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Horkheimer, Max, “Teoría tradicional y teoría crítica” en Teoría crítica, Amorrortu

Editores, Buenos Aires, 2008, pp. 223-271.

René de Jesús Solórzano Rodríguez

En este texto, Horkheimer nos expone la diferencia entre la concepción tradicional de


‘teoría’ y lo que él y su grupo conciben como ‘teoría crítica’. Comienza definiendo la teoría
desde la tradición filosófica y científica. La teoría es un conjunto de proposiciones acerca
de un campo de objetos, y esas proposiciones están de tal modo relacionadas unas con
otras, que de algunas de ellas pueden deducirse las restantes. Otra definición sería que la
teoría es la acumulación del saber en forma tal que este se vuelva utilizable para
caracterizar los hechos de la manera más acabada posible. La meta de la teoría es armar un
sistema universal de la ciencia. No particularizarla, sino que concibe que las ciencias
particulares tengan rasgos en común que pueden universalizarse. La concepción que
tenemos de ‘teoría’ se suele referir su inicio histórico a la modernidad, en especial a
Descartes. En su Discurso del método, el autor enuncia que su método de la conducción de
los pensamientos va de los objetos más simples y, gradualmente, ascender al conocimiento
de los más complejos. Explica, entonces, que la deducción y las matemáticas son
fundamentos de las ciencias. El mundo y su orden se dan a partir de la deducción. Así, el
concepto tradicional de ‘teoría’ tiende a exhibir un sistema de signos puramente
matemáticos.

El modo de racionalidad de la teoría tradicional se muestra del siguiente modo.


Postular una determinada causación histórica implica siempre que, faltando ella y como
consecuencia de las reglas empíricas conocidas, en las circunstancias dadas se hubiera
producido otro efecto. Es decir, desde la lógica simbólica, se opera desde proposiciones
condicionales, aplicadas a un hecho determinado. Si se dan las circunstancias a b c d, debe
esperarse un resultado q; si desaparece d, resultará el acontecimiento r; si se agrega g, el
acontecimiento será s, y así sucesivamente. Entonces, la lógica matemática se puede aplicar
tanto a las ciencias del espíritu histórico y de las ciencias naturales. De esta forma opera la
teoría en el sentido tradicional.

Por otra parte, la teoría crítica que conceptualiza Horkheimer en este texto, no se
refiere al autoconocimiento del hombre a través de las matemáticas en las ciencias de la
naturaleza, sino en la crítica de la sociedad establecida, presidida por el interés de instaurar
un estado de cosas racional. El problema de la relación entre hechos y el ordenamiento de
conceptos, proporciona un punto de partida para la teoría crítica. Siempre se vuelve a
insistir en el hecho de que los mismos objetos, que, en una ciencia, constituyen problemas
difícilmente resolubles dentro de un tiempo previsible, en otra disciplina, en cambio, son
aceptados como simples hechos. Las ciencias sociales aceptan la naturaleza humana y
extrahumana en su conjunto como algo dado y se interesan por la edificación de las
relaciones entre hombre y naturaleza y entre los hombres unos con otros. Pero la
profundización del desarrollo del concepto de teoría no ha de realizarse sobre la base de
esta referencia a la relatividad de la relación entre el pensamiento teórico y los hechos,
inmanente a la ciencia burguesa, sino mediante una consideración que atañe, no solo al
científico, sino al individuo cognoscente en general.

Un ejemplo de esto es la percepción del mundo. Para un sujeto inmerso en la


sociedad burguesa, el mundo es lo dado y es verdadero. El pensamiento ordenador del
mundo es el resultado de las relaciones sociales, que se adaptan mejor a las necesidades de
cada individuo. Pero aquí hay una diferencia entre el individuo y la sociedad. Lo que el
individuo ve y percibe en el mundo, y que lo acepta como existente, es producto de la
praxis social en general. El modo como ven y oyen los individuos está determinada por la
praxis social en donde se encuentran. Los hechos que nos entregan nuestros sentidos están
preformados socialmente de dos modos: por el carácter histórico del objeto percibido y por
el carácter histórico del órgano que percibe. El modo como, al observar receptivamente, se
separan y se reúnen fragmentos, como unas cosas son pasadas por alto y otras son puestas
de relieve, es resultado del modo de producción moderno en la misma medida en que la
percepción de un hombre perteneciente a una tribu aborigen es resultado de sus condiciones
de existencia y, igualmente, del objeto. En etapas complejas de la civilización, la praxis
humana consciente determina inconscientemente tanto la subjetividad de la percepción
como el objeto. Aun donde la percepción de objetos naturales como tales, la naturalidad de
estos está determinada por el contraste con el mundo social. Sin embargo el individuo
percibe la realidad sensible como simple secuencia de hechos dentro de los ordenamientos
conceptuales.

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