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da para ser testigos eficaces del Señor. No estoy hablando que todos tenemos que tener el don de
evangelista, pero lo que digo es que todos hemos sido llamados a cumplir la Gran Comisión, y en ese
sentido somos llamados a compartir las Buenas Nuevas de Salvación. Pero la verdad es que como
jóvenes muchas veces nos enfrentamos a diversas dificultades al momento de compartir la Palabra de
Dios: vergüenza, poca preparación, un mal testimonio, presión del grupo y diversas distracciones que
se nos presentan en el camino.
Lo entendemos, sabemos que es difícil muchas veces pero aun así la responsabilidad ha sido dada. Una
vez, hace mucho tiempo en un lejano país donde no había muchos cristianos, un pastor interrogaba a un
joven convertido si era verdad que había conocido al Señor Jesús hace algunos meses atrás. El joven le
decía que sí, que efectivamente si era creyente. El pastor continuo y le pregunto: “Y cuantas personas
has ganado para Jesús?” – el joven respondió: “Bueno, yo soy solo un aprendiz y no tengo un nuevo
testamento, ¿Cómo podría hablarle a alguien de Jesús?”. El pastor le miro a los ojos y le pregunto:
“¿Tienes velas en casa?” – “Claro!”, respondió el joven.
“¿Esperas que la candela empiece a arder cuando la vela está a medio consumir?” le volvió a
preguntar el pastor. “No; tan pronto como está encendida” respondió el joven, quien entendió la
lección y empezó a trabajar y a compartir a sus vecinos y conocidos de Jesús. De la misma manera,
nuestra poca experiencia, conocimientos y/o demás asuntos no son excusas para no cumplir con nuestra
responsabilidad. Tenemos que evangelizar, tenemos que ser testigos del Señor Jesucristo y de su obra
en la cruz.
Ahora, Dios no nos deja abandonados en este aspecto. En su palabra tenemos no solo el mandato a
evangelizar, sino también principios que podemos seguir para ser evangelistas eficaces en este mundo y
esta generación que nos ha tocado vivir. Para ello, quiero que me acompañen al libro de 2 Corintios
capítulo 4. Vamos a leer en esta noche del verso 1 al verso 10 donde se nos habla de (1) la actitud del
evangelista, (2) la lucha del evangelista, (3) el mensaje del evangelista y por ultimo (4) la fortaleza
del evangelista. Recordemos que el tema de la carta de 2 de los corintios es la respuesta del apóstol
Pablo al cambio que los hermanos de la iglesia de Corinto habían experimentado a raíz de la primera
carta de Pablo. Asimismo, esta segunda carta es un vistazo al corazón del apóstol, pues en ella se
defiende de manera personal y apasionada de los falsos maestros y de los judíos quienes le acusaban de
ser débil, prepotente, de ser un falso maestro, de lucrar con el evangelio y de ser demasiado estricto con
las iglesias. Es en este contexto que vamos a examinar de cerca una parte del corazón de este hombre
de Dios, con el deseo de que al contemplar estos principios, tú y yo seamos desafiados por el Espíritu
Santo a obedecerlos y ser así testigos poderosos y fructíferos para el Señor nuestro Dios.
Leamos por favor el texto:
“Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido,
no desmayamos. Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia,
ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad
recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios. Pero si nuestro evangelio
está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este
siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del
evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a
nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por
amor de Jesús. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el
que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de
Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la
excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas
no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados;
derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte
de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.”
Espíritu de servicio
Pablo está refiriéndose a sí mismo en esta carta y usa a veces el pronombre nosotros para parecer
orgulloso en su disertación; pero bien podemos extender lo que el escribe a todo siervo y sierva de Dios
que anhela obedecer a Su Señor. “Teniendo este ministerio” nos dice Pablo, y si preguntamos ¿Cuál
ministerio? tendríamos que retroceder al capítulo 3 donde el apóstol nos habla del ministerio de muerte
(la ley) frente al ministerio del Espíritu, que también es llamado ministerio de justificación. Leamos por
favor 2 Corintios 3: 5-6:
“no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros
mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo
ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra
mata, más el espíritu vivifica”
Hemos recibido este ministerio (griego diakonia) y somos llamados a ese servicio a Dios. Somos
servidores de las Buenas Nuevas, del nuevo pacto que Dios ha establecido con la humanidad por medio
de la sangre de Cristo y todo lo que hagamos, decimos, pensamos debe girar en torno a esta realidad: tu
vida no gira en torno a ti o a tus planes o a tu felicidad como si eso fuera la meta más importante. No,
mi hermano, has sido llamado a ser un diacono, un servidor del evangelio, un transmisor de la Palabra
de Dios, un vocero del mensaje de salvación a los hombres y como servidor tienes una responsabilidad,
un amo y deberás rendir cuentas de tu servicio en algún momento.
