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REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. IX, núm. 197, 15 de septiembre de 2005
Abstract. In the last 128 years, the agrarian activity of the Argentinean province
of Tucumán has experienced a wide range of modifications; among them, the
expansion of the cultivated area, and the variations suffered by the extension and
spatial distribution of the seven groups in which the crops could be arranged are
probably the most evident. In this paper we use these variations as an indicator to
identify the main changes that the agrarian activity in Tucumán has experienced,
taking into account that the importance and extension of a group of crops is often
related with it's economical and social importance. In addition, we identify the
processes of local, national and international order that lie behind them.
Para cumplir con este objetivo hemos debido recurrir a una variedad de fuentes,
desde el momento en que no existe una serie estadística única que abarque en su
totalidad el periodo temporal cubierto por nuestra investigación; en este sentido,
debe indicarse que pese a que se han realizado diferentes Censos Agropecuarios
y Ganaderos en Argentina, el nivel de información que ofrecen es muy variable
(abundante en los dos últimos, extremadamente parco el de 1969, etc.), y no en
todos ellos figuran las hectáreas dedicadas a los diferentes cultivos. Por todo ello,
junto a las estadísticas aportadas por León (1993) referidas al año 1874, hemos
empleado cifras correspondientes al Anuario Estadístico de Tucumán para el
periodo 1900/1930, estimaciones de la Secretaría Estado de Agricultura y
Ganadería de la Provincia de Tucumán (S.E.A.G.) para el correspondiente a
1960/1990, y los resultados definitivos a nivel departamental de los Censos
Nacionales Agropecuarios (C.N.A.) de 1988 y 2002.
Por otro lado, el grado de desagregación que las fuentes nos ofrecen en lo
relativo a los cultivos es muy elevado (alrededor de las 125 en el C.N.A. de 2002,
65 en los listados de la S.E.A.G.). Por ello, hemos decidido agrupar los cultivos
en los siete grandes grupos que los Censos reconocen, a saber: frutales,
leguminosas, industriales, oleaginosas, granos, hortalizas y forrajeras, grupos a
los que hemos, al contar con información referente a ellos, añadido las semillas y
un grupo de otros cultivos (compuesto por aromáticas, flores para corte y
viveros) en el último Censo. Estos agrupamientos conforman las categorías
básicas con las que hemos trabajado, lo cual no impide que, donde ha sido
necesario para la mejor comprensión de los procesos estudiados, hayamos bajado
al nivel de especie.
Como consecuencia de este proceso de transición, los granos -maíz, trigo y arroz-
se configuraban como el grupo de cultivos predominante, presente en todos los
departamentos y en condición de monocultivo -en el sentido que se deriva de la
aplicación del índice- en la mayoría de ellos. Téngase en cuenta que, si bien el
contexto era de una Argentina que aún importaba cereales básicos como maíz o
trigo, Tucumán era la segunda provincia en función de las hectáreas dedicadas al
arroz y la tercera al trigo, proporcionando en 1875 entre ambos cultivos el 44%
del valor de la agricultura provincial (Natera y Batista. 2002, p. 402).
Resultado de todo el proceso hasta aquí descrito son las variaciones que en el
predominio de los grupos de cultivos en la provincia se registran en 1900. Así, y
como se muestra en la figura 1, el importante aumento en las tierras dedicadas a la
caña de azúcar -tanto en términos absolutos como en relación al total de superficie
cultivada provincial- supuso que el grupo de industriales aparezca representado en
la totalidad de la provincia, excepto en los departamentos Trancas y Burruyacu, en
cuyos límites no existían áreas en las que el cultivo de la caña pudiera ser entonces
fácilmente adaptado. Además, en esta época tan temprana la caña aparecía ya como
monocultivo -en el sentido que se deriva de la aplicación del índice- en los
departamentos Capital, Famaillá y Cruz Alta, área en la que, como en el momento
anterior, se localizaba la mayor parte de los ingenios.
Figura 1. Provincia de Tucumán. Grupos de cultivos predominantes en 1900.
Fuente: Anuario Estadístico de Tucumán. Elaboración propia.
Por otro lado, la importancia que el cultivo del maíz presentaba dentro de la
agricultura tucumana colocaba al grupo de los granos en pie de igualdad con la caña
de azúcar en los departamentos colindantes con el núcleo cañero provincial,
mientras que la actividad ganadera mantenía a las forrajeras como el cultivo con
mayor extensión espacial en Trancas, al tiempo que la importancia de las hortalizas
en Leales colocaba a este grupo tras los granos.
