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Marxismo

conjunto de doctrinas políticas y


filosóficas derivadas de la obra de
Karl Marx

Karl Marx
Friedrich Engels

El marxismo es el modelo teórico


explicativo de la realidad, compuesto
principalmente por el pensamiento
desarrollado en la obra de Karl Marx,
filósofo, sociólogo y periodista
revolucionario alemán de origen
judío,[1]​
quien contribuyó en campos
como la sociología, la economía, el
derecho, y la historia; así como
también la serie de pensadores que
complementan o reinterpretan este
modelo, tradición que va desde el
coeditor de Marx, Friedrich Engels,
hasta otros pensadores como Lenin,
Stalin, León Trotski, Rosa
Luxemburgo, Antonio Gramsci, Georg
Lukács o Mao Zedong. Por lo tanto es
correcto hablar de marxismo como
una corriente del pensamiento
humano. El marxismo se asocia
principalmente al conjunto de
movimientos políticos y sociales que
surgieron durante el siglo XX, entre
los que destacaron la Revolución
rusa, la Revolución china y la
Revolución cubana. Para estos
movimientos sociales el nombre
correcto es «comunismo» o
«socialismo». Es incorrecto plantear
estos movimientos como sinónimo
de «marxismo», porque ni todo su
componente humano ni toda su
doctrina política se basó en el
marxismo como tal.

Los componentes centrales del


modelo teórico explicativo marxista
son esencialmente cuatro elementos:

En primer lugar, el concepto de «lucha


de clases», que es formulado por
primera vez en el Manifiesto
comunista y que progresivamente se
va transformando en el método de
análisis de la historia humana en
torno a los conceptos de «clase
social», «contradicción» y «división
social del trabajo». Este método está
a la vez basado en la lógica hegeliana
comúnmente llamada «dialéctica»
(aunque en términos estrictamente
hegelianos se trata de una «lógica
ontológica», modelo que a la vez
sobrepasa al concepto hegeliano de
dialéctica). Curiosamente, Marx
nunca especificó en una obra en
particular cuáles eran los límites
globales de este método, ni cuál era el
concepto que él tenía de dialéctica,
sin embargo se cita el prólogo de la
Crítica de la economía política, de
1859, como su formulación más
precisa.

El segundo punto central del modelo


teórico marxista es la crítica a la
economía capitalista, el cual es
desarrollado extensamente en su
obra El capital, compuesta por tres
tomos oficiales y un cuarto tomo
editado de manera póstuma bajo el
nombre de Historia crítica de la teoría
de plusvalía. En esta obra Marx
desarrolla, entre otras cosas, un
modelo alternativo para calcular el
concepto de «valor» de la economía
capitalista, basado en el «tiempo de
trabajo socialmente necesario» para
la producción de «mercancías». Esta
investigación tiene directas
consecuencias políticas, pues la
hipótesis marxista probaría que en
realidad la sociedad capitalista se
funda en torno al robo del trabajo
humano a través del concepto de
«plus valor», legitimado en el estado
de derecho a través de la propiedad
privada sobre los medios de
producción y el libre usufructo de
esas ganancias.

El tercer punto central es el concepto


de «ideología», que es desarrollado
por Marx en sus primeros libros como
La ideología alemana (en coautoría
con Engels) y que intenta explicar las
formas de dominación mental de la
sociedad capitalista y su relación con
la composición económica de esta.
Este concepto es abandonado
durante algunos años por Marx para
centrarse en el análisis político. Sin
embargo, vuelve a aparecer con
fuerza en su libro El capital, bajo el
concepto de «fetichismo de la
mercancía», que sería una forma de
explicar la incapacidad psicológica de
una persona de percibir el «valor de
uso» de una mercancía. Este
concepto es extremadamente
importante, porque describe todas las
consecuencias de las formas de
producción de la vida dentro del
capitalismo.

El cuarto punto central del modelo


teórico marxista es el concepto de
«comunismo», el cual es una teórica y
utópica sociedad humana que puede
sobrepasar los límites de la sociedad
capitalista fundada en la explotación
humana. Marx utilizó muchas veces
la palabra, pero jamás explicó cuales
eran sus alcances y características
(salvo algunas referencias
relativamente cortas pero lúcidas,
como por ejemplo las que pueden
encontrarse en su Critica del
programa de Gotha de 1875). Un
análisis crítico de la obra de Marx
demostraría que él no habría estado
dispuesto a describir algo que todavía
no existe; por lo tanto, el significado
de «comunismo» se encuentra en una
síntesis, tanto como de los problemas
económicos fundamentales
encontrados de manera explícita en El
capital como un análisis de la crítica
política-jurídica hecha por Marx a las
instituciones capitalistas.
Engels acuñó el término socialismo
científico para diferenciar el
marxismo de las corrientes
socialistas anteriores englobadas por
él bajo el término socialismo utópico.
También se emplea el término
socialismo marxista para referirse a
las ideas y propuestas específicas del
marxismo dentro del marco del
socialismo.

El objetivo que se propone es que los


trabajadores tengan acceso a los
medios de producción en forma
institucionalizada; es decir, utilizando
las instituciones públicas del Estado
para que los trabajadores obtengan
medios de producción y evitar que «la
burguesía vaya concentrando cada
vez más los medios de producción, la
propiedad y la población del país.
Reúne a la población, centraliza los
medios de producción
(principalmente, las fábricas) y
concentra en pocas manos la
propiedad».[2]​

Marx propone la abolición de la


apropiación privada (un concepto
más amplio que el de propiedad, que
es meramente jurídico) sobre los
medios de producción, esto es, «la
abolición del sistema de propiedad
burguesa», tal y como lo menciona en
su Manifiesto comunista: «Lo que
caracteriza al comunismo no es la
abolición de la propiedad en general
sino la abolición del sistema de
propiedad burgués»,[3]​
ya que la
burguesía no solamente se apropia
del producto social mediante la ley,
sino que también corrompe las
instituciones u otros mecanismos
legales para apropiarse de la
propiedad de los trabajadores. Un
ejemplo de ello ha sido el robo
(despojo) de tierras a indígenas y
campesinos para la instalación de
agroindustrias y proyectos minero-
energéticos.

Con el acceso a los medios de


producción por parte de los
trabajadores, el marxismo concluye
que se logrará una sociedad sin
clases sociales donde todos vivan
con dignidad, sin que exista la
acumulación de propiedad privada
sobre los medios de producción por
unas cuantas personas, porque
supone que ésta es el origen y la raíz
de la división de la sociedad en clases
sociales. Esto implicaría una enorme
competencia y eficiencia en la
economía; además, el trabajador no
se podría explotar a sí mismo ni
tampoco podría explotar a otro
trabajador porque ambos tendrían
medios de producción. Lo que dicho
panorama podría ocasionar es que
los trabajadores se organizarían para
crear empresas más grandes a través
de asociaciones justas; por tal motivo
Marx expresa que «el precio medio
del trabajo asalariado es el mínimo
posible. Es decir, el mínimo necesario
para que el obrero permanezca vivo.
Todo lo que el obrero asalariado
obtiene con su trabajo es, pues, lo que
estrictamente necesita para seguir
viviendo y reproduciéndose. Nosotros
no aspiramos en modo alguno a
impedir los ingresos generados
mediante el trabajo personal,
destinados a adquirir los bienes
necesarios para la vida». Y recalca en
su Manifiesto: «Solo aspiramos a
destruir el carácter ignominioso de la
explotación burguesa, en la que el
obrero solo vive para multiplicar el
capital». Así, entonces, el trabajador o
trabajadores serán dueños de sus
propios negocios, iniciando un
elevado comercio; por esa razón, en el
Manifiesto especifica que «el
comunismo no priva a nadie del poder
de adquirir bienes y servicios».

Marx considera que cada país tiene


sus particularidades y, por tanto, las
medidas para proveer a los
trabajadores de medios de
producción pueden ser diferentes, y
que al principio parecerá que no son
suficientes. Marx tiene en clara la ley
de la escasez y por ende la
distribución de medios de producción
en forma institucionalizada y legal se
dará poco a poco en una transición
lenta pero efectiva; por tal motivo
concluye en su Manifiesto: «(...) por
medio de medidas que, aunque de
momento parezcan económicamente
insuficientes e insostenibles, en el
transcurso del movimiento serán un
gran resorte propulsor, y de las que no
puede prescindirse, como medio para
transformar todo el régimen de
producción vigente».