Humildad
Somos siervos “según la misericordia que hemos recibido”, no por méritos propios, por nuestros
estudios, por nuestra experiencia, inteligencia, virtud, carácter o buena apariencia. La palabra aquí
traducida misericordia significa “sentir compasión o simpatía por la miseria ajena”. Me hace recordar
a Tito 3: 5 que dice que “nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho, sino por su
misericordia”. La misericordia de Dios para salvarnos es la misericordia que usa para llamarnos a su
servicio. Hermanos, la iglesia en la actualidad está plagada de hombres y mujeres sumamente confiados
en sí mismos, en sus capacidades y talentos; que, como estrellas de rock exigen y no dan, dedicándose
a servir por su provecho personal y no por la causa del Señor.
Hermano, recibiste misericordia y por eso estas aquí en el Señor. Por la pura gracia de Dios has sido
salvo y vas a ir al cielo. Pudo ser otro y no tú, pero a Dios le plació verte con ojos de gracia, ¿Cómo no
habrás de estar agradecido? La semana pasada aprendimos que un creyente debe ser agradecido por su
salvación y que un creyente verdadero ruega al Señor que le deje servirle. Has recibido misericordia y
¿no estas agradecido a Dios? ¿No le servirás? ¿No le entregaras tu vida entera a su servicio? La
diferencia sustancial entre Pablo y muchos otros de su tiempo es que el estaba sumamente agradecido
con Dios. Él se consideraba “el primero de los pecadores” y “el más pequeño de los apóstoles”; por
eso estaba dispuesto a derramar su vida en gratitud a Dios. Pero, ¿Qué vemos ahora? Vemos auto
estima, auto promoción, comodidad, confort, descanso, alegría. No! Eso no lo vemos en Pablo. En el
vemos a un siervo pequeño, débil, hambriento, desnudo, con frio, perseguido, humilde, pero poderoso
en las Escrituras y en el poder de Dios. Mientras menos importancia le demos a nuestra propia vida,
mas podremos enfocarnos en lo que es verdaderamente importante.
Perseverancia
“No desmayamos”. No bajamos los brazos, no nos cansamos. Esta palabra significa descorazonarse,
perder la pasión y el motor de lo que hacemos. Pablo era un hombre de carácter, no decaía en lo que
hacía y por eso era un evangelista eficaz y un siervo admirable. Tenía la mirada puesta en el premio y
no consideraba lo que estaba detrás sino que se extendía a lo que estaba adelante, al premio del
supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. No hay peor cosa que servir a Dios sin pasión. No hay
cosa más lamentable que ser un cristiano tibio. Hermano, ojala fuéramos fríos o calientes, pero jamás
tibios! Ojala nos fuéramos del todo de la iglesia, nos volviéramos al mundo a revolcarnos en el pecado
y le diéramos la espalda por completo al Salvador, pero lo peor que podemos hacer es darle un beso en
la mejilla al Señor y con la otra mano entregarlo.
Qué triste es ver a un creyente sirviendo a Dios con las sobras de su tiempo, de sus fuerzas, de su
dinero y de su inteligencia. Haz eso en una empresa y te despedirán en el primer día, pero lo hacemos
impunemente con nuestro Señor y Salvador. No mi hermano, debemos ser fieles, perseverantes, pero
excelentes en lo que hacemos. No somos perfectos pero podemos hacerlo lo mejor posible. No
desmayes, ni bajes los brazos ni te descorazones por el tiempo, por las oraciones no respondidas, por
las pruebas, por el engaño, por la traición, por el dolor. Que tu corazón sea de acero y tu rostro como el
pedernal ante las circunstancias adversas. Jesucristo tu Señor afirmo su rostro para ir a Jerusalén, el
apóstol Pablo tu hermano en la fe se fortaleció y fue a Jerusalén a ser capturado por los judíos que lo
perseguían. Sigue sus ejemplos y hazte fuerte y camina hacia tu deber sagrado: servir a Dios con toda
tu vida, tu corazón y tu mente, cueste lo que cueste, pierdas lo que pierdas. Hermano, servir a Dios es
prioridad y has sido llamado a ser un evangelista.
Integridad
“Renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando en astucia, ni adulterando la Palabra de Dios”.
Pablo no solo era un siervo apasionado y humilde, sino que era integro respecto a su labor. Rechazar la
malicia, el pecado, lo vergonzoso, lo que está mal delante de Dios y entregarse a ser un fiel
comunicador de la Palabra de Dios era lo que Pablo hacía. Hermanos, Dios prueba los corazones y
muchas veces permite situaciones en nuestras vidas para que nuestros corazones sean probados y se
revelen las verdaderas intenciones de nuestro ser. Pablo no lucraba con el evangelio, no buscaba
provecho personal ni su comodidad. No torcía el mensaje del evangelio para caer bien a las personas o
dejaba de exhortar para no ganarse enemigos.
