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Introducción .……………………………………………………………….. 5
1
2. Las éticas de la virtud ………………………………………………... 42
2
3. Relación entre ética y Filosofía Primera en Aristóteles …………. 95
3.3.1. Σοφί
3
Conclusiones …………………………………….………………………. 144
4
Introducción
¿Qué es lo que nos ha llevado a este punto? ¿Qué ha hecho que aquello
que en algún momento era incontrovertible se convirtiera en un avatar
más de la vida del ser humano? ¿Qué ha provocado que los individuos
relativicen la verdad o el bien? A decir de Friedrich Nietzsche, quien
con una profunda y finísima capacidad crítica supo ser un hombre de
su tiempo, el desgaste y, por tanto, el posterior sinsentido de los
valores vinculantes, ha sido provocado por aquellos que se erigieron
como los protectores de los mismos. Es decir, son los filósofos quienes
más allá de acentuar en la realidad, han inventado una «realidad
suprasensible» que justifique su modo de vivir y su superioridad.
¿Es esto cierto? ¿Acaso todos los filósofos han entendido la moral con
base en ideales externos? Si es así ¿Qué alternativa nos queda? ¿Habrá
que renunciar a la verdad, al bien? Ante la propuesta nietzscheana se
han desarrollado varias respuestas. Una de ellas, la más notable a mi
parecer, es lo que hoy se conoce como el debate de las éticas de la
virtud.
1
Aquí extiendo una idea presente en Charles Taylor que más adelante tendré la oportunidad de comentar
más a fondo.
7
Filosofía Primera de Aristóteles? ¿Qué punto de contacto podrían
tener? Un buen punto de partida para responder esta pregunta es la
ética.
Nietzsche limita los alcances de las éticas, sin embargo, él mismo tiene
una propuesta ética que en algunos puntos podría empatar con la ética
aristotélica. Por su parte, las éticas de la virtud proponen que la ética
aristotélica puede sostenerse ante la crítica nietzscheana. Y la ética
aristotélica debe tener alguna relación con la Filosofía Primera. Por lo
tanto, en la medida en que la ética aristotélica requiera de ciertas
nociones de la Filosofía Primera, el proyecto de revaloración de la ética
aristotélica como respuesta al dilema planteado por Nietzsche —
propuesto por las éticas de la virtud— implicará, a la par, una
revaloración de la Filosofía Primera.
9
Capítulo I
Nietzsche y el nihilismo2
2
Debo agradecer mi comprensión del pensamiento de Nietzsche a la obra de Jean Granier. Obra de la que se
desprenden varios de mis acercamientos al pensamiento del filósofo del siglo XIX:
Jean Granier, Nietzsche (trad: David Rodríguez Bautista), México: Publicaciones Cruz O. S. A. 2001(Colección:
¿Qué sé?), pp.142
10
1885), Aurora (1881), Humano, demasiado humano (1878) y El origen de la
tragedia (1872).
Qué mejor manera de entender cómo se desarrolla este tema que por
boca de su autor: he ahí la importancia de recurrir a Ecce homo, al texto
autobiográfico de Nietzsche. Será el hilo conductor de un
razonamiento que complementaré recurriendo a las demás obras que
he mencionado.
¿Por qué Ecce homo como guía de este desarrollo? En primer lugar es
una de las últimas obras de Nietzsche y en ella él mismo hace mención
a los contextos e intenciones que rodean sus distintos escritos previos
por lo que será un interesante modo de acceder a los mismos. En
segundo lugar, una exposición que tratara de manejar tantas obras
sería muy vaga si no tuviera una clara línea de desarrollo. Por ello
utilizaré la estructura de Ecce homo como guía para buscar en cada una
de las obras anteriormente mencionadas el tema que me propongo
comprender: de qué manera impacta la crítica nietzscheana a la
filosofía griega y con ello a la filosofía aristotélica. Por lo mismo no
seguiré un estricto orden cronológico, sino un orden que me permita
exponer la obra autobiográfica de Nietzsche a la par de las demás
obras del catálogo que he elegido para este trabajo.
11
1.1. La crítica a la filosofía
“Como preveo que dentro de poco tendré que dirigirme a la
humanidad presentándole la más grave exigencia que jamás
se le ha hecho, me parece indispensable decir quién soy yo. En
el fondo sería lícito saberlo ya: pues no he dejado de «dar
testimonio» de mí. Mas la desproporción ente la grandeza de
mi tarea y la pequeñez de mis contemporáneos se ha puesto de
manifiesto en el hecho de que ni me han oído ni tampoco me
han visto siquiera. (…)”3
3
Friedrich Nietzsche, Ecce homo (trad: Andrés Sánchez Pascual), Madrid: Alianza editorial 1971, p.15
(“Prólogo”: §1)
4
Nietzsche, Ecce homo, p.16 (“Prólogo”: §2)
12
más básicos —hasta llegar a adorar los valores inversos de
aquellos solos que habrían garantizado el florecimiento, el
futuro, el elevado derecho al futuro.”5
Tales son los ideales. Los valores que invierten la realidad. Que ponen
a la mentira, al fingimiento, a la mera simulación como sustento de la
realidad siendo no más que invenciones. Son estos ideales los que
separan al hombre de la realidad, de los fundamentos de su futuro, de
aquellos principios verdaderos y reales en los que debería sustentarse
la vida humana. Por el contrario, el ideal ha hecho de lo real lo
aparente y lo que debe ser negado. Ha inventado un «mundo real» que
dé razón a un «mundo aparente»: en el fondo, una mentira que
distorsiona la realidad.
5
Nietzsche, Ecce homo, p.16 (“Prólogo”: §2)
13
simplemente, me pongo los guantes… Nitimur in vetitium [nos
lanzamos hacia lo prohibido]: bajo este signo vencerá un día
mi filosofía, pues hasta ahora lo único que se ha prohibido
siempre, por principio, ha sido la verdad. (…)”6
Es interesante que Nietzsche diga que no refuta a los ideales sino que
simplemente está dispuesto a enfrentarse a ellos. Esto quiere decir que
sería insensato tratar de refutar a los ideales, refutarlos sería caer en su
juego, sería creer en ellos. Porque aún la refutación estaría sustentada
en un grupo de irrealidades que van más allá de la mera materialidad,
de la realidad. Para refutar los ideales, lo ve muy bien Nietzsche, es
necesario usar el lenguaje de los ideales y sus supuestos. Por ello lo que
hay que hacer es ponerse los guantes ante ellos, estar listos para
derribarlos: hay que derribar ídolos, no refutarlos.
6
Nietzsche, Ecce homo, pp.16-17 (“Prólogo”: §3)
14
precisamente, con los ideales que determinan al momento histórico7.
Ante estos ideales que ha encubierto la filosofía, Nietzsche propone lo
siguiente: Ser lo que se es:
“(…) El llegar a ser lo que se es presupone el no barruntar ni
de lejos lo que se es. Desde este punto de vista tienen su
sentido y valor propios incluso los desaciertos de la vida, los
momentáneos caminos secundarios y errados, los retrasos, las
«modestias», la seriedad dilapidada en tareas situadas más
allá de la tarea. En todo esto puede expresarse una gran
cordura, incluso la cordura más alta: cuando el nosce te ipsum
[conócete a ti mismo] sería la receta para perecer, entonces el
olvidar-se, el malentender-se, el empequeñecerse, el estrechar-
se, el mediocrizar-se se transforman en la razón misma.
Expresado de manera moral: amar al prójimo, vivir para otros
y para otra cosa pueden ser la medida de defensa para
conservar la más dura mismidad. Es este el caso excepcional
en que, contra mi regla y mi convencimiento, me incliné por
los impulsos «desinteresados»: ellos trabajan aquí al servicio
del egoísmo, de la disciplina de sí mismo. —Es preciso mantener
la superficie de la conciencia —la conciencia es una
superficie— limpia de cualquiera de los grandes imperativos.
¡Cuidado incluso con toda palabra grande, con toda gran
actitud! Puros peligros de que el instinto «se entiende»
demasiado pronto. (…)”8
7
Confrontar: Nietzsche, Ecce homo, (“Por qué soy tan sabio”: §7)
8
Nietzsche, Ecce homo, pp.50-51 (“Por qué soy tan inteligente”: §9)
15
imperativos que no expresan más que la debilidad y la premura de los
individuos. El reto es dar el paso fuera del ideal: lo más importante es
no negar lo que se es; no querer ser otra cosa que sí mismo. El querer
algo más allá de lo que se es significa desdoblar la realidad, significa
actuar con base en algo que no está aquí, que no está:
“(…) Para la tarea de una transvaloración de los valores eran tal
vez necesarias más facultades que las que jamás han
coexistido en un solo individuo, sobre todo también antítesis
de facultades, sin que a estas les fuera lícito perturbarse unas
a otras, destruirse mutuamente. Jerarquía de las facultades;
distancia; el arte de separar sin enemistar; no mezclar nada,
no «conciliar» nada; una multiplicidad enorme, que es, sin
embargo, lo contrario del caos —ésta fue la condición previa,
el trabajo y el arte prolongados y secretos de mi instinto. Su
alto patronato se mostró tan fuerte que yo en ningún caso he
barruntado siquiera de lo que en mí crece — y así todas mis
fuerzas aparecieron un día súbitas, maduras, en su perfección
última. En mi recuerdo falta el que yo me haya esforzado
alguna vez, — no es posible detectar en mi vida rasgo alguno
de lucha, yo soy la antítesis de una naturaleza heroica.
