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Biblioteca de O b r a s Maestras del Pensamiento

GIORDANO
BRUNO
D e l a c a u s a ,

p r i n c i p i o y u n o
G I O R D A N O B R U N O

DE L A CAUSA,
PRINCIPIO Y U N O

EDITORIAL LOSADA, S. A.
B U E N O S A I R E S
T r a d u c c i ó n , p r ó l o g o y rjotss por
Angel V^ssallo

Queda hecho el depósito que


previene la ley n ú m . 11.723

Adquiridos los derechos exclusivos

Dueños Aires 1541

P K1M 7 r.D 1 N ARGENTINA


o
A c a b ó s e de imprimir e ¡ : e libro el 1 . de Marzo de 1941
Imprenta López — Perú 666 — Buenos Aires
PRÓLOGO

Giordano Bruno es el mayor filósofo del Renacimiento.


En su obra, escrita a lo largo de su vida errante, la visión
del mundo y de la vida de aquella edad se hace conciencia
filosófica.
A la ilimitada amplitud de su espíritu, Bruno une tam-
bién una inteligencia rica y original de la tradición de la
filosofía, tanto de la antigua como de la medieval, y de
sus persistencias renacentistas. En esa tradición, sus pre-
ferencias van hacia los grandes temas del neoplatonismo,
en lo cual tiene por precedente inmediato a Nicolás de Cusa.
Mas, bien que estos temas tradicionales circulen por su obra,
no lo hacen sin cobrar una fisonomía característica a la que
están como subordinados —y con la que pasarán a los siglos
siguientes—; que es como decir que ellos se muestran con un
decisivo hálito de modernidad^ El pensamiento de Bruno está
como entre dos mundos; pero el estilo de ese pensamiento
es ya Filosofía Moderna. Y se diría que por momentos él
tiene de esto expresa conciencia, conciencia de solitario. Entre
tanto humanista gramático, retórico, orador y erudito pedan-
te, frente a los "nuevos doctores" (de Oxford) eclécticos
y estetizantes, se siente llamado a restaurar la filosofía en
su verdadero destino y en su propia dignidad. "Y así me
sean propicios los dioses, Hermes, como es cierto que te
digo que nunca cometí tales venganzas por sórdido amor
propio ni por bajo cuidado [de mi) particular [provecho],

7
DE L A CAUSA, PRINCIPIO Y U N O
sino tan sólo por amor de mi tan amada madre la filosofía
y por celo de la lesa majestad de ella. La cual por sus men-
tidos familiares e hijos (porque no hay vil pedante, holgazán
hacedor de frases, estúpido fauno o ignorante caballo que
con exhibirse cargado de libros, con hacerse crecer la barba
y con otros parecidos modos de prosopopeya no quiera ser
de la familia) ha venido a quedar reducida a tal que para
el vulgo decir un filósofo vale tanto como decir un embau-
cador, un inútil, un vulgar pedante, un impostor, un sal-
timbanqui, un charlatán, hecho para servir de pasatiempo
en la ciudad, y de espantapájaros en el campo" (De la
causa, pág. 40 de este volumen).
Contra todo esto, reivindica la seriedad del filosofar
antiguo: "Alabemos, por tanto, en su genio a la Antigüe-
dad cuando los filósofos eran tales que de entre ellos se
escogían los que habían de ser promovidos a legisladores,
consejeros y reyes" (De la causa, pág. 4 0 ) .
Prefiere la tradición especulativa medieval a cuanto pue-
dan aportar los "de la edad presente", "con toda su elo-
cuencia ciceroniana y su arte declamatorio". "Pero lo que
me ha molestado, y lo que me causa a la vez risa y fastidio
es que con no hallar yo en parte alguna gente más romana
y más ática en la lengua que los que aquí encuentro, con
todo, ellos (hablo en general) se vanaglorian de ser en
un todo distintos y aun contrarios a los que fueron antes
que ellos, los cuales, poco cuidadosos de la elocuencia y
del rigor gramatical, atendían exclusivamente a las especula-
ciones que 'éstos ahora califican de sofismas. Yo, empero,
aprecio más la metafísica de -aquéllos, en la que sobrepujaron
a su príncipe Aristóteles (aunque fuera una metafísica impu-
ra y maculada de algunas vanas conclusiones y teoremas
que no son ni filosóficos ni teológicos, sino propios de espí-
ritus ociosos y mal orientados), que todo lo que puedan
aportar estos otros de la edad presente, con toda su elocuencia
ciceroniana y su arte declamatorio" (De la causa, pág. 47) .

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La teoría de Copérnico se hace en él entusiasmo cósmico
y metafísica.
Bruno inicia y formula el panteísmo moderno —tanto
el panteísmo de la substancia (Spinoza) como el panteísmo
del logos (Hegel)—. Pero esta escueta enunciación para
que caiga hace falta que no disimule el concreto pensamiento
de Bruno. Digamos, de paso, que ningún panteísmo es, en
verdad, "panteísmo" a la letra; que el nombre aquí falsi-
fica y traiciona siempre la cosa. Así. en Bruno, tal vez,
lo mismo que en Spinoza (Hegel, Enciclop., § 5 0 ) , el
Uno, lejos de ser todas las cosas del mundo (panteísmo)
es más bien lo que de ningún modo es mundo (acosmismo) :
"Esta unidad es única y estable, y permanece siempre: este
Uno es eterno. Todo aspecto, todo lo que aparece, cual-
quier otra cosa, es vanidad, es como una nada, antes es nada
todo lo que está fuera de este Uno" (De la causa, pág. 1 4 0 ) .
Establecerse en la verdad es reconocer en todo cuanto
hay ta única realidad del Uno. Para alzarse a este conoci-
miento, Bruno valoriza toda la riqueza de la experiencia
estética, moral, científica y pasional del alma renacentista.
Para alcanzar ese conocimiento no basta negar carácter abso-
luto al mundo sensible, arrojar la mirada en la dirección
infinita de Copérnico, extasiarse en el alto entusiasmo de la
belleza. El ímpetu hacia el conocimiento de lo divino, del
Uno, es ya una presencia de él en el hombre. Ese ímpetu
hacia la verdad es un amor, una pasión —que dirige reque-
rimientos a la voluntad y entraña una ética- - y despierta
en el alma la visión intelectual; y ésta ve en todas las cosas
el Uno, porque se ha hecho partícipe de él:

M i cangio i n D i o da cosa inferiore.


(De gli eroicí furori, I , 3)

El eros filosófico antiguo se hace pasión heroica (affctto,


amore, furore eroico) de la verdad; y la filosofía, el modo
propio, el modo heroico de existir. "Entre las especies de

9
filosofía, es ta mejor aquella que más alta y sencillamente
realiza ta perfección de la razón humana, [la que] mayor-
mente corresponde a la verdad de la naturaleza, y, en la
medida de lo posible, [nos hace] ayudadores de ésta, o
intuyendo [verdades] o estableciendo leyes y reformando
costumbres y corrigiéndolas, o conociendo y viviendo una
vida más dichosa y divina" (De la causa, pág. 1 0 2 ) .

El Diálogo que aquí damos traducido —por primera


vez, que sepamos— a nuestra lengua es sin duda el más
importante de la trilogía de los Diálogos metafísicas de
Bruno: L a cena de le cenere: De la causa, principio e uno;
De I ' i n ñ n i t o , universo e mondi. En él se contiene lo esen-
cial de su pensamiento metafísicot- y por él y a través de
él, principalmente, Bruno ha sido conocido y ha influido
en la especulación moderna.
Aunque la Epístola proemial y el entero primer diálogo
no conciernen directamente al desarrollo del estricto tema
metafísico de la obra —y en ese sentido el lector sólo
atento a ese tema bien puede prescindir de ellos—, hemos
traducido íntegramente el Diálogo. Lo hemos hecho así,
no sólo por amor de pulcritud, sino también porque este
Diálogo, aparte de su primordial valor filosófico, constituye
un documento de la cultura del Renacimiento.
Hemos procurado la mayor fidelidad, la máxima sumi-
sión al texto, con morosa preocupación de su exacta inte-
ligencia, que nos hemos esmerado por establecer con todos
los medios a nuestro alcance. Pero, al mismo tiempo, hemos
aspirado a que el texto quedase vertido al español. No deta-
llaremos las dificultades que se ofrecen a una traducción así;
las verá quien se acerque al original.
Hemos utilizado el texto publicado por Giovanni Gen-

10
tile (Giordano Bruno, Opere Italiane, I , D i a l o g h i Metafi-
sici, Gius. Laterza, Bari, 1 9 2 5 ) .
Aunque Bruno da en ¡a Epístola proemial un sumario
analitico del contenido de cada uno de los diálogos, les
hemos puesto, además, un sumario o título general en letra
cursiva, que declare su contenido. Desde el segundo diálogo,
el sumario es el mismo que F. E. Jacobi puso a la lúcida
y exacta reducción que de esta obra hizo al alemán, y que
ahora puede leerse en el volumen: F. E. Jacobi, Sulla
dottrina dello Spinoza. Lettere al Signor Mose Mendels-
shon. Tradotte da F . Capra. Gius. Laterza, Bari, 1914.

ÁNGEL VASSALLO.

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GIORD ANO BRUNO
N O L A N O

DE LA CAUSA, PRINCIPIO Y U N O
AL MUY ILUSTRE

SEÑOR. D E M A U V I S S I E R E

Impreso en Venecia
el año MDLXXXIV
E P Í S T O L A P R O E M I A L

DIRIGIDA A L M U Y ILUSTRE

SEÑOR M I G U E L DE CASTELNAU
SEÑOR D E MAUVISSIÉRE, C O N C R E S S A U L T Y JOINVILLE,
CABALLERO D E LA ORDEN D E L R E Y CRISTIANÍSIMO, CONSEJERO
DE SU C O N S E J O PRIVADO,
C A r i T Á N DE C I N C U E N T A H O M B R E S D E ARMAS
Y EMBAJADOR ANTE LA
SERENÍSIMA REINA DE INGLATERRA

M u y ilustre y único caballero: Si me pongo a consi-


derar de nuevo la longanimidad, perseverancia y solicitud
con las cuales, a ñ a d i e n d o oficio a oficio y beneficio a bene-
ficio, me habéis ganado, obligado y atado, y soléis allanar
toda dificultad mía, librarme de cualquier peligro y llevar
a t é r m i n o conmigo todos vuestros muy honorables desig-
nios, vengo a descubrir con cuánta propiedad os conviene
la noble divisa con que adornáis vuestra terrible cimera.
[Me refiero a] ese l í q u i d o humor que hiere suavemente [en
una roca] en tanto que, continuo y frecuente, destila, y
a fuerza de perseverancia ablanda, hiende, sojuzga, corta
y aplana una roca compacta, áspera, dura y escabrosa.
Si, por otra parte, evoco en m i memoria de qué manera
—aun haciendo a un lado vuestros restantes bellos gestos—,
por decreto divino y alta providencia y predestinación, me
sois por bastante y válido defensor en los injustos ultrajes

15
que padezco ( [ l o s que son tales] que era menester un temple
en verdad heroico para no abandonar la empresa, ni deses-
perarse n i entregarse vencido a tan rápido torrente de impos-
turas criminales con que con toda su fuerza me han embes-
tido la envidia de los ignorantes, la presunción de los
sofistas, la detracción de los malévolos, la maledicencia de
los sirvientes, la censura de los mercenarios, la oposición
de los criados, las sospechas de los estúpidos, las aprensiones
de los chismosos, el celo de los hipócritas, el odio de los
bárbaros, la furia de los plebeyos, los furores del vulgo,
los lamentos de aquellos que he rebatido y los gritos de los
que castigué; en todo lo cual sólo faltaba un bajo, loco
y malicioso encono de mujer, cuyas falsas lágrimas suelen
ser más poderosas que las más hinchadas olas y violentas
tempestades de presunciones, envidias, detracciones, murmu-
raciones, traiciones, cóleras, enojos, odios y violencias),
os veo cual sólida, firme y constante roca que, emergiendo
cada vez de nuevo y mostrando su cresta por encima de un
mar agitado, ni por un cielo amenazador, ni por el horror
del invierno, ni por las violentas sacudidas de las hincha-
das olas, n i por estruendosas tormentas del aire, n i por el
fuerte soplo del aquilón, zozobra, se conmueve ni sacude;
antes, tanto más se endurece y de su misma sustancia pétrea
[más] se reviste.
Vos, pues, dotado de doble virtud, por quien las líqui-
das y amenas gotas se hacen poderosísimas, y vanas las olas
violentas y tempestuosas; por obra de quien contra las
gotas se hace tan blanda la piedra borrascosa y contra las
olas que yergue tan poderoso el sacudido arrecife; sois el
mismo que viene a ser seguro y tranquilo puerto a las
verdaderas musas, y peñasco aportador de ruina adonde vie-
nen a desvanecerse los engañosos pertrechos de violentas
intenciones de sus velas enemigas.
Y o , a quien nadie pudo jamás tachar de ingrato, a
quien nadie censuró de descortés, y de quien nadie puede

16
con justicia quejarse; yo, odiado de los tontos, despre
ciado de los abyectos, censurado por los innobles, deshon-
rado por la canalla y perseguido por naturalezas bestiales;
yo, amado por los sabios, admirado por los doctos, cele-
brado por los grandes, estimado de los poderosos y favorito
de los dioses; yo, por tanto y por tal favor vuestro aco-
gido, nutrido, defendido, libertado, puesto a salvo y abri-
gado en puerto; como salvado por vos de una grande y
peligrosa tempestad, os consagro esta ancla, estas jarcias,
estas fatigadas velas y estas para mí más caras y para el
mundo futuro más preciosas mercancías, a fin de que con el
favor vuestro no sean tragadas por el inicuo y agitado océa-
no, m i enemigo. Colgadas en el sagrado templo de la Fama,
así como serán poderosas contra la audacia de la ignorancia
y la voracidad del tiempo, darán también eterno testimonio
de vuestro invicto favor, a fin de que sepa el mundo que
esta noble y divina criatura, inspirada por elevada inteli-
gencia, concebida con ponderado entendimiento y dada a
1
luz por la musa nolana. ) gracias a vos no ha muerto en
paríales, y se promete larga vida, mientras esta Tierra con
su viviente dorso se vaya volviendo a la vista eterna de las
demás estrellas lucientes.
He aquí aquella filosofía en la que cierta y verdade-
ramente se contiene todo lo que en las opuestas y distintas
[ filosofías] en vano se busca.
Y en primer lugar os expongo con brevedad suma, a
través de cinco diálogos, todo lo que parece concernir a la
contemplación real de la causa, principio y U n o .

Argumento del primer diálogo

E n el primer diálogo tenéis una apología o qué sé yo


qué en torno a los cinco diálogos de La cena de le cenere
( " L a Cena de Cenizas"],
i) Giordano U r u n o n a c i ó en Ñ o l a , ciudad de C a m p a n i a .

17
G:urditnu lirun.
Argumento del segundo diálogo

En el segundo diálogo tenéis en primer lugar la razón


de la dificultad de aquel conocimiento al establecerse en
qué medida su objeto se encuentra alejado de la potencia
cognoscitiva. Segundo: De qué manera y en qué medida
y por cuáles [cosas] causadas y principiadas viene a cono-
cerse el principio y la causa. Tercero: C u á n t o contribuya
el conocimiento de la sustancia del Universo al conocimiento
de aquello de que [ese Universo] depende. Cuarto: Por
qué medio y camino nosotros, en particular, intentamos
conocer el primer principio. Quinto: Diferencia y concor-
dancia, identidad y diversidad de las significaciones de los
términos "causa" y "principio". Sexto: Qué sea la causa,
la cual se divide en eficiente, formal y final; de cuántos mo-
dos se designa la causa eficiente y de cuántas maneras se la
concibe. De qué manera esta causa eficiente es de algún
modo interior a las cosas naturales —por cuanto es la natu-
raleza misma—• y de qué manera es de algún modo [tam-
bién] exterior a aquéllas. C ó m o la causa formal está unida
a la eficiente y es aquella por medio de la cual la eficiente
actúa; cómo es suscitada del seno de la materia por la
[causa] eficiente; cómo coinciden en un substrato primero
lo eficiente y la forma, y cómo una causa difiere de la otra.
Séptimo: Diferencia entre la causa formal universal —que es
un alma por la cual el Universo infinito, en tanto que infini-
to, es un animal, no ya positivamente sino negativamente—
y la causa formal singular multiplicable y multiplicada al
infinito, la cual cuanto más genérica y superior es, la cosa en
que está es más perfecta: por donde los grandes anímales como
los astros han de ser estimados sin comparación más divinos,
o sea, más inteligentes, libres de error y operantes sin defecto
alguno. Ocfauo: Que la primera y principal forma natural,
principio formal y naturaleza eficiente, es el alma del U n i -
verso, que es principio de vida, vegetación y sensibilidad

18
en todas las cosas que viven, vegetan y sienten. Y se obtiene
a modo de conclusión que es algo indigno de un sujeto
racional creer que así el Universo como los otros cuerpos
principales que hay en él sean inanimados; siendo así que
de partes y residuos de aquéllos derivan los animales que
llamamos períectísimos. Noveno: De cómo no hay cosa
alguna, por más que sea deficiente, deshecha, disminuida e
imperfecta que, en cuanto posee un principio formal, no
tenga al mismo tiempo alma, aunque no tenga por soporte
el acto que llamamos animal. Y se concluye con Pitágoras
y otros, que no abrieron los ojos en vano, que un espíritu
infinito, según diversas maneras y grados, lo llena y con-
tiene todo. Décimo: Se hace comprender que permane-
ciendo este espíritu j u n t o con la materia, a la cual los babi-
lonios y los persas llamaron tinieblas, y siendo tanto el uno
como la otra indisolubles, es imposible que en n i n g ú n ins-
tante cosa alguna esté sujeta a corrupción, o la alcance
la muerte en cuanto a su sustancia; bien que por ciertos
accidentes todo cambie de aspecto y se transmute, por una
u otra disposición, ya en esta ya en aquella composición,
abandonando y retomando ahora este, ahora aquel ser.
Undécimo: De cómo los aristotélicos, platónicos y otros
sofistas no han conocido la sustancia de las cosas; y se
muestra claramente cómo lo que [ellos] llaman sustancia
en las cosas naturales, excepción hecha de la materia, es puro
y simple accidente. De qué manera del conocimiento de la
verdadera forma se infiere el conocimiento verdadero de
lo que sea la vida y la muerte; y, destruido completamente
el terror vano y pueril de ésta, se viene a conocer una parte
de la felicidad que aporta nuestra contemplación conforme
con los fundamentos de nuestra filosofía, puesto que ella
arranca el velo s o m b r í o de la insensata creencia sobre el
Orco y el avaro Carón te. con que se nos arrebata y enve-
nena lo más dulce de nuestra vida. Duodécimo: Se analiza
la forma, no según la esencia sustancial por la cual es una,

19
sino según los actos y el ejercicio cié las ricas potencias y
los grados específicos de ios seres que [ellaJ produce. Deci-
motercero: Se establece la Verdadera y definitiva esencia
del principio formal; cómo la forma constituye una especie
perfecta, diferenciada en la materia, según las disposiciones
accidentales que dependen de la forma material, la cual
consiste en distintos grados y disposiciones de las cualidades
activas y pasivas. Se ve cómo [la forma] sea ahora variable,
ahora invariable, cómo define y determina la materia, y
cómo es definida y determinada por ella. Por último: Se
muestra, con un símil apropiado a la inteligencia vulgar,
de qué manera esta forma, esta alma pueda estar toda en
lodo y en cualquier parte del todo.

Argumento del tercer diálogo

b n el tercer diálogo (luego de haber tratado en el


primero ' ) de la forma, cuya esencia se aproxima más a la
causa que al principio) se procede a considerar la materia,
que se reputa tener naturaleza de principio y elemento antes
que de causa. Allí, dejando a un lado los preliminares del
diálogo, se hace ver, en primer lugar, que no fué insensato
David de D i n a n t al tener la materia por cosa muy excelente
y divina. Segundo: De qué manera, con distintos modos
de filosofar, pueden tomarse diversas clases de materia, aun
que en realidad exista una [sola materia] primera y abso
luta. Porque se realiza en grados diversos y se esconde bajo
esas distintas especies, muchos la pueden tomar en formas
distintas, de acuerdo con sus propias doctrinas; no de otro
modo sucede con el número, que es tomado por el aritmético
pura y simplemente, por el músico armónicamente, simbó-
licamente por el cabalista, y ea otras formas diversas por
otros locos y otros sabios, letrero: Se declara el sentido
de la palabra materia por la diferencia y semejanza que hay

') L é a s e segundo. Cír. nota pag. 'i'¿.

20
"rUrc la cosa natural y la cosa artificial. Cuarto: Se sugiere
cómo deben ser despedidos los porfiados y hasta dónde esta-
mos obligados a responder \é las preguntas] y discutir.
Quinto: De la verdadera esencia de la materia se infiere
que ninguna forma sustancial pierde el ser. y se demuestra
eficazmente eme los peripatéticos y otros filósofos vulgares,
a pesar de que hablan de forrm sustancial, no han cono-
cido más sustancia que la materia. Sexto: Se concluye esta-
bleciendo un principio formal constante, del mismo modo
que se reconoce un constante principio material: y que,
con las diferentes disposiciones que hay en la materia, el
principio formal se transfiere a la multiforme configuración
de distintas especies e individuos: y se hace ver de d ó n d e
proviene que algunos, educados en la escuela peripatética,
no han querido reconocer más sustancia que la materia.
Séptimo: De cómo es necesario que la razón distinga la
materia de la forma, y la potencia del acto, y se insiste en
1
lo que ya se dijo ¡'más arriba] en el secundo p á r r a f o : ) de
qué manera el soporte y principio de las cosas naturales,
conforme a distintos modos de filosofar, puede ser diversa-
mente aprehendido, sin incurrrir en falsedad; pero [que
!o es] más útilmente seeún los modos naturales y mágicos:
en forma más apartada Tde la utilidad, por los modos]
matemáticos y racionales, mayormente si éstos de tal
manera se conforman a la norma y ejercicio de la r a z ó n
que por ellos, al fin, no se efectúe nada digno y no se
obtenga fruto alguno en la práctica, sin lo cual debería
estimarse inútil toda contemplación. Octavo: Se proponen
dos maneras en que suele considerarse la materia, o sea,
como potencia y como sustancia. Y comenzando con la
primer manera, se la distingue en [potencial activa y pasiva,
y en cierto modo se las reduce a una sola. Noveno: Se
infiere del punto octavo de qué manera lo supremo y divino
es todo lo que puede ser: cómo el Universo es todo lo que
1
) E n el texto: secondariameyite.

21
puede ser [mientras que] las demás cosas no son todo lo
que pueden ser. Décimo: Como consecuencia de lo que ha
sido dicho en el [ p u n t o ) noveno, se muestra de manera
profunda, concisa y evidente por qué en la naturaleza hay
vicios, monstruos, corrupción y muerte. Undécimo: De
cómo el Universo no está en ninguna de las partes y está
en todasj y se hace lugar a una excelente contemplación
de la Divinidad. Duodécimo: Por qué sucede que el inte-
lecto no puede comprender este acto absoluto y esta abso-
luta potencia. Decimotercero: Se concluye en la excelencia
de la materia, la cual coincide con la forma, de la misma
manera que la potencia coincide con el acto. Por último:
T a n t o porque la potencia coincide con el acto, y el Universo
es todo lo que puede ser, como por otras razones, se con-
cluye que todo es uno.

Argumento del cuarto diálogo

En el cuarto diálogo, luego de haber considerado en el


1
segundo ) la materia en cuanto ella es una potencia, se la
considera en cuanto es una sustancia. A h í . primero, con
los pasatiempos de Polimnio se trae la doctrina de la materia
según los principios vulgares, tanto de algunos platónicos
como de todos los peripatéticos. Segundo: Discurriendo
iuxta principios propios, se demuestra, con muchas rizones,
que es una [ y la misma] la materia de las cosas corpóreas
y la de las incorpóreas. La primera de esas razones se saca
de la potencia del mismo género; la segunda, en razón
de cierta analogía proporcional entre lo corpóreo y lo incor-
póreo, lo en sí y lo compuesto; la tercera, del orden y escala
de la naturaleza, la cual sube hasta un primer [principio]
que reúne en sí y [ l o ] contiene [todo] ; la cuarta, por
aquello de que es preciso que haya algo indistinto antes
que la materia se distinga en corpórea e incorpórea; el cual

i) L é a s e tercero. C f r . nota p á g . 32.

22
indistinto es expresado por el género supremo de la cate-
goría; la quinta, por aquello de que así como hay una
esencia común a lo sensible y a lo inteligible, así también
debe haberla para el soporte de la sensibilidad fy de la inte-
ligibilidad] : !a sexta, por aquello de que el ser de la materia
es independiente del ser cuerpo, por lo cual con no menor
razón que a las cosas corpóreas puede cuadrar a las cosas
incorpóreas; la séptima, de la gradación de lo superior y
lo inferior que se halla en las sustancias, puesto que donde-
quiera que hay esta gradación se presume y entiende cierta
comunidad, la que sucede por la materia, que viene a repre-
sentar siempre el género, del mismo modo que la forma
es representada por la diferencia específica; la octava [ r a z ó n ]
se saca de un principio ajeno, pero admitido por muchos;
la novena, de la pluralidad de especies que se dice haber en
el mundo inteligible; la décima, por semejanza y parecido
de [ l o s ] tres mundos: metafísico. físico y lógico: la u n d é -
cima, de que todo n ú m e r o , diversidad, orden, belleza y
ornamento conciernen a la materia. Tercero: Se traen bre-
vemente cuatro razones contrarías, y se responde a ellas.
Cttarro: Se muestra que son de esencia distinta una y otra
materias, y de qué manera en las cosas incorpóreas, ella [la
materia] coincide con el acto; c ó m o todas las especies de
dimensiones están en la materia, y todas las cualidades
están contenidas en la forma. Quinto: De cómo n i n g ú n
sabio jamás afirmó que la materia recibiera las formas desde
fuera, sino que las produjese desde dentro, sacándolas como
de su seno. Por tanto, no es [la materia] un prope nihil,
casi una nada, una pura y desnuda potencia, si todas las
formas están contenidas en ella, y de ella, por v i r t u d de
lo eficiente (el cual puede ser, en cuanto al ser, no distinto
de ella), producidas y engendradas. [Se muestra que las
formas] tienen menos carácter de actualidad en el ser sen-
sible y concreto por su subsistencia accidental, puesto que
todo lo que se ve manifiesto a través de los accidentes fun

23
dados en dimensiones es puro accidente; y tan sólo perma-
nece siempre la sustancia indivisible, que coincide con la
indivisible materia. Por donde claro se ve que de la expli-
citación no podemos lograr más que accidentes, de suerte
que las diferencias sustanciales están ocultas, según [dijo i
Aristóteles, forzado por la verdad. De manera que, si bien
lo consideramos, podemos inferir de esto que es una la
omniforme sustancia, una la verdad y el ser, el cual se
muestra en innumerables circunstancias e individuos, exhi-
biéndose en tantos y tan diversos soportes. Sexto: Cuan
fuera de toda razón se sostiene lo que Aristóteles y otros
entienden por el ser en potencia de la materia, lo cual por
cierto es como no decir nada, ya que según ellos mismos
la materia es de tal suerte permanente que nunca cambia
ni varía su ser, sino que en ella sucede toda variedad y
mutación, y lo que viene a ser después de haber estado en
1
potencia de ser, ) también para ellos es siempre el compuesto.
Séptimo: Se dan precisiones sobre el apetito de la materia,
y se demuestra cuan inútilmente se la define con aquél, aun
sin salirse de las mismas razones sacadas de los principios
e hipótesis de los mismos que la proclaman hija de la
privación y semejante a la avidez insaciable de la mujer
ardiente.
Argumento del quinto diálogo

En el quinto diálogo, que trata especialmente del U n o ,


se cumple el fundamento del edificio de todo el conoci-
miento natural y divino. Allí, en primer lugar, se establece
la coincidencia de la materia y la forma, de la potencia y
el acto; de suerte que el ser, aunque lógicamente divisible
en lo que es y lo que puede ser, físicamente es indivisible,
indistinto y uno, y todo esto, siendo al mismo tiempo i n f i -
nito, inmóvil, sin partes, sin diferencia entre el todo y la
narte, enere principio y principiado. Segundo: De cómo

i) E n el texto: e (fuello che é dopo che ponseva essere.

24
en él no difiere el siglo del año, el a ñ o del momento, el
palmo del estadio, el estadio de la parasanga, y en su esencia
este o aquel ser determinado no difiere de otro; y por tanto,
1
en el Universo no existe el n ú m e r o , ) y por eso el Universo
es uno. Tercero: De cómo en el infinito el punto no difiere
de! cuerpo, porque acto y potencia no son cosas diferentes;
y así. si el punto puede deslizarse a lo largo, la línea
[extenderse] en ancho, y la superficie en profundidad, el
primero es largo, la segunda es ancha, y la tercera, profun-
da: y cualquier cosa es larga, ancha y profunda; y, en
consecuencia, idéntica y una: el Universo es todo centro
y todo circunferencia. Cuarto: Del mismo modo que Jove
f según lo llaman) se halla en el todo más í n t i m a m e n t e que
como pueda imaginarse lo está la forma del todo (ya que
él es la esencia por la cual todo lo que es tiene ser, y estando
él en todo, cualquier cosa contiene el todo de modo más
í n t i m o que la propia f o r m a ) , se concluye que todas las
cosas están en cada una, y en consecuencia [que] todo es
uno. Quinto: Se responde a la duda sobre por qué todas
las cosas particulares cambian, y [por qué) las materias
particulares, para recibir ya uno ya otro ser. se esfuerzan
hacia una u otra forma; y se muestra cómo en la m u l t i p l i
cidad está la unidad y en la unidad la multiplicidad; y
2
cómo el ser es de muchos m o d o s ) y de una unidad múl
1
tiple. ) y en f i n , uno en sustancia y en verdad. Sexto:
Se expone de dónde derivan aquella diferencia | las cosas
particulares) y aquel número [de las materias particulares],
y [se expresa] que éstos no son ser, sino [propiedades! del
ser y concernientes al ser. Séptimo: Se advierte que quien
ha hallado este U n o . quiero decir, la esencia de esta uni-
dad, ha encontrado aquella llave sin la cual no es posible
ingresar en la verdadera contemplación de la naturaleza.

' i E s decir, la m u l t i p l i c i d a d .
-) E n el texto: moltimodo.
•>) E n el texto: moltiunlco.

25
Octavo: Con una nueva meditación se torna a decir que el
Uno, el infinito, el ser es lo que está en todo y por todo,
antes bien es el mismo ubique; y la dimensión infinita,
por no ser magnitud, coincide con el individuo, como la
infinita multiplicidad por no ser número coincide con la
unidad. Noveno: De qué manera en el Universo no hay
1
partes distintas, sea lo que fuere el universo manifiesto: )
en el cual, por tanto, toda la diversidad y diferencia que
notamos no son sino los diversos y distintos aspectos de
la misma sustancia. Décimo: De cómo, en los dos extre-
mos que se dice haber en la escala de la naturaleza, no
hay que considerar dos principios sino uno: n i dos entes
sino uno: ni dos [ principios 1 contrarios y diversos, sino
uno fsolol concordante e idéntico. En él la altura es pro-
fundidad, el abismo es luz inaccesible, las tinieblas son cla-
ridad, lo grande es lo pequeño, lo confuso es lo distinto,
la contienda es la amistad, lo divisible es lo indivisible,
c! átomo es inmenso: e inversamente. Undécimo: De qué
manera se toman ciertas denominaciones geométricas, como
punto y unidad, para promover la contemplación del ser
y del U n o . y no son por sí mismas suficientes para expre-
sarlos. Por lo cual Pitáeoras. Parménides v P l a t ó n no han
de ser insensatamente interpretados conforme a la pedan-
tesca censura de Aristóteles. Duodécimo: Pues eme la sus-
tancia, el ser, es distinto de la cantidad, la medida y el
número, se infiere que es uno t indivisible en todo y en
nialcmter cosa. Decimotercero: Se traen las pruebas y veri-
ficaciones de que los contrarios realmente coinciden, deri-
van de un mismo principio y son. en verdad y sustancia
uno; a lo cual, luego de mostrarlo matemáticamente, se
llega físicamente.

He ahí, muy ilustre Señor, adonde es menester llegar


antes de introducirse en el más apropiado y especializado
i) E n el texto: esplicatamente.

26
Gonocimicnto de las cosas. A q u í , como en su propio ger-
men, se contiene y está implicada la muchedumbre de las
conclusiones de la ciencia natural. De a q u í derivan la
estructura, disposición y orden de las ciencias especulativas.
Sin esta isagoge es en vano tentar, comenzar y entrar [en
aquel conocimiento]. Acoged, pues, gustosamente, este prin-
cipio, este U n o , esta fuente, este origen, para que sus gér
menes y su prole se sientan estimulados a salir a la luz del
día, para que sus arroyos y ríos mayores se difundan, se
multiplique sucesivamente su n ú m e r o , se dispongan sus
miembros cada vez más lejos, a f i n de que. cesando la
noche con el soñoliento velo y manto tenebroso, el claro
T i t ó n , pariente de las Musas divinas, teniendo por ornato
a su familia, rodeado de su corte eterna, después de desterrar
las luces nocturnas, adornando con nuevo día el mundo,
empuje el carro triunfante desde el rojo seno de esta bella
Aurora. Vale.

27
GIORDANO NOLANO

A LOS PRINCIPES DEL UNIVERSO

Lethaea undantem retinens ab origine campum


Emigret o T i t a n , et petat astra precor.
Errantes stellae, spectate procedere in orbeni
Me geminum. si vos hoc reserastis iter.
Dent geminas somni portas laxarier usque,
Vestrae per vacuum me properante vices:
Obductum tenuitque diu quod tcmpus avarum,
M i Iiceat densis promere de tenebris.
A d partum properare tuum. mens aegea, quid ob.'-im.
Sedo haec indigno sint tribuenda licet?
Umbrarum fluctu terras mergente, cacumen
Adtolle i n clarum, noster Olimpe, Jovcm.

A SU PROPIO ESPIRITI]

Mons. licet innixum tellus radicibus altis


Te capiat, tendi vertice in astra vales.
Mens, cognata vocat summo de culmine rerum,
Discrimen quo sis manibus atque Jovi.
Ne perdas hie jura t u i fundoque recumbens
Impetitus fingas nigri Acherontis aquas.
A t mage sublimeis tentet natura recessus.
Nam, tangente Deo, fervidus ignis eris

28
AL TIEMPO

Lente senex, idemque celer, claudensque relaxans.


Anne bonum quis te dixerit, anne malum?
Largus es, esque tenax: quae mimerà porrigis, aufers;
Quique parens aderas, ipse peremptor ades;
Visceribusque educta tuis in viscera condis,
T u cui prompta sinu carpere fauce licet.
Omnia cumque facis cumque omnia destruis, hinc te
Nonne bonum possem diccre, nonne malum?
Porro ubi tu diro rabidus frustraberis ictu.
Falce minax ilio tendere parce manus.
Nulla ubi pressa Chaos atri vestigia parent
Ne videare bonus, ne videare malus.

