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La construcción de caso como vía para formalizar la investigación en

psicoanálisis Susana Carollina Guzman

Resumen

Introducción

Freud plantea, en el documento Consejos al médico (1912), que la coincidencia de la investigación


con el tratamiento es, por supuesto, uno de los títulos de mayor gloria para la labor psicoanalítica, pero que
“la técnica que sirve al segundo se contrapone hasta cierto punto a la de la primera” (p. 114), luego entonces,
según precisa Freud, elaborar un caso, componer su edificio, reconstruir su estructura y pretender colegir su
marcha, no es lo mismo que dirigir la cura. Sin embargo, dicho autor deja claro que los vínculos y alternancias
entre ambas posiciones se tornan inevitables ya que la una resulta imposible sin la otra. Esta aseveración
freudiana es retomada posteriormente por Lacan (1974) cuando expresa que es imprescindible que el analista
sea al menos dos, el analista que tiene efectos y el analista que posteriormente teoriza dichos efectos. A partir
de lo anterior, Rubinstein (1997) formula que la noción de investigación coincide para Freud y, en términos
generales, para el psicoanálisis, con el empleo del método analítico; añadiendo que, a Sigmund Freud “en
diversas oportunidades se le hace necesario diferenciar el momento mismo del trabajo analítico (intervención
terapéutica) del momento de la
elaboración de saber sobre ella (investigación teórica), tal como lo hace en El porvenir de una ilusión de
1927” (p. 7-8).

I. Los fundamentos de la construcción de caso

La construcción de caso es una elaboración cuyo objetivo es dar cuenta, a través de la escritura de
un caso clínico, de la singularidad que se juega en el ser del paciente a partir de una explicación y una
argumentación teórica. Ello permite al analista formalizar una investigación realizada, con anterioridad, en
el espacio de su práctica clínica. Luego entonces, el concepto construcción aparece como una de las técnicas
con las que opera la cura psicoanalítica, es en 1937, en el documento Construcciones en el análisis, donde
Freud indica que los síntomas e inhibiciones del paciente son las consecuencias de las represiones de su
desarrollo temprano, es decir, son el sustituto de eso que ha olvidado. A partir de lo anterior, Freud define
que la construcción “es la reconquista de los recuerdos perdidos” (p. 260), de ello se desprende que “el
camino que parte de la construcción del analista debía culminar en el recuerdo del analizado” (p. 267). En
dicho texto se enfatiza la importancia que revisten las construcciones en el análisis, señalando la distancia
temporal que separa a la interpretación de la construcción y la condición que esta última representa para que
acaezca la primera, asunto que ya Freud señalaba, desde 1913, cuando decía que es preciso abstenerse de
realizar interpretaciones, es decir abstenerse de revelar el significado oculto de las ocurrencias del paciente,
“hasta que se haya establecido en el paciente una transferencia operativa” (Freud, 1913, p. 140)... “HASTA
QUE EL PACIENTE ESTÉ A PUNTO DE ADIVINARLAS”

Resulta comprensible, entonces, como para Freud la construcción convoca a la función del
analista, a diferencia de lo que ocurre con la noción lacaniana, en donde la construcción remite al acto
discursivo del analizante. Así lo precisan Álvarez y Canedo:

No sólo la del caso sino la construcción que tenía lugar en el análisis, estaba a cargo del analista se
trataba de restituir al analizante aquella parte que no alcanzaba a decir y que constituía el núcleo de
la represión originaria, sin embargo, para Lacan, la construcción está siempre del lado del analizante,
que debe elaborar ese núcleo, o más bien ese agujero, para poder ir más allá de la repetición. Y alcanza
su forma más acabada, más formalizada, más matematizada en la experiencia del pase (2005, p. 5).

