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TEXTO Nº 1
LECTURA
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
Lima era una ciudad grande, tan grande que en ella vivían un millón de
personas.
¿La bestia con un millón de cabezas? Esteban había soñado hacia unos
días, antes del viaje, en eso: una bestia con un millón de cabezas. Y ahora él,
con cada paso que daba, iba internándose dentro de la bestia…
Se detuvo, miró y meditó: la ciudad, el Mercado Mayorista, los edificios de
tres y cuatro pisos, los autos, la infinidad de gentes algunas como él, otras
como él y el billete anaranjado, quieto, dócil, en el bolsillo de su pantalán el
billete llevaba el “diez” en su rostro y en su conciencia. El “diez años” lo hacia
sentirse seguro y confiado, pero sólo hasta cierto punto. Antes, cuando
comenzaba a tener noción de las cosas y de los hechos, la meta, el horizonte,
había sido fijado en los diez años. ¿Y ahora? No, desgraciadamente no. Diez
años no era todo. Esteban se sentía incompleto, aún. Quizá si cuando tuviera
doce, quizá si cuando llegara a los quince, quizá. Quizá ahora mismo, con la
ayuda del billete anaranjado.
Estuvo dando algunas vueltas, atisbando dentro de la bestia, hasta que
legó a sentirse parte de ella. Un millón de cabezas y, ahora, una más. La gente
se movía, se agitaba, unos iban en una dirección, otros en otra, y él, Esteban,
con el billete anaranjado, quedaba siempre en el centro de todo, en el ombligo
mismo.
Unos muchachos de su edad jugaban en la vereda. Esteban se detuvo a
unos metros de ellos y quedó observando el ir y venir de las bolas; jugaban dos
y el resto hacia rueda. Bueno, había andado unas cuadras y por fin encontraba
seres como él, gente que no se movía incesantemente de un lado a otro.
Parecía, por lo visto, que también en la ciudad habría seres humanos.
¿Cuánto tiempo estuvo contemplándolos? ¿Un cuarto de hora? ¿Media
hora, una hora, acaso dos? Todos los chicos se habían ido, todos menos uno.
Esteban quedó mirándolo, mientras su mano dentro del bolsillo, acariciaba el
billete.
-¡Hola, Hombre!
-Hola ... respondió Esteban susurrando, casi.
El chico era más o menos de su misma edad y vestía pantalón y camisa
de un mismo tono, algo que debió ser kaki en otros tiempos, pero que ahora
pertenecía a esa categoría de colores vagos e indefinibles.
-¿Eres de por acá? Le preguntó a Esteban.
-Si, este….se aturdió y no supo cómo explicar que vivía en el cerro y
que estaba en viaje de exploración a través de la bestia de un millón de
cabezas.
¿De dónde, ah? Se había acercado y estaba frente a Esteban. Era más alto
y sus ojos inquietos le corrían de arriba abajo. ¿De dónde, ah? Volvió a
preguntar.
De allá, del cerro y Esteban señaló en la dirección en que había venido.
¿San Cosme?
Esteban meneó la cabeza, negativamente.
¿Del Agustino?
-Si, de ahí exclamó sonriendo. Ese era el nombre y ahora lo recordaba.
Desde hacia meses, cuando se enteró de la decisión de su tío de venir a
radicarse a Lima, venia averiguando cosas de la ciudad. Fue así como supo que
Lima era muy grande, demasiado grande, tal vez; que había un sito que se
llamaba Callao y que ahí llegaban buques de otros países; que había lugares
muy bonitos, tiendas enormes, calles muy bonitas, tiendas enormes, calles
larguísimas…. ¡Lima…! Su tío había salido dos meses antes que ellos con el
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propósito de conseguir casa. Una casa. ¿En qué sitio será?, le había preguntado
a su madre. Ella tampoco sabía. Los días corrieron y después de muchas
semanas llegó la carta que ordenaba partir. ¡Lima…! ¿El cerro del Agustino,
Esteban? Pero él no lo llamaba así. Ese lugar tenía otro nombre. La choza que su
tío había levantado quedaba en el barrio de Junto al Cielo. Y Esteban era el
único que lo sabía.
Yo no tengo casa….dijo el chico después de un rato. Tiró una bola contra
la tierra y exclamó: ¡Caray, no tengo!
¿Dónde vives, entonces? Se animó a inquirir Esteban.
El chico recogió la bola, la frotó en su mano y luego respondió:
En el mercado, cuido la fruta, duermo a ratos….Amistoso y sonriente,
puso una mano sobre el hombro de Esteban y le preguntó: ¿Cómo te llamas tú?
Esteban ….
Yo me llamo Pedro tiró la bola al aire y la recibió en la palma de su mano.
Te juego, ¿ya Esteban?
Las bolas rodaron sobre la tierra, persiguiéndose mutuamente. Pasaron
minutos, pasaron hombres y mujeres junto a ellos, pasaron autos por la calle,
siguieron pasando los minutos. El juego había terminado, Esteban no tenía
nada que hacer junto a la habilidad de Pedro. Las bolas al bolsillo y los pies
sobre el cemento gris de la acera. ¿Adónde, ahora? Empezaran a caminar juntos.
Esteban se sentía más a gusto en compañía de Pedro, que estando solo.
Dieron algunas vueltas. Más y más edificios. Más y más gente. Más y más
autos en las calles. Y el billete anaranjado seguía en el bolsillo. Esteban lo
recordó.
¡Mirá lo que me encontré! Lo tenía entre sus dedos y el viento lo hacia
oscilar levemente.
¡Caray! Exclamó Pedro y lo tomó, examinándolo al detalle. ¡Diez soles,
caray! ¿Dónde lo encontrástes?
Junto a la pista, cerca del cerro explicó Esteban.
Pedro le devolvió el billete y se concentró un rato. Luego preguntó:
¿Qué piensas hacer, Esteban?
No sé, guárdalo seguro….y sonrió tímidamente.
¡Caray, yo con una libra haría negocios, palabra que sí!
¿Cómo?
Pedro hizo un gesto impreciso que podía revelar, a un mismo tiempo,
muchísimas cosas. Su gesto podía interpretarse como una total despreocupación
por el asunto los negocios o como una gran abundancia de posibilidades y
perspectivas. Esteban no comprendió.
¿Qué clase de negocios, ah?
¡Cualquier clase, hombre! Pateó una cáscara de naranja que rodó desde la
vereda hasta la pista; casi inmediatamente pasó un ómnibus que la aplanó contra
el pavimento. Negocios hay de sobra, palabra que sí. Y en unos dos días cada
uno de nosotros podría tener otra libra en el bolsillo.
¿Una libra más? Preguntó Esteban, asombrándose.
¡Pero claro, claro que sí..! volvió a examinar a Esteban y le preguntó: ¿Tú
eres de Lima?
Esteban se ruborizó. No, él no había crecido al pie de las paredes grises, ni
jugando sobre el cemento áspero e indiferente. Nada de eso en sus diez años,
salvo lo de ese día.
No, no soy de acá, soy de Tarma; llegué ayer…
¡Ah! Exclamó Pedro, observándolo fugazmente ¿De Tarma, no?
Sí, de Tarma….
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No, ya no. Ahora estamos cerca del tranvía y nos vamos gorreando hasta
el centro.
¿Cuánto cuesta el tranvía?
