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Libros históricos
1. Características generales
2. Libros históricos
a) Josué. A pesar de su unidad actual, este libro deja entrever que en él están
recogidas diversas tradiciones orales (2-9) y escritas, algunas muy antiguas (21, 1-
41; 21). En las dos etapas de redacciones deuteronomistas, posteriores al año 622
a.C., se hizo uso de esas tradiciones, que luego experimentaron todavía una
reelaboración sacerdotal, acompañada de un incremento de material (3.6.15.17; 6,
116; 22, 9-34). En forma esquemática, y épica a veces (6-8, 1-29; 9-10), describe
la conquista rápida y total de Canaán por Josué (2-12), si bien algunos textos (13,
1-6; 16, 10; 17, 12-16) y el libro de los jueces (c 1) nos dicen que ésta fue larga y
azarosa; además se le atribuyen victorias conseguidas por otros (12, 10). Su
objetivo es probar la fidelidad de Dios a su promesa de entregar (13-22) su tierra
(3, 11; Lev 25, 23) en herencia a su pueblo (Gén 12, 7; 15, 18; Dt 4, 1; 6, 10-15,
etc.). Dios estará con Josué en esta empresa (1, 5-9), a condición de que tanto él
como el pueblo permanezcan fieles a la ley (1, 6-9; 23 ), reconociendo a Yahveh
como a su único Dios (24, 14-18, 21). En caso de mezclarse con las gentes del país
y postrarse ante sus ídolos (23, 12-16), Yahveh se irritará contra ellos,
arrebatándoles con la cooperación de estas mismas gentes la tierra buena que él
les ha dado (1, 1-5; 23, 16), y en la cual Israel habita en calidad de huésped (Lev
25, 23). Todo el libro resalta el significado religioso de los acontecimientos; la
conquista de Canaán por Israel y su reposo en esta tierra es un episodio de la
historia de la salvación, el cual apunta hacia el ingreso en el reino de Dios (Mt 25,
34) y el descanso eterno en él. Cancán fue luego entendido como una figura de
aquel reino (Heb 4, 8-9) en el que Cristo, el otro Josué (y°hósú'á: Yahveh salva),
nos introducirá una vez que hayamos triunfado del pecado (1 Cor 6, 9-11; 15,50;
Gál 5, 21).
g) Libro primero de los Macabeos. Fue escrito en hebreo, entre el año 103
y 76 a.C., por un judío saduceo, contemporáneo de los hechos narrados (175-135
a.C.) y ferviente admirador de los asmoneos, los cuales a su juicio estaban
predestinados para salir victoriosos de la lucha entre el helenismo (incluidos los
judíos sincretistas, 1, 12-16) y el yahvismo (5, 62). De aquél, personificado en
Alejandro Magno, salió un «retoño de pecado» (1, 11), Antíoco Epifanes, que
desencadenó la rebelión y la resistencia judía por colocar la «abominación (siqqes)
de la desolación» (mesbommem 1, 57; Dan 9, 27; 11, 31; 12, 11) sobre el altar,
desplazando con ello el Baal Shamem (Zeus Olympios), a Yahveh de su trono (O.
EISsFELD, Baalsamem und Yabvé, ZAW 57, 1939, 1-31). Confiando en que Dios los
llevaría a la victoria final (2, 59-61; 4, 8-11; 30.55; 12, 15; 16, 3), muchos
israelitas empuñaron las armas dispuestos a morir en defensa de su pueblo y de su
ley (2, 50.64). Dentro de la linea de Jue, Sam y Re, el autor describe las incidencias
de la lucha desde el punto de vista de su significado religioso. La situación trágica
que se ha producido es un castigo pasajero y medicinal; Dios lo ha impuesto por los
pecados del pueblo (1, 66), infiel a la ley. Es obligación de cuantos cumplen la ley
cambiar la situación (2, 67), lanzándose activamente a esta empresa bajo la
dirección de los Macabeos, con fe en las promesas de la alianza, y así la lucha
victoriosa hará posible el cumplimiento de la ley y paralizará la obra de los
pecadores (2, 48). Dios, artífice de la historia, ayudará al pueblo a conseguir el
triunfo. Por eso los israelitas, aunque no se atreven a pronunciar su nombre por un
excesivo respeto, lo invocan antes de los combates (3, 18-22; 4.10-11; 9, 48; 11,
71) y le piden consejo. Como carecen de profeta (4, 46; 9, 27; 14, 41), ellos se
atienen a la torá (3, 48), la cual contiene la palabra de Dios y cuya observancia
asegura la continuidad del trono del David «por los siglos de los siglos» (2, 57) y la
posesión pacífica de la tierra prometida.