Bajo esta lógica diríamos entonces, que se trata de que el analizante pueda, en su elaboración, ir más allá del
trauma, en tanto que lo QUE se repite, desde la intelección psicoanalítica, es el trauma. Al respecto, Novoa
(1988) asume la perspectiva freudiana, señalando que la construcción es un requisito indispensable para el
trabajo analítico y puntúa:

Es llenar las lagunas del paciente. Que el analista llene las lagunas que el analizante ofrece como
vacío, y sacarlo del camuflaje de las imágenes en que se oculta. Es poner en discurso la historicidad,
de la cual el sujeto se encuentra excluido. La inclusión se efectúa sobre los puntos silenciosos de su
propia novela, (p.83).

Por otro lado, es preciso señalar que la elaboración de una construcción de caso difiere de la fábrica de caso
(PODRÍA PENSARSE COMO LA DIFERENCIA ENTRE EL COMENTARIO DE CASOS Y EL
COMENTARIO CLÍNICO) puesto que en esta última quien la efectúa es una tercera persona (Cancina,
2005), es decir la fábrica de caso se realiza a partir del trabajo clínico que realizó otro analista o bien, ésta se
puede desarrollar sobre una producción o suceso perteneciente a un orden de conocimiento ajeno, en primera
instancia, al ámbito clínico. En cambio, la construcción de caso demanda que sea el analista, que ha dirigido
la cura, quien ponga en discurso, en otro tiempo, la historicidad del paciente. Se parte entonces, del haber
llevado un caso clínico, bajo la idea de que

Un caso es un caso si testimonia, y se lo hace de la incidencia lógica de un decir en el dispositivo de


la cura, y de su orientación hacia el tratamiento de un problema real, de un problema libidinal, de un
problema de goce. Si observamos esta gravitación de la lógica significante en el campo del goce
entonces podremos hablar del caso (Laurent, 2000, p. 3).

En la construcción del caso, el analista expone el trabajo realizado, en la situación analítica, “bajo
transferencia, mostrando la elaboración de saber que ha tocado su goce. La construcción parte del decir del
analizante, pero es el analista quien construye a partir de los significantes que han representado al sujeto en
el lugar del Otro” (Álvarez y Canedo, 2005, p. 5). Lo anterior desde la idea de que el término caso,

Apunta a la aprehensión en singular de la experiencia, entendida como una singular inscripción de


saber. Sin discurso no hay experiencia. Todos los casos del psicoanálisis son grandes casos. Esto no
impide que cada uno se vea causado por uno, o por el otro, y disponga hablar de ese. Pero cuando se
elije un caso ya deviene mi trabajo, mi caso, queda del lado del sujeto que toma la palabra (Zuberman,
2002, p. 3).

Así advertimos que la construcción del caso “transmite la particularidad de cada experiencia de
transferencia, desde el deseo de quien la expone, es decir el deseo del analista. El analista está entonces en
un primer plano y la construcción que hace testimonia de su posición” (Álvarez y Canedo, 2005, p. 5). Sin
embargo, la construcción de caso

No consiste ni en interpretar, ni en dar sentido. Está a medio camino entre la interpretación y la teoría,
ya que debe a la vez dar cuenta del acto del analista y de la teoría, anudando diferentes elementos
entre sí. Tiene que servir para transmitir lo que el analista ha aprendido del caso: su singularidad, su
particularidad en relación al saber constituido (Álvarez y Canedo, 2005, p. 5).

A este respecto Miller señala, en 1994, en el documento Marginalia de la construcción en el análisis (Citado
en Briole, 2002), que efectivamente, en análisis, es preciso este binomio interpretación- construcción, puesto
que mientras la interpretación abre un espacio, haciendo resonar, la construcción cierra tal espacio, anudando
diferentes elementos entre sí. Posteriormente, sobre lo que en el análisis es una construcción de saber, Miller
señala:

En relación a la interpretación, los fragmentos –es así como Freud lo presenta-, los destellos de
verdad, son elevados a saber, se hace una construcción por parte del analista. Freud piensa que esta
construcción debe comunicarse al paciente cuando convenga. En eso se distingue de Lacan, en el
acto. Por parte del analizante el término construcción también se impone. Se habla de construcción
del fantasma fundamental. Ello indica que el fantasma fundamental es una construcción. No se trata
de saber en lo real. Si el fantasma fundamental es una construcción, como Lacan siempre dijo desde
que introdujo el término, ¿qué tiene de sorprendente que el pase, en tanto que atravesamiento del
fantasma fundamental, sea también una construcción? Es una construcción de saber a partir de efectos
de verdad, una construcción ordenada por un efecto escogido como mayor o que se impone (Miller,
2001, p. 19).

