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Editorial Unimagdalena
Carrera 32 No. 22 - 08 / Bloque 8 - Segundo Piso
(57 - 5) 4217940 Ext. 1888
Santa Marta D.T.C.H. - Colombia
editorial@unimagdalena.edu.co
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Contenido
La historia de la historia.................................................................... 9
ENTREVISTAS
CRÓNICAS
REPORTAJES
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¿Dónde encontraríamos el cuerpo de la noticia? Presumo que en
el pasado. Tendríamos que emprender un viaje, y no precisamente de
A a B, sino todo lo contrario, de B a A, lo que se constituiría en una
experiencia, además de conmovedora, increíblemente interesante.
¿Cuál de los acontecimientos nos resultaría de mayor utilidad para
seguir llevando la vida que hasta ese momento hemos llevado? Creo
que lo más importante sería conocer la identidad de nuestro padre.
Es así como concibo la construcción y la lectura de este libro
de Annabell Manjarrés Freyle. Un texto que nos trae noticias
magníficamente elaboradas de nuestro pasado. Para aquellos que
vean en lo que señalo una suerte de idea peregrina, les recuerdo
las palabras del Gabo ante la 52a. Asamblea de la Sociedad
Interamericana de Prensa, citada en Los Ángeles, California, en
octubre de 1996: la mejor noticia no es siempre la que se da primero
sino muchas veces la que se da mejor.
Creo que el texto que nos concierne es, antes que un compendio
de crónicas, entrevistas y reportajes, un libro de noticias bien
suministradas. No en vano, Annabell Manjarrés, además de
periodista, es poeta.
Tal como si averiguáramos por la identidad de nuestro verdadero
padre (siguiendo el ejemplo colocado atrás), me pregunto: ¿habrá
un habitante de este país a quién no le interese saber que existió
una colonia de colombianos ricos en Bruselas, que se favoreció no
sólo con la fiebre de la siembra del banano, sino de un programa
institucional de adjudicación de predios (una especie de Agro Ingreso
Seguro de antaño) que repartió la tierra, que nos pertenecía a todos,
a una casta de privilegiados que hoy y siempre le han mirado y le
seguirán mirando por encima del hombro?
¿A quién no le interesaría conocer la historia de Pedro Conde,
un samario que presumía de haber trabajado al lado de grandes
luminarias del cine como Clint Eastwood y Robert de Niro y de
directores de la talla de James Cameron?
¿A qué colombiano, que haya experimentado el remezón de la
poesía, pero que no ignore que es una actividad que no enriquece a
nadie (hablando en términos monetarios), no le gustaría entender la
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razón de porqué existen todavía algunos descocados que les interesa
convertirse en poetas?
Son estas algunas de las noticias que nos trae el libro de Annabell
Manjarrés Freyle, cuyo único afán, según ha declarado en una
entrevista, es informar, destacar y promover los valores artísticos,
históricos y culturales tanto de su región como del país y otros lugares
del mundo que ha visitado. Quizá sea la razón por la que abunden en
estas páginas las entrevistas a artistas, narradores y poetas.
Por último, existe en el texto una singularidad que no debo pasar
por alto. Usualmente la historia se nutre del periodismo. Por eso no
resulta extraño observar a los historiadores convertidos en ratones de
hemerotecas. El trabajo de Annabell ejecuta la actividad contraria.
Escarba en la historia para integrar en sus crónicas y reportajes las
heridas disimuladamente cerradas del pasado. El oficio periodístico
cumple aquí una función que nunca le ha sido ajena, remueve en
el barro que arrojaron los privilegiados para cubrir sus actos y nos
cuenta, sin ambages, la historia de la historia.
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ENTREVISTAS
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Portada Más respeto que soy tu madre del escritor
argentino Hernán Casciari.
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La entrevista me la concedió en julio de 2009, y la publico como
una muestra temprana de mi vocación periodística.
¿Qué es la blognovela?
Se trata de una obra escrita en primera persona, donde la
trama ocurre siempre en tiempo real. Por tanto, no son válidas las
extrapolaciones, ni un transcurso del devenir diferente al de la fecha
de publicación. El protagonista se reconoce como gestor del formato
(el weblog), la realidad afecta al devenir de la trama, el protagonista
“existe” fuera de la historia (lo que indica que los lectores tienen el
derecho de interactuar con el personaje principal desde un sistema de
comentarios), y, finalmente, el autor no aparece nunca mencionado
dentro del territorio de la ficción.
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Tenía tan fresco todavía el viaje a Buenos Aires, tan presente la
música oral de Mercedes, que me pareció divertido llegar a la oficina
cada madrugada y hacer una caricatura de mi barrio, una exageración
de mi familia, un chiste interno de aquel descontrol que me había
empapado durante veinte días. No buscaba nada escribiendo aquello,
pero inventarlo me hacía feliz.
Una de esas noches, mientras tecleaba los primeros cuentitos,
inició sesión Cristina en el messenger (ella en casa, yo en la oficina)
y sin decirme “Hola” escribió: —Vamos a ser papás.
Dejé al ama de casa del blog hablando sola, las luces prendidas
del edificio, el ascensor abierto, las llaves puestas, y me escapé del
empleo nocturno a mitad de la noche, pidiendo a gritos un taxi,
para que Cristina me repitiera esas cuatro palabras a la cara. No
buscábamos un hijo, pero la noticia me hizo feliz.
Todo lo que pasó desde entonces fue veloz, extraño e imprevisto.
La panza de Cristina creció, mi culo creció, el blog del ama de casa
se llenó de gente desconocida. Cada vez hacía menos sacrificios
en el empleo nocturno: dedicaba las noches, ya casi al completo, a
escribir aquellos cuentos que sin querer se estaban convirtiendo en
una novela rara y espontánea.
Yo sabía que, tarde o temprano, mis jefes se darían cuenta de
mi inoperancia descarada, pero busqué hasta el final un equilibrio
entre el mínimo esfuerzo y el ocio permanente. Entonces, una tarde,
nació Nina. Al mismo tiempo acabé aquel blog de la mujer gorda y
comencé otro de textos breves, en el que me dediqué a despotricar
contra España con la voz de un argentino quejoso.
Poco después, y gracias a esos hobbies, ya no tuve que ir a
ninguna parte a fingir un empleo, porque había encontrado —sin
buscarlo mucho— el modo de hacer redituable el ocio, aniquilando
el esfuerzo por completo.
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hablar de tecnología. Y a mí me pareció un buen chiste interno
que esa herramienta la utilizara alguien con analfabetismo digital
y un ama de casa de pueblo me pareció adecuado para solventar
ese chiste. Para “desprestigiarle” la herramienta a tanto pelotudón
con iPhone.
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página era Orsai. El primer artículo de Orsai. Ese artículo de Orsai
empieza así: “Hola, me llamo tal, y ayer acabé la primera parte de un
experimento de ficción llamado Etcétera”. En los comentarios a ese
primer artículo de Orsai tienes todas las indignaciones que quieras.
Literales y escritas de puño y letra por los lectores de la blognovela.
En este punto, el blog dejó de publicarse durante treinta días. Mirta
y sus textos estuvieron de regreso el 1 de abril de 2004, con el capítulo
160. Sin embargo, en medio de las vacaciones del matrimonio, los
lectores conocieron la identidad del autor de la blognovela, desde el
entonces flamante blog Orsai y su primera entrada, que se llamó El
viejo folletín y las nuevas tecnologías, fechado. Hay muchas notas al
pie en la historia, explicando situaciones ajenas al relato.
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¿En aquella época no entraba a otros blogs? Por ahí encontré
uno de Las cinco del viernes.
Había muy poquitos, ese era uno y un par más que “Mirta leía”.
¿Cuáles?
No existen ya. Uno se llamaba Borjamari, y también lo usé de
personaje de la novela y otro era Daliuska (mexicana), que aparece
en la novela también pero hoy no están ya esos.
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Eduardo Márceles Daconte, crítico de arte.
Foto: Cortesía de Eduardo Márceles
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Vino a Santa Marta a presentar un nuevo libro sobre el desarrollo
de las artes plásticas en el país, al que dedicó años de estudios. Es un
especialista en la historia cultural de América Latina y un conocedor
de las artes visuales y la literatura. Su minucioso estudio sobre la
vida y obra de los artistas plásticos colombianos más representativos,
plasmado en el mamotreto ensayístico Recursos de la Imaginación,
ratifica su estatus como experto en la historia del arte colombiano.
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Aunque hoy en día la originalidad es muy difícil de conceptualizar
porque hay muchos artistas y el arte se ha explorado desde muchos
puntos de vista. Sin embargo, uno encuentra que existen unos que
están proponiendo algo diferente, ya sea a través de la técnica o de
la temática.
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artista, es arte”, entonces Manzoni consideró que todo lo que saliera
de él sería una obra, ya fuera su aliento, su saliva o sus excrementos.
Desde aquí ya venía gestándose el arte conceptual. También hay
artistas que utilizan todo tipo de materiales, por ejemplo, en 1978,
un grupo de artistas de Barranquilla se gana el Salón Nacional
con la obra Alacena con zapatos. Esa obra marca el inicio del arte
conceptual como tal, porque además dio una pauta que le otorgó una
especie de certificado de nacimiento, de autenticidad. Los artistas se
dieron cuenta de que si una alacena llena de zapatos viejos se gana
un Salón Nacional, significaba que todos podíamos hacerlo.
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En vista de que cualquier persona pueda emitir un concepto
utilizando cualquier herramienta, ¿no cree que esto se presta
para la mediocridad? ¿Qué opina usted?
Yo pienso que hay artistas muy buenos y también hay mucha
basura, ya que hay gente que cree que poner unos ladrillos en una sala
es original. No, eso ya se hizo y ese es el problema de muchos artistas
que no conocen la historia, y al no hacerlo creen que descubren el
“agua tibia”. Esa es la razón por la que no están descubriendo nada.
La persona que ha estudiado la historia del arte lo ve y dice: eso ya
está hecho. La creatividad es lo que define al arte.
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Gustavo Arrieta, poeta.
Foto: Cortesía de Gustavo Arrieta.
