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“La palabra justa era aquella –única- que podía expresar cabalmente la idea.
La obligación del escritor era encontrarla”. Flaubert
Desde sus inicios dentro del medio escrito, el corrector ha representado una figura, además
de interesante, de gran importancia para el desarrollo del mismo. A principios, cuando el término
no se acuñaba a esta acción, quienes escribían intercambiaban sus escritos entre sí para
enmendar errores y cuestionar el manejo de ideas. Esta esencia ha prevalecido en lo que ahora
se conoce como “Corrector de estilo, o de originales”, y busca esclarecer ideas y perfeccionar
las técnicas ortográficas y sintácticas en un texto, manteniendo la coherencia y sobretodo, algo
fundamental en lo escrito: la transmisión de un mensaje. Hoy, y cabe aclarar que no en todas
partes, su papel se reduce a “darle una revisada al texto, porque ya está escrito correctamente”,
según ciertos escritores de alto rango o editoriales que se preocupan por cuestiones mínimas
de ortografía.
MI TEXTO NO SE TOCA
¿A qué problemas se enfrenta un corrector de estilo?
Dentro del ambiente literario, hay, además de buenas tertulias, una lucha de egos que bien
podría parecerse a un juego de riña entre dos hermanos, durante la infancia. Escribir se ha
vuelto un acto de superioridad y proveniente de seres iluminados que ordenan una serie de
palabras e ideas y tienen el valor de compartirlas. Ya se ha esparcido bastante que la
superioridad se encuentra en el “hacer” y desgraciadamente la corriente de “todo lo que hago
vale” ha invadido a la literatura y no es más que un obstáculo para que gran cantidad de material
literario se produzca con un fin, más que catártico, de aprendizaje.
Para algunos autores no está previsto en su carrera literaria que otra persona revise lo que
ha escrito y que además sugiera ciertas correcciones que podrían dejar el texto cuasi en un
estado de perfección. A su parecer, estas ideas han salido del fondo de su memoria y están
cargadas de un sentimiento tan fuerte como el de una mamá cuervo defendiendo a toda costa
Cuando un autor no permite entrar al corrector de estilo a su vida literaria, a su mundo, ocurre
tal como en la historia bíblica que todos conocemos, su existencia sería lamentable pues no
podría contribuir al sentido del texto, no podría guiar el texto hasta su máxima potencia. Bien
decía Azorín, “Escribe prosa el literato, prosa correcta, prosa castiza, y no vale nada esa prosa
sin las alcamonías de la gracia, la intención feliz, la ironía, el desdén o el sarcasmo”. Justa
razón… para escribir hay que tener un fin.
“Hay una obligación de "proyectar las ideas de la manera más limpia que le sea posible.
Este editor debe ser una vía transparente, invisible capaz de forjar un enlace de gran pureza entre los dos
extremos del proceso de comunicación" (De Buen, J. 2008)
¿Debería ser la literatura desechable? Lo dudo. Y dudo también que en estos tiempos se
genere material que perpetúe, que no se olvide al cerrar el libro o apagar el ordenador, ¿qué
hace falta? ¿se contagió la creación literaria de la fugacidad actual?
EL VALOR DE LA PUBLICACIÓN
Escribir, externar ideas al mundo, plasmarlas en papel y llevarlas a la publicación y
distribución de una manera tan sencilla como puede hacerse ahora, provoca que cada vez
menos escritores den revisión a sus textos antes de publicarlos, y que con toda facilidad auto
publiquen sus obras sin el filtro necesario que se realiza en las editoriales convencionales.
La publicación carga consigo cierta responsabilidad con el lector y con la historia en sí misma.
Sí, en nuestra cabeza abunda creatividad e ideas que merecen ser compartidas, pero el acto
de publicar, de promover y distribuir un texto, debe hacerse con cabeza fría considerando ¿a
quién le será provechoso?, ¿quién quiero que lo lea y con qué fin?
A propósito del tema, tuve una charla con un par de amigos de mi ciudad natal Ensenada,
Baja California: Adriana Flores y Mario Acevedo, que recién inician con Juanas Editoras,
editorial independiente cuyo objetivo es conjuntar el talento del escritor, el artista plástico y el
encuadernador, para generar piezas literarias únicas y artesanales de alto valor artístico.
