Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
2532807
La cuestión de cuál filósofo se ajusta al temperamento de uno, aunado a que según Fichte
uno escoge la filosofía dependiendo del tipo de persona que se es, me da la impresión de
remitir a la idea de la “reiteración” en Heidegger. En efecto, el hecho mismo de escoger un
filósofo de los que hemos estudiado implica reiterar lo que “yo ya soy”. Y así, escribir sobre
tal o cual filósofo es un proyectarme existencialmente a partir de lo que en cada caso soy
sido. Esta breve relación de la pregunta del “ensayo” con Heidegger tiene su razón de ser, en
realidad. Varias de las ideas mencionadas anteriormente tienen cierto reflejo en los
fragmentos de Heráclito y por eso me pareció que este escritor resonó conmigo en varias
instancias de los fragmentos que leímos.
Ahora bien, el pensamiento heraclíteo tiene una gran cantidad de aristas. Sería prudente, en
primera instancia, introducirlo a partir de cómo se le ha entendido “canónicamente” para
luego criticar esta postura y mostrar ciertos matices que tiene este pensador. En ese sentido,
el fragmento apócrifo de “todo se mueve y nada permanece y en el mismo río no nos bañamos
dos veces”1 nos sirve para este propósito. Este fragmento da cuenta de uno de los tratamientos
más repetidos sobre Heráclito, el cual es fruto de cómo lo interpreta Platón. Tal tratamiento
lo entiende como un filósofo del puro devenir, del puro cambio. Sin embargo, una cita más
fiel al pensamiento de Heráclito sería la de “sobre quienes se bañan en los mismos ríos
1
DK 22 A 6.
afluyen aguas distintas y otras distintas”2. Hay una diferencia fundamental entre la primera
y segunda cita, ya que esta última nos muestra la tensión sobre lo que permanece ya que esto,
lo que permanece, está en sí mismo constituido por el cambio.
En todo caso, este es solo uno de los aspectos que se mencionan en los aforismos de Heráclito,
si bien da cuenta en cierta medida de varias nociones que este pensador maneja. Otros
fragmentos apoyan más claramente la noción de Heráclito como “el oscuro”, en el sentido de
difícil de entender. De hecho, si juzgáramos tales fragmentos como hace Aristóteles, con
base al principio de no-contradicción o desde el punto de vista de un discurso proposicional,
podría parecer que mucho de lo que dice Heráclito “no tiene sentido”. “Pero Heráclito no
dice que las cosas son íntegras y no-íntegras (…). Las parejas de contrarios no son sujetos ni
predicados nominales: se «acoplan» entre sí al comprender la unidad dialéctica”4. Teniendo
esto en cuenta, podemos entender la “armonía discordante”, término que en Heráclito nos da
cuenta de cómo sin lo discordante sería imposible que existiera la armonía (entendida en
términos musicales), de cómo la naturaleza gusta de los contrarios, y de estos realiza lo
concordante. “Acoplamientos: íntegros y no íntegros, convergente divergente, consonante
2
DK 22 B 11.
3
DK 22 B 100.
4
Conrado Eggers Lan, ed., Los Filósofos Presocráticos, Biblioteca Clásica Gredos 12, 24, 28 (Madrid: Gredos,
1978)., p. 326.
disonante; de todas las cosas Uno y de Uno todas las cosas”5. Hay aquí una implicación
mutua, ya que lo Uno abarca, como habíamos mencionado anteriormente, “todas las cosas”
y en “todas las cosas” hay que saber ver lo “Uno”6. Retornamos así a la tensión que hay en
lo permanente por estar constituido por lo que cambia.
porque ¿en qué momento no está la muerte en nosotros mismos? Y tal como Heráclito dice: «como
lo mismo está en nosotros, viviente y muerto, así como lo despierto y lo dormido, joven y viejo;
pues estos, al cambiar, son aquellos, y aquellos, al cambiar a su vez, son estos7.
¿No es de cierta manera esto lo que dice Heidegger frente a la muerte y la vida, en ciertos
aspectos? “Siendo relativamente a su muerte, [el Dasein] muere fáctica y además
constantemente mientras no ha llegado a dejar de vivir”8. “La vida” está constituida
fundamentalmente por la posibilidad más cierta e irreferente, la cual es la muerte, y la única
manera de relacionarnos auténticamente con esta posibilidad es asiéndola nosotros mismos,
o como diría Heráclito, no es algo que nos pueda enseñar un erudito, sino que es parte de la
tarea de autoconocimiento.
5
DK 22 B 10.
6
Eggers Lan, Los Filósofos Presocráticos, p. 350.
7
DK 22 B 88.
8
Martin Heidegger, El ser y el tiempo, trad. José Gaos, 2. Aufl, Filosofía (México: Fondo de Cultura
Económica, 1996).
9
DK A 16, B 2.
extraordinario10 y he ahí una de las principales razones por las cuales me parece tan genial
autor.
10
Martin Heidegger, Heraclito. (Buenos Aires: El Hilo De Ariadna, 2012).