No obstante, durante la primera década del siglo XX una plaga natural vino a frenar
de manera muy importante la producción cañera provincial. Nos estamos refiriendo
a la plaga del mosaico, que en 1915 se cebó en la caña criolla, que en aquel
momento era la predominante, y que llevó a su sustitución por nuevas variedades
importadas de Java; una vez superada esta crisis, volvieron a aumentar tanto la
superficie dedicada a la caña como la producción. Además, y al igual que ocurrió
en el periodo anterior, la expansión de la superficie cañera provincial estuvo
fuertemente mediatizada por la aplicación de una serie de instrumentos legales que,
ante los continuos incrementos en la producción de azúcar -que hasta fines de los
50 estaban todavía ligados a la extensión de las tierras cultivadas (Farber y
Lizárraga. 1990, p. 148)-, la Provincia se vio obligada a dictar durante la década del
20, leyes encaminadas a limitar la producción recurriendo a instrumentos
arancelarios (Bolsi y Pucci, 1997, p. 121). El detonante fue la gran producción de
azúcar que se obtuvo en 1926, y que sobrepasó en torno a las 120.000 tns. el
consumo interno, estimado en unas 360.000 tns. (Cross. 1942, p. 16).
Sin embargo, una detallada observación del comportamiento del volumen de las
hectáreas dedicadas al maíz en Tucumán muestra un constante aumento desde 1926
hasta 1930, seguido por un progresivo descenso de la superficie maicera provincial
tras esta fecha. Pero según lo anteriormente expuesto en relación con el coste del
flete, esta expansión no podría ponerse en relación con el auge exportador que
desde la segunda mitad de la década del veinte la producción nacional estaba
experimentando; la explicación que para este incremento y el posterior descenso
que, a modo de hipótesis, podemos ofrecer, es la siguiente. En primer lugar, es
preciso tener en cuenta que el consumo interno del maíz era inversamente
proporcional al precio que este producto alcanzaba en el mercado externo. Así, y
partiendo de un precio de 5,8 pesos/100 kgs. en 1918, éste aumentó a 9,5 en 1924,
manteniéndose en torno a los 7 pesos en el intervalo 1926/28. Paralelamente, el
consumo interno descendió desde los 2,6 millones de tns. de 1919/22 -máximo del
periodo considerado- hasta los 1,4 millones en 1927/30 (Ortiz. 1987, p. 431-432).
Por tanto, hasta 1930 la mayor parte de la producción nacional era destinada a la
exportación, con lo que presumiblemente las necesidades provinciales deberían ser
cubiertas a través de la propia producción, lo que explicaría el aumento del número
de hectáreas dedicadas a maíz en Tucumán registrado hasta 1930 (cuadro 6).
Poco después de 1930 el valor del maíz alcanzó cotas mínimas en el mercado
internacional, en estrecha relación con la crisis mundial, con lo que se presentaron
grandes dificultades para colocar la producción maicera nacional en el exterior;
éstas se agravaron de manera decisiva tras el cierre del mercado europeo debido al
estallido de la Segunda Guerra Mundial, y la escasez de buques para el transporte
que trajo aparejada. Todo ello supuso que de los 9.000.000 de tns. exportadas en
1937 se pasase a sólo 553.000 en 1941 (Le Breton. 1942, p. 174). Por ello, y como
complemento a otras medidas encaminadas a dar salida a los enormes excedentes
creados -como compra de grano por el Banco Nación, o su empleo como
combustible-, parte de la producción maicera fue derivada hacia el mercado
nacional en el contexto de un proceso de promoción del consumo interno de maíz
auspiciado por el Estado (CEPAL. 1950, p. 223); como consecuencia de todo ello,
el número de hectáreas dedicadas a este grano en Tucumán descendería a partir de
1930 ante la llegada de grano más barato, cultivado en otras regiones de la
República a gran escala y bajo costo (Cross. 1942, p. 56-57).
El otro grupo de cultivos que aumentó de manera importante su superficie fue el de
las forrajeras. De entre las diversas especies que integran este grupo, dos eran las
que en este periodo estaban más extendidas espacialmente, la alfalfa y la grama
Rhodes. La primera de ellas, en una variedad que no precisaba de manera necesaria
riego, era destinada exclusivamente a su consumo local como forraje verde, y se
resolvía como la forrajera cultivada en mayor extensión (10.500 has. en 1930); no
obstante, es preciso indicar que su distribución espacial no está necesariamente
ligada a la existencia de áreas ganaderas, desde el momento en que los ingenios
empleaban este cultivo como rotación con la caña, con el fin de mejorar las
condiciones del suelo tras varios años de monocultivo cañero. De esta manera, si
bien las 1.900 has. de alfalfa cultivadas en Trancas están en relación directa con el
aprovechamiento ganadero tradicional en este departamento, las 2.500 presentes en
Cruz Alta, las 1.400 de Monteros o las 950 de Chicligasta deben explicarse a través
de la mencionada práctica de rotación.
