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P AUTOR/A:
Meredith Wild
P TÍTULO ORIGINAL:
Hardwire
P TÍTULO EN ESPAÑOL: En
la red
P SERIE & Nº de
SERIE: Hacker 01
Argumento
Desperté abruptamente,
desorientada hasta que reconocí las
mariposas doradas pintadas en el
techo. Blake estaba tumbado boca
abajo a mi lado, roncando
tranquilamente sobre la almohada.
Tenía un aspecto tranquilo y
relajado, una imagen muy diferente al
bárbaro que pocas horas antes me
había hecho perder la cabeza. Debía
haberme quedado dormida mientras
él se duchaba y no se había
molestado en despertarme para decir
que podía irme cuando quisiera. Aun
así, no quería estar allí cuando
despertase.
Estaba agotada, feliz, pero la idea
de enfrentarme con él a la luz del día
hizo que me pusiera en movimiento.
La luz ambiental llenaba la
habitación, pero el cielo del desierto
seguía siendo negro y las frenéticas
luces de la ciudad seguían encendidas.
Salte en silencio de la cama y me
vestí, pero a pesar de mis esfuerzos
no pude encontrar las bragas por
ningún sitio.
Después de ponerme los zapatos
me detuve frente al escritorio para
escribir una nota, sobre la que dejé la
ficha de diez mil dólares.
Lo que pasa en
Las Vegas…
Un beso, Erica
Llámame. Tengo
not icias.
Enhorabuena. Lo
celebraremos est a
noche en Top of
The Hub. Iré a
buscart e a las 7.
Te echo de
menos.
E: ¿Puedo ir a
vert e a la oficina?
B: Sí, por favor.
Me puse una falda tubo de color
beis y una blusa blanca con botones y
me alisé el pelo, dejándolo suelto y
suave. Sonreí frente al espejo,
satisfecha al pensar que tenía un
aspecto lo bastante atractivo como
para cenar con Isaac y lo bastante
sexy como para darle a Blake algo en
lo que pensar.
Blake no estaba en la zona de
trabajo cuando llegué. Nadie pareció
fijarse en mí, así que me dirigí a su
despacho. Estaba delante de su triple
monitor, las televisiones que
transmitían noticias o información de
Bolsa recordándome su regla, o más
bien guía, de no tener aparatos
electrónicos en casa.
Cerré la puerta de golpe y él se giró
en la silla.
—¿Y a qué le debo este inesperado
placer?
Se echó hacia atrás, con una sonrisa
perversa en los labios.
—Esta noche tengo una cena —me
senté sobre el escritorio, donde el
pobrecito se veía obligado a trabajar
con míseros papeles y bolígrafos—.
Así que quería verte un ratito.
—¿Con quién vas a cenar?
—Con Perry.
Él hizo una mueca.
—Ese puto tío es muy insistente.
—¿Lo conoces?
—Lo bastante bien como para saber
que le gustas.
Aunque sus sospechas podrían ser
ciertas, Blake no podía saberlo con
seguridad.
—¿Sabes lo absurdo que suena
eso?
Sin responder, se agarró a mis
rodillas y empujó su silla hacia mí.
—¿Por qué no voy contigo? Podría
ir en calidad de socio.
Mi sonrisa despareció.
—No me parece buena idea.
—¿Por qué? Así él solo hablará de
negocios y yo no tendré que
preocuparme por ti.
—Primero, tú no eres mi socio y
segundo, no creo que debas
preocuparte. Isaac parece un tipo muy
profesional y prefiero que pueda
hablar con libertad. Ya sabes, a solas.
Blake me miró muy serio.
—¿Es tu última palabra?
Me quité los zapatos y bajé del
escritorio, sentándome a horcajadas
sobre él.
—Estás exagerando.
Lo besé en el cuello, embriagada de
su aroma. Olía a limpio y… a Blake.
Tomé el lóbulo de su oreja con los
labios y le di un mordisquito.
Al notar que contenía el aliento me
acerqué más, enganchando los dedos
en las presillas de su pantalón. Deslicé
una mano bajo su camisa y noté que
sus músculos eran duros e
implacables, como su presente estado
de ánimo.
—¿Qué puedo hacer para animarte?
—pregunté, tocando el botón de la
bragueta.
Él sujetó mi mano antes de que
pudiera seguir adelante.
—Nada de eso.
Lo miré a los ojos. Estaba muy serio,
pero tenía la impresión de que aún
podría ganar esa batalla.
—Ah, claro, se me olvidaba, tienes
una reputación que mantener. ¿Nada
de magreos en la oficina o tus
súbditos se amotinarán? —bromeé
para ponerlo de buen humor.