DEL AMOR

A m o r , per cui tant'alto i l ver discerno,


Ch'apre le porte di diamante e nere,
Per g l i occhi entra i l mio nume; e per vedere
Nasce, vive, si nutre, ha regno eterno.
r a scorger quant'ha i l ciel terr'ed inferno,
F a presente d'absenti effigie vere.
Repiglia forze, e, trando dritto, fere,
F impiaga sempre i l cor, seuopre ogn'interno.
O dunque, volgo vile, al vero attendi,
Porgi l'orecchio al mio dir non fallace,
A p r i , apri, se puoi, gli occhi, insano e bieco.
Fanciullo i l credi, perché poco intendi;
Perché ratto t i cangi, ei par fugace:
Per esser orbo tu. lo chiami cieco. ( ' )
(-i) Amor, por quieu tao proiundameute l a verdad percibo,/
Que me abres las puertas de diamante y negra;;,/ M i deidad entra
por los ojos, y por ver,' Nace, vive, se nutre y r e i u a eternamente./

29
Causa, principio ed uno sempiterno.
Onde l'esser, la vita, i l moto pende,
E a lungo, a largo e profondo si stende
Quanto si dic'in ciel, terr'ed inferno;
Con senso, con raggion, con mente scerno
Ch'atto, misura e conto non comprende
Quel vigor, mole e numero, che tende
Oltr'ogn'inferior, mezzo e superno.
Cieco error, tempo avaro, ria fortuna,
Sord'invidia, v i i rabbia, iniquo zelo.
Crudo cor, empio ingegno, strano ardire
N o n bastaranno a farmi l'aria bruna,
N o n m i porrann'avanti g l i occhi i l velo
N o n faran mai che i l mio bel sol non mire. (>)

Muestra cuanto el Cielo, l a T i e r r a y el Infierno contienen,/ R e v e l a


invisibles formas verdaderas,/ Recobra fuerzas, y derechamente
h i e r e / Y llaga siempre en el c o r a z ó n : descubre todo lo i n t e r n o . /
A s i pues, vulgo vil, a l a verdad atiende,/ Presta o í d o s a mi pala-
bra no e n g a ñ o s a . / Abre, si puedes, los ojos, insensato y bizco./
Porque entiendes poco, le crees n i ñ o . / Porque a cada instante t ú
cambias, te parece fuga'/.;/ Por ser t ú riego, ciego le llamas.
(i) C a u s a , principio y uno sempiterno,/ De quien el ser, la
vida y el movimiento cuelgan,/ Y por quien a lo largo, a lo ancho
y en profundidad se extiende/ Cuanto hay en el Cielo, eu la
T i e r r a y el I n f i e r n o ; / Con el sentido, la r a z ó n y l a mente dis-
c i e r n o / Que no hay acto, medida ni calculo que a b a r c a r pueda/
A q u e l l a tuerza, aquella mole y aqiiyl n ú m e r o / Que excede cuanto
pueda pensarse de inferior, í n e d i a n o o mas alto./ Ciego error,
tiempo avaro, suerte a d v e r s a , / S ó r d i d a envidia, v i l raMa, celo
i n i c u o , / A l m a dura, e s p í r i t u perverso, ajena a u d a c i a , / No s e r á n
bastantes p a r a oscurecerme el a i r e , / No me p o n d r á n el velo anta
los ojos,/ No han de lograr n u n c a que no contemple mi her-
moso sol.

30
PRIMER DIALOGO

Apología de "La cena de le cenare" ("La Cena de Cenizas")


y críticas al tiempo presente. '•)

Interlocutores: Heliotropio, FUoteo. Hermes

H H L l ü T R . — C o m o presidiarios acostumbrados a las t i


nieblas, que libertados de la oscura torre en que yacían,
salen a la luz, muchos de los ejercitados en la filosofía
vulgar, y [aun] otros, se asustarán, se admirarán, y, no
p u d í e n d o resistir el nuevo sol de tus claros conceptos, se
confundirán.
2
F l L . ) — N o será por culpa de la luz, sino por falta de
luces; cuanto más bello y excelente sea el sol, tanto más
odioso y no grato será a los ojos de las brujas nocturnas.
H E L I O T R . — L a empresa que has acometido, Filoteo, es
difícil, rara y singular, pues quieres sacarnos del tenebroso
abismo para conducirnos al abierto, tranquilo y sereno as-
pecto de las estrellas, que con tan bella variedad vemos
<•) Todo induce a .suponer que este p r i m e r d i á l o g o -que n¡i
tuiicierne directamente a l estricto asunto de la obra— f u é escrito
por B r u n o d e s p u é s que hubo compuesto los cuatro restantes. A s i
resulta: do la s e ñ a l a d a diferencia de m a t e r i a : 2". los interlocu-
tores no son los de los otros cuatro d i á l o g o s ; 3 \ B r u n o , al exponer
el argumento de los d i á l o g o s '¿" y 4», los designa como 2* y 3'
reí.pectivaniente.
-) Filoteo, que m á s adelante se identifica con T e ó f i l o , es el
mismo ü i o r d a n o Bruno.

31
diseminadas por el celeste manto del cielo. Aunque sólo
la mano ayudadora de tu piadoso celo [sea la quej socorra
a los hombres, no [por eso] habrá menos ingratos hacia
ti, puesto que variados son los animales que la tierra benigna
produce y nutre en su amplio y maternal seno, y si es cierto
que la especie humana muestra en sus individuos la varié
dad de todas las otras, por estar presente en cada uno de
ellos el todo más expresamente que en las otras especies.
Por eso, unos, como el oscuro topo, tan pronto sien
tan el pleno aire, súbitamente, cavando la tierra, busca
rán sus nativas oscuras habitaciones; otros, como aves noc-
turnas, tan pronto vean despuntar del iluminado oriente
la rubia embajadora del sol, en razón de la debilidad de
sus ojos, se sentirán atraídos por sus tenebrosos refugios.
Todos los animales [que están] desterrados de la presen-
cia de las lámparas celestes y destinados a las jaulas eter-
nas, fosos y antros de P l u t ó n , llamados por el espantable
cuerno de Alecto, abrirán las alas y se dirigirán en veloz
carrera a sus estancias.
Pero los animales nacidos para ver el sol, llegados al
término de la odiosa noche, agradeciendo la bondad del
cielo y disponiéndose a recibir en el medio del cristal de
sus ojos los tan deseados y esperados rayos, con aplauso
desusado del corazón, de las voces y de las manos adora-
rán el oriente, de cuyo dorado balcón, sacando el bello
T i f ó n los fogosos caballos, roto el soñoliento silencio de
la húmeda noche, lo? hombres discurrirán, balarán las
lanudas, dóciles, i.iermes y simples greyes, y mugirán los
cornudos bueyes bajo la vigilancia de 'ios boyeros rústi-
l
cos. Los caballos de Síleno ) . favorables a los perdidos
dioses, rebuznarán para poner de nuevo espanto a los más
de los estúpidos gigantes; revolcándose en su lecho cena-
goso, los cerdos de largos colmillos nos ensordecerán con
su molesto gruñido. Los tigres, osos, leones, lobos y los
i) L o s asnos.

32
falaces zorros, asomando las cabezas fuera de sus antros,
[ y ] contemplando desde las desiertas alturas el libre
campo de caza, sacarán del pecho salvaje sus gruñidos,
gañidos, ruidos, bramidos, rugidos y alaridos. Por el aire
y sobre las hojas de las plantas pobladas de ramas, los
gallos, las águilas, los pavos, las grullas, las tórtolas, los
mirlos, los gorriones, los ruiseñores, las cornejas, los cucli-
llos, las urracas, los cuervos y las cigarras no serán tardos
en menudear y repetir sus estridentes gorjeos. Y desde el
líquido e inestable elemento, los blancos cisnes, los pinta-
dos ánades, los mergos solícitos, los patos habitantes de
las lagunas, los gansos roncos y las quejosas ranas conmo-
verán nuestros oídos con su ruido, de suerte que la luz
cálida de ese sol, derramada por el aire de este afortunado
hemisferio, irá acompañada, saludada y acaso molestada
oor una variedad de voces tan grande como el número y
'lases de los espíritus que del fondo de sus pechos las pro-
ducen.
F l L . — N o es sólo normal, sino también natural y nece-
sario, que cada animal tenga su voz; y no es posible que
las bestias formen acentos compuestos y sonidos articula-
dos como los hombres, ya que son contrarias las com-
plexiones, diversos los gustos, distintos los alimentos.
HERM.—Tened a bien concederme la libertad de hablar,
a m i vez. N o [será] ya en torno a la luz, sino a algu-
nas circunstancias, las cuales, antes que agradar, suelen
mortificar el sentimiento del que ve y considera. Por vues-
tra tranquilidad y [vuestra] paz que con caridad fraternal
os deseo, no quisiera que con estas conversaciones vuestras
se compusieran comedias, tragedias, lamentos, diálogos, o
lo que queráis; esas cosas que desde que tienen curso os
han obligado a permanecer recluidos y retirados en vues-
tras casas.
FlL.—Hablad con libertad.
H c R M . — Y o no hablaré como un santo profeta, ni

33
(jiuriiann BUIDO - 3
•:omo adivino absorto, n i como inspirado apocalíptico, n i
como angélica burra de Balaam; no discurriré como inspi-
rado por Baco, n i bincbado de viento por las musas prosti-
tuidas del Parnaso, ni como una Sibila fecundada por
Febo, ni como una fatídica Casandra, n i como uno inves-
tido desde las uñas de los pies a la punta de los cabellos
por el entusiasmo de A p o l o , n i como vate iluminado por
el oráculo o trípode deifico, n i como un interrogado Edipo
frente a las dificultades de la Esfinge, ni un S a l o m ó n ante
los enigmas de la reina de Saba, n i un Calcas, intérprete
del olímpico senado, n i como un poseso Merlín, n i como un
escapado del antro de T r o f o n i o ,
En cambio, hablaré en la lengua común y vulgar, como
uno que ha tenido que hacer algo más que irse lamiendo
el l í q u i d o de la grande y pequeña nuca hasta el punto de
venir a quedar seco de la dura y de la pía madre; hablaré,
digo, como hombre que no tiene más cerebro que el suyo,
y a quien n i siquiera los dioses de más gruesa borrachera
y de tonel en la corte celestial (me refiero a aquellos que
no beben ambrosía n i gustan el néctar, sino que se quitan
la sed con el fondo del tonel y vinos derramados —cuando
no quieren cuidarse de ninfas ni de linfas—, aquellos dioses,
digo, [que son] más amables, cordiales y sociales con
nosotros) como Baco, y el dios beodo jinete en un asno
[Sileno], Pan, Vertumno, Fauno, P r í a p o , no se dignan
añadirle nada n i ayudar en nada; por más que los tales
dioses suelan colmar de sus favores hasta a los caballos.
H E L I Ü T R , — P a r a prólogo es demasiado largo.
HERM.—Paciencia, que la conclusión será breve. Quie-
ro decir, en síntesis, que os haré esetichar palabras que para
ser descif. adas no necesitan ponerse a destilar, n i pasarse
por alambique, n i digerirse al baño-maría, n i sublimarse
en recipe de quintaesencia, sino que las diré tales como me
las metió en la cabeza la nodriza, la cual por poco era tan
grasicnta, con tales pechos, tan ventruda, caderuda y nal-

34
guda como puede serlo esa londinense que v i en Westmins-
ter, que por calorífero del estómago tiene unos pechos que
parecen los borceguíes del gigante San Paragorio, y que
cosidos en cuero harían dos gaitas ferraresas.
H E L I O T R . — M e parece que esto ya podría bastar como
prólogo.
H E R M . — B i e n , pues, para venir al final de todo esto,
quisiera saber de vosotros (dejando por ahora a un lado
las voces y las lenguas a propósito de la luz y el esplen-
dor que puedan aportar vuestra filosofía) con cuáles voces
queréis que saludemos nosotros, en particular, ese esplen-
dor de doctrina que se desprende del libro La cena de le
cenere. ¿Qué animales son los interlocutores de La cena
de le cenere? Pregunto si son acuáticos, aéreos, terrestres
o lunares. Y dejando a un lado los razonamientos de
Smitho, Prudencio y Frulla, deseo saber si yerran los que
afirman que allí tú haces el papel de perro rabioso y furio-
so, sin perjuicio de hacer también ya el de mono, ya el de
lobo, ya el de urraca, ya el de papagayo, ahora de este
animal, ahora de aquel otro, mezclando discursos serios y
graves, morales y naturales, nobles e innobles, filosóficos y
cómicos.
v
F l L . — N o os ) maravilléis, hermano, pues eso no fué
sino una cena, donde los cerebros son gobernados por los
sentimientos que vienen a ser según [sea] la fuerza de
los sabores y del humo de los alimentos y las bebidas.
Conforme, pues, sea la cena material y corporal, así
será, por consecuencia, la cena verbal y espiritual. De esta
manera, esta cena dialogada tiene sus partes varias y diver-
sas, como diversas y varias la otra suele tener las suyas;
así también tiene sus condiciones, circunstancias y recursos,
como podría tener la otra los propíos.
H E R M . — H a c e d que os entienda.
E n estos d i á l o g o s los interlocutores se dan indistintamente
el tratamiento de " t ú " y "vos"; hemos respetado esta m a n e r a .

35
F l L . — E n la cena, como es usual y de rigor, se encuen-
tra uno con ensaladas y alimentos nutritivos, frutas y cosas
usuales, cosas de cocina y especias, cosas para sanos y para
enfermos, frías y calientes, crudas y cocidas, de mar y de
tierra, cultivadas y sin cultivar, asadas y hervidas, madu-
ras y verdes, cosas nutritivas tan sólo y otras para puro
gusto del paladar, sustanciosas y ligeras, picantes e insí-
pidas, agrias y dulces, amargas y suaves.
De la misma manera, y por cierta consecuencia, en la
l
otra cena ) han aparecido oposiciones y controversias, adap-
tadas a [losj contrarios y diversos estómagos y gustos, que
quieran hacerse presentes placenteramente a nuestro ideal
simposio; a fin de que no haya quien pueda lamentarse
de haberse llegado en vano, y para que aquel a quien esto
no le guste pueda servirse de aquello otro.
HERM.—Es cierto; ¿mas qué dirías si además en
vuestro banquete, en vuestra cena, apareciesen cosas que no
sirvieran n i como ensalada n i como alimento nutritivo, ni
como frutas n i como cosas comunes en las comidas, ni
como frías n i como calientes, ni como crudas n i como coci-
das; que no sirviesen ni para abrir el apetito n i para satis-
facer el hambre, que no conviniesen n i a sanos ni a enfer-
mos; cosas, en f i n , que sería de desear no saliesen nunca
de las manos de [ n i n g ú n ] cocinero ni boticario?
F l L . — V e r á s que tampoco en esto es diferente nuestra
cena de cualquier otra cosa que darse pueda. Pues así como
en ésta, en lo mejor de la comida, o bien te escuece un
bocado demasiado caliente, al punto de verte obligado a
expulsarlo en seguida, o a enviarlo llorando y lagrimeando,
vagaroso, por el paladar, hasta que se le pueda dar aquel
afortunado envión que lo arroje de la garganta para abajo;
o bien u n diente de pronto te entra a doler agudamente;
o bien se te intercepta la lengua y vienes a mordértela con
el pan: o bien una piedrecilla viene a romperse y pego-
i) Sn el d i á l o g o La^cena de le tener e.

36
tearse entre tus dientes para hacerte devolver el bocado; o
bien algún pelo o cabello del cocinero se te pega en el pala-
dar al punto que casi vomitas; o bien se te detiene una
espina de pescado en la garganta y te hace toser suave-
mente; o bien se te atraviesa un huesecillo hasta ponerte
en peligro de ahogarte; así también en nuestra cena, para
nuestra común desgracia, bien pueden hallarse cosas corres-
pondientes a las de la otra. T o d o lo cual acontece por
x
el pecado del remoto primer hombre ) A d á n , por quien la
perversa naturaleza humana está condenada a tener los
agrados j u n t o a los desagrados.
H E R M . — [Habéis hablado! piadosa y santamente.
Ahora bien: ¿que respondéis a lo que dicen, que sois un
cínico rabioso?
FlI..—-Concedo de buen grado que, si no en todo, es
cierto en parte.
HERM.—Pero no ignoráis que es menos deshonroso
para un hombre recibir ultrajes que hacerlos.
FlL. -Pero es bastante con que los que yo hago sean
llamados venganzas y los de los demás ofensas.
Hr-'RM.—Hasta los dioses están expuestos a ser inju-
riados, a padecer difamaciones y soportar vituperios: pero
vituperar, difamar e injuriar es propio de [hombres) cobar.
des, innobles, vulgares y malvados.
FlL.—Eso es verdad. Pero nosotros no injuriamos sino
que rechazamos las injurias que se infieren, no tanto a
nosotros | mismos] como a la despreciada filosofía, para
que a los disgustos ya recibidos no vengan a agregarse
otros. '?'
HERM.—¿Queréis, entonces, pareceres a un perro que
muerde, a fin de que nadie se atreva a molestaros?
FIE.—Así es, porque me. gusta la calma y detesto toda
molestia.

') E n el texto: (íntico proloplastc.

37
H E R M . — S í , pero se opina que procedéis con dema-
siado rigor.
FlL.—Para que ellos no vuelvan a hacer lo mismo, y
los demás aprendan a no disputar conmigo n i con otros; ni
pretendan con semejantes términos medios tratar estas con-
clusiones.
H E R M . — L a ofensa fué privada y la venganza es pú-
blica.
FlL.—Pero no por eso es injusta; pues muchos erro-
res se cometen en privado y son justamente castigados en
público,
HERM.—-Pero obrando de esa manera venís a d a ñ a r
vuestra reputación, y os hacéis más reprensible que aqué-
llos, porque públicamente se dirá que sois impaciente, fan-
tástico, arbitrario y cabeza hueca.
F l L . — N o me preocupo yo de eso mientras ellos u otros
no me sean muy molestos. Por eso muestro el cínico bas-
t ó n , para que me dejen tranquilo con mis cosas, y si no
quieren hacerme caricias, que no vengan a exhibir su gro-
sería conmigo.
H E R M . — ¿ Y os parece que corresponda a un filósofo
querer vengarse?
F l L . — S i los que me molestan fuesen una Xantipa, yo
sería un Sócrates.
H E R M . — ¿ N o sabes, acaso, que la longanimidad y la
paciencia sientan bien a todos, y que por ellas los hombres
vienen a ser semejantes a los héroes y a los altos dioses,
los cuales, según algunos, sólo se vengan tardíamente, y,
conforme al parecer de otros, ni se vengan ni se encoleri-
zan jamás?
F l L . — T e engañas si crees que yo haya pensado en
vengarme. '
H E R M . - — ¿ Y entonces?
F l L . — M e ha guiado un propósito de enmienda, en
cuyo ejercicio también nos asemejamos a los dioses. N o
ignoras que el pobre Vulcano ha sido obligado por Jove

38
a trabajar también los días de fiesta, y que aquel maldito
yunque nunca se cansa de soportar los golpes de tantos y
tan fieros martillos, de suerte que, apenas uno de ellos se
levanta, ya el otro está inclinado sobre el yunque, a f i n
de que no vengan a faltar los justos rayos con que los
delincuentes y reos han de ser castigados.
H E R M . — H a y diferencia entre vos y el herrero de Jove
y marido de la diosa de Chipre.
F l L . — E s bastante con que hasta aquí no sea deseme-
jante a los dioses en la paciencia y longanimidad, que he
ejercitado en m i comportamiento, no aflojando todo el freno
al enojo, ni espoleando m á s fuertemente la ira.
H E R M . — N o toca a cada uno el querer corregir, y menos
querer corregir a la m u l t i t u d .
FlL.—Agregad a ú n : m á x i m e cuando la m u l t i t u d no
llega a tocarle.
H E R M . — S e dice que no se ha de ser reformador en
patria ajena.
F l L . — Y yo afirmo dos cosas: la primera, que no se
ha de ciar muerte a un médico extranjero porque intente
realizar aquellas curaciones que no hacen los del lugar; y
la segunda es que al verdadero filósofo cualquier comarca
le es por patria.
H E R M . — ¿ Y si ellos no te admiten n i como filósofo,
ni como médico, n i como compatriota?
F l L . — N o por eso dejaré de ser yo mismo.
H E R M . — ¿ Q u i é n os lo asegura?
F l L . — L o s dioses, que aquí me han colocado, yo que
aquí me encuentro, y los que tienen ojos y me ven.
F l E R M . — T i e n e s muy pocos y poco notorios testigos.
F l L . — P o q u í s i m o s y muy poco conocidos son los mé-
dicos verdaderos; casi todos son verdaderos enfermos. Y
torno a decir que ellos no pueden arrogarse la libertad de
prometer n i hacer que tal tratamiento les sea dado a los
que ofrecen tan honrosa mercancía, sean o no forasteros.

39
HERM.—Pocos son los que conocen esas mercancías.
F l L . - — N o por eso las gemas son menos preciosas, y no
hemos de defenderlas y hacerlas defender, con todo nues-
tro esfuerzo, y no hemos de liberarlas y vengarlas de la
conculcación de los pies porcinos, con todo el rigor que
nos sea posible. Y así me sean propicios los dioses, Hermes,
como es cierto que te digo que yo nunca cometí tales ven-
ganzas por sórdido amor propio ni por bajo cuidado [de
m i ] particular [provecho], sino tan sólo por amor de mi
tan amada madre la filosofía, y por celo de la lesa majestad
de ella. La cual por sus mentidos familiares e hijos (por-
que no hay v i l pedante, h o l g a z á n hacedor de frases, estú-
pido fauno o ignorante caballo que con exhibirse cargado
de libros, con hacerse crecer la barba y con otros parecidos
modos de prosopopeya no quiera ser de la familia) ha
venido a quedar reducida a tal, que para el vulgo decir un
f í l ó s o f o ^ a l e tanto como decir un embaucador, un inútil,
un vulgar pedante, un impostor, un saltimbanqui, un
charlatán, hecho para servir de pasatiempo en la ciudad y
de espantapájaros en el campo.
H E L I O T R . — E n verdad, la familia de los filósofos es
considerada por la mayor parte de las gentes como más
despreciable aún que la de los capellanes [los cuales],
asumida esta condición por toda suerte de gentuza, han
hecho despreciable el sacerdocio; pero no tanto [con todo]
como a la filosofía la han hecho digna de vilipendio esos
[pretendidos filósofos | extraídos de entre toda suerte de
brutos.
FlL.—Alabemos, por tanto, en su genio a la Antigüe-
dad, cuando los filósofos eran tales que de entre ellos se
escogían los que habían de ser promovidos a legisladores,
consejeros y reyes; cuando eran tales los consejeros y
reyes, que de esta condición se elevaban a sacerdotes. En
estos tiempos, en cambio, la mayor parte de los sacer-
dotes spn de tal suerte que no sólo a ellos se les desprecia.

40
sino que por culpa de ellos se desprecian t a m b i é n las leyes
divinas; tales son casi todos los que vemos tenidos por
filósofos, que, [siendo] justamente vilipendiados, a causa
de ellos t a m b i é n las ciencias se ven despreciadas. S i n con-
tar, entre éstos, la muchedumbre de bribones que, como
ortigas, con sus hostiles imaginaciones suelen oprimir a ú n
más, por su parte, la rara virtud y la verdad, que s ó l o se
muestran a los pocos.
HERM.—No hallo filósofo, Heliotropio, que se irrite
tanto de ver despreciada la f i l o s o f í a , ni encuentro ninguno
tan enamorado de su ciencia como ese T e ó f i l o . ¿ Q u é acon-
tecería si los d e m á s f i l ó s o f o s fuesen de su misma c o n d i c i ó n ,
quiero decir, tan impacientes?
H E L I O T R . - — E s o s otros f i l ó s o f o s no h a n hallado tanto
como él. ni tienen tanto que cuidar y defender. L o s otros
pueden m u y f á c i l m e n t e despreciar aquella f i l o s o f í a que nada
vale, u otra que valga poco, o la que no conocen; pero
aquel que ha hallado la verdad, que es u n tesoro escon-
dido, prendado de la belleza de aquel rostro divino, se
hace tan celoso por que no le sea defraudada, despreciada
ni contaminada, como puede serlo cualquier otro de su
oro, de su rubí o diamante, o de una carroña de belleza
femenina.
H E R M . — P e r o volvamos a nuestro tema, vengamos al
quia. Dicen de vos, T e ó f i l o , que en aquella vuestra Cena
criticáis c i n j u r i á i s a una ciudad entera, a toda una pro-
vincia, a un reino entero.
FlL.—Jamás pensé ni hice ni tuve i n t e n c i ó n de hacer
eso. Y si lo hubiese pensado o hecho, o hubiese abrigado
i n t e n c i ó n de hacerlo, me tendría a m í mismo por lo peor,
y estaría dispuesto a m i l retractaciones, a m i l palinodias,
mil veces me h a b í a de desdecir. Y todo esto, no ya si
hubiese injuriado a un noble y antiguo reino como lo
es éste, sino a cualquier otro, así fuese bárbaro. Y lo
mismo diría si hubiese i n j u r i a d o , no ya a cualquier ciudad.

41
así fuese no civilizada, sino a cualquier linaje, aunque
fuera tenido por salvaje: a cualquier familia, aunque tuvie-
se fama de inhospitalaria; pues no puede haber reino,
ciudad, prole o casa entera que pueda ser o se la pueda
suponer de una misma condición, y donde no hayan de
darse opuestas o contrarias costumbres, de suerte que no
deba suponerse que lo que a uno le agrade no le desagrade
a otro.
H E R M . — C i e r t o ; en cuanto a m í , que he leído, releído
y examinado bien todo, aunque en los detalles os encuen-
tro sin saber a ciencia cierta por qué, un tanto difuso, sin
embargo, en general, os veo proceder rigurosa, razonable y
discretamente; pero el rumor se ha difundido en la manera
que os digo.
H E L I O T R . — E s e rumor y otros semejantes han sido
esparcidos por la vileza de algunos que se sienten heridos.
Deseosos de venganza y sintiéndose pobres en razones, doc-
trina, ingenio y fuerza, aparte de inventar todas las false-
dades que pueden, a las que sólo pueden prestar oídos otros
a ellos semejantes, buscan compañía para que el castigo
particular [que reciben] aparezca como injuria c o m ú n .
H E R M . — Y o creo, en cambio, que hay personas que
no carecen de juicio y consejo, y consideran universal la
injuria porque ponéis de manifiesto tales costumbres entre
1
personas de esta n a c i ó n . )
F l L . — M a s ¿qué costumbres pueden ser ésas, que seme-
jantes, peores, y mucho más extrañas en género, especie
y n ú m e r o no se las encuentre en lugares pertenecientes a
las comarcas y provincias más excelentes del mundo? ¿Me
llamaríais acaso injuriador e ingrato para con m i patria sí
dijese que iguales y más criminales costumbres se las encuen-
tra en Italia, en Ñapóles, en Ñola? ¿Disminuiría yo aquáíla
región favorecida por el cielo y puesta a la cabeza y, a la
vez, a la diestra del globo, orientadora y dominadora de
1) E n el texto: generazione.

42
todas las otras naciones, que ha sido estimada siempre per
nosotros lo mismo que por los demás como maestra, nodriza
y madre de todas las virtudes, disciplinas, humanidades,
modestias y cortesías, porque se viniese a exagerar aún lo
que de ella han cantado nuestros mismos poetas, que la
hacen también maestra de todos los vicios, engaños, avari-
cias y crueldades?
H E L I O T R . — T o d o eso es cierto, conforme con los p r i n -
cipios de vuestra filosofía, según los cuales queréis que los
contrarios coincidan er> los principios y en las cosas mis-
1
mas ) : ya que los mismos espíritus dotados de grande
aptitud para altas, virtuosas y generosas empresas, si acon-
tece que sean perversos, van a parar en extremados vicios.
Sin contar que allí suelen darse más raros y selectos espí-
ritus, donde los más son muy ignorantes y estúpidos; y
donde por lo general son menos cultos y corteses, cabe
encontrar, en particular, urbanidad y cortesía extremadas;
de suerte que, en diversas maneras, parece que a muchas
naciones Ies sean dadas en igual proporción perfecciones e
imperfecciones.
Fu..—-Decís la verdad.
H E R M . — C o n todo, Teófilo, a m í , y conmigo a otros
muchos, nos duele que en nuestra patria acogedora os hayáis
fijado en esos [sus] representantes que os han brindado
ocasión de lamentaros en una cena cenicienta, antes que
en otros muchos que os h a b r í a n patentizado hasta qué
punto nuestro país, por más que sea considerado por
vuestros compatriotas como penitus tozo diuisus ab orbe -) ,
sea propenso a todos los estudios de las buenas letras, armas,
caballería, humanidades y cortesías; en todo lo cual, y
hasta donde nuestras fuerzas lo permiten, nos esforzamos
por no ser menos que nuestros mayores, ni [ser] vencidos
por las otras naciones, máxime por las que consideran tener

1) ¡5ii el texto: prossiml suggetti.


2) Virgilio, É g l o g a I , 67: et penitus toto divisos orbe Britannos.

43
la nobleza, las ciencias, las armas y la distinción como dones
naturales.
F l L . — A fe mía, Hcrmes, que en cuanto decís yo no
debo n i sabría contradeciros n i con palabras n i con argu-
mentos n i en m i conciencia, pues con toda destreza de argu
mentación y modestia defendéis vuestra causa. Por tanto,
por baberos acercado sin bárbaro orgullo, empiezo a arre-
pentirme con vos y a cobrar desagrado por haberme fun-
dado en los tales, y de afligiros a vos y otros [que son]
de honrada y humana condición; por lo que desearía que
aquellos diálogos no hubiesen sido escritos, y, si queréis,
me esforzaré por que en adelante no vean la luz pública.
H E R M . — M i pesadumbre, que es también la de otras
personas nobilísimas, tnn de ninguna manera deriva de
la circulación de aquellos diálogos, que de buena gana
procuraría fuesen traducidos a nuestro idioma, a fin de
que pudiesen servir de lección a los mal y peor educados
que hay entre nosotros. Acaso, si viesen la repugnancia
que producen y la manera en que son descritas sus groseras
reuniones y el mal ejemplo que dan. podría acontecer que,
aunque no fuesen bastantes' para hacerlos cambiar la disci
plina y el ejemplo de los mayores y mejores, al menos
se sintiesen movidos a imitarlos por la* sola vergüenza de
ser contados entre los otros. Aprenderían as! que el honor
y el valor no consisten en saber y poder ser, con esos sus
modales, molestos a los demás, sino precisamente en lo
contrario.
H E L I O T R . - - O s mostráis muy discreto y avisado defen-
diendo la causa de vuestra patria, y no sois ingrato n i
desagradecido a los buenos oficios ajenos, como lo suelen
ser los faltos de argumentos y de consejo. Pero me parece
que Filoteo no se preocupa tanto de conservar su reputa-
ción y defender su persona. Pues del mismo modo que
son diferentes la nobleza y la rusticidad, también cabe
esperar de ellas opuestos resultados. Así, un villano escita

44
será tenido por discreto y llegará a ser celebrado por su
éxito, si partiendo de las orillas del Danubio va con justa
queja y audaz censura a tentar la autoridad y majestad del
Senado Romano; el cual hallará en esto ocasión para un
gesto de extremada prudencia y magnanimidad, h o n r á n -
dolo con una estatua. Mas un gentilhombre y senador
romano, a juzgar por el resultado [que o b t e n d r í a ] , ha
de parecer poco prudente si abandonando las amenas ribe-
ras del T í b e r vase, aunque sea con justa queja y muy
razonable censura, a tentar a los villanos escitas, los cuales
hallarán en eso pretexto para fabricar verdaderas torres y
babilonias de motivos para las mayores vilezas, infamias y
tosquedades, y lo lapidarán, aflojando el freno a la furia
popular, para que mejor conozcan las otras naciones la
diferencia que hay en tratar y hallarse entre hombres y
entre los que están hechos a imagen y semejanza de los
escitas.
H E R M . — N o ha de suceder nunca, Teófilo, que yo deba
o pueda estimar digno el que yo, o cualquier otro que
tenga m á s ingenio que yo, quiera asumir la defensa y pro-
tección de los que son objeto de vuestra sátira, así se tratase
de gente y personas de este país, a cuya defensa por la
misma ley natural nos vemos incitados. Pues no aceptaré
jamás — y no podré ser sino enemigo de quien lo afirme—
que ésos sean miembros de nuestra patria, la cual sólo está
formada de personas tan nobles, cultas, honestas, discipli-
nadas, discretas, humanas y razonables como las de cual-
quiera otra nación. Pues si bien aquéllos están dentro del
país, no lo están sino como suciedad, hez, estiércol y
carroña; de suerte que sólo podría considerárseles como
parte del reino o de la ciudad en el mismo sentido que
la sentina es parte del barco. Por tanto, de n i n g ú n modo
podríamos nosotros ofendernos por causa de ellos, que
sería cosa condenable. De los tales no excluyo m u l t i t u d de
doctores y clérigos, ya que si a muchos de ellos el doctorado

45
los hace señores, a los más. sin embargo, a favor de la petu-
lancia y presunción que les da la reputación de clérigo o
de literato, les sirve para exhibir con cínico énfasis la sufi-
ciencia grosera que antes no se atrevían a manifestar; por
lo que no os habéis de maravillar de ver a muchos que con
el tal doctorado y presbiterado saben más de ganado, de
batos y de establos que los mismos caballerizos, cabreros y
boyeros. Por esta razón, hubiera preferido no oíros hablar
;
can duramente de nuestra Universidad ) , en términos de
no perdonarla siquiera en general, y sin consideración a lo
que ha sido, será o podrá llegar a ser en lo futuro, y a lo
que en parte ya es actualmente.
FlL.—-No os inquietéis por ello, pues, aunque haya
sido presentada en detalle en esta ocasión, con todo, sus
errores no son tales que iguales no los cometan las otras
Universidades que son estimadas como las mayores, que
cuando más con el título de doctores sacan caballos enjo-
yados y asnos con diademas. N o niego, sin embargo, lo
bien organizada que ha estado [esta Universidad] desde
sus orígenes, el bello orden de los estudios, la gravedad de
las ceremonias, la distribución de los ejercicios, el decoro
de las vestiduras y muchos otros detalles que son necesarios
o pertenecen como adorno a una Academia, de suerte que
por todas esas cosas nadie puede menos de declararla la
primera de toda Europa, que es tanto como decir del mundo.
Y no be de negar que por la finura de los espíritus y la
agudeza de los ingenios que una y otra parte de Inglaterra
producen [esta Universidad] sea igual a todas aquellas que
son verdaderamente excelentes. Tampoco ha caído en olvido
J
el que antes que la especulación ) apareciera en las otras
partes de Europa floreció a q u í ; y por aquellos sus prínci-
pes de la metafísica, aunque escribieran en una lengua bár-

i) Se refiere a la U n i v e r s i d a d de Oxford.
-) E n el texto." le lettere speculative.

