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¿Cuándo se produce el lenguaje?

¿Es éste el punto a considerar como “origen de la


humanidad” como tal? Veamos su historia.

Toda vez que nos paramos a pensar en los orígenes de nuestra especie, siempre
surgen las mismas cuestiones. ¿Cuál es el momento preciso en que nuestros ancestros
homínidos dejaron de serlo y se convirtieron en hombres? ¿Es la aparición del lenguaje el
punto de partida para considerar el origen de la humanidad? Y de ser así ¿Cómo y cuándo
se produjo?

Para solventar tales cuestiones, muchos antropólogos se remiten a la comparación de


tres de las especies más cercanas y representativas, en términos evolutivos, a nosotros: el
“Homo Apharensis”, el “Homo Erectus” y por último, el “Homo Sapiens”.

¿En qué parte de la evolución surge el lenguaje?

No obstante, antes de analizar esas tres especies, cabe esclarecer una serie de ideas o
hipótesis relacionadas con la aparición del lenguaje. ¿Nace el lenguaje por la mera
evolución y adaptación de nuestro aparato fonador? ¿Surge acaso como resultado del
desarrollo del intelecto? ¿O quizás debamos su origen a la fusión de ambas
características?

Parece lógico pensar que, en efecto, para que se produzca el lenguaje debe existir
primero un órgano fónico capaz de emitir y articular sonidos. Por tanto, en cuanto la
evolución permitió una cierta, aunque tosca, herramienta biológica para sustentar el
lenguaje entre nuestros lejanos ancestros, éste, debiera haber nacido. ¿Pasó realmente
así?

Si nos remitimos a una especie contemporánea como la del chimpancé, con la


cual compartimos un alto porcentaje de genes, podemos responder a dicha pregunta.
El aparato fonador del chimpancé, si bien no es igual al nuestro, si puede articular sonidos.
Si bien esto es así, los chimpancés no han desarrollado un lenguaje semejante al nuestro.
Es más, aunque éste no se haya originado espontáneamente, tampoco es factible
enseñárselo.

Pese a tener cierta capacidad fónica para articular sonidos, el chimpancé jamás ha
desarrollado un lenguaje. Algunos pensaréis que los chimpancés si pueden
comunicarse, cierto, pero no debemos confundir ese término con lenguaje. Todo animal se
comunica de una u otra forma con sus semejantes, pero sólo los humanos tenemos un
lenguaje.

Con lenguaje me refiero al acto de utilizar la lengua como un sistema estructurado


de comunicación que permite elaborar y comprender un número infinito de mensajes.
Esto los chimpancés no lo tienen, por lo que aquellas antiguas teorías que vinculaban la
aparición de un aparato fonador capaz de articular sonidos como la chispa que inició la
creación de un lenguaje están más que superadas.

Sin embargo, podría enseñárseles un lenguaje signado similar al de los sordomudos,


que constituyen de facto una lengua con las mismas posibilidades de expresión que las
lenguas naturales habladas, excepto, lógicamente, las derivadas del sonido. No obstante,
en este punto, todos los intentos científicos por hacerlo posible han logrado unos
resultados paupérrimos, unas pocas expresiones gestuales acompañadas de algún
sonido, nada que podamos catalogar como un verdadero lenguaje.
El lenguaje no es algo innato en el chimpancé, pero aún intentando enseñárselo de
forma artificial, tampoco es posible. La razón parece residir en que la inteligencia de estos
animales no es suficiente para el desarrollo de un lenguaje como el humano.

Del mismo modo, el Apharensis, muy parecido a nuestro chimpancé actual, tampoco
pudo desarrollar esa capacidad lingüística y, pese a que era bípedo y poseía ciertos
rasgos lejanos con la humanidad, su comportamiento mental, social y comunicacional lo
catalogan más como animal que como hombre.