Al ser una editorial independiente y apenas conocida, el primer tiraje de libros se financió con
recursos del equipo de trabajo de Juanas Editoras, aunque pronto podrá sostenerse con la
venta de los ejemplares de Icthus, gracias a que el concepto de Juanas ha generado en la
población bajacaliforniana gran interés, por lo que habrá oportunidad de que otros escritores
sean publicados y de que su obra sea trabajada desde una perspectiva integral y creativa.
Adriana considera la vestidura del libro como algo que determina la experiencia del lector al
acercarse a un libro: “para Icthus buscamos un diseño orgánico que hiciera referencia a la vida
y talento costero, totalmente relacionado con el contenido del libro, así como materiales de fácil
adquisición y además estéticos”.
En 2016, Icthus de Jorge Postlethwaite, cuya publicación incluye grabados de Leonel Flores,
artista ensenadense, inaugura Juanas Editoras y da pie en el Puerto de Ensenada, a la
convergencia de las artes y la literatura a través de publicaciones literarias.
De repente me cubrió una sombra larga y densa. Pensé que se hacía de noche. No supe qué hacer. Nadé
más rápido, con todas mis fuerzas, moviendo mis aletas en pánico, y pensando que nadaría hasta encontrar
la luz. Seguí hacia enfrente. Sin ver nada más que el mar negro como un pozo profundo. Atravesé la masa
negra hasta que de pronto vi una luz amarillenta y distante filtrándose por el borde de una gran isla de sargazo.
Tardé en reconocer lo que era.
Cuando salí de la sombra, vi algo plateado y extraño tiritando a lo lejos. Era una mancha refulgente que se
hacía cada vez más grande conforme se acercaba a mí, giraba rápido como un trompo. No había dónde
esconderme de aquella vorágine iridiscente. Desde cerca parecía como una pared alucinante con miles de
ojos asomándose por mirillas. Antes de atropellarme y acabar conmigo, se frenó la pared, y por fin pude ver
que era un banco de sardinas. Todas se movían al mismo tiempo como obedeciendo a una mente maestra.
Dieron media vuelta cerrada, y se escabulleron de mi vista. El trompo plateado descomunal cambió su
trayectoria de manera impredecible. Rápido, histérico, como una torre de Babel móvil y subacuática.
Fragmento de Ichtus
Una vez se tiene el texto en mano, listo para corregir, y según la extensión y tipo de texto,
éste pasa hasta por cuatro revisiones según las condiciones que lo rodean: si hay que verificar
referencias o si el texto es complicado, y en memorables casos, si el texto te hipnotiza y se te
pasan por alto detalles que después hay que verificar. Primero lo revisa el corrector y anota las
sugerencias, luego regresa al autor para que éste dé el “visto bueno”, después el editor verifica
que las correcciones fueron aplicadas sin errores, y otra vez vuelve al corrector. “Al final, el
autor siempre tiene que dar el visto bueno de cómo se va a publicar el texto, si no lo tienes no
puedes proceder a la publicación”.
Cuando se trata del tipo de soporte del texto, por costumbre Mario prefiere intercalar entre la
revisión digital y la impresa. Le resulta más práctico corregir en digital porque las correcciones
se hacen directamente en el documento y se le envía de vuelta al autor con los cambios
señalados para que los apruebe.
Otra de sus responsabilidades en Juanas Editoras es dirigir la formación digital del libro; es
decir, diseño tipográfico: tamaño de letra, interlineado, tamaño de la caja tipográfica, dónde van
los folios, los blancos que van alrededor de cada página, “arriba, abajo, más chico, más grande”.
Para Mario es importante el buen diseño editorial porque existen reglas universales para que el
texto tenga una estética en cada una de las páginas: “pequeños detalles dentro de la edición
facilitan la lectura y son atractivos para la lectura, por eso es que existen”.
El diseño tipográfico de un libro también es parte de la experiencia y estética con la que el
lector está en contacto con el texto y gracias a la cual, se apropia de él, y dependerá del tipo de
libro y su contenido: académico o género literario, por ejemplo.
Estos saberes editoriales son resultado de práctica, apoyo en otros correctores y de cursos
de programas digitales para diseño editorial como Adobe Design, que utiliza para el diseño del
libro. “La UNAM tiene manuales de diseño tipográfico y en ellos me he basado para hacer mi
trabajo. Con el tiempo vas formando tu estilo como editor”.
Las novelas están hechas de palabras, de modo que la manera como un novelista elige y organiza
el lenguaje es un factor decisivo para que sus historias tengan o carezcan de poder de persuasión.
(Vargas Llosa, 2015