46
x 2
bara y fuesen c l é r i g o s ) de p r o f e s i ó n ) , el esplendor
de una parte rara y nobilísima de la filosofía (que en
nuestros días está casi extinguida) se p r o p a g ó a todas las
Academias de las regiones no bárbaras.
Pero lo que me ha molestado, y lo que me causa a
la vez risa y fastidio, es que con no hallar yo en parte
alguna gente más romana y más ática en la lengua que los
que aquí encuentro, con todo, ellos (hablo en general) se
vanaglorian de ser en un todo distintos y aun contrarios
a los que fueron antes que ellos, los cuales, poco cuida-
dosos de la elocuencia y del rigor gramatical, atendían
exclusivamente a las especulaciones, que éstos ahora cali-
fican de sofismas. Y o , empero, aprecio más la metafísica
de aquéllos, en la que sobrepujaron a su príncipe Aristó-
teles (aunque fuera una metafísica impura y maculada de
algunas vanas conclusiones y teoremas que no son filo-
sóficos n i teológicos, sino propios de espíritus ociosos y mal
orientados), que todo lo que puedan aportar estos otros
de la edad presente, con toda su elocuencia ciceroniana y
su arte declamatorio.
H E R M . — N o son, ésas, cosas de despreciar.
F l L . — E s cierto; pero en la precisión de elegir, yo
estimo más la cultura del espíritu, por sórdida que sea,
1
que todas las palabra ; y lenguas más elocuentes.
H E L I O T R . — E s o me trae a la memoria a fray Ventura.
Comentando un pasaje de los Santos Evangelios que dice:
icddite quae strní Cc.cscris Cccr.a'i, trajo a colación los nom-
bres de todas las monedas usadas en tiempos de los roma-
nos, con sus marcas y su peso, que ignoro de qué endia-
blados anales o mamotreto las había sacado, y que fueron
en n ú m e r o de ciento veinte, y todo por mostrar lo estu-

i) E n el texto: cucullati.
'-) E n t r e los que no se puede menos de recordar a Roberto
K i h v a r d b y , dominico, profesor en Oxford (1248 1261), y J u a n D u n a
Scot, franciscano, que p r o f e s ó t a m b i é n a l l í (1294-1304).

47
dioso y memorioso que era. Acabado el sermón, se le
acercó un buen hombre, y le d i j o : — M i reverendo padre,
por favor, présteme una m o n e d a ' ) . A lo que [el frailej
respondió que él pertenecía a la orden mendicante.
H E R M . — ¿ Y a qué viene esto ahora?
H E L I O T R . — Q u i e r o decir que aquellos que son muy
versados en locuciones y nombres, y no se preocupan de
las cosas mismas, cabalgan en la misma ínula que aquel
reverendo padre de las muías.
H E R M . — Y o creo que además de la elocuencia, en que
aventajan a todos sus predecesores y no son inferiores a los
modernos de otras partes, tampoco son menesterosos en el
ejercicio de la filosofía y de las demás especulaciones; y
sin capacidad en ellas no pueden ser promovidos a n i n g ú n
grado académico; pues los estatutos de la Universidad, que
bajo juramento están comprometidos a respetar, establecen
que nullus ad philosophiae et theologiae magisterium et
doctoratum promoüeatur, nisi epotaverit e fonte Aristotelis.
H E L I O T R . — ¡ O h ! Pues yo os diré lo que han hecho para
no ser perjuros. De las tres fuentes que hay en la Univer-
sidad le han puesto a una el nombre de Fons Aristotelis,
a la otra le dicen Fons Pythagorae y a la tercera la llaman
Fons Platonis. Como de estas tres fuentes se saca el agua
2
para hacer la cerveza ) (agua en que también se abrevan
los bueyes y los caballos), resulta que no hay quien, con
haber permanecido tres o cuatro días en aquellos cursos
y colegios, no llegue a estar impregnado, no sólo de la
fuente de Aristóteles, sino además de la de Pitágoras y
Platón.
H E R M . — E s demasiado cierto ¡ay! lo que decís, Y así
acontece, Teófilo, que los doctores están baratos, como las
sardinas, ya que como con poco trabajo se crían, se cncuen-

1) E n el texto: un carlina.
2) E n el texto: la birra e la cervnsa.

48
tian y se pescan, así también a bajo precio se compran.
Siendo, pues, tal el vulgo de los doctores entre nosotros
en esta edad (.bien que salvando el prestigio de algunos,
célebres por la elocuencia y la doctrina y por su exquisita
cultura, como lo es un T o b í a s M a t t b e w , un Culpepper y
otros que no m e n c i o n a r é ) , sucede que es bastante con que
uno por intitularse doctor tenga un nuevo t í t u l o de nobleza
para que al punto, si no es especialmente conocido, sea sos-
pechado [precisamente] de naturaleza y condición contraria
[a la nobleza]. Y así ocurre que los que por sangre o
por otra circunstancia son nobles, cuando se les añade lo
que es parte principal de la nobleza, que es la doctrina, se
avergüenzan de graduarse y de hacerse llamar doctores,
conformándose con ser doctos. Y hallaréis mayor n ú m e r o
de éstos en ias Cortes que pedantes en la Universidad.
F l L . — N o os quejéis, Hermes, pues en todas partes
donde hay doctores y curas se encuentra una y otra simiente.
[ E n todas partes] los que son doctos de verdad y verda-
deros clérigos, aunque se hayan elevado desde una condición
humilde, no pueden menos de haberse ennoblecido y afina-
do, pues la ciencia es un exquisito camino para hacer'
heroica el alma humana. Pero los otros mayormente se
muestran rústicos de modo expreso cuanto más parecen
querer ser altitonantes como divum paiev o como el gigante
J
Salmonco ) , cuando se pasean de sátiro o fauno purpurado
con aquella su horrible e imperial prosopopeya, luego de
haber determinado en la cátedra -) a qué declinación perte-
nece el hic, et haec, et hoc nihil.
HERM.—Dejemos a un lado ahora estas cosas. ¿Qué
libro es esc que lleváis en la mano?
F l L . — S o n unos diálogos.
J
) V i r g i l i o , A en., V I , 5 ¡¿5-6.
-i íuu el texto: cateara ¡cytrUaie. S e llamaba reggcute uo sólo
iiuiea e j e r c í a ia s u p i n B t e u d c n e i a de los estudios, sino t a m b i é n , y
en especial fuera de I t a l i a , el maestro que e j e r c í a l a e n s e ñ a n z a
secundaria. ( N o t a de Gio", unni G e u t i l e ) .

49
C.-.VR..M>0 Bi-J-Jc —4
HERM.—¿La Cena!
FlL.—No.
HERM.—¿Qué, entonces?
FlL.—Son otros, en los que se trata De la causa, prin-
cipio y uno, según nuestra doctrina.
HERM.—¿Quiénes son los interlocutores? T a l vez ten-
gamos algún otro demonio a lo Fruí la o Prudencio, que nos
engolfe en una nueva discusión.
F l L . — N o dudéis que, a excepción de uno solo, los
demás son personas apacibles y muy discretas.
HERM.—¿De suerte que, conforme con l o que decís,
tenemos todavía algo en limpio que sacar de estos diá-
logos?
F l L . — N o lo dudéis, que antes seréis rascados donde os
pica que punzados donde os duele.
H E R M . — ¿ T a m b i é n hay esto?
F l L . — A q u í os encontraréis con ese docto, afectuoso,
x
bien criado y muy fiel amigo Alejandro Dicson ) a quien
el Nolano ama como a sus propios ojos y que ha hecho
que el tema llegara a plantearse. Se lo introduce como aquel
que propone el asunto que ha de ser examinado por T e ó -
filo. E n segundo lugar, tenéis a Teófilo, que soy yo, y
que, según sea la ocasión, paso a distinguir, a definir y
demostrar en torno a la materia en cuestión. E l tercero es
Gervasio, que no es de la profesión [de f i l ó s o f o ] , pero
asiste a nuestras conversaciones como entretenimiento; y es
sujeto que n i huele n i hiede y hace burlas de las cosas de
Polimnio y de vez en cuando le hace ejercitar su locura.
Este sacrilego pedante es el cuarto interlocutor: uno de los
rígidos censores de los filósofos, por lo que se llama a sí
mismo M o m o ; afectuosísimo con la grey de sus escolares,
por lo que se califica a sí mismo de socrático en el amor;
perpetuo enemigo del sexo femenino, por lo que, por ser

i) Alejandro Dicson, autor de De umbra rationis et judien-,


sive de memoriae virtute prosopopeia (1583).

50
inmaterial, se considera Orfeo, Museo, T í t i r o y A n f i ó n .
Es uno de aquellos que cuando han hecho una construc-
ción feliz, o producido una pequeña y elegante epístola, o
arrancado al ciceroniano pecho una bella frase, es como
si aquí hubiese resucitado Demóstenes, vegetara T u l i o
y viviese Salustio. A q u í un Argos que ve cada letra, cada
sílaba, cada dicción; aquí Radamanto timbras vocat Ule
l
silentum ) ; Minos, rey de Creta, itrnam movet - ) . Citan
a las oraciones para examinarlas; discuten sobre las frases,
diciendo: — É s t a s son de poeta; éstas de autor cómico;
esta otra de orador; esto es serio, aquello es ligero; esto
es sublime, aquello es humile dicendi genusj esta oración
es áspera: sería más suave si estuviese hecha así; éste es
un escritor principiante poco amante de los antiguos, non
redolet Arpinalem, desipit Latium. Esta palabra no es tos-
cana, no está sacada de Boceado, Petrarca y otros autores
probados. N o se escribe homo, sino orno; no honore, sino
onore; no Polihimnio. sino Poliinnio ••). Con esto triun-
fa, está satisfecho de sí mismo, más que nada le gusta
lo que él hace. Es un Jove que desde su elevado observa-
torio contempla y considera la vida de los demás hombres
sujeta a tantos errores, calamidades, miserias e inútiles
afanes. Sólo é¡ es feliz; sólo él vive una vida celestial
cuando contempla su divinidad en el espejo de un Spici-
legio*), de un Diccionario, de un Calepino ' ) , de un Lexi-
cón, de una Cornucopia"), de un Nizzolio'). En
») V i r g i l i o . A.en, V I . '132-3.
-) Virgilio, ibíde-m.
a
) Orno, onore: hombro, honor. B r u n o liacr> aparecer como
m a n í a de Polimnio el s u p r i m i r l a h l a t i n a de algunos vocablos,
tendencia ( c o m ú n a muchos h u m a n i s t a s i t a l i a n o s ) por u n a grafía
m á s conforme con l a pronunciar-ion.
Rp'tcilegivm. obra del g r a m á t i c o L . G. Scoppa.
») Ambrosio Calepino, autor de un c é l e b r e diccionario i 1435
' •); i ) .
°) Cornucopiac tive comme ufaría linguete Latinae, de N i c o l á s
Pc-o' . i i-i3u-l4.se- i.
") Mario Nlzzoli U48S-1560), autor ib/ OVucrvaHcme» in M.
'J'ullium Ciceronem o Tliesaurus Ciceronianus.

5 1
posesión de esta suficiencia, mientras cualquiera es uno,
solamente él es muchos. Si le sucede reírse, se llama a sí
mismo Demócrito; si le acontece dolerse, es H e r á d i t o ; si
discute es Crisipo; si discurre es Aristóteles; si imagina es
P l a t ó n ; si rumia un discursito se intitula Démostenos; sí
construye a la manera de V i r g i l i o , él es M a r ó n . Corrige
a Aquiles, aprueba a Eneas, reprende a Héctor, exdama
contra Pirro, se conduele de P r í a m o , arguye contra T u r n o ,
disculpa a Dido, alaba a Acates; y finalmente, mientras
vecbum verbo reddit y enhebra salvajes sinonimias, nihil
divinum a se alienum putat. Y bajando tan orgulloso de
la cátedra como si acabase de ordenar los cielos y dirigir
los senados, o como uno que ha domado ejércitos y refor-
mado los mundos, de seguro que, a no ser por la angus-
tia del tiempo, concretaría en hechos lo que lleva en el
pensamiento. O témpora, o mores! ¡Qué pocos son los
que entienden la esencia de los participios, de los adver-
bios y de las conjunciones! ¡ C u á n t o tiempo ha debido
transcurrir antes que se hallase la razón y causa verdadera
por la cual el adjetivo ha de concordar con el sustantivo,
y el relativo ha de ayuntarse con el antecedente, y para
conocer conforme a cuál regla ya se le coloca al comienzo,
ya al final de la oración; y en qué medida y orden se
intercalan [en la oración] aquellas interjecciones dolentis,
gaudentis, beu, oh, ahi, ah, hem, ohe, huí, y otros condi-
mentos sin los cuales viene a ser completamente insípido
todo discurso.
H E L I O T R . — D e c i d cuanto queráis, y opinad lo que os
plazca sobre ello; pero yo afirmo que para ser feliz en
la vida es mejor sentirse un Creso, siendo pobre, que con-
siderarse pobre siendo un Creso. ¿ N o es acaso más conve-
niente para la felicidad tener una mujer estúpida que te
parezca hermosa y te agrade, a tener una Leda o una
Elena que te moleste y acabe por hastiarte? ¿Qué les
importa, por tanto, a éstos el ser ignorantes y ocuparse

52
en cosas innobles, si son tanto m á s felices cuanto más
agradan tan sólo a sí mismos? T a n buena es la hierba
fresca para el asno y la avena para el caballo como lo es
1
para t i el pan b l a n c o ) y la perdiz. L o mismo se alegra
el cerdo con las bellotas y el caldo que un Jove con la
ambrosía y el néctar. ¿Queréis apartar a ésos de su dulce
locura, de suerte que por esa curación os deban luego romr
per la cabeza? Y conste que dejo a un lado el determi-
nar dónde está la locura. U n pirrónico ha dicho: ¿Quién
sabe si nuestro estado no es muerte, y si el de los que
llamamos difuntos no es vida? D e l mismo modo ¿quién
sabe si toda la felicidad y la verdadera beatitud no consisten
en las debidas uniones y aposiciones de los miembros de
la oración?
H E R M . — A s í está hecho el m u n d o : nosotros nos hace-
mos los Demócritos respecto de los pedantes y gramáticos;
los solícitos cortesanos se hacen los Demócritos respecto de
nosotros; los despreocupados monjes y curas se hacen los
2
D e m ó c r i t o s ) respecto de todos; y recíprocamente, los pe-
dantes se mofan de nosotros, nosotros de los cortesanos,
todos de los monjes; y en resolución, mientras que cada uno
es loco para el otro, v e n d r í a m o s a ser todos diferentes en
especie y concordantes in genere et numero et casu.
FlL.—Varias son, por eso, las especies y modos del
censurar, y varios son sus grados; empero los más ásperos,
duros, horribles y espantosos son los de nuestros archidi-
dascálicos. Y así, ante ellos debemos doblar las rodillas
e inclinar la cabeza; hacia ellos debemos elevar la mirada,
elevar las manos, suspirando, lagrimeando, exclamando y
pidiendo merced. A vosotros, pues, me dirijo, los que
lleváis en la mano el caduceo de Mercurio para decidir las
controversias y falláis las cuestiones que se suscitan entre
los mortales y los dioses; a vosotros ¡oh Menipos!, que.

i) E n el texto: pane di pueda.


'-) E n el texto: democritegglano.

53
sentados sobre el globo de la luna, con los ojos vueltos hacia
abajo y la mirada torcida nos miráis con repugnancia y
desprecio por nuestros actos; a vosotros, escuderos de Pallas,
portaestandartes de Minerva, mayordomos de Mercurio,
traficantes de Jove, hermanos de leche de Apolo, ladro-
2
nes ) de Epimeteo, coperos de Baco, cuidadores de asnos de
las Evantes, instigadores de las Hedonías, animadores de las
T í a d a s , seductores de las Ménadas, sobornadores de las
Basárides, jinetes de las Mimalóncas, concubinarios de la
ninfa Egeria, moderadores del entusiasmo, demagogos del
pueblo errante, descifradores de las Demogorgonas, Dios-
euros de las dudosas disciplinas, tesoreros del Pantamorfo
3
y chivos emisarios del gran sacerdote A a r ó n : ) a vosotros
encomendamos nuestra prosa, nuestras musas, premisas,
subsuncíones, digresiones, paréntesis, aplicaciones, cláusu-
las, períodos, construcciones, adjetivaciones y epítetos. Vos-
otros, suavísimos acuáticos, que con vuestras bonitas elegan-
cias nos hurtáis el alma, nos atáis el corazón, nos fascináis
la mente, y colocáis en lupanar nuestras almas meretrices,
J
referís a buen consejo nuestros barbarismos, ) tapáis los
malolientes abismos, estáis de punta con nuestros solecismos,
castráis a nuestros Silenos, embriagáis a nuestros N o é s ' ) ;
hacéis eunucos a nuestros macrologios, remendáis nuestras
elipsis, refrenáis nuestros taftologios [ t a u t o l o g í a s ] , mode-
ráis nuestras acrilogías, perdonáis nuestras escrilogías, excu-
sáis nuestros perisologios, perdonáis a nuestros cacocefatos.

1) E n el texto; maynarii. ( E n latín, magnarius-ii).


2
) E n el texto: manuar-U. ( E n l a t í n , manuarius-ii).
e) Lenifico, V I I I , 18-25.
') E n la Ars grammatica de Donato, a d e m á s del barbarismo y
el solecismo se enumeran diez vicios m á s : la ac.yrologia (impropria
dietio), el rMneeiii-laton (obscena cnuntiatio). el pleonasmo, la
perissologia (supervacua verborum adiectio sine ulla v i r e r u r a ) , l a
•macrologia (longa sententia ros non nceessnrias coinprehendens),
la tautología, la eclipsis, la tapinosis ( h u m i l i t a s rei magnae nou
id agente sententia) y el cacosyntheton (vitiosa compositio dictio-
n u m ) . (Nota de Giovanni G e n t i l e ) .
e) E n el texto: Nohemi (Noé).

54
Os conjuro de nuevo a todos en general, y en particulai
a t i , severo, ceñudo e inhumano maestro Polimnio, para
que dimitáis ese furor y odio criminal contra el noble sexo
femenino, y no perturbéis lo que tiene el mundo de más
bello y el cielo contempla con sus ojos innumerables. V o l -
ved por vosotros, recobrad la inteligencia con que podáis
percataros de que vuestro rencor es locura expresa y furor
frenético. (Puede darse nadie más insensato y estúpido
que aquel que no quiere ver la luz? N o puede haber locura
más abyecta que la del que por enemistad con el sexo se
hace enemigo de la misma naturaleza, como aquel bárbaro
rey de Sarza que, por haberlo aprendido de vosotros, segu-
ramente, d i j o :

Natura non puó far cosa perfetta


1
Poiché natura femina vien detta )

Contemplad al menos por un instante la verdad, elevad


los ojos hacia el árbol de la ciencia del bien y del mal, mirad
la diversidad y oposición que hay entre ellos. Considerad
lo que es varón y lo que es mujer. A q u í tenéis, por ejem-
plo, el cuerpo, vuestro amigo, que es v a r ó n ; allí el alma,
vuestra enemiga, que es mujer. A q u í tenéis el Caos, varón,
allí la ordenación, mujer; aquí el sueño, allí la vigilia;
aquí el letargo, allí la memoria; aquí el odio, allí la amis-
tad; aquí el temor, allí la seguridad; aquí el rigor, allí
la blandura; aquí el escándalo, allí la paz: aquí el tumul-
to, allí la tranquilidad; aquí el error, allí la verdad; aquí
el defecto, allí la perfección; aquí el infierno, allí la feli-
cidad; aquí el pedante Polimnio, allí la musa Polimnia. Y
en resolución, todos los vicios, defectos y delitos son mascu-
linos, y todas las virtudes, excelencias y bondades, femé-
is Ariosto, Oí-lando Furioso, X X V I I , 120.
L a n a t u r a no h a r á n a d a perfecto
pues de m u j e r es BU nombre correcto.

55
ninas. De ahí que la prudencia, la justicia, la fortaleza,
la templanza, la belleza, la majestad, la dignidad, la divi-
nidad, sean nombradas como mujeres, sean tales y así
sean imaginadas, descritas y representadas.
Y dejando ahora estas razones teóricas, conceptuales y
gramaticales que conciernen a esta materia, viniendo a prue-
bas reales y prácticas, ¿no debiera ser suficiente para frenar
tu lengua y taparte la boca y confundirte, j u n t o con todos
los que piensan como tú, el ejemplo que resulta de que en
vano se pretendería hallar un varón que fuera mejor o al me-
nos semejante a esta divina Isabel que reina en Inglaterra, la
cual por el cielo es dotada, exaltada, favorecida, protegida y
sostenida de manera que en vano se han de esforzar en
intimidarla con la fuerza o con las palabras? ¿Esta dama,
digo, que no tiene en el reino quien sea más digno, más
heroico entre los nobles, más docto entre los togados, más
prudente entre los magistrados? Comparadas con ella, así
por la belleza corporal como por el conocimiento de las
lenguas doctas y vulgares, noticia de las ciencias y las artes,
la prudencia en el gobierno, el éxito en el ejercicio de una
grande y prolongada autoridad, y las demás virtudes civi-
les y naturales, vienen a ser pobrísimas las Sofonisbas,
Faustinas, Semíramis, Didos, Cleopatras y todas las restan-
tes de que puedan gloriarse por el tiempo pasado Italia,
Grecia, Egipto y las demás comarcas de Europa y Asia.
Me son por testigos de cuanto digo los efectos y los
brillantes éxitos que con noble maravilla admira este siglo;
pues al paso que sobre el suelo de Europa corre airado el
T í b e r , amenazador el Po, violento el R ó d a n o , ensangren-
tado el Sena, turbio el Garona. tumultuoso el Ebro, furi
bundo el Tajo, agitado el Mosa e inquieto el Danubio,
ella con sus brillantes ojos, en el transcurso de cinco lustros,
ha apaciguado el grande Océano, que con su constante reflu-
jo, y con su flujo alegre y tranquilo, acoge en su ancho seno
a su T á m e s i s dilecto, el cual, libre de temor y de cuidado,

56
corre confiado y alegre, serpenteando entre sus márgenes
cubiertas de hierba. Volviendo, ahora, desde el principio,
¿cuáles.
H E R M . — ¡ B a s t a ! ¡basta!, Filoteo, no te esfuerces por
añadir agua a nuestro océano y luz a nuestro sol; deja de
discurrir tan por lo general — p o r no decir m á s — polemi-
zando con los ausentes Polímnios. Decidnos algo concer-
niente a los diálogos que lleváis, a f i n de que no estemos
ociosos este día y estas horas.
F l L . — T o m a d , leed.
SEGUNDO DIÁLOGO

De la causa en tanta difiere del principio


y es idéntica con él.
Identidad de la causa eficiente,
final y formal.

Interlocutores:
1
Aurelio Dicson, ) Teófilo, Gervasio, Polimnio,

DlCS.—Tened a bien, maestro Pol im nio, y tú, Ger-


vasio, no interrumpir nuestra conversación.
POL.—Fiat.
GERV.—Si éste, que es el magister, habla, yo no puedo
callarme.
D l C S . — ¿ A f i r m á i s , pues, T e ó f i l o , que todo aquello que
no es en sí mismo primer principio y causa primera tiene
principio y causa?
T E Ó F . — A s í es, sin duda ni discusión alguna.
D l C S . — ¿ E n t e n d é i s decir con esto que aquel que conoce
las cosas causadas y principiadas conoce también la causa
y el principio?
T E Ó F . — [ Y o digo que] conoce, y no fácilmente, la
causa y el principio p r ó x i m o s , pero muy difícilmente,

i) E n el d i á l o g o anterior se lo designa por A l e j a n d r o , que f u é


su verdadero nombre.

59
1
siquiera en su rastro y señal. ) la causa y el principio pri-
meros.
DlCS.—¿Y cómo entendéis que las cosas que tienen
causa y principio primeros y p r ó x i m o s puedan verdadera-
mente ser conocidas, si en cuanto a [su relación con] la
causa eficiente (que es una de las que concurren al cono-
cimiento real de las cosas) son ignoradas?
T E Ó F . — E s t o y de acuerdo en que es fácil establecer la
teoría de la demostración; pero demostrar es difícil, Es
algo bien sencillo sistematizar las causas, condiciones y
métodos de las doctrinas; pero luego nuestros lógicos y
analíticos aplican con dificultad su organon, principios
metódicos y arte de las artes - ) .
GERV,— [Hacen] como los que saben fabricar buenas
espadas, pero no saben emplearlas.
POL.—Yerme.
G E R V . — [Firmemente] cerrados te sean los ojos, que
nunca los puedas abrir.
T E Ó F . — D i g o , por tanto, que no es preciso que el filó-
3
sofo de la naturaleza ) traiga tedas las causas y principios,
sino tan sólo [causas] físicas, y de éstas, las principales y
pertinentes, Por tanto, bien que, por depender [éstas]
del primer principio y causa primera, se diga que tienen esa
causa y aquel principio, con todo, no hay una relación tan
necesaria que haga de manera que del conocimiento de las
unas se infiera el de los otros. Y por eso no es necesario que
sean [ambos conocimientos] tratados en una misma dis-
ciplina.
D l C S . — ¿ C ó m o así?
T E Ó F . — - P o r q u e del conocimiento de todas las cosas
dependientes no podemos inferir otra noticia del primer
principio y causa primera, como no sea por modo aún

1) E n el texto: in vestigio.
2) A l u s i ó n a l a Ars Magna de R a i m u n d o L u l i o .
•11 E n el texto: filosofo naturale.

60
menos eficaz que de vestigio; puesto que todo deriva de la
voluntad o bondad de aquéllos; voluntad o bondad que
son el principio de su operación, de la que procede el uni-
versal electo. Y lo mismo cabe observar en las cosas arti-
ficiales, pues el que ve una estatua no ve al escultor; quien
ve el retrato de Helena no ve a Apeles, sino que ve el efecto
de la operación que proviene de la excelencia del espíritu
cíe Apeles; un efecto de los accidentes y condiciones de la sus-
tancia de aquel hombre, el cual, en cuanto a su ser absoluto,
no es en manera alguna conocido.
DlCS.—De suerte que conocer el Universo es tanto como
no conocer nada del ser y sustancia del primer principio,
pues viene a ser un conocer los accidentes de los accidentes.
T E Ó F , — A s í es; pero no quisiera que os imaginarais
que yo entiendo que en Dios haya accidentes, o que pueda
ser conocido como por sus accidentes,
DlCS.—No os atribuyo tan torpe entendimiento, y sé
que una cosa es decir que todas las cosas extrañas a la
naturaleza divina sean accidentes, otra cosa es que sean sus
accidentes, y otra decir que sean como sus accidentes. Por
esto último creo que entendéis los efectos de la operación
divina, los cuales aunque sean la sustancia de las cosas, más
aún, las sustancias naturales mismas, con todo, vienen a ser
como accidentes muy remotos en orden a hacernos llegar a
la aprehensión cognitiva de la divina y sobrenatural esencia.
TEÓF.—Decís bien.
DlCS.—He ahí, pues, la razón por la cual, tanto por
ser infinita como por estar rfluy lejana de aquellos efectos
que son el t é r m i n o ú l t i m o a que puede acceder nuestra capa-
cidad discursiva, de la sustancia divina no podemos conocer
aada sino por vestigios, conforme dicen los platónicos; por
efecto distante, según dicen los peripatéticos; por vestidu-
ras, de acuerdo con los cabalistas; de espaldas o a posterioci,
como dicen los talmudistas; por espejo, sombra y enigma,
conforme dicen los apocalípticos.

61
T E Ó F . — Y aun m á s : porque no vemos perfectamente
este Universo cuya sustancia y principio son tan difíciles de
conocer, acontece que conocemos el primer principio y causa
primera por sus efectos mucho menos aún de lo que pueda
ser conocido Apeles por sus esculturas, ya que a éstas pode-
mos verlas todas y examinarlas en todos sus detalles, mas
no así el grande e infinito efecto de la potencia divina. Por
eso aquel símil no ha de ser tomado como una compara-
ción exacta.
D l C S . — A s í es, y así lo entiendo yo.
T E Ó F . — P o r eso será bien que nos abstengamos de
hablar de tan alta materia.
D l C S . — E s t o y conforme en que así sea, ya que es bas-
tante conocer moral y teológicamente el primer principio,
en los términos en que los altos dioses lo han revelado,
y declarado los hombres divinos. Sin contar que no sólo
cualquier ley [divina] y teología, sino también todas las
filosofías reformadas, concluyen [por igual] en que es de
espíritu profano y turbulento el precipitarse a exigir razón
y pretender dar definiciones en torno a esas cosas que están
1
por encima de la esfera de nuestra inteligencia ).
T E Ó F . — B i e n : mas no son tan merecedores éstos de
reproche como dignos de alabanza los que se esfuerzan por
conocer el principio y la causa, a fin de comprender su gran-
deza, en la medida en que sea posible, discurriendo con los
ojos de un espíritu ponderado en torno a esos magníficos
astros y brillantes cuerpos, que son otros tantos mundos
habitados, grandes animales y excelsos númenes; y parecen
y son [de verdad] mundos innumerables no muy déseme
jantes a éste que nos alberga. Ellos, por ser imposible que
tengan el ser por sí mismos, teniendo en cuenta que son
compuestos y descomponibles (bien que no deba entenderse
por esto que sean merecedores de ser disueltos, según bien lo

i) Quiere hablar de f i l o s o f í a y no de r e l i g i ó n . L a f i l o s o f í a no
es la t e o l o g í a . C f r . pág. 126.

62
J
declara el Timeo ), es menester que tengan principio y
causa, y por tanto, con la grandeza de su ser, vida y acción,
muestran y proclaman, en un espacio i n f i n i t o , con voces
innumerables, la infinita excelencia y majestad de su primer
principio y causa primera. Dejando, pues, a un lado, como
decís, aquella consideración, por ser superior a toda inteli-
gencia y sentido, tratemos de la causa y del principio en
cuanto —en sus vestigios— o es la naturaleza misma o res-
plandece en el á m b i t o y seno de ella. Os pido, pues, que
me preguntéis por orden, si queréis que por orden os res-
ponda.
D l C S . — A s í lo h a r é ; pero antes quisiera saber sí al usar
la expresión causa y principio, como lo hacéis, tomáis esos
términos como sinónimos.
TEÓF.—NO.
DlCS.'—¿Cuál es, entonces, la diferencia entre uno y
otro témino?
TEÓF.—Respondo. Cuando llamamos a Dios primer
principio y causa primera, designamos una misma cosa de
distinta manera'-) ; cuando refiriéndonos a la naturaleza de-
cimos principios y causas, aludimos a distintas cosas con sus
distintas esencias. Llamamos a Dios primer principio, en
cuanto todas las cosas vienen después de él, según determina-
do orden de antes y después, o según la esencia, o la duración,
o la dignidad. Llamamos a Dios [en cambio] causa pri-
mera, en cuanto todas las cosas son distintas de él como el
efecto es distinto de su [causa] eficiente, y la cosa produci-
da, de aquello que la produce. Y estas dos razones difieren
entre sí, porque no todo lo que es anterior y más digno
es causa de lo que es posterior o menos digno; y no todo
lo que es causa es mejor y más digno que aquello que es
causado, como resulta claro para quien bien lo considere.

i) Timeo, 41, a-b.


-) E n el texto: con diverse raggioni.

63
D i c s . — A h o r a bien; hablando desde el punto de vista
1
de la naturaleza ) ¿qué diferencia hay entre causa y prin-
cipio?
T E Ó F . — A u n q u e a veces ambos términos se usan el
uno por el otro, sin embargo, hablando con propiedad, no
todo lo que es principio es causa; ya que el punto es el
principio de la línea, pero no causa de ella; el instante es
el principio de la operación [ y no su causa] ; el término
desde [el cual se parte] es principio del movimiento, y
no causa del movimiento; las premisas son el principio de
la argumentación, y no su causa. Por tanto, principio es
2
un término más amplio que causa ) .
DlCS.'—Entonces, estableciendo más ceñidamente la
significación de ambos términos conforme a la costumbre
de los que hablan el lenguaje más moderno, entiendo que
quieres decir que principio es aquello que concurre i n t r í n -
secamente a constituir la cosa y permanece en el efecto. Así
se dice de la forma y la materia [que son principios] ; las
cuales permanecen en el compuesto, o, dicho de otra mane-
ra, [son] los elementos de que la cosa viene a estar com-
puesta y en que acaba por disolverse. Y llamáis causa a lo
que concurre exteríormente a la producción de las cosas, y
tiene su ser fuera del compuesto, como sucede con la [causa]
eficiente y el fin a que está ordenada la cosa producida.
T E Ó F . — M u y bien.
D l C S . — A h o r a que estamos en claro acerca de la dife-
rencia de estas cosas, deseo que dirijáis vuestra atención en
primer lugar a las causas, y después, a los principios. Y en
cuanto a las causas, quisiera saber primero de la causa,
eficiente, luego de la causa formal, que según decís está
unida a la eficiente, y después, de la causa final, que es
considerada ser motriz de la formal.
TEÓF.—Mucho me agrada ese orden para tratar la
i) E n el texto: ¡TI proposito naturale.
a) P a r a loa t é r m i n o s "principio" y "causa" en A r i s t ó t e l e u ,
Metafísica, V , 1, 1013a, 16; I V , 2, 1013b, 18 y 24; X I I , 4, 1079b.

64
cuestión, Ahora bien; en cuanto a Ja causa eficiente, digo
que lo eficiente físico universal es el intelecto universal, que
es la primera y principal facultad del alma del mundo, la
cual es la forma universal de aquél [intelecto universal].
D l C S . — M e parece que no estáis en un todo de acuerdo
con la opinión de Empédocles, pero [os hallo] más seguro,
preciso y expreso; y además, por lo poco que habéis dicho,
más profundo. Por eso, me sería grato que pasarais a expli-
car codo esto en detalle, empezando por declarar en qué
consiste este intelecto universal.
T E Ó E . — E l intelecto universal es la más í n t i m a , real
y propia facultad y eficacia del alma del mundo. U n o e
idéntico, lo llena todo, ilumina el Universo y determina
la naturaleza a producir sus especies según conviene; y se
comporta respecto de la producción de las cosas naturales
como nuestro intelecto con la adecuada producción de las
especies racionales. Los pitagóricos lo llaman " m o t o r " y
'agitador" del Universo, conforme lo declaró el poeta,
diciendo:
. . . lotamque infusa per arlus
l
Mens agitat molem el magno se corpore miscet ).

Los platónicos lo llaman "forjador del m u n d o " . Dicen


que este forjador desciende del mundo superior, que es abso-
lutamente uno, a este mundo sensible que está fragmentado
en una multiplicidad; por lo que en él reina, no solamente
la amistad, sino también, en razón de la distancia y separa-
ción de sus partes, la discordia. Este intelecto, infundiendo
y alojando algo de suyo en la materia, estando él quieto
e inmóvil, todo lo produce, Es llamado por los magos
"fecundo en gérmenes" o bien "sembrador", porque él es
quien impregna la materia de todas sus formas, y según el
modo y naturaleza de éstas, configura, forma y entreteje
la materia en órdenes tan admirables, que en manera alguna

') Virgilio, Aen., V I , 72G-7.

