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Jiddu Krishnamurti
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distracción toca a su fin, ¿verdad? Muchas personas se ríen de la soledad y dicen: “oh, eso es sólo
para los burgueses; ¡por Dios!, ocúpense de algo y olviden la soledad”. Pero no podemos olvidar
el vacío interno, no podemos ponerlo a un lado.
Por eso, si queremos comprender esta cosa fundamental que llamamos soledad, deben cesar
todos los escapes; pero los escapes no cesan preocupándonos al respecto o buscando un
resultado o mediante alguna acción del deseo. Uno debe ver que, sin comprender la soledad,
toda forma de actividad es una distracción, un escape, un proceso de autoaislamiento, el cual sólo
crea más conflicto, más desdicha. Es esencial ver ese hecho, porque sólo entonces puede uno
hacer frente a la soledad.
Entonces, si investigamos esto más profundamente aún, aparece el problema de saber si eso que
llamamos soledad es algo real o si es tan sólo una palabra. ¿Es la soledad un hecho, o es meramente
una palabra que encubre algo que tal vez no sea lo que pensamos que es? ¿No es la soledad un
pensamiento, el resultado de pensar? O sea, el pensar es verbalización que se basa en la memoria;
¿acaso no es con esa verbalización, con ese pensamiento, con esa memoria, con lo que miramos
el estado que llamamos soledad? El hecho mismo de dar un nombre a ese estado puede ser la
causa del temor que nos impide mirarlo más detenidamente; y si no le damos un nombre, el cual
es fabricado por la mente, ¿existe, entonces, ese estado de soledad?
Por cierto, hay una diferencia entre ese estado de soledad (loneliness), que implica sentirse solo,
solitario (lonely), y el otro estado que implica estar solo, libre, no depender de nadie (alone). La
primera de las soledades es la esencia del proceso de autoaislamiento. Cuanto más consciente es
uno del sí mismo, tanto más aislado está, y la conciencia del “yo” es el proceso de aislamiento.
Pero la otra soledad (aloneness) no es aislamiento, y sólo existe cuando ha dejado de existir la
soledad del aislamiento. Es un estado en el que ha llegado completamente a su término toda
influencia, tanto la externa como la interna de la memoria; y sólo cuando la mente se halla en ese
estado de soledad creativa puede conocer lo incorruptible. Pero, para llegar a eso, debemos
comprender la soledad que implica este proceso de aislamiento constituido por el “yo” y sus
actividades.
Así, pues, con la comprensión respecto del “yo” comienza a terminarse el aislamiento y, por lo
tanto, llega a su fin el estado de soledad que el aislamiento origina.
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La soledad del aislamiento (loneliness), es por completo diferente de la soledad creativa
(aloneness). Ambas soledades no son comparables. El hombre que conoce la soledad del
aislamiento jamás puede conocer aquello que no depende de nada, que es libre. ¿Conocen
ustedes ese estado de soledad? Nuestras mentes no están integradas como para hallarse cre-
ativamente solas. El proceso mismo de la mente es separativo. Y lo que separa conoce la soledad
del aislamiento.
Pero la otra soledad no es separativa. No es una expresión de la masa, no está influida por la masa
ni es el resultado de la masa, no está constituida tal como lo está la mente; la mente pertenece a la
masa, a lo colectivo. No es una entidad creativamente sola, libre; ha sido formada, compuesta,
elaborada a lo largo de los siglos. Jamás puede conocer la soledad creativa. Pero, si cuando pasan
por la soledad angustiosa del aislamiento, son conscientes de ella, surge a la existencia la soledad
libre y creativa. Sólo entonces puede manifestarse aquello que es inconmensurable.
Por desgracia, la mayoría de nosotros busca la dependencia. Queremos compañeros, queremos
amigos; no queremos vivir en un estado de separación, en un estado que genera conflicto. Aquello
que es solo y libre, jamás puede hallarse en un estado de conflicto. Pero la mente nunca puede
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percibir eso, nunca puede comprenderlo; sólo puede conocer la soledad del aislamiento.
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En tanto soy el observador del dolor, no puede haber una terminación del dolor. Pero cuando
me doy cuenta de que “yo” soy el dolor, de que el observador es en sí mismo el dolor, cuando la
mente se da cuenta de que ella misma es el dolor (no cuando observa el dolor, no cuando lo está
sintiendo), de que ella misma es la creadora y la experimentadora del dolor, entonces el dolor llega
a su fin. Esto es algo extraordinariamente difícil de experimentar, de percibir, porque durante siglos
hemos separado el dolor de aquello que lo experimenta. Esto requiere, no el pensar tradicional,
sino una intensa percepción alerta, atenta e inteligente. Ese estado inteligente, integral, es la
soledad creativa. El estado integral existe cuando el observador es lo observado. Y en esa soledad
creativa, en este estado de plenitud, de completa independencia y libertad del ser, cuando la mente
ya no busca a tientas nada, cuando no anda tras de la recompensa ni evita el castigo, cuando está
verdaderamente silenciosa, sólo entonces se manifiesta aquello que la mente no puede medir.
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Espero estar expresándome claramente. O sea: me siento solo y eso me atemoriza. ¿Cuál es la
causa del temor? ¿No es porque ignoro cuáles son las implicaciones que contiene la soledad? Si
conociera el contenido de la soledad, no la temería. Pero, debido a que tengo una idea de lo que
podría ser, escapo de ella. Lo que genera temor es el hecho mismo de escapar, no el de mirar la
soledad. Para mirarla, para permanecer con ella, no puedo condenarla. Y cuando soy capaz de
afrontar la soledad, soy capaz de amarla, de examinarla.