«Querer» algo, «aspirar» a algo, proponerse una «finalidad»,
un «deseo» — nada de esto lo conozco yo por experiencia
propia. Todavía en este instante miro hacia mi futuro — ¡un
vasto futuro! — como hacia un mar liso: ningún deseo se
encrespa en él. No tengo el menor deseo de que algo se
vuelva distinto de lo que es; yo mismo no quiero volverme
una cosa distinta. Pero así he vivido siempre. No he tenido
ningún deseo (…)”9
9
Nietzsche, Ecce homo, pp.51-52 (“Por qué soy tan inteligente”: §9)
16
“(…) Justo aquí es preciso comenzar a cambiar lo aprendido. Lo
que la humanidad ha tomado en serio hasta este momento no
son ni siquiera realidades, son meras imaginaciones o,
hablando con más rigor, mentiras nacidas de los instintos
malos de naturalezas enfermas, de naturalezas nocivas en el
sentido más hondo —todos los conceptos «Dios», «alma»,
«virtud», «pecado», «más allá», «verdad», «vida eterna»…
Pero en ellos se ha buscado la grandeza de la naturaleza
humana, su «divinidad»…Todas las cuestiones de la política,
del orden social, de la educación han sido hasta ahora
falseadas integra radicalmente por el hecho de haber
considerado hombres grandes a los hombres más nocivos, —
por el hecho de haber aprendido a despreciar las cosas
«pequeñas», quiero decir los asuntos fundamentales de la
vida misma (…)”10
10
Nietzsche, Ecce homo, p.53 (“Por qué soy tan inteligente”: §10)
17
1.2. El nihilismo
1.2.1. El Anticristo
11
Nietzsche, Ecce homo, p.59 (“Por qué escribo tan buenos libros”: §2)
12
La crítica de Nietzsche al cristianismo no compete a los fines de este trabajo; empero, es útil hacer un par
de consideraciones al respecto en tanto empata con la preocupación que inspira esta investigación.
18
No contento, sino aumento de poder; no paz sino guerra; no
virtud sino aptitud (virtud al estilo renacentista, virtú, virtud
carente de moralina).
13
Friedrich Nietzsche, El Anticristo / Cómo se filosofa a martillazos (trad: Carlos Vergara), Madrid: EDAF
1981, p.22 ( El Anticristo: p.22 §2)
19
altos valores de la humanidad falta esta voluntad; que bajo los
nombres más sagrados imperan valores de la decadencia,
valores nihilistas.”14
¿Por qué Nietzsche afirma que estos valores son nihilistas? Porque
destruyen el sentido real de la vida. Porque hacen que el hombre se
evada de sí mismo. En nombre de la virtud, de la divinidad del
hombre, lanzan a los seres humanos al deseo de ser otra cosa de lo que
son. Invierten la realidad: ponen a lo espiritual, lo futuro, lo que no
está aquí, como el principio que rige la acción de los hombres cuando
la humanidad no es nada de eso. La humanidad es materia, es
transformación constante, es devenir, es instinto, es el presente. La
14
Nietzsche, El Anticristo, pp. 24-25 §6
15
Para un tratamiento más profundo del tema: Granier, pp.97-122. Es un desarrollo muy ilustrativo de lo
que es la voluntad de poder. Desarrollo que en parte sigo en esta explicación.
20
realidad es una y no es la de la virtud o la divinidad humana. Son estas
pretensiones — estas irrealidades — las que dejan sin sentido a la vida
del hombre. Son vanas aspiraciones que vacían la vida de un hombre
que es enseñado a buscar algo que no le es natural porque no existe.
16
Nietzsche, Ecce homo, pp.67-68 (“El nacimiento de la tragedia”: §1)
17
Nietzsche, Ecce homo, pp.67-68 (“El nacimiento de la tragedia”: §1)
21
obras exista una descripción de la divinización de la racionalidad como
decadencia. Es una obra que expresa su plan filosófico. Un primer
acercamiento. Si se quiere, una exploración de la viabilidad de un
proyecto. Es por ello que, desde los ojos del Nietzsche de Ecce homo
sirve como un modo de recoger los fundamentos de su filosofía, el
valor de la misma y una muestra de coherencia:
“(…) Yo fui el primero en ver la auténtica antítesis: — el
instinto degenerativo, que se vuelve contra la vida con
subterránea avidez de venganza ( — el cristianismo, la
filosofía de Schopenhauer, en cierto sentido ya la filosofía de
Platón, el idealismo entero, como formas típicas), y una
fórmula de la afirmación suprema, nacida de la abundancia, de
la sobreabundancia, un decir sí sin reservas aun al
sufrimiento, aun a la culpa misma, aun a todo lo
problemático y extraño de la existencia… Este sí último,
gozosísimo, exuberante, arrogantísimo dicho a la vida no es
sólo la intelección suprema, sino también la más honda, la más
rigurosamente confirmada y sostenida por la verdad y la
ciencia. No hay que sustraer nada de lo que existe, nada es
superfluo — los aspectos de la vida rechazados por los
cristianos y por otros nihilistas pertenecen incluso a un orden
infinitamente superior, en la jerarquía de los valores, que
aquello que el instinto de décadence pudo lícitamente aprobar,
llamar bueno. Para captar esto se necesita valor y, como
condición de él, un exceso de fuerza: pues nos acercamos a la
verdad exactamente en la medida en la que al valor le es lícito
osar ir hacia adelante, exactamente en la medida de la fuerza.
El conocimiento, el decir sí a la realidad es una necesidad
para el fuerte, así como son una necesidad para el débil, bajo
la inspiración de su debilidad, la cobardía y la huida frente a
la realidad — el «ideal»… El débil no es dueño de conocer: los
décadents tienen necesidad de la mentira, ella es una de sus
condiciones de conservación. (…)”18
18
Nietzsche, Ecce homo, pp. 69-70 (“El nacimiento de la tragedia”: §2)
22
obras: la realidad y el ideal. Como en pocos lugares exhibe claramente
su itinerario: los cristianos, Schopenhauer, el idealismo, Platón — en
cierto modo — son nihilistas, son muestras de la exaltación de la
debilidad, de una enfermedad; son décadents. Son los culpables de la
división de la realidad. Son los culpables de una filosofía pesimista,
una filosofía que no es tragedia. Una filosofía que no es dionisíaca:
“(…) En este sentido tengo derecho a considerarme el primer
filósofo trágico — es decir, la máxima antítesis y el máximo
antípoda de un filósofo pesimista. Antes de mí no existe esta
transposición de lo dionisíaco a un pathos filosófico: falta la
sabiduría trágica (…)”19
19
Nietzsche, Ecce homo, p.70 (“El nacimiento de la tragedia”: §3)
20
Nietzsche, Ecce homo, p. 70 (“El nacimiento de la tragedia”: §3)
23
de artista, el espíritu capaz de enmascararse de muchos modos y crear
valores constantemente y el espíritu de teólogo, el espíritu del sueño,
de la perfección, del anhelo. Así se presenta esta relación dialéctica:
“Apolo y Dionisos, estas dos divinidades del arte, son las que
despiertan en nosotros la idea del extraordinario
antagonismo, tanto de origen como de fines, en el mundo
griego, entre el arte plástico apolíneo y el arte desprovisto de
formas, la música, el arte de Dionisos.
21
Friedrich Nietzsche, El origen de la tragedia (trad. Eduardo Ovejero y Maury), Buenos Aires: Espasa-Calpe
1943, pp. 25- 26 (§1)
24
heraldo de un arte nuevo. Si este arte determinó la pérdida de
la tragedia, el socratismo estético fue su primer asesino. Pero,
en cuanto la lucha estaba dirigida contra el espíritu dionisíaco
del arte anterior, reconocemos en Sócrates al adversario de
Dionisos (…)”22
22
Nietzsche, El origen de la tragedia, p.93 (§12)
23
Nietzsche, El origen de la tragedia, p.95 (§13)
25
Sócrates es, en ese sentido, un dionisíaco. De este modo hay un doble
valor en Sócrates, por un lado es el gran crítico de la tradición que le
precede y es el creador de nuevos valores, sin embargo, esa creación de
valores, siendo ella misma una acción muy dionisíaca, se opone al
espíritu de Dionisos.
25
Nietzsche, Ecce homo, p.79 (§1)
27
mantiene bajo el dominio (sino incluso bajo la tiranía) de la
ciencia tiene una necesidad absoluta de dar sobriedad al
sentimiento y de concentrar intensamente todas las palabras;
en lo que los griegos de la época de Demóstenes nos
precedieron. (…) Reflexión severa, concisión, sangre fría,
sencillez, llevada incluso deliberadamente hasta sus límites,
sobriedad en cuanto a sí mismo en el sentimiento y
laconismo: he ahí los únicos remedios posibles. (…)”26
1.2.4. Aurora
27
Nietzsche, Humano, demasiado humano, p. 193 (§ 261)
28
Nietzsche, Ecce homo, p.87 (“Aurora” §1)
29
se presenta el que filosofa con el martillo y destroza ídolos; se presenta
el que trata de atacarlos desde la razón.