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Como escritor ha dedicado parte de su vida a los talleres literarios.
Un oficio noble en el que se descubre a sí mismo encontrando
talentos. Pocos como él se dedican a esta labor de transmitir el amor
por la palabra.
Gustavo Arrieta López es director del taller literario de la
Universidad del Magdalena, T.A.L.I.U.M. y, además, dirige el taller
de escritura creativa de Santa Marta asociado a Renata, programa del
Ministerio de Cultura. Gustavo nos habló sobre sus comienzos en la
poesía, cómo llegó a ser orientador de poetas samarios y, además,
cómo percibe el trabajo literario en Santa Marta.
LA POESIA DE GUSTAVO
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¿A qué le está escribiendo Gustavo Arrieta en la actualidad?
Gustavo Arrieta le está escribiendo a la cotidianidad, a lo que
interpreto de la realidad. Soy un poco rebelde y contestatario. Ya no
escribo tan seguido, por aquellos de las labores, pero cuando escribo
un poema soy muy crítico con la sociedad. Encuentro los espacios
y escribo un poema o un cuento, leo un autor y elaboro un ensayo.
Estoy leyendo mucho.
EL TALLERISTA
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¿Qué diferencia hay entre un poeta que se ha formado en un
taller y uno empírico?
No sabría decirlo. Hay escritores que se han formado en un
taller y de pronto son muy académicos. Esto también depende
de la metodología que emplee el director del taller. También hay
escritores empíricos que son muy académicos. Hay escritores que se
han formado en talleres y son malos, les falta la magia, el toque, pero
también los hay muy buenos. También tiene mucha importancia el
taller personal, depende de cómo se procese la información recibida.
Es muy difícil establecer una diferencia entre un tallerista y un
empírico. Los talleres hoy en día le están apuntando a metodologías
que combinan la lectura, la edición, la revisión minuciosa de los
trabajos. De pronto yo podría pensar que un poeta empírico podría
ser egocéntrico, que no quiera que otro revise su poesía y no pueda
tener en cuenta las correcciones; el tallerista sí porque sabe que
necesita de otro que le dé un juicio crítico sobre su obra, y esto
es fundamental. El trabajo del tallerista resulta ser un poco más
depurado en el empleo de ciertas técnicas.
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Steinar Saether, un versado en la historia
de Santa Marta5
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Provincia de Santa Marta. Para emprender este proyecto se puso
en contacto con el profesor Antony Macallen de la Universidad de
Warwick en Inglaterra, a quien le escribió manifestando su deseo de
estudiar la historia de Santa Marta a finales de la Colonia. Macallen,
interesado en el tema, le ayudó a ampliar el proyecto cubriendo casi
un siglo de la historia de Santa Marta desde el siglo XVIII hasta
mediados del siglo XIX.
Steinar Saether dedicó tiempo completo durante tres años de
su vida a consultar los documentos que se encuentran en Sevilla-
España, ciudad donde vivió un año para leer toda una serie
continua de legajos. También consultó el Archivo Nacional de
Indias, el Archivo Histórico Nacional de Madrid y el Archivo de
la Marina para no perder detalle de los viajes que partieron del
viejo continente hacia Santa Marta durante la época de la colonia.
Después se trasladó a Bogotá para consultar el Archivo General de
la Nación, y fue ahí donde Saether consiguió información sobre
cónsules ingleses y norteamericanos en Santa Marta, información
que sirvió para investigar los pedazos de nuestra historia que se
encuentran en lugares inimaginables, como por ejemplo en el
Archivo Nacional de Inglaterra y en el Archivo Nacional de los
Estados Unidos en Washington.
“Escribí la tesis en inglés, la terminé en 2001. Por casualidad lo
leyó una persona del ICAM (Instituto Colombiano de Antropología
e Historia) en Bogotá y me propusieron traducirla y publicarla al
español. Yo acepté encantado porque nunca imaginé que alguien
realmente la leyera. Al principio, fue una investigación que estaba
haciendo para obtener mi título, pero no tenía la ilusión de que la
gente la iba a leer; sin embargo, resultó que gustó y el ICAM la
publicó en el 2006 con el título Identidades e independencia en
Santa Marta y Riohacha 1750-1850”, comentó Saether.
Durante todo este proceso, Saether no pudo obviar a autores como
el samario Arturo Bermúdez Bermúdez y el antioqueño Ernesto
Restrepo Tirado, quienes con su rigurosidad científica permitieron
que esta obra se convirtiera en un libro de culto.
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¿Por qué eligió estudiar el periodo de la Independencia de la
Provincia de Santa Marta?
La pregunta central de la tesis es si la Independencia tuvo un
efecto en la sociedad de aquí, si es que solo se trató de un cambio de
élite o si realmente pudo haber un cambio a nivel social, económico
o político que tuviera importancia para el común de la gente. Lo que
hice fue estudiar los matrimonios antes y después de la Independencia.
Entender quiénes se casaron y con quiénes antes de este período
y tratar de compararlo con los autos matrimoniales después de la
Independencia.
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¿Qué sucedió con las élites?
También para las élites samarias hay cambios importantes.
Después de la Independencia empiezan a casarse con extranjeros,
algo que no era muy común antes de este hecho. Se casan también
con los veteranos del ejército de Venezuela.
Quiero anotar que también hubo un cambio al interior de la
población de esclavos que se redujo considerablemente en las
primeras dos décadas de la primera República pues, antes de la
Independencia, muy pocos esclavos se habían casado. Digamos que
el porcentaje era muy bajo comparado con los otros segmentos de la
población.
Como investigador ¿qué concluye de todos estos cambios?
Mi argumento no es que todos sean iguales después de la
Independencia, porque obviamente no es así, pero lo que trato de
explicar es que después de la independencia se crea una sociedad
nueva con otro tipo de estamentos y creo realmente que, para la
mayoría de la población, fue algo bueno a largo plazo. Algo que
celebrar. Esto no solo sucedió en la ciudad de Santa Marta sino en
toda la Provincia. Lo anterior lo explico en la primera parte del libro,
mientras que en la otra mitad abordo el proceso de Independencia
en sí mismo, quiénes son los del lado realista y quiénes los del lado
republicano y cómo se puede entender esto.
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Mamani-Mamani, pintor.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle
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la conversación de sus padres sobre el canto de las aves. “Dijeron
que alguien iba a llegar y efectivamente, esa noche llegaron unos
parientes. Me pregunté entonces, ¿Cómo pueden entender el
canto de los pájaros? Esto es algo mágico, expresé. Fue entonces
cuando decidí nombrar a mi obra como Mágico Andino”, agregó
el artista indígena.
‘Mamani’ significa ‘águila’ en lengua aymara, un apellido
bastante común dentro de la comunidad quechuca de los Andes
bolivianos, pero Mamani-Mamani solo hay uno, según expresó.
Mamani-Mamani es un ser andino escogido por los dioses para
llevar el mensaje de los achachilas (espíritus tutelares que protegen
a los pueblos y que encarnan la presencia de los antepasados), las
aves y las montañas al mundo entero.
Según contó a la revista Macondo, pinta desde que recuerda. Es
un artista autodidacta porque afirma haber sido inspirado y guiado
por dioses quechuas. Tan solo a sus 15 años de edad ofreció su
primera exposición siendo considerado por la crítica de su país como
un pintor profesional. “Son 35 años que vivo del arte, despido arte y
toda mi vida es un arte”, confirma.
“El niño terrible” ha cumplido con el ordenamiento de sus
dioses, al llevar toda la energía de los Andes en sus pinturas a
países como Argentina, Brasil, Ecuador, Venezuela, Cuba, México,
Canadá, Estados Unidos, Japón, Alemania, Dinamarca, España,
Holanda, China, Corea del Sur, Australia, Italia, Francia, Inglaterra
y Colombia; donde recientemente estuvo en la feria de arte
contemporáneo BarranquillArte, 2013.
EL MÁGICO ANDINO
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“Esta riqueza ha sido la base de mi obra, la base de mi arte, porque
detrás de ellos existe una forma de vida, una forma de armonía. Todo
este conocimiento se ha transmitido de generación en generación.
Yo, por ejemplo, lo recibí de mi abuela que me ha enseñado cómo
respetar el agua. Ella decía, el agua es de todos y es de nadie. También
aprendí que hay que pedir permiso para subir en las montañas. Todo
ese concepto es lo que existe en mi arte”, expresó Mamani-Mamani.
COSMOVISIÓN
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“Ser codirector del Banco de la República
es un homenaje a los intelectuales del
Caribe”: Meisel7
41
región debe tener mayor participación en el manejo de las políticas
nacionales. La suya, por supuesto, es una posición muy importante
dentro esas políticas que buscan más equilibrio para la región.
Adolfo Meisel Roca es el tercer costeño que asume este cargo,
pero de los tres es quien ha estado más cercano a su región y cuya obra
investigativa ha estado enfocada a examinar la historia económica
del Caribe colombiano.
El nuevo codirector del Banco de la República nació en
Barranquilla, pero los hechos más importantes de su vida personal y
profesional han transcurrido en Cartagena, ciudad donde trabajó 26
años, primero como investigador de la historia de Cartagena y hasta
hace poco como gerente del Banco de la República. Esta trayectoria
investigativa lo convierte en uno de los economistas más reconocidos
y respetados del país.
En entrevista con Macondo, Adolfo Meisel Roca nos habla de su
libro ¿Por qué perdió la Costa Caribe el Siglo XX?, de su percepción
de la economía en el Caribe y sobre su nuevo libro.
¿Qué plantea en su libro ¿Por qué perdió la Costa Caribe el siglo XX??
Esa es una recopilación de ensayos acerca de la historia
económica del Caribe colombiano. Hay uno de ellos que se titula
así y ha sido más citado y por eso escogí el título para el libro. El
texto explica que la Costa se perjudicó cuando hubo el ascenso de
la economía cafetera en Colombia, porque la tasa de cambio se
revaluó y el producto que exportaba la Costa no era el café. La Costa
dejó de ser competitiva y se ahogó en términos relativos; además,
de eso vinieron efectos secundarios como que los mercados que
prosperaron fueron los mercados del interior a raíz del café y por
ello se concentró la economía en el triángulo Bogotá-Medellín-Cali.
