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Colombia - Una nueva era en la cultura dialógica

Elementos de identidad cultural colombiana

Escrita por Juan Guillermo Murillo Sánchez


Cultura Hispanoamericana II
Grupo: 4

Soy colombiano y amo mi tierra. ¡Me encanta sobre todo su diversidad física, la flora, la fauna,
etc. y el café! Me gustan sus regiones y toda la riqueza geográfica sobre la que cada una descansa.
En cuanto a su gente, yo soy parte de ella, y por eso también la legitimo y la amo. Mi familia, mi
madre, mi padre, mis hermanos, y mis amigos y conocidos que también son mis hermanos somos
el producto de un bagaje histórico que nos explica, pero no sólo eso seremos. ¡Somos lo que
deseamos ser! Nos caracteriza, desde un punto de vista humano, el potencial al cambio que sin
duda ya se está dando, pues como seres pensantes nos encontramos con un interminable devenir
de situaciones que queriéndolo o no, siempre nos hace diferentes, y que, en los casos más
sublimes, nos hace mejores. Explicaré lo que comprendo de nosotros y luego hablaré de lo que
deseo y que estoy haciendo desde mi individualidad en beneficio propio y del colectivo.

Desde lo que sucedió en la colonización de los españoles, sabemos unos mejor que otros, sobre
la privación de libertades de todo tipo por parte de quienes con sus artefactos se mostraron y
posicionaron como los más fuertes. La religión, la lengua, la expresión, y la educación se
impusieron a todos y esto creó descontento, desigualdad, inequidad, discriminación y pobreza.
Consecuentemente, tendría que haber guerra y sangre, así como otras estrategias de
supervivencia. Al ser la ley un asunto de polarización en que gana siempre el que más poder
tiene, se formó una cultura de violación y corrupción, y en ella aún vivimos. Por otra parte, es
imperativo resaltar que, ante esta realidad, contamos con características que pueden ser muy
valiosas: de los españoles tenemos algo de esa aventura de asumir riesgos, y de los indígenas el
don de la creatividad y la arrasadora determinación de ascenso personal de las que habla Gabriel
García Márquez (1994) en su texto “Un país al alcance de los niños”. Estos valores deben ponerse
a la vanguardia en un contexto personal y colectivo que busque reconocer lo que hemos sido con
miras a lo que podríamos volvernos.

Cualquier ser viviente en un contexto en el que la injusticia, la impunidad, y la sumisión hayan


primado, guarda algún rencor, desesperanza y desconfianza. Lo anterior, sumado a la capacidad
de olvido histórico que tenemos, legitima la permisividad que tenemos con quienes manejan
nuestros recursos o tienen cualquier tipo de poder sobre nosotros. El enredo de sentimientos y
emociones, y la incredulidad hacia nuestras capacidades generan la indiferencia y el absentismo
político. Esto en parte también explica una cultura en la que prevalece el gesto y la emoción
sobre la reflexión, generando un ambiente anti-dialógico en el que sobresale el individualismo,
el “¿de qué sirve?” y el “dependo de mí mismo.”

Como he dicho, yo también nací en esta tierra con este panorama, aquí vivo y he visto cómo se
mueve la cosa. Como resultado del aspecto general que describo, y como colombiano nacido en
esa consciencia, yo no había sido muy interesado por el tema social, político, cultural y económico
de mi país; pero, gracias a la revolución tecnológica que empezó en 1960 y la era de la
información, no pude seguir siendo un agente indiferente y sumiso en una realidad tan golpeada
históricamente, pero en la que habita gente tan capaz genéticamente; ¡Podemos ser unos
berracos! Por eso, desde hace unos años de tener mejor consciencia, le apuesto desde mi
individualidad como colombiano y como agente activo de la educación, a un cambio a través de
una nueva cultura dialógica. Una de las dificultades que siempre he tenido es el pensarme y
sentirme impotente al verme muy pequeño en un país de 47 millones de personas, y no poder
cambiar nada. Esto lo pensé hasta que supe el rol que desempeño como docente, como vecino,
amigo, hijo, hermano, novio, etc. Todas estas relaciones, unas más severamente que otras, han
estado en crisis. Indudablemente nuestra educación, agente de socialización, también está en
crisis, lo cual, desde otro punto de vista más práctico, puede verse como un estado de
transformación. Pienso que la necesidad de un cambio estructural de una educación que está
basada en una concepción industrializada y que ahora pide a gritos un cambio de orientación
debe comenzar desde uno mismo. Como lo dice Rodrigo Argüello (2005) en su texto “Entre la
espada y la palabra”, anteponerse al otro como un agente de diálogo, capaz de escuchar, asumir,
y reconocer, así como de debatir y defender una posición es lo que se necesita para aprender a
aprender y crear mejores condiciones. El diálogo provoca democracia, igualdad, consenso y
creatividad cuando se hace con una intencionalidad válida.

Entonces, apuesto a un mejor futuro desde mi práctica dialógica del presente con todas mis
relaciones. No es fácil ni cómodo cambiar algo que inconscientemente nos parece normal, pero
es necesario cuestionarnos una normalidad que está descontenta y que es disfuncional. Por eso,
hay que pararnos al frente del otro y escucharlo a pesar de sentir cierta emoción de desconfianza
y deseo de eliminar lo que dice como estrategia de supervivencia. Después de allí, debemos
asumir o debatir no olvidando que en frente mío hay un hermano, que tendrá un nivel de
consciencia el cual es fruto de la tensión social y política en la que hemos vivido. Sólo de esta
manera, podemos empezar a crear un ambiente que busque el consenso y escuche al otro para
dar el siguiente paso: El apoyar la causa del colectivo, que es crear un mejor país y un mejor
planeta.

“El diálogo es contagioso porque se basa en dar libertad al otro de ser lo que verdaderamente
es.”
BIBLIOGRAFÍA

- Arguello Guzman, R. (2005) Entre la espada y la palabra. Bogotá: Ambrosia Editores.

- García Márquez, G. (1994) Informe manifiesto: Por un país al alcance de los niños, El Tiempo.
Sacado de https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-179534

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