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chocolates y bomboncitos de colores, a tal punto que las tien- Con respecto al tipo de comida que servimos, deberíamos

das de golosinas se convierten en acérrimas enemigas que de- tener en cuenta la autonomía de los niños pequeños en el acto

bemos esquivar a cada vuelta de esquina para que el niño «no de comer. La papilla o el puré es el alimento más antiniño que

las detecte». No queremos llenarlos de golosinas, pero no te- conozco. Ellos no consiguen maniobrar los cubiertos sin ensu-

nemos recursos frente al estallido de gritos y sollozos. La com- ciar, y los adultos sufrimos con el suelo regado de zanahorias.

plicación surge cuando negamos la golosina pero tampoco Podríamos ser creativos (es verdad que se requiere un poco

ofrecemos una alternativa válida de comunicación, escucha, mas de dedicación) y cocinar verduras en forma de croquetas,

tiempo y mirada real para con el niño en cuestión. pastelitos, tartas, bollos y todo lo que puedan coger con las

El problema no pasa por comprar o no el chocolate, sino manos y comer con autonomía. Éste es también uno de los

por convertir el chocolate en elemento sustituto de satisfac- motivos por los que prefieren los dulces, las patatas fritas, el

ción en lugar de la escucha. Si el niño pide «mamá» y obtiene fast-food y casi todos los alimentos envasados y de la peor ca-

«magdalena» inauguramos un circuito de incomunicación lillad: porque sienten que son dueños de comerlos como quie-

alarmante. Pero somos los adultos los que podemos decodifi- ren y además tienen el permiso de comerlos mientras juegan.

car la petición, ya que el niño previamente pidió «mamá» y Es útil que haya alimentos salados y de buena calidad ac-

no fue atendido, luego pidió «chicles» y los obtuvo, con lo cesibles a los niños para que puedan comerlos en diferentes

cual pedir chicles resulta más exitoso que pedir compañía. momentos del día, sin que sea necesariamente la hora estipu-

El exceso de dulces provoca otra confrontación en el ho- l a d a para los demás miembros de la familia. Comer es para

gar, y es el poco interés que los niños tienen por la comida y los niños parte del juego cotidiano; por lo tanto, no es indis -

por el hecho de sentarse a la mesa. Solemos poner toda la pre- pensable que sea a la mesa y en un horario fijo. No estoy pro-

ocupación en lo que no ha comido, en lugar de convertir la poniendo un descontrol total, sino que los hábitos se vayan

comida o la cena en un momento privilegiado de encuentro adquiriendo por imitación e identificación. Si los adultos dis-

familiar. Los niños rara vez sienten interés en quedarse senta- frutamos del encuentro en la mesa, si conversamos y nos inte-

dos a la mesa si no pasa nada interesante. El hábito de com- resa estar con los otros, los niños se van integrando al ritmo

partir una comida lo adquieren en la medida en que los padres familiar sin que nos demos cuenta.

se comuniquen bien entre sí, se cuenten cosas, coman con pla- Las madres que están solas todo el día con un solo niño

cer, construyan una situación relajada y alegre. Sólo entonces pueden ocuparse de comer ellas mismas algo que esté bueno

habrá momentos en los que el niño se unirá para estar en ar- de la forma que les cause placer, y permitir la compañía del

monía con el intercambio familiar, y comerá a la par de los de- hijo, que se adapta a comer lo que a ella le gusta, ¡en vez de

más. Por supuesto, siempre que no esté harto de dulces. perseguir al niño con la cucharita y sentirse defraudada por la

Obligar a un niño a que permanezca sentado, o que coma poca cantidad que logró darle!

lo que tiene en el plato, es una pérdida de tiempo y un desgas te La conexión personal nos ayuda a elegir con mayor con-

innecesario de energía, ya que la comida debería estar aso- ciencia el tipo de alimentos que ofrecemos. Sin un mínimo de

ciada al placer de compartir, y no al reproche. Para dar de co- autonomía personal terminamos escogiendo lo que presentan

mer a mi hijo, tengo que tener ganas de estar con él. l a s góndolas de los supermercados: productos lácteos como

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