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PRIMER DOMINGO DE PASCUA

Hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos. - Hch 10, 34a. 37-43

Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. - Sal 117 R.

Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo. - Col 3, 1-4

Él había de resucitar de entre los muertos. - Jn 20, 1-9

I. EL SEPULCRO ABIERTO Y VACÍO (20,1-10)

Sobre el sepulcro encontrado abierto y vacío al amanecer del primer día de la semana, existen cuatro tradiciones
diferentes. Sin embargo, Mateo, Marcos y Lucas coinciden en ciertos datos comunes que permiten un estudio
comparativo de las tradiciones sinópticas (Mc 16,1-8; Mt 28,1-8.11-15; Lc 24,1-12). Juan, en cambio, camina aparte.

1. MARÍA LA MAGDALENA ENCUENTRA EL SEPULCRO ABIERTO Y VACÍO (20,1-2)

20,1Ahora bien, el primer día de la semana, María la Magdalena va de mañana,


habiendo todavía oscuridad, al sepulcro, y ve la piedra quitada.
2Corre, pues, y viene a Simón Pedro y al otro discípulo, a quien Jesús amaba,
y les dice: “Quitaron al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo pusieron”.

Los cuatro evangelistas concuerdan en colocar en el primer día de la semana, el domingo, la ida de las mujeres al
sepulcro, pero sus expresiones varían al precisar el momento. Mateo dice “a la aurora”; Marcos, “muy de
madrugada”, y con cierta incongruencia añade luego “habiendo salido el sol”; Lucas escribe “muy de mañana”, y
Juan, “de mañana, habiendo todavía oscuridad”. Sea lo que fuere, es en los primeros momentos del día cuando las
mujeres se dirigen al sepulcro.

¿Quiénes son estas mujeres? Mateo nombra dos: “María la Magdalena” y “la otra María”. Marcos habla de tres:
“María la Magdalena, María madre de Santiago y Salomé”. Lucas aumenta el grupo agregando a “Juana y las demás
que estaban con ellas”.Juan presenta sólo a “María la Magdalena”, a quien se le manifestará Jesús momentos
después.

La finalidad que las lleva al sepulcro es diferente según cada tradición: en Marcos y Lucas van con el objeto de ungir
a Jesús; en Mateo, que ha colocado una guardia de soldados que custodian el sepulcro, sólo pretenden ver la tumba;
en Juan, que ha descrito el amortajamiento de Jesús utilizando cien libras de mirra y áloe, María la Magdalena debe
ir sólo a visitar el sepulcro.

Como se ve, las cuatro tradiciones evangélicas convergen en lo sustancial de la visita al sepulcro el domingo por la
mañana, pero en los detalles difieren, de tal manera que nunca se podrá precisar la realidad histórica en sus
menores circunstancias.

De preferir alguna tradición, nos inclinamos por la de Mateo-Juan, pues no es verosímil que las mujeres hayan ido,
como personas privadas, a abrir el sepulcro sellado y ungir el cuerpo de Jesús un día y dos noches después de su
muerte.

La tradición de Juan no sabe de terremoto, ni del ángel de Mateo, ni del joven de Marcos, ni de los varones de Lucas
que anuncian a las mujeres la resurrección de Jesús. María la Magdalena encuentra el sepulcro abierto y vacío, e
inmediatamente, sin visión de ángeles, lleva la inquietante noticia a Simón Pedro y al discípulo a quien Jesús amaba.
Nótese que el plural “no sabemos” de la Magdalena descubre la compañía de otras mujeres, de las que hablan los
sinópticos.
2. PEDRO Y EL OTRO DISCÍPULO VAN AL SEPULCRO (vv. 3-10)

3Salieron, pues, Pedro y el otro discípulo y caminaban al sepulcro. 4Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo
corrió adelante, más rápidamente que Pedro, y llegó primero al sepulcro. 5Y, habiéndose inclinado, ve las vendas
en el suelo; sin embargo, no entró.

Aparece aquí el estilo propio del evangelista Juan: a Pedro le antepone su nombre propio de “Simón” (18,10.15.25),
y presenta al otro discípulo, a quien Jesús amaba, el cual con mucha probabilidad, según la tradición antigua, se
identifica con el apóstol Juan (1,37.40; 13,13; 18,15; 19,26; 21,7.20). Estamos ante un relato auténticamente
juanino: la narración de un hecho histórico, pero contemplado y descrito desde una perspectiva densamente
teológica.

Los que van a ser testigos del sepulcro vacío son Pedro y el otro discípulo, los cuales jugarán un papel importante en
la Iglesia primitiva (Hch 3,1; 4,13; 8,14). Así, la certeza de la tumba vacía no reposará únicamente sobre el testimonio
de las mujeres piadosas, sino sobre la autoridad de los dos apóstoles más calificados.