¡Nada, hombre! Y se rió de buena gana. Lo tomamos no más y le decimos
al conductor que nos deje ir hasta la Plaza San
Martín.
Más y más cuadras. Y los autos, algunos
viejos, otros increíblemente nuevos y flamantes,
pasaban veloces, rumbo sabe Dios dónde.
¿Adónde va toda esta gente en auto?
Pedro sonrió y observó a Esteban. Pero,
¿Adónde iban realmente? Pedro no halló
ninguna respuesta satisfactoria y se limitó a
mover la cabeza de un lado a otro. Más y más
cuadras. Al fin término la calle y llegaron aun
especie de parque.
¡Corre! Le gritó Pedro, de pronto. El
tranvía comenzaba a ponerse en marcha.
Corrieron, cruzaron en dos saltos la pista y se
encaramaron al estribo.
Una vez arriba se miraron,
sonrientes….Esteban empezó a perder el temor
y llegó a la conclusión de que seguía siendo el
centro de todo. La bestia de un millón de
cabezas no era tan espantosa como había
soñado, y ya no le importaba estar siempre,
aquí o allá, en el centro mismo, en el ombligo
mismo de la bestia.
Parecía que el tranvía se había detenido
definitivamente, esta vez, después de una seria
de paradas. Todo el mundo se había levantado
de sus asientos y Pedro lo estaba empujando.
-Vamos, ¿Qué esperas?
-¿Aquí es?
-Claro, baja.
Descendieron y otra vez a rodar sobre la
piel de cemento de la bestia. Esteban veía más
gente y las veía marchar sabe Dios dónde con
más prisa que antes. ¿Por qué no caminaban
tranquilos, suaves, con gusto, como la gente de
Tarma?
Después volvemos y por estos mismos
sitios vamos a vender las revistas.
-Bueno asintió Esteban. El sitio era lo de menos, se dijo, lo importante era
vender las revistas, y que la libra se convirtiera en varias más. Eso era lo
importante.
-¿Tú tampoco tienes papá? Le preguntó Pedro, mientras doblaban hacia
una calle por la que pasaban los rieles del tranvía.
-No, no tengo…. Y bajó el cabeza, entristecido. Luego de un momento,
Esteban preguntó: - ¿Y tú?
-Tampoco, ni papá ni mamá. Pedro se encogió de hombros y apresuró el
paso. Después inquirió descuidadamente:
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chistes….Listo, ya no quedaba más que una revista y Pedro anunció que eran las
cuatro y media.
“¡Caray, me muero de hambre, no he almorzado…! Prorrumpió luego.
-No, no he almorzado….observó a posibles compradores, entre las
personas que pasaban, y después sugirió:
¿Me podrías ir a comprar un pan o un bizcocho?
-Bueno –aceptó Esteban, inmediatamente.
Pedro sacó un sol de su bolsillo y explicó:
-Esto es de los dos cincuenta de mi ganancia, ¿ya?
-Sí, ya sé.
-¿Ves ese cine? Preguntó Pedro señalando a uno que quedaba en la
esquina. Esteban asintió. –Bueno, sigues por esa calle y a mitad de cuadra hay
una tiendecita de japoneses. Anda y cómprame un pan con jamón o tráeme un
plátano y galletas, cualquier cosa. ¿ya Esteban?
-Ya.
Recibió el sol, cruzó la pista, pasó por entre dos autos estacionados y
tomó la calle que le había indicado Pedro. Sí, ahí estaba la tienda. Entró.
-Déme un pan con jamón –pidió a la muchacha que atendía.
Sacó un pan de la vitrina, lo envolvió en un papel y se lo entregó.
Esteban puso la moneda sobre el mostrador.
Vale un sol veinte –advirtió la muchacha.
-¡Un sol veinte! -devolvió el pan y quedó indeciso un instante. Luego se
decidió: -Déme un sol de galletas entonces.
Tenía el paquete de galletas en la mano y andaba lentamente. Pasó junto al
cine y se detuvo a contemplar los atrayentes avisos. Miró a su gusto y, luego,
prosiguió caminando. ¿Habría vendido Pedro la revista que le quedaba?
Más tarde, cuando regresara a Junto al Cielo, lo haría feliz, absolutamente
feliz. Pensó en ello, apresuró el paso, atravesó la calle, esperó a que pasaran
unos automóviles y llegó a la vereda. Veinte o treinta metros más allá había
quedado Pedro. ¿O se había confundido? Porque ya Pedro no estaba en el lugar,
ni en ningún otro. Llegó al sitio preciso y nada, ni Pedro, ni revista, ni quince
soles, ni…. ¿Cómo? Había podido perderse o desorientarse? Pero, ¿no era ahí,
donde habían estado vendiendo las revistas? ¿Era o no era? Miró a su
alrededor. Sí, en el jardín de atrás seguía la envoltura de un chocolate. El papel
era amarillo con letras rojas y negras, y él lo había notado cuando se instalaron,
hacia más de dos horas. Entonces, ¿no se había confundido? ¿Pedro, y los
quince soles, y la revista?
Bueno, no era necesario asustarse, pensó. Seguramente se había
demorado y Pedro lo estaba buscando. Eso tenía que haber sucedido,
obligadamente. Pasaron los minutos. No, Pedro no había ido a buscarlo: ya
estaría de regreso de ser así. Tal vez había ido con un comprador a conseguir
cambio. Más y más minutos fueron quedando a sus espaldas. No, Pedro no había
ido a buscar sencillo: ya estaría de regreso, de ser así, ¿Entonces?...
-Señor, ¿tiene hora? -le preguntó a un joven que pasaba.
-Sí, las cinco en punto.
Esteban bajó la vista, hundiéndola en la piel de la bestia y prefirió no
pensar. Comprendió que, de hacerlo, terminaría llorando y eso no podía ser.
El ya tenía diez años, y diez años no eran ni ocho, ni nueve. ¡Eran diez
años!
-¿Tiene hora, señorita?
-Sí –sonrió y dijo con una voz linda: Las seis y diez -y se alejó presurosa.
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COMPRENSIÓN DE LECTURA
Con ayuda del diccionario anota el significado de las
Vocabulario:
siguientes palabras:
a) Incrédulo: …………………………………………………………………………………
b) Atisbar: …………………………………………………………………………………
c) Titubear: …………………………………………………………………………………
d) Dócil: …………………………………………………………………………………
e) Oscilar: …………………………………………………………………………………
f) Asentir: …………………………………………………………………………………
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3. ¿Qué fue “aquello” que Esteban encontró junto al sendero que corría
paralelamente a la pista? ¿Qué reflexiones se hizo en torno a este
hallazgo?
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4. ¿Cómo aparece Lima a los ojos de Esteban? ¿Por qué la llama “La bestia
con millón de cabezas”?
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11. ¿Qué le ordenó Pedro a Esteban cuando ya sólo quedaba una revista?
¿Cumplió Esteban con el encargo?
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12. ¿Que comprueba Esteban cuando regresa al lugar donde había estado
con su amigo vendiendo las revistas?
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TEXTO Nº 2
LECTURA
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novio. Ya sabéis que, hasta hace dos años, he vivido en Noruega; por mi
madre soy noruego, pero mi padre me hizo súbdito inglés. En Noruega me casé.
Mi esposa se llama Axelina o Lina, como yo la llamo, y cuando tengáis la
ventolera de dar un paseo por Cristiana, id a mi casa, que mi esposa os hará
con mucho gusto los honores.
