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Vía alterna

2 + 3 años de periodismo cultural


Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia

Manjarrés Freyle, Annabell, 1985-


Vía alterna : 2 + 3 años de periodismo cultural / Annabell Manjarrés Freyle. -- 1a. ed.
-- Santa Marta : Universidad del Magdalena, 2018.
356 p. : fot. – (Colección dorada de autores del Magdalena)

ISBN 978-958-746-114-5 -- 978-958-746-115-2 (digital)



1. Manjarrés Freyle, Annabell, 1985- Colecciones de escritos 2. Periodismo cultural –
Colombia - Siglo XXI I. Título II. Serie

CDD: 079.861 ed. 23 CO-BoBN– a1018937

Primera edición, 2018

© UNIVERSIDAD DEL MAGDALENA

Editorial Unimagdalena
Carrera 32 No. 22 - 08 / Bloque 8 - Segundo Piso
(57 - 5) 4217940 Ext. 1888
Santa Marta D.T.C.H. - Colombia
editorial@unimagdalena.edu.co

Colección Dorada de Autores del Magdalena

Gobernadora de Magdalena: Rosa Cotes de Zúñiga


Directora Oficina de Cultura Departamental: Matilde Maestre Rivera

Rector: Pablo Vera Salazar


Vicerrector de Investigación: Ernesto Amarú Galvis Lista
Coordinador de Publicaciones y Fomento Editorial: Jorge Enrique Elías-Caro

Diseño de portada y diagramación: Luis Felipe Márquez Lora


Fotografía de portada: Annabell Manjarrés Freyle
Editor literario: Clinton Ramírez C.
Corrección de estilo: Gran Caribe, Pensamiento, Cultura, Literatura

Santa Marta, Colombia, 2018

ISBN: 978-958-746-114-5 (impreso)


ISBN: 978-958-746-115-2 (digital)

Impreso y hecho en Colombia - Printed and made in Colombia


Xpress Estudio Gráfico y Digital S.A.S. - Xpress Kimpres (Bogotá)

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Autor. Queda prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio impreso o digital conocido
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Las opiniones expresadas en esta obra son responsabilidad del autor y no compromete al pensamiento
institucional de la Universidad del Magdalena, ni genera responsabilidad frente a terceros.
Contenido

La historia de la historia.................................................................... 9

ENTREVISTAS

Hernán Casciari, creador de la blognovela..................................... 15


Conversaciones sobre el arte conceptual......................................... 21
“La poesía en Santa Marta es un trabajo silencioso”: Gustavo
Arrieta.................................................................................................. 27
Steinar Saether, un versado en la historia de Santa Marta............ 33
Mamani-Mamani, el niño terrible de los Andes............................ 37
“Ser codirector del Banco de la República es un homenaje a los
intelectuales del Caribe”: Meisel....................................................... 41
Flor Romero, de la mujer al mito..................................................... 47
Ramón Illán Bacca y sus reminiscencias samarias......................... 55
En defensa de la poesía en tiempos inciertos................................. 59
“Al Nadaísmo hay que aplicarle la eutanasia”: J.M. Arbeláez........ 65
Algunas aclaraciones sobre el ‘periodismo cultural’...................... 71
La herejía de Carlos Payares.............................................................. 77
“La poesía, ese humano sonido”: Teobaldo Noriega...................... 83
El País íntimo de Hernán Vargascarreño........................................ 89
“En mi alcaldía no se perdió un solo centavo”: Alfonso Díaz
Granados............................................................................................. 95
La casa del mar de Eduardo Barros Pinto....................................... 101
El reto anticipador de Cepeda Samudio.......................................... 105
“Estoy totalmente en contra del plebiscito”: Piedad Córdoba...... 115
Las nostalgias del coronel Márquez................................................. 119
“El poeta es una especie de espacio limítrofe entre el agua y lo
terrestre”: Samir Delgado.................................................................. 125
Yo, Mercedes Pérez Tigreros............................................................. 131
Fernando Núñez, entre la poesía y la ciencia................................. 135
Metin Cengiz, el poeta del amor y la revolución............................ 141
“Las palabras también pueden dar a luz”: Müesser Yeniay........... 149

CRÓNICAS

Las historias increíbles de Pedro Conde.......................................... 157


“Nunca canté para ser famosa”: Totó la Momposina..................... 165
Endaldo Cantillo: poeta de una tragedia que se canta y baila...... 169
De las estancias del Jaguar al camino de la novela......................... 175
“Miren, ya llegamos: Somos los pericos…”..................................... 185
Annabel Villar, Julio Pavanetti y un recorrido por Estambul....... 195
“Me retiré del mar”: Pepe Alzamora................................................ 203

REPORTAJES

El adiós de un Buendía: cerrará el último hostal en Aracataca.... 221


El Hospital San Juan de Dios, la batalla jurídica por su
propiedad............................................................................................. 229
El suicidio: un fenómeno al alza....................................................... 241
Los pueblos palafíticos de la Ciénaga Grande: entre la desolación
y la esperanza...................................................................................... 249
El Comandante en la Quinta............................................................ 255
Economía y sociedad en la región de Santa Marta en el siglo
XIX....................................................................................................... 261
Los potentados del banano en tiempos de la United..................... 273
La “bruselitis” y la dolce vita de la élite bananera.......................... 283
La “Yunai” en la literatura latinoamericana.................................... 299
José Rafael Dávila, protagonista y testigo de la belle époque
bananera.............................................................................................. 315
ARTÍCULOS

La blognovela, un nuevo género literario........................................ 337


Sobre la ridiculez................................................................................ 341
Una mirada a la prensa samaria en el siglo XIX............................. 345
El Churiador, un periódico curioso del siglo XIX samario.......... 349
La historia de la historia

Los seres humanos somos esencialmente causales y narrativos.


La coherencia de las historias que construimos nace, sin duda, de
la información de que disponemos. La causalidad nos hace ser
explicativos, y de esa curiosa naturaleza se nutre precisamente el
periodismo. De hecho, teóricamente se entiende la estructura de
una noticia como la respuesta a cinco interrogantes: ¿qué?, ¿cómo?,
¿cuándo?, ¿dónde? y ¿por qué?
Nos resulta más cómodo seguir las manecillas del reloj, ir del
punto A al B, que manejar la lógica contraria, es decir, pensar en
A como punto de llegada y en B como sitio de partida (imagine el
lector a alguien caminar en retroceso por una calle concurrida).
Contemplamos el mundo a partir de un modelo. Por eso, en
periodismo, noticia es lo que acaba de pasar (ahora, en este momento).
Tal información es suministrada en una especie de presente alterno
que da por estéril y superficial lo ocurrido en otro tiempo, de hace
varias décadas, por ejemplo.
Sin embargo, aunque para algunos de nosotros resulte poco útil,
la noticia puede darse y sostenerse en lo ocurrido en el pretérito. Si
alguien nos dijera que nuestro padre no es nuestro padre, que somos
fruto de un engaño, en aras de complacer nuestra naturaleza narrativa e
insistentemente coherente, saldríamos a buscar esa noticia de inmediato.
Pero a todas estas, cuál sería la noticia: ¿la información que
acaban de darnos (que no somos hijos del que creíamos nuestro
padre), o el hecho de que nuestra madre probablemente le haya sido
infiel con el carnicero de la esquina?

9
¿Dónde encontraríamos el cuerpo de la noticia? Presumo que en
el pasado. Tendríamos que emprender un viaje, y no precisamente de
A a B, sino todo lo contrario, de B a A, lo que se constituiría en una
experiencia, además de conmovedora, increíblemente interesante.
¿Cuál de los acontecimientos nos resultaría de mayor utilidad para
seguir llevando la vida que hasta ese momento hemos llevado? Creo
que lo más importante sería conocer la identidad de nuestro padre.
Es así como concibo la construcción y la lectura de este libro
de Annabell Manjarrés Freyle. Un texto que nos trae noticias
magníficamente elaboradas de nuestro pasado. Para aquellos que
vean en lo que señalo una suerte de idea peregrina, les recuerdo
las palabras del Gabo ante la 52a. Asamblea de la Sociedad
Interamericana de Prensa, citada en Los Ángeles, California, en
octubre de 1996: la mejor noticia no es siempre la que se da primero
sino muchas veces la que se da mejor.
Creo que el texto que nos concierne es, antes que un compendio
de crónicas, entrevistas y reportajes, un libro de noticias bien
suministradas. No en vano, Annabell Manjarrés, además de
periodista, es poeta.
Tal como si averiguáramos por la identidad de nuestro verdadero
padre (siguiendo el ejemplo colocado atrás), me pregunto: ¿habrá
un habitante de este país a quién no le interese saber que existió
una colonia de colombianos ricos en Bruselas, que se favoreció no
sólo con la fiebre de la siembra del banano, sino de un programa
institucional de adjudicación de predios (una especie de Agro Ingreso
Seguro de antaño) que repartió la tierra, que nos pertenecía a todos,
a una casta de privilegiados que hoy y siempre le han mirado y le
seguirán mirando por encima del hombro?
¿A quién no le interesaría conocer la historia de Pedro Conde,
un samario que presumía de haber trabajado al lado de grandes
luminarias del cine como Clint Eastwood y Robert de Niro y de
directores de la talla de James Cameron?
¿A qué colombiano, que haya experimentado el remezón de la
poesía, pero que no ignore que es una actividad que no enriquece a
nadie (hablando en términos monetarios), no le gustaría entender la

10
razón de porqué existen todavía algunos descocados que les interesa
convertirse en poetas?
Son estas algunas de las noticias que nos trae el libro de Annabell
Manjarrés Freyle, cuyo único afán, según ha declarado en una
entrevista, es informar, destacar y promover los valores artísticos,
históricos y culturales tanto de su región como del país y otros lugares
del mundo que ha visitado. Quizá sea la razón por la que abunden en
estas páginas las entrevistas a artistas, narradores y poetas.
Por último, existe en el texto una singularidad que no debo pasar
por alto. Usualmente la historia se nutre del periodismo. Por eso no
resulta extraño observar a los historiadores convertidos en ratones de
hemerotecas. El trabajo de Annabell ejecuta la actividad contraria.
Escarba en la historia para integrar en sus crónicas y reportajes las
heridas disimuladamente cerradas del pasado. El oficio periodístico
cumple aquí una función que nunca le ha sido ajena, remueve en
el barro que arrojaron los privilegiados para cubrir sus actos y nos
cuenta, sin ambages, la historia de la historia.

Adolfo Ariza Navarro

11
ENTREVISTAS

13
Portada Más respeto que soy tu madre del escritor
argentino Hernán Casciari.

Hernán Casciari, creador de la blognovela1

A raíz de mi proyecto de tesis de grado2, entrevisté al escritor


argentino Hernán Casciari, creador de este formato de escritura literaria
con el blog Más respeto que soy tu madre (2003). El autor aceptó muy
amablemente contestar, vía chat, mis inquietudes. Sus explicaciones me
resultaron valiosas para concluir mi trabajo académico. Desenvuelto,
ágil, sus respuestas representan, a mi juicio, un aporte para los futuros
estudiosos de las características de este género, posible gracias a la
aparición de la computadora, la Internet y el chat.

1. Publicada en la Revista Encontexto N° 2 - Octubre 2011 - Publicación Semestral – Revista de


investigación formativa de la Universidad Sergio Arboleda.
2.El papel que desempeña el blog masrespeto.blognovelas.es de Hernán Casciari en la creación de un
nuevo género literario: la Blognovela, tesis para optar al título de Comunicadora Social y Periodista de
la Universidad Sergio Arboleda, Santa Marta, 2011.

15
La entrevista me la concedió en julio de 2009, y la publico como
una muestra temprana de mi vocación periodística.

¿Qué es la blognovela?
Se trata de una obra escrita en primera persona, donde la
trama ocurre siempre en tiempo real. Por tanto, no son válidas las
extrapolaciones, ni un transcurso del devenir diferente al de la fecha
de publicación. El protagonista se reconoce como gestor del formato
(el weblog), la realidad afecta al devenir de la trama, el protagonista
“existe” fuera de la historia (lo que indica que los lectores tienen el
derecho de interactuar con el personaje principal desde un sistema de
comentarios), y, finalmente, el autor no aparece nunca mencionado
dentro del territorio de la ficción.

¿Por qué considera que la blognovela es un género literario y


cuáles son sus características?
Cuando se me pregunta si la blognovela es un formato para
escribir novelas o un género literario en sí mismo, suelo decir que es
mucho menos que eso: se trata, sencillamente, de un espectáculo en
vivo. Si la blognovela no tuviese espectadores habría que llamarla
de otro modo; y si ya ocurrió o aún está por ocurrir, también debería
llamarse de otro modo. La blognovela “es” mientras ocurre, y en
tanto un grupo humano compacto le esté prestando atención. De lo
contrario es feto o ya ha muerto.

¿Cómo surgió la idea de hacerse pasar por Mirta Bertoti?


Todo ocurrió en septiembre de 2003: vivíamos en un departamento
del barrio de Gracia que entonces nos parecía suficiente. Yo tenía un
empleo nocturno, mi ciudadanía italiana no llegaba nunca. Era un
trabajo periodístico aburrido, facilón y mal pago que, sin embargo, me
salvó el bolsillo en las épocas que no portaba una nacionalidad decente.
Me levantaba a las dos de la mañana y me iba a una oficina de la
Rambla Catalunya. Debía estar allí hasta las nueve, la noche entera,
haciendo una labor absurda que no requería más de dos horas. Para
no aburrirme las cinco restantes, abrí un blog y empecé a escribir en
él como si fuese un ama de casa de pueblo. Había viajado un mes
antes a Buenos Aires, de visita.

16
Tenía tan fresco todavía el viaje a Buenos Aires, tan presente la
música oral de Mercedes, que me pareció divertido llegar a la oficina
cada madrugada y hacer una caricatura de mi barrio, una exageración
de mi familia, un chiste interno de aquel descontrol que me había
empapado durante veinte días. No buscaba nada escribiendo aquello,
pero inventarlo me hacía feliz.
Una de esas noches, mientras tecleaba los primeros cuentitos,
inició sesión Cristina en el messenger (ella en casa, yo en la oficina)
y sin decirme “Hola” escribió: —Vamos a ser papás.
Dejé al ama de casa del blog hablando sola, las luces prendidas
del edificio, el ascensor abierto, las llaves puestas, y me escapé del
empleo nocturno a mitad de la noche, pidiendo a gritos un taxi,
para que Cristina me repitiera esas cuatro palabras a la cara. No
buscábamos un hijo, pero la noticia me hizo feliz.
Todo lo que pasó desde entonces fue veloz, extraño e imprevisto.
La panza de Cristina creció, mi culo creció, el blog del ama de casa
se llenó de gente desconocida. Cada vez hacía menos sacrificios
en el empleo nocturno: dedicaba las noches, ya casi al completo, a
escribir aquellos cuentos que sin querer se estaban convirtiendo en
una novela rara y espontánea.
Yo sabía que, tarde o temprano, mis jefes se darían cuenta de
mi inoperancia descarada, pero busqué hasta el final un equilibrio
entre el mínimo esfuerzo y el ocio permanente. Entonces, una tarde,
nació Nina. Al mismo tiempo acabé aquel blog de la mujer gorda y
comencé otro de textos breves, en el que me dediqué a despotricar
contra España con la voz de un argentino quejoso.
Poco después, y gracias a esos hobbies, ya no tuve que ir a
ninguna parte a fingir un empleo, porque había encontrado —sin
buscarlo mucho— el modo de hacer redituable el ocio, aniquilando
el esfuerzo por completo.

¿Por qué decidió ser Mirta y no otro personaje: un celador, por


ejemplo?
Los blogs empezaban, en esa época, a ser más o menos
conocidos, pero más que nada por gente moderna, por geeks. Ellos
usaban la herramienta de un modo muy autorreferencial, para

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hablar de tecnología. Y a mí me pareció un buen chiste interno
que esa herramienta la utilizara alguien con analfabetismo digital
y un ama de casa de pueblo me pareció adecuado para solventar
ese chiste. Para “desprestigiarle” la herramienta a tanto pelotudón
con iPhone.

¿Es decir que fue como una crítica a los “Yupis”?


No, quizás un modo de burlarme de ellos sin que se dieran
cuenta. Porque debemos recordar que yo no estaba haciendo ficción
abiertamente, sino “haciéndoles creer” que la que escribía era
realmente una señora de pueblo.

¿Cree que si no hubiera sido por el blog de alguna manera


hubiera escrito esa historia?
No hubiera escrito esa historia en otro formato, no en uno
tradicional. Ayudaron dos cosas a que lo hiciera: uno, el vivir fuera de
mi tierra, y dos, el hecho de que rápidamente lectores desconocidos
se hayan sentido atrapados por la historia. Ésta última eventualidad
me impulsó a continuar y acabar la historia. No lo hubiera hecho si
los lectores no hubiesen aparecido.

¿Los lectores fueron su inspiración?


La única. ¿Qué sentido hubiera tenido hablar para las paredes?
De hecho, cuando empecé, la idea era hacer cuentitos sin hilo alguno.
Yo mismo no tenía pensado seguir más de una semana o dos. Pero
la aparición espontánea de desconocidos me envalentonó. “¿Ah, les
gusta? ¿Quieren más?” Etcétera.

Cuando se enteraron que usted era él y no ella, ¿qué sucedió? He


leído que mucha gente se indignó. Pero de igual manera siguieron
fieles a la ilusión de Mirta. Quisiera saber más anécdotas sobre
ésta, porque es uno de los puntos más interesantes ¿Cómo se
sintió?
A mitad de la novela hice un intervalo de un mes. En la historia,
Mirta se iba con su esposo a una “segunda luna de miel”. Ella
misma, antes de despedirse, enlazó a una página desconocida. Esa

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página era Orsai. El primer artículo de Orsai. Ese artículo de Orsai
empieza así: “Hola, me llamo tal, y ayer acabé la primera parte de un
experimento de ficción llamado Etcétera”. En los comentarios a ese
primer artículo de Orsai tienes todas las indignaciones que quieras.
Literales y escritas de puño y letra por los lectores de la blognovela.
En este punto, el blog dejó de publicarse durante treinta días. Mirta
y sus textos estuvieron de regreso el 1 de abril de 2004, con el capítulo
160. Sin embargo, en medio de las vacaciones del matrimonio, los
lectores conocieron la identidad del autor de la blognovela, desde el
entonces flamante blog Orsai y su primera entrada, que se llamó El
viejo folletín y las nuevas tecnologías, fechado. Hay muchas notas al
pie en la historia, explicando situaciones ajenas al relato.

¿Por qué decidió darse a conocer?


Darme a conocer, en ese punto de la historia, fue una necesidad de
marketing. La historia comenzaba a aparecer en la prensa, los diarios
hablaban del asunto, y a raíz del anonimato yo no podía capitalizar
el fenómeno. Después de eso, claro, el teléfono de casa comenzó a
sonar y las editoriales a interesarse. Antes, no sabían a dónde llamar.
(En Orsai, desde el primer día, aparece mi teléfono).

¿Cómo lo trató la prensa española?


Eran épocas en que cualquiera que se tirase un pedo por Internet
era llamado “pionero”. Me trataron siempre muy bien, pero nunca
me lo creí demasiado.

¿Qué piensa de toda esta experiencia?


Me divierte muchísimo escribir, todo lo demás me aburre
bastante. ¿Qué pienso? Que estaba en el sitio correcto y en el
momento correcto… con una historia que tenía ganas de contar. No
siempre todo se da tan a favor.

¿Cómo hizo para que su blog fuera leído, lo promocionó o


simplemente entraba a otros blogs a comentar?
No, no hice nada, la gente entró muy de a poco, y después fue
todo boca a boca

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¿En aquella época no entraba a otros blogs? Por ahí encontré
uno de Las cinco del viernes.
Había muy poquitos, ese era uno y un par más que “Mirta leía”.

¿Cuáles?
No existen ya. Uno se llamaba Borjamari, y también lo usé de
personaje de la novela y otro era Daliuska (mexicana), que aparece
en la novela también pero hoy no están ya esos.

¿En el blog aparece un chat, por qué agregarle un chat a la


historia?
Eran “sorpresas”, juegos fuera de lo que los lectores esperaban.
A veces esperaban texto y yo les daba otro recurso. Poder contar un
cuento por Messenger siempre me resultó innovador. Cuando Mirta
descubre que nacho es gay, lo hace a través del messenger. Esa es
una historia contada con un recurso nuevo. Y el chat, lo mismo. Me
imaginé la típica conversación chismosa de la cola de la carnicería,
pero en el ámbito tecnológico de un chat. Entonces imaginé que el
carnicero del barrio ponía “comercio electrónico” y que todas las
señoras, en vez de ir a comprar, compraban desde su casa, pero sin
perder la chismografía en las conversaciones.

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Eduardo Márceles Daconte, crítico de arte.
Foto: Cortesía de Eduardo Márceles

Conversaciones sobre el arte conceptual3

La historia del arte retrata los cambios en la cultura de los pueblos a


través de los años, por lo tanto, lo que antes era conocido como una obra
artística genial, hoy en día corre el riesgo de no ser tan original e interesante.
El impacto que un bodegón produjo en sus primeras apariciones en una
sociedad antigua no provoca ningún efecto en la mirada del hombre
moderno, puesto que lo ve como una pieza de arte decorativo.
Es así que comienza explicando Eduardo Márceles Daconte,
máster en Artes del Centro de Estudios Latinoamericanos de la
Universidad de California, otro hijo prodigioso de Aracataca y
amigo de Gabriel García Márquez. En su visita a Santa Marta, habló
en exclusiva para Macondo sobre el arte conceptual.

3. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 10 de Febrero de 2013.

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Vino a Santa Marta a presentar un nuevo libro sobre el desarrollo
de las artes plásticas en el país, al que dedicó años de estudios. Es un
especialista en la historia cultural de América Latina y un conocedor
de las artes visuales y la literatura. Su minucioso estudio sobre la
vida y obra de los artistas plásticos colombianos más representativos,
plasmado en el mamotreto ensayístico Recursos de la Imaginación,
ratifica su estatus como experto en la historia del arte colombiano.

¿Cómo surgió la idea de escribir un libro sobre el arte plástico


en Colombia?
Esta investigación surgió como algo esporádico, y me llevó casi
30 años en los que iba y venía a Colombia, porque estuve viviendo
en China dos años y en Estados Unidos unos 18 años. Como venía
con frecuencia, seguía con la investigación, visitando a los artistas
en sus talleres, leyendo sobre ellos, tomando notas, y fue así como
poco a poco fui completando el mamotreto. Cuando lo quise publicar
me dijeron que no era conveniente porque llevaba muchísimas
imágenes. Entonces decidí dividirlo por regiones. Me tocó hacer un
trabajo bastante dispendioso, sacar a todos los artistas del Caribe
del libro y dejar todos los de la región Andina. Cuando terminé de
hacer eso, me di cuenta que había quedado un hueco, que hacían
falta reflexiones, entonces seguí trabajando en el manuscrito hasta
que sentí que estaba terminado.
Hace como cuatro años se publicó el primer tomo sobre la región
Caribe, que pronto se agotó. Muchas personas me pedían ejemplares
desde Alemania e Italia, por el interés hacia una obra que proyecta
un enfoque histórico de la pintura y de los artistas seleccionados que
a mi entender han hecho una contribución valiosa al desarrollo de la
plástica en Colombia, ya sea en la región Caribe o en la región Andina.

¿Qué características tuvo en cuenta para definir qué artistas han


hecho una contribución a la plástica colombiana?
Esas características son difíciles de definir, en eso interviene
muchísimo la intuición y el riesgo. Interviene también el conocimiento
que uno tenga de las técnicas y de cómo se ubican, porque los artistas
de alguna manera contribuyen con cierta originalidad en el trabajo.

22
Aunque hoy en día la originalidad es muy difícil de conceptualizar
porque hay muchos artistas y el arte se ha explorado desde muchos
puntos de vista. Sin embargo, uno encuentra que existen unos que
están proponiendo algo diferente, ya sea a través de la técnica o de
la temática.

¿Le llamaríamos arte conceptual a las expresiones artísticas


actuales?
El arte conceptual realmente empieza a considerarse desde 1968,
no es algo nuevo. Aquí a Colombia llegó tarde, diez años después de
haber sido bautizado como arte conceptual en Berna, Suiza, en una
exposición bautizada Viva en su imaginación el arte. Aquí, el arte
ya no se presentaba para verlo y disfrutar. Antes de ese momento
histórico el arte se enfatizaba más en la belleza, la armonía, el color
y los aspectos halagüeños de la naturaleza y el ser humano, pero en
el 68 todo se rompe. Pongo esta fecha porque fue cuando la historia
del arte contemporáneo se parte en dos. Por un lado, el arte más
convencional, que sigue una trayectoria histórica y, por el otro, el
arte conceptual, más audaz.

¿Ese arte tradicional es el arte figurativo?


Puede ser el arte figurativo o el arte abstracto; el arte abstracto
viene desde principios del siglo XX con Kandisky, quien es uno de
sus pioneros. Solo hasta la década de los años 50, los artistas asumen
el arte abstracto. Cuando digo que el arte se parte en dos en el 68 es
porque a partir de esta fecha nace el arte conceptual y esto hace que
el arte se democratice. Tú no tienes que haber seguido toda una serie
de aprendizajes formales para ser artista; puedes ser autodidacta, o
poseer un diplomado como artista o pintor.

¿En el 68 se parte la historia de la pintura o del arte?


No solo del arte de la pintura sino del arte visual, porque vemos que
los artistas se expresan a través de diferentes materiales incluyendo
su propio cuerpo. En Italia, Piero Manzoni utiliza su propia materia
fecal para expresar un concepto. La depositó en unos 50 envases
de latas de sardinas. Kurt Schwitters dijo: “Todo lo que escupe el

23
artista, es arte”, entonces Manzoni consideró que todo lo que saliera
de él sería una obra, ya fuera su aliento, su saliva o sus excrementos.
Desde aquí ya venía gestándose el arte conceptual. También hay
artistas que utilizan todo tipo de materiales, por ejemplo, en 1978,
un grupo de artistas de Barranquilla se gana el Salón Nacional
con la obra Alacena con zapatos. Esa obra marca el inicio del arte
conceptual como tal, porque además dio una pauta que le otorgó una
especie de certificado de nacimiento, de autenticidad. Los artistas se
dieron cuenta de que si una alacena llena de zapatos viejos se gana
un Salón Nacional, significaba que todos podíamos hacerlo.

¿Qué obras podríamos llamar “conceptuales”?


Toda obra de arte realmente tiene un concepto, no hay que
olvidarse que Nubia Medina y Ángel Almendrales, ambos, tienen
un concepto ecológico. Nubia con la cuestión marina y Ángel con
los mangles y las atmósferas. Nubia Medina, para referirme a otra
obra suya, llena un lienzo de metro y medio con peces con muchos
matices de colores, sobre todo azules, cuyo concepto nos hace
reflexionar sobre los barcos pesqueros. Hay obras que no tienen
concepto y se convierten en obras comerciales. En estas el concepto
se repite y pierde el significado. Antiguamente sí había el concepto
de Vanitas vanitatum (vanidad de vanidades) donde los bodegones
significaban lo efímero de la vida y tenían una serie de símbolos,
una vela apagada que representaba una vida que se extingue, o un
conejo muerto. Esto nos decía que perdíamos el tiempo en la vanidad
si la vida es efímera. Y así de efímero es el arte conceptual, por eso
necesita ser grabado o fotografiado en el acto.

¿Cuál es su apreciación sobre los artistas samarios?


Aquí en Santa Marta está Luis Jimeno, que es un artista que se
ganó un Salón Regional con un performance en el que él se pone en
posición fetal para decir que él nace de sí mismo. También tenemos
a Carlos Chacín, quien utiliza herramientas más escultóricas y la
instalación, pero también es conceptual desde el punto de vista de
querer expresar una crítica.

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En vista de que cualquier persona pueda emitir un concepto
utilizando cualquier herramienta, ¿no cree que esto se presta
para la mediocridad? ¿Qué opina usted?
Yo pienso que hay artistas muy buenos y también hay mucha
basura, ya que hay gente que cree que poner unos ladrillos en una sala
es original. No, eso ya se hizo y ese es el problema de muchos artistas
que no conocen la historia, y al no hacerlo creen que descubren el
“agua tibia”. Esa es la razón por la que no están descubriendo nada.
La persona que ha estudiado la historia del arte lo ve y dice: eso ya
está hecho. La creatividad es lo que define al arte.

¿Cuáles son los mejores conceptualistas colombianos?


Los grandes conceptualistas de la época son Bernardo Salcedo,
Antonio Caro y Miguel Ángel Rojas.

25
Gustavo Arrieta, poeta.
Foto: Cortesía de Gustavo Arrieta.

“La poesía en Santa Marta es un trabajo


silencioso”: Gustavo Arrieta4

A Gustavo Arrieta López se le ve por las calles de Santa Marta


con su mochila Kogui al hombro llena de proyectos, de poemas,
textos por revisar. Quién más que él para medir en el termómetro de
la poesía de esta ciudad. Gustavo es un samario que va más allá del
Morro y las faldas de la Sierra Nevada para entender el pensamiento
poético de los “Hermanos Mayores” y nombrarlo. Es licenciado en
Lenguas Modernas y especialista en Pedagogía de la Lengua y la
Literatura por la Universidad de Pamplona.

4. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 24 de febrero de 2013.

27
Como escritor ha dedicado parte de su vida a los talleres literarios.
Un oficio noble en el que se descubre a sí mismo encontrando
talentos. Pocos como él se dedican a esta labor de transmitir el amor
por la palabra.
Gustavo Arrieta López es director del taller literario de la
Universidad del Magdalena, T.A.L.I.U.M. y, además, dirige el taller
de escritura creativa de Santa Marta asociado a Renata, programa del
Ministerio de Cultura. Gustavo nos habló sobre sus comienzos en la
poesía, cómo llegó a ser orientador de poetas samarios y, además,
cómo percibe el trabajo literario en Santa Marta.

LA POESIA DE GUSTAVO

¿Cómo fue ese encuentro con la poesía?


Desde muy pequeño me llamaban la atención los cuentos que
me leían las profesoras, los poemas que aparecían en los libros de
castellano, pero podría decirse que empiezo a escribir poesía gracias
al amor, como le ocurre a la gran mayoría de poetas que empiezan
a escribir. Los primeros amores de infancia que en su mayoría son
platónicos y, por supuesto, al conocer a poetas como Neruda o Julio
Flórez. Cuando llega el primer amor, llegan los primeros versos de
Gustavo Arrieta.

¿Muchos de esos primeros versos los podremos encontrar en su


primer libro, Imago?
Imago es una publicación producto del trabajo en la universidad
como tallerista. En mi trabajo en la universidad tuve la oportunidad
de acceder a muchos libros que en mi infancia y adolescencia no
tuve. Esto significó un encuentro con otros compañeros con las
mismas inquietudes y afinidades, empezamos a leer, a buscar autores
y por eso en Imago se busca algo más consciente y no solo es el
escribir por el amor a la poesía sino la poesía por la poesía misma.
Hay incluso personas que dicen que mi poesía tiene mucho más peso
literario en Imago que en la que estoy haciendo actualmente. Ese
trabajo es una recopilación de muchos poemas que yo guardaba en
papelitos, cuadernos, servilletas, y que en el momento preciso que
tuve el tiempo empecé a revisar. En el trabajo de Imago hay mucha
corrección y destrucción.

¿Qué significa para un poeta romper sus propios escritos que a


otros lectores sí les gustan?
Esa revisión fue un encuentro en el que prevaleció el que me
gustara a mí. Los compañeros me decían por qué no publicaste tal
poema que le escribiste a tal persona, pero prevaleció mi criterio
personal. También en Imago hay poemas que a los lectores no les
gustan o dicen no saber qué quise decir.

¿Qué es más importante para un poeta, que le guste lo que está en


su libro, o lo que otras personas han recopilado de su obra?
Ambas cosas. Uno escribe por un lado para sentirse bien con
uno mismo y, por otro, para publicar. Por ejemplo, hay un poema
en Imago dedicado a Jorge Luis Borges, y cualquiera se pregunta
a quién carajos le interesa un poema dedicado a Jorge Luis Borges;
son muy pocas las personas. Pero ahí, en el poema, confluye todo lo
que he leído sobre Borges, además de ser mi homenaje personal, más
allá de si a alguna persona le interesa o no.
Hay poemas, como “Algunas tardes en tus labios”, que cuentan un
pequeño momento de mi vida y está en Imago. Los poemas de Retóricas
del silencio son poemas escritos pensando en la poesía misma.

¿Qué significa para usted que su trabajo actual no tenga el peso


poético de Imago?
Yo creo que entre más joven uno tiende a ser un poco más
emocional, el trabajo de Imago lo dice. Es el tránsito del estado
larvario de un insecto al estado adulto, mientras que El lenguaje
de las Burbujas, mi otra publicación, es un trabajo más consciente,
algo más desde la experiencia y producto de una dinámica en mi
estadía en la Sierra Nevada con los indígenas Kogui. Claro que hay
emociones, sentimientos y reflexiones, pero asumí que lo que estaba
escribiendo debería estar más limpio y pulido.

29
¿A qué le está escribiendo Gustavo Arrieta en la actualidad?
Gustavo Arrieta le está escribiendo a la cotidianidad, a lo que
interpreto de la realidad. Soy un poco rebelde y contestatario. Ya no
escribo tan seguido, por aquellos de las labores, pero cuando escribo
un poema soy muy crítico con la sociedad. Encuentro los espacios
y escribo un poema o un cuento, leo un autor y elaboro un ensayo.
Estoy leyendo mucho.

¿Cómo van sus proyectos literarios?


Acabo de escribir un cuento donde mezclo un poco mis recuerdos
de infancia y el ideal de sociedad que queremos. Me veo muy
reflexivo, no escribo por escribir. Hay un impulso, maduro la idea y
luego me siento a desarrollarla. Antes era más visceral.

EL TALLERISTA

¿Cómo surgió el trabajo como tallerista?


El trabajo como tallerista parte de un sueño de unos compañeros
y yo cuando estudiábamos y refundamos el taller literario Jorge Luis
Borges de la Universidad del Magdalena.
Desde ahí me dije a mí mismo: “Quiero vivir de la literatura.
Este es el trabajo que me gusta”. Empecé a formarme, a leer sobre
escritura creativa, sobre edición de poemas, sobre pedagogía, porque
el trabajo poético es distinto y además cada estudiante es distinto.

¿Cómo va la poesía en Santa Marta?


Hay un trabajo muy silencioso. Los jóvenes están escribiendo
cosas muy buenas en sus diarios, en sus blogs, en sus cuentas de
redes sociales, pero la ciudad no lo sabe, y es importante que se sepa.
Podemos descubrir trabajos muy buenos de otros lugares donde sí
se está trabajando la difusión, donde los recursos lo permiten. Lo
importante de la obra del artista es que se reconozca y se consuma,
pero cuando uno va a una librería en Santa Marta, encuentra a los
mismos autores de siempre y no a las nuevas promesas de acá, es
muy difícil.

30
¿Qué diferencia hay entre un poeta que se ha formado en un
taller y uno empírico?
No sabría decirlo. Hay escritores que se han formado en un
taller y de pronto son muy académicos. Esto también depende
de la metodología que emplee el director del taller. También hay
escritores empíricos que son muy académicos. Hay escritores que se
han formado en talleres y son malos, les falta la magia, el toque, pero
también los hay muy buenos. También tiene mucha importancia el
taller personal, depende de cómo se procese la información recibida.
Es muy difícil establecer una diferencia entre un tallerista y un
empírico. Los talleres hoy en día le están apuntando a metodologías
que combinan la lectura, la edición, la revisión minuciosa de los
trabajos. De pronto yo podría pensar que un poeta empírico podría
ser egocéntrico, que no quiera que otro revise su poesía y no pueda
tener en cuenta las correcciones; el tallerista sí porque sabe que
necesita de otro que le dé un juicio crítico sobre su obra, y esto
es fundamental. El trabajo del tallerista resulta ser un poco más
depurado en el empleo de ciertas técnicas.

¿Qué temas tratan los escritores samarios de hoy?


Actualmente estoy editando la antología de cuentos de la Red
Relata del año pasado. En esta antología confluyen 26 cuentos
de jóvenes estudiantes, de personas adultas, egresados. En la
presentación quería responder esa pregunta y me di cuenta que
hay 26 cuentos distintos, con temáticas diferentes que van desde lo
espiritual, el existencialismo, la violencia, lo pasional, la fantasía.
Durante ese proceso seleccioné un párrafo más representativo de
cada cuento, y de repente ocurrió que me encontré con un Cadáver
Exquisito, ahí es donde me doy cuenta que hay un eje y ese eje es
la realidad. La realidad social actual abruma a cada uno de los 26
talleristas. Es una realidad que parte de lo subjetivo para concebir
una realidad objetiva. La gente está sufriendo en su familia, en la
calle, con sus ansias y deseos; la gente está con ganas de un mundo
mejor y también hay un anhelo por transcender. Hay una literatura
muy personal y critica de lo que está sucediendo en la sociedad.

31
Steinar Saether, un versado en la historia
de Santa Marta5

Los investigadores samarios suelen consultar y citar la obra del


Ph.D en Historia de la Universidad de Warwick, Steinar Saether, un
noruego cuya obra Identidades e independencia en Santa Marta y
Riohacha, 1750-1850 ha sido publicada por el Instituto Colombiano
de Antropología e Historia.
Saether llegó a Santa Marta como un turista más. Esta tierra
lo recibió con su historia en los parques, las calles y monumentos
dispuestos a ser indagados. Un año después regresó como investigador
para hacer su doctorado en Historia sobre la independencia de la

5. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 28 de abril de 2013.

33
Provincia de Santa Marta. Para emprender este proyecto se puso
en contacto con el profesor Antony Macallen de la Universidad de
Warwick en Inglaterra, a quien le escribió manifestando su deseo de
estudiar la historia de Santa Marta a finales de la Colonia. Macallen,
interesado en el tema, le ayudó a ampliar el proyecto cubriendo casi
un siglo de la historia de Santa Marta desde el siglo XVIII hasta
mediados del siglo XIX.
Steinar Saether dedicó tiempo completo durante tres años de
su vida a consultar los documentos que se encuentran en Sevilla-
España, ciudad donde vivió un año para leer toda una serie
continua de legajos. También consultó el Archivo Nacional de
Indias, el Archivo Histórico Nacional de Madrid y el Archivo de
la Marina para no perder detalle de los viajes que partieron del
viejo continente hacia Santa Marta durante la época de la colonia.
Después se trasladó a Bogotá para consultar el Archivo General de
la Nación, y fue ahí donde Saether consiguió información sobre
cónsules ingleses y norteamericanos en Santa Marta, información
que sirvió para investigar los pedazos de nuestra historia que se
encuentran en lugares inimaginables, como por ejemplo en el
Archivo Nacional de Inglaterra y en el Archivo Nacional de los
Estados Unidos en Washington.
“Escribí la tesis en inglés, la terminé en 2001. Por casualidad lo
leyó una persona del ICAM (Instituto Colombiano de Antropología
e Historia) en Bogotá y me propusieron traducirla y publicarla al
español. Yo acepté encantado porque nunca imaginé que alguien
realmente la leyera. Al principio, fue una investigación que estaba
haciendo para obtener mi título, pero no tenía la ilusión de que la
gente la iba a leer; sin embargo, resultó que gustó y el ICAM la
publicó en el 2006 con el título Identidades e independencia en
Santa Marta y Riohacha 1750-1850”, comentó Saether.
Durante todo este proceso, Saether no pudo obviar a autores como
el samario Arturo Bermúdez Bermúdez y el antioqueño Ernesto
Restrepo Tirado, quienes con su rigurosidad científica permitieron
que esta obra se convirtiera en un libro de culto.

34
¿Por qué eligió estudiar el periodo de la Independencia de la
Provincia de Santa Marta?
La pregunta central de la tesis es si la Independencia tuvo un
efecto en la sociedad de aquí, si es que solo se trató de un cambio de
élite o si realmente pudo haber un cambio a nivel social, económico
o político que tuviera importancia para el común de la gente. Lo que
hice fue estudiar los matrimonios antes y después de la Independencia.
Entender quiénes se casaron y con quiénes antes de este período
y tratar de compararlo con los autos matrimoniales después de la
Independencia.

¿Hubo cambios significativos después de la independencia?


Descubrí que sí hubo cambios importantes en los matrimonios.
No es solo como la gente concebía a la sociedad, porque, como
sabemos, durante la colonia el antiguo régimen pensaba en una
sociedad de corporaciones, había una república para indios y otra
para españoles. De hecho, en todos los registros parroquiales tenían
libros especiales para blancos descendientes de españoles, mestizos,
negros o blancos. Con la Independencia se termina legalmente esa
división; sin embargo, a mí me interesaba saber si esto se traducía en
un comportamiento diferente de la gente.

¿Qué encontró específicamente?


Uno puede ver cambios interesantes con respecto a los
matrimonios. Por ejemplo, aquí en Santa Marta, después de la
Independencia, había algunos pueblos indios tributarios como
Mamatoco, Taganga, Ciénaga, Gaira. Antes de la Independencia se
ve que hay muy pocas relaciones entre los habitantes de esos pueblos
y otros sitios de la Costa. Todos los matrimonios que se conocen se
dieron entre los habitantes de los pueblos, esto cambió después de la
Independencia. Algunos de los indios de Mamatoco se relacionaron
con gente de la ciudad y fue así como este corregimiento se convirtió
en un barrio. Hay muchos más matrimonios entre mamatoqueros y
tagangueros, por ejemplo. Aquí es donde entran más apellidos y se
crea una dinámica muy diferente.

35
¿Qué sucedió con las élites?
También para las élites samarias hay cambios importantes.
Después de la Independencia empiezan a casarse con extranjeros,
algo que no era muy común antes de este hecho. Se casan también
con los veteranos del ejército de Venezuela.
Quiero anotar que también hubo un cambio al interior de la
población de esclavos que se redujo considerablemente en las
primeras dos décadas de la primera República pues, antes de la
Independencia, muy pocos esclavos se habían casado. Digamos que
el porcentaje era muy bajo comparado con los otros segmentos de la
población.
Como investigador ¿qué concluye de todos estos cambios?
Mi argumento no es que todos sean iguales después de la
Independencia, porque obviamente no es así, pero lo que trato de
explicar es que después de la independencia se crea una sociedad
nueva con otro tipo de estamentos y creo realmente que, para la
mayoría de la población, fue algo bueno a largo plazo. Algo que
celebrar. Esto no solo sucedió en la ciudad de Santa Marta sino en
toda la Provincia. Lo anterior lo explico en la primera parte del libro,
mientras que en la otra mitad abordo el proceso de Independencia
en sí mismo, quiénes son los del lado realista y quiénes los del lado
republicano y cómo se puede entender esto.

Según el libro del investigador noruego, invitado a Santa Marta


para participar en un seminario de historia en la Agencia Cultural del
Banco de la República, en la ciudad no hubo familias nobles. Hubo
una elite, integrada por unas pocas familias blancas de procedencia
española, que mantuvo el control social y político mediante alianzas
matrimoniales que dejaba por fuera a los samarios de otra procedencia
racial. Una estrategia que mantuvieron, ya avanzada la República,
para establecer alianzas con extranjeros y nacionales blancos,
reforzando así el control económico, patrimonial y políticos sobre el
resto de estamentos de una sociedad que, al ser liberados los esclavos
y abrirse a otras influencias, intensificó el proceso de mestizaje.

36
Mamani-Mamani, pintor.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle

Mamani-Mamani, el niño terrible


de los Andes6

“Soy un niño terrible, soy un niño Aymara. /Soy un niño terrible,


que juega con los colores./ Con una ñusta tejedora que tiñe los mantos
sagrados/ soy un niño con manos pequeñas que juega con el barro/
como amauta con las estrellas que observa el destino de la vida. /
Soy un niño de los Andes, que juega con el arcoíris./ El color; su
existencia es la alegría;/ sentirlo, olerlo, es un placer, es una pasión”.
Canta el pintor boliviano Mamani-Mamani.
Cuando Roberto Mamani-Mamani vivía en Cochabamba, tierra
de indígenas Quechuas ubicada en el centro de Bolivia, escuchó

6. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 26 de mayo de 2013.

37
la conversación de sus padres sobre el canto de las aves. “Dijeron
que alguien iba a llegar y efectivamente, esa noche llegaron unos
parientes. Me pregunté entonces, ¿Cómo pueden entender el
canto de los pájaros? Esto es algo mágico, expresé. Fue entonces
cuando decidí nombrar a mi obra como Mágico Andino”, agregó
el artista indígena.
‘Mamani’ significa ‘águila’ en lengua aymara, un apellido
bastante común dentro de la comunidad quechuca de los Andes
bolivianos, pero Mamani-Mamani solo hay uno, según expresó.
Mamani-Mamani es un ser andino escogido por los dioses para
llevar el mensaje de los achachilas (espíritus tutelares que protegen
a los pueblos y que encarnan la presencia de los antepasados), las
aves y las montañas al mundo entero.
Según contó a la revista Macondo, pinta desde que recuerda. Es
un artista autodidacta porque afirma haber sido inspirado y guiado
por dioses quechuas. Tan solo a sus 15 años de edad ofreció su
primera exposición siendo considerado por la crítica de su país como
un pintor profesional. “Son 35 años que vivo del arte, despido arte y
toda mi vida es un arte”, confirma.
“El niño terrible” ha cumplido con el ordenamiento de sus
dioses, al llevar toda la energía de los Andes en sus pinturas a
países como Argentina, Brasil, Ecuador, Venezuela, Cuba, México,
Canadá, Estados Unidos, Japón, Alemania, Dinamarca, España,
Holanda, China, Corea del Sur, Australia, Italia, Francia, Inglaterra
y Colombia; donde recientemente estuvo en la feria de arte
contemporáneo BarranquillArte, 2013.

EL MÁGICO ANDINO

Su obra es enigmática y espiritual. Maneja toda la cosmovisión


andina: la identidad, el orgullo, la ritualidad y las ofrendas. Personajes
como el Hombre coca o Illiapa (dios de los tres nombres) aparecen
en sus cuadros de colores vivos, primarios y secundarios envueltos
en un aura de energía que sobresale entre todas las formas.

38
“Esta riqueza ha sido la base de mi obra, la base de mi arte, porque
detrás de ellos existe una forma de vida, una forma de armonía. Todo
este conocimiento se ha transmitido de generación en generación.
Yo, por ejemplo, lo recibí de mi abuela que me ha enseñado cómo
respetar el agua. Ella decía, el agua es de todos y es de nadie. También
aprendí que hay que pedir permiso para subir en las montañas. Todo
ese concepto es lo que existe en mi arte”, expresó Mamani-Mamani.

COSMOVISIÓN

En la obra de Mamani-Mamani se encuentran los tres niveles


del mundo que el hombre andino aprecia. El Apalacha, mundo de
arriba, donde se encuentran las aves; el Acapacha, nuestro mundo
conformado por las plantas y los animales; y el mundo de abajo, el
Mancapacha, donde habitan los antepasados y se guarda el registro
de lo que ya sucedió.
“Tenemos una visión de apreciación al mundo como lo vemos,
donde cada cosa está en armonía. Esto hace que el hombre andino
conozca todos los niveles y se integre en ellos. Entonces como en
la cultura occidental se preocupan solo del hombre, en el mundo
andino se preocupan por todas las formas de vida. Creo que esto es
un aporte importante para el mundo. Yo trato en mi obra de expresar
todo ese concepto”, agregó.
La obra de Mamani-Mamani también posee una influencia
europea: ángeles bordados con la energía andina y soldados
europeos visitando las comarcas que existen entre las cordilleras.
Estos personajes son pintados con el mismo amor que expresa en los
cuadros donde es protagonista su cultura Quechua.
Al finalizar cada pintura, Mamani- Mamani siente que ha cumplido
con su misión en el mundo. Tal como él mismo dice: “Soy un mensajero
de la cosmovisión andina. Pienso que mi función en la vida y mi trabajo
han sido para pintar todas estas formas, colores y símbolos. Ese es mi
aporte como ser andino. Creo que cada uno de nosotros va aportando
algo a esta vida y yo lo estoy haciendo con el color”.

39
40
“Ser codirector del Banco de la República
es un homenaje a los intelectuales del
Caribe”: Meisel7

Después de haber recibido la llamada del presidente, Juan


Manuel Santos, para anunciarle que sería codirector del Banco de la
República, Adolfo Meisel Roca no solo se sintió muy honrado por
el gesto del mandatario, experimentó un sentimiento de regocijo al
serle reconocidos sus 26 años de trabajo en esta institución.
Sin embargo, más que un logro personal, Meisel Roca lo sintió
como un reconocimiento a los profesionales del Caribe colombiano,
a los economistas de la Costa que siempre han insistido en que la

7. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 16 de Junio de 2013.

41
región debe tener mayor participación en el manejo de las políticas
nacionales. La suya, por supuesto, es una posición muy importante
dentro esas políticas que buscan más equilibrio para la región.
Adolfo Meisel Roca es el tercer costeño que asume este cargo,
pero de los tres es quien ha estado más cercano a su región y cuya obra
investigativa ha estado enfocada a examinar la historia económica
del Caribe colombiano.
El nuevo codirector del Banco de la República nació en
Barranquilla, pero los hechos más importantes de su vida personal y
profesional han transcurrido en Cartagena, ciudad donde trabajó 26
años, primero como investigador de la historia de Cartagena y hasta
hace poco como gerente del Banco de la República. Esta trayectoria
investigativa lo convierte en uno de los economistas más reconocidos
y respetados del país.
En entrevista con Macondo, Adolfo Meisel Roca nos habla de su
libro ¿Por qué perdió la Costa Caribe el Siglo XX?, de su percepción
de la economía en el Caribe y sobre su nuevo libro.

¿Qué plantea en su libro ¿Por qué perdió la Costa Caribe el siglo XX??
Esa es una recopilación de ensayos acerca de la historia
económica del Caribe colombiano. Hay uno de ellos que se titula
así y ha sido más citado y por eso escogí el título para el libro. El
texto explica que la Costa se perjudicó cuando hubo el ascenso de
la economía cafetera en Colombia, porque la tasa de cambio se
revaluó y el producto que exportaba la Costa no era el café. La Costa
dejó de ser competitiva y se ahogó en términos relativos; además,
de eso vinieron efectos secundarios como que los mercados que
prosperaron fueron los mercados del interior a raíz del café y por
ello se concentró la economía en el triángulo Bogotá-Medellín-Cali.
Todo eso se convirtió en un círculo vicioso que fue rezagando al
Caribe colombiano.

Menciona usted en su ensayo que uno de estos factores fue la


poca inversión en el transporte…
Sí, a inicios del siglo la Costa estaba más o menos bien en materia
de transporte, no tanto porque hubieran hecho vías sino porque,

42
desde el punto de vista de nuestra geografía, contábamos con el mar
y el río Magdalena, y eso nos permitió que tuviéramos mejores vías
que el resto del país, que era montañoso. Sin embargo, en los años
20, el país hizo grandes inversiones en ferrocarril en el interior del
país y a partir de los 30 en carreteras. Nada de eso se hizo en la
Costa, que quedó muy incomunicada. Además, Buenaventura estaba
más cerca a las capitales del interior y esto hizo que se convirtiera
en el principal puerto. Barranquilla, que era la principal ciudad de la
Costa, quedó rezagada.

¿Qué debe hacer la Costa Caribe colombiana para que esa


historia no se repita?
Ahora hay condiciones favorables para que eso cambie. Hoy
en día, paradójicamente, quienes están sufriendo con la tasa de
cambio son las ciudades de la zona cafetera. Hoy tenemos un país
que exporta productos mino-energéticos, en los cuales la Costa
tiene una participación no despreciable; además, en la medida en
que la industria que quiera exportar se localice en la Costa Caribe,
eso nos privilegia y veo buenas perspectivas para la región. El talón
de Aquiles es la baja inversión en capital humano. Si uno mira los
indicadores de educación de la mano de obra costeña, están por debajo
del promedio nacional y las regiones más prósperas del país. Hay que
invertir en educación, esa debe ser la inversión número uno de la
Costa, capital humano: educación, salud y nutrición, para que seamos
más productivos. Tenemos mucho trabajador informal con bajo nivel
de educación, con altos niveles de desnutrición. Actualmente, el
departamento con más bajo nivel de nutrición es La Guajira. Tenemos
las tasas más altas de analfabetismo de Colombia, baja cobertura
en educación superior, baja cobertura en becas internacionales. Y
tenemos problemas también en la calidad de la educación.

Usted antes de ser economista, se considera más humanista…


Intelectualmente, el oficio que desempeñaba tiene que ver
mucho con la historia económica y fiscal de Colombia, sobre todo
con la historia económica regional, y esto es una historia analítica y
cuantitativa. Lo anterior hace que uno a veces pierda la dimensión

43
de las personas y he encontrado que cuando uno escribe historias
sobre empresas y empresarios, se acerca más a los dramas humanos.
El último trabajo que acabo de escribir es sobre la empresa costeña
Sociedad Colombo–Alemana de Transportes Aéreos - Scadta, que
existió entre 1919 y 1940. Esta empresa básicamente se acabó no
por su falta de éxito, sino por presión de los Estados Unidos que
terminaron convirtiéndola en Avianca y sacaron a los alemanes,
sus fundadores. En esta obra narro la vida de los personajes que
participaron en esa empresa. Fueron alemanes que se enamoraron
de Barranquilla, que se casaron con barranquilleras. Ser acogidos
en Barranquilla fue una de las razones fundamentales de su éxito
inicial. La obra se llama ¿Por qué triunfó Scadta?

¿Por qué los alemanes se acoplaran tanto en el Caribe?


Hay que aclarar que esta empresa fue muy rentable desde el
año 1922 cuando empezó a dar utilidades. En el año 1931, la Gran
Depresión, en Estados Unidos, también le favoreció; en los años
restantes, fue igual. Parte de su éxito fue por ese amalgamamiento
con el Caribe colombiano y Barranquilla, por estar inmersos en la
sociedad, en la política y las políticas económicas. Este es el contraste
que yo encuentro con la United Fruit Company, donde los dirigentes
solían vivir en guetos con alambradas, tal como nos lo describió
Gabriel García Márquez. En esos guetos solo interactuaban entre
ellos mismos y no con el resto de la sociedad y, por eso, también los
colombianos no quisieron mucho a esta empresa, pues los veían como
una especie de marcianos que venían a hacer negocios, ganar dinero
y no apreciaban las cosas locales. Esto no fue así con los alemanes
en el país, quienes, paradójicamente, provenían de una época en la
que Alemania alojaba una ideología nacionalista, extrema y racista.

El estereotipo del “costeño flojo” ¿en qué ha perjudicado a


nuestra economía?
El estereotipo es fruto de nuestro rezago. Surgió una vez nosotros
nos quedamos rezagados, porque uno no lo encuentra en el siglo
XIX. Una vez triunfan, los antioqueños construyen el discurso
según el cual los empresarios disciplinados y trabajadores son los
antioqueños. Como en la Costa no había una capacidad empresarial,
la imagen de los costeños era la de unos tipos meciéndose en
una hamaca, pero cuando uno mira la historia empresarial de la
Costa colombiana desde el periodo colonial encuentra una clase
empresarial muy preparada y sofisticada, y esto es algo generalizado
en Santa Marta a principios del siglo XVIII con los De Mier; y en
Cartagena con empresarios como los Del Castillo y los Vélez o, en
Barranquilla, los Parrison. El caso de Scadta me sirve para hacer ese
contraste, pues esta empresa triunfó. Hubo varios intentos para hacer
este tipo de empresas de aviación comercial en el país. Los paisas
lo intentaron pero fracasaron. Sus dueños fueron los Echavarría,
los mismos propietarios de Coltejer. Entonces, fueron los costeños,
asociados con los alemanes, los que triunfaron. Todo esto me llevó
a formularme la pregunta de mi libro ¿Por qué en una época de
Colombia, en la que las empresas están quebrando, en la Costa no se
quiebra Scadta? La tesis que tenía era que su mercado no era el de la
Costa, su mercado era el nacional. No la perjudicó la tasa de cambio,
como sucedió en los casos de la ganadería y el banano.

¿Ese estereotipo sigue perjudicando a la economía costeña?


No creo que corresponda a una realidad y no es un problema
serio para la base del Caribe colombiano. Hay estereotipos peores
como la corrupción de nuestra clase política y no sé qué tan diferente
sea nuestra clase política de la que existe hoy en día en Bogotá con el
famoso Carrusel de la Contratación. En Colombia, infortunadamente,
no hay zona que tenga el monopolio de la honestidad.

¿Cómo está estudiando el Banco de la República la economía de


nuestro país?
El equipo técnico que hay en Bogotá en macroeconía a nivel
nacional es muy fuerte, y el Banco desde hace algunos años ha
hecho esfuerzos para descentralizar su capacidad investigativa y
en su plan estratégico decidió montar tres centros de investigación
regional: uno en Cartagena, el Ceer -Centro de Estudios Económicos
Regionales-, que analiza los problemas regionales en Colombia. En
segunda instancia está el centro de investigación de Medellín, más
enfocado en los asuntos laborales. Y, recientemente, el año pasado,

45
se creó el centro de investigación en Cali, concentrado en Comercio
Exterior y la organización industrial. Se está hablando de montar en
Bogotá un centro de economía bogotana, muy importante para la
economía nacional. Bogotá tiene un Producto Interno Bruto (PIB)
más grande que la Costa y que Antioquia.

¿Cuál es su reto más grande con este cargo?


Tengo dos retos. Primero, cumplir con las funciones que me asigna
el cargo y dejar un aporte personal en relación con mi conocimiento
de la realidad regional de país. En segunda instancia, mantenerme
vigente como investigador, pues a pesar de que tengo funciones
nuevas, no son incompatibles con mis intereses académicos; de
hecho es complementario porque tengo que estar muy informado de
los temas económicos.

¿Cómo mira la situación económica de la región Caribe con la


puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio (TLC)?
El TLC es favorable a largo plazo para el Caribe colombiano, pero
no en el corto plazo. Esta es la experiencia internacional. Las regiones
con menos capacidad de gestión se rezagan. Los TLC son buenos
para regiones que se vieron perjudicadas por el modelo anterior de
industrialización que benefició y subsidió a las regiones urbanas,
es decir, con el TCL nos quitamos esto. Sin embargo, empezamos
la carrera con una infraestructura y capital humano inferiores en
la región. En esa medida, nosotros necesitamos cerrar la brecha en
capital humano e infraestructura para poder ser competitivos.

¿Qué ciudad del Caribe es la más afectada por la escasez de


capital humano?
Unas de las más afectadas es Santa Marta. Julio Romero, un
economista que trabajó conmigo, investigó que esta ciudad tiene
un problema muy generalizado en la Costa, y es la infraestructura.
Hay gente que me ha dicho que aquí se inventaron una cosa en la
educación que se llama “Pico y placa”, donde algunos niños no van
al colegio porque no hay suficiente espacio para ellos. Esto es un
drama terrible porque el resultado se demuestra en las Pruebas Saber.

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Flor Romero, escritora.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle

Flor Romero, de la mujer al mito8

“No quiero decir que tengo una hoja de vida extensa pero en
verdad tengo una de las más nutridas”, así lo dijo la periodista y
escritora Flor Romero durante su estadía en Santa Marta. Esta
escritora posee una trayectoria de cargos, viajes y oportunidades
que han sido pretextos, además, para escribir 52 libros, entre ellos
biografías de mujeres destacadas en la historia y una “mitoteca” que
selecciona mitos y leyendas de América.
Flor Romero también fue seis veces embajadora de Colombia en
Francia durante los gobiernos de los expresidentes Julio Cesar Turbay
y Alfonso López Michelsen. Después de su labor como diplomática
en París, trabajó en la oficina de relaciones públicas de la Federación

8. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 7 de Julio de 2013.

47
Nacional de Cafeteros de Colombia y, con esta disculpa, escribió
un libro sobre el café, denominado El Dorado Café. Es una obra en
la que la autora describe cómo se cosecha la semilla, los cantos de
las mujeres que lo siembran, la influencia del café en la pintura y la
música y, además, aporta un recetario.

Flor Romero en su apartamento de Santa Marta (Cabo Tortuga).


Foto: Annabell Manjarrés Freyle

Desde que era niña, en Calamoima, Guaduas, cuando le pedía


a su tía que le contara historias —no los cuentos de los Hermanos
Grimm—, a la pequeña Flor le interesaban las leyendas de su
pueblo, pues le parecía asombroso vivir en medio de un escenario
mitológico. Desde su época en el colegio, supo que tenía que buscar

48
la forma de reivindicar la historia de la mujer en la sociedad. El mito
fue la luz que le dio el impulso para volver a examinar el origen de
los pueblos.

LA MUJER ES UN MITO

La iniciativa de estudiar la historia del papel de la mujer la llevó


a la mitología, pero ¿cuál es el papel de la mujer en la mitología?
La mujer ha tenido un papel importante en la mitología. Ella ha
sido chamana y líder espiritual. ¿Cuántas curanderas hay en nuestra
sociedad que han sido mal vistas como brujas?

En 1960 funda la revista Mujer, ¿qué contenido le imprimió


usted a esta revista?
Mujer contenía lo que yo concibo debe tener una revista para
mujeres. Abrí una ventana a las mujeres para que contemplaran la
vida, porque estaban en su casa encerradas, cocinando, barriendo,
criando muchachitos. Esta revista contenía entonces temas de
política, explicaba cómo funcionaba la política o la economía.
Tenía encuestas, artículos culturales. Era una revista para mujeres
pero también me colaboraron hombres como Gonzalo Arango, el
poeta nadaísta; Fanny Buitrago, y Elena Araujo. Toda una pléyade
de personalidades. También tenía corresponsales en otros países,
por ejemplo, una columnista francesa que era la ‘Doctora corazón’,
quien se encargaba de hablar de temas del amor. La gente aún cree
en el amor. En una revista esto puede corresponder a algo banal pero
es un tema muy importante tanto para hombres como para mujeres,
porque es una fuerza que mueve montañas. Todo esto se publicaba
en la revista en una época en donde no se pensaba que se podría
aprobar el voto femenino en Colombia, ni la píldora anticonceptiva.
Eventos importantes del siglo pasado.

¿Cómo empezó su pasión por escribir biografías?


Después de París me fui para México D.F. a hacer un scout
para una editorial; allí me encargaba de seleccionar a los franceses
susceptibles de ser traducidos al español. Duré 19 años en eso.

49
Estando allá le regalé tres libros a los mexicanos: la novela Malintzin,
la princesa regalada, una mujer que aunque algunos mexicanos
la odien es, sin duda, una persona muy importante de su historia.
También les escribí El ombligo de la luna, un libro de cuentos míticos.
De hecho, cuando me presentaron a Federico Reyes, un pensador
muy interesante de México, se preguntó: “¿Por qué una colombiana
escribe sobre nuestros mitos? Ya sé —dijo—, es que ella ve donde
no vemos”. Esa excusa fue válida. A veces, uno como extranjero
ve donde los otros no ven. Después escribí la biografía de Gabriel
Figueroa, uno de los más representativos directores de fotografía del
cine mexicano. Trabajar con él fue para mí, una desconocida en el
medio, una experiencia decisiva. Aprendí mucho sobre cine.
Escribí, más tarde, la biografía de Alfonso López Michelsen, uno
de los grandes hombres de Colombia. La enfoqué de una manera
muy sencilla. La biografía del hombre en su cotidianidad. Fue un
privilegio para mí que me diera su primera biografía, la primera
edición se tituló López polémico y polemista; la segunda Alfonso
López de cerca.
Después vino la biografía de Manuel Elkin Patarroyo. Pienso que
la biografía que hice sobre él debería estar en todas las escuelas de
Colombia, pues su historia es una inspiración para los niños que no
tienen quién les financie sus aspiraciones científicas y académicas;
y que a base de tesón llegan lejos. Esta biografía, Manuel Elkin
Patarroyo, un científico mundial, está agotada, y estoy esperando
el mecenas que me la edite porque creo que este libro sí se debería
seguir leyendo en las escuelas. Patarroyo junto con Rodolfo Llinás
son dos estrellas en el firmamento científico colombiano.

¿Cuántas biografías de mujeres ha escrito?


Escribí muchas antes de Mujeres inolvidables, que es una
recopilación de las biografías de mujeres destacadas, hay 19. Con
Gloria Pachón, viuda de Luis Carlos Galán, nos asociamos para
escribir un libro sobre las mujeres destacadas en Colombia. Este
es un trabajo al que deberían acercarse más seguido. Las mujeres
siguen en el jardín de las violetas de la patria. Trabajan como locas
pero rara vez las reconocen.

50
¿Este es un trabajo que deberían hacer las mujeres mismas?
Las mujeres, como somos madres, vemos la vida de otra manera.
A mí se me facilitan mucho los personajes femeninos porque uno
ha parido, sabe qué es un embarazo y vive las consecuencias que
quedan en el cuerpo para toda la vida. Hay magníficos escritores
que han escrito sobre mujeres y temas femeninos, pero las mujeres
tenemos la capacidad de moldear ese barro que es la literatura
femenina porque lo hemos sentido en carne propia.
Tengo una novela que se titula Los sueños del poder, obra con la
que me gané el Premio Ateneo de Sevilla. Esta novela trata sobre el
papel de una mujer en el poder. Yo pienso que una mujer en el poder
hace cosas distintas, ya que sabe priorizar lo importante así como lo
ha hecho siempre en la economía del hogar.

¿Usted considera que la mujer se está destacando o aún hace


falta mucho para ello?
Creo que estamos crudas. Deberíamos ser muchas mujeres más en
el parlamento. Tal vez no tienen suficiente dinero para que las elijan,
porque tal parece que cada campaña cuesta mucho o tal vez por ese
hándicap terrible de la mujer que siempre ha tenido miedo a que la
maltraten o la menosprecien. Por eso, en mi novela, Los sueños del
poder, mi personaje lucha contra todo el machismo del contendor que
es un hombre llamado Napoleón Guerra, pero al final se resignó. Lo
que hizo fue reposarse. Esta mujer luchadora de mi novela pertenecía
a una sociedad protectora de animales y a cada uno de sus perros le
puso el nombre de los ministros que fueron sus enemigos (risas).

¿Cuáles son las colombianas más importantes actualmente?


Hay muchas y deben haber muchas violetas por ahí escondidas
(bromea). Hay pintoras, narradoras, pianistas. ¡Muchas!

¿Cuál de los personajes que ha creado o sobre los que ha escrito


la siguen acosando en la realidad?
Policarpa. La Pola fue una muchacha de pueblo que se sacrificó
por la libertad. Siento como si la conociera en vida y estuviera
dictándome cosas. Pero también debo reconocer que hay muchos

51
escritores que me susurran al oído, porque lo que uno escribe no solo
es fruto de lo que uno ve, o de lo que uno percibe; también son las
lecturas que se han hecho.

¿Qué escritores la han marcado?


Los que me han influenciado en la vida son Fiódor Dostoyevski,
Tolstoy, Proust, Kawabata, Kafka. Todos ellos viven en el altar de
mi cerebro.
Pero son más. Un libro que leo casi cada dos años es la Odisea,
me parece magistral. Recoge en sus páginas todos los mitos de
la época griega y, como yo trabajo los mitos, me gusta saber las
historias de otras partes del mundo para saber si hay alguno que se
parezca a los nuestros. Es por eso que Homero me parece del otro
mundo. Y bueno, también hay escritoras mujeres, una de ellas es la
gran Virginia Woolf.

LOS MITOS

Flor Romero posee una obra en investigación sobre los mitos de


Latinoamérica que ha denominado La Mitoteca Americana.
Sí. Esta colección reúne 400 cuentos basados en mitos, ritos y
leyendas de América. Son en total 26 libros. Algunos títulos son La
ruta de El Dorado, El amor es un mito, América cuenta sus mitos, El
día que Condoresa extravió su plumaje, El ombligo de la luna, Así
amaneció en Siboney y Cuentos de Cundinamarca.