El siguiente paso evolutivo al que haré referencia es el del Homo Erectus, el cual sí
poseía además de un aparato fonador adecuado, un cerebro que, aunque de capacidad
inferior, era semejante al nuestro. Es una especie que posé inteligencia y que tiene cierta
capacidad para interactuar y modificar su entorno. El Homo Erectus hace uso de la
fabricación de herramientas para cazar y puede operar sobre las piezas abatidas a fin de
obtener de las mismas todos sus recursos.

La facilidad para obtener alimentos hace que obtengan grandes cantidades de proteínas,
lo que conlleva nutrientes para las neuronas. Con el paso de los siglos su capacidad
mental aumenta y mejora su sinapsis. Además, esta especie poseía cierta capacidad de
toma de decisiones y podría resolver problemas (aunque de sencilla calificación).

En adición a lo anterior, descubrieron el fuego como herramienta de defensa, como


fuente de calor y su aplicación alimentaria en la cocción de la carne. Todos estos datos
apuntan ya a una combinación de aparato fonador e inteligencia. ¿Alcanzaron el lenguaje?
Parece ser que, aunque quizás tuvieran acceso a algún tipo de protolenguaje gutural, lo
cierto es que no se le puede considerar lenguaje propiamente dicho. Poseían un aparato
fonador adecuado, una cierta inteligencia, como demuestra el uso del fuego y de
herramientas y aún así nada indica que generasen el primer lenguaje humano.

La última especie a la que haré referencia es la de un antecesor muy cercano, el


primer Homo Sapiens, al que algunos científicos aún catalogan como “Homo Sapiens
Arcaico” (pero no entraré ahora en ello). Un ser con una apariencia muy similar a la
nuestra, con un aparato fonador idóneo para la articulación de palabras y un intelecto
superior a sus antecesores.

Sin embargo, para muchos antropólogos, en sus inicios el Homo Sapiens Arcaico,
aunque muy cercano, tampoco es totalmente humano y tampoco ha desarrollado el
lenguaje que hoy conocemos. ¿Afirmamos entonces que no bastan la conjunción de
aparato fonador e intelecto para que aparezca el lenguaje humano moderno? ¿Se
necesita un tercer elemento desencadenante?

En la evolución del Homo Sapiens existe un periodo de transición provocado por un


cambio radical y repentino de las condiciones climáticas de nuestro mundo que originó la
caída de las temperaturas y con ella la reducción de las fuentes de alimento. Es en esta
fase cuando se reducen el número de especies paralelas de homínidos y cuando se
supone que la población de Homo Sapiens se redujo alarmantemente hasta rayar las
cifras de la extinción. Es precisamente en este momento que algo cambia en la mente de
aquel antecesor, algo que le llevaría a crear y desarrollar un lenguaje humano.

Es en éste periodo cuando los miembros de los grupos de Homo Sapiens parecen
tomar consciencia de sí mismos y cuando fortalecen sus relaciones unos con otros.
Necesitan aunar esfuerzos para sobrevivir y se origina por primera vez, quizás por esa
situación de premura, la creatividad.
Al mismo tiempo se tiene conciencia de la necesidad de actuar como grupo para
obtener alimento. Nace la urgente necesidad de coordinación, ya no bastan unos cuantos
gruñidos guturales, hace falta una comunicación más especializada y ese es el factor
desencadenante de la aparición del lenguaje humano. Además surge, como ya hemos
mencionado, la creatividad, la abstracción y algo muy importante en la evolución de la
comunicación: “el tenerse algo que contar”, la necesidad de transmitir el aprendizaje.

Parece algo nimio, pero surge la necesidad de transmitir conocimientos mediante


algo más que la simple imitación y esto, junto a esa necesidad de organización y
coordinación, hace que se desencadene el proceso comunicativo que nos llevará al uso
del lenguaje.

Ya se tenía la capacidad fónica, se tenía la inteligencia, solo hacía falta un factor


desencadenante, la necesidad de coordinación y de organización para sobrevivir, el tener
algo que transmitir oralmente. En definitiva, la necesidad de elaborar y comprender un
número infinito de mensajes.

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