29
Friedrich Nietzsche, Aurora (trad. Eduardo Knörr), Madrid: EDAF 1996, pp. 86-88 (§26)
30
La crítica a la moral es pues que no ha dejado de ser animalidad
encubierta; se ha pretendido algo que se eleva por encima de ésta pero
es uno más de los instintos contra los que se revela. Todo ello ha
derivado de las virtudes socráticas, de ese ejemplo vicioso que hemos
tomado por cierto. Sócrates ha sido quien ha dado un vuelco al modo
de considerar lo que es ser un hombre afortunado, lo que es vivir
plenamente:
“(…) Mas cuando Sócrates dijo «el virtuoso es el más
afortunado», no se daba crédito a lo que se oía, se pensaba
que se había escuchado algún dislate. Pues al pensar en la
imagen del más afortunado, cualquier hombre de origen
ilustre pensaba en la desconsideración y la acción diabólica
consumada del tirano (…)”30
32
Nietzsche, Ecce homo, p.91 (“La gaya ciencia”)
32
“Admiro la valentía y la sabiduría de Sócrates en todo lo que
hizo, dijo — y no dijo. Este monstruo burlón y enamorado y
cazador de ratas de Atenas, que hizo temblar y sollozar a los
jóvenes más petulantes, no sólo fue el charlatán más sabio
que ha vivido: fue igualmente grande en el callar. Quisiera
que también hubiese permanecido silencioso en el último
instante de su vida — tal vez habría formado parte así de un
orden todavía más elevado del espíritu. Fue acaso la muerte o
el veneno o la maldad —algo le soltó la lengua en aquél
instante y dijo «Oh, Critón, debo un gallo a Asclepios». Esta
ridícula y terrible «última palabra» significa para el que tenga
oídos: «Oh, Critón, ¡la vida es una enfermedad!». ¡Cómo es
posible! Un hombre como él, que había vivido alegre y como
un soldado a la vista de todos — ¡era pesimista! Había puesto
simplemente sólo una buena cara a la vida ¡y a lo largo de su
vida había escondido su último juicio, su más íntimo
sentimiento! Sócrates, ¡Sócrates padeció la vida! Pero se vengó
de eso — ¡con aquellas palabras veladas, espantosas, piadosas
y blasfemas! ¿Tenía que vengarse además un Sócrates?
¿Había un grano de menos generosidad en su
sobreabundante virtud? — ¡Ah amigos! ¡También tenemos
que superar a los griegos!”33
33
Friedrich Nietzsche, La ciencia jovial (trad. José Jara), Caracas: Monte Ávila Editores 1992, p.199 (§340)
33
nos compete ahora. Es una obra escrita en paralelo a la doctrina
cristiana; probablemente una de las obras más famosas de este autor.
La finalidad primordial de esta obra es oponer un modo de pensar
concreto a las filosofías idealistas y al cristianismo, es decir, al
nihilismo. La oposición queda garantizada y enriquecida por la idea
del eterno retorno, idea de la que se alimenta todo el planteamiento de
esta obra. La obra más importante según Nietzsche:
“— Entre mis escritos ocupa el Zaratustra un lugar aparte.
Con él he hecho a la humanidad el regalo más grande que
hasta ahora ésta ha recibido. Este libro, dotado de una voz
que atraviesa milenios, no es sólo el libro más elevado que
existe (…) es también el libro más profundo, nacido de la
riqueza más íntima de la verdad (…)”34
En este «no» se inscribe el desarrollo de Más allá del bien y del mal. Una
obra primordialmente dedicada a observar la historia de la moral a la
par de consideraciones de diversos momentos y aspectos de la
filosofía. Es un regreso al Nietzsche crítico; sin embargo, a diferencia
de otras obras es un «no» al que previa un «sí» y como tal es un «no»
bien enmarcado en la oposición al «sí». Es una revisión del prejuicio
moral — socrático — que ha permeado al desenvolvimiento de la
filosofía. Es el primer paso después del Zaratustra; se construye
considerando el discurso de aquél y por tanto solidifica la propuesta
nietzscheana centrando la crítica en puntos concretos:
“(…) Sócrates, por su parte, empezó poniéndose de parte de
la razón — inspirado por ese gusto suyo, propio de quien
tiene un gran talento para la dialéctica— (…) ¿Para qué
liberarse de los instintos?, se decía a sí mismo. Hay que
36
Nietzsche, Ecce homo, p.107 (“Más allá del bien y del mal”§1)
35
ayudar a los instintos, al igual que a la razón, a que ejerzan
sus derechos; hay que dejarse guiar por los instintos, pero hay
que convencer a la razón para que acuda después en su
ayuda aportando los mejores argumentos. En esto consistió la
auténtica falsedad de aquel maestro de la ironía (…)
37
Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal, México: Grupo Editorial Tomo 2003, p.304 (§191)
38
Cara a los fines de este trabajo la utilidad de la obra es sólo secundaria pero es un punto importante para
aclarar el paso siguiente a este.
36
verdad del primer tratado es la psicología del cristianismo (…)
El segundo tratado ofrece la psicología de la conciencia (…) El
tercer tratado da respuesta a la pregunta de dónde procede el
enorme poder del ideal ascético, del ideal sacerdotal, a pesar
de ser éste el ideal nocivo par excellence, una voluntad de final,
un ideal de décadence. (…)”39
39
Nietzsche, Ecce homo, pp. 109-110 (“Genealogía de la moral”)
40
Friedrich Nietzsche, La genealogía de la moral (trad. Andrés Sánchez Pascual), Madrid: Alianza Editorial
1972, p.79 (“Tratado segundo: «Culpa», «mala conciencia» y similares” §7)
37
1.2.9. Crepúsculo de los ídolos
41
Nietzsche, Ecce homo, p. 111 (“Crepúsculo de los ídolos” §1)
38
“(…) Sócrates y Platón se me revelaron como síntomas de
decadencia, como instrumentos de la desintegración griega,
como pseudogriegos, antigriegos (…)”42
42
Friedrich Nietzsche, El Anticristo / Cómo se filosofa a martillazos (trad: Carlos Vergara), Madrid: EDAF
1981, pp.124-125 (Cómo se filosofa a martillazos. ”El problema de Sócrates” §2)
43
Nietzsche, Cómo se filosofa a martillazos, p.212 (“Lo que yo debo a los antiguos” §2)
39
1.3. Qué piensa Nietzsche de Aristóteles
44
Nietzsche, Más allá del bien y del mal, p.309 (§198)
40
humanos y que no los hace mediocres podría desactivar totalmente la
crítica nietzscheana. Por demás queda investigar si esa es la única vía
por la cual el aristotelismo puede responder al nietzscheanismo o si
existe algún modo de articularla asimilando la crítica. Para ello hay que
echar un vistazo a las éticas de la virtud.
41
Capítulo II
47
G.E.M. Anscombe, p.4
43
Como se ve, el provocador ensayo de Anscombe abrió la puerta a una
amplísima discusión —no es propósito de este trabajo dar cuenta
detallada de la misma. Dentro de esa discusión he elegido a dos
representantes para dar una breve descripción de lo que proponen
estas éticas, en específico aquellas de inspiración fundamentalmente
aristotélica. A continuación haré una exposición de los principales
puntos de contacto entre Charles Taylor en su obra Sources of the self
(1989) y la obra de Alasdair MacIntyre: After Virtue (1984). A pesar de
la cercanía cronológica de ambas obras, ambos filósofos pertenecen a
dos momentos distintos de la discusión; por tanto, presentan dos
posturas diferentes respecto a este tópico.
44
procederé a mostrar tres puntos fundamentales que son la condición
de posibilidad del rescate del aristotelismo frente a las críticas
modernas; mismos puntos que funcionan para defender la vigencia de
la ética aristotélica frente a la crítica de Nietzsche a la moral.
49
José María Melero y Carmelo Blanco, El nihilismo de Nietzsche, UCLM: Revista Ensayos No.7 (1992), p.107
46
A mi parecer estos dos puntos tienen un símil en la porpuesta
anscombiana de Modern Moral Philosophy. Si esto es así, podría decirse
que ya el fundamento del debate de las éticas de la virtud —con
consciencia de ello o sin ella— se desarrolla de manera paralela al
proyecto nietzscheano. Para exhibir este punto será importante
subrayar varios puntos de contacto entre la crítica nietzschena y la
crítica anscombiana. Sobre todo, las coincidencias o paralelismos que
puedan hallarse entre las críticas de ambos pensadores a Kant.
49
Por otro lado, la crítica que Nietzsche hace al papel que juega el
lenguaje dentro de la filosofía kantiana se suma a las críticas a los
promotores del ideal:
“El lenguaje nos engaña porque encierra lo real en categorías
antropológicas (…)
53
Reboul, p.20
54
Reboul, p.20
50
obligación moral. En este sentido, un rescate del lenguaje aristotélico
será el capaz de nombrar las cosas —caracterizar las acciones humanas.