II. Sobre las motivaciones para escribir un


caso
¿Qué lleva a escribir un caso?, en primer término se diría que una especie de llamado que apela al
deseo de quien fungió, en un primer tiempo, como analista. Se trata de dar cuenta de un punto en el que arriba
la sorpresa, del cual emerge, a posteriori, una construcción de saber. Punto en el que, quien escribe además
de dar cuenta de la construcción del mito del paciente, da cuenta de un eje que incumbe a su ser. Aunado a
lo anterior, la escritura de un caso resulta posible a partir del deseo de plantear una interrogante que se dirige
a la teoría psicoanalítica, “en el estado de desarrollo en que se encuentra en ese analista y en ese momento,
y en función de la incidencia de que esa teoría no puede ser totalizada jamás” (Ruiz, 2000, p. 6).

III. Funciones y generalidades de un


caso

La escritura de un caso, según señala García (2002), cumple con dos funciones diferentes. En
primer término explica un caso, es decir, explica la particularidad de un sujeto, la singularidad de sus actos.
En
segundo término explica una teoría, desde esta función ya no se explica un caso, por el contrario, lo que se
dice del caso es utilizado únicamente con el objetivo de sustentar una teoría.

Además de lo anterior, añade García (2002), la escritura de un caso clínico obedece a ciertas
generalidades que le permiten diferenciarse de una producción hecha desde otro ámbito de saber. Así pues,
la construcción de caso en primer lugar, responde a un para qué, es decir, su escritura tiene una justificación
que permite dar cuenta de la relevancia que asume el mostrar la reconstrucción de un saber sobre una
particularidad. En segundo lugar, la construcción de caso habrá de estar sustentada en una vertiente de la
disciplina psicoanalítica, así podrá seguir la teoría que se propone y estar bajo el cobijo de los fundamentos
conceptuales del campo de saber en qué se inscribe. En tercer lugar, el caso habrá de ser titulado, quedando
entonces bajo la representación de su nombre, la cual aludirá a una cadena significante.

IV. Operatividad y rasgos del


caso

La escritura de un caso debe atender a tiempos lógicos y no a tiempos cronológicos, (Ruiz, 2000),
es decir, un caso debe escribirse de acuerdo a una ilación que permita dar cuenta de una construcción lógica
sobre el ser del paciente. Bajo este argumento, Ruiz (2000) señala que los rasgos que un caso debe contemplar
son:1. Economía del relato, puesto que no habrá de escribirse más que aquello que tenga

pertinencia para explicar una construcción


particular.
2. Complejidad y obstáculos planteados a la teoría. En este sentido, un caso cobra relevancia
en la medida en que permita interrogar o volver a interrogar un aspecto teórico que ante
determinada singularidad se torna complejo, por lo menos a primera instancia.

3. Está inscrito en la simbólica del don, en el don de la falta, pues su escritura se dirige a otros
semejantes a los cuales se pretende transmitir la construcción de un saber a partir de una
práctica regulada en la supervisión.

4. Ordenamiento temporal formalizado desde la transferencia y afectado por los tiempos de


la estructura. Es decir, un caso no se escribe atendiendo a una secuencia biográfica, si no a la
lógica de la situación analítica.

5. Está sometido a la reescritura por hallarse bajo el intento de no ceder en el deseo, se trata
de una renuncia de la novedad y al mismo tiempo de una manifestación del necesario retorno
a lo aún no escrito, en tanto que el caso es solo una conclusión temporal, más no es una
totalidad acabada.

