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¿QUE ES UN DISPOSITIVO?

Publicada en octubre 3, 2015

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¿QUE ES UN DISPOSITIVO?
Construir la estrategia en experiencia / Alicia Donghi

Introducción

Desde el marco institucional de una ONG dedicada a las patologías del consumo, que transita su
tercer año, comparto la dirección, llevando adelante distintos dispositivos de tratamiento, cuya
e cacia clínica depende, en gran parte, a la atención dada al montaje de dispositivos de internación
domiciliaria. Nacidos, en principio, de un dé cit edilicio(no contábamos con internación)y de apegos
transferenciales que di cultaban la derivación a otros establecimientos asistenciales, fueron
tomando consistencia propia como alternativa a la institucionalización crónica, al punto que se hace
necesario darles dignidad de existencia, a través de una formalización más estricta.

En esta época que nos  toca vivir, el mercado introduce  objetos de goce de todo tipo, que se ofrecen
listos para consumir. Nuestro moderno superyo no nos deja tomarnos el trabajo de construir un
síntoma, y cada día aparecen más hombres y mujeres que llevan el nombre del producto que
consumen Llegan, o son traídos, cotidianamente a la consulta por su consumo o el de otros. Categoría
clínica confusa y compleja la de las adicciones, ya que agrupa diversas subjetividades  bajo el rasgo
uniformizante de la ingesta de sustancias, a riesgo de desconocer la heterogénea singularidad,
poniendo cínicamente el acento en aquello que se quiere erradicar, haciéndolo consistir. ¿Qué
podemos proponerles cuando llegan a nuestros dispositivos? En principio, un diagnóstico que pueda
distinguir un adolescente que experimenta con marihuana o éxtasis, de un joven que consume
ocasionalmente  en los principios de un duelo, y también  poder diferenciar un paciente psicótico que
se estabiliza con su consumo ritualizado, de un candidato a la sobredosis. También evaluar, no solo la
cantidad y el tipo de sustancias ingeridas, sino también las situaciones reiteradas de riesgo que la
ebriedad o sobriedad puedan producir. Ya que un tratamiento puede ser, la apertura al despliegue de
una pregunta o la con rmación de la alineación en un ser por no ser. La respuesta que  se ofrezca
como posición, en un tratamiento, constituye ya una forma de considerar el problema. No se trata de
técnicas, se trata de una posición  ética. Quizas para el psicoanálisis de nuestro tiempo el ofrecimiento
consiste en posibilitar que cada sujeto pueda, a lo largo de una cura, ni más ni menos que volver a
decidir acerca de su goce. Poder decidir de nuevo, con otro tipo de libertad, después que uno está
advertido sobre las condiciones en que “eso” gozaba. Porque al n y al cabo, ¿de qué nos podemos
hacer responsables sino de nuestra posición de goce?. En ese sentido, a veces los dispositivos ocupan
el lugar que otrora ocuparan las entrevistas preliminares a la entrada de un análisis, entendido como
trabajo de implicación subjetiva.

Algunas consideraciones puede que sean provisorias, ligadas a las formas singulares y contingentes
de nuestras intervenciones, que intentan producir efectos en situaciones igualmente singulares y de
precaria subjetividad, siendo esta ultima siempre un punto de llegada mas que de partida. Esto
implica una posición ética, mas allá del discurso del Amo, donde el dispositivo termina siendo una
herramienta del tratamiento y no de tal o cual demanda, provenga esta del entorno familiar, social o
cultural.

El trípode: diagnóstico situacional – dispositivo – tratamiento


Decimos con nuestro colega Franco Ingrassia”: No hay una ligazón necesaria entre el psicoanálisis y el
dispositivo de tratamiento de las neurosis inventado por Freud. Esto es argumentable tanto teórica
como históricamente. Cada mutación del dispositivo analítico originario (hipnosis, sugestión, talking
cure, etc.) produjo una resingularización de la teoría psicoanalítica y viceversa. Además el abordaje de
nuevas problemáticas ( el trabajo con niños, psicóticos, adictos, anoréxicos, bulímicos,
hipocondríacos, en practicas comunitarias) implicó  la invención de nuevos dispositivos o la mutación
de los preexistentes. El psicoanálisis entonces, no es “un método de tratamiento”ni una “teoría” sino
un discurso. Un discurso no es lo que se dice. No remite unívocamente al orden del habla. Un discurso
es lo que hace consistir a determinado tipo de lazo social. El tipo de lazo social que el psicoanálisis
apuesta a hacer consistente es el lazo social por- venir. Un lazo social que nunca nos preexiste, que
debe ser inventado. Un discurso puede desplegarse en distintas prácticas. La condición es que
apuesten a hacer consistente un mismo tipo de lazo social… La singularidad de una práctica solo
puede emerger al ser situada entre otras.”(1)