Todo eso se convirtió en un círculo vicioso que fue rezagando al
Caribe colombiano.
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desde el punto de vista de nuestra geografía, contábamos con el mar
y el río Magdalena, y eso nos permitió que tuviéramos mejores vías
que el resto del país, que era montañoso. Sin embargo, en los años
20, el país hizo grandes inversiones en ferrocarril en el interior del
país y a partir de los 30 en carreteras. Nada de eso se hizo en la
Costa, que quedó muy incomunicada. Además, Buenaventura estaba
más cerca a las capitales del interior y esto hizo que se convirtiera
en el principal puerto. Barranquilla, que era la principal ciudad de la
Costa, quedó rezagada.
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de las personas y he encontrado que cuando uno escribe historias
sobre empresas y empresarios, se acerca más a los dramas humanos.
El último trabajo que acabo de escribir es sobre la empresa costeña
Sociedad Colombo–Alemana de Transportes Aéreos - Scadta, que
existió entre 1919 y 1940. Esta empresa básicamente se acabó no
por su falta de éxito, sino por presión de los Estados Unidos que
terminaron convirtiéndola en Avianca y sacaron a los alemanes,
sus fundadores. En esta obra narro la vida de los personajes que
participaron en esa empresa. Fueron alemanes que se enamoraron
de Barranquilla, que se casaron con barranquilleras. Ser acogidos
en Barranquilla fue una de las razones fundamentales de su éxito
inicial. La obra se llama ¿Por qué triunfó Scadta?
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se creó el centro de investigación en Cali, concentrado en Comercio
Exterior y la organización industrial. Se está hablando de montar en
Bogotá un centro de economía bogotana, muy importante para la
economía nacional. Bogotá tiene un Producto Interno Bruto (PIB)
más grande que la Costa y que Antioquia.
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Flor Romero, escritora.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle
“No quiero decir que tengo una hoja de vida extensa pero en
verdad tengo una de las más nutridas”, así lo dijo la periodista y
escritora Flor Romero durante su estadía en Santa Marta. Esta
escritora posee una trayectoria de cargos, viajes y oportunidades
que han sido pretextos, además, para escribir 52 libros, entre ellos
biografías de mujeres destacadas en la historia y una “mitoteca” que
selecciona mitos y leyendas de América.
Flor Romero también fue seis veces embajadora de Colombia en
Francia durante los gobiernos de los expresidentes Julio Cesar Turbay
y Alfonso López Michelsen. Después de su labor como diplomática
en París, trabajó en la oficina de relaciones públicas de la Federación
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Nacional de Cafeteros de Colombia y, con esta disculpa, escribió
un libro sobre el café, denominado El Dorado Café. Es una obra en
la que la autora describe cómo se cosecha la semilla, los cantos de
las mujeres que lo siembran, la influencia del café en la pintura y la
música y, además, aporta un recetario.
48
la forma de reivindicar la historia de la mujer en la sociedad. El mito
fue la luz que le dio el impulso para volver a examinar el origen de
los pueblos.
LA MUJER ES UN MITO
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Estando allá le regalé tres libros a los mexicanos: la novela Malintzin,
la princesa regalada, una mujer que aunque algunos mexicanos
la odien es, sin duda, una persona muy importante de su historia.
También les escribí El ombligo de la luna, un libro de cuentos míticos.
De hecho, cuando me presentaron a Federico Reyes, un pensador
muy interesante de México, se preguntó: “¿Por qué una colombiana
escribe sobre nuestros mitos? Ya sé —dijo—, es que ella ve donde
no vemos”. Esa excusa fue válida. A veces, uno como extranjero
ve donde los otros no ven. Después escribí la biografía de Gabriel
Figueroa, uno de los más representativos directores de fotografía del
cine mexicano. Trabajar con él fue para mí, una desconocida en el
medio, una experiencia decisiva. Aprendí mucho sobre cine.
Escribí, más tarde, la biografía de Alfonso López Michelsen, uno
de los grandes hombres de Colombia. La enfoqué de una manera
muy sencilla. La biografía del hombre en su cotidianidad. Fue un
privilegio para mí que me diera su primera biografía, la primera
edición se tituló López polémico y polemista; la segunda Alfonso
López de cerca.
Después vino la biografía de Manuel Elkin Patarroyo. Pienso que
la biografía que hice sobre él debería estar en todas las escuelas de
Colombia, pues su historia es una inspiración para los niños que no
tienen quién les financie sus aspiraciones científicas y académicas;
y que a base de tesón llegan lejos. Esta biografía, Manuel Elkin
Patarroyo, un científico mundial, está agotada, y estoy esperando
el mecenas que me la edite porque creo que este libro sí se debería
seguir leyendo en las escuelas. Patarroyo junto con Rodolfo Llinás
son dos estrellas en el firmamento científico colombiano.
50
¿Este es un trabajo que deberían hacer las mujeres mismas?
Las mujeres, como somos madres, vemos la vida de otra manera.
A mí se me facilitan mucho los personajes femeninos porque uno
ha parido, sabe qué es un embarazo y vive las consecuencias que
quedan en el cuerpo para toda la vida. Hay magníficos escritores
que han escrito sobre mujeres y temas femeninos, pero las mujeres
tenemos la capacidad de moldear ese barro que es la literatura
femenina porque lo hemos sentido en carne propia.
Tengo una novela que se titula Los sueños del poder, obra con la
que me gané el Premio Ateneo de Sevilla. Esta novela trata sobre el
papel de una mujer en el poder. Yo pienso que una mujer en el poder
hace cosas distintas, ya que sabe priorizar lo importante así como lo
ha hecho siempre en la economía del hogar.
51
escritores que me susurran al oído, porque lo que uno escribe no solo
es fruto de lo que uno ve, o de lo que uno percibe; también son las
lecturas que se han hecho.
LOS MITOS
52
Yurupary que tocaba la flauta y dijo que era el enviado del sol. El
Yurupary quitó el mando a las mujeres, a tal punto que no las dejó
intervenir en política y amenazó con volver de piedra a las que
intentaran meterse en los temas públicos.
Es uno de los grandes mitos y yo lo recreé. También hay otros
que ya están contados pero yo les incluyo mi fantasía. Precisamente,
uno de los próximos libros que publicaré será Los grandes mitos de
América, en el que retomo los mitos desde Canadá hasta la Patagonia,
entre ellos la Araucaníay el Yurupary.
53
Ramón Illán Bacca, escritor.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle
55
Amanuense. En esta entrevista, concedida para la revista Macondo,
dejó ver su personalidad irreverente y su humor negro. Ramón confiesa
sin reparos que no tiene la última palabra en literatura o periodismo.
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En su novela usted reivindica a Santa Marta como un lugar
propicio para contar historias…
Siempre meto a Santa Marta, Cartagena, La Guajira. Todos me
parecen escenarios propicios para contar una historia. La mujer
barbuda también transcurre en Santa Marta, al igual que Deborah
Kruel. En Maracas también hay un momento que es en Ciénaga.
En Disfrázate como quieras, obviamente, no; y en La mujer del
defenestrado, puede ser cualquier ciudad de Colombia. También
tengo muchos cuentos que han transcurrido en Santa Marta, por
ejemplo “En la guerra no hay manzanas”, eso obviamente era aquí,
y otros cuentos que no recuerdo en el momento.
57
En el 2004 usted ganó un premio de periodismo cultural. ¿Cómo
ve el panorama del periodismo cultural en la Costa y qué es
necesario para hacerlo bien?
Me haces unas preguntas como si yo fuera un experto en este
tipo de cosas. Yo no sé mucho de eso. Yo lo único que sé es que
los muchachos no tienen un espacio para publicar sus versos
ni sus cuentos porque sencillamente no les abren espacios en los
periódicos. Casi todas las revistas universitarias son para escribir
temas académicos. ¿Dónde están las revistas literarias? uno que otro
grupito que saca una revistita que muere a los dos números.
La muchachada necesita de la libre expresión. Me sucedió
a mí, aunque yo tuve unas tres oportunidades en los suplementos
literarios. Además, esos suplementos literarios se acabaron y han
sido reemplazados por magazines miscelánicos que escriben sobre la
crisis del petróleo, García Márquez; los problemas del Sida y cosas
así… pero el dietario cultural no se da.
Ahora, consejos para recuperar eso, ¿qué puedo decirte? No sé,
como ahora está de moda lo digital supongo que el camino será por
ahí, pero yo no soy profeta. Yo ya agoté el futuro a esta edad.
¿Entonces usted no cree en eso que les dicen a los jóvenes en los
talleres literarios, que más que musa deben tener disciplina?
Ah, yo no sé, porque yo nunca he estado en un taller literario.
58
Los poetas Federico Diáz-Granados y Daniel Rodríguez Moya.
Foto: Archivo de Hoy Diario del Magdalena
10. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 21 de Julio de 2013.
59
Los doce poetas que hacen parte de esta antología están claros
en el concepto de una poesía que llegue al entendimiento de todos
los seres humanos y que emocione al lector. En el prólogo de Poesía
ante la incertidumbre, titulado “En defensa de la poesía”, los poetas
se arriesgan a lanzar su propio manifiesto considerando que la poesía
contemporánea está llena de ambigüedades y terrenos oscuros que
solo conducen a la deshumanización.
“Admiramos a poetas a los que hemos tenido o tenemos la suerte
de conocer, como Ángel González, Jaime Gil de Biedma, Gonzalo
Rojas, Claribel Alegría, José Hierro, Luis García Montero, Benjamín
Prado (y los poetas de la conocida Poesía de la Experiencia), Juan
Manuel Roca, Marco Antonio Campos, Jorge Boccanera, José Emilio
Pacheco, Mario Benedetti, Gioconda Belli, Oscar Hahn, Omar
Lara, Waldo Leyva, Piedad Bonnett… Ellos siguieron el camino,
la tradición literaria de Rafael Alberti, Antonio Machado, César
Vallejo, el primer Octavio Paz, Pablo Neruda, Miguel Hernández,
Federico García Lorca, Luis Cernuda… Son muchas las lecciones
que pueden desprenderse de ese largo camino.