Empezaré por deciros que Lina tenía los ojos más extrañamente
endiablados del mundo. Ella tenía diez y seis años y yo estaba loco de amor
por ella, pero profesaba a sus ojos el odio más rabioso que puede caber en
corazón de hombre. Cuando Lina fijaba sus ojos en los míos me desesperaba, me
sentía inquieto y con los nervios crispados; me parecía que alguien me vaciaba
una caja de alfileres en el cerebro y que se esparcían a lo largo de mi espina
dorsal; un frío doloroso galopaba por mis arterias, y la epidermis se me erizaba,
como sucede a la generalidad de las personas al salir de un baño helado, y a
muchas al tocar una fruta peluda, o al ver el filo de una navaja, o al rozar
con las uñas el terciopelo, o al escuchar el frufrú de la seda o al mirar una gran
profundidad. Esa misma sensación experimentaba al mirar los ojos de Lina. He
consultado a varios médicos de mi confianza sobre este fenómeno y ninguno me
ha dado la explicación; se limitaban a sonreír y a decirme que no me
preocupara del asunto, que yo era un histérico, y no sé qué otras majaderías. Y
lo peor es que yo adoraba a Lina con exasperación, con locura, a pesar del
efecto desastroso que me hacían sus ojos. Y no se limitaban estos efectos a la
tensión álgida de mi sistema nervioso; había algo más maravilloso aún, y es que
cuando Lina tenía alguna preocupación o pasaba por ciertos estados psíquicos y
fisiológicos, veía yo pasar por sus pupilas, al mirarme, en la forma vaga de
pequeña sombras fugitivas coronadas por puntitos de luz, las ideas; sí, señores,
las ideas. Esas entidades inmateriales e invisibles que tenemos todos o casi
todos, pues hay muchos que no tienen ideas en la cabeza, pasaban por las
pupilas de Lina con formas inexpresables. He dicho sombras porque es la
palabra que más se acerca. Salían por detrás de la esclerótica, cruzaban la pupila
y al llegar a la retina destellaban, y entonces sentía yo que en el fondo de mi
cerebro respondía una dolorosa vibración de las células, surgiendo a su vez una
idea dentro de mi.
Se me ocurría comparar los ojos de Lina al cristal de la claraboya de mi
camarote, por el que veía pasar, al anochecer, a los peces azorados con la luz de
mi lámpara, chocando sus estrafalarias cabezas contra el macizo cristal, que,
por su espesor y convexidad, hacia borrosas y deformes sus siluetas, cada
vez que veía esa parranda de ideas en los ojos de Lina, me decía yo; ¡Vaya! ¡Ya
están pasando los peces! Sólo que éstos atravesaban de un modo misterioso la
pupila de mi amada y formaban su madriguera en las cavernas oscuras de mi
encéfalo.
Pero ¡bah! , soy un desordenado. Os hablo del fenómeno sin haberos
descrito los ojos y las bellezas de mi Lina. Lina es morena y pálida: sus cabellos
undosos se rizaban en la nuca con tan adorable encanto, que jamás belleza de
mujer alguna me sedujo tanto como el dorso del cuello de Lina, al sumergirse
en sedosa negrura de sus cabellos. Los labios de Lina, casi tirantez infantil del
labio superior, eran tan rojos que parecían acostumbrados a comer fresas, a beber
sangre o a depositar la de los intensos rubores; probablemente esto último,
pues, cuando las mejillas de Lina se encendían, palidecían aquellos. Bajo esos
labios había unos dientes diminutos tan blancos, que luminaban la faz de Lina,
cuando un rayo de luz jugaba sobre ellos. Era para mí una delicia ver a Lina
morder cerezas; de buena gana me hubiera dejado morder por esa deliciosa
boquita, a no ser por esos ojos endemoniados que habitaban más arriba. ¡Esos
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COMPRENSIÓN DE LECTURA
a) Arrellanarse: …………………………………………………………………………………
b) Ventolera: …………………………………………………………………………………
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c) Azorado: …………………………………………………………………………………
d) Carbunclo: …………………………………………………………………………………
e) Subyugar: …………………………………………………………………………………
f) Embozado: …………………………………………………………………………………
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3. ¿Quién era Jym? ¿Qué datos sobre su vida nos ofrece el autor?
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5. ¿Qué es lo que Jym siente por Lina? Sin embargo, ¿Qué cosa le
preocupa?
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10. ¿Por qué razón la bella joven tuvo que guardar cama durante 20 días?
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11. ¿Qué sucedió el día que Lina se levantó y mandó llamar a Jym?
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Sinónimo Antónimo
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LECTURA
¿Qué iba a hacerse durante ese tiempo? ¿Lampear tierras de otros o las que
quisiera temporalmente la comunidad? Si fuera en tierras definitivamente
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prefieren que nos sonemos las narices con las manos, que los de afuera no
vengan a vivir entre nosotros por no ser indios; curarse sin médico; no
ensanchar los chaquinani para que no pase el automóvil; seguir con el quipu
en vez de la escritura del misti y con el tocas y el jacha caldo, habiendo tantas
cosas mejores y más alimenticias que comer. Si usted no nos ayuda, don
Leoncio, al primero que vamos a botar del pueblo es a usted, por nocivo, por
interesado en que este pueblo no progrese. Porque ¿Cómo es que usted, siendo
tan leído y escribiendo tan bien, no les haya enseñado nada a mis hermanasen
tanto tiempo? ¿Será porque no le conviene? ¿Pero qué será, pues, taita
Leoncio?
-No es por nada de eso, mal pensando. Es porque a tu raza no le gusta el
cambio. La matan primero. Prefieren el paso de la llanta a las carreritas de la
ardilla y a los saltos del mono.
Pues yo voy a hacerle andar a paso de marcha. Un dos, un dos, un dos….Y
al que no lleve , el paso, palo con él. Va usted a verlo, don Leoncio.
-Pues si tanta fe y poder tienes, Culqui, pruébalo.
II
A pesar de la profunda división que se había originado en todo Chupán, con
motivo de las pretensiones de Ponciano Culqui y de las ideas que éste había
logrado difundir, las fiestas preliminares a las del primero de enero. Habían
comenzado a celebrarse con la ritualidad y pompa de costumbre. En el día de la
Navidad se había hecho el depósito de las varas para los moshos; el 29, el
desarme del nacimiento del Niño y su restitución a la casa cural, y en este mismo
día todos los chupanes, amigos y enemigos, habían concurrido a la iglesia,
encabezando cada bando por sus jefes. Ahí, después de encenderle cada
autoridad pasada una vela al Cápac Eterno, pidiéndole, entre oraciones y
rogativas, que les mandara de las selvas, por medio de sus jircas, a los nuevos
cargos.
Los días 30 y 31 tampoco habían sido infringidos; todos habían entrado
en alma, esto es, sometido al precepto del ayuno, pero no a ese ayuno quieto,
reconcentrado, clausal del misti. Esas 48 horas de hambre voluntario, de paro
estomacal, habían sido empleadas en asear limpio y resplandeciente como un
relicario, según rezaba la orden de los campos, y en los preparativos de la
celebración del primer día del año que se iba a recibir.