“Corrían los dos”. No era posible actuar con lentitud, pues se trataba de un asunto de trascendencia. El “otro
discípulo” corrió mas rápidamente que Pedro, llegó al sepulcro, se inclinó y vio las vendas en el suelo, pero no entró.

6Llega luego también Simón Pedro, siguiéndolo, y entró en el sepulcro; y ve las vendas en el suelo, 7y el sudario,
que estaba sobre su cabeza, no en el suelo con las vendas, sino aparte, doblado, en un lugar. 8Entonces entró
también el otro discípulo, que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó. 9Pues todavía no conocían la
Escritura, que era preciso que resucitara de entre los muertos.

Llegó Pedro y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo y el sudario, doblado, en un lugar aparte. Entró luego el
otro discípulo, y vio y creyó.

Encontramos aquí, descritas con un lenguaje plástico, las fisonomías de Pedro y de Juan. Nuevamente en este caso,
Juan aventaja a Pedro en el acercamiento al Maestro, lo cual supone intimidad y penetración en el conocimiento; en
la cena, Juan estuvo al lado de Jesús y Pedro tuvo que acudir a él para conocer los secretos del Maestro (13,14-15), y,
en el mar de Tiberías, Pedro se lanza al mar para llegar a Jesús, pero será gracias a que Juan le dice: “Es el Señor”
(21,7).

Aquí, Juan llega primero, ve y cree. Cree que el Señor, rompiendo las ataduras de la muerte, ha resucitado, y como
“signo” de que así ha sido allí están las vendas y el sudario doblado, en un sitio aparte. Este detalle excluye con
fuerza la posibilidad de un robo.

Mientras que los evangelios sinópticos mencionan la “sábana” (sindón) en la que fue envuelto el cuerpo de Jesús,
Juan, por su parte, habla de las “vendas” con que ligaron el cuerpo y del “sudario” que estaba sobre la cabeza de
Jesús. El sudario servía para recoger o secar el sudor. ¿La “sábana” (sindón) de los sinópticos se identificará con el
“sudario” mencionado por Juan? O bien, aparte de la sábana y de las vendas, ¿el sudario habrá sido un tercer
elemento en el amortajamiento de Jesús? La pregunta permanece abierta.

La preeminencia de la fe del discípulo predilecto es el clímax del relato. Su fe no ha nacido de las Escrituras, sino de
la vista de la tumba milagrosamente abierta y vacía. Y este fenómeno ha iluminado su mente y le ha hecho
comprender las palabras enigmáticas de Jesús y los antiguos oráculos (Sal 16,10; Jn 2,19-22; 10,18; 16,16; Hch 2,24;
13,35). De ahí la reflexión de Juan: “Todavía no conocían la Escritura: que era preciso que resucitara de entre los
muertos”. El verbo “conocían” tiene el sentido fuerte de comprender el sentido profundo y escondido de las
Escrituras, y el “era preciso” descubre que la resurrección de Jesús entraba en el plan salvífico de Dios.

El otro discípulo, Juan, mira, pero no entra en el sepulcro; intencionadamente, deja el lugar a Simón, porque, para el
evangelista, Simón no es sólo el antiguo compañero de trabajo (Lc 5,10), ni únicamente un compañero de vocación
(Mc 1,16-19), sino que es un personaje a quien Jesús constituyó “roca”, fundamento y jefe del grupo apostólico,
cuando le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan; tu serás Kefás, que quiere decir ‘roca’” (1,32; cf. 6,68; 13,6ss; 13,36ss).

10Se marcharon, pues, de nuevo los discípulos a su casa.

Habiendo comprobado todo, Pedro y Juan regresaron a su casa. Para el evangelista, el hecho del sepulcro abierto y
vacío es de gran importancia. Cuando los dos apóstoles corrieron al sepulcro, no pensaban en la resurrección. Al
regresar a casa, Juan volvió creyendo que Jesús había resucitado. Su fe brotó a la vista del sepulcro vacío, y luego
comprendió la Escritura.

NOTAS

I. VISITA DE LOS DISCÍPULOS A LA TUMBA ABIERTA Y VACÍA

La tradición de una visita de los apóstoles al sepulcro ha sido conservada también por Lucas: “Fueron también
algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no lo vieron” (24,24). Y
en otro lugar escribe expresamente: “Pedro, habiéndose levantado, corrió al sepulcro y, habiéndose inclinado, ve
sólo las vendas. Y regresó a su casa, maravillado de lo sucedido” (Lc 24,12). Este último versículo de Lucas falta en el
códice de Beza (siglo VI) y en algunas versiones antiguas latinas y siríacas, pero existe en el papiro 75 (siglo III) y en
códices importantes, como el Sinaítico (siglo IV), Vaticano (siglo IV), Alejandrino (siglo V), y en versiones antiguas
latinas, siríacas, coptas, armenias, etc., por lo cual es prudente retenerlo como auténtico.

