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Reseña: Derechos Individuales y Derechos de Grupo en la Democracia Liberal

Fuente: Kymlicka, W. (s.f.). Derechos individuales y derechos de grupo en la democracia


liberal. Pp: 5-36. Disponible en:
http://isegoria.revistas.csic.es/index.php/isegoria/article/viewArticle/209

Will Kymlicka es un canadiense especializado en la filosofía política. Durante su carrera se


ha preocupado por temas que conciernen a problemáticas étnicas y ha procurado abordar la
multiculturalidad dentro de contextos democráticos y liberales. La relación de su trabajo en
general, con este texto en específico, viene a ser explícita en tanto la presencia de la idea de
justicia es transversal a todo su discurso en cuanto a denotar el trato justo para los grupos
minoritarios.

El autor afirmará, como recomendación a aquellos estados liberales que, “[…] si el


liberalismo ha de contar con alguna posibilidad de arraigo en esos países debe dirigirse
explícitamente hacia las necesidades y aspiraciones de las minorías nacionales y étnicas.”
(Kymlicka, s.f., p.36). Es así que se empezará a desprender la tesis principal del autor, y la
cual es que los derechos de grupo pueden encontrarse dentro de las democracias liberales.
Esta afirmación se hace ya que, como él desarrolla, se tiene la noción de que la democracia
liberal dará prevalencia a la libertad individual y por ende a los derechos individuales.

Para empezar a desglosar todo su análisis, es necesario que haga la aclaración de que en
nuestro mundo se presentan dos tipos de Estados, el primero corresponde a los Estados
Nacionales y Estados Multinacionales. Los nacionales caracterizan la unificación de una
cultura bajo una lengua y el acoplamiento de los sujetos bajo la misma categoría de ciudadano
nacional. Por otro lado, los multinacionales representan una multiplicidad de minorías
nacionales –dícese de aquellas que estaban establecidas en los territorios antes que se
estableciera el proyecto unificador de la nación- que conservan sus tradiciones y lenguas
propias, a manera de resistencia dentro de un estado mucho más grande.

Los Estados nacionales y multinacionales distinguen dos grupos, los inmigrantes y las
minorías nacionales, de las cuales se hace la separación en tanto el primer grupo llega a
ocupar unos territorios que históricamente no le correspondían y ha de adaptarse a las
costumbres establecidas por la nación en general. En otra línea, y como ya lo había esbozado
en el párrafo anterior, los grupos que son minorías nacionales, ya estaban establecidos y
muchos suelen resistirse a estos procesos de homogenización, haciendo de su lengua y sus
tradiciones como resistencia.

En teoría, describe el autor, el Estado cívico debería ser neutral y contener dentro de sí
culturas diferentes, sin caer en la promoción de alguna en específico. Esto, claramente, no
sucede, y se da porque el Estado liberal, en su muestra de ser democrático, está obligado a
mantener una lengua con la cual se puedan llevar a cabo todos los trámites públicos y
oficiales; aquí deja de ser neutral y universaliza una cultura y un idioma. El ejemplo que el
autor adecúa es el de Estados Unidos, donde los inmigrantes, para poder participar y adquirir
la ciudadanía estadounidense, deben primero aprender historia norteamericana y también
manejar el inglés. Esto constituirá, de esta manera, una cultura societaria que es la
representación de acuerdos en común para que, de igual forma, las decisiones políticas sigan
promoviendo una cultura societaria.

Es necesario, entonces, entender el multiculturalismo para hallar que no sólo hay inmigrantes
y minorías nacionales que se resisten a la unificación homogénea del proyecto de nación,
sino que también hay grupos segregados y marginados. Para ello, hay que establecer todo un
sistema participativo que tenga en cuenta toda la amplitud de culturas que convergen en el
territorio nacional. Por este lado, la categoría de ciudadanía fue excluyente a lo largo del
desarrollo del establecimiento del Estado nación, ya que no comprende en su totalidad todos
los grupos que desean dicha ciudadanía. Es menester, entendiendo la multiculturalidad, que
se han disputado, durante y después de la Guerra Fría, muchas pugnas para reivindicar las
etnias; esto desencadena unas políticas de diferencia que posibilitarían que haya un
reconocimiento y protección a culturas, que consecuentemente permitirán el desarrollo de los
derechos de grupo.

Pero dentro de esto hay una cuestión apremiante, la cual es que los derechos se encuentran
dentro de un Estado liberal, por lo que, al no poder declararse neutral, debe crear mecanismos
de participación que terminan funcionando con base en una lengua unitaria y una identidad
cultural.
En conclusión, el autor dejará en claro que muchos de los derechos de grupo pueden exigirse
dentro de los derechos individuales y pueden ser compatibles con los principios liberales,
apelando en gran medida al principio de la libertad y la justicia social. Esto desencadenará
que se prevengan las injusticias sociales. Ante dichas afirmaciones, la propuesta gira en torno
a las acciones que deberían propiciar los liberales, con el fin de sostenerse ante el crecimiento
de la reclamación de los derechos de grupo, y es, parafraseando al autor, que exista igualdad
entre los grupos y que esta igualdad sea reproducida también dentro de los mismos grupos.

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