Se había molido la jora para la chicha, recibido y depositado los
aguardientes, raspado las nuevas varas de quishuar y colectado flores en todos
los campos vecinos para el adorno de los bailarines. Todo esto mientras las
danzas, venidas de fuera, invadían el pueblo. Entre estos danzantes, de
extravagante indumentaria y acompasados y sinuosos movimientos, estaban
los negritos, con sus carracas giratorias y sus látigos enroscados al cuello,
como víboras domesticas; los huancas de poncho, llevando el compás de sus
cautelosas pisadas con nasales graznidos; los chunchos, emplumados y
colorinescos, y todos moviéndose al son de las arpas de los campos, de los
violines de los regidores, del arihuay de las mujeres de los cesantes y de los
pincullos y tambores de los alguaciles. Y durante estas dos noches, un
incesante vaivén de la iglesia al Cabito y del Cabildo a las casas de las
autoridades entrantes y salientes.
Sólo un pequeño grupo de hombres se había retraído a ultima hora de
intervenir en estos preparativos. Habían ideado una especie de boicot contra
el licenciado sargento. Si había de ser éste el nuevo alcalde, como los mozos
del pueblo lo tenían resuelto, ¿para qué ir a pedirles a los jircas una buena
autoridad si ya se sabía que la que es iba a llegar no habría de ser la que ellos
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querían? ¿Qué cosa buena podría hacer un mozo que todavía estaba
apestando a cuartel? ¿Qué podía haber aprendido allí, como no fuera a sablear
a la gente?
Pero la abstención no debía ser completa. Si estaba bien no impetrar
nada al Cápac Eterno, ni al Niño, porque esto habría sido un sacrilegio, en
cambio, no estaba mal ir a Cabildo a la hora en que ese huele-misti, revestido,
fuera a recibir la vara de los claveles para darse el gusto de reírse de él
cuando se quedara sin decir los discursos, ni supiera qué contestar a las
preguntas reglamentarias, ni cómo dirigirle la palabra al Niño-Dios. Porque,
¿Cómo los iba a saber si ni los yayas ni el escribano saliente, encargado de
prepararle, le habrían enseñado nada?
Aquello iba a ser como una tempestad, como un terremoto, algo nunca
visto por ojos llenos de maligno regocijo ante la idea del fracaso, irrumpieron
en la casa municipal en el instante en que el audaz y ambicioso sargento, al pie
del alcalde cesante y rodeado de todos los nuevos cargos y de algunas
centenas de mozos, armados, de sendos garrotes, le dirigía al pueblo, entre el
asombro de los unos y la alegría de los otros, el siguiente discurso, transmitido
por boca de diez generaciones:
“Pronto voy a recibir la vara que el Niño ha querido confiarme para
dirigir su grey. Yo soy un mozo pobre, ciego, sin juicio, y sin lapones que
ladren en mi favor y me defiendan, sin personeros que puedan gritarme
¡guapa! Cuando vengan los gavilanes a llevarme. No podré, quizá hacer que les
llene a ustedes la barriga con los locros y las chichas; me quitarán las naranjas
en el jitanacuy. Pueda que el taita cura no quiera venir a las fiestas,
pretextando que no se le han pagado las primicias, de lo que yo no voy a
hacerme responsable, y entonces, por no haber misas, pretendan ustedes
romperme mi cabeza. No seria justo. También han de querer hacerme
responsable de las contribuciones, de las perdidas de las cosechas, de los
hielos, y mucho más ahora que los aguaceros se están adelantando y que los
veranos de San Reyes y de San Sebastián y de la Candelaria sacarán los
pastos y quemarán las papas, sembrando el hambre y arrasando el ganado.
Tampoco seria esto justo. Los hombres no somos jircas ni podemos más que
Dios”.
“Espero que las niñas entre las familias de los Maile y los Ambicho no
terminen en muertes, como otros años. Si ustedes me prometen formalizarse,
aquí estoy, valiente pueblo chupán, a tu disposición”
Los confabulados yayas escucharon, sin pestañear, todo este discurso.
Algo de lo suyo le había agregado el mozo, pero, en sustancia, era el de
costumbre. El aire de reto y suficiencia con que Ponciano lo pronunciara les
había dejado entullecidos.
Mientras el pueblo aclamaba al nuevo alcalde y le prometía, en medio de
juramentos, obediencia y ayuda, ellos, llenos de estupor, no hacían más que
mirarse recelosamente. ¿Quién de ellos o de los otros yayas había violado
tanto el secreto de la tradición como la promesa, hecha la víspera, de no
transmitírsela al innovador intruso?
Pero la llegada del Niño en procesión, encabezada por el cura y los
danzantes y cuya anda fue colocada al pie del elegido, sacó de su actitud y
de sus tumultuosos pensamientos a los yayas, haciéndoles arrodillarse y
entonar, junto con todos, la clásica plegaria del rigcharillag. Terminando el
cántico, el juez de paz, con un crucifijo en la diestra y en la otra mano la vara,
cuya entrega debía hacer, después de besar tres veces los claveles de plata
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campo en servicio? Espera hasta la hora del gallo, si quieres, y lo verás salir
del corral, aprovechando de que Valencia está en Pillco-Rondos”. ¿No has
estado en Pillco-Rondos, Marcos?
Un silencio hostil, preñado de infinitos odios impidió por largo espacio
que estallara la cólera que ahogaba a aquel conciliábulo tenebroso. Y durante él
se preguntaban todos mentalmente: ¿Seria cierto lo que acababan de oír? ¿Así
es que Culqui no se había contentado con quitarle la alcaldía a uno de ellos, y
los rasgos a los otros, sino que también les seducía a sus mujeres? No, hasta
allí no era posible tolerarle.
Si la convocatoria de Huaylas habría sido únicamente para acordar el
medio de resistirse a las medidas innovadoras que Culqui pretendía introducir
en el jtanacuy y ver la manera de expulsarle, haciéndole atravesar el Chillán,
para siempre, ahora había que ir más lejos, aplicarle, sin misericordia, y por
excepción, el ushanan-jampi.
Y bajo la inspiración de este pensamiento, que espigaba ya en todas las
mentes, el yaya Niceto Huaylas, explotando la situación hábilmente, se irguió,
onduloso como una víbora que se prepara a morder, y dijo:
-Todos tenemos resuelto ya en el corazón la muerte de Ponciano Culqui,
¿es verdad?.
-¡Verdad! –murmuraron todos.
-Pues entonces antes del jitanacuy habrá muerto él o todo estaremos con
Supay. Pido sólo una cosa: que juren todos por nuestros jircas obedecerme en
lo que voy a disponer.
-¡
Te juramos, hermano Niceto!
Después de este solemne juramento, nueve hombres, emponchados y
calzados de shucuy, abandonaron cautelosamente la casa de Niceto Huaylas,
con esa precaución y disimulo del indio de las cumbres, en tanto que aquel,
poseído ya por el pensamiento homicida, que acabada de lanzar, miraba con
sonrisa diabólica el atado de yerbas misteriosas y terribles que tena en la
mano.
IV
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
Pero al desasirse estos dos hombres, se diría, por las miradas del uno y
las sonrisas del otro, que jamás la separación había sido más profunda entre
ellos que en el instante en que se estrechaban. Se habían penetrado y
descubierto en ese brazo. Los pechos habían entrado en contacto, pero no los
corazones. Un hálito de desconfianza fluía de ambos.
