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Un marco paradigmático para la teoría del trabajo social para la práctica de principios del siglo XXI

Este artículo explora si los paradigmas para el trabajo social que ayudaron a estructurar y enfocar
la teoría del trabajo social a fines del siglo 20 pueden continuar informando la teoría del trabajo
social en la actualidad. La cuestión se analiza al revisar el trabajo de Burrell y Morgan (1979), Howe
(1987), Whittington y Holland (1985), Johnson et al., 1984 (citado en Rojek, 1986) y Mulally (1993)
quienes ofrecen consideraciones específicas. de los marcos de paradigmas. El principal argumento
desarrollado en la discusión es que, si bien la naturaleza y la orientación de las teorías en
paradigmas de finales del siglo XX a principios del siglo XXI son más diversas y complejas, el valor
de un paradigma como marco de la teoría para la práctica persiste. Pero para que un marco
paradigmático tenga influencia, hay algunos requisitos esenciales. Estos incluyen la necesidad de:
enfatizar más la importancia del contexto local en las condiciones globales; ampliar el alcance de
la teoría más allá de la predisposición a las ideas dominadas "occidentales"; lo cual incluye espacio
para ciertas constantes en el trabajo social y reconozca el papel de la reflexividad crítica en la
teoría activadora (o teoría de activación). Se enfatiza la necesidad de incrementar los estudios de
investigación globales y locales que prueben e interroguen sistemáticamente la gama de teorías y
prácticas de trabajo social para el progreso de este proyecto.

En el siglo XXI, si consideramos el uso de paradigmas como un proceso continuo y evolutivo (ver
Kelly et al., 2018), entonces se puede defender su uso. Los paradigmas para la práctica no deben
verse como "guías de práctica" positivistas. En su lugar, ofrecen andamios alrededor de los cuales
hacer preguntas, plantear desafíos y adaptarse y desarrollarse para momentos, espacios y lugares
específicos. Como marco, no es algo que se "aplique", sino más bien algo que debe ser extendido,
adaptado y revisado según sea necesario por profesionales creativos e inteligentes, usuarios de
servicios, educadores y responsables de políticas en todo el mundo. Al hacerlo, este artículo
concluye que un marco de paradigma puede respaldar un diálogo continuo sobre cómo
entendemos el propósito y la orientación del trabajo social, teniendo en cuenta que, por su
naturaleza, el trabajo social siempre ha sido contradictorio, discutido y ambivalente en relación a
la conexión de las ideas y la teoría a la práctica y la acción.

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