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En su Rhetoric in the New World, Don Paul Abbott intenta dilucidar la rela-
ción existente entre el saber retórico europeo renacentista y la influencia que
el contacto con América pudo haber tenido en esta disciplina. El crı́tico uti-
liza la obra del predicador y tratadista Luis de Granada (1504–1588) como
una clara muestra de los efectos que el nuevo escenario mundial provocaba
en aquellos que se dedicaban a reflexionar en torno a la naturaleza de la
predicación. Abbott sostiene que es posible analizar dos tratados de oratoria
3. Una explicación del complejo espacio cultural que el fenómeno de la predicación ocupó en la
cultura del Barroco puede encontrarse en los trabajos de Miguel Ángel Núñez Beltrán y Fernando
de la Flor y en los estudios de Francis Cerdan. Estos autores complementan y discuten la perspec-
tiva propuesta por José Antonio Maravall en La cultura del Barroco. Los estudios de Gwendolyn
Barnes y de Hilary Smith también son de utilidad para la descripción general de la función de la
predicación en el siglo XVII.
4. Lavallé ha descrito y explicado con claridad las distintas y ambiguas caracterı́sticas del colectivo
criollo bajo el dominio de la monarquı́a de los Austrias (15–43).
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Vitulli : c on st ru ye nd o a l p re di ca do r c ri ol lo j 421
5. Mauricio Beuchot es uno de los pocos investigadores que menciona a Velasco como ejemplo
de la influencia de la retórica en los virreinatos.
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¿Qué importa que todas las piezas de un Reloj sean de por sı́ todas pulidas,
limadas, y bruñidas, si en tus manos las tienes, y no sabes ajustarlas a sus
6. Como muestra de esta fama puede leerse el ‘‘Parecer’’ de la edición mexicana de 1728 donde
Joseph López, calificador del Santo Oficio, afirma que el Arte ‘‘ha corrido, y aun volado, por uno
y otro Reino, seguro, con las plumas de cuatro aprobaciones, en alas de la notoria fama de su
autor, desde el año de mil seiscientos y setenta y siete, que hasta el presente son cincuenta y un
años’’ (7).
7. Para facilitar la lectura, he modernizado la grafı́a en todos los casos en que cito el Arte de
Velasco. Utilizo para las citas la edición gaditana de 1677.
Este método de aprendizaje afirma que es necesaria una experta atención por
parte del orador, ya que él será el mediador entre el auditorio y la doxa
eclesiástica; además, sostiene que debe mantenerse un balance extremo entre
el artificio y lo doctrinal. Estos cuidados reposan sobre la figura del predica-
dor que Velasco va construyendo a lo largo del Arte de sermones y que se
propone como una encrucijada de saberes globales y regionales que se con-
jugan, en este caso, con la experiencia lograda a través de años de práctica en
tierras americanas.
El libro presenta una estructura argumental similar a la de muchos otros
manuales de oratoria. Los primeros capı́tulos (del I al III) se detienen en
analizar la función de la oratoria y destacan las caracterı́sticas del sermón en
tanto composición retórica que busca la persuasión de su auditorio. Una vez
explicado esto último, prestando especial atención tanto a la dimensión tex-
tual como a la doctrinal, Velasco continúa proponiendo los elementos que
constituyen el sermón (las llamadas partes esenciales, integrales y materiales)
y establece además que este debe cumplir, de acuerdo con la antigua retórica,
con tres requisitos: ser fundado (el fundamento de la oración), lucido (la
exornación, los tropos y figuras) y provechoso (21–25). Estas primeras carac-
terizaciones de la estructura textual del sermón dan paso a otras reflexiones
del autor sobre elementos tales como la pronunciación, el tono de la voz, los
efectos sonoros desde el púlpito (45–46) y su conexión con el objetivo de la
prédica, para llegar a la tradicional clasificación de los distintos estilos em-
pleados en sus tiempos (el remiso, el blando y el magnı́locuo), que para
Velasco se presentan como opciones estilı́sticas que es posible combinar den-
tro de un mismo sermón, siempre y cuando no se confundan sus lugares
(47). Señala asimismo que el predicador debe prestar extrema atención a los
movimientos del cuerpo en el púlpito, y sobre todo a los gestos realizados
con las manos (87–90). El semblante, por ejemplo, debe estar en plena
armonı́a con el entorno donde se predica y el auditorio al cual el predicador
se enfrenta, para no desentonar con el objetivo final de la oración (88). Ense-
ñar, deleitar y mover al auditorio son los ejes conceptuales que organizan el
tratado.8
8. En el capı́tulo final, Velasco sintetiza su tarea de la siguiente manera: ‘‘Hasta aquı́ has visto que
solo tres artificios han inspirado y conspirado a la fábrica y forma total del sermón. El primer
artificio fue el orden de la ciencia para la forma fundamental. El segundo, el orden de la retórica,
Débense conocer estos malos estilos para evitarlos, procurando obrar con
perfección en los otros, como lo hizo en nuestros tiempos en la ciudad de
Tunja, tan conocida por su nobleza como por los ingenios que produce, el
Fénix de ellos y mayor talento de su siglo, el Bachiller Pedro de Barajas,
cura doctrinero de Soraká. (62–63)
por el lado de sus partes integrales, para la forma de exornación. Y el tercero, el orden de la misma
retórica según sus partes esenciales para la forma de provecho’’ (226).
