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INSEGURIDAD JURÍDICA
CONTENIDO
Este breve trabajo pretende plantear la absurda situación en que nos encontramos en la
República Argentina, generada por el incumplimiento de expresas normas legales, contándose
además con los instrumentos, razonablemente satisfactorios, para lograr una información
adecuada, en lo que se refiere a la segregación de los efectos inflacionarios en los resultados de
los entes.
En efecto, el Art. 62 de la Ley 19.550, incorporada al Código de Comercio, que regula la
conformación y actividades jurídicas de las sociedades comerciales, dispone: “Los estados
contables correspondientes a ejercicios completos o períodos intermedios dentro de un mismo
ejercicio, deberán confeccionarse en moneda constante”.
Si bien la expresión “moneda constante” pudo ser mejorada, no cabe duda que se refiere a
“moneda de poder adquisitivo constante”, o sea que, en sucesivos ejercicios se identificarán los
cambios operados en el valor corriente del signo monetario, en lo que se refiere al poder de
compra del mismo. De esa forma quedará claro que, con la inflación no es que variarán, por ese
efecto, los precios de los bienes y servicios, sino que los cambios se operan en el poder
adquisitivo del signo monetario. Por ejemplo, si el año anterior una corbata costaba $300 y este
año cuesta $600, no es que la corbata cuesta el doble sino que el signo monetario tiene un “valor
reducido a la mitad”1.
No obstante el claro contenido del Art. 62 de la Ley 19.550, en el año 2003 el Poder
Ejecutivo Nacional, mediante el Decreto 664, notificó a las entidades que controlan y regulan el
funcionamientos de diversos entes que no aceptaran estados contables que contuvieran el
llamado “ajuste por inflación”. Esos organismos fueron, entre otros, el Banco Central de la
República Argentina, la Superintendencia de Seguros de la Nación, la Comisión Nacional de
Valores y la Inspección General de Justicia.
En esos tiempos se aplicaba pacíficamente la llamada Resolución Técnica Nº 6 de la
Federación Argentina de Consejos Profesionales en Ciencias Económicas. En un primer momento
las sociedades comerciales no incluidas bajo la supervisión de los entes mencionados por
ejemplo, las sociedades anónimas de la Provincia de Buenos Aires y que eran supervisadas por la
Dirección de Personas Jurídicas podían practicar el “ajuste por inflación” pero la medida se
generalizó rápidamente para todo el país.
Se comentaron entonces muchas fantasías sobre las pretensiones del dictado del Decreto
664/03 que limitaba y limita la aplicación de una norma superior como es una ley y sin dudas –
fantasías aparte- seguramente tuvo en cuenta razones de índole fiscal presupuestaria.
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Por supuesto, antes deberían segregarse algunos efectos del mercado (oferta y demanda).
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Así las cosas, de hecho, el ajuste por inflación contable se pudo aplicar hasta períodos
cercanos anteriores a la fecha de la prohibición. En las notas a los estados contables se lee
actualmente hasta qué cierre de ejercicio se practicó ese ajuste.
Parecería que primero debería mencionarse en el título de este apartado a los Consejos
Profesionales en Ciencias Económicas y después a los contadores públicos. Entendemos que los
contadores públicos debían analizar la norma prohibitiva y tenían que actuar con su lógica
profesional según diversas circunstancias, a saber:
a. Si la inflación no era significativa.
b. Si la inflación era significativa.
Si la inflación no era significativa, con las notas a los estados contables que así lo
expresaran, el profesional evaluaría esa circunstancia y, en el supuesto de estar de acuerdo con
la opinión empresaria, podía aclararlo en el párrafo anterior al dictamen y así cumplía
acabadamente con su cometido.
Si la inflación era significativa y no se había practicado el ajuste de los estados contables,
según la trascendencia de la cifras en juego, la solución era una opinión adversa, o alguna
salvedad del tipo “sujeto a…”.
Eran tiempos complicados y sin duda nuestros colegas pudieron aplicar otros criterios
teniendo en cuenta que la prohibición podía no abarcar todo el ejercicio.
Poco tiempo después los Consejos profesionales fueron encarando el problema y dictaron
normas, como el caso del de la Capital Federal que eximió del requisito del ajuste por inflación
cuando la inflación no superara el 8% en un año. De qué cálculo estadístico surgió esa cifra del
8%, nadie lo sabe, pero fue una solución de compromiso que, si bien no solucionaba el problema
de fondo, por lo menos respaldaba la actividad profesional.
En este estado debemos mencionar lo que está pasando actualmente en nuestro país.
Supongamos que no existiera más la prohibición vigente, ¿tendrían solucionado sus
problemas las empresas y los contadores públicos? Creo que no porque los índices oficiales que
prepara en INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) están seriamente cuestionados
en la que respecta a la autenticidad de las cifras.
El principio de “significatividad” no podría aplicarse ante las dudas que se plantean
permanentemente. No se trata de cubrir la responsabilidad sino que el contador público debe
hacer honor a la expresión de la VII Conferencia Interamericana de Contabilidad celebrada en Mar
del Plata “semper veritatis fidelis” (siempre fieles a la verdad) y no se me ocurre de qué manera
podría hacerlo cuando las mediciones privadas señalan, por lo menos, una inflación igual al doble
de la “verdad oficial”.