65
Gioidanu Bruno - 5-
pueden atribuirse al azar ni a cualquier otro principio que
no tenga en sí la aptitud de diferenciar y ordenar. Orfeo
lo llama "ojo del mundo", porque ve por dentro y por
fuera todas las cosas naturales, para que todo pueda tanto
intrínseca como extrínsecamente ser producido y mantenido
en su adecuada proporción. Empédocles lo llama "diferen-
ciador", por ser aquel que nunca se cansa de separar las
formas [que yacen] confundidas en el seno de la materia
ni de suscitar la producción de una cosa de la corrupción
de otra. Platino lo llama "padre" y "progenitor", porque
desparrama las semillas en el campo de la naturaleza, y es
el inmediato dispensador de las formas. Nosotros lo llama-
mos "artífice interno", porque da forma a la materia confi-.
gurándola desde dentro, así como desde lo interior de la
semilla o raíz echa y desarrolla el tronco: de lo interior
del tronco extrae las ramas; de lo interior de las ramas,
las conformadas ramitas; de lo interior de éstas despliega
los botones; desde dentro forma, configura y teje como si
fuera con nervios las hojas, las flores, los frutos; y desde
dentro, también, en ciertas épocas, desde las hojas y los
frutos reenvía sus humores a las ramitas, de las ramitas a
las ramas, de las ramas al tronco, del tronco a la raíz. De
manera análoga, en los animales, comienza su operación
con el germen, y desde el centro del corazón hacia los miem-
bros exteriores; y desde aquéllos, finalmente, plegando juntas
hacia el corazón las desplegadas potencias, procede como si
viniese a recomponer las antes disueltas filas. Ahora bien:
si estamos lejos de creer que sin reflexión e inteligencia ha
sido producida la obra en apariencia inerte que sabemss fingir
con cierto orden y cierta imitación en la superficie de la
materia cuando, descortezando y esculpiendo un leño, hace-
mos aparecer la imagen de un caballo, por cuánto más
grande no hemos de tener aquel intelecto artífice que
desde lo interior de la materia germinal suelda los huesos,
extiende los cartílagos, cava las arterias, abre los poros, teje

66
las fibras, ramifica los nervios y [finalmente] con arte tan
admirable todo lo dispone. C u á n t o , digo, no ha de ser
más grande artífice éste cuya actividad no está limitada a
una parte de la materia, sino que de continuo lo obra todo
en todo.
Hay tres especies de intelectos: el divino, que es todo;
1
este [intelecto] del U n i v e r s o ) , de que hablamos, que lo
hace todo; y los intelectos particulares que se hacen todas las
cosas. Hace falta, en efecto, que entre los extremos se halle
este [intelecto] intermedio que es la verdadera causa eficien-
te, no sólo intrínseca, sino también extrínseca, de todas
las cosas naturales.
DlCS.—Quisiera veros distinguir c ó m o lo tenéis por
causa extrínseca y cómo por causa intrínseca.
T E Ó F . — L o llamo causa extrínseca porque, en tanto
que eficiente, no es parte de las [cosas] compuestas y pro-
ducidas. Es causa intrínseca en cuanto no actúa j u n t o a
la materia y fuera de ella, sino de la manera que se ha
dicho más arriba. Por tanto, es causa extrínseca porque su
ser es distinto de la sustancia y esencia de los efectos, y por-
que su ser no es el de las cosas engendradas y corruptibles,
bien que actúe sobre ellas. Es causa intrínseca en cuanto
al acto de su operación.
D l C S . — M e parece que habéis hablado ya bastante sobre
la causa eficiente. Quisiera sabir ahora qué es lo que queréis
sea la causa formal unida a la eficiente: ¿acaso la r a z ó n
ideal? Pues todo agente que obra conforme a la norma
intelectual no trata de realizar algo sino con alguna inten-
ción, la cual supone la aprehensión de alguna cosa, que no
t-s otra que la forma de la cosa a producir. Por tanto, este
intelecto, que tiene poder de producir todas las especies e
irlas elevando, con tan bella arquitectura, de la potencia
de la materia al acto, preciso es que las tenga de antemano

!) E n el texto: mondatio.

67
todas formalmente de algún modo, sin lo cual el agente
no podría proceder a fabricarlas; de la misma manera que
al escultor no le es posible ejecutar diversas estatuas antes
de haber imaginado diversas formas.
TEÓF.—-Excelentemente lo entendéis, pues quiero que
se tengan en cuenta dos clases de formas: la una, que es
causa, no ya eficiente, sino aquélla por medio de la cual
la eficiente actúa: la otra es [elj principio, el cual es
suscitado de la materia por la [causa] eficiente.
DlCS.—El f i n y la causa final que la [causa] eficien-
te se propone es la perfección qlel Universo, perfección que
consiste en que en las distintas partes de la materia la
totalidad de las formas tenga existencia actual. E l inte-
lecto tanto se complace y deleita en este f i n , que nunca se
cansa de suscitar toda clase de formas de la materia, como
también parece que lo entendió Empédocles.
T E Ó F . — M u y bien. Y añado a eso que así como esa
[causa] eficiente es universal en el Universo, y especial y
particular en las distintas partes y miembros de aquél, lo
mismo acontece con su forma y su f i n .
DlCS.—Bastante se ha dicho ya sobre las causas; pase-
mos ahora a discurrir de los principios.
T E Ó F . — V i n i e n d o ahora a los principios constitutivos
de las cosas, trataré primero de la forma, por ser idéntica,
en cierta manera, con la causa eficiente ya referida; razón
por la cual el intelecto, que es una potencia del alma del
mundo, ha sido llamado [causa] eficiente inmediata de
todas las cosas naturales.
DlCS.—¿Mas cómo la misma cosa puede ser [a la vez)
principio y causa de cosas naturales? ¿ C ó m o puede tener
carácter de algo intrínseco y no [tan sólo] de algo ex
x
trínseco? ) .
T E Ó F . — D i g o que no hay inconveniente en ello, te-
niendo en cuenta que el alma está en el cuerpo como el
i) E n el texto: c non di parte fstrinsecaí

68
piloto en el barco. Dicho piloto, en cuanto se mueve
j u n t o con el barco, forma parte de éste; atendiendo, en
cambio, a que lo dirige y mueve, no se considera que sea
parte, sino una [causa] eficiente distinta [de é l ] . Del
mismo modo, el alma del Universo, en cuanto lo anima e
informa [todo] viene a ser parte intrínseca y formal de
aquél; pero, en cuanto lo mueve y gobierna, no es parte,
no tiene carácter de principio, sino de causa. E n esto está
1
de acuerdo el mismo A r i s t ó t e l e s ) , quien aunque niegue
que el alma tenga con el cuerpo la misma relación que el
piloto con el barco, con todo, considerando al alma en
cuanto potencia que comprende y sabe, no se atreve a lla-
marla acto y forma del cuerpo; sino que, como [si fuese]
una [causa] eficiente distinta de la materia en cuanto al
ser. dice que viene de fuera, separada del compuesto en
2
cuanto a su existencia ) .
D i c s . — A p r u e b o cuanto decís, porque si pertenece a la
potencia intelectiva de nuestra alma ser distinta del cuerpo y
tener carácter de causa eficiente, con mayor razón hay que
afirmarlo del alma del mundo, ya que P l o t i n o dice, escri-
biendo contra los gnósticos, que "el alma del mundo
gobierna el Universo más fácilmente que el alma nuestra a
nuestro cuerpo" ° ) , aunque medie gran diferencia en el modo
en que una y otra gobiernan. La primera rige el mundo
como si no estuviese unida a él, y sin que la ate tampoco
nada de lo que ella constriñe; ella no padece por obra de
las demás cosas, ni con las demás cosas; ella, sin que nada
k estorbe, se eleva a las cosas celestes; ella, otorgando la
vida y la perfección al cuerpo, no se adhiere ninguna imper-
fección de éste; y así permanece unida eternamente a la
misma sustancia, En cuanto al alma humana, es evidente
que es de condición opuesta a la dicha. Ahora bien: si.

Í) De anima, II, 1. 413a, S-9.


•'•) üe anima, III, 5, 430u.
^) Jlnneadas. I I , i), 7.

69
conforme con vuestro principio, las perfecciones que exis
ten en las cosas inferiores han de atribuirse más altamente
a las cosas superiores y así ser conocidas en ellas, sin duda
alguna hemos de afirmar la distinción que habéis hecho.
Esto cabe afirmarlo no sólo del alma del mundo, sino tam-
bién de cada astro, ya que, como lo quiere ese filósofo,
todos tienen potencia de contemplar a Dios, los principios
de todas las cosas y la distribución de los planos del U n i -
verso; sosteniendo además que ellos no lo hacen con la
memoria, el discurso y la meditación, ya que todas sus
operaciones son eternas, y no hay para ellos operación nueva,
y por tanto nada hacen que no sea conveniente, perfecto,
realizado con seguro y prefijado orden, sin n i n g ú n acto de
pensamiento. Aristóteles lo muestra en el ejemplo del per
fecto escritor y citarista, allí donde se opone a que del
hecho de que la naturaleza no discurra ni piense se
quiera concluir que ella actúa sin intelecto ni finalidad;
pues los músicos y escritores exquisitos están poco atentos
a lo que hacen y no se equivocan como [ l o hacen] los
más toscos y estériles, los cuales, con pensar más y prestar
más atención, hacen menos perfecta la obra, y no libre de
errores ' ) .
T E Ó E . — H a b é i s comprendido bien. Vengamos ahora
más a los detalles. Me parece que disminuyen la divina
bondad y la excelencia de este gran animal e imagen lejana
del primer principio aquellos que no quieren entender ni
afirmar que el mundo, con todas sus partes, esté animado;
como si Dios tuviese envidia de su imagen, como si el
arquitecto no amara su propia obra, de quien P l a t ó n -) dice
que se complugo en su obra por la semejanza con él mismo
que observó en ella. ¿Qué hay de más hermoso que pueda
presentarse a los ojos de la divinidad que este Universo?
Y supuesto que éste consta de partes ¿a cuál de ellas se ha

1) A r i s t ó t e l e s , Fínica, n , 8.
2) Timeo, V I , 29e.

70
de atribuir más belleza que al principio formal? Reservo
para un razonamiento mejor y más detallado m i l razones
naturales además de ésta, tópica y lógica.
D l C S . — N o es menester que os esforcéis en hacerlo,
teniendo en cuenta que no hay filósofo de alguna reputa-
ción, incluso entre los peripatéticos, que no considere que
el mundo y sus esferas están de algún modo animados.
Desearía saber ahora cómo entendéis que esa forma se
insinúe en la materia del Universo.
T E Ó F . — S e une a ella de manera que la naturaleza del
cuerpo, que en sí no es bella, en la medida en que es capaz
viene a hacerse partícipe de la belleza; teniendo en cuenta
que no hay belleza que no consista en una especie o forma,
y que no hay forma que no sea producida por el alma.
D l C S . — M e parece escuchar algo muy nuevo. ¿Queréis
sostener acaso que no sólo la forma del Universo sino tam-
bién todas las formas de las cosas naturales sean alma?
TEÓF.—Sí.
D l C S . — ¿ P o r tanto, todas las cosas están animadas?
TEÓF.—Sí.
D l C S . — ¿ P e r o quién os concederá esto?
TEÓF.—¿Y quién podría refutarlo con fundamento?
D l C S . — E s o p i n i ó n c o m ú n m e n t e profesada que no todas
las cosas tienen vida.
T E Ó F . — L a o p i n i ó n más c o m ú n no es la m á s verda-
dera.
D l C S . — C r e o sin dificultad que tal cosa se puede de-
fender; pero el que se lo pueda defender no es bastante
para hacer verdadero algo, teniendo en cuenta que también
hace falta que se lo pueda probar.
T E Ó F . — E s o no es difícil. ¿ N o hay acaso filósofos que
dicen que el mundo está animado?
D l C S . — P o r cierto que hay muchos, y los m á s impor-
tantes.

71
T E Ó F . — A h o r a bien: ¿por qué estos mismos no han
de afirmar que todas las partes del mundo están animadas?
D l C S . — C i e r t o que lo afirman, pero [sólo] de las
partes principales y de las que son verdaderas partes del
mundo, puesto que sostienen que el alma [del mundo]
está toda en todo el mundo y entera en cualquier parte de
él, en medida no menor que el alma de los animales por
nosotros conocidos está en todas [sus] partes.
T E Ó F . — A h o r a bien: ¿cuáles son las partes del mundo
que creéis no verdaderas?
D l C S . — L a s que no constituyen cuerpos primeros, con-
forme dicen los peripatéticos, [como lo serían] la tierra
con las aguas y las otras partes, las cuales, de acuerdo con
vuestra opinión, constituyen un animal entero: la luna, el
sol y otros cuerpos. Además de estos animales principales,
están los que no son partes primeras del Universo, de las
cuales dicen que unas tienen alma vegetativa, otras sensi-
tiva, otras intelectiva.
T E Ó F . — S i el alma, por estar en todo, está también
en las partes ¿por qué queréis que no esté en las partes de
las partes?
D l C S . — L o acepto: pero en las partes de las partes de
las cosas animadas,
T E Ó F . — ¿ Y cuáles son esas cosas que no están anima-
das y no son partes de cosas animadas?
D l C S . — ¿ O s parece que se ofrecen pocas ante nuestra
vista? Todas las cosas que carecen de vida,
T E Ó F . — ¿ Y cuáles son las cosas que carecen de vida,
o por lo menos de principio vital?
DlCS.—Para terminar ¿queréis sostener que no hay
nada que no tenga alma y principio vital?
T E Ó F . — E s o es, en fin de cuentas, lo que sostengo.
POL.—Por tanto ¿un cadáver tiene alma? Por tanto,
mis sandalias, mis pantuflas, mis botas, mis espuelas, m i

72
anillo y mis guantes ¿estarán animados? M i toga y mi
capa ¿están animadas?
GERV.—Sí, señor, sí; ¿por qué no, maestro Polim-
nio? Creo muy bien que tu toga y tu capa están bien
animadas, puesto que cubren a un animal como t ú ; las
botas y las espuelas están animadas, puesto que encierran
los píes; el sombrero está animado, puesto que cubre la
cabeza, la cual no carece de vida, y aun el establo se baila
animado, puesto que encierra al caballo, a la muía o a
Vuestra Señoría. ¿ N o lo entendéis así, T e ó f i l o ? ¿ N o os
parece que yo lo he entendido mejor que el dominus
magistec?
1
POL.—Cajuin pecus ), si no hay asnos etiam atque
etiam sutiles? ¿ T e atreves tú, inepto e ignorante, a equi-
2
pararte con un archidídascálico, director de g i m n a s i o ) ,
como yo?
GERV.—Pax vobis, domine magister, servas servorum
et scabellum pedum tuorum.
POL.—Maledicat te Deus in sécula seculorum.
DlCS.—No haya enojo; dejadnos a nosotros el diluci-
dar estas cosas.
POL.—Prosequatur ergo sua dogmata Theophilus.
TEÓF.—Eso haré. Digo, pues, que la mesa como mesa
no está animada, como no lo está el vestido, ni el cuero como
cuero, ni el vidrio en cuanto vidrio. Empero, en cuanto
cosas naturales y compuestas, tienen en sí la materia y la for-
ma. Por pequeña e ínfima que se conciba una cosa, tiene en
sí una parte de sustancia espiritual, la cual, sí encuentra
bien dispuesta la materia, la lleva a ser planta o animal
y forma los miembros de cualquier cuerpo que c o m ú n -
mente se considera animado, Pues el espíritu se encuentra
en todas las cosas, y no hay corpúsculo por m í n i m o que

') V i r g i l i o , Ecl., I I I , 1.
-) E n el texto: moderator di ludo ninervale.

73
sea que no contenga en sí una porción [de él] bastante
para animarlo.
P O L . — E r g o , quid-quid est animal est.
T E Ó F . — N o todas las cosas que tienen alma se llaman
animadas.
D l C S . — ¿ P o r lo menos, entonces, todas las cosas ten-
drán vida?
T E Ó F . — C o n c e d o que todas las cosas tengan en sí mis-
mas alma, tengan vida según la sustancia, y no según el
acto y operación conocidos por todos los peripatéticos, y
por todos aquellos que definen la vida y el alma en forma
demasiado grosera.
D l G S . — M e descubrís un modo probable de sostener
la opinión de Anaxágoras, el cual quería que todo estuviese
en todo; porque estando en todas las cosas el espíritu, el
alma o la forma universal, de todo puede producirse todo.
T E Ó F . — Y o no diría un modo verosímil, sino verda-
dero; pues ese espíritu se halla presente en todas las cosas,
las cuales, si no son animales, están animadas, y si no lo
están según el acto visible de animalidad y vida, lo están,
no obstante, por su principio y cierto acto primordial de
l
animalidad y vida ) . Y no digo más, pues deseo pasar por
2
sobre ) las propiedades de muchas piedras y gemas, las
cuales, si se las rompe y divide, y si se agrupan sus pedazos
sin orden, muestran ciertos poderes que alteran el espíritu
y engendran nuevos afectos y pasiones, no sólo en el cuer-
po, sino también en el alma. Y nosotros sabemos que
esos efectos no se siguen n i p o d r í a n seguirse de propieda-
des meramente materiales, sino que necesariamente se refie-
3
ren a un principio representativo ) [de l o ] vital y ani-
mal; dejando a un lado que lo mismo vemos acontece visi-

1) Perteneciente al principio, aunque no llegue a ser esta o


aquella forma o "acto visible de animalidad y vida".
2) E n el texto: supersedere: lo mismo que en latin.
•) E n el texto: simbólico.

74
í
blemente ) con las astillas y raíces secas, que purgando y
aunando los humores, alterando los espíritus, muestran
necesariamente manifestaciones de vida. O m i t o extenderme
sobre que no sin r a z ó n los nigromantes confían en obrar
muchas cosas con los huesos de los muertos; y creen que
conservan, si no el acto mismo [de la v i d a ] , este y aquel
acto [propios] de la vida, que Ies sirven [ m u y ] a propósi-
2
to para obtener efectos e x t r a o r d i n a r i o s ) . Otras oportu-
nidades me h a r á n tratar más extensamente en torno de la
mente, el espíritu, el alma, la vida que todo lo penetra,
que está en todo y mueve toda la materia, llena el seno
de ésta, y la excede antes que ser excedida por ella; pues
la sustancia espiritual no puede ser superada por la mate-
rial, sino que más bien la contiene [a ésta] dentro de sí.
DlCS.—Eso me parece conforme, no sólo con el sentir
de Pitágoras, cuya opinión refiere el poeta cuando dice:

Principio caelum ac tercas camposque liquentes,


Lucentemque gíobum lunae Titaniaque astra
Spiritus intus alit, totamque infusa per artus
Mens agitât molem, totoque se cor pore miscel *),

sino también con el sentir del teólogo que dice: " E l espíri-
4
tu llena y colma la Tierra y aquello que todo lo contiene" ) .
Y otro, hablando acaso de la relación de la forma con la
materia y la potencia, dice que a éstas las sobrepujan el
acto y la forma.
T E Ó F . — S i , pues, el espíritu, el alma o la vida se en-
cuentra en todas las cosas, y en mayor o menor grado
llena toda la materia, por cierto que viene a ser el verda-
dero acto y la forma verdadera de todas las cosas. Por

') E n el testo: sensibilmente.


-') B r u n o se h a ocupado de m a g i a en sus obras Be Mania;
ïhescs de maq-.a; De, inania maihcmatíea.
a) V i r g i l i o , Aen., V I , 724.
*) Sap., I , 7: Spiritus Domini replevit orbem terrarum, et lior
quod continet omnia.

75
tanto, el alma del mundo es el principio formal consti-
tutivo del Universo y de ío que en él se contiene. D i g o
que si la vida está en todas las cosas, el alma viene a ser
la forma de todas las cosas: ella por dondequiera preside
a la materia y domina en los compuestos, efectuando la
composición y consistencia de las partes. Y por eso parece
que la persistencia conviene a esa forma no menos que a la
materia. Entiendo que hay una [forma única] de todas
las cosas, pero que según la distinta disposición de la mate-
ria y la eficacia del poder de los principios materiales acti
1
vos y pasivos ) produce diversas configuraciones, realiza
diversas propiedades, exhibiendo a veces manifestaciones
de vida y sensibilidad sin intelecto, [ y ] a las veces se
diría que tiene suprimidos y reprimidos todos sus pode-
res, o por debilidad o a causa de la materia. Así esta for-
ma, cambiando asiento y [padeciendo] vicisitudes, es i m -
posible que se aniquile, pues la sustancia espiritual no es
menos subsistente que la material. Por tanto, sólo las
formas externas cambian, y hasta se aniquilan, ya que no
son cosas, no son sustancias, sino accidentes y circunstancias
de las cosas y de las sustancias.
POL.—Non entia sed entium.
DlCS.-—Por cierto que, si se aniquilase algo de las sus-
tancias, vendría a vaciarse el mundo.
T E Ó F . — T e n e m o s , pues, un principio intrínseco formal,
eterno y subsistente, incomparablemente mejor que aquel
(jue han supuesto los sofistas, que tratan [tan sólo] de los
accidentes, ignoran la sustancia de las cosas, y conciben co-
rruptibles las sustancias, porque llaman sustancia en primer
lugar, antes que nada y principalmente, a lo que resulta de
la composición; no siendo esto sino un accidente que no
contiene en sí mismo verdad ni estabilidad alguna y se

i) Se llamaban principios materiales los que hoy se l l a m a r í a n


fuerzas de l a naturaleza: activos, el calor y el frfo; pasivos, lo
h ú m e d o y lo seco. (Nota de G i o v a n n l G e n t l l e ) .

76
resuelve en [una] nada. Así dicen que [ l o que el] hombre
es en verdad [es algo que] resulta de la composición; que
es verdaderamente alma lo que es perfección y acto de cuer-
po viviente, o bien algo que resulta de cierta proporción
de la constitución y de los miembros. Por lo que no hay
que maravillarse de que tengan y manifiesten tanto terror
por la muerte y la disolución, como si [con ésta] fuese
inminente para ellos la supresión de su ser. Locura ésta con-
tra la cual la naturaleza clama a gritos, asegurándonos que
ni los cuerpos n i las almas han dé temer la muerte, porque
tanto la materia como la forma son principios absoluta-
mente constantes:

O genus attonitum gelidae formidine monis.


Quid Styga, quid tenebras et nomina vana timetis,
' Mateciam vatum falsique pericula mundi?
Corpora sive rogus flamina seu tabe vetustas
Abslulerit, mala posse pati non utla putetis:
Morte carent animae domibus habitantque receptae.
1
Omnia mutantur, nihil interit ) .

DlCS.—Me parece que es de acuerdo con esto que Sa-


lomón, tenido por sapientísimo por los Hebreos, dice: Quid
est quod est? Ipsum quod fuit. Quid est quod fuit? Ipsum
quod est. Nihil sub solé novum. ¿De suerte que esta
forma que afirmáis, no es adherente a la materia ni existe
:
en ella ) en cuanto al ser, n i depende del cuerpo ni de la
materia para subsistir?
T E Ó F . — A s í es. Y no paso a determinar más extensa-
mente si toda forma va acompañada de materia, del mismo
modo que ya antes dije con toda seguridad que no hay
parte de la materia enteramente privada de forma —salvo
3
cuando se la aprehende con el pensamiento, ) como lo
1) Ovidio, Metam., X V , 153-159 y 165.
2) E n el texto: inesistente.
s) E n el texto: lógicamente. Para la opinión Aristóteles,
Fínica, I I I , r>.

77
hace Aristóteles, el cual no se cansa nunca de dividir con
el pensamiento lo que es indivisible según la naturaleza y
la verdad.
D l C S . — ¿ N o queréis que haya otra forma fuera de
esta eterna compañera de la materia?
TEOF.—La hay, y es [una forma] más natural a ú n :
es la forma material, de la que discurriremos a continua-
ción, Por ahora notad este distingo en la forma: hay una
especie de forma primera que informa, se expande y de-
pende; la cual, porque informa a todo, está en todo; y
porque se extiende, comunica la perfección del todo a las
partes; y porque es a su vez dependiente y no tiene acción
por sí misma, viene a comunicar la acción del todo a las
partes, como asimismo el nombre y el ser [determinados].
T a l es la forma material, como la del fuego; porque cada
parte del fuego calienta, se llama fuego y es fuego. En
segundo lugar, hay otra forma, que es informadora y de-
pendiente, pero no se extiende, la cual, porque perfecciona
y actualiza al todo, está en el todo y en cada parte de él;
porque no se extiende, sucede que no atribuye a las partes
el acto del todo; y porque depende, comunica la acción del
todo a las partes. T a l es el alma vegetativa y sensitiva,
porque ninguna parte del alma es animal, y sin embargo
cada parte vive y siente. E n tercer lugar, hay otra forma,
que actualiza y perfecciona el todo, pero no se extiende,
ni depende en cuanto a su operación. Ésta, porque actúa y
perfecciona, está en el todo, en todas y cada [una de sus]
partes. Porque no se extiende, no otorga la perfección del
todo a las partes; porque no depende, no comunica la ope-
ración. T a l es el alma en tanto puede ejercitar la potencia
intelectiva, y se llama intelectiva, la cual no hace [de ma-
nera que una] parte cualquiera del hombre se pueda llamar
hombre, sea hombre, n i que pueda decirse de ella que co-
nozca. De estas tres clases [de formas] la primera es mate-
rial y no puede existir ni concebirse sin materia; por las

78
otras dos (que, en f i n de cuentas, vienen a ser una en
cuanto a la sustancia y el ser, y se distinguen en la manera
que hemos dicho más arriba) designamos aquel principio
formal que es distinto del principio material.
DlCS.—Comprendido.
T E Ó F . - — A d e m á s quiero hacer notar que aunque co-
m ú n m e n t e hablando decimos que hay cinco grados de las
formas, a saber: elemental, m i x t o , vegetal, sensitivo e inte-
lectual, sin embargo [nosotros] no entendemos esto en el
sentido vulgar. Pues esta distinción es válida atendiendo
a las operaciones que las cosas muestran o que provienen
de ellas, y no [ l o es] atendiendo al ser primario y funda-
mental de aquella forma y vida espiritual que, idéntica, io
llena todo, [bien que] de no idéntico modo.
D l C S . — C o m p r e n d i d o . Y tanto es así, que esta forma
que establecéis como principio es forma subsistente, consti-
tuye una especie perfecta, existe en su género propio, y no
es parte de otra especie, como sucede con la peripatética.
TEÓF.—Así es.
D l C S . — L a diferencia de las formas en la materia no
acontece según las disposiciones accidentales que dependen
de la forma material.
TEÓF.—Es cierto.
D l C S . — P o r lo cual, asimismo, esta forma separada no
se multiplica numéricamente, porque toda multiplicación
numérica depende de la materia.
TEÓF.—Sí.
DlCS.—Además, aunque en sí invariable, varía s i n
embargo en razón de los objetos y la diversidad de las ma-
terias. Y la tal forma, aunque hace que en la cosa la parte
sea diferente del todo, no difiere, sin embargo, en la parte
y en el todo; bien que le convenga una determinación como
por sí subsistente; otra, en cuanto es acto y perfección de
una cosa; otra, con relación a una cosa [según tenga] tales
o cuales disposiciones.

79
T E Ó F . — A s í es, precisamente.
D l C S . — N o concebís esta forma como accidental, n i
como semejante a una forma accidental, ni como mezclada
con la materia o a ella inherente; sino como existente en
ella, como asociada y presente') a ella.
T E Ó F . — E s o digo.
D l C S , — P o r otra parte, esta forma viene a definirse y
a ser determinada por la materia, pues, teniendo en sí apti-
tud para constituir individuos de especies innumerables,
con contraerse viene a constituir u n individuo. Y por otra
parte, la potencia de la indeterminada materia, que puede
recibir cualquier forma, llega a determinarse en una especie,
de suerte que la una es causa de la definición y determina-
ción de la otra.
TEÓF.-—-Muy bien.
D l C S . — P o r tanto, aprobáis en cierto modo la opinión
de Anaxágoras, quien califica a las formas particulares
como de esencia oculta; en parte también la de P l a t ó n , que
las deduce de las Ideas; en parte la de Empédocles, que las
hace provenir de la inteligencia; y en cierta manera la de
Aristóteles, que las hace surgir de la potencia de la materia.
T E Ó F . — S í , porque como hemos dicho que donde está
la forma está en cierto modo el todo, y que allí donde está
el alma, el espíritu o la vida, está todo, el intelecto es el
formador para las especies ideales. Y bien que no suscite
de la materia las formas, con todo, no las mendiga fuera
de ella, pues este espíritu lo llena todo.
P O L . — V e l i m scire quomodo forma est anima mundi
ubique tota, si es única [e indivisible]. Será menester que
sea muy grande, antes de t a m a ñ o infinito, ya que dices
que el mundo es infinito.
G E R V . — Y por cierto que hay razones para que sea
muy grande. Como dijo también de Nuestro Señor u n
predicador de Grandazzo, en Sicilia, el cual, para hacer
1
) E n el texto: assistente.

80
párente que [Dios] está presente en todo el mundo, dis-
puso un crucifijo tan grande como la iglesia, a semejanza
de Dios padre, que tiene el empíreo por palio, el cielo
estrellado por asiento, y sus piernas son tan largas que
llegan basta la tierra, cjuc le sirve de escabel. A l tal [pues]
se llegó un paisano y le dijo: M i reverendo padre ¿cuántos
metros \) de p a ñ o harán falta ahora para hacerles las calzas?
Y otro dijo que n o bastarían todos los garbanzos, porotos
y habas de Melazzo y Nicosia para llenarle el vientre.
Mirad, pues, que esta alma del mundo n o sea ella también
por el estilo.
T E Ó r . — Y o n o sabría resolvec tu duda, Gervasio, pero
bien puedo hacerlo con la del maestro Polimnio. Con todo,
me valdré de un símil para satisfacer a las preguntas de
ambos, a fin de que también vosotros reportéis algún fruto
de nuestros razonamientos y discursos. Habéis de saber,
pues, en pocas palabras, que el alma del mundo y la D i v i -
nidad n o están íntegramente presentes e n todo y por todas
partes de la misma manera que una cosa material pueda
estarlo, porque eso es imposible para cualquier cuerpo o
espíritu; sino que lo están de manera que n o es fácil expli-
cároslo sino del siguiente modo. Debéis notar que cuando
se dice que el alma del mundo y la forma universal están
en todo, n o se entiende esto e n sentido corporal o dimen-
sional, porque n o están así y no p o d r í a n estarlo en parte
alguna; sino que están enteros y en lodo espíritualmente.
Del mismo modo, por ejemplo (aunque grosero) podríais
imaginaros una voz que estuviese entera en toda una habi-
tación y e n cada parte de ésta, ya que de cualquier punto
de ella se !a podría o í r ; así como estas palabras que yo
pronuncio son oídas todas por todos, así fuesen m i l los
aquí presentes, y m i voz, s i pudiese llegar a todas las partes

!) E n el texto: olne, de aune o a u í n e , medida francesa equi-


valente a í. m. 188. (Nota de Giovanni G e n t l l e ) .

81
GiorJans bruñe - 6
l
del mundo estaría entera en todo i . Os digo, pues, nuestro
Polimnio, que el alma no es indivisa como el punto, sino
en cierto modo como la voz. Y te respondo a t i , Gervasio,
que la Divinidad no está en todo como el Dios de Gran-
dazzo en su capilla, pues éste, aunque esté en toda la iglesia,
sin embargo no está todo en toda [ e l l a ] , sino que tiene
la cabeza en un lugar, los pies en otro y los brazos y el
busto en otros tantos lugares. Pero aquélla [la Divinidad]
está entera en cualquier parte, al modo que mi voz se oye
en todas las partes de esta sala.
POL.—Percepi optime.
G F . R V . — Y o también he entendido vuestra voz.
DlCS.—Lo de la voz lo creo; pero en cuanto al senti-
do, pienso que os ha entrado por un oído y salido por el
otro.
G E R V . — Y o pienso que ni siquiera ha entrado, porque
es tarde y el reloj que tengo en el estómago ha dado la
hora de la cena.
P O L . — H o c est, id est. tiene el cerebro in paiims.
DlCS.—Basta, pues. M a ñ a n a nos reuniremos para dis-
currir quizá sobre el principio material.
TEÓF.—Os aguardaré o me aguardaréis aquí.

i) Ct'r. Plotlno, En».. I V , i, 12.


TERCER DIALOGO

Del principio material en general; y en particular del


principio material considerado como potencia.

G F . R V . — Y a es la hora, y no han llegado aún. Ya


que no tengo otra cosa que hacer, quiero distraerme oyendo
razonar a éstos, con lo cual, aparte de que puedo aprender
alguna brizna de filosofía, tengo además un agradable
pasatiempo con los grillos que bailan en el cerebro hete-
róclito del pedante Polimnio. El cual, si bien dice querer
¡uzgar sobre quién habla bien, quién discurre mejor, quién
comete incongruencias y errores en filosofía, luego, cuando
le llega el turno para hablar, no sabiendo qué decir, acaba
por extraer de la manga de su hinchada pedantería una
ensalada de pequeños proverbios, y frases en latín y griego,
que nunca tienen relación con lo que los demás están tra-
tando. Por donde no hay ciego que no pueda ver, sin
1
dificultad alguna, hasta qué punto es él un loco en l a t í n , )
al paso que los otros son cuerdos en lengua vulgar. Y
helo aquí que llega, a fe mía, moviendo los pies como sí
también caminara en latín. Bienvenido sea el domínus
magister.
P O L . — L o de magister no me alcanza, toda vez que
en esta descarriada y torpe edad no se le aplica más a mis

O E n el texto: paszo per lettero.

83
iguales que a cualquier barbero, zapatero *) o castrador de
cerdos: por lo cual se nos ha aconsejado: nolite vocari
2
Rabi ).
G E R V . — ¿ C ó m o queréis que os llame, entonces? ¿Os
gusta "reverendísimo"?
POL.—lllud est presbiteriale et clericum.
G E R V . — ¿ O s viene en ganas "ilustrísimo"?
3
POL.—Cedant arma togae ) . Eso es también tanto de
caballeros como de purpurados.
G E R V . — ¿ " M a j e s t a d cesárea", entonces?
POL.—Quae Caesaris Caesari *).
G E R V . — A c e p t a d , pues, el domino, tomaos el ¡onante,
el diuum pater. . . Vengamos ahora a nuestro asunto:
;por qué estáis todos en retardo?
POL.—Creo que los otros han de estar ocupados en
algún otro negocio, del mismo modo que yo por no dejar
pasar el día sin [escribir] línea °) me he dedicado a la
consideración de esa ciase de globo llamado vulgarmente
mapamundi.
GERV.—¿Qué tenéis que hacer con el mapamundi?
POL.—Contemplo las distintas partes de la Tierra, los
climas, las provincias y las regiones: cosas todas que he
recorrido con el pensamiento, y aun muchas con mis mismos
pies.
GERV,—Quisiera que discurrieras algo dentro de t i
mismo, pues me parece que eso te debe importar m'„s, y
creo que de ello no te preocupas un punto.
POL.—Absit verbo invidia, porque de la otra manera
vengo a conocerme a mí mismo más eficazmente.
G E R V . — ¿ Y cómo me convencerás de eso?
POL.—Por aquello de que de la consideración del ma
') E n el texto: cerdonc; del latín, cerdo-onis.
'•••) Matth., X X I I I , 8.
") C i c e r ó n , De meo consulata.
*) Matth., X X I I , 21.
») Traduce el conocido dicho de P l i u i o ; Vw/ía dies ¡>1>H: linea.