En conclusión, Marx propone el uso


de las instituciones del Estado, como
por ejemplo el uso de los impuestos
para financiar la compra y
distribución de los medios de
producción a los trabajadores, que al
paso del tiempo formará un mercado
de competencia perfecta.
Las raíces filosóficas del
marxismo

Primera edición del Manifiesto del Partido


Comunista.

Marx tuvo grandes influencias


filosóficas, la de Feuerbach, que le
aportó y afirmó su visión materialista
de la historia, y la de Hegel, que
inspiró a Marx para la aplicación de la
dialéctica al materialismo. Aunque
para su trabajo de disertación
doctoral eligió la comparación de dos
grandes filósofos materialistas de la
antigua Grecia, Demócrito y Epicuro,
Marx ya había hecho suyo el método
hegeliano, su dialéctica. Ya en 1842
había elaborado su Crítica de la
filosofía del derecho de Hegel desde
un punto de vista materialista. Pero a
principios de la década de 1840, otra
gran influencia filosófica hizo efecto
en Marx, la de Feuerbach,
especialmente con su obra La esencia
del cristianismo. Tanto Marx como
Engels abrazaron la crítica
materialista de Feuerbach al sistema
hegeliano, aunque con algunas
reservas. Según Marx, el materialismo
feuerbachiano era inconsecuente en
algunos aspectos, por ello lo llama
«contemplativo». Es en las Tesis
sobre Feuerbach (Marx, 1845) y La
ideología alemana (Marx y Engels,
1846) donde Marx y Engels ajustan
sus cuentas con sus influencias
filosóficas y establecen las premisas
para la concepción materialista de la
historia.
Si en el idealismo de Hegel la historia
era un devenir de continuas
contradicciones que expresaban el
autodesarrollo de la Idea Absoluta, en
Marx son el desarrollo de las fuerzas
productivas y de las relaciones de
producción las que determinan el
curso del desarrollo socio-histórico.
Para los idealistas el motor de la
historia era el desarrollo de las ideas.
Marx expone la base material de esas
ideas y encuentra el hilo conductor
del devenir histórico.

Influencias intelectuales
en Marx y Engels
Marx y Engels se basaron en la
filosofía alemana de Hegel y de
Feuerbach, la economía política
inglesa de Adam Smith y de David
Ricardo, y el socialismo y comunismo
francés de Saint-Simon y Babeuf
respectivamente, para desarrollar una
crítica de la sociedad que fuera tanto
científica como revolucionaria. Esta
crítica alcanzó su expresión más
sistemática en la obra más
importante dedicada a la sociedad
capitalista, El capital: crítica de la
economía política. Además de las
raíces mencionadas, algunos
pensadores marxistas del siglo XX,
como Louis Althusser o Miguel
Abensour, han señalado en la obra de
Marx el desarrollo de temas
presentes en la obra de Maquiavelo o
Spinoza. También diversos
sociólogos y filósofos, como
Raymond Aron y Michel Foucault, han
rastreado en la visión marxista del
final del feudalismo como comienzo
del absolutismo y la separación del
Estado y la sociedad civil, la influencia
de Montesquieu y Tocqueville, en
particular en sus obras sobre el
bonapartismo y la lucha de clases en
Francia.
Karl Marx.

La concepción
materialista de la historia
Véase también: Materialismo histórico

Marx resumió la génesis de su


concepción materialista de la historia
en Contribución a la crítica de la
economía política (1859):
El primer trabajo emprendido
para resolver las dudas que me
azotaban, fue una revisión
crítica de la filosofía hegeliana
del derecho, trabajo cuya
introducción apareció en 1844
en los Anales francoalemanes,
que se publicaban en París. Mi
investigación me llevó a la
conclusión de que, tanto las
relaciones jurídicas como las
formas de Estado no pueden
comprenderse por sí mismas ni
por la llamada evolución
general del espíritu humano,
sino que, por el contrario,
radican en las condiciones
materiales de vida cuyo
conjunto resume Hegel
siguiendo el precedente de los
ingleses y franceses del siglo
XVIII, bajo el nombre de
“sociedad civil”, y que la
anatomía de la sociedad civil
hay que buscarla en la
economía política.

En Bruselas, a donde me
trasladé a consecuencia de una
orden de destierro dictada por
el señor Guizot, proseguí mis
estudios de economía política
comenzados en París. El
resultado general al que llegué
y que una vez obtenido sirvió
de hilo conductor a mis
estudios puede resumirse así:
en la producción social de su
vida los hombres establecen
determinadas relaciones
necesarias e independientes de
su voluntad, relaciones de
producción que corresponden
a una fase determinada de
desarrollo de sus fuerzas
productivas materiales. El
conjunto de estas relaciones de
producción forma la
estructura económica de la
sociedad, la base real sobre la
que se levanta la
superestructura jurídica y
política y a la que
corresponden determinadas
formas de conciencia social. El
modo de producción de la vida
material condiciona el proceso
de la vida social política y
espiritual en general. No es la
conciencia del hombre la que
determina su ser sino, por el
contrario, el ser social es lo
que determina su conciencia.

Al llegar a una fase


determinada de desarrollo las
fuerzas productivas materiales
de la sociedad entran en
contradicción con las
relaciones de producción
existentes o, lo que no es más
que la expresión jurídica de
esto, con las relaciones de
propiedad dentro de las cuales
se han desenvuelto hasta allí.
De formas de desarrollo de las
fuerzas productivas, estas
relaciones se convierten en
trabas suyas, y se abre así una
época de revolución social.

Al cambiar la base económica


se transforma –más o menos
rápidamente– toda la inmensa
superestructura erigida sobre
ella. Cuando se estudian esas
transformaciones hay que
distinguir siempre entre los
cambios materiales ocurridos
en las condiciones económicas
de producción y que pueden
apreciarse con la exactitud
propia de las ciencias
naturales, y las formas
jurídicas, políticas, religiosas,
artísticas o filosóficas, en una
palabra las formas ideológicas
en que los hombres adquieren
conciencia de este conflicto y
luchan por resolverlo. Y del
mismo modo que no podemos
juzgar a un individuo por lo
que él piensa de sí, no podemos
juzgar tampoco a estas épocas
de transformación por su
conciencia, sino que, por el
contrario, hay que explicarse
esta conciencia por las
contradicciones de la vida
material, por el conflicto
existente entre las fuerzas
productivas sociales y las
relaciones de producción.

Ninguna formación social


desaparece antes de que se
desarrollen todas las fuerzas
productivas que caben dentro
de ella, y jamás aparecen
nuevas y más elevadas
relaciones de producción antes
de que las condiciones
materiales para su existencia
hayan madurado dentro de la
propia sociedad antigua. Por
eso, la humanidad se propone
siempre únicamente los
objetivos que puede alcanzar,
porque, mirando mejor, se
encontrará siempre que estos
objetivos sólo surgen cuando
ya se dan o, por lo menos, se
están gestando, las
condiciones materiales para su
realización. A grandes rasgos,
podemos designar como otras
tantas épocas de progreso en
la formación económica de la
sociedad el modo de
producción asiático, el
antiguo, el feudal y el moderno
burgués.
Las relaciones burguesas de
producción son la última
forma antagónica del proceso
social de producción;
antagónica, no en el sentido de
un antagonismo individual,
sino de un antagonismo que
proviene de las condiciones
sociales de vida de los
individuos. Pero las fuerzas
productivas que se desarrollan
en la sociedad burguesa
brindan, al mismo tiempo, las
condiciones materiales para la
solución de este antagonismo.
Con esta formación social se
cierra, por lo tanto, la
prehistoria de la sociedad
humana.

[4]​

La economía marxista

Adam Smith
David Ricardo

Los economistas burgueses criticados por


Marx.

La economía política es esencial para


esta visión, y Marx se basó en los
economistas políticos más conocidos
de su época, los economistas
políticos clásicos británicos, para
posteriormente criticar su forma de
pensar. La economía política, que es
anterior a la división que se hizo en el
siglo XX de las dos disciplinas, trata
las relaciones sociales y las
relaciones económicas
considerándolas entrelazadas. Marx
siguió a Adam Smith y a David
Ricardo al afirmar que el origen de los
ingresos en el capitalismo es el valor
agregado por los trabajadores y no
pagado en salarios.[cita requerida] Esta
teoría de la explotación la desarrolló
en El capital, investigación dialéctica
de las formas que adoptan las
relaciones de valor.