-Ahora vamos a remojar la reconciliación, Culqui, para que no se seque –
prorrumpió Huaylas. Aunque tú eres fresco y donoso la flor del maíz, un
rieguito, por mezquino que sea, como éste que te ofrezco, te fortalecerá. Voy a
servirte.
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
-No quedará por eso, Culqui. Yo y todos mis compañeros sabemos beber
como tú. Quería no más evitarte que bebieras tantos jarros con nosotros y no
pudieras beber después la chacta para que la chicha no se te asiente. ¡Salud! Y
prepárate a beber la mía sin recelo.
-¡Que tenga buen provecho, viejo!.
Y el yaya apuró socráticamente el jarro hasta las heces colgándolo en
seguida de la vara, no sin haberlo antes volteado, y luego fue a sentarse,
ceñudo, en su sitial, reemplazándolo en el brindis Ventura Maile. Y a éste le
siguieron los demás, al principio indecisos, pero al fin animados por la actitud
estoica e impenetrable del viejo Huaylas.
Estaba Culqui para beber el décimo jarro, esto es, listo para
corresponder el brindis de Illatopa, el escribano frustrado, cuando la voz
angustiosa de una mujer que llegaba corriendo y pugnaba por abrirse paso
entre el arremolinado gentío, le detuvo.
-¡Ponciano! ¡Ponciano, no bebas de la chicha del yaya Huaylas! ¡Está
emponzoñada! ¡Te lo juro!
Culqui se volvió como electrizado por el eco de esa voz que tanto
conocía. Era la hija de Illatopa quien así le gritaba, la misma que desde el
primer día que él tornó a su pueblo le había hablado al corazón; la que le
había decidido a saltar por encima de las leyes y costumbres de la comunidad
chupanense; la que le hacia rodar en las noches su casa y tocarle la
concertina, con peligro de que el padre le metiera un bala en el cuerpo o le
echara encima los lapones….la que, en fin le había hecho aceptar la reconciliación
en pago del servicio que prestase, enseñándole, a fuerza de repetírselo en sus
honestas entrevistas, todos los discursos e invocaciones que pronunció el día
que empuñó la vara del alcalde, sonsacados a Illatopa.
El mozo, visiblemente conmovido por el sincero dolor de esta mujer, de la
que tan prendado estaba, exclamó:
-Ya había sospechado, linda Marcela, que la chicha de este viejo zorro,
que está ahí aparentando firmeza para que no se descubra que el veneno le está
arañando las entrañas, no era limpia. Por eso no quise beberla y he obligado a
todos esos perros a que la tomaran primero que yo. No tangas, pues, cuidado
por mi, ¡ángel de mi guarda!.
La muchedumbre, indignada por la perdía de los yayas y emocionada por
la actitud de la moza que había tenido la entereza de desafiar la cólera de todos
ellos, hasta la de su terrible padre, gritó enfurecida:
¡Asesinos! ¡Traidores! ¡Hijos de Supay! ¡Échalos abajo, Ponciano, para
retacéalos! ¡Ushanan-jampi! ¡Ushanan-jampi!
¡No! – alulú Culqui, desparramando sobre la multitud una dominadora
mirada. ¡Para qué ushanan-jampi si ya ellos se lo están aplicando, si de aquí no
ha de salir ninguno hasta que se beban la ultima gota de chicha maldita!.
-¡Perdón para mi padre, Ponciano! Si lo obligas a beber, la Marcela no
podrá jamás ser tuya.
-¡Tienes razón, huampa de mi alma! Sabiniano Illatopa, a nombre mío y de
Chupán entero, ¡te perdono!
Deja el jarro y anda a sentarte mientras los otros vuelvan a beber.
-¡Nunca! -gritó despectivamente el yaya Sabiniano. Trágate tu perdón,
indio mostrenco. Y tú, hija destacada, que nos has traicionado, ¡maldita seas y
que Supay te muerda las entrañas toda la vida!.
Y el indio, olímpicamente, apuró, a grandes tragos, la bebida fatal,
mientras los demás yayas, pálidos, sudorosos, trémulos, vacilantes, con las
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COMPRENSIÓN DE LECTURA
Vocabulario:
Con ayuda del diccionario anota el significado de las
siguientes palabras:
a) Yaya: …………………………………………………………………………………
b) Misti: …………………………………………………………………………………
c) Respingo: …………………………………………………………………………………
d) Boicot: …………………………………………………………………………………
e) Sonsacar: …………………………………………………………………………………
f) Illapaco: …………………………………………………………………………………
Preguntas de Comprensión:
Responde a las siguientes preguntas:
________________________________________________________________
2. ¿A quién acude Ponciano para confiarle sus planes? ¿Qué ocurre en esta
entrevista?
________________________________________________________________
________________________________________________________________
________________________________________________________________
________________________________________________________________
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
5 ¿Qué aspecto ofrecía la plaza de Chupán el día que los yayas aguardan
el último y fatal encuentro con Culqui?
________________________________________________________________
________________________________________________________________
________________________________________________________________
________________________________________________________________
8 ¿Qué hacen los yayas frente a este repentino cambio que se produce en
sus planes?
________________________________________________________________
________________________________________________________________
________________________________________________________________
________________________________________________________________
________________________________________________________________
Razonamiento Verbal:
Escribe el Sinónimo y Antónimo de las
siguientes palabras:
Sinónimo Antónimo
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TEXTO Nº 4
“HISTORIA DE UN TAMBOR”
Manuel Beingolea
Cuando Mauricio entró, hacia rato que doña Luciana, encorvada junto al
fuego, partía leña con un cuchillo sin mango. Siempre entraba de improviso
donde la amiga de su madre y en el fondo, mitad de por distracción, mitad por
habito, se sentía feliz en aquella risueña casucha sin revoco, perdida entre un
bosque de guayabos y cercada por una tapia que los retamares rebasaban.
Como era de la brigada de infantería, para ir a la Escuela Militar, desde el
Barranco, donde habitaba con su madre, tomaba cotidianamente la carretera en
cuya mitad se hallaba la casa de doña Luciana. Entraba a fumar un pitillo y era
a ésta, o bien a Rosario su hija, a quienes sorprendía en innobles zascandileos,
junto al fuego, en un amplio aposento sin revoco como toda la casa, que era
comedor, cocina y sala de recibo todo a un tiempo dejaba meter baza en la
conversación. ¡Diablo de chica! ¡Y lo que sabía! Quería contarlo todo, explicar
todo, con una vocecita de pájaro y una sonrisilla que la hacia mostrar sus
dientes de arroz. El tambor se quedaba embelesado, hasta que un toque lejano,
hacíale levantarse con su gorra, que por fin dejaba de girar entre sus manos.
-Bueno…hasta luego….han tocado fajina…..
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
Todo el día estuvo Mauricio intranquilo, con rostro grave como cuando se
sale del cuarto de un moribundo. Hacia la tarde, después del rancho, la
pesadez del merienden le tornó voluptuoso y se perdió en conjeturas acerca
de su amada. Se imaginaba ya dueño de ese cutis moreno como el de un
melocotoncillo por madurar, y sus dedos presentían ya, la suavidad de esa
garganta gordezuela y deliciosa que quizá cubriría con besos devorantes. La
amaba. ¡La adoraría siempre, diablo! Y todos sus movimientos de marcha y de
contramarcha estaban presididos por dos sanguijuelas negras que se
confundían con el rojo de los pantalones, el relumbrón de las espadas y el oro
de de los entorchados. Como se preparaban para las maniobras de fin de fin de
año, el ejercicio era diario y continuo. Todo el mundo sudaba y se debatía en el
ancho patio claustral -el mismo de la fotografía - y los artilleros con sus obuses,
los de a caballo con sus grandes sable3s, y los infantes con las pantorrillas
vendadas de un paño gris, todos tenían el aire de sobrepujarse para alcanzar
un premio.