6. Es una búsqueda de lo real de la letra, un trabajo de renuncia a contar la historia y, al


mismo tiempo, es una ruptura de la apariencia y de lo bello en la pretensión de ir más allá. No
se trata de escribir una novela, en sentido literario, cuando mucho se trata de reescribir la
elaboración de un mito personal, de un paciente, lo que no implica belleza alguna, pues
dicho mito remite a un trauma psíquico ajeno por demás a la belleza.

7. Poner en acto la ficción de olvidar que su acto es ser causa de este proceso de escritura
justamente para poder escribirlo e intentar, nuevamente, el encuentro con lo real del caso. Es
una ilusión en la que quien escribe, parece dejar de lado que, está en primer plano de la
escritura.

8. Hay una doble renuncia a escribir todo el caso y el caso como un todo, ya que éste se halla
limitado en dos vertientes: lo irrealizable de la tarea y lo inadmisible socialmente. Se alude
entonces a la imposibilidad del sujeto que escribe para asir una totalidad y además a las
consecuencias no éticas de que un tercero reconozca al sujeto del cual se ha escrito. Luego
entonces, en la escritura de un caso se atiende a la ética profesional, a la confidencialidad de
la información y se cuida que el sujeto de quien se escribe no sea identificado ni identificable.

Luego entonces, en la construcción de caso, la escritura del mismo, “es más bien un ejercicio de abstinencia
y despojamiento en el que opera la ficción: poner a trabajar la ficción de que la escritura del caso es posible
y la fixión, como fijación, insistencia en que esa escritura tenga consecuencias” (Ruiz, 2000, p. 7).
V. Articulación del
Caso

El ordenamiento de un caso, según Bassols, “enseña cómo se articulan tres vertientes que nunca
coinciden” (2002, p. 2). Por su parte Ruíz (2000) señala que, dichas vertientes se denominan planos
temporales. A partir de la lectura de ambos planteamientos se puede argüir que la construcción de un caso
obedece a las siguientes temporalidades:

1. El tiempo de la oralidad, que sería el tiempo de la experiencia clínica.

2. El tiempo de la narración, en el que se construye el caso como tal, que además es un tiempo
en el que ya ha finalizado el análisis y que por tanto implica que la escritura del caso es una
reescritura.

3. El tiempo narrado, que es el tiempo de la exposición y de la presentación del caso.

En lo concerniente al ejercicio de articulación del caso, Ruiz expresa lo


siguiente:

La escritura del caso ya no es un ejercicio especular donde el analista cuenta una historia con afectada
ingenuidad, para enseguida mostrar la carta que guardaba desde el principio bajo la manga: se trata
de una apuesta. Riesgo de escribir sin saber hacia adonde eso conduce: que el tiempo de la narración
sea posterior al tiempo del tratamiento implica que la escritura del caso es ya una rescritura (2000, p.
4-5).
VI. Sobre la presentación de
casos

La lógica que fundamenta la escritura de un caso clínico, en la modalidad de construcción de caso,


es la misma que habrá de estar presente en la línea discursiva que se siga durante la presentación o exposición
de dicho caso. Así, en el documento El relato de casos, García (2002) señala que la presentación que se haga
al respecto de un caso clínico, habrá de estar enmarcada por los siguientes puntos:

1. Realizarse dentro de una dialéctica de interpolaciones y extrapolaciones, así pues, la


presentación de un caso se sitúa en las particularidades del mismo y, en un segundo tiempo,
permite realizar o bien analizar una serie de generalidades.

2. Se cuenta un caso clínico y los ejes en el que se le delimitan, pero esto no se hace como si
se contara una narrativa literaria de aire novelístico.

3. Atender a la retroactividad, tal como el sueño, que es una doble inversión tanto temporal
como espacial. Es decir, hay dos tiempos, el tiempo durante el que acontece el caso, y el
tiempo posterior en el que este se le enuncia como caso y cada una de estas voces habrá de
quedar diferenciada de la otra al momento de presentar un caso, se diverge lo que se dijo en
la situación analítica de lo que se enuncia con respecto a ella.