En su labor política y periodística,


Marx y Engels comprendieron que el
estudio de la economía era vital para
conocer a fondo el devenir social. Fue
Marx quien se dedicó principalmente
al estudio de la economía política una
vez que se mudó a Londres. Marx se
basó en los economistas más
conocidos de su época, los británicos,
para recuperar de ellos lo que servía
para explicar la realidad económica y
para superar críticamente sus errores.

Vale aclarar que la economía política


de entonces trataba las relaciones
sociales y las relaciones económicas
considerándolas entrelazadas. En el
siglo XX esta disciplina se dividió en
dos.

Marx siguió principalmente a Adam


Smith y a David Ricardo al afirmar que
el origen de la riqueza era el trabajo y
el origen de la ganancia capitalista
era el plustrabajo no retribuido a los
trabajadores en sus salarios. Aunque
ya había escrito algunos textos sobre
economía política (Trabajo asalariado
y capital[4]​
de 1849, Contribución a la
Crítica de la Economía Política[4]​
de
1859, Salario, precio y ganancia[4]​
de
1865) su obra cumbre al respecto es
El capital.

El capital ocupa tres volúmenes, de


los cuales sólo el primero (cuya
primera edición es de 1867) estaba
terminado a la muerte de Marx. En
este primer volumen, y
particularmente en su primer capítulo
(Transformación de la mercancía en
dinero), se encuentra el núcleo del
análisis marxista del modo de
producción capitalista. Marx empieza
desde la «célula» de la economía
moderna, la mercancía. Empieza por
describirla como unidad dialéctica de
valor de uso y valor de cambio. A
partir del análisis del valor de cambio,
Marx expone su teoría del valor,
donde encontramos que el valor de
las mercancías depende del tiempo
de trabajo socialmente necesario
para producirlas. El valor de cambio,
esto es, la proporción en que una
mercancía se intercambia con otra,
no es más que la forma en que
aparece el valor de las mercancías, el
tiempo de trabajo humano abstracto
que tienen en común. Luego Marx nos
va guiando a través de las distintas
formas de valor, desde el trueque
directo y ocasional hasta el comercio
frecuente de mercancías y la
determinación de una mercancía
como equivalente de todas las demás
(dinero).

Así como un biólogo utiliza el


microscopio para analizar un
organismo, Marx utiliza la abstracción
para llegar a la esencia de los
fenómenos y hallar las leyes
fundamentales de su movimiento.
Luego desanda ese camino,
incorporando paulatinamente nuevo
estrato sobre nuevo estrato de
determinación concreta y
proyectando los efectos de dicho
estrato en un intento por llegar,
finalmente, a una explicación integral
de las relaciones concretas de la
sociedad capitalista cotidiana. En el
estilo y la redacción tiene un peso
extraordinario la herencia de Hegel.

La crítica de Marx a Smith, Ricardo y


al resto de los economistas burgueses
reside en que sus análisis
económicos son ahistórico (y por lo
tanto, necesariamente idealista),
puesto que toman a la mercancía, el
dinero, el comercio y el capital como
propiedades naturales innatas de la
sociedad humana, y no como
relaciones sociales productos de un
devenir histórico y, por lo tanto,
transitorias. Junto con la teoría del
valor, la ley general de la acumulación
capitalista, y la ley de la baja
tendencial de la tasa de ganancia, son
otros elementos importantes de la
economía marxista[cita requerida].
Análisis de clases
Los marxistas consideran que la
sociedad capitalista se divide en
clases sociales, de las que toman en
consideración principalmente dos:

La clase trabajadora o proletariado:


Marx definió a esta clase como «los
individuos que venden su mano de
obra y no poseen los medios de
producción», a quienes consideraba
responsables de crear la riqueza de
una sociedad (edificios, puentes y
mobiliario, por ejemplo, son
construidos físicamente por
miembros de esta clase; también
los servicios son prestados por
asalariados).
La burguesía: quienes «poseen los
medios de producción» y emplean
al proletariado. Constituyen la clase
mercantil por excelencia: su riqueza
proviene de la administración
intelectual de los negocios. Se
apropian del excedente económico
de toda la sociedad por el
mecanismo de la plusvalía, capaz
de confiscar de forma no coercitiva
(mercantil, racional) el valor trabajo,
pilar de todo valor y riqueza.
Existen otras clases que integran
aspectos de las dos principales, o que
estando asociadas a alguna,
manifiestan nuevos rasgos propios
particulares.

El lumpenproletariado: los que


viven en pobreza extrema y no
pueden hallar trabajo con
regularidad. Abarca desde la amplia
masa de indigentes desocupados
y/o con trabajos precarios, hasta
sectores en extremo marginales
como las prostitutas y los soldados
del crimen organizado, etc.
La pequeña burguesía: forma parte
del pueblo trabajador, pero en
menor o mayor medida su trabajo
crea capital y encuentra en él su
sostén, aunque en niveles de
acumulación siempre muy
inferiores al de la gran burguesía.
Este capital genera los más
diversos segmentos sociales,
según sea principalmente
intelectual (profesionales), o
mercantil (pequeños
comerciantes), o inmobiliario
(pequeños y medianos campesinos,
rentistas urbanos) o financiero
(pequeños especuladores) o
directamente industrial (pequeños
empresarios).

El marxismo y la religión
El marxismo ha sido tradicionalmente
opuesto a todas las religiones. Marx
escribió al respecto que "«el
fundamento de la crítica irreligiosa es:
el ser humano hace la religión; la
religión no hace al hombre» y la frase
cuyo final se haría célebre:

La miseria religiosa es, por


una parte la expresión de la
miseria real y, por la otra, la
protesta contra la miseria real.
La religión es el suspiro de la
criatura oprimida, el corazón
de un mundo sin corazón, así
como es el espíritu de una
situación carente de espíritu.
Es el opio del pueblo.[5]​

La referencia al opio ha prestado a


una interpretación vulgar ya que éste
no es –como suele suponerse– un
estupefaciente ni tampoco un
alucinógeno, sino un narcótico
analgésico. Este equívoco del lector
contemporáneo ha derivado en una
confusión frecuente respecto de la
sentencia marxista, según la cual
parecería que Marx despreciaba la
religión.[6]​
La cita completa revela el
porqué de la referencia a un opiáceo:
jamás pretende que la religión se
considere una forma de degradación
intelectual ni tampoco una mera
ilusión generada por las clases
dominantes (interpretación no
marxista que suprimiría la idea que
éste tenía de la ideología, esto es, la
ilusión de universalidad dentro de
cada clase), sino que la religión sea,
por el contrario, el anestésico
necesario de la sociedad entera frente
a la alienación social y de las clases
oprimidas frente a sus condiciones
materiales de existencia.
En Marx, la crítica de la religión no es
una defensa del ateísmo, sino la
crítica de la sociedad que hace
necesaria a la religión. La supresión
de estas condiciones y la realización
plena de la comunión humana se
desvincula de la condición biológica,
proyectándose «al cielo» como
intervención divina en una parusía
futura, particularmente en el especial
caso del cristianismo,[7]​
en vez de
construirse políticamente mediante la
abolición de la propiedad privada y la
división del trabajo. El fundamento
filosófico del rechazo marxista de la
religión ha estado vinculado al
desarrollo del materialismo dialéctico
por parte de Engels y Lenin.