De los mitos que ha conocido, tanto de Latinoamérica como de


Colombia, ¿cuáles han sido aquellos qué más le han impactado?
Hay una cantidad de mitos, los génesis que son los fundacionales.
Por ejemplo, cómo nació el pueblo Wayuú, el Maya, el Muisca. Hay
leyendas de personajes que trascienden la historia y nadie sabe de
dónde vinieron y hacia dónde se fueron: Bochica, Bachué, Viracocha,
Quezacoalt. La historia de El Yurupary es una saga del Amazonas que
se la contaron a un investigador de Italia y éste la publicó en italiano.
El Yurupary es una historia de nuestras etnias del Amazonas de
cuando las mujeres gobernaban. Llegó entonces un señor llamado

52
Yurupary que tocaba la flauta y dijo que era el enviado del sol. El
Yurupary quitó el mando a las mujeres, a tal punto que no las dejó
intervenir en política y amenazó con volver de piedra a las que
intentaran meterse en los temas públicos.
Es uno de los grandes mitos y yo lo recreé. También hay otros
que ya están contados pero yo les incluyo mi fantasía. Precisamente,
uno de los próximos libros que publicaré será Los grandes mitos de
América, en el que retomo los mitos desde Canadá hasta la Patagonia,
entre ellos la Araucaníay el Yurupary.

¿Ha trabajado los mitos de los indígenas de la Sierra Nevada?


Es uno de los que más me gustan, por eso digo que me encanta
venir a Santa Marta. Aquí uno se da en las narices con la historia.
Uno camina y los ve por ahí con sus atuendos, sus mochilas,
mambeando. Me parecen apariciones del más allá. Trabajé una
génesis de los Koguis que se titula Los nueve mundos Koguis. Esta
obra fue publicada en la revista de la Unesco en 5 idiomas. De La
Guajira hay unos mitos bellísimos sobre los matrimonios Wayuú,
uno sobre Marieba; y, del Magdalena, el Hombre Caimán.
En el Magdalena hay mucha historia. Sus mitos, además, están
vivos. Eso es un privilegio para uno como narrador. Estoy empeñada
por eso en dejar herencia de mi continente, que en Colombia
se sientan orgullosos de que hubo alguien, y más una mujer, que
estuvo indagando en los vericuetos de los mitos de antepasados y
literaturizándolos para que queden en la historia.

Todo un desafío el suyo…


Además, pretendo con mi trabajo que los mitos de América se
universalicen. Nuestro continente apenas empieza a figurar en la
historia. Yo espero que algún día estos cuentos trasciendan y que,
así como nos cuentan la historia de Caperucita Roja y el Gato con
Botas, los asiáticos, los europeos y africanos sepan quién es Bochica
o cómo es el matrimonio de los Wayyú.

53
Ramón Illán Bacca, escritor.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle

Ramón Illán Bacca y sus reminiscencias


samarias9

“Después, cavilando, pensé si haber nacido frente a una bahía


prodigiosa, la de Santa Marta, me condicionó. En realidad, me siento
un escritor sin connotaciones locales que escribe en español, pero los
temas, no los niego, son reiterativos y los espacios geográficos donde
se desenvuelven pertenecen a la Costa Caribe colombiana”, dice el
escritor samario Ramón Illán Baca en su artículo “De cómo llegué
a escribir Deborah Kruel”, publicado en la revista El Malpensante.
Ramón Illán Baca, quien reside en Barranquilla desde hace cuatro
décadas, visitó Santa Marta para el lanzamiento de la librería El

9. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 14 de Julio de 2013.

55
Amanuense. En esta entrevista, concedida para la revista Macondo,
dejó ver su personalidad irreverente y su humor negro. Ramón confiesa
sin reparos que no tiene la última palabra en literatura o periodismo.

Las novelas La mujer barbuda, Disfrázate como quieras, Maracas


en la ópera, Deborah Kruel ¿Qué tienen en común y con cual de
ellas se identifica más?
Todas son hijas mías. Uno quiere a los hijos por igual. Digamos
que con Maracas en la ópera gané un premio internacional de novela
en el 96, pero ahora está descatalogada porque no se vendió como
pensamos. Con Débora Kruel ya llevo tres ediciones, pequeñas, pero
ahí están; y con La mujer barbuda, esperemos que camine mejor.

La crítica literaria dice que sus novelas son detectivescas y


policiacas, ¿está de acuerdo con eso?
Eso dicen los críticos y los comentaristas. Yo no estoy tan
convencido de eso pero sí ellos lo dicen, entonces sí.

¿Cómo califica sus novelas?


Yo no podría decir que busco una intencionalidad policíaca. No
estoy tan convencido de eso, pero como los autores hacemos las cosas
y después los que le ponen rótulos son otros, entonces dejémoslo así
para simplificar, dejémoslo en que mis novelas son policiacas.

¿Con qué intención escribió sus novelas, entonces?


Todas son muy distintas, cuando escribí Débora Kruel, que dicen
que es de espionaje y yo-no-sé-qué, lo hice por los recuerdos de mi
infancia aquí en Santa Marta en los años 40. Lo que pasa es que, en
esa época, uno vivía mucho la guerra. Pasaban zeppelines buscando
la sombra de un submarino nazi. Y veían un avioncito por el cielo,
todo el mundo decía que era un avión nazi, pero en realidad era una
palomita. De todos modos, uno sí sintió que había una guerra, lo cual
era algo muy extraño en el interior del país.

56
En su novela usted reivindica a Santa Marta como un lugar
propicio para contar historias…
Siempre meto a Santa Marta, Cartagena, La Guajira. Todos me
parecen escenarios propicios para contar una historia. La mujer
barbuda también transcurre en Santa Marta, al igual que Deborah
Kruel. En Maracas también hay un momento que es en Ciénaga.
En Disfrázate como quieras, obviamente, no; y en La mujer del
defenestrado, puede ser cualquier ciudad de Colombia. También
tengo muchos cuentos que han transcurrido en Santa Marta, por
ejemplo “En la guerra no hay manzanas”, eso obviamente era aquí,
y otros cuentos que no recuerdo en el momento.

Y si corrige su biografía de Wikipedia…


Es que a veces los estudiosos de la obra de uno saben más que
uno mismo. En Wikipedia, por ejemplo, dicen cosas loquísimas,
dizque yo escribo ciencia ficción ¡jamás! Yo ni siquiera sé cuáles son
los aparatos de ciencia ficción, ni veo películas de ciencia ficción.
Pero yo no sé cómo se hace. ¡Cómo sabré tanto de ciencia ficción
que no tengo idea de cómo corregir un texto en Wikipedia!

¿Qué consejo puede dar a los jóvenes escritores?


¡No hombre! Yo no puedo dar consejos. Yo ni sé para dónde voy.
Cada cual tiene su propia musa, su propio camino, que lo encuentre.
Cuando la encuentre caminará.

Se ha escuchado mucho que los escritores costeños viven bajo la


sombra de Gabriel García Márquez…
Pero es que… ¿Quién va a superar a un genio? ¿Quién ha superado
a Shakespeare en Inglaterra? Nadie. ¿Quién ha superado a Dante
en Italia? Nadie. Son genios que aparecen cada mil años. Eso es
imposible. Lo cierto es que el tsunami que Gabriel García Márquez
provocó hizo que los lectores se interesaran por los escritores que
veníamos detrás. Eso es lógico.

57
En el 2004 usted ganó un premio de periodismo cultural. ¿Cómo
ve el panorama del periodismo cultural en la Costa y qué es
necesario para hacerlo bien?
Me haces unas preguntas como si yo fuera un experto en este
tipo de cosas. Yo no sé mucho de eso. Yo lo único que sé es que
los muchachos no tienen un espacio para publicar sus versos
ni sus cuentos porque sencillamente no les abren espacios en los
periódicos. Casi todas las revistas universitarias son para escribir
temas académicos. ¿Dónde están las revistas literarias? uno que otro
grupito que saca una revistita que muere a los dos números.
La muchachada necesita de la libre expresión. Me sucedió
a mí, aunque yo tuve unas tres oportunidades en los suplementos
literarios. Además, esos suplementos literarios se acabaron y han
sido reemplazados por magazines miscelánicos que escriben sobre la
crisis del petróleo, García Márquez; los problemas del Sida y cosas
así… pero el dietario cultural no se da.
Ahora, consejos para recuperar eso, ¿qué puedo decirte? No sé,
como ahora está de moda lo digital supongo que el camino será por
ahí, pero yo no soy profeta. Yo ya agoté el futuro a esta edad.

¿Qué está escribiendo ahora?


Hay muchos escritores que escriben una novela cada seis meses.
Por lo menos, he visto a varios amigos haciendo ese tipo de cosas.
Yo, personalmente estoy de acuerdo con Juan Rulfo: escribió dos
obras hasta que se dio cuenta de que no tenía más nada qué decir. Si
veo que la cosa no fluye, hay que suspender. La musa dijo no más y
hay que obedecer a la musa.

¿Entonces usted no cree en eso que les dicen a los jóvenes en los
talleres literarios, que más que musa deben tener disciplina?
Ah, yo no sé, porque yo nunca he estado en un taller literario.

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Los poetas Federico Diáz-Granados y Daniel Rodríguez Moya.
Foto: Archivo de Hoy Diario del Magdalena

En defensa de la poesía en tiempos


inciertos10

Para defender a la poesía del sentimiento en medio de un mundo


caótico donde el exceso de medios de comunicación nos incomunican
a los unos con los otros; para crear versos que coincidan con el sentir
del hombre y la mujer del común, para volver a esa poesía que
humanice por medio de palabras claras y profundas, nace la antología
de poetas que escriben en español Poesía ante la incertidumbre.
Entre esos poetas que escriben en español se encuentran el
samario Federico Diazgranados y el español Daniel Rodríguez
Moya, quienes estuvieron en Santa Marta para el lanzamiento de
esta antología, invitados por el taller de escritura creativa Relata.

10. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 21 de Julio de 2013.

59
Los doce poetas que hacen parte de esta antología están claros
en el concepto de una poesía que llegue al entendimiento de todos
los seres humanos y que emocione al lector. En el prólogo de Poesía
ante la incertidumbre, titulado “En defensa de la poesía”, los poetas
se arriesgan a lanzar su propio manifiesto considerando que la poesía
contemporánea está llena de ambigüedades y terrenos oscuros que
solo conducen a la deshumanización.
“Admiramos a poetas a los que hemos tenido o tenemos la suerte
de conocer, como Ángel González, Jaime Gil de Biedma, Gonzalo
Rojas, Claribel Alegría, José Hierro, Luis García Montero, Benjamín
Prado (y los poetas de la conocida Poesía de la Experiencia), Juan
Manuel Roca, Marco Antonio Campos, Jorge Boccanera, José Emilio
Pacheco, Mario Benedetti, Gioconda Belli, Oscar Hahn, Omar
Lara, Waldo Leyva, Piedad Bonnett… Ellos siguieron el camino,
la tradición literaria de Rafael Alberti, Antonio Machado, César
Vallejo, el primer Octavio Paz, Pablo Neruda, Miguel Hernández,
Federico García Lorca, Luis Cernuda… Son muchas las lecciones
que pueden desprenderse de ese largo camino.
Han escrito una poesía perfectamente entendible, han procurado
reflexionar sobre el mundo que los rodeaba tratando de ordenarlo
en un poema, han dialogado con sus fantasmas y con sus lectores,
estableciendo una comunicación imprescindible en cualquier género
literario, y han huido de las modas y de la actualidad poética, es decir,
nunca han escrito contra nadie, no han tratado de ser novísimos.
Estamos convencidos de que no se puede escribir poesía contra
alguien, del mismo modo de que la peor idea de todas es escribir un
poema sin ideas”, establece el manifiesto.
En entrevista para Macondo, Federico Diazgranados y Daniel
Rodríguez Moya cuentan cómo y por qué surgió el movimiento.

¿Cómo surgió la idea de hacer una antología en defensa de la


poesía?
Daniel Rodríguez Moya: La idea surgió en Madrid, en un bar de
Rock and Roll —porque no podía ser de otra manera—, charlábamos
muy de noche sobre por qué la poesía de hoy no nos decía nada.
Comentábamos que debía haber poetas que pensaran lo mismo y

60
que estuvieran reaccionando contra eso. Es decir, que tengan un
compromiso con la poesía.
Llegamos a la conclusión de que los nuevos poetas giraban
siempre en torno a una poesía hermética, llámese neobarroca, llámese
poesía del silencio o poesía del fragmento; pero es un tipo de poesía
que tenía, como común denominador, el hermetismo.., inentendible
y carente de emoción. Nos preguntamos si esto era lo mejor de
la poesía que se estaba escribiendo en nuestra generación porque
nosotros andábamos muy despistados, no entendíamos nada sobre
esa poesía escrita para poetas. Por eso le apostamos a una poesía
clara y luminosa y con un rigor literario porquenos critican por hacer
una poesía demasiado sencilla, pueril en el mal sentido de la palabra.
Pero nosotros siempre hemos dicho que el primer compromiso de un
poeta es con la poesía, con el propio rigor literario y creo que eso no
lo abandonamos los escritores de este movimiento.
Federico Diazgranados: Los poetas, los grandes poetas de siempre,
han hablado de los temas del sentimiento. Si vamos a La Iliada, a La
Odisea, a El cantar de los cantares, a Wiliam Shakespeare, San Juan
de la Cruz, Antonio Machado o Pablo Neruda nos vamos a encontrar
que ellos tocaron esos mismos temas y simplemente los dotaron de
una magia, un sentido y un significado, que les permitió sobrevivir
en el tiempo gracias a que cada uno lo hizo de una manera muy
personal y de una manera muy íntima.
Suena anacrónico, en este tiempo, hablar de sentimientos, de
emociones, del amor, de las cosas que hermanan a todos los seres
humanos. Estoy seguro de que si, en este momento, un coreano en
Seúl lee un poema se va a emocionar. En estos momentos algún
hombre en Seúl se debe estar sintiendo solo, triste o dichoso por
algún asunto. Entonces, ¿qué es lo que nos hermana con ese hombre
de Seúl?, pues el arte, la poesía, la música.
El siglo XXI también ha sido muy confuso con eso. Poemas que
vienen cifrados o vienen contenidos de un significado que solamente
entienden los entendidos en poesía. Pero el ser de la calle, el ser del
común, también necesitan tener una definición en el mundo de la
poesía. Nos hemos encontrado en ese camino un poco anacrónico y
hemos coincidido en esa manera de ver y concebir la poesía como

61
algo sencillo, como algo que comunique las emociones humanas
como lo ha venido haciendo desde siempre.

¿Cómo hacen el poeta y el lector para acabar con esa barrera del
lenguaje?
D.R.M.: Es muy fácil remover el agua de un pozo y al parecer el
pozo luce más profundo en la medida en que más oscuro está. Con
el lenguaje pasa lo mismo, cuando más se adorna, cuando más se
utiliza el adjetivo complicado parece que el poema es más sesudo,
intelectual, es más poema, pero cuando se utiliza un lenguaje sencillo
pareciera que no se está profundizando.
Yo creo que el poeta debe buscar un término medio, es decir,
la oralidad cotidiana debe llevarse al terreno de la literatura, hay
que trabajarlo, transformarlo, hay que hacer literatura con el objetivo
de que comunique. Entonces el lenguaje rompe las barreras con el
mismo lenguaje.
Puedo asegurar que ninguno de los poemas que aparecen en esta
antología está escrito así como así, no ha salido uno solo sin ser
corregido. Las palabras son pensadas, concienzudas, hay un trabajo
de rigor detrás de cada poema.

¿Qué hay con ese lenguaje poético que transforma la palabra


y la enriquece, que se apropia del vocabulario y crea mundos
distintos? No hay que dejar de lado esa poesía.
F.D.: La poesía tiene tantas definiciones: “cuando dos palabras se
encuentran por primera vez”, “el encuentro de un paraguas con una
máquina de coser en una mesa de disección”, tal como lo imaginó
Lautreamont en su momento.
Yo percibo que a los poetas que hacemos parte de esta antología nos
reúne ese rigor también. Construir un verso o un poema de la manera
más sencilla necesita un rigor o conocimiento de una tradición. El
lenguaje debe ser vigoroso y poderoso, pero no necesariamente para
que el lenguaje se haga poderoso y vigoroso tiene que nutrirse de
palabras preconcebidamente poéticas como si hubiese palabras que
no fueran materia prima para la poesía.

62
Las palabras están allí, la magia del poeta está en saberlas
tejer, está en que el idioma se dote de un nuevo sentido y un nuevo
significado y nos pueda transmitir un mundo y una emoción. Es allí
donde está el hecho poético y la poesía.
Pero no necesariamente hay unos temas preconcebidos y unas
palabras preconcebidas, el lenguaje es muy poderoso y muy amplio
y, precisamente, la magia artesana del poeta consiste en articular
esas palabras de tal manera que logre construir un mundo y llenarlo
de sentido y significado.

Y si este movimiento se apropia de la poesía y surge otro


movimiento que reaccione por el hecho de estar escribiendo muy
sencillo, ¿podría surgir una poesía algo más surreal?
F.D.: Seguramente, los diálogos de las tradiciones han estado nutridas
de la dialéctica, de esas contradicciones. Así ha sido la historia del arte,
la historia de la política, por supuesto la historia de la literatura y la de la
poesía. Seguramente habrá reacciones, como ya lo mencionamos, pero
nuestro propósito no es atacar o desconocer una manera de escribir,
simplemente defendemos una manera de ver la poesía.
Ya hemos sentido reacciones, hay antologías en cuyas
presentaciones los poetas son claros en decir “no queremos una
poesía autobiográfica”, “no queremos una poesía donde prime el
yo”. Y eso es sano en el debate de la poesía, lo importante es que la
poesía esté viva y yo siento que este debate que propicia el manifiesto
en defensa de la poesía ha permitido que el panorama de la poesía
escrita en español haya regresado a debatir en los grandes escenarios
el papel de los poetas y la poesía en nuestro tiempo. Esto es algo muy
sano en la poesía y para el lector de poesía.
D.R.M.: Nos habían dicho como reproche que estábamos entrando
en un debate ya superado, pero se han despertado acusaciones,
manifiestos y antologías en contra de Poesía ante la incertidumbre,
lo cual quiere decir que ese debate de la poesía sencilla frente a la
poesía oscura sigue vivo, tiene sentido.
Poesía ante la incertidumbre no nació para llevar la contraria,
solo para defender a la poesía del sentimiento. Hay unos poetas

63
que solo oscurecen la poesía, para retraerla en una torre de marfil,
escribiendo una poesía que no se entiende y que de algún modo
rompe la comunicación con la conciencia. Si la poesía no comunica,
si no emociona, está faltando a su objetivo. Los poetas jóvenes de
hoy piensan que con escribir poemas con palabras difíciles están
siendo intelectuales, pero pienso que es mucho más difícil escribir
un poema, que se entienda con claridad, con palabras de todos, en
lugar de empezar a reunir adjetivos y ser grandilocuentes y en el
fondo nunca decir nada.

64
Portada del poemario Paños menores de J.M. Arbeláez.

“Al Nadaísmo hay que aplicarle la


eutanasia”: J.M. Arbeláez11

Jota Mario Arbeláez, cofundador del nadaísmo, llegó a Santa


Marta, invitado por la Red de Talleres de Literatura Relata, para
ofrecer una charla sobre este movimiento literario. Con el desenfado
que lo caracteriza, calcula que el nadaísmo es el último movimiento
intelectual colombiano que tiene cinco años más que las Farc, seis
más que los Rollings Stones, y no ha colgado la lira porque no ha
habido otro grupo más berraco que la recoja.
Son 55 años viviendo del nadaísmo, una secta literaria que
rompió los esquemas de una Colombia ultraconservadora. Jota Mario
Arbeláez concedió esta entrevista a la revista Macondo convencido
de que “nada es para siempre”.

11.Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 11 de agosto de 2013.

65
¿Existe el nadaísmo?
Como acabas de anotar en la presentación, el nadaísmo ha sido
una constante en la vida de los nadaístas que ya estamos mamados de
él. Precisamente, estoy proponiéndole a los sobrevivientes del grupo
que le apliquemos la eutanasia, a pesar de que no es un enfermo
terminal, pero, después de 55 años de llevarlo a cuestas como un
madero mesiánico, es preferible enterrarlo y seguir viviendo y
comiendo del muerto.

¿Cuéntenos de su experiencia en Santa Marta?


Una cosa importante y grata volver a Santa Marta después de
14 años, de compartir con la juventud y hacer un tributo al pintor
Enrique Calle Kat, que está enterrado en el cementerio de Taganga
al lado de una preciosa mujer que amé mucho, una bailarina y actriz
estrella llamada Sadith Restrepo. A ellos les consigno mi devoción.

¿Cómo conoció al pintor Kat? ¿Qué recuerdos le vienen de su


amistad con él acá?
Al pintor Kat lo conocí cuando él y su esposa tenían 20 años y yo
21. Me enamoré de ella y él se fascinó de eso. Entonces nos pintaba,
nos llevaba la comida, nos atendía en todo, apoyó incluso nuestro
primer aborto. Me parecía un personaje tan extraño, como salido de
una película francesa. Después Kat se convirtió en una leyenda al
pintar en todos los Johnny Cay de San Andrés, pero se lo llevó un
poco la droga. Lo rescató un hijo de él, lo trajo a Taganga a vivir bien
y aquí murió.
Hace 14 años fui a visitarlo, a ponerle una florecita en la tumba, y
vi que al lado estaba el nombre de la bailarina, quien tuvo un final muy
terrible: le pegaron un tiro. Su tumba estaba al pie, como la rival de
la esposa de éste. Esta circunstancia la vi como una tragedia pasional
muy hermosa, digna de escribirse. Algún día tendré que escribir al
respecto. Eso ha marcado mucho mi presencia en Santa Marta.

¿Y recuerdos de Santa Marta y la poesía?


A Santa Marta fui invitado en algunas ocasiones por el poeta
Vargascarreño, que tenía el grupo Poetas al Exilio. Ganó un premio,

66
por estos días, de poesía del cual fui jurado. Me congracié mucho
con él por persistir en su trabajo y no solo como escritor sino como
traductor, pues tradujo la obra completa de uno de los escritores
norteamericanos más destacados: Edgar Lee Masters, la Antología
de Spoon River; acabo de leerla y estoy fascinado, pues al traducir se
manifiesta más como poeta.

Usted dijo que el nadaísmo más que un movimiento literario es


un movimiento social.
Yo creo que el nadaísmo fue más un movimiento social a pesar
de que sus integrantes nos presentamos como escritores y poetas.
Lo que sí tratamos de hacer, e hicimos por encima de la revolución
y el marxismo, fue una revolución en las costumbres de la sociedad,
principalmente de los jóvenes. Por ejemplo, ya no es tabú el amor
libre, ni el consumo de cannabis, que fueron unos de los elementos
que en principio afrontamos en la sociedad en la que vivíamos.

¿Es mejor esta sociedad de ahora que, por lo visto, es nadaísta,


a la de ustedes?
La sociedad sigue siendo la misma; sin embargo, lo que sí veo
ahora, que acabo de asistir a la lectura de los integrantes de Relata,
es su expresión. Noto que el nadaísmo ha tenido un alto grado de
penetración y no porque hayan asumido el nadaísmo sino porque ya
se ha descontaminado la atmósfera expresiva, de tal forma que se
pueden decir las cosas de una manera desenfadada absoluta; cosas
que antes no se permitían; por ejemplo, ciertas expresiones bruscas y
burdas, ahora son el pan de cada día. De modo que sí me siento muy
satisfecho con que el nadaísmo haya permeado a la sociedad.

Usted fue nadaísta y revolucionario ¿Cómo llegó a ocupar un


puesto de diplomático?
No solo diplomático, pues en la época de Belisario Betancurt
anduve por Europa como embajador volante de la paz, pero
prácticamente no le hacía la propaganda a Belisario sino a Jaime
Bateman. Además, había mucha simpatía por la paz y esa tendencia
revolucionaria provenía de los marxistas ortodoxos como los de las

67
Farc. Posteriormente, fui secretario de Cultura de Cundinamarca,
donde aproveché para hacer lo que uno puede hacer en medio de la
borrasca, insuflarle libros a las bibliotecas y crear las bandas de los
116 municipios del departamento. Esto fue una gran satisfacción.
El gobernador de la época leyó un libro mío y quiso que yo fuera
secretario de Cultura. Llegué a pensar que el nombramiento
era por mi desempeño pero, en realidad, fueron tejemanejes
de recomendaciones. Otro personaje clave de esa época era el
vicepresidente de la República, Humberto De la Calle Lombana, el
mismo que en estos momentos está gestionando la paz para el país,
y quien ha sido un nadaísta confeso.

¿Fue Andrés Caicedo un alumno del nadaísmo?


Con él fue algo fantástico. Primero me había enviado un cuento
impreso que se llamaba “El atravesado”. Pensé: este muchacho es
una sorpresa, es un lenguaje insólito. Era el lenguaje que estábamos
esperando, sobre todo en el Valle y en las clases de preceptiva
literaria, donde nos ponían como modelo a María de Jorge Isaac
y decíamos que había que abolirla de alguna forma, superarla o
hacer otra propuesta, porque María es un monumento al mal polvo.
Cuando aparece Viva la Música, pensamos: Aquí llegó lo que tanto
estábamos esperando.
El caso de Andrés Caicedo con esta novela es muy parecido al de
Raúl Gómez Jattin, quien llegó con una voz atronadora, retumbante,
maravillosa, evocativa y de una manera completamente erótica.
“Donde duerme el doble sexo” es uno de los textos eróticos más
conocidos que no he visto ni en el divino Marqués de Sade. De modo
que en ese desparpajo expresivo vemos cómo empieza a manifestarse
la estética del nadaísmo, sin ser practicada propiamente por los
militantes del movimiento. Y hoy me voy contento porque noté,
en el taller al que fui invitado, que verdaderamente lo que escriben
los chicos contiene todos los gérmenes, todo el miasma y toda la
contaminación bacteriana que el nadaísmo siempre quiso imponer.

68
¿Qué significó para usted conocer a un personaje como Gonzalo
Arango?
Eso fue el encuentro de la vida. Yo encontré en él a un maestro, una
especie de Krishnamurti. Acababa de leer Así hablaba Zaratustra,
que pronosticaba la llegada del superhombre. Gonzalo Arango me
lo vino a reencarnar y a conducirme por el camino que no conduce a
ninguna parte, como él mismo me decía. Me fui por ese camino, han
pasado 55 años y me siento completamente satisfecho de haber hecho
esa elección fracasada, aparentemente, porque una vez dijimos: “Los
nadaístas nos propusimos fracasar y fracasamos en el intento”.

69
Annabell Manjarrés Freyle entrevista a Miguel Ángel Bastenier durante el taller sobre
periodismo cultural de la FNPI, realizado en Barranquilla en 2013.
Foto: Joaquín Sarmiento

Algunas aclaraciones sobre el ‘periodismo


cultural’12

“Menos literatura y más datos”, suele decir Miguel Ángel Bastenier a


sus eventuales alumnos de los talleres en la Fundación Nuevo Periodismo
Iberoamericano –FNPI. Titulado en la Escuela Oficial de Madrid,
recuerda que los periodistas egresados eran pocos entonces; ahora, ve con
preocupación a muchos periodistas profesionales que no encuentran buenas
oportunidades laborales. Bastenier cree que los jóvenes siguen apostando
al periodismo por esa imagen romántica y bohemia que siempre tuvo esta
profesión: un periodismo ligado a la novela, a la literatura en sí y a una

12. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 18 de agosto de 2013.

71
acuciosa investigación. Como
periodista, posee una carrera
importante desde 1982, año en
el que entró al diario español
El País, según él, porque tuvo
suerte. Allí pasó 25 años.
Es experto en el conflicto
árabe-israelí y en los conflictos
políticos latinoamericanos, sobre
todo en el conflicto colombiano.
Además, es analista y teórico
del periodismo, y ha escrito
sobre ética periodística. Maestro
de importantes generaciones de
periodistas, redactor, columnista
y corresponsal; desde su cuenta
de twitter brinda consejos a
sus seguidores periodistas:
Miguel Ángel Bastenier, periodista español. consejos que van desde las
Foto: Joaquín Sarmiento normas ortográficas, titulación
pertinente y ética. Le encanta,
igualmente, emitir opiniones sobre temas de actualidad.
En Colombia es reconocido por su columna en El Espectador y
en la revista Semana. También ha escrito para Folha, de Sao Paulo;
Público, de México; y Búsqueda, de Uruguay; entre otros medios.
Para Miguel Ángel Bastenier el periodismo siempre ha sido
cultural, pues la cultura aborda el conocimiento de la política, de
la economía, de la ciencia, de la literatura, de la sociología, etc.
En el marco del taller sobre “Periodismo Cultural”, ofrecido por
la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, en Barranquilla,
en el año 2013, el maestro Bastenier me concedió esta entrevista.
Una versión de la misma apareció publicada en Macondo, revista
dominical de Hoy Diario del Magdalena.

¿Podríamos hablar de un periodismo cultural?


El último término puede parecer una discusión semántica. Cada
uno puede llamarlo como quiera, lo pueden llamar como les dé la

72
real gana. Pero hablar de periodismo cultural rebaja la calidad del
periodismo. El periodismo sobre cultura sigue siendo periodismo, el
mismo de siempre. Hoy hablamos del periodismo escrito, tanto en
versión impresa como en digital, pero sigue siendo periodismo.

¿Por qué dice usted que el periodismo no debe tener apellidos?


Porque es parcelarlo, convertirlo en “periodismos” y no hay más
que un periodismo. Los soportes cambian moderadamente de manera
eventual. Los soportes se han multiplicado: audio, video, texto, etc.
Todo un trabajo digital. Pero decir periodismo cultural es contaminar
la palabra periodismo de algo innecesario. No digo esto en contra de la
cultura, nada de eso, lo que existe es periodismo sobre la cultura. Hay
periodismo sobre el campo internacional, sobre la economía, sobre la
política; pero el periodismo, aunque sus instrumentos, su realidad y
formas de trabajo técnico sean muchos, es el mismo de siempre.

¿Cómo afecta este número de “periodismos” al lector?


Los periódicos, sobre todo los del mundo latino, están divididos
en un número a veces excesivo a mi modo de ver. Hay excepciones.
Lo que se debe hacer es surtir al lector, que el periódico decida qué
entra, dónde y que se mantenga en la teoría. Si es internacional, que
cubra política y sucesos; esto lo digo como un ejemplo, pero no estar
bailando la información de un lado para otro, tal como lo he visto
en periódicos de aquí y en España. Hay una cierta inseguridad, en
el mundo del periodismo latino, sobre dónde va cada cosa. Hay que
tenerlo muy claro.

¿Cree que es positivo que el tema cultural quede relegado a los


suplementos de fines de semana?
No, por supuesto que no. Jamás he querido decir eso. El
periodismo cultural, si así quieren llamarlo, empezó como suplemento
de libros. Así empezaron todas las secciones del mundo latino, con
suplementos culturales básicamente de libros, una reseña o alguna
entrevista con algún autor.
Lo que ocurre es que el periodismo de diario, de la sección cultural,
es un periodismo al que yo llamo de convocatoria, es decir, te llaman

73
para no-sé-qué porque presentan no-sé-qué y, evidentemente, solo
quieren publicidad. Entiendo que no hay que negar la información
sobre esos temas, solo digo que el periodismo sobre cultura es un
periodismo de tendencias, de movimiento, no de eventos.

¿Hacia dónde va el periodismo de hoy?


Eso está clarísimo: va hacia la convergencia de soportes. El
periodismo total. Yo soy de papel, soy de periodismo impreso y no
voy a dejar de serlo. Es lo que me gusta y es lo que más o menos sé
hacer. Pero claramente vamos hacia una convergencia de soportes,
la información total es aquella que contiene entrevistas en video, con
audio, texto, declaraciones, infografías, reacciones de los lectores,
participación del lector. Todo eso es una gran ampliación de la gama
de posibilidades del periodismo.

¿Y la prensa…?
Hay puntos de vista variados, pero yo diría que el consenso
bastante extendido es que estamos viviendo los últimos años del
periodismo impreso; no necesariamente que tenga que desaparecer
en su totalidad, pero su etapa socializadora del mundo occidental
está tocando a su fin.

¿Cuál es el gran error del periodismo latinoamericano?


Sin duda la “declaracionitis”. Pero decir periodismo
latinoamericano es excesivamente generalizado; hay que ver quién
hace qué y cómo. Hay periódicos estupendos, varios de ellos muy
buenos en América Central, América del Sur, y la América del Norte,
pero el defecto más grave es la “declaracionitis” u oficialismo. Esto
también sucede en España.

EN EL PAÍS

¿Cuál fue el momento más crítico de su trabajo en El País y


cómo lo manejó?
Hace muchos años, a inicios de los 80, estaba la guerra contra ETA
en su momento más álgido. Era una guerra de atentados; entonces

74
se produjo un acontecimiento. Tampoco fue especialmente crítico
para mí porque sabía lo que tenía que hacer. Todo parecía indicar
que un guardia civil remató en el suelo, con el famoso tiro en la
nuca, a un etarra. Obviamente lo que tenían que hacer era detenerle,
interrogarle por muchas razones, por ley, por respeto a la legalidad,
y porque, además, interesaba qué podía contar ese individuo sobre
sus compañeros de andanzas. Yo estaba solo por la noche en el
periódico y una persona muy importante, que es mejor no decir
quién es, española por supuesto, pero de renombre internacional y
amigo mío de muchos años, me llamó para tratar de convencerme de
que no lo publicáramos tal cual, que no lo lleváramos de esa forma,
que no era verdad, que me prometía que no era cierto y la cosa era
sencillísima. Tenía órdenes de mi director de lo que debía hacer y no
había poder humano en la tierra, excepto la violencia, para impedir
que yo cambiase eso.
Al día siguiente, salió publicado y fue algo crítico sentir la presión
de alguien muy importante pero, en ese momento, El País era algo muy
importante también que podía resistir las presiones de quien fuera.

¿Cómo ve usted el papel del periodismo colombiano en el


tratamiento de nuestro conflicto armado?
Hubo una época en la que se hacían constantemente seminarios
y reuniones. Los comisionados de paz siempre planteaban qué podía
hacer el periodismo para ayudar a la paz. Intervine en varios casos
provocando cierto escándalo en algunos foros, diciendo que el
periodismo no tiene que contribuir a la paz directamente para nada,
que el periodismo debe contar a los colombianos cómo es Colombia.

¿Es eso bueno para la paz a mediano y a largo plazo?


Probablemente sí, porque una sociedad que se conozca a
sí misma, que sepa realmente en qué consiste lo que le sucede
alrededor, es una sociedad que camina hacia una madurez, hacia
una capacidad para dar solución a su problema. En ese sentido, pues
sí, de una manera teórica el periodismo contribuye a la paz como
contribuye al bienestar de los ciudadanos. Pero el periodismo no
tiene que solucionar el problema de Colombia, ni tiene que pensar

75
que Santo Tomás de Aquino es la norma que deba regir, y, además,
términos como “el bien común” nadie sabe bien qué quiere decir.
Cada Gobierno, religión o situación socio-cultural define el bien
común de una manera o de varias maneras distintas.
El periodismo obra para que los ciudadanos se enteren de lo que
pasa y por qué pasan las cosas que pasan, y eso es bueno a mediano
o a largo plazo para el bien común o para lo que se supone que sea
el bien común; sin embargo, su objetivo no es servir al famoso bien
común porque nadie sabe qué es eso.

76
Carlos Payares, sociólogo.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle

La herejía de Carlos Payares13

¿Qué le está mostrando Ciénaga al país y al mundo? ¿Cuál es el


motivo de tanta exaltación?, ¿por qué tanta hipérbole sobre cosas que
no valen la pena?, ¿dónde están los cienagueros de ciencia?, ¿dónde
están los escritores, los pintores, los historiadores, los premios?, ¿son
los cienagueros tan suficientes que el mundo los copia?, estos son
los interrogantes que llevaron a Carlos Payares González a escribir
su último libro El Salto de la Liebre, refutación a una identidad
falseada – Serie Ensayos Heréticos, donde desmitifica creencias
sobre la historia de Ciénaga utilizando argumentos científicos, aun
con el riesgo de que le llamen profanador.

13. Publicada en la Revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 13 de octubre de 2017.

77
Tal como lo expresó el escritor Clinton Ramírez, en el prefacio
de este libro, Carlos Payares “ha cometido el pecado mayúsculo
de cuestionar la sagrada historia de la patria chica. Ha firmado el
sacrilegio de sacar al sol canicular los mitos de Ciénaga, rebatiendo
leyendas que la pereza intelectual o la comodidad ideológica
entronizaron en lugar de la historia misma”.
Payares González piensa que la mayor alineación es la mentira,
pues la verdad permite llegar a la libertad. Con este acto herético de
publicar su libro, pretende que las nuevas generaciones sean más
sensatas y se desprendan por fin de la creencia de que el sol gira
alrededor de Ciénaga, Magdalena.

En su libro utiliza conceptos como patrioterismo o cienaguerismo,


¿qué se entiende por el “cienaguerismo”?
Eso es lo que no hemos podido definir y es lo que yo les cuestiono
a quienes lo profesan. Pareciera que el concepto solo emerge en los
momentos políticos electorales con un ánimo manifiesto y es que las
personas opten por escoger los candidatos propios de Ciénaga frente
a cualquier otra posibilidad. Entonces se enarbola la bandera del
“cienaguerismo” sin determinar cuál es su quinta esencia. Pareciera
ser como si fuese una herencia genético-cultural, preestablecida,
e implícita que no es necesario explicar. Más o menos podríamos
simplificarla con una frase: “Naciste en ciénaga, debes ser
cienaguerista”.
En el libro hablo de algunos movimientos populistas de Ciénaga
que han tenido éxito, como Por el resurgir de un pueblo, De la mano
con el pueblo, que exhiben una especie de regionalismo o localismo
que realmente no se profesa, pues en última instancia uno observa
que predomina lo de afuera sobre lo de adentro. Los alcaldes, por
ejemplo, los escogen y los determinan en Santa Marta, a pesar de
que el discurso electoral es en contra de “los forasteros”.

¿El “cienaguerismo” es entonces una cortina de humo?


Sí, es una nube para tratar de ocultar las miserias propias. En
vez de permitir al colectivo social conocer, dominar, entender,
comprender las situaciones por las que atraviesa, solo las minimiza

78
y la gente termina conviviendo con unas presunciones que en el
terreno de la vida práctica o cotidianidad no aparecen. Uno puede
observarlo. ¿De qué nos ha servido todo ese pregón “cienaguerista”?
Ciénaga es una de las ciudades más decadentes que hay en sentido
económico, cultural, político, ecológico. Cuando una sociedad
decide no enfrentar la realidad contribuye a perpetuar la indignidad.

¿Por qué surge la necesidad de identificarse con una patria?


Creo que tiene un interés fundamentalmente político, pues este
elemento produce votos y esa es una ventaja “comparativa” de la
tierra frente a otros.

¿Cómo explicarles a los cienagueros que están viviendo de una


historia falsa sin que estas palabras sean utilizadas en su contra?
Sí, ese es uno de los riesgos, precisamente trato de eso en mi
libro cuando hablo del papel del intelectual. Cuando se escribe con
compromiso intelectual, las consecuencias no corresponden a lo que
uno dice y hace. Debe haber un vector de correspondencia entre el
pensamiento, la expresión y la actuación o si no se es un intelectual o
se es un intelectual al servicio del poder hegemónico o de la tradición
o del predominio político de un momento determinado.
¿Por qué he decidido correr estos riesgos? Porque pienso que
cuando hay una identidad falseada no puede existir un sentido de
pertenencia social. La identidad tiene que ver con lo que hemos
sido, las razones, los hechos, los episodios, la historia que nos
lleva a un presente. En realidad, el único tiempo tangible es el
presente, y con eso no estoy negando el pasado sino que el pasado
se expresa en el presente a sí mismo; incluso el futuro tiene sentido
en el presente.
Cuando no se tiene ese pasado cercano a lo más verdadero
—explico que no hablo de verdad sino de lo más verdadero— la
construcción de identidad está falseada y cuando una identidad
está falseada nos lleva a una pertenencia equivocada, porque ya la
pertenencia es la actuación sobre el presente. Entonces, los seres
humanos, para poder intervenir en el presente, deben tener unos
lineamientos coincidentes sobre lo que hemos sido y es ahí donde ha

79
operado una tergiversación deliberada por parte de algunos, repetida
en el caso de otros, que han permitido que el pueblo no entienda
cuáles son las verdaderas razones de sus necesidades.

¿Cuáles son esos elementos que han sido falseados y que los
cienagueros asumen como propios?
En La Aldea Grande, el pueblo que nunca existió, uno de mis libros
que ya tendrá 10 años sin una sola línea de refutación, demuestro que
toda la historia de Ciénaga que se ha enseñado ha sido falsa, que se
ha construido a la manera de cuento o de obra literaria, cuando se
parte de unas afirmaciones mentirosas sobre nuestro origen al decir
que Ciénaga fue una aldea grande con 5 mil bohíos (alrededor de 25
mil habitantes), que fue fundada primero que Santa Marta en 1521,
cuando en realidad ni la historia, ni la etnografía, ni la antropología,
ni la arqueología han podido demostrar la existencia de esa aldea
grande; todos los cienagueros hemos sido engañados de una manera
miserable por los seudo-intelectuales que se han encargado de decir
que somos los únicos en el mundo y que hasta nos atreveríamos a
decir que Ciénaga es la ciudad más importante no solo de la región,
sino de la América Continental.

¿Es esto lo que quiere decir con etnocentrismo y etnomanía en


su libro?
Sí, el etnocentrismo es colocar lo propio como el ombligo del
mundo y pasar a una etnomanía donde nos volvemos monotemáticos
pensando que somos seres superiores como en efecto lo decimos.
Llegamos a ese hiperbolismo de considerar que somos más que los
demás y responsabilizar que todo lo negativo que nos rodea es culpa
de otros.
Esas actitudes son las que nos llevan a decir que la pobreza
económica y cultural es por culpa de los samarios, que la falta de
expresiones culturales es porque los vallenatos nos usurparon la
música, o que el carnaval de Ciénaga ha entrado en un deterioro
porque los barranquilleros nos lo usurparon, o decir que la Zona
Bananera se acabó porque llegaron los malignos cachacos o como
esos escritores de medio pelo que se atreven a decir que Gabriel

80
García Márquez es un inepto plagiario. Cualquier persona sensata
sabe que esto no es así o por lo menos trataría de buscar explicaciones
más lógicas.

¿Cuál fue el objetivo en publicar este libro, cambiar el rumbo de


la historia de Ciénaga?
Cuando uno plantea temas como estos, puede convertirse en
un profanador de mitos, leyendas y costumbres bien arraigadas,
y termina siendo un nadador contra la corriente. Sin embargo, es
posible nadar contra la corriente. Todo cambia, nuestra generación
no lo entenderá, algunas personas se confundirán o entrarán en duda,
y esto es una fuente de conocimiento, porque quien no duda se queda
con lo que le dicen.

¿Se ha preparado para esta serie de comentarios en su contra?


Por supuesto. Mi primer libro fue considerado un anatema.
Me acusaron de quitarle el origen a los cienagueros. Eso molesta.
Debería, más bien, preocuparlos. Moverlos a la reflexión.

¿Usted escribió este libro por amor a Ciénaga o por amor al


conocimiento?
En primer lugar por amor al conocimiento, pero a pesar de que
cuestiono el patrioterismo con expresiones como ‘etnomaniaca’ o
‘xenofóbicas’, las vivencias que uno tiene marcan la vida.
Hechos, momentos, lluvias, aves… Eso cuenta, pero no puedo,
a partir de ahí, generar una actitud de pertenencia absoluta. Debo
asumir más bien una actitud de pertenencia hacia la especie, con
los otros, asumir una mirada autocrítica de la esclavitud de las
formar acabadas.

81
El poeta y crítico colombiano, Teobaldo Noriega.
Foto: Cortesía de Teobaldo Noriega.

“La poesía, ese humano sonido”: Teobaldo


Noriega14

Hace mucho tiempo Teobaldo Noriega emprendió su vuelo hacia


Canadá, donde reside y es Professor Emeritus en el Departamento de
Lenguas y Literaturas Modernas de Trent University. Sin embargo,
toda su poesía habla de esta tierra: sus evocaciones a Guacamayal, la
naturaleza del trópico, a los amigos y a la vida.
Quien lo ve observa en él a un hombre sereno, de voz pausada
y una mirada a la que todo le sorprende. Y es precisamente en su
capacidad de asombro donde está el secreto de su poesía, esa que va
como hilo conductor detrás de todas las cosas invisibles.

14. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 17 de noviembre de 2013. Esta
entrevista también hace parte del libro Caribe Literario (2017), de la Editorial Unimagdalena.

83
En su última visita a Santa Marta, el poeta magdalenense
Teobaldo Noriega tuvo una programación académica interesante.
Compartió sus poemas con los niños de Aracataca y conversó sobre
la poesía en el Banco de la República.
También compartió experiencias con los viejos amigos, a esos
a quienes menciona en los epígrafes de sus poemas y también tuvo
tiempo para concederle esta entrevista a la revista Macondo.

¿Cómo llegó la poesía a Teobaldo Noriega?


Recuerdo haber escrito algunos “papelillos” en mi adolescencia,
pero de eso no he rescatado nada. La poesía como tal vendría
después, como testimonio de reflexión existencial y codificación de
experiencia. Durante mi etapa de estudios en Tunja escribí muchos
poemas de los cuales muy pocos llegaron a ser publicados. Ya en el
extranjero (Canadá, España) pude sistematizar esa inquietud, madurar
en ella; así surgió mi primer poemario. Puede decirse, por lo tanto,
que si bien la sensibilidad poética se manifestó en mí relativamente
a temprana edad, mi relación formal con la poesía llegaría más tarde.
El ejercicio requería adiestramiento y tenía que prepararme.

¿Cómo te enmascaras en tu poesía?


Asumo la identidad de un hablante inmerso en la compleja
experiencia del ser humano. Constituye, por supuesto, una estratégica
ilusión: todo enmascaramiento poético conduce a la desnudez.
Como bien ha señalado alguien, paradójicamente algunas veces
esto equivale a un striptease a la inversa. Son las tretas del escriba.
En mi caso se trata de una voz entregada a cierta reflexión, o en
abierto diálogo con ese oyente que siempre es otro/a. Dos supuestas
entidades que, aunque están allí en un plano ilusorio, se integran a
una red de significantes que conducen a cierta experiencia de mundo.

En el poema “Anti-Narciso” hay un autodescubrimiento


doloroso, ¿te dejó cierta certidumbre?
Me agrada que menciones ese poema porque constituye, en
efecto, un buen ejemplo de enmascaramiento. Como sabemos, en la
versión helénica de esa historia se nos habla de un joven (Narciso)

84
que se enamora de su propia belleza al contemplarse reflejado en
las aguas de un estanque. La tradición señala que esto le ocurre al
hermoso joven como castigo infligido en él por Némesis —diosa
de la venganza—, quien considera imperdonable la cruel conducta
de este al rechazar el amor que le ofrece la ninfa Eco. El hecho
es que Narciso muere en estado de éxtasis ante su propia imagen,
convirtiéndose en la flor que lleva su nombre. Este es, digamos,
el nivel mítico de la historia. A mí, sin embargo, ante tal versión
me interesaba resaltar algo diferente: la imagen de un joven que al
contemplar su belleza no entra en un estado de excitación amorosa
consigo mismo, sino en una profunda crisis existencial al constatar
la fugacidad de la aparente armonía que sus ojos perciben. Es decir,
la cara trágicamente escondida de esa realidad: la inevitabilidad
de la muerte. El hablante en mi poema se pone así la máscara de
Narciso, pero expresa su situación en sentido contrario, lo que lo
lleva a experimentar cierto estado de suspensión existencial; no es
contemplar su propia belleza física, sino el imaginarse y no poder
encontrar ese otro rostro que las aguas esconden: “una deforme
máscara que se ahoga/en el ácido que le sirve de fondo”.
Personalmente, me gusta esta posibilidad porque nos entrega
a un Narciso trágicamente mucho más cercano a nosotros. Pero,
claro, la versión inicial se sustenta en el imprevisible designio de
los dioses. Quizá sea este el descubrimiento o desvelamiento que la
palabra poética logra en mi texto, dejándome esa “certidumbre” que
siempre me acompaña en toda reflexión que hago frente a los límites
de la condición humana.

Hay en tu poesía un amor profundo hacia la vida, hacia los


amigos….
Es cierto. Compleja y sometida a una constante serie de
imprevisibles accidentes, nuestra vida constituye una extraordinaria
pieza acoplada al enigmático mecanismo del universo. Sin llegar
al epicureísmo a ciegas, mantengo una actitud vitalista-existencial
que me impulsa a aferrarme con entusiasmo a mi precaria condición
humana. Vivir es un acto de osadía que merece ser celebrado; en ese
esfuerzo me reafirmo, me reconozco.

85
Amar la vida con todo lo que ella nos entrega, lo bueno y lo
malo: la fiebre descubierta en una desbordada pasión juvenil o en el
otoñal sobresalto, los sueños y desengaños cotidianos, la decrepitud
que nos regalan los años, etc. Son los límites de nuestra pequeñez y
nuestra grandeza. Justamente, la amistad es uno de esos sentimientos
que mejor contribuyen a nuestra tarea de acoplamiento. Relación
noble por excelencia, constituye una forma de amor espontáneo,
amparado en una complicidad que alimentamos sanamente. Sé que
yo sería mucho menos de lo que soy sin mis amigos; de allí que, de
una u otra forma, siempre me acompañen en el camino.

¿En algún momento te has cansado de la poesía?


De ninguna manera, sino todo lo contrario. De asumir yo el
poema como simple ejercicio estético, habría podido ocurrir así; pero,
como te he dicho, la experiencia poética se convierte para mí en una
experiencia de mundo. Y vivir no me agota. La poesía es ese humano
sonido, eufórico o desgarrado, con el que cotidianamente reafirmo mi
condición y me reintegro al singular prodigio que es la vida.

Para Teobaldo Noriega, ¿cuál sería una posible manera de


triunfar ante el temor?
Una pregunta interesantísima y compleja. Ciertamente el temor
es parte integral de nuestra experiencia cotidiana, con implicaciones
que van de lo simplemente mundano a lo escatológico. Se impone
en todo caso la necesidad que tiene el ser humano de encontrar
suficiente soporte existencial para sobrepasar ese miedo inherente
a su condición. Nos reconocemos ontológicamente definidos por
el sobrecogimiento: nos aterra lo fugaz del instante que vivimos,
lo imprevisible del que viene, la inevitabilidad de la muerte, etc.
Irónicamente, de ese mismo temor nace lo imperecedero del hombre,
su deseo de permanencia. Lo logra, de manera relativa, a otro nivel
y en otro espacio; esta es la redención que le brinda el arte. En
mi caso —presiento que es también el tuyo, porque eres poeta—
la escritura me permite trascender ciertos límites, operando como
ejercicio liberador. En el poema se funden conciencia-de-mundo y
deseo, angustia existencial y necesidad de subsistir; todo sublimado

86
por el poder de la palabra. No callar es nuestra mejor manera de
superar el temor.

En tu libro Doliente piel de hombre dices que escribir poesía no lo


concibes como revelación o misterio, sino como un testimonio de
estar aquí y ahora. ¿Cómo llegaste a esa conclusión?
Históricamente, como bien sabes, es conocida la tendencia
de algunos escritores a considerarse portadores de un discurso
privilegiado que los coloca por encima del resto de los mortales. Son
los “profetas literarios” en estado de inagotable éxtasis, practicantes
de un mesianismo fuertemente arraigado en cierta afirmación bíblica
(En el principio era el verbo…); algo que por supuesto me parece
aceptable si se trata de un texto evangélico. En un mundo abierto a
tantas posibilidades discursivas como el actual, no es extraño que
abunden las seudoteologías. Para mí, sin embargo —lejos de asumir
el papel de un poeta-sacerdote—, el poema es esencialmente un acto
de reflexión, de indagación, materializado en un encadenamiento
lingüístico donde quien habla y quien escucha/lee están a un mismo
nivel de comunicación terrenal. Es nuestro común aquí y ahora lo
que me importa, Annabelle: nuestro humano tránsito.

¿Crees que cada poema que has escrito está completo? Es decir,
¿has quedado satisfecho con el resultado y el sentimiento inicial
que te impulsó a escribirlo?
Todo poema conduce al encuentro fortuito de dos sensibilidades,
la del emisor(a) y la del receptor(a). Se trata de una relación dialógica,
semánticamente abierta; es esto lo que hace imposible suponer que
el texto del poema, tal como queda registrado en el espacio de la
página, pueda ser considerado como algo “completo”. Si lo fuera, no
tendría sentido seguir escribiendo. Cada poema es una pausa, un trozo
de sonoridad que continúa en el siguiente. Y aunque ese fragmento
pueda dejarnos satisfechos —mucho mejor si es así—, una tonalidad
mayor nos acosará por dentro. El pentagrama nos espera.

87
Hernán Vargascarreño, poeta.
Foto: Cortesía de Hernán Vargascarreño.

El País íntimo de Hernán Vargascarreño15

Hernán Vargascarreño visitó Santa Marta hace poco. Llegó


por una razón poderosa: la poesía. Entre sus planes estaba el
lanzamiento de la última edición de Revista Exilio, dedicada al poeta
Harold Alvarado Tenorio, y dos nuevas ediciones de sus poetas
norteamericanos favoritos, Emly Dickinson y Edgar Lee Master.
Unas cervezas y unos cuantos cigarrillos aquella noche, con ruidos
de Carnaval, fueron además la excusa para reunirse con los poetas
amigos que marcaron su estadía en esta ciudad.
Aunque Vargascarreño ha recibido numerosos premios de
literatura, en “Confesión”, poema de su libro País íntimo se confiesa
de “hablar solo o con los perros o con la lluvia o con los muertos/ de

15. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 30 de marzo de 2014.

89
detestar el trabajo con horarios o las condecoraciones/ del gusto por
abandonarme en mi hamaca y repasar inútilmente en ella, la película
de mi vida”.
En esta entrevista concedida a la revista Macondo, el poeta de
Zapatoca, el exiliado, el editor y traductor, confiesa algo más de su
País íntimo y de su estancia en Santa Marta.

¿Cómo descubrió que usted era poeta?


Creo que el haberme alejado de las montañas de Santander y haber
llegado al mar —tenía 29 años entonces— me dio la visión necesaria
para establecer un paralelo entre dos paisajes muy diferentes que,
aunado a la lectura profunda, hizo que se revelara el poder de la
palabra que de alguna manera llevaba en mi esencia. Siempre he
pensado que mi madre, con quien hice trayectos a camino de varios
días por las montañas donde me crié, fue la autora de que la palabra
se instaurara de alguna manera dentro de mí; entonces era un niño,
pero la poesía ya estaba haciendo su oficio, pues escribir poesía es
plasmar más el pasado que el presente. Luego vino el mar, esa otra
madre terrenal. Lo demás es parte del camino.

¿Por qué siempre regresa a Santa Marta, volverá para quedarse?


Mis mejores amistades están en la bahía samaria, y además está
el mar, su llaneza, esa extraña sensación que produce mirarlo hacia
el amanecer o hacia el atardecer, una especie de reto para quien tiene
que trabajar con las palabras. Espero seguir viniendo a Santa Marta
cada vez que pueda, pero ya no para quedarme, ahora me llaman
otras tierras mucho más lejanas. Quisiera radicarme en un país de
habla diferente al español pero aún no he decidido adónde ir a anclar
mis últimos días.

En su poemario País íntimo hay poemas autobiográficos


relacionados a su familia. ¿Existe algún límite para la intimidad
en la poesía?
La poesía no tiene límites; afortunadamente es libertaria en todo
sentido. Esas menciones a la familia en mi libro País íntimo son
precisamente un homenaje a los seres que me formaron y al carácter

90
recio de mi familia campesina santandereana. Pude haberlo escrito en
tercera persona, pero no lo quise. Claro que no es una permanencia,
pues en mi libro Piedra a piedra el tono y los temas de mi poesía son
muy diferentes.

¿Qué le revelaron los poemas de Emily Dickinson al momento


de traducirla?
La revelación de Emily ha sido capital para entender la poesía
en su más profunda faceta. Al ser una poeta que se ocupa de las
nimiedades del alma elevadas a la vastedad del universo, me ha
permitido ver mi propia poesía con un catalejo más universal. Al ser
Emily una maestra de la palabra, tanto como Kavafis, Pessoa, Borges,
Montejo, entre otros de mis preferencias, sus lectores tenemos que ser
humildes alumnos para ir descubriendo lentamente tanta elaboración
de la belleza, tanto asombro, tanta lucidez… Ya en el plano de la
traducción de sus poemas, traducciones que he emprendido porque
no me han gustado varias de las que han llegado a mis manos, esa
unión que se establece al traducir su poesía es tal vez uno de los actos
más religiosos que uno como poeta pueda emprender al hermanarse
tanto con la poética de alguien a quien admira.

¿Qué tanto hay de Edgar Lee Masters y Emily Dickinson en su


poesía?
No creo que en mi poética existan rasgos visibles de la poesía de
Dickinson o de Lee Masters. Son muy diferentes.

¿Cómo nacieron esos dos grandes proyectos que usted lideró en


Santa Marta: Los recitales Poesía Mar Abierto y la revista de
poesía Exilio?
Llegué a Santa Marta en julio de 1989 y quería hacer algo con la
poesía. Apenas tenía en mi haber unos pocos poemas que empezaba
a escribir, pero pronto me di cuenta que en la parte cultural había
un gran vacío con la poesía; así que me di a la tarea de convencer a
Mercedes Alzamora, en ese entonces encargada de la parte cultural
de Cajamag, quien después de varios meses de insistencia me
permitió organizar el primer recital en el año 1991. Leímos a Borges

91
y yo leí mis primeros poemas. Como la sala se llenó, me dijo que
podría organizar el segundo recital. Yo mismo elaboraba los afiches
e invitaciones, en fotocopias, y los iba pegando por el centro de la
ciudad. Luego se conformó el grupo Poetas al Exilio, y todo siguió
su cauce; eso sí, con mucho trabajo, esfuerzos e incluso dineros
propios. Logramos mantener el programa durante 17 años, y en la
última década ya se financiaba en su mayor parte con los aportes del
Ministerio de Cultura, el Área Cultural del Banco de la República
y la Oficina de Cultura de la Alcaldía de Santa Marta. Revista de
poesía Exilio nació en 1993. Para su nacimiento me ayudó mucho
la poeta Monique Facuseh. Recorrimos oficinas buscando apoyo
económico y, finalmente, apareció su primer número con la hermosa
poesía del magdalenense Óscar Delgado, el más olvidado de los
poetas del Magdalena.

¿Qué jóvenes talentos descubrió en Poesía Mar Abierto?


Algunos se quedaron en el camino o la vida los ha consumido en
sus profesiones, en esos avatares que todos tenemos que sortear para
sobrevivir en un país tan mísero como el nuestro. Pero puedo dar
unos nombres: Monique Facuseh, Irvin Ríos, Samuel López, Luis
Rafael Gutiérrez, Evanis Rafael Potes…

Desde su partida, ¿cómo observa los espacios para la poesía en


Santa Marta?
En Santa Marta se acabaron los espacios para la poesía porque no
ha habido quien tenga la fortaleza suficiente ni las agallas para luchar
contra tanta burocracia. Se necesita alma de guerrero y de poeta para
trabajar por algo tan intangible como las palabras. Nosotros dejamos
un gran público formado, pero, al no haber habido continuidad, ese
público se ha quedado sin los espacios para la poesía. Sé que en estos
momentos no hay ningún programa local y mucho menos nacional o
internacional que se lidere desde la bahía.

¿Cómo conoció a la poeta Clemencia Tariffa? Además de su gran


obra poética, ¿cuál es el recuerdo más vivo que tiene de ella?
Mi respuesta sería demasiado larga, así que la abreviaré. Conocí
a Clemencia Tariffa en Casa Caribe Libro-Café. Su dueño, José

92
Gustavo Paba, me obsequió su libro El ojo de la noche, que me leí
de una vez. De inmediato quise conocer a la poeta. Tengo muchos
recuerdos vivos de ella, muy vivos: su fragilidad, su pasión por la
poesía, su esquiva personalidad, su orfandad, su deseo de abrazar el
mundo en una sola palabra…

Usted posee varias facetas, la de traductor, editor, poeta, gestor


cultural… ¿cuál de ellas ha sido la más compleja?
La más compleja es la de poeta, pues es la lucha interna la que
más agota, esa lucha por crear poesía. Ser traductor, es una delicia,
y editor, un verdadero placer, pues me gusta mucho cuidar de las
ediciones. Ya no soy gestor cultural porque mientras lo fui perdí
mucho dinero para poder mantener los programas. Creo que esa
faceta ha quedado en el pasado. Ahora, lo que quiero es tener un
buen negocio que me dé dinero para publicar a los poetas que yo
quiera publicar, para difundir revistas y libros, pues creo mucho en
el libro físico más que en la pantalla efímera.

¿A qué poetas conocidos suyos admira y por qué?


Colombianos: a Giovanni Quessep, Harold Alvarado Tenorio y a
María Mercedes Carranza, así ella ya no esté con nosotros. Admiro a
muchos extranjeros, pero no he tenido la oportunidad de conocerlos.
El único que cumple ese requisito es el gran venezolano Eugenio
Montejo, así se nos haya ido también de este mundo. Claro que la
lista de poetas, mujeres y hombres, vivos o muertos, que admiro con
extrema devoción, es larga.

¿Tiene algún ritual o algún agüero para escribir?


No hay ritos en el momento de escribir, pero sí en los procesos
que siguen al acto de primera creación. Imprimir el poema y pegarlo
delante de mi escritorio, para verlo todas las mañanas e ir puliendo
lo que haya que pulir. Ese proceso puede durar incluso varios meses.
Luego se va al cajón, me olvido de él durante algún tiempo. Meses
después, cuando se vuelve al poema, uno ya lo puede ver con otros
ojos, con una mirada más distante; entonces, ya se puede ser cruel
con él hasta el punto de destruirlo.

93
¿A qué le está escribiendo Hernán Vargascarreño en estos
momentos?
Estoy escribiendo un libro de nombre Montuno. Es un homenaje
al cañón de Chicamocha y a las montañas que recorrí de niño; pero
como siento que algo le falta, emprenderé este año un recorrido por
doce pueblos del cañón que no conozco, entrando por Boyacá y
terminando en Cepitá, cerca de Bucaramanga. Veré si ese recorrido
me da nuevas ideas para acercarme más a la poética que quiero
plasmar. Necesito ver más de cerca su gente, oler sus montes, libar
sus licores, acercarme más a la herida de la tierra que es este gran
cañón. Están, además, los poemas sueltos, que siempre aparecen
sin temática alguna predeterminada; esos se van acumulando para
incluirlos en algún libro que aún no tiene nombre, o para que hagan
parte de un libro.

¿Sus escritores capitales?


Homero, Cervantes, Kavafis, Borges, Dickinson, Montejo… Mis
dos libros preferidos: El Quijote y La Ilíada.

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Alfonso Diaz Granados, político cienaguero.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

“En mi alcaldía no se perdió un solo


centavo”: Alfonso Díaz Granados16

Alfonso Díaz Granados Dávila tiene 92 años, la mayor parte


de su vida la ha dedicado a su pasión por la política, sobre todo la
política cienaguera, que conoce muy bien desde antes de convertirse
en el primer alcalde elegido por voto popular de su municipio (1988
-1990). Aunque no ejerce ya ningún cargo político, vive la política
a diario, y se mantiene informado sobre los asuntos políticos que
conciernen a Ciénaga y al país. Es un hombre de la política que
manifiesta un compromiso total con su pueblo, como pocos lo hacen.
Lo visitamos en su apartamento de El Rodadero:

16. Publicada en el blog annabellmf.wordpress.com el 17 de mayo de 2015.

95
¿Cuál es su opinión sobre la situación política que se respira en
Ciénaga?
La política de Ciénaga es una política llena de errores y
equivocaciones. Ojalá, con el favor de Dios, cambien las cosas en
estas elecciones de octubre, porque la situación de hoy es lamentable.
Los malos comentarios que escucho me avergüenzan. Uno no
puede tapar con las manos nada de lo que está ocurriendo. Por esta
razón, ruego un cambio en la política cienaguera, que se acaben los
nombres que han cubierto de ignominia a la sociedad. Que no vayan
a repetir los mismos errores, porque eso es lo que ha sido Ciénaga:
una sucesión de servidores públicos que dejan mucho que desear,
que no cumplen con su deber, que solo han perpetuado la vergüenza.
Hay concejales que deben dejar su cargo para el bien del municipio.

¿Cuáles son esos hechos concretos que tanto le avergüenzan?


Decir cuáles son esos hechos es una perogrullada, esa expresión
significa que las cosas las sabe todo el mundo, que no hay nada más
que decir. ¿Para qué herir susceptibilidades sobre cosas que todo el
mundo comenta en las calles de Ciénaga?

Se aproximan las elecciones locales, ¿cuál de los aspirantes a


la alcaldía de Ciénaga considera usted que es el más apropiado
para acceder este cargo?
Son varios los candidatos. Antes de que se escucharan los
nombres de esos candidatos, afloraron unos personajes interesantes
que no continuaron con la iniciativa. El doctor Carlos Payares quería
lanzarse, pero desistió. Las mismas condiciones pecaminosas de la
política no dejan que la gente de prestigio se asome. Allí, los quieren
arruinar y quitarle la plata que no tienen; los quieren sacrificar, y
una persona de prestigio no cae en estos juegos. El problema es
conseguir un buen candidato. Muchos de ellos no tienen plata.
Otros aspirantes están rodeados de inconvenientes morales, que no
es posible apoyarlos. Hay otro que terminará haciendo el ridículo,
no sabe trabajar ni pelear. También hay algunos aspirantes muy
respetables. Ojalá aparezca un candidato o candidata que genere
confianza y con una hoja de vida que los respalde.

96
¿Y cómo ve el panorama electoral en Santa Marta y el
Magdalena?
En Santa Marta no estoy muy enterado porque siempre me ha
preocupado la situación cienaguera. Solo sé de la candidata del
Gobernador. De hecho, no sé por qué las mujeres no están dominando
el panorama político siendo mayoría, y, además, porque las mujeres
son delicadas y honorables por naturaleza; por eso vale la pena que
estén en la política.

¿Qué espera usted del próximo alcalde de Ciénaga?


Lo que me preocupa son las costumbres políticas que se
atraviesan en el camino. Hay cienagueros que están preparados para
borrar la tétrica imagen que tiene la alcaldía de Ciénaga, pero no hay
forma de que sean candidatos. Ojalá los buenos candidatos tuvieran
la envergadura y el valor de lanzarse sin importar a ahogarse. Es
que ahogarse en Ciénaga no es un baldón. Se ahoga el tipo que no
peca, que no comete delito, el que no lleva una plata robada de la
misma entidad oficial. En cualquiera de las posiciones del mando
de la política en Ciénaga no se ahogan quienes reciben dinero en
abundancia, porque la costumbre es comprar y vender el voto. Vamos
a ver si acabamos con esa desgracia moral que nos ha martirizado
tanto tiempo, porque el pueblo ha sido víctima y lo han corrompido:
sale a votar y en el camino lo pervierten.

¿Qué le parecen las negociaciones de paz que están desarrollando


en La Habana?
Yo, personalmente, soy admirador de Juan Manuel Santos, pero
los acuerdos de paz cada día amanecen con un concepto diferente.
Un día la guerrilla comete una atrocidad y ataca, y al otro día dice
que está de acuerdo con dejar las armas y no seguir matando a los
colombianos. ¿Qué podemos hacer? A mí me parece que ya es hora
de enfrentar a la guerrilla y preguntarle qué quiere. Si quiere seguir
peleando estamos dispuestos y tenemos un ejército grande para hacer
respetar las leyes y la soberanía de Colombia y, si quiere arreglar, no
hay que demorarse en los diálogos imponiendo condiciones porque
lo importante es el futuro de los colombianos.

97
¿Cómo imagina a la Colombia del postconflicto?
¿Una Colombia sin guerrilla? Pero si aquí se miente todos los
días con el proceso de paz. Hace 10 años están diciendo que la
guerrilla tiene 50 años y se comen los 10 años, ya tiene como 70 y
no le pasan los años.
La paz debe venir sencillamente porque no entendería ningún
Gobierno del mundo que permita que se sigan matando a los hijos de la
tierra respectiva…, no podría concebir eso. ¿Cómo se puede entender
que se siga atacando a los niños, que los recluten para la guerra y que
nadie lo impida? Todo eso tiene que acabar. No es posible que sigan
matándose a los niños y a las mujeres sin que nadie diga nada. Pero
no hay quien diga nada porque los perros no ladran cuando tienen
la boca llena. Lo que quiero decir es que los políticos no dicen nada
cuando reciben dinero, no se exponen, ¿para qué? Siguen la suerte
que estamos viviendo, no hay valor personal de nadie; esto sucede,
especialmente, porque no se puede hablar siendo culpable.