51
históricos y políticos posibles, —como el defendido por Kant y la
modernidad— no es capaz de dar cuenta de la complejidad de las
intenciones que motivan los actos humanos. En contraste, el lenguaje
moral clásico posee herramientas — que el lenguaje moral de la
modernidad dejó atrás en algún punto— que posibilitan una
descripción de las acciones humanas dentro de los contextos
particulares de los individuos.
52
— en gran parte, si no enteramente— nuestra comprensión
tanto teórica como práctica, de la moral.”55
54
2.1.1.2. Recepción de Nietzsche en Alasdair MacIntyre
57
MacIntyre, p.143
58
MacIntyre, p.146
55
Ante esto, el libro de MacIntyre trata de mostrar la sustentabilidad de
una tradición aristotélica en ética y política cara a las necesidades del
mundo actual. Ahí es donde MacIntyre encuentra el primer límite a su
influencia nietzscheana:
“(…) Si la postura de Aristóteles en ética y política, o alguna
parecida, pudiera sostenerse, quedaría inutilizado todo el
empeño de Nietzsche. La postura fuerte de Nietzsche
depende de la verdad de una tesis central: que toda
vindicación racional de la moral fracasa manifiestamente y
que, sin embargo, la creencia en los principios de la moral
necesita ser explicada por un conjunto de racionalizaciones
que esconden el fenómeno de la voluntad, que es
fundamentalmente no racional. (…)”59
59
MacIntyre, p.151
56
una faceta más de la misma cultura moral de la que Nietzsche
creyó ser crítico implacable (…)”60
63
Taylor, p.151
59
contraideal del superhombre y el hiperbién del decir sí sin
reservas.”64
66
Taylor, p. 617
61
articulaciones de las críticas de Nietzsche—, queda claro que hay una
divergencia entre ambos pensadores.
67
Anscombe, p.2
62
La tradición aristotélica de la que más tarde se derivarían los
conceptos de la moral moderna, ha sido desvinculada de éstos de tal
modo que pareciese que la moral aristotélica y la moral moderna no
pueden encajar. Los conceptos que juegan un papel central dentro de la
modernidad, en Aristóteles parecen sólo formar parte de una
propuesta diferente:
“According to this conception, of course, “should” and
“ought” are not used in a special “moral” sense (…) (In
Aristotle’s sense of the term “moral” (ἠθικός), they are being
used in connection with a moral subject-matter: namely that of
human passions an (non-technical) actions.)But they have
now acquired a special so-called ”moral” sense —i.e. a sense
in which they imply some absolute verdict (like one of
guilty/not guilty on a man) on what is described on the
“ought” sentences used in certain types of context: not merely
the contexts that Aristotle would call “moral” —passions and
actions— but also some of the contexts that he would call
“intellectual.””68
68
Anscombe, p.5
63
about something useful, say in municipal government— may
be blameworthy.(…)
69
Anscombe, pp.1-2
64
Comoquiera, ambos están respondiendo al fundamento mismo de la
discusión: de qué manera la caracterización de las acciones propuesta
por la moral aristotélica es suficiente para caracterizar la moralidad de
las acciones humanas.
Este esquema que no niega las pasiones sino que las educa es el que
MacIntyre trata de oponer al esquema que privilegia la razón por
encima de las inclinaciones. Esta diferencia en los esquemas sigue dos
pistas que, según MacIntyre, pierden su importancia en el esquema de
la moral moderna: la finalidad y la narratividad o contextualización de
los actos individuales.
72
MacIntyre, pp. 75-76
67
“He dicho que el agente no sólo es un actor, sino también
autor. Ahora debo subrayar que lo que el agente es capaz de
hacer y decir inteligiblemente como actor está profundamente
afectado por el hecho de que nunca somos más (y a veces
menos) que coautores de nuestras narraciones. Sólo en la
fantasía vivimos la historia que nos apetece. En la vida, como
pusieron de relieve Aristóteles y Engels, siempre estamos
sometidos a ciertas limitaciones. Entramos en un escenario
que no hemos diseñado y tomamos parte en una acción que
no es de nuestra autoría. Cada uno de nosotros es el personaje
principal en su propio drama y tiene un papel subordinado
en los dramas de los demás, y cada drama limita a los demás.
(…)”73
Desde este punto de vista, las intenciones y motivos bien pueden ser
descritos. Uno puede observar las líneas de acción y las convicciones a
las que los individuos responden.
73
MacIntyre, p. 263
68
El escocés es consciente de que su planteamiento es ampliamente
deudor de Aristóteles, sin embargo, tiene también muy claro que hay
puntos de discrepancia —prácticamente necesarios— que deben de
surgir de una posible aplicación del sistema aristotélico a la época
actual:
“Ha llegado el momento de preguntarse hasta dónde esta
descripción parcial del concepto central de virtud (…) es fiel a
la tradición que he delineado ¿Hasta dónde y de qué manera
es aristotélico? (…) no es aristotélico en dos aspectos en que
gran parte del resto de la tradición también discrepa de
Aristóteles. El primero, que aunque esta descripción de las
virtudes es teleológica, no exige acuerdo con la biología
metafísica de Aristóteles. Y el segundo, que precisamente a
causa de la multiplicidad de las prácticas humanas y la
consiguiente multiplicidad de los bienes en cuya búsqueda
pueden las virtudes ejercerse (…), el conflicto no surgirá
solamente de las imperfecciones de carácter individual. (…)"74
74
MacIntyre, p. 244
75
Me parece que MacIntyre podría estar pensando en instituciones sociales como la esclavitud o la dinámica
familiar —en especial la dinámica entre hombre y mujer— que Aristóteles reflejaba en consideraciones
metafísicas y biológicas.
69
que puede darse de placer y gozo y el tercero atiende a la similitud
metódica de vincular, como Aristóteles, valoración y explicación:
“(…) El primero requiere, para ser completo, elaboración
convincente de las mismas distinciones y conceptos que
exigía la interpretación de Aristóteles: la voluntariedad, la
distinción entre virtudes intelectuales y virtudes de carácter,
la relación entre los talentos naturales y las pasiones y la
estructura del razonamiento práctico. En cada uno de estos
temas ha de defenderse una opinión muy semejante a la de
Aristóteles, si mi propia descripción ha de ser plausible.” 76
76
MacIntyre, p. 244
77
MacIntyre, p. 244
78
MacIntyre, p.245
70
Esto se debe a que las virtudes no dependen de otros individuos para
completarse. En sí mismas son deleitables por ser practicadas y no
requieren del cálculo de las consecuencias, es decir, no se privilegian
bienes externos por encima del bien interno que supone la propia
práctica. Su ejercicio es cuestión de convicción pura, no se hace por
otra cosa, se hacen por sí mismas:
“(…) Lo característico de la virtud es que para ser eficaz y
producir los bienes internos que son su recompensa, debe
ejercerse sin reparar en consecuencias. Resulta que (…)
aunque las virtudes sean precisamente aquellas cualidades
que nos conducen al logro de cierta clase de bienes, no
obstante, a menos que las practiquemos desvinculadas de
cualquier conjunto concreto de circunstancias contingentes, es
decir que produzcan o no esos bienes, no podemos poseerlas
en absoluto.(…)”79
79
MacIntyre, p. 246
80
MacIntyre, p. 247
71
contexto en que esas acciones se han dado. Con ello, la propia
valoración moral implica a su explicación. De manera que caracterizar
moralmente una acción será describir el contexto en el que esta se
enmarca.
“Mi postura, ciertamente, no conlleva que debamos excusar o
condonar tales males ni que todo lo que resulta de una virtud
sea correcto. (…) Que las virtudes en principio necesitan ser
definidas y explicadas por referencia a la noción de práctica,
en modo alguno nos obliga a aprobar todas las prácticas en
todas las circunstancias. Que las virtudes, como la misma
objeción presupone, no se definan en términos de prácticas
buenas y correctas, sino de prácticas, no conlleva ni implica
que las prácticas, tal como realmente se llevan a cabo en
tiempos y lugares concretos, no tengan necesidad de crítica
moral. (…)”81
81
MacIntyre, p. 248
72
2.1.2.2 Recepción de Aristóteles en Charles Taylor
84
Taylor, p.179-180
75
Ya he hecho referencia a algunas nociones fundamentales dentro de las
propuestas del escocés y el canadiense. En este apartado trataré de
complementar esas referencias reiterando y explicando los principales
argumentos que permiten que las propuestas de MacIntyre y Taylor —
ya como suyas y no en tanto refieren a Aristóteles o Nietzsche— se
articulen. Además servirá como un modo de explicitar el contenido
que más adelante trataré de comparar.