84
crocosmos fácilmente necessaria deductione facía a simili
se puede llegar al conocimiento del microcosmos, cuyas par-
tes se corresponden con las de aquél.
G E R V . — ¿ D e suerte que h a l l a r í a m o s dentro de vos la
Luna, Mercurio y los astros? ¿Francia, España, Italia, I n -
glaterra, Calcuta y otros países?
P O L . — Q i t i d n i ? pee quamdam analogiam.
G E R V . — P e e quamdam analogiam creo que sois un
gran monarca: mas, si fueseis una señora, os p r e g u n t a r í a
si tenéis dónde alojar un infante o una de aquellas plantas
que dijo Diógenes.
P O L . — ¡ A h ! quodammodo facete; pero esta petición
no cuadra a un sabio y erudito.
G E R V . — S i yo fuese erudito y me tuviera por sabio,
no vendría aquí a aprender conjuntamente con vos.
POL.—Vos. sí; yo, en cambio, no vengo a aprender,
porque nunc mc-um est docere; mea quoque íntsrest eos
qui docere volunt iudicare, por lo que me trac un f i n dis-
t i n t o al que corresponde os traiga a vos, a quien pertenece
ser aprendiz, principiante y discípulo.
G E R V . — ¿ Y cuál es ese fin?
P O L . — E l juzgar, pues.
G E R V . — C i e r t o , a vuestros iguales con más r a z ó n que
a los demás les está bien enjuiciar las ciencias y las doctri-
nas, porque vosotros sois aquéllos a quienes la liberalidad
de los astros y la munificencia del hado han concedido el
poder extraer el jugo de las palabras.
P O L . — Y por consecuencia también los pensamientos
que con las palabras van unidos.
G E R V . — C o m o al cuerpo el alma.
POL.—Palabras que, bien comprendidas, hacen ver
bien también el pensamiento; por lo cual del conocimiento
de las lenguas (en las que yo soy versado más que otro
alguno de esta ciudad, y no me considero menos docto que

S5
J
cualquiera que tenga escuela ) abierta) procede el conoci-
miento de toda ciencia.
G E R V . — ¿ C o n f o r m e con eso, todos los que entienden
la lengua italiana comprenderán la filosofía del Nolano?
POL.—-Sí, pero hace falta además cierta experiencia, y
discernimiento.
G E R V . — D u r a n t e algún tiempo yo consideré que esta
experiencia fuera lo principal, porque uno que no sepa
griego puede entender a Aristóteles y ver muchos errores
en él, como claramente se ve que la idolatría en torno a la
autoridad de ese filósofo (especialmente en lo que se refiere
a las cosas naturales) está completamente abolida en todos
aquellos que comprenden el pensamiento que aporta esta
otra secta. Y uno que no sabe griego, ni árabe, y quizá
ni siquiera latín, como Paracelso, puede haber conocido la
naturaleza de los medicamentos y de la medicina mejor
que Galeno, Avicena y todos aquellos a quienes se lee en
latín. Las filosofías y las leyes no acaban perdiéndose
porque falten los intérpretes de palabras, sino [porque
faltan] los que puedan profundizar en los pensamientos.
P O L . — ¿ A s í . pues, llegas a incluir a uno de mis iguales
en el n ú m e r o de la necia multitud?
G E R V . — N o lo permitan los dioses, porque sé que con
el conocimiento y estudio de las lenguas (que es cosa rara
y singular), no sólo vos. sino también todos vuestros igua-
les, sois muy fuertes para juzgar de las doctrinas, después
de haber pasado por la criba las opiniones de los que salen
la arena.
P o l . — P o r q u e decís la misma verdad [al parecer],
me convenzo fácilmente que no la decís sin r a z ó n : por lo
cual, teniendo en cuenta que no os ha de ser difícil, tened
a bien declararla.
G E R V . — D i r é , pues (remitiéndome siempre a la censu-
ra de vuestra sabiduría y de vuestras letras), que es un
•i . E n el texto: ludo di Minerva.

86
dicho común que los que están fuera del juego entienden
más de ¿I que los que están en el juego [ m i s m o ] , como
los que asisten a un espectáculo pueden juzgar la repre-
sentación mejor que los personajes de la escena/ y puede
hacer mejor examen de la música el que no pertenece a la
capilla o concierto: lo mismo se ve en el juego de naipes,
en el ajedrez, en la esgrima y otros juegos semejantes. Así
vosotros, señores pedantes, por estar fuera de todo ejercicio
de ciencia y filosofía y por no tener y no haber tenido
nunca comercio con Aristóteles, P l a t ó n y otros parecidos
a ellos, podéis juzgarlos y condenarlos (con vuestra sufi-
cienc'a gramatical y la presunción de vuestro carácter)
mejor que el Nolano. que se encuentra en el mismo teatro,
en familiaridad e intimidad con ellos, hasta el punto de
que con facilidad los combate después de haber conocido
sus í n t i m o s y m á s profundos pensamientos. Digo, pues,
que vosotros, por ser extraños a toda profesión de gente
honrada y de ingenios peregrinos, podéis juzgarlos mejor.
P O L . — Y o no sabría responder inmediatamente a este
i m p r u d e n t í s i m o . Vox faucibits haesit ').
GERV.—Por eso vuestros iguales presumen más que
los que están con los mismos pies en la cuestión..- y por
eso os aseguro que merecidamente usurpáis el oficio de
aprobar esto, glosar aquello, hacer aquí una comparación
y concordancia de textos, allá un apéndice.
POL.—Este ignorante, del hecho de que soy versado en
las humanidades, pretende inferir que soy ignorante en
filosofía.
GERV.—Doctísimo maestro Polimnio, quiero decir que
sí poseyerais todas las lenguas que isegún dicen nuestros
predicadores) son setenta y dos
P O L . — c u m dimidia.
GERV.— no por eso estaríais habilitado para juzgar
a los filósofos,, y por otra parte.no podríais evitar con ello
>) Virgilio, Aeii.. I I , 774.

87
ser el m á s estúpido animal que exista bajo forma humana,
Del mismo modo, nada impide que uno que posea una lengua
apenas, aun bastarda, pueda ser el más sabio y docto
del mundo. Considerad ahora el provecho logrado por dos
de los tales, uno de ellos, un francés archipedante que ha
escrito las Discusiones sobre las artes liberales y Críticas
1
contra Aristóteles ), y el otro, un estiércol de pedantes, ita-
liano, que ha borroneado tantos pliegos con sus Discusiones
peripatéticas '-'). Cualquiera advierte con facilidad que el
primero muestra bien elocuentemente ser poco sabio; en
cuanto al segundo, muestra sencillamente tener mucho de
bestia y de asno, Del primero hasta podemos decir que
entendió a Aristóteles, pero que lo entendió mal, y, de
haberlo entendido bien, acaso hubiera tenido talento bas-
tante para hacerle guerra honorablemente, como lo ha hecho
el juiciosísimo Telesio de Cosenza. Del segundo [en cambio]
no podemos decir que lo haya entendido bien ni mal, sino
que lo ha leído y releído, cosido, descosido y comparado
con otros m i l autores griegos, amigos y enemigos de aquél,
y finalmente, que ha realizado un enorme trabajo, no
sólo sin provecho alguno, sino etiam con enorme perjuicio;
de suerte que quien quiere ver en cuánta locura y vanidad
presuntuosa puede precipitarse y hundirse un h á b i t o pedan-
tesco, vea aquel único libro antes que su semilla se pierda.
Pero aquí llegan T e ó f i l o y Dicson.
POL.—Adeste felices, domini: vuestra presencia es causa
de que m i ira no acumule fulmíneas sentencias sobre las
1
vanas razones que ha expuesto este charlatán infecundo' ).
G L R V . — Y a mí se me quita la ocasión de burlarme de
la majestad de este reverendo buho.
DlCS.—-Todo irá bien si no os encolerizáis.

>) fícholae dialccticae: Animadversiones ín <Halct:-t\cam ArU-


iotelis, de Petrns Rnmus (Pierre de la Ramee) (1515-1572).
2) Francesco Patrlfczl (1529-1597).
r
») E n el texto: Jrugiperda. Plin., A uí. ¡Visí., X V I , 26.

88
G E R V . — Y o , lo que digo, lo digo jugando, porque
quiero al señor maestro.
P O L . — E g o quoque quod irascor, non serio irascor, quia
Gervasium non odi.
DlCS.'—Bien; dejadme entonces discurrir con Teófilo.
T E Ó F . — D e m ó c r i t o , y los epicúreos, pues, llaman nada
a aquello que no es cuerpo, y por consecuencia quieren que
sólo la materia sea la sustancia de las cosas; y aun sostienen
que aquélla es la naturaleza divina, conforme dijo cierto
árabe llamado Avicebrón, según lo demuestra en un libro
intitulado Fuente de vida. Éstos mismos, j u n t o con los
cirenaicos, los cínicos y los estoicos, pretenden que las
formas no son m á s que unas accidentales disposiciones de
la materia. Y yo mismo, durante mucho tiempo, he estado
firmemente adherido a este parecer, sólo porque tiene funda-
mentos más conformes con la naturaleza que los de Aristó-
teles; pero, después de considerarlo maduramente, teniendo
en cuenta muchas cosas, hallamos que es necesario concebir
en la naturaleza dos especies de sustancia, una que es forma,
y otra que es materia; porque es preciso que haya una acti-
vidad sustancial en que resida el poder activo de todo; y
[que haya] un poder o substrato en el cual exista una no
menor potencia pasiva de todo: en aquél reside el poder
de hacer; en ésta, la capacidad de ser hecho.
D l C S . — E s patente, para quienquiera que bien lo consi-
dere, que no es posible que aquella actividad pueda hacerlo
siempre todo, sin que haya al mismo tiempo aquello de
que puede hacerse todo. ¿ C ó m o el alma del mundo (con lo
que quiero decir toda f o r m a ) , siendo indivisible, puede ser
configuradora sin el substrato de las dimensiones o de la
cantidad, que es la materia? Y la materia ¿cómo puede
ser conformada? ¿Acaso por sí misma? Es evidente que
p o d r í a m o s decir que la materia se configura por sí misma,
si consideramos que el cuerpo formado del Universo es mate-
ria, o queremos llamarlo materia; como llamaríamos materia

89
a un animal con todas sus aptitudes, distinguiéndolo, no
de la forma, sino tan sólo de [la causa] eficiente.
T E Ó F . — N a d i e os puede impedir que os sirváis a vuestro
modo del nombre materia, de la misma manera que ha
tenido muchas significaciones según las diversas sectas. Pero
sé que este modo de ver que decís sólo puede servir a un
práctico o a un médico que se mueve en el plano de lo
práctico, como sirve para aquel que divide el cuerpo uni-
l
versal en mercurio, sal y azufre ) ; lo cual exhibiría, antes
que un divino ingenio de médico, a un estúpido con pre-
tensiones de llamarse filósofo; [filósofo, es decir, aquel]
cuyo objeto no es sólo llegar a esa diferenciación de los prin-
cipios que se produce físicamente por la disociación que
proviene de la virtud del fuego, sino también a aquella
distinción de principios a que no alcanza [causa] eficiente
material alguna, porque el alma, inseparable del azufre,
del mercurio y de la sal, es un principio formal. E n cuanto
es tal, no sirve de substrato a cualidades materiales, sino
que es absolutamente señor de la materia, y queda intacto
de la operación de los químicos cuya división acaba en las
tres cosas mencionadas, y que reconocen otra especie de
alma, además de ésta del mundo, que nosotros debemos
definir.
DlCS.—Habláis excelentemente; y me complace mucho
esa consideración, porque veo a algunos tan poco avisados
que no saben distinguir las causas naturales, tomadas abso-
lutamente, según todo el á m b i t o de su ser, que son [las]
estudiadas por los filósofos, de aquellas tomadas en forma
limitada y . especializada. Y a que la primera manera es
superflua e inútil para los médicos, en cuanto son médicos,
y la segunda es trunca, menguada, para los filósofos, en
cuanto filósofos.
T E Ó F . — H a b é i s tocado el punto a propósito del cual
es alabado Paracelso, que trata de la filosofía medicinal,
') Paracelso.

90
y [es] censurado Galeno en cuanto ha traído la medicina
filosófica, haciendo una mescolanza fastidiosa y una tela
tan enredada que de [todo] ello finalmente resulta un
médico poco excelente y un filósofo muy confuso. Pero todo
esto sea dicho con alguna reserva, porque no he tenido
ocasión de examinar todas las partes da la obra de esc
hombre.
G E R V . — A n t e s de proseguir, Teófilo, hacedme el favor,
a m í que no soy muy experto en filosofía, de aclararme
qué sentido dais a la palabra materia, y qué es materia
| hablando| de las cosas naturales.
T E Ó F . — T o d o s aquellos que quieren separar la mate-
ría y considerarla en sí misma, sin la forma, recurren al
símil del arte. Asi hacen los pitagóricos, así los platónicos,
y así los peripatéticos. Mirad un arte especial, como el
del carpintero, que tiene la madera por materia de todas
sus formas y todos sus trabajos; del mismo modo que el
herrero el hierro y el sastre el p a ñ o . Todas estas artes en
una materia que les es propia ejecutan diversas imágenes,
formas y figuras, cosas éstas ninguna de las cuales es propia
y natural a cada una de aquellas materias. Así la natura-
leza, a la que el arte se asemeja, es preciso que tenga una
materia para sus operaciones, porque no es posible que
n i n g ú n agente al proponerse hacer algo no tenga con qué
hacerlo, o que sí quiere operar no tenga qué [efectuar], Hay,
pues, una especie de substrato del cual, con el cual y en el
cual la naturaleza efectúa su operación, su obra, y que
ella modela en tantas formas como nos presentan a los ojos
de nuestra consideración tantas variedades de especies. Y asi
como la madera por sí misma no tiene forma artificial algu-
na, sino que todas las puede adquirir por obra del carpin-
tero, la materia de que hablamos por sí misma y por su
esencia no tiene ninguna forma natural, mas todas las
puede adquirir por la operación del agente activo, prin-
cipio de la naturaleza. Esta materia natural no es tan

91
1
visible ) como la materia artificial, porque la materia de la
naturaleza no tiene absolutamente ninguna forma, en tanto
que la materia del arte es una cosa ya formada por la natu-
raleza, toda vez que el arte no puede actuar sino en la
superficie de las cosas formadas por la naturaleza, como la
madera, el hierro, la piedra, la lana y otras por el estilo;
mientras que la naturaleza actúa desde el centro, por decirlo
así, de su substrato o materia, que por sí es de todo punto
informe. Por tanto, muchas son las materias de las artes,
y uno solo el substrato de la naturaleza; porque aquéllas,
por estar formadas en manera diferente por la naturaleza,
son distintas y varias; éste [en cambio], por no estar en
manera alguna formado, es del todo indiferenciado, teniendo
en cuenta que toda diferencia y diversidad proviene de la
forma.
GERV.—¿De manera que las cosas formadas por la
naturaleza son materia para el arte, y una sola cosa informe
es la materia de la naturaleza?
T E Ó F . — A s í es.
GERV.—¿Y no es posible conocer la materia de la natu-
raleza de la misma manera que vemos y conocemos clara-
mente las materias de las artes?
T E Ó F , — S i n duda, pero con distintos principios de
conocimiento; pues así como no conocemos los colores y
los sonidos con un mismo sentido, del mismo modo no
vemos con unos mismos ojos la materia de las artes y la
materia de la naturaleza.
GERV.—Queréis decir que vemos la primera con los
ojos carnales y la segunda con los ojos de la razón.
TEÓF.—Bien.
GERV.—Tened a bien ahora desarrollar ese argumento.
TEÓF.-—Gustosamente. La misma relación y respecto
que tiene la forma del arte con su materia, tiene —guar-
dando la proporción debida— la forma de la naturaleza
i) E n el texto: sensibile.

92
con su materia. Del mismo modo, pues, que en el arte,
variando al i n f i n i t o (si ello fuese posible) las formas, hay
siempre una misma materia que persevera debajo de aquéllas;
así como, en un primer momento, la forma del árbol es una
forma de tronco; después, de viga; después, de mesa; des-
pués, de escaño; después, de escabel; después, de caja;
después, de peine, y así sucesivamente; y con todo, siem-
pre persevera en ser madera; no de otra manera en la natu-
raleza, aun variando al i n f i n i t o y sucediéndosc las formas
las unas a las otras, es siempre una misma la materia.
G E R V . ' — ¿ C ó m o se podría corroborar esta comparación?
T E Ó F . — ¿ N o veis [acaso] que lo que era semilla se
hace hierba, y lo que era hierba se hace espiga; lo que era
espiga se hace pan; de pan quilo, de quilo sangre, de
sangre semen, de éste embrión, de éste hombre, de éste
cadáver, de éste tierra, de ésta piedra u otra cosa, y así
sucesivamente, viniendo a constituir todas las formas natu-
rales?
CiERV.—Fácilmente lo veo.
T E Ó F . — E s menester que haya una misma cosa que por
sí misma no es piedra, n i tierra, n i cadáver, n i hombre, ni
embrión, ni sangre, n i otra cosa; sino que, luego de ser
sangre, se hace embrión recibiendo el ser de e m b r i ó n ; des-
pués de ser embrión, recibe el ser de hombre y se hace
hombre; del mismo modo que la [materia] formada por
la naturaleza y que es materia del arte, de árbol que era,
es ahora mesa, y recibe el ser de mesa; de mesa que era,
recibe el ser de puerta y se hace puerta.
G E R V . — A h o r a he entendido muy bien. Pero me pare-
ce que este substrato de la naturaleza no puede ser un
cuerpo n i tener cualidad alguna, porque, huidizo como es,
ya bajo una forma y ser natural, ya bajo otra forma y
otro ser, no se muestra visiblemente, como en el caso de la
madera o la piedra, que se dejan ver siempre en lo que son,

93
sea como materia o substrato, sea bajo cualquier forma en
a
que aparecen ) .
T E Ó F . — D e c í s bien.
G E R V . — ¿ P e r o qué haré yo cuando me acontezca dis-
currir sobre este pensamiento con algún obcecado que se
resista a creer que haya una única materia bajo todas las
formaciones de la naturaleza, del mismo modo que una
es la que está debajo de las figuraciones de cada arte? Por-
que esta última materia, que se ve con los ojos, no se la
puede negar, pero se puede negar aquélla, que sólo con la
razón se percibe.
T E Ó F . — E n v i a d l o de paseo, y no le respondáis.
G F . R V . — ¿ P e r o y si al tal se le ocurre importunar exi-
giendo prueba,; y se trata de una persona de consideración,
que más fácilmente pueda enviarme a m í de pasco que yo
a él, y que tenga por ofensa el que yo no le responda?
T E Ó F . — ¿ Y que harías si un ciego semidiós, digno de
todo el honor y respeto que se quiera, fuera tan protervo,
importuno y obstinado en querer alcanzar conocimiento
de los colores y exigiera pruebas sobre ellos, y aún más. de
las figuras de cosas naturales, preguntando, por ejemplo;
3
¿"cuál es la forma del árbol?; ¿cuál la de los montes ;
¿la de las estrellas?; además- ¿cuál es la forma de la
estatua?; ¿cuál la del traje? y así también de otras cosas
productos del arte, las cuales son bien manifiestas para
los videntes? •
G E R V . — L e respondería que, de tener ojos, no pediría
prueba de todas esas cosas, sino que las podría ver por sí
mismo; empero, por ser ciego, es asimismo imposible que
nadie se las pueda demostrar,
T E Ó F . — D e l mismo modo les dirás a aquéllos que, si
tuviesen intelecto, no pedirían ninguna otra prueba, sino
que lo podrían ver por sí mismos.

i) E n el texto: ...quel che sonó materialmente, n soggeLt.ua


/tiente poiiganaí puré sntto qv.nl forma sí voalia.

94
G E R V . — E s o s tales se avergonzarían cíe esa respuesta y
otros la tendrían por demasiado cínica.
T E Ó F . — E n t o n c e s les diréis mas encubiertamente de
esta manera: M i Ilustrísimo Señor , o bien: Sagrada
Majestad: como quiera que hay cosas que sólo se hacen
evidentes por las manos y el tacto, otras por el oído, otras
sólo por el gusto, otras sólo por los ojos; del mismo modo,
esta materia de las cosas naturales no puede hacerse patente
sino al intelecto.
G E R V . — Pero el tal, comprendiendo acaso el tiro por
no ser tan oscuro ni encubierto, me dirá: Quien carece
de intelecto eres t ú ; pues yo tengo más que cuantos iguales
a t i puedan darse.
T E Ó F , — T ú no le creerás más que a un ciego que te
dijese que eres ciego, y que él ve más que todos los que
creen ver, como t ú estás convencido que ves.
DlCS.—Se ha dicho [ y a ] bastante para demostrar, con
mayor evidencia que todo lo que conozco hasta ahora,
qué significa la palabra materia, y qué debe entenderse por
materia de las cosas naturales. Así T i meo el pitagórico, en
la transmutación de un elemento en otro, enseña a hallar
la materia que yace oculta y que no puede ser conocida
como no sea por cierta analogía. "Donde estaba la forma
de la tierra", dice, "luego aparece la forma del agua" * ) , y
aquí no puede decirse que una forma adquiera la otra,
porque una cosa no acoge ni admite a su contrario, o sea,
lo seco no admite lo h ú m e d o , o. dicho de otra manera, la
sequedad no admite la humedad, sino que. por un tercer
elemento, es expulsada la sequedad e introducida la hume-
dad, y el tal tercer elemento es substrato de los contrarios,
sin ser contrario a ninguno de ellos. Por tanto, a menos
que se suponga que la tierra se aniquile, hay que considerar

i) Be refiere al escrito del Pseudo T i m c o locrense, De anima


muntll et natura. L a u doctrinas contenidas en esta obra BOU m i s
bien p l a t ó n i c a s y a r i s t o t é l i c a s . ( N o t a ti" G i o v a n n i G e n t i l e )

95
que algo que había en la tierra ha subsistido y se encuentra
en el agua, lo que a su vez, y por la misma r a z ó n , cuando
el agua se transmute en aire (por la propiedad del calor
que la debilita en humo o vapor) subsistirá y estará en el
aire.
T E Ó F . — D e todo esto se puede concluir ( a ú n a despe-
cho de los peripatéticos) que nada se aniquila, n i pierde
el ser, sino tan sólo su forma exterior accidental y material.
Por tanto, así la materia como la forma sustancial de cual-
quier cosa natural, que es el alma, son indisolubles e indes
tructibles, siendo imposible que pierdan enteramente el ser.
Esto no puede decirse, por cierto, de todas las formas sus-
tanciales de los peripatéticos y de otros que se les asemejan,
pues [ellas] consisten tan sólo en cierta disposición y orde-
nación de accidentes; y todo lo que puedan señalar, fuera
de su materia primera, no es más que accidente, disposición,
cualidad adquirida, principio de definición, quiddidad. Por
lo cual, algunos de entre ellos, sutiles metafísicos de cogulla,
queriendo antes excusar que acusar la deficiencia de Aristó-
teles, su numen, han descubierto la "humanidad", la "bovi-
nidad", la "olividad", como formas sustanciales espe-
cíficas*; y que esta humanidad, como socratidad, esta
bovinidad, esta esquinidad, son la sustancia individual M ;
a todo lo cual se han visto arrastrados a f i n de dar a cada
una de esas cosas la forma sustancial que pueda merecer el
nombre de sustancia, como pertenece a la materia el nombre
y ser de sustancia. Pero de esto nunca han sacado provecho,
porque si les preguntáis por orden en qué consiste el ser
sustancial de Sócrates, contestarán que en la socratidad; si
seguís preguntando qué entienden por socratidad, respon-
derán que la forma propia y la materia propia de Sócrates.
Si consentís en dejar a un lado esta sustancia, que es la
materia, y les preguntáis qué sea la materia como forma,
algunos contestarán que su alma, Preguntadles entonces qué

i) E n el texto: numérale.

96
sea esta aima. Si dicen que es u n entelequía y perfección
1
de cuerpo capaz de v i v i r ) , considera que esto es un acci-
dente. Si dicen que es un principio vital, sensitivo, vegeta-
tivo o intelectual, entended que aunque ese principio sea, fun-
damentalmente considerado como lo consideramos nosotros,
una sustancia, con todo, allí se propone como un accidente:
puesto que ser principio de esto o de aquello no es lo mismo
que ser razón sustancial y absoluta, sino razón accidental
y relativa a lo que es principiado; del mismo modo que no
expresa m i ser y sustancia quien enuncia lo que yo hago o
puedo hacer, sino aquel que declara lo que yo soy como
yo considerado absolutamente. Ved, pues, de qué manera
tratan esta forma sustancial que es el alma, la cual, si bien
por azar ha sido por ellos conocida como sustancia, sin
embargo, nunca la han llamado n i considerado como tal.
Esta conclusión la podéis comprobar en manera más evi-
dente aún, si les preguntáis a éstos en qué consiste la forma
sustancial de una cosa inanimada, como ser la forma sustan-
cial de la madera. Los más sutiles s u p o n d r á n que la " l i g -
neídad". Ahora bien; prescindid de la materia común al
hierro, a la madera y a la piedra, y preguntad qué queda
2
como forma sustancial de la madera ) . J a m á s os dirán otra
cosa que accidentes. Estos accidentes cuentan entre los prin-
cipios de individuación y confieren la individualidad, por-
que la materia no puede contraerse a ser particularidad sino
a favor de alguna forma; y porque esta forma viene a
ser principio constitutivo de una sustancia, quieren ellos
que sea sustancial, pero no p o d r á n mostrarla sino como acci-
a
dental en la realidad ) . Y , después de haber hecho todo lo
que han podido, a f i n de cuentas, tienen una forma sus-
tancial, sí, pero no natural, sino lógica, y de esta suerte,

O D e f i n i c i ó n a r i s t o t é l i c a del a l m a , Do anima, I I , 1, 412-27.


5) E l texto dice: ferro; pero entonces el pasaje no tienn
sentido.
n
) E n el texto: físicamente.

97
Gior-Jjac, Biü.'io.-
1
finalmente, como idea ) lógica, se la postula como prin-
cipio de las cosas naturales.
DlCS.—¿Aristóteles no se da cuenta de esto?
TEÓF.—Creo que se dio cuenta certeramente, pero no
lo puede remediar, por lo cual dice que las últimas diferen-
cias son indeterminables e ignotas.
D l C S . — M e parece que de esta manera confiesa abieria
mente su ignorancia; y por eso yo también considero mejor
seguir a aquellos grandes de la filosofía que en esta impor-
tante cuestión no alegan, ignorancia, tales como Pitágoras,
Empédoclcs y tu N o í a n o , a cuyas opiniones apuntaste ayer.
T E Ó F . — L o que entiende el Nolano es que hay: un
intelecto que da el ser a todas las cosas, llamado por los
pitagóricos y Timeo "dador de las formas"; un alma y
principio formal que se hace todas las cosas y las informa,
y que aquellos mismos llaman "fuente de las formas"; y
una materia de la que todas las cosas están hechas y for-
madas, por todos llamada "receptáculo de las formas".
DlCS.—Esta doctrina (porque muestra no faltarle
nada) es muy de m i agrado. Y realmente es necesario que
así como podemos establecer un principio material cons-
tante y eterno, establezcamos igualmente un principio for-
mal. Vemos que todas las formas naturales se desprenden
de la materia y vuelven a la materia; por lo que en reali-
dad parece que, salvo la materia, ninguna cosa es constante,
durable, eterna y digna de ser tenida por principio. Aparte
de que las formas no tienen el ser sin la materia, en ésta
se engendran y corrompen, surgen del seno de ésta y en él
se acogen; por lo cual la materia, que permanece siempre
fecunda y la misma, debe tener la prerrogativa capital de
ser reconocida como el único principio sustancial, como
aquello que es y permanece siendo; y a las formas no hay
que concebirlas sino como diversas disposiciones de la mate-
ria, que van y vienen, decaen y se renuevan, por lo que
i) E n el texto: intcnslone.

98
ninguna puedo ser reputada principie. Por eso ha habido
quienes luego de haber examinado bien la esencia de las
formas naturales, según pudieron concebirla Aristóteles y
otros que se le asemejan, han concluido finalmente que
aquéllas no son sino accidentes y circunstancias de la mate-
ria^ y por lo tanto, que ha de ser referida a la materia la
prerrogativa de ser acto y perfección, y no a cosas de las
que podemos decir con verdad eme no son n i sustancia ni
naturaleza, sino cosas pertenecientes a la sustancia y a
la naturaleza, que dicen ser la materia; la cual, según ellos,
es un principio necesario, eterno y divino, como para aquel
moro Avicebrón, que la llama "Dios en todas las cosas".
TEÓF.—Esos han caído en tal error por no conocer
más forma que la accidental; y este moro, bien que de la
doctrina peripatética, en que se había nutrido, aceptó la
forma sustancial; con todo, considerando a ésta como cosa
corruptible ( y no tan sólo mudable en relación con la
materia), como cosa que es producida, y no productora,
fundada y que no funda, expelida y no expelente, la des-
preció y tuvo en poco en comparación con la materia esta
ble, eterna, progenitora. madre. Y en verdad esto les sucede
a los que no conocen lo que nosotros conocemos.
D l C S . — T o d o esto ha sido m u y bien examinado, pero
es tiempo ya que volvamos a nuestro asunto, Sabemos ahora
distinguir la materia de la forma, tanto de la forma acci-
dental (concíbasela como se quiera) como de la sustancial:
lo que resta por ver es su naturaleza y su realidad. Pero
antes desearía saber si, en r a z ó n de la manera de unión
que esta alma del mundo y forma universal tiene con la
materia, debe aceptarse el modo y manera de filosofar de
los que no diferencian el acto de la esencia de la materia,
y la reputan algo divino,, y no desnuda e informe, tal que
por sí misma no se configuraría ni revestiría [de variadas
formas].
TEÓF.—No es fácil hacerlo, pues no hay absoluta-

00
1
mente nada que actúe sobre sí m i s m o ) , y siempre existe
alguna diferencia entre lo que efectúa y aquello [sobre]
que es efectuado o respecto de lo cual la acción u operación
se realiza. Por tanto, corresponde distinguir, en el cuerpo
de la naturaleza, la materia del alma, y en ésta diferenciar
el alma misma y sus especies. Por lo que decimos que en
este cuerpo hay tres cosas: primero, el intelecto universal
ínsito en las cosas; segundo, el alma vivificadora del todo;
tercero, el substrato. Pero no por eso hemos de negar que
sea filósofo el que en su modo de filosofar tome este cuerpo
formado^ o, como prefiero decir, este animal racional,, y
comience por tener como primeros principios, de algún
modo, los miembros de ese cuerpo, como el aire, la tierra
y el fuego; o bien la región etérea y los astros; o el espí-
ritu y el cuerpo; o el vacío y lo lleno (bien que enten-
diendo el vacío no a la manera de Aristóteles) '-') ; o bien de
otra manera que se juzgue conveniente. Y una filosofía
semejante no entenderé yo que haya de ser rehusada, máxi-
me si (sobre cualquier fundamento que ella postule o forma
de edificio que se proponga) realiza la perfección de la
ciencia especulativa y el conocimiento de las cosas naturales:
como en verdad ha ocurrido con muchos de los más antiguos
filósofos, Pues es de ambicioso y cerebro presumido, vano
y envidioso, el querer convencer a los demás de que no
pueda haber más que un camino para investigar y llegar
al conocimiento de la naturaleza: y es de loco y de persona
no razonable convencerse a sí mismo de ello. Por tanto,
aunque el camino más constante y firme, más contemplativo
y seguro, y el modo más alto de pensar ha de ser siempre
preferido, honrado y seguido, no por eso se ha de censurar
otro modo que no deje de rendir buenos frutos, por más
que no se trate del mismo árbol.

1) E n el texto: perché niente disolutamente opera in se


,nedesimo.
2) 0 sea: no como lo e n t e n d i ó A r i s t ó t e l e s en la c r i t i c a que
hizo del v a c í o . (Nota de G i o v a n n i G e n t i l e ) .

100
D l C S . — ¿ A p r o b á i s , entonces, el estudio de diferentes
filosofías?
T E Ó F . — M u c h o , para el que dispone de tiempo y de
talento; para otros, apruebo el estudio de la mejor, si los
dioses le conceden adivinarla.
D l C S . — S i n embargo, estoy seguro de que no aprobáis
todas las filosofías, sino tan sólo las buenas y las mejores.
T E O F . — A s í es. Del mismo modo que, entre los diver-
sos modos de curar, no repruebo el que procede mágica-
mente, aplicando raíces, colgando piedras al cuello y mur-
murando fórmulas de encantamiento — s i el rigor de los
r
teólogos me permite que bable como mero ) [filósofo] de
la naturaleza. Apruebo el modo que procede físicamente, por
recetas farmacéuticas, con las que se persigue y ahuyenta el
cólera, la sangre, la flema y la melancolía. Acepto el otro
modo, que procede químicamente, decantando las quinta-
esencias, y hace volatilizar el mercurio de todos los com-
puestos, por obra del fuego, fijar la sal, y brillar o disol-
ver el azufre. Empero, en cuanto medicina, no deseo
establecer, entre tantos métodos buenos, cuál sea el mejor,
porque el epiléptico, con quien han perdido el tiempo el
físico y el alquimista, si es curado por el mago, tendrá
por idóneo, no sin r a z ó n , más a éste que a tal y tal otro
médico. D e manera análoga debéis razonar con respecto
a las demás cosas, ninguna de las cuales será menos buena
que otra, si tanto una como las otras acaban por realizar
el f i n que se proponen. Ahora, en el caso particular que
nos ocupa, este médico que me cura será mejor que los
otros que me matan o atormentan.
GnRV.—¿De qué proviene que sean tan enemigas entre
sí estas sectas de médicos?
T E Ó F . — D e la avaricia, la envidia, la ambición y la
ignorancia. Por lo c o m ú n , apenas entienden su propio
m é t o d o de curar; menos, pues, han de poder aventajar al
!) E n el texto: come puro natxirale.

101
ajeno. Sin contar con que en su mayor paite, no pudíendo
elevarse a los honores y provecho con el propio esfuerzo, tra-
tan de ser preferidos rebajando a los demás, afectando des-
precio de aquello que no pueden conquistar. Pero de entre
ellos, el mejor y verdadero es aquel que no es solamente
físico, sino también químico y matemático.
Ahora bien: viniendo a nuestro asunto, entre ias espe
cies de filosofía es la mejor aquella que más aita y sencilla
mente realiza la perfección de la razón humana, [la quel
mayormente corresponde a la verdad de la naturaleza, y.
en la medida de lo posible, [nos hace] ayudadores de ésta,
o intuyendo [verdades] (digo, por modo natural y muda-
blemente, no por instinto animal como hacen las bestias
y aquellos que se les asemejan, ni por inspiración de buenos
o malos demonios, según hacen los profetas, ni por melan-
cólico entusiasmo, conforme hacen los poetas y otros con-
templativos) o estableciendo leyes y reformando costumbres
y corrigiéndolas, o conociendo y viviendo una vida más
dichosa y divina. He aquí, pues, como no hay filosofía
—siempre que baya sido establecida con mesurado pensa-
miento— que no contenga alguna buena propiedad que no
se halla en las otras. Y lo mismo pienso de la medicina que
derive de principios tales que no supongan una manera
imperfecta de filosofar; como la operación de! pie o de la
mano supone la del ojo. Por lo que se dice que no puede
principiar bien en medicina aquel que no llegó a buen
termino en la filosofía.
DlCS.—Me place lo que decís, y mucho os alabo por
ello; pues, así como no sois plebeyo como Aristóteles,
tampoco sois injuriador y ambicioso como él, que pretendió
viniesen a ser absolutamente despreciadas las opiniones de
todos los demás filósofos y su manera de filosofar,
T E Ó F . — [ Y eso] con no conocer yo, entre todos los
filósofos que hay, uno más apoyado en puras imaginaciones
y más alejado de la naturaleza que él, y, si alguna vez

102
le sucede decir cosas excelentes, se ve que no dependen de
sus propios principios, y son siempre, por tanto, proposi-
ciones sacadas de otros filósofos; de las que vemos muchas
divinas en los libros De la generación, De ¡os meteoros. De
ios animales y De las piantas.
DlCS.—Volviendo, pues, a nuestro asunto, ¿sostenéis
que, sin temor a errar y sin incurrir en contradicciones, se
pueda definir de varias maneras la materia?
T E Ó F . — C i e r t o ; de la misma manera que pueden ser
jueces de un mismo objeto sentidos diversos, y la misma
cosa puede ser insinuada de distintos modos. Sin contar
con que (conforme [o hemos apuntado ya) se puede empe-
zar la consideración de una cosa partiendo de distintos
principios. Los epicúreos han dicho muchas cosas buenas,
bien que no se elevaran por encima de la cualidad material.
Muchas cosas excelentes ha hecho conocer Heráclito aunque
no se elevase más allá del alma. N o deja A n a x á g o r a s de
poner a contribución la naturaleza porque así en ella como
fuera y quizá por encima de ella presuma conocer un inte-
lecto, el mismo que por Sócrates, P l a t ó n , Mermes Trismc-
gisto y nuestros teólogos es llamado Dios. De esta manera,
no p r o m o v e r á n y descubrirán menos bien los arcanos de
la naturaleza aquellos que parten del conocimiento ' ) expe-
rimental de los (llamados por ellos) simples, que aquellos
c
que parten del conocimiento ) racional. Y entre éstos, no
podrá menos el que parte de la complexión que el que lo hace
de los humores, y éste no m á s que cí que viene desde los
elementos sensibles, o de más arriba, de los absolutos, o
bien de la única materia, que es el principio más alto y más
claro. Pues, a veces, el que sigue el camino más largo, no
por eso hará un buen viaje, m á x i m e si su propósito no es
tanto la contemplación como la acción. En lo que se refiere,
ahora, al modo de filosofar, no será menos fácil explicítar

i) En e! texto: raygione esperimentalc.


