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DE NIÑO A LÍDER, ¿CON LA AYUDA DE QUIÉN?

Sábado 1 de mayo de 2019


Iglesia Puerto Morelos II

Buenos días y un muy feliz sábado queridos hermanos. Estoy muy


agradecido por el privilegio que se me ha conferido esta mañana para
compartir con ustedes el siguiente mensaje extraído de la Santa Palabra
de nuestro Dios, pero antes, quiero invitarlos a abrir nuestros corazones a
nuestro Padre Celestial mediante una oración, oremos…

Voy a ir directo al grano, los niños debemos ser el resultado de una decisión
minuciosamente estudiada, en primer lugar porque no fuimos convocados
para elegir existir, aunque la vida es lo más hermoso que Dios nos ha dado,
sin plan, lo natural es vivir en la miseria y en segundo lugar, porque antes
de nacer del vientre de nuestra madre, nacimos en la mente de Dios, así
que en ese sentido todos somos el sueño de Dios.

Es lamentable que muchos niños en vez de estar disfrutando su vida a


través de juegos y risas, de ser valorados y tomados en cuenta, se
encuentran, ya desde muy temprano en su existencia, a cuestionarse si la
vida tiene sentido. Es triste y es un problema que nos compete a todos
resolver.

Hemos sido muy irresponsables durante mucho tiempo y no podemos


seguir avanzando así, sin tomar en cuenta a ese grupo tan vulnerable al
que pertenecemos los niños. Jesús ordenó que era menester de la iglesia
observar especial cuidado hacia a las viudas, huérfanos y niños. Por lo
tanto es una orden directa a la iglesia y un llamado de atención a sus
líderes.

La mejor manera de honrar este mandato divino es involucrándonos


activamente en la preparación de las ovejas más pequeñas del rebaño
del Señor Jesús. ¿Cómo haremos esto?

Quiero invitarlos a abrir sus Biblias en el primer libro del profeta Samuel
capítulo 1 y versículo 11, aquí podemos ver a Ana rogando al Señor la
bendición de un hijo, pero ¿para qué? ¿cuál era el propósito de traer esa
nueva vida al mundo?, la ilusión de tener en los brazos a un hijo es algo
que da gozo al alma, pero es una irresponsabilidad infame tener un hijo
cuando no se está preparado.

Algunos consideran que la paternidad significa contemplar la belleza del


bebé y disfrutar de sus gracias. Esto prepara el terreno para la indisciplina,
¿cuántas veces no hemos visto a niños que parecen incontrolables?
Avergonzando públicamente a sus padres que ante lo embarazoso de los
berrinches de sus hijos prefieren minimizar la conducta y hasta
justificándola diciendo que son travesuras naturales de los infantes.

No mis hermanos, eso no está bien. Los niños necesitamos que nuestros
padres estén preparados y en constante aprendizaje para educarnos. “La
Biblia dice: instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se
apartará de él”.

Ana era una mujer de fe y por eso obedecía el consejo divino. Muy
emocionada, imaginaba aquel día en el que podría cargar a su hermoso
bebecito, pero también estaba comprometida con la formación de un
hijo o hija que eventualmente llegaría a convertirse en un siervo o sierva
de Dios.

No es cuestión de traer a un hijo o hija solo porque sea una obligación


social, se trata de planear la llegada de seres humanos que vivan
conforme a la imagen y semejanza de Dios.

Después de aquella ferviente oración, Ana recibió su respuesta, dice el


capítulo 1 versículo 27: “por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le
pedí”.

¡Qué bendición son los hijos! Pero lo son aun más cuando llegan a un hogar
en el cual han sido tan anhelados y esperados. El pequeño Samuel
comenzó a escribir su historia con la ayuda de sus padres quienes fueron
sus principales propulsores para alcanzar el éxito.

Cuando llegó el tiempo, su madre tomó una decisión en extremo difícil


para ella. Separarse de su tan amado hijo. Pero el verdadero amor hacia
los hijos reconoce que ellos deben crecer y desarrollarse antes de querer
aferrarse egoístamente a ellos y truncar sus sueños.

El pequeño Samuel fue llevado a Silo en donde aprendería todo lo


relacionado con el servicio a Jehová con el plan de que llegara un día a
convertirse en un líder espiritual de una nación que estaba olvidándose de
Dios. Así que la necesidad de que Samuel cumpliera este sueño era de
suma importancia.