76
Ante la posible acusación de la falacia naturalista, el filósofo escocés
propone —con base en Aristóteles— la consideración de las
definiciones de los conceptos funcionales. En estos conceptos el paso
de una descripción a una prescripción es perfectamente válido porque
la propia descripción supone valores prescriptivos. Para explicar esta
afirmación MacIntyre recurre a un par de ejemplos. Utilizaré uno de
ellos para explicar el punto:
“(…) De premisas factuales tales como «este reloj es
enormemente impreciso e irregular marcando el tiempo» y
«este reloj es demasiado pesado para llevarlo encima con
comodidad», la conclusión valorativa válida que se sigue es
«éste es un mal reloj». (…)”85
79
“Cualquier intento contemporáneo de encarar cada vida
humana como un todo, como una unidad, cuyo carácter
provee a las virtudes de un telos adecuado, encuentro dos
tipos diferentes de obstáculo, uno social y otro filosófico. Los
obstáculos sociales derivan del modo en que la modernidad
fragmenta cada vida en mutiplicidad de segmentos, cada uno
de ellos sometido a sus propias normas y modos de conducta.
(…)
89
MacIntyre, p. 253-254
81
precisa de éste, me sería imposible comprender por qué tiene esa
preferencia si no tuviera ningún acceso —ya sea por él, por mi parte o
por alguien más— a la descripción de las circunstancias que rodean su
vida y que le hacen elegir esa opción por encima de cualquier otra. En
el mismo sentido, el por qué alguien decide ejercer cierta virtud en
lugar de cierto vicio no me será inteligible sin ningún acceso a las
situaciones que contextualizan esa decisión. Del mismo modo, el
valorar si el ejercicio de esa virtud es realmente virtuoso o se trata
simplemente de algo accidental, me será imposible sin la referencia a
las convicciones, creencias e intenciones que influyen en el actuar de
ese individuo:
“Donde estén presentes las intenciones, necesitamos saber
qué intención o intenciones son primordiales, es decir, con
cuál de ellas ocurre que si alguien albergara otra no habría
realizado tal acción. (…) Es decir, necesitamos conocer
algunas de sus creencias y saber cuáles de ellas son
causalmente eficaces; y necesitamos saber si ciertas hipótesis
de verificación son verdaderas o falsas. Y antes de enterarnos
de todo esto, no sabremos cómo caracterizar correctamente la
conducta del agente.”90
90
MacIntyre, p.256
82
Por tanto, las intenciones necesitan ser ordenadas tanto causal
como temporalmente y ambas ordenaciones harán referencia
a las situaciones (…) No existe una «conducta» identificable
previa e independiente de las intenciones, creencias y
situaciones. (…)”91
91
MacIntyre, p. 256
92
MacIntyre, p. 268
83
el que diferencia el concepto del yo narrativo de una burda casuística.
Yo soy responsable de mis actos y decisiones. Además, así como puedo
pedir cuenta —una narración— de las acciones de alguien más, se me
puede pedir una narración de mis acciones. Al ser el narrador de mis
acciones me comprometo con lo que narro. A esto podría objetarse que,
si yo narro mi vida, puedo narrar una mentira. Sin embargo, esta
narración que hago de mi vida siempre tendrá puntos de contexto con
las narraciones de otros y, de cierto modo, los demás también son
testigos y narradores de mi vida:
“El otro aspecto del yo narrativo está emparentado con éste:
Yo no sólo soy alguien que tiene que dar cuentas, soy también
alguien que puede siempre pedir cuentas a los demás, que
puede poner a los demás en cuestión. Soy parte de sus
historias, como ellos son parte de la mía. El relato de la vida
de cualquiera es parte de un conjunto de relatos
interconectados. (…)”93
93
Macintyre, p. 269
84
educación; no hay modo en que nuestra educación no influya en
nuestra interpretación de nuestro origen —ya reactivamente, ya en
consecuencia con ella. Lo que creemos que somos determina lo que
queremos ser.
2.2.2.1. El principio BA
94
Taylor, pp. 93-94
86
teoría científica si antes no explicamos en realidad cómo viven
sus vidas de acuerdo con dicha teoría?
Dicho de otro modo, la best account que podamos hacer de las prácticas
humanas depende de los hiperbienes de los que se derivan los
términos en que se dan las mismas prácticas. Esto es lo que permite
que, a la vez, sean un medio de descripción pero también un medio de
valoración. En efecto, los términos en los que describimos las acciones
95
Taylor, p. 94
87
— que son los términos en los que se dan— proveen las herramientas
para juzgar esas prácticas.
96
Taylor, p. 101
88
En principio parecería que no hay mucho que decir de esta noción y
que es una ingeniosa forma de ampliar el concepto de funcionalidad de
una única manera de cumplir con la función del hombre — como
pretendía MacIntyre al suponer que esa funcionalidad debía
comprenderse como Aristóteles—, sin embargo, Taylor se percata de
un interesante problema dentro del uso de esa noción97:
“Una perspectiva ética organizada de esta forma alrededor de
un hiperbién es inherentemente conflictiva y está en tensión.
El más supremo de los bienes no sólo se cataloga por encima
de otros bienes de la sociedad; en algunos casos puede
también desafiarlos y rechazarlos (…) por esa razón el
reconocimiento de un hiperbién es fuente de tensión y suele
plantear penosos dilemas en la vida moral.
97
La exposición de ese problema y la vía por la cual Taylor optará solucionarlo dan una interesante muestra
de la articulación que el canadiense hace del pensamiento nietzscheano y del pensamiento aristotélico
dentro de su teoría.
98
Taylor, pp. 103-104
89
con ese hiperbién. A este problema Taylor encuentra dos posibles
soluciones: Platón o Aristóteles.
“Existen dos estrategias extremas por las que se evitaría
cualquier atisbo de dilema. La primera es ir hasta el final con
absoluta coherencia y negar por completo las credenciales de
cualquier bien que se interponga en el camino del hiperbién.
Ésta es la postura que, que al parecer, adopta el Sócrates de
Platón en La república (…)
Ante estos dos posibles criterios para deshacer la tensión Taylor optará
por la vía de Aristóteles, sin embargo, no dejará de observar en ella un
conflicto fundamental:
“Esta estrategia «inclusiva» tiene argumentos contundentes a
su favor. Pero resulta difícil encajarla en su totalidad. Implica
el respeto a todos los bienes intrínsecos en las prácticas
desarrolladas por los humanos en diferentes sociedades.
(…)”100
El riesgo que Taylor encuentra a una filosofía que afirme todos los
bienes —aunque les dé una jerarquía según hiperbienes— es que
puede dar cabida a la afirmación de cualquier tipo de bien e incluso
puede justificar cualquier tipo de práctica. Esto es similar al riesgo que
MacIntyre encontraba al caracterizar las prácticas no como buenas o
malas sino, simplemente, como prácticas.
99
Taylor, pp. 104-105
100
Taylor, p. 105
90
En este sentido, si los bienes e hiperbienes que afirman las distintas
sociedades son comprendidos no como afirmaciones aceptables o
inaceptables sino meramente como afirmaciones, se corre el riesgo de
caer en un relativismo-cultura:
“Pero aquí estoy hablando de un modo de naturalismo que
haría de esa relatividad-cultura una fatalidad; un límite en
principio. (…)”101
101
Taylor, p. 106
102
Taylor, pp. 108 y 109
91
Si en el primer caso se derivaban hiperbienes a nivel cultural, es decir,
puntos hermenéuticos desde los cuales las prácticas podían ser
caracterizadas y valoradas; en esta segunda formulación podríamos
derivar hiperbienes de carácter global.
92
superhombre, supone Nietzsche, desea indeterminadamente. No desea
en función de nada. Desea porque quiere desear.
93
Primera que pueda sostenerse al margen de algún fijismo moral o
metafísico.
94
Capítulo III
He dejado esta parte del trabajo para el final porque me parece que es
la menos clara de las cuestiones a las que me he referido. La exposición
de la evolución del pensamiento nietzscheano y la exposición de las
propuestas de Taylor y MacIntyre no se presentan, de suyo, como
cuestiones indefinidas. Las relaciones entre estas partes es lo que
podría generar dudas y objeciones, sin embargo, hay cierta univocidad
a la cuál recurrir para tomar una decisión.
95
“Hay una ciencia que contempla el Ente en cuanto ente y lo
que le corresponde de suyo. Y esta ciencia no se identifica con
ninguna de las que llamamos particulares, pues ninguna de
las otras especula en general acerca del Ente en cuanto ente,
sino que, habiendo separado alguna parte de él, consideran
los accidentes de esta (…)”103
103
Aristóteles, Metafísica (trad. Valentín García Yebra), Madrid: Gredos 1998, 1003 a23-26
104
Aristóteles, Metafísica, 981 a13-17
96
los casos, y sirviéndonos de tales hechos como premisas,
conformémonos con llegar a conclusiones del mismo
género.”105
105
Aristóteles, Ética Nicomaquea (trad. Antonio Gómez Robledo), México: UNAM 2012, 1094 b13-23
97
El pensamiento de Aristóteles respecto al tema no podía prescindir de
cierta influencia de las disertaciones platónicas. Sin embargo, en el caso
del bien sucede algo muy interesante en el pensamiento aristotélico. En
la presentación que Aristóteles hace de la cuestión del bien en la Ética
Nicomaquea argumenta en favor de una noción relativa del bien en
contraste con la noción de bien de los pensadores platónicos; sin
embargo, en la presentación que hace del tema en la Metafísica, el
planteamiento de Aristóteles se acerca mucho más al pensamiento
platónico.
