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Ricardo Andrés Flórez Jiménez

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Primer parcial Filosofía Antigua I

La cuestión de cuál filósofo se ajusta al temperamento de uno, aunado a que según Fichte
uno escoge la filosofía dependiendo del tipo de persona que se es, me da la impresión de
remitir a la idea de la “reiteración” en Heidegger. En efecto, el hecho mismo de escoger un
filósofo de los que hemos estudiado implica reiterar lo que “yo ya soy”. Y así, escribir sobre
tal o cual filósofo es un proyectarme existencialmente a partir de lo que en cada caso soy
sido. Esta breve relación de la pregunta del “ensayo” con Heidegger tiene su razón de ser, en
realidad. Varias de las ideas mencionadas anteriormente tienen cierto reflejo en los
fragmentos de Heráclito y por eso me pareció que este escritor resonó conmigo en varias
instancias de los fragmentos que leímos.

Me interesó Heráclito no solamente porque su idea de “mundo” en realidad sea mejor


entendida a nivel del “orden de todas las cosas” (no en términos cosmogónicos), o por el
hecho que el cosmos sea eterno y destructible, ya que estos son modos de ser de este, sino
principalmente porque Heráclito entiende atender el murmullo del λóγος en las cosas como
un proceso que implica autoconocerse. Así, a través de este autoconocimiento, que va en
contra de simplemente volverse un discípulo de otro (cosa que Heráclito criticaba), podemos
ver ese algo que “ya estaba ahí”, al cual no atendemos usualmente.

Ahora bien, el pensamiento heraclíteo tiene una gran cantidad de aristas. Sería prudente, en
primera instancia, introducirlo a partir de cómo se le ha entendido “canónicamente” para
luego criticar esta postura y mostrar ciertos matices que tiene este pensador. En ese sentido,
el fragmento apócrifo de “todo se mueve y nada permanece y en el mismo río no nos bañamos
dos veces”1 nos sirve para este propósito. Este fragmento da cuenta de uno de los tratamientos
más repetidos sobre Heráclito, el cual es fruto de cómo lo interpreta Platón. Tal tratamiento
lo entiende como un filósofo del puro devenir, del puro cambio. Sin embargo, una cita más
fiel al pensamiento de Heráclito sería la de “sobre quienes se bañan en los mismos ríos

1
DK 22 A 6.
afluyen aguas distintas y otras distintas”2. Hay una diferencia fundamental entre la primera
y segunda cita, ya que esta última nos muestra la tensión sobre lo que permanece ya que esto,
lo que permanece, está en sí mismo constituido por el cambio.

Ciertamente, como mencionamos anteriormente, el pensamiento de Heráclito no es de “puro


cambio” y esto lo podemos ver en el lugar que ocupa el fuego para él. El fuego es una suerte
de unidad de opuestos, es Uno y todo, ya que Uno es “todas las cosas”. Pero el sentido del
fuego como unidad de opuestos solo se da en tanto es “en el mundo”, en “todas las cosas”.
Este fuego, sobre todo, se rige por cierto λóγος, entendido como medida, de tal manera que
hay cierta unidad y regularidad en el cosmos. “El sol, por ser supervisor y centinela de estas
para delimitar, arbitrar, (…) se convierte en colaborador con el primero y soberano Dios, no
en cosas pequeñas o sin importancia, sino en las más grandes y supremas”3. Este fuego
cósmico “siempre-vivo”, sin embargo, está cambiando, en el sentido de apagarse y
encenderse en un presente durativo, no en sucesión. Esta imagen del fuego cósmico de
Heráclito tiene que ver también con cómo concibe el mundo, esto es, como uno que se
enciende y se reconstituye de nuevo cíclicamente.

