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En orden al bien que deberás hacerles, guardarás esta regla. En lo que toca al
bien de su alma, has de estar advertida, que de ti y de tu mal ejemplo no tomen
jamás ocasión de tropiezo; y muestra siempre con el semblante, con las
palabras y con las obras, que los amas, y que estás siempre dispuesta y pronta
a servirlos.
El segundo medio será decirte a ti misma: Precepto del Señor es que yo ame
a mis enemigos (Matth. V); y así debo cumplirlo.
El cuarto, el precio infinito con que han sido rescatados, que no es plata ni oro,
sino la misma sangre de Jesucristo (I Petr. I, 18, 19), que tú debes venerar
siempre y no permitir jamás que sea pisada, vilipendiada y ultrajada. Si estas
cuatro cosas contemplas a menudo, amarás, como Dios quiere, a tus enemigos.
25.11.18