-) En el texto: teoría rasionale.

101
las formas de una como implicación, que diferenciarlas den-
tro de un caos, o distribuirlas desde una fuente ideal, o
sacarlas en acto de tina posibilidad, o extraerlas de un seno,
o sacarlas a luz de un ciego y tenebroso abismo; porque
cualquier fundamento sirve, si el edificio lo corrobora; toda
semilla es conveniente, si los árboles y sus frutos son ape-
tecibles.
DlCS.—Viniendo ahora a nuestro objeto, dignaos
aportar la doctrina precisa de este principio.
T E Ó F . — E n verdad, este principio que se llama materia
puede ser considerado de dos maneras; primero, como poten-
cia; luego, como sustancia. Tomada en el significado de
potencia, no hay nada donde — s e g ú n su propia esencia—
deje de hallarse; y los pitagóricos, los platónicos, los estoi-
cos y otros la han colocado en el mundo inteligible no
menos que en el mundo sensible. Y nosotros, que no la
entendemos precisamente como aquéllos la entendieron, sino
de una manera más alta y más amplia, razonamos de esa
potencia o posibilidad de la siguiente manera; Se distingue
generalmente la potencia en activa - -por la cual el substrato
de ella puede operar—, y en pasiva por la cual es posibilidad
de ser, o [potencia] receptiva; o puede ser, de alguna mane-
ra, substrato de [causa] eficiente. Como quiera que no nos
ocupamos ahora de la potencia activa, digo que la potencia
tomada en su sentido pasivo (aunque no siempre sea pasi-
va) , puede considerársela en manera relativa y absoluta.
Así, no hay nada de que se pueda predicar el ser, a que no
pueda atribuirse el poder ser. Y esta [potencia pasiva] de
tal modo se corresponde con la potencia activa, que la una
no puede darse sin la otra en manera alguna; por lo cual,
si siempre ha existido el poder de hacer, producir y crear,
siempre también ha existido el poder ser hecho, producido
y creado, pues una potencia implica la otra; quiero decir
que, al postularla, ella postula necesariamente la otra. Esta
potencia pasiva, porque no indica flaqueza en aquello en

1 04
que se dice estar, sino que más bien confirma la v i r t u d y
eficacia de la potencia activa ( m á s a ú n , en f i n de cuentas,
se halla que es todo uno y enteramente la misma cosa con
ella), no hay filósofo ni teólogo que vacile en atribuirla al
primer principio sobrenatural. Pues la absoluta posibilidad
a favor de la cual las cosas que son en acto pueden ser no
es anterior a la actualidad ni tampoco posterior a ella. Ade-
más, el poder ser se da con el ser en acto, y no lo precede;
pues si aquello que puede ser se hiciese a sí mismo, sería
antes de ser hecho. Contemplad, ahora, el principio p r i -
mero y ó p t i m o , el cual es todo lo que puede ser, y él mismo
no lo sería todo si no pudiese ser todo; por tanto, en él el
acto y la potencia son una misma cosa. N o acontece así
con las demás cosas, las cuales, aunque son lo que pueden
ser, p o d r í a n quizás no ser, o ser, ciertamente, otra cosa,
o diferentemente de como son; porque ninguna otra cosa
es todo lo que puede ser. E l hombre es lo que puede ser,
pero no todo lo que puede ser. L a piedra no es todo lo que
puede ser, porque no es cal, n i vaso, ni polvo, n i hierba,
L o que es todo lo que puede ser es uno que en su ser
contiene a todo ser. Él es todo lo que hay, y puede ser
cualquier otra cosa que es y que puede ser. Todas las demás
cosas no son así. Por tanto, la potencia no es igual al acto
porque no es acto absoluto, sino limitado, sin contar que
la potencia siempre está limitada a un acto, porque nunca
tiene más de un ser determinado y particular; y si bien
tiende a toda forma y acto, lo hace a favor de ciertas dis-
posiciones y con determinada sucesión de un ser respecto
del otro. Por tanto, toda potencia y acto que en el princi-
pio está como implicado, unido y uno, en las restantes cosas
está dividido, disperso y multiplicado. El Universo, que
es el gran simulacro, la grande imagen y la unigénita natu-
raleza, es también él todo lo que puede ser, con las mismas
especies, los miembros principales y el contenido de toda la
materia, a la que nada se añade y nada se quita, siendo

105
a Ja vez todas y la única forma: pero no todo lo que puede
ser, con esas mismas diferencias, modos, propiedades e indi-
viduos. Por tanto, no es más que una sombra del primer
acto y de la potencia primera, y por eso la potencia y el acto
no son en el la misma cosa, porque ninguna de sus partes
es todo lo que puede ser. Sin contar que, en la manera
específica que hemos dicho, el Universo es todo lo que
puede ser [sólo] de un modo desarrollado, disperso y dis-
tinto. Su principio [en cambio] es único e indistinto;
poique [en él] todo e<; todo y lo mismo, simplemente,
r.n diferencia n i distinción.
DlCS.—¿Que diréis [entonces] de la muerte, de la
corrupción, de los vicios, de los defectos, de ios monstruos?
¿Sostendréis que estas cosas tienen lugar en lo eme es el
todo, y que puede ser en r.cto todo lo que es potencia?
T E Ó F . — E s t a s cosas no son acto y potencia, sino defecto
l
c impotencia, que se encuentran en las cosas determinadas )
por no ser todo io que pueden ser, y tender a lo que pueden
ser. De donde, no pudiendo ser juntamente tantas cosas a
la vez, pierden un ser para tener otro; y a veces se confun-
den en ellas uno y otro ser. y otras veces son disminuidas
imperfectas, mutiladas por ser incompatible un ser con el
otro, y por hallarse la materia ocupada en ambos.
Volviendo ahora a nuestro tema, el primer principio
absoluto es t a m a ñ o y magnitud, y es una magnitud y tama-
ñ o tales que es todo lo que puede ser. N o es grande de
un t a m a ñ o que pueda hacerse mayor n i menor, n i que
pueda dividirse, como acontece con todo otro t a m a ñ o que
no es todo lo que puede ser; sino que es t a m a ñ o m á x i m o ,
m í n i m o , infinito, indivisible y de toda medida - ) . N o es
t a m a ñ o mayor, porque es m í n i m o ; no es m í n i m o , por ser
él mismo m á x i m o ; está más allá de toda igualdad, porque
es todo lo que puede ser. Esto que digo del t a m a ñ o , debéis

M En el texto: explicate.
*) Nicolás de CUPO. Doct. !, -i.

106
entenderlo de todo lo demás que pueda predicarse, pues de
igual manera es bondad como toda la bondad que pueda
ser; es belleza que es todo l o bello que pueda ser, y no
hay ninguna belleza que sea todo lo que puede ser, sino
esta única belleza. U n o es aquello que es todo y puede ser
todo absolutamente. Además, entre las cosas naturales, no
vemos ninguna que sea otra cosa que lo que es en acto,
conforme al cual es lo que puede ser, por tener una especie
de actualidad; con todo, tampoco en este |su] ser especí-
fico cualquier [cosa] particular no es nunca todo lo que
puede ser. l í e aquí el Sol: él no es todo lo que el Sol puede
ser, no está en todas las partes donde puede estar el Sol, por-
que cuando está en el oriente no está en occidente, en el
meridiano ni en n i n g ú n otro punto. Si queremos mostrar
ahora cómo Dios sería Sol, diremos (ya que él es todo lo
que puede ser) que es a la vez naciente, poniente, meridiano,
1
de media noche ) y que alumbra cualquiera de los puntos de
la convexidad de la tierra. Por lo cual, si concebimos que este
Sol, sea por su revolución o por la de la Tierra, se mueve y
cambia de lugar, porque no está actualmente en un punto
sin poseer ¡a potencia de estar en todos los demás, y tiene,
por tanto, [ l a ] posibilidad de estarlo; si es, pues, todo lo
que puede ser y posee todo lo que es capaz de poseer, estará
a la vez en todo y por todas partes; es de tal suerte móvil'
y veloz, que está t a m b i é n muy estable c inmóvil. Es por
eso que entre las palabras divinas hallamos dicho de
él -) que permanece eternamente, y [al mismo tiempo
que] es velocísimo corriendo de uno a otro t é r m i n o ; pues
se entiende que está i n m ó v i l aquello que en un mismo ins-
tante parte del oriente y al oriente [ y a ] ha retornado, de
manera que se ve por igual en el oriente y occidente y en
cualquier otro punto de su giro; por lo que no es más
propio decir que parte y vuelve y que ha partido y vuelto

O E n el texto: merlnotfnle.
'i Sap.. V T i . 22-25.

107
de tse punto a aquel otro, que de cualquier otro de los
infinitos puntos al mismo. Por eso acontecerá estar todo y
siempre en su trayectoria y en cualquier punto de ella, y
en consecuencia cada punto indivisible de la eclíptica con-
tiene todo el diámetro del Sol. Y así lo indivisible viene
1
a contener lo divisible ) , lo que no acaece dentro de la posi-
bilidad natural, sino dentro de la sobrenatural; quiero
decir, allí donde supusiésemos que el Sol fuese en acto todo
lo que puede ser.
La potencia de tal manera absoluta no es sólo lo que el
Sol puede ser, sino lo que es y lo que puede ser todo lo que
hay; potencia de todas las potencias, acto de todos los
actos, vida de toda vida, alma de todas las almas, ser de
todo el ser. Por lo cual dice profundamente el Revelador;
"Aquel que es me e n v í a " ; " E l que es dice a s í " '•). Por eso
lo que en las demás cosas es opuesto y contrario, en él es
uno y lo mismo, y todo en él es idéntico. Y lo mismo que
para las diferencias de posibilidad y actualidad, se ha de
entender de las diferencias de tiempos y de duración. En
él no hay lo antiguo n i lo nuevo, por lo que bien dijo el
3
Revelador: "Primero y ú l t i m o " ) .
DlCS.—Este acto absolutísimo, que es idéntico con la
absolutísima potencia, no puede comprenderlo el intelecto
como no sea negativamente; no puede comprenderlo, digo,
ni en cuanto puede serlo todo, n i en cuanto es todo. Por-
que el intelecto, cuando quiere comprender, necesita formar
la especie inteligible y asemejarse, conmensurarse y adecuarse
a ella. Pero esto es imposible [respecto de aquel acto abso-
l u t o ] , porque el intelecto [conociendo] nunca es tal que
no pueda ser mayor a ú n , y aquel acto [en cambio], por ser
inmenso en todos sus aspectos y modos, no puede ser más
grande [de lo que actualmente es]. N o hay, pues, ojo
1) En el texto: 11 dividuo.
2) Exod., I I I , 14: "Ditit Deus at atoysen: Ego sum qui sum...
Sic dices filiis Israel: Qui cst, misit me ad vos".
~) Ápocalypsis. I , 17.

108
alguno que aproximarse pueda o que tenga acceso a tan
clara luz y a tan profundo abismo.
T E Ó F . — L a coincidencia de este acto con la absoluta
potencia ha sido declarada abiertamente por el Espíritu d i v i -
no allí donde dice: Tenebrae non abscurabuntur a te. Nox
sicut dies illuminabitur. Sicut tenebrae eius, ita et lumen
J
eius ) . E n conclusión, pues, veis cuál sea la excelencia de
la potencia, a la cual, si os place denominarla esencia de la
materia (en la que no han penetrado los filósofos vulgares),
sin disminuir la divinidad, la podéis tratar m á s altamente
que P l a t ó n en la Política y el Timeo. Éstos, por haber
estimado demasiado alto la esencia de la materia, han escan-
dalizado a algunos teólogos. L o cual ha acaecido o porque
aquéllos no han expresado bien su pensamiento o porque
éstos no lo han entendido bien, pues siempre se refieren a
la materia en el sentido de substrato de las cosas naturales,
como que se han nutrido tan sólo con las opiniones de Aris-
tóteles; y no tienen en cuenta que para los otros la materia
es de tal naturaleza que es c o m ú n al mundo inteligible y
al sensible, según dicen ellos [mismos], dando a la palabra
materia una significación tan equívoca como los otros.
Empero, antes de condenarlas, es preciso examinar muy bien
las opiniones, y ha de darse a las palabras su exacto sentido,
teniendo en cuenta que aunque todos convengan a veces en
una esencia igual [atribuida] a la materia, difieren luego en
el sentido particular [que le d a n ] . Y en lo que toca a
nuestro asunto, es imposible (prescindiendo del nombre
materia) que se halle teólogo alguno (con todo el espíritu
capcioso y de mala fe que se quiera) que pueda imputarme
impiedad por lo que digo y entiendo de la identidad de la
potencia y el acto, tomando uno y otro t é r m i n o s en su sen-
tido absoluto, De lo que quisiera inferir, en la medida en
que es lícito hacerlo, que en este simulacro [el Universo]
de aquel acto y de aquella potencia ( p o r ser en acto espe-
cífico todo lo que es en específica potencia, por lo que el
i) Psalm., CXXXTX, 12.
109
Universo, eoníorme con esto, es iodo lo que puede ser
—sea ¡o que fuere del acto y la potencia en la multiplici-
dad—) '") viene a existir una potencia que no está separada
del acto, un alma no separada de lo animado - no me refie-
ro a lo compuesto, sino a algo simple—. Así, hay un
principio del Universo (que puede inferirse por analogía
del precedente) idéntico e indistintamente material y formal,
absoluta potencia y acto. Por lo cual no será difícil ni
trabajoso aceptar finalmente que el todo, conforme a la
sustancia, es uno, como tal vez entendió decir Parménides,
despectivamente tratado por Aristóteles.
DlCS.—Sostenéis, pues, que aunque descendiendo por
esta escala de la naturaleza se dé como una doble sustancia,
una espiritual y corporal la otra, en última instancia una
y otra se reducen a un [solo] ser, y a una única raíz.
T E Ó F . — S i os parece que eso pueda ser aceptado por
aquellos que no llegan sino hasta aquí.
DlCS.—Muy fácilmente, siempre que no te eleves por
sobre los límites de !a naturaleza.
T E Ó F . — E s o ya se ha hecho. Si no definimos del mis-
mo modo a la divinidad, ni le damos el mismo sentido que
el sentido y la definición comunes, disponemos de un modo
y un sentido propios, que con todo no es opuesto n i extraño
a aquél, sino acaso más claro y más amplio, [ y ] conforme
con la razón, la cual no está por encima de nuestro discurso,
y de la que no os prometí que me abstendría.
DlCS.—Ya se ha dicho mucho en t o m o al principio
material, como esencia del acto y de la potencia: tened a
bien disponeros mañana a considerar el mismo [principio
material] en cuanto es sustancia.
T E Ó F . — A s í lo haré.
GERV.—Hasta la vista.
2
P O L . — B o n i s avibus ).
1) K u el texto: potenza numérale.
2) Ovidio. Fast., I , 513: Este bo?ils avlbun pisar, iinloqui:
mili i ove.

110
CUARTO DIALOGO

Del principio material considerado como sustancia

POL.—Et os vulvae nunquam dicit: sufficit: td est,


scilicet, videlicet, utpote, quod est dictu, materia (la cual es
expresada por estas palabras) recipiendis formis nunquam
e.xpletur. Y pues no hay nadie en este Liceo, vel potius,
Antiliceo, solus (ita, inquam, solus ut minime omnius
solus) deambulalo, et ipse mecum confabulabor. La materia,
pues, por el príncipe de los peripatéticos y preceptor del
alto espíritu del gran Macedonio, non minus que por el
divino P l a t ó n y otros, ya chaos, ya hyle, ya sylva, ya masa,
ya potencia, ya capacidad, ya privationi admixtum, ya pec-
cati causa, ya ad maleficium ordinala, ya per se non ens,
ya per se non scibile, ya per analogiam ad íormam cog-
noscibile, ya tabula rasa, ya indepictum, ya subjectum, ya
substratum, ya substerniculum, ya campus, ya infinitum,
ya indeterminatum, ya prope nihil, ya ñeque quid, ñeque
quale, ñeque quantum; tandem después de haber ensayado
mucho —para definir esta naturaleza—, ab ipsis scopum
ipsum attingentibus, es [la materia] llamada mujer; tan-
dem, inquan (ut una complectantur omnia vocabulc) a
melius rem ipsam perpendentibus foemina dicitur. Et me-
hcrcle), con no mediocre r a z ó n estos senadores del reino de
Palas han querido poner como en equilibrio estas dos cosas:
materia y mujer; pues por la experiencia que tuvieron de la

11 1
dureza de ellas fueron conducidos a aquella su rabia y fre-
nesí — a q u í me viene muy bien una figura retórica—. Estas
son un chaos de irracionalidad, hule de maldades, selva de
felonías, montón de inmundicias, capacidad de toda perdición
—he aquí otra figura retórica, por algunos llamada comple-
xio—. ¿Dónde estaba ya en potencia, non solum remota,
sino etiam propinqua, la destrucción de Troya? E n una mu-
jer. ¿Quién fué el instrumento de la destrucción de la fuerza
de Sansón, quiero decir, de aquel héroe que con aquella
mandíbu l a de asno que hallara vino a ser triunfador invicto
de filisteos? Una mujer. ¿Quién d o m ó en Capua el ímpetu
y la fuerza de Aníbal, ci gran capitán y enemigo perpetuo
de la República Romana? ¡ U n a mujer! (Exclamatio!).
Indícame, profeta citarista, la razón de tu fragilidad: Ou¡a
in peccatis concepit me matee mea ' ) . ¿ C ó m o aconteció, ¡oh
:
nuestro antiguo padre! J , que siendo tú un paradisíaco hor-
telano y cuidador del árbol de la vida, fuiste de tal suerte
hechizado que a t i y contigo a todo el género humano arro-
jaste al profundo báratro de la perdición? Mulier, quam
dedit mihi; ipsa. ipsa me decepit»). Procul dubio, la forma
no yerra, y de ninguna forma puede provenir error sino
por su estar unida a la materia. De esta manera la forma
que significa el varón, puesta en familiaridad con la ma-
teria, y venida a componerse y unirse con ella, responde a
la natura naturante con estas palabras, o mejor con esta
sentencia: Mulier, quam dedísti mihi —ides!. la materia,
que me has dado por esposa — ipsa, me decepit: hoc est,
ella es causa de todo yerro mío. Contempla ¡oh divina
inteligencia!, contempla de qué modo los insignes filósofos
y discretos anatomistas de las entrañas de la naturaleza
no han hallado manera más adecuada para poner plena-
mente al descubierto la esencia de la materia que advertir-

i) Salmo, L I , 6.
Í) E n el texto: protoplaste.
a) Génesis, I I I , 12-14.

112
nos con esta p r o p o r c i ó n : el estado de las cosas naturales
es a la materia como el estado económico, político y civil
es al sexo femenino. A b r i d , abrid los ojos, etc.
Pero ¡ o h ! diviso a Gervasio, ese portento de poltrone-
ría que interrumpe de m i enjundiosa oración el hilo. N o
sé si me ha oído, mas ¿qué importa?
GERV.—Salve, magister doctorum optime!
POL.—Sí no intentas ( r u ó more) burlarte de m í , tu
quoque salve!
GERV.—¿Quieres decirme qué es eso que andabas ru-
miando a solas?
Pol.,—Mientras estudiaba en m i museo, in eum qui
apud Aristolelem est, locum incidí, del primer [ L i b r o ] de
la Física in calce -) donde, queriendo elucidar qué sea la mate-
ria primera, toma por espejo el sexo femenino, sexo, digo,
caprichoso, frágil, inconstante, muelle, pueril, infame, inno-
ble, v i l , abyecto, despreciable, indigno, reprobo, siniestro,
vituperable, frío, deforme, vacuo, vanidoso, indiscreto, insa-
no, pérfido, desidioso, fétido, sucio, ingrato, trunco, m u t i -
lado, imperfecto, bosquejado, deficiente, menguado, ampu-
tado, disminuido, moho, oruga, cizaña, peste, enfermedad,
muerte,
Messo tra noi da la natura e Dio
2
Per una soma c per un greve fio )

G t R V . — Y o sé que decís esto más por ejercitaros en el


arte oratoria, demostrando cuan facundo y elocuente sois,
que porque tengáis los sentimientos que expresáis con esas
palabras. Porque es cosa ordinaria en vosotros, señores
humanistas, que os llamáis profesores de las buenas letras,
que, cuando os halláis repletos de esos conceptos que no
podéis retener, no vais a descargarlos sino sobre las pobres

il Cap. I X .
-) Ariosto, Orlando Furioso, X X V I I , 119:
Puesta por Dios y l a n a t u r a l e z a
por u n a carga y pesado castigo.

i n
Cünitlinn B i n a n . - S
mujeres; así como cuando estáis dominados por otro enojo
venís a desahogaros con el primero [que encontráis] de
vuestros facinerosos escolares. Pero, señores Orfeos, guar-
daos del odio furioso de las mujeres tracias.
P O L . - — Y o soy Polimnio, y no Orfeo.
GERV.—Entonces ¿es que no criticáis de veras a las
mujeres?
P O L . — M i n i m e , minime quidem. Y o hablo seriamente,
y no pienso sino aquello que digo; porque no hago (sopbis-
tarum more) profesión de demostrar que lo blanco es
negro.
G E R V . — ¿ P o r qué os teñís la barba, entonces?
P O L . — P e r o ingenue loquor, y digo que un hombre
sin mujer es semejante a una [pura) inteligencia; digo que
es un héroe, un semidiós qui non duxit uxorem.
G E R V . — Y es semejante a una ostra y a ú n a un hon-
go, y es una trufa.
P O L . — P o r lo que el poeta lírico dijo divinamente:
Credite, Pisones, melius nil caeiibe vita *).
"Y si quieres saber la razón, escucha al filósofo Segun-
2
do: ) " L a mujer", dice, "es un obstáculo para la calma,
daño continuo, guerra cotidiana, prisión de la vida, tor-
menta de la casa, naufragio del hombre". Bien lo confir-
mó aquel vizcaíno que lleno de impaciencia y montado
en cólera por una horrible tempestad y furia del mar, con
torvo y colérico rostro, volviéndose a las olas, " ¡ O h , mar,
mar", dijo, "ojalá pudiese yo casarte!", queriendo signi-
ficar [con esto] que la mujer es la tempestad de las tem-
pestades. Por eso Protágoras, preguntado por qué había
dado una hija [en matrimonio] a un enemigo suyo, res-
p o n d i ó que no podía inferirle mayor d a ñ o que darle espo-
sa. Tampoco me hará mentir un buen hombre francés,

i) Horacio, Epist., I , 1, SS; I I , 3, C.


'-) Segundo de Atenas, que v i v i ó en tienipns de Adriano.

1 14
el cual, sorprendido con los demás por una peligrosísima
tempestad en el mar, como Cicala, el p a t r ó n del barco, les
ordenara que arrojasen al mar los fardos más pesados,
arrojó en primer t é r m i n o a su mujer.
G E R V . — N o referís, en cambio, tantos otros casos de
hombres que se han considerado afortunadísimos con sus
esposas. Para no ir más lejos, entre los tales, tenéis aquí,
bajo este mismo techo, al señor de Mauvíssiére. Su esposa,
dotada, no solamente de una no mediana belleza corporal,
adorno y espejo de su alma, sino también de la triple vir-
tud de su discreto juicio, de su prudente modestia y de
su honesta cortesía, tiene atada la voluntad de su marido,
y cautiva a quienquiera la conoce. ¿ Y qué diríais de la
generosa hija de ambos, que hace apenas un lustro y un
año ha visto la luz y que por las lenguas [que habla] no
podríais determinar si es italiana, francesa o inglesa; y que
por su habilidad para los instrumentos musicales resulta
difícil decidir si es un ser corpóreo o incorpóreo; al paso
que, por la ya madura excelencia de costumbres, no sabe
uno si ha bajado del cielo o pertenece a la tierra? Y bien se
echa de ver que así como a la formación de un cuerpo tan
bello ha concurrido la sangre de uno y otro progenitor, así
también en la fábrica de espíritu tan singular se han fun-
dido las virtudes del alma heroica de los mismos.
POL.—Rara avis ' ) , como María de Boshtel; rara avia,
como María de Castelnau.
G E R V . — Ese raro que decís de las mujeres también
cabe decirlo de los hombres.
POL.—En f i n , volviendo a nuestro asunto, la mujer
no es más que una materia. Si no sabéis qué es la mujer,
estudiad un poco a los peripatéticos, que al enseñaros qué
es la materia os enseñarán lo que la mujer es.
G E R V . — B i e n veo que por tener un cerebro peripaté-

') .luvonnl. Sal.. V I . lCñ.

1 15
tico entendisteis bien poco o nada de io que ayer dijo
Teófilo acerca de la esencia y la potencia de la materia.
POL.—-Sea lo que se quiera del resto, yo sólo quiero
censurar el apetito de la una y de la otra, el cual apetito
es la causa de tocio mal. de toda pasión, de todo defecto,
de toda ruina y corrupción. ¿ N o creéis que, si la materia
se conformara con su forma presente, no tendría presa en
nosotros ninguna alteración n i pasión, que no nos moriría-
mos y seriamos incorruptibles y eternos?
G E R V . — Y si se hubiese satisfecho con la forma que
tenía hace cincuenta años ¿qué diríais? ¿seríais [ahora]
Polimn'io? Si se hubiese detenido en aquella forma que
tenía hace cuarenta años ¿seríais tan a d ú l t e r o . . ., quiero
decir, tan adulto, perfecto y docto [como lo sois ahora] ?
Así como apruebas gustosamente que aquellas formas hayan
cedido su lugar a ésta, así también es voluntad de la natura-
leza, que ordena el Universo, que todas las formas cedan su
lugar a otras. Y por cierto que es mayor dignidad de esta
sustancia nuestra la de poder hacerse cualquier cosa, reci-
biendo todas las formas, que el conservarse en una sola,
]
siendo sólo en parte ) . De esta manera, dentro de sus posi-
bilidades, tiene semejanza con Aquel que es todo en todo.
P O L . — M e estáis resultando docto, saliéndoos de vues-
tra condición ordinaria. Aplicad ahora esto mismo, si
podéis, a simili, para mostrar la dignidad que hay en la
mujer.
G E R V . — L o haré con suma facilidad. Pero he aquí a
Teófilo.
P O L . - — Y Dicson. Otra vez será, entonces. De iis
hactenus.
T E Ó F . — N o vimos ya que peripatéticos y platónicos
c

dividen la sustancia, diferenciándola en corpórea e incorpó-


rea? Y como estas diferencias se reducen a la misma poten-
cia, es preciso que las formas sean de dos clases. Unas son
0 E n el texto: ensere parziale.

1 \h
trascendentes, es decir, superiores al género, y se llaman
principios, como entidad, unidad, uno, cosa, algo, y otros
análogos; otras [formas i o ] son de cierto género distinto
de otro, como sustancialidad y accidentalidad. Las [for-
mas] de la primera clase no hacen distinción en la materia
y no la dividen en potencias ¡ d i s t i n t a s ] , sino que como
términos universnlísimos que comprenden tanto las [sus-
tancias] corpóreas como las incorpóreas expresan aquella
[sustancia] universalísima de todo punto c o m ú n y una
para ambas [clases de] sustancias. Después de eso, " q u é
impide", dice Avicebrón ')» "que así como antes que admi-
tamos la materia de las formas accidentales, que son el com-
puesto, reconocemos la materia de la forma sustancial, que
es el elemento de aquel [compuesto], así también, antes
que admitamos la materia según está constreñida en las
formas corpóreas, reconozcamos una potencia que [sólo]
se muestra distinta por las formas de naturaleza corpórea,
incorpórea, disoluble e indisoluble:' Además, si todo lo
que es (empezando por el ser sumo y supremo) tiene un
J
cierto orden, y constituye una subordinación ) , una escala
en la que se sube desde las cosas compuestas a las simples, de
éstas a las más simples y absolutas, por medios graduales
y unitivos, que participan de la naturaleza del uno y del
otro extremos ( y [son] por su esencia propia, neutros),
no hay orden en que no haya cierta participación, no hay
participación donde no se encuentre cierta u n i ó n , no hay
u n i ó n sin cierta participación.
Es necesario, por tanto, que haya un principio de la
n
existencia ) de todas las cosas existentes. A ñ a d i d a esto
que la razón misma no puede evitar, ante cualquier cosa
susceptible de distinción, presuponer algo indistinto —hablo
de las cosas que son, porque entiendo que del ser y del

i) S. M u n k , Mélanges de Philosophic juive et (trabe, p á g . ÍO


^) E n el texto: fa -una üipendenza.
-) E n el texto: subsistema.

117
no-ser no hay distinción real, sino tan sólo verbal y nomi-
nal—. Esta cosa indistinta es una esencia común, a la que
se agregan la diferencia y la forma distintivas. Y cierta-
mente, no cabe negar que así como todo lo que es sensible
1
suponer el substrato ) de lo sensible, así también todo inte,
ligiblc supone el substrato de la inteligibilidad.
Es preciso, pues, que haya algo que corresponda a la
esencia común de uno y otro substrato, porque toda esen-
cia está fundada necesariamente sobre alguna existencia,
excepto aquella [esencia] primera que es idéntica con su
existencia, porque su potencia es [ l o mismo que] su acto,
y es todo lo que puede ser, conforme dijimos ayer.
Por otra parte, si la materia — s e g ú n sus mismos adver-
sarios— no es cuerpo, y precede, según su naturaleza, al
ser corpóreo ¿qué es aquello que puede hacerla tan hete-
rogénea de las sustancias llamadas incorpóreas? Y no faltan
peripatéticos que digan que así como en las sustancias
corpóreas hay algo de formal y divino, así también en las
[sustancias] divinas conviene que haya algo de material, a
fin de que las cosas inferiores se conformen a las superiores
y el orden de las unas dependa del orden de las otras. Y
los teólogos, bien que algunos de ellos estén nutridos de
la doctrina aristotélica, no me han de ser hostiles en esto,
si conceden que son mayormente deudores a su Escritura que
a la filosofía y razón natural, " N o me adores", le dijo uno
2
de sus ángeles al patriarca Jacob,"porque soy tu hermano" )
Ahora bien: si este [ángel] que habla como ellos entien-
den que habló es una sustancia inteligible y afirma en su
dicho que aquel hombre [Jacob] y él coinciden en la reali-
dad de un mismo substrato —aparte cualquier diferencia
f o r m a l — , resulta de aquí que los filósofos tienen por
prueba un oráculo de esos teólogos.
DlCS.—Sé que decís esto con reverencia, porque sabéis
1) E n el texto: soggetto.
2) Apocalipsis, X I X , 10; X X , 9; Génesis, X X X I , 30.

118
que no os corresponde mendigar razones en textos que
están fuera de nuestra cosecha.
TEÓF.-—Decís bien y con verdad; pero yo no he que-
rido alegar eso como razón y confirmación, sino, en la
medida en que me es posible, por evitarme escrúpulos, pues
temo tanto ser opuesto a la teología como parecerlo.
D l C S . — L a s razones naturales serán siempre admitidas
por los teólogos discretos, sea cualquiera su contenido, siem-
pre que no establezcan nada contra la autoridad divina y
sí se sometan a ella.
T E Ó F . — T a l e s son y serán siempre las mías.
D l C S . — B i e n , proseguid entonces.
T E Ó F . - — P l o t i n o también, en el libro sobre la Mate-
ria ' ) , dice que "sí en el mundo inteligible hay m u l t i t u d y
pluralidad de especies, es necesario que haya algo de c o m ú n ,
aparte de lo propio y la diferencia de cada una de ellas.
Aquello que es c o m ú n hace de materia, l o que es propio
y obra la diferencia hace de forma". Añade que "si este
[mundo sensible] es imitación de aquel [ m u n d o inteligi-
ble] , la composición de éste es imitación de la composición
de aquél. Además, aquel mundo [ i n t e l i g i b l e ] , si carece
de diversidad, no posee orden; si carece de orden, no tiene
belleza y ornamento; todo esto concierne a la materia".
Por eso el mundo superior no ha de ser considerado
del todo indivisible, sino también, por algunos de sus
aspectos, divisible y vario: división y distinción que no
puede ser concebida sin alguna materia que esté en su base - ) .
Y aunque digo que toda aquella muchedumbre coincide
en un ser indivisible, y que escapa a cualquier dimensión,
llamaré materia aquello en que se unen tantas formas. Este
[ser], antes de ser concebido como varío y multiforme, es
concebido como uniforme; y antes de ser concebido como
formado, es [concebido] informe.

il Enncadas, I I . 4, 4.
E n el texto, sema qualchc sogyetta materia,

119
D l C S . — E n lo que acabáis de exponer brevemente
habéis aportado muchas y buenas razones para venir a la
conclusión que hay una sola materia, y una es la potencia
por la cual todo lo que es, es en acto, y que con igual
razón conviene a las sustancias corpóreas y a las incorpó-
reas, siendo así que las unas y las otras tienen el ser del
poder ser, cos3 que con otras razones poderosas (para quien
rigurosamente las considera y comprende) habéis desvirtua-
do. Con todo —ya que no para perfeccionar la doctrina,
al menos para claridad de ella— desearía que en alguna
otra manera explicarais cómo pueda darse en las cosas más
excelentes, como lo son las incorpóreas, lo informe e inde-
terminado; cómo puede allí hablarse de la misma materia
y cómo se pueda dejar de llamar cuerpo a lo que resulta
del advenimiento de la forma y del acto; cómo preten-
déis que haya materia donde no hay mutación, generación
ni corrupción alguna; toda vez que a la materia no se le
ha asignado nunca otro f i n ; cómo podríamos decir que la
naturaleza inteligible es simple y afirmar [al mismo tiem-
po] que hay en ella materia y acto. Estas preguntas no las
formulo para mí, pues me es manifiesta la verdad [de la
doctrina], sino para otros que acaso sean más lentos y difí-
ciles de convencer, como por ejemplo el maestro Polimnio
y Gervasio.