En cualquier caso, ha habido diversos


teóricos que consideran que ser
marxista y religioso es compatible.
Dentro de ellos se puede señalar al
irlandés James Connolly y a diversos
autores dentro de la teología de la
liberación como Camilo Torres y
Leonardo Boff. Pero la crítica teórica
hacia cualquier religión se basa en
que ésta es concebida como el
resultado de la producción de la
superestructura de la sociedad, es
decir, de la fabricación de ideas
ideológicas que se hace una sociedad
sobre sus propios modos de
producción económicos. Así, la
religión siempre es una concepción
de ideas políticas que tienden a
reafirmar la estructura económica
existente. Los textos marxistas donde
se puede encontrar información sobre
la concepción marxista de la religión
son: La ideología alemana de Marx y
Engels, y La filosofía como arma de la
revolución de Louis Althusser. Marx
describe a la religión como un ente
alienador, el cual le pone como meta
alcanzar a Dios, situación imposible
para un humano pues Dios es la
esencia humana deificada, es decir: la
humanidad le ha dado sus mejores
características a Dios. La religión
haría conformista al hombre y lo
obligaría a no luchar en este mundo,
pues este es solo un preludio del
verdadero. La síntesis cristiano-
marxista de los teólogos de la
liberación replica que el marxismo no
implica este aserto y que, de ser así,
también las clases dominantes
impregnadas de espíritu religioso
serían conformistas respecto de su
existencia material e incluso serían
pasivas frente a un conflicto con
otras clases sociales. Para estos, en
cambio, la religión –y en particular la
cristiana– siempre exige una lucha en
este mundo en función de una
comunidad religiosa: sea con o sin
clases dependiendo de cómo se la
entienda políticamente. Debe
recordarse que para el catolicismo la
resurrección es el regreso al edén en
la tierra y que, aunque dependa de
Dios, ningún esfuerzo individual
tendría sentido si estuviera coronado
por una muerte sin retorno (incluso si
la realización plena de la humanidad
pudiera hacerse sólo socialmente y
no biológicamente como en la
resurrección cristiana), ya que la
salvación de cada hombre de acuerdo
a su esfuerzo dentro del alienado
mundo presente sólo puede ser
asegurado con la eternidad y la
participación en el mundo venidero.
Esto es igualmente cierto tanto para
el ideario de autorrealización personal
de la derecha cristiana (calvinista o al
menos reconciliada con la burguesía),
como para la lucha de clases de la
izquierda cristiana (marxista o no),
como para las originarias posiciones
ascéticas y apolíticas del cristianismo
primitivo. Estas últimas en particular
dieron forma estamental a la
dicotomía interna entre la vida
económica y la religiosa del occidente
medieval extramundano y a su
peculiaridad histórica de fusión entre
«sociedad civil» y «sociedad política»
descrita con atención por Marx en su
obra Sobre la cuestión judía, cuya
visión llegaría, junto con la opuesta de
Nietzsche, a Max Weber, y que
entroncaría en el debate marxista-
weberiano sobre la influencia
económica de la religión.

En su versión más ortodoxa, la


interpretación marxista de la religión
sería la de una forma de alienación
cuya consecuencia para el hombre
sería perder sus virtudes para
adjudicárselas a un inventado ser
supremo. Según Karl Marx, esto es lo
que ocurriría en particular con la
religión monoteísta: el hombre toma
toda virtud que posee y toda
idealización metafísica posible, y se la
atañe a un ser supremo de su propia
creación, devaluándose a sí mismo y
dedicando su ser y propio destino a
su voluntad y una trascendencia irreal
posibilitada por su existencia.

Conceptos y nociones
abstractas principales de
Karl Marx
Marx, observador de la
evolución de las
sociedades humanas

El concepto de clase social no fue


inventado por Karl Marx, sino por los
fundadores de la economía política
(Adam Smith…), los fundadores de la
tradición de la historia política
francesa (Alexis de Tocqueville), y de
la historia de la revolución francesa
(Guizot, Mignet, Thierry). Para los
teóricos ingleses, los criterios de
identidad de una clase social, se
encuentran en el origen de los
ingresos: los tipos de ingresos, la
renta de la tierra, las ganancias y los
salarios. Estos tres grupos son los
principales para la nación;
terratenientes, trabajadores y
empresarios.

Entre los pensadores franceses, el


término de “clase” es un término
político. Por ejemplo para autores
como Tocqueville, existen diferencias
entre clases cuando los diversos
grupos sociales compiten por el
control de la sociedad.

Por lo tanto, Marx toma prestado de


los economistas clásicos la idea
implícita de clases como un factor de
producción, la historia de las clases y
el conflicto como productor de la
historia. A todas estas teorías, Marx
aporta el concepto del estado de la
clase social como su lucha intrínseca:
sin lucha no hay clases. Las clases
sociales se consiguen con las luchas
perpetuas históricamente
determinadas. Marx señaló su
contribución a la comprensión de las
clases sociales:

Ahora, para mí, que no soy yo


quien merece el mérito por el
descubrimiento de la
existencia de las clases en la
sociedad moderna, al igual que
de la lucha que se dedica a ella.
Los historiadores burgueses
habían puesto delante de mí, el
desarrollo histórico de esta
lucha de clases y, algunos
economistas burgueses me
describieron la anatomía
económica. Lo que yo aporto
es: la demostración de que la
existencia de las clases
sociales sólo va unida a las
fases históricas a través del
desarrollo de la producción,
que la lucha de clases conduce,
necesariamente, a la dictadura
del proletariado y que esta
misma dictadura no
representa sino una transición
hacia la abolición de todas las
clases y hacia una sociedad sin
clases.

Carta a J. Weydemeyer. 5 de
marzo de 1852.

Para Marx, las clases sociales son


parte la realidad social. Las luchas de
estas clases sociales, señalan el
cambio social como un fenómeno
duradero. Estas clases son el
resultado de un mecanismo de
división del trabajo, que se desarrolló
al mismo tiempo que la privatización
de los medios de producción. Las
clases sociales surgen cuando la
diferenciación de las tareas y las
funciones dejan de ser cosa del azar
para convertirse en una herencia. Hay
una tendencia hacia la polarización
entre las dos clases más antagónicas
entre sí. Este antagonismo es la base
de toda transformación que afecte al
funcionamiento de la organización
social y que modifique el curso de la
historia. Para Marx, el proceso de
producción capitalista crea dos
posiciones: la de los explotadores
(empresarios) y los explotados
(trabajadores). Los comportamientos
individualistas y colectivos se
explican a través de estas posiciones
en la reproducción de un sistema. El
conflicto de clase es un rasgo cultural
de la sociedad. Estos conflictos son
el motor de los grandes cambios
sociales. Marx se interesa por los
cambios endógenos, es decir,
aquellos que nacen del
funcionamiento de la sociedad.

Las fuerzas productivas,


relaciones sociales de
producción y el modo de
producción

Cada etapa de la sociedad que se ha


dado a lo largo de la historia se puede
caracterizar a través de un modo de
producción diferente.

Un modo de producción se basa en el


conjunto formado por las fuerzas
productivas y las relaciones sociales
de producción que se dan en la
sociedad. En cada una de las etapas
de la evolución, el modo de
producción demuestra un estado de
la sociedad. Este es tomado como
algo social, ya que sin fuerzas
productivas, no puede haber ninguna
duda sobre la falta de producción.
Dichas fuerzas productivas son: los
instrumentos de la producción, la
fuerza de trabajo de los hombres, los
objetos de trabajo, los conocimientos
y las técnicas, la organización… Con
motivo de todas estas actividades de
producción y a través de ellas, los
hombres entran en las relaciones
sociales. El modelo de producción no
puede ser reducido a un simple
aspecto técnico, ya que es uno de los
conceptos más importantes para
Marx.

La sucesión de modos de producción


a lo largo de la historia se puede
resumir de la siguiente manera: se
pasa de un comunismo primitivo al
modo de producción esclavista, de
este al feudal, después al capitalista y
finalmente al socialista/comunista
(ambos son sinónimos). En la
sociedad comunista/socialista, la
contribución productiva será aplica al
principio resumido en la frase: “de
cada cual según su capacidad, a cada
cual según su necesidad”.

Sin embargo, Marx forma parte de un


pensamiento dialéctico, en
contraposición al mecanismo que
está presente en el materialismo
anterior, ve la convivencia entre
clases, como un papel determinante
en el desarrollo de la historia. A través
de esta visión, el proletariado se
transforma en una clase en sí y para
sí, se vuelve consciente de sus
intereses de clases, que son:
socializar los medios de producción
(socialismo) con el fin de maximizar
las fuerzas productivas, la extinción
de las diferentes clases sociales y la
existencia de un estado político
(comunismo). La historia sigue
siendo la suma de las contingencias
sujetas a los vaivenes de las luchas
sociales de clases. La historia no es
una evolución lineal entre los modos
de producción, sino que es una
transformación dialéctica de tomar
conciencia de clases que
experimentan fluctuaciones de lucha
de clases en determinados
momentos de la historia. En este
desarrollo, las fuerzas productivas
son cada vez más contradictorias con
respecto a las relaciones sociales de
producción, ya que no evolucionan al
mismo ritmo.