Por su parte, la grama Rhodes era la más apropiada para las áreas de secano,
conformando un pasto perenne incluso en condiciones de gran sequía. La
introducción de ésta última fue decisiva para la actividad ganadera de los
departamentos más áridos de la provincia, dado que determinadas variedades de la
otra forrajera empleada en áreas secas, el sorgo (concretamente el Sorghum
halepense, L.), se resolvieron como plagas, siendo prohibida su siembra por el
Gobierno Nacional (Cross. 1942, p. 61).
Por último, es preciso indicar que el incremento en las hortalizas estuvo en relación
con el aumento de la población provincial, aunque algunos productos que por el
clima subtropical que zonas de la provincia región disfrutan eran de primicia en
relación con la producción del litoral, continuaban siendo exportados fuera de la
región. Si bien las mayores extensiones de huertas estaban centradas en los
departamentos del piedemonte -esto es, aquellos en los que la posibilidad de riego
era más factible-, es Leales, como en el momento anterior, el departamento en el
que este cultivo tenía mayor extensión espacial, predominando en este grupo una
vez más las calabazas y ancos (1.000 has.) y sandías y melones (1.100).
Figura 2. Provincia de Tucumán. Grupos de cultivos predominantes en 1930.
Fuente: Anuario Estadístico de Tucumán. Elaboración propia.
Como hasta aquí hemos mostrado, debido a las imposiciones legales derivadas de
las continuas crisis de sobreproducción la superficie cultivada con caña no se
extendió tanto como su potencial hubiera permitido, al tiempo que coyunturas tanto
locales como internacionales favorecieron el importante aumento de la superficie
dedicada a forrajeras y, sobre todo, granos. Por ello, los resultados del índice
referidos a 1930 (figura 2) indican cómo tan sólo en Cruz Alta y Famaillá la caña
de azúcar se resolvía como un monocultivo, compartiendo la preeminencia con los
granos en la mayor parte del resto de departamentos; únicamente en las
distribuciones por cultivo de Trancas y Burruyacu las industriales, una vez más, no
están presentes. Pero, de cualquier manera, la caña aparece como el
aprovechamiento al que más hectáreas se le dedican en la práctica totalidad de la
provincia, anunciando ya el absoluto predominio que mostraría a partir de entonces
y que perduraría hasta la década de los setenta, momento de inicio de la expansión
hacia el este de la frontera agraria tucumana a través del cultivo de las oleaginosas.
Leales y Cruz Alta, los otros dos departamentos del este afectados por el proceso de
expansión de la frontera agrícola, presentan la característica común de abarcar tanto
áreas óptimas para el cultivo de la caña como porciones de la llanura chaco-
pampeana en la que esta expansión ha tenido lugar. Por ello, el peso que la caña
continúa teniendo en 1990 es muy grande (30.000 y 50.000 has. respectivamente -
cuadro 9-), peso reflejado en el primer lugar que los cultivos industriales ocupan en
el resultado del índice. Pero la roturación y aprovechamiento con oleaginosas y
granos de grandes extensiones de tierras en su porción oriental ha supuesto una
diversificación productiva similar a la registrada en Burruyacu y Graneros.
En este último rubro es preciso diferenciar entre las hortalizas de estación y las de
primicia. Son las primeras las que han aportado el mayor monto al crecimiento total
del grupo (73%), en contraste con el total provincial, donde la situación es la de un
descenso de la superficie dedicada a estas hortalizas de estación; así, las hortalizas
de hoja -lechuga y acelga-, ocupaban 750 has. en 1990, mientras que en 1960,
según la S.E.A.G., la superficie dedicada a su cultivo era muy reducida. Estas
hortalizas son cultivos que se llevan adelante con muy poco capital y con mano de
obra fundamentalmente familiar, y que pueden ser incluso complemento de otros
aprovechamientos agrícolas -citrus, en este departamento-. Su destino es la capital,
por lo que el impresionante crecimiento de su población urbana en los últimos años,
y la cercanía a ésta, han sido los principales motores del crecimiento espacial de la
actividad (Lizárraga. 1991, p. 30). Su forma de comercialización consiste en la
venta a mercados mayoristas o minoristas de la ciudad, o en la misma venta directa
en la calle.
Pero antes de ocuparnos de esta cuestión es preciso indicar que este último
intervalo temporal ha visto cómo la superficie dedicada a los siete grandes grupos
de cultivos que venimos considerando ha disminuido en la provincia, en algo
menos de 14.000 hectáreas (cuadro 11). Esta disminución debe achacarse
fundamentalmente al descenso de las industriales, algo más de 43.000 hectáreas,
y, en menor medida, de las hortalizas, que vieron disminuir la superficie a ellas
dedicada en 6.700 has, un 40%. El resto de grupos, con la excepción de los
frutales y la mencionada del binomio oleaginosas/granos, han visto también
disminuir su superficie, pero no en las magnitudes de las dos anteriores. De
cualquier forma, las pérdidas de la hortalizas, como en su momento veremos,
pueden calificarse como de coyunturales, mientras que las de las industriales,
fundamentalmente la caña, tienen un carácter más estructural.