De todas las obras que hizo en su administración como alcalde


de Ciénaga, ¿de cuál siente mayor orgullo?
En mi Alcaldía no se perdió un solo centavo. A los cuatro días
de estar posesionado se presentó una reclamación de cesantías, pero
se investigó y determinó que la persona iba a cobrar dos veces.
Hablé con el contralor, le dije que podía ir a la cárcel por tales
equivocaciones. Después de eso no volvió más nadie a cobrar dos
veces una prestación social.
Yo desearía que surgiera alguna persona y me dijera: “Usted
como alcalde dejó que se robaran cierta cantidad de dinero”. ¿Por
qué me odian los políticos? Porque no permití que se robaran un
centavo de la riqueza popular, no permití que se llevaran un centavo
de los dineros de la tesorería, porque me opuse de manera terminante
a los malos pasos de los corruptos.
Me hicieron propuestas de obras por 5 millones de pesos cuando
costaban un millón en aquel entonces. Esa era la Ciénaga que yo
encontré. Yo no recibía plata, no tenía recursos para hacer ni una sola
obra, pero se me ofrecieron personas que hicieron obras y fue de esa

98
manera como hice un colegio en Zona Bananera. Un gran colegio en
Santa Rosalía.

¿Qué más hubiera querido hacer por Ciénaga?


Con recursos hubiera hecho más por mi municipio. Yo cobré mi
primer sueldo a los cuatro meses, siempre pensando en que lo que
entrara a la tesorería fuese para pagar a la gente que necesitaba más
que yo. Me presté para todos los sacrificios, para que las cosas tuvieran
las mejores soluciones. Y si hubiera tenido plata hubiera hecho de
Ciénaga obras verdaderas. Daré un ejemplo de una vergüenza grande
para la política de Ciénaga. Nos citaron a unos alcaldes a Cartagena.
A mí me llevó Alfonso Vives en su carro porque Ciénaga no tenía
vehículos. Cuando llegamos, encuentro que el gerente del Instituto
de Crédito Territorial me conocía sobradamente. Le comenté de
mi situación en Ciénaga y este dijo: “Te voy a hacer 200 casas en
Ciénaga. Tú sólo consígueme el lote”. Hablé con los Riascos, que
eran muy amigos míos, y me dijeron: “Ahí está la tierra al precio
que quiera la alcaldía para que se construyan esas casas”. ¿Y saben
qué dijeron los concejales, que tendrán que llevar la vergüenza en
su cara? “A ese alcalde no le dejamos hacer una casa” y no me
permitieron que ejecutara ese plan de vivienda.

Usted visualizó los problemas ambientales que generaría la


presencia de la Drummond cuando se autorizó el establecimiento
del puerto y muelles carboníferos en el sector de Papare. ¿Qué
hizo en concreto?
Al saber que iban a hacer un puerto de carbón en Ciénaga, lo primero
que se me ocurrió pensar fue en el polvillo que mataría a mucha gente.
Interpuse una tutela en compañía de Alfredo Riascos Labarcés
ante el Tribunal Superior de Santa Marta. Dos miembros del tribunal,
en octubre de 1993, la desestimaron por improcedente, pero un tercer
magistrado, el doctor Fernando Arrieta Charry, hizo un salvamento
de voto que recogía nuestras preocupaciones. La realidad nos ha
dado la razón a un precio muy alto. Las regalías, que todos añoraban
desde entonces, las han invertido en la corrupción. Alfredo Riascos
pidió concepto al mundo entero para respaldar la tutela. Nosotros

99
llegamos hasta la Corte diciendo lo que iba a pasar y ahora dicen
que hay más de 100 hombres al borde de la tumba por esta razón y
los que vienen. Hasta las playas se están enfermando por causa del
polvillo y la erosión.

Alfonso Diaz Granados y su esposa Margarita Zabaraín.


Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

La charla con Díaz Granados ha llegado a su fin. Siempre de


buen humor, acepta posar con su esposa, Margarita Zabaraín, para
una sesión de fotos. Tomándola de la mano, resalta que son más
de cincuenta años de vida matrimonial al lado de una mujer “que
todavía me cela y a la que adoro”.

100
Eduardo Barros Pinto, poeta.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

La casa del mar de Eduardo Barros Pinto17

El poeta Eduardo Pueblo, como se hace llamar el autor de La casa


del mar, es licenciado en Biología y Química, investigador social con
énfasis en las Ciencias Indígenas de la Sierra Nevada y, en la actualidad,
se desempeña como docente en la Institución Educativa Cristo Rey
del Distrito de Santa Marta. Sus conocimientos, sus vivencias con los
Hermanos Mayores de la Sierra Nevada, los oficios de su profesión,
los recuerdos de su casa paterna frente al mar en la que siempre ha
vivido, sus amores, desamores, amigos y situaciones conmovedoras
fueron motivos todos de inspiración al concebir este trabajo.
Como investigador ha sido autor y coautor de cinco libros sobre
el pensamiento, medicinas, mitos y cosmogonía de los indígenas de

17. Publicada en el blog annabellmf.wordpress.com el 11 de junio de 2015.

101
la Sierra Nevada. Su primer poemario, Secretos de una noche azul,
fue publicado en 1990, y el segundo, Terquedad de la memoria, en
2002. Pasaron 25 años para que el poeta decidiera lanzar esta tercera
obra, en la que siente una evolución en su oficio. Con La casa del
mar, Eduardo Barros encontró su voz poética.
Para Eduardo Barros, La casa del mar es un sitio mítico, pues el
mar es todos los mares. El libro recoge una selección de 73 poemas,
agrupados en seis capítulos que, en realidad, son cuatro. La división
sería una metáfora de cuatro estaciones o épocas en la vida del poeta.
Los dos primeros capítulos: “Las primeras olas” y “Dónde el
azul irrumpe”, son la primavera del autor, los inicios en el camino
de la poesía. Los capítulos del verano: “Salmos del navegante” y
“Mediterráneo”, son vivencias que marcaron la imaginación y la
felicidad de Barros. En el capítulo “Duelo Marino —otoño—”, el
poeta nos expresa las rupturas y los duelos. Por último, el capítulo
“Agua de alquimia”, el invierno, es una faceta en la que el autor
renace y con la que se cumple el ciclo de la vida.

¿Por qué La casa del mar?


Porque “primero estaba el mar”, porque es un libro de hondas
raíces míticas. Nutrido por los mitos de los indígenas de la Sierra
Nevada. Decir La casa del mar es una provocación, es nombrar a
mi manera la Casa de Espuma, un lugar mítico donde nació Sintana,
el primer hombre, según la mitología de los Kogui. Así las cosas,
La casa del mar es un libro cercano a lo que han definido como
realismo mítico.

¿A qué le llamas poesía tribal?


La palabra “tribal” viene de tribu y tribu es aldea, barrio, esquina,
y mi poesía está cercana a todo esto. Un título anterior considerado
para el libro era Poesía tribal. Me daba cuenta de que siempre había
una especie de regreso, de terquedad de la memoria para seguir
nombrando con voces míticas lo que para mí es significativo: Kankurua,
Jocwinsiro, Tahuantinsuyo, Wasulua, Nabusimake, Chimborazo,
Rancheria, Zhatukwa... son palabras utilizadas en mi poesía.

102
¿Cuál es la poética de Eduardo Barros Pinto?
Mi poética nace del mar y al mar regresa. Se trata de una poética
del agua, del mar como materia poética. Gaston Bachelard, poeta y
filósofo francés, tiene un libro de ensayos alrededor de la poética del
agua, es decir, un ensayo sobre el agua como elemento poético. En
mi caso, el mar como materia poética siempre está presente. Sus olas
son manos que diluyen estatuas de sal y de reyezuelos de oxidada
avaricia de yodo.

¿Podríamos decir que, por la estructura de este libro, es una


autobiografía?
Por supuesto. La estructura del libro es elíptica como el paso de la
tierra alrededor del sol. Mi vida, como la vida de cualquier persona,
ha transcurrido con todo el rigor de las estaciones. Muchas veces me
he vestido de primavera, de verano, de otoño y de invierno. Y fueron
estas ideas las que me guiaron para estructurar el libro. Pensando que
somos como las estaciones, que florecemos como la primavera, que
nos enamoramos como un sol de verano, que nos deshojamos como
en el otoño y que renacemos como renace la tierra en el invierno,
encontré la clave para armar el libro.

¿Qué influencias literarias guían este poemario?


Este libro ha sido influenciado por muchas voces. Ya he hablado
de la influencia mítica que tiene el poemario, pero también otras
voces se escuchan en él. Neruda, Héctor Rojas Herazo, José Luis
Diazgranados, Raúl Gómez Jattin, Teobaldo Noriega y, por supuesto,
las voces de amigos muy cercanos como Martiniano Acosta, Gustavo
Arrieta, Liliana Velásquez, Rafael Darío, Monique Facuseh, Richard
García… amigos entre los cuales se nutre mi poesía.

¿Cómo construiste esta obra, cuánto tiempo te llevó?


Invertí tal vez unos 6 o 7 años pensando el libro, revisando,
corrigiendo, reescribiendo, cuidando cada detalle. En todo ese
tiempo propuse nombres para el libro como El círculo de los días,
Poesía Tribal, Artefactos, Tríptico. Finalmente, fui decantando la
idea hasta construir La casa del mar.

103
¿Cuáles son los poemas de este trabajo con los que más te
identificas?
Con todos. De los 73 poemas que componen el libro, en cada uno
hay una parte de mí, como un espejo de agua en el cual puedo verme
reflejado por completo y reconocerme.

¿Cuál es el principal aporte de La casa del mar a la literatura


local?
Eso lo dirán el tiempo y los críticos literarios. Mi gran
preocupación era escribir un buen libro de poesía. Aquí está mi libro,
léanlo y ojalá se emocionen como yo al escribirlo.

Por último, hablamos de unas cuatro estaciones en tu obra. ¿En


qué estación se encuentra tu vida en estos momentos?
En invierno, que es un tiempo de humedad, de frescura, de
alquimia, un momento de lluvia para mi poesía.

104
Fabio Rodríguez Amaya, editor.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

El reto anticipador de Cepeda Samudio18

Álvaro Cepeda Samudio: visionario, vanguardista, extrovertido


y genial. Su obra literaria, Todos estábamos a la espera (cuento,
1954), La casa grande (novela, 1962), Los cuentos de Juana (cuento,
1972), ha sido compilada por la Unesco en una edición crítica que
consta de 800 páginas en las que además participan con artículos
y ensayos, entre otros, los escritores colombianos Álvaro Medina,
Manuel Guillermo Ortega, Julio Olaciregui y Clinton Ramírez.
Esta edición también trae un registro virtual que adjunta archivos
fotográficos, dibujos de Alejandro Obregón y el documental La langosta
azul (1954). En el marco del evento Caribe Literario, organizado por
el Banco de la República y la Universidad del Magdalena en Santa

18. Publicada en el blog annabellmf.wordpress.com el 4 de noviembre de 2015.

105
Marta, Aracataca y Ciénaga, a finales de septiembre, se llevó a cabo
el lanzamiento de esta obra dirigida por Fabio Rodríguez Amaya,
profesor de la Universidad de Bérgamo (Italia).
Además de los escritores mencionados, también participaron en
el lanzamiento la crítica literaria y traductora al italiano de la obra
de Cepeda Samudio, Marta Bellometti y Tita Manotas, la viuda de
Cepeda. Caribe Literario cuenta con seis versiones desde el 2010,
año en que organizó el conversatorio sobre la obra de Gabriel García
Márquez y la influencia de la Zona Bananera en su mundo literario.
El evento ha estudiado y homenajeado en sus sucesivas ediciones
a los autores Ramón Illán Bacca (2011), Roberto Burgos Cantor
(2012), Teobaldo Noriega (2013), Marvel Moreno (2014) y Álvaro
Cepeda Samudio (2015).

AL RESCATE DE LA OBRA DE CEPEDA

Entre 1988 y 1999, Jacques Gilard propuso la edición crítica de


La casa grande de Álvaro Cepeda a la Unesco. Sin embargo, solo
logró publicar en Madrid la versión crítica del libro de cuentos Todos
estábamos a la espera (2005), tres años antes de su fallecimiento.
Fabio Rodríguez Amaya asumió la responsabilidad de culminar el
trabajo adelantado por su amigo Gilard, reconocido crítico de la
literatura latinoamericana.
Este año fueron lanzadas dos ediciones de la obra literaria del
autor barranquillero, la versión comercial de Alfaguara y la crítica
de la Colección de Archivos de la Unesco. Fabio Rodríguez Amaya,
buen conversador, pintor y lector asiduo, un cachaco enamorado de la
literatura costeña, concede esta entrevista para mi blog AnnabellMF
en la que habla del proyecto adelantado y de la importancia de
Cepeda para las letras de Hispanoamérica.

¿Por qué la obra de Cepeda Samudio es importante para la


Unesco?
Por su escritura, la amplitud y el alcance del proyecto que
me proponía para publicarlo y el relieve de la figura de Cepeda

106
Samudio como predecesor y protagonista del fenómeno literario
más importante de la segunda mitad del siglo XX: la nueva novela
latinoamericana.

Usted, que ha estudiado profundamente la obra del escritor


barranquillero y dirigió esta edición de Archivos, ¿qué aportes
significativos encuentra en ella?
Serían varios los puntos por resaltar: ante todo, la posibilidad
que se tiene de leer integralmente a Cepeda en la, por primera vez,
edición integral de su obra; el hecho de encontrar fijados y editados
de manera definitiva los textos que han sido muy atropellados
por editores, tipógrafos y correctores de estilo y de galeras; las
lecturas inéditas a nivel crítico, analítico e interpretativo que arrojan
nuevas luces sobre la vigorosa y audaz narrativa de su autor, que
se encuentra en los 26 ensayos, escritos especialmente para esta
edición, por reconocidos críticos, especialistas y estudiosos de siete
nacionalidades y proveniencias diferentes; la selección antológica
de textos, materiales de archivo, reproducción de documentos,
manuscritos, guiones, etc… de Cepeda Samudio.
A ello se suman los inéditos de Gilard y, en el apartado dedicado
a la literatura de las bananeras, la galería de imágenes, documentos,
fotografías y materiales varios, así como la posibilidad de ver La
langosta azul, la película de 1964, realizada por Cepeda Samudio y el
Grupo de Barranquilla que es la primera película de autor en Colombia.

¿Dónde encontrar al mejor Cepeda? ¿En la narrativa, en el


periodismo, en sus baladas y poemas, en el cine?
Cepeda es un autor polifacético y, a mi juicio, de excelencia
en todas las empresas que acometió. Fue un poeta, un cronista, un
narrador, un artista integral, de un talento y una vitalidad inusitados
en Colombia, con rasgos de genialidad e intuición desconocidas
hasta entonces, al punto que se sigue revelando como uno de nuestros
mejores creadores, escritores y periodistas de todos los tiempos en el
país. No sólo revolucionó la literatura sino el periodismo. No estuvo
solo, claro está, pero sí fue el precursor, con el Grupo de Barranquilla

107
y los escritores de Cartagena. Además fue promotor cultural,
organizador y mecenas de los primeros salones internacionales de
arte, de los museos de la Costa, impulsó los medios de comunicación,
transformó el periodismo del país, fue fundador del primer cine club
y editor de la primera revista de cine en Colombia.

¿Se puede afirmar que hay una influencia cepediana en la


literatura colombiana de hoy?
Detesto esos adjetivos, pero sí, creo que Cepeda Samudio ha
sido para la literatura colombiana, como Macedonio Fernández para
la literatura argentina, un maestro secreto, leído en profundidad
pero a hurtadillas, un escritor de amplio respiro e influencias, pero
no reconocido por ninguno, como han sido Onetti, Borges, Rulfo y
Lezama, para los autores de esa cosa que llaman boom. Tenga presente
que Cepeda, buen discípulo de José Félix Fuenmayor y Ramón
Vinyes, es el primer gran revolucionario y renovador de la literatura
en Colombia, incluso que su gran amigo y compañero de viaje Gabriel
García Márquez. Cepeda introdujo de manera definitiva lo urbano, lo
existencial y lo ético en nuestra literatura, así como los grandes temas
del momento que nos pusieron a dialogar con el mundo entero.
Todo, realizado con una factura y técnicas superlativas. A
esto se suma el haber incorporado desde estilemas, modalidades
narrativas, instancias narradoras, narrativas y puntos de vista, hasta
la fragmentación de la prosa y la subversión de la materia narrativa
que precede al mejor Cortázar.

García Márquez señaló muy tempranamente que La casa grande


era un experimento arriesgado. Explica este hecho que la novela
no haya tenido más lectores y que siga siendo el cuco de la crítica
colombiana. ¿Sigue siendo un experimento arriesgado?
Sí, la novela es un experimento arriesgado en sus núcleos
temáticos, sus técnicas, su sobriedad y la exactitud maniacal de la
escritura, la lengua y los lenguajes. Para no hablar de la innovación
de sus poéticas: la ambigüedad, la soledad y la desesperanza, entre
otras. A la vez, es un experimento logrado en su totalidad, que
integra desde la tragedia clásica hasta las neovanguardias, en dos

108
ejes bien estructurados: el público (la zona bananera) y el privado
(la casa grande), además de concretar la urgencia de restituir a los
colombianos el tema nacional que nos agobia: el de la violencia. La
violencia sin muertos, sin regodeos morbosos y enfermizos.
Por el contrario, sirviéndose de una anécdota que marcó el
imaginario popular: el genocidio de Estado de las bananeras de 1928,
materializado por las fuerzas oscuras del militarismo, el Gobierno,
los latifundistas y plantadores locales y la multinacional United
Fruit. La casa grande junto con las del ciclo de Macondo hacen
que la literatura oficialista, la llamada “novela de la violencia”, se
derrumbe sola, pues eran tentativas de crónicas mal logradas, eran
catálogos de atrocidades sin valor estético y ético las más de las veces.
Centenares de novelas, ‘noveluchas’, novelitas muy mediocres,
sin valor estético alguno satisfacían a falangistas y fascistas como
Laureano Gómez, Ospina Pérez, Alzate Avendaño y sus agentes
culturales. Las de Cepeda, García Márquez, Zapata Olivella y Mejía
Vallejo rompían la hegemonía de eso que francamente no podemos
considerar Literatura Nacional.

Gilard, en su estudio de La casa grande, sugiere que quizá a


Cepeda le faltó una segunda novela para confirmar que esta
obra no fue solo un experimento arriesgado o puro virtuosismo
técnico. ¿No vale el corpus de su corta obra para asegurarle un
lugar en la historia de las letras hispanoamericanas?
Esta última es la tesis que propongo, argumento y me propongo
demostrar en mis trabajos: los tres libros dan cuenta de un escritor
logrado, de un gran poeta, arrinconado caprichosamente, poco leído
y muy poco estudiado. Un autor del que todos hablan y citan, pero
casi nadie lee. Gilard es un maestro, ha sido mi amigo y hemos
trabajado juntos más de dos décadas, pero él también es humano
y equivocarse es humano. No creo que Gilard haya apreciado Los
cuentos de Juana, pero en ese mismo ensayo que se publicó, en
2012, en la edición celebrativa, habla ante todo de lo grande que es
la literatura de Cepeda, parangonable a la de García Márquez.
García Márquez, muy intuitivo y visionario, fue el mejor y más
objetivo lector de los cuentos y la novela de su íntimo amigo. Cuando

109
ellos se leían eran rigurosos al extremo, por un principio ético que
los movió desde septiembre de 1948, año en que se encuentran, hasta
la muerte. (…) Es lamentable constatar que prácticamente no existe
un colombiano que haya sido capaz de elaborar una lectura crítica
integral, densa, laica y autónoma de la obra de sus dos mejores
escritores, pero se ocupen de alimentar la leyenda de la persona y de
él como cuento y leyenda y no como escritor, pues ahí está la obra
para valorarlo, no el chisme o la anecdótica insubstancial. El corrillo
ha llevado las de ganar hasta ahora pero ha llegado el momento de
contrarrestar tanta superficialidad, tanta irresponsabilidad.

El escritor y crítico Manuel Guillermo Tedio viene proponiendo,


medio en secreto y entre amigos de su cuerda, leer Los cuentos de
Juana como una novela fragmentada y abierta. ¿Está dispuesto
a compartir la sugerencia del profesor Tedio?
Bien me parece que mi buen amigo el profesor Tedio lo haga,
mas no entiendo por qué en secreto, cuando es vox populi, como
lo demuestran con creces los ensayos que sobre Los cuentos de
Juana han escrito expresamente para esta edición Catalina Quesada
y Adolfo León Caicedo y se apreciaba ya en un ensayo de Ariel
Castillo que vuelve, por deber de justicia, a aparecer en esta edición
de Archivos.
Todos alucinaban con los escritores de esa cosa que llaman “boom”
y nadie alcanzó a percibir la irreverencia, la experimentación, la
búsqueda agónica de Cepeda. Ningún lector avezado o desprevenido
se dio cuenta de que éste buscaba nuevas formas de novelar, como
intentaban también en Latinoamérica sus contemporáneos, los hoy
mundialmente reconocidos Guillermo Cabrera Infante, Severo
Sarduy, Manuel Puig y Luis Rafael Sánchez, por ejemplo.
Los cuentos de Juana son cuentos y a la vez capítulos de una
novela distante de la omnisciencia, de la visión totalizadora y
totalizante de García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar o Fuentes.
Es un libro trabajado desde la esencia del mito, la fragmentación,
la incorporación de lo banal, la interpolación de lo kitsch y de lo
popular urbano de nuestras culturas. Nadie se percató de cómo desde
la contestación, la desmitificación, la procacidad y el ‘mamagallismo’

110
ante la nueva retórica de la novela, y con una aún más nueva, se
gestaba la ruptura del canon literario.
Observe bien: con un personaje tan de nuestro continente, nacido
en Tucson y en Ciénaga, con los cabellos de oro, poseedora de dos
idiomas, que se suicida dos veces, una de ellas el día de su matrimonio,
que se divierte disparando dardos venenosos con una cerbatana para
matar futbolistas en el estadio municipal de Barranquilla, que monta
una improbable lotería con Fray Bartolomé Las Casas y llega en globo
a Ciénaga con él y el Barón de Humboldt, que fabrica muñecas sin ojos
en la casa grande, es amiga de Feliza Burstyn, presencia la visita del
crítico cubano Gómez Sicre al pintor naïf Noé León, es coautora de
guiones para el cine como el del ahogado más hermoso del mundo…, en
fin, de ese antihéroe que es la exótica medio gringa medio colombiana
de ese libro incomprendido o de lecturas tardías. Menos mal que se han
hecho y se seguirán haciendo nuevas lecturas interpretativas. Fíjese en
la lectura cinematográfica inédita de Pacho Botía.

Usted enseña Literatura Hispanoamericana en la Universidad de


Bérgamo, además estudia y sigue de cerca las letras colombianas.
¿Qué balance hace del panorama actual de las letras del
continente y del país? ¿Algún nuevo proyecto en marcha?
Pregunta complicada que limito en su respuesta. Soy del parecer
que la literatura, el arte, el pensamiento que se producen en Colombia
pasan por un momento de veras importante, similar al de los años
cincuenta y sesenta, con la ventaja de que los trabajadores de la
cultura ahora van por autopistas, montan en Concorde y usan Internet,
no en barcos de rueda, a lomo de mula, en jeeps destartalados o
comunican por telégrafo. Con los pocos y buenos escritores, artistas
y profesionales de la generación de los cincuentas se despejó un
camino vital y muy creativo, de conciencia de arte y de fe en la
palabra artística, que hoy permite cosechar lo bien sembrado. La
mejor literatura sigue siendo marginal, pienso en Luis Fayad, Marvel
Moreno, Ramón Bacca, Julio Olaciregui, Pablo Montoya o Consuelo
Triviño. Otros excelentes escritores y me limito a dos nombres,
Roberto Burgos Cantor o Evelio Rosero, lo hacen insertados en lo
nacional pero con una estética inéditas y propositivas.

111
Fabio Rodríguez Amaya es pintor, crítico, editor y profesor. ¿A
cuál Fabio prefiere, cuál es el más obsesivo y reacio?
Soy solo un aspirante artista que lee la literatura con ojos de pintor,
de manera irresponsable pero ética, desde las imágenes y los signos
y, a la sombra benéfica, de lo mejor de la cultura mundial. La pintura
y la literatura son desde mi primera infancia el centro de mi labor
artesanal. Lo otro, es accesorio; es el precio que se paga en nuestras
sociedades racistas, clasistas y excluyentes a las que no les interesa el
arte y la literatura, o les interesa solo en la medida en que sean vehículo
de ideologización reaccionaria, de cosificación y de ignorancia. Mi
obsesión es grande pero se limita a la urgencia de que se produzca
una cultura coherente con lo que somos en lo más profundo de su
raigambre y abierta al diálogo con la del mundo entero.

¿Qué mueve a un rolo puro a delirar por la cultura Caribe


colombiana, al punto de dedicarles muchos años de estudio a sus
escritores más representativos?
Desde mi primer encuentro, a la edad de 11 años, con el mar,
que es la libertad, y después con el país entero que he recorrido
puntualmente, como mucho del continente, he intentado ser un
auténtico americano, fiero de la cultura mestiza del país más mestizo
y más martirizado del continente que es Colombia. (…) En efecto,
aparte de mi oficio de pintor y de escritor, a la literatura y el arte de
la Costa norte, bañada por el Caribe, he dedicado grandes energías
y casi una vida entera de lecturas, estudio y trabajo. Ante todo
porque encuentro que, con las debidas excepciones, matizando esta
afirmación y completando la lista que propongo, la cultura alta y
popular del Caribe es única y fundacional de la contemporaneidad
de nuestro país.
La línea de continuidad Fuenmayor-García Herreros-Rojas-
Zapata Olivella-Rojas Herazo-Cepeda Samudio-García Márquez-
Germán Espinosa-Marvel Moreno-Illán Bacca-Garcés-Burgos Cantor-
Olaciregui-Clinton Ramírez, que representa lo mejor y más auténtico
de nuestra narrativa, se sustenta en la poesía de Luis Carlos López,
Jorge Artel, Ibarra Merlano, Meira del Mar, Falquez Certain, y en la
producción de Obregón, Grau, Figurita Rivera, Noe León, Cecilia

112
Porras, Daguet, Norman Mejía, Alfredo Guerrero, Cecilia Delgado,
Darío Morales, Ofelia Rodríguez. Y de muchos más, como los
juglares y los extraordinarios músicos, narradores orales y poetas
populares, fieros de su condición amerindia y afroamericana, a los
que se suman también los de las nuevas promociones de todas las
disciplinas del saber, que escucho, veo y leo con curiosidad como un
aprendiz inquieto y dotado de una inmensa alegría.

113
Annabell Manjarrés entrevistando a la exsenadora, Piedad Córdoba. Santa Marta, 2015.
Foto: Clinton Ramírez.

“Estoy totalmente en contra del


plebiscito”: Piedad Córdoba19

Aunque inhabilitada para ejercer cargos de elección popular,


Piedad Córdoba se mantiene en el escenario político del país a pesar
del Procurador. Sus declaraciones en los medios, incluso desde su
cuenta de Twitter, siguen siendo noticia.
Ha sido foco de intensas polémicas nacionales debido a su
pensamiento de izquierda y sus ideas libertarias. Sabe que para
alcanzar la paz en Colombia hay que recorrer largos e incómodos
trechos, entre ellos, perdonar a las guerrillas colombianas y darles
participación política en el Congreso.
Sus sacrificios y esfuerzos por liberar secuestrados en el país en
manos de las Farc ha sido un arma de doble filo: valiente o cómplice,
así de dividida está Colombia cuando a Piedad se refieren. En el

19. Publicada en el blog annabellmf.wordpress.com el 19 de noviembre de 2015.

115
exterior, en cambio, goza de mucha simpatía y respeto: el Instituto
Nobel de Noruega la propuso para el Nobel de Paz en 2009, galardón
que finalmente fue otorgado a Barack Obama.
La exsenadora Piedad Córdoba recorre Colombia enarbolando la
bandera de Poder Ciudadano, promoviendo su visión del país de cara al
postconflicto, apoyando a líderes minoritarios y afirmando los vínculos
de amistad con miembros y simpatizantes de su movimiento político.
Hace unos días estuvo en Santa Marta, en una reunión informal
con miembros de Poder Ciudadano en el Magdalena, aproveché su
visita relámpago para conocer sus puntos de vista sobre las elecciones
del 25 de octubre, el proceso de paz y otros temas de actualidad:

¿La paz está cerca, habrá firma del acuerdo final en marzo de
2016?
Yo espero que sí. Para ello hemos estado trabajando desde muchos
sectores como Poder Ciudadano y Colombianos y Colombianas por la
Paz. Hay dificultades y obstáculos: las amenazas del paramilitarismo
vigente en casi todo el país, el asesinato de dirigentes sociales
y populares y los reparos al contenido divulgado del Acuerdo de
Justicia Transicional. Son actos que cierran muchas posibilidades a
la firma del acuerdo, pero hay que seguir insistiendo. Ojalá que se
haga antes del próximo 26 de marzo. Va a depender más que de las
Farc del Gobierno Nacional.

¿Cuál es su posición frente al panorama que dejan las elecciones


del 25 de octubre?
Es un panorama desalentador porque infortunadamente muchos
personajes de la vida nacional inciden de manera torcida para obtener
resultados que no se compadecen con la realidad. Creo que una de las
situaciones o de las condiciones sine qua non para que pueda haber
paz en Colombia es el cambio del sistema nacional electoral. Sin
eso no creo que alguien de la oposición participe con probabilidades
de éxito en la contienda política. No podemos seguir validando un
sistema corrupto, un sistema poroso donde ganan siempre los mismos
y donde aparecen personajes sin ética y moralmente tachables, pero

116
que se validan porque nosotros participamos en ese circo electoral.
Hace parte de las garantías políticas cambiar el sistema.

Se abre paso en el Congreso el proyecto de plebiscito para


refrendar los acuerdos de paz. Usted ha propuesto que la
refrendación sea mediante una Asamblea Constituyente. ¿Sigue
pensando igual?
Claro, el plebiscito es muy peligroso porque en él no se le explica
a la gente en qué condiciones se dieron los acuerdos, cuáles son las
reformas que se tienen que dar en el país, y prácticamente es dejar en
manos del mismo Congreso, de la misma clase política, las reformas
estructurales que requiere este país. El presidente está imponiendo
decisiones a la fuerza, es decir, consulta a las Farc pero no al resto
de colombianos, ni a los movimientos sociales de este país que lo
llevamos a la presidencia, no porque compartiéramos con él su
proyecto de país, sino porque consideramos que era un espaldarazo
al proceso de paz. Yo estoy totalmente en contra del plebiscito,
creo que debe darse un camino hacia un proceso que culmine en la
convocatoria de una Asamblea Constituyente, que sea la encargada
de hacer las reformas que exigen los acuerdos de paz.

Hacen parte de los acuerdos de paz la entrega de curules al


Congreso a los exguerrilleros de las Farc y el Eln. Hay quienes
proponen que el mecanismo se extienda a las asambleas y los
concejos de territorios con presencia histórica de las guerrillas.
¿Encuentra viable y conveniente esta última opción?
A mí sí me parece viable, al menos por un período de tiempo; yo
diría que son una especie de bastones políticos electorales para que la
insurgencia se pueda insertar de una manera mínimamente equitativa a
la democracia de este país. Sin este mecanismo veo muy difícil que la
insurgencia pueda tener influencia política, porque ha sido descalificada
ante la opinión pública, ya sea por sus acciones, o por sectores que no les
interesa que cambien las condiciones de vida del pueblo colombiano.
No creo que nadie haga un acuerdo de paz para luego irse para su casa o
sus regiones. Me parece que está bien la propuesta. Tampoco seríamos
el primer país en el mundo en hacer tales concesiones.

117
El país vive una suerte de polarización a raíz del fallo de la
Corte que autoriza la adopción a parejas gay. ¿Qué postura tiene
frente al tema?
Soy una persona absolutamente libertaria. Esos debates no deben
existir a estas alturas: son temas que deben darse por sabido y por
consabido. En el Congreso de la República fui pionera de debates
sobre la igualdad de género, el aborto, la salud sexual y reproductiva,
la lucha contra el racismo y la discriminación. He sido una abanderada
en estos temas. Y aunque estos debates son importantes no significa
que este sea un país moderno. Este sería un país moderno en la
medida en que se respeten los derechos humanos, que se respete el
principal de todos: el derecho a la vida. Sucede igual con el actual
debate sobre la legalización de la marihuana. Distrae a la gente del
principal problema, que es el derecho a la salud.

¿Cuál es el futuro de Poder Ciudadano?


Seguimos trabajando por recuperar la personería jurídica del
movimiento. Nos espera un futuro de lucha y de mucho trabajo. Un
proceso que irá de la mano de los problemas reales de la gente, en
tanto seamos capaces de ser intérpretes de lo que quiere y anhela.
Seguimos luchando por esa utopía, porque para nosotros Poder
Ciudadano es el poder de la gente.

118
Rafael Darío Jiménez, escritor.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

Las nostalgias del coronel Márquez20

Muchos años después (casi 30) de arduas investigaciones, el poeta,


periodista y escritor Rafael Darío Jiménez concluye su tan esperado
libro sobre Nicolás Márquez, el mítico abuelo del escritor Gabriel García
Márquez. Para ello, Rafael Darío consultó diversas fuentes: diarios
personales, periódicos, cartas, y entrevistó a parientes y conocidos del
coronel Nicolás Márquez, entre ellos a su famoso nieto Gabito.
Fue el mismo Gabo quien en 1993, en Cartagena de Indias, le
sugirió dejar a un lado las averiguaciones sobre la vida de su abuelo
y dedicarse más bien a inventárselo, consciente de los naturales y
necesarios vacíos en la biografía de todo hombre.

20. Publicada en el blog annabellmf.worpress.com el 10 de junio de 2015.

119
A pesar de este consejo, Rafael Darío, acucioso periodista, siguió
removiendo archivos y más archivos para su libro. Al final, después
de 23 años de la entrevista con Gabo, quedó en paz con el nieto del
coronel y consigo mismo al publicar La nostalgia del coronel, un
conjunto de crónicas estructuradas alrededor de la personalidad de
uno de los militares de la famosa Guerra de los Mil días, episodio
recreado ampliamente en las páginas de Cien años de soledad (1967).
El resultado es un libro con valiosa información no solo sobre
la vida de Nicolás Márquez, sino de la historia política y social del
Magdalena Grande entre la segunda mitad del siglo XIX y vísperas
de la Segunda Guerra Mundial.
El libro es publicado por Uniediciones y fue presentado
recientemente en la Feria del Libro de Bogotá. La nostalgia del
coronel es un libro de obligatoria consulta y su publicación premia,
justamente, los esfuerzos de Rafael Darío Jiménez, uno de los hijos
ilustres de Aracataca.

EL AUTOR Y SU LIBRO

Rafael Darío es un poeta nacido en Aracataca, Magdalena. Su


viaje en el mundo literario de Gabriel García Márquez empieza
desde su época como bachiller. Para entonces, atendía a los visitantes
deseosos de conocer Macondo. Su labor como guía lo transformaría
no solo en un importante gestor cultural para el Magdalena, sino en
uno de los expertos en la vida y obra de Gabo.
“Mientras atendía a los visitantes, porque no podría decir que en
aquel tiempo se llamaran turistas, leía todas las investigaciones que se
habían hecho a Gabriel García Márquez. Me di cuenta que algo cojeaba,
no habían dado con el hombre que lo había criado hasta los casi 7 años
de edad y que inspiró la mayor parte de sus páginas literarias. Es la
etapa que Gabo vivió en Aracataca. Ese hombre fue su abuelo materno,
el riohachero, hijo de españoles: Nicolás Ricardo Márquez Mejía, el
coronel”, explicó el poeta y narrador Rafael Darío Jiménez.

120
LA NOSTALGIAS

Según el autor de La nostalgia del coronel, el personaje vive


varias nostalgias. Una de ellas es heredada de sus abuelos, quienes
salieron de España rumbo a Venezuela, pero una tormenta los obligó
a arribar a las costas de La Guajira.
Su segunda nostalgia fue haber perdido la Guerra de los Mil días
y la rendición ante los generales conservadores en 1902, en la finca
Neerlandia. Esta pérdida la sobrellevó al lado de su familia, dedicado
a la orfebrería y la siembra de caña de azúcar y producción de panela
en El Istmo, su finca de Barrancas.
Nicolás Márquez había aprendido la orfebrería al lado de su
padre, Nicolás del Carmen Márquez “El Españolito”, en San José
de Barrancas, La Guajira. Este sería un oficio clave en la vida de
Nicolás Márquez y en el futuro el mundo literario de Gabo, pues
sirvió de modelo para la creación de Aureliano Buendía, exmilitar y
tallador de pescaditos de oro de Cien años de soledad.
“Otra de las nostalgias del coronel fue el momento en que se
traslada a Santa Marta después de haber sido juzgado por asesinar en
un duelo a Medardo Pacheco Romero, en Barrancas, La Guajira. A
pesar de ser absuelto por la justicia en Santa Marta, siente nostalgia
de no poder regresar a su tierra de crianza”, agregó el autor de La
nostalgia del coronel.
Esta nostalgia es de las más vivas en la existencia de Nicolás
Márquez. 17 años después del asesinato de Medardo, en Nicolás
Márquez siguen pesando mucho las consecuencias mortales del
duelo porque lo obligó a exiliarse de Barrancas. En 1926, luego de
visitar este pueblo, Tranquilina Iguarán le confiesa que coincidió
en una fiesta con Nicolasa Daza, la viuda de Medardo, y que esta
le propuso volver argumentando que el odio había quedado atrás.
La respuesta de su marido no permite dudas sobre su irreversible
decisión de permanecer en Aracataca: “Me resigné a no ver más a
viejos amigos, y no volví a esos lugares de grata recordación. En
fin, ha pasado el tiempo de ayer, el de hoy y vendrá el de mañana,

121
porque nada hay más socorrido que un día con otro”. No solo le pesa
la muerte de Medardo sino que admite no disponer del valor para
regresar a un sitio donde había sido feliz.
Las últimas páginas de La nostalgia del coronel están dedicadas a
la muerte del personaje, ocurrida en Santa Marta en 1935, en casa de
su hijo Juan de Dios. El coronel y su hijo no habían tenido una buena
relación en los últimos años, pues Juan de Dios acolitó los amores
de Luisa Santiaga con Eligio García, el telegrafista de Aracataca,
de quien intentó alejarla en vano. El coronel, que sabe próxima su
muerte, extraña al nieto, Gabriel José, que entonces vive con sus
padres en el pueblo de Sucre, perteneciente hoy al departamento de
Sucre en La Mojana. Extraña al niño y sabe de sobra que morirá sin
volver a verlo.
En 1932 había tenido la oportunidad de visitar Santa Marta en
la compañía de su nieto Gabito. En esa ocasión fueron a la Quinta
de San Pedro Alejandrino, donde murió Bolívar. Nicolás Márquez
le prometió al nieto un baño de mar para curarlo de posibles
enfermedades o pestes de la Zona Bananera. Una promesa que
moriría sin cumplirle.

LA DECISIÓN DE ESCRIBIR UNA BIOGRAFÍA

“Algunos amigos, como José Luis Diazgranados, Clinton Ramírez,


Javier Moscarella, Álvaro Miranda, e incluso Gerald Martin, me
sugirieron escribir una biografía novelada sobre el coronel. Yo
considero que ellos estaban atizando en mí esa llama hasta que
llegó el impulso definitivo de García Márquez. Este se dio porque
Eduardo Márceles Daconte le dijo mentirosamente a Gabo que yo
había escrito un libro sobre su abuelo, y Gabriel García Márquez me
cita entonces en su casa de Cartagena para hablar sobre ese tema”,
comentó el autor.
Era un hombre de 37 años cuando se entrevistó personalmente
con Gabriel García Márquez. Un encuentro que Rafael Darío suele
narrar a los amigos con la emoción del momento en que lo vivió.
Gabo no quería aceptar —cuenta Rafael Darío— que él supiera
más de su abuelo que él mismo. “¿Vas a saber tu más que yo, que

122
soy su nieto?”, lo interpeló el Nobel, hundiéndole el dedo índice en
el pecho. Se rindió cuando Rafael Darío, sin exaltarse, le enseñó
algunos documentos que llevó para corroborar la minuciosidad de
sus investigaciones.
Finalmente, a Gabo no le quedó más que darle ánimos a Rafael
para que escribiera la historia sobre su abuelo y hasta le sugirió la
forma de escribirla. Rafael destaca emocionado el consejo que Gabo
le dio al joven Rafael en septiembre de 1993: “Si te encuentras en
un callejón sin salida, quiero decir, que no tengas más nada que
argumentar sobre el viejo, yo, nieto de Nicolás Ricardo Márquez
Mejía, te autorizo para que inventes, porque de eso vivo”.
Un consejo que Rafael en parte cumplió, ya que en el libro
prefirió ceñirse a la rigurosidad de la información histórica sobre el
coronel Márquez.
Edward Waters Hood, el académico de la Universidad de California,
Irvine, sostiene, en la contraportada del libro, que “Rafael Darío
Jiménez ha hecho un gran homenaje a Gabo al resucitar en prosa la
vida de la figura que fue tan influyente en su vida”.

123
Samir Delgado, poeta.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

“El poeta es una especie de espacio


limítrofe entre el agua y lo terrestre”:
Samir Delgado21

Hay tres obsesiones en la vocación poética de Samir Delgado: el


paisaje, el turismo y la pintura. Nacido en la ciudad de Maspalomas
de las islas Canarias, Samir Delgado fue invitado al 26.to Festival
Internacional de Poesía de Medellín, celebrado entre el 18 y el 25 de
junio de 2016.
Samir Delgado es licenciado en Filosofía por la Universidad de La
Laguna. Proyecta una energía bienhechora que ha sabido canalizar:
es activista político y ambiental, escribe artículos periodísticos

21. Publicada en el blog annabellmf.wordpress.com el 2 de agosto de 2016 y en la revista electrónica


La Raíz Invertida el 15 de agosto de 2016.

125
en medios impresos y digitales, se desempeña como locutor, y ha
publicado siete libros, entre ellos: De Guajara a Tafira. Travesías del
movimiento estudiantil canario (2005), Poema global de la ciudad
turística (2007), Una casa mal amueblada (2010)  y Banana Split
(2011). Además, es el coordinador del Encuentro Internacional de
Literatura 3 Orillas, de las islas Canarias.
Como filósofo, Samir Delgado ha dedicado tiempo y páginas a
pensar el turismo y sus efectos en la cultura de la isla y en la psiquis
del individuo insular. Aunque esta condición de la existencia implica
para el poeta canario una especie de perturbación, como poeta sabe
que “estar en la periferia es un beneficio porque ofrece posibilidades
creativas inéditas”.

¿Qué es para ti escribir poesía?


La escritura es una forma esencial de confidencia en un mundo
sometido por el imperio de la súper comunicación. La poesía sería un
retorno a las vías alternativas de conocimiento, por eso la sensación
de espectador que puede quedar de la lectura de muchos de los
poemas viene de la mano de la búsqueda de una relación auténtica
con el mundo. Considero que la pantalla, la recreación bruta de la
publicidad en la vida cotidiana de los seres humanos, está dificultando
que existan unos parámetros mínimos de humanidad en lugares tan
esenciales como las escuelas, los sitios de trabajo y los propios
hogares. Por eso, la literatura es un ejercicio radical de ciudadanía de
la condición humana, que es gramatical, lingüística y fonética. Pienso
además que escribir en español tiene un plus de enriquecimiento en
el sentido de que la lengua de Cervantes también la fue de Martí.
El español se habla de muchas formas, de ahí que la reivindicación
permanente de mi pertenencia al imaginario de las islas Canarias sea
una especie de válvula de resistencia para consolidar las necesidades
de identidad en un mundo desarraigado como el de la globalización.

En cuanto a identidad ¿de qué carece las Canarias y qué es lo


que más exaltas de ellas en tu poesía?
La identidad nunca está fija, dado que un lugar como las islas
es infinitamente visitado y está abierto a la riqueza permanente de

126
otras existencias. Nunca la identidad será una carencia, siempre será
una añadidura. Hay una referencia muy interesante del Nobel Derek
Walkott que dice que los caribeños no tienen por qué sentir la pérdida
del edén del hombre blanco, pues han surgido unas identidades
mestizas vigorosas, producto de un proceso de intercambio absoluto
después de la conquista de América. Para él el futuro es el paraíso, no
el pasado. Es decir, en lugares que son islas, los horizontes pueden ser
tanto una prisión como una puerta de libertad y considero que cuando
los centros han sido los que han irradiado el poder, estar en la periferia
es un beneficio porque ofrece posibilidades creativas inéditas; se trata
de crear en medio del desierto, rodeado de agua y arena como sucede
en las islas Canarias; es una oportunidad de retomar la idea de lo
sagrado, de los procesos fundacionales del verbo.
Y no son pocos los poetas de las islas que a través de su obra
literaria han establecido un diálogo con los visitantes en calidad de
anfitriones, también han sido los propios habitantes de las islas los
visitantes de otras culturas, a través del arte y la literatura. En ese
sentido, la condición de espectador, algo así como una especie de
flâneur insular que observa en medio de la multitud que observa al
planeta entero, da la posibilidad de acercarse más a lo verdadero
porque nuestra sensación de soledad se aproxima mucho a la propia
condición huérfana del ser humano en el cosmos. Como decía
Lezama Lima, la universalidad está en el sentido de lo insular, en los
jardines invisibles, en la noche de la isla.

¿En qué te pareces a las islas Canarias?


Hay una historia de la literatura de Canarias que dice que hay
muchas características que forman parte de la poesía: la sensación
de aislamiento, las ganas de sensación y libertad, el sentimiento del
mar, el hielo íntimo, y pienso que el sujeto creador establece una
vinculación con su paisaje, es decir, en las islas hay tanta playa como
bosques, tanto acantilados como dunas. Y puede ser una metáfora
de la existencia, los edenes encontrados, las infancias perdidas, los
futuros anhelados; entonces todo proceso de escritura trae consigo
una comunión con el exterior. Es por esto que uno de los tesoros más
preciados en mi equipaje rumbo al Festival de Poesía de Medellín fue

127
una piedra volcánica; para mí es como traer uno mismo su corazón
entre las manos para brindárselo a los demás poetas amigos y a los
ciudadanos de Medellín.
Incluso, puedo decir que esta piedra volcánica, este trozo de
malpaís de las islas, lo utilicé en las lecturas para que los paisas
pudieran tener entre las manos miles de años de vida volcánica y
sentir la desmesura, el exceso y la abrumadora inclinación del
tiempo geológico que es muy intenso y se parece mucho a las
expectativas que se crea entorno a lo real maravilloso. Tener entre
manos una piedra originaria es, como decía Gabriel García Márquez
en Cien años de soledad, “cuando las cosas no tenían nombre,
para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”. Y por eso la
identidad entre la poesía, el escritor y su paisaje es una cuestión de
metabolismo necesario.

Esa semejanza que tienes con las Canarias es la del poeta


haciendo parte de un paisaje insular...
Sí, pero, con respecto a lo que acabas de mencionar, también
es verdad que el ejercicio de la poesía es la búsqueda de la esencia
de lo insular, que tiene consigo la aspiración del tacto de lo bello.
Para el poeta existen los peligros de sentirse extranjero porque la
convención social, que es desarraigada, alienante y consumista, no
compagina con la del poeta que se ve a sí mismo como una isla en su
relación contemplativa.
El ejercicio de la escritura puede hacer ver a la familia y al
entorno de amistades como una entidad extraña, porque la vocación
permanente de conocimiento creativo hace llevar la vida por
vericuetos poco transitados por el mercado del intercambio humano.
La vocación en el mundo de los amigos, en el mundo de la familia,
e incluso en el mundo del amor, conlleva cierto sacrificio, y el
ejercicio de la poesía, como una aspiración de realización individual
y colectiva, hace posible también que se lleven ciertos rituales de
cuestionamientos permanentes acerca del orden de la vida.

¿Dónde se ubica el poeta en el mundo?


El poeta es un buscador de esencia, un profanador de tumbas;
es, utilizando un oficio de las islas, un cabuquero. Un cabuquero

128
es aquel que explosionaba la tierra para hacer que el agua llegara a
los ciudadanos. El agua, esencia de la vida, cristalina condición del
hálito vital, necesita un sacrificio. Un ejemplo, la idea de la copa de
agua, del vaso de luz, está dentro de algunas obras de poesía y de
arte en Canarias.
El poeta es una especie de espacio limítrofe entre el agua y
lo terrestre; y su condición anfibia implica la profundización en
el mundo de lo etéreo, de lo inmaterial, de lo imaginario. Pero su
radicación en la materia, en el lado de la costa también significa un
juego con la lengua, con el verbo, con la sonoridad, con ese lado
empírico, táctil, sonoro del ejercicio de la poesía. Y a fin de cuentas
pienso que en un mundo caracterizado por el individualismo, la falta
de solidaridad, el salvajismo hacia los animales, hacia los entornos
medioambientales producto de una civilización enferma, la poesía es
el lado sagrado de la escritura, en el sentido del poder que significa
crear nuevos mundos, lejos de toda transcendencia divina. A mi
me gusta la idea del paraíso en la tierra porque implica un ímpetu
revolucionario en el cual dedicarse a la poesía significa el arraigo del
don y la búsqueda permanente del hallazgo.

¿Te incomoda el turismo?


La historia de la humanidad ha sido la historia del turismo.
Como dice Santiago Algarrido, los peligros de la mirada del turismo
están en que puede ser devorador tanto de una catedral como de
una manzana. El proceso de la civilización ha convertido al turista
contemporáneo en un auténtico neocaníbal, un ser desarraigado
consumidor de ensueños que adquiere recuerdos y que permanece
en el lugar de forma temporal. El turista, por lo tanto, nunca será el
mismo que salió del aeropuerto de origen.
Hay una relación entre el turista y el paisaje, ya que el turista
es el otro que mira, y yo entiendo que ese otro que mira soy yo.
Intento establecer una reconciliación con el otro que pasa para que
vea lo que yo veo y que entre los dos se establezca un diálogo para
permanecer en un mismo paisaje. El turismo ha significado también
una exploración simbólica del entorno a través del cual se pretende
sacar rendimiento acumulativo, dinerario, estético e institucional.

129
En tu época universitaria te comprometiste con el activismo
ambiental y político. Tus poemas retratan el archipiélago y es
innegable que al hacerlo exista un compromiso político y social,
¿estoy en lo cierto?
Hay algo de ecología en el verbo y de compromiso político.
La ecología del verbo es una condición auroral con el paisaje,
una especie de hipnosis aproximativa al tiempo de la luz, hay un
desencuentro con el lago controlador del entorno. De ahí que en
algunos de mis poemas establezca un diario del entorno y los paisajes,
aunque también es verdad que huyendo de los excesos de cualquier
panfletarismo al uso, uno de los espacios en el que más cómodo me
encuentro es en la escritura sobre pintura. Intento construir poemas
en función de cuadros de artistas de todos los tiempos, considerando
que la pintura es la única realidad en el sentido de que el objeto
artístico es una expresión socionatural devenida en el tiempo, que
integra el testimonio del creador y del tiempo de la obra.
Hay un lado sagrado en el cuadro heredado y por eso la relación
con la pintura es una relación de desnudez absoluta, de acelerador
de partículas de los sentidos y, de igual modo que en el arte sacro
se intentaba trasladar al común de los mortales la verdad de los
episodios bíblicos, el arte moderno y contemporáneo trae consigo
un conjunto de revelaciones transcendentes sobre el acontecer de
la vida en el mundo de hoy. Escribir sobre pintura es algo que me
resulta liberador.

Al llegar a Medellín no dudaste en ingresar al Museo Botero


y prestar libros de artistas plásticos en la biblioteca. ¿Qué
representa para ti la obra de Fernando Botero?
De Botero he disfrutado el barroquismo cromático de sus
personajes, la desmesura carnal de unos habitantes del lienzo que
son tentadores, que parecen venir de vuelta de un viaje muy largo
en la vida y que reflejan también la belleza de la espontaneidad de
la meta urbe colombiana. Hay un salvajismo encantador en esta
obra, una sofisticación de la mirada de súper abundancia lumínica
de Colombia y de ahí que entienda que la obra de Botero venga a ser
una traslación de la cultura del imaginario paisa.

130
Mercedes Pérez Tigreros, pesista.
Foto: Cortesía de Mercedes Pérez.

Yo, Mercedes Pérez Tigreros22

Mis segundos Juegos Olímpicos fueron este año en Río de


Janeiro. A diferencia de Beijing 2008, cuando solo tenía 21 años, fui
con más experiencia y seguridad de lo que quería. Esta vez estuve
más cerca de ocupar los primeros tres lugares; sin embargo, una
cuarta posición que obtuve al levantar un total de 234 kilos me da
más confianza para Tokio 2020.
Me estaba recuperando de una lesión en la rodilla. Debido a
esto, aferré mi espíritu a Dios. Aquel torneo final fue un momento
de mucha concentración: palmas en pronación. Oraba: Dios, dame
fuerzas. En un tirón llevo la barra hasta mis hombros. “Dios, dame

22. Texto elaborado a partir de una entrevista concedida por la pesista colombiana el jueves 6 de
diciembre de 2016. Publicada en la edición impresa de Opinión Caribe el 14 de diciembre de 2016.

131
más fuerza ahora”. Extiendo los brazos hasta llevar la barra por
encima de mi cabeza. Pensé: “Lo logré, Dios. Gracias”. Luego arrojo
la barra con satisfacción y “guaaaa”… grité victoriosa.
Mi primera medalla fue compitiendo por el Magdalena. Quedé
subcampeona en Villavicencio cuando tenía solo 15 años. Fue
asombroso, pues solo tenía año y medio en el levantamiento de
pesas. Sinceramente, no creí poder ganarme una medalla. Fue solo
hasta que estuve en el pódium que me las creí. Supe en ese momento
que algo bueno venía para mi vida, para mi futuro y para mi familia.
Fue una experiencia muy bonita porque algo que no creía, sucedió.
Ahora, con 29 años, ya perdí la cuenta de la cantidad de medallas
que he ganado. Son 15 años de estar levantando pesas y en cada año
he sido ganadora varias veces.
Crecí en el barrio El Mayor de Santa Marta. Soy la última de seis
hermanos. Fue gracias al apoyo de mis padres que salí adelante, pero
también le debo a mi descubridor. Cuando estudié en el Instituto
Magdalena, mi profesor de Educación Física, Juan Solano, me dijo
que yo era muy buena jugadora de sóftbol, que bateaba con fuerza.
Yo era el cuarto bate del equipo. Hace más de nueve años que no sé
de él, pero fue la primera persona que me inclinó hacia el deporte y
le agradezco. Fue quien me dijo que yo podía dar más de mí misma
en los deportes de alto rendimiento, así que un día me llevó al viejo
gimnasio de pesas para hacer unas pruebas en levantamiento. Allí
conocí a Óscar Pasma y a Carlos Robles, quienes vieron un gran
talento en mí. Los recuerdos de mi adolescencia se debaten entre los
pelaos del barrio, el sóftbol y las pesas.
Otro departamento me dio la oportunidad de crecer como
deportista. Salí de Santa Marta en 2004 con mi título de bachiller,
con mis sueños y con mi fuerza. Competí por Bucaramanga hasta el
2012 y ahora lo hago por Bolívar y también por Colombia.
Hace casi dos años visité el viejo gimnasio. Mis amigos de
siempre me reciben con orgullo. Los novatos me dicen que quieren
ser como yo, pero es muy duro porque el gimnasio no tiene las
condiciones para que ellos triunfen. Sí, es cierto que yo triunfé
gracias al gran apoyo de mi familia, pero también es cierto que parte

132
de mi triunfo ha sido porque me fui a tiempo del Magdalena. Decirlo
es muy triste porque, aunque hay tanto talento para el deporte en mi
departamento, no hay cómo ni dónde entrenar.
Es por esta razón que considero que los Juegos Bolivarianos
2017 son una oportunidad muy bonita para mi tierra. Escuché por
ahí, sin embargo, que el gimnasio de pesas donde aprendí no se va a
recuperar. Según me explicaron, los campeonatos de pesas se harán
en un coliseo o en un estadio. Eso me entristece, porque no podré
llegar al lugar donde entrené por primera vez y decir: “este es mi
gimnasio, aquí entrené por primera vez, aquí nací como deportista”.
No, eso no será. Pero lo que sí me alegra es la idea de poder competir
en los Juegos Bolivarianos y quedar de primera para darle ese gran
triunfo a Santa Marta.
Tengo que admitir que el deporte me ha dado la oportunidad
de conocer la mitad del mundo y de coleccionar triunfos, pero, en
2006, Dios me puso una prueba. Venía orgullosa de mí misma por
haber obtenido el título de “Campeona mundial juvenil”. Estaba
confiada de que todo saldría bien en los Juegos Centroamericanos y
del Caribe, pero había bajado de peso, no estaba nadie de mi familia
y eso me tenía muy nerviosa. Cuando iba a levantar los 110 kilos me
desmayé. Fue como si se derrumbara un pedazo de mi vida. Después
de haber entrenado tanto y no cumplir con el objetivo, llegué a
pensar en retirarme del deporte. Soñaba con ser la próxima María
Isabel Urrutia. Pero son justo este tipo de fracasos las experiencias
que nos enseñan a todos los deportistas a ser más humildes, a valorar
lo que tenemos y ser grandes en el deporte.
Siempre he sido una mujer muy luchadora, me he esforzado en
ser una excelente deportista. Sacrificio, humildad y disciplina son mi
insignia. Al deporte le agradezco no solo mi felicidad sino también
la de mi familia, soy su orgullo. Gracias al deporte mis hermanos han
estudiado, siempre han tenido un apoyo en mí, y eso es lo que más
me hace feliz.
Por otro lado, también he sido bendecida en el amor. Tengo ocho
años con mi pareja: cuatro años de noviazgo y cuatro de casada.
Su nombre es Edinson Angulo y también es levantador de pesas;

133
es sexto a nivel mundial en la categoría de mayores. Por eso me
entiende, me sabe esperar cuando viajo y se alegra con mis éxitos.
Ambos nos admiramos.
Actualmente, vivo en Palmira, Valle. A mis padres los visito en Santa
Marta cada vez que la Selección Colombia de Pesas me lo permite.
Mientras tanto, llevo una vida normal. Tengo mis horarios de
entrenamiento de lunes a sábado. Entreno en las mañanas desde
9:30 a 11:30. Por las tardes, desde las 4:30 a 6:00. Los sábados, solo
entreno de 10:00 a.m. a 12:00 p.m., y los domingos descanso, como
Dios manda, para dedicarme a mí y a mi familia.
Cada vez que entreno pienso que Tokio 2020 tiene las puertas
abiertas para mí. Le pido mucho a mi Dios que me dé salud para
seguir entrenando y que me pueda recuperar de mi cirugía de rodilla.
Tengo las pilas puestas para Tokio y espero estar entre los tres
primeros lugares.
Antes de despedirme, tengo algo que decir a todas las mujeres
del Magdalena: no desfallezcan en el intento. El que quiere puede.
Cambien su vida por medio del deporte. Que Dios siempre las lleve
por el mejor camino.

134
Fernando Núñez, poeta.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

Fernando Núñez, entre la poesía


y la ciencia23

Fernando y su esposa Elizabeth me reciben muy cordiales a la


entrada de su apartamento en El Rodadero. Muebles modernos,
plantas frescas, máscaras toltecas y amazónicas adquiridas en unos
de sus numerosos viajes, decoran los muros. En los pasillos se
observan fotos de sus hijas a los veinte años. Me señala la foto de
sus nietos, dos de la historiadora y uno de la abogada. Nadie advierte
que entra en la casa de un poeta hasta que mira en su biblioteca sus
dos últimos poemarios publicados.

23. Publicada en el blog annabellmf.wordpress.com el 16 de marzo de 2017.

135
Me invitan a pasar a la terraza donde me espera una cerveza
helada para aplacar el calor húmedo de los primeros días de marzo.
Desde el piso 17 se observa la cadena de edificios de El Rodadero y
también Gaira, pueblo convertido en un barrio de la ciudad con sus
nuevos conjuntos cerrados y sus secos cerros invadidos de cardonales
y casas de bloque.
Después de multiplicarse como docente laborando en distintas
universidades de Bogotá, Fernando Núñez del Castillo disfruta
desde hace 19 años su pensión en Santa Marta, ciudad a la que ha
regresado para dedicarse a la poesía de tiempo completo. Aracataca
lo vio nacer en 1943. Comenzó su bachillerato en el Liceo Celedón
y terminó en el San Luís Beltrán en Santa Marta.
Obligado por sus padres se fue en 1962 a Palmira Valle para
comenzar una carrera de Agronomía que dejó tirada. Eran tiempos
difíciles, sus padres se habían separado y Fernando, quien siempre
tuvo predilección por la poesía, se aficionó a la música y los boleros.
Allí comenzó una corta faceta de cantante en la que fue contratado
por una orquesta en Pasto. Ganaba bien, lo suficiente para entregarse
a la bohemia.
En 1966 se mudó a Bogotá con su madre y sus hermanos. En la
capital fue contactado por el famoso Poly Martínez para cantar en la
orquesta de planta del Hotel Tequendama, pero no aceptó. La biología
y la vida académica lo rescataron del desordenado ritmo de los boleros.
Nunca más volvió a cantar, ni siquiera en las fiestas familiares.
Fernando es biólogo egresado de la Universidad Nacional (1972)
con una maestría en Biología Genética por la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM). Durante 25 años fue profesor en la
Universidad Nacional y catedrático en las universidades Distrital,
Pedagógica Nacional y La Salle.
La vida académica no le dio nunca espacio para la poesía. En su
trayectoria docente dirigió 14 tesis y fue jurado de más de 20. Además,
fue durante ocho años editor de la revista Acta Biológica Colombiana
y coordinador de la biblioteca del Departamento de Biología.
Aun así, un hombre con mente científica ha escrito cinco
poemarios. El último de ellos: Alarmas armadas (2016), publicado
en Ottawa, Canadá, por la Editorial Lugar Común, es un libro de

136
poemas donde este poeta de Aracataca expresa su sentir sobre el
conflicto armado colombiano.

POEMAS Y ALARMAS

Más que sentir en Alarmas armadas, Fernando Núñez denuncia


a través de la poesía las injusticias y la corrupción como detonantes
del conflicto. Le canta al dolor ajeno, a la sangre inocente, a los
menos favorecidos, a los dos países que hay en uno, a los tugurios, a
las a mujeres sin manos, a las protestas y a las víctimas, entre otros
actores que han encendido las alarmas en su poesía.
La publicación de Alarmas armadas coincide con la firma de
los Acuerdos de paz entre las Farc y el Gobierno colombiano; sin
embargo, el tema de la guerra siempre ha tocado el interés de Núñez
del Castillo.
“Siempre he sido un hombre con ideas de izquierda. Como todo
colombiano de mi generación, viví el conflicto armado de manera
muy intensa. Han sido poemas que he escrito a través de los años, y
cuando me di cuenta que tenía una temática los reuní”, explica.
Para Fernando la muerte es un “espantoso escenario ideado con
esfuerzo por la admirable estupidez del hombre”. Así lo expresa en
su poema “Derrota” donde a propósito canta: “¡Se acabó la guerra!
¡Se acabó la guerra!/ Todos lo celebran aliviados, exultantes /entre
jirones y cenizas. /Pero ahora que acabó la guerra /se impone la
certeza de una gran derrota. /Nadie escapa a su ración de pavura. /
Igual abate la tragedia/ a los entrados en combate /que a los alejados
del círculo de fuego” (Alarmas armadas, p. 17).
El prólogo de la obra está a cargo del poeta magdalenense
Teobaldo Noriega, profesor emérito en Canadá desde hace más de
cuarenta años. En unos de sus apartes informa del propósito que
anima al poeta:
“Tal es el intento de Fernando Núñez al proponernos en
estos poemas una brutal y esperpéntica galería, a manera de
distorsionado retablo donde se muestran condensaciones verbales de
la deshumanizadora experiencia. (…) El juicio no podría ser más

137
lapidario. Sin duda este elaborado trabajo de Núñez contribuye a
la construcción de un archivo socio-literario que —sin proponerse
abordar éticamente el tan discutible tema del promulgado perdón—
niega categóricamente la posibilidad del olvido. La palabra reclama
y asume su papel de testigo”.

EL BARRO, LA CARNE Y LOS SUEÑOS

“Creo que siempre escribí poesía pero lo tomé en serio un poco


antes de pensionarme, pues el trabajo académico es muy exigente”,
dice Fernando en el balcón de su apartamento—. “Cuando ya tenía
suficientes poemas reunidos los compilaba por temáticas. No sucedió
así con Barro animal o De carne y sueños”, sostiene.
De sus dos primeros poemarios, Oficios del tiempo (1995) y La
huella de un sedentario (2001), dice que no queda nada: “Son poemas
muy incipientes. Aunque en el segundo poemario siento que escalé
un poco más, noto en él demasiada confusión, en el sentido que no
transmito mensajes claros. Es una poesía abstracta, confusa. En Barro
animal, fíjate, ahí sí se nota mi formación en ciencias”, comenta.
Su tercer libro, Barro animal (2007), fue un reto para Fernando
Núñez. Siempre quiso abordar los temas tomados de la geología, la
antropología desde el lenguaje poético, sin que el lenguaje formal de
las ciencias chocara con la poesía.
“La agronomía es demasiado técnica, está muy emparentada
con la ingeniería y no tengo ese tipo de mentalidad. En cambio, la
biología, que es una ciencia pura y que siempre me gustó, me dio una
formación más estricta y más profunda. Pienso que esa formación
con cierta rigidez científica puede percibirse en Barro Animal”,
explica el poeta de Aracataca.
María Mercedes Carranza dijo de este libro:“La poesía de
Fernando Núñez es una apuesta formal limpia y concisa”. La
economía de palabras a la que se refiere la fallecida poeta puede
notarse en este fragmento de “Imágenes mínimas”:
“Bajo la intemperie de milenios, /rodeado de sal y sequedad, /
el bosque es un níveo cementerio /de árboles cristalizados. /Suelo

138
sembrado de fósiles, /paredes impregnadas de pinturas y glifos: /
antiquísimos capítulos de historia de la tierra / escritos en una cueva”
(Barro animal, p. 48).
Fernando confiesa que de este libro en adelante sus poemarios tienen
unidad temática. Sobre Barro animal y De carne y sueños sostiene:
“Creo que en estos libros hay altibajos, tal vez hay unos poemas
muy bien logrados y otros que no son tan afortunados, pero creo
que eso es lo que da la tierra. Ese libro (De carne y sueños) lo he
querido mucho, sobre todo porque hay poemas ahí que dicen lo que
realmente he querido decir”.
De carne y sueños (2010), su poemario de corte erótico y
amoroso, fue otro reto para él. Abordar el amor y la espiritualidad en
la poesía sin caer en lugares harto conocidos es toda una osadía para
un poeta contemporáneo. Al respecto, Fernando Núñez dice:
“Siempre me ha inquietado el amor y el tema de Dios, pero
siempre he tenido muchísimas dudas. Del amor he llegado a pensar
que ni siquiera existe, que son invenciones de la mente, pero también
pienso que si es una creación de la mente es una creación muy bella,
y una creación que nos exalta, porque si algo nos caracteriza a los
humanos es que somos rastreros… perversos (esa quizás sea la
palabra); y el amor es todo lo contrario, busca la cercanía, la paz y la
comunión entre los humanos. Yo le temía a ese tema porque pensaba
que era incapaz de poder tratarlo de una forma artística, elaborada y
poética. Si acaso había escrito sobre el amor tres poemas”.
Para Fernando, la poesía y el amor están en los momentos
simples. Así dicta su poema “En lo cotidiano”:
“Anda mi mujer por la casa /con sus pasos elásticos de araña/
y una sombra de silencio/ cubriéndole los hombros. A veces se
desplaza tan concreta /como el compás de los relojes, y otras, /flota
en el aire de su propia ausencia. /Suspiros, susurros, misteriosos en
los cuartos, celajes, trasiegos, sombras de lo etéreo. /Otras veces
canta y su voz es agua /que se derrama en la rutina sosa. /En una
taza de café me da a gustar el alba /en el humo del aroma su voz se
evapora/ y ahora sus manos me son tan extrañas…/Por momentos su
silencio toma cuerpo/ y me invade y me limpia /y la siento cercana y
mi vida se alegra” (De carne y sueños, p. 98).