Más allá de un cierto nivel de


producción, los sistemas sociales se
bloquean. Una época de revolución
social que comienza a funcionar,
permite eliminar las viejas relaciones
de producción para dar paso al
desarrollo de relaciones más
coherentes al nivel alcanzando por las
fuerzas productivas.

La acumulación de capital,
trabajo, mano de obra
excedente y la alienación

La acumulación primitiva de capital


está definida como: proceso de
creación de las condiciones para el
nacimiento del capitalismo. La
creación del capitalismo supone el
uso de dos condiciones anteriores: la
existencia de un grupo social
(formado por hombres desprovistos
de medios de producción y obligados
a vender su fuerza de trabajo a
cambio de un salario) y la
acumulación de la riqueza
indispensable para crear negocios
capitalistas. Esta creación requiere de
la unión de las condiciones
necesarias para el nacimiento de dos
clases fundamentales de la sociedad
capitalista: explotados (trabajadores)
y explotadores (empresarios).

La distinción entre trabajo y fuerza de


trabajo es central para el análisis de
la distribución. La retribución del
obrero se establece en un nivel
correspondiente a los gastos
socialmente necesarios para asegurar
su renovación. Es una mercancía
cuyo valor está determinado por la
cantidad de trabajo social que pide la
producción de cada obrero.

Lo que afirma Marx se basa en la


teoría aristotélica de la materia prima
que, distingue el valor de uso (utilidad
del objeto) del valor de cambio (lo que
el objeto nos permite conseguir). En
el proceso de intercambio se produce
tanto, una inversión en el valor de
cambio como, una inversión en el
valor de uso.

El diagrama de Adam Smith: ley de la


oferta y la demanda, informa de la
existencia de un valor añadido al
producto en el que los beneficios son
obtenidos por los capitalistas, pero no
por el trabajador. Los salarios a partir
del valor social del producto (el valor
social del objeto producido es una
función de las materias primas, las
herramientas de producción y la
mano de obra necesaria para la
producción).

El valor de cambio de un producto es


el valor social que se aplica a una
ganancia como resultado de un
exceso de trabajo. Es en torno a los
beneficios del valor agregado, que
está emergiendo la lucha de clases,
como proletarios capitalistas. Marx
va a demostrar que el trabajador está
en su derecho de reclamar el
beneficio de este valor añadido, ya
que este es un valor del mismo uso.
Lo que hará el empresario capitalista,
es hacer del trabajo un producto que
cueste menos que el que utiliza, o dar
más trabajo del que se requiere en la
mano de obra. La ganancia es el valor
añadido producido por el empleado,
que el capitalista se apropia gratuita y
legalmente.

El aumento de la producción, por


parte del capitalista se puede obtener
mediante la ampliación de la jornada
laboral, aumentando la intensidad de
trabajo o reduciendo los salarios de
desempleo, el cual es la presión a la
baja sobre los salarios. Esta ganancia
es la forma de expoliación del
proletariado en el capitalismo. Es la
ganancia modificada que se produce
como una forma excedente, es la
búsqueda del beneficio, es el motivo
principal del capitalismo. Una
actividad se desarrolla si es rentable,
y esta rentabilidad es la tasa de
beneficio obtenido (relación entre las
ganancias y el capital total invertido).
La acumulación de capital conlleva
una disminución a largo plazo de la
tasa de beneficio y una bajada en la
tendencia de la tasa de provecho. Es
un índice de los límites históricos del
capitalismo.

Si la modernización se incrementa, se
trata de una sustitución creciente
entre el "trabajo muerto" y "trabajo
vivo”. En este momento sólo existe el
trabajo vivo, que está creando valor, el
trabajo muerto no anima al capital por
medio de la fuerza de trabajo. La
acumulación excesiva de capital dará
como resultado el empobrecimiento
de la clase obrera.

El capitalismo es víctima de su propia


lógica. Hay cada vez menos
capacidad de manejar sus
contradicciones y avances hacia una
crisis inevitable.

La teoría marxista del


trabajo

El trabajo no se trata solo de la


transformación de una persona física
(puesto que también podemos
encontrarlo en los animales), esto
implica una facultad de
representación por parte de las
personas.

La razón por la que Marx se dio


cuenta de que esta actividad es
totalmente aristotélica (ya que
comienza por la representación de un
fin), fue mostrando por lo que el fin es
un mismo principio. El trabajo es
principalmente una representación
comprensiva que comprende la
finalidad del objeto y difiere a este
respecto al caso de los animales. El
producto del trabajo humano debe
existir en la representación ideal del
trabajador, es decir, el trabajo
deseado es un objeto que cumple
perfectamente una de las funciones
de la vida humana. En el capítulo VII
de El capital, Marx toma el esquema
aristotélico en el que, es el trabajador
el que está subordinado al mismo fin
que el mismo da. El trabajo es tal, que
el individuo se identifica y se
reconoce con lo que hace: al realizar
el trabajo, el hombre también lleva a
cabo su propio poder, su poder de
conceptualización y puede mejorar,
por lo tanto, su capacidad de
producción. La Inteligencia, puesto
que es relevada a través de la
realización del trabajo, en tanto que el
hombre actualice en su trabajo las
facultades que le son propias, será
conducido a un proceso de
identificación: en el producto del
trabajo, el individuo una parte de su
identidad.

Como el trabajo participa en la


identidad de la persona, podemos
decir que, el trabajo no es solamente
tener (la producción), pero igualmente
debe de ser una dimensión ontológica
adecuada al trabajo.

Por eso Marx acusa al modelo de


producción industrial capitalista de
alienar a los trabajadores. En efecto,
el trabajador ya no se encuentra en
este caso, en el de la representación
comprensiva, ya que se ignora el
producto final y por lo tanto, la razón
de su actividad. La cuestión relativa a
la identidad es entonces anulada
porque el único problema es el de la
remuneración. Lo humano se
convierte en animal, revelando un
reflejo del automatismo mecánico
(véase la película "Tiempos
modernos" de Charlie Chaplin).[8]​
En
este sentido, se puede entender la
abolición de la esclavitud, no como
una cuestión ética, sino más bien
como un cuestión de interés
económico, ya que cuesta más
mantener a la gente en la servidumbre
bajo el marco de la esclavitud que en
el del trabajo bajo marco del
asalariado (véase la película
“Queimada” de Gillo Pontecorvo con
Marlon Brando).

La lucha de clases

Para Karl Marx y Friedrich Engels, "La


historia de todas las sociedades
humanas hasta nuestros días es la
historia de la lucha de clases”[9]​
(aunque sea en una nota posterior
Engels califica esta afirmación).[10]​

La posición del individuo en las


relaciones de producción (trabajador
o explotador) es según él, es el
elemento que permite la definición de
la clase. Marx considera que, para
que no haya una clase social, debe
haber una conciencia de clase: la
conciencia de tener un lugar común
en la sociedad. Marx señaló que no
basta con que muchos hombres
estén del lado de un solo plan
económico para que se forme el
espíritu de clase. Según Marx, los
personajes principales en la lucha de
clases son, en la época capitalista, la
burguesía y el proletariado. El
comunismo constituye para él, el
estado de la sociedad sin divisiones
de clase y por lo tanto, es una
sociedad sin lucha de clases.

Según el análisis marxista, la clase


social dominante organiza la
sociedad mediante la protección de
sus mejores privilegios.

Para ello, se instaura el Estado,


instrumento político de dominación:
“policía y ejército responsable de
mantener la seguridad y el orden
público, el orden “burgués”. Marx
también habla de "la ideología
dominante". En cualquier sociedad,
hay ideas, creencias y valores que
dominan la vida social y cultural.
Estas ideas dominantes son
producidas por la clase dominante, es
decir, la burguesía. Por lo tanto, estas
ideas expresan la opinión de estas
clases, es decir, la justifican y se
esfuerzan en perpetuarse. Estas ideas
penetran la mente, y a menudo
funcionan como una visión del mundo
en contra de sus intereses reales. Karl
Marx no "inventó" el concepto de la
lucha de clases. En realidad, la lucha
de clases se ha teorizado mucho
antes que él, por historiadores de la
restauración, como François Guizot y
Augustin Thierry.

La contribución fundamental de Marx


en este concepto, en relación a estos
historiadores, es haber demostrado
que la lucha de clases no se extingue
en la Revolución Francesa, sino que
se prolonga en oposición
burguesía/trabajadores en la de era
capitalista. Así, al final de la lucha de
clases se llegaría a una clase única,
una vez extinguidas las clases
sociales en el comunismo.