Mientras tanto los consejos profesionales no se expiden sobre esta realidad y dejan librado
a la decisión de cada profesional contador público la forma de actuar ante esta emergencia.
Lamentablemente la tendencia de la economía en nuestro país parecería confirmar un
escenario de inflación creciente.
Como profesionales, ¿Qué recursos tenemos a nuestro alcance para soslayar esta
circunstancia tan especial?
En el ejercicio de mi profesión me he valido de un recurso que está en consonancia con la
tendencia actual de armonización de las normas contables mediante la adopción de las Normas
Internacionales de Información Financiera (NIIF) y las Normas Internacionales de Contabilidad
(NIC) vigentes. Sabido es que desde enero de 2011 paulatinamente los entes de nuestro país
comenzarán a aplicar integralmente esas normas de contabilidad del IASB (International
Accounting Standard Board). Alguna vez, seguramente, dejaré aclarado cuál es mi posición sobre
el tema, aunque vaticino un cúmulo importante de dificultades prácticas, salvo que se dicten
ineludibles normas que fijen opciones y precisiones.
De todas formas, la coyuntura permite utilizar un recurso aceptable, según mi opinión, y es
la aplicación de la NIC 29 (economías hiperinflacionarias). Esta norma internacional de
contabilidad que, afortunadamente, está siendo revisada, señala una serie de pautas subjetivas
para configurar lo que ellos llaman “Hiperinflación” y requerir en esos casos, la aplicación de un
procedimiento de ajuste de los estados financieros para segregar los efectos inflacionarios. Sin
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perjuicio de esas pautas subjetivas como alternativa de objetividad, menciona una inflación
acumulada en tres años del 100%.
El uso que yo doy a esa norma, sin perjuicio de aceptar o no el concepto de hiperinflación
que se indica en la NIC 29, es respetar la obligatoriedad de la misma que requiere el ajuste del
resultado cuando la inflación de un año está alrededor del 25% (100% anual acumulado en tres
años). Se que simplemente es la “salida” no muy ortodoxa pero, por lo menos respaldamos
nuestra conducta profesional.
Por supuesto no se soluciona de esa manera la falta de información correcta en los
estados contables pero los cambios que se requieren en la normativa vigente deben ser
encarados, por los organismos profesionales, realizando los planteos en los terrenos que
corresponda.
Las empresas son entes con fines de lucro y consecuentemente tratan de generar
ganancias cuyo destino lógico es distribuirlas entre los titulares del capital social. Por otra parte, la
Inspección General de Justicia ha instado permanentemente en concretar esos dividendos en
efectivo.
Es sabido que los beneficios netos (y también las pérdidas) constituyen resultados no
asignados que se encuentran a disposición de los socios (asambleas, en el caso de las
sociedades anónimas, actitud que significa “asignar esos resultados).
Si se trata de utilidades, sin perjuicio de otros, los destinos más importantes pueden ser:
a. Dividendos en efectivo.
b. Capitalización de esos resultados (dividendos en acciones liberadas).
c. Constitución de reservas obligatorias; estatutarias (también obligatorias para ese
ente); y facultativas, o sea decisiones circunstanciales del cuerpo soberano del
ente.
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En este estado de cosas debemos recordar que el capital a mantener es una variable
independiente que condiciona el resultado de un período (variable dependiente).2
1. Postulado Básico
La magnitud del resultado de las operaciones de un ente, en un período determinado, expresado a través
de sus estados contables, está condicionada por las variaciones del capital inicial y final.
El capital a mantener constituye una variable independiente que puede expresarse según diferentes
parámetros.
Siendo el capital a mantener una variable independiente, condiciona al resultado del período, que de esa
manera se constituye en una variable dependiente de la magnitud del capital.
La porción de resultados asignados para mantener la capacidad operativa del capital constituye un
“resultado por tenencia”.
Si bien la aplicación del capital no financiero muestra un resultado más real que con el capital financiero, por
razones de uniformidad, comparabilidad y simplicidad, no es recomendable su aplicación a los estados
contables de la contabilidad financiera o patrimonial, respecto de los cuales en su confección deben
cumplirse las normas contables vigentes, que optan por el empleo del capital financiero.
En cambio en el segmento contable llamado contabilidad de la gestión, es muy conveniente el uso del
capital no financiero para conocer el verdadero resultado y, sobre todo, cuando se dispone la distribución de
dividendos en efectivo, para evitar la posibilidad de repartir capital, en lugar de utilidades.
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Para profundizar este tema, recomendamos la lectura de nuestro trabajo “Contabilidad Financiera”,
Editorial Errepar, 2007.
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Como puede verse, en este trabajo se recomendó el uso del capital “no financiero” para
evaluar la magnitud de los resultados positivos para ser distribuidos como dividendos en efectivo,
para evitar que, bajo el rótulo de ganancias, en realidad se pueda llegar a distribuir capital,
afectando de esa manera la responsabilidad del ente hacia terceros acreedores.
En la práctica, lo que se puede hacer es constituir una “Reserva de protección del capital”
por el monto de la cifra que permita mantener la capacidad operativa. Se trata de un resultado de
tenencia pero nuestras normas contables no autorizan a realizar un asiento que dijera:
7. Bibliografía