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Claro está, todo acto exigible contiene un mandato, entendido como un deber u obligación
a favor de otro. Ahora bien, la idea de mandamus a la que nos referimos aquí requiere de
cierta precisión con respecto a la orden dirigida al poder público.
Inicialmente, el mandato del proceso de cumplimiento es aquello que debe ser cumplido o
ejecutado por la Administración, pero que fue omitido (o realizado deficiente o parcialmente)
por el responsable. Empero, bien visto, el cumplimiento de este mandato podría exigirse a
través de diferentes vías, entre las que están el proceso contencioso-administrativo y el
proceso de amparo, además del proceso de cumplimiento. Como ya señalamos, todas
estas vías permiten controlar la inactividad de la Administración.
Ante ello, era importante definir las características del mandato exigible, además de lo ya
señalado sobre el objeto del proceso de cumplimiento. Con este propósito, el Tribunal
Constitucional había adelantado que “la norma o acto administrativo debe tener un mandato
de obligatorio cumplimiento, que sea incondicional, cierto o líquido, y pueda, por tanto,
inferirse indubitablemente”.
En el mismo sentido, posteriormente estableció, en calidad de precedente vinculante, los
requisitos que debe tener un mandamus para ser exigible vía proceso de cumplimiento. Se
refirió a dos tipos de requisitos: (1) los comunes a los mandatos contenidos en actos,
normas legales y órdenes de reglamentar, y (2) algunos solo aplicables a los mandatos de
los actos administrativos.
Sobre estos criterios que debe tener un mandamus para ser exigible mediante el proceso
de cumplimiento –según lo esbozado por el Tribunal–, además de otras cuestiones que se
desprenden de sus pronunciamientos, trataremos a continuación.
VI.CONCLUCIONES