Partidos, movimientos y
gobiernos inspirados en el
marxismo
Véase también: Categoría:Organizaciones
comunistas

Mao Zedong (China)


Vladímir Ilich Lenin (URSS)

León Trotsky (URSS)

Desde la muerte de Marx en 1883,


varios grupos del mundo entero han
apelado al marxismo como base
intelectual de sus políticas, que
pueden ser radicalmente distintas y
opuestas. Una de las mayores
divisiones ocurrió entre los
reformistas, también denominados
socialdemócratas, que alegaban que
la transición al socialismo puede
ocurrir dentro de un sistema
pluripartidista y capitalista, y los
comunistas, que alegaban que la
transición a una sociedad socialista
requería una revolución para instaurar
la dictadura del proletariado. La
socialdemocracia resultó en la
formación del Partido Laborista y del
Partido Socialdemócrata de Alemania,
entre otros partidos; en tanto que el
comunismo resultó en la formación
de varios partidos comunistas; en
1918 en Rusia, previo a la formación
de la Unión de Repúblicas Socialistas
soviéticas, dimanan dos partidos del
Partido Obrero Social Demócrata de
Rusia: el Partido Comunista,
formación comunista, y el Partido
Social Demócrata de Rusia.

En la actualidad sigue habiendo


muchos movimientos revolucionarios
y partidos políticos en todo el mundo,
desde el final de la Unión Soviética,
aunque el internacionalismo obrero
ha sufrido una grave crisis. Aunque
hay partidos socialdemócratas en el
poder en varias naciones de
Occidente, hace mucho que se
distanciaron en aspectos relevantes
de sus lazos históricos con Marx y
sus ideas. En la actualidad en Laos,
Corea del Norte, Vietnam, Cuba, la
República Popular China y Moldavia
hay en el poder gobiernos que se
autoproclaman marxistas.

Muchos gobiernos, partidos políticos,


movimientos sociales y teóricos
académicos han afirmado
fundamentarse en principios
marxistas. Ejemplos particularmente
importantes son los movimientos
socialdemócratas de la Europa del
siglo XX, el bolchevismo ruso, la
Unión Soviética (Lenin, Trotsky, Stalin)
y otros países del bloque oriental,
Mao Zedong, Fidel Castro, Ernesto
"Che" Guevara, Santucho, Kwame
Nkrumah, Julius Nyerere, Thomas
Sankara y otros revolucionarios en
países agrarios en desarrollo. Estas
luchas han agregado nuevas ideas a
Marx y, por lo demás, han
transmutado tanto el marxismo que
resulta difícil especificar el núcleo de
éste. Actualmente las
transformaciones socio-económicas
han obligado a repensar al marxismo
en una línea llamada posmarxismo en
la cual se encuentran autores como
Ernesto Laclau y Chantal Mouffe.

La Revolución de octubre de 1917,


encabezada por los bolcheviques
(cuyas figuras principales eran
Vladímir Lenin y León Trotsky) fue el
primer intento a gran escala de poner
en práctica las ideas socialistas de un
Estado obrero.

Se suceden otra serie de gobiernos o


dobles poderes obreros de
relativamente breve duración,
impulsados por revueltas proletarias
con activa participación de los
partidos comunistas locales,
inspirados en el modelo de república
de consejos obreros. La mayoría de
estos son aplastados por las fuerzas
de la reacción capitalista de las
distintos gobiernos y potencias
burguesas y fracasan. Son el caso de
la Revolución de noviembre de 1918,
encabezada por los espartaquistas en
Alemania, la República Soviética
Húngara de 1919, la República
Soviética Bávara de 1919, el bienio
rojo o movimiento de consejos de
fábrica del norte de Italia de 1919 a
1920, el Sóviet de Nápoles, la
República Socialista Soviética
Galiciana en 1920, la República
Popular Soviética de Bujará de 1920 a
1925, la República Socialista
Soviética de Persia o República
Soviética de Gilan, de 1920 a 1921,
etc.

Tras morir Lenin, Iósif Stalin se había


hecho con una gran concentración de
poder en sus manos en el seno del
Partido Comunista y del Estado
soviético, el cual fue fortaleciendo en
detrimento de los propios soviets (ya
de por sí debilitados durante el
hambre, la bancarrota económica y
las masacres ocasionadas por la
Guerra Civil Rusa). Hasta su muerte,
numerosas purgas se vivieron en la
URSS, bajo consignas tales como la
"lucha contra el trotskismo", "los
sabotajes", o "los agentes del
fascismo", en las que se logró
inhabilitar a los principales elementos
críticos del PCUS y la sociedad
soviética, muchos de ellos
comunistas, testigos directos de la
Revolución y opositores en mayor o
menor medida a la deriva burocrática
y la concentración de poderes que se
estaba generando en seno de la
URSS, encarnada en una casta de
funcionarios y burócratas del partido,
cuya divergencia de intereses
respecto a la clase trabajadora y el
peligro que entrañaban para la
revolución obrera comienzan a
manifestarse desde la primera mitad
de los años 20, aún en vida del propio
Lenin. Dichas purgas sólo logran
fortalecer el poder de la nueva
dirección del PCUS, encabezada
ahora por Stalin, y pronto se
extenderán a las secciones
nacionales del Komintern, que, a nivel
internacional, comienza a ser dirigido
desde el comisariado de asuntos
exteriores en Moscú.

Aunque llevaron a cabo pequeñas


aportaciones teóricas al marxismo,
Stalin y sus seguidores se
caracterizan por haber dado
cobertura ideológica a sus métodos y
posicionamientos tácticos y políticos,
encaminados al fortalecimiento del
control sobre los medios de
producción y administración del
Estado por parte de la burocracia y
dirección central del partido, a través
de la falsificación o la adaptación de
los principios ideológicos del
marxismo y del leninismo a sus
propios fines. Esto derivará en un
sistema de gobierno y pensamiento
formulado bajo el nombre de
marxismo-leninismo (si bien sus
críticos dentro del leninismo rechazan
que se lo denomine de esta forma y
reclaman para sí esta denominación)
y la teoría del socialismo en un solo
país, también llamado estalinismo,
considerado por sus críticos
marxistas como un alejamiento o
distorsión de los postulados y
principios de la tradición marxista y
pensadores como Marx, Engels o
Lenin; particularmente insistentes en
esta postura son aquellas corrientes
basadas en los planteamientos de
Trotsky y Lenin (trotskismo) y las del
denominado comunismo de izquierda,
el marxismo libertario o el
comunismo de consejos, también
críticos en este sentido con la
denominada corriente del leninismo (y
por ende el trotskismo). A raíz de la
muerte de Stalin, esta burocracia
termina por acaparar el poder y
afianzarse en la llamada
nomenklatura. Ésta comenzará a
medio plazo un proceso de progresiva
liberalización de la economía, que
culminará con la perestroika.
Al final de la II Guerra Mundial se
produjo una expansión, por la vía
militar, del poder político de la URSS,
que se consolidó mediante el
establecimiento de los llamados
Estados satélites o del Pacto de
Varsovia, en los países del Este que
quedaron bajo su zona de influencia
tras los acuerdos de Yalta y de
Potsdam. Estos Estados reprodujeron
estructuras políticas y sociales y tipos
de economía y de gobierno muy
similares a los de la Unión Soviética.
Fueron gobernados mediante la
formación de Partidos Comunistas,
encuadrados en la Komintern, y
adscritos a las fórmulas del
marxismo-leninismo oficial. Algunos
de los partidos adscritos a la
Internacional Comunista que llegaron
a formarse por sí mismos, lograron a
la postre tomar el poder a través de
insurrecciones guerrilleras y, en
algunos casos, con bastante apoyo
popular, y establecer un estado que
seguía el modelo marxista-leninista
oficial. Estas naciones comprendían a
la República Popular China, Vietnam,
Corea del Norte, Yugoslavia, Albania,
Etiopía, Yemen del Sur, Angola, y
otros. Después de la invasión militar
por parte de Vietnam de Kampuchea
Democrática, gobernada por el Jemer
Rojo, un gobierno de estructura
similar a aquél será establecido en
Camboya.