El parentesco de este texto lucano con el relato de Juan es evidente. ¿Cómo explicarlo? Lucas no depende de Juan,
pues sería inexplicable haber omitido la compañía del discípulo predilecto. Probablemente, Lucas y Juan conocen
una fuente común. Lucas la transmite con la sobriedad con que la encuentra, en tanto que Juan la completa,
precisando que Pedro iba con el discípulo amado de Jesús, y redacta el relato teológico que hemos examinado.

Muy probablemente, no sólo fueron Pedro y Juan, sino otros discípulos, como se puede inferir de Lc 24,24.

II. LOS RELATOS EVANGÉLICOS SOBRE EL “SEPULCRO ABIERTO Y VACÍO”

No es éste el lugar para estudiar los otros relatos evangélicos sobre el “sepulcro vacío” que, coincidiendo en lo
esencial, difieren mucho en los detalles. Sin embargo, suponiéndolos, queremos sintetizar conclusiones probables.

LA POSIBLE REALIDAD HISTÓRICA

La tradición conservada por Lc 24,12, y transmitida por Jn 20,3-10 con un desarrollo teológico, puede ser una
tradición arcaica y primitiva, anterior a la tradición misma de Marcos y de Lucas y, por supuesto, a la de Mateo. En su
realidad histórica, los sucesos de la mañana de la resurrección pudieron verificarse de esta forma:

1. María la Magdalena, acompañada de otras mujeres, va por la mañana al sepulcro.

2. Lo encuentran abierto y vacío.

3. Regresan y dan aviso a Pedro y a los demás.

4. Pedro y Juan, con algunos discípulos más, corren al sepulcro.

5. Constatan que el sepulcro está vacío, pero allí están las vendas y el sudario doblado. No ha podido ser un robo.

6. Pedro regresa maravillado por lo sucedido. No comprende nada todavía. Juan dice haber creído: cree que Jesús ha
resucitado. Su fe brota a la vista del sepulcro milagrosamente abierto y vacío, de las vendas y del sudario doblado.

7. Momentos más tarde, cuando Jesús comienza a manifestarse, se soluciona el enigma: ¡sí, no cabe duda, Jesús ha
resucitado!

IV. PRESENTACIÓN TEOLÓGICA DEL MISTERIO

La resurrección de Cristo es un punto central y básico de la fe cristiana, y hablar de este misterio en términos
adecuados no es fácil, porque no se trata del retorno a la misma vida de antes. El paso de Jesús a la gloria del Padre y
su establecimiento en el nuevo mundo ultraterreno es un acontecimiento real, pero de orden sobrenatural y divino,
que escapa a la experiencia sensible y supera los límites del entendimiento. Nadie lo puede describir, porque nadie
lo pudo ver. Sólo se pueden constatar los efectos exteriores: el sepulcro vacío, el sudario y las vendas, y las
apariciones. A la vista de la tumba vacía y al contacto existencial con el Resucitado nació la fe de los apóstoles.
Pues bien, una vez que los cristianos de la primera hora tomaron conciencia, a la luz del Espíritu Santo, de lo que
significó la resurrección del Señor, comenzaron a presentar ese misterio inefable con el ropaje literario más
adecuado según la mentalidad bíblica, o sea, con rasgos de midrash, cada uno según su genio y según sus
intenciones doctrinales. Así nacieron las diferentes tradiciones evangélicas, que concuerdan en lo sustancial y
divergen mucho en los detalles accidentales.

– Juan nos ofrece una versión sobria que responde a la realidad histórica, pero insiste ya en sus propios puntos de
vista teológicos. Por eso, sólo menciona a María la Magdalena, a Simón Pedro y al otro discípulo, a quien Jesús
amaba.

– Marcos crea el joven de vestido blanco sentado dentro del sepulcro, que proclama a las mujeres la gran noticia:
“¡Ha resucitado! No está aquí. ¡He aquí el lugar donde lo pusieron!”.

– Lucas prefiere presentar dos varones de vestiduras resplandecientes, que comunican a las mujeres el paso de
Jesús a una vida nueva. Él es “el Viviente” porque es la fuente misma de la vida.

– Mateo, finalmente, quiere ilustrar con imágenes vigorosas la realidad inefable y acude a fenómenos cósmicos y a
la aparición del ángel del Señor, que abre el sepulcro y, sentado en su cátedra de piedra, proclama el kerygma de la
resurrección.

De esta forma, cada evangelista, guiado por el Espíritu Santo y según su genio personal, ha transmitido para los
creyentes de todos los tiempos el anuncio glorioso: ¡Jesús ha resucitado!

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