Blake esbozó una sonrisa.
—¿Qué voy a hacer contigo, listilla?
Le di besos en el mentón.
—Se me ocurren un par de cosas.
Rocé sus labios con los míos
mientras él me levantaba la falda
hasta los muslos. Jadeaba, mi deseo
por él ya enfebrecido aunque aún no
habíamos hecho nada. Metió una
mano entre mis piernas y me acarició
por encima de las bragas. Gimoteé,
apretando su mano, mi clítoris
latiendo por sus caricias. Apartó a un
lado la tela, abriéndome para deslizar
un dedo por los húmedos pliegues.
—Estás lista para mí —murmuró.
—Siempre —levanté las caderas en
un movimiento circular, guiando sus
movimientos.
Él deslizó dos dedos dentro de mí,
rozando el clítoris con el pulgar…
luego los enterró en mi coño y volvió
a apretar el capullo de nervios hasta
arrancarme un gemido. Repitió el
movimiento una y otra vez hasta que
todo mi cuerpo estaba en tensión,
meciéndome precariamente al borde
del orgasmo.
—Córrete, Erica, ahora. Quiero
sentir cómo tu avaricioso coñito se
cierra sobre mi mano.
Clavé los dedos en sus hombros,
conteniendo un grito mientras me
apretaba contra su cuerpo, mi sexo
cerrándose casi dolorosamente al no
tener su polla dentro de mí.
Busqué su bragueta con manos
temblorosas, decidida a solucionarlo.
Su erección forcejeaba contra la tela
de los téjanos, la única barrera entre
nosotros, pero Blake me sujetó por las
muñecas, volviendo las palmas hacia
arriba para besarlas suavemente.
—Blake…
—Tienes que irte a cenar —me
recordó con voz pausada mientras
soltaba mis manos. Sosteniendo mi
mirada, se metió los dedos en la boca,
chupando las húmedas yemas que yo
había estado montando hasta un
segundo antes.
«Coño». Mi corazón dio un vuelco.
—Tenemos mucho tiempo —
protesté, alargando una mano hacia
la cremallera de su pantalón.
Después de todo, había calculado la
hora de mi llegada con eso en mente.
—Levántate —me ordenó,
dándome un suave azote en el
trasero.
A regañadientes, me levanté para
apoyarme en el escritorio mientras él
desaparecía en el baño del despacho.
Volvió con una toalla mojada y me
limpió, un acto a la vez tierno y
excitante.
—¿Me estás castigando?
No entendía por qué estaba siendo
tan cabezota cuando era evidente que
también él me deseaba.
—No.
—Me deseas —susurré, masajeando
su polla por encima del pantalón.
Él se apartó.
—Así es, pero tendrás que volver
pronto de esa cena para descubrir
cuánto.
Dio media vuelta para entrar de
nuevo en el baño y, resignada a
aceptar que aquel era el final del
encuentro, me enderecé, pasando una
mano por la falda para alisar las
arrugas mientras intentaba calmarme.
Olvidarme del puñetero Blake y
volver a ser una profesional no era
una transición fácil cuando solo podía
pensar en lo maravilloso que sería
que me follase encima del escritorio.
Pasé los dedos por la superficie de
cristal, los amuletos de las pulseras
golpeándola con un alegre tintineo.
Blake se colocó detrás de mí y
apretó su cuerpo contra el mío
mientras me besaba en el hombro.
—Tengo que irme —dije, entre
frustrada y desesperada.
—Vuelve pronto —su profunda voz
reverberaba por todo mi cuerpo—.
Cuanto más me hagas esperar, más
fuerte te follaré.
Tuve que contener un gemido. Mis
pechos, hinchados y pesados,
anhelaban sus caricias. Me apreté
contra él y, dejando escapar un
gruñido, Blake me agarró por las
caderas, pero me soltó enseguida.
Y luego se apartó.
Cuando me volví, estaba frente al
minibar, sirviéndose un whisky y
mirando por la ventana. Yo tenía
demasiado orgullo como para suplicar
y no me apetecía analizar por qué
insistía en torturarnos a los dos.
Sabía que lo retomaríamos más
tarde, pero en ese momento sentía
que estaba a punto de explotar y
estaría contando los minutos hasta
que la cena con Isaac terminase. Por
supuesto, eso era lo que él quería.
¿Qué otra cosa podía esperarse de
un friki del control, un hacker? Blake
Landon jugaba sucio.
Erica,
No ha sido t an
difícil como
esperaba. Daniel
Fit zgerald,
promoción de
1992, licenciado en
Económicas y
Derecho. Google:
Daniel Fit zgerald,
Bost on.
Sid.