Entonces, esa soledad que tanto me atemoriza, ¿es meramente una palabra? ¿No es, en realidad,
un estado esencial, quizá la puerta que puede conducirme al descubrimiento? Esa puerta puede
llevarme más allá, de modo tal que la mente comprenda ese estado en el que debe estar sola,
incontaminada. Porque todos los otros procesos que la alejan de esa soledad, son desviaciones,
escapes, distracciones. Si pudiera vivir con la soledad sin condenarla, entonces, gracias a eso, la
mente quizá podría descubrir ese estado en el que se halla por completo sola (alone), no aislada
(lonely) sino totalmente sola, libre, sin depender de nada, sin procurar encontrar la felicidad por
intermedio de algo.
Es necesario estar solo de este modo, conocer esa soledad (aloneness) no inducida por las
circunstancias, esa soledad que no es aislamiento, esa soledad creativa en que la mente ya no está
buscando ni la felicidad ni la virtud, y ya no genera resistencias. Es la mente sola, libre, la que
puede descubrir, no la mente que ha sido contaminada, corrompida por sus propias experiencias.
De esta manera, la soledad (loneliness) de la que todos somos conscientes, quizá pueda, si sabemos
cómo mirarla, abrir la puerta hacia la realidad.
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Interlocutor: Todos experimentamos la soledad del aislamiento (loneliness); conocemos su dolor y
vemos sus causas, sus raíces. Pero ¿qué es la otra soledad (aloneness)! ¿Es diferente de aquélla?
Krishnamurti: La soledad que es el dolor, la angustia de la solitud, el estado de aislamiento,
existe cuando uno, como entidad, no encaja en nada, cuando se siente aislado del grupo, del país,
de su esposa, de sus hijos, totalmente separado de los demás. Usted conoce ese estado. Ahora
bien, ¿conoce la otra soledad? Usted da por sentado que está solo; pero ¿está solo?
La soledad es diferente de la solitud, pero usted no puede comprender la soledad si no
comprende la solitud. ¿Conoce usted la solitud? La ha observado subrepticiamente, la ha
mirado con disgusto. Para conocerla, debe usted comunicarse con ella sin que se interponga
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ninguna barrera, ninguna conclusión o especulación, ningún prejuicio; debe aproximarse a ella
con libertad y no con temor. Para comprender la solitud, esa soledad de aislamiento, tiene que
abordarla sin ningún sentimiento de temor. Si se aproxima a ella diciendo que ya conoce su causa,
sus raíces, entonces no podrá comprenderla. ¿Conoce usted esas raíces?
Las conoce especulando desde fuera. ¿Conoce usted el contenido interno de la solitud? Tan sólo
lo describe, pero la palabra no es la cosa, no es lo real. Para comprender ese contenido, usted
debe abordarlo sin deseo alguno de escapar de su solitud. El pensamiento mismo de querer
escapar es de sí una forma de insuficiencia interna. ¿Acaso la mayor parte de nuestras acti-
vidades no son maneras de eludir la solitud? Cuando uno está solo enciende la radio, practica
pujas, corre en busca de gurúes, chismea con otros, va al cine, asiste a las carreras, etc. La vida
cotidiana de ustedes consiste en escapar de sí mismos; de este modo, los escapes llegan a ser
sumamente importantes y ustedes disputan acerca de los escapes, si la bebida o Dios. El
problema es el escape en sí, aunque puedan acudir a diferentes medios para escapar. Ustedes
pueden causar, psicológicamente, un daño enorme con sus escapes respetables, y
sociológicamente, con sus escapes mundanos; pero para comprender la solitud deben llegar a su
fin todos los escapes, sin esfuerzo, sin compulsión, viendo simplemente la falsedad que implica
el escape. Entonces uno está enfrentándose directamente con “lo que es” y comienza el
verdadero problema.
¿Qué es la solitud, o sea, la soledad del dolor, del aislamiento? Para comprenderla no debemos
darle un nombre. El sólo nombrarla, la asociación misma del pensamiento con otros recuerdos
de eso que nombramos, acentúa la solitud. Experimente con ello y véalo. Cuando haya dejado de
escapar verá que, hasta que comprenda lo que es la solitud, cualquier cosa que haga será otra
forma de escape. Sólo comprendiendo esta dolorosa soledad puede uno ir más allá.
El problema de la otra soledad, la soledad creativa, es completamente diferente. Nunca estamos
solos; siempre estamos con gente excepto, quizá, cuando realizamos paseos solitarios. Somos el
resultado de un proceso total compuesto de influencias económicas, sociales, climáticas y otras
influencias ambientales, y en tanto estemos influenciados, no estamos verdaderamente solos.
Mientras exista el proceso de acumulación y experiencia, no puede existir jamás la soledad
creativa, que sólo puede existir cuando no existen las influencias. Esta soledad es una acción que
no es el resultado de una reacción ni es la respuesta a un reto o a un estímulo. La otra soledad, la
solitud, es un problema de aislamiento, un aislamiento que buscamos en todas nuestras
relaciones y que es la esencia misma del “yo”: mi trabajo, mi naturaleza, mi deber, mi propiedad,
mi relación. El proceso mismo del pensar, que es el resultado de todos los pensamientos e
influencias del hombre, conduce al aislamiento. Comprender el aislamiento con su soledad no
es un acto burgués; uno no puede comprenderlo mientras contenga en sí el dolor de esa insufi-
ciencia no revelada que surge con la vacuidad, con la frustración. La soledad creativa, libre, no es
un aislamiento, no es lo opuesto de la solitud; es un estado del ser que adviene cuando toda
experiencia y todo conocimiento se hallan ausentes.