¿Cuál era la motivación entonces de Pablo para predicar? Leamos 1 Tesalonicenses 2: 3-4
“porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, sino
que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos;
no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones”
Repito, Dios prueba los corazones y aprueba, o desaprueba, a sus siervos en la labor que les ha
encomendado. Un corazón avaricioso, amante del dinero, engañoso, malicioso, impetuoso, celoso,
mentiroso, envidioso, lujurioso no puede tener parte en la bendita obra del Señor. Un corazón que le da
más prioridad al trabajo, a los estudios, a una mujer, a un hombre, al sexo, a la televisión, al internet, a
los juegos, a la inmadurez no puede ser utilizado por Dios correctamente, y muchas veces las
circunstancias que vivimos son simplemente pruebas permitidas por Dios para aprobarnos como
siervos suyos o someternos a disciplina porque no hemos entendido que somos siervos y debemos
rendir cuentas de nuestra administración a Dios.
Sentido de urgencia y responsabilidad
“por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios”
termina Pablo esta sección. Otras traducciones dicen así:
“mediante la manifestación de la verdad, nos recomendamos a la conciencia de todo
hombre en la presencia de Dios.” (La Biblia de las Américas)
“Decimos la verdad delante de Dios, y todos los que son sinceros lo saben bien” (Nueva
Traducción Viviente)
“Al contrario, Dios es testigo de que decimos sólo la verdad. Por eso, todos pueden confiar
en nosotros” (Traducción en Lenguaje Actual)
Aquí hay dos aspectos importantes: Pablo servía de manera correcta delante de los hombres y delante
de Dios. Una cosa no excluye la otra. No podemos servir a Dios despreciando a los hombres ni
podemos agradar a Dios haciendo lo que es impropio o incorrecto a la conciencia de todo ser humano,
conciencia que ha sido puesta por Dios mismo. El otro aspecto es que Pablo servía en la presencia de
Dios y eso demanda urgencia y responsabilidad. Leamos 2 Timoteo 4: 1-2:
“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los
muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y
fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”
La idea aquí es servir a la luz de la presencia de Dios que todo lo ve y que todo lo sabe, aun lo
profundo de nuestro corazón; eso implica responsabilidad. También es servir a la luz del retorno
inminente del Señor Jesucristo, eso implica un sentido de urgencia. Por esta razón, Pablo se
encomendaba a toda conciencia humana delante de Dios, sirviendo con responsabilidad y con un
sentido de urgencia. Hay mucha labor por hacer, los campos están blancos, hay almas que necesitan oír
el mensaje de salvación y tenemos que tener las prioridades correctas. No podemos estar de brazos
cruzados sabiendo la gran necesidad que hay en este mundo y el llamado que Dios ya nos ha hecho
para servirle como evangelistas y como ministros del nuevo pacto.
Estos cuatro pares de situaciones indican paz en medio de la prueba, confianza, protección y
permanencia. Pasamos dificultades, pruebas, muchas de ellas por causa de nuestro propio pecado,
otros, por el pecado que otros cometen contra nosotros. Aún hay situaciones que el Señor permite que
podamos pasar para poder madurar espiritualmente. En todas ellas, tenemos fuerte consuelo y
esperanza en Dios para poder salir adelante. Él no nos ha dejado solos. Nada nos puede separar del
amor de Dios que es en Cristo Jesús. Podemos encontrar victoria en el nombre de Jesús en medio de
cualquier situación que podamos pasar. Él nos protege, nos da paz, nos guarda de ser destruidos y por
ello podemos confiar en Él.
Haz labor de evangelista!
Una vez en la India, el parlamento de esa nación discutía una nueva constitución para el país. Una frase
algo difícil de la constitución decía: “Se garantiza el derecho a la persona de profesar, practicar y
propagar su fe.” Algunos de los legisladores quisieron omitir la palabra “propagar”, la cual significaba
que habría conversiones. Durante el debate, un miembro del parlamento, que profesaba el hinduismo,
se levantó y dijo: “El deber de propagar su fe es inseparable de la fe cristiana; así que si no les da el
derecho de propagarla, tampoco se les da el derecho de profesarla ni de practicarla.” La frase en
cuestión fue aprobada. ¿No es extraño que un político hindú viera lo que muchos cristianos no han
reconocido, que el deber de propagar su fe es inseparable de la fe cristiana? La conclusión práctica es
esta: Los que no propagan su fe, no la practican y no tienen derecho de profesarla.
Ahora pues, tu y yo hemos sido llamados a predicar la Palabra de Dios y propagar el evangelio que
hemos creído y que nos ha salvado. Pablo da una de sus últimos mandatos a su amigo y discípulo
Timoteo en 2 Timoteo 4: 5:
Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu
ministerio
Haz obra de evangelista, cumple tu servicio a Dios. Has sido salvado por el Señor, tienes el Espíritu
Santo en ti, tienes el llamado y el ministerio de la reconciliación y el privilegio de colaborar con Dios
en la salvación de los hombres. Asume la responsabilidad y pon las manos en el arado. Dispón tu
corazón y toma decisiones firmes.
Un mundo perdido te espera.
Amen