139
Sin embargo, a Fernando no lo abandona la ciencia. En su poema
“Más de carne que de sueños” expresa lo siguiente del amor: “Sobrio
algunas veces, /pero ebrio siempre/ y próximo al dislate. /Son de
hormonas sus raíces /y sus flores de carne.”
En su faceta como narrador, el autor de Alarmas armadas ha
escrito 18 cuentos que espera publicar en un volumen. Algunos de
estos cuentos han sido publicados en la revista Macondo. Como
cuentista experimenta con vivencias propias a las cuales les agrega
un tanto de ficción aquí y allá. La narrativa le ayuda a escribir sobre
algunos temas que lo desgarrarían si los poetizara.
“Sobre la separación de mis padres, que siempre fueron un
matrimonio muy mal avenido, donde hubo maltratos físicos y
verbales extremos, no he escrito poemas pero sí un cuento. No
puedo abordarlo desde la poesía porque son recuerdos demasiado
dolorosos y si escarbo en ello siento que me puedo lastimar. Creo
que esa puede ser la razón, pero eso no significa que no lo toque más
adelante”, añade.
Fernando Núñez me invita a su biblioteca, un cuadernillo de
poemas de Alfonsina Storni salta a la vista en su escritorio. Lee por
estos días al novelista español Ildefonso Falcones. “Sus novelas me
tienen atrapado, es preciso y sabe cómo encadenar la ficción con el
contexto histórico de la edad media española”, dice emocionado. Su
nuevo poemario aún no tiene temática definida pero ya lleva casi
50 poemas. “Paro cuando tengo 90, porque de esos elimino mínimo
20 o 25. Al tiempo que escribo, selecciono. Sigo escribiendo, nunca
paro en realidad”, puntualiza el poeta.

140
El poeta turco Metin Cengiz, Estambul, 2017.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

Metin Cengiz, el poeta del amor y la


revolución24

Conocí al poeta Metin Cengiz en Estambul. Fuimos convocados


por el Festival Internacional de Poesía ‘Nazim Hikmet’ 2017. El día
de la inauguración, Metin se acercó a saludarme y me entregó una
selección de sus poemas en español traducidos por el valenciano
Jaime B. Rosa. Abrí cualquier página y encontré en sus versos una
voz muy sólida y genuina.
En el lobby del centro cultural Mustafa Saffet, ubicado en
el distrito de Ataşehir, estábamos tres poetas de habla hispana

24. Publicada en el blog annabellmf.wordpress.com el 22 de marzo de 2017; en la revista electrónica


Circulo de Poesía el 9 de agosto de 2017 con el título Una entrevista a Metin Cengiz, poeta turco; en el
portal web de la editorial Sílaba y en la revista turca Siirden en su número agosto de 2017.

141
mezclados con poetas de distintos lugares de Turquía. Mientras
rodeábamos a la figura de Özdemir İnce, el escritor homenajeado
de la noche, abrí otra página al azar del libro de Metin. Al ratificar
la solidez de su voz, me atreví a confesarle mi admiración y
agradecimiento por el regalo.
Afectada por el jet lag, esa madrugada, en mi habitación del séptimo
piso del Silence Hotel, ubicado en la parte anatolia de Estambul, leí
todo su poemario hasta escuchar el llamado del muecín desde algún
minarete cercano. Al revisar su biografía me enteré que ya había sido
invitado a nuestro Festival Internacional de Poesía de Medellín en 2012.
En la contraportada del libro Poemas escogidos (2013) se dice
que Metin Cengiz nació en Göle, Turquía, en 1953. Su trabajo
poético ha sido galardonado en su país y en el mundo. En 2011
obtuvo el Premio Internacional de Poesía Tudor Arghezi. Posee ocho
poemarios: Después de un diluvio (1988); El gran amor, (1980); El
lirio que floreció en su veneno (1991); Para İpek (1993); Los Libros
de Canciones, (1995); Años Juveniles (1998); Himnos de Amor y Las
composiciones Hüzzam de hoy (2005); Poemas de libertad (2008); y
Las imágenes son mi casa (2011).
Los últimos treinta años se ha dedicado a cantar y a pensar la
poesía. Como crítico posee una extensa obra basada en la importancia
de las imágenes en los poemas. También ha estudiado la poesía desde
temas como la sexualidad, la religión, el modernismo, el socialismo,
la filosofía, el estilo y la forma.
No esperé el amanecer. Le escribí a esa hora para comentarle que
deseaba entrevistarlo. Esperaba que al despertarse leyera el mensaje
pero Metin es madrugador. Chateamos un poco sobre su poesía, mi
poesía, y algunos consejos. Era una mañana primaveral en Estambul,
ese día atravesaría el Bósforo rumbo al lado europeo con el afán de
conocer la mezquita de Sultán Ahmed en la compañía de los poetas
uruguayos Julio Pavanneti y Anabel Villar. Quedamos en desayunar en
el restaurante del hotel a las ocho y media. El poeta me esperaba con
una sonrisa: la sonrisa de alguien que encontró la paz en la turbulencia.
Tranquilo, con su aspecto bonachón, Metin hablaba de platos y
tradiciones mientras acompañaba su desayuno con un té turco y, por
supuesto, su inseparable raki.

142
Poeta, editor, ensayista, traductor y periodista, Metin Cengiz, el
autor de bellos poemas como “Hojas de otoño”, “Bagdad” y “La
lluvia” aceptó muy gentilmente contestarme algunas preguntas.

EL AMOR Y LA REVOLUCIÓN

En sus poemas, la guerra y el amor son temas frecuentes. ¿En su


poesía pesa más la experiencia personal, colectiva o la histórica?
Publiqué un libro en San Francisco, Estados Unidos: Poemas para
el amor y la revolución. Me conocen en mi patria como el poeta del
amor y la revolución. La revolución apunta a un sistema democrático
en el cual la gente, no los cárteles, decide su propio destino. Un
sistema de principios y derechos, no solo un sistema de elecciones.

¿Por qué eligió ser poeta y en qué circunstancias se convirtió


en uno?
No he elegido ser poeta. La poesía me eligió. Viví con la poesía
desde que era un niño. Cuando crecí me encontré siendo un poeta.
En cuanto a las circunstancias… Mi familia amaba la poesía, la
poesía popular y la tradición del trovador. Más tarde, por casualidad,
me encuentro con profesores que tenían gusto por la poesía. Aprendí los
clásicos con ellos: Fuzuli, Nedim, Şeyh Galip, Şeyhülislam Yahya. En
la secundaria me encontré con la poesía moderna: Yahya Kemal, Ahmet
Haşim, Nâzım Hikmet, Fazıl Hüsnü Dağlarca, Cemal Süreya, Ahmed
Arif. Así, pude familiarizarme con toda la tradición de la poesía turca.
Entonces moré en la poesía oriental: Tagor, Hafız, Ömer Hayyam.

¿Pertenece a una tradición poética en su país?


Mi país tiene una tradición de poesía muy rica. Me esforcé por
abrazarla como un todo. Después de los años 80 escribí poemas
centrados en la poética y las imágenes y también teoricé acerca de
esa poesía. Sin embargo, en términos de estilo y la estructura de mi
poesía soy un extranjero.

143
¿En qué sentido Nazim Hikmet influyó en su poesía?
Nazım Hikmet es un poeta universal. Ha influido en los poetas de
todo el mundo. Pablo Neruda dijo una vez que si él fuera a armar una
antología de un hombre, sería sobre Nazım Hikmet.
Me influenció el sonido único de su poesía y su uso de las
imágenes. El sonido de su poesía resuena como una pistola. La suya
es una poesía vocal. En mi poesía, el sonido coopera con las imágenes.
Sus poemas reflejan un profundo amor por la humanidad. Este amor
es también predominante en mis propios poemas. El amor y la guerra
son los temas principales de mi poesía. Así que podemos decir que,
desde Nazım hasta nuestros días, nada ha cambiado, por desgracia.

En algunos de sus poemas está claro que estuvo en la cárcel.


¿Cómo y por qué sucedió? ¿Algunas lecciones para la vida y la
poesía?
En 1980 ocurrió un golpe militar en Turquía. Debido a mis
opiniones izquierdistas fui arrestado y enviado a la cárcel por dos años
y medio. Yo era un miembro activo de un sindicato de estudiantes
universitarios. Me acusaron de intentar una revolución marxista. De
hecho, fui condenado a muerte pero finalmente liberado.
En los años de prisión tuve la oportunidad de reflexionar sobre
el socialismo. Yo creía que el socialismo ofrecía una perspectiva
adecuada para criticar el sistema. Sin embargo, también me di
cuenta que los socialistas aventajados tenían sus propias estructuras
problemáticas. Mi interés íntimo por la poesía y la literatura crece en
esos años. Así me entregué a leer poesía y literatura.

En poemas como “Otro” se siente la angustia de haber estado


encarcelado ¿Cómo impactó su vida y su poética esta experiencia?
No afectó mi estado de ánimo para siempre, pero sí justificó
mi odio hacia el fascismo y los sistemas políticos de opresión y
violencia. La gente no debe ser acusada por sus creencias y opiniones
políticas. La tortura y la violencia física deben prohibirse. Escribí
“Otro” para enfatizar estos pensamientos y mostrar que la tortura es
extremadamente inhumana.

144
EL CRÍTICO Y EL POETA

Usted ha reflexionado extensamente sobre la poesía y el


trabajo del poeta. ¿Es posible definir la poesía, diferenciar sus
procedimientos y atribuirle un sentido?
Por supuesto que es posible. El lenguaje diario es discursivo.
Nos lleva a un significado. Depende de la declaración de conceptos
y objetivos. Connotaciones y metáforas (elementos poéticos)
apuntan esencialmente a la misma función. Son fundamentalmente
informativos. En tal comunicación, la realidad externa está en la
base. El lenguaje literal, por otra parte, no apunta al significado.
Tiende a la propia comunicación en lugar de la realidad externa.
Así, realiza una función poética. Esta es una función sensible. Sin
embargo, esto no significa que la función poética no nos lleve a
la realidad. Lleva a otra realidad que es ficticia y que es creada
exclusivamente por nosotros.

¿Qué busca con la poesía?


Busco la poesía misma. Quiero que mis canciones sean
reconocidas en todas las lenguas. Confío en mi trabajo. Quiero que
las personas en dolor y las personas en alegría las lean para que
puedan sentir la vida en una dimensión más profunda.

¿Cómo conviven en usted el poeta y el crítico?


El crítico siempre alimentó mi lado de poeta. Me permitió amar
a otros autores. También me protegía de la mala poesía y de aquellos
que abusaban del lenguaje. Mi identidad poética completó mi razón
crítica a través de su riqueza sensible.

¿Cuándo se da cuenta de que un poema suyo no está funcionando?


Si un poema no crea un mundo unificado, si mis imágenes no
reflejan tal realidad, si no hace que la gente piense y sienta tal realidad,
entonces ese poema para mí está inmaduro. Por supuesto, el mundo
que planteo en las imágenes deben ir acompañado por la música y la
armonía de las palabras; estos también son factores importantes.

145
En el sentido técnico se preocupa por las imágenes de su poesía;
sin embargo, ¿qué intenta alcanzar con sus poemas?
Quiero llegar a la gente, afectarlos profundamente, y trabajar en
sus sentimientos y pensamientos en una forma más elevada. Quiero
ser recordado como un poeta leído por la gente.

¿Hay situaciones de su experiencia personal que no haya podido


expresar por medio de la poesía?
La poesía cubre lo que experimentamos tanto como lo que no.
La poesía no se escribe únicamente con el poder de la imaginación o
la imaginación. La vida misma es también un poema. Un tremendo
poema. Un maestro poeta puede reflejar cualquier cosa a través de
la poesía. Sin embargo, no se puede escribir poesía con el lenguaje
cotidiano, que apunta a su referente literal. Hay otras cosas, además,
que se pueden expresar solamente con el lenguaje poético.

Sus poemas cuentan historias, ¿cómo guarda el equilibrio entre


el canto y el cuento?
Las canciones son productos de sentimientos, imágenes e
imaginación. Los cuentos son producto del deseo de la reorganización
de la vida. La poesía, por otra parte, es la síntesis de ambos. Un poeta
lo sabe intuitivamente.

¿Qué espera de su trabajo como poeta?


Sólo quiero completar algunos de mis proyectos que considero
indispensables.

LA POESÍA DEL MUNDO

En el mayor de los casos los poetas siempre acuden a momentos


tristes para escribir. ¿Cómo explica que el poeta mantenga viva
la esperanza a pesar de la tristeza?
Gracias por estas preguntas. Son buenas preguntas que ayudan a
expresarme. El dolor del poeta es el dolor de su edad, de su sociedad.
Un poeta no puede vivir una vida feliz si todo el mundo es infeliz.

146
Sin embargo, las canciones más tristes escritas en el momento más
triste llevan un núcleo de esperanza.

¿Qué poetas hispanoamericanos están cerca de su concepción y


práctica de la poesía?
La poesía en español es bastante rica: Cervantes, Lope de Vega,
Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Antonio Vallejo, Federico
García Lorca, Rafael Alberti, Aleixandre Vicente…
En cuanto a los poetas latinoamericanos podemos citar algunos
nombres: José Martí, Rubén Darío, Gabriela Mistral, César Vallejo,
Jorge de Lima, Jorge Luis Borges, Nicolás Guillén, Pablo Neruda,
Octavio Paz, Ernesto Cardenal, Otto René Castillo. Estos son los
nombres que me vienen a la mente. Hay muchos otros.

¿Cómo ve la poesía en otros idiomas? ¿Encuentra puntos de


contacto con la poesía turca?
Ambas lenguas tienen una fuerte historia poética y poetas muy
influyentes. Veo que esos poetas mantienen viva su tradición.
Turquía tiene un proceso de traducción muy activo. Muchos poetas
importantes de otros idiomas se traducen al turco, y todavía muchos
otros están siendo traducidos. La traducción es el puente entre las
culturas.

¿Qué opinión le suscita la poesía escrita por los jóvenes en su


país y en Europa?
Veo que los jóvenes poetas están muy ansiosos por la fama.
Quieren estar en la cima de inmediato y disfrutar de la imagen de
ser un poeta. Pero también hay quienes hacen el esfuerzo requerido
por la poesía.

¿Cuál es su opinión sobre los festivales de poesía?


Son indispensables para mantener la conexión entre diferentes
culturas e idiomas. Ninguna cultura o poesía es pura. Todos ellos son
híbridos. Los poetas sirven a todas las lenguas de la tierra y producen
una sola lengua: el lenguaje de la poesía.

147
Annabell Manjarrés entrevistando a la poeta turca, Müesser Yeniay. Estambul, 2017.
Archivo: Annabell Manjarrés Freyle.

“Las palabras también pueden dar a luz”:


Müesser Yeniay25

“Dios no debió crear a la mujer / Dios no sabe cómo dar a luz”


dice un verso del poema “Lamento” de la joven poeta y traductora
turca Müesser Yeniay. En su poesía son recurrentes temas como el
feminismo, los desvaríos de la sociedad, el amor no correspondido
y la sensualidad.
Müesser es una voz femenina nacida en Ìzmir, Turquía, en 1984.
Estudió Lengua inglesa y Literatura en la Universidad de Ege. Sus
poemas han sido traducidos al español, inglés, francés, serbio, árabe,
hebreo, italiano, griego, hindi y rumano. Ha sido invitada a varios
festivales del mundo. A Colombia vino al Festival Internacional de
Poesía de Medellín en 2014. Posee tres poemarios: La oscuridad

25. Publicada en el blog annabellmf.wordpress.com el 1 de julio de 2017.

149
también cae pulverizada (2009), Dibujé el firmamento de nuevo
(2011) y Antes de mí había desiertos (2014). También ha publicado
una investigación: Poesía turca de vanguardia, la otra conciencia:
surrealismo y el segundo nuevo (2013).
Además de escribir poemas, ha decidido volver a las raíces de la
poesía turca, objeto de sus más recientes investigaciones.
De lejos, Müesser sorprende con su larga cabellera y su sensualidad,
y aunque existe sensualidad en su poesía, sus poemas no son tan largos
como su pelo. Escoge un par de palabras para lanzarlas como piedras
y el resultado es una obra intensa en sentimientos e imágenes.
En Estambul fue ella quien leyó mis poemas en turco durante el
Festival Internacional de Poesía Nazim Hikmet 2017, al cual fuimos
invitadas. Tuvimos pequeños momentos para tomar el té y charlar.
De ellos quedó esta entrevista.

Has publicado un libro grueso sobre la poesía turca de


vanguardia. ¿Cuánto tiempo te llevó hacer esta investigación
y cuáles son las conclusiones más importantes que tienes de
este trabajo?
Como poeta joven crecí leyendo las obras de la vanguardia turca
“El Segundo Nuevo”. Y personalmente me fascinó la filosofía del
surrealismo desde mis primeros años. Así que estudié a mis maestros
con un gran entusiasmo. Fue como ubicar la poesía moderna en mis
ojos. Tardé un año escribiendo ese trabajo, pero antes leí mucho
sobre el tema.
Tal vez se sepa o no que la historia de la literatura turca se
encuentra entre Şiraz (Irán) y París (Francia), como dijo el poeta
turco Yahya Kemal. Así que traté de examinar este enorme ámbito
en este trabajo. Y aprendí que el Segundo Nuevo Movimiento está
mucho más interesado en el lado poético. Los objetivos de utilizar la
imagen en el surrealismo y en el Segundo Nuevo son completamente
diferentes. El primero tiene como objetivo comprender el ser humano
como una unidad subconsciente y también usa el lenguaje como una
linterna para iluminar las partes oscuras. Al Segundo le interesa el
hombre por razones poéticas.

150
¿Qué aprende un poeta traduciendo a otro poeta?
Cada buen poema es una lección para un poeta. Enseña cómo
escribir poesía desde el principio. Por lo tanto, la traducción es una
especie de escuela para mí. Me da la sensación de haber escrito ese
buen poema yo misma. Cada poema bien escrito es como un espejo
que nos muestra nuestra alma en forma de palabras.

¿Cuál es tu relación con la poesía hispana contemporánea?


¿Afinidades? ¿Encuentros?
Publiqué en turco una antología de poesía española contemporánea
con Jaime B. Rosa y Metin Cengiz. Y mi libro en español fue
publicado tanto en España por Edición de Jaime B. Rosa (2016),
como en Colombia por la editorial Sílaba (2016). El poeta y traductor
Rafael Patiño Góez escribió una gran introducción para el libro. Me
alegro de que mi voz no se oiga solo en los oídos del pueblo turco.
Pienso como el viejo poeta y pensador griego Meleagros, quien dijo:
“El mundo en que vivimos es el único país, mi amigo, y somos los
hijos del mismo caos”.

Te juegas el alma en cada poema. Hablas con firmeza sobre los


temas que te agobian ¿Cómo te ha transformado la poesía?
En uno de mis poemas digo: “Sólo cuando escribo poesía, mi
alma baila. Sólo entonces todos los lugares, el tiempo y la posibilidad
me pertenecen. ¡Esta es la alegría de la existencia! La puerta del
sueño está esperando ser abierta, ese lugar es la única conciencia
igual que Dios”.
La mayoría de las veces me siento como Sherezada de Las mil y
una noches; aunque escribo poesía, me siento tan soñadora como ella.
Puedo decir que no puedo disfrutar de nada más que esto. Aristóteles
dice en su Poética que, “encontrar similitudes por metáforas es un
signo de inteligencia” y siento una gran alegría al descubrir esas
similitudes que llamamos metáforas y hallar una nueva voz para
expresar el estado en el que estoy. Las metáforas (o poemas) son los
maestros del lenguaje.

151
En cuanto a tu pregunta sobre la transformación, puedo decir que
me convertí en lo que amo: en poesía.

En tus poemas cada palabra está en su lugar. ¿Cómo llegaste a


este nivel de precisión y acierto?
En realidad, desde mi adolescencia solo me dedico a una cosa, a la
poesía, a la traducción y a la crítica de poesía. Al estudio académico
de la poesía (Phd) y a hacer lecturas en los festivales. Personalmente
tengo la gran alegría de leer a los clásicos turcos como Rumi, Fuzuli,
Yunus Emre y a los modernos como Ahmet Hâşim, Asaf Hâlet
Çelebi. Tengo un fuerte límite poético con la cultura oriental. Así
que la lectura de los maestros poetas me dio una gran visión para
mi propio ser y para mi discurso poético. Creo que la elección de
la lectura decide qué tipo de poeta te gustaría ser. Puedo decir, con
todas estas inclinaciones poéticas, que soy la mejor voz joven de la
actual poesía turca.

En tus poemas hay melancolía, también cierto resentimiento o


vacío hacia la figura materna. ¿Cómo abordar artísticamente
estos temas sin que la sinceridad o el intimismo traicionen el
poema?
En cierto sentido, la poesía es como agarrar una piedra y lanzarla
a una cosa o persona que te hace daño. Mis palabras son sobre todo
como las lanzas, y necesitan un punto intenso para iniciar la acción.
Espero que mis sentimientos fermenten. El silencio y la soledad
dan una buena oportunidad a esta intensidad interior. Por ejemplo,
cuando encuentro cualquier injusticia, cualquier perturbación, algo
que no es fácil describir con palabras, empiezo a escribir. Soy una
minoría y examino estos temas política o poéticamente.
Acerca de la figura materna, es el inicio y la cabeza de la vida.
Comienzas la vida con una mujer, no importa si eres un hombre o
mujer, y esa mujer decide toda tu vida, moldeando tu personalidad.
Y esa falta, puedo decir, moldeó mi personalidad y encontré paz y
lugar en las palabras. Las palabras también pueden dar a luz, cuidar
y convertirse en tu familia.

152
¿Cómo evolucionó la escritura de tu poesía?
En realidad, cuando empecé a escribir poesía estaba leyendo
muchas revistas de poesía contemporánea, pensando que tenían los
mejores ejemplos de poesía. Pero cuando descubrí los clásicos de la
poesía me sorprendí, renuncié a esa idea y entendí que no son poesía
en absoluto.
Algunas personas piensan que mis primeros poemas son más
caóticos y depresivos. Ahora siento que tengo una visión clara y
un mejor lugar. Me siento más cómoda con la pluma y el papel.
Virginia Woolf dijo: “Lee mil libros y tus palabras fluirán como un
río”. Supongo que he leído muchos miles para esta comodidad en
lenguaje y mente.

¿Cuáles son los temas que te obsesionan actualmente?


Puedo decir que mi poesía tiene caras diferentes como feministas,
existencialistas, místicas y un erotismo suave. Mis últimos poemas
examinan el lado erótico suave de la mujer y la relación de dos
cuerpos, las imposibilidades y posibilidades. Es también la alquimia
del amor, pero desde una perspectiva femenina. También escribo
sobre las desigualdades en esta relación de poder que se llama amor.
Por ejemplo, sobre por qué las mujeres deben estar en buena forma
para ser amadas.

Háblame de tus proyectos literarios, ¿estás escribiendo algún


nuevo libro o poemario?
He estado trabajando en mi libro de poesía que pronto será
publicado, su título: Hablar permanentemente con el amado; y
en mi tesis doctoral sobre poética turca. También hago lecturas de
poesía en todo el mundo.

153
CRÓNICAS

155
Pedro Conde durante el rodaje de la película La misión. Santa Marta, 1986.
Archivo: Pedro Conde.

Las historias increíbles de Pedro Conde26

Pedro Conde presumía de las aventuras cinematográficas que


vivió lejos de su ciudad natal, Santa Marta. Se movía por las calles de
la ciudad con un aspecto de capitán de barco, quizás para que todos
le creyeran que en realidad fue él quien hizo el doble del capitán
Edward John Smith en la película Titanic.
Muy pocos le creyeron. Tal vez porque de esa aventura en la que
supuestamente estuvo al lado de uno de los productores más exitosos
del planeta, James Cameron, no le quedó ninguna de sus peculiares
fotografías, como en las que sí aparece detrás de bambalinas con
Marlon Brando, Robert de Niro o Clint Eastwood.

26. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 7 de abril de 2013.

157
No salía de su casa sin su maleta llena de recuerdos, que
además contenía un álbum con las fotografías de su gloriosa
juventud en el espectáculo. Retratos en los que aparece al
lado de grandes artistas, músicos y actores que dejaron en su
mente la inercia de haber sido alguien importante junto a gente
importante y, sobre todo, la idea de haber vivido lo que ningún
samario ha hecho, como solía decir con orgullo después de
narrar su historia a conocidos y desconocidos, una y otra vez.

DE SUS HISTORIAS INCREÍBLES

Pedro Conde era un personaje de cine, sin duda. La inocencia y


naturalidad con la que narraba sus historias asombrosas lo asimilaban
a Forest Gump, entre otras cosas, porque en cada paso que daba
pareciera que el destino lo situaba en medio de la historia de hombres
como Fidel Castro o Nelson Pinedo.
En las tardes llegaba al viejo Café del Parque (hoy Juan Valdez)
con su respectiva maleta en la que, además de fotografías, cargaba
con dólares falsos y sangre sintética, para demostrar que tales objetos
solo se conseguían en los estudios de Hollywood. Partiendo de tales
muestras de veracidad sobre su pasado, emprendía el viaje por la
memoria de una vida espectacular que inició en los años 40, cuando
solo tenía 5 años de edad y vivía con sus padres en Bogotá.
Se describía a sí mismo en esa época como un carismático niño de
largo cabello rubio y ojos azules. Vivía en uno de los edificios cercanos
a la Universidad Nacional, al igual que el joven “Fito”, quien mandaba
a “Pedrito” a comprar cigarrillos Piel Roja, Camel o Lucky Strike. Sin
precisar las circunstancias, Pedro Conde decía, con una emoción que
le erizaba la piel, que ese tal “Fito” era nada más y nada menos que
el veinteañero Fidel Castro, quien había llegado a Bogotá en 1948,
tras hacer escalas en Panamá y Venezuela, en calidad de dirigente
estudiantil de la Universidad de La Habana. Un hecho que coincidía,
deliberadamente, con la reunión de los cancilleres del continente en
Bogotá que dio origen a la Organización de Estados Americanos (OEA).

158
En ese contexto tan crucial en la historia colombiana y americana,
“Pedrito” nunca más volvió a ver al joven Fito después de ese 9 de
abril en el que Bogotá empuñó su impotencia en el Bogotazo.
Conde también se enorgullecía de la travesía que vivió a los 6
años, cuando creyó que ya estaba bastante grandecito como para
decidir qué hacer con su vida. Los ojos se le elevaban cada vez
que recordaba la noche en la que subió a un barco rumbo al país
azteca, porque era México la meca de la cultura y la fantasía, del cine
latinoamericano, de la ranchera y de la Sonora Matancera.
“Al llegar a México, nadé hasta llegar a la orilla sin ser visto por la
seguridad del puerto mexicano. Al día siguiente, un pescador y sus dos
hijos me encontraron dormido en la playa. Ellos me contaron que yo
parecía un ángel. Era un niño güerito, de ojos azules, y con ellos viví dos
años. Después me despedí de esa familia y tomé un tren hasta Ciudad
de México”, recordaba el hoy difunto y legendario Pedro Conde.
En sus anécdotas destacó su llegada a México como el inicio de
una aventura digna de un guión de cine. Conoció a un anciano que
lideraba a una banda de atracadores y, en ese ambiente enrarecido,
aprendió a embolar zapatos y a ganarse la vida durmiendo en la calle
con frío y hambre, mientras recordaba la prosperidad de su familia.
“Y mi papá allá con mucho dinero”, decía.
Una vez, embolando zapatos, escuchó que un amigo de su padre,
Nelson Pinedo, el reconocido cantante barranquillero, estaba en
México. Hizo todo lo posible para poder estar en contacto con él
y El Almirante del Ritmo, como era llamado este artista, logró que
Pedro Conde conociera a Rogelio y Caito, quienes lo llamarían para
que cantara boleros en la Sonora Matancera. Fue ahí donde empezó
su gloria y tuvo la oportunidad de demostrar sus dotes de bailarín
que le merecieron el apodo del “Rey del Twist”.
En la Sonora Matancera estuvo durante cinco años hasta el día que
no se presentó a cantar boleros porque, según él mismo narraba con
picardía, se perdió con una hija de Mapita Cortés rumbo a Acapulco.
De los boleros pasó a los mariachis en la Plaza Garibaldi, escenario
emblemático de este género donde, claro está, también conoció a
otra personalidad famosa: Javier Solís.

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SU REPERTORIO

En ese mundo de la farándula mexicana conoció al actor


Andrés Soler, contacto que lo introdujo en el mundo del cine con
papeles pequeños en rodajes junto a Antonio Aguilar y El Santo.
En uno de estos rodajes tuvo la oportunidad de actuar como doble
de Blue Demond. En aquellas épocas, vivió en la casa de Mario
Moreno “Cantinflas” mientras actuaba junto a Pedro Infante, Titán
y su carnal Marcelo, Antonio Aguilar, Resortes, Elvira Quintana y
Yolanda Varela.
Hollywood también le abrió las puertas. Pedro Conde enumeraba
sus participaciones en el cine internacional como si se tratara
de un mantra: “27 películas, 30 producciones de televisión y 15
cortometrajes”. Fue aquí, en su trabajo como extra de acción, donde
conoció a grandes personajes del cine norteamericano como Bud
Spencer, con el cual tiene 12 películas; Terrence Hill y Kirck Douglas
en Dale más duro Trinity; con Robert De Niro y Liam John Neeson en
La misión; junto a Marlon Brando en La quemada (película rodada
en Santa Marta y en Cartagena). También trabajó con Grace Kelly
en Diamante perdido y con la leyenda viviente, Clint Eastwood, en
el Tesoro maldito.
Igualmente, participó en El corsario negro junto a Mel Ferrer;
Trampa mortal, con Jim Brown; Carrera al peligro, con Franco
Nero; y, junto a Steward Granger, en el filme Fuego verde, rodado
en Colombia en los años cincuenta.
Tal vez, detrás de su insistencia en narrar una historia fantástica,
estaría su interés por llevar su vida al cine. Cierta o no, Conde no
solo fue un actor, atleta y cantante, poseía el imaginario para escribir
guiones tan emocionantes como los de su vida misma. Antes de morir,
soñaba con sacar al aire una serie de acción y aventura protagonizada
por él mismo, El caribeño, un proyecto que jamás se pudo consolidar
en la televisión colombiana debido a una enfermedad renal que no
pudo superar.

160
SU ETERNA GLORIA

Al regresar a vivir a su tierra natal, Pedro Manuel Conde Santos,


conocido por todos como El Conde, vivió de los recuerdos y de una
pequeña empresa familiar dedicada al alquiler de equipos de sonido
para eventos. A todos saludaba con un gesto amistoso y alegre, que
congraciaba con un acento mexicano adoptado.
Con la vejez llegó la enfermedad mortal que lo mantuvo en cama
meses antes de su fallecimiento. Un lunes 9 de abril de 2012, en
una casa alquilada ubicada en el barrio La Concepción II, El Conde
murió a los 73 años de edad, al lado de su esposa Oneida Santander
y a sus tres hijos, Juan Carlos, Ricardo y Ana María, sus tres más
grandes hazañas, según le gustaba decir.
Así, sin más, sin luces, cámaras, actores famosos y alfombra
roja, Pedro Conde se despidió de este mundo lleno de maravillas. La
historia de un samario que llegó a los estudios de Hollywood terminó
en el cementerio Jardines de Paz, acompañado por la familia, amigos
cercanos y varios puñados de cultores samarios, entre quienes
siempre se le vio en el viejo Café del Parque.

Pedro Conde junto a Terrence Hill y otros actores en el rodaje de Dale más duro Trinity, 1972.
Archivo: Pedro Conde.

161
Pedro Conde ensayando una coreografía de pelea con Clint Eastwood.
Archivo: Pedro Conde.

Con Terence Hill y Bud Spencer durante el rodaje Dale más duro Trinity, 1972. Estados
Unidos, 1972.
Archivo: Pedro Conde.

Pedro Conde en un receso con el elenco de Dales más duro Trinity, 1972.
Archivo: Pedro Conde.

162
Con Robert De Niro durante el film de La misión Con Leam Neeson durante el rodaje de La
en la Sierra Nevada de Santa Marta. 1986. misión. Santa Marta, 1986.
Archivo: Pedro Conde. Archivo: Pedro Conde.

La música, la otra pasión de Pedro Conde. Aquí, con amigos, músicos y cantantes en
México D.C.
Archivo: Pedro Conde.

163
Pedro Conde bailando twist. Santa Marta, Pedro Conde en acción durante una escena
años 60. de Los rebeldes.
Archivo: Pedro Conde. Archivo: Pedro Conde.

Pedro Conde en Café del Parque, Santa Marta, 2007.


Foto: Marlon Manjarrés Freyle.

164
Portada del álbum Pacantó de Totó la Momposina.

“Nunca canté para ser famosa”: Totó la


Momposina27

Un día después de haber recibido su distinción como “Sembradora


de educación y cultura” en Barranquilla por parte de Corpofalsborda,
Totó la Momposina se encontraba en Santa Marta, en el patio fresco
de su amigo, el sociólogo e historiador Edgar Rey Sining.
Aquel patio amplio, escenario de innumerables tertulias, parrandas
y noches de bohemia, sirvió para ver en acción a Totó, nombre artístico
de Sonia Bazanta Vides, quien se puso su traje de cantadora con su
turbante colorido para concederle una entrevista a Macondo.
Así pues, se encontraba Totó la Momposina sentada en una
mecedora en el patio, rodeada de árboles de mango, limón y guayaba

27.Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 10 de noviembre de 2013.

165
agria, hablándonos de la cumbia y la tradición, mientras se espantaba
los mosquitos de la noche con un “musengue”.
A Totó la caracteriza una sonrisa fácil y la espontaneidad, su
fuerza de carácter y sus respuestas directas y claras. No vino a Santa
Marta a dar entrevistas, ni a cantar; pero la alegría la impulsó a hacer
las dos cosas sin quejarse.
“Este patio me hace recordar cuando era niña y me la pasaba
‘mangueando’ encaramada en los palos de mango”, dijo la cantadora
de Talaigua Nuevo, Bolívar, frente a los amigos invitados por Edgar
Rey Sinning, entre ellos los escritores Eduardo Pueblo, Clinton
Ramírez y Martiniano Acosta; los cultores del carnaval de Pescaíto,
Cesar Gómez Vizcaíno y Oswaldo Manjarrés, entre otras figuras de
la vida cultural samaria.
“La cumbia tiene un secreto, y es que es una música que no se
impuso a través de la violencia, aunque fuera prohibida en la época
de la Colonia. Sin embargo, dos razas esclavas se unieron: la negra y
la indígena; y cuando una música se combina a través de un proyecto
de amor, salen propuestas musicales de mucha espiritualidad”,
afirmó Totó la Momposina cuando empezó a hablar de este género
musical que tanto conoce y el cual ha llevado a los confines del
mundo durante la mayor parte de su vida.

CONVOCADA POR LA CUMBIA

Cuando Sonia Bazanta Vides era una niña ya había sido convocada
por la cumbia. Creció rodeada de músicos, cantadoras y llamadores.
Así lo expresó sentada en la mecedora, en medio de traguitos de Ron
Caña con Limón que se empinaba “para no perder la costumbre”.
“Yo escogí esta música porque era lo que me correspondía”, dijo
al recibir su homenaje en Barranquilla y así lo reafirmó en el patio:
“Claro que sí, es que cuando uno tiene una familia en las sabanas
de Bolívar y pregunta cuántos músicos de apellido Bazanta hay, y si
preguntas cuántos músicos existen en la Isla de Mompox de apellido
Vides Choperena, te encontrarás con más de 300 o 400. ¿Cómo hace
uno con eso? Tengo nueve nietos que son artistas. Tuve tres hijos y
todos son artistas”.

166
La cantadora de Talaigua aclaró que los homenajes que ha
recibido por estos días, uno en Medellín y el otro en Barranquilla, no
son otra cosa que un homenaje a la cumbia.
“Yo nunca he cantado para ser famosa, y nunca me ha gustado
que salga mi nombre; mi rostro sí sale, pero de una manera alegórica
porque la protagonista es la música”, afirmó.
Cuando niña vivió un tiempo en Villavicencio. Su mamá se fue
para Bogotá. Totó aprovechó para inscribirse en un concurso de baile
por su propia cuenta, el cual tendría lugar en el Teatro Cóndor. Ese
fue su primer premio, lo ganó bailando la cumbia y su premio sería
un mes de matinal en El Cóndor pero no pudo gozarlo porque el
teatro se incendió.
Su papá tocaba el tambor y fue su madre quien le enseñaría la danza
de los indios Farotos. “Todos los que estamos en la Isla de Mompox,
somos descendientes de los indios Farotos de la raza Chimila. Cuando
uno recibe de la madre toda esa información, uno viene con ese patrón
que, con el tiempo, lo va corroborando. Por eso he podido interpretar
el sentimiento individual de cada zona, porque sé que cada uno de
ellos tiene su manera de expresarlo”, agregó Totó la Momposina.

“EN COLOMBIA NO BAILAN LA CUMBIA”

A Totó la Momposina no le gusta hablar de folclor, porque, según


ella, pareciera aludir a alguna cultura que se ha extinguido. “Si te
vas por toda la ribera del río Magdalena y buscas los bailes cantaos,
están todos allí, existen. Por eso no hablo de folclor”.
Justo cuando Totó habló sobre los bailes canta’os llegó la
cantadora samaria Chela Orozco con la tambora Los hijos de la
Sierra, formando la algarabía en la espaciosa casa de Edgar Rey
Sinning y Yolanda Sabogal.
El tema de la cumbia abre el debate sobre el presente de este
género, hoy en día más valorado por los “cachacos” que por los
mismos costeños. Algo que observa con preocupación la cantadora.

167
LOS MAGDALENENSES OLVIDARON LO SUYO

Para no irnos muy lejos con el asunto del olvido de la identidad,


a causa de géneros anglosajones impuestos por la industria musical,
Totó la Momposina recuerda cuando estuvo en Santa Marta hace dos
años invitada por la Quinta de San Pedro Alejandrino y los samarios
no respondieron al llamado de la cumbia.
“Yo estuve aquí con el General Bonnet en la Quinta de San Pedro
Alejandrino y los samarios no fueron. En el homenaje a Barranquilla,
el pueblo tampoco fue. Puede ser cuestión de difusión de los medios;
el pueblo colombiano está acostumbrado al marketing, ha perdido el
gusto musical”, agregó.
La noche en el patio de Sinning, la Totó dio una cátedra sobre
la cumbia a todos los que la escuchaban atentos. Puso en evidencia
el desconocimiento sobre la identidad musical que poseen los
magdalenenses, cuando muchas veces asumen de manera errónea
el vallenato como suyo, y aun hay quienes creen que el género es
oriundo de Valledupar cuando en realidad nació en La Guajira.
“¿Qué es una parranda vallenata? A eso antes se le decían Bailes
de Merengue, porque la música de acordeón no nació en Valledupar.
Es guajira”, expresó Totó.
Ella tiene claro que ser famosa no fue lo que la llevó a entregarse
a la cumbia y que, además, no es la única cantadora colombiana
que merece ser reconocida. Desaprueba que la cumbia solo suene en
épocas decembrinas o en Carnaval, y que los costeños, en especial los
magdalenenses, hayan olvidado sus riquezas musicales e identitarias.
“Ustedes tienen a los tamboreros de Pescaíto, mejor que eso no lo
pueden tener, pero los ignoran. Por ejemplo, Luis Enrique Martínez
es de aquí, Abel Antonio Villa es de aquí, Pacho Rada es de aquí, el
mismo Alejo Durán es de El Paso Magdalena. ¿Y entonces qué? ¿A
quiénes tienen que fomentar? ¿A mí? Tienen que convocar”.

168
El poeta popular Endaldo Cantillo, Ciénaga, 2015.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

Endaldo Cantillo: poeta de una tragedia


que se canta y baila28

“Ese va a terminar en poeta”, dijo el padre de Endaldo Cantillo


Malbello después de haberlo castigado por irse a escondidas a un
encuentro de decimeros en Barranquilla. Esa vez pagó tres centavos para
ir en lancha con los decimeros de Ciénaga, un combo con quien anduvo
dos días perdido en La Arenosa. Esta escapada sería una manifestación
temprana de su pasión por las letras, el ritmo y las décimas.
Su padre fue también decimero, pero lo reprendía por ceder al
influjo de las décimas que lo conducían sin falta hasta el Puerto de
Cachimbero. Hasta allí iba el niño Endaldo a escuchar a los pescadores

28. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 19 de enero de 2014.

169
que después de las faenas improvisaban versos con cualquier tema
en las cantinas del viejo Puerto de las Mercedes.
“Cuando estaba niño me iba detrás de los poetas decimeros, me
presentaba a la casa como a las 4:30 de la tarde. Al llegar, mis viejos
me daban una ‘limpia’. Recuerdo una vez que la plata del desayuno
se la di a un decimero porque se le cayó la botella de ron y se le
partió. Los poetas me compusieron décimas por ese gesto que tuve”,
expresó entre risas Endaldo Cantillo, meciéndose en la sala de su
casa de la calle Bolívar de Ciénaga.
“Recuerdo que Martín Revolledo y Perfecto López, que venían
de Sevilla, no sabían leer ni escribir, y siempre me pregunté cómo
hacían para escribir esos poemas. Duraban días enteros componiendo
versos, recitándolos para que otros los escribieran”, agregó.
Pero Cantillo reconoce que antes que todo él nació siendo
decimero. “No fue algo que aprendí o me enseñaron, yo nací con
eso”, expresó. A sus 82 años es buscado por cultores de otros pueblos
y regiones para hablar del arte de la décima, el folclor, la historia de
la Danza del Caimán y otros temas de culto, pero antes de convertirse
en un gestor de la cultura cienaguera, Endaldo fue pescador durante
30 años de su vida; época en la que, gracias al contacto con las aguas
de la Ciénaga Grande y el Mar Caribe, logró fortalecer su esencia
como artista de la décima.
En los años 40 bailó por primera vez la Danza del Caimán, por
la misma época en la que ya había empezado a interesarse por el
fútbol; una afición que, si bien no le duró mucho, se convirtió en
un capítulo importante en su vida, pues no solo es recordado aún
como un jugador de potente pegada, sino también como un árbitro
implacable, oficio que ejerció durante varios años.
“Teníamos un campo cerca de la casa y yo me ponía a jugar
fútbol. En el año 50 fueron unos muchachos al campo y a mí me
llamaron de primero para un campeonato de la Compañía Frutera de
Sevilla, pero yo no tenía ni cédula ni era ciudadano. Allá me dieron
un cartoncito y con ese cartoncito hablé en una oficina. Pronto me
bautizaron como Endaldo, el Terror de los Porteros. Pero no tuve
suerte de profesionalizarme en el fútbol. Después del fútbol empecé
a escribir las décimas”, agregó el poeta popular.

170
LA REINA DE LA POESÍA

Tenía 25 años cuando sintió la necesidad de dejar por escrito sus


décimas. Así empezó su trajín con un género en el que ha producido
títulos sobresalientes como “La madre”, “El caimán”, “La mujer”,
“La masacre de las bananeras”, “El vicio”, “Los hijos”, entre otros,
porque, como él mismo expresó, “hay que dejar versos para cada
ocasión”. Endaldo Cantillo ha asumido su arte con tal seriedad desde
que aprendió a hacer décima de la mano de un viejo diccionario
Larousse ilustrado cuyas páginas no volvieron a ser publicadas
jamás, pero que él conserva envuelto en papel de regalo. En esas
hojas amarillentas aprendió la técnica de las décimas y el secreto de
los versos endecasílabos, los versos alejandrinos y a saber cuántas
sílabas tiene un cuarteto y una cuarteta.
“Yo digo para completar la información que la décima es la
reina de la poesía. La décima es de arte menor, el soneto de arte
mayor; cada verso del soneto tiene 11 sílabas o sea que son versos
endecasílabos. La décima son versos octosílabos. Fíjate la diferencia
que hay entre el cuarteto y la cuarteta: el cuarteto tiene 11 sílabas y la
cuarteta tiene 8 sílabas; y el verso alejandrino tiene hasta 14 sílabas”,
recordó Cantillo con su mirada lúcida.
Además de componer versos, Endaldo trabajó un tiempo como
funcionario público y como vendedor en el mercado público de
Ciénaga. Pero siempre poeta. Aunque en el fondo sabe de la calidad de
su trabajo, es de los que esperan que el público reconozca el valor de
su obra. Es sin duda uno de los mejores poetas populares de la región.
En uno de sus versos explica cómo deja al pueblo el aprecio de su obra:
“Para componer un verso primeramente lo escribo/ miro a ver si
lo recibo y si no sirve lo regreso/ pero que me quede impreso para
cantarlo con brío/ alzo mi voz en el trío para que la gente acuda/ y
así despejo la duda de que estos versos son míos”, recita con una voz
aún recia que recuerda a las profundas voces de los decimeros de la
Ciénaga Grande de Santa Marta, sus maestros.
No solo el pueblo cienaguero ha apreciado sus versos. Endaldo
Cantillo Malbello ganó en 1995 el primer puesto nacional del
concurso Crea Cultura y figura como tal en la antología de poetas
que el Ministerio de Cultura publicó aquel año.

171
“Cuando fui a Bogotá para el lanzamiento de la antología, unas
muchachas estaban repartiendo los libros y pregunté dónde está
el libro para Endaldo Cantillo. La muchacha me dijo: ‘Endaldo
Cantillo tiene derecho al suyo, pero se le entregará mañana en la
Biblioteca Nacional’. Cuando llegué allá estaba María Mercedes
Carranza, a quien recuerdo tanto. Cuando me dijeron que yo era el
primer puesto ni siquiera sentí cuando se me salieron las lágrimas.
Al reaccionar, me di cuenta que estaba detrás del monumento de
Jorge Eliécer Gaitán secándome las lágrimas porque no aguanté la
emoción”, recuerda Endaldo.
“La muchacha del libro se me acercó y me dijo: ‘Cuando llegue a
su pueblo lo recibirán como a un héroe, porque ningún autodidacta se
ha ganado un premio como este’; pero resulta que al llegar a Ciénaga,
el presidente de la Casa de la Cultura, amigo mío él, no preparó ningún
acto; no sé por qué sería. A mí me recibió el ayudante de un chofer:
‘Maestro, ¿va a llevar la maleta en el baúl del carro?’. Yo venía con
Carlos Domínguez Ojeda, un profesor de Pueblo Viejo; lo convidé a
tomarnos una botella de ron entre los dos y después cada quién pa’ su
pueblo. Ese fue el recibimiento que me hicieron con un primer puesto
a nivel nacional en poesía”, narró con nostalgia el poeta.
Aunque después vinieron algunos reconocimientos en su pueblo,
Endaldo siempre ha tenido la sensación de que el de más valor fue el de
Bogotá. Muchos años después la alcaldía de Ciénaga le otorgó el Caimán
de Oro. “Mira todo el tiempo que pasó y cuando me lo dieron dije en
radio, ¡Yo lo tenía gana’o desde hace rato, me lo tenían pisotea’o!”.

YA NO ESCRIBE MÁS

“Yo dejé de escribir hace como seis meses. Dije: ‘Ya no escribo
más, no me prestan atención ni me ayudan ni nada’. Las letras del
caimán que compuse ya están, ya no escribo más sobre eso. Inventarle
más décimas al caimán sería contradecirme yo mismo. El público ya
lo recibió y lo recibió con cariño porque siempre me mandan a pedir
los poemas desde distintas partes y con eso me conformo, aunque no
me traigan plata”, aclaró Endaldo, imperturbable en su mecedora.

172
Cuando ganó el primer puesto en Bogotá, el alcalde de Ciénaga
era Alberto Vives Pacheco. Su administración intentó publicarle un
libro que jamás salió. Más tarde, en 2003, el escritor cienaguero
Clinton Ramírez le publicó un libro de décimas titulado Mi librito
decimal. Según el mismo poeta expresó “con esa publicación Clinton
me elevó al cielo”.

Endaldo Cantillo en la Plaza del Centenario de Ciénaga. Ciénaga, 2014.


Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

“Me agradó saberlo un poeta, y de los grandes. Recordé que


me había sacado una tarjeta amarilla por una falta sin balón a un
contrario. La forma en que cantaba sus versos me remitió a las tardes
de mi niñez, cuando en compañía de mi abuela, Francisca Toledo,
seguíamos las voces lagunares de los decimeros en un programa de
radio que emitían antes de El Diario Hablado, del legendario Marcos
Pérez Caicedo. Las décimas de Endaldo me cautivaron. Al margen
de las exigencias métricas, fluía un mundo que creía perdido y que él
redescubría con versos profundos, ingeniosos y, a veces, pícaros. Su
entonación sabia recordaba que la poesía antes que ser un arte escrito
fue canto, según sentenció alguna vez Borges”, expresa Ramírez en
el prólogo a Mi librito decimal.

173
Por otro lado, el escritor y poeta Javier Moscarella expresó en la
misma edición: “A Endaldo Castillo lo hemos conocido siempre en
el delirante ejercicio de la poesía. En su humilde puesto de trabajo
en el mercado público, en su hogar, en las parrandas, caminando
por las calles, a bordo de una canoa, en un acto público: siempre
ejerciendo el supremo arte de la palabra, como si fuera un aire que no
pudiera reemplazar para seguir viviendo. En ese incesante ejercicio
no hay nada que se escape a su mirada, con lo cual ha construido
un infatigable inventario de cosas sencillas y cotidianas a las que el
espejo no nos dejaba ver sus intimidades.”
Endaldo ha recibido distintos reconocimientos. Nadie, sin
embargo, ha grabado una canción utilizando sus décimas.
“La décima como que es muy dura tanto para niños como
para adultos. Diría yo que hasta para los músicos, los cuales no
han podido con las mías. ¿Cómo alguno sí pudo con ‘La Miseria
Humana’? Dieciséis décimas en un disquito de esos. Recuerdo que
Efraín Burgos, un músico profesional de Ciénaga, lo intentó con la
décima ‘Lagunas del vicio’. Le di la copia y se fue de espaldas con
esa composición. No le dio la guitarra para ponerle la melodía. Fue
un gran guitarrista cienaguero y compositor que estudió en Europa y
estuvo en grandes orquestas del mundo, pero no dio con mi décima”,
agregó Cantillo.
El poeta popular, expescador, exárbitro, vendedor de misceláneas
en el mercado público de Ciénaga, y exfuncionario, ha sentenciado
que no escribirá más, pero lo sigue haciendo en el patio fresco de
su casa, a la sombra de las heliconias. Sus últimos versos hablan
de la situación política de Ciénaga y su simpatía con las obras del
alcalde Tete Samper. Sigue pues escribiendo versos a un pueblo
cuya nueva generación no lo conoce, sin saber si eso vale la pena
hacerlo, según expresó:
“Estoy esperando respuesta y que alguien se acuerde de mí.
¿Sabes que me duele bastante? Que mis escritos están metidos en
una caja y cuando oigo a las cucarachas y a los grillos comiéndose las
hojas, entiendo que son los únicos que están leyendo los libros míos”.

174
Clinton Ramírez, escritor.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

De las estancias del Jaguar al camino de


la novela29

Clinton es autor de una obra narrativa que, sin alardes, se ha


abierto espacios. Es un escritor, sin embargo, de pocos lectores. Le va
mejor entre críticos y amigos de oficio. Encuentra este hecho bastante
natural. Su felicidad es escribir y este premio pareciera suficiente.
Vivir in fábula es su estado natural, además de un signo de identidad.
Son los espacios —los aposentos, las calles, las terrazas o las
fachadas de las casas y edificios— los que dictan las historias que
Clinton Ramírez narra en sus novelas y sus cuentos. Inmersos en estos
universos, muy conocidos, vividos y estudiados, sus personajes nacen,

29. Publicada en el blog annabellmf.wordpress.com el 18 de noviembre de 2015.

175
crecen, aman y mueren en ellos. Solo así cree posible, este escritor
cienaguero, la escritura de una novela: una novela responsable con
el lector, con la historia y con sus propias ambiciones intelectuales.
La novela es para Ramírez un género literario que demanda un
ejercicio de minuciosa observación, investigación y compromiso
con la realidad. Sin embargo, en su adolescencia, Clinton deseó
ser poeta. El primer intento con la poesía data de 1974, cuando
participaba en el Centro Literario del profesor Polo Atencio, en el
colegio San Juan del Córdoba, en Ciénaga, su tierra natal. Después de
emplear dos días en la escritura de un poema titulado “Naturaleza”,
lo leyó con emoción ante los compañeros de clase. Esperaba que el
poema, escrito en endecasílabos e inspirado en la flora de la finca
de Guacamayal en la que creció —La Paulina—, impresionara a su
público. La expresión en los rostros de sus compañeros le indicó que
había fracasado de un modo conmovedor en este primer paso por los
senderos tramposos de la poesía. Este sensible episodio, que puede
ser catalogado hoy como un condenable bullying, no intimidó a
Clinton, quien porfió en la poesía hasta que el profesor Polo Atencio
le sugirió con amabilidad probar con el cuento.
Quince días después llevó un relato inspirado en una discusión
que escuchó en su vecindario. Con este relato, escrito a las carreras,
su joven público y el profesor Polo Atencio comprobaron que el
camino de Clinton Ramírez podía ser el de la narrativa.
Algo tuvo claro desde muy pequeño, ser como esos señores
corbatudos que escribían en el Magazín Dominical de El Espectador.
Su abuelo Clinton Racines fue el culpable involuntario de su
vocación. Les llevaba a sus nietos todos los domingos el Magazín,
sin faltar al rito, para que estos aprendieran a leer en las tiras cómicas
mientras se familiarizaban con el mundo de los negocios y la
administración de la finca. Su abuelo esperaba que Clinton, andando
los años, lo ayudara a administrar la finca La Paulina, pero, si bien
el chico se convirtió en su mano derecha muy pronto, en esa finca de
Guacamayal, Clinton vivió a plenitud un mundo que alimentaría su
primera novela, Las Manchas del Jaguar (1988).
El tiempo que transcurrió entre la lectura de su cuento
improvisado en el taller de escritura del San Juan del Córdoba y la
redacción del primer borrador de Las Manchas del Jaguar (1982)

176
sería solo de siete largos años. En este lapso se convirtió en un lector
furibundo de cuentos y novelas. La equipada biblioteca de su colegio
le permitió tal preparación. Allí, de la mano de algunos profesores
y con la complicidad de la bibliotecaria, leyó los clásicos griegos
y entró en contacto con el teatro de Shakespeare, Wilde y Camus.
Con el debido respeto renunció a la poesía para refugiarse donde
se sentía más imaginativo y libre: en la narrativa, inicialmente el
cuento. Escribió al final del bachillerato (1978-1979) dos relatos que
serían la cuota inicial de su primer libro de cuentos: “La mujer de la
mecedora de mimbre” y “Una vez el paraíso”, textos que reescribiría
muchas veces en los siguientes años.

***

En la Avenida San Cristóbal de Ciénaga, donde la familia regresó


a finales de 1968, Clinton se encontró tempranamente con los libros
de la biblioteca de su tío. ¿Qué había allí? Al abrir la cómoda, alguna
tarde, se topó con El Doctor Nativo, de A.J. Cronin; Éxodo, de León
de Uris, y claro, con un libro llamado El Ingenioso Hidalgo Don
Quijote de la Mancha. Aunque sabía leer a los seis años, no tenía la
capacidad para entender la quijotesca obra de Cervantes, pero vivía
encantado con las hermosas ilustraciones de Gustave Doré y las
anotaciones de los pies de fotos.
Aprendió a reelaborar los textos que leía y a desentrañar los que le
impresionaban, obsesionado por un adjetivo bien puesto, asimilando
los trucos del futuro oficio: experiencias con las que comprendió que
escribir es más un método que un acto de magia y que, gracias a la
búsqueda de ese método, la vocación y la imaginación encontraban
el camino propicio para fluir. Sin saberlo del todo, el autor de Las
Manchas del Jaguar empezó a escribir como todos los escritores lo
hacen, imitando a los autores consagrados.
Años más tarde, a mediados de la década del 80 del siglo pasado,
su abuelo le reclamó dedicarle más tiempo a la literatura que a la
carrera de Economía que sacaba en la Universidad del Atlántico.
“Recuerda que hiciste las dos cosas —le dijo Clinton a su abuelo esa
noche, sin sacar la cara del libro que leía—: tú me mostraste el mundo

177
de los números y los negocios, pero también el de la literatura, así
que no te quejes”.

LAS HUELLAS DEL JAGUAR

Los primeros años en la facultad de Economía de la Universidad


del Atlántico fueron vitales para Clinton, porque le permitieron el
encuentro con las obras de muchos más escritores, entre ellos Cortázar,
Joyce y Borges. Había escrito, a la muerte de su abuela, Francisca
Toledo, en julio de 1982, un texto en el que trató de rescatarla para la
vida, pero el escrito quedó refundido entre los libros de su incipiente
biblioteca, en casa de su tío, en la calle Bolívar de Ciénaga. La lectura
asimilada de estos y otros autores fue crucial entonces, piensa hoy
Clinton, para terminar de escribir dicho texto, embrión de lo que a
finales de 1986 se convirtió en Las Manchas del Jaguar.
El borrador, tres grandes apartados escritos en un cuaderno de
50 páginas, permaneció escondido entre sus libros de economía y
literatura entre 1982 y 1986. Un buen día, buscando libros de consulta
para citar en su tesis de grado, tropezó con el olvidado tesoro, un
texto escrito con rabia y dolor. Cuando releyó el primer párrafo del
primer bloque del cuadernito vio que ahí había una historia completa
con su ritmo y sus imágenes centrales. Inmediatamente llamó a Luis
Rovira, su compañero de tesis, y le dijo: “Falta un capítulo, termínalo
tú, que yo voy a empezar a escribir una novela”. Así lo hizo durante
cada uno de los 120 días de los cuatro meses que se dedicó a ella de
una manera impulsiva y visceral.
“Las Manchas del Jaguar fue para mí una manera de completar
una labor que por inexperiencia no pude terminar cuando murió mi
abuela. Yo sabía que había escrito una novela, pero ¿qué tan buena
era? No lo sabía”, confiesa Ramírez.
Pero lo supo más temprano que tarde. Después de haberla transcrito
a máquina, se la entregó a su amigo el poeta Javier Moscarella, a
quien encontró almorzando en el restaurante El Ejecutivo, frente al
Parque de Las Ranas, un sitio al que iban a comer y departir los
funcionarios de El Infotep de Ciénaga.
Clinton, joven y despreocupado al fin, se fue a jugar fútbol al San
Juan del Córdoba. Cuando regresó a su casa, su tía Carmen Núñez

178
le dijo que lo andaban buscando del Infotep y que Javier Moscarella
quería hablar con él. Encontró a Javier en la misma mesa donde lo
dejó almorzando, esta vez en la compañía de su esposa. Se había
tomado algunas cervezas. Con los ojos llorosos, se levantó de la silla
para abrazarlo: “Pedazo de pela’o, tú no sabes lo que has escrito.
Siéntate y tómate una cerveza”. La novela, un centenar de cuartillas,
ni siquiera tenía título.
En esta obra, Clinton explora el mundo de Guacamayal, Sevilla
y Rio Frío, donde transcurrió su primera infancia y la historia de su
familia. Un itinerario marcado por los movimientos de su abuelo
como administrador de fincas bananeras, entre muchas de ellas La
Paulina, el lugar que lo vio crecer e imaginar. “Más que escribir un
libro sobre un tema que yo haya investigado, escribí un libro que me
dictó la sangre. Alguna vez, revisando la novela, me sorprendí de las
cosas escritas, y Javier Moscarella, siempre sabio, me dijo algo que
jamás olvido: es la historia de tu familia que llevabas en tu cabeza,
y la pusiste ahí: no tenías por qué ser consciente”, cuenta Clinton.
Con esa obra, dictada por la sangre, el dolor y la memoria, ganó
el Concurso Nacional de Novela Ciudad de Montería en 1987.
Después de la lectura febril de Javier Moscarella, la novela, aún sin
título, la leyeron Guillermo Henríquez en Ciénaga y Germán Vargas
en Barranquilla. La mandó al concurso sin haber tenido tiempo de
retomarla y de agregarle algunos otros pequeños capítulos. Fue
publicada un año después en 1988, en Medellín. Esta edición marcaría
el ingreso de Clinton Ramírez al campo literario, en el que ganaría
como cuentista varios concursos regionales y nacionales más.

TREINTA AÑOS INSISTIENDO

Después de las andanzas sigilosas del Jaguar por las trochas y


veredas de Guacamayal, Ciénaga sería la nueva estación literaria de
Clinton Ramírez. Esta vez fue distinto. No sería la sangre la que lo
impulsó a escribir, sino su nueva mirada de novelista. Quiso escribir
una novela acerca de los inmigrantes italianos que llegaron a Ciénaga
y la aristocracia de esta ciudad, pero se dio cuenta de que la falta de

179
conocimiento de tal mundo le impedía continuar con la escritura.
Este primer intento de novela agudizó su pericia como investigador
y sus instintos de escritor. Esa novela, que sigue sin publicar, lleva
por título Para morir aquí, y de esta obra, que ha sido más fuerte
que Clinton, nacieron otras: Vida segura (2005), Hic Zeno (2008) e
incluso relatos como “¿Te acuerdas de Monín de Boll?”, que hace
parte de su segundo libro de cuentos, Estación de paso (1995).
Ramírez confiesa: “No es igual escribir una novela de ambiente
rural, que tú conoces y llevas contigo, que una novela con un paisaje
más urbano y sobre una sociedad de inmigrantes que ha tenido vida
europea. Tuve que hablar y entrevistar a algunos de mis personajes,
sin que ellos supieran que estaba documentándome para mi novela.
Con Para morir aquí, cuyo primer borrador es de 1985, aprendí a
tomar el control de un género que exige un conocimiento profundo de
la sociedad recreada: de sus gustos, de sus caprichos, de los extravíos
de su historia. Me pasé muchas horas mirando las casas de la gente que
quería novelar. Aún sigo haciéndolo. A veces pienso que fracasé con
ese libro, y aunque algunos amigos insistan en que está bien, yo tengo
mis dudas. La última vez que pensé que estaba listo fue en el 2005 y
cometí el afortunado error de agregarle un capítulo, que creció tanto
que reventó la novela, al punto de convertirse en otra: Vida Segura”.
Después de este episodio tuvo que reescribir algunos capítulos de
Para morir aquí para sintonizarla con Vida segura, pero, al integrar
otro capítulo a su ambicioso trabajo, surgió un nuevo milagro, su tercer
texto de largo aliento: Hic Zeno. Estas novelas fueron escritas entre el
2004 y el 2006, en Santa Marta, junto a Un viejo alumno de Maquiavelo,
publicada el año pasado (2014) con buena recepción crítica.
Veinte años después de haber escrito el primer borrador de Para
morir aquí, Clinton empezó a escribir, casi de manera simultánea,
otras dos novelas: Otra vez el paraíso —situada en Taganga al
igual que Hic Zeno— y Sin defensa posible, inspirada en la vida del
misterioso escritor samario Pipo Cormorán.

***

Su novela corta Un viejo alumno de Maquiavelo ha tenido


una acogida favorable. Clinton Ramírez ha recibido muy buenos

180
comentarios de sus lectores y no hay quien no le pregunte si el
intelectual de la novela es él, y si Daniela, su joven amante, existe en
realidad. Él solo responde: “La gente me hace la pregunta, pensando
que en esa novela hablo de mí, y en parte tienen razón porque es un
regreso al mundo de Ciénaga, al mundo de la Zona Bananera, ya que el
personaje central es un profesor cienaguero que se retira de la docencia
por problemas de salud y regresa de Bogotá a la Costa, a Santa Marta.
El mundo recreado allí se parece mucho a mi mundo personal. Es más,
para dotarlo de realidad, utilicé los nombres de los hermanos de mi
abuelo y la familia que le di al personaje es la mía, pero eso no quiere
decir que ese tipo sea yo. Yo no he sido profesor en Bogotá, no tengo la
edad que tiene él y tampoco tengo una amante como Daniela”.
Para morir aquí sigue en revisión por su autor, aún confundido
con las diferentes voces con las que la ha escrito a través de los
años. “Quizás sea el libro que siempre esté reescribiendo, que nunca
publique”, expresó Clinton Ramírez con un aire de resignación que
ni él mismo se cree.

LA SANTA MARTA DE PIPO CORMORÁN

¿Pipo Cormorán es un heterónimo de Clinton Ramírez, un alter


ego?, ¿existió este escritor que, según sus textos, deambulaba por las
calles de Santa Marta, esperando que las mismas le hablaran al mejor
estilo de Walter Benjamín, con quien trabajó en París?
Pipo Cormorán marchó a estudiar a París en 1919. De allá, veinte
años más tarde, fue deportado a principios de la Segunda Guerra
Mundial, y regresó a la ciudad de sus padres, miembros de la alta
clase social de Santa Marta, convertido en un hombre marginado.
Colaboró esporádicamente con la prensa, vivió entre putas y entre
ellas murió. Dejó unos cuadernos que Clinton logró hacer suyos y
gracias a él, a Cormorán, Ramírez pudo entender a Santa Marta,
el escenario que le dictaría una nueva novela Sin defensa posible,
también sin publicar, pero con mejor suerte que Para morir aquí. La
empezó a escribir en 2007.
“Los cuadernos de Cormorán los encontré en una vieja edificación
de la calle 10, durante un lanzamiento. El inspector que participó en la

181
diligencia los llevó a las oficinas donde se encontraban unos amigos
y por estos me enteré de la existencia de Cormorán. Nadie le prestó
atención al asunto, pero yo, que leo todo, hasta los papeles de la
basura, me di a leerlos. Allí encontré todo el material que necesitaba
para terminar de entender a Santa Marta. Así que a Cormorán le
debo mi conocimiento de esta ciudad, porque, si bien la he vivido, su
experiencia y su escritura me abreviaron el proceso de acercamiento
a la ciudad”, fabula Ramírez.
Heterónimo o no, la voz del viejo “Pipo” es diferente a la de Clinton.
En La paradoja de Jefferson y el cuento “Todo aquel que anda de
noche”, recogido en la novela corta Un viejo alumno de Maquiavelo,
Clinton le ha cedido espacio y ha dotado de voz al misterioso escritor
samario, y este opaca la suya y su trabajo, según él mismo confiesa:
“La gente me pregunta más por los textos de Cormorán que por
los míos. Los suyos figuran en la segunda parte del volumen La
paradoja de Jefferson. Agregué un cuento suyo al final de Un viejo
alumno de Maquiavelo, “Todo aquel que anda de noche”, que ha
tenido más éxito que el resto del libro. Cormorán se ha convertido
en un problema. Me propuse divulgarlo y todo indica que al tipo le
va mejor que a mí. Varios amigos me dicen sin rubor que el tipo es
mejor escritor que yo”.

Francisca Toledo y Clinton Racines, abuelos del escritor.


Archivo: Clinton Ramírez.

182
Clinton a los 7 años de edad. El pequeño Clinton en su primer día de clase.
Ciénaga, 1969. Finca La Paulina. Zona Bananera, 1966.
Archivo: Clinton Ramírez. Archivo: Clinton Ramírez.

Clinton Ramírez en el año que publicaron Con Javier Moscarella en el Templete.


Las manchas del jaguar. Ciénaga, 1988. Ciénaga, 1988.
Archivo: Clinton Ramírez. Archivo: Clinton Ramírez.

183
Mientras escribía Las manchas del Jaguar. Ciénaga, 1986.
Archivo: Clinton Ramírez.

Clinton en la bahía de Santa Marta. Santa Marta, 2015.


Foto: Annabell Manjarrés Freyle

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Braulio Britto, pintor y coreógrafo.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

“Miren, ya llegamos: Somos los pericos…”30

“Dios me regala las cosas. Sí, debe ser eso. Una tarde frente a la
playa me detuve a observar a los pericos. En el centro y en la bahía
nunca faltan el chiqui-chiqui, chiqui-chiqui de su parloteo. Eso fue
en diciembre y brisaba fuerte. Los vi volar desde los árboles de trébol
y almendro que hay en el Hotel Sampallón hacia unos trupillos.
Hacían piruetas de sur a norte. Jugaban a forcejar con la brisa y a
chocar con los carros. Al verlos expresé: Ajá, ¿cómo es el cuento? Y
al día siguiente volví con más curiosidad de ver sus piruetas.”, contó
Braulio Britto Pérez.