Han escrito una poesía perfectamente entendible, han procurado
reflexionar sobre el mundo que los rodeaba tratando de ordenarlo
en un poema, han dialogado con sus fantasmas y con sus lectores,
estableciendo una comunicación imprescindible en cualquier género
literario, y han huido de las modas y de la actualidad poética, es decir,
nunca han escrito contra nadie, no han tratado de ser novísimos.
Estamos convencidos de que no se puede escribir poesía contra
alguien, del mismo modo de que la peor idea de todas es escribir un
poema sin ideas”, establece el manifiesto.
En entrevista para Macondo, Federico Diazgranados y Daniel
Rodríguez Moya cuentan cómo y por qué surgió el movimiento.
60
que estuvieran reaccionando contra eso. Es decir, que tengan un
compromiso con la poesía.
Llegamos a la conclusión de que los nuevos poetas giraban
siempre en torno a una poesía hermética, llámese neobarroca, llámese
poesía del silencio o poesía del fragmento; pero es un tipo de poesía
que tenía, como común denominador, el hermetismo.., inentendible
y carente de emoción. Nos preguntamos si esto era lo mejor de
la poesía que se estaba escribiendo en nuestra generación porque
nosotros andábamos muy despistados, no entendíamos nada sobre
esa poesía escrita para poetas. Por eso le apostamos a una poesía
clara y luminosa y con un rigor literario porquenos critican por hacer
una poesía demasiado sencilla, pueril en el mal sentido de la palabra.
Pero nosotros siempre hemos dicho que el primer compromiso de un
poeta es con la poesía, con el propio rigor literario y creo que eso no
lo abandonamos los escritores de este movimiento.
Federico Diazgranados: Los poetas, los grandes poetas de siempre,
han hablado de los temas del sentimiento. Si vamos a La Iliada, a La
Odisea, a El cantar de los cantares, a Wiliam Shakespeare, San Juan
de la Cruz, Antonio Machado o Pablo Neruda nos vamos a encontrar
que ellos tocaron esos mismos temas y simplemente los dotaron de
una magia, un sentido y un significado, que les permitió sobrevivir
en el tiempo gracias a que cada uno lo hizo de una manera muy
personal y de una manera muy íntima.
Suena anacrónico, en este tiempo, hablar de sentimientos, de
emociones, del amor, de las cosas que hermanan a todos los seres
humanos. Estoy seguro de que si, en este momento, un coreano en
Seúl lee un poema se va a emocionar. En estos momentos algún
hombre en Seúl se debe estar sintiendo solo, triste o dichoso por
algún asunto. Entonces, ¿qué es lo que nos hermana con ese hombre
de Seúl?, pues el arte, la poesía, la música.
El siglo XXI también ha sido muy confuso con eso. Poemas que
vienen cifrados o vienen contenidos de un significado que solamente
entienden los entendidos en poesía. Pero el ser de la calle, el ser del
común, también necesitan tener una definición en el mundo de la
poesía. Nos hemos encontrado en ese camino un poco anacrónico y
hemos coincidido en esa manera de ver y concebir la poesía como
61
algo sencillo, como algo que comunique las emociones humanas
como lo ha venido haciendo desde siempre.
¿Cómo hacen el poeta y el lector para acabar con esa barrera del
lenguaje?
D.R.M.: Es muy fácil remover el agua de un pozo y al parecer el
pozo luce más profundo en la medida en que más oscuro está. Con
el lenguaje pasa lo mismo, cuando más se adorna, cuando más se
utiliza el adjetivo complicado parece que el poema es más sesudo,
intelectual, es más poema, pero cuando se utiliza un lenguaje sencillo
pareciera que no se está profundizando.
Yo creo que el poeta debe buscar un término medio, es decir,
la oralidad cotidiana debe llevarse al terreno de la literatura, hay
que trabajarlo, transformarlo, hay que hacer literatura con el objetivo
de que comunique. Entonces el lenguaje rompe las barreras con el
mismo lenguaje.
Puedo asegurar que ninguno de los poemas que aparecen en esta
antología está escrito así como así, no ha salido uno solo sin ser
corregido. Las palabras son pensadas, concienzudas, hay un trabajo
de rigor detrás de cada poema.
62
Las palabras están allí, la magia del poeta está en saberlas
tejer, está en que el idioma se dote de un nuevo sentido y un nuevo
significado y nos pueda transmitir un mundo y una emoción. Es allí
donde está el hecho poético y la poesía.
Pero no necesariamente hay unos temas preconcebidos y unas
palabras preconcebidas, el lenguaje es muy poderoso y muy amplio
y, precisamente, la magia artesana del poeta consiste en articular
esas palabras de tal manera que logre construir un mundo y llenarlo
de sentido y significado.
63
que solo oscurecen la poesía, para retraerla en una torre de marfil,
escribiendo una poesía que no se entiende y que de algún modo
rompe la comunicación con la conciencia. Si la poesía no comunica,
si no emociona, está faltando a su objetivo. Los poetas jóvenes de
hoy piensan que con escribir poemas con palabras difíciles están
siendo intelectuales, pero pienso que es mucho más difícil escribir
un poema, que se entienda con claridad, con palabras de todos, en
lugar de empezar a reunir adjetivos y ser grandilocuentes y en el
fondo nunca decir nada.
64
Portada del poemario Paños menores de J.M. Arbeláez.
65
¿Existe el nadaísmo?
Como acabas de anotar en la presentación, el nadaísmo ha sido
una constante en la vida de los nadaístas que ya estamos mamados de
él. Precisamente, estoy proponiéndole a los sobrevivientes del grupo
que le apliquemos la eutanasia, a pesar de que no es un enfermo
terminal, pero, después de 55 años de llevarlo a cuestas como un
madero mesiánico, es preferible enterrarlo y seguir viviendo y
comiendo del muerto.
66
por estos días, de poesía del cual fui jurado. Me congracié mucho
con él por persistir en su trabajo y no solo como escritor sino como
traductor, pues tradujo la obra completa de uno de los escritores
norteamericanos más destacados: Edgar Lee Masters, la Antología
de Spoon River; acabo de leerla y estoy fascinado, pues al traducir se
manifiesta más como poeta.
67
Farc. Posteriormente, fui secretario de Cultura de Cundinamarca,
donde aproveché para hacer lo que uno puede hacer en medio de la
borrasca, insuflarle libros a las bibliotecas y crear las bandas de los
116 municipios del departamento. Esto fue una gran satisfacción.
El gobernador de la época leyó un libro mío y quiso que yo fuera
secretario de Cultura. Llegué a pensar que el nombramiento
era por mi desempeño pero, en realidad, fueron tejemanejes
de recomendaciones. Otro personaje clave de esa época era el
vicepresidente de la República, Humberto De la Calle Lombana, el
mismo que en estos momentos está gestionando la paz para el país,
y quien ha sido un nadaísta confeso.
68
¿Qué significó para usted conocer a un personaje como Gonzalo
Arango?
Eso fue el encuentro de la vida. Yo encontré en él a un maestro, una
especie de Krishnamurti. Acababa de leer Así hablaba Zaratustra,
que pronosticaba la llegada del superhombre. Gonzalo Arango me
lo vino a reencarnar y a conducirme por el camino que no conduce a
ninguna parte, como él mismo me decía. Me fui por ese camino, han
pasado 55 años y me siento completamente satisfecho de haber hecho
esa elección fracasada, aparentemente, porque una vez dijimos: “Los
nadaístas nos propusimos fracasar y fracasamos en el intento”.
69
Annabell Manjarrés Freyle entrevista a Miguel Ángel Bastenier durante el taller sobre
periodismo cultural de la FNPI, realizado en Barranquilla en 2013.
Foto: Joaquín Sarmiento
12. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 18 de agosto de 2013.
71
acuciosa investigación. Como
periodista, posee una carrera
importante desde 1982, año en
el que entró al diario español
El País, según él, porque tuvo
suerte. Allí pasó 25 años.
Es experto en el conflicto
árabe-israelí y en los conflictos
políticos latinoamericanos, sobre
todo en el conflicto colombiano.
Además, es analista y teórico
del periodismo, y ha escrito
sobre ética periodística. Maestro
de importantes generaciones de
periodistas, redactor, columnista
y corresponsal; desde su cuenta
de twitter brinda consejos a
sus seguidores periodistas:
Miguel Ángel Bastenier, periodista español. consejos que van desde las
Foto: Joaquín Sarmiento normas ortográficas, titulación
pertinente y ética. Le encanta,
igualmente, emitir opiniones sobre temas de actualidad.
En Colombia es reconocido por su columna en El Espectador y
en la revista Semana. También ha escrito para Folha, de Sao Paulo;
Público, de México; y Búsqueda, de Uruguay; entre otros medios.
Para Miguel Ángel Bastenier el periodismo siempre ha sido
cultural, pues la cultura aborda el conocimiento de la política, de
la economía, de la ciencia, de la literatura, de la sociología, etc.
En el marco del taller sobre “Periodismo Cultural”, ofrecido por
la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, en Barranquilla,
en el año 2013, el maestro Bastenier me concedió esta entrevista.
Una versión de la misma apareció publicada en Macondo, revista
dominical de Hoy Diario del Magdalena.
72
real gana. Pero hablar de periodismo cultural rebaja la calidad del
periodismo. El periodismo sobre cultura sigue siendo periodismo, el
mismo de siempre. Hoy hablamos del periodismo escrito, tanto en
versión impresa como en digital, pero sigue siendo periodismo.
73
para no-sé-qué porque presentan no-sé-qué y, evidentemente, solo
quieren publicidad. Entiendo que no hay que negar la información
sobre esos temas, solo digo que el periodismo sobre cultura es un
periodismo de tendencias, de movimiento, no de eventos.
¿Y la prensa…?
Hay puntos de vista variados, pero yo diría que el consenso
bastante extendido es que estamos viviendo los últimos años del
periodismo impreso; no necesariamente que tenga que desaparecer
en su totalidad, pero su etapa socializadora del mundo occidental
está tocando a su fin.