En Chile, el gobierno de la Unidad


Popular, encabezado por Salvador
Allende, que duró desde 1970 hasta el
golpe de estado de 1973, tenía una
fuerte inspiración marxista. Si bien
cambió radicalmente las formas de
lucha conocidas al concretar un
gobierno por la vía electoral, la
revolución a la chilena buscaba la
transformación de la sociedad hacia
el socialismo. Al mismo tiempo, la
coalición que llevó a Allende al
gobierno estaba construida por la
unión del Partido Comunista y el
Partido Socialista, ambos declarados
marxistas-leninistas en ese tiempo.

En 1991, la Unión Soviética se disolvió


y el nuevo Estado ruso ya no se
identificó con el marxismo. Otras
naciones del mundo siguieron el
mismo camino. Actualmente el
socialismo científico ha dejado de ser
una fuerza política prominente en la
política mundial. China, donde
gobierna el Partido Comunista, relajó
su concepción económica del
marxismo en 1978 avanzando
progresivamente hacia un sistema
económico más cercano al libre
comercio. Este proceso continúa hoy
en día.

Desde el comienzo de la democracia


en España, en 1975, el PSOE se
presentó a las elecciones como un
partido marxista, proclamándose
primera fuerza de oposición en el
gobierno. Posteriormente, en 1982,
con Felipe González a la cabeza, el
PSOE abandonó su postura marxista;
ese mismo año el partido ganó las
elecciones.
Corrientes surgidas del
marxismo clásico
Durante el siglo XIX y sobre todo en el
siglo XX, el marxismo se divide en
varias corrientes, entre otras:

Austromarxismo
Comunismo de izquierda
Freudomarxismo
Luxemburguismo
Maoísmo
Movimiento autónomo
Marxismo-leninismo
Marxismo libertario
Marxismo occidental
Posmarxismo
Trotskismo
Situacionismo

Críticas al marxismo
El marxismo, tomado como
cosmovisión, implica por su propia
naturaleza un sistema de
pensamiento y un sistema de
organización política dirigido a la
realización particular y socialmente
consciente de un orden social
mediante la planificación central de la
economía (p.e. un socialismo
políticamente establecido) que según
éste es un necesario paso de la
historia del hombre. El marxismo
funciona, según su propia doctrina, a
manera de catalizador e impulsor de
la transición para la clase que de otra
manera no podría ver edificado para
sí el socialismo y la realización
posterior del comunismo. Es por esto
que es difícil de separar a sus más
importantes críticos en categorías,
siendo que estos se han confrontado
por separado o a la vez con los
regímenes marxistas instaurados por
diferentes partidos únicos,
usualmente comunistas, con los
movimientos que los llevaron al poder
y con la teoría marxista del mundo
(i.e., el materialismo dialéctico y el
materialismo histórico), sin que nunca
termine de quedar suficientemente
claro si estos tres aspectos del
marxismo son verdaderos corolarios.
En términos generales se puede, sin
embargo, diferenciar a efectos
prácticos las críticas al marxismo por
las disciplinas de estudio más
comprometidas en ellas.

Antropológicamente, el marxismo se
confrontaría con el darwinismo quien
rechazaría que dicha teoría se
analogara con el materialismo
histórico[11]​
y con Sigmund Freud
quien llegaría decir que "las obras de
Marx, como una fuente de revelación,
han tomado el lugar de la Biblia y el
Corán, a pesar de que éstas no están
más libres de contradicciones y
oscuridades que aquellos antiguos
libros sagrados"[12]​
En contraposición
a la antropología del americano Lewis
H. Morgan que Marx y Engels hicieran
suya en El origen de la familia y según
la cual todas las economías
primitivas serían de carácter
comunista, la antropología
contemporánea de autores como
Bronisław Malinowski y Fustel de
Coulanges entre otros, presenta una
visión casi opuesta del origen de la
propiedad privada, que es resumida
en la obra del historiador Richard
Pipes Propiedad y libertad. Respecto
de la noción marxista de "ideología de
clase", el autor liberal-conservador
Kenneth Minogue fue uno de los
primeros en invertirla en La teoría
pura de la ideología, volviendo contra
las propias doctrinas sistémico-
clasistas (que tratan de "ideológico" a
todo pensamiento) la acusación de
reificación ideológica por parte de
intereses revolucionarios en una
lucha de clases cuya existencia no
puede ser puesta en duda sin apelar a
una instancia neutral.

El sociólogo clásico Max Weber


continuaría la afirmación de Engels
acerca de la evolución propia,
autónoma e interactiva de cada uno
de los factores determinantes del
progreso histórico,[13]​
pero insistiría
en que no podría haber entonces un
determinante económico-tecnológico
de última instancia: si se acepta, con
Engels, que la historia es la suma de
todos estos factores entonces
necesariamente la influencia
recíproca de fuerzas en un todo debe
implicar que, si la religión y la cultura
no se adaptan necesariamente a la
producción económica, la economía
como producción debe adaptarse a
estas. Implícitamente en su obra La
ética protestante y el espíritu del
capitalismo se demostró la
independencia de la superestructura
ideológica respecto a la
infraestructura tecnológica, tesis
usualmente malentendida como una
suerte de reverso del marxismo, como
sí sería el caso del espiritualismo
histórico de Werner Sombart. Esta
exposición weberiana creó un cisma
dentro de la sociología académica
respecto del marxismo más
dogmático, y la apertura a posiciones
más complejas como la del
historiador Eric Hobsbawm o las
amistosamente separadas del
marxismo como las esbozó el
sociólogo analítico Charles Wright
Mills.

El economista y sociólogo austríaco


Joseph Schumpeter revisó los
orígenes del capitalismo y rechazó la
noción marxista de acumulación
originaria como una contradicción
autorreferente que requiere capital
inicial para la actividad de una
supuesta burguesía violenta
originaria. A su vez, el institucionalista
Douglass North ha ofrecido en sus
estudios una revisión paralela de la
historia del capitalismo que ha sido
tenido muy en cuenta entre los
historiadores marxistas.

La deontología marxista respecto de


la praxis revolucionaria se enfrentaría
a serios problemas filosóficos que
intentarían ser resueltos por
pensadores como Sartre desde una
vía existencialista. Éticamente Marx
llegó a considerar que "un fin que
requiere medios injustificables no es
un fin justificable",[14]​
sin embargo
dentro del marxismo como sistema la
moral es en sí misma
consecuencialista ya que en éste los
fines juzgan a los medios,[15]​
luego
toda justificación depende de su
funcionalidad para un fin determinado
(fin que tampoco es juzgado desde un
set de principios morales salvo el
interés "históricamente determinado"
de un grupo de pertenencia: en su
caso, una clase social). Contra este
historicismo predeterminado (con sus
contradicciones éticas para un interés
individual enfrentado al interés del
progreso histórico), el epistemólogo y
filósofo Karl Popper realizaría sus
más agudas críticas en La sociedad
abierta y sus enemigos, obra que
podría considerarse a su vez una de
las principales réplicas globales al
marxismo, y que junto con las
objeciones de Bertrand Russell sería
la más representativa de entre las
críticas epistemológicas al marxismo
como un "dogma reforzado"
imposible de ser puesto a prueba
mediante falsación, lo que llevaría a
muchos marxistas a volcarse a una
posición epistemológica en las
ciencias en general cercana a la de
Thomas Kuhn por la cual las
contradicciones del marxismo
deberían ser probadas dentro de la
misma teoría, y no frente a hechos
que serían en sí expresiones de una
carga teórica previa.

En lo económico, V. K. Dmitriev en
1898[16]​
y Ladislaus von Bortkiewicz
en 1906-07[17]​
y subsecuentes críticos
expusieron que la teoría del valor de
Marx y su ley de tendencia a la baja
en la tasa de beneficio eran
internamente inconsistentes. Como
contrapropuesta, los más importantes
economistas marxistas y/o
sraffianos, tales como Paul Sweezy,
Nobuo Okishio, Ian Steedman, John
Roemer, Gary Mongiovi y David
Laibman, propusieron sus propias
versiones correctas de lo que debería
ser la economía marxista
abandonando como inadecuado el
intento de Marx en El capital para el
mismo fin, confrontándose así con
los marxistas que defienden a aquel y
que en respuesta se apoyan en una
segunda teoría desarrollada a fines
del siglo XX para interpretar, según
ellos en forma más adecuada, las
últimas obras de Marx.[18]​
En el ambiente académico las críticas
a la teoría económica de Marx
derivaron principalmente de su
incompatibilidad (nunca resuelta por
ninguna de las partes) con los
descubrimientos microeconómicos
del marginalismo. El conflicto con la
visión marxista de la producción tomó
forma en la obra de dos de los más
importantes sistematizadores del
marginalismo, representantes de las
variantes austríaca y británica:
primero Eugen von Bohm-Bawerk, que
dirigiría las más conocidas críticas a
la teoría del valor-trabajo y con ésta la
explotación por adquisición de
plusvalía, tanto dentro de la teoría
marxista[19]​
como desde el
subjetivismo austríaco (por el cual
incluso los costos dependen de la
demanda); y luego Alfred Marshall
que insistiría en la utilidad del capital
y la gestión en la creación del valor,[20]​
así como la consideración de la
demanda como autónoma de la
oferta aunque ésta se reconozca
determinada por los costos.