Mauricio tocaba su tambor y pensaba en sus sanguijuelas. Con el
crepúsculo salió. El momento se acercaba. Allá lejos extendiese Chorrillos,
acostado sobre su cerro como sobre un sofá parduzco. Con la languidez
crepuscular el camino soleado tomaba una coloración tenue. Desde ahí se
divisaba la casita entre una perspectiva de sauces. El mar al frente se
extendía como una muselina salpicada de oro. Mauricio descubrió la ventanuca
humarenta como la boca de un horno. Atrás verdeaban las praderas hasta las
colinas azules que se sucedían como un mar de teatro. Ya muy cerca de la
casa, vio a un joven vestido de azul; un rostro pálido y severo que conocía
mucho no sabía de dónde. Cuando estuvo junto a él fue mirado con unos
ojos color de caramelo marrón, fríos y hostiles Mauricio experimentó una
sensación de angustia. Hay caras que así presagian mal. Trató de recordar
dónde había visto al desconocido joven. Pero en ese momento oyó la voz de
Rosario canturreando dentro. Apuró el paso y llegó. Apenas en el dintel, vio
unas faldas rosadas que se perdían en el interior, fugitivas. Mauricio encontró a
doña Luciana examinando el contenido de un barreño. Por el “buenas tardes”!
Comprendió lo grave del caso. La cara de la vieja era más hostil que nunca.
¡La hubiera estrangulado, diablo!.
-¿Y?
-¡Ah!, ¿sobre eso? Dice que no piensa todavía….que no quiere…
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
inspirado, refirió anécdotas, colgó frases irónicas de cada uno de los que
pasaban, habló de Lima, de sus estudios, (iba para abogado), del baño; cambió
impresiones sobre las lecturas, alabó a Ohnet, que era “muy decadente” y recitó
poesías que empezaban así:
La vida es una trágica cadena….
Era uno de esos seres chiflados por lo correcto, con un ingenio atiborrado
de códices, con refranes que trascendían de los tratados de jurisdiprudencia,
hablando irónicamente de todo el mundo, descubriendo con un regocijo
policiaco, caso diabólico, las irregularidades de los hogares, los antecedentes
sospechosos, las cosas ridículas. Se apellidaba Sanz y hacia “sentidos
versos” que publicaba en “El Barranquino”. Desde esa noche aprovechó la
oportunidad para conducir a Rosario por todos los senderos del idilio: le habló
de su “corazón letrado”, de su sufrimiento “hondo, profundo , créame usted,
señorita”, y de que “a veces en sueños, cuando el alma divaga”.
Rosario que jamás había escuchado palabras de azúcar, sentía una
dulce languidez y cundo al fin de la retreta, el tumulto se hizo grande, bajo el
estruendo de las trompetas, y el joven le preguntó: si podía creerse “el más
feliz o el más desdichado de los mortales”, no pudo articular palabra.
IV
Transcurrieron cuatro meses. Desde el día aquel de su desengaño,
Mauricio se sentía en medio de la vida como una palma en un desierto.
Encontrábase solo, derrumbado interiormente, desligado de las personas que
amara, teniendo que replegarse en si mismo, que pasar desapercibido, que
achicarse.
¿Por qué? Lo abismaba la pregunta. Vagar en la soledad de los
crepúsculos, por los sitios en que se ha sido feliz, llevando como un estigma,
¿Qué? Algo que dice: “ Vete en buena hora. No tienes opción a esto”. ¿Qué
sabía él, soldado agregado como un autómata a una caravana de gentes
marciales, perseguido desde niño por cosas contrarias a sus gustos? ¡Ah!
Pero ese pensamiento: ¡Ella de otro! ¡Las sanguijuelas de otro! ¡Cuando él se
hubiere dejado exprimir el alma por sus queridas sanguijuelas! ¡Esa boca
bermeja y carnosa, que se había considerado indigno de merecer, se dejaba
besar por otra boca que no era la suya! Y se martirizaba más en casa detalle,
en la largura de las pestañas, en el ovalo del rostro, en los menudos dientes
que representaban tantas sonrisas en días mejores, presidiendo a los actos de
su vida. Cuando los vio juntos una noche de retreta después de lo acontecido,
se quedó frío.
Al reconocer al de los ojos de caramelo tuvo una gran avidez por
aplastarle como a un insecto. ¡Con cuánta rabia observó la superioridad del
señorito sobre el plebeyo! ¡Le hubiera estrangulado como a un volátil! Cada
detalle de su investigación érale amargo como un trago de zumo de achicorias.
Se refinó desde entonces. Mirábase en los espejos, establecía comparaciones y
salía desconsolado de las tales comparaciones. Se encontraba mandíbulas
vulgares, piel poco limpia, ojos inexpresivos, además rústicos. Y ese
pensamiento lo minaba, lo corroía, como un gusanillo en el corazón de una
manzana. Se hizo misántropo: sepultábase en el campo, bajo los tupidos
espinos, bajo cuyo ramaje se escuchaban ruidos confusos como de animalejos
torpes. Allí echado, recordaba toda sus historia de muchacho mataperro:
chapuzones en los arroyos, caminatas sobre las tapias, cacerías con liga,
merodeos de fruta que le dejaban una sensación astringente en la boca. En ese
medio ambiente de cuartel y de batalla había despertado su afición por la
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
milicia. Era en esos campos de recuerdo sagrado, donde había caído su padre
por defender a la patria; eran esas tantas veces con el corazón gozoso, las que le
habían enseñado a venerar la memoria de su padre y la carrera de las armas. Y
reconstruía la batalla, pensaba en ella como en algo mitológico, como piensa
un colegial que empieza a manejar antologías griegas en los héroes de Homero.
¿Y ahora? ¡Ah! Tiempos en que los bocados del rancho no eran tan
desabridos y en que la gorra encarnada del coronel no era tan autoritaria.
Ahora, por más buena voluntad que pusiera, todo estaba deslucido, los campos
marchitos, bajo el sol de otoño, el mar desteñido, exasperante, monótono, como
su vida.
Ahora, cosas feas, cosas feas siempre, jóvenes de ojos de caramelo que
lo miraban como a un átomo. ¿Qué es pues un soldado? Coroneles con cara
de vinagre y oficiales con mucho de “¡eh! amiguito, la disciplina”. ¿Y mi
corazón? Le daban ganas de gritar….
Pero…. nada, tenía que guardárselo y ….a formar.
Se hizo más comprensivo. Su rostro adquirió una forma más regular y
sus ojos se tiñeron de melancolía. A menudo contemplaba el mundo externo,
con vaguedad en la mirada como si nada fuese real. Allá lejos miraba, extático la
escuela gris, almenada, y las luces del malecón en hilera sobre la noche, como
los puntos suspensivos de fuego de una inmensa frase negra…..