EN EL PAÍS
74
se produjo un acontecimiento. Tampoco fue especialmente crítico
para mí porque sabía lo que tenía que hacer. Todo parecía indicar
que un guardia civil remató en el suelo, con el famoso tiro en la
nuca, a un etarra. Obviamente lo que tenían que hacer era detenerle,
interrogarle por muchas razones, por ley, por respeto a la legalidad,
y porque, además, interesaba qué podía contar ese individuo sobre
sus compañeros de andanzas. Yo estaba solo por la noche en el
periódico y una persona muy importante, que es mejor no decir
quién es, española por supuesto, pero de renombre internacional y
amigo mío de muchos años, me llamó para tratar de convencerme de
que no lo publicáramos tal cual, que no lo lleváramos de esa forma,
que no era verdad, que me prometía que no era cierto y la cosa era
sencillísima. Tenía órdenes de mi director de lo que debía hacer y no
había poder humano en la tierra, excepto la violencia, para impedir
que yo cambiase eso.
Al día siguiente, salió publicado y fue algo crítico sentir la presión
de alguien muy importante pero, en ese momento, El País era algo muy
importante también que podía resistir las presiones de quien fuera.
75
que Santo Tomás de Aquino es la norma que deba regir, y, además,
términos como “el bien común” nadie sabe bien qué quiere decir.
Cada Gobierno, religión o situación socio-cultural define el bien
común de una manera o de varias maneras distintas.
El periodismo obra para que los ciudadanos se enteren de lo que
pasa y por qué pasan las cosas que pasan, y eso es bueno a mediano
o a largo plazo para el bien común o para lo que se supone que sea
el bien común; sin embargo, su objetivo no es servir al famoso bien
común porque nadie sabe qué es eso.
76
Carlos Payares, sociólogo.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle
13. Publicada en la Revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 13 de octubre de 2017.
77
Tal como lo expresó el escritor Clinton Ramírez, en el prefacio
de este libro, Carlos Payares “ha cometido el pecado mayúsculo
de cuestionar la sagrada historia de la patria chica. Ha firmado el
sacrilegio de sacar al sol canicular los mitos de Ciénaga, rebatiendo
leyendas que la pereza intelectual o la comodidad ideológica
entronizaron en lugar de la historia misma”.
Payares González piensa que la mayor alineación es la mentira,
pues la verdad permite llegar a la libertad. Con este acto herético de
publicar su libro, pretende que las nuevas generaciones sean más
sensatas y se desprendan por fin de la creencia de que el sol gira
alrededor de Ciénaga, Magdalena.
78
y la gente termina conviviendo con unas presunciones que en el
terreno de la vida práctica o cotidianidad no aparecen. Uno puede
observarlo. ¿De qué nos ha servido todo ese pregón “cienaguerista”?
Ciénaga es una de las ciudades más decadentes que hay en sentido
económico, cultural, político, ecológico. Cuando una sociedad
decide no enfrentar la realidad contribuye a perpetuar la indignidad.
79
operado una tergiversación deliberada por parte de algunos, repetida
en el caso de otros, que han permitido que el pueblo no entienda
cuáles son las verdaderas razones de sus necesidades.
¿Cuáles son esos elementos que han sido falseados y que los
cienagueros asumen como propios?
En La Aldea Grande, el pueblo que nunca existió, uno de mis libros
que ya tendrá 10 años sin una sola línea de refutación, demuestro que
toda la historia de Ciénaga que se ha enseñado ha sido falsa, que se
ha construido a la manera de cuento o de obra literaria, cuando se
parte de unas afirmaciones mentirosas sobre nuestro origen al decir
que Ciénaga fue una aldea grande con 5 mil bohíos (alrededor de 25
mil habitantes), que fue fundada primero que Santa Marta en 1521,
cuando en realidad ni la historia, ni la etnografía, ni la antropología,
ni la arqueología han podido demostrar la existencia de esa aldea
grande; todos los cienagueros hemos sido engañados de una manera
miserable por los seudo-intelectuales que se han encargado de decir
que somos los únicos en el mundo y que hasta nos atreveríamos a
decir que Ciénaga es la ciudad más importante no solo de la región,
sino de la América Continental.
80
García Márquez es un inepto plagiario. Cualquier persona sensata
sabe que esto no es así o por lo menos trataría de buscar explicaciones
más lógicas.
81
El poeta y crítico colombiano, Teobaldo Noriega.
Foto: Cortesía de Teobaldo Noriega.
14. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 17 de noviembre de 2013. Esta
entrevista también hace parte del libro Caribe Literario (2017), de la Editorial Unimagdalena.
83
En su última visita a Santa Marta, el poeta magdalenense
Teobaldo Noriega tuvo una programación académica interesante.
Compartió sus poemas con los niños de Aracataca y conversó sobre
la poesía en el Banco de la República.
También compartió experiencias con los viejos amigos, a esos
a quienes menciona en los epígrafes de sus poemas y también tuvo
tiempo para concederle esta entrevista a la revista Macondo.
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que se enamora de su propia belleza al contemplarse reflejado en
las aguas de un estanque. La tradición señala que esto le ocurre al
hermoso joven como castigo infligido en él por Némesis —diosa
de la venganza—, quien considera imperdonable la cruel conducta
de este al rechazar el amor que le ofrece la ninfa Eco. El hecho
es que Narciso muere en estado de éxtasis ante su propia imagen,
convirtiéndose en la flor que lleva su nombre. Este es, digamos,
el nivel mítico de la historia. A mí, sin embargo, ante tal versión
me interesaba resaltar algo diferente: la imagen de un joven que al
contemplar su belleza no entra en un estado de excitación amorosa
consigo mismo, sino en una profunda crisis existencial al constatar
la fugacidad de la aparente armonía que sus ojos perciben. Es decir,
la cara trágicamente escondida de esa realidad: la inevitabilidad
de la muerte. El hablante en mi poema se pone así la máscara de
Narciso, pero expresa su situación en sentido contrario, lo que lo
lleva a experimentar cierto estado de suspensión existencial; no es
contemplar su propia belleza física, sino el imaginarse y no poder
encontrar ese otro rostro que las aguas esconden: “una deforme
máscara que se ahoga/en el ácido que le sirve de fondo”.
Personalmente, me gusta esta posibilidad porque nos entrega
a un Narciso trágicamente mucho más cercano a nosotros. Pero,
claro, la versión inicial se sustenta en el imprevisible designio de
los dioses. Quizá sea este el descubrimiento o desvelamiento que la
palabra poética logra en mi texto, dejándome esa “certidumbre” que
siempre me acompaña en toda reflexión que hago frente a los límites
de la condición humana.
85
Amar la vida con todo lo que ella nos entrega, lo bueno y lo
malo: la fiebre descubierta en una desbordada pasión juvenil o en el
otoñal sobresalto, los sueños y desengaños cotidianos, la decrepitud
que nos regalan los años, etc. Son los límites de nuestra pequeñez y
nuestra grandeza. Justamente, la amistad es uno de esos sentimientos
que mejor contribuyen a nuestra tarea de acoplamiento. Relación
noble por excelencia, constituye una forma de amor espontáneo,
amparado en una complicidad que alimentamos sanamente. Sé que
yo sería mucho menos de lo que soy sin mis amigos; de allí que, de
una u otra forma, siempre me acompañen en el camino.
86
por el poder de la palabra. No callar es nuestra mejor manera de
superar el temor.
¿Crees que cada poema que has escrito está completo? Es decir,
¿has quedado satisfecho con el resultado y el sentimiento inicial
que te impulsó a escribirlo?
Todo poema conduce al encuentro fortuito de dos sensibilidades,
la del emisor(a) y la del receptor(a). Se trata de una relación dialógica,
semánticamente abierta; es esto lo que hace imposible suponer que
el texto del poema, tal como queda registrado en el espacio de la
página, pueda ser considerado como algo “completo”. Si lo fuera, no
tendría sentido seguir escribiendo. Cada poema es una pausa, un trozo
de sonoridad que continúa en el siguiente. Y aunque ese fragmento
pueda dejarnos satisfechos —mucho mejor si es así—, una tonalidad
mayor nos acosará por dentro. El pentagrama nos espera.
87
Hernán Vargascarreño, poeta.
Foto: Cortesía de Hernán Vargascarreño.
15. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 30 de marzo de 2014.
89
detestar el trabajo con horarios o las condecoraciones/ del gusto por
abandonarme en mi hamaca y repasar inútilmente en ella, la película
de mi vida”.
En esta entrevista concedida a la revista Macondo, el poeta de
Zapatoca, el exiliado, el editor y traductor, confiesa algo más de su
País íntimo y de su estancia en Santa Marta.
90
recio de mi familia campesina santandereana. Pude haberlo escrito en
tercera persona, pero no lo quise. Claro que no es una permanencia,
pues en mi libro Piedra a piedra el tono y los temas de mi poesía son
muy diferentes.
91
y yo leí mis primeros poemas. Como la sala se llenó, me dijo que
podría organizar el segundo recital. Yo mismo elaboraba los afiches
e invitaciones, en fotocopias, y los iba pegando por el centro de la
ciudad. Luego se conformó el grupo Poetas al Exilio, y todo siguió
su cauce; eso sí, con mucho trabajo, esfuerzos e incluso dineros
propios. Logramos mantener el programa durante 17 años, y en la
última década ya se financiaba en su mayor parte con los aportes del
Ministerio de Cultura, el Área Cultural del Banco de la República
y la Oficina de Cultura de la Alcaldía de Santa Marta. Revista de
poesía Exilio nació en 1993. Para su nacimiento me ayudó mucho
la poeta Monique Facuseh. Recorrimos oficinas buscando apoyo
económico y, finalmente, apareció su primer número con la hermosa
poesía del magdalenense Óscar Delgado, el más olvidado de los
poetas del Magdalena.
92
Gustavo Paba, me obsequió su libro El ojo de la noche, que me leí
de una vez. De inmediato quise conocer a la poeta. Tengo muchos
recuerdos vivos de ella, muy vivos: su fragilidad, su pasión por la
poesía, su esquiva personalidad, su orfandad, su deseo de abrazar el
mundo en una sola palabra…
93
¿A qué le está escribiendo Hernán Vargascarreño en estos
momentos?