Desde la macroeconomía, John


Maynard Keynes llegaría a decir que
El capital era "un manual obsoleto" al
cual no sólo encontraba
"científicamente equivocado sino
además sin interés o aplicación para
el mundo moderno", consideración
que Joan Robinson criticaría como
consecuencia de una pobre lectura de
Marx, así como de Say. Una
aproximación macroeconómica
compatible con el marxismo fue
esbozada por el economista polaco
Michał Kalecki.

Respecto a la aplicación práctica del


método marxista y a sus resultados
políticos, las críticas usuales han sido
menos a la doctrina marxista y más a
los aspectos empíricos contra el
movimiento Comunista y sus
regímenes. Estas críticas se
sostienen en términos humanistas y
objetan el sacrificio en vidas
humanas en persecuciones sociales y
políticas, y además sólo se han
dirigido al fenómeno totalitario como
una situación circunstancial impuesta
deliberadamente por los dirigentes
marxistas, o sea, como un fenómeno
aislado o al menos aislable de la
teoría. Sin embargo algunas de estas
críticas han tenido una dimensión
teórica (especialmente por parte de
liberales clásicos como Mises, Hayek,
Isaiah Berlin y Raymond Aron, y
anarquistas como Proudhon, Bakunin,
Piotr Kropotkin y Noam Chomsky)[21]​
según las cuales el fracaso político
del totalitarismo, la interdependencia
entre la falta de propiedad personal y
libertad personal, el colapso de la
planificación centralizada de la
economía y la doctrina marxista-
leninista serían elementos
inseparables y codependientes, por lo
cual, o la teoría marxiana del progreso
histórico debe de estar equivocada y
la dictadura científica pasaría a ser
una profecía autocumplida con
resultados perjudiciales para la clase
obrera, o bien la noción de un
"necesario progreso histórico" puede
ser mayormente verdadera pero sin
embargo el marxismo la habría
malinterpretado a su favor: esta
última opción sería planteada por el
heredero de la crítica hegeliana al
marxismo de Alexandre Kojève, el
neoconservador Francis Fukuyama.

Finalmente, diversos autores de


orientación centrista y
socialdemócrata han hecho
profundas reflexiones críticas de las
bases filosóficas del marxismo, a
saber Jürgen Habermas,[22]​
Hannah
Arendt,[23]​
Anthony Giddens, y
particularmente –por recordar las
implicancias de que las relaciones
sociales de producción no pueden
determinar la superestructura jurídico-
política ya que la presuponen– el
jurista y pensador político Hans
Kelsen quien, en su libro La teoría
comunista del derecho y el Estado,
realizaría la que tal vez pueda
considerarse la objeción más incisiva
a casi todos los aspectos relevantes
de la doctrina marxista, tanto en sus
facetas políticas, su teoría jurídica e
institucional, social y económica.[24]​

Algunas de las obras de


Karl Marx
Crítica de la filosofía del derecho de
Hegel (1843)
Manuscritos (1844)
La ideología alemana (1845, con
Engels)
El manifiesto comunista (1848, con
Engels)
El capital (1867)
La guerra civil en Francia (1871).
Salario, Precio y Ganancia (1898).

Véase también
Portal:Socialismo. Contenido
relacionado con Socialismo.
Portal:Marxismo. Contenido
relacionado con Marxismo.
Comunismo
Filosofía marxista soviética
Izquierda judía
Marxología
Economía marxista

Referencias
1. Álvarez Chillida, Gonzalo (2002).
El antisemitismo en España: la
imagen del judío, 1812-2002 .
Madrid: Marcial Pons, ediciones
de Historia, S.A. p. 173.
ISBN 8495379449.
2. El manifiesto comunista
3. El Manifiesto Comunista
4. Marx, Karl (1859). Prólogo a la
Contribución a la Crítica de la
Economía Política . Consultado
el 21 de octubre de 2018.
5. Crítica de la filosofía del derecho
de Hegel, 1843
6. Hitchens, Christopher (2016). Los
derechos del hombre de Thomas
Paine. Barcelona: Ed. Debate.
p. 166. ISBN 978-8483067918.
7. Sobre la cuestión judía, 1844
8. https://web.archive.org/web/201
10302112045/http://p2tpe.e-
monsite.com/rubrique,l-
alienation-des-
travailleurs,139551.html
9. Manifiesto del partido comunista,
K. Marx et F. Engels, 1848
10. Engels dice que esta fórmula se
limita a "la historia escrita". Y
agrega: "En 1847, la historia de la
organización social que precedió
a toda la historia escrita, la
prehistoria, era casi
desconocido”. (Nota de Engels en
el Manifiesto Comunista 1888).
11. « "Darwin, Marx y las dedicatorias
de El capital» . Archivado desde
el original el 29 de julio de 2014.
Consultado el 16 de enero de
2012.
12. "Lecture XXXV: A Philosophy of
Life" , Sigmund Freud, New
Introductory Lectures on Psycho-
analysis, Hogarth Press, 1933,
last lecture.
13. "Weber y Marx", Gianfranco
Poggi, Weber, Alianza Editorial,
2006, cap. 3, § 5, pp. 64-67
14. "Censorship" , Karl Marx, On
Freedom of the Press, May 15th
1842, Rheinische Zeitung No. 135
15. "Dialectic Interdependence of End
and Means" , Leon Trotsky, Their
Morals and Ours, June 1938, The
New International, Vol.IV No.6,
pp.163-173
16. V. K. Dmitriev, 1974 (1898),
Economic Essays on Value,
Competition and Utility.
Cambridge: Cambridge Univ.
Press
17. "Value and Price in the Marxian
System", Ladislaus von
Bortkiewicz, 1952 (1906–1907),
International Economic Papers 2,
5–60; Ladislaus von Bortkiewicz,
1984 (1907), Philadelphia: Orion
Editions.
18. "A Temporal Single-system
Interpretation of Marx's Value
Theory" , Andrew Kliman y Ted
McGlone
19. Eugen von Böhm-Bawerk, Karl
Marx and the Close of His
System , T.F. Unwin, 1898
20. Todd Bucholz, New Ideas from
Dead Economists, New York: A
Plume Book, 1998, pp. 166-167.
21. "Anarquismo, marxismo y
esperanzas para el futuro" ,
Noam Chomsky
22. "La crítica de Habermas a Marx"
Archivado el 20 de junio de
2015 en la Wayback
Machine. Cristian Guillen,
23. "Hannah Arendt (1906—1975)" ,
Majid Yar, Internet Encyclopedia
of Philosophy, Lancaster
University, United Kingdom
24. "Sobre la crítica de Kelsen al
marxismo"
Archivado el 14 de febrero
de 2012 en la Wayback
Machine., Juan Ruiz Manero,
Doxa: Cuadernos de filosofía
del derecho, ISSN 0214-
8676, Nº 3, 1986, art. 14

Bibliografía
Miller, David; Coleman, Janet
(1991). The Blackwell
encyclopaedia of political thought
(en inglés). Wiley-Blackwell.
ISBN 9780631179443.
Stefan Gandler, Marxismo crítico en
México. Adolfo Sánchez Vázquez y
Bolívar Echeverría. FCE, México,
2007.

Enlaces externos
Wikcionario tiene definiciones y
otra información sobre marxismo.
Wikiquote alberga frases célebres
de o sobre Marxismo.
Biblioteca general del pensamiento
marxista , Marxists Internet Archive
en español.
Página de entrada.
El capital , on-line en español

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Citas célebres: Marxismo

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