9. De la Flor ha analizado cómo los saberes presentes en estas obras se conectan con otros campos
culturales del Barroco, tales como la fisiologı́a, la arquitectura, la medicina y la retórica. En su
documentado ensayo, el académico español señala el grado de cohesión que la episteme barroca
presenta, señalando las intersecciones entre fenómenos que en el pasado se pensaban como ais-
lados o con escasa conexión. Para este crı́tico, es posible hallar en los manuales de predicación del
siglo XVII el mismo tipo de compleja situación cultural presente en la sociedad barroca (123–26).
Dirás que en esta materia hay muchos Artes, y que el mı́o se vuelva, pues
viene tarde. A que respondo: Que muchos de ellos he leı́do, pero todos me
dan licencia para que el mı́o se imprima (quizás será de algún provecho) y
con licencia suya, y ruegos de mis amigos lo doy a la estampa, para dárselo
impreso, por no poder trasladarlo para todos los que piden. (9–10, mi
subrayado)
Para este fin te ofrezco mi Arte. Lector, déjame pasar sin vejación, que una
buena intención no es ropa de contrabando: si gustas de entretenerte, cas-
tiga en mı́ los vicios, que tendrás en ellos diversión para muchos dı́as, pero
mira, que esta que ofrezco, es virtud, no me la muerdas. Advierte, que sé
algunas Historias (como lo has visto en las ya citadas) y podré tocarte
algunas que sean tecla. Lo que hay en el Arte, que puede ser sea para ti de
misterio, es que este libro se escribe En, y sale De (es mi obligación decirlo)
para abrir en muchos el deseo de la doctrina, y para cerrar con él la puerta
a los Comuneros. (16–17, mi subrayado)
En primer lugar, la presencia del nombre propio funciona aquı́ como una
sinécdoque del grupo criollo que se ha adueñado del derecho a representar
el significante ‘‘Indias’’. En segundo lugar, se vuelve a destacar el grado de
desarrollo intelectual americano al demostrar que un autor nacido en el
Nuevo Mundo ha escrito un tratado de oratoria sagrada que será impreso en
la metrópolis y que desmiente el deseo de aquellos que desprecian a América
(‘‘no quisieran que hubiese ingenios en las Indias’’). A su vez, el uso del
nombre propio es también una señal dual de la obediencia de este sector
(‘‘hágolo como se manda’’) hacia las autoridades y del orgullo de su pro-
cedencia, algo que Velasco define como ‘‘un artificio para mı́ de mucho pro-
vecho’’.
Como puede deducirse de los fragmentos analizados, Velasco reflexiona
sobre su espacio de enunciación y las relaciones con el discurso peninsular
creando un marco narrativo que le permite incluir, simultáneamente, crı́tica
y fidelidad hacia sus pares españoles. Esta ambivalencia discursiva implica
proponer la necesidad de la figura del predicador criollo como un rol que ha
sido y será, gracias al Arte de sermones, de extrema importancia en el mundo
barroco. Sus quejas pretenden desagraviar a los creadores criollos por medio
de la escritura misma de un volumen que será prueba cabal de la capacidad
intelectual de estos, sin romper de manera radical con el orden imperial.
De manera complementaria a la sección ‘‘Al lector’’, en el Arte de sermones
se encuentra también un texto escrito por una autoridad española que busca
responder a las acusaciones de Velasco: me refiero a la ‘‘Aprobación del doc-
tor don Agustı́n de Velasco, capellán en el Oratorio de la Magdalena de la
villa de Madrid’’, incluida en los preliminares. Esta inédita respuesta va a
revelar algo que poco se ha discutido en torno a la intersección cultural entre
cultura barroca y subjetividad criolla: la forma en que una autoridad espa-
ñola interpretaba estas quejas criollas dentro del marco polı́tico imperial.