Estoy escribiendo un libro de nombre Montuno. Es un homenaje
al cañón de Chicamocha y a las montañas que recorrí de niño; pero
como siento que algo le falta, emprenderé este año un recorrido por
doce pueblos del cañón que no conozco, entrando por Boyacá y
terminando en Cepitá, cerca de Bucaramanga. Veré si ese recorrido
me da nuevas ideas para acercarme más a la poética que quiero
plasmar. Necesito ver más de cerca su gente, oler sus montes, libar
sus licores, acercarme más a la herida de la tierra que es este gran
cañón. Están, además, los poemas sueltos, que siempre aparecen
sin temática alguna predeterminada; esos se van acumulando para
incluirlos en algún libro que aún no tiene nombre, o para que hagan
parte de un libro.
94
Alfonso Diaz Granados, político cienaguero.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
95
¿Cuál es su opinión sobre la situación política que se respira en
Ciénaga?
La política de Ciénaga es una política llena de errores y
equivocaciones. Ojalá, con el favor de Dios, cambien las cosas en
estas elecciones de octubre, porque la situación de hoy es lamentable.
Los malos comentarios que escucho me avergüenzan. Uno no
puede tapar con las manos nada de lo que está ocurriendo. Por esta
razón, ruego un cambio en la política cienaguera, que se acaben los
nombres que han cubierto de ignominia a la sociedad. Que no vayan
a repetir los mismos errores, porque eso es lo que ha sido Ciénaga:
una sucesión de servidores públicos que dejan mucho que desear,
que no cumplen con su deber, que solo han perpetuado la vergüenza.
Hay concejales que deben dejar su cargo para el bien del municipio.
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¿Y cómo ve el panorama electoral en Santa Marta y el
Magdalena?
En Santa Marta no estoy muy enterado porque siempre me ha
preocupado la situación cienaguera. Solo sé de la candidata del
Gobernador. De hecho, no sé por qué las mujeres no están dominando
el panorama político siendo mayoría, y, además, porque las mujeres
son delicadas y honorables por naturaleza; por eso vale la pena que
estén en la política.
97
¿Cómo imagina a la Colombia del postconflicto?
¿Una Colombia sin guerrilla? Pero si aquí se miente todos los
días con el proceso de paz. Hace 10 años están diciendo que la
guerrilla tiene 50 años y se comen los 10 años, ya tiene como 70 y
no le pasan los años.
La paz debe venir sencillamente porque no entendería ningún
Gobierno del mundo que permita que se sigan matando a los hijos de la
tierra respectiva…, no podría concebir eso. ¿Cómo se puede entender
que se siga atacando a los niños, que los recluten para la guerra y que
nadie lo impida? Todo eso tiene que acabar. No es posible que sigan
matándose a los niños y a las mujeres sin que nadie diga nada. Pero
no hay quien diga nada porque los perros no ladran cuando tienen
la boca llena. Lo que quiero decir es que los políticos no dicen nada
cuando reciben dinero, no se exponen, ¿para qué? Siguen la suerte
que estamos viviendo, no hay valor personal de nadie; esto sucede,
especialmente, porque no se puede hablar siendo culpable.
98
manera como hice un colegio en Zona Bananera. Un gran colegio en
Santa Rosalía.
99
llegamos hasta la Corte diciendo lo que iba a pasar y ahora dicen
que hay más de 100 hombres al borde de la tumba por esta razón y
los que vienen. Hasta las playas se están enfermando por causa del
polvillo y la erosión.
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Eduardo Barros Pinto, poeta.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
101
la Sierra Nevada. Su primer poemario, Secretos de una noche azul,
fue publicado en 1990, y el segundo, Terquedad de la memoria, en
2002. Pasaron 25 años para que el poeta decidiera lanzar esta tercera
obra, en la que siente una evolución en su oficio. Con La casa del
mar, Eduardo Barros encontró su voz poética.
Para Eduardo Barros, La casa del mar es un sitio mítico, pues el
mar es todos los mares. El libro recoge una selección de 73 poemas,
agrupados en seis capítulos que, en realidad, son cuatro. La división
sería una metáfora de cuatro estaciones o épocas en la vida del poeta.
Los dos primeros capítulos: “Las primeras olas” y “Dónde el
azul irrumpe”, son la primavera del autor, los inicios en el camino
de la poesía. Los capítulos del verano: “Salmos del navegante” y
“Mediterráneo”, son vivencias que marcaron la imaginación y la
felicidad de Barros. En el capítulo “Duelo Marino —otoño—”, el
poeta nos expresa las rupturas y los duelos. Por último, el capítulo
“Agua de alquimia”, el invierno, es una faceta en la que el autor
renace y con la que se cumple el ciclo de la vida.
102
¿Cuál es la poética de Eduardo Barros Pinto?
Mi poética nace del mar y al mar regresa. Se trata de una poética
del agua, del mar como materia poética. Gaston Bachelard, poeta y
filósofo francés, tiene un libro de ensayos alrededor de la poética del
agua, es decir, un ensayo sobre el agua como elemento poético. En
mi caso, el mar como materia poética siempre está presente. Sus olas
son manos que diluyen estatuas de sal y de reyezuelos de oxidada
avaricia de yodo.
103
¿Cuáles son los poemas de este trabajo con los que más te
identificas?
Con todos. De los 73 poemas que componen el libro, en cada uno
hay una parte de mí, como un espejo de agua en el cual puedo verme
reflejado por completo y reconocerme.
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Fabio Rodríguez Amaya, editor.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
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Marta, Aracataca y Ciénaga, a finales de septiembre, se llevó a cabo
el lanzamiento de esta obra dirigida por Fabio Rodríguez Amaya,
profesor de la Universidad de Bérgamo (Italia).
Además de los escritores mencionados, también participaron en
el lanzamiento la crítica literaria y traductora al italiano de la obra
de Cepeda Samudio, Marta Bellometti y Tita Manotas, la viuda de
Cepeda. Caribe Literario cuenta con seis versiones desde el 2010,
año en que organizó el conversatorio sobre la obra de Gabriel García
Márquez y la influencia de la Zona Bananera en su mundo literario.
El evento ha estudiado y homenajeado en sus sucesivas ediciones
a los autores Ramón Illán Bacca (2011), Roberto Burgos Cantor
(2012), Teobaldo Noriega (2013), Marvel Moreno (2014) y Álvaro
Cepeda Samudio (2015).
106
Samudio como predecesor y protagonista del fenómeno literario
más importante de la segunda mitad del siglo XX: la nueva novela
latinoamericana.
107
y los escritores de Cartagena. Además fue promotor cultural,
organizador y mecenas de los primeros salones internacionales de
arte, de los museos de la Costa, impulsó los medios de comunicación,
transformó el periodismo del país, fue fundador del primer cine club
y editor de la primera revista de cine en Colombia.
108
ejes bien estructurados: el público (la zona bananera) y el privado
(la casa grande), además de concretar la urgencia de restituir a los
colombianos el tema nacional que nos agobia: el de la violencia. La
violencia sin muertos, sin regodeos morbosos y enfermizos.
Por el contrario, sirviéndose de una anécdota que marcó el
imaginario popular: el genocidio de Estado de las bananeras de 1928,
materializado por las fuerzas oscuras del militarismo, el Gobierno,
los latifundistas y plantadores locales y la multinacional United
Fruit. La casa grande junto con las del ciclo de Macondo hacen
que la literatura oficialista, la llamada “novela de la violencia”, se
derrumbe sola, pues eran tentativas de crónicas mal logradas, eran
catálogos de atrocidades sin valor estético y ético las más de las veces.
Centenares de novelas, ‘noveluchas’, novelitas muy mediocres,
sin valor estético alguno satisfacían a falangistas y fascistas como
Laureano Gómez, Ospina Pérez, Alzate Avendaño y sus agentes
culturales. Las de Cepeda, García Márquez, Zapata Olivella y Mejía
Vallejo rompían la hegemonía de eso que francamente no podemos
considerar Literatura Nacional.
109
ellos se leían eran rigurosos al extremo, por un principio ético que
los movió desde septiembre de 1948, año en que se encuentran, hasta
la muerte. (…) Es lamentable constatar que prácticamente no existe
un colombiano que haya sido capaz de elaborar una lectura crítica
integral, densa, laica y autónoma de la obra de sus dos mejores
escritores, pero se ocupen de alimentar la leyenda de la persona y de
él como cuento y leyenda y no como escritor, pues ahí está la obra
para valorarlo, no el chisme o la anecdótica insubstancial. El corrillo
ha llevado las de ganar hasta ahora pero ha llegado el momento de
contrarrestar tanta superficialidad, tanta irresponsabilidad.
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ante la nueva retórica de la novela, y con una aún más nueva, se
gestaba la ruptura del canon literario.
Observe bien: con un personaje tan de nuestro continente, nacido
en Tucson y en Ciénaga, con los cabellos de oro, poseedora de dos
idiomas, que se suicida dos veces, una de ellas el día de su matrimonio,
que se divierte disparando dardos venenosos con una cerbatana para
matar futbolistas en el estadio municipal de Barranquilla, que monta
una improbable lotería con Fray Bartolomé Las Casas y llega en globo
a Ciénaga con él y el Barón de Humboldt, que fabrica muñecas sin ojos
en la casa grande, es amiga de Feliza Burstyn, presencia la visita del
crítico cubano Gómez Sicre al pintor naïf Noé León, es coautora de
guiones para el cine como el del ahogado más hermoso del mundo…, en
fin, de ese antihéroe que es la exótica medio gringa medio colombiana
de ese libro incomprendido o de lecturas tardías. Menos mal que se han
hecho y se seguirán haciendo nuevas lecturas interpretativas. Fíjese en
la lectura cinematográfica inédita de Pacho Botía.
111
Fabio Rodríguez Amaya es pintor, crítico, editor y profesor. ¿A
cuál Fabio prefiere, cuál es el más obsesivo y reacio?
