argentina era efectivamente
solvente. Durante el período 1998-2002, los precios de productos primarios habían
caído muy por debajo de sus valores históricos, lo que condujo a una caída (temporal)
en los ingresos fiscales. No obstante esta caída, una simple reversión de los precios
de productos primarios a sus promedios históricos, habría restituido la capacidad
fiscal del país. Y, de hecho, los precios no sólo subieron a partir del 2002, sino que
experimentaron el mayor boom en la historia (conocido como el “super-commodity
boom”).

Los gráficos 1, 2, y 3, muestran, respectivamente, la trayectoria desde 1982 al 2012


de los precios de la soja, el trigo y el maíz, los principales productos exportados por
Argentina en las últimas dos décadas. Otros productos agropecuarios, como los
aceites de soja y girasol y la carne, experimentaron la misma suerte. (A falta de
índices de precios confiables para Argentina, los valores se muestran en dólares
nominales, sin deflactar; el lector puede deflactarlos con un índice de consumo de
EE.UU., por ejemplo; esto mostraría una leve tendencia negativa registrada hasta el
2002, sin desdibujar la caída por debajo de la tendencia durante el período 1998-2002
y la subida meteórica desde entonces). La caída temporal en los precios de productos
primarios redujo significativamente la capacidad fiscal del gobierno, forzándolo a
adoptar medidas de austeridad que contribuyeron a acentuar aún más la recesión.
Los precios de productos primarios, sin embargo, retornaron a sus promedios
tendenciales históricos tan pronto (y tan casualmente) como se declaró el default,
creciendo a un ritmo inusitadamente alto desde entonces.

Si los acreedores internacionales hubieran esperado tan sólo dos años, tanto
Argentina como sus acreedores se habrían beneficiado del boom en el precio de los
productos primarios. Por el contrario, ese boom en el precio de productos primarios ha
servido para financiar y sostener un modelo de gobierno que ha frenado el proceso de
crecimiento, apertura y modernización de la economía iniciado durante los años ’90;
ha puesto en duda la credibilidad del Indec (entre otras instituciones); ha amedrentado
a los críticos, y ha fomentado una cultura de miedo y hostilidad dentro del país y hacia
otros países. Prestarle a Argentina en el 2001 no sólo habría sido redituable
económicamente sino que habría evitado el deterioro institucional que muy
probablemente tenga efectos negativos a largo plazo.

Además de la solvencia de Argentina en el 2001, hay tres motivos adicionales por los
que Argentina en su momento merecía más crédito. En primer lugar, en círculos de
política y economía internacional, Argentina había sido durante los ’90 el ejemplo de
conducción y crecimiento latinoamericano elogiado por Washington, dispuesta a
adoptar medidas a veces impopulares en el corto plazo, con el objetivo de crecimiento
hacia el mediano y largo plazo. En segundo lugar, Argentina había mantenido una
balanza fiscal medianamente equilibrada durante los ’90, con virtualmente la totalidad
del déficit fiscal debida al pago de intereses heredados de la dictadura (Gráfico 4)—a
tasas, como se recordará, sumamente altas. En tercer lugar, la administración de De
La Rúa (1999-2001), si bien extremadamente desafortunada, dado el contexto
internacional, contaba con profesionales de alta calidad, con inusual preponderancia
de tecnócratas apartidarios a cargo de los varios ministerios y agencias de gobierno.

Como es sabido, el votante medio no está lo suficientemente preparado para separar


(o filtrar) la parte del ciclo económico debida al contexto externo de aquélla debida a
medidas o políticas domésticas. Esta incapacidad para filtrar factores externos (en
particular los vaivenes en los precios internacionales de productos primarios) fue
posiblemente la mayor razón por la cual el gobierno de De La Rúa colapsó y la misma
razón por la cual Kirchner y Fernández de Kirchner tuvieron tanto “éxito”, pese a
generar una colosal destrucción institucional en el país. Lamentablemente,
economistas profesionales, mercados y organizaciones internacionales no fueron
mejores que el público a la hora de filtrar el ciclo—o de predecir la reversión en el
comportamiento de los precios de productos primarios.