Se particulariza una relación no-jerárquica entre las diversas practicas de discurso. En lugar de una
cadena de comando, un sistema de relevos. En vez de una estructura arborescente, en donde el
tratamiento psicoanalítico individual ocupe el lugar “ideal”con respecto a las otras practicas de
discurso ( que no serian psicoanálisis “en el sentido estricto”), una organización transversalizada de
interpenetración intradiscursiva. Practicas como el acompañamiento terapéutico, la medicación, el
tratamiento familiar, los grupos terapéuticos y talleres de re exión, así como las reuniones de equipo
pueden ser  leídas como recursos para la fundamentación desde el discurso analítico como lazo social.

El trabajo de formalización, entonces, no es prescriptivo ( no dice lo que hay que hacer) sino
retroactivo (piensa lo que ya hicimos) y es la construcción / deconstrucción permanente de una caja
de herramientas para extraer recursos de los que podamos disponer en el futuro. ¿Cuáles serian las
herramientas? En nuestra experiencia, la repetición deviene insistencias que atraviesan las diversas
practicas. Estas insistencias, articuladoras de las experiencias, se inscriben como dispositivo, matriz,
red, en suma S1 del dispositivo.

La constitución misma del dispositivo funda un campo de intervención. Continua Ingrassia: “ La


constitución de un dispositivo nos permite pasar del pensamiento de la practica a una practica del
pensamiento. El pensamiento no es entendido aquí, como algo mental o teórico, sino como la
experiencia misma que se inaugura con el encuentro entre un problema (o campo de intervención) y
el deseo de transformarlo( que nomina retroactivamente – es decir, como “siempre ya ahí”- al
problema en tanto problema)” (2. Se trata entonces, de las insistencias de este deseo de transformar
el problema. En ese sentido, cada practica forma parte del dispositivo y habita también la situación en
la que interviene.

Cada entrevista individual o vincular- familiar, cada situación de acompañamiento o cualquier


reunión grupal (si se estableciese), son los modos singulares en los que el campo de intervención se va
con gurando. El dispositivo como esqueleto estructural  participa mas del registro simbólico, las
escenas o situaciones al nivel “de lo que se presenta” con guran mas la matriz imaginaria de lo real
que se pone en juego. El dispositivo es la estructura, pero no del todo. Ni se trata que la estructura no
diga nada de la situación, ni que lo diga todo, la dice no-toda en el mejor de los casos.

Presentación de dispositivos

El padre de H. pide una entrevista  de orientación: Su hijo de 18 años es internado tramposamente en


una comunidad terapéutica  por la madre, a espaldas del padre que se encontraba de viaje por trabajo
(es marino mercante) H. es poliadicto a distintas sustancias entre ellas pegamento, que consume con
chicos de la calle. Vive con el padre y hermana de 20 años, bulímica. En las ausencias laborales del
padre se va con la madre, pelean violentamente y huyendo de esa coyuntura termina en la calle,
dando argumentos a esta madre expulsiva y consistencia a la necesidad  de una internación, que lo
aleje de la  droga, pero también de lo que ama, desde la novia hasta entrar al conservatorio de música
y profundizar su pasión por el saxo. El padre lucidamente declara que “tampoco lo quiere adicto a las
granjas y que  cada vez que tuviera que enfrentar un problema se terminara internando”. Se realizo
una entrevista individual con H. en el lugar de internación y reuniones familiares con el padre y con la
familia ampliada (hermana, tíos paternos y abuela paterna) para organizar un dispositivo de
tratamiento con redes de contención genuinas y naturales. El diagnóstico situacional las reconoció
como posibles garantes frente a la ausencia del padre, y auxiliares en el montaje de un dispositivo de
internación domiciliaria con acompañamientos terapéuticos (en horas y días a establecer), además de
entrevistas individuales y familiares. En este caso, la estructura del dispositivo tuvo efectos clínicos
antes de su implementación, ya que el informe diagnostico fue usado para interceder a favor de la
externación de H., con los abogados en el juicio de divorcio que los padres venían sosteniendo desde
hacia cierto tiempo. El dispositivo funciono como limite al goce materno, como relevo de la función
paterna fallida, sacando al sujeto de la opción alienante del imperativo materno “muerto, en la calle o
encerrado, antes que libre y vivo”