Soy solo un aspirante artista que lee la literatura con ojos de pintor,
de manera irresponsable pero ética, desde las imágenes y los signos
y, a la sombra benéfica, de lo mejor de la cultura mundial. La pintura
y la literatura son desde mi primera infancia el centro de mi labor
artesanal. Lo otro, es accesorio; es el precio que se paga en nuestras
sociedades racistas, clasistas y excluyentes a las que no les interesa el
arte y la literatura, o les interesa solo en la medida en que sean vehículo
de ideologización reaccionaria, de cosificación y de ignorancia. Mi
obsesión es grande pero se limita a la urgencia de que se produzca
una cultura coherente con lo que somos en lo más profundo de su
raigambre y abierta al diálogo con la del mundo entero.
112
Porras, Daguet, Norman Mejía, Alfredo Guerrero, Cecilia Delgado,
Darío Morales, Ofelia Rodríguez. Y de muchos más, como los
juglares y los extraordinarios músicos, narradores orales y poetas
populares, fieros de su condición amerindia y afroamericana, a los
que se suman también los de las nuevas promociones de todas las
disciplinas del saber, que escucho, veo y leo con curiosidad como un
aprendiz inquieto y dotado de una inmensa alegría.
113
Annabell Manjarrés entrevistando a la exsenadora, Piedad Córdoba. Santa Marta, 2015.
Foto: Clinton Ramírez.
115
exterior, en cambio, goza de mucha simpatía y respeto: el Instituto
Nobel de Noruega la propuso para el Nobel de Paz en 2009, galardón
que finalmente fue otorgado a Barack Obama.
La exsenadora Piedad Córdoba recorre Colombia enarbolando la
bandera de Poder Ciudadano, promoviendo su visión del país de cara al
postconflicto, apoyando a líderes minoritarios y afirmando los vínculos
de amistad con miembros y simpatizantes de su movimiento político.
Hace unos días estuvo en Santa Marta, en una reunión informal
con miembros de Poder Ciudadano en el Magdalena, aproveché su
visita relámpago para conocer sus puntos de vista sobre las elecciones
del 25 de octubre, el proceso de paz y otros temas de actualidad:
¿La paz está cerca, habrá firma del acuerdo final en marzo de
2016?
Yo espero que sí. Para ello hemos estado trabajando desde muchos
sectores como Poder Ciudadano y Colombianos y Colombianas por la
Paz. Hay dificultades y obstáculos: las amenazas del paramilitarismo
vigente en casi todo el país, el asesinato de dirigentes sociales
y populares y los reparos al contenido divulgado del Acuerdo de
Justicia Transicional. Son actos que cierran muchas posibilidades a
la firma del acuerdo, pero hay que seguir insistiendo. Ojalá que se
haga antes del próximo 26 de marzo. Va a depender más que de las
Farc del Gobierno Nacional.
116
que se validan porque nosotros participamos en ese circo electoral.
Hace parte de las garantías políticas cambiar el sistema.
117
El país vive una suerte de polarización a raíz del fallo de la
Corte que autoriza la adopción a parejas gay. ¿Qué postura tiene
frente al tema?
Soy una persona absolutamente libertaria. Esos debates no deben
existir a estas alturas: son temas que deben darse por sabido y por
consabido. En el Congreso de la República fui pionera de debates
sobre la igualdad de género, el aborto, la salud sexual y reproductiva,
la lucha contra el racismo y la discriminación. He sido una abanderada
en estos temas. Y aunque estos debates son importantes no significa
que este sea un país moderno. Este sería un país moderno en la
medida en que se respeten los derechos humanos, que se respete el
principal de todos: el derecho a la vida. Sucede igual con el actual
debate sobre la legalización de la marihuana. Distrae a la gente del
principal problema, que es el derecho a la salud.
118
Rafael Darío Jiménez, escritor.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
119
A pesar de este consejo, Rafael Darío, acucioso periodista, siguió
removiendo archivos y más archivos para su libro. Al final, después
de 23 años de la entrevista con Gabo, quedó en paz con el nieto del
coronel y consigo mismo al publicar La nostalgia del coronel, un
conjunto de crónicas estructuradas alrededor de la personalidad de
uno de los militares de la famosa Guerra de los Mil días, episodio
recreado ampliamente en las páginas de Cien años de soledad (1967).
El resultado es un libro con valiosa información no solo sobre
la vida de Nicolás Márquez, sino de la historia política y social del
Magdalena Grande entre la segunda mitad del siglo XIX y vísperas
de la Segunda Guerra Mundial.
El libro es publicado por Uniediciones y fue presentado
recientemente en la Feria del Libro de Bogotá. La nostalgia del
coronel es un libro de obligatoria consulta y su publicación premia,
justamente, los esfuerzos de Rafael Darío Jiménez, uno de los hijos
ilustres de Aracataca.
EL AUTOR Y SU LIBRO
120
LA NOSTALGIAS
121
porque nada hay más socorrido que un día con otro”. No solo le pesa
la muerte de Medardo sino que admite no disponer del valor para
regresar a un sitio donde había sido feliz.
Las últimas páginas de La nostalgia del coronel están dedicadas a
la muerte del personaje, ocurrida en Santa Marta en 1935, en casa de
su hijo Juan de Dios. El coronel y su hijo no habían tenido una buena
relación en los últimos años, pues Juan de Dios acolitó los amores
de Luisa Santiaga con Eligio García, el telegrafista de Aracataca,
de quien intentó alejarla en vano. El coronel, que sabe próxima su
muerte, extraña al nieto, Gabriel José, que entonces vive con sus
padres en el pueblo de Sucre, perteneciente hoy al departamento de
Sucre en La Mojana. Extraña al niño y sabe de sobra que morirá sin
volver a verlo.
En 1932 había tenido la oportunidad de visitar Santa Marta en
la compañía de su nieto Gabito. En esa ocasión fueron a la Quinta
de San Pedro Alejandrino, donde murió Bolívar. Nicolás Márquez
le prometió al nieto un baño de mar para curarlo de posibles
enfermedades o pestes de la Zona Bananera. Una promesa que
moriría sin cumplirle.
122
soy su nieto?”, lo interpeló el Nobel, hundiéndole el dedo índice en
el pecho. Se rindió cuando Rafael Darío, sin exaltarse, le enseñó
algunos documentos que llevó para corroborar la minuciosidad de
sus investigaciones.
Finalmente, a Gabo no le quedó más que darle ánimos a Rafael
para que escribiera la historia sobre su abuelo y hasta le sugirió la
forma de escribirla. Rafael destaca emocionado el consejo que Gabo
le dio al joven Rafael en septiembre de 1993: “Si te encuentras en
un callejón sin salida, quiero decir, que no tengas más nada que
argumentar sobre el viejo, yo, nieto de Nicolás Ricardo Márquez
Mejía, te autorizo para que inventes, porque de eso vivo”.
Un consejo que Rafael en parte cumplió, ya que en el libro
prefirió ceñirse a la rigurosidad de la información histórica sobre el
coronel Márquez.
Edward Waters Hood, el académico de la Universidad de California,
Irvine, sostiene, en la contraportada del libro, que “Rafael Darío
Jiménez ha hecho un gran homenaje a Gabo al resucitar en prosa la
vida de la figura que fue tan influyente en su vida”.
123
Samir Delgado, poeta.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
125
en medios impresos y digitales, se desempeña como locutor, y ha
publicado siete libros, entre ellos: De Guajara a Tafira. Travesías del
movimiento estudiantil canario (2005), Poema global de la ciudad
turística (2007), Una casa mal amueblada (2010) y Banana Split
(2011). Además, es el coordinador del Encuentro Internacional de
Literatura 3 Orillas, de las islas Canarias.
Como filósofo, Samir Delgado ha dedicado tiempo y páginas a
pensar el turismo y sus efectos en la cultura de la isla y en la psiquis
del individuo insular. Aunque esta condición de la existencia implica
para el poeta canario una especie de perturbación, como poeta sabe
que “estar en la periferia es un beneficio porque ofrece posibilidades
creativas inéditas”.
126
otras existencias. Nunca la identidad será una carencia, siempre será
una añadidura. Hay una referencia muy interesante del Nobel Derek
Walkott que dice que los caribeños no tienen por qué sentir la pérdida
del edén del hombre blanco, pues han surgido unas identidades
mestizas vigorosas, producto de un proceso de intercambio absoluto
después de la conquista de América. Para él el futuro es el paraíso, no
el pasado. Es decir, en lugares que son islas, los horizontes pueden ser
tanto una prisión como una puerta de libertad y considero que cuando
los centros han sido los que han irradiado el poder, estar en la periferia
es un beneficio porque ofrece posibilidades creativas inéditas; se trata
de crear en medio del desierto, rodeado de agua y arena como sucede
en las islas Canarias; es una oportunidad de retomar la idea de lo
sagrado, de los procesos fundacionales del verbo.
Y no son pocos los poetas de las islas que a través de su obra
literaria han establecido un diálogo con los visitantes en calidad de
anfitriones, también han sido los propios habitantes de las islas los
visitantes de otras culturas, a través del arte y la literatura. En ese
sentido, la condición de espectador, algo así como una especie de
flâneur insular que observa en medio de la multitud que observa al
planeta entero, da la posibilidad de acercarse más a lo verdadero
porque nuestra sensación de soledad se aproxima mucho a la propia
condición huérfana del ser humano en el cosmos. Como decía
Lezama Lima, la universalidad está en el sentido de lo insular, en los
jardines invisibles, en la noche de la isla.
127
una piedra volcánica; para mí es como traer uno mismo su corazón
entre las manos para brindárselo a los demás poetas amigos y a los
ciudadanos de Medellín.
Incluso, puedo decir que esta piedra volcánica, este trozo de
malpaís de las islas, lo utilicé en las lecturas para que los paisas
pudieran tener entre las manos miles de años de vida volcánica y
sentir la desmesura, el exceso y la abrumadora inclinación del
tiempo geológico que es muy intenso y se parece mucho a las
expectativas que se crea entorno a lo real maravilloso. Tener entre
manos una piedra originaria es, como decía Gabriel García Márquez
en Cien años de soledad, “cuando las cosas no tenían nombre,
para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”. Y por eso la
identidad entre la poesía, el escritor y su paisaje es una cuestión de
metabolismo necesario.