En todo caso, este es solo uno de los aspectos que se mencionan en los aforismos de Heráclito,
si bien da cuenta en cierta medida de varias nociones que este pensador maneja. Otros
fragmentos apoyan más claramente la noción de Heráclito como “el oscuro”, en el sentido de
difícil de entender. De hecho, si juzgáramos tales fragmentos como hace Aristóteles, con
base al principio de no-contradicción o desde el punto de vista de un discurso proposicional,
podría parecer que mucho de lo que dice Heráclito “no tiene sentido”. “Pero Heráclito no
dice que las cosas son íntegras y no-íntegras (…). Las parejas de contrarios no son sujetos ni
predicados nominales: se «acoplan» entre sí al comprender la unidad dialéctica”4. Teniendo
esto en cuenta, podemos entender la “armonía discordante”, término que en Heráclito nos da
cuenta de cómo sin lo discordante sería imposible que existiera la armonía (entendida en
términos musicales), de cómo la naturaleza gusta de los contrarios, y de estos realiza lo
concordante. “Acoplamientos: íntegros y no íntegros, convergente divergente, consonante

2
DK 22 B 11.
3
DK 22 B 100.
4
Conrado Eggers Lan, ed., Los Filósofos Presocráticos, Biblioteca Clásica Gredos 12, 24, 28 (Madrid: Gredos,
1978)., p. 326.
disonante; de todas las cosas Uno y de Uno todas las cosas”5. Hay aquí una implicación
mutua, ya que lo Uno abarca, como habíamos mencionado anteriormente, “todas las cosas”
y en “todas las cosas” hay que saber ver lo “Uno”6. Retornamos así a la tensión que hay en
lo permanente por estar constituido por lo que cambia.

Hay un aforismo que, dando cuenta de la dialéctica de Heráclito, resonó personalmente


conmigo porque me recordó un fragmento en específico de Ser y Tiempo. Dice Plutarco:

porque ¿en qué momento no está la muerte en nosotros mismos? Y tal como Heráclito dice: «como
lo mismo está en nosotros, viviente y muerto, así como lo despierto y lo dormido, joven y viejo;
pues estos, al cambiar, son aquellos, y aquellos, al cambiar a su vez, son estos7.

¿No es de cierta manera esto lo que dice Heidegger frente a la muerte y la vida, en ciertos
aspectos? “Siendo relativamente a su muerte, [el Dasein] muere fáctica y además
constantemente mientras no ha llegado a dejar de vivir”8. “La vida” está constituida
fundamentalmente por la posibilidad más cierta e irreferente, la cual es la muerte, y la única
manera de relacionarnos auténticamente con esta posibilidad es asiéndola nosotros mismos,
o como diría Heráclito, no es algo que nos pueda enseñar un erudito, sino que es parte de la
tarea de autoconocimiento.

Como se puede colegir de lo anteriormente expuesto y presupone, además, la visión


inmanente del mundo de Heráclito, al actuar y pensar según nuestra participación en la razón
divina, “es necesario seguir a lo común (…)”9. La Razón es común y son los despiertos, no
los dormidos, quienes la comprenden. Pero por el mismo hecho de ser Razón común, esto
implica que nadie está destinado a estar despierto o dormido, nadie está destinado a no
comprenderla, y he ahí la razón por la cual Heráclito se esfuerza en que nosotros lo
comprendamos. Lo que quiere Heráclito que comprendamos, lo por-pensar constitutivo de
Heráclito pasa por lo común y por lo común en el sentido de lo cotidiano y ordinario.
Heráclito nos invita porque también en lo inaparente de lo cotidiano esencia lo

5
DK 22 B 10.
6
Eggers Lan, Los Filósofos Presocráticos, p. 350.
7
DK 22 B 88.
8
Martin Heidegger, El ser y el tiempo, trad. José Gaos, 2. Aufl, Filosofía (México: Fondo de Cultura
Económica, 1996).
9
DK A 16, B 2.
extraordinario10 y he ahí una de las principales razones por las cuales me parece tan genial
autor.

10
Martin Heidegger, Heraclito. (Buenos Aires: El Hilo De Ariadna, 2012).

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