h) El libro segundo de los Macabeos, escrito en griego hacia el 120 a.C. por
un judío alejandrino, describe en un tono retórico y patético la lucha religiosa entre
el judaísmo (2, 21; 8, 1) y el helenismo (4, 13) en torno al templo de Jerusalén,
desde el año 175 hasta el 160 a.C. Es un epitome de la obra en cinco tomos de
Jasón de Cirene (2, 20-23). El templo, el más célebre del mundo (2, 23), el
santuario más importante de los judíos (15, 18), ha sido saqueado y profanado por
los reyes seléucidas y por los apóstatas judíos, aprovechándose de que Dios estaba
momentáneamente irritado por los pecados de su pueblo (5, 17). Pero la muerte de
los mártires aplacará la ira divina (4-7) y restaurará con todo esplendor el lugar
santo (5, 20). Con la ayuda de Dios (5, 21), Judas Macabeo sale victorioso de la
lucha y lo purifica (8, 1-10, 9); los repetidos conatos de profanarlo nuevamente
fracasan (10, 10-13. 26; 14, 1-15.37). La purificación del templo fue solemnizada
con la fiesta de la Hanukkah (1, 9.18; 10, 1-8; 1 Mac 4, 36-39) y la muerte de
Nicanor (15, 28-35) quedó exaltada con la celebración del «día de Nicanor» (1 Mac
7, 45-50; 2 Mac 15, 36-37). Los enemigos del templo fueron castigados (3, 24-
29.39; 5, 7-10; 9, 1-28; 13, 6-8; 14, 33; 15, 28-35) y obligados a confesar la
santidad del lugar (3, 2; 13, 25). El triunfo de la ley, de la religión, del judaísmo es
total. No cabe ningún compromiso (4, 7-17) entre el helenismo impío y la ley santa
(6, 23-28), el Dios santísimo (14, 36), el sagrado templo (2, 22) y el pueblo santo
de Dios (15, 24) y herencia suya (1, 26).
Dios pone sus ángeles buenos (11, 6; 15, 23) a servicio de los que luchan por
la fe judía; los justos, ya glorificados, interceden por ellos (15, 12-16); y, si los
soldados caen en la lucha envueltos en alguna impureza (12, 40), se benefician de
las oraciones de los vivientes (12, 41-46) mientras esperan la resurrección (7, 9; 9,
11-14; 14, 46) y la retribución en la otra vida (6, 26). En cambio, los impíos
recibirán en el juicio divino el justo castigo por su soberbia (7, 36). Los
santos no sólo luchan por poseer aquí la tierra prometida, sino también por
una magnífica recompensa (7; 14, 45) en el mundo que empieza con la
resurrección, en el reino de los santos (Dan 12, 1-4).
3. Novelas históricas
b) Tobías. Este libro, obra de un autor anónimo (s. iii-zv a.C.), refiere una
historia, inspirada en gran parte en la Sabiduría de Ahikar, cuya finalidad es
enseñar la providencia de Dios para con los que le sirven (12, 7). Aunque éstos
sufran grandes calamidades, Dios les devolverá el bienestar, pues las desgracias no
son otra cosa que una prueba divina para acrisolar su virtud. Rafael se encarga de
presentar a Dios sus oraciones y buenas obras (12, 12-14, passim). El libro hace
hincapié en la santidad del matrimonio. Inculca la oración, el ayuno y todas las
formas de caridad para con el prójimo (4, 319; 12, 6-10; 14, 8-11). Es un
edificante libro de familia, cuya lectura todavía no ha perdido nada de su
actualidad.
Luis Arnaldich