En algún momento de la historia, Samuel llegaría a recibir la estafeta para


guiar al pueblo de Dios. Por ahora era apenas tan solo un niño.
Un asunto de tal envergadura no es cosa que se deje a la casualidad, tal
como sucede en muchos lugares hoy en día, verán hermanos, no es mi
intención otra sino hacer un llamado a la conciencia de lo que estamos
viviendo en la actualidad. Ustedes juzguen si en mi hablar hay mentira,
cierto o falso es que los padres prefieren evadir la responsabilidad de
educar a sus hijos y prefieren cómodamente descargarla sobre los
hombros de los maestros y maestras en los colegios.

Y no es que ellos no sean capaces de hacerlo sino que es una empresa


imposible cuando nos percatamos de que tienen que lidiar con 15, 20 o 40
alumnos en el aula. Los padres consideran que han cumplido su labor
cuando van recogernos a las puertas de la escuela y llevarnos a casa para
que ahora sea el televisor el que se encargue de nuestra formación.

Con gran tristeza nuestro Dios ve todos los días la manera en que
desperdiciamos las oportunidades para formar una generación diferente,
una generación poderosa espiritualmente.

A este ritmo, nunca vendrá Jesús. Muy probablemente la actual


generación no será aquella que cumplirá la misión de predicar el mensaje
a todo el mundo. Por ello deberíamos concentrarnos en unir fuerzas y
transmitir lo aprendido de una a otra generación, pensando que los niños,
bien entrenados, podremos convertirnos en el ejército poderoso que
peleará con poder la última gran batalla de la humanidad y así completar
la ordenanza de predicar a todo el mundo.

El problema que planteo es que en vez de trabajar en equipo, terminamos


por boicotearnos a nosotros mismos, pasa que los adultos lo intentan, lo
intentan y vuelven a intentarlo siempre a través de los mismos métodos, y
cuando no consiguen resultados satisfactorios se llenan de frustración,
frustración que fácilmente descargan con los más inocentes.

Uno de los peores males de nuestras iglesias es que cuando los adultos se
sienten fracasados en su liderazgo espiritual, optan por hacerse a un lado
de forma irresponsable para dar la “oportunidad” (entre comillas”) a los
jóvenes y niños, pero que es lo que pasa, que naturalmente sin experiencia
y sin respaldo, los jóvenes y niños también están destinados al fracaso.

Una vez que esto ocurre los adultos comienzan a señalar lo que a su vez
causa heridas que durarán toda la vida de los jóvenes y niños.

¿Es acaso este un modelo cristiano del liderazgo?


El sacerdote Elí, quien era un hombre con muchos defectos, que fue
incapaz de educar a sus propios hijos, reconoció que su liderazgo no
estaba produciendo los frutos necesarios, así que se tragó su orgullo y vio
en Samuel la oportunidad de perpetuarse a sí mismo. Lo haría al transmitirle
al pequeño Samuel todos sus conocimientos.

Eso mismo es lo que relata el capítulo 3 versículo 1: “El joven Samuel servía
a Jehová en presencia de Elí; en aquellos días escaseaba la palabra de
Jehová y no eran frecuentes la visiones”.

Samuel nunca estuvo solo, Ana su madre, Elí su maestro y principalmente


Dios siempre estuvieron con él para apoyarlo.

Es cierto que un día los niños recibiremos el liderazgo y llevaremos la noble


responsabilidad de servir al Señor guiando a su pueblo. Pero no queremos
recibirlo como si fuera una papa caliente de la que todos están
queriéndose librar. No, lo que queremos es que desde ahora ustedes, los
adultos, nos tomen más en serio y se tomen en serio la tarea de
prepararnos.

Ustedes pueden ser conocidos como la generación que preparó a la


generación que terminó la obra de la predicación del evangelio. Es por
eso que en este momento quiero hacer el siguiente llamado, ¿quién quiere
aceptar la invitación de Dios para instruir a los niños? ¿Hay padres aquí que
asumirán el compromiso para con Dios y para con sus hijos? ¿líderes de
iglesia están dispuestos a transmitirnos sus conocimientos y su experiencia
con amor y con paciencia? Si es así, vengan, vengan, vamos a orar para
que Dios nos permita trabajar como equipo, como la familia en Cristo que
somos.

Leamos juntos hermanos, 1 Samuel 3:19-20

Oremos…

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