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El Porfiriato y la Revolución.

Dios y libertad

El siguiente reporte de lectura se hace a partir del artículo: Democracia y representación


política. La visión de dos periódicos católicos de fin de siglo, 1880-19101. Escrito por la Dra.
Erika Pani, egresada del Colegio de México y con ayuda del Instituto de
Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora.

Apenas se comienzan a leer las primeras líneas que intitulan el texto de la


doctora Pani, se sabe que el objetivo de la investigadora es el poder tener una
comprensión de la visión de los católicos sobre las disposiciones que el liberalismo
republicano implementó durante la construcción de una ideología en contra de
antiguo régimen monárquico. Pani, propone que, a la caída del Imperio de
Maximiliano de Habsburgo en 1867, la participación del partido conservador
estuvo ausente en lo referente a la política nacional que implementaría el régimen
republicano. Los conservadores no desaparecieron de la sociedad mexicana, lo que
dice la doctora Pani, es que este grupo se ocupó en atender asuntos económicos y
culturales, además de difundir los principios cristianos y, en hacer una crítica al
estado, desde afuera, o bien, manteniéndose apartados de los espacios en donde se
hablaba sobre política. De ahí que decidiera hacer un rescate de la mirada ausente
de los conservadores durante el periodo del régimen liberal.

Lo importante del texto de Pani, es que da cuenta de la dinámica como los


católicos se involucraron en los asuntos políticos y cómo fue que después de
parecer ajenos o desinteresados a las políticas del nuevo gobierno reformado por
los liberales, comenzaron a integrarse a la vida política desde la prensa con el

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Ericka Pani. Democracia y representación política. La visión de dos periódicos católicos de fin de siglo, 1880-
1910, en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicacionesdigital/libros/modernidad/05moc

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propósito de polemizar sobre temas referentes al sufragio efectivo y con la
intención de desenmascarar a los políticos porfiristas que incumplían con los
ideales republicanos y demócratas2.

La propuesta de la doctora se construye a partir de la revisión de las críticas


que los conservadores hicieron al régimen republicano y, de forma contundente
entre 1880 a 1910, contra el sistema electoral que asumían los liberales como el
más justo, por considerar el sufragio popular, o mejor decir, la voz del pueblo, la
forma más justa y primordial para elegir a los gobernantes. El aparente silencio del
grupo conservador en la prensa o su muerte como propone la doctora Pani desde
1867 de la política mexicana, fue roto a finales del siglo XIX y principios del XX
cuando en los periódicos La Voz y El Tiempo, vuelve a percibirse un interés en
hablar de la representatividad y la legalidad de las elecciones, así como, de las
políticas liberales de la presidencia de Manuel González y de Porfirio Díaz.

Fue después de 1867 que los conservadores comenzaron a llamarse


católicos. Si bien, antes de 1880 los católicos no interfirieron en la política del
régimen republicano, después de esa fecha, la prensa comenzó a ser portavoz de
su descontento. Hay que aclarar que cuando se refiere a los católicos en este texto
se alude a los dos grupos que publicaron en los periódicos La Voz y El Tiempo.
Sobre esto, Pani no explica a profundidad si las ideas que se presentaban en la
prensa por estos grupos eran reconocidas y aprobadas por otros católicos, ni a cuál
de las dos propuestas se le tenía mayor aprecio entre los círculos de la tradición
católica.

Por un lado, en El Tiempo proliferaron las ideas de los viejos conservadores


y por el otro, La Voz divulgaba el pensamiento católico, por decirlo de alguna
manera, de una nueva generación de conservadores que apoyaba el sistema

2
Ibíd., p. 155.

2
representativo y las elecciones. Años antes, la vieja generación de conservadores se
negó a formar parte de la lucha política, convirtiéndose en la guardia del
catolicismo que buscaba construir un mundo católico aparte de la vida política3. La
posición dogmática de este grupo desaprobaba la soberanía del pueblo, puesto que
decía que la potestad divina era la única vía que podía establecer un gobierno justo,
además del bien común. Durante la segunda mitad del siglo XIX, este grupo de
católicos se abstuvo de opinar en la política, sin embargo, al final esta postura
cambió y a finales del siglo, incluso la vieja tradición de conservadores aceptó la
necesidad de una democracia con la exclusividad de que consideraba que debía
estar fundada por los católicos.

