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Martín Laco

Tecnología y Culrura I
Docente: Karina Acosta
CLAEH – Licenciatura en Gestión Cultural

Documentos y sentimientos

Central do Brasil nos involucra en un mundo que aunque cercano en tiempo (1998) y en
espacio (Brasil) expone situaciones que muchas veces nos son ajenas. Resulta peculiar que la
historia de película dependa en muchos momentos de la escritura, un acto que tenemos naturalizado
pero lejos está de ser natural. Desde el comienzo vemos cómo Dora, una docente retirada, tiene un
negocio en la estación de trenes: cobra un real por escribir cartas. Este negocio puede existir
justamente porque un número importante de personas carecen de esa habilidad.

Si bien la escritura es relativamente reciente en referencia a la historia de la humanidad, hoy


en día nos resulta sospresivo ver cómo existen personas que aún no acceden a leer y escribir. La
película retrata un alto grado de analfabetismo en distintas zonas de Brasil. Dora pertenece en
muchos casos a la misma clase social que las personas que requieren de su servicio pero su
capacidad de leer y producir textos la diferencia. En la estación central notamos cómo todas las
personas se comunican oralmente pero muchos no saben escribir. Es aquí que podemos observar el
contraste que Ong menciona entre el habla -oral y natural- con la escritura: “Por contraste con el
habla natural, oral, la escritura es completamente artificial” (Ong, 1982, p. 84). Todos hablan y se
comunican porque aprendieron a hablar inconscientemente. La comunicación oral se aprende por el
mero hecho de vivir en sociedad (siempre y cuando no existan limitaciones fisiológicas o
psicológicas). Pero si no nos enseñan a escribir somos incapaces de hacerlo.

Dora es una escribiente o escriba, un rol que Henri-Jean Martin (1995) señala como
poseedor de “un poder considerable” (p. 26) desde los comienzos de la escritura. El poder de Dora
es por demás claro: en primer lugar, las personas le confían situaciones privadas (aunque resulte
inevitable mantener la privacidad en esta situación). Los testimonios que observamos van desde una
mujer escribiéndole a un ser querido que está en la cárcel hasta las que Ana le “escribe” al padre de
Josué. Lejos de las palabras habladas que siempre están acompañadas por un contexto que es mucho
más completo y complejo que el verbal, “las palabras se encuentran solas en un texto” y además, “el
que produce el enunciado por escrito también está solo” (Ong, 1982, p. 84). En la situación en la
que se encuentra Dora, el solipsismo de la textualidad que nos plantea Ong no es tan fácil de
discernir. Si bien Ong sostiene que el que compone un enunciado está solo al escribirlo, Dora en su
trabajo -en cierta forma- escribe junto con aquellos que se sientan con ella. Es más, se puede
advertir cómo Dora en algunos momentos los ayuda a encontrar las palabras apropiadas, por
ejemplo “embriagado”. Sin embargo, resulta más fácil ver cómo entre ellos sí se produce esa
articulación hablada que indica Ong (1982) entre “una persona real y con vida a otra persona real y
con vida” (p. 102). En estas situaciones la interacción oral entre personas reales en un momento
específico no se da entre el emisor y el destinatario del mensaje sino entre el emisor y Dora que
debe llevar ese mensaje al papel.

Inclusive, el poder que Dora posee se manifiesta cuando ingresamos en su casa. Su


capacidad para escribir y luego decidir si enviar una carta de otra persona o no es clara evidencia de
dicho poder. Asimismo, desde que la película comienza podemos escuchar que muchos mensajes
son trascendentales para quienes le pagaron para que escribiera y enviara la carta. Ella es consciente
de ese poder y en cierta forma se atribuye una condición de deidad: Dora, junto a su amiga Irene, se
pone a leer y a juzgar a las personas y las distintas situaciones (algunas extremadamente
importantes y otras más mundanas). Según ella lo crea conveniente, envía las cartas, las rompe o las
guarda en un cajón. La decisión de encajonar las cartas es éticamente cuestionable, como otras
decisiones que toma Dora en distintos momentos de la película (pincipalmente antes de establecer el
vínculo cercano con Josué). Es aquí que vemos claramente cuando Irene denomina a dicho cajón
como el “purgatorio”, ya que evidentemente cumple esa función para Dora.