POL.—Cedo.
G E R V . — Y o acepto y os agradezco, Dicson, el que
tengáis en cuenta las necesidades de los que no osan pre-
guntar, conforme lo exige la educación en las mesas ultra-
montanas *) ; donde a los que se sientan a la mesa en segun-
do lugar no les es lícito extender los dedos, sino que deben
esperar a que se les pongan en las manos los alimentos, a

i) O sea, de Italia. S i se atiende a que el D i á l o g o tiene lugar


cu Inglaterra, es claro que "mesas ultramontanas" equivale a
"mesas de Italia", la p a t r i a de Giordano Bruno. C f r . los t é r m i n o s
laudatorios de píigs. 42-43.

120
fin de que no puedan tornar bocado que no dejen de agra-
decer con un "muchas gracias".
T E Ó F . — D i r é , en resolución, que así como el hombre,
conforme con su propia naturaleza de hombre, es diferen-
te del león, según su naturaleza propia de león, y con todo,
por la naturaleza c o m ú n [que tienen] de animal, de sus-
tancia corpórea y otras cosas semejantes, no son diferentes,
sino una misma cosa; del mismo modo, conforme con su
esencia propia, la materia de las cosas corpóreas es diferen-
te de la de las cosas incorpóreas. T o d o lo que decís: ser
[ella] causa constitutiva de naturaleza corpórea, substrato
de transformaciones de toda clase y parte de compuestos,
conviene a esta materia [en cuanto lo es] en su sentido
específico * ) . Porque la misma materia —para decirlo m á s
claro— o [sea] aquello mismo que puede ser hecho o bien
puede ser, es hecho o mediante las dimensiones y extensión
del substrato y las cualidades que conciernen a la canti-
2
dad ) , y esto se llama sustancia corpórea y supone [ u n a ]
materia corpórea; o es hecho — s i asume un ser nuevo—
sin aquellas dimensiones, extensión y cualidades, y es en-
tonces sustancia incorpórea que supone asimismo dicha
materia. De esta manera, a una potencia activa [ c o m ú n ]
tanto a cosas corpóreas como incorpóreas, o bien a un ser
corpóreo o incorpóreo, corresponde una potencia pasiva
tanto corpórea como incorpórea, y un poder ser así corpó-
reo como incorpóreo.
3
Si, pues, queremos hablar de composición ) a propósi-
to de una y otra naturalezas [sensible o inteligible], hemos
de entenderla en dos maneras diferentes, y tener presente
que se habla en las cosas eternas de una materia siempre suje-
ta a un solo acto, mientras que en las cosas variables yace,
ahora bajo uno, ahora bajo otro [ a c t o ] ; en aquéllas, la

1
) E n el texto: per la raggionc propria.
-) E n el texto: al cuanto.
s) O sea, de cosas "compuestas" de m a t e r i a y forma.

121
materia tiene de una vez, siempre y juntamente, todo lo
que puede tener, y es todo lo que puede ser; pero en éstas,
sólo en varías veces, en tiempos distintos y conforme a
cierto orden de sucesión.
Dics.—Algunos, aunque conceden que hay materia en
las cosas incorpóreas, la conciben, no obstante, de manera
muy distinta [a la de las cosas corpóreas].
T E Ó F . — S e a todo lo grande que se quiera la diferen-
cia que hay entre ellas según la esencia propia de cada una
—-en cuya virtud la una desciende a ser corpórea y la otra
no; la una recibe cualidades sensibles, y no las recibe la
otra—; y por más que no parece que puedan tener una
esencia común aquella materia a la que repugna la canti-
dad y el ser soporte de las cualidades que tienen su raíz en
las dimensiones, y la naturaleza a la que no repugna ni
una ni otra cosa; con todo, una y otra son una sola, y
—conforme ya se ha dicho varias veces— toda la diferencia
[entre ellas] deriva de que [la única materia] se contraiga
a ser corpórea o incorpórea. Del mismo modo q-ue en
cuanto animales todos los [seresl sensibles son idénticos,
pero, contrayendo ese género en determinadas especies, resul-
ta que no conviene al hombre el ser león y a tal animal
ser tal otro. Y a esto agrego, si os place (pues me diréis
que aquello que nunca acontece ha de considerarse antes
imposible y contra natura que natural, y en consecuencia,
no encontrándose nunca con dimensiones aquella materia,
ha de estimarse que la corporeidad le sea antinatural, y
siendo esto así, no es verosímil que haya una esencia común
a la una y a la otra antes que una se haya contraído a ser
corpórea), que a aquella materia no podemos atribuirle
menos la necesidad de todos los actos dimensionales que
—conforme quisierais— la imposibilidad [de ellos].
Aquella materia, por ser actualmente todo lo que puede
ser, posee todas las medidas, todas las especies de formas y
dimensiones; y porque las posee todas no tiene ninguna

122
[en particular], pues lo que es tantas cosas diversas es
preciso que no sea ninguna de ellas en particular. Conviene
[a la esencia de] lo que es todo excluir todo ser particular.
D l C S . — ¿ A f i r m á i s por tanto que la materia es acto?
¿Queréis que la materia en las cosas incorpóreas coincida
con el acto?
T E Ó F . — N i más ni menos que el poder ser coincide
con el ser.
D l C S . — ¿ N o difiere por tanto [la materia] de la
forma?
T E Ó F . — ' [ E n ] nada [difieren] la absoluta potencia y el
acto absoluto. E l cual es, por tanto, extrema pureza,
simplicidad, indivisibilidad y unidad, porque es absolu-
lutamente todo; que sí tuviese determinadas dimensiones,
un ser determinado, cierta forma, cierta propiedad o dife-
rencia, ya no sería absoluto, no sería ya todo.
D l C S . — ¿ D e suerte que todo lo que contiene a cual-
quier género es indivisible?
T E Ó F . — A s í es, porque la forma que contiene todas
las cualidades, no es ninguna de ellas; lo que posee todas
las figuras no tiene ninguna de ellas; aquello que contie-
ne todo el ser sensible, por eso no siente. M á s altamente
indivisible es aquello que contiene todo el ser natural; más
altamente [ a ú n ] , aquello que contiene todo el ser inteligi-
:
ble ) ; altísimamente, aquello que posee todo el ser que
puede ser.
DlCS.—¿Sostenéis que a semejanza de esta escala del
ser sea la del poder ser? ¿y que así como se eleva la esencia
formal -') se eleva también la esencia material?
T E Ó F . — E s cierto.
D l C S . — T o m á i s esta definición de materia y potencia
de manera elevada y profunda.
T E Ó F . — E s verdad.
1) E n el texto: lo essere inlellettuale.
2) E n el texto: raggione fórmale.

123
DlCS.'—Mas esta verdad no podrá ser comprendida
por todos, pues es arduo, con todo, entender cómo puedan
darse todas las especies de dimensiones y ninguna de ellas:
todo el ser formal, sin que n i n g ú n ser tenga forma.
TEÓF.—¿'Entendéis cómo puede ser esto?
DlCS.—Creo que sí, pues bien entiendo que el acto para
ser todo es menester que no sea nada determinado.
P O L . — N o n potest esse idem totum et aliquid; ego
quoque illud capto.
T E Ó F . — D e esta manera podéis comprender adecuada-
1
mente que sí quisiéramos establecer la dimensión ) como
esencia de la materia, esta esencia no repugnaría a ninguna
clase de materia; y que la una [primera] materia difiere
de [cualquier] otra sólo porque [la una] es libre de dimen-
siones y [cualquier o t r a ] , contraída en dimensiones-).
Con estar separada, está por sobre todas [las dimensiones]
y a todas las contiene; con estar contraída, está contenida
en algunas [dimensiones] y subyacc a ellas.
DlCS.—Bien decís que la materia por sí misma no
carece de determinadas dimensiones — y por eso se concibe
indivisible— y adopta las dimensiones de acuerdo con la
naturaleza de la forma que recibe. Son unas las dimensio-
nes que tiene bajo la forma humana, otras las que tiene
bajo la de la potranca, otras bajo la del olivo, otras bajo la
del mirto. Por tanto, antes de hallarse bajo cualquiera
de estas formas, posee en potencia todas esas dimensiones,
del mismo modo que tiene el poder de recibir todas esas
formas.
POL.—Dicunt tamen piopterea quod nullas habet di-
mensiones.
D l C S . — Y nosotros decimos que ideo habet ñutías, ut
omnes habeat.
1) En el texto: dimensionabilité.
2) E n el texto: ma che viene a differire una materia da
l'altra, solo -per essere absoluta da le dimensioni cd essar con-
tratta alie dimensioni.

124
G E R V . — ¿ P o r qué queréis que las contenga a todas
antes que las excluya a todas?
DlCS.—Porque no recibe las dimensiones como de
fuera, sino que las saca y extrae como de sus entrañas.
T E Ó r . — D i c e bien [ D i c s o n ] . Aparte de que es ésta
una manera de hablar frecuente en los peripatéticos, les
cuales dicen que todo acto dimensional, así como todas
las formas, sale y se produce por la potencia de la mate-
ria, así lo entiende en parte Averrocs, el cual, aunque era
árabe e ignorante del griego, con todo de la doctrina peri-
patética entendió más que cualquier griego que hayamos
podido leer; y habría entendido más aún de no haber esta-
do tan apegado a su numen Aristóteles. Él dice que la
materia contiene en su esencia las dimensiones indetermi-
nadas; con lo que quiere expresar que esas [dimensiones]
vienen a determinarse, ya con esta figura y estas dimensio-
nes, ya con tal y tales otras, según cambian las formas
naturales. L o que significa que la materia las saca de sí
misma y no las recibe de fuera. Esto mismo entendió tam-
bién en parte Plotino, príncipe de la secta de P l a t ó n . Dife-
renciando la materia de las cosas superiores de la de las
1
inferiores, dice ) que aquélla es al mismo tiempo todo, y
poseyendo, como posee, todo, no tiene en q u é transfor-
marse; mientras que ésta, siguiendo las vicisitudes de las
partes, se hace todo, y, según el tiempo, esto y aquello; y
subyace, siempre, por tanto, a la diversidad, la alteración
y el movimiento. Así, pues, la primera materia nunca es
informe, como tampoco lo es la segunda, bien que en
manera diferente: la primera, en el instante de la eternidad;
ésta en los instantes del tiempo; aquélla al mismo tiempo,
ésta sucesivamente; ésta explícitamente, aquélla implícita-
mente; ésta como múltiple, aquélla como una; ésta en
cada cosa singularmente, aquélla como todo y todas las
cosas.
i) Knneadas. I I , 4, 3.

1 25
DlCS.—De suerte que no sólo según vuestros princi-
pios, sino también conforme a los principios de ajenas ma-
neras de filosofar, queréis venir a decir que la materia no es
ese prope nihil. esa pura y desnuda potencia sin acto, peder
ni perfección.
T E Ó F . — A s í es. La declaro privada de las formas y
sin ellas, no a la manera en que el hielo carece de calor, y
la oscuridad está privada de luz, sino al modo en que la
encinta está sin prole, que saca y obtiene de sí misma, y
como la Tierra en este hemisferio yace sin luz en la noche,
[ l u z ] que es poderosa a recobrar al volverse.
D l C S . — H e aquí que aun en estas cosas inferiores, si
no del todo, vienen a coincidir en mucho el acto y la
potencia.
T E Ó F . — L o dejo librado a vuestro juicio.
D l C S . — Y si esta potencia de abajo en definitiva vinie-
se a ser una misma con la de arriba ¿qué sucedería?
T E Ó F . — P o d é i s juzgarlo vos mismo. Os elevaríais así
al concepto, no diré del principio ó p t i m o y supremo —que
está excluido de nuestra consideración—, sino del alma del
mundo, en cuanto acto y potencia de todo, toda presente
en todo. Por lo que, en definitiva, bien que haya indivi-
duos innumerables, todo es uno, y conocer esta unidad es
el objeto y término de toda filosofía y contemplación na-
tural; preservando dentro de sus propios límites la más
alta contemplación, que se eleva por encima de la naturale-
za, contemplación ésta que para quien no cree [por fe]
es imposible y de n i n g ú n valor.
DlCS.—-Es cierto, porque se accede a ella por luz sobre-
natural y no natural.
T E Ó F . — D e esta [ l u z sobrenatural] carecen aquellos
que consideran que todo es cuerpo, o simple (como el éter)
o compuesto (como los astros y las cosas celestes) ; y no
buscan a la divinidad fuera del infinito mundo y de las
cosas infinitas, sino en éstas y dentro de aquél.

1 26
D i c s . — E n esto tan sólo me parece que difiere el teólo-
go creyente del verdadero filósofo.
T E Ó F . — A s í también lo entiendo yo. Creo que habéis
comprendido lo que quiero decir.
DlGS.—Muy bien, según creo. De suerte que infiero
de lo que habéis dicho que aunque no permitimos que la
materia se eleve por encima de las cosas naturales, y bien
que nos apoyemos en la c o m ú n definición de ella que
aporta la filosofía más vulgar, ' ) |en realidad], hallaremos
que ésta le acuerda mayor prerrogativa que la que le reco-
noce [expresamente]. Aquella definición, en definitiva, no
le acuerda por esencia sino el ser soporte de las formas y
potencia receptiva de formas naturales, sin nombre ni defi-
nición n i determinación alguna, por carecer de toda actua-
lidad. Esto Ies pareció difícil [de a d m i t i r ] a algunos de
los que llevan cogulla, los cuales, no queriendo condenar
sino [más bien] excusar esta doctrina, dicen que [la mate-
ria] tiene tan sólo el acto eniitatiuo, es decir, que difiere
de lo que simplemente no es, de lo que no tiene ser alguno
en la naturaleza (como ocurre con cualquier quimera o
cosa fingida) ; ya que esta materia, a f i n de cuentas, tiene
el ser y con esto le basta, no teniendo cualidad n i dignidad
que derivan de la actualidad, que es una nada - ) . Pero bien
podríais preguntarle a Aristóteles: ¿ P o r qué pretendes,
príncipe de los Peripatéticos, que la materia sea una nada,
por no tener acto alguno, antes que [sea] todo, por tener-
los todos [los actos], aunque sea mezclados o enteramente
confusos, según quieras decir? ¿ N o eres acaso tú el que
hablando de continuo del nuevo ser de las formas [que
sobreviene] en la materia, o de la generación de las cosas,
declaras que las formas proceden y salen de lo interior de
la materia; y a quien jamás se o y ó decir que por obra

:
i L a filosofía aristotélica.
-) Pues una nadn s e r í a , pava Giordano TI runo. la actualidad
sin nialfTia.

1 27
de [la causa] eficiente provengan de lo exterior, sino que
la causa eficiente las suscita desde dentro? Y dejo a un
lado el que a la [causa] eficiente de estas cosas que deno-
minas con el nombre común de Naturaleza, también la
concibes como principio interno, y no externo — s e g ú n
acontece [en cambio] en las cosas artificiales—. Me pare-
ce, pues, que correspondería decir que [la materia] no posee
en sí forma n i acto alguno, si los recibe de fuera; pero que
corresponde decir que los tiene todos, si se concibe que los
saca todos de su mismo seno. ¿ N o eres tú acaso aquel que,
si no constreñido por la razón, al menos llevado por el
uso del lenguaje, definiendo la materia, prefieres declararla
"aquella cosa de que toda especie natural se produce", y
jamás has dicho que sea "aquello en que las cosas son
hechas", como correspondería, sin embargo, si los actos no
salen de ella y, por consecuencia, ella no los posee?
POL.-—Certe consuevit dicere Aristóteles cum suis potius
formas educi de potentia materiae quam in illam induci,
emergeré potius ex ipsa quam in ipsam ingerí; pero yo diría
que Aristóteles ha preferido llamar acto más bien el des-
arrollo ' ) de la forma de su implicación.
2
D l C S . — Y yo digo que el ser manifestado, visible, )
explícito, no es el principal modo de la actualidad, sino
consecuencia y efecto de ella; del mismo modo que el ser
principal de la madera y esencia de su actualidad no con-
siste en ser lecho, sino en su ser de tal sustancia y consis-
tencia que pueda llegar a ser lecho, banco, viga, ídolo o
cualquier otra cosa construida en madera. Prescindo de
que, conforme a una r a z ó n más alta, de la materia natu-
ral se hacen todas las cosas naturales, y de la materia artifi-
cial todas las artificiales; porque el arte suscita las formas
de la materia o por extracción (como cuando saca una
estatua de la piedra) o por adición (como cuando, juntando

i) E n el texto: esplicazione.
?) E n el texto: scnsibile.

128
piedra sobre piedra, tierra y madera, construye una casa) ;
pero la naturaleza lo hace todo con su materia por separación,
parto y efusión, según lo entendieron los pitagóricos, l o
comprendieron A n a x á g o r a s y D e m ó c r i t o , y lo confirmaron
los sabios de Babilonia. A todo lo cual suscribió también
Moisés, el cual, describiendo la generación de las cosas orde-
nada por [la causa] eficiente universal, emplea esta manera
de decir: "Produzca la tierra sus animales, produzcan las
1
aguas los animales v i v i e n t e s " ; ) como si dijese: p r o d ú z -
calos la materia, Pues, según él, el principio material de
las cosas es el agua, por lo que dice que el intelecto eficiente
2
(por él llamado espíritu) "andaba sobre las aguas", )
es decir, que les atribuía [a las aguas] una v i r t u d procrea-
dora, y de ellas sacaba las especies naturales, todas las cuales
son llamadas después, por él, aguas. Por eso, hablando
de la separación de los cuerpos inferiores de los superiores,
3
dice que "la mente separó las aguas de las aguas, ) de en
4
medio de las cuales induce que apareció la [tierra] seca ).
De esta manera, todos quieren que las cosas sean hechas
por la materia por separación, y no por adición o recepción.
Corresponde, por tanto, decir más bien que [la materia]
contiene las formas y las implica, antes que pensar que esté
vacía de ellas y que las excluya. Aquella [materia], por
tanto, que explícita lo que tiene implicado, ha de ser lla-
mada cosa divina y excelente progenitura, generatriz y madre
de las cosas naturales, o mejor, en suma, [como] la
Naturaleza toda. ¿ N o es esto l o que decís y afirmáis,
Teófilo?
TEÓF.—Cierto.
D i c s . — Y más bien me sorprende el que nuestros peri-

i) Génesis, I , 24, 20: Dixü quoque Deus: producat térra


animam viventem. Producant aquae reptile animae viventis ct
volatile suoer terram...
-') Génesis, I , 2: Spirítus... ferebatur super aqttas.
s) Génesis, I , 6 y 7.
•>) Génesis, I , 9 y 10.

129
patéticos no hayan llevado ta-as Icios el sínui del arte. Éste,
de las muchas materias que conoce y emplea, juzga siem-
pre que es mejor y más digna aquella que está menos sujeta
a la corrupción y es más constante en el durar, y con la
que pueden hacerse más cosas. Asi tiene al oro por más
noble que la madera, la piedra y el hierro, porque menos
expuesto a corromperse, y porque todo lo que puede hacerse
con la madera y con la piedra puede también hacerse con
el oro, y además muchas otras mayores y mejores por su
belleza, constancia, maleabilidad y nobleza. ¿Y qué hemos
de decir, ahora, de aquella materia con que se hace el hom-
bre, el oro y todas las cosas naturales? ¿ N o ha de ser
estimada más digna que la del arte y no se le ha de atribuir
mejor actualidad? ¿Por lo cual ;oh Aristóteles! no podrías
dejar de consentir en que lo que es fundamento y base de
la actualidad, o sea de lo que es en acto, y que tú declaras
ser siempre y durar eternamente, sea más en acto que tus
formas y que tus entelequias, que van y vienen, de tal
manera que si todavía quisieras hallar la permanencia de
este principio formal. .
P O L . — Q u i a principia oportet semper manere.
D l C S . — . . n o pudiendo recurrir a las fantásticas Ideas
de P l a t ó n , a las que tanto odiaste, te verás constreñido y
precisado a decir que estas formas específicas, o bien tienen
su permanente actualidad en la mano de fia causa] efi-
ciente Cy esto no puedes aceptarlo, pues lo eficiente es
considerado por t i como el que suscita y extrae las formas
de la potencia de la materia) ; o bien que tienen su perma-
nente actualidad en el seno de la materia, y así te será preciso
afirmarlo; porque todas las cosas que aparecen en la super-
ficie [de la materia], a las que llamas individuales y en acto,
así las que fueron como las que son y serán, son cosas princi-
piadas, no principio. Y por cierto que yo creo que la forma
particular está en la superficie de la materia como el acci-
dente está en la superficie de la sustancia compuesta. Por

no
lo que menor condición de actualidad debe acordarse a la
forma expresa con respecto de la materia: del mismo modo
que menor condición de actualidad ba de acordarse a la
forma accidental respecto del compuesto.
T E Ó F . — E n verdad, muy pobremente se define Aris-
tóteles, el cual dice, con todos los filósofos antiguos, que
los principios deben ser siempre permanentes. Y después,
cuando buscamos en su doctrina dónde reside la perpetua
permanencia de la forma natural, que va fluctuando sobre
el dorso de la materia, de cierto que no hallamos su lugar
en las estrellas fijas (porque no descienden de lo alto
1
estas que vemos) ni en los signos ideales ) , separados de la
materia, porque por cierto que si no son monstruosos, son
aún peores que monstruos: quiero decir, quimeras y vanos
fantasmas. ¿ Y entonces? [Las formas] están en el seno
de la materia. ¿ Y entonces? Ella es la fuente de la actua-
lidad. ¿Queréis que os diga todavía y os haga ver en qué
absurdo tan grande ha incurrido Aristóteles? Él dice que
la materia es en potencia. Preguntadle, ahora, cuándo será
en acto. Contestará, y con él una gran m u l t i t u d , que cuan-
do tenga la forma. A ñ a d i d esta pregunta: ¿"qué es aquello
que cobra ser nuevo? Contestarán a su pesar que el com-
puesto y no la materia, pues ésta es siempre la misma,
ni se renueva ni cambia. N i más ni menos que en las cosas
artificiales, cuando con la madera se hace la estatua, no
decimos que [con la estatua] la madera cobre un nuevo
ser, pues n i en un punto es más o menos madera que antes:
y aquello que cobra ser y actualidad es lo nuevo que se
produce, el compuesto, es decir, la estatua. ¿ C ó m o podéis
decir, por tanto, que pueda convenir la potencia a aquello
que jamás será en acto n i poseerá el acto? La materia, por
tanto, no está en potencia de ser ni es aquello que puede ser,
pues ella es siempre la misma, inmutable, y en vez de ser
lo que cambia, es aquello en torno a lo cual y en lo cual

i) 15a decir, las Ideas platónicas.

ni
acontece el cambio. L o que se altera, aumenta, disminuye,
cambia de lugar y se corrompe, es siempre el compuesto,
nunca la materia —según | lo profesáis] vosotros mismos
los peripatéticos—; ¿por qué decís, entonces, que la mate-
ria es ya potencia, ya acto? Nadie ha de dudar, ciertamente,
de que [la materia], sea que reciba las formas, sea que
las extraiga de sí misma, en cuanto a su esencia y sus-
tancia no recibe mayor o menor actualidad; y por tanto
n$ hay razón para que sea denominada potencia. Pues la
potencia conviene a lo que se halla en continuo movimiento
relativamente a aquella [materia] y no a ella [misma],
que yace en una eterna quietud, o mejor, es causa de esa
J
quietud ) ; porque si la forma, según su ser fundamental
y específico, es de esencia simple e invariable, no sólo lógi-
camente, en su concepto y en la razón, sino también física-
mente, en la naturaleza, será preciso que esté en la facultad
perpetua de la materia, que es una potencia no distinta del
acto, como lo tengo explicado de muchos modos las muchas
veces que he discurrido acerca de la potencia.
POL.—QuaesOj decid algo sobre la apetencia de la mate-
ria, a fin de que dispongamos de una solución para una
diferencia habida con Gervasio.
GERV.—Hacedlo, Teófilo, por favor, porque éste me
ha llenado la cabeza con el p a r a n g ó n entre la mujer y la
materia, y con que la mujer se satisface menos con los
hombres que la materia con las formas, y otras cosas por
el estilo.
TEÓF.—Siendo así que la materia nada recibe de la
forma ¿cómo queréis que la apetezca? ¿ C ó m o queréis que
apetezca las formas si —conforme lo tenemos dicho— ella
las saca de su seno y por consecuencia las tiene en sí mis-
ma? N o apetece esas formas que diariamente cambian en

') E n el texto: clie é n i eterno stato ed ¿ causa del stalo


piil torto.

1 »2
su dorso, pues todo lo que está en su \ ) orden apetece aque-
llo de que recibe perfección. ¿ Y qué puede darle una cosa
corruptible a una cosa eterna? ¿qué una cosa imperfecta,
como lo es la forma dé las cosas sensibles, siempre en m o v i -
miento, a una cosa eterna? ¿qué una cosa imperfecta, como
lo es la forma de las cosas sensibles, que siempre está en
movimiento, a otra tan perfecta, que, si bien sé la mira, es
un ser divino en las cosas, como tal vez quiso decir D a v i d
2
de Dinant, mal comprendido por algunos ) que nos refie-
ren su o p i n i ó n ? [ L a materia] no desea la forma, para ser
por ella conservada, pues lo corruptible no conserva lo
eterno, sin contar con que es manifiesto que la materia
conserva a la forma; por lo que la forma más bien es la
que debe desear a la materia para perpetuarse, toda vez
que apartándose [de la materia] es ella la que pierde el
ser y no aquélla, la cual posee todo lo que tenía antes
que la forma existiese, y puede tener también otras [for-
mas] . Dejo a un lado el que cuando se da razón de la
corrupción no se dice que la forma se evada de la materia
o que la abandone, sino más bien que la materia rechaza
esa forma para adoptar otra. Nada digo tampoco acerca
de que no hay más razón para decir que la materia apetece
las formas que para decir, por el contrario, que las odia
(hablo de las formas que se engendran y corrompen, por-
: 1
que la fuente de las formas, que tiene ser por sí misma ) ,
no puede apetecer, pues no se apetece aquello que se posee) ;
porque con la misma r a z ó n con que se dice que [la mate-
ria] apetece aquello que una vez recibe o produce, cuando
lo aparta o expulsa puede también decirse que abomina
de ello. Antes bien: más potentemente abomina que ape-
tece, si se tiene en cuenta que expulsa eternamente aquella

1) E n el texto: ogni cosa ordinata.


2
) Se refiere a Alberto Magno y Santo T o m á s de Aquino, a
t r a v é s de cuyos escritos p o l é m i c o s , se conocen las doctrinas de
D a v i d de D i n a n t .
•'•) E n el texto: che é in sé.
forma particular') que alojó por corto tiempo. Si recor-
dáis que [la materia] tantas íormas como adopta otras
tantas rechaza, me has de permitir que diga que de todas
ellas tiene fastidio, con el mismo derecho con que os concedo
que digáis que las desea.
GÉRV.-—He aquí derribados y por el suelo los castillos
de Polimnio y de otros que no son P o l í m n i o .
POL.—Parctus ista viris. . -)
DlCS,—Hemos comprendido bastante por hoy. Nos
veremos mañana.
T E Ó F . — A d i ó s , entonces.

i) E n el texto: quella forma numérale.


-) Virgilio, Ecl., I I I , 7.
QUINTO DIALOGO

Del Uno

T E Ó F . — E l Universo, pues, es uno, infinito, inmóvil.


Una es. digo, la absoluta posibilidad, uno el acto, una la
forma o el alma, una la materia o el cuerpo, una la cosa,
uno el ser, uno el m á x i m o y ó p t i m o ; el cual no podría
estar contenido [en otra cosa], y por eso, sin f i n n i tér-
m i n o ; por tanto, infinito e ilimitado, y en consecuencia
J
i n m ó v i l ) . N o se mueve con relación a su lugar - ) , porque
no hay fuera de él nada adonde pueda trasladarse, ya que
es el todo. N o se crea [a sí mismo] porque no hay otro ser
que él pueda desear n i querer, teniendo en cuenta que él
posee todo el ser. N o se corrompe, porque no hay ninguna
otra cosa en que pueda transmutarse, puesto que él es todas
las cosas. N o puede aumentar n i disminuir, puesto que es
infinito, y así como no cabe agregarle [ n a d a ] , así tam-
poco puede sustraérsele [ n a d a ] , porque el i n f i n i t o no tiene
partes proporcionales. N o puede ser alterado con otra dis-
posición, porque nada hay de exterior a él de que pueda
padecer una afección cualquiera. Además, por comprender
en su propio ser todas las oposiciones en unidad y armo-
nía, y por no poder tener inclinación alguna a otro ser
nuevo, o por este o aquel modo de ser, no está sujeto a
i) E n el texto: il quale non eleve posser ensere compreso; c
¡¡ero infinibile ed interrnijiaoile, e per tanto infinito ed inferan-
nato, e per conseguenza inmotile.
") E n el texto: localnente.

135
mutación en cualidad alguna, ni puede poseer [nada] diver-
so o contrario que lo altere, pues en él todo es concorde.
N o es materia, pues carece de forma y no puede ser confi-
gurado; carece de límite y no puede ser limitado. N o es
forma, porque no informa ni configura nada, puesto que
es todo, m á x i m o , uno y universal. N i es mensurable n i
es magnitud. N o se contiene a sí mismo porque no es
mayor que sí mismo. N o está contenido [en sí m i s m o [ ,
porque no es menor que sí mismo. N o se iguala [a sí
mismo], porque no es éste y aquél, sino uno y el mismo.
Siendo uno y el mismo, no tiene este y aquel ser, y porque
no tiene este y aquel ser, no tiene [tampoco] esta y aque-
lla parte, y pues no tiene tales partes, no es compuesto. Es
término de [ t a l ] suerte que no es t é r m i n o ; es forma de
manera que no es forma; es materia de modo que no es ma-
teria; es de tal manera alma que no es alma; porque es indis-
tintamente el todo, y por tanto uno: el Universo es uno.
En él, ciertamente, no es mayor la altura que la anchura
y la profundidad, por lo cual sólo por analogía se lo llama
(aunque no es) esfera. En la esfera, largo, ancho y pro-
fundidad son lo mismo, porque tienen una misma dimen-
sión: pero en el Universo, largo, ancho y profundidad son
una misma cosa, porque son, por igual, sin término e i n f i -
nitos. Si no tienen mitad, cuadrante ni otras medidas, si
no hay [en ellos] medida, no hay [tampoco] partes pro-
porcionales, n i parte alguna en absoluto que difiera del
todo. Pues si quieres hablar de una parte del infinito,
tendrás que llamarla i n f i n i t o ; si es infinito, coincide en un
[solo] ser con el todo; por lo tanto, el Universo es uno,
infinito e indivisible, Y si en el infinito no hay diferencias
(como la del todo y la parte; esto y aquello), de seguro
1
el infinito es uno. E n el seno ) del infinito no hay parte
mayor o menor, pues no se le acerca proporcionalmente
más una parte, por grande [que se la conciba], que otra

i) E n el texto: Sotio la comprensione de Vinfinito.

136
parte que sea todo lo menor que se quiera; y por eso, en la
duración infinita, la hora no difiere del día, el día del
año, el a ñ o del siglo, el siglo del instante; porque no son
más los instantes y las horas que los siglos, y no guardan
nías proporción con la eternidad éstos que aquéllos. De
igual manera, en la inmensidad, no difiere el palmo del
estadio, el estadio de la parasanga; porque al t a m a ñ o de
la inmensidad no se acerca uno m á s con parasangas que con
palmos. Así [en la inmensidad], u n n ú m e r o infinito de
horas no es más que un n ú m e r o i n f i n i t o de siglos, y un
n ú m e r o infinito de palmos no es más que un n ú m e r o i n f i -
nito de parasangas. A la correlación, semejanza, adecuación
c identidad con el infinito no te acercas m á s con ser hombre;
que con ser hormiga, [con ser] estrella en vez de hombre;
no te acercas más a ese ser siendo sol o luna que hombre u
hormiga; y por tanto en el infinito [todas] estas cosas son
indistintas. Y lo que digo de éstas cabe decirlo también
de todas las cosas que tienen una existencia particular.
Ahora bien; si todas estas cosas particulares en el i n f i -
nito no son esto y aquello, no son distintas, no son espe-
cies, por necesaria consecuencia no constituyen n ú m e r o ; por
tanto, el Universo es, una vez más, uno [e] inmóvil * ) . Éste,
porque lo comprende todo y no tolera este y aquel ser,
y no consiente con él n i en él m u t a c i ó n alguna, es, por
consecuencia, todo lo que puede ser; y en él (conforme dije
el otro d í a ) el acto no difiere de la potencia. Si el acto
no difiere de la potencia, es preciso que en él no sean dis-
tintos el punto, la línea, la superficie y el cuerpo; porque
aquella línea es superficie como la línea, moviéndose, puede
ser superficie; así aquella superficie es movida y se hace
cuerpo como puede moverse la superficie y con su despla-
zamiento hacerse cuerpo. Es preciso, por tanto, que en el
i n f i n i t o el punto no difiera del cuerpo, porque el punto,
rebasando el ser punto, se hace línea; rebasando el ser línea,

i) E n el texto: vno immobUe.

137
se hace superficie: rebasando el ser superficie, se hace cuerpo;
el punto, por tanto, porque está en potencia de ser cuerpo,
no difiere del ser cuerpo allí donde la potencia y el acto
:
son la misma cosa ) .
Por tanto, lo indivisible no es distinto de lo divisible -) ;
lo más simple, del i n f i n i t o ; el centro de la circunferencia.
Y pues el infinito es todo lo que puede ser, es i n m ó v i l ;
porque en él todo es indistinto, es uno; y porque posee
toda la magnitud y la perfección que pueda darse, es m á x i -
mamente y óptimamente inmenso ••). Si el punto no difiere
del cuerpo, ni el centro de la circunferencia, n i lo finito de
lo infinito, lo m á x i m o de lo m í n i m o , podemos afirmar
con certidumbre que el Universo es todo él centro o que
el centro del Universo está en todas partes, y que la cir-
cunferencia no existe en parte alguna, en tanto que distinta
del centro; o bien que la circunferencia está en todas partes
y el centro no se halla [en parte alguna] como distinto
de aquélla. •') He aquí cómo no es imposible, sino nece-
sario, que lo ó p t i m o , lo máximo, lo inaprehansible sea todo,
esté por todas partes y en todo; pues, como simple e indi-
visible [que es], puede serlo todo, estar por todas partes
y en todo. Y así. no ha sido dicho en vano ") que Jove lo
llena todo, habita todos los puntos del Universo, es el
i) E n el Universo el cuerpo no se distingue del p u n i ó , porque
en la infinita posibilidad y realidad, potencia y acto son u n a m i s m a
cosa; pero el punto es l a potencia de l a linea, l a l i n e a l a potencia
de la superficie, l a superficie la potencia del cuerpo. E s justa-
mente el mismo modo de ver de Spinoza. Pero se entenderla mal
tanto a B r u n o como a Spinoza si se les atribuyese l a absurda
o p i n i ó n de o.ue las l í n e a s e s t é n compuestas de puntos, las superfi-
cies de lineas y los cuerpos de superficies. S e g ú n ellos, toda forma
os Himple d e t e r m i n a c i ó n externa por medio del movimiento. CNoUi
de Jacob!, en el escrito citado en el P r ó l o g o ) .
1 E n el texto: rindividuo non <•• differente (¡al dividuo.
3) E n el texto: é massimo ed ottimo immenso.
•i) Antea de que aparezca en la E d a d Moderna, este p a r a n g ó n
fué utilizado on la E d a d Media, a t r i b u y é n d o s e l e , y a a E m p é d o c l e s ,
ya a H e r m e s Trismegisto. Cír. el c é l e b r e pasaje de Pascal, Pensiles,
p á r r a f o 72, ed. B r u n s c h v i c g .
•<) E n el Himno del estoico Cleanto.