30. Publicada en el blog annabellmf.wordpress.com el 16 de febrero de 2017, y el 28 de febrero del


mismo año en el periódico digital Panorama Cultural.

185
Esa vez llevó una libreta para tomar apuntes. En ella anotó los
recorridos de los pericos desde las 5:00 p.m. en adelante, hora en la que
llegan a los árboles y a las palmeras de la bahía y el Centro Histórico
de Santa Marta. “Me di cuenta que hacen vuelos distintos por épocas.
Vienen desde la Bahía y entran por la Calle 11, siguen derecho hasta la
5ta Avenida, la recorren y regresan al edificio de la Sociedad Portuaria.
Sobre los árboles comienzan a darse piquitos, a saltar de rama en rama
y a acicalarse el uno al otro. Todos andan en pareja. Me di cuenta que
más que volar ellos hacen una danza-ritual”, agregó.
Para esa época, Braulio Britto trabajaba con los niños de Cristo
Rey en el Centro Cultural y Ludoteca del barrio. Después de haber
observado a los pericos por varias semanas, de tomar minuciosos
apuntes, les propuso a sus alumnos ensayar una nueva danza:
—¿La Danza de los Pericos, profe?
—Sí
—¿Es como la Danza del Pájaro?
—No, no vamos a imitar la Danza del Pájaro. La Danza de
los Pericos tiene una peculiaridad. La Danza del Pájaro tiene un
movimiento de ala de arriba hacia abajo, pero los pájaros no vuelan
así, sino que mueven sus alas de adentro hacia afuera, cerrándolas
sobre el pecho. Además, nosotros no vamos a mover las rodillas
hacia el frente sino lateralmente.
Desde esa primera clase la Danza de los Pericos ganó en forma.
Llamó al profesor Rafael Muñoz Escárraga, coreógrafo y folclorista,
quien se acercó con mucha curiosidad a ver la propuesta en el Centro
Cultural en Cristo Rey. Le pareció interesante. Con la aprobación y
sugerencias de un maestro de la danza el Perico tomó fuerza.
“Yo no soy coreógrafo, yo soy formador. Hago esta diferencia
porque los coreógrafos toman la gente ya formada y montan una
coreografía, yo no. Yo formo niños desde la etapa de la lidia, tomo a
un niño que nunca ha bailado y le enseño. Dios me ha dado esa gracia
para lograr estos milagros, porque todos podrían hacerlo pero no tienen
la paciencia para dedicarles su tiempo”, anotó Braulio Britto, quien
forma niños de barrios populares de la ciudad desde hace 21 años.
Las primeras presentaciones de la Danza de los Pericos fueron
en 2009, en los eventos del desaparecido Centro Cultural y Cívico
Ateneo Santa Marta.

186
—¿Ajá y cómo vamos a bailar esto? ¿Con faldas? —preguntó
una de las niñas.
—No, vamos a hacer un disfraz. Vamos a meterle algo brillante.
Al principio, el disfraz de la Danza de los Pericos era bastante
simple: pantalón y camisa verde. Los niños de Cristo Rey bailaban
descalzos en la Plaza de la Catedral en el recordado evento semanal:
“Miércoles de Ateneo”. Esta danza tuvo tanto éxito entre el
público que fue necesario afianzar su exotismo. En las siguientes
presentaciones los niños llevaban un traje con alas, lentejuelas,
zapatos y tocado con forma de cabeza de perico.
“El Perico tomó fuerza porque siempre hemos creído que hay
algo muy especial en él”, aclaró.

Bailarines de la Danza de los Pericos.


Foto: Archivo de Braulio Britto.

UNA DANZA DE LA URBE

Quizás lo más auténtico en materia de folclor que se ha creado en


los últimos años en Santa Marta haya sido la Danza de los Pericos.
A diferencia de otras danzas folclóricas del Magdalena como la
Cumbia, la Puya Loca, la Danza del Caimán, entre otras, la Danza
del Perico no nació en un caño al lado de una Ciénaga o en las riberas

187
del río Magdalena como surgieron la mayoría de nuestras danzas: en
el seno de las comunidades anfibias. La danza folclórica del Perico
nació en el pasado siglo XX, en las adoquinadas y asfaltadas calles
de Santa Marta. Eso sí, frente al mar.
“Pero aquí ha faltado una verdadera visión. Nadie ha sido capaz
de decir ‘Esto es nuestro’. Esta danza es una representación urbana.
Es folclor captado desde la ciudad”, afirmó Braulio Britto, quien hoy
trabaja con más de 30 niños de los barrios San Martín y El Pantano,
al norte de la ciudad. No obstante, a pesar de su indiscutible pasión
por la danza, los niños de estos barrios populares dejan de insistir en
El Perico al llegar a la adolescencia. El comportamiento impuesto
por el reggaetón en la cultura juvenil amenaza tempranamente la
existencia de esta danza.
—¿Acaso yo soy marica? —dicen algunos entre bromas.
“Cuando llegan a la adolescencia ya empiezan a tener novias,
novios. Pierden el enfoque y hasta se vuelven tímidos”, agregó Britto
con preocupación. Sin embargo, a sus 67 años de edad mantiene la
esperanza de hacer del Perico una danza bailada por toda Colombia.
“Mi sueño es montar una academia. Que tenga su barra, sus espejos
y todo lo necesario para que se profesionalice. Nuestra escuela aún
es muy artesanal. Nenes de 12 o 13 años empiezan a pensar en otra
cosa. Espero que en la academia, un lugar más cerrado e íntimo, ellos
se concentren en ensayar con más seriedad, porque es muy doloroso
que, después de tanto formarlos, justo cuando tienen más fuerza para
bailar, salgan volando”, dijo.
La Danza de los Pericos se baila a ritmo de chandé, preferentemente
por niños y jóvenes. La letra de la danza la compuso el propio Braulio
Britto, y la tambora acompañante la integran sus nietos, entre los que
se destacan el clarinetista Braulio Britto y el bombo Boris Valentín
Banquez Britto. El primero de estos últimos es además el autor de
la armonía de la danza. Pueden llegar a bailarla hasta treinta y seis
integrantes, que simulan una bandada de pericos. El vestuario y la
coreografía hacen de ella una danza muy vistosa. Su verso insigne y
de combate es “Oigan, miren ya llegamos: somos los pericos”.

188
EL PERICO DE ORO

Braulio ensaya con sus estudiantes todas las noches de 6:00 a 8:00
en Piso Rojo del barrio El Pantano, parque adyacente a la Vía Alterna
al puerto. “Cuando comenzábamos a ensayar ahí algunas personas
nos ‘perrateaban’ los ensayos. Pasaban en moto o en bicicleta y nos
gritaban ¡pericoo! Arrojaban piedras o se ponían a jugar fútbol antes
de que nosotros llegáramos para no dejarnos ensayar. No es fácil,
pero desde que montamos el evento El Perico de Oro cambiaron de
actitud, nos felicitan. Ahora somos llamados por los vecinos para que
ensayemos allí”, contó Braulio Britto. Es, como puede apreciarse, un
formador de público e identidad. Nada más representativo de Santa
Marta que sus pericos revoloteando en las tardes del Parque Bolívar,
la Catedral y otras edificaciones del Centro Histórico.
En el 2015 su fundación, Asociación de Artistas Plásticos
del Magdalena (Asoartiplasmagd), se presentó a la convocatoria
de estímulos del Ministerio de Cultura para realizar el primer
concurso de la Danza del Perico: El Perico de Oro. Desde entonces
han participado en este evento 12 colegios públicos de la ciudad.
Dentro del Encuentro de Sensibilización ante las Artes, la Cultura
y la Convivencia organizado hace ya 8 años, se realiza en barrios
populares de la Comuna Uno, Bonda y Gaira, el concurso Perico de
Oro. El último concurso se realizó en el barrio El Pantano.
“En el último Perico de Oro vino gente del departamento del
Atlántico y del municipio de Usaquén, Cundinamarca, y les pareció
muy atractivo el evento. Hasta dijeron que para este año iban a regresar
bailando Perico. Esperamos que así suceda. Ya tenemos diez escuelas
bailando Perico: John F. Kennedy, Ondas del Caribe, 20 de Julio, Los
Fundadores, El Pantano, El Pantano sede La Florida, 20 de Octubre,
Bonda, Liceo Samario, San Martín”, agregó el autor de esta danza.

LOS PERICOS EN LAS FIESTAS DEL MAR

En las Fiestas del Mar 2016 la Danza del Perico fue invitada a la
inauguración de una luminaria de las canchas en los barrios Juan 23,
San Martín y Olaya Herrera. Al llegar, la presencia de Carlos Vives

189
fue una gran sorpresa. Vives, al ver la danza, quedó encantado y al
día siguiente los invitó a un evento en el Hotel Zuana. “Él entiende
de esto, para la cultura tiene más visión que los locales. La gente de
acá solo por ‘perratear’ dice: ¡Ahí va el perico!”, expresó Britto.

La Danza de los Pericos fue reconocida en el Carnaval de Pescaito. Santa Marta, 2014.
Foto: Archivo de Braulio Britto.

La Danza de los Pericos ha participado en el Carnaval Infantil de


Barranquilla dos veces, ha bailado durante una visita del presidente
Juan Manuel Santos en 2014. También ha desfilado en las Fiestas del
Mar y en las batallas de flores del Carnaval de Pescaito que organizan
las fundaciones Fundapescaito, Funcarpés y Pescaito Dorado. Sin
embargo, Braulio considera que tanto a las Fiestas del Mar como al
Carnaval de Pescaito les hace falta un componente más auténtico.
“Yo pienso que las Fiestas del Mar sí deben existir pero aquí no
hay carnaval. Esas dos fuerzas deberían unirse para que Santa Marta
tenga una verdadera gran fiesta. Cuando uno habla de Carnaval solo
suena Barranquilla. Cuando hablas de Reinado hablas de Cartagena.
Es chévere que se siga utilizando la figura de la ‘Capitana del Mar’
en el caso de las fiestas, porque cada sitio está marcado por algo
especifico”, opinó.
“Considero —continuó— que el samario debe disfrazarse en
Las Fiestas del Mar. Los carnavales que se hacen aquí son los de

190
Pescaíto, ni siquiera de Santa Marta. Debería ampliarse el concepto
porque para mí no está dando resultados. Últimamente no estoy
llegando a los desfiles porque no hay nada. La esencia del Carnaval
es el disfraz y la gente ya no sale a bailar en las comparsas sino que
va corriendo en esos desfiles con ropa civil”.
El profesor Braulio Britto no estudió en una universidad. Es un
artista plástico empírico reconocido por la originalidad de su obra
pictórica y su constante labor en la gestión cultural. En los desfiles de
danzas folclóricas convergen las expresiones artísticas de los pueblos
y por eso critica que tanto en las Fiestas del Mar como en el Carnaval
que organizan las tres fundaciones en el barrio Pescaito se admitan
tantas comparsas con música moderna y pocas tamboras. “Los desfiles
ahora se volvieron puro carro y lo autóctono se perdió”, sostuvo.
“Por eso, cuando los pelaos que bailan conmigo me salen con el
cuento de que les contrate una Dacia que los lleve a los desfiles les
digo: ‘¿Cuál Dacia? Pónganse el tambor y muestren cómo es’. Claro,
si me subo en un carro me quedo en las mismas, porque después todo
el grupo querrá ir en tarima y no bailar en las calles. Las danzas que
vienen de Barranquilla desfilan con sus tamboras y sus velas. El resto
de los desfiles de aquí son solo filas de camiones, carros, motos. El año
pasado Los Pericos no fueron por eso. Hubo gente que me preguntó
por ellos y yo respondí: Los pericos están en remojo”, declaró.

EL PAPÁ DE LOS PERICOS

De hecho, Braulio Britto, quien siempre ha tenido sensibilidad


por las expresiones artísticas, empezó como artesano y replicando
artesanías taironas que vendía en El Rodadero en los años 70. De
eso vivía. Después, en un momento de crisis, se sentó a escribir
versos de manera automática. Luego empezó a pintar. Dejó fluir
su conciencia ancestral y el resultado han sido unas espectaculares
pinturas cargadas de símbolos indígenas, copiosa selva tropical y
máscaras africanas.
“De pronto no me entendía a mí mismo y ni me entendían, y eso
provocó choques con amigos y familiares. No fue fácil. Poco a poco
fui depurando mi obra. Mi primer cuadro lo hice en el piso. Recuerdo

191
una vez que iba frente al Edificio de los Bancos y me encontré con
Johnny de Castro, un amigo pintor enredado en las drogas. Esa vez
le dije: ‘Ven acá, Johnny, tú por qué no me enseñas a manejar el
lienzo. Él me respondió: ‘A mí no me hables de esa vaina que estoy
saturado del tema’”, contó Braulio recordando a su amigo De Castro
cuya obra admiraba.
“La naturaleza me gusta bastante. Ahí voy yo”, dijo. También
pinta polleras y caballos en tropel. Esas pinturas se quedaron
México. Últimamente expuso en Barquisimeto, en Oakland, EE.UU.
En Colombia tiene 60 exposiciones: Medellín, Cali, Ibagué, Pereira,
Barranquilla, y Valledupar. Tuvo una exposición permanente en el
Banco de la República y, actualmente, una pintura expuesta en la
entrada del Edificio de los Bancos.

Zambo en El Paraíso. Obra de Braulio Britto. Santa Marta, 2016.


Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

Cuando emprendió la pintura tenía 39 años, estaba casado y


tenía siete hijos. Entonces vendía sus réplicas en El Rodadero y
aprendía a patadas el inglés, como él mismo decía: “Me iba bien,

192
nos compraban mucho los norteamericanos. Yo le ponía en frente las
figuras y el gringo de turno decía: ‘Oh, beautiful’ (oh, hermoso) y yo
respondía: Sí, sí, bonito, bonito. Pero cuando me preguntaba ‘How
much?’ (cuánto) yo no entendía. Él me escribía en la arena el número
5 y yo borraba y escribía el 8”, recordó Britto con picardía.
De sus facetas de artesano, vendedor, intérprete, compositor,
poeta, escultor y pintor ha pasado a la de coreógrafo. En 1994
convocó a un grupo de pintores de Santa Marta y del Magdalena
para conformar la Asociación de Artistas Plásticos del Magdalena
(Asoartiplasmagd), de la que han hecho parte Ángel Almendrales,
Sarita Abello, Josefina Diazgranados, Carlos Zapata, Antonio
González, Johnny de Castro, entre otros. La asociación se dispersó
por unos años pero la rescató para hacer trabajo en los barrios junto
a su hijo Medardo Britto.
Braulio Britto no se considera un pintor primitivista. Ha indagado
con expertos, pintores que han estudiado en Europa, curadores
y diletantes de arte sobre su estilo, pero estos le aconsejan seguir
pintando hasta que la historia lo categorice, pues, según ellos, Britto
será de esos autores famosos que dejarán un sello particular en la
historia del arte. Él, sin embargo, está claro en su técnica: “Yo podría
decir que mi estilo es puntillismo en forma de media luna”.
Braulio Britto pinta en sus lienzos extrañas expresiones
precolombinas y afros. Un sincretismo vivo y auténtico que
recordaría la pintura del cubano Wilfredo Lam. Britto, sin embargo,
nunca ha visto un cuadro de Lam, ni tampoco ha estudiado los sueños
y extravíos que propuso el surrealismo pictórico hará casi un siglo.
Son imágenes dictadas por su memoria sincrética. ¿Qué son? A
ellas se abandona con esmero. Solo pinta los fines de semana en
su casa del barrio Riascos, ya que el resto de la semana, de lunes a
viernes, enfoca su energía en su nueva faceta de coreógrafo. Alguien
tiene que enseñarles a los chicos. Para él a la Danza de los Pericos le
esperan grandes oportunidades como cielos despejados.

193
Julio Pavanetti y Annabel Villar, poetas uruguayos. Estambul, 2017.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

Annabel Villar, Julio Pavanetti y un


recorrido por Estambul31

La Torre de Gálata nos había ofrecido un panorama generoso


de Estambul. La tarde estaba grisácea y los albatros volaban cerca
de nuestras narices. Geográficamente estábamos en toda la orilla
norte del Cuerno de Oro, separados por las aguas del Bósforo de la
península de la antigua Constantinopla. Las azoteas anaranjadas del
barrio Karaköy contrastaban con un sol opaco que dudaba caer sobre
las apacibles aguas del estrecho. Después de la llovizna, bajamos los
66 metros de la Gran Torre a bebernos un cafecito turco en un bar
bohemio del centro histórico. Durante todo el día había estado atenta
a los solemnes llamados del muecín. A las cuatro de la mañana, con
mi reloj biológico disparatado, esperaba en mi habitación aquella
voz musulmana que, desde el minarete más cercano, quebraba la
madrugada para invitar a los fieles a la primera oración del día.
31. Publicada en el blog annabellmf.wordpress.com el 25 de septiembre de 2017.

195
Con Julio Pavanetti y Annabel Villar, la pareja de poetas uruguayos
con quienes leí poemas en el Festival de Poesía de Estambul Nazim
Hikmet, conocí el barrio Sultanahmet, el Gran Bazar y otras callecitas
interesantes de la ciudad antes de llegar a la gran Torre de Gálata.
Al bajarnos, ya cansados y hambrientos, caminábamos por uno de
esos tantos callejones comerciales de Karakoy con rumbo al puente
Cuerno de Oro del Metro, que nos llevaría de vuelta al muelle de
Üsküdar, antiquísimo barrio asiático de Estambul.
Atardecía. Era la hora del cuarto llamado del muecín. Mientras la
gente caminaba entre ventiladores, herramientas, muebles, verduras,
motores, mangueras, escobas, entre otros tantos cachivaches a la
venta, iba engatusada por ese canto arabesco que no solo me devolvía
a las mezquitas Azul y Santa Sofía, sino a todo lo que mi mente
codificaba como cultura del oriente próximo: ese pasado lejano
latiendo desde la edad del bronce. El llamado del muecín me hacía
pensar en las luchas por la península de Anatolia, suelo transgredido
desde siempre por hititas, persas, celtas, griegos, romanos y godos.
Suelo mítico de Troya, nuevo para mí pero acontecido hace siglos
por los imperios bizantino y otomano. En fin, no importaba, Annabel
Villar estaba en otra sintonía:
“¡Por Dios!, ¡pobre hombre!”, dijo Annabel con su cadencioso
acento uruguayo refiriéndose al muecín, “lleva más de media hora
lamentándose. Que alguien lo ayude, por favor”.
Annabell, visiblemente molesta, estaba lejos de aflojar su presa.
“Alguien debe decirle que la vida sigue y a nadie le importa su
drama”, anotó. “Acaben con su tragedia.”
La chispa de Annabel me sacó mis cavilaciones. Julio y yo no
parábamos de reír.
“Debes admitir que te diviertes con Anna”, le dije a Julio. “Qué
más me toca”, me respondió bromeando.

EL DESTINO

Se conocieron desde niños en Uruguay. Sus madres se habían


criado juntas en el barrio La Fraternidad en Montevideo, pero ellos
no eran tan cercanos entonces. Julio Pavanetti emigró a España en

196
1977, primero vivió en Santander y luego en Benidorm, provincia de
Alicante en el Mediterráneo. A finales de los años 70, Uruguay estaba
sumido en una profunda crisis política, económica y social producto
de la dictadura cívico-militar que se extendió desde 1973 hasta 1985.
“Si bien mi primera intención fue regresar a mi país apenas volviera
la democracia, esta tardó bastante más de lo que yo había imaginado”,
explicó Julio, “y pasado el tiempo, mis circunstancias personales
cambiaron, mis dos hijas nacieron y crecieron en España, donde
siempre me han tratado maravillosamente. Eché raíces, me nacionalicé
español y se alejó definitivamente la posibilidad del retorno”.
Annabell Villar salió de Uruguay por otras razones. Dejó de
trabajar en 2001 en el Banco Río de Plata para operarse de la vista en
Alicante, España, donde pensaba tomarse un año sabático que terminó
extendiéndose por 16 años más una vez se reencontró con Julio.
Me intrigó saber cómo dos poetas pueden convivir juntos por tanto
tiempo. Anna me dijo que, como toda convivencia, nada es sencillo
pero que la poesía ha ayudado a vencer el pudor transparentando los
sentimientos y las emociones. Julio termina explicando: “Te diré que
no tiene que ser difícil si se respeta la independencia en la creación y
el espacio de cada uno. Tenemos discusiones en medio del estrés que
nos genera la gestión cultural pero nada que no se pueda solucionar
con diálogo y respeto. Creo que esa es la clave”.
La primera vez que departí con Anna y Julio fue en el restaurante
del Silence Istambul, un hotel cinco estrellas donde el ayuntamiento
de Atasheir tuvo la esplendidez de hospedarnos. “Algo bueno tuvimos
que haber hecho en esta vida para merecer estar aquí”, comentó
Pavanetti con una sonrisa de oreja a oreja. Asentí diciéndoles que ese
era mi primer viaje internacional. Un viaje al otro lado del mundo
catapultado por la poesía.

PAPÁ BENEDETTI

Tal vez en Europa les hayan preguntado cientos de veces qué


opinan de la poesía de su compatriota Mario Benedetti, el más
conocido poeta de Uruguay, pero yo no departo a diario con uruguayos
ni hablo a menudo de Benedetti, así que la pregunta no dio espera.

197
“Significa un retorno a nuestras raíces uruguayas”, comentó Annabel,
“en lo particular me siento identificada con el estilo conversacional
de su poesía. La influencia, si la hay, no la sabría identificar porque
seguramente está incrustada en el subconsciente y su eco se escucha
en mis versos sin que me dé cuenta”. Julio por su parte dice: “Para mí
Mario Benedetti es uno de mis grandes referentes y no solamente por
su obra poética sino también por su amplia labor literaria en general,
así como por su humanismo y su compromiso personal”.

LA POESÍA ES EL MOTOR

Éramos los únicos hispanohablantes en el festival de poesía.


A diferencia de mí, que aún hablo el inglés con ciertos esfuerzos,
Annabel y Julio lo conversan sin tropiezos. Gracias a los dos pude
desenvolverme en ciertas circunstancias. La primera vez que leímos
juntos fue en el centro de exposiciones y eventos Cemal Süreyya,
donde horas antes habíamos dado una conferencia sobre el poeta
Nazim Hikmet. Nosotros, no tan cercanos al poeta, nos arriesgamos
a exponer nuestros puntos de vista sobre la poesía de este gran autor
del siglo XX motivado por el amor y la causa comunista. Al respecto,
¿qué motiva a Annabel y a Julio a escribir? Julio, quien empezó a
componer canciones a los nueve años inspiradas en los poemas de
Juan Ramón Jiménez, dijo que en su poema “Cuestionamiento” se
hace la misma pregunta pero nunca llega a responderla. “Lo hago
porque lo necesito”, confesó al fin. Annabel explicó que escribe para
compartir lo que siente con los demás. “Mi vida interior no es tan
diferente a la del resto de los mortales, solo que la mayoría tal vez
no se animan a mostrarla, o bien no saben cómo hacerlo”, agregó.
Ambos prefieren no extenderse en listas de autores que los inspiran
a escribir sino en los estilos. “No me gustan los poetas que hacen del
lenguaje críptico su marca de fábrica”, señaló Annabel, “porque me
parece que creen que no llegar a la gente, no ser entendidos más
que por un grupo de iniciados, les da una exclusividad dentro de
ciertas élites intelectuales”. A la poeta uruguaya tampoco le gustan
los “poemas narrativos”, dice que es fácil escribir un texto en prosa
y cortarlo en forma de versos sin métrica y sin ritmo y que esto

198
no sería propiamente poesía. “Me gusta mucho la poesía escrita por
mujeres porque la siento es más auténtica”, continúa, “creo que las
mujeres tenemos menos reparos en transmitir nuestro interior y nos
interesa menos pertenecer a esas élites que aplauden a los poetas
crípticos de los que hablé, aunque, por supuesto, en ambos géneros
hay de todo como en la viña del Señor”.

LA POESÍA ¿PARA QUÉ?

“Una vida dedicada a la poesía debe servir para algo”, les


comenté, “aunque al mismo tiempo no parezca tener mucho efecto
en el mundo”. Anna me respondió que “Llamentablemente, la poesía
hoy en día tiene mala prensa, al menos en Europa, vivimos en una
sociedad que encuentra normal mostrar en las redes sociales todo
lo que hace, pero es incapaz de expresar lo que siente porque le
causa dolor y en este siglo XXI parece que es urgente la satisfacción
inmediata de nuestros deseos”. “En mi caso particular”, dijo Julio,
“la poesía me sirve para enfrentar la vida con otra mirada. Me ha
dado libertad y creo que, gracias a ella, soy mejor persona. Soy de
los que opino que es necesario que los poetas tomemos partido hasta
mancharnos, como decía Gabriel Celaya; no podemos mantenernos
en la neutralidad. Los poetas hemos sido, desde Homero, quienes
hemos intuido en la capacidad verbal de nuestra especie la posibilidad
de que algún día la palabra se imponga sobre todos los dramas que
afectan al ser humano”. Para Pavanetti, el poeta debe enarbolar
siempre la bandera del amor y de la paz.

GESTIONANDO UN AMBICIOSO FESTIVAL

Julio y Anna poseen temperamentos diferentes. Annabel es


explosiva, directa y de una segura franqueza; Julio es más llevadero,
también sincero, pero más tenue y diplomático. Este ying yang de
la poesía uruguaya organiza en España el Festival Internacional
de Poesía “Benidorm & Costa Blanca”, que este año celebrará su
segunda edición del 23 al 28 de octubre. Esta vez el evento contará
con la participación de poetas de 13 países y, a diferencia de la primera

199
edición, tendrá tres días más y se celebrará en cinco ciudades.
“Debe ser muy difícil para ambos organizar un festival de tal
magnitud”, les comento a manera de pregunta en la estación del
metro subterráneo de Üsküdar. “Nosotros, con el Liceo Poético
de Benidorm”, respondió Julio, “una asociación internacional de
poetas establecida en España, llevamos casi quince años en esta
labor y muchos colegas se preguntan de dónde sacamos fuerzas para
continuar trabajando sin apoyo económico alguno, pero somos libres
y tercos, y seguimos adelante a base de mucha imaginación para que
el desánimo no nos derrote”. “El principal reto de la gestión cultural
es la miopía de las autoridades y de las instituciones a las que poco
importa la cultura; sin embargo, le es más complicado luchar con un
público volátil que sigue superficiales modas culturales”.

SOBRE LA POESÍA LATINOAMERICANA

Excepto por los poetas Müesser Yeniay y Metin Cengiz, el resto


de poetas turcos no tenían publicaciones de sus poemas en español,
por lo tanto fue lamentable asistir a ese primer recital sin un intérprete
que nos ayudara a comprender la poesía turca. A propósito de la poesía
en español, Annabel y Julio poseen opiniones no tan dispares sobre
la poesía latinoamericana. Para Annabel, la poesía latinoamericana,
en comparación con la europea, es muy variada y con muchas luces y
sombras. “Dentro de lo poco que conozco”, dijo, “yo creo que hay una
poesía del norte, otra del sur y una centroamericana, en esta última
se mantienen más vivas las formas clásicas de la poesía española. En
el Caribe, creo que hay una poesía muy influenciada por el realismo
mágico, es muy buena por cierto, sobre todo por las mujeres poetas.
En el Cono Sur, la poesía está más alejada de las raíces indígenas,
influenciada por autores europeos y norteamericanos”.
Pavanetti agregó que la poesía latinoamericana ha evolucionado
en este siglo, aunque, técnicamente hablando, aún sigue conservando
el ritmo modernista. “Algunos poetas y críticos españoles suelen
decir que gracias a los poetas y escritores latinoamericanos se
mantiene viva la lengua española”, señaló, “en España preocupa el

200
aumento de las palabras moribundas, muchas de ellas de una belleza
extrema, pero que ya casi nadie usa. Por eso pienso que la literatura
latinoamericana puede llegar a convertirse en la gran defensora de la
supervivencia de la lengua castellana”.

LA DESPEDIDA

Antes de visitar la Torre de Gálata visitamos el Gran Bazar. Para


no perdernos en sus más de 58 mil calles y 4 mil tiendas, decidimos
caminar dos o cuatro calles devolviéndonos a un local cercano de
la entrada. Los comerciantes probaban con nosotros varios idiomas
hasta que acertaban con el español. “Buenos, bonitos y baratos”,
nos decían señalando su mercancía. Hay tanta variedad en el Gran
Bazar que pareciera que los turcos ponen el mundo en venta. Algunos
de ellos atinaron a adivinar que provenía de Colombia: la mochila
Wayúu me delató. Por más de doscientos años Colombia ha mantenido
intercambios comerciales con Turquía en la península de La Guajira.
Al día siguiente me regresaría para Colombia sin escalas en Europa,
un viaje largo pero satisfactorio. Julio y Annabel fueron muy amables
al despedirme en el lujoso lobby del Silence Istambul. Después del
Festival de Estambul irían invitados a otro evento literario en Brasil y
luego vendría el suyo, meses de intensa gestión les esperaban.
Organizar un festival internacional de poesía demanda tiempo
y concentración, por eso, confiesan no tener mucho tiempo para
sus proyectos literarios. Julio espera publicar en algún momento un
libro de poemas de amor que ganó un certamen literario, en cambio
Anna atraviesa un periodo de crisis-oportunidad en el que replantea
su trabajo poético. “Supongo”, expresó, “que el leer mucha poesía
y estar en contacto con muchos poetas te hace conocer tus propias
limitaciones y creo que estoy en esa etapa de transición en que, si
bien reconozco esto racionalmente, mi creatividad no está preparada
para retomar la escritura desde ese otro lugar al que tengo que llegar”.
Salgo en la noche para el aeropuerto de Estambul con sus
libros de poemas y los recuerdos que ahora nos conectan. “Al
menos Facebook servirá para mantener el contacto”, pensaba en el
taxi contemplando los rascacielos y la perfecta iluminación de las

201
mezquitas modernas. De modo que, cruzando nuevamente el Puente
del Bósforo, me despedí mentalmente de la ciudad, del festival y de
mis nuevos amigos, mientras el conductor, un anciano que no hablaba
para nada el inglés y con quien probé suerte usando el lenguaje de
señas, iba fumándose un Camel al tiempo que escuchaba en su radio
una enérgica lista de Turkish pop.

Julio Pavanetti de espaldas a la Basílica Anabell Villar, poeta uruguaya.


Santa Sofía. Estambul, 2017. Estambul, 2017.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle. Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

Julio Pavanetti y Annabel Villar frente a una vitrina del barrio Karaköy. Estambul, 2017.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

202
José Alzamora frente a su galería de fotos de reinas del mar. Santa Marta, 2018.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

“Me retiré del mar”: Pepe Alzamora

Pepe Alzamora es un tipo tranquilo. Toda una vida dedicada al


mar ha hecho de él un hombre sano y calmo de 88 años. Por las
tardes, se sienta en uno de los mecedores en la terraza de su casa
cerca de la bahía y, sin retirar la mirada del Morro, ve fluir el olear y
pasar la suerte de Santa Marta. La última vez que nadó en la bahía fue
hace 15 años, una vez comprobó que la contaminación de las playas
era un asunto irreversible, más allá de los anuncios tranquilizadores
de las autoridades.
Son más de 20 años viviendo solo en una de las casas más antiguas
del Centro Histórico de la ciudad. La casa está ubicada en la calle 12
(Calle de la Cruz) con 1ª. En el dintel de la puerta puede leerse en un
aviso de letras plásticas el nombre de la casona:“Los Virreyes” y, al
lado del ventanal, una placa de señalización turística indica que Los

203
Virreyes fue construida en 1796 por orden de los reyes de España
para que habitara en ella el tesorero de las arcas reales, Francisco
Xavier de Ainzuriza. Concluida la construcción, en 1799, a esta casa
llegaron a hospedarse funcionarios reales importantes, entre ellos
Juan de Sámano, el último virrey español de la Nueva Granada.
—Yo pensé encontrar aquí un gran tesoro oculto —dice Pepe
entre la desilusión y la chanza—. Imaginé que el tesorero en algún
momento pensó: “¡Miércoles! ya viene ese guerrillero de Bolívar con
sus tropas, y los barcos, en los que debemos mandar esta remesa de
oro a España, no llegan. ¡Caven un hueco para esconder el tesoro!”.
Pepe ha auscultado el terreno unas cinco veces con un detector
de metales y solo ha encontrado partículas de hierro y más hierro.
Tardó un tiempo en entender que el verdadero tesoro de la casa es la
casa misma, con retratos de familiares, muebles y electrodomésticos
dignos de un museo y una colección de afiches de las primeras Fiestas
del Mar, además de un seriado de fotografías de las reinas y reyes
del mar, expuestos como trofeos en la pared izquierda de la casa. Sin
inmutarse, con un timbre de voz que contradice su avanzada edad,
me hace comentarios sobre las circunstancias en que algunas reinas
fueron elegidas y coronadas.
—Esta de aquí fue la primera reina internacional. Diana Miers,
de Estados Unidos, en 1971 —Dice Pepe señalando una de las fotos
de su galería mientras se dirige a la cocina. En la cocina, el reloj se
detuvo hace tiempo a las 8:00 de la mañana, un cuadro del Sagrado
Corazón de Jesús domina la puerta que daba al antiguo zaguán.
Desde el ventanal solía verse la bahía, hoy la obstaculiza el edificio
del hotel Yuldama. La belleza que aún conservan las celosías que
separan el patio del resto de la casa evoca los tiempos prósperos de
la familia Alzamora.

EN LOS VIRREYES

Los Alzamora han sido propietarios de Los Virreyes por más


de un siglo. En 1835, su tatarabuelo, Joaquín de Mier y Benítez,
dueño de la Quinta de San Pedro Alejandrino, la compró a la hija
del tesorero real, María Bonifacia de Ainzuriza. Al morir Joaquín la

204
hereda el mayor de sus cinco hijos varones: Joaquín Blas de Mier, en
1862, el cual la vende a su hermano Manuel Julián de Mier, amigo
de Simón Bolívar y bisabuelo de Pepe. Después la hereda la hija de
Manuel, Isabel Quintina de Mier, su abuela, y de esta pasa a su padre,
el abogado Alberto Alzamora de Mier. Hoy en día, explica, los siete
hermanos Alzamora-Rodríguez y sus hijos son sus propietarios, pero
él es el único miembro que vive en ella.
Pese a su interesante genealogía, José “Pepe” Alzamora Rodríguez
no es conocido en Santa Marta por habitar Los Virreyes sino por el
hecho de ser el creador de las Fiestas del Mar, la única fiesta nacional
que ha dado esta ciudad, siempre presumida de ser la primera fundada
en el continente.
—Calicanto —regresa Pepe dando detalles sobre su particular
vivienda—. Las paredes de esta casa fueron levantadas con calicanto,
el mismo material con el que construyeron la Catedral Basílica de
Santa Marta. Después, el tesorero la arrendó a un inglés, creo que su
nombre era Charles Smith, quien le puso este cielo raso. Eso fue ya
en el siglo XIX.
Como buen hombre de mar, Pepe Alzamora tiene la piel rosácea
cubierta de pecas y costras blanquecinas que el sol estampó durante
un cuarto siglo en sus brazos y su cuello. Su cuerpo es delgado pero
ágil, lo suficientemente fuerte como para subir al techo de la casa
y cambiarle una teja. Acostumbra llevar una cachucha roja que
le cubre el pelo cano y amarillento. Nació con cuatro dedos en la
mano izquierda, un detalle casi imperceptible, y goza de una voz
firme, cálida. “Todo en él era viejo, —diría Hemingway en El viejo
y el mar— salvo sus ojos; y estos tenían el color mismo del mar y
eran alegres e invictos”. Idénticas palabras podrían emplearse para
completar un retrato de Pepe.
—El mar ha sido la mejor medicina del mundo —explica—:
nunca me enfermé de nada. Me he salvado de la muerte 13 veces:
me salvé de morir en las fauces de un tiburón en El Ancón y de
la picadura de una mantarraya. Inclusive, cuando me atropelló un
taxi, el 13 de diciembre de 2004, no hubo fractura alguna en mi
cuerpo porque viví 25 años metido en el mar. El agua de mar ha
mineralizado mis huesos.

205
La casa Los Virreyes funcionó como un hospedaje desde 1977, pero
hace diez años Pepe suspendió el negocio. Ahora, de vez en cuando,
el silencio fresco del patio de la casa se ve interrumpido cuando algún
turista alquila una pieza en temporada. Un par de habitaciones sencillas,
con aire muy marino, los recibe. Aunque algunos de ellos sostienen
haber visto el fantasma de un militar del siglo XVIII merodeando por
los pasillos, Pepe jamás ha visto a ninguno.
—Esta casa ha tenido pocas modificaciones en su estructura
—prosigue—, excepto por la entrada principal, que antes quedaba
frente a las escaleras; el embaldosado rojo en la terraza y una división
que hice para las dos habitaciones destinadas al arriendo.
Estos cambios fueron realizados, según él, a partir de 1954
cuando murió su padre. Necesitaban una entrada económica y su
madre no heredó pensión.
Pepe Alzamora nació en 1930. Hijo de Alberto Alzamora de Mier
y Josefa Eloísa Rodríguez Cañón, es el menor de siete hermanos,
tres varones y cuatro mujeres: Alberto, Manuel Julián, Tomasita,
Isabel Quintina, Francina, María del Rosario y él; estos dos últimos
los únicos sobrevivientes.
De su vida familiar en la casona Los Virreyes recuerda las
clases por correspondencia que recibía de la National School, una
escuela norteamericana con sede en California, de la cual se graduó
como técnico en radio y televisión. También evoca sus tardes de
playa nadando contra las olas de la bahía, los domingos de misa en
la Iglesia San Francisco —donde su madre era la Presidenta de la
Congregación de las Tres Avemarías— y a su hermana Francina, que
tocaba el piano de cola por las tardes.

ACUATIZANDO

Su sueño era ser aviador de la Fuerza Aérea Colombiana.


Desde que cursaba primaria en el Gimnasio Santa Marta y luego el
bachillerato en el Liceo Celedón, Alzamora tenía claro su destino, o
así lo creía. Al salir de la escuela se presentó a los exámenes en el
Batallón Córdoba, pero le fue diagnosticado bocio. El requisito para

206
volar era operarse, pero su madre, una mujer de fe, se opuso. Su
decepción encontró cura en el mar.
En su juventud fue un destacado atleta. En 1950 participó como
nadador en los VI Juegos Deportivos Nacionales de Colombia, que
se realizaron en Santa Marta. Fue uno de los primeros en inaugurar
la piscina olímpica, ya que los nadadores samarios no tenían otro
escenario para practicar que el mar.
—La piscina más cercana para entrenar era la de la finca El
Recuerdo, en la Sierra Nevada. Ningún nadador fue capaz de entrenar
allí por las heladas aguas. Las otras disponibles eran las piscinas de
los gringos, en Sevilla, en la zona bananera —añade.
Cuatro años más tarde, compitió en los VII Juegos Nacionales
en Cali, siendo el único atleta que representó a Santa Marta. Sus
fortalezas estaban en las modalidades de 100 metros espalda y 200
metros mariposa.
Pocos meses después de haberle diagnosticado bocio, un amigo
le informó que necesitaban un contador en un barco. El barco hacía
intercambios comerciales en los puertos de las islas de Curazao,
Martinica y Cuba. Alzamora aceptó el reto. En el 55, último año
de travesía por las islas del Caribe, compró un motor en Aruba para
montárselo a su lancha La pulguita. Cobraba a 10 pesos la hora por
subir en ella. Fue así como comenzó su comercio con el mar.
—En ese entonces, los aviones de entrenamiento de la Fuerza
Aérea Colombiana eran los T33, que cada mes se estrellaban contra
los cerros de Cali. Por eso digo que no hay mal que por bien no
venga. El bocio y el mar me salvaron la vida.

ASÍ NACIÓ EL RODADERO

Pepe tuvo la oportunidad de ser amigo del general Rafael


Hernández Pardo, gobernador del Magdalena durante el gobierno de
Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957). Todas las tardes se encontraban
en la bahía, entre la 1:00 y 2:00 p.m., para charlar sobre su pasión
por las playas de Santa Marta.
Cuenta Pepe que El Rodadero nació gracias a las manchas de
aceite que dejaban las máquinas del ferrocarril en la bahía de Santa

207
Marta al momento de hacerles el mantenimiento. Era necesario
buscar otro balneario para los turistas.
—El General vivía muy preocupado por esta situación. Una vez
me dijo: “Mire, amigo Pepe, lo peor que pudieron haber hecho los
samarios fue permitir que construyeran un muelle en plena bahía.
Un muelle es sinónimo de suciedad, de marinos borrachos, de
prostitución. El muelle debieron hacerlo en otro lugar”.
El general Hernández Pardo tenía el propósito de conocer
todas las playas de Santa Marta para proyectar una de ellas como
balneario turístico. Eso le dijo una tarde a Pepe, y quince días
después ya tenía en la mira una playa en el actual sector de El
Rodadero. El único inconveniente era Joaquín Bohórquez Rubio,
secretario del Banco Comercial Antioqueño, que había cercado las
playas del futuro balneario.
—El General pasó una notificación al secretario para anunciarle
que en 48 horas estaría metiendo maquinaria pesada para derribar las
cercas y empezar a planificar la urbanización de El Rodadero, y así fue.
Pepe vuelve a sentarse en la terraza de su casa, cruza las piernas
y brazos para contar este episodio de la vida de Santa Marta. Lleva
puesto un pantalón gris remangado y calza unas chancletas con medias
azul turquí. Su aspecto contradice la dignidad con la que se expresa.
—En el año 57 construyen el Hotel Tamacá. Le decían “el
elefante blanco” porque era un edificio tan grande en medio de tanto
monte que parecía de mentira —sostiene.
Con la construcción de la carretera que une a Santa Marta con
El Rodadero, a través del cerro Ziruma, nace en 1954 un balneario
turístico que, hasta los años noventa, fue uno de los lugares más
visitados de Colombia. Hoy sigue siendo muy visitado, pero se
debate entre el descuido, las sancocherías en las esquinas y las aguas
negras pudriéndose en sus estrechas calles.

UNA FIESTA PARA SANTA MARTA

A Pepe siempre le ha gustado pensar en grande. Podría decirse


que de tanto contemplar el horizonte del mar, su mente no concibe
las fronteras. Se detiene unos segundos para sorber un tinto de 500
pesos y continúa diciendo:

208
—En el 57 leí en la Revista Zona Bananera que Santa Marta debía
organizar sus fiestas del banano. ¿Fiestas del banano en Santa Marta?
Lo más lógico es que las hagan en Ciénaga, por ser el corazón de la
Zona Bananera, pero aquí en Santa Marta lo que debemos explotar
deportiva y náuticamente es la bahía.
Un sábado, caminando por la playa, vio que un grupo de jóvenes
gritaban entusiasmados: nadaban en el mar compitiendo por llegar
más rápido hasta cierto punto. Se les acercó una vez terminaron
su contienda para preguntarles si querían pertenecer a un club de
natación. Los chicos aceptaron.
Creó dos equipos: Tiburones y Delfines, y organizó una primera
competición. Alquiló un equipo de sonido para leer por altavoz la
ficha técnica de la competición y amenizar el show deportivo con
la música de moda. Esas primeras fiestas náuticas en Santa Marta
fueron a ritmo de boleros de “Lucho” Gatica, la voz que cantaba los
éxitos “Reloj no marques las horas”, “Contigo en la distancia”, “Tú
me acostumbraste”, etc.
En la categoría de 100 y 400 metros, el primer lugar fue Rubén
Parody, seguido por Jaime González, y el tercer lugar lo ocupó un
chico de 16 años, estudiante del Gimnasio Santa Marta, de nombre
Jaime Bateman Cayón.
—Ni la menor idea de que iba a ser líder de la guerrilla del M19
a la vuelta de veinte años. El flacucho dio un vuelco total —agrega
Pepe, con un gesto de incredulidad y extrañeza 61 años después.
No es para menos, Jaime Bateman Cayón, recordado como “El
Flaco” Bateman, amigo de Fidel Castro e ideólogo de una de las
guerrillas más contundentes que ha tenido el país, sorprendió a
una sociedad samaria ultraconservadora y de pasado realista que,
sin explicarse cómo un guerrillero surgió de su seno, insiste en
desplazarlo de las páginas de su historia.
Pepe continúa contándome que, gracias a su amistad con los
administradores de los teatros de la ciudad, los premios para los
ganadores eran entradas a las funciones en las salas de los teatros
Santa Marta, La Morita y Variedades.
Esa primera competición náutica, celebrada en la bahía de Santa
Marta, sería la semilla de las Fiestas del Mar.

209
CONSPIRACIONES MILAGROSAS

El evento terminó. Pepe Alzamora, con micrófono en mano,


despedía al público y los invitaba a las competencias del próximo
año. Un hombre, que había estado observando muy atento la
dinámica de las competencias náuticas, se acercó a felicitarlo. Era
el nuevo capitán de puerto, su nombre: Francisco Ospina Navia.
Recordado por los samarios como “El Capi”, compartieron desde
esa tarde-noche su pasión por las actividades náuticas. Después de
una extensa charla frente a la bahía, mientras los espectadores se
retiraban del evento, acordaron volverse a ver.
—Yo le dije: “Bien, ¿ve aquella casa de techo de dos aguas? Allá
vivo yo” —le explicó.
Los vientos alisios de enero se arremolinan en el patio trayendo otra
capa de polvo sobre los viejos muebles de Los Virreyes, mientras Pepe,
terminando de saborear las últimas gotas de su tinto, se transporta a esas
tardes en las que, junto a “El Capi”, compartían, en la terraza donde
estamos, las experiencias y anécdotas vividas y sufridas en altamar.
En la misma terraza, ellos darían forma al Festival Acuático
Nacional, celebrado el 12 de octubre de 1958. El periódico El
Informador, que tenía tres meses de haber sido inaugurado, dedicó
tres páginas al evento. La nota sirvió para que el periodista y
empresario del sector turístico, Emilio J. Bermúdez, regresara de
Bogotá entusiasmado con la idea de oficializar las fiestas, pues su
primo Pedro Bermúdez Cañizales, era el gobernador del Magdalena
y con él podría ser más fácil conseguir tal propósito.
El gobernador les dio el aval, la única condición era conseguir un
local para montar la oficina de turismo del departamento. Se suponía
que conseguir un local era más fácil que oficializar las fiestas pero, a
finales de los años cincuenta, el departamento pasaba por una crisis
económica y fiscal que ahuyentaba a la empresa privada.
El señor Luis Gámez tenía un local perfecto frente a la bahía que
estaba siendo desocupado cuando Pepe Alzamora pasó por el lugar
una tarde. Como era de esperarse, Gámez puso el grito en el cielo en
cuanto Pepe le planteó la idea, a la mañana siguiente, de alquilarle
el negocio para colocar la oficina de turismo. Lo acompañaba en
la diligencia Emilio J. Bermúdez, quien había pasado por él a las

210
cinco de la mañana. La gobernación le debía cientos de facturas al
señor Gámez por concepto de hospedaje y alimentación en su hotel.
La última oportunidad de conseguir un local se vino al suelo.
—¡En Santa Marta no se puede hacer un carajo! —Gritó Emilio
J. Bermúdez al salir del local—. Olvídate de tus Fiestas del Mar,
Pepe, yo me regreso a Bogotá.
Caminando de regreso a Los Virreyes, decepcionado, se le
ocurrió llegar a la casa de sus primas Carmencita, Francina Alzamora
y Cecilia Abondano Alzamora. Fue directo al grano. Les pidió el
favor de convencer al dueño del local de alquilarlo para la oficina
de turismo. Al día siguiente, Pepe Alzamora, haciendo gala de su
sentido del humor, le dijo a Luis Gámez que Poseidón le había
hablado desde la profundidad de los mares para encomendarle la
celebración de las Fiestas de Mar y que, para ayudarlo en su tarea,
le envió tres hermosas sirenas. Acto seguido: sus primas entraron a
la oficina del señor Gámez, en su hotelito, y le dieron un beso cada
una en el cachete.
—Así no se vale, Pepe —expresó Luis Gámez sonreído después
de que las tres sirenas dieran el beso del milagro.

RETIRADO DE LAS FIESTAS DEL MAR

Al año siguiente, en el 59, del 26 al 29 de julio, se celebró la


primera Fiesta del Mar oficial. Se eligió esa semana para ajustarla a
la fecha de fundación de la ciudad: un 29 de julio de 1525, cuando
Rodrigo de Bastidas bautizó estas tierras.
En esta primera versión de las fiestas hubo competencias de
natación, esquí acuático, regata de remos y salto de rampas. Pepe
igualmente se ideó dos concursos: el duelo entre piratas y la búsqueda
del tesoro de Neptuno. Para involucrar a las comunidades vecinas
promovió una competencia de pesca entre los pescadores artesanales
de Taganga, Santa Marta, Gaira y Pueblo Viejo. Y como la fiesta
fue pensada como vitrina turística, montaron una tarima frente al
Hotel Tayrona, donde hoy funcionan las oficinas de la gobernación
del Magdalena, para presentar espectáculos musicales, danzas y el
evento de coronación de la Reina del Mar.

211
—Por cierto —recuerda Pepe— la primera reina fue mi prima
Francina Méndez Alzamora, elegida por ser la mejor esquiadora
acuática. La segunda, al año siguiente, fue una barranquillera, Lilia
Arévalo Duncan.
Pepe Alzamora recuerda el espectáculo de las Fiestas del Mar
de 1960. Lilia, como una perla brillante sentada en un trono con
forma de concha marina, y Francina, con su traje de baño de una sola
pieza muy de la época, estampado con escamas de sirena, cediéndole
su corona a la nueva emperatriz de los mares. El espectáculo de
la coronación y el colorido de las competencias marinas lograron
llamar la atención de la prensa y las empresas del país en pocos años.
Las Fiestas del Mar se posicionaron nacional e internacionalmente.
En 1971 candidatas de República Dominicana, México, Costa Rica,
Venezuela, Panamá, Estados Unidos, entre otros países de América,
participaron en el Primer Reinado Internacional del Mar. El requisito
para toda participante era ser buena deportista. La belleza y el carisma
vendrían por añadidura.
Pepe estuvo al frente de las fiestas desde 1959 hasta el año 2003,
y volvió a participar en la organización de la fiesta de 2009, para los
50 años del certamen.
—Me retiré por la corrupción que vi dentro las últimas organizaciones
de las Fiestas del Mar —confiesa—, porque llegué a toparme con
ciertos personajes como un tal Elías George, una tal Sara Caballero,
quienes cambiaron las reglas de juego. Me di cuenta que bajaban los
porcentajes de las competencias náuticas para favorecer a candidatas
muy bonitas y bien patrocinadas. Las fiestas las sacaron del mar para
llevar a los salones y las pasarelas. Acabaron así con el certamen.
A Pepe Alzamora se le crecieron las fiestas, un hecho que no
pudo controlar. Detrás de los mandatos del dios Neptuno fueron
llegando los grupos musicales, los espectáculos con tarima, las
casetas con pick ups en los barrios, las ferias artesanales, las ventas
de fritanga y licor en cada esquina, las comparsas improvisadas y
las caravanas de carros. Las Fiestas del Mar fueron adoptadas por el
pueblo samario que las celebró como su propio carnaval, algo que
para Pepe desvirtuó la idea original.
—La experiencia me dice que la palabra fiesta nos dañó la
verdadera fiesta del mar —comenta Alzamora descontento—, en

212
el sentido que todo es trago de punta a punta. Como no hay un
reglamento técnico preciso, parece que a los deportistas les importara
un comino ganar o no, porque no hay un reconocimiento de marca.
Esa es la parte negativa, las fiestas están dañando las fiestas náuticas.
Pepe sostiene que las Fiestas del Mar se desvirtuaron porque
nunca llegaron a ser tecnificadas, algo de lo cual se arrepiente no
haber hecho.
—Sin señalización en la bahía para registrar marca, los deportistas
vienen a participar de una fiesta, no a competir —agrega.
Las últimas versiones de las Fiestas del Mar se volvieron tan
contagiosas que hasta ha tenido un reinado alternativo de reinas
populares del mar, donde los barrios y sectores de Santa Marta
eligen a su reina para competir en deportes, simpatía y belleza. En la
alcaldía de Carlos Caicedo, las candidatas pasaron de denominarse
reinas del mar a capitanas del mar, en un intento por volver a la
tradición deportiva de estas festividades.
Pepe Alzamora advirtió los cambios de las Fiestas del Mar en
varios medios locales y regionales durante varios años, pero nunca
fue escuchado. Finalmente, prefirió guardar silencio y esperar que
las cosas en Santa Marta cambiaran. Sin embargo, después de más
de siete años, las cosas, según él mismo dice, empeoran.
—Estaba pensando que esto iba a mejorar, pero lo único que veo
es que aumenta la corrupción y eso me ha decepcionado totalmente.
La máxima capacidad mía es ahora. Si hubiera tenido la experiencia
que tengo en estos momentos, a mis avanzados años, las Fiestas del
Mar no hubieran nacido —confiesa.
Convencido de empezar una nueva vida en Europa, ha puesto en
venta Los Virreyes. Piensa mudarse a Cataluña, España, la tierra de
origen de la familia Alzamora. Desde allá quiere organizar el Reinado
Mundial de los Mares The World Reing of the Sea. Un proyecto fuera
de serie según él mismo expresa.
—Lo más probable es que me vaya —dice Pepe Alzamora con
mucha convicción. Ya he registrado el Reinado Mundial de los Mares
en Brasil y en España. Tengo propuestas de algunos compradores de
la casa. La estamos regalando en 900 millones. El valor exacto de
esta casa es 1.500 millones; el solo lote vale 1000 millones.

213
EL MAR ENFERMÓ

No solo desmejoró la tradición de las fiestas sino también la salud


del mar, el rey de la fiesta. A Pepe Alzamora le preocupa el estado
de contaminación de las aguas del mar de Santa Marta. Observa la
contaminación como producto de un emisario submarino ineficiente
y un descontrolado crecimiento poblacional.
—Como hombre de mar que soy, sugiero que construyan un
nuevo emisario submarino. La actual tubería no da abasto para una
ciudad que cada vez tiene más gente. Deben detener la construcción
de tantos edificios. Si esto sigue así lo que se viene para Santa Marta
será horrible.
Si bien es cierto que desde el 2012 la administración ha priorizado
la actividad deportiva en las Fiestas, las playas de la bahía de Santa
Marta y El Rodadero no son las mismas. El transporte de carbón por
los puertos de Santa Marta y de Ciénaga ha contribuido al deterioro
de las mismas, además de la contaminación por aguas servidas.
—Yo me negué a participaren las fiestas que organizó Caicedo
porque no quise organizar unas fiestas que ponen en riesgo la salud
de los nadadores en una bahía que huele a mierda. Yo me retiré del
mar, no someteré mi conciencia. Primero arreglen el problema de las
aguas negras y después hablamos.
Ha dejado que Santa Marta viva su suerte. Hace tiempo renunció
a quejarse en las emisoras locales. Se ha resignado, como otros de su
generación, a aceptar que las cosas en Santa Marta marchen mal y
a esperar las buenas rachas. Así ha aceptado también, de mala gana,
que la calle en la que creció, una de las más prestigiosas y elegantes
en la época del boom bananero, sea hoy en día un callejón de poca
monta en el que pululan las putas y los vendedores de droga.
Convencido de que a su edad es más fácil empezar de cero, se sienta
en el mecedor de su terraza a leer la prensa y a dar forma a sus ambiciosos
proyectos, sin importarle ya que algún drogadicto pase dejando una
estela de olor a marihuana frente a su casa o el vendedor de tintos de la
esquina interrumpa sus elucubraciones gritándole ¡Ey qué, Virrey!

214
José Alzamora vive tranquilo mientras cuenta los días que le
quedan en Santa Marta en su casa vieja. De pensamiento conservador,
sin pelos en la lengua, Pepe siempre ha tenido claro que, diga lo que
diga, nunca ha podrá vivir separado del mar.

Pepe Alzamora en la sala de su casa. Santa Marta, 2018.


Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

Aspectos de la cocina de Los Virreyes. Santa Marta, 2018.


Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

215
Pepe Alzamora mientras concedía la entrevista para esta crónica. Santa Marta, 2018.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

José Pepe Alzamora sentado en la sala de su casa. Santa Marta, 2018.


Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

216
Antigua acuarela de la calle de la cruz. Celosías en el patio. Santa Marta, 2018.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

Francina Méndez Alzamora, primera reina Lilia Arévalo Ducan, reina del mar 1960.
del mar. Santa Marta, 1959. Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

217
Los fundadores de las Fiestas del Mar: José Alzamora, Emilio J. Bermúdez y Francisco
Ospina Navia.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

José Alzamora (de cachucha negra) acompañando al presidente de la República, Alberto


Lleras Camargo, el gobernador del Magdalena, Alfredo Fuentes Diago y el General Rafael
Hernández Pardo.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

218
REPORTAJES

219
Tim Aan’t Goor, conocido en Aracataca como Tim Buendía. Aracataca, 2014.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

El adiós de un Buendía: cerrará el último


hostal en Aracataca32

Tim Buendía, como se ha hecho llamar el holandés Tim Aan’t


Goor, en atención al famoso apellido de la familia protagonista de
Cien años de soledad (1967), se ha convertido en el último de la
dinastía fundadora del mítico pueblo de Macondo. Su primera visita
a Aracataca tenía un propósito, encontrar los vestigios de la novela
en este municipio del Magdalena. Sin embargo, nunca imaginó que
la historia estuviera tan viva.

32.En colaboración con Víctor Castellanos, estudiante de la Escuela de Comunicación y Periodismo


de la Universidad Sergio Arboleda, Santa Marta. Publicado en la revista Macondo de Hoy Diario del
Magdalena el 19 de enero de 2014.

221
En su primera visita a Aracataca, Tim solo era un extranjero que
venía en el plan de hacer turismo cultural. Para decepción suya encontró
que el pueblo del gran Nobel colombiano, Gabriel García Márquez,
estaba abandonado, que la infraestructura cultural era incipiente y que
al cataquero de a pie se le estaba borrando la memoria.
Eso fue hace cinco años, cuando volvió a leer en tierra caliente
la historia de Cien años de soledad y se impregnó del imaginario de
esta obra envolvente. Desde entonces, los cataqueros lo han visto
como lo que es, un extranjero que se pasea con el aire elegante y
sensible de Pietro Crespi, pero con ideas novedosas para un nuevo
comienzo de Aracataca.
Antes de llegar al pueblo, Aan’t Goor fue maestro de inglés
en Perú y Tailandia. Hoy es el propietario del único hostal en este
municipio, denominado The Gypsy Residence (La Residencia de
Gitanos). Hasta la fecha, ha sido anfitrión de un show semanal en
la emisora comunitaria Macondo Stereo; se ha desempeñado como
guía turístico de personas de todo el mundo, y, en el 2012, tomó
la iniciativa de construir un monumento a la tumba del gitano
Melquíades, primer muerto de Macondo y quien escribe la historia
de los Buendía en Cien años de soledad.
Su iniciativa sería la última en recibir el apoyo de la Alcaldía de
Aracataca. Los monumentos que deberían estimular la imaginación y
servir de incentivo cultural están en el olvido. Ni la insistencia de Tim,
ni la de otros hijos nativos de Aracataca, como el poeta y periodista
Rafael Darío Jiménez, han podido evitar que el olvido se apodere de
las calles polvorientas y los techos de cinc que Gabo ha descrito:
“Todo era idéntico a los recuerdos, pero más reducido y pobre,
y arrasado por un ventarrón de fatalidad… El paraíso privado de la
compañía bananera, al otro lado de la vía férrea, ya sin la cerca de
alambre electrificado, era un vasto matorral sin palmeras, con las casas
destruidas entre las amapolas y los escombros del hospital incendiado.
No había una puerta, una grieta de un muro, un rastro humano que
no tuviera dentro de mí una resonancia sobrenatural”, escribió Gabo
sobre Aracataca en su autobiografía, Vivir para contarla. El paisaje
no ha cambiado mucho, permanece medio derruido para coincidir
con la imaginación y los recuerdos de García Márquez.

222
CANSADO DE GRITAR SOLO

“No se puede gritar solo en el desierto”, fueron las palabras


contundentes de Tim Buendía cuando nos expresó que se va de Aracataca
cansado de tantas promesas sin cumplir por parte de los políticos de
turno. Al parecer, a Tim Buendía no le quedó más que comprobar que
Gabo, en el papel de Melquiades, pronosticó la historia de Aracataca.
En su columna de El Espectador titulada “¿Cuándo acabarán los
cien años de soledad de Aracataca?”, Tim anunció el cierre de su
hostal de gitanos:
“Para conseguir progreso para Aracataca, en varias ocasiones he
propuesto a todos los Gobiernos (municipal, departamental y nacional)
ser coordinador de turismo en el pueblo, pero he entendido que los
políticos prefieren hacer sus contratos a escondidas, sin que ningún
ojo impredecible esté pendiente de su ejecución. Eso aprendí, hasta el
punto que estoy tirando la toalla. Tuve que hacer una de las decisiones
más difíciles de mi vida pero lo hice; estoy por irme de Aracataca”.

PROYECTOS Y MÁS PROYECTOS

Ni en el gobierno de Trino Luna, ni en el de Omar Diazgranados,


ni en el del General Bonet, Aracataca ha podido iniciar proyectos
como El Tren Amarillo de Macondo o la recuperación de la Estación
del Ferrocarril para que funcione el museo en honor al gran Leo
Matiz. La Casa del Telegrafista, por otra parte, sigue presa del
comején y la ignorancia.
El proyecto Macondo Realismo Mágico, que propone la Oficina
de Cultura y Turismo del Magdalena, encabezada por Fidel
Vargas, es ambicioso. De cumplirse, no solo ayudaría a mejorar las
condiciones de vida de Aracataca sino también las de los municipios
de Ciénaga, Fundación, El Retén y Pueblo Viejo, escenarios en los
que se inspiró nuestro Nobel al recrear los espacios imaginarios de
Cien años de soledad.
Sin embargo, de este proyecto, aprobado en el año 2010 por
el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, cuyo ministro de
entonces era el samario Sergio Diazgranados, es poco lo que se ha

223
ejecutado. De modo que los cataqueros llevan años escuchando
proyectos que nunca culminan o simplemente no empiezan jamás,
mientras que los monumentos y la memoria de este pueblo quedan
sepultados bajo el polvo y la desidia.
Fidel Vargas, que conoce el caso de Tim, dijo a Macondo que
el proyecto de la Ruta Macondo va muy bien y con respecto a Tim
Buendía cree que solo se trata de “un tipo que no es colombiano y
que está esperando vivir del dinero público”.
Tim Buendía, por su parte, reconoce que efectivamente sí le
gustaría trabajar de la mano con la Alcaldía de Aracataca, para que
se hagan realidad las promesas que le hicieron en el 2007 a Gabo, la
vez que regresó a su pueblo y lloró al imaginarlo transformado en
una historia diferente.
A la Casa del Telegrafista, que lucha para no morir asolada por
el comején, se le invertirán $1.000 millones en su adecuación. Este
monto incluirá la museografía y el funcionamiento de una sede
“Punto Vive Digital”, para generar empleos. La restauración de
esta casa antigua comenzaría en el primer trimestre del año y los
cataqueros ya están a la espera.

LA RUTA MACONDO

La Ruta Macondo pretende ser un destino turístico cultural.


Según los lineamientos técnicos del Plan Maestro de Turismo de los
Municipios del Departamento del Magdalena del proyecto Macondo
Realismo Mágico, se formulará un plan que incluirá no solo a
Aracataca sino a municipios con jurisdicción en la Sierra Nevada, la
Ciénaga Grande, el río Magdalena y el mar Caribe, escenarios de la
obra de García Márquez.
El plan de la futura Ruta Macondo se propone objetivos como
la restauración de la Casa Museo Gabriel García Márquez y la
creación del Museo Leo Matiz, que funcionará en la antigua estación
del ferrocarril, la construcción de un hotel a orillas del río, más
concretamente de 20 casas que recuerden la etapa arcádica de Macondo
y la intervención de algunos inmuebles del centro de Aracataca para
su uso turístico y recreativo, como el Hotel de Jacob, la tienda de

224
Catarino, el billar de don Roque, o el Circo de los Gitanos, lugares y
sitios tomados de la obra del Nobel de literatura de 1982.
Las obras siguen siendo sueños, meras ideas en mente de los
funcionarios de turno. La Estación del Ferrocarril, inaugurada en
2011, y en la que se invirtieron 300 millones de pesos, sigue sin
funcionar. Se encuentra abandonada y los habitantes de Aracataca
viven esperando que los turistas arriben desde Santa Marta.
“La Gobernación hace muchos años botó mucha plata en el tren.
Iban a hacer el Museo Leo Matiz en la Estación del Ferrocarril y
construyeron edificios pequeños para vender artesanías. Gastaron
millonadas en el turismo, pero lo abandonaron y ahí no pasó nada.
Solo quedó un elefante blanco”, agregó Tim Buendía.
Tim también había propuesto un proyecto de señalización en
este municipio para que turistas y propios se ubicaran en las vías.
La Gobernación del Magdalena dijo que la obra se ejecutaría en el
2013, pero hasta el momento todo sigue igual. La explicación de
Fidel Vargas es que hasta que no finalicen las obras del proyecto
Ruta del Sol es imposible intervenir en las vías, pues “de nada sirve
señalizarlas si con el tiempo serán modificadas por la concesión”.
“El problema es la política macondiana –dijo Tim Buendía–,
¿cómo vamos a invertir en turismo sin tener agua en la pluma? Hay
que invertir en agua y trabajo. La cultura, en un futuro, también le
puede dar trabajo a la gente. Parece que la Gobernación tiene miedo
de dar el primer paso. La política no es una alianza idealista, es un
problema entre amigos. Aclaro que no quiero que nadie sostenga mi
negocio, solo me gustaría que Aracataca salga adelante”.
Por su parte, el jefe de la Oficina de Cultura y Turismo, Fidel
Vargas dijo que el departamento ha convocado a los gobiernos,
nacional y municipal, para sacar adelante el proyecto de la Ruta
Macondo, pero “el proceso debe ser lento si se quiere hacer bien”:
“El 23 de marzo de 2013 desarrollamos un APP, un Acuerdo
Para la Prosperidad. El presidente Juan Manuel Santos estuvo en
Aracataca y hubo unos compromisos. Estos salieron de una solicitud
que la Gobernación del Magdalena le hizo exactamente el 4 de
diciembre de 2012 para atraer turismo cultural. Crear un destino
turístico lleva bastante tiempo y tiene sus pasos”, dijo Fidel Vargas.

225
La inversión en el sector turístico de Aracataca, anunciada por el
presidente, fue de 2.6 millones de dólares. Sin embargo, los pasos a
seguir, los lineamientos y el protocolo han sido los primeros obstáculos
que encuentra Tim Buendía en su interés por hacer parte de los
cambios de este municipio. Él ha esperado seis años y los cataqueros
cumplirán 129 años de soledad el próximo 24 de junio, fecha en que
fuera fundado el pueblo (1885).

LOS MONUMENTOS CAEN

Mientras el APP toma su curso, los pocos monumentos en Aracataca


se caen a pedazos. Un ejemplo indiscutible es la estatua de Remedios
la Bella, ubicado frente a la desamparada Estación del Ferrocarril. “Yo
también decidí abandonar la tumba de Melquíades, porque aquí todo el
mundo ha abandonado los monumentos”, expresó el holandés.
La carga cultural que posee Aracataca como atractivo turístico
está siendo desperdiciada, repetía “el último de los Buendía” mientras
nos hacía el recorrido turístico. El Colegio Montesori, donde Gabo
aprendió a leer y a escribir, no tiene ni una placa de reconocimiento;
la casa donde funcionó la antigua planta eléctrica está abandonada;
la carroza en la que se subió Gabriel García Márquez con su esposa
Mercedes Barcha la última vez que estuvieron en el pueblo, está
pudriéndose en un potrero; el Camellón de los Almendros, obra
donada por el gobierno mexicano con citas literarias del maestro
Juan Rulfo, autor clave en la vida del Nobel, está saturada de grafitis
y desmoronándose poco a poco; finalmente, el árbol Macondo se
extingue y desaparece bajo la papelería de las campañas políticas.
En la olvidada Estación del Ferrocarril también hay grafittis y
mensajes muy dicientes sobre la situación del pueblo: “Fúmate un
porro y vive un mundo, todo pueda ser real”.