106
Aristóteles, Ética Nicomaquea, 1096 a 16-23
98
“A más de esto, el bien se toma en tantos sentidos como el
ente, puesto que se predica de la sustancia, como Dios y la
inteligencia; y de la cualidad, como las virtudes; y de la
cantidad, como la medida; y de la relación, como lo útil; y del
tiempo, como la ocasión; y del lugar, como el domicilio
conveniente, y de otras cosas semejantes. Y siendo así, es
manifiesto que el bien no puede ser algo común, universal y
único, pues si así fuese, no se predicaría en todas las
categorías, sino en una sola.
107
Aristóteles, Ética Nicomaquea, 1096 a24-32
108
Aristóteles, Ética Nicmaquea, 1096 b1- 5
99
explican suficientemente—, Aristóteles enfatiza el hecho de que, en
tanto que son bienes, los bienes relativos y el bien absoluto no tendrían
ninguna diferencia. Ante esto, Aristóteles prevé una objeción y da una
respuesta:
“Contra lo que acabamos de decir vemos asomar la objeción
de que los razonamientos de los platónicos no se aplican a
todos los bienes, sino que sólo los bienes que se persiguen y
aman por sí mimos se llaman bienes por referencia a una
Forma; y que, en cambio, aquellas cosas que producen esos
bienes, o que de algún modo los conservan, o que previenen
lo que les es contrario, no son llamados bienes sino
relativamente a los primeros y en otro sentido. Es evidente,
en efecto, que podríamos designar los bienes según una doble
acepción: unos por sí mismos, otros por razón de aquellos.
Separando, pues, los bienes esenciales de los bienes útiles,
examinemos si los bienes que lo son por sí mismos pueden
referirse predicativamente a una Idea única.”109
109
Aristóteles, Ética Nicomaquea, 1096 b8-17
100
precisamente en tanto que bienes. Así pues, no es el bien un
término general regido por una Idea singular.”110
110
Aristóteles, Ética Nicomaquea, 1096 b18-23
111
Aristóteles, Ética Nicomaquea,1096 b27-35
101
“Podría, con todo, pensar alguno que es en todo caso mejor
conocer el Bien en sí con la mira de los bienes posibles y
hacederos, como quiera que teniendo a aquél por arquetipo,
sabríamos mejor cuáles son los bienes apropiados a nosotros,
y sabiéndolo acertaríamos en su logro.
112
Aristóteles, Ética Nicomaquea, 197 a1-8
102
3.1.2. El bien en Metafísica
113
Aristóteles, Metafísica, 1075 a10-17
103
Esta ordenación de las cosas al Bien atañe a los distintos sujetos de la
realidad. Es en virtud de este principio ordenador que los distintos
avatares de la realidad se coordinan hacia una sola cosa. Este punto
puede quedar más claro a la luz de otro fragmento de Metafísica
“(…) puesto que lo que se mueve y mueve es intermedio,
tiene que haber algo que sin moverse mueva, que sea eterno,
substancia y acto.
Este puede ser el modo en que las cosas se ordenan al Bien, a modo de
una causa final. Es decir en tanto que es algo deseado, algo amado.
Esto respondería a la cuestión que queda abierta en Ética Nicomaquea
donde Aristóteles pregunta en qué sentido los tres bienes queridos por
sí mismos —placer, honor e intelección— son denominados bienes. De
las tres opciones que da Aristóteles en aquél pasaje — que todos se
deriven de un solo bien, que todos terminen en un solo bien o que la
denominación sea asignada de modo analógico— me parece que al
menos una es compatible con éste fragmento de Metafísica y las otros
dos podrían serlo.
114
Aristóteles, Metafísica, 1072 a24- 1072 b5
104
Respecto a las otras dos hipótesis que Aristóteles sugiere en Ética
Nicomaquea puede decirse que en un sentido se admite una y la otra
podría aplicarse. La hipótesis según la cual los tres bienes se derivarían
de un solo bien podría admitirse si se considera que el placer, el honor
y la intelección forman parte del orden del Universo; en este sentido,
los tres se derivan del Sumo Bien. La tercera hipótesis, que se digan
bienes aquellos por analogía, es aplicable si decimos que, al igual que
el Bien, estos tres bienes son queridos por sí mismos y aunque no son
la más alta expresión del bien, analógicamente son bienes queridos por
sí mismos y son motores de las acciones de los individuos en tanto
deseados.
105
presente en la medida en que los hombres y los demás seres vivos
participan de la Idea del Bien. En otro, el Bien está presente en la
medida en que las acciones de los hombres y demás seres vivos siguen
el curso que les corresponde dentro del orden que establece el Bien; en
la medida en que en el Universo siempre hay algún orden —no
necesariamente el orden absoluto—, hay siempre Bien.
Las nociones del bien absoluto y el bien relativo plantean una tensión
entre la ética y la Filosofía Primera, sin embargo, esta tensión no es
bidireccional. La tensión viene dada desde la perspectiva ética, sin
embargo, desde la perspectiva de la Filosofía Primera —del bien
absoluto, podría decirse— el bien relativo queda contemplado.
106
Del mismo modo, los conceptos clave de los razonamientos de la
Metafísica tienen cierta aplicación en la Ética Nicomaquea. Parecen estar
supuestos dentro de la propuesta de Aristóteles. Algunos ejemplos que
me parecen claros son los conceptos sustancia, forma y naturaleza que
tienen cierta aplicación dentro de la ética aristotélica. En específico en
el argumento del ἔργον y en la noción de funcionalidad que subyace a
éste.
107
“(…) es naturaleza no sólo la materia prima, sino también la
especie y la substancia (…) de acuerdo con lo expuesto, la
naturaleza primera y propiamente dicha es la substancia de
las cosas que tienen principio del movimiento en sí mismas
en cuanto tales (…)”115
118
Aristóteles, Metafísica, 1044 a7-10
119
Aristóteles, Metafísica, 1041 b 8-9
109
“(…) Referir a cada una el “por qué”, que de manera natural
le corresponde, es reducir a todas éstas a cuatro causas: a la
materia, a la forma, a lo que inicia el proceso, al propósito.
Las tres últimas confluyen frecuentemente en una sola (…)”120
120
Aristóteles, Física (trad.Ute Schmidt), México: UNAM 2005, 198 a23-25
121
Aristóteles, Física, 199 a3-7
110
rango de potencialidades que le permiten —en principio— alcanzar la
finalidad que le es propia. En este sentido, de la misma forma se deriva
el principio del movimiento que se dirige hacia la finalidad que le es
propia. La forma determina lo que es un objeto y, con ello, condiciona
lo que puede ser.
122
Aristóteles, Física, 192 b20-22
111
Como se ve, la naturaleza como forma —como determinación—
implica dinamismo. Implica la determinación de lo que una cosa es, de
lo que puede ser y de las posibilidades que tiene para alcanzar esa
finalidad. Es por ello que en la aplicación que Aristóteles hace de esta
relación en la Física debe recurrir al movimiento:
“Puesto que la naturaleza es principio de movimiento y de
cambio, y puesto que nuestra investigación versa sobre la
naturaleza, no debemos dejar de lado qué es el cambio (…)”123
123
Aristóteles, Física, 200 b13-15
112
“Tal nos parece ser, por encima de todo, la felicidad. A ella,
en efecto, la escogemos siempre por sí misma, y jamás por
otra cosa; en tanto que el honor, el placer, la intelección y toda
otra perfección cualquiera, son cosas que, aunque es verdad
que las escogemos por sí mismas (…) lo cierto es que las
deseamos en vista de la felicidad, suponiendo que por ellas
seremos felices.(…)”124
124
Aristóteles, Ética Nicomaquea, 1097 b1-5
125
Aristóteles, Ética Nicomaquea, 1097 b22-28
126
Los significados atribuidos a la palabra ἔργον refieren siempre a actividad y en muchos casos a la
actividad propia o peculiar de algo. Algunos significados atribuidos a ésta palabra son: acto, acción, función,
trabajo, realidad, actividad, quehacer, trabajo propio o peculiar, labor y utilidad.
113
con la naturaleza del hombre —la actividad o funcionalidad que le
corresponde en virtud de su forma—, su fin final se exhibe como la
felicidad. Ésta puede ser alcanzada o bien por el placer o bien por el
honor o bien por la intelección. Sin embargo los medios por los cuales
se obtenga cualquiera de estos tres bienes no está determinado más
que por la actividad del hombre. Pero ¿Cuál es esta actividad propia
del hombre?:
“El vivir, con toda evidencia es algo común aun a las plantas:
mas nosotros buscamos lo propio del hombre. Por tanto, es
preciso dejar de lado la vida de nutrición y crecimiento.
Vendría en seguida, la vida sensitiva: pero es claro también
que ella es común aun al caballo, al buey y a cualquier
animal.
127
Aristóteles, Ética Nicomaquea, 1097 b33- 1098 a18
114
realización de la perfección de esta actividad acompañada de
racionalidad. Pero exactamente cuál es esta perfección resulta
complicado de decidir en el desarrollo de la Ética Nicomaquea. Más
adelante tendré oportunidad de discutir esta cuestión.
