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Cultura nacional: la Antígona de las Pampas
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Introducción:
Aquí se pregunta Agoglia cuál debería ser la función que cumpla la literatura, el
arte o la filosofía, para satisfacer esta demanda efectiva, la de tener una cultura nacional.
Estas disciplinas, subraya el autor, no pueden ser aún nacionales en la medida que no
hay todavía autonomía o libertad; pero pueden serlo instrumentalmente en cuanto
ayuden a lograr la liberación: hacernos cobrar conciencia de nuestra dependencia y
darnos el ímpetu de libertarnos. En esta encrucijada abierta por Agoglia se inscribe el
análisis de la obra antes citada “Antígona Vélez” de Leopoldo Marechal, en cuanto se
esfuerza en dar una respuesta efectiva sobre el problema cultural y político de nuestro
país en la década peronista del 50.
Una definición clásica del mito es la del filólogo Kirk (1970), que lo define de
esta manera: “they are the tales that have been passed down from generation to
generation, that have become traditional” (pag 282). A fin de completar esta definición,
y especificarla adecaudamente, agregaremos la definición de Vernant (1974), según la
que los mitos actúan “como sistemas de ordenamiento de la vida social”; Cassirer
(2009), por su parte, afirmaba que “la sociedad es el verdadero modelo del mito. Todos
sus motivos son proyecciones de la vida social del hombre”. En el caso del mito de
Antígona, tratado por Sófocles en su obra homónima, podemos observar cómo responde
efectivamente a un problema social que acuciaba al hombre medio del siglo V a.C, y
cómo también pretende regular la vida social de esos mismos hombres en tanto les
prescribe, en última instancia, un modo de comportamiento determinado; este problema
es el siguiente: ¿qué valor podemos asignarle al concepto de nómos, de ley?
¿La ley es instaurada por una convención que se da entre los hombres, o
coexistía con los hombres desde el principio, originada por los dioses? La segunda
opción supeditaría la justicia terrena a la justicia divina, que estaba representada por
acciones, no por palabras (Pinkler, 1998, pag 166). Las leyes quedan así divididas entre
dos clases: las leyes escritas, o leyes positivas, y las leyes no escritas, o “las ágrafas e
inconmovibles leyes de los dioses”. El mito de Antígona, en la obra de Sófocles,
representa la pugna entre dos legalidades: el carácter humano y convencional de las
leyes, y el carácter inconmovible y perpetuo de las leyes divinas. Ambas posiciones
están representadas por las figuras de Creonte y Antígona, cada uno portador de una
visión del mundo de las leyes; Creonte como figura de lo nuevo, de lo innovador que
viene a imponerse sobre la tradición, y Antígona, como la tradición que busca
conservarse y hacer perdurar su valor, sin espacio para un intercambio genuino entre
ambas posturas. Nassbaum (1995) escribe que ambos figuras “adolecen de una
significativa estrechez de perspectivas” (pag 95) En Creonte nos encontramos con un
sujeto que tiene como único fin preservar las leyes positivas, a cualquier costo,
desoyendo las obligaciones para con los dioses, y con su familia, mandando a matar a su
sobrina, e induciendo a su hijo al suicidio. En Antígona, por el contrario, el amor que
profiere tiene el carácter de obligación, quedando relegados los sentimientos, la ternura,
o cualquier signo de cercanía hacia sus seres amados; sus obligaciones se refieren
únicamente a su familia, quedando el resto del mundo en silencio. Dice Nussbaum: “Si
escuchásemos sólo a Antígona, no sabríamos que se ha producido un conflicto bélico, ni
siquiera que una “ciudad” ha estado amenazada” (pag 106). A pesar de la estreches de
ánimo de los personajes, puede afirmarse que el mito aquí también cumple su función
de “ordenamiento de la vida social” como antes anunciamos, pues el final de la obra
termina con un Creonte desvalido, con su hijo y su mujer muerta, a consecuencia de sus
acciones obcecadas, totalmente arrepentido, lo cual le lleva a decir a Sófocles, a modo
de moraleja: “No hay que cometer impiedades en las relaciones con los dioses. Las
palabras arrogantes de los que se jactan en exceso, tras devolverles en pago grandes
golpes, les enseñan en la vejez la cordura”. La obra giraba en torno a un problema
efectivo del mundo griego, sin dudas este mito hacía coro a un dilema social acuciante
“¿a qué orden debo supeditar mi conciencia, al terreno o al divino?”, al que le daba su
respectiva respuesta: al divino, bajo pena de perder la cordura, la familia e incluso la
vida.