CERRARÁ EL HOSTAL

“Saqué un préstamo en marzo, pero ya no puedo sacar más


porque después no tendré cómo pagarlo. Hay que hacer una campaña
para promocionar este pueblo, pero una persona sola no puede. Yo lo

226
aprendí, lo intenté. En California hice una actividad literaria sobre
García Márquez y sobre Aracataca. Fue un encuentro literario y traje
escritores de California hasta acá. El año pasado fui a una universidad
en Nueva York, donde me invitaron a dictar una conferencia sobre
la historia de Aracataca y sobre la vida y obra de Gabriel García
Márquez. Ellos me pagaron y me hospedaron allá”, dijo Tim Buendía
desilusionado de que sus esfuerzos hayan sido en vano.
El único hostal en Aracataca cerrará y frente a esto quisimos
saber qué tiene pensado hacer la Gobernación del Magdalena. Según
el proyecto Macondo Realismo Mágico, se construirá un hotel
temático alusivo a Cien años de soledad, pero, mientras eso sucede,
este municipio quedará sin un hostal para los turistas a partir del 22
de febrero. El temor de los cataqueros es que el hotel temático, al
igual que las otras promesas, quede a medias o nunca se realice.
Pese a los esfuerzos de Tim Aan’t Goor para promocionar a
Aracataca y su propuesta de un proyecto de señalización para las
calles de este pueblo, no contaron con él para hacer parte del proyecto
Macondo Realismo Mágico:
“Todas las personas son bienvenidas al proyecto y realización del
proyecto Macondo Realismo Mágico. Nosotros, como departamento,
y en el acuerdo para la prosperidad, hablamos del asunto de la
señalización en Aracataca, Zona Bananera, Ciénaga, Pueblo Viejo y los
pueblos palafitos, pero todo depende de un plan de ordenamiento. Si el
señor Tim Buendía quiere unirse al proceso, bienvenido sea, pero debe
concursar en las licitaciones públicas. Lo que nosotros no podemos
hacer es contratar proyectos como la señalización turística con el señor
Tim Buendía. Todo se hace a través de licitaciones”, explicó el jefe
de la Oficina de Cultura y Turismo de la Gobernación del Magdalena.
Más adelante agregó: “Ha habido buenas intenciones de gober-
naciones anteriores, hay que unirse a estas intenciones pero también
hay que ver dónde estuvo la falencia, hay que ver por qué Aracataca
hoy en día no es el sitio que debe ser, sabiendo que tiene un Nobel de
Literatura y, además, a Leo Matiz”, agregó Fidel Vargas.
En cuanto a unir los esfuerzos, el jefe de la Oficina de Cultura
y Turismo, quien no niega los notables esfuerzos de Tim, considera
que ha intentado ayudarlo para que continúe con su proceso de
promoción turística: “Se me ocurrió que podría vincular su hoja

227
de vida en el Sena para que fuera profesor de inglés, pero no tiene
currículum ni experiencia”, argumentó Fidel Vargas.
Tim Aan’t Goor desea volver a Aracataca en el 2015. Una esperanza
de fábula lo inclina a confiar en los proyectos del Gobierno Nacional
a través del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Aunque se
va por motivos de fuerza mayor —la falta de dinero suficiente para
sostener a su hijo y a su esposa—, Tim Buendía no quiere perderse
de los cambios que vienen para el pueblo de Gabo; aunque tenga que
esperar cien años más, sabe que su destino está escrito en Aracataca.

Estación del Ferrocarril de Aracataca.


Foto: Editorial Unimagdalena.

Casa del Telegrafista. Aracataca.


Foto: Editorial Unimagdalena.

228
Viejo Hospital San Juan de Dios.

El Hospital San Juan de Dios, la batalla


jurídica por su propiedad33

Un hotel cinco estrellas frente al mar, un museo antropológico, el


espacio para el Archivo Histórico del Magdalena o la nueva sede de
la Diócesis de Santa Marta son las propuestas que se han escuchado
para darle uso a la edificación donde funcionará el viejo Hospital San
Juan de Dios. Las iniciativas anteriores no corresponden en realidad
a un solo propietario o proponente. La Gobernación del Magdalena
y la Iglesia de Santa Marta sostienen una pugna desde hace más de
un siglo por esta edificación.
Por un lado, la Diócesis de Santa Marta alega poseer pruebas
históricas y archivos notariales que indican que el edificio les

33. Publicado en Hoy Diario del Magdalena en la edición 30 de marzo de 2014.

229
pertenece por ley y, por otro, la Gobernación del Magdalena sostiene
que desde que se encargaron de la administrar el hospital, después
de la muerte del Obispo José Romero Araujo, en 1936, el inmueble
les pertenece por posesión.

EL HOSPITAL NACIÓ EN LA COLONIA

En la época de la Colonia, Santa Marta no tenía hospitales. Los


enfermos morían en las calles de enfermedades tropicales como la
malaria y el cólera, en los siglos XVIII y XIX.
Todavía en la segunda mitad del siglo XIX, en plena época
republicana, una enfermedad tropical visitó mortalmente al poeta del
primer romanticismo colombiano, al político y escritor José Eusebio
Caro, quien llegó de París a Santa Marta, en 1853, para hospedarse en
una antigua casa de esquina en inmediaciones de la plaza de la Catedral,
exactamente en la calle 16 con carrera 19, donde hoy día funciona una
papelería. Allí contrajo la fiebre amarilla y murió a los 8 días.
Un siglo antes de la muerte del poeta, el 1 de marzo de 1739, es
nombrado, por real cédula, el doctor José Ignacio de Mijares como
obispo de la Provincia de Santa Marta, quien, al llegar a la ciudad,
vio el preocupante panorama de soldados y oficiales que morían en
las calles y las plazas. El obispo Mijares impuso un censo a todos los
obispos por valor de 1000 pesos con el fin de construir un hospital.
Así lo expresa la Real Cédula de su Majestad Fernando Sexto de
Borbón,rey de las Españas y las Indias, firmada en Villaviciosa el 4 de
enero de 1759, cuya copia original reposa en el Archivo General de la
Nación, en el Fondo de Hospitales y Cementerios, tomo 7, folio 794:
“De un censo que su antecesor Don José Ignacio Mijares impuso
a favor del hospital. Con esta suma procedente de los dineros del
obispado de la Provincia de Santa Marta se inició el proyecto de
construir un nuevo hospital en Santa Marta, ya que el primero
que hubo de los padres Mercedarios desapareció por causa de los
incendios e invasiones de los piratas, para tal efecto solicitó la venida
de España de un grupo de religiosos de la orden hospitalaria de San
Juan de Dios”.

230
El obispo José Ignacio Mijares falleció antes de ver construido
el hospital para Santa Marta y, en 1745, otro prelado, obispo de
Santa Marta, don Juan Nieto Polo del Águila llegó a la ciudad para
continuar con la misión. Al no tener un hospital inmediato, sirvió
para tal menester la casa episcopal de la Orden de San Juan de Dios,
que después es convertida en Real Colegio San Juan Nepomuceno,
edificación conocida hoy como Claustro San Juan Nepomuceno,
sede cultural de la Universidad del Magdalena.
Juan Nieto Polo del Águila escribió entonces a Fernando Sexto de
Borbón para que ratificara la construcción del hospital y concediera
a los hermanos hospitalarios de la Orden de San Juan de Dios un
terreno para erigirlo. El rey respondió al obispo, en la Real Cédula
del 7 de marzo de 175, lo siguiente:
“En virtud de licencias del reverendo obispo, del Gobernador y del
cabildo secular, concedidas a principios del año de 1746 fundó, uno
de los religiosos del San Juan de Dios que estaba en esta plaza, en un
sitio de 50 varas, en cuadro que se le concedió en lo último de la calle
llamada Del Río, el hospital y del estado en que quedaba su fábrica”.
Así se construyó el Hospital San Juan de Dios en un lote
rectangular en lo último de la calle del Río, hoy carrera Segunda. El
lote del antiguo hospital fue donado por el rey de España, a solicitud
del obispo Juan Nieto Polo del Águila, junto a la iglesia original, que
también fue catedral de Santa Marta durante 68 años.
La Segunda parte del hospital, que hoy en día mira hacia la playa,
es relativamente reciente, fue construida en el siglo XX y su diferencia
es notable, pues su fachada posee un estilo en mampostería.
Para William Hernández, investigador al servicio de la Diócesis
de Santa Marta, el inmueble pertenece a la diócesis: “He descubierto
los documentos originales, fechados en 1745, en plena época colonial,
para llegar a la conclusión de quién es el legítimo dueño del Hospital
San Juan de Dios”. En opinión de Hernández, la verdad histórica
debe prevalecer siempre. “La verdad histórica no debe arroparse de
mentiras, muchos menos en estos tiempos, cuando la ciencia de la
historia ha dejado a un lado los mitos”, expresó William Hernández
Ospino, escritor e historiador, quien narró a Hoy diario del Magdalena,
los detalles de la construcción del Hospital San Juan de Dios.

231
EL PRESUPUESTO

2.394 pesos, 2 reales y 3 maravedíes fue el presupuesto asignado


a la construcción del hospital, producto del noveno y medio de
diezmos que la Corona española destinaba al obispado para construir
escuelas y obras pías; y de los diezmos recogidos del censo de la
Orden de San Juan de Dios desde 1739 hasta el año 1745, como
consta en la Real Cédula del 7 de marzo de 1751:
“En cuyo cumplimiento lo ejecutaréis con dos testimonios de
autos, expresando que por no haber hospital alguno en toda esa
provincia convirtieron los reverendos obispos el noveno y medio de
diezmos destinados a él en escuelas de niños y obras pías hasta el
tiempo de Don José Ignacio de Mijares que trató con el Gobernador
don Juan de Vera fundar un hospital en esta ciudad, lo cual no llegó a
tener efecto por haber muerto dicho prelado desde cuyo tiempo y en
virtud de órdenes de mi Virrey, se introdujo en estas mis reales cajas
el importe del referido noveno y medio con el fin de verificar aquella
fundación mediante de ser tan precisa en aquella casa”.
El virrey de la Nueva Granada, para la época, fue don José de Solis
Folch de Cardona, mariscal de ampo de los reales ejércitos, quien
sostiene que el 17 de septiembre del año 1746 el padre Fray Blas de
Umaña y el doctor Fray José Joaquín González fundaron el hospital.
La ratificación de los dineros recaudados por la iglesia para la
construcción del Hospital San Juan Dios, cuyo verdadero nombre
es Hospital San Rafael Arcángel, consta en varias cédulas reales
como las de 1751 y 1754. “En 26 folios, del 427 al 442 del tomo
5 del Fondo Hospitales y Cementerios, se reitera la propiedad del
inmueble, para que no quede ninguna duda al respecto”, agregó el
historiador William Hernández Ospino.

LA PUGNA EMPIEZA EN LA REPÚBLICA

El obispo de la Diócesis de Santa Marta, José Romero Araujo,


y el gobernador José María de Alzamora y Remón fueron los
protagonistas del primer enfrentamiento entre el departamento del

232
Magdalena y la iglesia de Santa Marta por el destino del Hospital
San Juan de Dios.
Hasta el año de 1821, la Iglesia en Colombia no tuvo problemas
con sus propiedades ante el Estado colombiano, pero en el año
de 1821, durante la presidencia del general Simón Bolívar y la
vicepresidencia de Francisco de Paula Santander se expide la Ley 1
del 6 de agosto de 1821 sobre la aplicación a la enseñanza pública
de los bienes de conventos menores, que señalaba que los edificios
de los conventos se tenían que suprimir para destinarse a colegios o
casas de educación y además debían suprimirse todos los conventos
de regulares que el día de la sanción de esta ley no tuvieran por lo
menos 8 religiosos de misa, exceptuando los hospitalarios. Por lo
visto, esta ley no afectaba al San Juan de Dios.
En el año de 1826, Francisco de Paula Santander expidió la Ley
del 7 de abril, donde reitera, en el artículo segundo, las disposiciones
sobre todos los conventos de regulares, excepto los hospitalarios.
La Ley del 14 de mayo de 1855, sobre libertad religiosa, expedida
por el presidente Manuel María Mallarino, expresa en el artículo 2 que
“las respectivas iglesias y congregaciones de cualquiera comunión
serán incorporadas por una ley que les de carácter y personería
para manejar sus rentas, bienes muebles e inmuebles siempre que
guarden las reglas, establecidas por la Ley, para adquirir o que hayan
sido adquiridas legalmente, en cuya posesión se mantiene a la que
hoy existen con absoluta independencia con todo poder, con todas
sus disposiciones de ley y estatutos”. Esta ley autoriza a la Iglesia a
conservar sus propiedades.
Entre 1855 y 1856, el gobernador, haciendo caso omiso a las
leyes citadas, pretende despojar a la Diócesis de Santa Marta del
edificio San Juan de Dios.

LA INSISTENCIA DEL OBISPO

El primer representante de la iglesia que defendió el Hospital


San Juan de Dios fue el provicario capitular de la Diócesis de Santa
Marta, José Romero Araújo, quien más tarde fue nombrado obispo

233
de Santa Marta. Su lucha empezó en el año de 1855 y concluyó en
1890, año de su fallecimiento.
El 11 de enero de 1855, el provicario escribió al gobernador de
la Provincia de Santa Marta, José María de Alzamora y Remón,
a quien reclama por haber incumplido las leyes ordenanzas del 2
de diciembre de 1854 que ordenan a la gobernación entregar los
bienes pertenecientes a la Iglesia. Pero el mandatario no respondió
la misiva. Veinte días después, el provicario insistió al gobernador,
con una carta en la que reitera su incumplimiento al artículo 3 de la
ordenanza quinta expedida por la Legislatura Provincial de 1854.
El gobernador ignoró esta y otras dos cartas más enviadas por José
Romero Araujo el 19 de marzo y el 13 de mayo de 1855. Solo
logró la respuesta esperada, por parte de José María Alzamora y
Remón, en una resolución expedida el 6 de septiembre de 1856,
en la que devuelve el edificio y bienes del San Juan de Dios a su
legítimo dueño:
“Señor Provisor Vicario General de la Diócesis, hoy dirijo, al
señor administrador central de rentas municipales de la provincia, la
siguiente orden, a la mayor brevedad posible proceda usted a entregar
al señor provisor, Dr. José Romero, bajo riguroso inventario, el edificio
Hospital San Juan de Dios, con todas las firmas muebles, enseres,
fondos existentes y cuanto más corresponda a aquel establecimiento”.
Gracias a la insistencia de José Romero Araújo, obispo de la
Provincia de Santa Marta, la diócesis recuperó el hospital desde el
año 1856 hasta el año 1880. El obispo, en ese entonces, consideró
necesario traer desde Francia a la Comunidad de Hermanas de la
Caridad Dominicas de La Presentación, quienes se encargaron de
administrar el hospital y fundar el Colegio de La Presentación, anexo
a este edificio; puede leerse en documentos que Hernández esgrime
y comenta con familiaridad de experto.

LA GUERRA CIVIL

La estabilidad del Hospital San Juan de Dios se vio interrumpida


en 1861, durante la dictadura de Tomás Cipriano de Mosquera, época

234
de conflictos entre los liberales y conservadores que afectó política y
administrativamente al país. Entre la anarquía política y el descontrol
social y económico, la gobernación pasa a ser el administrador del
hospital hasta el día de hoy.
Fiel al principio liberal de descentralizar el país, el general
Tomás Cipriano de Mosquera expidió el decreto denominado
“Desamortización de bienes de manos muertas”, que autorizó
despojar a la Iglesia católica de todos sus bienes, exceptuando los
edificios destinados inmediata y directamente al servicio u objeto
de culto como templos, casas de reunión, hospitales, colegios y
hospicios. En este decreto, el Hospital San Juan de Dios, por su
calidad de bien hospitalario fue exceptuado, por lo tanto sirvió de
asilo y sanatorio.
En 1864 se expidió otra ley sobre los “bienes de manos muertas”,
cuyo artículo segundo dice: “Exceptúese de la adjudicación que trata
el artículo anterior, los bienes que se expresan enseguida, los cuales
seguirán a cargo de sus propietarios antiguos”. El listado incluye a
los hospitales.
El 7 de agosto de 1890 el gobernador Ramón Goenaga gestiona,
ante la Asamblea Departamental, la Ordenanza número 16 para
quitarle a la diócesis el Hospital San Juan de Dios, vulnerando,
según Hernández, todas las leyes de la República vigentes, y que
aún siguen vigentes. De inmediato, José Romero Araújo dirigió una
carta al presidente Carlos Holguín Mallarino para que le exigiera a
la Gobernación la devolución del inmueble que por ley le pertenece.
El obispo aclara que, luego del brutal terremoto de mayo de 1834
que sufrió la ciudad, la reconstrucción del hospital se llevó a cabo
gracias a la donación de la acaudalada dama Antonia Vengoechea de
Pimentel y no a la intervención de la Gobernación. El obispo indicó
en su texto este hecho con el fin, según Hernández, de interponer una
demanda contra el gobierno departamental.
El senador Pantaleón Germán de Ribón fue designado por el
Congreso de la República para exponer los motivos que permitieran
defender la propiedad del San Juan de Dios y devolverla a su legítimo
dueño. Alegó, con las pruebas presentadas por el obispo José Romero,
que el obispado de Santa Marta era el propietario del edificio desde

235
hacía 10 años y que la antigua Provincia de Santa Marta se apropió
del hospital sin autorización legislativa y contrariando al artículo
primero de la ley de 21 de Julio de 1824, en hechos que sucedieron
en medio de la coyuntura de la Guerra Civil bajo la dictadura de
Tomás Cripriano de Mosquera.
En octubre de 1890, el Congreso de la República presentó un
proyecto de ley para devolver el hospital a la Diócesis, el que fue
aprobado con 11 balotas blancas contra dos negras. Por medio de esta
nueva ley, el Congreso de Colombia decreta, en su artículo único, la
devolución a la Diócesis de Santa Marta “el edificio que sirvió de
convento a los padres de San Juan de Dios, situado en dicha ciudad
y que está en poder del gobierno del departamento y el cual será
entregado al ilustrísimo señor obispo de la Diócesis de Santa Marta”.

LA GOBERNACIÓN SE APROPIA DEL HOSPITAL EN EL


SIGLO XX

Pero el obispo José Romero Araújo murió antes de ser devuelto


el hospital. En 1936, el gobernador Pedro Castro Monsalvo otorgó
poder al abogado Roberto Martínez Robles para que entable una
demanda civil ordinaria contra la Nación y se declare que el edificio
Hospital San Juan de Dios y el terreno en el que está construido le
pertenecen al departamento.
El abogado Martínez Robles funda su demanda argumentando
que “a mediados del siglo XVIII fue fundado en esta ciudad el
Hospital de San Juan de Dios, recibiendo la protección del noveno
y medio de diezmo de toda la provincia que el Rey por gracia
concedió según la real cédula del 7 de marzo de 1751. Segundo, que
a principios del siglo pasado el Hospital San Juan de Dios ha estado
bajo la administración de la antigua provincia de Santa Marta y del
departamento del Magdalena”. Para Hernández, el doctor Roberto
Martínez Robles demanda a la Nación y esto fue ilegal, porque según
la ley colombiana no se puede demandar a quien no es propietario
del inmueble.

236
“Si la Gobernación en el año de 1936 pretendía adueñarse del
hospital, tuvo que haber demandado al Obispado de Santa Marta, que
siempre ha tenido personería jurídica, pero demandó a un propietario
fantasma, porque la Nación no era el dueño de este bien (…) El
proyecto de demanda que la Gobernación del Magdalena hace ante
el Tribunal Superior de Santa Marta se basa en el primer artículo
de estos diezmos, pero no dice de quiénes son esos diezmos y está
claro que eso es mentira, pues según los archivos notariales que se
encuentran en el Archivo General de la Nación, los diezmos son de
la Iglesia. La demanda careció además de fundamentación histórica”,
expresó el historiador e investigador William Hernández Ospino.
Según las leyes mencionadas, leyes de 1821, 1824, 1826, 1855
y los decretos de Bienes de Manos Muertas de Mosquera, la Iglesia
nunca fue despojada de los bienes hospitalarios. Por lo cual la
Diócesis de Santa Marta argumenta que el Hospital San Juan de Dios
nunca perteneció a la Nación y, por lo tanto, la sentencia del Tribunal
Superior del 5 de diciembre de 1936 carece de fundamento jurídico.
Después del 30 de noviembre de 1936 la Gobernación del
Magdalena gestiona la escritura en la Notaría Segunda, pero solo
hasta 1990 alega su posesión con la escritura 2643. Es decir, la
Iglesia tiene una posesión del inmueble de 268 años desde 1745, a
diferencia de los 24 que lleva la Gobernación.

LOS DEBATES CONTEMPORÁNEOS

Después de ser considerado por el Ministerio de Cultura como


un bien de interés cultural para el país en el año 1999, el Hospital
San Juan de Dios vuelve a ser foco de atención por parte de las
administraciones departamentales. En la Gobernación de Omar
Diazgranados fue interpuesta una querella ante la Alcaldía para
quedarse con la parte antigua del Hospital. Fue la época en la que se
habló, por primera vez, de un hotel cinco estrellas como destino de
esta edificación, teniendo en cuenta su importante ubicación frente
a la bahía.

237
Sin embargo, el hotel no se ha consolidado por el mismo dilema
que ha existido entre la diócesis de Santa Marta y la Gobernación del
Magdalena. El litigio que se entabló en la gobernación de Diazgranados
llegó hasta instancias violentas. El párroco de la capilla del Hospital
San Juan de Dios, padre Manuel Tiberio Agudelo, fue obligado a salir
del inmueble con maltratos, pero al final la Alcaldía, en cabeza de
Juan Pablo Diazgranados, concedió la razón a la Diócesis.
En caso de recuperar el bien, que por historia y ley le pertenece
a la Diócesis de Santa Marta, monseñor obispo Ugo Puccini Banfi
se mostró comprensivo ante los hechos actuales y, aunque manifestó
que este edificio podría servir como sede de la diócesis, también
reconoció que podría servir para impulsar a la ciudad:
“Proyectos hay muchísimos, se puede trasladar la curia con todas
su oficinas, nos hace falta un local más grande para las secretarías
que funcionaban dentro de la curia diocesana. Proyectos, muchos,
pero vendrá un nuevo obispo, así que el hecho de que yo tenga en
mi cabeza unas ideas con el Hospital San Juan de Dios, no quiere
decir que los planes sean los definitivos, porque de pronto reciben
propuestas de un comprador que pueda hacer una cosa diferente para
la ciudad; no se excluye la idea de otras propuestas. Santa Marta es
una ciudad turística y, por lo tanto, serviría un proyecto que ayudara
a proyectarla”.
Para el obispo de Santa Marta, las posibilidades de erigir otro
hospital quedaron en el pasado. Según expresó monseñor Ugo Pucini
Banfi, aunque la idea es encantadora, los nuevos sistemas de salud
del país convertirían al Hospital San Juan de Dios en una hermosa
fachada, pero con prestación de servicios de salud de calidad dudosa.
También fue claro en decir que la diócesis no tiene presupuesto
para reconstruir o demoler el viejo hospital, por lo que se muestra
tranquilo con los planes que Dios tenga para este edificio.
Sin embargo, el historiador William Hernández Ospino, quien se
ha encargado de realizar una investigación exhaustiva en el Archivo
General de la Nación en Bogotá, y en los archivos notariales, piensa
que la parte antigua del Hospital San Juan de Dios debe recuperarla
la Iglesia y la parte moderna debe albergar las sedes del Archivo
Histórico del Magdalena Grande y el Museo Etnográfico de la
Universidad del Magdalena. “Me parece un pecado contra Santa
Marta sacar el museo del edificio, es un proyecto que está prestando
un servicio cultural al departamento. La ciudad debe despertar y
oponerse a la idea de convertir el edificio en un hotel. El edificio es
un patrimonio cultural”, remata Hernández.

José Alzamora. Monseñor Romero Araújo.

239
240
El suicidio: un fenómeno al alza34

El suicidio es, para el escritor Albert Camus, la respuesta


silenciosa ante el absurdo del mundo. Tales situaciones absurdas
son vividas en distintas circunstancias. En nuestro país, por ejemplo,
el principal motivo para quitarse la vida en los últimos cinco años
ha sido la ruptura amorosa. Las tres causas siguientes son las
enfermedades físicas y mentales, los problemas económicos y las
rupturas amorosas. Así puede leerse en la última edición de la revista
Forensis (2015), órgano del Instituto Nacional de Medicina Legal y
Ciencias Forenses.
Sin embargo, más que las causas, preocupa el comportamiento
ascendente del suicidio en el último lustro. A principios de la década,
en 2011, hubo 1.889 casos mientras que en el 2015, 2.068 colombianos
optaron por quitarse la vida, 10% más que en el año anterior cuando
se suicidaron 1.878. Es decir, la tasa aumentó de 4,10 en el 2011 a
5,22 en el 2015 por cada 100 mil habitantes mayores de 5 años.
La revista Forensis trae otros datos perturbadores. De cada cinco
suicidas cuatro son hombres, siendo los solteros los más propensos
a quitarse la vida, sobre todo aquellos cuyas edades oscilan entre
los 15 y 34 años, con mayor participación de jóvenes entre los 20 y
24. Según su ocupación, son los desempleados, los estudiantes y los
trabajadores del campo quienes lideran la lista de casos. Las cifras del
informe revelan que a menor escolaridad es mayor la tasa de suicidios.

34. Publicado en el blog annabellmf.wordpress.com el 17 de noviembre de 2016 y en el portal de


noticias web Las2orillas el 22 de noviembre de 2016.

241
Los colombianos, por otra parte, siguen prefiriendo el
ahorcamiento y el uso de sustancias tóxicas como métodos a la
hora de privarse de la vida, siendo el 100% de los infantes quienes
acuden al primer método, y los adolescentes y jóvenes, al segundo.
El empleo de las armas de fuego es el tercer método más socorrido,
especialmente entre los adultos.
En 2014, 181 menores entre 10 y 17 años se quitaron la vida.
Los días domingos son aquellos donde se registran más muertes por
suicidio, seguido por los días lunes. El mayor número de casos suceden
entre las 6:00 a.m. y 6:00 p.m., siendo el rango con mayor suicidio el
comprendido entre las 3:00 y 6:00 de la tarde. Abril, agosto y marzo
fueron en su orden los meses en que más colombianos se suicidaron.
Al igual que en el 2014, las tasas de suicidio más elevadas
correspondieron en 2015 a Arauca (11,68), Amazonas (10,68),
Caldas (8,45), Huila (7,75) y Quindío (7,59). Bogotá, Medellín,
Cali, Pasto e Ibagué son las ciudades con mayor número de suicidas.
En la Costa son Cartagena y Barranquilla.

SUICIDIOS EN EL MAGDALENA Y SANTA MARTA

En el período 2011–2015 hubo 9.546 suicidios en Colombia. En


el Magdalena, para el mismo período, 176, de los cuales 95 casos
tuvieron como escenario Santa Marta.
El Magdalena y Santa Marta reproducen un patrón de crecimiento
similar al registrado en el país. Resulta crítico el 2014, en donde
hubo un incremento considerable en el número de suicidio tanto en
el Magdalena (52 casos) como en Santa Marta, que reportó el 46,2%
de los mismos. Para 2015, después de Santa Marta, los municipios de
Fundación y Ciénaga registraron las mayores cifras: 5 casos cada uno.
De los 34 suicidios reportados en el 2015 para el Magdalena, 15
fueron cometidos por adultos, 13 por jóvenes, tres por ancianos y
tres por adolescentes. Las cifras para Santa Marta en el mismo año
fueron: 8 adultos, 3tres ancianos, 2 jóvenes y 2 adolescentes. Siguen
siendo los hombres los más vulnerables con el 87,5% de los casos
registrados en el departamento.

242
Las anteriores cifras, si bien no pesan mucho en la estadística
nacional, sí ameritan mayor atención de las autoridades del departamento
y de manera especial de las de Santa Marta por su comportamiento
creciente en el período estudiado (2011–2015).

SANTA MARTA SUICIDA

El suicidio no es un tema nuevo en Santa Marta. En junio de


1999, el suicidio del joven mecánico Dalvis Daniel Domínguez
Garizabal fue noticia nacional. El diario El Tiempo, al reseñar su
suicidio de un disparo, anotó que era el quinto caso en menos de dos
meses. La noticia fue titulada “Alerta en Santa Marta por suicidios”.
Las autoridades policivas, alarmadas, iniciaron una campaña de
concientización para evitar nuevos casos.
En marzo de 2014, la Policía Metropolitana realizó la campaña
“Crea conciencia, celebra la vida”, debido a una ola de cinco suicidios
registrados entre 12 febrero y 12 marzo. Los suicidas eran hombres
entre los 24 y 47 años.
En el 2015, la turista bogotana Claudia Patricia Bernal Ramírez
se suicidó en el balneario El Rodadero, al lanzarse del séptimo piso
del edificio Los Laureles. El de Claudia fue uno de los 15 casos de
suicidios reportados en Santa Marta en dicho año.
En el mismo balneario, pero en enero de este año, sucedieron
otros dos casos. El seis de enero, en el edificio Los Balcones,
Alejandro Garrido Molina, piloto oriundo de Barranquilla, luego de
asesinar a su mujer y a su hijo de cinco años, se quitó la vida. En
mayo, un hombre en estado de embriaguez, decidió lanzarse del piso
12 del Edificio Diners.
Ese mismo mes, el periódico Hoy Diario del Magdalena
publicó un informe titulado “Se ‘disparan’ los suicidios, van 18 este
año”. Según la noticia, solo en enero se presentaron siete casos de
suicidio: cuatro en Santa Marta y uno en cada uno de los municipios
de Ciénaga, Sitionuevo y Plato. En febrero fueron dos casos de
suicidios por problemas pasionales en Ciénaga y El Banco. En
marzo, los suicidios en el Magdalena tuvieron como escenarios los

243
municipios de El Banco, Nueva Granada, El Difícil y San Sebastián
de Buenavista. En abril hubo un suicidio en Santa Marta y tres en
mayo: dos en el Distrito y uno en El Banco. Las cifras no paran. En
agosto, en el corregimiento de Tasajera se ahorcó un pescador de
46 años y, recientemente, en el Polideportivo de Santa Marta, un
hombre de 53 años se ahorcó colgándose de un árbol, como puede
constatarse en el diario El Informador del 26 de septiembre.
El fenómeno del suicidio también ha sido objeto de estudio para
la academia. La Universidad del Magdalena publicó la investigación
“Epidemiología del suicidio en la ciudad de Santa Marta (Colombia)
durante los años 2004-2010”. Encontró que durante el período de
estudio hubo 112 suicidios en Santa Marta. Según estas cifras, en la
capital del Magdalena, la tasa aumentó de 2,4 en el 2009 a 4,0 en el 2010
por cada 100 mil habitantes. El estudio se realizó con datos del Instituto
Colombiano de Medicina y Ciencias Forenses, Regional Costa.

QUÉ DICEN LOS PLANES DE DESARROLLO SOBRE EL


SUICIDIO

A pesar de que el fenómeno del suicidio ha sido mediático, en


los planes de desarrollo departamental y distrital, paradójicamente
llamados “Unidos por el cambio, Santa Marta ciudad del buen vivir”
y “Lo social es la vía”, no proponen políticas concretas para prevenir
el suicidio.
El Plan de Desarrollo del Distrito de Santa Marta, en su línea de
salud (págs. 358-377) en ningún renglón aborda la problemática del
suicidio de manera específica. Y aunque en el Plan de Desarrollo
Departamental, en la tabla sobre metas sociales, propone reducir el
suicidio en 6%, no contempla estrategias para prevenir el fenómeno.
Tampoco se escucha que un fenómeno creciente y latente en las
viviendas, vías públicas y carreteras del departamento sea motivo de
debates en los recintos de la Asamblea Departamental y los concejos
distrital y municipales. El tema sigue siendo opaco, reducido al
ámbito privado y de exclusivo manejo de las autoridades de Medicina
Legal y policivas.

244
El Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018 tampoco contempla
una política explicita para prevenir el suicidio en Colombia. De hecho,
la palabra suicidio no aparece en ninguna de sus setecientas ochenta
y una páginas. Esta responsabilidad recae en el Ministerio de Salud,
cuyo Plan Nacional de Salud Mental 2012-2021 se propone disminuir
la tasa de suicidios al 4,7 por 100 mil habitantes. También señala que
las responsables de la disminución de la tasa de suicidio en el país
son las seccionales de salud de los departamentos. Según el plan, a
2021 el 100% de los municipios del país deberán tener implementada
la notificación obligatoria del evento “Conducta suicida” en el marco
del Sistema de Vigilancia en Salud Pública SIVIGILA.
En Barranquilla, donde la tasa de suicidio es de 4,6 por 100
mil habitantes, su plan de desarrollo tampoco propone una política
concreta para prevenir el suicidio. Montería en cambio, cuyo Plan de
Desarrollo “Montería adelante” está diseñado en concordancia con
el Plan Nacional de Salud Mental 2014-2021, se fija como propósito
del cuatrienio reducir la tasa de suicidios del 3,71 al 3,6. Cartagena,
a su vez, en el Plan de Desarrollo “Primero la gente”, dentro de sus
cuatro desafíos en materia de salud, propone “reestructurar y generar
políticas públicas, de educación, conciencia ciudadana, pensamiento
colectivo, formación, resocialización, rehabilitación, reparación,
inclusión ciudadana, recreación, deporte y cultura, sostenidas en el
tiempo”, para mejorar la percepción social, reducir el consumo de
sustancias psicoactivas, la tasa de suicidios, entre otras.
Como puede verse, en la Costa Caribe solo Cartagena y
Montería han asumido, en concordancia con los planes nacionales,
la responsabilidad de diseñar instrumentos para prevenir y reducir
las tasas de suicidio.

ALGUNAS EXPLICACIONES DE FORENSIS

A la luz de las cifras presentadas no queda duda de que el suicido,


dado el crecimiento de su comportamiento en los últimos años, es
un problema de salud pública y social que requiere de mayores
esfuerzos a distintos niveles. La tendencia creciente observada para

245
el país corresponde con el aumento a nivel mundial, según reportes
de la Organización Mundial de la Salud.
La tendencia observada advierte no solo la incapacidad del
Estado sino de la sociedad en general para frenar este fenómeno.
“Parece ser que las políticas y/o proyectos de prevención de
suicidio, o no están llegando a la población más vulnerable, no se
desarrollan con la oportunidad, constancia, recursos y atención
que amerita; no involucra y coordina a todos los sectores que les
compete (educación, salud, vivienda, bienestar social, etc.) o están
inadecuadamente definidas y/o ejecutadas. El seguimiento de
las cifras de suicidio en Colombia, año tras año, son inversas a la
pretensión de disminución de la conducta autodestructiva.” (2015,
p.48), concluye el estudio.
Se hace necesario, según el informe, fortalecer los programas de
prevención y de salud para todos los grupos etarios e incrementar
la investigación de este fenómeno. Asimismo, propone trabajar en
la focalización de los factores de riesgo, una labor que requiere
del concurso de las entidades públicas, la familia, los organismos
de salud, las escuelas, entre otros, en razón de la complejidad de
un fenómeno en el que intervienen factores biológicos, genéticos,
psicológicos, sociológicos, culturales y ambientales.

UNA CONDUCTA EVITABLE

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la


prevención del suicidio es posible si se tienen en cuenta tres
aspectos: mayor control y supervisión de los mecanismos más
frecuentes utilizados en la conducta suicida (poseer armas de fuego,
plaguicidas, disculparse con todo el mundo, mensajes inquietantes
en redes sociales, etc.); seguimiento a individuos con antecedentes
de intentos de suicidio y a sus familiares; y garantizar el acceso a los
servicios de salud a las personas con trastornos asociados como la
depresión, la esquizofrenia y el trastorno bipolar.
El reto para las autoridades territoriales es grande. Las campañas
episódicas, desarrolladas después de una ola de suicidio, aunque bien
intencionadas no son eficaces en el largo plazo. El ejercicio de diseño
de políticas para reducir el suicidio debe partir de la necesidad de
investigar más las causas del fenómeno y formar equipos humanos
en condiciones de detectar las poblaciones en riesgo.

EL SUICIDIO Y LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA

El suicidio es el acto de privarse de la propia vida. Censurado,


acto pasional, o un derecho legítimo como argumentan algunos, será
siempre un tema polémico, abierto.
El escritor y pensador argelino Albert Camus (1913–1960), en su
famoso ensayo “Un razonamiento absurdo”, expresó: “No hay más
que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar
si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta
fundamental de la filosofía”. Más cerca a nuestros años, también
en París, el excéntrico filósofo rumano Emil Cioran (1911–1995)
escribió: “Vivo únicamente porque puedo morir cuando quiera: sin la
idea del suicidio, hace tiempo que me hubiera matado”. Jules Renard
(1864–1910), menos transcendente y antes que ellos, había anotado
en su Diario: “¡Cuántos han querido suicidarse, y se han conformado
por romper sus fotografías!”. Cioran murió de muerte natural en su
amada París y Camus en un accidente de auto en su natal Argel.
“No existe un derecho a la muerte, dado que la finitud de la
existencia es parte de la condición humana” ha dicho recientemente
la doctora Eva Martínez Sempere, profesora de la Universidad de
Sevilla, España.

247
248
De la serie: Palafitos: donde la historia aún flota, 2013.
Foto: Montiner Alvis Arrieta.

Los pueblos palafíticos de la Ciénaga


Grande: entre la desolación y la
esperanza35

De la Ciénaga Grande dijo García Márquez que era un vasto


universo que carecía de límites. Gabo exageró, por supuesto.
Sabemos que sí los tiene y que en ella viven poblaciones concretas
que esperan no el regreso de los gitanos, ni la mano de Dios, sino la
mano visible del Estado colombiano.
Desde Tasajera se observa la Ciénaga Grande del Magdalena
como un océano interno. Posee 4.280 kilómetros cuadrados de los
cuales 730 son de agua. Sus aguas son un gran espejo que refleja

35. Publicado en el blog annabellmf.wordpress.com el 21 de noviembre de 2016.

249
los cielos azules y despejados del Caribe colombiano. Su horizonte
evanescente hace imposible creer que, más allá del alcance de la
vista, de sus aguas, dulce por el río Magdalena y salada por el Mar
Caribe, tres insólitos pueblos leviten desde hace más de un siglo.

UN VIAJE AL CENTRO DE LA CIÉNAGA

En el lapso de dos horas en lancha desde el muelle de Tasajera


hasta Nueva Venecia, se disfruta de un recorrido exótico entre las
aguas de la Ciénaga, el cielo azul y la cadena de mangles que se
observan a lo lejos. Antes de llegar al primer pueblo, un túnel de
mangles nos espera con su exuberante vegetación. En el camino
encontramos pescadores en las orillas del manglar, algunos llevan a
sus hijos a tomar un baño y otros lavan sus canoas. En 2009, vivían en
la Ciénaga Grande 276 especies vegetales terrestres, 300 morfotipos
de algas, 144 especies de peces, 102 especies de moluscos y 190
especies de aves.
El ecosistema del manglar es un hábitat biodiverso en el que
existen especies endémicas como el colibrí nativo y recibe a miles de
aves provenientes de Norteamérica. Estas aves emigran en épocas de
invierno hasta las cálidas lagunas de la Ciénaga, lo cual la convierte
en uno de los lugares de avistamiento de aves migratorias más
espectaculares del mundo.
Al llegar a Nueva Venecia, el pueblo más grande de los tres, los
niños se emocionan y saludan a los visitantes. Los adultos observan
desde la puerta de sus viviendas flotantes a todo el que llega. En cada
casa hay una o dos canoas que pertenecen a las familias y les sirven
para transportarse a la tienda, la iglesia, el colegio o el campo de
fútbol. Esta población pesquera ha tenido décadas de paciencia para
llevar tierra en sus canoas y construir el suelo firme sobre palafitos
donde hoy se encuentran la iglesia y el campo de fútbol.
La vida tranquila que se respira sobre el agua es a su vez poco
convencional. En una de las plataformas palafíticas, los pescadores
ponen al sol la lisa con sal para comerla seca. Los niños de la jornada

250
de la mañana salen de clase y cruzan el puente de madera para
regresar a sus casas. La gente de estos pueblos se une en una gran
familia en medio de la nada, tapando unos con otros los huecos que
no alcanzan a tapar las tablas viejas y ralas, que han soportado mareas
altas, brisas, sol, lluvias y escasez. Pero como en todo buen pueblo
Caribe, nunca faltan los billares y una buena tanda de cervezas para
descansar de las faenas de pesca. En algunos estaderos escuchan
música vallenata y en otros bailan champeta.

AUSENCIA DEL ESTADO

Cada vez que una canoa sale de un lugar a otro, del agua brota un
olor fétido. Esto es de esperarse, pues los servicios de alcantarillado
y agua potable nunca han existido allí. El agua de consumo es llevada
en bongos desde el río Aracataca hasta sus hogares.
En vista de la complejidad del asunto, la Gobernación del
Magdalena, en 2009, en colaboración con entidades nacionales,
internacionales y privadas, diseñó una estrategia integral para
erradicar la extrema pobreza que beneficiaría a las 427 familias
existentes en los pueblos palafíticos: Nueva Venecia, Buenavista
y Trojas de Cataca. Para ello, propusieron, entre otras acciones,
recuperar el ecosistema, amenazado desde la construcción de la
carretera Ciénaga-Barranquilla, que impidió el adecuado intercambio
de aguas salada y dulce, principal fuente de vida para el mangle y
seres que lo habitan.
Los problemas ambientales de la Ciénaga han contribuido al
deterioro económico y social de estos pueblos. Al vertimiento de
aguas residuales, se suman los desechos químicos utilizados en los
cultivos de banano y palma.
Hasta hoy, las obras prometidas siguen en fase de diseño. Para
que estos pueblos se conviertan en destinos turísticos exclusivos y
sus poblaciones se beneficien de la actividad, se requiere de mayor
acompañamiento gubernamental. Impulsar la Reserva de la Biósfera
Ciénaga Grande de Santa Marta es una inmejorable oportunidad,

251
pero esta, después de 16 años de haber sido establecida por Unesco,
sigue sin desarrollarse. Recientemente, en el Encuentro de Reservas
de Biósfera en Colombia: Desarrollo y Paz, realizado en Santa Marta,
quedó muy claro, por parte de las autoridades de la Unesco, que si en
cuatro años esta reserva no establece su consejo de gestión corre el
riesgo de perder su catalogación. En el Foro Reserva de Biosfera en
Colombia, desarrollado en el marco del Encuentro, la gobernadora
Rosa Cotes se comprometió a impulsar la creación de los consejos
de gestión tanto de esta reserva como el de la Reserva de la Biosfera
Sierra Nevada de Santa Marta. Aprovechó la mandataria el espacio
para firmar un convenio de cooperación con la Reserva Mundial de
la Biosfera La Palma, representada por su gerente Antonio San Blas.

MUERE LA CIÉNAGA GRANDE

La agonía de la Ciénaga Grande de Santa Marta ha sido noticia


nacional este año. Las impactantes imágenes que publicó la Revista
Semana, en su portal web en agosto, no dejan duda del deterioro
del estuario. Mientras que la Gobernación del Magdalena dice que
no tiene recursos para contrarrestar el daño, toneladas de peces
siguen muriendo y menos de 178 kilómetros cuadrados de mangle
sobreviven de los 511 que existían en 1995. En septiembre de 2015,
la Ciénaga Grande de Santa Marta sufrió un incendio forestal que
tardó varios días en ser controlado. Además, la expansión agrícola y
ganadera indiscriminada que ha afectado la salud de la ciénaga, habla
por sí misma de la influencia que las élites del departamento tienen
sobre estos territorios. Esta situación constituye una traba a la hora
de garantizar los flujos de agua dulce y establecer usos sostenibles
en beneficio de las comunidades de los tres pueblos de la Ciénaga.
La Ciénaga Grande está amenazada por la construcción de diques
ilegales, la deforestación de amplias extensiones de terreno, la quema
de mangle para expandir la agricultura, y por la caza ilegal de la fauna
silvestre para su exportación. La minería ilegal es otra seria amenaza.
UNA MASACRE

En la madrugada del 22 de noviembre de 2000, los habitantes


de Nueva Venecia fueron víctimas de una de las peores masacres
perpetradas por los paramilitares en suelo colombiano: 45 pescadores
fueron asesinados por el comando Walter Úsuga, liderado por alias
Giovanny. Según el ex comandante de las AUC, Rodrigo Tovar
Pupo, alias Jorge 40, fueron “hechos de guerra”. Seis años después,
Jorge 40 y mil de sus hombres se desmovilizaron dentro del Proceso
de Desmovilización de las AUC. Diez años más tarde, las víctimas
de Nueva Venecia siguen lamentando la injusticia sumado al olvido
al que se ha sido sometida por parte del Estado.

TERRITORIO DE PAZ

16 años después de esta masacre, los Pueblos Palafíticos siguen


esperando que el turismo sea una fuente adicional y permanente
de ingresos. Se espera que, en el marco del nuevo acuerdo firmado
con las FARC-EP, el Estado inyecte los recursos que permitan
restaurar el ecosistema y garantizar condiciones dignas de vida a
estas poblaciones. Asimismo, cabe esperar que la Reserva de la
Biosfera Ciénaga Grande de Santa Marta desarrolle sus instrumentos
jurídicos, administrativos, económicos y sociales con miras a
mejorar sensiblemente su calidad de vida. Para este último efecto, la
Gobernación del Magdalena tiene que activar, en los próximos meses,
el convenio recién firmado con la Reserva Mundial de la Biosfera
La Palma. Los asistentes a los talleres sociales realizados durante el
encuentro se mostraron muy ilusionados con la implementación de
los alcances del convenio. Corresponde al Gobierno Departamental,
en cumplimiento de la hoja de ruta diseñada al final del evento en el
Hotel Zuana, adelantar las primeras gestiones que permitan que, en
el segundo semestre de 2017, entren a operar los consejos de gestión
de las dos reservas del departamento.

253
Viviendas palafíticas de la Ciénaga Grande de Santa Marta.
Foto: Montiner Alvis Arrieta.

Puente de Nueva Venecia. 2013.


Foto: Montiner Alvis Arrieta.

Cotidianidad en Nueva Venencia.


Foto: Montiner Alvis Arrieta.

254
Fidel Castro y su comitiva en la Quinta de San Pedro Alejandrino. Santa Marta, 1994.
Foto: Archivo del Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo.

El Comandante en la Quinta36

Testigo de los cambios geopolíticos más importantes de la


segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI, ejemplo de
las luchas izquierdistas latinoamericanas, y personaje clave en
la firma de los Acuerdos de Paz entre las Farc y el Gobierno de
Colombia, Fidel Castro murió al mando de la única isla comunista
del Caribe: Cuba.
En 1994, con motivo de la IV Cumbre Iberoamericana, celebrada
en Cartagena de Indias, el comandante Fidel Castro aprovechó
para visitar la Quinta de San Pedro Alejandrino. Durante su visita
de más de cuatro horas, Fidel Castro dio cuenta, ante un grupo de
acompañantes, de su amplio conocimiento del pensamiento y la obra

36. Publicado en el semanario Opinión Caribe el 28 de noviembre de 2016.

255
de Simón Bolívar. Donó esa vez al Museo de Arte una importante
colección de pintores cubanos.
A propósito de la visita de Fidel Castro a la Quinta, Opinión
Caribe entrevistó a Zarita Abelló de Bonilla, directora del Museo
de Arte Bolivariano, quien confesó haber quedado sorprendida por
la personalidad del Comandante y de sus amplios conocimientos en
temas de arte y de la historia de El Libertador.
“Me llamó el General de Primera División para decirme que
necesitaban la Quinta de San Pedro Alejandrino temprano”, explica
Zarita Abelló. Le insistieron en que no dejara entrar a nadie, pero
no le dijeron por qué. “Cuando conocía Fidel me impresionó mucho
su amor por la historia. Dominaba el tema de Bolívar como si se
hubiera criado con él. Era una persona cultísima. En cuanto entró
dijo: ‘Me imaginaba a la Quinta muy diferente: una casita y ya, pero
esto es hermoso. Tiene árboles centenarios y muchas especies’”.
Fidel Castro fue acompañado por el Ministro de Defensa, Rafael
Pardo, y su comitiva cubana la formaban, según Zarita Abelló,
alrededor de unas 50 personas. “Sus guardaespaldas llamaban
la atención porque eran unos negros como de 2 metros que no lo
desamparaban”, anotó la directora del museo.
“Fidel me hizo muchas preguntas sobre la historia de Simón
Bolívar y confesó que la Quinta era el único sitio donde había
estado Bolívar que él no conocía. Era su gran admirador. Yo le dije:
comandante, aquí hay obras de los países bolivarianos y Panamá,
estamos ampliando la colección, pero no hay pintores cubanos.
Entonces se comprometió a enviar unas obras. En febrero de 1995
me avisaron de la presidencia que venía el vicepresidente de Cuba,
Carlos Lage Dávila, acompañado de un artista cubano y varias obras
de arte de Puerto Carrero, Mendivil, Favelo, entre otros. Fue una
estancia muy buena”, precisó Zarita Abelló.
Al mediodía, mientras su comitiva y demás acompañantes daban
señales de cansancio, Fidel Castro parecía no tener calor ni hambre.
Esta impresión que Fidel Castro dejó a Zarita Abelló la testimonió
como un rasgo de su personalidad García Márquez en el texto “El
Fidel que yo conozco”: “Es un lector voraz. Nadie se explica cómo
le alcanza el tiempo ni de qué método se sirve para leer tanto y con
tanta rapidez, aunque él insiste en que no tiene ninguno en especial.
Muchas veces se ha llevado un libro en la madrugada y a la mañana

256
siguiente lo comenta. Lee el inglés pero no lo habla. Prefiere leer en
castellano y a cualquier hora está dispuesto a leer un papel con letra
que le caiga en las manos”.
El Comandante estuvo toda la mañana en la Quinta de San Pedro
Alejandrino fascinado por la exuberancia del entorno y el peso de la historia
de la última morada de su admirado Libertador. A la 1:30 de la tarde, sin
esperar el almuerzo, subió a un helicóptero de regreso a Cartagena.

INSPIRADO EN SIMÓN BOLÍVAR

Fidel Castro admiró a Simón Bolívar en su obra y a través de la


obra del poeta cubano José Martí, miembro del partido socialista
cubano, y quien murió peleando por la libertad de Cuba del dominio
español. Motivado por el proyecto de la Latinoamérica unida y
emancipada que proponía El Libertador, Martí consolidó su obra
poética y una filosofía que serviría con el tiempo de plataforma alas
ideas revolucionarias de Fidel Castro.
“Había leído muchas biografías de Bolívar y sentía una profunda
simpatía hacia la vida y la obra de aquel hombre extraordinario”, declaró
alguna vez Fidel Castro para el Diario Revolución, de La Habana.
En los años 50, durante el régimen de Fulgencio Batista, Cuba era
una especie de paraíso para la mafia. No faltaban los espectáculos en
clubes caribeños donde abundaba la prostitución, el licor y el juego.
Escenas de estos años cubanos fueron fielmente retratadas en películas
como El Padrino y recreadas en las páginas de la novela Tres tristes
tigres, de Guillermo Cabrera Infante. El 31 de diciembre de 1959,
Fidel Castro y sus muchachos del Movimiento 26 de Julio entran
finalmente a La Habana y derrocan el régimen de Fulgencio Batista.
Esta hazaña sería la inspiración para las guerrillas latinoamericanas,
incluyendo a las guerrillas colombianas como las Farc, el ELN y el M-19.

SU AMISTAD CON “EL FLACO” BATEMAN

Darío Villamizar, autor del libro Jaime Bateman, biografía de un


revolucionario, sostiene que El Flaco, como era llamado este guerrillero

257
samario, líder del grupo insurgente del M19, fue bastante cercano a
Fidel Castro. Según Villamizar, Bateman encandiló a Fidel Castro
con su personalidad y por su compatibilidad en las ideas marxistas.
Su amistad fue tan cercana que, además de la causa revolucionaria,
compartieron aficiones como la pesca, el Risk y el buceo.
Villamizar retrata una escena curiosa: Fidel Castro entró en la casa
de protocolo donde Bateman jugaba Ricks. Con el fin de integrarlo
en el juego, El Flaco le pidió un consejo de estrategia, a lo que Fidel
expresó: “Pero, chico, cómo tú crees que voy a intervenir en ese jueguito
imperialista, donde ni siquiera aparece Cuba”. Fidel Castro le obsequió
una pistola que Jaime Bateman conservó hasta el día de su muerte.

COLOMBIA MARCÓ SU DESTINO REVOLUCIONARIO

En 2011, Fidel Castro concedió una entrevista a la periodista


cubana Katiuska Blanco. En ella recuerda, concretamente, su
participación en el Bogotazo. Fidel Castro asistía entonces a
un encuentro de estudiantes latinoamericanos paralelo a la IX
Conferencia Panamericana que se celebraba en Bogotá.
Inspirador del encuentro de estudiantes latinoamericanos en Bogotá,
Castro asistía en representación de los estudiantes de su país. Su idea
era aprovechar el escenario de la Conferencia Panamericana para
reclamar la entrega del Canal de Panamá, las Islas Malvinas, y pedir
la salida del dictador Leonidas Trujillo de la República Dominicana.
Él y un grupo de estudiantes se entrevistaron con Jorge Eliécer
Gaitán dos días antes de su asesinato. Habían pactado una cita más
formal para el 9, en horas de la tarde, a la que asistirían Rómulo
Betancur y el pintor Leo Matiz. Castro recuerda asía Gaitán:
“Encontré a una persona de mediana estatura, aindiado, inteligente,
listo, amistoso”. A ojos de Castro y sus jóvenes amigos, Gaitán era un
coloso y lograr el apoyo del líder al congreso estudiantil constituyó
un éxito de enorme significado. Gaitán les entregó, según confesó a
la periodista, varios discursos, entre ellos “Oración por la paz”, que
el líder bogotano pronunció ante más de 100 mil personas.
En una de sus conversaciones con el periodista español Ignacio
Ramonet, Fidel Castro explicó su participación en el Bogotazo, un
episodio crucial en su formación revolucionaria: “Yo aún no había
cumplido los 22 años. Gaitán era una esperanza. Su muerte fue el
detonante de una explosión. El levantamiento del pueblo, un pueblo
que busca justicia, la multitud recogiendo armas, la desorganización,
los policías que se suman, miles de muertos. También me enrolé,
ocupé un fusil en una estación de policía que se plegó ante una
multitud que avanzaba sobre ella. Vi el espectáculo de una revolución
popular totalmente espontánea”. (Cien horas con Fidel, 2006)

GABO Y FIDEL, UNA AMISTAD POLÉMICA

El 11 de agosto de 1993, de paso por Cartagena y en compañía de su


amigo Gabriel García Márquez, Castro relató durante una larga hora
su participación en el Bogotazo. Recordó que, luego de los hechos,
le tocó salir de Bogotá en un avión de carga que transportaba toros de
lidia a Cuba. El avión aterrizó en Cartagena para aprovisionarse de
combustible. Esa vez solo vio partes de la ciudad desde la ventanilla
del avión. Fidel Castro tenía entonces 21 años, pero, según anotó en
varias ocasiones, El Bogotazo, en el que alcanzó a empuñar un fusil
por unas horas, marcó su destino revolucionario.
Gabo y Fidel Castro eran apenas unos muchachos cuando
asesinaron a Gaitán. “Ninguno tenía noticias del otro. No nos conocía
nadie, ni siquiera nosotros mismos”, dijo Castro quien confesó
haber conocido a García Márquez leyendo sus obras. Gabo a su vez
afirmaría de la personalidad de Fidel en el texto ya citado: “Tiene
la convicción de que el logro mayor del ser humano es la buena
formación de su conciencia y que los estímulos morales, más que los
materiales, son capaces de cambiar el mundo y empujar la historia.”.
Amigos desde 1977, Gabo fue confidente de Fidel y ayudó a la
liberación de algunos presos políticos de la isla. Su acercamiento con
Castro sirvió de asidero para la búsqueda de la paz en Colombia, según
expone César Leante en su libro Gabriel García Márquez, el hechicero.
Esta amistad fue mal vista. Incluso el Nobel Vargas Llosa llegó a tildar
a García Márquez de “Lacayo de Castro”, un juicio sin duda exagerado.
Durante su visita a Cartagena de 1993, el líder cubano invitó a
los movimientos guerrilleros a buscar una salida negociada “para no

259
derramar más sangre”. Esa propuesta cuaja 23 años después con la
firma de los Acuerdos de Paz entre el Gobierno Colombiano y las
FARC-EP. Entre otras cosas, Fidel Castro murió a sus 90 años, no sin
antes ser testigo de este importante hecho histórico en el siglo XXI
protagonizado por Colombia.

Zarita Abello junto a Fidel Castro en la Quinta de San Pedro Alejandrino, Santa Marta, 1994.
Foto: Archivo del Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo.

260
Le dîner à Ste. Marthe (La cena en Santa Marta).
Autor: François Désiré Roulin.

Economía y sociedad en la región de Santa


Marta en el siglo XIX37

En medio de conmociones políticas y guerras civiles, Colombia


llegó a la segunda mitad del siglo XIX con el afán de articularse
al comercio internacional. Los enormes potenciales de negocios y
científicos que ofrecen los ríos, selvas y llanos de Colombia atraen a
una ola de viajeros, sobre todo europeos. Algunos de ellos escribieron
libros y crónicas en los que relatan la vida incipiente de los pueblos
colombianos y demás, atentos a aprovechar las posibilidades de
negocios en un país vasto y desarticulado, traerán la navegación, el
ferrocarril y el telégrafo.

37. Publicado en el semanario Opinión Caribe el 19 de enero de 2017.

261
El Magdalena, en la costa norte del país, fue objeto de numerosas
miradas. Fue también el escenario en que algunos extranjeros
hicieron sus apuestas económicas, bien por su cuenta o asociados con
empresarios nativos deseosos de romper el aislamiento y conectar a
Santa Marta con el mundo.
Después de la muerte de Simón Bolívar en 1830, Colombia seguía
siendo un país con conflictos políticos que degeneraban en guerras
civiles. Un país rural sin infraestructura y con pocos productos de
interés comercial como el café. Algunos historiadores económicos
coinciden en sostener que la historia económica de Colombia, en
el último siglo, ha estado asociada con el cultivo del café. Incluso,
afirman que, antes del café, el país no era una nación integrada.
El resultado de la siembra sistematizada de este producto permitió
la integración económica y territorial del país, la modernización de
su infraestructura y la creación de un mercado nacional que produjo
el nacimiento de la industria.
“El café logró no sólo un crecimiento sostenido del producto y
de las exportaciones, estimulando la creación de un mercado interno
a través de la expansión de la demanda agregada, sino, además,
permitió la integración económica y territorial del país”, ratifica
el historiador económico Joaquín Viloria en su investigación La
economía cafetera en la Sierra Nevada de Santa Marta, (1997).
Pero mientras Colombia se integraba por medio del cultivo del
café, la región de Santa Marta permaneció aislada del país y de la
región Caribe.
Santa Marta, cuyo puerto le sirvió durante la Colonia para
desarrollar el comercio de importación, agotó sus esfuerzos, sobre
todo en la segunda mitad del siglo XIX, en la concepción de empresas
que le permitieran recuperar su liderazgo. El café, el tabaco, el
ferrocarril y la navegación fueron algunas de las actividades a la
que las élites samarias apostaron en víspera de la aparición de la
economía bananera, en la última década de un siglo XIX un tanto
amargo para la región.
Opinión Caribe entrevistó y consultó al doctor en Historia,
Joaquín Viloria, gerente del Área Cultural del Banco de la República
en Santa Marta, experto en la historia económica de esta ciudad y

262
del Caribe, ha escrito diversas investigaciones sobre el banano que
citaremos en este artículo: Historia empresarial del guineo (2009),
Santa Marta: ciudad Tayrona, colonial y republicana (2008),
Empresarios del Caribe colombiano: historia entre otros.

UNA MIRADA A LA ÉPOCA COLONIAL

La historia de Santa Marta empieza mucho antes de 1525,


pues, según cuentan los cronistas, en 1501 Rodrigo de Bastidas
y Juan de la Cosa recorrieron la costa desde el cabo de la Vela
hasta Urabá. En Materiales para la historia de Santa Marta, el
historiador Arturo Bermúdez Bermúdez señala que, al arribo
oficial de Bastidas en 1525 a las playas samarias, ya en la ciudad
había entre 280 y 300 habitantes.
En el libro La economía de Ciénaga antes de la era del banano
(2004), del historiador económico Adolfo Meisel Roca, establece
que, al llegar los españoles a Ciénaga, encontraron que los indígenas
Tayrona explotaban la sal marina en los playones aledaños y la pesca
en donde hoy queda la Hacienda Papare.
“En el siglo XVIII se extraía sal de los playones aledaños y
se vendía muy bien en los mercados de la Costa Caribe. (…) La
sal marítima que recogían los indígenas de Ciénaga se vendía
en Mompox, Ocaña, Tamalameque, Tenerife, Simití, Zaragoza,
Cáceres, Ayapel y zonas ganaderas en los ríos Cauca y Magdalena
hasta Ocaña” (pp.9,10).
La Conquista primero, y más tarde la Colonia, estuvo marcada
por la disputa entre los españoles de Santa Marta y las fieras tribus de
la Sierra y las distribuidas en los alrededores de la Ciénaga Grande.
Pueblo Viejo y Ciénaga, una vez el pueblo fue trasladado a donde
hoy se encuentra, (1754), fueron paulatinamente sometidos, y sus
indígenas convertidos en tributarios. En Ciénaga, ciertamente, operó
una de las encomiendas más importantes de la costa Caribe, a cargo
del español Sebastián Manjarrés de Figueroa (p.9)
La ubicación geográfica de Santa Marta, las avanzadas que desde
ella fueron emprendidas contras los indígenas, permitió incorporar
tierras y recursos en el territorio que, luego de la Independencia, se

263
irían transformando, poco a poco, en una importante despensa agrícola,
escenario, a partir de 1860, de desarrollos de cultivos destinados a la
exportación, como el tabaco—que se facilitó cuando el gobierno liberal
de José Hilario López liberó los esclavos, rompió con el monopolio del
tabaco y de la navegación en la Ciénaga Grande de Santa Marta—.

PRIMERAS ÉLITES SAMARIAS

Según el investigador noruego Steinar Saether, autor del libro


Identidades e independencia en Santa Marta y Riohacha 1750-
1850 (2012), la élite samaria siempre estuvo muy preocupada por
confirmar el origen de su nobleza. Saether estudia los archivos
matrimoniales de las élites samarias y concluye, entre otras cosas,
que los criollos de la ciudad procuraban mantener su “blancura”
casándose con emigrantes europeos o entre ellos.
“No existía una nobleza con títulos en las provincias de Santa
Marta y Riohacha a finales del periodo colonial. Sin embargo, un
grupo limitado de familias se identificaba a sí mismo como nobles,
una pretensión basada en un conjunto de criterios similares a los
empleados en toda la América española” (p.55).
Para perpetuar la posición de nobles solo eran permitidos ciertos
tipos de matrimonio, por ejemplo, aquellos que fueran entre primos de
primero o segundo grado entre familias nobles de Santa Marta, o con
otras familias nobles de la provincia, virreinato o españoles peninsulares.
Saether investigó en el Libro de los matrimonios de blancos
descendientes de españoles, en la parroquia de la catedral de Santa
Marta entre 1772 y 1795, y encontró que de las 68 uniones inscritas
solo cuatro se realizaron entre primos y todos ellos involucraban a
miembros de la familia Díaz Granados.
“Estas alianzas no solo contribuían a mantener el estrato de los
individuos y las familias, sino que reforzaban las pretensiones de la
nobleza samaria de una descendencia adinerada y noble. Las uniones
conyugales entre las seis familias mencionadas se presentaron
con frecuencia en la segunda mitad del siglo XVIII, con lo cual
se conformó una red de familias nobles en Santa Marta, en la que

264
todas estaban emparentadas entre sí. Los Díaz Granados y los Núñez
Dávila tenían parentesco, principalmente, mediante matrimonios
entre los hijos de Pedro Norberto Díaz Granados y Francisco José
Núñez Dávila” (p.56).
El investigador noruego también explica cómo se conforman
uniones poderosas a través del matrimonio: “Los Díaz Granados
y los Núñez Dávila tenían parentesco mediante tres matrimonios
entre los hijos de Pedro Norberto Díaz Granados y Francisco José
Núñez Dávila. A su vez, los Guerra y Vega tenían parentesco con
los Díaz Granados gracias a arreglos similares. Por su parte, los
Fernández de Castro estaban vinculados a esta red gracias a una serie
de matrimonios. Asimismo, los Munive y Mozo y los Zúñiga tenían
lazos en esta red de nobles, pero menos estrechos” (p.55).
Otras personalidades nobles de la época eran Pedro Melchor de la
Guerra y Vega, Juan Núñez Dávila, Pedro Norberto Díaz Granados,
Diego Fernández de Castro y Tomás de la Guerra y Vega. Los Guerra
y Vega, los Núñez Dávila, los Díaz Granados y los Fernández de
Castro solían ser las familias más prestigiosas de la ciudad a finales
de siglo XVIII.
El primer Díaz Granados en llegar a Colombia fue Gabriel Díaz
Granados. Según Saether, “lo poco que se sabe del pasado de Gabriel
Díaz Granados en Extremadura permite inferir que no pertenecía a
una familia pudiente. Sin embargo, llegó a Santa Marta como alférez
de infantería” (p.57).
Gabriel Díaz Granados llegó a hacerse adjudicar enormes
cantidades de tierra en lo que más tarde serían Sevilla y Guacamayal.
Sus descendientes las mantuvieron bajo su control hasta bien entrado
el siglo XIX, fincas importantes debido a la abundancia de agua y la
inmejorable calidad de la tierra.

COMERCIO EN EL SIGLO XIX

En el siglo XIX serían los De Mier quienes protagonizarían los


cambios más significativos de la ciudad. “Los de Mier (padre e hijo)
fueron los más prósperos comerciantes de Santa Marta durante el

265
siglo XIX. La hacienda de San Pedro Alejandrino, propiedad de la
familia de Mier entre 1808 y 1890, fue comprada en este último
año por el departamento del Magdalena, bajo la administración del
gobernador Ramón Goenaga. San Pedro fue una de las haciendas
más prósperas de la provincia de Santa Marta, con extensos cultivos
de caña de azúcar y con trapiche para la molienda”, apunta Joaquín
Viloria. Los de Mier tenían barcos, invirtieron en el puerto, en el
ferrocarril y en navegación en la Ciénaga Grande.
Siguiendo la dinámica comercial del país, en la Sierra Nevada
se sembró café a finales del siglo XIX y se destacaron las haciendas
Minca, El Recuerdo, La Victoria, Vistanieve, Cincinnati, entre otras.
Fue el ingeniero norteamericano, Orlando Flye, en el sector que hoy
conocemos como Minca, el primero que sembró café en la Sierra
Nevada de Santa Marta.
Manuel Julián de Mier, dueño de un capital importante,
enriquecido en el comercio de importación, lideró a un grupo de
comerciantes samarios conformado por Alejandro Echeverría, José
Alzamora y el inglés Robert Joy para fundar la Compañía de Vapores
de Santa Marta constituida en 1881. En 1880, el Estado Soberano del
Magdalena protocolizó un contrato con Roberto Joy y Manuel Julián
de Mier para construir el ferrocarril de Santa Marta. Y en 1881, el
Gobierno del Magdalena, junto a los samarios Manuel J. de Mier,
Alejandro Echeverría, José Alzamora y el inglés Robert Joy, fundó
la Compañía Colombiana de Vapores.
La noticia de la fertilidad de la zona agrícola del Magdalena
empezó a correr en el país. En un informe que C. Michelsen presentó
al Ministro de Hacienda en 1899 afirma: “En ningún lugar del mundo
he visto terrenos tan fértiles y clima tan adecuado para el cultivo de
cacao y plátano como son los de las llanuras que recorre y atraviesa
el ferrocarril de Santa Marta” (Diario Oficial, 1889).
En 1890 Ciénaga era el tercer productor de cacao y tabaco en
Colombia. Y en los pueblos ribereños del Magdalena se producían
7,25 toneladas de algodón. El cultivo del tabaco tomó un auge
significativo en la segunda mitad del siglo XIX. Se sembró tabaco en
Plato, Bosconia, Ciénaga y Aguachica. Esta actividad fracasó debido
a las deficiencias técnicas en el cultivo.