Existe cierto consenso crı́tico acerca del valor de este tipo de quejas y su
papel en el establecimiento de una identidad criolla, pero poco se ha investi-
gado sobre las reacciones que pudieron tener los letrados ibéricos ante estas
vindicaciones. Será interesante ver, pues, hasta qué punto se puede seguir
hablando de cierto carácter contrahegemónico (Chang-Rodrı́guez), reivindi-
catorio protonacional (Moraña) o aun anticolonial (Parkinson Zamora) de
América una tierra de gran valor y aun más se ennoblece esta ante los ojos
ibéricos si a estos metales preciosos se les añade el trabajo especializado (mar-
tillo, taladro) que transforma lo bruto en bien suntuario. La analogı́a con los
metales preciosos le permite introducir la figura del individuo letrado criollo
que puebla estas tierras y que Velasco representa. De la misma manera en que
las riquezas materiales son extraı́das y transformadas por el trabajo humano
(martillo, taladro), los ingenios de las Indias son pulidos y hermoseados por
las instituciones educativas (universidades, colegios, academias y conventos)
que se han establecido en los nuevos territorios, y envı́an los productos del
intelecto a las imprentas de la metrópolis como prueba de esta capacidad:
que no habı́a de tener más privilegio una piedra o un metal que una racio-
nal criatura y más cuando la aliñan y hermosean tantas Universidades,
Colegios, Academias y Conventos, en donde a porfı́a lucen los ingenios
desempeñando su patria y ennobleciendo las ajenas, de infinitos sujetos
indianos tengo noticia (que reducirlos a número fuera imposible) que han
ilustrado con sus personas y escritos nuestra España. (s/n, mi subrayado)
En esta cita se introduce una nueva figuración del ‘‘nosotros’’, que en este
caso representará al grupo de autoridades peninsulares que lee, interpreta,
juzga y evalúa ‘‘estos libros’’ escritos en territorios americanos. El reproche
del americano, entonces, aparecerá como algo fuera de lugar para la mirada
peninsular que dice desconocer las razones por las cuales el autor ‘‘pone
tanto rebozo a la queja’’, ya que ‘‘su libro le da a conocer por grande y digno
de que se den a la estampa tan útiles escritos’’. En otras palabras, la respuesta
del peninsular tácitamente asume lo que el americano desea afirmar: que el
libro mismo es un acto del ingenio que demuestra la capacidad letrada de
los criollos. No es necesario buscar en estos textos elementos temáticos que
especifiquen una naturaleza puramente americana, o referencias a cierto
exotismo ahistórico que enmarque la obra barroca colonial y la haga
emblema de un estilo americano, sino que se hace crucial prestar atención a
los espacios de enunciación presentes en este diálogo intelectual ultramarino
para poder reconstruir el contexto de producción de este tipo de discursos.11
Lo que el Velasco español ha afirmado (‘‘su libro le da a conocer por
grande’’) es precisamente el efecto buscado por el Velasco bogotano. Los
11. Me refiero fundamentalmente a las lecturas propuestas por Parkinson Zamora acerca del
carácter anticolonial de las producciones culturales americanas durante el siglo XVII. Este tipo de
interpretación, si bien presenta una innovadora lectura del campo cultural, carece de un acerca-
miento histórico sólido que la fundamente.
libros de los criollos pueden definirse como una performance, como una dra-
matización de su saber y su valor en tanto individuos capaces de demostrar
el grado de perfeccionamiento alcanzado en tierras remotas y que se sienten
capaces de dialogar con sus pares metropolitanos de igual a igual.12
Al escribir una aprobación tan precisa e interesante, el religioso español
permite ver el complejo campo de negociación material y simbólica en el que
estaban inscriptos tanto el letrado peninsular como el criollo. Además, al
analizar la forma en que el español interpreta la queja del autor del Arte de
sermones, cobra mayor visibilidad el significado de esta pose criolla, es decir,
la estrategia discursiva que autoriza al letrado criollo como interlocutor
válido frente a la autoridad imperial. Al mismo tiempo, el lugar que el criollo
consigue afianzar por medio de su producción cultural contribuirá a generar
una mayor cohesión dentro del núcleo duro de la ciudad barroca americana.
Velasco, el español, lee el efecto buscado por el americano, que es la idea de
mostrar el conocimiento propio para autorizarse dentro del mapa del poder
ultramarino y formar parte del diagrama de poder barroco del siglo XVII.