Transcurrieron tres meses. Las maniobras se acercaban. Conoció cosas
bien duras: el trabajo desagradable, la faena sin fe, el esfuerzo inútil. Su alma
tomaba actitudes nobles. Sin embargo aliviábase con la fatiga y le parecía irse
liberando de un peso. Por diciembre se consoló. Sus ideas cambiaron
haciéndose irónicas. Su rostro adquirió carácter y una cierta arruga en el
entrecejo que le hacia interesante.
V
Rosario, por su parte, pasó una vida distinta. Frecuentaba más que nunca
las retretas. Estas tenían lugar en una plaza oscura a donde concurría todo el
Barranco como a un patio de vecindad. Un kiosco bizantino, rodeado de
palmeras albergaba a los músicos. Por entre las ojivas se veía relumbrar el
cobre de los trombones y la plata de los flautines. La banda deshilachaba los
mismos vals, las mismas poleas, las mismas mazurcas. Por los senderos
arrastraban sus faldas las señoritas. Marchas claras brillaban en los asientos,
grupos de jóvenes se agitaban tras de los árboles. Por su parte, el de los ojos
de caramelo, no faltaba. Allí le veía siempre Mauricio, siempre correcto, siempre
tenaz, siempre odiado, trivial como una pared, cargante como un código,
inevitable como un farol.
Pero Rosario en vano buscaba esa languidez de las novelas, ese abandono
dulce en brazos del amante; antes bien sentía una sorda hostilidad que se
traducía en frases inconclusas, en orgullos mal disimulados. Altiva, en el fondo,
no le perdonaba que fuese tan burlón, tan sutil, le hubiera preferido trágico.
Hubiera querido amarle, fundirse con él, pero había la valla de su ironía, de
su esprit, ¡Ah! ¿Entonces no hallaría al de las novelas? Y cuando llegó el
invierno Rosario desesperaba algo desilusionada del amor. No era lo que se
había imaginado. ¿Y Mauricio? ¿Qué se había hecho Mauricio? Nadie lo veía ya.
Desde que doña Luciana le dio la fatal nueva no había vuelto a la casa ¡Pobre
Mauricio! ¿Sufriría? ¡Bah! No la amaría éste tampoco, más que el otro. Y desde
entonces pensó en Mauricio, despechada.
¡Si Mauricio lo hubiera sabido!
VI
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
a) Revoco: …………………………………………………………………………………
b) Fajina: …………………………………………………………………………………
c) Barreño: …………………………………………………………………………………
d) Esprit: …………………………………………………………………………………
e) Epicúreo: …………………………………………………………………………………
f) Misántropo: …………………………………………………………………………………
________________________________________________________________
________________________________________________________________
3. ¿Cuáles eran las intensiones del joven? ¿Qué resuelve doña Luciana al
respecto?
________________________________________________________________
________________________________________________________________
4. ¿Por qué decide Mauricio no volver a poner los pies en la casa de doña
Luciana?
________________________________________________________________
________________________________________________________________
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
5. ¿Qué ocurría en verdad con Rosario? ¿Por qué no podía amar a Mauricio?
________________________________________________________________
________________________________________________________________
________________________________________________________________
7. ¿Quién era Sanz? ¿Cómo llega Rosario a interesarse por este joven?
________________________________________________________________
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________________________________________________________________
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Sinónimo Antónimo
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TEXTO Nº 5
LECTURA
FUE EL EN PERÚ
Ventura García Calderón
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
Dios haya en su santa gloria, vio y palpó los piecesitos helados por el frío de
la puna; y fue una llama de lindo porte la primera que se arrodilló, como ellas
saben hacerlo, con elegancia lenta, frotando la cabeza inteligente en los pies
machados de la primera sangre. Después vinieron las autoridades.
La explicación comenzaba a ser confusa; pedí nuevos informes, y
minuciosamente lo supe todo: la huida, la llegada nocturna , el brusco
nacimiento, la escandalosa denegación de justicia, en fin, que es el más torpe
crimen de la historia. “Le contaré –decía la vieja, chupando el pucho como un
biberón. Perdóname, niñito: pero fue cosa de los blancos.
No podía sorprenderme esta nueva culpa de mi raza. Los blancos somos
en el Perú, para la gente de color, responsables de tres siglos injustos. Vinimos
de la tierra española hace mucho tiempo, y el indio cayó aterrado bajo el
relámpago de nuestras espingardas. Después trajimos en naos de tres puentes,
del Senegal o de allende, con cadenas en los pies y mordaza en la boca, las
“piezas de ébano”, como se dijo entonces, que, bajo el látigo del mayoral,
gimieron y murieron por los caminos.
También debía de ser aquella, atrocidad, cosa de los blancos, pues la
pobre india doncella – aseguraba la vieja tuvo que fugarse a lomo de mula
muy líos, del lado de Bolivia, con su esposo, que era carpintero. “¡Si supiera,
niñito, las lindas maderas que trujo de por allí mi compadre Feliciano!”.
El relato de la negra Simona comienza a ser tan confuso que es menester
resumirlo con sus propias palabras: “Gobernaba entonces el departamento un
canalla judío, como los hay aquí tantos hoy día, niñito, uno de aquéllos que
hacen trabajar a los hijos del país pagando coca y aguardiente no más. Si se
niegan, se les recluta para el Ejército. Es la leva, que llaman. Fue así como
obtuvieron aquellos indios que le horadaron el pecho al Santo Cristo; pero esto
fue más tarde y todavía no había nacido aquí. Agarró y mandó el prefecto que
los indios no salieran de cada departamento, mientras en la tierra vecina otro
que tal, hereje y perdido como él, no quería que tuvieran hijos, porque se
estaba acabando el maíz en la comarca. Entonces se huyeron, a lomo de mula,
la Virgen , que era indiecita, y San José, que era mulato. Fue en este tambo, mi
amito, en que pasaron la divina noche. Las gentes que no saben no tienen
más que ver cómo está vestida la Virgen, con el mismo manto de las
serranas clavado en el pecho con el topo de oro, y las sandalias, ojotas que
llaman, en los pies polvorientos, sangrados en las piedras de los Andes. San
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
en la casa del cura, con el látigo en la mano. Sin que nadie supiera cómo ni de
qué manera, en menos tiempo que dura una salve, se llevaron al Niño en
unos serones, poniendo al otro lado chirimoyas para que hicieran contrapeso.
La Virgen y santo Esposo iban detrás, cojeando con el cepo en los pies”.
“Y desde aquel tiempo, niñito, nadie puede hablar del estropicio en la provincia
sin que lo manden mudar a la chirona. Pero todos sabemos que su Majestad murió y
resucitó después y se vendrá un día por acá para que la mala gente vean que es de
color capulí, como los hijos del país. Y entonces mandarán fusilar a los blancos, y
los negros serán los amos, y no habrá tuyo ni mío, ni levas, ni prefetos, ni tendrá que
trabajar el pobre para que engorde el rico….
La negra Simona tiró el pucho, se limpió una lágrima con el dorso de la
mano, cruzó los dedos índice y pulgar para decirme:
“Un Padrenuestro por las almas del Purgarotorio, y júreme, niño, por estas
cruces, que no le dirá a náidenes cómo nació en este tambo el Divino Hijo de Su
Majestad que está en el Cielo, amén”.