266
En Ciénaga, la economía empezó a modernizarse a finales
del siglo XIX, en la década de 1880, con la constitución de la
sociedad agrícola denominada El Apostolado, conformada por doce
empresarios que poseían 360 hectáreas en el sector de Río Frío. En
estas tierras cultivaban cacao y plátano, mientras otros agricultores
de la zona cultivaban tabaco, caña de azúcar y frutas.
A pesar de los esfuerzos por modernizar la economía, después
del terremoto de 1834, Santa Marta era, según describen algunos
viajeros, una “ciudad de aspecto miserable”. En 1835 tenía unos seis
mil habitantes, pero la cifra fue disminuyendo por distintos motivos
como la epidemia del cólera entre 1848 y 1849, la inundación del río
Manzanares en 1850 y los disturbios políticos que degeneraron en
guerras civiles que arrasaron con bienes materiales y productivos. Ante
tal panorama, la crisis económica y social empeoró con la inauguración
en 1871 del Ferrocarril Barranquilla-Sabanilla, hecho que estimuló a
algunos samarios pudientes a emigrar hacia Barranquilla en busca de
oportunidades de negocio y progreso.
Esta migración resintió los planes de negocios de la élite samaria.
Los que se quedaron (Mier, Echeverría, Alzamora, González, entre
otros) no pudieron reunir el capital suficiente que requerían para
llevar el ferrocarril hasta el río Magdalena, la navegación fluvial y
marítima con Riohacha y Barranquilla.

UNA POBLACIÓN SOMNOLIENTA

La historiadora Catherine LeGrand se refiere a los samarios del


final del siglo XIX como “una población somnolienta aislada del resto
de Colombia y el mundo”. Pocas eran las familias con verdaderos
intereses mercantiles, a algunas les tocó abandonar sus propiedades
rurales, pues con la apertura del comercio y consecuente abolición
de la esclavitud en 1851, surgió la nueva clase trabajadora, de modo
que no había mano de obra que sostuviera tales haciendas. El juicio
de la historiadora canadiense coincide, de hecho, con la visión de
muchos visitantes y viajeros de paso por Santa Marta.
Las familias importantes poseían extensas propiedades que
a pocos interesaba cultivar. Los pueblos dispersos de colonos,

267
indígenas, negros y mulatos se dedicaban a la pesca y a pequeñas
cosechas de maíz, guanábanas, piña y aguacates.
La vida de los samarios en el siglo XIX era monótona y aburrida.
El baño matinal en el río Manzanares, las actividades del mercado,
la siesta y el paseo vespertino copaban la vida de los samarios de
entonces. En el libro Santa Marta vista por viajeros, el historiador
Álvaro Ospino Valiente compila una serie de crónicas de foráneos
que dejaron constancia del estilo de vida samario del siglo XIX.
En su diario de viaje, Gosselman dice: “Acá el tiempo se hace
largo y tedioso, ya que los nativos se quedan todo el día en la hamaca,
soñando acerca del mañana. Con excepción de mis excursiones a
Gaira, el tiempo que pasé en Santa Marta resultó ser el más aburrido
de toda mi estadía en Colombia”.
Elisée Reclus (1855) anota: “¿Cómo se pueden vituperar esas
poblaciones que se abandonen al gozo de vivir, cuando todo las invita
a ello? El hambre y el frío no las atormentan jamás; la perspectiva
de la miseria no se presenta ante su espíritu; la implacable industria
no las espolea con su aguijón de bronce. Aquellos cuyas necesidades
todas son satisfechas de inmediato por la benéfica naturaleza, evitan
contrariarla con el trabajo y gozan perezosamente de sus beneficios;
son aún hijos de la tierra, y su vida se pasa en paz como la de los
grandes árboles y la de las flores”.
Una descripción menos amable hace Alphons Stübel (1868)
quien dijo: “Los habitantes de Santa Marta son una mezcla de negros,
blancos e indígenas; en una palabra, chusma de una increíble pereza.
Todo servicio tiene que ser pagado muy caro, porque a la gente le
cuesta un gran esfuerzo hacer cualquier cosa”.

AGRICULTORES EMPRESARIOS EN EL MAGDALENA

Colombia era un país netamente conservador. Solo a mediados


del siglo XIX se empezaron a implementar las políticas liberales.
Serían los empresarios europeos (ingleses, alemanes, holandeses y
franceses) quienes iniciarían la explotación empresarial en la futura
Zona Bananera, con la siembra de tabaco y cacao.

268
Esta nueva dinámica comercial permitiría la llegada de nuevos
extranjeros inversionistas. El judío alemán Carl H. Simmonds, el
inglés Pedro Fergusson y el judío sefardita Jacob Henríquez, con
otros comerciantes locales, conformaron una sociedad para cultivar
el tabaco en Orihueca y Cañabobal, que exportaban a Alemania.
Joaquín Viloria expresó a Opinión Caribe, al ser consultado sobre el
particular: “Vamos a encontrar a mediados del siglo XIX, entre 1840 y
1870, una ciudad que vivía básicamente del puerto, de las importaciones
principalmente, y por eso hallaremos un grupo de comerciantes
importantes de Santa Marta que van a ser las familias prominentes de la
ciudad. Vamos a encontrar ingleses, franceses, judíos sefarditas. Cada
familia tenía por lo menos una pulpería y de ahí surgirían industriales
como la familia Obregón, que luego se irían para Barranquilla, o los De
Mier, que también se irían a Barranquilla o a Bogotá”.
Los liberales radicales, una vez liberado el cultivo del tabaco,
se dedican a la siembra de este en zonas que suplantaría por la
del banano años después. Apellidos como Simmonds, Henríquez,
Fergusson y Karr llegaron de Inglaterra, Francia, Alemania y Suecia
a la Zona Bananera como sembradores de tabaco y cacao.
“Familias y empresas de origen extranjero tuvieron una fuerte
incidencia en el desarrollo agrícola de esta franja territorial al sur de
Ciénaga. Otra familia de empresarios con intereses en la región Caribe
fueron los Salzedo, judíos sefarditas procedentes de Curazao. Los
Salzedo construyeron una efectiva red familiar, a partir de matrimonios,
asociaciones comerciales o alianzas políticas en los departamentos
de Magdalena y Atlántico. La red matrimonial se extendió a familias
como los Campo, Riascos, De Mier, Flye y Pinedo, de gran poder
económico y político en la región”, agrega Joaquín Viloria en su
estudio Historia empresarial del guineo: Empresas y empresarios
bananeros en el departamento del Magdalena, 1870-1930, (2009).
En la década de 1870, el comercio en el Magdalena comporta
un descenso, producto de las continuas guerras civiles que obligó a
la mayoría de los empresarios mencionados a salir a ciudades más
pujantes. En este contexto, en 1872, los diputados José Ignacio Díaz
Granados, Antonio Maya, Luís Capella Toledo, Vicente Noguera
y Joaquín Riascos solicitaron al Presidente de la República la

269
concesión de terrenos baldíos, pertenecientes a la nación, para ser
entregados a empresarios extranjeros que invirtieran sus capitales en
el Magdalena. El presidente, atendiendo tal solicitud, otorgó 18 mil
hectáreas de baldíos nacionales.
“Es importante anotar que, desde los primeros años de la
República, la concesión de tierras baldías fue una política de
Estado destinada tanto a pagar con tierra a militares y comerciantes
que apoyaron la causa de la Independencia como para atraer a
inversionistas extranjeros”, aclara Joaquín Viloria.
Sin embargo, tales iniciativas tuvieron verdadero éxito solo
cuando empezaron a llegar las empresas Colombian Land Co.,
Boston Fruit Co., Snyder Banana Co., Fruit Dispatch Co. y Tropical
Trading and Transport Co., que en 1899 se unen para conformar una
nueva empresa bajo la razón social United Fruit Company (UFC).

Tipo de negro del Magdalena. Autor: Indios de la vecindad de Santa Marta.


Edward Walhouse Mark. Autor: Edward Walhouse Mark.

270
Hacienda de San Pedro Alejandrino en Puerto de Santa Marta. Autor: Edward
Santa Marta. Autor: Edward Walhouse Mark
Walhouse Mark

Actividad portuaria en Santa Marta. Autor:


Edward Walhouse Mark

271
De izquierda a derecha Josefa Diazgranados de A. Correa y su hija Julia, los hermanos
Raquel, Rafael, Elisa García Juliao; y Ascanio García Padilla (sentado). Barcelona, 1910.
Archivo: Guillermo Henríquez Torres.

Los potentados del banano en tiempos de


la United38

Las concesiones de baldíos y del ferrocarril, dadas desde el


gobierno del presidente Rafael Núñez, y posteriormente las políticas
proteccionistas y clientelistas de Rafael Reyes, favorecieron la
economía de algunas familias y militares en la Zona Bananera de Santa
Marta. Con la llegada de la United Fruit Company (UFC), las élites
locales vivieron de las millonarias rentas que les pagaba la compañía
bostoniana por el alquiler de sus fincas y la compra de la fruta.
La tierra fue un factor de dominio, poder y conflicto en la Colonia
y la República. Muchas familias de la élite samaria adquirieron

38. Publicado en el semanario Opinión Caribe el 1 de febrero de 2017.

273
importantes extensiones de tierras, bien por adjudicación del Rey
o por disposiciones de las autoridades de Colombia, con las que
cimentaron su dominio económico y político. Muchas de estas
tierras fueron vendidas a compañías extranjeras como la Compagnie
Agricole et Immobilière, la Colombia Land y la United Fruit
Company. El control y posesión de la tierra fue el origen de muchas
fortunas en el Magdalena. Algunas subsisten.
El conservador Rafael Reyes, presidente de la República (1904-
1909), fue clave para el enriquecimiento de algunas familias en el
Magdalena. Reyes, quien hizo frente a las consecuencias de la Guerra
de los Mil Días y la separación de Panamá, creó en 1907 la Junta
Agraria del Magdalena, una figura que permitió legalizar todas las
adjudicaciones de baldíos efectuadas por los concejos municipales,
muchas de estas a importantes familias con orígenes coloniales y
vinculadas al comercio de importación. Algunas reclamaron como
suyas, esgrimiendo viejos títulos coloniales, tierras consideradas
baldías. La inexistencia de cartografías y de registros sobre estas
tierras contribuía a confusiones, y tales vacíos fueron aprovechados
por los abogados de las familias influyentes para hacer legalizar las
tierras de sus representados.
Antes de la Guerra de los Mil Días (1899-1902), el fundador de
la United Fruit Company, Minor Keith, había comprado la Colombia
Land Company, empresa que en 1875 ya era propietaria de más de
6 mil hectáreas en Riofrío, futuro distrito bananero. Minor Cooper
Keith nació en 1848 en Brooklyn, Nueva York. Hijo de un acomodado
comerciante de madera, su tío lo invitó a trabajar en el ferrocarril de
Costa Rica, donde heredó su negocio. Contrajo matrimonio con la
hija del presidente de este país, Cristina Castro Fernández, y amasó
tanta fortuna que logró financiar la deuda externa de Costa Rica y
El Salvador negociando con banqueros ingleses. A través de firmas
dominadas por él, siempre muy sigiloso, logró adquirir tierras en la
región de Santa Marta y tomar el control del ferrocarril, un medio
vital para exportar la fruta sin riesgos.
“Cuando Minor Keith, el fundador de la United Fruit, llegó
al Magdalena a comienzos de los años noventa del siglo XIX

274
para comprar tierra, encontró que la región estaba gobernada por
la aristocracia empobrecida de la ciudad de Santa Marta. Esta
aristocracia descendía de los primeros conquistadores españoles y
los colonizadores franceses que llegaron a comienzos del gobierno
español. Era una clase alta mirada con desdén por la élite tradicional
cartagenera y por la élite de la clase mercantil barranquillera que
se había enriquecido en años recientes”, dice el historiador Marcelo
Buchelli en su libro Después de la hojarasca (2012, p.166).
Keith construyó redes ferroviarias en Centroamérica esenciales
para el transporte de la fruta hacia los puertos. Conocía perfectamente
el negocio verde. Era un hombre rico cuando invirtió en el
Magdalena. El gobierno de Reyes le adjudicó 10 mil hectáreas en la
Zona Bananera y amplió la concesión del ferrocarril.
Después de la última guerra civil, el país vivió un periodo de
paz que facilitó el desarrollo de las operaciones de la UFC en la
zona bananera. La guerra dejó al país en una profunda crisis fiscal,
luego de la derrota de los liberales en Ciénaga, Magdalena, y la firma
del Tratado de Paz en Neerlandia el 24 de octubre de 1902. Este
nuevo periodo de paz fue vital para la región bananera. La United
Fruit Company construye puentes, abre canales de riegos, tiende
líneas telegráficas, amplia la producción y logra multiplicar en
pocos años el número de racimos de bananos exportados. Muchos
militares, como parte de los arreglos de paz, recibieron tierras en
la zona bananera y se convirtieron en cultivadores, como sucedió
con el general Benjamín Herrera, quien recibió 240 hectáreas en
Aracataca con las que creó La Colombia. Pronto, el dinero que la
élite de Ciénaga y Santa Marta recibió le permitió construirse bellas
mansiones y llevar una vida cómoda y de placeres en ciudades como
Bruselas, Londres, París y Barcelona.
El Tratado de Neerlandia se firmó el 24 de octubre entre Rafael
Uribe Uribe (liberal) y Florentino Manjarrés (conservador). El 30 del
mismo mes, Uribe depone las armas. En Santa Marta, este mismo día
y el siguiente hubo manifestaciones y desfiles de apoyo a la paz. La
Guerra de los Mil Días había sido ruinosa. Dejó miles de muertos,
millares de lisiados y la economía en el suelo.

275
HEREDEROS DE LA ZONA BANANERA

Después de la Independencia, los gobiernos de la República


implementaron una política de adjudicación de baldíos para impulsar
la agricultura y el comercio de exportación. Esta política de Estado
también fue empleada para atraer inversionistas extranjeros con
contactos en los mercados internacionales. Según la ley de baldíos,
estos debían beneficiar a aquellos que trabajaran la tierra, pero “ante
la debilidad del Estado central para hacer cumplir la legislación
en el ámbito local, una parte considerable de los terrenos titulados
terminaron en manos de familias tradicionales. Lo anterior generó
conflictos entre terratenientes y colonos, los cuales se intensificaron
con el tiempo: hubo 69 conflictos por tierra entre 1870 y 1900;
137 entre 1901 y 1917, y 241 entre 1918 y 1931”, explica Joaquín
Viloria en Empresarios del Caribe colombiano: Historia económica
y empresarial del Magdalena Grande y del Bajo Magdalena, 1870-
1930, (2015). Estos conflictos se intensificaron en la medida en que
la tierra se valorizó y la compañía amplió el área sembrada.
En el Magdalena fueron beneficiarios con esta política Martín
Salzedo Ramón, Manuel Dávila García, José Ignacio Díaz Granados,
Tomás Abello, César Campo, María Noguera, Alberto Zúñiga y
Manuel Dávila, quienes a la vuelta de unas décadas afirmarían su
condición de élite en la región. Algunas de estas familias habían
adquirido cierta fortuna en el comercio de importación durante las
primeras décadas de la República. Pero su posición dominante en el
comercio de importación empezó a debilitarse hacia 1880, a raíz de
la inauguración del puerto de Sabanilla y el ferrocarril que permitía
conectar el mar con el río Magdalena.
Con la construcción de la vía férrea también se adjudicaron
baldíos aledaños a la vía. “Las élites samaria y cienaguera se
aferraban a sus títulos coloniales, mientras los empresarios agrícolas
solicitaban concesiones de tierra de baldíos nacionales. Entre 1892
y 1931 fueron adjudicados 29 baldíos en Ciénaga, Puebloviejo y
Aracataca. En total, 29 mil hectáreas fueron adjudicadas” (Viloria,
2015). Es un movimiento significativo que tiene su explicación en la
expansión de la actividad bananera motivada por la UFC.

276
Recibieron tierras en este período Alberto Zúñiga, Francisco
Dávila, el general Florentino Manjarrés, Manuel de Vengoechea, Luis
C. Díaz Granados, José Páez de Castro, María Concepción de Durán,
Charles Gautier, entre otros. Muchas de estas tierras fueron vendidas
a la United o entregadas en arriendo para la explotación de banano.
En Aracataca, que sería uno de los distritos bananeros más
importantes, floreció, a partir de la política de adjudicación de tierras,
un grupo de empresarios y políticos influyentes. Algunos, incluso,
como el mencionado Benjamín Herrera, mantuvieron relaciones
tensas y de abierta confrontación con la United Fruit Company por
el riego y la compra o rechazo de la fruta.
“No cabe duda de que en las primeras décadas del siglo XX
el grupo más respetable de Aracataca lo constituían los veteranos
militares de la Guerra de los Mil Días, quienes se habían establecido
en su territorio. Se deben destacar los nombres de algunos militares
y empresarios que incursionaron en el negocio bananero, como
el general Benjamín Herrera en la finca Colombia; y el general
conservador Francisco Troconis y su hijo Manuel Francisco en la
finca La Andalucía” (Viloria, p.36).

UFCO COMPRA TERRENOS

En el afán de conseguir nuevas tierras, la United Fruit sostuvo


una serie de enfrentamientos con colonos, agricultores locales,
campesinos y hasta con las autoridades. Estos enfrentamientos
también se dieron por las presiones que la compañía bostoniana
ejercía al denunciar como suyos terrenos baldíos ocupados por
colonos. Claramente su objetivo era ampliar sus terrenos para
controlar la producción y monopolizar el mercado.
En su afán de vincular nuevos terrenos a la producción de
banano, negoció directamente con empresarios locales. Como estos
no tenían suficiente capital para el sostenimiento de las tierras y no
había bancos locales, les quedaba difícil emprender el negocio por
cuenta propia; fue así como la United Fruit les facilitó dineros y se
convirtió también en la única institución financiera de la región.

277
“La compañía les hizo préstamos a los productores que le
proporcionaban fruta, típicamente bajo la condición de que le vendiera
sus bananos exclusivamente a United Fruit. Para muchos agricultores
locales ésta era la única manera de conseguir el capital suficiente para
comenzar con la producción bananera” (Buchelli, p.173).
Marcelo Buchelli también afirma en su libro que la United Fruit
Company combinó un sistema de integración vertical con un sistema
de subcontratación con los dueños de plantaciones locales. “El
alto nivel de participación local en el mercado exportador era una
característica específica del caso colombiano, en comparación con
los países centroamericanos. Los dueños de plantaciones locales en
Colombia producían entre un 20% y un 30% de la fruta exportada
por United Fruit en 1910, pero para 1920 los agricultores locales
producían un 50% y para 1930 producían cerca del 80%” (p.168).
El samario Manuel Dávila Pumarejo, propietario de la sociedad
Santa Marta Fruit Company, firmó dos acuerdos con la UFC. El
contrato establecía que la empresa estadounidense se comprometía
a prestar la suma de 20 mil pesos oro a Dávila Pumarejo, al 6% de
interés anual. Con estos recursos, según el historiador económico
Joaquín Viloria, Dávila compraba terrenos que luego vendía a la
Santa Marta Fruit Co., como ocurrió en 1910 con el traspaso de los
terrenos de La Concepción y La Santísima Trinidad de Aracataca.
Estos terrenos habían sido denunciados a finales de silgo XVIII
por Basilio García, abuelo de Manuel Dávila García y bisabuelo de
Manuel Dávila Pumarejo, aclara Viloria.
“Dávila Pumarejo logró concentrar gran parte de la propiedad
original de La Santísima Trinidad de Aracataca (cerca de un 70%),
con compras hechas a varios de los herederos de su bisabuelo, así
como a otros propietarios, entre ellos Martín Salzedo Ramón, Juan
Campo y descendientes de Pedro Díaz Granados” (Viloria).
Otros propietarios que vendieron a la Santa Marta Fruit fueron
sus hermanos Francisco, Rosa, José, Rómulo y Josefina Dávila, así
como Urbano Pumarejo, tío de Manuel. En 1917, la Santa Marta Fruit
Company vendió a la UFC estos terrenos, cuya extensión sumaba

278
8.115 hectáreas, divididos en cultivos de banano (1.455 hectáreas),
pastos (198) y área sin cultivar (6.462).
De nuevo, en 1922, Dávila le vendió a la UFC 800 hectáreas de
La Santísima Trinidad de Aracataca, por un valor de 90 mil dólares.
Lo anterior, según Viloria, corrobora que la UFC favorecía a pocas
familias locales e influyentes, para ganarse su apoyo en momentos
en que tuvieran que negociar con el Gobierno local o nacional, tal
como ocurrió durante la administración de Reyes.
Los aristócratas samarios, arruinados pero con tierras, las
alquilaron o vendieron a la UFC Con los préstamos de la UFCO y su
asistencia técnica convirtieron tierras incultas en productivas fincas
de banano. A estos productores, la compañía, mediante contratos de
cinco años, les compraba la fruta y se aseguraba la devolución de los
créditos. Las sumas excedentes, cheques millonarios y puntuales, les
eran enviadas a Bruselas, Londres, Nueva York, París, Barcelona o
Roma. De esta manera se volvieron ricos y algunas familias de Santa
Marta y Ciénaga pudieron hacer vida europea y construirse hermosas
casas que, envejecidas, son testimonio de la bonanza que trajo la
compañía (Bucheli, 2012). Fue un período de cerca de 30 años, a
partir de 1910, que los entendidos bautizaron como la“bruselitis”,
en alusión a la costumbre de muchas familias bananeras que, una
vez tuvieron los medios suficientes, decidieron irse a vivir a Europa,
pero especialmente a Bruselas, Bélgica.
Entre los apellidos de las familias que se enriquecieron con la
venta y renta de tierras a la United Fruit encontramos: Henríquez,
Riascos, Elías, Zabaraín, González, Noguera, García-Padilla, García-
Juliao, Dávila, Vengoechea, Álvarez-Correa, y Díaz Granados.
Muchas de estas familias continúan en el negocio del banano
o tumbaron sus fincas para pasarse a los cultivos de palma y la
producción aceitera. La mayoría mantiene su influencia en la
política y la economía del norte del departamento de Magdalena.
El control de la tierra y de la política les permite reproducirse
como élite de generación en generación en el Magdalena. Algunas
han incursionado en la banca, el turismo y la construcción. Siguen

279
cruzando sus apellidos y fortunas, como hicieron en la Colonia y
durante los primeros cincuenta años de la República.

EL POTENTADO BANANERO EN LA OBRA DE CEPEDA


SAMUDIO

Nadie como Álvaro Cepeda ha podido expresar con pocos rasgos


el pensar, sentir y proceder de los potentados bananeros: hombres
duros, inflexibles, acostumbrados a hacer su santa voluntad en casa
y fuera de ella.
“El Padre”, capítulo de su novela La casa grande (1962), es
un cuadro arquetípico de la figura del propietario bananero. A los
hombres del banano, Cepeda los conoció en su niñez cienaguera
(1932-1936), y con ellos y sus hijos mantuvo estrechos vínculos de
amistad durante años. La figura del potentado bananero es otro de
sus muchos aportes a la narrativa del continente.
Del Padre, personaje de su novela, escribió: “Cuando hable la
voz del Padre será áspera, autoritaria, hecha de dar órdenes siempre.
No hay ternura en el Padre. Pero tampoco hay torpeza. Es implacable
pero no hay venganza ni amargura en él. Es naturalmente duro como
el guayacán”.

Alfredo Brodmier Torres en el timón, y José Hilario Henríquez Ruíz


en la parrilla. Bruselas, 1928.
Archivo: Guillermo Henríquez Torres.

280
José Francisco Riascos Diaz Granados, Ramón García Padilla, Ciénaga 1904.
Manuel Vengohechea, Manuel Antonio Vivió en la 5ta Avenida, New York.
Henríquez Diaz Granados. Archivo: Guillermo Henríquez Torres.
Archivo: Guillermo Henríquez Torres.

Carmen Labarcés y César Riascos. Bruselas, 1936.


Archivo: Guillermo Henríquez Torres.

281
Casa 1. Prado Sevilla, 2016.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

La “bruselitis” y la dolce vita de la élite


bananera39

Prado Sevilla, en el municipio Zona Bananera, fue, en tiempos de


la United Fruit Company (1900-1966), un conjunto residencial en el
que solo podían vivir los gringos o altos funcionarios de la empresa.
Entre heliconias, cocoteros y mafafas se encuentra la Casa 1, una
vieja edificación con el estilo típico de las viviendas de las “ciudades
bananeras”, rodeada de un amplio jardín reverdecido por la maleza.
Allí reside Jorge Leal Molina desde que nació.
Su padre, Urbano Leal Mancilla, llegó a laborar con la United
a los 20 años. Se desempeñó como jefe de exportación por 37

39. Publicado en el semanario Opinión Caribe el 8 de febrero de 2017.

283
años. Compró la Casa 1 por 30 mil dólares para vivir con su mujer,
Gregoria Molina, y sus cuatro hijos. Jorge recuerda los tiempos en
los que la compañía bananera dejaba en cada casa caballos para que
las familias salieran a cabalgar por la zona. Su infancia fue diferente
a la del resto de niños de Sevilla, pues no recuerda haber jugado
a la “bolita uñita”, al yoyó o al trompo, porque sus juguetes eran
sofisticados aparatos electrónicos que le obsequiaba la “Yunai”.
Al lado de la Casa 1 estaba el Club Social, donde los norteameri-
canos solían hacer sus acostumbradas fiestas y celebrar por lo alto el
4 de julio. Para la fecha traían las mejores orquestas del país: la de Pa-
cho Galán o Lucho Bermúdez, por ejemplo. Todo eso en los años pre-
vios a la partida de la United para la región de Urabá, en Antioquia.
La edificación no posee una arquitectura ornamental; por el
contrario, consta netamente de lo necesario: un amplio salón con
piso de ajedrez, una tarima, un bar pequeño, una cocina industrial,
un cuarto frío para las carnes y verduras, y baños. Hoy, el Club Social
es una casa blanca de grandes ventanales, habitada por unos jóvenes
militares que, en su descanso, escuchan champeta y reguetón. “Las
casas que están pintadas de blanco son del Estado y las de color son
particulares”, aclaró Leal.
“En el Club, los gringos jugaban póker y se apostaban a sus
mujeres. Se intercambiaban las parejas; uno se llevaba a la mujer
del otro. Esas son costumbres que las vemos mal, pero ellos eran de
mente muy abierta”, añadió.
Leal vivió su infancia entre alemanes, holandeses, franceses e
hindúes que residían en Prado-Sevilla. Estudió en la High School
y cursó dos carreras universitarias en Europa, donde vivió 18 años
con sus hermanos. Ahora vive solo en la Casa 1, la cual se resiste a
los embistes del tiempo y las inundaciones del río Sevilla. Quedan
de la “bonanza verde” los muebles arrumados en una esquina por la
última inundación, seis mecedores en los que nadie se sienta porque
tienen las cintas rotas; un cielo raso deteriorado por el comején,
las polvorientas cortinas que cubren los ventanales, el empapelado
colgando de las paredes y otras antigüedades como un televisor de
mesa, el reloj de péndulo y una vajilla exclusiva que lleva el sello de
la United Fruit Company.

284
Mientras Jorge Leal mostraba los clásicos utensilios de mesa
y la elegante vajilla, decía: “Conozco España, Francia, Holanda,
Luxemburgo, Suecia, Suiza. Estudié en Aragón, en la Universidad de
Zaragoza. Estudié Medicina porque mi papá era el que nos asignaba
las carreras. Después, yo me cansé; le dije: ‘Papá, ya hice tres años
de veterinaria y tres de medicina, y no quiero seguir más’. Puso el
grito en el cielo, pero no me importó. Entonces me dediqué a conocer
Europa. Solo llamaba a mi mamá para que me mandara plata y así…”.
De los hijos de los empleados y administradores que vivieron en
Prado-Sevilla solo queda él y otro hermano, que vive tres cuadras
arriba. Los demás, según dijo Jorge Leal, llegan cada dos o tres años
de vacaciones desde Europa o Estados Unidos a recordar las bellas
épocas de la bonanza del banano. Este hijo de un alto empleado de la
United fue uno de los muchos que, en Sevilla, Rio Frío o Guacamayal
disfrutaron de los privilegios que la compañía tenía para ellos.

LA BRUSELITIS

“No ha existido en el Magdalena tanto dinero como en la época


de la United”, dijo el sociólogo e investigador cienaguero Carlos
Payares para Opinión Caribe. Payares es autor de Memorias de una
epopeya (2008), libro publicado para conmemorar los 80 años de la
masacre de las bananeras. Explicó que la élite que se enriqueció con
la venta o renta de tierras a la compañía se dio la gran vida en Europa,
sobre todo en Bruselas, destino favorito de la élite cienaguera de las
primeras décadas del siglo XX.
En la Zona Bananera solo vivían indígenas y algunos terratenien-
tes, nativos o un puñado de extranjeros al finalizar el siglo XIX. Con
la llegada de la compañía francesa Inmobilière et Agricole de Co-
lombie, la Colombia Land en 1892 y luego la UFC las oportunidades
de trabajo atrajeron a miles de forasteros de muchos lugares del país
y de las Antillas. Con la bonanza, entre 1910 y 1925, Ciénaga se
convirtió en un pequeño pueblo de gente rica.
La palabra “bruselitis” fue la manera como se denominó satíri-
camente el prurito de la élite local de vivir en Bruselas, Bélgica. De

285
hecho, es una derivación de la palabra brucelosis, una enfermedad
infecciosa que afecta al ganado. Bruselas atraía no solo por su es-
plendor cultural sino porque la vida allí era más barata que en Lon-
dres o en París. Con todo, algunas familias tradicionales de Ciénaga,
como González, Henríquez y Álvarez-Correa tuvieron residencia en
Londres y otras ciudades de este país, hacia donde la compañía tam-
bién exportaba banano.
Las costumbres refinadas adquiridas en Europa eran replicadas en
Ciénaga y Santa Marta. “Los carnavales, los reinados, el juego a las
cartas de las señoras, el póker de los señores, los enlaces matrimoniales
de conveniencia, las buenas maneras a la mesa, la ropa fina y las modas,
pero poco interés intelectual y mucha falta de instrucción técnica para
administrar sus patrimonios. Fueron contados quienes hicieron estudios
avanzados. La United Fruit Company trajo una época de esplendores
y espejismos. La élite produjo algunos pocos intelectuales, dos o tres
profesores y tres o cuatro pianistas. Francisco Dávila y Rafael Pérez
Dávila, que acaba de morir en Santa Marta (2016), pertenecen a la
segunda generación de bananeros que comprendieron el valor de
adelantar estudios superiores. Fueron a la larga, una vez la compañía se
marchó a Urabá, destacados dirigentes y empresarios. Ambos hicieron
estudios en Stanford, USA”, dijo el escritor cienaguero Clinton
Ramírez, autor de la novela Las manchas del jaguar (1987), cuyo
escenario son las fincas bananeras de Guacamayal y Sevilla.

¡SI NO FUERA POR LA ZONA, CARAMBA!

“El cultivo del banano y la presencia de la United Fruit Company


le cambiaron la vida a Santa Marta. Santa Marta fue el principal
puerto bananero del país, con toda la grandeza y miseria que esa
situación implicaba. ‘Santa Marta tiene tren, pero no tiene tranvía’,
decía un porro de la época y que retrataba en forma gráfica el
desarrollo desigual de la ciudad”, dice el escritor samario Ramón
Illán Bacca en su crónica “Los búcaros de Santa Marta”.
Si hay alguien que conoce las entrañas de la élite samaria es
el escritor Ramón Illán Bacca. Ramón creció al lado de sus “tías

286
victorianas” en la calle 18 entre 4ª y 5ª, en una de las vecindades
más distinguidas de la élite bananera. Tanto en sus cuentos como en
sus anécdotas figuran las necedades de la artistocracia local, de la
cual se burla al tiempo que recrea su vida galante en Europa. Es la
bananocracia de la que habla en sus libros el doctor Carlos Payares
González, nieto del influyente bananero y político liberal Enrique
González Guerrero, dos veces alcalde de Santa Marta. Este hombre
construyó para vivir con su familia la casa en donde funciona la Re-
gistraduría Nacional del Estado Civil, en la Avenida del Libertador.
En su cuento “Si no fuera por la zona caramba”, Bacca narra la
historia de una fiesta que la élite local le preparó al general Cortés
Vargas, semanas después de la masacre de las bananeras, en los
días previos al Carnaval de febrero de 1929. El personaje La Mona
Navarro, en este caso, es la dama encargada de los preparativos de
tal fiesta. El autor describe con gracia algunos de estos detalles:

El único forcejeo fue con la música. Mona era partidaria de ritmos


internacionales (los recién llegados de Bruselas y Londres quieren
lucirse bailando el charleston, démosle la oportunidad), mientras
que Serafina era propensa a la música recatada y llorona del interior
del país. Al final decidieron alternar unos aires con otros. En lo que
sí se mostraron inflexibles fue en no permitir que la banda tocara
porros o cumbias. (Eso está bien para los salones burreros, pero no
aquí donde está la gente bien).

El baile real en realidad, en febrero de 1929, se promovió a


instancias del propio general Cortés Vargas. Para la élite samaria,
distante de los hechos, la huelga solo fue una huelga más, sin mayores
repercusiones.

LA DOLCE VITA

Úrsula Rebolledo era una bella joven cienaguera cuando vivió


a plenitud la dolce vita que trajo el negocio verde. A sus 19 años se
hizo amiga cercana del general Carlos Cortés Vargas en los cuatro

287
largos meses que el militar estuvo al frente de la Zona Bananera,
primero como jefe civil y más tarde como jefe civil y militar. En una
entrevista a Julio Roca Baena, en 1987, recuerda a Cortés Vargas
como un hombre muy culto y religioso, pero sobre todo recuerda
las parrandas con cumbia y tambora en la que los gringos quemaban
billetes en Prado Sevilla para divertirse.
Úrsula Rebolledo residía entonces en Ciénaga y era hija de un
“cachaco” enriquecido con el banano. Dijo, en la entrevista a Julio
Roca Baena, que ella vivía de fiesta en fiesta. Las fiestas “en Santa
Marta se hacían en el Park Hotel, que ahora está convertido en una
casa de negocio. Recuerdo a Manuel Julián de Mier, a Juancho
Noguera Dávila, a Simón Solano, padre de este niño de la televisión
(Felipe Solano) que es exacto al papá cuando estaba joven. En
Sevilla, las fiestas eran en el Club de los americanos, deliciosas. Tuve
oportunidad de tratar con muchos extranjeros. El General (Cortés)
no asistía: no bailaba, tal vez por el balazo en el pie. De mí, por
supuesto, hablaron mal en mi época. Me arriesgaba a todo y no me
importaba. Ahora, como entonces, creo que los militares no tuvieron
la culpa”, concluyó.
Úrsula era una chica llamativa. Se ponía su sombrero para
protegerse del sol y vestía con trajes “espalda fuera”, salía al mar y
pasaba las horas en su bicicleta marina. “En esa época, todo eso era
audaz. Me encantaba aprovechar, pasar buen tiempo con los políticos,
conversar con ellos, no porque me interesara la política, sino por
pasar buen tiempo. En Santa Marta, por ejemplo, entré en el grupo
de los americanos. Uno que me gustó, fue mi marido, Percy Atkins”.
“Se vivía bien en aquellos años, de fiesta en fiesta”, agrega
Úrsula. Su padre, Pedro Rebolledo, era, como ella misma expresó,
un “cachaco” libertino que, junto a otros jóvenes de la compañía,
alborotaban al pueblo con las pianolas. “Nací en el Hospital de la
United Fruit en Santa Marta (hoy Clínica Cardiovascular), como
todos los hijos de los grandes bananeros de la Zona, a quienes,
además, no nos costaba viajar, de modo que salíamos a Costa Rica, a
Panamá que estaba cerca. Estuve un año en Medellín, en un colegio
de monjas, con otras muchachas costeñas, pero no me amañé, porque
las monjas querían apretarme y mi carácter era más bien ‘amplio’”.

288
Rebolledo da algunos detalles en su entrevista sobre los meses
posteriores a la mascare de obreros. “Fíjate que eso sí que es
interesante. A raíz de la huelga los gringos tuvieron que aislarse y
construyeron sus prados, sus vainas, les pusieron cercas pa’ que no
hubiera muerto, porque lo que hubo en la Estación de Sevilla fue
tremendo. Ahí había veintitrés gringos y los querían quemar vivos.
Linchar”. Además, expresó con nostalgia: “¡Qué diferencia con los
días en que se quemaban billetes en la cumbia y se bailaba con gusto!
Hasta floreció una ‘casa de diversión’ llamada “Chantilly”, en el barrio
Obrero, por donde pasa ahora la carretera. Era su única diversión”.
Era común que las casas del Prado de Santa Marta y las de Prado
Sevilla tuvieran energía solar y calentadores de agua. Los hijos
de los bananeros asistían a las fiestas que se hacían tres veces por
semana en los barcos americanos, franceses, suecos, etc. Rebolledo
confesó que a pesar de todo lo vivido, su familia no fue una de las
más adineradas: “No ocupábamos una posición social destacada,
éramos más bien de esos que surgen y a quienes los de arriba miran
mal y los de abajo también. Pero yo era feliz y solo me interesaba
vivir la vida”, puntualizó “Ucha” Rebolledo, que para el momento
de conceder la entrevista tenía 77 años y residía en Barranquilla.
En la década de los 40, el reconocido arquitecto cubano Manuel
Carrerá fue contratado por el gobernador del Magdalena, José Benito
Vives de Andreis, para que construyera importantes edificaciones
como el Hospital San Cristóbal (Ciénaga), la Clínica Materno
Infantil (la Gota de Leche), el Hotel Tayrona (sede Gobernación del
Magdalena) y el Teatro Santa Marta.
En este último se presentaban obras de primera categoría. En 1951
se presentaron el famoso Xavier Cugat y su orquesta de cantantes y
bailarines de Hollywood y los Niños Cantores de Viena dirigidos por
Meter Lacovich. En el año 52 se presentó el concierto de piano de
Gladys Le Bas, niña prodigio de 7 años, quien interpretó a Mozart,
Chopin, Bach, Beethoveen, Schubert, Rameay, Mendelson, entre
otros maestros, y la famosa bailarina de la Ópera de París, Carmen
Gauthier. En el 59 los samarios vieron el espectáculo del violinista
Henri Lewkowicz, la presentación de la Orquesta de Praga y el Ballet
de París de Miskovicth.

289
LA NOCHE Y LOS PROSTÍBULOS

Pero no solo las élites se dieron la gran vida. Los obreros y los
empleados se las ingeniaban también para disfrutar de la bonanza en
la medida de sus posibilidades. Los empleados y los hijos de estos
tenían acceso a los clubes y casas de la compañía. Tanto así que, hoy
en día, algunos lo añoran a pesar de todo lo dicho y escrito sobre
la huelga. Ricos, pobres y clase media disfrutaron a su manera en
tiempos de la UFC.
Sobre este particular, Clinton Ramírez anotó: “Los obreros, en
los pueblos, después de los pagos y días de descanso iban a salones
de baile, cantinas y prostíbulos a divertirse. Muchos jugaban cartas
y ruletas en las cantinas y garitos. Los empleados de la compañía se
divertían en los salones y casinos de la empresa. Las élites, en Ciénaga
y Santa Marta, en sus casas mansiones y clubes sociales. En Ciénaga
fueron famosas las academias de baile: unos prostíbulos disimulados.
Se compraban cartones para bailar con las mujeres allí disponibles,
putas o falsas francesas. Los potentados iban al hipódromo en
Ciénaga. Pocos miembros de la élite bananera se bañaban en el mar.
El mar, desde la visión de la élite, era un espacio para la plebe. Los
poetas, advertidos de estas barreras, se limitaban a cantarlo desde la
sombra de un árbol o una palmera. Tampoco comían el guineo que
los enriquecía. Era comida para negros braceros y obreros”.
Muy pronto, en Santa Marta, el aumento de la actividad bananera
en el puerto y el ferrocarril estimuló la aparición de locales donde
marinos, operarios, braceros iban a beber, bailar y demandar servicios
sexuales. En la calle 8, la famosa calle de las Piedras, llegaron a
existir hacia la década de los cincuenta cerca de 30 burdeles. Los
marinos de los buques preferían el Internacional Bar, el Well y el
Faro. Los sábados, después del trabajo, la Calle Cangrejal era otro
de los sitos donde los obreros se encontraban para bailar cumbia
mientras la élite samaria se divertía al ritmo de las espectaculares
orquestas en el Club Social.
En las calles Cangrejal (calle 11) y Cangrejalito (calle 10), con la
carrera cuarta, se fueron instalando cacharrerías y almacenes donde
se vendían todo tipo de artículos extranjeros y de contrabando. Allí se

290
podía adquirir desde una olla pitadora y papel crespón hasta boquillas
para fumar y galletas de chocolate. Fueron estos negocios la génesis del
futuro San Andresito. Subsisten en estas calles, en medio de hostales,
bares y tiendas, algunas casas del boom bananero. Este sector, al norte
del Centro Histórico, se debate entre la recuperación y el deterioro.

SOLO EN UN PALACIO

Guillermo Henríquez es un escritor y dramaturgo cienaguero.


Proviene de una familia adinerada y enriquecida todavía más en
sus negocios con la United Fruit Company. Guillermo ha hecho
importantes investigaciones sobre la influencia de la historia de la
familia Henríquez en la obra de Gabriel García Márquez. Para él,
Gabo se basó en la historia de su familia grande para escribir Cien
años de soledad (1967). Viajó a Europa, a fines de los sesenta, una
vez la compañía pasó a Urabá.
Su familia fue propietaria de un edificio en Bruselas ubicado en la
Rue Van Elewyck 33 que, en los años previos y posteriores a la Segunda
Guerra Mundial, servía de residencia para sus amigos y allegados
cienagueros y del país. Esta casa la compró en Bruselas el general
Ramón Demetrio Morán Henríquez. Allí pasaron días de residencia
hombres como Alfonso López Pumarejo y su hijo Alfonso López M.
De esta casa escribe Guillermo Henríquez en su libro Ciénaga
en las claves de Cien años de soledad (2015): “Era la casa de los
Henríquez en Bruselas, donde llegaban importantes figuras de la
política colombiana ─los Presidentes Alfonso López y Laureano
Gómez─ como estudiantes de Ciénaga y Santa Marta, y eran recibidos
con mucha deferencia por sus dueños”. Guillermo cita a su tía Lucila
quien recuerda: “Mi hermana Ramonita se disfrazó de Luis XV, Cecilia
de dama antigua y Alvarito Gómez, hijo de Laureano, de pollito en una
fiesta en la Legación de Colombia en Bruselas. A Alfonso López mamá
le hacía arroz de camarón seco, que papá llevaba desde Puebloviejo en
sus viajes. También nos visitaban las hijas del dictador de Venezuela,
Juan Vicente Gómez, que estudiaban con las niñas”.
Guillermo es un hombre de 76 años. Actualmente, reside en un
apartamento de la antigua casa de su abuelo paterno, Manuel Antonio

291
Henríquez Díaz Granados, en la calle 7 con carrera 11 (esquina),
en Ciénaga. Su apartamento posee algunos tesoros de arte que
conserva de su antiguo oficio de anticuario, que aprendió en Bogotá
y España en los años setenta. La fachada de su casa la decoran unos
bellos camafeos, entre otras figuras florales de yeso que arquean la
entrada. Su casa se ubica en la misma cuadra donde su abuelo y sus
hermanos construyeron el Teatro Barcelona, a una cuadra de la Plaza
del Centenario.
Para construir una casa donde pudiera vivir su numerosa familia,
su tío abuelo, Adolfo Henríquez Díaz Granados, quien fue Alcalde
de Ciénaga en 1924, pidió un préstamo al Banco H Álvarez-Correa
Hermanos y, con los 60 mil dólares obtenidos, levantó el famoso Palacio
Azul, que fue inaugurado con un baile de carnaval en 1926. Hoy, como
muchas de las mansiones, casonas de la primera época de la United
Fruit Company en Ciénaga, permanecen semiderruidas y abandonadas,
o se han transformado en tiendas, depósitos y discotecas ante la mirada
complaciente de las autoridades responsables del Centro Histórico.

SE DESVANECEN LOS ESPEJISMOS

En los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial, los bananeros


de Ciénaga, encabezados por Anacreonte González Padilla, se
encargaron de crear una compañía para exportar a Europa. Por estos
años, bajo la influencia de Anacreonte González, importante político
además, en Ciénaga se creó el reinado del banano. Este evento hacía
parte de los intentos de los potentados cienagueros para relanzar el
negocio verde por su cuenta.
El negocio, sin embargo, estaba tocado de muerte, como
reconocen algunos analistas. Las tierras de la Zona Bananera
habían perdido parte de su productividad y en Costa Rica y Ecuador
empezaban a introducir modernas técnicas para transportar la fruta
de las fincas a las empacadoras –el cableado–y, de estas, en cajas, a
los vagones del tren. Sin los dineros requeridos para realizar estas
inversiones, o pasar a una variedad más resistente a las plagas y
los vientos, los bananeros de Ciénaga y Santa Marta comenzaron a

292
perder protagonismo. Varios huracanes en la década de los sesenta
y la negativa del gobierno de Lleras Restrepo a autorizar el cambio
de variedad en la Zona Bananera, dieron al traste con estos intentos
de independencia. La Zona de Urabá se consolidó definitivamente
a principios de la siguiente década, por lo tanto, la suerte estaba
echada para Ciénaga.
“Muchas de las fincas fueron adquiridas por el INCORA —
Instituto Colombiano de Reforma Agraria— y entregadas a los
campesinos y antiguos obreros. Los años de esplendor y espejismo
hacían parte del pasado. El último reinado del banano, organizado
en 1966, marcó el final de la bella época y la dolce vita. La última
reina del Banano fue Pilar Hinestroza, candidata de Bogotá”, agregó
Clinton Ramírez.
Este triste periodo es descrito por Guillermo Henríquez: “Lo
que valía millones en los años anteriores, valió menos que una vaca
en 1966. Eso fue lo que nos ofrecieron por Monte Alberne Sur, la
próspera finca de bananos situada cerca de Sevilla, Zona Bananera,
un año después”.
Muchas familias de Ciénaga empezaron a migrar hacia Santa
Marta, Barranquilla, Bogotá y el exterior. Obreros, empleados y
administradores tomaron el camino de Urabá. De esa manera Santa
Marta y Ciénaga siguieron siendo lo que siempre fueron, unos
pueblos con un par de familias dominantes, pero sin poder.

EL REINADO DEL BANANO

Por supuesto, en un país como Colombia tuvo que haber existido


un reinado del banano en algún momento de su historia. El lugar
fue Ciénaga. El año: 1963. El alcalde Joaquín Fernández de Castro
Henríquez, primo de Guillermo, gobernaba para este año. En el
primer Reinado Nacional del Banano concursaron Berta Henríquez
Torres por Ciénaga, Margarita Sánchez por Santa Marta, Marlene
Escamilla por Aracataca y Carmen Restrepo por Fundación.

293
Muebles Thonet. Sala de la casa de la familia Riascos-Labarcés. Ciénaga, 2017.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

Vajillas con monograma de la Frutera de La ciudad de los espejos y los espejismos.


Sevilla. Prado Sevilla, 2016. Espejo de cristal. Sala familia Riascos-
Foto: Annabell Manjarrés Freyle. Labarcés, amigos de García Márquez.
Ciénaga, 2017.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

294
Úrsula Rebolledo, la mujer que inventaba Carnaval 1960. La reina Rosa María de los
la moda. Ángeles, su madre Ana María Henríquez
Archivo: Guillermo Henríquez Torres. y el dirigente bananero Anacreonte
González.
Archivo: Guillermo Henríquez Torres.

Bertha Henríquez Torres, candidata al Clinton Racines (centro), administrador


Reinado Nacional del Banano 1963, de finca La Gabriela, departe con
acompañada de su primo Alonso A-Correa sus familiares y amigos en un bar de
en el Club Campestre Guacamayal. Guacamayal, 1955
de Ciénaga. Archivo: Clinton Ramírez.
Archivo: Guillermo Henríquez Torres.

295
Jorge Leal Molina en la sala de la Casa 1. Casa 58, antigua Intendencia de la UFC
Prado Sevilla, 2016. en Río Frío. En noviembre de 1928, en
Foto: Annabell Manjarrés Freyle. esta edificación, fue agasajado el General
Carlos Cortés Vargas. Río Frío, Zona
Bananera, 2016.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

Casa de estilo neoclásico. Ciénaga, 2016.


Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

296
Guillermo Henríquez. Ciénaga, 2018.
Foto: Luisa Fernanda Ramírez Juvinao.

Casa Goenaga. Santa Marta, 2017.


Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

297
Portada Cien años de soledad, edición portuguesa.

La “Yunai” en la literatura
latinoamericana40

Todo comenzó cuando Aureliano Segundo se encontró por


causalidad con míster Herbert en el Hotel de Jacob. Como era su
costumbre llevar forasteros a casa, lo invitó a comer con la familia:
Los Buendía. Fue cuando míster Herbert, un gringo rechoncho y
bonachón, probó por primera vez un banano. Después de un banano
fue un racimo y después otro. La exótica fruta fue tan reveladora
que míster Herbert “con la incrédula atención de un comprador
de diamantes examinó meticulosamente un banano seccionando
sus partes con un estilete especial, pesándolas en un granatorio de
farmacéutico y calculando su envergadura con un calibrador de
armero”, Cien años de soledad (1976, p.94).

40. Publicado en el semanario Opinión Caribe el 22 de febrero de 2017.

299
Tiempo después de la sabrosa experiencia, llegaron a Macondo
abogados, agrónomos, topógrafos, etc., y más tarde los gringos con
sus lánguidas esposas vestidas con traje de muselina. Entonces se
ubicaron al otro lado de la línea del tren donde construyeron sus
viviendas sobre prados azules cercados por mallas metálicas. Eso
narra Gabo. Y así ocurría en todos los lugares y países donde llegó la
United Fruit Company.
Ante los imprevistos cambios, los habitantes de Macondo “se
levantaban temprano a conocer su propio pueblo”. La situación
incomodó tanto al coronel Aureliano Buendía quien al ver la
hojarasca expresó irascible: “Miren la vaina que nos hemos buscado
no más por invitar a un gringo a comer guineo”.
Después de narrar las reacciones de los Buendía ante la llegada de
la United, Gabriel García Márquez se toma su licencia literaria para
describir los hechos de la Masacre. En el país, Gabo y el barranquillero
Álvaro Cepeda Samudio, con sus obras La hojarasca (1955), Cien años
de soledad (1967) y La casa grande (1962) consagraron a su estilo este
episodio sangriento de la historia colombiana. No fueron los primeros
en abordar el tema ni serían tampoco los últimos en el continente.
La literatura en Centroamérica ya había resaltado, mucho antes,
los abusos de esta compañía desde principios del siglo XX. Sin
embargo, fue un escritor gringo, O. Henry en 1904, el primero en
poner el tema en la literatura y pronosticar los alcances nefastos de
la compañía bananera en el terreno político, económico y social. O.
Henry, en su novela satírica Cebollas y reyes, fue quien introdujo el
término “banana’s republic” para referirse a Honduras inicialmente.
Solo hasta los años 30, los periódicos norteamericanos hicieron uso
de este término satírico cuando, a los ojos del mundo, la United
decidía el futuro político de los países centroamericanos, quitando
y poniendo presidentes. “Banana’s republic” sigue siendo sinónimo
de Gobiernos débiles y corruptos que obedecen a las pretensiones de
las multinacionales de turno.

300
MAMITA YUNAI

La construcción de ferrocarriles por Mr. Keith, propietario de la


United Fruit, fue lo más parecido a la de la Muralla china, no por la
extensión de su estructura sino por todos los obreros que murieron
erigiéndola. Este hecho inspiró historias en autores latinoamericanos
como el costarricense Carlos Luis Fallas. En su novela Mamita
Yunai: el infierno de las banderas (1941) narra la tragedia de unos
hombres y mujeres que padecen las injusticias sociales a causa de
esta multinacional en la Costa Atlántica del país. Mamita Yunai sería
llamada esta compañía por actuar como una madre proveedora de
bienes, pero celosa e implacable cuando le rechazaba la fruta o les
negaba el riego a los bananeros desobedientes.
Sibaja es el personaje-narrador que cuenta cómo sus amigos
mueren en las selvas de Costa Rica talando bosques y abriendo
montañas para la construcción del ferrocarril. Uno de los amigos
de Sibaja muere aplastado por un árbol y todos sufren el acecho
de los animales rastreros, de insectos y del hambre. Calufa, como
era conocido familiarmente Carlos Luis Fallas, fue al servicio de
la United liniero, peón, ayudante de albañil, dinamitero, tractorista,
entre otros oficios, en la provincia de Limón: territorio en donde
la compañía construyó el ferrocarril en suelo costarricense. La
desesperanza sufrida es narrada en distintos momentos de su novela,
como en este caso:

“Así, cada uno acariciaba sus esperanzas para ir matando el


tedio… ¿Jerez? El viaje a Cuba, a vivir donde su hermana…
¿El otro? El regreso a Nicaragua. Ilusiones de todos los que
entran a la Zona Bananera en busca de fortuna y que se van
dejando a jirones en las fincas de la United. Los linieros viejos
ya no sueñan en nada, no piensan en nada. Sudan y tragan
quinina. Y se emborrachan con el ron grosero que quema la
garganta y destruye el organismo. ¡Hay que embrutecerse
para olvidar el horror en que se vive y en el que se tienen que
morir!”. (p.136).

301
Mamita Yunai refleja un momento en la historia de Costa
Rica marcado por la oscuridad impuesta por la United, donde la
vida gloriosa planteada por esta multinacional contrasta con las
hostilidades de la selva, lugar al que muchos obreros marcharon para
no regresar. El peligro al estar expuesto en la selva, vista como un
“mar verde y tenebroso”, intensifica el drama vivido alguna vez por
Calufa y sus compañeros de explotación.

UN POEMA COMPROMETIDO

Ocho años después, el poeta chileno Pablo Neruda lee la novela


de Calufa y da a conocer su importancia histórica y literaria para
la humanidad. Mamita Yunai, que había pasado inadvertida hasta
entonces, fue reeditada en Chile en 1949. Seguidamente, Neruda, que
sería Premio Nobel de Literatura en 1971, escribe un poema a la United
Fruit Company titulado “La United Fruit Co.”. En su poema canta así:

“Bautizó de nuevo sus tierras / como “Repúblicas Bananas”, /y


sobre los muertos dormidos, / sobre los héroes inquietos / que
conquistaron la grandeza, / la libertad y las banderas, / estableció
la ópera bufa: enajenó los albedríos / regaló coronas de César, /
desenvainó la envidia, atrajo / la dictadora de las moscas, / moscas
Trujillos, moscas Tachos, / moscas Carías, moscas Martínez, /
moscas Ubico, moscas húmedas / de sangre humilde y mermelada, /
moscas borrachas que zumban / sobre las tumbas populares, / moscas
de circo, sabias moscas / entendidas en tiranía” (Fragmento).

Pablo Neruda fue, además de poeta, un hombre activo en la


política y de ideales izquierdistas. No es extraño que su poema
contra la multinacional bananera esté cargado de denuncias y duelo
por los oprimidos.

CENTROAMÉRICA ESCRIBIÓ

La obra de Carlos Luis Fallas también fue decisiva para que


otros empleados de la United escribieran obras literarias, tal es el

302
caso de Bananos (1942) del escritor nicaragüense Emilio Quintana,
y Prisión Verde (1950) del hondureño Ramón Amaya Amador.
Otra obra importante es En Puerto Limón (1950) del tico Joaquín
Gutiérrez, pero no más importante que Murámonos, Federico
(1973), considerada su obra más lúcida.
En Murámonos, Federico un pequeño finquero vende las tierras
a la United después de ser acosado por el abogado de la compañía.
En medio de sentimientos de frustración y rabia, decide vengarse
envenenando las plantaciones.
Es recurrente en las novelas de este tipo que un gringo sea un
pionero y detrás de él venga todo el aparato de administradores,
ingenieros que construyen las vías férreas, canalizan o desvían
ríos, siembran las fincas y sacan fruta en su ferrocarril que luego
sus buques embarcan para vender en los supermercados americanos.
En El Papa Verde, de Miguel Ángel Asturias, ese hombre se llama
Mark Thompson. Es el símbolo del poder imperial que asola selva
y hombres, maniata políticos y tumba Gobiernos desafectos en
desarrollo de su proyecto bananero.
Miguel Ángel Asturias, premio Nobel 1967, paradójicamente
nació el año de la fundación de la UFC, 1899. Asturias es el autor
más importante de los autores centroamericanos antes citados.
Escribió tres novelas sobre la influencia mortal de la compañía en
Guatemala: Viento Fuerte (1950), El Papa Verde (1954) y Los ojos
de los enterrados (1956).
El Papa Verde es considerada una de las mejores novelas
antiimperialistas que ha dado la literatura universal. Mark Thompson,
el Papa verde, decide crear su imperio en Centroamérica, y aspira a
ser presidente de la Tropical Bananera, nombre que recibe la United
en esta historia. Matavi es su contrincante, quien, a diferencia
de Mark, es un hombre sensible y mitológico, esencia del nativo
centroamericano. A la historia la alimentan las estratagemas de
la familia Lucero, que lucha por fundar una cooperativa contra la
Tropical Bananera, igual como sucedió en la Zona Bananera de
Santa Marta, donde un grupo de productores locales trató de fundar,
sin lograrlo, compañías para exportar por su cuenta y riesgo la fruta
a los mercados de Estados Unidos.

303
Los ojos de los enterrados es la última de la trilogía. La crítica la
ha entendido como una suerte de esperanza para el pueblo bananero
guatemalteco. Es una novela inspirada en el Popol Vooh, libro sagrado
de los mayas, y narra el poder de las huelgas y la consecuente caída
del régimen de la Tropical Bananera. Asturias fue uno de los primeros
autores latinoamericanos que rompió con la tradición europea del
realismo y recordó a la literatura latinoamericana que la historia de
nuestros pueblos sigue virgen para las letras. Un espaldarazo para el
“realismo mágico” explotado por Gabo años más tarde.

LA LITERATURA REGIONAL Y EL FENÓMENO


BANANERO

Por cuenta de la huelga de las bananeras (1928) ha corrido mucha


tinta en el país. Podría decirse, sin riesgo a equivocarse, que existe
una literatura bananera para el caso colombiano. La literatura y la
historia se han disputado el tema de la huelga. La literatura, sin
embargo, se apropió del asunto muy pronto, hecho que dio como
resultado un cuerpo de textos bastante significativos por su calidad.
Casi desde los primeros momentos, cuando la huelga se incubaba,
el samario Francisco Gnecco Mozo escribió “Lenine en las bananeras”,
publicado en la revista Cromos, de Bogotá, el 15 de diciembre del
mismo año, a escasos ochos día de los sangrientos hechos.
A este cuento, tal vez premonitorio, siguió la publicación de
Papeles de la Huelga del Magdalena en 1928, un escrito testimonial
y aclaratorio, salido de la pluma informada del poeta y periodista
Gregorio Castañeda Aragón, y publicado en Barcelona en 1931.
Antonio Parada, unos años más tarde, en 1938, publicó “Trapo rojo”,
cuento en el que recrea las condiciones de explotación en que vivían
los obreros por cuenta de la empresa y sus mandadores en las fincas.
La masacre, sin embargo, no ha sido el tema central y dominante.
La vida cotidiana, no siempre fácil en las bananeras, ha sido motivo de
otros textos. El vallenato José Francisco Socarrás, médico siquiatra
que vivió en Ciénaga en los años treinta, aportó varios relatos en
los que describe la vida cotidiana, de tragos, sexo y supersticiones,
dominante en las fincas y pueblos bananeros del Magdalena. Sus

304
títulos son bien reveladores de las intenciones del autor: “La uña de
la gran bestia”, “Al tercer día carnaval” y “El cielo guardó el agua”.
Gabriel García Márquez, en 1955, entonces un muchacho de 28
años, publica La hojarasca, novela en donde por primera vez aborda,
aunque de manera tangencial, los efectos de la presencia de la UFC
en Macondo. La novela ofrece un epígrafe muy diciente:

De pronto, como si un remolino hubiera echado raíces en el centro


del pueblo, llegó la compañía bananera perseguida por la hojarasca.
Era una hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios
humanos y materiales de los otros pueblos, rastrojos de una guerra
civil que cada vez parecía más remota e inverosímil: la hojarasca era
implacable.

LA CASA GRANDE

En 1958, en la revista Mito de Bogotá, Álvaro Cepeda Samudio,


amigo de parranda y aventura literaria de García Márquez, publica
“Soldados”, el primer capítulo de La casa grande, la cual aparecería
en 1962. Este capítulo, casi todo en forma de diálogo, narra la llegada
a Ciénaga del planchón de soldados procedente de Barranquilla. Son
los encargados de acabar con la huelga, según confesión de uno de
los soldados que interviene en el diálogo:

─No tenía que matarlo, no tenía que matar a un hombre que no


conocía.
─Dieron la orden, todos dispararon, tú también tenías que disparar:
no te preocupes tanto.
─Pude alzar el fusil, nada más alzar el fusil, pero no disparar.
─Sí, es verdad.
─Pero no lo hice.
─Es por la costumbre: dieron la orden y disparaste. Tú no tienes la
culpa.
─ ¿Quién tiene la culpa entonces?
─No sé: es la costumbre de obedecer (p.40).

305
La casa grande (1962), cuyo tema central es la disolución de una
familia bananera a causa de sus odios internos y del odio del pueblo,
es, al decir de la crítica y del mismo Gabriel García Márquez, la
primera novela civilizada de la violencia colombiana. Ya en 1954,
el barranquillero Cepeda Samudio había sacado al mercado su libro
Todos estábamos a la espera. El cuento “Hay que buscar a Regina”
es ilustrativo de la vida de explotación a la que era expuesta la mujer
en la Zona. Su trama es la historia de una muchacha, Regina, que,
ayudada por su novio, decide escapar para evitar ser entregada a un
plantador de la región, hombre que la ha comprado a su familia.
Sobre La casa grande, García Márquez escribió uno de los
comentarios más audaces y certeros de la novela:
“La casa grande es una novela basada en un hecho histórico: la
huelga de los peones bananeros de la Costa Atlántica colombiana, en
1928, que fue resuelta a bala por el ejército. Su autor, Álvaro Cepeda
Samudio, que entonces no tenía más de cuatro años, vivía en un
caserón de madera con seis ventanas y un balcón con tiestos de flores
polvorientas, frente a la estación del ferrocarril donde se consumó la
masacre. Sin embargo, en este libro no hay un solo muerto, y el único
soldado que recuerda haber ensartado a un hombre con una bayoneta en
la oscuridad no tiene el uniforme manchado de sangre ‘sino de mierda’”.
Álvaro Cepeda sí vivió con su madre, Sara Samudio, en Ciénaga,
pero después de los hechos. No se equivoca García Márquez al indicar
que en la novela los hechos de sangre quedan al fondo. Muy reveladora,
por otra parte, la sustancia que mancha el uniforme del soldado.
Esta manera de enfrentar la historia, de contar un hecho histórico,
más que parecer arbitraria, como pudieran decir los historiadores,
“es una espléndida lección de trasmutación poética”. Para García
Márquez, Cepeda sometió los hechos sangrientos de la huelga a una
especie de “purificación alquímica”, y solo entregó en su novela “su
esencia mítica, lo que quedó para siempre más allá de la moral y la
justicia y la memoria efímera de los hombres”.
García Márquez remata su comentario de la novela con las
siguientes palabras:
“La casa grande, además de ser una novela hermosa, es un
experimento arriesgado, y una invitación a meditar sobre los recursos

306
imprevistos, arbitrarios u espantosos de la creación poética. Y es,
por lo mismo, un nuevo y formidable aporte al hecho literario más
importante del mundo actual: la novela latinoamericana”.
Se refiere, por supuesto, al notable éxito que empieza a cosechar
la novela hispanoamericana, a la que él mismo contribuiría de manera
decisiva al publicar en 1967 Cien años de soledad. Fenómeno
de renovación de la narrativa del continente que, más tarde, seria
denominado el boom latinoamericano.

AUTORES LOCALES

El tema de la huelga y la masacre siguió alimentando la


imaginación de autores de la región décadas después. En 1964,
Efraín Tova Mozo publica su novela Zig zag en las bananeras, una
obra realista que denuncia el ambiente social y frívolo dominante
al interior de la élite bananera. Cuenta la historia de amor entre un
militar y la hija de un potentado del banano. La historia, la literaria,
pareciera copiar el supuesto o probable affaire entre la cienaguera
Úrsula Rebolledo y Carlos Cortés Vargas, al paso del general por
Ciénaga y Santa Marta.
También el autor Javier Auqué Lara escribe en los años sesenta
y publica en Caracas, en 1969, la novela Los muertos tienen sed. En
esta obra denuncia sin rodeos no solo el proceder del Ejército y el
cinismo de la UFC, sino el accionar político de los dirigentes de la
huelga (entre ellos a Raúl Mahecha), a quienes responsabiliza de la
violencia en que degeneró la huelga.

CIEN AÑOS DE SOLEDAD

Pero, sin ninguna duda, el fenómeno mayor, relacionado con el


tema bananero, correrá por cuenta de García Márquez cuando en
1967 aparece en Buenos Aires Cien años de soledad. La manera en
que cuenta la llegada de la compañía bananera y la forma en que
describe la masacre y el recorrido del tren de 3000 muertos captaron
la atención inmediata de quienes hasta el momento apenas si habían

307
estudiado la huelga y la masacre. El encanto y hechizo de su novela
no solo despertó un interés por el estudio de la huelga, sino que
algunos historiadores, sin mayores cuentas, aceptaron como palabra
de Dios que los muertos de la Plaza de la Estación de Ciénaga fueron
3000, ni uno más ni uno menos. El apartado en donde relata, en la
plaza de Macondo, en los minutos previos a la orden de disparar,
es uno de los episodios más citados de la novela cumbre de Gabo.
“¡Cabrones! —gritó (José Arcadio Segundo) —. Les regalamos el
minuto que falta”.
Gabo narra los hechos como sigue:

Al final de su grito ocurrió algo que no le produjo espanto, sino una


especie de alucinación. El capitán dio la orden de fuego y catorce
nidos de ametralladoras le respondieron en el acto. Pero todo parecía
una farsa. Era como si las ametralladoras hubieran estado cargadas con
engañifas de pirotecnia, porque se escuchaba su anhelante tableteo, y
se veían sus escupitajos incandescentes, pero no se percibía la más
leve reacción, ni una voz, ni siquiera un suspiro, entre la muchedumbre
compacta que parecía petrificada por una vulnerabilidad instantánea.
De pronto, a un lado de la estación, un grito de muerte desgarró el
encantamiento: ‘Aaaay, mi madre.’ (p.126)

Después de la masacre vinieron las especulaciones. Atónito, José


Arcadio Segundo contaba alrededor de tres mil muertos, pero nadie
fue capaz de acercase a su cifra, pues, una vez cayó el aguacero
del 6 de diciembre y lavó los ríos de sangre, para los habitantes de
Macondo no hubo muertos jamás.