128
Aristóteles, Física, 201 b4
129
Aristóteles, Física, 201 b35-202 a2
115
cosas que se dan por naturaleza, es intrínseco a lo que se mueve. Así
como para el hombre es intrínseco su deseo por la felicidad. Su
tendencia a la felicidad.
116
A mi parecer, este es el sentido en que debe comprenderse la noción de
naturaleza en la ética aristotélica. Sin embargo, con el afán de decidir
en qué sentido es correcta o incorrecta esta hipótesis, habrá que
recurrir a los estudiosos de estas cuestiones. Es por ello que, para
evaluar esta propuesta, expondré, como ejemplo, la discusión entre
Julia Annas y André Laks respecto a este punto. Ésta será la discusión
entre cierto sentido débil de naturaleza y cierto sentido fuerte de
naturaleza.
117
some other area of speculative philosophy as a basis for
ethics.”130
Como dije antes, Ross incluye a Annas dentro del grupo de los
pensadores fundacionalistas. Annas supone que una filosofía de la
psicología debe ser previa a la adopción de cierto significado para el
concepto de naturaleza— es por ello que concebirá el concepto de
naturaleza como una determinación general que no es plenamente
restrictiva en lo que respecta a la finalidad del hombre. Esta postura es
mucho más moderada que la de MacIntyre; el propio Ross llega a
considerarla una postura justo en el límite entre la postura
fundacionalista y la no fundacionalista:
130
Alberto Ross (compiladora: Gabriela Rossi), Nature and the Best Life. Exploring the Natural Bases of
Practical Normativity in Ancient Philosophy: “Metaphysics and ethics in Aristotle: about being and duty”,
Georg Olms Verlag 2013, p.128
131
Ross, p.134
118
“Her interpretatio lies at the limit between foundationalism
and its negation. Annas argues that the ancient appeal to
nature is not as relevant as the strongest defenders of
foundationalism affirm.”132
132
Ross, p.136
133
Ross, p.137
119
the authors I will group under this second interpretation have
not suggested such a thing.(…) the common denominator
between the explications I will describe here is their insistence
in the epistemological non-dependence of ethics upon
theoretical philosophy, and the nature of their mutual logical
coherence.(…)”134
134
Ross, p. 128
135
Ross, p. 139
120
En términos generales, la propuesta de Gómez Lobo se dirigiría a la
idea de que el desarrollo que Aristóteles lleva a cabo en el argumento
del ἔργον no necesita justificarse ni aclararse por medio de otros
trabajos del Estagirita —lo que no excluye que aquellos encajen con
este razonamiento.
Desde este punto de vista, más que llevar a cabo una justificación que
se derive de ciertos principios especulativos, Aristóteles estaría
atendiendo a un razonamiento simple. Del mismo modo que entre los
diversos objetos de la naturaleza se conciben distintas funciones, el
hombre —como un objeto más— debería tener una función. Misma
que tendría como característica más importante cierto tipo de
racionalidad— sin ser por ello el único ser racional ni el único modo de
racionalidad.
Laks y Annas están muy lejos de defender las posturas más radicales
respecto a este punto. Bajo estas caracterizaciones, es difícil decir
exactamente en qué posición podría encontrarse Laks. Sin embargo,
para los propósitos de este trabajo, basta con comprender que su
trabajo en este caso se plantea como una respuesta frontal a una
propuesta de carácter fundacionalista débil.
136
Ross, p.141
121
Con el afán de contrastar la opinión que he expuesto más arriba,
expondré estas dos opiniones a propósito del papel que juega el
concepto de naturaleza en la ética aristotélica. Para ello me centraré en
la breve discusión que tuvo lugar en el coloquio sobre Filosofía
Antigua en la Universidad de Boston en 1988 entre Julia Annas y
André Laks. Me parece que esta exposición es muy puntual y permite
mostrar dos modos en que la naturaleza puede comprenderse.
137
Julia Annas, Proceedings of the Boston area. Colloquium in Ancient Philosophy: “Naturalism in greek
ethics: Aristotle and after”, vol 4, 1988, p.158
122
Desde el punto de vista de Annas la única condición que supone la
naturaleza en la ética es la condición de que la actividad que se haga se
haga con cierto recurso a la razón. En este sentido, no habría un único
modo de perfeccionar la razón sino que ese perfeccionamiento
dependerá de qué actividad realice el individuo en cuestión.
“Ancient moral theory, then, concludes from human nature to
a single form of life and disposition only at a higher level of
generality. The ethical implications of human nature do not
map out a specific way of life, or encourages people to ignore
their individual differences. This does not make the notion of
human nature in question trivial. Human beings are, it is
assumed, similar by nature in very general respects: we are
by nature rational, and we not only deliberate what to do but
do so in a way which reflects concern for a whole life.”138
Como mostré más arriba, existen varios niveles en los que la forma
determina. No es lo mismo la forma del hombre en general, que la
forma de los hombres valerosos, que la forma de este hombre valeroso.
Sin embargo, la forma de este hombre valeroso y la de los hombres
valerosos suponen las condiciones de la forma del hombre en general.
Lo que Annas rescataría de esta idea es que la forma del hombre en
general, sólo da un marco de determinaciones que rigen sobre el modo
en que el hombre se perfecciona pero que no lo determina una única
perfección. Annas acepta la determinación de la naturaleza en la forma
pero no en el fin.
Annas toma este sentido de naturaleza para mostrar que los filósofos
antiguos, si bien tenían un consenso respecto a las notas generales del
concepto de naturaleza, tenían un concepto indefinido de naturaleza y,
por ello, no podían concebir a la naturaleza como algo que determinase
a los individuos a un único fin.
138
Annas, p. 158
123
“They all agree on the point that normally rational human
beings have deliberative concern for the whole of their lives,
not just for “present aims” and the like.
139
Annas, p.159
140
Annas, p. 165
124
Esta es la posición que puede atribuirse a una noción de naturaleza en
sentido débil. Sin embargo, esta no es la única vía para caracterizar la
noción de naturaleza dentro del contexto de la ética aristotélica —
mucho menos del pensamiento aristotélico en general—; existe otro
modo de caracterizar la noción de naturaleza: la noción de naturaleza
en sentido fuerte. Éste será el sentido sobre el que André Laks, en
respuesta al planteamiento de Annas, enfatizará en su comentario al
trabajo de Annas.
141
André Laks, Proceedings of the Boston area. Colloquium in Ancient Philosophy: “Commentary on Annas”,
vol.4, 1988, p.175
125
su punto de vista, el problema se encontrará en el concepto mismo de
naturaleza que será el punto de discusión entre ambos pensadores.
Una primera crítica que me parece que impacta en lo que toca al
concepto de naturaleza en Aristóteles dentro de esta discusión, es la
inversión de la pregunta que Annas se planteaba respecto a la
incertidumbre del concepto de naturaleza:
“The fact that various schools in Antiquity disagreed and
debated about what human nature exactly is, is taken as an
indication that the Ancient concept of nature was
undetermined. But factual disagreement between the
philosophers about what human nature is does not show that
the concept of nature they are referring to is a weak concept.
What was shared by the parties to this debate and explains
how they could disagree about human nature could have
been, not a common (and so weak) concept of nature, but
rather a common ide of the function a concept of nature
(whatever its content) was supposed to serve. On this
interpretation, the reference to nature, being functional, need
not imply one, and only one, content, although it does have
strong normative implications. Why not reverse Annas’s
proposition and say that the reason why discussion over
nature was “passionate” is precisely because the concept of
nature was so strong that no one could afford to let it be filled
in a different way than one’s own?”142
142
Laks, p.176
126
Laks no considera imposible la interpretación que Annas da sobre la
naturaleza, más bien la considera imprecisa. En el caso de Aristóteles
esta imprecisión tiene como punto fundamental la determinación del
fin. Frente a Annas y su concepción del concepto de naturaleza en
Aristóteles según el cual la naturaleza sólo determinaría ciertas
condiciones para la forma pero dejaría abierta la decisión por los fines,
Laks responde con el énfasis, que está en Aristóteles, en la validez de
un único y mejor modo de vida.
“It is perfectly true that Aristotle’s moral theory for instance
begins at a high degree of generality. But the thin theory of
rationality which operates there is not meant to apply to a
plurality of given goals, to which this thin theory of
rationality could point as an objective set of values. On the
contrary, the claim of the theory is that it elicits a single goal,
and a very specific goal, as the only goal in the proper sense
of the word.”143
143
Laks, p.182
127
Ancient philosophy is essentially protreptic, and, for that
matter, therapeutic.”144
Con esto Laks termina por precisar la posición de Annas y con ello
mostrar que el papel que juega la sabiduría, en específico para Laks la
sabiduría contemplativa, es fundamental en la comprensión de
naturaleza y, sobretodo, las nociones de funcionalidad y finalidad de
esa naturaleza. Con la noción de sabiduría y del hombre sabio
llegamos a la determinación de lo que parecía faltar en esta
descripción. Cierto fin concreto que funcione como regulación.