Son varios los elementos que explican el elevado número de hectáreas que en
2002 fueron sembradas con soja en Tucumán. Uno de ellos es la favorable
coyuntura exterior para el producto, de tal importancia que ha sido capaz de
revertir la dinámica negativa que se registró durante 1999 y 2001. Así, una
combinación de bajos stocks de granos en Estados Unidos y Europa, dificultades
climáticas en USA, y un incremento sostenido de la demanda a nivel mundial son
parte de los elementos que conforman este favorable clima exterior. También en
el orden interno se registraron coyunturas favorables: la devaluación, y el
consiguiente reposicionamiento de los costes internos, que mejoró la posición de
los bienes transables argentinos en el exterior. Así, el precio de las principales
semillas y granos que produce Argentina subió más que los costes de producción
e insumos a ellos ligados (combustible, salario, agroquímicos y maquinaria).
Todo este proceso ha estado acompañado por un cambio en el tipo de labor cultural
que se realiza, adoptando técnicas tendentes a mantener la productividad de los
suelos en el largo plazo. Como es sabido, la soja se siembra bien después de otro
cultivo de verano, bien como doble cultivo después del trigo. En la década de los
setenta y comienzos de los ochenta, la soja de implantaba de forma tradicional, esto
es, roturando la tierra, empleando rastras, rolo, etc., proceso que facilitaba la
erosión del suelo por las lluvias. Pero desde los noventa, y cada vez más, se está
implantando el sistema de siembra directa. Este sistema permite implantar un
cultivo sin la preparación total del suelo, desde el momento en que tan sólo se
prepara el suelo en la línea de labranza, quedando en el resto de la tierra el rastrojo
del cultivo anterior; con ello se evitan en gran medida los problemas de
degradación causados por la erosión hídrica. En Tucumán, las primeras
experiencias con la siembra directa datan de 1982, pero fueron abandonadas, entre
otras cuestiones por un deficiente control de malezas. Y es en este marco donde la
adopción de la soja transgénica, resistente al glifosato, resulta crucial, desde el
momento en que esta variedad es capaz de resistir el tratamiento de los campos con
este potente herbicida.
Siendo todo ello así, el porqué del enorme incremento de la superficie triguera en
estos últimos años debe buscarse en el hecho de que este grano se emplea como
cultivo de rotación con respecto a la soja, como material de cobertura de la siembra
de verano. Es más, al menos en el este de la provincia, hasta el 2002, este cultivo no
habría tenido rentabilidad económica per se, alcanzándola desde ese año, y en el
siguiente, como consecuencia de variables económicas (Volante et al. 2003, p.14).
Y, siendo todo ello así, no debe extrañar que los principales departamentos sojeros
sean también aquellos en los que más hectáreas de trigo existen, así como también
de maíz, tal y como se aprecia en el cuadro 13.
Esta expansión espacial de las hectáreas dedicadas al limón son el resultado más
evidente, más visible para el observador casual, de la importancia que ha
adquirido la actividad citrícola en la provincia. A finales del XX, Tucumán
aportaba el 90% de la producción limonera argentina, país que se encuentra en
los primeros puestos de productores e industrializadores de este cítrico a nivel
mundial; junto a la exportación de frutas en fresco de gran calidad, los derivados
del limón obtenidos en plantas agroindustriales dotadas con los últimos avances
tecnológicos, se han convertido en uno de los rubros más rentables de toda la
economía tucumana. Además, este proceso ha estado acompañado por la
transición desde una estructura de tenencia de la tierra con predominio de las
explotaciones familiares a otra en la que éstas están desapareciendo, y quedando
la actividad progresivamente en manos de unos pocos agentes, integrados
verticalmente, y con gran peso de los capitales internacionales. En este sentido,
es importante señalar el hecho de que la aparición de este tipo de capital comenzó
en 1993, cuando Merchant Bankers Asociados S.A. y MBP Internacional S.A.
entran en el accionariado de San Miguel, la mayor citrícola tucumana,
haciéndose con el control de la empresa un año después; a finales de los noventa,
los grupos extranjeros procesaban ya el 48% de la fruta (a mediados de los
sesenta lo hacían con tan sólo el 3%), desembarco de capital foráneo que ha
supuesto, además, la absorción vía compra de competidores -con lo que la
actividad limonera está quedando progresivamente en un número más reducido
de manos-, y de inserción directa, de la mano de empresas vinculadas, en los
circuitos de comercialización europeos.
Conclusiones