Siguiendo la explicación que hace la investigadora, se puede pensar que la


visión de los católicos que se expone en ambos periódicos no era homogénea en
lo referente a las políticas del gobierno, como tampoco, lo fueron las propuestas
que los dos periódicos plantearon con el fin de controlar el sufragio que había sido
depositado al pueblo por los liberales a partir de la idea de soberanía popular. Si en
algo estaban de acuerdo estos dos grupos de católicos era en que el sufragio
popular no representaba la voluntad del pueblo. Los más recios al sufragio popular
pensaban que el voto debía quedar en manos de la razón, así que, por un lado, se
propuso que el sufragio fuera censatario mientras que había otros deseaban que
fuera plural.

Desde 1863, en la Asamblea de Notables, se concedió al pueblo la potestad


de representar la soberanía de la República. En un principio lo conservadores no
mostraron su malestar con dicha consigna, sin embargo, con el tiempo, esta
premisa comenzó a circular en los periódicos, se planteó que el voto del pueblo no
estaba facultado para juzgar a los candidatos que se posesionarían en la

3
Ibíd., p. 147.

3
gubernatura. Así que tanto el ala tradicionalista y los nuevos católicos, ofrecían una
propuesta para limitar el voto del pueblo, ya que ambos temían a la voluntad de las
masas. Según Pani, la idea que sostuvieron ambos grupos para no creer en la
soberanía de las masas fue pensar que tal responsabilidad debía quedar en manos
de una élite educada, sostenida en la sentencia de que“(…) la Ley no es la obra de
la voluntad, sino de razón”4. O bien, de acuerdo con los que aceptaban que el voto
fuera censatario, proponían que los católicos tenían que ser aquellos en quienes se
necesitaba depositar la confianza de elegir correctamente a los gobernantes, ya que
por naturaleza buscarían el bien común de los ciudadanos. Tales pensamientos no
eran otra cosa sino una respuesta al mal uso del sufragio popular que se le dio a
finales del siglo decimonónico.

Consideraciones finales

Sin duda, las cosas cambiaron en el ámbito religioso en cuanto las Leyes de
Reforma fueron puestas en marcha. Los conservadores perdieron el poder que les
concedía participar en asuntos que los liberales limitaron a la jurisdicción de las
Leyes civiles, lo cual anuló toda posibilidad de que la Iglesia tuviera la oportunidad
de ejercer su autoridad en ámbitos distintos a los religiosos. Pani no habla sobre
los motivos que empujaron al grupo católico a abstenerse de opinar sobre la
política pasando el año de1867. Por lo pronto, es posible pensar que la razón de
tal ausencia, se debió a su destierro y su nula autoridad en los asuntos políticos.
Cierto es que, las Leyes de Reforma y la aplicación de la Constitución de 1857 no
siempre se cumplieron en su totalidad, todo dependía de las disposiciones que cada
gobernante consideraba que eran oportunas implementar o, en su caso, poner en
desuso si creía que carecían de utilidad. Por ejemplo, durante el Porfiriato la
conciliación que Díaz hizo con la Iglesia trajo el descontento y ocasionó la crítica

4
Ibíd., p.151.

4
de algunos liberales que le reprochaban incumplir con las Leyes de Reforma al
pactar con los viejos enemigos de Juárez y del republicanismo.

La posición que tenían los conservadores durante el gobierno de Juárez


cambió durante el Porfiriato, pues el presidente Díaz no fue tan duro como lo
había sido antes Benito Juárez durante la secularización de la Iglesia del Estado,
parecía que una vez más los católicos podían recuperar una posición en la política
y que su opinión podía despertar los ánimos del pueblo. El problema es que Pani
no informa sobre si el descontento que generaba el sufragio popular y el fraude
electoral, además de la nula representatividad del pueblo como soberano de la
Nación, era compartido o al menos era un tema de interés entre otros grupos.
Tampoco explica quiénes eran los lectores de estos periódicos y si algún otro
miembro externo al grupo católico aceptaba las ideas que los dos periódicos
propusieron.

Sin duda el cuestionamiento sobre la eficacia del sufragio popular no era un


tema de menor importancia, me parece que Pani explica bien la mirada de los dos
grupos católicos ante la consolidación del Estado Liberal y lo que fue su percepción
de la representatividad del poder y las prácticas electorales.

Cabe resaltar como lo más interesante del artículo, el hecho de que los
católicos que escribieron para El Tiempo aprobaran el fraude electoral que encubría
la ilegitima y séptima relección de Díaz. Aquí Pani plantea que la aceptación
favorable de los conservadores veteranos ante tal suceso, se debió a que los
católicos preferían el orden y la prosperidad que les ofrecía el gobierno de Díaz.
Para sorpresa de muchos, los católicos apoyaron al tirano del régimen demócrata
liberal al que pasaron años reprochándole el quebrantar la validez del sufragio
popular como representante de la soberanía del pueblo.

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