129
Esto es claro si se toman en cuenta los tres tipos de bienes que
Aristóteles pone como los posibles fines últimos de las prácticas
humanas: el placer, el honor y la intelección. El placer es considerado
por Aristóteles como parte de la perfección de cualquier actividad, así
que puede acompañar tanto la vida del honor como la vida de la
intelección. En este sentido, el placer no es un bien que se deba buscar
por sí mismo sino que acompaña aquella actividad que implique la
felicidad.
Desde este punto de vista Laks tiene razón, la vida contemplativa sería
la única capaz de implicar tanto el placer como el honor como la
intelección misma y, en ese sentido, podría ser la única manera de
alcanzar una felicidad completa. Sin embargo, que el modo de vida
contemplativo sea algo realizable es un punto que no me parece del
todo claro.
130
humana, 2) cuál es la relación entre las virtudes intelectuales y las
virtudes éticas y 3) en el plano de la práctica qué lugar le corresponde
al sabio de la vida contemplativa que conoce la Filosofía Primera.
Para exponer cuál podría ser esta relación expondré en primer lugar la
definición de sabiduría que Aristóteles analiza en Metafísica y en Ética
Nicomaquea y la definición de prudencia que aparece en la Ética
Nicomaquea. En un segundo punto seguiré el modo en que Aristóteles
caracteriza esa relación para poder llevar a cabo una evaluación de los
términos en que esta relación es expuesta y si esos términos arrojan la
claridad necesaria para determinar alguna de las dos virtudes como
directriz absoluta.
3.3.1. Σοφί
131
sabiduría será a la par intuición y ciencia, como si fuese la
ciencia de las cosas más altas y cabeza de todo saber.” 146
146
Aristóteles, Ética Nicomaquea, 1141 a16-20
147
Aristóteles, Ética Nicomaquea, 1141 a20-25
148
Aristóteles, Ética Nicomaquea, 1141 a30-33
132
3.3.1.2. La sabiduría en Metafísica
“Hemos dicho en la Ética cuál es la diferencia entre el arte, la
ciencia y los demás conocimientos del mismo género. Lo que
queremos decir ahora es esto: que la llamada Sabiduría versa,
en opinión de todos, sobre las primeras causas y sobre los
principios. De suerte que, según dijimos antes, el experto nos
parece más sabio que tienen una sensación cualquiera, y el
poseedor de un arte, más sabio que los expertos, y el jefe de
una obra más que un simple operario, y los conocimientos
teóricos, más que los prácticos. Resulta, pues, evidente que la
Sabiduría es una ciencia sobre ciertos principios y causas.”149
149
Aristóteles, Metafísica,981 b27-982 a3
150
Aristóteles, Metafísica, 982 a 8- 17
133
que subyace a esa ciencia— para conocer lo más excelente del universo,
a saber, los primeros principios de la realidad.
3.3.2. Φρόνησις
Lo primero que hay que notar en esta relación es que tanto prudencia
como sabiduría parecen referir la una a la otra. En el contexto de la
definición de la prudencia encontramos referencias a lo que es la
sabiduría y en la definición de sabiduría encontramos un recurso a lo
que es la prudencia. Parece pues, que la comprensión de cada uno de
estos conceptos debe proceder por contraste del uno con el otro. Sin
embargo, todo lo que difiere tiene algo en común. A partir de esos
puntos de contacto, entonces, habrá que caracterizar la relación que
tienen la prudencia y la sabiduría.
El punto de partida para este análisis deben ser las consideraciones que
ya han quedado manifestadas. La prudencia, por un lado, tiene la
particularidad y el mundo de la aplicación y la sabiduría, por otro
lado, tiene la excelencia de su objeto y la seriedad de su saber.
Ahora bien, dadas estas condiciones para la relación, ¿en qué modo se
pueden relacionar la prudencia y la sabiduría? Más importante aún ¿en
qué modo pueden, en conjunto, formar parte de la vida de un hombre?
“(…) la prudencia y la sabiduría son necesariamente
apetecibles por sí mismas, siendo como son virtudes de las
dos partes del alma racional, cada una de la suya, y esto aun
en el caso de que ninguna de ellas produjera efecto alguno.
Pero, es que, además, lo producen (…) la sabiduría produce la
felicidad, porque siendo una parte de la virtud total, hace al
hombre dichoso por su hábito y por su acto.
136
porque la virtud propone el fin recto y la prudencia los
medios conducentes.”155
Hasta aquí parece que no hay problema alguno para decir que la
sabiduría, que corresponde a la parte contemplativa de la vida, es
superior a la prudencia, que corresponde a la parte política de la vida.
En este mismo tenor se dará la defensa de Aristóteles de la vida
contemplativa como la mejor vida posible:
“Si la felicidad es, pues, la actividad conforme a la virtud, es
razonable pensar que ha de serlo conforme a la virtud más
alta, la cual será la virtud de la parte mejor del hombre. Ya
sea ésta la inteligencia, ya alguna otra facultad a la que por
naturaleza se adjudica el mando y la guía y el cobrar noticia
de la cosas bellas y divinas; y ya seo eso mismo algo divino o
lo que hay de más divino en nosotros, en todo caso la
actividad de esta parte ajustada a la virtud que le es propia,
será la felicidad perfecta. Y ya hemos dicho antes que esta
actividad es contemplativa.
155
Aristóteles, Ética Nicomaquea, 1144 a1-10
156
Aristóteles, Ética Nicomaquea, 1145 a7-12
137
(…) La actividad contemplativa es, en efecto, la más alta de
todas, puesto que la inteligencia es lo más alto de cuanto hay
en nosotros; y de las cosas cognoscibles las más excelentes
son también las que constituyen la esfera de la inteligencia. Y
es además, esta actividad la más continua, porque contemplar
podemos hacerlo con mayor continuidad que otra cosa
cualquiera.”157
160
Aristóteles, Ética Nicomaquea, 1178 b1-8
161
Aristóteles, Metafísica, 981 a13-18
139
humano, el hombre de la vida contemplativa requiere de virtudes
éticas y del contacto con el exterior.
“El hombre contemplativo, con todo, tendrá necesidad, a fuer
de hombre, de cierto bienestar exterior, como quiera que la
naturaleza humana no se basta a sí misma para contemplar
(…)”162
No digo que el planteamiento de Laks sea falso. Sólo quiero añadir que
la vida filosófica, si bien es cierto que es determinante en el
162
Aristóteles, Ética Nicomaquea, 1178 b33- 1179 a 4
163
Aristóteles, Ética Nicomaquea, 1179 a 17-24
140
pensamiento griego y que puede tomarse como la mayor expresión de
la naturaleza humana según el pensamiento griego, dista de ser
claramente el único fin para Aristóteles.
Me parece que con esto cumplo con el primero de los tres propósitos
que me he hecho al principio de este apartado. En lo que respecta a la
relación entre las virtudes intelectuales y las virtudes éticas queda
claro que hay un punto donde ambos tipos de virtudes deben actuar en
conjunto. Sin embargo, eso no deja de lado el hecho de que la relación
entre ambas parece ser más bien problemática porque, si bien podrían
sincronizarse, supone un esfuerzo muy grande y, en el caso de la vida
contemplativa lograda de manera perfecta, el cumplimiento de ciertas
virtudes intelectuales debe prescindir de las virtudes éticas.
El otro punto que esperaba aclarar era la relación del individuo que
conoce la Filosofía Primera con la vida práctica. Sin embargo, esto,
como he tratado de mostrar aquí, no me parece que tenga una
respuesta satisfactoria en el pensamiento de Aristóteles.
Lo único que queda ahora es hacer una evaluación del proyecto de las
éticas de la virtud desde las complejidades de la relación entre la
Filosofía Primera y la ética.
El otro punto en que me parece que las éticas de la virtud han sido
insuficientes ha sido en establecer condiciones que favorezcan un
diálogo entre la filosofía aristotélica y la filosofía nietzscheana. Esto en
principio no podría serles imputado a los filósofos de la ética de la
142
virtud porque no es su propósito. Sin embargo, como parte de su
propósito, es fundamental poder establecer un diálogo entre la filosofía
nietzscheana —que abre paso a la concepción actual de la ética— y la
ética antigua que supone el paso previo a la modernidad.
143
Conclusiones
Para poder llevar a cabo este diálogo, las éticas de la virtud han dado
dos pistas valiosas: por un lado la posibilidad de que Nietzsche y
Aristóteles compartan algún hiperbién o bien, la posibilidad de que la
Filosofía Primera de Aristóteles pueda dar cuenta del dinamismo sin
fijismos.
144
hombre y lo que debe ser, 2) el ός, 3) la primacía del hombre a la
regla y 4) la afirmación de la realidad empírica.
145
dentro de esta posible vía sería hasta dónde — al igual que en
Nietzsche— el ός es el principal impulso que subyace a la ética.
146
Bibliografía
Bibliografía primaria
Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal, México: Grupo
Editorial Tomo 2003
147
G.E.M Anscombe, Modern moral philosophy, Philosophy Vol.33
No.124 (Enero 1958)
Bibliografía secundaria
148
Philosophy: “Metaphysics and ethics in Aristotle: about being and
duty”, Georg Olms Verlag 2013, pp. 127-153
149