En definitiva, las palabras de los dos Velascos parecen reproducir en minia-
tura las polémicas, las discusiones y los pactos que los criollos y los peninsu-
lares sostuvieron durante todo el siglo XVII en ámbitos y saberes tan alejados
como semejantes. El valor de estos textos se basa no solo en que el Arte de
Velasco puede entenderse cabalmente como un arte de predicar criollo, sino
en que, además, en la inclusión de la palabra del peninsular se hace mucho
más visible el grado de similitud y las diferencias entre los dos campos cultu-
rales. La polémica en torno a la singular situación del predicador criollo, la
validez de su persona y las distintas figuraciones discursivas que él asumirá,
es una consecuencia de este contexto histórico y permite ası́ interpretar la
oratoria sagrada como un lugar donde es posible detectar las tensiones y los
pactos que atraviesan a los letrados de la segunda mitad del XVII. Al mismo
tiempo, en el análisis del Arte de sermones de Velasco, busqué ilustrar con
12. Esta situación ambigua ha sido muy bien analizada por Antony Higgins en relación con el
proceso de construcción del archivo criollo en territorios mexicanos. Higgins explica que ‘‘[i]n
New Spain and the other viceroyalties, the structure of an imperial and, at least nominally, theo-
cratic regime remains largely in place, albeit marked by a potentially destabilizing contingency
and heterogeneity vis-à-vis subsisting indigenous and African belief systems. Instead, the salient
features of a conjunctural tension are located in the domains of authority and knowledge: first, in
the spheres of literature and culture; and, second, in the modes of scientific knowledge that can
be articulated within the traditional regime, so long as they do not threaten its own authority and
order’’ (15).
13. Según Cañizares-Esguerra, ‘‘patriotic epistemology was a discourse of the ancien régime that
created and validated knowledge in the colonies along lines that mimicked and reinforced wider
public principles of socio-racial estates and corporate privileges’’ (206).
espacio; frente a sus pares criollos, usará una figuración discursiva que busca
contribuir a un afianzamiento social y cultural del grupo; por último, frente
a los indı́genas, retomará una posición que lo iguala con sus pares europeos,
al señalarlos como lo otro que debe subsumirse ante el discurso imperial
colonizador. El letrado criollo utilizará esta ventaja posicional para afianzar
su espacio de poder, ya que se define como el más apto para lidiar con la
realidad de las Indias sin ser ni la pura otredad indı́gena ni la externa visión
europea.
En definitiva, Velasco construye su imagen de letrado criollo como sus-
tento y base de su autoridad cultural, autoridad que oscila entre la aceptación
de la jerarquı́a y el orden imperiales y la progresiva conformación de un lugar
enunciativo distinto, en constante construcción, que transita zonas culturales
diversas. Este nuevo lugar de enunciación no representa en su totalidad el
espacio americano (como se ha pretendido interpretar de manera recurrente
la producción del Barroco de Indias), sino que afirma y sustenta el dominio
del grupo criollo ante la heterogeneidad del ‘‘Nuevo Mundo’’. Es posible ver
en este ejemplo del discurso criollo del siglo XVII cómo este sector se apropia
por momentos del significante ‘‘americano’’ y le impone una significación
suplementaria, creando un efecto retórico que utiliza una falsa relación
sinonı́mica entre dos palabras (criollo / americano) cuando dirige su discurso
a la autoridad peninsular, mientras no duda un instante en trazar las diferen-
cias entre los dos significantes cuando debe demarcar su dominio territorial
y cultural dentro de la ciudad barroca americana.
Obras citadas
Abbott, Don Paul. Rhetoric in the New World: Rhetorical Theory and Practice in
Colonial Spanish America. Columbia: U of South Carolina P, 1996.
Barnes, Gwendolyn. Sermons and the Discourse of Power: The Rhetoric of Religious Oratory
in Spain (1550–1900). Tesis de doctorado. U of Minnesota, 1988. Ann Arbor: UMI,
1988. ATT 8910969.
Beuchot, Mauricio. ‘‘La retórica argumentativa de Fray Martı́n de Velasco (Colombia,
siglo XVII).’’ Endoxa 6 (1995): 167–79.
Brading, David. Orbe indiano: de la monarquı́a católica a la república criolla 1492–1867.
México: FCE, 1991.
Bridikhina, Eugenia. Theatrum mundi: entramados del poder en Charcas colonial. La Paz:
Instituto Francés de Estudios Andinos, 2007.