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EL TIGRE DE LA SELVA

Una vez cuando era niño fui a un viaje a África. Vi a tantos animales, había leones
y leonas descansando bajo un árbol del sofocante sol, cebras con sus
interminables líneas blancas y negras, enormes y amistosos elefantes que movían
sus trompas y se llenaban de agua, largos cuellos de jirafas; sin dudas el animal
que más me gusto fue el tigre de la selva por su velocidad y aguilidad.
El autobús de paseo se detuvo justo donde había un tigre caminando, el instructor dijo
que solo pocos nos podíamos bajar a observarlo, fui de los tres que se ofrecieron, pude
por unos segundos acercarme a ese feroz animal, acaricié su lomo y nos volvimos a
montar de regreso en el autobús.
Al año siguiente ya tenía once, mis padres estaban poniéndose de acuerdo de a donde
viajaríamos estas vacaciones, les suplique que fuéramos de nuevo a África a ver al tigre de
la selva, ellos aceptaron, pronto empacamos nuestras maletas y ya estábamos en el avión.
Me advirtieron que este sería un recorrido más intenso y diferente, no entendí a qué se
referían.
Al montarnos en el autobús, este tenía camuflaje, vi unas escopetas a los costados, supuse
que era por precaución. El primer animal que vimos fue al tigre, estaba muy emocionado,
de pronto el instructor tomó la escopeta y apuntó:
– ¿Qué haces? – le dije alterado – Esto es un viaje de caza, dime que esperabas ver.
Observa bien el gatillo de esta escopeta – escuché a la bala certera clavarse en la cabeza
del tigre.
– ¡Me quiero ir! – les grité a mis padres, no lo podía creer le habían disparado al tigre de la
selva.
No hablé en todas las vacaciones con mis padres a excepción de lo necesario, volvimos a
casa en una semana, ellos quisieron enmendar su error y me invitaron a ir al zoológico, lo
acepté.
El zoológico es uno de los lugares más triste que conocí, hay pocos animales que en
verdad mantienen correctamente su forma de vida, están amontonados y sin espacio para
correr y ser felices. El tigre de la selva estaba encerrado en una jaula, no se movía y
parecía sumamente triste.
Desde ese instante aprendí una valiosa lección: cada animal debe vivir en su hábitat
natural, no puedes obligar a los animales a estar encerrados en una jaula, solo porque te
parecen bonitos y debes respetar su agresividad.

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