4. Contempla límites e historización, puesto que de la misma forma que en su construcción,


un caso no puede revelar todo acerca del goce de un sujeto, pues no se debe apuntar a su
reconocimiento por parte de un tercero.

5. Se ofrece una exhaustiva comprensión del caso del paciente, sin que ello implique que se
divague en pormenores sin importancia. Esta es la forma del modelo Jasperiano que Lacan
retoma y aplica en su construcción del caso Aimée (1932), mismo que es reconocido como la
única construcción de caso que Lacan realiza a lo largo de su obra.

6. Debe atender a un horizonte de expectativa, en el que la línea argumentativa no se pierda,


puesto que en algunas ocasiones se pierde la voz de quien presenta y sólo se escucha, a través
de éste, la voz de un teórico que por supuesto no sustituye la voz del decir del analista y mucho
menos la voz del decir del analizante. Así pues, se debe cuidar el hecho de que ser un
entendido en Freud, Lacan o cualquier otro, no significa ser un entendido en la particularidad.

Conclusió
n

La situación analítica permite, a posteriori, una serie de reflexiones y construcciones en torno a lo


que ocurre en la experiencia de la cura, dentro de ello se enmarca la posibilidad de realizar una construcción
de caso que permita dar cuenta de un saber emanado tras una práctica clínica. Sin embrago, tal como señalan
Varela y Zalazar (2007), es sólo en ciertas ocasiones que un analista logra advertir en dicho encuentro la
singularidad del sujeto.
Por otro lado, no hay ni habrá un modelo fijo o una fórmula estricta que deba seguirse para la
construcción de caso, pues de lo que se trata aquí, es precisamente que tanto la situación analítica y el saber
que de ella emane atiendan rigurosamente a la particularidad, a la singularidad del sujeto y a la subjetividad
en la que se inscribe su ser. No obstante, lo anterior no implica que pueda incurrirse en una falta de precisión
y rigurosidad, pues la construcción de caso habrá de estar enmarcada por las directrices que señalan la teoría
y la práctica psicoanalítica; mismas que a su vez se ubican en relación a una posición especifica con respecto
a la ética del deseo del analista. Por tal motivo, la construcción de caso no es un asunto que pueda concluirse
en el sentido de una totalidad a la que acaece su fin, sin embargo, si es posible atender a ciertas pautas y
precisiones que viabilicen y fundamenten dicha elaboración, este ha sido el objetivo del presente documento.
Se finaliza esta argumentación aludiendo a la precisión lacaniana de que
El progreso de Freud, su descubrimiento, está en su manera de estudiar un caso en su singularidad.
¿Qué quiere decir estudiarlo en su singularidad? Quiere decir que esencialmente, para él, el interés,
la esencia, el fundamento, la dimensión propia del análisis, es la reintegración por parte del sujeto de
su historia hasta sus últimos límites sensibles, es decir hasta una dimensión que supera ampliamente
los límites individuales. Lo que hemos hecho juntos, durante estos últimos años, es fundar, deducir,
demostrar esto en mil puntos textuales de Freud (Citado en Gallo, 2005, p.4).

Es por ello, que según Gallo, el estudio de caso, y se arguye aquí, su construcción, “es desde Freud la vía
que utiliza el psicoanálisis para constituirse y resignificarse como una disciplina” (2005, p. 5), aseveración
que dicho autor fundamenta en la enunciación lacaniana al respecto de que el psicoanálisis es una práctica
subordinada, desde sus más profundos argumentos, a lo más particular del sujeto, en tanto que Freud centra
en ello la disciplina, hasta el punto mismo de decir que la ciencia analítica precisa “volver a ponerse en tela
de juicio en el análisis de cada caso” (Citado en Gallo, 2005, p.5).

Referencia
s

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