138
centro de [ t o d o j lo que tiene ser, es uno en todo,, y aquel
por quien todo es uno. E l cual, siendo todas las cosas y
conteniendo en sí todo el ser, hace que todo esté en cada
cosa.
Pero me diréis acaso: ¿por qué, entonces, cambian las
cosas, y la materia particular tiende a [asumir] otras for-
mas? Respondo que esa transformación no tiende a otro
ser, sino a otro modo de ser. Y ésta es la diferencia que
inedia entre el Universo y las cosas del Universo: aquél
comprende todo el ser y todos los modos de ser; éstas [en
cambio] tienen cada una todo el ser, mas no todos los
modos de ser, y no pueden poseer en acto todas las circuns-
tancias y los accidentes, porque muchas formas son incom-
patibles en el mismo substrato, o por ser contrarias [entre
sí] o por pertenecer a especies diferentes; como no puede
existir el mismo substrato individual bajo los accidentes ele
caballo y de hombre^ o bajo las dimensiones de una planta
y de un animal. Por otra parte, aquél contiene todo el ser
en totalidad, porque fuera o por encima del ser infinito
nada hay que exista, ya que no tiene [nada] exterior ni
enfrente de él; de éstas, en cambio, cada una contiene todo
el ser, mas no en totalidad, porque m á s allá de cada una
hay infinitas otras. Por tanto, debéis concebir que todo está
en todo, pero no en totalidad y o m n í m o d a m e n t e en cada
cosa. Por lo cual debéis entender que todo cuanto hay es
1
uno, pero no en el mismo m o d o ) [de ser].
Por eso no yerra quien dice que el ser, la sustancia y
la esencia son [ t o d o ] uno; el cual, en cuanto que es infi-
nito y sin término, así en cuanto a la sustancia como en
cuanto a la duración, a la magnitud y al poder, no tiene
carácter de principio n i de principiado, porque por coinci-
dir [en él] todas las cosas en la unidad y en la identidad
(quiero decir, en el mismo ser), viene a tener así una
2
esencia absoluta y no relativa ) . Por tanto, si en el uno
J-) E n el texto: unimoüamentt!.
=) E n el texto: respettiva.
139
infinito, inmóvil, que es la sustancia, que es el ser, se halla
la multiplicidad, el número —que son modos y formas
múltiples ' ) del ser, que hacen posible la determinación de
cada cosa—, no se sigue por eso que el ser sea más de uno,
2
sino que es de muchos modos, formas y f i g u r a s ) . Por
tanto, considerando [las cosas] profundamente con los filó-
sofos de la naturaleza —dejando a los lógicos con sus fan-
tasías— nos encontramos con que todo lo que constituye la
diferencia y el número es puro accidente, mera figura, mera
complexión. T o d a producción, de cualquier clase que sea,
es una alteración, y la sustancia sigue siendo siempre la mis-
ma: porque es sólo una, un [solo] ente divino, inmortal.
Eso lo pudo entender Pitágoras, que no teme la muerte,
sino que espera la transformación. L o han podido enten-
der todos los filósofos vulgarmente llamados físicos, que
dicen que nada se engendra n i se corrompe según la sus-
tancia —a menos que queramos llamar de este modo la
alteración. L o ha entendido Salomón, el cual dice "que
nada hay nuevo bajo el sol, sino que lo que es ya fué
antes". Veis así cómo todas las cosas están en el Universo
y el Universo en todas las cosas; nosotros en él. él en
nosotros; y así todo coincide en una perfecta unidad.
He aquí por qué no hemos de atormentarnos el ánimo,
he aquí que no hay nada por que tengamos que desmayar,
Porque esta unidad es única y estable, y permanece siem-
pre: este U n o es eterno. T o d o aspecto, todo lo que aparece,
cualquier otra cosa, es vanidad, es como una nada, antes
es nada todo lo que está fuera de este U n o . Aquellos filó-
sofos que han encontrado esta unidad, han hallado a su
amiga Sofía. E n efecto: Sofía, verdad y unidad son una
misma cosa. Todos han sabido decir que verdad, uno y ser,
son una misma cosa; mas no todos lo han entendido, por-
que muchos han adoptado el modo de decir, mas no han

i) E n el texto: moUiforviitá.
-) E n el texto: ma moltimodü e multiforme e moHifiyurv!<;.

140
alcanzado el modo de comprender de los verdaderos sabios.
Entre otros Aristóteles, que no halló el uno, no halló el
ser y no halló la verdad, porque no conoció el ser como
uno. Y bien que tuviese libertad para tomar la signifi-
cación del ser [haciéndolo] c o m ú n a la sustancia y al acci-
dente, y bien que luego distinguiese sus categorías según
tantos géneros y especies, y según tantas diferencias, no
por eso dejó de ser bien poco avisado de la verdad, por no
haber profundizado en el conocimiento de esta unidad e
indistinción de la naturaleza y del ser permanentes; y como
bien árido sofista, con malignas explicaciones y con demos-
traciones superficiales tergiversó las sentencias de los anti-
guos y se opuso a la verdad, no tanto quizá por limitación
5
de entendimiento como por causa de envidia y a m b i c i ó n ) .
DlCS.—De manera que este mundo, este ser verdadero,
universal, infinito, inmenso, está todo en sus partes, hasta
tal punto que él es el mismo ubique. De donde se infiere
que todo lo que hay en el Universo, respecto del Universo
t,y sea lo que fuere en relación con los otros cuerpos sin-
gulares) está en todo según el modo de su capacidad, por-
que está encima, debajo, en el medio, a la derecha, a la
izquierda^ y según todas las diferencias espaciales; porque en
todo el infinito están todas estas diferencias y ninguna de
ellas. Cualquier cosa que tomemos en el Universo, por
tener en si aquello que es todo en todo, contiene, en su
modo, toda el alma del m u n d o ( bien que no sea en totali-
dad, conforme lo hemos dicho y a ) , la cual está toda en
cualquier parte de aquél. Por tanto, como el acto es uno,

i) Nota GiovaDui Gentile, con L a s s o n , que serta superfluo


defender a A r i s t ó t e l e s de estas acusaciones. Pero a ñ a d e que, aparte
de que las referencias que hace A r i s t ó t e l e s a los f i l ó s o f o s griegos
anteriores, consideradas en detalle, no p e r m i t e n que sean recibidas
como incontestables, B r u n o no f u é el ú n i c o en m a l t r a t a r a l g r a n
f i l ó s o f o griego con las supuestas razones de su infidelidad, sino
m á s bien de los m á s moderados. S i n g u l a r m e n t e violento h a b í a sido,
por ejemplo, F r a n c e s c o P a t r i z j i en sus Discusiones peripatéticas,
Cfr, páR. 88.

141
y constituye un [solo] ser. donde quiera que sea, no es
de creer que en el mundo baya pluralidad de sustancias
y de lo que en verdad es ser.
Sé, además, que tenéis por evidente que cada uno de
estos mundos innumerables que vemos en el Universo no
está en él como en un lugar que lo contuviese ni como en
un intervalo y espacio, sino más bien como en [algo que
le fuese] comprensor, conservador, motor y [causa] efi-
ciente, el cual viene a estar contenido en cada uno de estos
mundos, como el alma [del Universo] lo está en cada
una de sus partes. Por lo tanto, aunque un mundo en par-
ticular pueda moverse hacia otro o alrededor de otro —como
la Tierra hacia el Sol y alrededor del Sol—, con todo,
en relación con el Universo, nada se mueve hacia él ni
alrededor de él, sino en él.
Queréis, además, que del mismo modo que el alma
— t a m b i é n para la común o p i n i ó n — está en toda la gran
mole a la que da el ser, y al mismo tiempo,es indivisa, y por
tanto está idéntica y entera en todo y en cualquier parte,
así también la esencia del Universo es una en el infinito
y en cualquier cosa tomada como miembro de aquél [ U n i -
verso], de tal suerte que enteramente el todo y cualquier
parte de aquél viene a ser uno en cuanto a la sustancia: por
lo que no incorrectamente [el Universo] fué llamado por
Parménides uno, infinito, [e] inmóvil —cualquiera fuese
el sentido en que lo dijo, que es incierto, pues nos ha sido
trasmitido por un no muy fiel relator— ' ) .
Decís que todas las diferencias que en los cuerpos se
adviert¿ en lo que concierna a la forma, complexión, figura,
color y otras propiedades y caracteres comunes - ) , no son
más que aspectos diversos de una misma sustancia; aspecto
frágil, movible y corruptible de un ser inmóvil, perma-
nente y eterno, enj que se contienen todas las formas, todas

i) A r i s t ó t e l e s , Metafísica. I . 5, 484.
-i E n el texto: coynvnitadi.

14?.
las figuras y todos los miembros, pero indistintos y como
amontonados; no de otra manera que en el germen, en el
cual no se distingue el brazo de la mano, el busto de la
cabeza, el nervio del hueso. La diferenciación y disgrega-
ción no producen una sustancia nueva y distinta, sino que
llevan al acto y cumplimiento ciertas cualidades, diferencias,
accidentes y [cierta] ordenación pertenecientes a la sus-
tancia. Y lo dicho del germen con respecto a los miembros
de los animales vale también para el alimento con relación
a ser quilo, sangre, flema, carne, germen: lo mismo de
cualquier otra cosa que sea anterior al alimento o cosa
similar; lo mismo que de todas las cosas, subiendo desde el
ínfimo grado de la naturaleza hasta el supremo de ella;
subiendo desde el mundo físico, conocido por los filósofos,
hasta las alturas del [ m u n d o ] arquetipo, creído por los
teólogos, sí así os place; y así [de grado en grado] hasta
que se llegue a una original, universal e idéntica sustancia
de rodo, que se llama el ser, fundamento de todas las espe-
cies y formas diversas; como en el arte fabril hay una
sustancia de madera sometida a todas las medidas y figuras
¡que se quiera | . que no son madera, sino de madera, en
la madera, concernientes a la madera. Por tanto, todo lo
que constituye la diversidad de los géneros, de las especies,
de las variaciones y propiedades, todo aquello que se funda
en la generación, la corrupción, la alteración y el cambio,
no es ente, no es ser, sino estado y cualidad del ente y del
ser, el cual es uno, infinito, inmóvil, substrato, materia,
vida, alma, lo verdadero y lo bueno. Sostenéis que por
ser el ente indivisible y de todo punto simple —porque es
infinito y [es] todo [él] acto en todo y está entero en cada
parte, [parte] en el sentido de ser parte en el infinito y no
parte del i n f i n i t o — , de modo alguno podemos pensar que la
Tierra sea parte del ser, n i el Sol parte de la sustancia,
siendo ésta indivisible. E n cambio, es bien lícito hablar
de [una] sustancia de la parte, o, mejor, sustancia en la

i-n
parte; del mismo modo que si no es lícito decir que una
parte del alma está en el brazo ni que una parte del alma
está en la cabeza, lo es, en cambio, hablar del alma en la
parte que es la cabeza; de la sustancia de la parte o [de la
sustancia] en la parte que es el brazo. Porque el ser porción,
parte, miembro, todo, tanto y cuanto, mayor, menor, como
esto, como aquello, de esto, de aquello, concordante, dife-
rente y de [muchas] otras maneras no expresa un absoluto,
y por tanto, no puede ser referido a la sustancia, al uno, al
ser. sino [que todas estas cosas son] para la sustancia, en el
uno, y concernientes al ente, como modos, maneras y for-
mas. Así como usualmente se dice que pertenecen a una
sustancia la cantidad, la cualidad, la relación, la acción, la
pasión y otros géneros semejantes [a ésos], del mismo modo
[sucede] en el único ser sumo en quien acto y potencia son
indistintos; que puede ser todo absolutamente y es todo
lo que puede ser; [que] es juntamente uno, inmenso, i n f i -
nito, abarca todo el ser, y está explícitamente en estos cuer-
pos sensibles y en la potencia y el acto que en ellos vemos
[distintos]. Por eso, sostenéis que lo que es engendrado y
lo que engendra (sea homogéneo o heterogéneo el agente *)
[con lo engendrado], conforme dicen los que filosofan de
acuerdo con la filosofía vulgar) y aquello con que la gene-
ración se hace, son siempre de la misma sustancia. Por tanto,
no ha de sonar mal a vuestros oídos la sentencia de H e r á d i t o ,
el cual dijo que todas la: cosas son uno, el cual [ u n o ] , en
virtud de sus transformaciones, contiene en sí todas las cosas,
y porque residen en él todas las formas, todas las definicio-
nes, por consecuencia, le convienen; y por eso son verdaderos

O E n el texto: equivoco o univoco agente. Gentile recuerda


que B r u u o , con los l ó g i c o s medievales, traduce por " u n í v o c o " y
" e q u í v o c o " los t é r m i n o s a r i s t o t é l i c o s de " h o m ó n i m o " y " s i n ó n i m o " .
P a r a A r i s t ó t e l e s , son h o m ó n i m a s las cosas que tienen el nombre
c o m ú n y l a esencia distinta; s i n ó n i m a s las que tienen el nombre
común e idéntica esencia. Categorías, I , 1.
los enunciados contradictorios. Y lo que constituye la
multiplicidad de las cosas no es el ser, no es la cosa [mis-
m a ] , sino su aparecer, aquello que los sentidos se represen-
tan y que está en la superficie de las cosas.
T E Ó F . — A s í es. A d e m á s de esto quiero que sepáis otros
extremos de esta ciencia i m p o r t a n t í s i m a y de este solidísimo
fundamento de las verdades y de los secretos de la natura-
leza. En primer lugar, pues, quiero que notéis que es una
y la misma la escala por la cual la naturaleza desciende
a la producción de las cosas y [aquella] por la que el inte-
lecto asciende al conocimiento de ellas; y que así la una
[la naturaleza] como el otro [el intelecto] [partiendo]
de la unidad llegan a la unidad, pasando por la m u l t i t u d
de intermediarios. Dejo a un lado el que, conforme con
su manera de filosofar, los peripatéticos y muchos p l a t ó -
nicos a la muchedumbre de las cosas, que sería [la reali-
dad] intermedia, agregan, en un extremo, el acto purísimo,
y en otro, la purísima potencia. A s í también otros, por
cierta metáfora, quieren que concurran las tinieblas y la
luz en la constitución de los grados innumerables de for-
mas, imágenes, figuras y colores. A continuación de esos
1
que admiten dos principios y dos j e f e s ) , acuden otros, que
no toleran y son enemigos de [toda] poliarquía, y hacen
coincidir aquellos dos [principios] en uno, que sería, al
mismo tiempo abismo y tinieblas, claridad y luz, oscuri-
dad p r o f ' ^ d a e impenetrable y l u z suprema e inaccesible.
En segundo lugar, observad que el intelecto, queriendo
libertarse y desligarse de la imaginación a la que está unido,
además de recurrir a las figuras matemáticas y representa-
bles —a f i n de poder con ellas o por analogía con ellas
comprender el ser y la sustancia de las cosas—, viene tam-
bién a referir la m u l t i t u d y diversidad de las especies a
una misma raíz. Así Pitágoras, que hizo de los n ú m e r o s
los principios específicos de las cosas, tuvo a la unidad
i) En el texto: dui principa e dui principi.

145
GiarJjno Rrunn—10.
como fundamento y sustancia de todos eilos; asi. P l a t ó n y
otros que pusieron las especies subsistentes en las figuras,
de las cuales entendieron que el punto —como sustancia
y género universal— era el tronco y la raíz idénticos. Y
quizá las superficies y las figuras son aquello que en defi-
nitiva P l a t ó n entendía por su Grande, y el punto y el
á t o m o lo que entendía por su Pequeño, principios gemelos
x
y específicos de las cosas ), que después se reducen a uno
solo, como cada [cosa] divisible a lo indivisible. Aquellos,
pues, que dicen que el principio sustancial es uno, preten-
den que las sustancias sean como les n ú m e r o s ; los que
conciben el principio sustancial como el punto, quieren
que las sustancias de las cosas sean como figuras; y todos
convienen en establecer un principio indivisible. Pero la
manera de Pitágoras es mejor y más pura que la de P l a t ó n ,
porque la unidad es causa y razón de la indivisibilidad
y de la puntualidad, y es un principio más absoluto y ade-
cuado al ser universal.
G E R V . — ¿ P o r qué P l a t ó n , que llegó después, no pro-
cedió en manera semejante o mejor que Pitágoras?
TEÓF.—Porque prefirió antes ser tenido por maes-
tro, hablando peor y de manera menos adecuada y
propia, que ser reputado como discípulo, hablando mejor.
Quiero decir que su filosofía tenía por f i n más su propia
gloria que la verdad, puesto que no puedo dudar de que él
sabía muy bien que su modo [de filosofar] era más ade-
cuado para las cosas corpóreas y tomadas corporalmente
[mientras que] el otro [el de Pitágoras] era no menos
adecuado y apropiado a éstas que a todas las otras [cosas]
que la razón, la imaginación, el intelecto, [ y ] la una y la
otra naturaleza [la sensible y la inteligible] pudieran fabri-
car. Cualquiera reconocerá que no se le ocultaba a P l a t ó n
que la unidad y los números necesariamente constituyen
y dan razón del punto y las figuras, en vez de estar cons-
i) A r i s t ó t e l e s , Física. I I T , 4.

146
títuídos y de tenet su razón, necesariamente, en las figuras
y los puntos; del mismo modo que la sustancia con dimen-
siones y corpórea depende de la incorpórea e indivisible;
además de ser ésta independiente de aquélla, porque la esen-
cia del n ú m e r o puede establecerse sin la de la medida;
mientras que aquélla no puede pensarse independiente de
ésta, porque la esencia de la medida no se da sin la de los
números. Por eso, la semejanza y la analogía aritméticas
son más adecuadas que las geométricas para guiarnos, a
través de la multiplicidad, a la contemplación y aprehensión
de aquel principio indivisible, al cual, por ser la única y
radical sustancia de todas las cosas, no es posible asignarle
x
cierto y determinado nombre ) , n i [enunciarlo] con pala-
bras que envuelvan una significación positiva antes que
negativa; y de ahí que algunos la hayan llamado p u n t o ;
otros, unidad; otros, infinito, o con otras parecidas expre-
siones. A ñ a d e a cuanto acabamos de decir que, cuando el
intelecto quiere comprender la esencia de una cosa, procede
a simplificar todo lo que puede, es decir, se retrae de la com-
posición y multiplicidad, refiriendo los accidentes corrupti-
bles, las dimensiones, los signos, las figuras, a lo que subyace
a estas cosas. Así, no comprendemos el escrito extenso y la
2
oración prolija sino contrayéndolos a una idea ) simple.
Con esto el intelecto demuestra patentemente que en la uni-
dad reside la sustancia de las cosas, que él va buscando o en
vercrSd o por signos. Créeme que sería u n muy consumado
y perfecto geómetra el que pudiese reducir a una única idea
todas las ideas dispersas en los principios de Euclides; y
lógico perfectísimo el que redujese todas las ideas a una
sola. Conforme con esto es el grado de las inteligencias,
pues las inferiores no pueden comprender muchas cosas
sino con ayuda de muchas especies, semejanzas y formas;
las superiores, con pocas, comprenden mejor; y las altísí-

• 1 N i c o l á s do C u s a , De docta ignorantia. I . 24.


-) E n el texto: intenzione.

147
mas, con muy pocas comprenden cumplidamente. La inte-
ligencia primera con una [sola] idea comprende el todo con
toda perfección: la mente divina y la unidad absoluta, sin
especie alguna, es ella misma, a la vez, lo que entiende
y lo que es entendido. De esta manera, pues, así como nos
elevamos al perfecto conocimiento, vamos unificando la
multiplicidad; del mismo modo que,en cuanto se desciende a
la producción de las cosas se va desplegando la unidad.
El descenso se hace de un ser a individuos infinitos y a
especies innumerables; la ascensión se hace de éstos hacia
aquél. Para concluir, pues, con esta segunda consideración,
digo que, cuando aspiramos y tendemos al principio y a
la sustancia de las cosas, progresamos hacia la indivisibili-
dad, y no creemos nunca haber llegado al ser primero y
a la universal sustancia mientras no hayamos llegado hasta
aquel U n o indivisible en que todo se contiene; entretanto,
sabemos que comprendemos la sustancia y la esencia en la
medida en que sabemos comprender la indivisibilidad. Por
eso, los peripatéticos y platónicos reducen infinitos i n d i v i -
duos a una indivisible esencia de muchas especies; compren-
den innumerables especies bajo determinados géneros, que
Arquitas ' ) , por primera vez. estableció en n ú m e r o de diez;
[reducen] determinados géneros a un [solo] ser, a una sola
cosa, cosa y ser que son tomados por éstos como [siendo]
2
un nombre o palabra ) , y una idea lógica, y, en definitiva,
como una vacuidad. Porque luego, considerando [las cosas]
físicamente, no hallamos un principio de la realidad y del
ser de todo lo que existe, [que sea] como una idea y nombre
común para todo lo que decimos y comprendemos. L o
3
cual de cierto ha ocurrido por poquedad ) de entendi-
miento.

E n tercer lugar has de saber que, siendo la sustancia

1) E l Pseudo Arquitas.
2) E n el texto: dizione.
3) E n el texto: imbécil-Uta di intellettc.

148
y el ser distintos e independientes de la cantidad — y en
consecuencia la medida y el n ú m e r o no son sustancia, sino
que conciernen a la sustancia; no ser, sino algo del ser—•,
se sigue que debemos decir necesariamente que la sustancia
no tiene n ú m e r o ni medida, y por tanto es una e indivisible
en todas las cosas particulares, que traen su particularidad
del número, o sea de cosas que conciernen a [ y no son]
la sustancia. Por donde quien conoce a P o l i m n i o como
Polimnio, no conoce una sustancia particular, sino una sus-
tancia en la particularidad y . e n las diferencias que a ella
!e concíernen, la cual por [medio de] ellas viene a colocar
a este hombre en el n ú m e r o y en la multiplicidad bajo
una especie. A q u í , del mismo modo que ciertos accidentes
humanos constituyen la multiplicidad de estos llamados
individuos [distintos] de la humanidad, ciertos accidentes
animales constituyen la multiplicidad de estas especies de
la animalidad. De igual modo, ciertos accidentes vitales
constituyen la multiplicidad [distinta] de lo animado y
viviente. N o de otra manera ciertos accidentes corpóreos
constituyen la multiplicidad de la corporeidad, y, de manera
semejante, ciertos accidentes de la existencia constituyen
la multiplicidad de la sustancia. De esta manera, ciertos
accidentes del ser constituyen la multiplicidad de la esencia,
de la verdad, de la unidad, del ente, de lo verdadero y del
Uno.
E n cuarto lugar, considera a los signos y las demostra-
ciones a favor de las cuales pretendemos que los contrarios
coinciden en uno, y no será difícil inferir de ello al final
que todas las cosas son uno, como todo n ú m e r o , sea par
o impar, finito o i n f i n i t o , se reduce a la unidad, la cual
repetida con lo finito, establece el n ú m e r o , y [repetida]
con el infinito niega el n ú m e r o , Los signos los sacarás
de la matemática, y las verificaciones de las otras faculta-
des morales y especultivas. Ahora bien; en cuanto a los
signos, decidme: ¿"hay algo más desemejante a la línea recta

149
que el círculo? ¿hay algo más contrario a lo recto que lo
curvo? Y sin embargo al principio y en lo m í n i m o coin-
ciden, pues (como n o t ó divinamente el Cusano, descubridor
de los más bellos secretos de la geometría) ¿qué diferencia
hallarás entre el menor arco y la menor cuerda? Además,
en lo m á x i m o ¿qué diferencia hallarás entre el círculo i n f i -

D C B B C D

Fiff. 1.

nito y la línea recta? ¿ N o veis cómo el círculo, según es


más grande, tanto más se va acercando con su arco a la
recta? ¿Quién es tan ciego que no vea cómo el arco B 3 ' ) ,
por ser más grande que el arco A A , y el arco CC por ser
más grande que el arco B B , y el arco D D mayor que los
otros tres, miran a ser parte de un círculo mayor, y acer-
carse, con esto, más y más a la rectitud de la línea infinita
del círculo infinito, representada por I K ? A q u í por cierto,
es preciso decir y creer que así como la línea más grande,
en razón de su mayor magnitud, es también más recta,
así también la [línea] m á x i m a entre todas debe ser super-
lativamente más recta que todas; de manera que, al final,
la línea recta infinita venga a ser círculo infinito. He
aquí, pues, de qué manera no sólo coinciden el m á x i m o y
el m í n i m o en un mismo ser —conforme lo hemos demos-
trado otras veces—, sino que además en el m á x i m o y el
m í n i m o vienen a ser uno e indistintos los contrarios.
Por otra parte, si gustas comparar las especies finitas al
i) Figura 1.

150
triángulo (porque se entiende que todas las cosas, por cier-
ta analogía, participan en la finitud y en la limitación de
una primera [cosa] finita y de una primera [cosa] l i m i -
tada —como en todos los géneros todos los predicados aná-
logos toman el orden y grado del género primero y máxi-
m o — , por cuanto el triángulo es la primer figura, que
no puede resolverse en otra más simple, a la manera en
que el cuadrilátero, en cambio, se resuelve en triángulos, y
por tanto es [el t r i á n g u l o ] el primer fundamento de cual-
quier cosa limitada y configurada), bailarás que el trián-
gulo, así como no puede resolverse en otra figura, así tam-
poco puede originar triángulos cuyos á n g u l o s sean mayores
o menores, por m á s que sean varios y distintos, de varias
y distintas figuras, y difieran por la magnitud mayor o
menor, m í n i m a o m á x i m a . Por tanto, sí supones un trián-
gulo infinito (no en el sentido de que [exista] realmente y
en sí, pues el infinito no tiene figura, sino i n f i n i t o por
x
hipótesis, y en cuanto triángulo ) que exhiba lo que quere-
mos demostrar), no tendrá [sus] ángulos mayores que los
del m á s pequeño triángulo finito, no ya tan sólo mayores
que los de los medianos o más grandes. Dejando a un lado
la comparación de las figuras, es decir, de los triángulos, y
tomando los ángulos, todos ellos, grandes y pequeños, son
iguales, conforme lo muestra este cuadrado - ) . Está d i v i -

1) E n el texto: atinólo; pero entonces el contexto carecería


de sentido.
2) F i g u r a 2.

151
dividido por la diagonal en varios triángulos, y se ve que
no sólo son iguales los ángulos rectos de [los] tres cua-
drados A , B , C, sino que también lo son [entre sí] todos
los agudos que resultan de la línea diagonal que origina
1
el doble de t r i á n g u l o s ) [respecto de los cuadrados], todos
de iguales ángulos. A q u í se ve por un símil muy evi-
dente cómo la única sustancia infinita puede estar toda
en todas las cosas, aunque [ l o esté] en unas de un
modo finito, e infinitamente en otras, y en mayor medida
en éstas que en aquéllas.
Añade a esto (para seguir viendo cómo en este U n o y en
este i n f i n i t o los contrarios coinciden) que el ángulo agudo
y el ángulo obtuso son dos contrarios, que ves de qué ma-
nera pueden nacer de un solo e indivisible principio, o sea
2
de una inclinación de la línea perpendicular M ) que
se junta con la línea inmóvil B D en el punto C. Ésta, en

o
F i g . 3.

aquel punto, con una simple inclinación hacia el pv.nto


3
D ) , al paso que antes constituía ángulos rectos e indis-
1) E n el texto: che constituisce tanti al doppio triangoli.
2) F i g u r a 3.
e) A s i en el texto; pero debe leerse "punto B " a fin de que
el texto se corresponda con la figura.

152
:
tintos, ahora, cuanto m á s se avecina al punto C ) , tanta
mayor diferencia establece entre el ángulo agudo y el obtu-
so; y habiendo llegado y habiéndose superpuesto al dicho
punto, hace indistintos el ángulo agudo y el obtuso, pues
se anulan ambos por igual, ya que vienen a ser lo mismo en
la potencia de una misma línea. Aquella [ l í n e a ] , así como
ha podido unirse e identificarse con la línea B D , puede así
mismo separarse y hacerse diferente de ella; originando de
un principio idéntico e indivisible los ángulos enteramente
contrarios, como lo son desde el más agudo y el más obtuso
hasta el menos agudo y menos obtuso, además de la igual-
dad de [los á n g u l o s ] rectos y de la correspondencia que
resulta del contacto de la perpendicular con la [línea]
i n m ó v i l . Ahora, en lo que hace a la verificación, en primer
lugar ¿quién no sabe, a propósito de las primeras cuali-
2
dades activas de la naturaleza c o r p ó r e a ) , que el p r i n -
cipio del calor es indivisible, y por tanto distinto de cual-
quier calor, pues el principio no debe ser ninguna de las
cosas principiadas? Siendo esto así, ¿quién puede vacilar en
afirmar que el principio no es caliente n i frío, sino que es
un mismo [principio] para el calor y para el frío? ¿De
dónde proviene que un contrarío sea principio del otro, y,
por tanto, que las transmutaciones sean circulares, sino de
que existe un mismo substrato, u n mismo principio, un
mismo término, una continuidad y una coincidencia del
uno y del otro? E l m í n i m o de calor y el m í n i m o de frío
¿no son lo mismo? ¿Acaso en el límite del m á x i m o calor
no tiene su principio el movimiento hacia el frío? Por tanto
es manifiesto que no sólo se encuentran los dos m á x i m o s
en la oposición y los dos m í n i m o s en la coincidencia, sino
etiam [se encuentran] el m á x i m o y el m í n i m o por la alter-
nativa de las mutaciones; por lo cual no sin razón los

1) A s i en el texto; pero dene leerse "punto B " , por l a m i s m a


r a z ó n anterior.
2) A q u í se refiere B r u n o a las doctrinas de B e r n a r d i n o Te-
lesio, autor de De natura rerum juxta propria principia (1565-S6).

153
médrcos suelen temer ál perfecto estado de salud; y en el
grado supremo de la felicidad es cuando más temen los
cautos. ¿Quién no ve que son uno mismo el principio de
la corrupción y el de la generación? ¿"El último [término]
de la corrupción no es acaso el principio de lo que se engen-
:

dra [de nuevo]? ¿ N o decimos a la vez: "quitado aque-


llo" [y] "puesto esto otro"?; ¿"había aquello", "hay
esto"? Y si bien lo consideramos, veremos con evidencia
que la corrupción no es más que una generación, y que la
generación no es otra cos3 que una corrupción; que el amor
es un odio y, en definitiva, el odio es un amor. E l odio
de lo opuesto es amor de lo adecuado; el amor de esto es
odio de aquello. En su sustancia y raíz, idénticos son amor
y odio, amistad y riña. ¿Dónde, sino en el veneno, hallará
el médico el antídoto? ¿Quién proporciona mejor triaca
que la serpiente? En los mayores venenos [se dan] las
mejores medicinas. ¿ U n a misma potencia no es común a
dos objetos contrarios? Ahora bien: ¿de dónde crees tú
que provenga esto sino de que uno mismo es el principio
del ser de ambos objetos, como es uno mismo el principio
de su comprensión; y que los contrarios residen en una
misma sustancia, del mismo modo que son aprehendidos
por el mismo sentido? Dejo a un lado el que lo orbicular
descansa sobre el plano: lo cóncavo se aquieta y reside en
lo convexo; el iracundo vive junto al pacífico; el más
soberbio se complace más que nada en el humilde, y el libe-
ral en el avaro. E n resolución: quien quiera conocer los
más importantes secretos de la naturaleza contemple y con-
sidere en torno a lo mínimo y lo máximo de los contrarios
y opuestos. Magia profunda es la de saber extraer el con-
trario luego de haber hallado el punto de unión. A esto
tendía, con su pensamiento, el pobre Aristóteles, al estable-
cer la privación (que lleva aparejada cierta disposición)
1
como generadora, origen y madre de la forma ) , pero no
i) Aristóteles, Metafísica, I X , 4, 1055 b.

154
pudo lograrlo. N o ha podido lograrlo porque, detenién-
dose en el género de la oposición, quedó trabado de suerte
que, no habiendo descendido al concepto específico de la
oposición, no llegó n i vio el f i n , del cual se desvió muy
rápidamente, diciendo que los contrarios no pueden conve-
nir actualmente en u n mismo substrato.
P O L . — A l t a , rara y excelentemente os habéis pronun-
ciado sobre el todo, el m á x i m o , el ser, el principio y el
U n o . Pero me gustaría veros tratar acerca de la unidad,
porque encuentro u n Vae solil * ) . Aparte de que expe-
=
rimento una angustia grande porque en m i bolsa ) no
se aloja más que un céntimo viudo.
T E Ó F . — E s el todo aquella unidad que no está expli-
citada; que no está sujeta a distribución n i división n u m é -
rica; y que |constituye] una singularidad tal que acaso
tú podrías entender de no ser ella implicante y compren-
siva • ) .
P O L . — E x c m p l u m ? Porque, a decir verdad, intendo,
mas no capto.
T E Ó F . — D e l mismo modo, la decena es una unidad,
pero implicante; la centena no es menos una unidad, bien
que más implicante; el millar no es menos unidad que las
otras dos, pero mucho más implicante. Esto que os muestro
dentro de la aritmética debéis pensarlo más profundamente
y simplemente en todas las cosas. E l sumo bien, lo mayor-
mente apetecible, la perfección suma, la suma biaventu-
ranza, consisten en la unidad que lo implica todo. Nosotros
nos deleitamos con el color, pero no en uno cualquiera
determinado, sino mayormente en uno que implique todos
los colores. Nos deleitamos con la voz, mas no en una
[ v o z ] particular, sino en una que resulte de la a r m o n í a
de todas, que las implique. Nos deleitamos en un [obje-
1) Ecclesiastes. I V , 10.
2) E n el texto: marsupio e crumenu. D e l l a t í n : marsupium, ii;
crurneva. ce: bolsa.
») E n el texto: complicante e compréndante.

155
to] sensible, pero mayormente en aquel [ser] que con-
tiene en sí todos los [objetos] sensibles; en un inteligible
que contenga todo lo inteligible; en un [ser] comprensivo
que abrace todo lo que pueda abarcarse; en un ser que lo
contenga todo; y mayormente [nos deleitamos] en aquel
Uno que es el mismo todo.
Del mismo modo que tú, Polimnio, te deleitarías más
en la unidad de una gema a tal punto preciosa que equiva-
liese a todo el oro del mundo que en la multiplicidad de
millares y millares de céntimos como el que tienes en t u
bolsa.
POL.—Optime.
G E R V . — H e m e aquí [hecho] docto. Porque así como
el que no entiende el U n o no entiende nada, así también
el que entiende verdaderamente el U n o lo entiende todo; y
aquel que más se acerca a la inteligencia del U n o , m á s se
aproxima a la comprensión de todo.
DlCS.—Yo también, si he comprendido bien, me mar-
cho muy enriquecido por las meditaciones de Teófilo, rela-
tor fiel de la filosofía nolana.
T E Ó F . — A l a b a d o s sean los dioses, y glorificada por
todos los vivientes la infinita, la absolutamente simple,
absolutamente una, altísima, y absoluta Causa, Principio
y Uno.

156
INDICE
r>3

Prólogo], por ANGEL VASALLO 7

Epístola proemial 1 5

GlORDAXO NOLANO:

A los principes del universo . . 28


A su propio espíritu 28
Al tiempo Vi
Del amor . . 29

Primer diálogo 3l
Segundo diálogo . . 59
Tercer diálogo 83
Cuarto diálogo . . 111
Quinto diálogo . . 135

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