Más importante es señalar cómo la disputa vertical entre la ley humana y la ley
divina, que es de central importancia en la obra griega, se inserta, como bien señala
Pedemonte (1998) “en el conflicto horizontal de la civilización contra la barbarie” (pag
77). Porque el quid político de su recreación está ahí, en esa concepción de la cultura de
la oposición entre un yo y lo otro, entre un nosotros y un ellos. Marechal, de esta
manera, elige el ideario liberal, de corte Sarmientino, civilización (lo blanco, lo
europeo), o la barbarie del medio (a la cual se asimilan los pueblos aborígenes),
civilización o barbarie; la Campaña del Desierto le sirve como luminaria para entender
y dilucidar el desenvolvimiento cultural argentino, la lucha entre los “argentinos que
buscan civilizar al medio “bárbaro”. De esta manera Marechal reescribe el mito para dar
cuenta de esta lucha por el progreso; tenemos, así, dos polos identificables: la Postrera,
el último bastión de la civilización cristiana blanca, que debe aguantar las incursiones de
los indios pampas, y la barbarie, que es el medio desértico y estéril, como los mismos
pueblos aborígenes. Y en medio de esta barbarie, Facundo Galván es él mismo, en gran
medida, un bárbaro, que debe imponer de modo desaforado y controversial su palabra,
para poder resistir los embates del medio barbárico; esto, sin lugar a dudas, lo asemeja a
la figura de Juan Manuel de Rosas, más en su versión literaria que en la real. Y las
características de un carácter pretendidamente autoritario, plebeyo y demagógico se
relacionan no sólo con Rosas, sino con Perón, que era considerado el “segundo Tirano”,
la reencarnación política del primero. Por extensión, la figura de Galván refería también
a Perón.
ANTÍGONA: El hombre que ahora me condena es duro porque tiene razón. Él quiere
ganar este terreno para las novillas gordas y los trigos maduros; para que el hombre y la
mujer, un día, puedan dormir aquí sus noches enteras. (V, 63)
¿Pero hasta qué punto puede ayudar a formar una idea de cultura nacional, o a
un proyecto político popular y nacional, un ideario construido sobre la dicotomía
“civilización o barbarie”? Podría decirse que Marechal encontró la idea en las
generaciones anteriores, en el siglo XIX, o más precisamente en Sarmiento. Pero la idea
tenía más vieja data; se utiliza de manera sistemática en la Conquista de América; la
idea de un nosotros y un ellos, o peor, de un nosotros y “lo” otro tiene su epicentro en
el medio del genocidio de los aborígenes. En palabras de De Sousa Santos (2001):
En Sarmiento estas ideas opuestas, “civilización o barbarie” encuentran una síntesis en la figura
de Rosas, pero que no es superadora; así lo expresa Palti (2009)
”Rosas era el elemento de síntesis, en donde la barbarie se hizo sistema, solo él era
campo y ciudad. Sarmiento lo llamó “legislador tártaro”, lo que expresaba un
oxímoron (la sociedad tártara era justamente para él la carencia de todo orden
objetivo, de toda legislación). Ello supone un fenómeno sin ejemplo ni antecedente
conocido: el surgimiento de otro orden distinto del civilizado. Y el resultado no
podía ser otro que el de barbarie absoluta (…) la historia se negaba a sí misma”
(pag 62).
Kirk, Geoffrey S. (1970) «Myth. Its meaning and functions in ancient and other cultures», Los
Angeles, Sather classical lectures 40.
Nussbaum, M. (1995) La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega,
Madrid, Visor
Marechal, A. (1998), “Antígona Vélez”, en “Obras completas, Vol II. El teatro y los ensayos”,
Buenos Aires, Perfil
Martínez Gramuglia, P. (2007), “Mito, política y usos políticos del Mito: Antígona Vélez”,
Mendoza, Revista CILHA, a.8 n.9
Fernandez Pedemonte, D. (1998), “Una hermenéutica iberoamericana del mito del conflicto de
las leyes. “Antígona Vélez” de Leopoldo Marechal”, Navarra, Revista Universitas Studiorum
Navarrensis (número de publicación sin especificar).
Palti, E, J. (2009), “El momento romántico: Nación, historia y lenguaje en la Argentina del siglo
XIX”, Buenos Aires, Eudeba.
Santos, B. (2001). “El fin de los descubrimientos imperiales”, en Revista Chiapas, México