Dado el crecimiento proyectado para China e India a finales de los ‘90s y el probable
crecimiento en la demanda de bienes primarios que tal crecimiento generaría, no está
mal preguntarse si los bajos precios prevalecientes durante el 1998-2001 eran
sostenibles. Tal vez el “super-commodity boom” no era predecible, pero una modesta
reversión a la media histórica no parecería disparatada. Y si ese era el caso, la
pregunta abierta es si los acreedores y agencias crediticias internacionales no
deberían haber dado una consideración más seria a la solvencia de Argentina—y una
oportunidad para escapar del default y el descalabro institucional. De cara al futuro,
cuando el crecimiento de la demanda de bienes primarios comience a frenarse (lo
cual casi inexorablemente sucederá), la economía Argentina se encontrará de nuevo
en dificultad, pero esta vez en un estado institucional penosamente deteriorado.

A riesgo de caer en lo obvio, quiero aclarar que esta nota no pretende defender el
plan de convertibilidad. Está claro que un sistema de tipo de cambio fijo no era lo ideal
durante la crisis—y en general, no es aconsejable para un país sujeto a amplias
fluctuaciones en sus términos de intercambio. El plan de convertibilidad sirvió en su
momento para detener el espiral inflacionario e hiperinflacionario, anclando
expectativas de inflación, pero debió abandonarse mucho antes, posiblemente en el
96-97. La pregunta que esta nota pretende iniciar es cómo se debería haber
procedido, dadas las condiciones coyunturales en el 2001, y, más importante, cómo
se debería proceder, en vista a una crisis futura. Hacia el 2001, una devaluación del
peso habría dado un respiro a la economía, y los números que se barajaban en su
momento, alrededor del 30 por ciento de depreciación, sonaban y suenan razonables.
Tal depreciación hacía aún más necesaria la intervención del Fondo Monetario
Internacional (o de algún organismo equivalente), dado que la deuda estaba
denominada mayormente en dólares. Y desde luego, hacía falta un fondo para
transferencias a desempleados, que podía financiarse a futuro, en parte con
retenciones a las exportaciones de productos primarios (como de hecho se hizo
luego—sólo que sin llamar a los desempleados como tales). De nuevo, la financiación
externa era crucial.

Podrían extraerse dos conclusiones a partir de la crisis argentina, cada una con
implicancias totalmente diferentes. La primera conclusión partiría de la premisa de que
la crisis de Argentina fue en parte un error de juicio de los mercados y de las agencias
crediticias. Esta interpretación debería llevar a una revisión en la provisión de crédito
por parte de organismos internacionales a economías productoras de bienes
primarios, dada la volatilidad intrínseca en los precios de estos productos. Más
específicamente, dada la duración histórica en los ciclos de precios de bienes
primarios, una recesión de cuatro años no debería juzgarse suficiente para declarar la
insolvencia de una economía.

La segunda conclusión, opuesta a la anterior, partiría de la inevitabilidad de la crisis


en una economía con alto endeudamiento externo, sujeta a amplias fluctuaciones en
términos de intercambio. En este caso, yendo en contra de lo que los manuales de
economía predican, el país no debería recurrir al endeudamiento externo para
financiar la inversión de largo plazo, aún cuando fuera eficiente que países con
menores perspectivas de crecimiento financiaran a los países con mayor crecimiento
potencial. El desafío no menor en este caso sería cómo generar ahorro interno y
montar una institución que administre la recaudación proveniente del sector primario
(como los fondos de petróleo en Noruega o los países del Golfo o los del cobre en
Chile).

En ambos casos, para los econometristas y analistas de mercado, un mensaje claro


es que se necesitan mejores modelos de precios de productos primarios, que tengan
en cuenta factores de demanda y oferta mundial. (Y para los que cuentan con mejores
datos de finanzas, productos y precios de Argentina, una tarea útil incluiría estimar
con mayor precisión la respuesta de los sectores secundarios y terciarios a cambios
en los precios de los bienes primarios en Argentina).

Para concluir, creo que es muy poco lo que Grecia o España pueden aprender de
Argentina. Es muy improbable que saliendo del euro estas economías puedan crecer
a las tasas argentinas de la última década, como lo sugirieron algunos prominentes
economistas. La devaluación puede haber ayudado a Argentina inicialmente (antes de
que la inflación disparara), pero la clave de su crecimiento en la última década fuel el
boom en el precio de los productos primarios. Pura, lisa y llana suerte.

Grafico 1: Precio Mensual de la Soja – Dólares por tonelada métrica

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