En el caso de Josué vemos cómo el poder y valor simbólico de una de una carta puede
existir incluso hasta para el que no sabe leer. Luego de perder a su madre, Josué le reclama a Dora
en repetidas ocasiones que le devuelva la carta. Además del valor simbólico que posee, la carta
también se ve claramente como una tecnología, ya que es una forma de comunicación artificial que
requiere de mecanismos -como por ejemplo el correo- para hacer llegar el mensaje. También es
relevante señalar que lejos de ser una crítica a la escritura, Ong sostiene que su artificialidad no le
quita valor, al contrario. Los inventos y creaciones del hombre son siempre artificiales pero los
natiralizamos a medida que los incorporamos a nuestra vida cotidiana. Por otra parte, en este valor
simbólico reside otra capacidad de la escritura que Walter Ong menciona: las palabras de Ana
quedaron escritas y que el mensaje se comunique ya no depende de “si el autor está vivo o no”
(p.103). A diferencia de la producción oral que puede ser únicamente realizada por las personas que
están vivas, el texto es independiente de esta condición.

El renacer de Dora como escriba nace del ingenio de Josué. En la feria de Rio las cartas no
son solamente destinadas a otras personas sino que también a los dioses, como grita Josué para
prmocionar el stand y juntar dinero para comer. Esta implicancia también refiere mucho al origen de
la escritura, ya que como Henri-Jean Martin en su artículo “La Clava del Poder” los primeros
escritos realizados en el Lejano Oriente “tenían por objeto facilitar la comunicación con los dioses”.

Cerca del final de la película vemos como la capacidad de Dora para leer la carta del padre
es determinante para los hermanos de Josué; para ellos esa carta tenía información sobre su padre, y
no poder leerla les impedía conocer lo que su padre quería comunicar. Jesús también había acudido
a un escriba para comunicarse con Ana seis meses atrás. Otra cualidad que posee la escritura como
tecnología emerge aquí: la de la escritura como documento. La carta que aún no han podido leer
guarda información que es crucial para los tres hermanos, ya que de ella y de su significado
depende su esperanza. Sin una persona capaz de decodificar ese mensaje, el mismo hubiera
permanecido oculto. Es más, nunca sabremos si la carta menciona a Josué o no, y aquí volvemos a
ver cómo se manifiesta el poder que tiene Dora frente a Josué: la ilusión de Josué depende de
escuchar su nombre en esa carta o no. Ong también menciona la necesidad se realizar un análisis
mucho más exhaustivo sobre los textos porque los textos están allí “sin ademanes, sin expresión
facial, sin entonación” (Ong, 1982, p. 105). En esta situación observamos lo que nos dice Ong: “el
discurso escrito está separado de su autor” (p.81). Luego de escuchar la lectura de Dora, no hay
manera alguna de cuestionar al escritor porque el que creó la carta no está allí. Lo que vemos entre
Josué y sus hermanos son interpretaciones sobre lo que su padre dijo en la carta. (Ong)

Y el final también nos muestra cómo Dora le escribe una carta a Josué, hecho que también
implica un importante grado simbólico. Es una carta de despedida que sin intermediaros Josué será
incapaz de decodificar. La comunicación fluida que Dora y José construyeron fue mediante el habla.
Pero la distancia no hará más que necesitar de la tecnología de la escritura para continuar la
comunicación. Resulta quizás paradójico esribirle una carta a un niño que no sabe leer, pero Josué
encontrará mecanismos para entender el mensaje que Dora le escribió.

Bibliografía

• Martin, H. (abril, 1995). La clave del poder. Correo de la Unesco, 26-31.

• Ong, W. (1982). Oralidad y escritura. Nueva York: Methuen & Co. Ltd.

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