COMPRENSIÓN DE LECTURA
a) Allende: …………………………………………………………………………………
b) Nao: …………………………………………………………………………………
c) Cepo: …………………………………………………………………………………
d) Aterrado: …………………………………………………………………………………
e) Mayoral: …………………………………………………………………………………
f) Espingarda …………………………………………………………………………………
:
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
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5. ¿Qué regalos traen los mozos de los alrededores? ¿Qué regalos traen
los blancos?
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6. ¿Qué dijo el Niño-Dios sobre los regalos que le hicieron unos y otros?
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7. ¿Qué mensaje portaban estas palabras?
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8. ¿Cómo se llevaron al Niño de aquel lugar?
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9. ¿Qué pasó luego que San José y la Virgen se llevaron al Niño?
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Sinónimo Antónimo
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
TEXTO Nº 6
LECTURA
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
II
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
“capachos” de cuero, repletos de toda clase de pan: hogazas, pan francés, pan
de mantecado, rosquillas….
Madre escogía el que habíamos de tomar y mi hermano Jesús lo recibía
en el cesto. Marchábase el viejo, y nosotros, dejando la provisión sobre la
mesa del comedor, cubierta de hule brillante, íbamos a dar de comer a los
animales. Cogíamos las mazorcas de apretados dientes, las desgranábamos en
un cesto y entrábamos al corral donde los animales nos rodeaban. Volaban las
palomas, picoteábanse las gallinas por el grano, y entre ellas, escabullianse los
conejos. Después de su frugal comida, hacían grupo alrededor nuestro. Venia
hasta nosotros la cabra refregando su cabeza en nuestras piernas; piaban los
pollitos; tímidamente se acercaban los conejos blancos, con sus largas orejas,
sus redondos ojos brillantes y su boca de niña presumida,; los patitos, recién
“sacados”, amarillos como yema de huevo, trepaban en un panto de agua;
cantaba, desde su rincón, entrabado, el Carmelo, y el pavo, siempre orgulloso,
alharaquero y antipático, hacia por desdeñarnos, mientras los patos,
balanceándose como dueñas gordas, hacían, por lo bajo, comentarios sobre la
actitud poco gentil del petulante.
Aquel día, mientras contemplábamos a los discretos animales, escapóse
del corral el Pelado, un pollón sin plumas, que parecía uno de aquellos jóvenes
de diez y siete años, flacos y golosos. Pero el Pelado, a más de eso, era
pendenciero y escandaloso, y aquel día, mientras la paz era en el corral y los
otros comían el modesto grano, él, en pos de mejores viandas, habíase
encaramado en la mesa del comedor y roto varias piezas de nuestra limitada
vajilla.
En el almuerzo tratóse de suprimirlo, y, cuando mi padre supo sus
fechorías, dijo pausadamente:
-Nos lo comeremos el domingo…
Defendiólo mi tercer hermano, Anfiloquio, su poseedor, suplicante y
lloroso. Dijo que era un gallo que haría crías esplendidas. Agregó que desde
que había llegado el Carmelo todos miraban mal al Pelado, que antes era la
esperanza del corral y el único que mantenía la aristocracia de la afición y de
la sangre fina.
-¿Cómo no matan -decía en su defensa del gallo – a los patos que no
hacen más que ensuciar el agua, ni al cabrito que el otro día aplastó un pollo,
ni al puerco que todo lo enloda y sólo sabe comer y gritar, ni a las palomas
que traen la mala suerte…
Se adujo razones. El cabrito era un bello animal, de suave piel, alegre,
simpático, inquieto, cuyos cuernos apenas apuntaba; además no estaba
comprobado que hubiera muerto al pollo. El puerco mofletudo había sido
criado en casa desde pequeño. Y las palomas, con sus alas de abanico, eran
la nota blanca, subíanse a la cornisa a conversar en voz baja, hacían sus nidos
con amoroso cuidado y se sacaban el maíz del buche para darlo a sus
polluelos.
El pobre Pelado, estaba condenado. Mis hermanos pidieron que se le
perdonase, pero las roturas eran valiosas y el infeliz sólo tenía un abogado, mi
hermano y su señor, de poca influencia. Viendo ya perdida su defensa y
estando la audiencia al final, pues iban a partir la sandia, inclinó la cabeza. Dos
gruesas lágrimas cayeron sobre el plato, como un sacrificio, y un sollozo se
ahogó en su garganta. Callamos todos. Levantóse mi madre, acercóse al
muchacho, lo besó en el frente, y le dijo:
-No llores; no nos lo comeremos…
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
distinguida sangre y alcurnia, hacia cosas tan petulantes cuan humanas: miraba
con desprecio a nuestro gallo y se paseaba como dueño de la cancha.
Enardeciéronse los ánimos de los adversarios, llegaron al centro y alargaron
sus erizados cuellos, tocándose los picos sin perder terreno. El ajiseco dio la
primera embestida; entablóse la lucha; las gentes presenciaban en silencio la
singular batalla y yo rogaba a la Virgen que sacara con bien a nuestro viejo
paladín.
Batíase él con todos los aires de un experto luchador, acostumbrado a
las artes azarosas de la guerra. Cuidaba poner las patas armadas en el enemigo
pecho, jamás picaba a su adversario –que tal cosa es cobardía-, mientras que
éste, bravucón y necio, todo quería hacerlo a aletazos y golpes de fuerza.
Jadeantes, se detuvieron un segundo. Un hilo de sangre corría por la pierna del
Carmelo. Estaba herido, mas parecía no darse cuenta de su dolor.
Cruzáronse nuevas apuestas en favor del Ajiseco y las gentes felicitaban ya
al poseedor del menguado. En un nuevo encuentro, el Carmelo cantó, acordóse
de sus tiempos y acometió con tal furia que desbarató al otro de un solo
impulso. Levantóse éste y la lucha fue cruel e indecisa. Por fin, una herida
grave hizo caer al Carmelo, jadeante….
-¡Bravo! ¡bravo el Ajiseco! –gritaron sus partidarios, creyendo ganada la
prueba.
Pero el juez, atento a todos los detalles de la lucha y con acuerdo de
cánones dijo:
-¡Todavía no ha enterrado el pico, señores!
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
COMPRENSIÓN DE LECTURA
a) Ñorbo: …………………………………………………………………………………
b) Jadeante: …………………………………………………………………………………
c) Achacoso …………………………………………………………………………………
:
d) Augurio: …………………………………………………………………………………
e) Alcurnia: …………………………………………………………………………………
f) Cánones: …………………………………………………………………………………
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
1. ¿Quién era el jinete que apareció ese día después del desayuno? ¿A
quiénes fue entregado los regalos que empezó a sacar de su alforja?
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2. ¿Qué regalo reservó para el final? ¿Para quién era ese regalo?
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4. ¿Qué perjuicios ocasionó el Pelado aquel día? ¿Por qué fue preciso que
Anfiloquio intercediera en su favor?
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EL HÁBITO LECTOR EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS – TERCER GRADO DE SECUNDARIA
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8. ¿Qué gritó lanzaron los partidarios del Ajiseco cuando vieron caer al
Carmelo? ¿Qué dijo el juez? ¿Cómo concluye finalmente la pelea?
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9. ¿Por qué los niños deben llevar a su gallo soplándole aguardiente bajo
las alas? ¿A qué cuidados someten los niños a Carmelo?
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10. ¿Cómo muere el Carmelo? ¿Qué hacen los niños cuando ven que han
perdido a su amigo tan querido?
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Sinónimo Antónimo
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