Otro dispositivo es el implementado con una joven de 21 años, cuyos padres solicitan con urgencia
una consulta, re riendo que su hija padece anorexia, y que quieren internarla en ALUBA. Desde los
15 años viene realizando tratamientos psicológicos y psiquiátricos vía obra social, abandonándolos
todos por supuesta ine cacia. Nos encontramos, en la primera entrevista, con padres con signos de
obesidad y la anoréxica en cuestión, era una chica de apariencia normal más robusta que delgada,
encuadrándose su dieta dentro de los parámetros normales en estas épocas. Decires tales como
“come tan poco que tenemos miedo que se muera” nos alertaron sobre un posible desplazamiento. El
despliegue de la trama discursiva familiar nos reveló el verdadero drama: La madre de la paciente
había padecido un cáncer que le había signi cado la extirpación de ambas mamas  5 años antes,
realizándose desde entonces a la fecha 19 cirugías plásticas con diferentes implantaciones de
prótesis, siendo casi un hobby la visita quincenal al cirujano. El padre también re ere múltiples
problemas físicos, entre ellos un infarto reciente. Paralelamente, contratransferencialmente,
comenzamos a sentirnos atiborradas de palabras por parte del grupo familiar, todos hablaban al
mismo tiempo, sin pausas, parecía una mostración del atracón oculto: devorando sin degustar, 
hablando sin  escuchar ni escucharse, atragantándonos. El aparente rechazo al alimento por parte de
A. se presentaba entonces  como una defensa frente a esta intrusión masiva del Otro.

Decidimos implementar, en un principio, un dispositivo de atención individual, entrevistas de familia,


y una acompañante terapéutica a horas muy puntuales en la noche, debido a que en las entrevistas 
individuales surgió una angustia nocturna, mas precisamente entre las 12 y las 3 de la mañana que la
precipitaban a ocultar en la soledad de la noche sus atracones, vividos con mucho sufrimiento y que la
llevaban a un insomnio pertinaz con automedicación incluida. Su rechazo se revela,  también, en
ataques histéricos a la hora de tener relaciones sexuales argumentando un terror a embarazarse, a
pesar de tomar recaudos obsesivos frente a la cuestión. Nuevamente  la invasión de la demanda del
Otro llega a resultarle embarazosa. Se comporta en forma inversa a su madre, ya que ella no soporta
la injerencia de nada en su cuerpo, ni alimento, ni  penetración (real o virtual), siendo el asco un
ingrediente permanente. La consulta prevista con el nutricionista nunca llego a producirse. Fue
crucial la inclusión del dispositivo del acompañamiento terapéutico ya que, del atracón autoerótico
(replica del atiborramiento familiar y su descarga) con  la presencia real de un otro diferente, permitió
el pasaje a un goce donde podía ahorrarse esa intrusión del Otro: un chateo placentero casi
indiscriminado con anónimos masculinos, ante los cuales reproducía la posición anoréxica
rechazando sus propuestas de conocerla, pero sin sufrimiento. Virtualidad que, al instalar un
intervalo signi cante  y un “como si”,  ayudó a la puesta en forma de  una pregunta por la mujer,
suspendida a los 15 años cuando el real de la muerte se asoció a la feminidad de la mano del cáncer y
el bisturí, respuestas renegatorias en el Otro que solo podían rechazarse.

Referencias bibliográ cas

(1) Ingrassia, F.:  Intervenir en situación. El acompañamiento terapeútico como practica de discurso.  En 
E cacia clínica del acompañamiento terapeútico, pag.62 Comp: Pulice, G., Rossi, G., Manson, F. y
otros. Ed. Polemos, Bs As, 2002
(2) Idem anterior

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