OBRAS LOCALES RECIENTES


Después de García Márquez, en el plano exclusivamente literario,
otros autores de la región como Guillermo Henríquez Torres, Ramón Illán
Bacca y Clinton Ramírez han tratado desde distintas esquinas y visiones
la vida bananera, dejando atrás un tanto la masacre para abordar otros
aspectos de la sociedad bananera, menos espectaculares y mediáticos.
De Ramón Bacca puede mencionarse su clásico cuento “Si no
fuera por la Zona Caramba”, en el que recrea el baile de pre-carnaval

308
que la sociedad samaria organizó en honor a Carlos Cortés Vargas,
a menos de tres meses de los sangrientos hechos. De su risueña
inventiva es el cuento “En la guerra no hay manzanas”. En este
texto, como en el “Príncipe de la baraja”, la élite samaria concentra
todas las atenciones de su astuta mirada crítica. “En la guerra no
hay manzanas” se cuenta, desde la visión de un niño, los años de
asfixias que padecieron la Zona y la élite samaria al suspenderse
los envíos de la fruta a los mercados de Estados Unidos y Europa.
El fin de la guerra, al conocerse en Santa Marta, será motivo de
regocijo y desfiles, porque su fin significa que la UFC y su Flota
Blanca regresarán con los dólares y las manzanas de California y los
jamones de Virginia.
Guillermo Henríquez es autor de varias obras de teatro como
El cuadrado de Astromelias y novelas como Fruta sabrosa. En
ellas retrata, a ratos de manera alucinante y onírica, el esplendor y
decadencia de la aristocracia bananera de Ciénaga. Su cuento “Un
día antes” capta con dos o tres rasgos el ambiente que reinaba en
Ciénaga el 5 de diciembre de 1928, la noche víspera de la masacre.
Ese día, de máxima agitación en la Estación de Ciénaga, coincide
con el arribo al puerto de Las Mercedes, procedente de Barranquilla,
de la Selección Magdalena de fútbol, campeona en los juegos de
Cali. Escribió, asimismo, El misterio de los Buendía (2005), libro
capital en el que estudia las fuentes reales e históricas de Cien años
de soledad, un tema al que ha dedicado cuatro décadas de su vida.
Un libro valioso porque, además de examinar las fuentes de los
personajes y motivos de la novela de Gabo, es, de alguna manera,
una historia social y cultural de una región marcada por la presencia
de la compañía americana.
Finalmente, el cienaguero Clinton Ramírez C. ha escrito novelas
y cuentos en donde examina la sociedad bananera de Ciénaga antes
y después del retiro de la UFC. Destacan las novelas Las manchas
del jaguar (1988) y Vida Segura (2005). Esta última gira en torno a
las fobias, amores y muertes de un potentado bananero. Sus cuentos
“Una vez el paraíso”, “Extraños en la noche”, “Te enviaré rosa de
Beirut”, “Papá salió al jardín” y “El chico del correo” son piezas
que dan cuenta de la cotidianidad bananera con una intensidad y

309
naturalidad propias de quien vivió en sus fincas y pueblos ardientes.
Apartadas de los tópicos de la violencia y la condena, la obra de
Clinton Ramírez ilustra la soledad de los pueblos bananeros, la lucha
de los jóvenes que aprenden a ganarse la vida a temprana edad, los
enfrentamientos de un administrador bananero con los huracanes, y
las exquisiteces y extravíos de los potentados del negocio. Es una
obra para la que el crítico francés Jacques Gilard acuñó la expresión
“nostalgia crítica”.
De Las manchas del jaguar, el crítico literario Teobaldo Noriega
anotó en su estudio “Las manchas del jaguar, de Clinton Ramírez:
El penoso trabajo de la memoria”: “Esta novela de Clinton Ramírez
prefigura un singular espacio ficticio que se proyecta ante el lector
como luctuosa galería de voces; diseminados ecos que intentan
reconstruir el pasado de un conglomerado humano del cual ahora
solo quedan los evidentes destrozos dejados por el tiempo”. A este
esfuerzo de la memoria, notorio en la obra de Clinton Ramírez, es el
que Jacques Gilard denominó una nostalgia crítica. Para Noriega es
justo “ese sentimiento de nostalgia o angustia ante el vacío que le deja
el recuerdo de ese otro mundo ya perdido, como su escritura se lanza
a una penosa tarea de rescate”. La novela encierra, según Noriega,
“una visión angustiante, desoladora, consecuencia de las asperezas
del tiempo”. Una desolación y angustia que todavía, anotamos acá,
puede percibirse en los rostros, las fincas y las edificaciones de los
pueblos de la Zona Bananera.
El mundo bananero no es un universo agotado para la historia y
la investigación. Mucho menos lo es para la imaginación literaria.
La huelga y la masacre solo fueron su detonante inicial. Los autores
posteriores a García Márquez y Cepeda Samudio supieron trascender
la espectacularidad de la masacre, ahondando en la desolación de los
pueblos bananeros y los prejuicios de sus élites, siempre deseosas de
un nuevo regreso de la Mamita Yunai.

310
Portada La horasca, edición Norma. Portada La casa grande, edición
norteamericana.

Trilogía de novelas bananeras de Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel 1967.

311
Portada Mamia Yunai, Editorial Platina.

Gregorio Castañeda Aragón, Barcelona 1931. Javier Auqué Lara autor de la novela Los
Archivo: Guillermo Henríquez. muertos tienen sed, 1969.
Archivo: Guillermo Henríquez.

312
Ramón Illán Bacca, escritor. Guillermo Henríquez Torres, escritor.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle. Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

Clinton Ramírez, escritor. Refiriéndose a Ciénaga, nota de Gabo para


Foto: Annabell Manjarrés Freyle. Guillermo Henríquez: “Para Guillermo
en memoria de la ciudad fantasma, de los
pianos de cola y del galeón del embuste-
embuste, con un gran abrazo de su paisano,
Gabriel. 1972”. Ciénaga, 2015.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

313
José Rafael Dávila con uno de sus álbumes.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

José Rafael Dávila, protagonista y testigo


de la belle époque bananera41

En 1936, José Rafael Dávila y su familia de Santa Marta fueron


a visitar a sus tías en Bruselas, ciudad donde residían desde hacía 14
años. Allí pasó ocho meses de vacaciones. Su estancia coincidiría
con los Juegos Olímpicos de Alemania. Era un niño de 12 años
cuando él y su familia, sentados a pocas sillas de Hitler, quedaron
impactados no solo con la cantidad de banderas enarboladas con
la cruz esvástica o con el dirigible Hindenburg que sobrevolaba el
Estadio Olímpico de Berlín, sino con el carisma y fuerza del dictador
alemán, quien aprovechó para vender en su discurso de apertura una
poderosa y aria Alemania nazi.
41. Publicado en el blog annabellmf.wordpress.com el 18 de agosto de 2017 y en el portal web de la
revista Este lado arriba en su edición de agosto de 2017.

315
“Ni siquiera Mussolini era tan espectacular”, recuerda en el sofá
de su apartamento de Santa Marta, 81 años más tarde. Después de
su viaje a Berlín, visitaron Roma. Llegarían una mañana de agosto
a la Plaza Venezia, lugar donde Mussolini ofrecería su discurso de
bienvenida al Ejército italiano, que había masacrado en Abisinia a
millones de etíopes.
Las fotografías de sus viajes a Europa se conservan en los
voluminosos álbumes familiares que José Rafael Dávila conoce al
dedillo. De cada foto posee una anécdota. A sus 94 años evoca detalles
de una noche de tormenta, en medio de la vastedad del Atlántico, a
bordo del Queen Mary, un transatlántico recién inaugurado y famoso
por su lujoso decorado Arte Decó. En la Segunda Guerra Mundial,
le recuerdo, el Queen Mary sería utilizado para transportar tropas
australianas a los frentes de guerra.
Su hija Mercedes suspende la charla que sostenemos en la
confortable sala de su apartamento, para ofrecernos algo de beber.
Hablar con José Rafael Dávila es transportarse en una nave del
tiempo sin posibilidad de regresar intactos del viaje. Mercedes me
pide ayuda para acomodar uno de los pesados álbumes de fotografía
que José Rafael sostiene en sus piernas. Con una mano pasa las
páginas y con la otra sostiene su bastón, algo desgastado en el mango.
¿Cómo logra —me pregunto— recordar tantos hechos, opinar sobre
los mismos y llamarme por mi nombre con tanta familiaridad, como
si nos hubiésemos conocido en el siglo pasado?
“Háblale duro para que pueda escucharte”, me sugiere Mercedes.
Trato de hacerlo pero José Rafael, concentrado en sus fotografías, me
habla de la carta del menú del Queen Mary que acaba de encontrar en
el álbum. La carta tiene fecha del 17 de octubre de 1936, momento en
que el transatlántico regresa desde Londres al puerto de Nueva York.
“Conocí también a Leopoldo III de Bélgica, y después tuve la
grata sorpresa de verlo aquí en Santa Marta. Deja que te cuente eso:
él se bajó en Gaira. Acompañé a los periodistas de El Tiempo a cubrir
la visita del rey. Eso fue por los años 50, creo que en el 52. Por cierto,
el rey Leopoldo estuvo en Cincinnati, la finca de la familia Flye en
Minca, y también visitó la Quinta de San Pedro Alejandrino. Allá

316
debe estar su firma en el libro de visitantes”, me explica sin que
medie pregunta de mi parte.

RECORDANDO A “MAMITA YUNAI”

Las historias vienen a su mente con tanta velocidad que pasa


de un siglo a otro sin darse cuenta, y tiene tanto que contar que es
necesaria la intervención de Mercedes para moderar la conversación.
“No, papá: ella quiere que sigas contando sobre tu vida en
Europa”, le aclara Mercedes.
“Ah, la belle époque”, empieza diciendo. “Era más fácil viajar a
Europa que viajar a Bogotá. Mussolini era muy teatral, lo recuerdo.
Gaitán, que estudió Derecho en Roma, le captó muchos de sus
trucos”. Me indica que el número de muertos en la plaza de Ciénaga,
en 1928, fue algo muy exagerado, que “Gaitán, aprovechando la
coyuntura política, hizo un gran debate al Gobierno de turno”.
Sin más, pasamos de la historia universal a uno de los episodios
más violentos de nuestra historia nacional. “Cada quien habla de
la feria según cómo le fue en ella”, anota. Respecto de los hechos
de la masacre de las bananeras, dice: “También vino María Cano,
contagiando a los obreros con sus ideas marxistas. Había algunos
descontentos, pero quiero aclarar que los obreros de United eran
los mejores pagados de la clase obrera en Colombia. Todo fue
manipulado por el comunismo”.
Dávila considera que el episodio de la masacre de las bananeras
requiere ser examinado con más objetividad. La mayoría de
estudiosos están influidos, según él, por los historiadores comunistas,
seudo-comunistas o izquierdistas.
Las Noguera Ángulo, tías de José Rafael, habían heredado fincas
de banano. El comienzo del siglo XX fue una época de muchas
facilidades y privilegios para los de su clase social. La United Fruit
Company rentaba los predios de cultivos a los propietarios de las
fincas a cambio de jugosas sumas en dólares. La mayoría de estos
propietarios pertenecían a tradicionales familias de Santa Marta.
Algunos eran descendientes de españoles, como los Dávila, herederos

317
de familias dominantes, pero con menor poder que sus homólogos
de la aristocracia Cartagenera o que los hijos de las nuevas fortunas
acumuladas en Barranquilla gracias al comercio internacional. Otros
beneficiarios, explica, fueron los militares liberales, que recibieron
tierras como parte de los acuerdos de paz, una vez se firmó el Tratado
de Neerlandia (1902), que buscó darle fin a la Guerra de los Mil días.
Dávila, al igual que muchos hombres y mujeres de su época,
sigue pensando que la intervención de la United Fruit Company
trajo prosperidad a la Zona Bananera. La compañía bostoniana abrió
canales de riego, construyó puentes, trajo las telecomunicaciones
tendiendo líneas telegráficas y estableció en la Zona los famosos
comisariatos, que eran súper tiendas donde vendían los mejores y
más sofisticados productos importados por la Flota Blanca desde los
Estados Unidos. En los comisariatos, me dice, se vendían jamones,
quesos, camisas Harrow, los famosos muebles Tonet que aún decoran
las casonas de Ciénaga y Santa Marta, además de zapatos de finas
marcas, cervezas, juguetes electrónicos, bicicletas…
“Por eso te dije que cada quien habla de la feria según le
vaya en ella”, reitera. “En esa época se comía mejor aquí que en
Bogotá, porque la United traía la mejor comida que existía, y los
departamentos médicos eran de excelente calidad. El de Sevilla, el de
Riofrío eran muy grandes y con toda clase de servicios”, puntualiza
sin retirar los ojos de una fotografía en la que aparece un grupo de
enfermeras y doctores norteamericanos sentados en el jardín del
antiguo hospital de la United. Hoy funciona en la edificación la
Clínica Cardiovascular de Santa Marta.
Los comisariatos han sido bastante estudiados por la economía
y la historia. Está probado que los obreros, a quienes la United
pagaba los jornales con vales, solo podían adquirir con ellos bienes
de consumo básico.

YO VIVÍ LA BRUSELITIS

Con sus tías conoció Bélgica, Francia, España, Alemania, Italia,


Suiza, Holanda, Luxemburgo, Inglaterra y Austria. El dólar estaba

318
a la par del peso. Quienes tenían negocios con la United Fruit
Company podían tomar un barco de la Flota Blanca con rumbo al
puerto de Bruselas o Ámsterdam. En Bruselas vivían las adineradas
familias samarias y cienagueras: los Riascos-Labarcés, los Pinto, los
Dávila, los Noguera, los Henríquez, los Morán, los Álvarez-Correa
y mucha más gente a la que los negocios con la “Mamá Yunai” le
permita tales privilegios.
Era la época de la llamada “bruselitis”, una expresión derivada
de palabra brucelosis (enfermedad del ganado), acuñada para
bautizar la costumbre de la élite local de vivir en Bruselas, Bélgica.
Las rentas que la compañía bostoniana pagaba a estos empresarios
eran giradas en cheques en dólares a Bruselas, Nueva York, París,
Londres, Ámsterdam o a cualquier ciudad donde residieran estas
familias. Gracias a estos dineros construyeron grandes mansiones de
aspecto neoclásico a imitación de los barrios victorianos de Londres
de la segunda mitad del siglo XIX. En la Avenida del Libertador
de Santa Marta y en el Centro Histórico de Ciénaga, aún se pueden
apreciar espectaculares fachadas de este tipo de arquitectura.
“Yo tuve la suerte de vivir la bruselitis”, dice José Rafael. “Todo
era dolce vita. Una época deliciosa. En fin, una cosa que no volverá a
suceder”, puntualiza. También es enfático en señalar que ese periodo de
“nuestra historia ha sido castigado injustamente por los historiadores”.
De la bruselitis recuerda a otras familias aristocráticas que
también disfrutaron de las bondades de Mamita Yunai: “Carlos
Olarte, un hijo de don Pacho Luis Olarte, hermano de María del
Carmen, se casó con una mujer bellísima llamada Susana, quien
llegó a ser Miss Belga. Recuerdo a Rafael Lafaurié, bacteriólogo;
a Armando L. Fuentes, abogado; a la familia Fuentes-Guardiola. El
abuelo de ellos vivió en Bélgica. Darío Hernández Díaz Granados,
el famoso pianista que estudió en el Conservatorio Real de Bruselas,
fue un artista interesante, pero cometió el error de quedarse a vivir
en Santa Marta. El general Ramón Demetrio Morán de Ciénaga, sí se
quedó en Bruselas, murió allá. Ramón dejó descendencia: entre ellos
los Sumbatoff”. Su memoria y su habla son incontenibles. Busco
la mirada de Mercedes en señal de ayuda. Es mucha información

319
que me cuesta asimilar en el momento. Afortunadamente, pienso, mi
grabadora tiene batería de sobra.
La dolce vita duró cerca de medio siglo. La Segunda Guerra
Mundial (1939-1945) supuso, con la interrupción del comercio
bananero, un duro golpe para la economía y la vida de placeres de
las élites locales. El golpe definitivo comenzó con el Mal de Panamá,
enfermedad que afectó el cultivo de banano Gros Michel, siendo
uno de los motivos para que la United se trasladara a la Zona de
Urabá, donde, además de haber tecnificado el transporte de frutas,
sembraban una especie más resistente a las enfermedades y los
vientos. Se volvió costoso sembrar en la Zona Bananera. “Las tierras
—anota José Rafael— eran menos productivas, tampoco había plata
para tecnificar las fincas a la velocidad que exijan los mercados e
imponían los competidores de Urabá y Ecuador”.
Los espejismos, a finales de la década de 1960, se desvanecieron
delante de los ojos melancólicos de los aristócratas arruinados. La
bruselitis pasó a ser un recuerdo increíble y tema de las obras de
escritores como Álvaro Cepeda Samudio (La casa grande, 1962). El
mismo Gabriel García Márquez fabuló el fenómeno en Cien años de
soledad (1967), representándolo en Amaranta Úrsula, la chica flapper
inspirada, tal vez, en Úrsula Revolledo: la joven más extrovertida y
audaz de la Zona Bananera de aquella época.
“Fue la debacle —se lamenta José Rafael—: se vivía muy
estrechamente. Al menos mis tías tenían El Alambique. Era una finca
que comprendía lo que hoy son los barrios Los Ángeles, Bavaria y
La Esperanza en Santa Marta. Colindaba con El Piñón, propiedad
de José Francisco ‘Chepe’ Riascos; aún existe con una casa colonial
allí”, aclara. De hecho, desde el balcón de su apartamento en el
edificio Torres del Mayor, logra verse la quebrada Tamacá y la
entrada de la hacienda El Piñón entre los urbanizados predios que un
día pertenecieron a la aristocracia criolla. En efecto, esta hacienda,
hoy casa de residencia de los Zúñiga-Riascos, queda en el popular
barrio La Ciudadela 29 de Julio, en cuyas calles crecí.
“Mis tías”, regresa la voz de José Rafael, “tenían en El Alambique
hortalizas y unas vacas. En la época en la que se dejó de exportar
banano, nos mantuvimos con una lechería”, precisa.

320
Fue una época crítica para la economía y la sociedad bananera.
La suspensión de la producción y el envío de banano a Europa y
Estados Unidos significaron un fuerte golpe para el empleo y el
consumo, como han insistido algunos estudiosos. Miles de hectáreas
(más de 15 mil) fueron presas de la maleza y las enfermedades, y
miles de obreros de las fincas, el ferrocarril y el puerto de Santa
Marta quedaron cesantes. Esto explica que, durante el gobierno de
Eduardo Santos (1938-1942) se aprobara para el Magdalena, siendo
gobernador José Benito Vives (1939-1941), un plan de fomento para
mitigar el desempleo de los obreros. Este plan estuvo compuesto por
una serie de obras como El Teatro Santa Marta y el Hotel Tayrona
en la capital del departamento, y el Hospital San Cristóbal y el Hotel
Tobiexe en Ciénaga, entre otras.
Los hombres del banano, tanto en Santa Marta como en Ciénaga,
añoraban el regreso de la United, como escribió Cepeda en su columna
“Al margen de la ruta”, luego de una de sus visitas a Ciénaga: “Este
hombre arruinado que va a la playa a soñar con el fin de la guerra y la
vuelta a la holgura con el regreso de la Compañía Frutera, ve surgir
del seno de su mar, en vez de la redada rica en peces que brillan al
sol, el espejismo ilusorio de la mata de guineo”.
Pero Dávila no solo tiene testimonios de los beneficios de
la bruselitis para su clase social. Los obreros, según él, también
tuvieron su bruselitis. “Vivían tan bien que algunos hasta tenían
dos mujeres de planta”, dice. Era corriente que después del pago
de quincena, los trabajadores, braceros y operarios del ferrocarril
salieran a las cantinas y bares de Santa Marta a beber, jugar cartas y
ruletas, además de requerir servicios sexuales.
Me hace ver que los más famosos prostíbulos, en los primeros
sesenta años del siglo XX, estuvieron ubicados en Santa Marta en las
calles 8 —Calle de las Piedras— y 11 —Calle Cangrejal—.
“Las prostitutas eran muy deseadas por clientes de todas las
clases sociales”, recuerda. “Algunas eran muy llamativas y vestían a
imitación de sus homólogas francesas de los bares de Montparnasse,
pero eran colombianas a pesar de sus fingidos acentos”, precisa.
Pero no todos los obreros y operarios participaban del espejismo.
Muchos apenas ganaban para comer guineo de rechazo con pescado,

321
sobre todo los que residían, en precarias viviendas, en los límites del
puerto y el desaparecido barrio El Ancón.

UNA ADOLESCENCIA EN EL BALNEARIO

Un adolescente Rafael Dávila Ángulo salía por las tardes al


camellón de la bahía. Vestía de lino blanco y llevaba sombrero para
enamorar a las muchachas. Ellas, vestidas con trajecitos de muselina
y sombreros de ala ancha, solo podían estar allí hasta las seis de la
tarde. El punto de encuentro solía ser el desaparecido Club Balneario,
ubicado en la Carrera 1ª, sobre el malecón, en los límites de las
actuales instalaciones de la Sociedad Portuaria de Santa Marta.
“Los bañitos eran de estilo cubano, muy bonitos. Tenían una especie
de camarotes para bañarse. Había restaurantes, heladerías y bares
frente al mar”, anota José Rafael Dávila con una precisión admirable.
En una ciudad de pocos atractivos turísticos, el Club Balneario
era lo in. De la imponente infraestructura solo quedan viejas
fotografías de archivo, y tuvo que ser demolido para ampliar el
puerto marítimo de Santa Marta. Este club fue construido en 1930
por la familia Dávila-Riascos. En 1949, siendo Mariano Ospina
Pérez el presidente de Colombia, Jorge Leiva, ministro de Industria y
Comercio, supervisó personalmente la demolición de este atractivo.
“Recuerdo que el ministro dijo: ‘Voy a Fundación en tren; de
regreso, este balneario debe estar tumbado’. A su regreso lo habían
demolido. Nos quedó sólo la Estación del Ferrocarril, que era el
centro de la vida económica de la ciudad”, agregó.
El arquitecto Álvaro Ospino Valiente, en su libro Santa Marta,
urbanismo y arquitectura, dedica unos párrafos a analizar la historia
de esta mítica edificación. Dice que fue la primera obra insigne
del art déco en la ciudad y que la sociedad samaria reclamaba
un establecimiento de tales características. Fue concebido como
una obra de ornato para la Bahía de Santa Marta con motivo del
centenario del fallecimiento del Libertador Simón Bolívar.
“El lugar constaba de una sola planta, organizada a través de
un gran patio interior, enmarcada por un pabellón central donde

322
ubicaron un mostrador para el expendio de frutas, dulces, confituras,
helados, café y bebidas refrigerantes. Dos salones para que los
clientes pudieran leer periódicos, revistas nacionales o extranjeras
de manera gratuita; además de ocho habitaciones en cada uno de los
extremos donde ubicaron servicios sanitarios”, escribe Ospino.
El historiador agrega detalles de la estructura del edificio: tenía
una terraza posterior con escalera hacia el mar, donde podrían
contemplarse los atardeceres de la bahía degustando una bebida. El
Club Balneario ofrecía además un gimnasio especial, trampolines,
alquileres de botes livianos y chivas para transportar a los turistas.
“Ombe, Santa Marta era mejor antes”, dice José Rafael. “La
sociedad era muy pacata; sí, pero muy sana. Uno iba a charlar con las
amigas en el camellón. Ellas lucían sus mejores trajes. Todo era muy
diferente y nos tratábamos con mucho respeto. Los hombres nos
quitábamos el sombrero para saludarlas. Santa Marta era la ciudad
de los pianos: los muchachos tenían patines y las mujeres, un piano
de cola en sus casas, pero eso ya no volverá más. Acabaron con el
balneario y también con el barrio El Ancón y con Taganguilla, que
eran tan bonitos que la vez que fuimos a Capri, Italia, dijimos que El
Ancón era más hermoso”, remata algo fatigado, pero con la mente y
el cuerpo transportados a sus vacaciones europeas de 1936.
José Rafael destaca de sus recuerdos en el Club Balneario la
existencia de una pista de patinaje. La recordada pista sería para los
de su generación un escenario en el que la música, la moda y el boom
de los patines marcaron la belleza de los soñados años 50, una vez la
reanudación del negocio bananero trajo un nuevo aire a la aristocracia
samaria, en lo que sería la última fase de la bruselitis, sepultada, a
principios de los setenta, por la fiebre de las Rangers y los gatillos,
instrumentos mortales de la bonanza marimbera (1976-1985).

EL INFORMANTE DE RAMÓN ILLÁN BACCA

Llegamos a un tema ineludible, la amistad con su primo Ramón


Illán Bacca, de cuya obra José Rafael es informante de primera mano
y personaje.

323
“Sí, mi primo Ramoncito es un hombre muy valioso. Un escritor
con un registro muy personal en la literatura colombiana”, me dice.
“Como yo soy mayor que él, me ha tocado toda la vida aclararle
episodios de la vida familiar y la vida de la ciudad, que él ha sabido
utilizar con mucha gracia en sus novelas, cuentos y crónicas”.
Se queda pensando un momento, escarbando en sus recuerdos.
Al fin expresa: “Él me ha hecho el favor de incluirme en uno de
esos cuentos”.
Ramón Bacca es primo de José Rafael y fue criado y educado
por las mismas tías Noguera Angulo, “las tías victorianas” a las
que se refiere Ramón Bacca en sus “Notas para una improbable
autobiografía”. José Rafael y Ramón crecieron en la Calle del
Pozo (calle 18), entre 4ª y 5ª, del Centro Histórico de Santa Marta,
sector donde vivían los potentados bananeros en sus cómodas
casas republicanas. Ramón es un escritor clave para entender las
intimidades de la bruselitis y de la vida de la élite en Santa Marta:
“Este mundo con películas de Shirley Temple y con un retrato
de la reina Astrid de Bélgica en la sala, afortunadamente era
contrapesado por los dramones mejicanos que veía en el gallinero
del ‘Rex’ (teatro), al que llegaba por las noches escapándome por el
techo”, escribe Bacca.
Algunos cuentos en donde examina la vida de esplendor y
afugias de la élite samaria son: “Si no fuera por la Zona, caramba”,
“El príncipe de la baraja” y “En la guerra no hay manzanas”.
En “Si no fuera por la Zona, caramba”, por ejemplo, Bacca
recrea con sorna el famoso baile que la sociedad samaria organizó
en honor a Cortés Vargas, en el Carnaval de 1929, meses después de
la masacre de las bananeras:

— ¿Esta gente está loca, no? ¿Cómo se les ocurre hacerle un


homenaje a un carnicero de éstos?
Pero su tío y dueño del único periódico de oposición, el Fiat Lux, no
le acompañó en la indignación, sino con voz tranquila le respondió:
—Te entiendo perfectamente, pero tenemos que ir.
(…)

324
— ¿Si vamos al homenaje cómo vamos a explicar el cambio de
posición a nuestros lectores? —le dijo.
—Cuando apoyamos la huelga era otro momento. A los comerciantes
nos interesaba que desaparecieran los comisariatos. Pero después de
lo que pasó las cosas han cambiado.
Y añadió:
—Recuerda que lo que nos da de vivir es el almacén, no el periódico”.

Ramón Bacca, como puede observarse en su texto, saca a relucir


las contradicciones de la élite samaria y se aparta del pensamiento
dominante en su familia.
“Las tías nunca vieron bien que Ramón escribiera; ellas lo
educaron para que fuera abogado y un alto funcionario del Estado”,
me comenta en voz queda, como si fuese un secreto de inteligencia.
“El salió nadaísta y escritor”, remata de buen humor. “Yo siempre lo
apoyé. Repito, es un hombre valioso”.
Su respuesta alude a los años en que Ramón Bacca estudiaba
Derecho en Medellín y entró en contacto con algunos miembros
del nadaísmo, entre ellos Gonzalo Arango, el líder espiritual de esta
mediática secta literaria.

LA POESÍA Y LOS CARRANZA

Desde su adolescencia, José Rafael leía toda la poesía moderna


que se le cruzaba en el camino. Charles Baudelaire, Paul Verlaine,
Arthur Rimbaud, Gustavo Adolfo Becker, José Asunción Silva,
Federico García Lorca, Pablo Neruda y el colombiano Eduardo
Carranza siguen siendo sus autores favoritos. La biblioteca de su
habitación conserva obras de estos queridos nombres.
El poeta Carranza, profesor suyo de Literatura en el colegio La
Quinta de Mutis de Bogotá, fue uno de sus grandes amigos. De él y
su hija, María Mercedes, guarda muchas anécdotas.
“Ellos me apreciaron mucho. De qué no hablaba yo con Eduardo
Carranza. No soy escritor ni nada, pero viví la poesía íntimamente

325
por él. Al maestro Carranza lo inspiraban las cosas sutiles”, me
explica señalando una foto del poeta sentado en La Sibara, finca de
Minca, propiedad de José Rafael.
“Allá —observa— viendo el cielo y las montañas, fue donde se
inspiró para escribir su poema ‘Azul de ti’”. Apartando la mirada
de su álbum y cambiando el tono de su voz, recita de memoria los
primeros versos del poema: “Pensar en ti es azul, como ir vagando /
por un bosque dorado al mediodía: / nacen jardines en el habla mía /
y con mis nubes por tus sueños ando”.
En los recuerdos de José Rafael vaga el poeta Carranza
inspirándose en las heladas aguas del río Minca y en los atardeceres
de Taganga, donde el escritor tuvo una casa, exactamente en Playaca,
una de las playas de este balneario. Entre las fotografías más famosas
de María Mercedes Carranza en su juventud, hay una que le tomó
el mismo José Rafael Dávila en Taganga. En ella, María Mercedes
luce un sombrero de flores de papel y lleva el cabello sobre el rostro
sonriente. Ya para entonces ella escribía poemas, me confirma.
“Siempre he lamentado que a los Carranza nos les haya ido bien
en Taganga. A su casa le arrojaban piedras, intentaron desvalijarla y
por ese motivo tuvieron que mudarse”, confiesa.
A sus años, no lee mucha poesía, pero sí escucha poemas en
las voces de sus autores. Posee una larga colección. Me regala,
precisamente, un CD con poemas de su amigo Carranza.

LA GESTIÓN CULTURAL

Al regresar de Bogotá, a finales de la década de los cuarenta,


José Rafael Dávila se convirtió en uno de los gestores culturales más
proactivos de la ciudad. Su amor por las actividades de la cultura
y el arte lo debe en parte a sus viajes a Europa, a su amistad con
importantes escritores colombianos, pero sobre todo al impacto que
produjo en él la conmemoración de la muerte del Libertador Simón
Bolívar en 1930, cuando solo era un niño de escasos siete años. Para
él no ha habido en Santa Marta un evento similar.

326
Con la inauguración del Teatro Santa Marta en 1949, un grupo
de samarios se une para crear la Sociedad de Amigos del Arte, la
cual obtuvo interesantes logros para la escena cultural local. José
Rafael Dávila —vicepresidente de la sociedad—, el médico Orlando
Alarcón —presidente— y otros samarios de la época trajeron de
Europa importantes compañías de teatro, de ballet y célebres músicos
para amenizar el calendario del Teatro Santa Marta. En la Sociedad
de Amigos del Arte figuraron, además, Alberto Castañeda, Rosario
Campo, Francisco Loeble, Rita Armenta de Dávila y Hernando
Pacific Robles. Sus actividades se extendieron hasta mediados de
los años 70.
Gracias a este grupo de gestores culturales, en el Teatro Santa
Marta se presentaron recitales de La Orquesta de Praga, el pianista
Daniel Abrams; los violinistas Lewkowickz y Olav Roots, quienes
una década después de inaugurado el Teatro engalanaron esos
últimos años de lujo y esplendor de la bruselitis.
José Rafael Dávila conserva en sus álbumes los carteles
publicitarios que invitaban a los samarios a ver “las presentaciones
del Ballet de París de Miskovitch en 1959; la Orquesta de Arcos
de Milán, 1960; el concierto del pianista Alfred Brendel, 1961; el
concierto del pianista Harold Martina, 1974, y la presentación de la
Orquesta Sinfónica de Colombia, 1975”, como registra el arquitecto
Ospino Valiente, un estudioso de esta época, en su libro El Teatro
Santa Marta, ícono cultural de Santa Marta.
Además de promover la cultura en Santa Marta, la Sociedad
de Amigos del Arte, con Rafael Dávila como vicepresidente, crea
el primer cine club de la ciudad, inaugurado con obras maestras
del surrealismo italiano. Recuerda con mucha picardía la película
francesa Los tramposos, dirigida por Marcel Carné.

AQUELLA PARRANDA VALLENATA EN ARACATACA

A José Rafael Dávila y al joven Gabriel García Márquez los


unía el pasado. Unos meses antes de que Gabo publicara Cien años

327
de soledad (1967), se reencontraron en Aracataca en el Festival
“Aquella Parranda Vallenata”, de la cual quedan unas tiras de fotos
que José Rafael Dávila capturó.
“Yo conocí a Gabito en Bogotá, en el año 45. Inclusive, él
estudiaba en Zipaquirá, pero llegaba a visitar a sus amigos costeños
en la residencia donde yo vivía, ubicada en la calle 15 Nº. 10-96, una
casa vieja donde vivió Marco Fidel Suárez después de ser presidente.
Yo era el único samario. Gabito iba los domingos y festivos a verse
con sus paisanos que vivían allí”.
Los Dávila y la familia de García Márquez eran oriundos
de Barrancas, La Guajira. Un pasado del que José Rafael tiene
consciencia porque la misma Luisa Santiaga, madre de Gabo, le dijo,
la última vez que lo vio, que cada vez se parecía más al viejo Rafa y
que gracias a ella sus padres se enamoraron. “Yo era la que le llevaba
los papelitos a tu mamá cuando vivíamos en Santa Marta”, le decía
la madre del novelista siempre de buen humor.
En un viaje de regreso a Santa Marta, en el barco David Arango,
Gabo y Rafael se encontraron y hablaron de la familia y la amistad.
Eso sería antes de volver a reencontrarse en Aracataca en el año 1966.
“Yo fui a Aracataca, en compañía de Jaime y Luis Enrique García
Márquez, porque Gabito llegaba de Cartagena a su tierra natal, invitado
por su amigo José R. Durán Porto. Armado de mis cámaras, fui a
saludarlo y le hice varias fotos. Estaban con él Rafael Escalona, Nicolás
“Colacho” Mendoza y Álvaro Cepeda Samudio. Recuerdo perfectamente
a este último: un hombre fabuloso, lleno de energía”, dice.
José Rafael Dávila fue el fotógrafo oficial de ese evento. Esta
parranda fue financiada por la cervecería Águila, del empresario
Julio Mario Santodomingo. Su hermano, Alberto Mario, estuvo en
representación de la empresa. Los Santodomingo eran amigos de
Cepeda Samudio, organizador del evento junto a Rafael Escalona y
Gabo. También asistieron a esta parranda los acordeoneros: Alfredo
Gutiérrez, Alberto Pacheco, Julio de la Ossa, Armando Zabaleta,
Luís “Mello” Pérez y Andrés Landero, mucho de los cuales fueron
reyes vallenatos, recuerda José Rafael con nostalgia y orgullo de
haber vivido uno de los momentos más interesantes en la historia de
la música vallenata.

328
Allí, en esa famosa parranda —según carta de Jaime García
Márquez—, José Rafael y Gabito “garrapatearon la idea, por vez
primera, de crear el festival de música vallenata”, que tuvo su origen
dos años más tarde”, en 1968, durante la gobernación de Alfonso
López Michelsen.
“Al día siguiente”, me explica guardando la carta, “Gabo vino a
Santa Marta a visitar a su prima Aida Luz, esposa de Pedro Segrera,
y me dijo que quería conocer Taganga”. Ese paseo es el origen de la
foto que le hizo a Gabo acompañado de Alberto Mario Santodomingo
y una amiga de este último. “Nunca la he dado a publicar”, me aclara,
“Hazlo tú”.
Ya casi son las cinco de la tarde y “Rafa”, como cariñosamente le
llaman, empieza a mostrar señales de fatiga. Haber hecho memoria
constituye un gran esfuerzo para su avanzada edad. Entiendo que
necesita descansar y procedo a despedirme. Mercedes le recuerda
que es hora de su medicina. Extendiéndome la mano, me agradece la
visita. Me dice sonriente que vuelva cuando guste, que sus álbumes
y su memoria siempre estarán disponibles para mí, al igual que su
preciada biblioteca.

Hitler. Berlín, 1936.


Archivo: José Rafael Dávila.

329
Familia Dávila en Bruselas, 1936. Nicolás Dávila, primo del padre de José
Foto: Annabell Manjarrés Freyle. Rafael, con Laureano Gómez (Presidente
de Colombia 1950-51), Joaquín Campo
Serrano Riascos y Antonio Escobar
Camargo. Santa Marta, 1937.
Archivo: José Rafael Dávila.

Visita del presidente Marco Fidel Suárez Médicos y enfermeras de la United Fruit
al hospital de Río Frío. Aparece con Company en el hospital de la compañía en
personalidades locales entre ellas el Santa Marta.
General Gabriel Bermúdez, el Dr. Carlos Archivo: José Rafael Dávila.
Bermúdez y Florentino Manjarrés, militar
que suscribió el Tratado de Neerlandia en
representación del Partido Conservador.
Archivo: José Rafael Dávila.

330
Aurita Gutiérrez Villa, representante Paseo familiar en Bahía Concha, José
por Colombia en Miss Universo, 1932; Rafael Dávila (de camisa negra) y Ramón
acompañan Teresa Noguera de Dávila, Illán Bacca (sentado y de lentes), en la
Eufemia Dávila Noguera, Carmelita compañía de tías y primos. Santa Marta,
Riascos, entre otras. Bruselas, 1932. hacía 1956.
Archivo: José Rafael Dávila. Archivo: Ramón Illán Bacca.

Aurita Gutiérrez Villa representante de Colombia a Miss Universo, 1932. Acompañan


Nicolás Dávila, Alfredo Riascos Labarcés, Pedro Dávila, Diógenes Dávila Noguera, Nicolás
E. Dávila Noguera, entre otros.
Archivo: José Rafael Dávila.

331
Club Balneario sobre el Camellón Rodrígo de Bastidas, 1935.
Archivo del Álbum Histórico del Magdalena.

Fachada de la casa colonial de la hacienda El Piñón. Santa Marta, 2017.


Foto: Annabell Manjarrés Freyle.

Desfile militar en el centenario de la Gabo, Álvaro Cepeda y “Colacho”


muerte de Simón Bolívar. Mendoza en el Festival “Aquella Parranda
Santa Marta, 1930. Vallenata” en Aracataca.
Archivo: José Rafael Dávila. Archivo: José Rafael Dávila.

332
El poeta Eduardo Carranza en la finca de José Rafael en los años 40.
su amigo José Rafael en Minca. Archivo: José Rafael Dávila.
Archivo: José Rafael Dávila.

José Rafael Dávila con Jaime Molina, Rafael Escalona (recostado en la palmera)
en el Parque Tairona.
Archivo: José Rafael Dávila.

333
Fragmento de carta de Jaime García Márquez escrita en 2003 con motivo de los 80 años
de José Rafael Dávila.
Archivo: José Rafael Dávila.

334
ARTÍCULOS

335
La blognovela, un nuevo género literario42

La obra del autor argentino Hernán Casciari, Más respeto que soy
tu madre, ya no es una blognovela. Lo fue mientras el autor escribía
y los lectores la esperaban todas las noches desde distintos lugares
del mundo para entretenerse con las ocurrencias de Mirta Bertoti.
Los lectores le aconsejaban y le brindaban palabras de aliento para
que esta siguiera adelante con sus problemas domésticos, mientras
Hernán aún no tenía clara la idea de cómo terminar la historia. En la
actualidad, la blognovela de Casciari pasó a ser una novela impresa,
en una edición de bolsillo y de un libro de bolsillo a una obra de
teatro antes de saltar al cine alternativo.
La blognovela fue creada espontáneamente. El escritor argentino
Hernán Casciari abrió el blog de la Mujer Gorda, motivado por unos
cuantos amigos. Dicho de otro modo, escribir bajo el anonimato
no solo hizo posible una trama en la que él podía crear con mayor
libertad, también logró que el autor inventara una ficción que puede
ser posible. Para obtener este resultado, Casciari se travistió en un
ama de casa, que pronto se hizo popular en la comunidad bloguera.
Gracias al talento del escritor, los personajes —Mirta, el Caio, el
Zacarías, La Negra Cabeza, Nacho y los otros— son auténticas

42. Conclusiones de mi tesis El papel que desempeña el blog masrespeto.blognovelas.es de


Hernán Casciari en la creación de un nuevo género literario: la Blognovela, para optar al título de
Comunicadora social y periodista de la Universidad Sergio Arboleda, Santa Marta, 2011.Publicada
en la Revista Encontexto N° 2 - Octubre 2011 —Publicación Semestral— Revista de investigación
formativa de la Universidad Sergio Arboleda, y en el portal de noticias culturales Panorama Cultural
el 16 de abril de 2015.

337
estrellas, ello sin duda atribuible a la profundidad y la credibilidad
que alcanzan y genera empatía con el público.
Para que la blognovela sea exitosa, es importante que el personaje
principal sea creíble y lo suficientemente profundo. La tierna y
graciosa Mirta llegó a hacer parte de la vida de los blogueros que
la consideraron una amiga más. Algunos la llamaban “La Mami”.
Mirta recibía cientos de comentarios en cada una de las entradas de
su blog. 
Los blogueros que seguían las publicaciones de Mirta
aceptaron con el tiempo el término blognovela. Al enterarse que
estaban frente a una obra de ficción, ya estaban tan enganchados
con la trama, que no les importó que Mirta fuese una invención
de Hernán Casciari. Este hecho ayudó a que la blognovela fuera
posible como género literario.
El gran aporte de la blognovela a la literatura es el hecho
imprescindible del dialogismo que presupone entre el lector y el
autor, dadas las circunstancias de escribirse en tiempo directo y real.
Sin esta circunstancia sería impensable.

EL ANFITRIONAZGO

El papel principal del blog, como soporte exitoso de la blognovela,


es el anfitrionazgo. “Consiste en la cualidad de recibir visitas en un
blog, en la cual el autor tiene que ser un anfitrión integral que tenga
contento a todos sus lectores, tanto a los de siempre como nuevos
en llegar. Para esto es necesario que el autor tenga conocimientos
de informática, diseño web y marketing, además de tener el talento
para la narración de historias” afirmó Casciari en una chat-entrevista
concedida para mi tesis de grado:
El anfitrionazgo no fue más que el importante uso del hipertexto
en el blog de Mirta. Un ejemplo claro está en el minucioso trabajo
de Casciari al implementar imágenes llamativas, hipervínculos que
ayudaban a contextualizar al público recién llegado: chats, encuestas
online, entre otros recursos.

338
En conclusión, la blognovela es un nuevo género literario que
posee una estructura funcional que, al estar escrita en primera
persona, hace que la trama ocurra en tiempo real, que el protagonista
se reconozca como gestor del formato, que la realidad afecte al
devenir de la trama, que el protagonista exista por fuera de la trama
y que el autor real no aparezca mencionado en la obra.
Teniendo en cuenta lo anterior, a pesar de que el blog Más respeto
que soy tu madre surgió como un hecho espontáneo, no quiere decir
que su aplicación por otros autores vaya a ser un fracaso. Después
del éxito de Más respeto que soy tu madre, la escritora argentina
Carolina Aguirre, entre otras cosas lectora del blog de Casciari,
escribe Ciega a citas, una blognovela, narrada en tiempo real, en
donde escribió con seudónimo la vida de una periodista soltera, de
31 años, que trataba de conseguir un novio para llevar a la boda de
su hermana y ganarle una apuesta a su mamá.
El blog duró nueve meses, desde noviembre de 2007 hasta junio
del 2008, el día de la supuesta boda. Llegó a tener dos millones y
medio de visitas y ochenta mil comentarios, convirtiéndose en uno
de los ejemplos más exitosos de blognovelas.
El futuro de la blognovela, como nuevo género literario de
aquí en unos años, dependerá no de un cambio argumental en las
historias, sino más bien de una revolución formal que tiene tres
aristas fundamentales. En primera medida, el mercado editorial
comenzará a estar atento a los “éxitos” online para hacerse de nuevos
valores literarios. Segundo, nacerá una nueva clase de lectores,
activos e hipertextuales, mucho más participativos que los lectores
tradicionales. Tercero, surgirá una nueva clase de escritores que
aprenderán a ser buenos anfitriones, a escribir “en directo”, construir
tramas con contenido multimedia y a explotar la creatividad si quieren
competir con miles de otras historias en la web con pretensiones de
acceder al mercado tradicional.
La blognovela en Colombia es un género inédito, de hecho muy
poca gente tiene conocimiento de su existencia. El motivo es que
Colombia, a diferencia de Chile y Argentina, que ya han alcanzado
una madurez en el uso de la web similar a los países europeos,

339
presenta un crecimiento menos explosivo, más modesto. La cultura
informática es, sin duda, un factor indispensable para la existencia
de este género.
La blognovela no reemplazará al libro, pero sí será una alternativa
para la nueva generación de escritores, ya están familiarizados con
las redes sociales y las bondades de la web. En unos años, el avance
abismal de la tecnología permitirá, entre muchos otros milagros
cotidianos, que la blognovela entre con pie firme a las cátedras de
Literatura Universal de las escuelas.

340
Sobre la ridiculez43

Partamos de la premisa de que todos somos ridículos. Y no hablo


precisamente de ser ridículos en determinadas ocasiones sino que
todos, en general, por costumbre y naturaleza, somos ridículamente
ridículos.
Reconocer que somos ridículos es un acto de amor y compasión
hacia esta “humanidad entera que entre cadenas gime”. Aclaro
además, que ser ridículo es tan normal como despertarse todos los
días y tomarse un café.Nuestros actos, al volverse mecánicos, poseen
en sí mismos un carácter chistoso.
Para el filósofo francés Henry Bergson, en su ensayo La risa (1984),
“fuera de lo que es propiamente humano, no hay nada cómico. Un paisaje
podrá ser bello, sublime, insignificante o feo, pero nunca ridículo”.
Bergson además explica que los dibujos animados son graciosos porque
a los animales se les otorgan comportamientos humanos.
La vida es una constante carrera de supervivencia. Todos nuestros
objetivos están pensados para permitirnos sobrevivir. Ir al kínder, a
la escuela, luego a la universidad, conseguir un empleo (ojalá uno
relacionado con lo que estudiaste), casarte, tener hijos y después, la
desgastante travesía en este planeta azul para que tus hijos sobrevivan
en el mundo y… ¡vuelve y juega! Ahí está otra vez la serpiente
mordiéndose la cola. ¿No es esto chistoso? Sin esa crueldad lo risible
no tendría nunca un espejo para reflejar la ridiculez. Es como la
alegoría de la luz sin la oscuridad, que sin la oscuridad no se podrían

43. Publicado en El Informador en agosto de 2011.

341
ver las formas. Es decir, si todo fuera luz solo existiría una imagen
plana de la vida, una imagen enceguecedora y aburrida. En fin.
Debe ser por eso que los verdaderos comediantes de los stand
up comedy no necesitan inventar situaciones extrañas para hacer reír
a carcajadas a su público.Tienen claro que al acudir a la ridícula
cotidianidad del ser humano poseen material de sobra para vivir del
show. Qué tal estas frases del comediante norteamericano George
Carlin: “Algo genial de volverse viejo es que te puedes escabullir
de toda clase de compromisos sociales solo diciendo que estás
cansado”. O esta: “La mayoría de la gente trabaja lo suficiente para
que no la despidan y ganan lo suficiente para no renunciar”. Frases
tan crueles que dan risa.
Si somos ridículos todo el tiempo, ¿por qué tememos caer en
el ridículo? En el siglo XIX, el romántico Gustavo Adolfo Becker
expresó que la ridiculez es “un monstruo que nos tiene tendida una
red inmensa y oculta. Un enemigo artero que se encuentra detrás de
nuestras más sencillas acciones, de nuestras palabras más inocentes,
de nuestros movimientos más insignificantes. Todos andamos
temblando por caer en su celda”.
La ridiculez, o más bien el temor a caer en el ridículo, es una
de las peores fobias de nuestra cultura occidental. Ha sido desde la
escuela el temor de todo individuo de caer en las fauces afiladas y
criticonas de los demás. Esto sucede porque somos el espejo del otro,
etc. Y todo sujeto de burla, visto desde el punto de vista existencial,
es un sujeto sin sentido y propósito, un sujeto más. Viéndolo bien,
¿quién quiere sentirse insignificante después de tanto sufrimiento y
esfuerzo por sobrevivir?
Le tememos tanto al ridículo que cuando nos hablan de la dichosa
“autoestima”, fingimos tenerla y sobreactuamos. Pero cuando la
tenemos de verdad, la seguridad en nosotros mismos y esa libertad
tan despreocupada nos impulsan a actuar de la manera más ridícula
posible. El no-me-importa-lo-que-opinen-los-demás es un arma de
doble filo.
“¿Cuando somos muy fuertes, quién cae en el ridículo?”, se
pregunta Arthur Rimbaud en el poema “Frases”. Yo, particularmente,
me valgo de la poesía para explicar la ridiculez, porque el poeta

342
siempre está expuesto a caer en el ridículo; sin embargo, escribe.
Escribe para liberarse quizás, con la única esperanza de que el lector
esté en el mismo grado de ridiculez que él y se identifique.
Un poeta chamán Jorge Gil Henao explica el hecho de ser ridículo
en el siguiente poema:

Pero ¿Quién alguna vez no ha sido ridículo? /Quién no ha dicho te


amo, te adoro, mi cielo, mi sol /y ha suplicado hasta el ridículo /
Plebeyo, o señor, sabio o bruto, en cuestiones de amor son todos
ridículos /Sólo los que nunca han amado, los que nunca han creído
/Se han salvado de gestos ridículos, /Los que por miedo al ridículo
dicen que el amor es algo ridículo.

El miedo a ser ridículo sería, para él, el mayor ridículo, no el


hecho de serlo y aceptarlo.
Grandes personajes como Dostoyevski también abordaron el
examen de la ridiculez. El cuento “El sueño de un hombre ridículo” es
una buena muestra de ello. El personaje del cuento sabe perfectamente
que es un hombre ridículo: “Antes me angustiaba porque les parecía
ridículo, más que parecerlo lo era. Siempre fui ridículo, y lo sé
probablemente desde el día de mi nacimiento”. Saberlo no lo libró
del mal de la ridiculez pero sí le permitió entender que la compartía
con todo el género humano viviente.
¿Hay alguna otra forma de sobrevivir sin ser ridículos? ¿Qué sería
de nuestras almas si los artistas no se hubieran atrevido a expresarse
por temor a caer en el ridículo? A lo que deberíamos aprender a
sobrevivir es a los laberintos del ego. Más allá de la ridiculez está el
arte de aprender a vivir con ella.

343
Una mirada a la prensa samaria
en el siglo XIX44

Santa Marta, distrito turístico, cultural e histórico, posee dos


universidades con programas de Comunicación Social y Periodismo,
pero sus alumnos reciben el título profesional desconociendo que
solo en el siglo XIX existieron más de 80 periódicos en esta ciudad.
Sin embargo, no me referiré a los contenidos de los programas
universitarios, que siguen patrones nacionales e internacionales; por el
contrario, abordaré el tema del origen y desarrollo de la prensa samaria.
El primer periódico fundado en esta ciudad fue La Gazeta
de Santa Marta en el año 1821, una época de transición entre la
Colonia y la República. Este diario, de hecho, registró en sus noticias
comentadas la lucha de Simón Bolívar por hacer aprobar la ley de
unión y libertad de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Colombia. No
obstante, para el año de 1815 circuló en las calles de la ciudad un
volante titulado “Muy interesante”, que contenía la noticia de la
derrota de Napoleón Bonaparte y 30 mil de sus hombres en la Batalla
de Waterloo a manos de las fuerzas militares Arthur Wellesley, VIII
duque de Wellington.
La época republicana fue muy prolífica para la prensa samaria.
Solo entre 1821 y 1860 circularon alrededor de 40 periódicos, los
cuales pasaron de hacer periodismo panfletario a un periodismo no-
ticioso donde predominaban temas económicos, políticos, culturales,

44. Publicado en el blog annabellmf.wordpress.com el 17 de abril de 2015.

345
literarios y religiosos. El subperiodo comprendido entre 1851 a 1860
fue tal vez el más nutrido y polémico de esta época, pues la confron-
tación política entre liberales y conservadores se tomó la prensa. Mu-
chos de estos semanarios y pasquines solo pretendían contradecir y
atacar la ideología del partido opositor. Algunos de los periódicos sa-
marios de este subperiodo fueron La Gaceta Mercantil (1847-1860),
El Churiador (1849), El Conservador (1850), El Semanario de Santa
Marta, (1844–1847), La Reforma (1859–1860) y El Eco, (1852). Este
desarrollo no hubiera sido posible sin la introducción, por el puerto
samario, de modernas imprentas provenientes de Europa, las cuales
fueron introducidas a principio del siglo XIX por criollos interesa-
dos en oponerse al monopolio que sobre la información detentaba la
administración colonial a través de la Iglesia y el Seminario Mayor.
La Gaceta Mercantil, el diario de tendencia liberal más
importante de la Santa Marta de entonces, fue fundada por Manuel
Murillo Toro en 1847, quien después sería presidente de los Estados
Unidos de la Nueva Granada en dos ocasiones. La mayoría de las
publicaciones fueron de corta duración. Nacían para ambientar las
campañas políticas. Las principales imprentas fueron las de Antonio
Lorcano, Juan Ceballos y la de La Gaceta Mercantil, donde se editó
El Churiador, una publicación muy significativa porque sus páginas
registran las primeras manifestaciones de la literatura local: “Gaira
y los cuatro domingos de octubre”, “El Plátano”y otros textos sin
títulos inspirados en el romanticismo francés.
Entre 1840 y 1850 las élites de la ciudad, divididas alrededor del
proyecto de conformación de la República, utilizaron la prensa como
arma de combate para expandir su ideología y ganar adeptos. La Gaceta
Mercantil y El Conservador, El Churiador y El Cólera sostuvieron
muy fuertes guerras ideológicas. Murillo Toro, líder del pensamiento
liberal en el país, escribió en 1848 en su gaceta una columna a favor
del progreso y opuesta a la restricción de cultos establecida por el
obispado: “y sin la libertad de pensar y decidir sobre los principios
de su creencia no habría posibilidad de depurar la religión misma y el
pensamiento no podría elevarse con fe a la contemplación fervorosa
del Creador” (Edición Nº. 55). La libertad de cultos propuesta por
Murillo fue una iniciativa vanguardista para la época y para un país
que tan solo la consagró en la Constitución de 1991.

346
El Cólera y El Churiador fueron protagonistas de una fuerte
disputa de panfletos luego del triunfo del liberal José Hilario López
en 1849. La Gaceta Mercantil y El Conservador mantuvieron ácidas
disputas por cuestiones religiosas y políticas. El Conservador,
incluso, llegó a acusar de corrupto a Murillo durante el tiempo que
estuvo como Secretario de Hacienda de López.
Además del periodismo político y panfletario, que dominó la
escena en Santa Marta en una etapa de profundos cambios en la
economía (liberación del comercio) y la organización del Estado,
hubo espacios para otras expresiones periodísticas. El Samario
Liberal, El Federal, El Centinela Granadino y La Gaceta del Estado
del Manzanares dedicaban páginas a informar sobre el estado de
los cultivos, los proyectos de navegación y los movimientos del
comercio. El calendario festivo y celebratorio fue también divulgado
en estos medios de manera oportuna. Se nota que a las élites les
interesaba impartir un modelo de control moral y religioso al pueblo
a efectos de articularlo a sus proyectos políticos y sociales.

Manuel Murillo Toro (1816 -1880) fundador del periódico La Gaceta Mercantil.
Wikipedia

347
Portada de La Gaceta Mercantil del 30 de agosto de 1948.

Catedral de Santa Marta, 1844. Autor: Edward Walhouse Mark.

348
El Churiador, un periódico curioso del
siglo XIX samario45

En medio de un periodismo partidista y panfletario, nace en


la Santa Marta del siglo XIX, exactamente en 1849, el periódico
dominical El Churiador, una publicación de corte cultural. Se
caracterizaba por su particular logo, la imagen de un boxeador de
guardia derecha, presto para el combate. Este distintivo ocupaba el
centro del encabezado. Sorprende el logo dado el carácter cívico
y cultural del periódico que nace como alternativa al periodismo
partidista que dominaba a la ciudad.
Churiador es sinónimo de acuchillador, pendenciero, camorrista
o peleonero. El nombre en sí mismo alude a una época en la que
el periodismo nació como herramienta de las élites políticas para
expandir su ideología y contradecir a sus opositores. Así nacieron
otros periódicos como El Conservador, El Eco y La Gaceta Mercantil.
Pero El Churiador combatía de otra manera. Aunque su posición
era eminentemente a favor del liberalismo —el radicalismo liberal—,
en sus ediciones está claro que buscaba informar, educar, entretener
y crear espacios para suscitar la reflexión entre la élite intelectual
samaria, muy vinculadas a las corrientes literarias, filosóficas y
políticas de Francia, Inglaterra y Estados Unidos.
El periódico estaba conformado por cuatro cuartillas y sus dos
grandes temas lo constituían la política y la cultura, tratados a la
manera de columna de opinión, crónicas y noticias comentadas. Su

45. Publicado en el blog annabellmf.wordpress.com el 18 de mayo de 2015.

349
primera edición salió el domingo18 de febrero, en plena época de
precarnaval. Su primera columna ofrece un tono muy vanguardista:
“La invención de la imprenta ha cambiado las condiciones
sociales ha dicho Mr. De Chateubriand, i en efecto, débese a esta
poderosa máquina el movimiento civilizador que se muestra en todo
el globo” (Nº 1, p.1).
El Churiador logró publicar 25 números, de los cuales se
conservan 19 digitalizados y disponibles al público en la Biblioteca
Luis Ángel Arango del Banco de la República. La última edición
salió el 20 de enero de 1850.
Fue un periódico muy importante en su momento. Se imprimía
en la imprenta de La Gaceta Mercantil, el periódico fundado por
Manuel Murillo Toro, y tenía circulación regional y nacional. En
Bogotá se podía conseguir en la agencia general del periódico El
Neo Granadino, medio liberal a favor del federalismo, fundado
en 1848. La mutua colaboración de ambos periódicos corrobora la
importancia de El Churiador, pues El Neo Granadino fue una de las
primeras publicaciones colombianas en introducir en sus ediciones
ilustraciones a cargo de hábiles litógrafos y pintores.
Costaba medio real y la suscripción era trimestral. Los suscriptores
también podían encontrar El Churiador en Barranquilla, en casa de
A. Danouille; en Ciénaga donde Joaquín Munive; en Cartagena en
casa de Pedro Ucrós; en el Cerro de San Antonio en casa de José
M. Castro; en Mompox, donde José M. Pino; en Riohacha, en el
domicilio de Miguel Macaya; en Sitio Nuevo en la casa de Agustín
Vidal; y en Santa Marta, en la oficina de La Gaceta Mercantil ubicada
en la calle 11 San Francisco o en la casa del señor J.M. Infante, quien
residía en la plaza de San Francisco.
Esta cobertura prueba que el periódico nació para participar de
los grandes debates que ocupaban a los políticos e intelectuales de la
mitad del siglo XIX colombiano, cuando el país intentaba modernizar
su aparato estatal, profundizar las reformas liberales y articular su
economía al mercado internacional.
Este curioso periódico representa para la historia de Santa Marta
una verdadera joya, no solo por el hecho de aportar datos importantes
sobre la historia de esta ciudad, sino además por dar un indicio de las
primeras manifestaciones de la literatura local y nacional.

350
LA POLÍTICA

El liberalismo representaba los sueños de un país gobernado aún


por ideas conservadoras. La segunda edición de El Churiador apoyó
y celebró la candidatura de José Hilario López, y vaticinó su triunfo
del 7 de marzo de 1849:

I este acontecimiento grandioso, llenará los votos del gran partido


liberal diseminado en toda la República, i llenará de júbilo i de
entuciasmo todos los pechos republicanos, como que en él se vé,
el completo triunfo de los principios eminentemente liberales
i progresistas, porque están en él cifrados las grandes ideas de
reconciliación, libertad i mejoras de todos jeneros, i porque en él
se augura una gran era de prosperidad i dicha para la patria, sumida
doce años ha, bajo el peso de administraciones antiliberales i
retrógradas (Nº. 2, p.1).

El Churiador tuvo razón. López ganó la presidencia y el periódico


registró las fiestas de victoria que se vivieron en Santa Marta a raíz
de este triunfo liberal. En su edición número 9, del domingo 15 de
abril, en su columna titulada “Fiestas Populares”, recogió el hecho,
considerado extraordinario, en los siguientes términos:

Los balcones i ventanas que quedaban en la plaza estaban llenos


de Sras, i como a las 6 de la tarde la fuente pública (Perséfone)
derramaba vino en lugar de agua, todo el pueblo ocurrió a tomar parte
en aquella fiesta verdaderamente popular, que ha de trasmitir por sí
sola, el nombre del Presidente López de jeneración en jeneración.

El estilo de El Churiador correspondía a los grandes periódicos


europeos. Las noticias de contexto político mundial y nacional se
caracterizaban por ser escritas a manera de comentarios con toques
de un humor refinado. Por ejemplo: “El santo Padre fugó de Roma i
no se sabe dónde está. —La candidatura de Luis Bonaparte es cada
vez más popular. Esta sí que es actividad para dar noticias tan frescas
como una lechuga”. (Nº. 1, p.3).

351
Este estilo no solo es vanguardista sino que además anticipa el
periodismo que un siglo después empezará a hacer el joven Gabriel
García Márquez en sus crónicas europeas de finales de los cincuenta.

LITERATURA EN EL CHURIADOR

Una de las manifestaciones tempranas de la literatura local y,


por qué no, nacional aparecen ya en los números iniciales de El
Churiador. Desde su primera edición encontramos un folletín titulado
“Gaira o los cuatro domingos de octubre”, que cuenta la historia
de una bella pero enfermiza chica de 20 años llamada Adriana y su
enamorado Julio. A juzgar por esto, Gaira sería el primer escenario
de la literatura samaria. Esta pieza tiene como escenario el marco
de las Fiestas de la Virgen del Rosario celebradas en octubre. Este
acontecimiento era muy importante para la crema y nata de Santa
Marta y familias enteras se trasladaban a este “pueblo de indios”
que solo parecía existir durante los albores de esta fecha, si bien allí
tenían algunas de sus principales haciendas.
La historia de Adriana solo apareció en los dos primeros números
de El Churiador, aunque la intención inicial fue publicarla por entregas
en su totalidad. Las dos entregas aparecen sin firma, y solo hasta la
edición Nº. 5 se publicó un aviso en el que explicaban las razones por
las que no aparecería más la novela: “Hemos suspendido la publicación
de ‘Gaira o los cuatro domingos de octubre’, porque siendo mui larga
la obra se haría muy dilatada: nos prometemos dar más extensión a
este periódico i para entonces nos reservamos continuarla” (Nº. 4, p.4).
El Churiador en ninguno de sus números siguientes volvió a
tocar el tema de esta novela de inspiración romántica y la historia de
Adriana y Julio quedará a la imaginación de los lectores. Vale solo
anotar que ‘Gaira o los cuatro domingos de Octubre’ fue divulgada
en este periódico dominical 18 años antes de que apareciera María
de Jorge Isaac en 1867. Es una obra, a juzgar por sus pocas páginas
publicadas, influenciada por el romanticismo de Hugo y Sue, autores
que se vendían en francés en la Santa Marta de entonces.
La mayoría de los aportes literarios que se encuentran en los
periódicos del siglo XIX estaban inspirados en la virtud y belleza de

352
la mujer, las cuales eran tratadas en la prensa bajo la denominación
de “El bello sexo”. La literatura francesa puso de moda los amores
sacrificados y pacientes; y un imaginario de mujer virtuosa. Para la
época, la mujer virtuosa debía ser suficientemente fuerte frente a
los seductores, guardar silencio en temas de dominio masculino y
siempre estar sonreída. Pero igual se le exigía ser una mujer culta
que supiera cómo hacer feliz a un hombre.
Por otro lado, la belleza impuesta por la literatura francesa
resaltaba a una mujer pálida y sacrificada. Toda una inspiración
para el tardío romanticismo del siglo XIX colombiano. Veamos un
fragmento de “Gaira o los cuatro domingos de Octubre”:

Adriana que contaba entonces veinte años, era una de esas naturalezas
enfermizas, que bajo la influencia de poderosas reacciones, llevaba
una vida de llanto…. Una palidez frecuentemente animada, gracias al
brillo de sus dolorosas lágrimas derramadas con no menos frecuencia,
inspiraban a primera vista profundas simpatías al tiempo mismo que
dejaban conocer crueles sufrimientos. (El Churiador, Nº. 2).

Las señales de que Santa Marta poseía una élite intelectual, culta,
sintonizada con las vanguardias europeas queda patente en su interés
por escritores franceses como Eugène Sue, autor de Los misterios
de París y Judío errante, novelas por entregas publicadas en los
periódicos más importantes de Francia con portadas ilustradas al
estilo art nouveau y comercializadas en Santa Marta.
En un aviso publicado en El Churiador puede leerse: “Matilde o
memorias de una Joven, esta bella obra del célebre autor de los Misterios
de Paris, acaba de publicarse en la semana literaria del Neo Granadino i
se halla de venta a treinta reales donde M. A. Vengoechea”(Nº.21, p.4).
Inspirado por Sue, al parecer el mismo autor de “Gaira o los
cuatro domingos de Octubre” concibe un relato utilizando a la
misma Adriana como personaje pero con una trama diferente que
tituló “Las memorias de una joven”. El relato comienza así:

Adriana era uno de esos filiies que más de una vez en el entuciasmo
que causa el contemplarla arracan expresiones de amor i delirios, i
hacen sentir tiernas i dulces emociones; —era una de esas mujeres

353
que les vasta una mirada para cautivar los corazones; —una sonrisa
para hacer concebir una esperanza vana, engañadora i mortificante
como todas las esperanzas que se pierden; i un movimiento para
inspirar los deseos más ardientes, pero inútiles i tristes, como es
triste todo por lo que en vano se suspira (Nº. 5, p.3).

Adriana fue víctima de un seductor y en razón de esta mala


experiencia decide cerrar su corazón y jura junto a la tumba de
sus padres no enamorarse más. El relato tiene, sin duda, una clara
intención moral para alejar al “bello sexo” de las tentaciones
mundanas. Estas citas demuestran que a El Churiador no solo le
interesaban las discusiones políticas, sino que le importaba la vida
cotidiana de la ciudad y el fomento de las letras. Valdría la pena que la
historia de la literatura regional revisara el verdadero valor de alguna
de las crónicas y capítulos literarios aparecidos en El Churiador.

HÉCTOR, EL ESCRITOR MISTERIOSO

El autor que firma con el seudónimo de Héctor en casi todas las


publicaciones de El Churiador es todo un misterio. En sus escritos se
autoproclama editor único de este periódico. A juzgar por referencias
presentes en sus artículos, es un hombre de mediana edad, rico,
viajado y culto que vive en una hacienda de Gaira. Lo que si deja
claro, el genial y gracioso Héctor, es la gran influencia que ejerceal
interior de la élite intelectual de Santa Marta.
Por las temáticas de sus escritos, su desparpajo y humor para narrar,
se encuentra en el tal Héctor a un lector de literatura universal, que
leía en sus idiomas originales a los románticos franceses e ingleses.
También, lector de filosofía con una marcada influencia socrática.
El uso y el sentido del diálogo en sus escritos así lo evidencian. Las
crónicas como “Escenas de un día”, “Un velorio”, “Las rifas”, “Ah,
miseria del corazón humano”, manifiestan esta práctica:

—¿Han leído UU El Churiador?


—Sí, respondieron algunos.
—¡Qué mal escrito está!, continuó aquel, qué simple la crítica

354
de Héctor sobre rifas, está indecoroza, qué mal lo hacen los tales
escritores; ya se ve, parece que el que escribe con el seudónimo
Héctor es J.C., ¿Qué puede esperarse de cabeza tan redonda?
“—¡Puff!, ¡Ese papel no debe leerse, agregó otro joven, llamado
L… qué atrevimiento, querer ser escritores contra la voluntad de
Dios!” (Nº.7, p.2 ).

Fiel a su espíritu socrático, Héctor solía publicar en las páginas


de su Churiador las controversias que suscitaban sus artículos o el
mismo medio. Igual a su periódico, Héctor era un hombre abierto
al debate intelectual. Otro aspecto que deja claro J.C. o Héctor es
que nació en Santa Marta y, como expresó en varios textos de El
Churiador, tuvo como cómplice y cuestionador de su afición por las
letras a su criado, el negro Eulogio.
El Churiador, como su editor, fue un periódico de avanzada
en una Santa Marta que seguía dispuesta a mantener vivo el fuego
de las disputas sectarias. Es, en atención a su preocupación por la
vida cotidiana y cultura de entonces, una fuente invaluable y poco
consultada de la historia samaria del siglo XIX.

Logo del periódico El Churiador.

Portada El Churiador del 18 de


febrero de 1849.

355
Esta edición consta de XXX ejemplares.
Se diseñó y diagramó en la Editorial Unimagdalena.
Se imprimió en los talleres de
Xpress Estudio Gráfico y Digital S.A.S. - Xpress Kimpres
Carrera 69H No. 77-40. Bogotá D.C., Colombia.

En su composición se utilizaron caracteres American Typewriter y Times New Roman.


Su portada va en papel propalcote 240 gramos y las páginas interiores
en papel book cream 70 gramos.
Formato 16 x 23 cm.

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