128
es aquel que explosionaba la tierra para hacer que el agua llegara a
los ciudadanos. El agua, esencia de la vida, cristalina condición del
hálito vital, necesita un sacrificio. Un ejemplo, la idea de la copa de
agua, del vaso de luz, está dentro de algunas obras de poesía y de
arte en Canarias.
El poeta es una especie de espacio limítrofe entre el agua y
lo terrestre; y su condición anfibia implica la profundización en
el mundo de lo etéreo, de lo inmaterial, de lo imaginario. Pero su
radicación en la materia, en el lado de la costa también significa un
juego con la lengua, con el verbo, con la sonoridad, con ese lado
empírico, táctil, sonoro del ejercicio de la poesía. Y a fin de cuentas
pienso que en un mundo caracterizado por el individualismo, la falta
de solidaridad, el salvajismo hacia los animales, hacia los entornos
medioambientales producto de una civilización enferma, la poesía es
el lado sagrado de la escritura, en el sentido del poder que significa
crear nuevos mundos, lejos de toda transcendencia divina. A mi
me gusta la idea del paraíso en la tierra porque implica un ímpetu
revolucionario en el cual dedicarse a la poesía significa el arraigo del
don y la búsqueda permanente del hallazgo.
129
En tu época universitaria te comprometiste con el activismo
ambiental y político. Tus poemas retratan el archipiélago y es
innegable que al hacerlo exista un compromiso político y social,
¿estoy en lo cierto?
Hay algo de ecología en el verbo y de compromiso político.
La ecología del verbo es una condición auroral con el paisaje,
una especie de hipnosis aproximativa al tiempo de la luz, hay un
desencuentro con el lago controlador del entorno. De ahí que en
algunos de mis poemas establezca un diario del entorno y los paisajes,
aunque también es verdad que huyendo de los excesos de cualquier
panfletarismo al uso, uno de los espacios en el que más cómodo me
encuentro es en la escritura sobre pintura. Intento construir poemas
en función de cuadros de artistas de todos los tiempos, considerando
que la pintura es la única realidad en el sentido de que el objeto
artístico es una expresión socionatural devenida en el tiempo, que
integra el testimonio del creador y del tiempo de la obra.
Hay un lado sagrado en el cuadro heredado y por eso la relación
con la pintura es una relación de desnudez absoluta, de acelerador
de partículas de los sentidos y, de igual modo que en el arte sacro
se intentaba trasladar al común de los mortales la verdad de los
episodios bíblicos, el arte moderno y contemporáneo trae consigo
un conjunto de revelaciones transcendentes sobre el acontecer de
la vida en el mundo de hoy. Escribir sobre pintura es algo que me
resulta liberador.
130
Mercedes Pérez Tigreros, pesista.
Foto: Cortesía de Mercedes Pérez.
22. Texto elaborado a partir de una entrevista concedida por la pesista colombiana el jueves 6 de
diciembre de 2016. Publicada en la edición impresa de Opinión Caribe el 14 de diciembre de 2016.
131
más fuerza ahora”. Extiendo los brazos hasta llevar la barra por
encima de mi cabeza. Pensé: “Lo logré, Dios. Gracias”. Luego arrojo
la barra con satisfacción y “guaaaa”… grité victoriosa.
Mi primera medalla fue compitiendo por el Magdalena. Quedé
subcampeona en Villavicencio cuando tenía solo 15 años. Fue
asombroso, pues solo tenía año y medio en el levantamiento de
pesas. Sinceramente, no creí poder ganarme una medalla. Fue solo
hasta que estuve en el pódium que me las creí. Supe en ese momento
que algo bueno venía para mi vida, para mi futuro y para mi familia.
Fue una experiencia muy bonita porque algo que no creía, sucedió.
Ahora, con 29 años, ya perdí la cuenta de la cantidad de medallas
que he ganado. Son 15 años de estar levantando pesas y en cada año
he sido ganadora varias veces.
Crecí en el barrio El Mayor de Santa Marta. Soy la última de seis
hermanos. Fue gracias al apoyo de mis padres que salí adelante, pero
también le debo a mi descubridor. Cuando estudié en el Instituto
Magdalena, mi profesor de Educación Física, Juan Solano, me dijo
que yo era muy buena jugadora de sóftbol, que bateaba con fuerza.
Yo era el cuarto bate del equipo. Hace más de nueve años que no sé
de él, pero fue la primera persona que me inclinó hacia el deporte y
le agradezco. Fue quien me dijo que yo podía dar más de mí misma
en los deportes de alto rendimiento, así que un día me llevó al viejo
gimnasio de pesas para hacer unas pruebas en levantamiento. Allí
conocí a Óscar Pasma y a Carlos Robles, quienes vieron un gran
talento en mí. Los recuerdos de mi adolescencia se debaten entre los
pelaos del barrio, el sóftbol y las pesas.
Otro departamento me dio la oportunidad de crecer como
deportista. Salí de Santa Marta en 2004 con mi título de bachiller,
con mis sueños y con mi fuerza. Competí por Bucaramanga hasta el
2012 y ahora lo hago por Bolívar y también por Colombia.
Hace casi dos años visité el viejo gimnasio. Mis amigos de
siempre me reciben con orgullo. Los novatos me dicen que quieren
ser como yo, pero es muy duro porque el gimnasio no tiene las
condiciones para que ellos triunfen. Sí, es cierto que yo triunfé
gracias al gran apoyo de mi familia, pero también es cierto que parte
132
de mi triunfo ha sido porque me fui a tiempo del Magdalena. Decirlo
es muy triste porque, aunque hay tanto talento para el deporte en mi
departamento, no hay cómo ni dónde entrenar.
Es por esta razón que considero que los Juegos Bolivarianos
2017 son una oportunidad muy bonita para mi tierra. Escuché por
ahí, sin embargo, que el gimnasio de pesas donde aprendí no se va a
recuperar. Según me explicaron, los campeonatos de pesas se harán
en un coliseo o en un estadio. Eso me entristece, porque no podré
llegar al lugar donde entrené por primera vez y decir: “este es mi
gimnasio, aquí entrené por primera vez, aquí nací como deportista”.
No, eso no será. Pero lo que sí me alegra es la idea de poder competir
en los Juegos Bolivarianos y quedar de primera para darle ese gran
triunfo a Santa Marta.
Tengo que admitir que el deporte me ha dado la oportunidad
de conocer la mitad del mundo y de coleccionar triunfos, pero, en
2006, Dios me puso una prueba. Venía orgullosa de mí misma por
haber obtenido el título de “Campeona mundial juvenil”. Estaba
confiada de que todo saldría bien en los Juegos Centroamericanos y
del Caribe, pero había bajado de peso, no estaba nadie de mi familia
y eso me tenía muy nerviosa. Cuando iba a levantar los 110 kilos me
desmayé. Fue como si se derrumbara un pedazo de mi vida. Después
de haber entrenado tanto y no cumplir con el objetivo, llegué a
pensar en retirarme del deporte. Soñaba con ser la próxima María
Isabel Urrutia. Pero son justo este tipo de fracasos las experiencias
que nos enseñan a todos los deportistas a ser más humildes, a valorar
lo que tenemos y ser grandes en el deporte.
Siempre he sido una mujer muy luchadora, me he esforzado en
ser una excelente deportista. Sacrificio, humildad y disciplina son mi
insignia. Al deporte le agradezco no solo mi felicidad sino también
la de mi familia, soy su orgullo. Gracias al deporte mis hermanos han
estudiado, siempre han tenido un apoyo en mí, y eso es lo que más
me hace feliz.
Por otro lado, también he sido bendecida en el amor. Tengo ocho
años con mi pareja: cuatro años de noviazgo y cuatro de casada.
Su nombre es Edinson Angulo y también es levantador de pesas;
133
es sexto a nivel mundial en la categoría de mayores. Por eso me
entiende, me sabe esperar cuando viajo y se alegra con mis éxitos.
Ambos nos admiramos.
Actualmente, vivo en Palmira, Valle. A mis padres los visito en Santa
Marta cada vez que la Selección Colombia de Pesas me lo permite.
Mientras tanto, llevo una vida normal. Tengo mis horarios de
entrenamiento de lunes a sábado. Entreno en las mañanas desde
9:30 a 11:30. Por las tardes, desde las 4:30 a 6:00. Los sábados, solo
entreno de 10:00 a.m. a 12:00 p.m., y los domingos descanso, como
Dios manda, para dedicarme a mí y a mi familia.
Cada vez que entreno pienso que Tokio 2020 tiene las puertas
abiertas para mí. Le pido mucho a mi Dios que me dé salud para
seguir entrenando y que me pueda recuperar de mi cirugía de rodilla.
Tengo las pilas puestas para Tokio y espero estar entre los tres
primeros lugares.
Antes de despedirme, tengo algo que decir a todas las mujeres
del Magdalena: no desfallezcan en el intento. El que quiere puede.
Cambien su vida por medio del deporte. Que Dios siempre las lleve
por el mejor camino.
134
Fernando Núñez, poeta.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
135
Me invitan a pasar a la terraza donde me espera una cerveza
helada para aplacar el calor húmedo de los primeros días de marzo.
Desde el piso 17 se observa la cadena de edificios de El Rodadero y
también Gaira, pueblo convertido en un barrio de la ciudad con sus
nuevos conjuntos cerrados y sus secos cerros invadidos de cardonales
y casas de bloque.
Después de multiplicarse como docente laborando en distintas
universidades de Bogotá, Fernando Núñez del Castillo disfruta
desde hace 19 años su pensión en Santa Marta, ciudad a la que ha
regresado para dedicarse a la poesía de tiempo completo. Aracataca
lo vio nacer en 1943. Comenzó su bachillerato en el Liceo Celedón
y terminó en el San Luís Beltrán en Santa Marta.
Obligado por sus padres se fue en 1962 a Palmira Valle para
comenzar una carrera de Agronomía que dejó tirada. Eran tiempos
difíciles, sus padres se habían separado y Fernando, quien siempre
tuvo predilección por la poesía, se aficionó a la música y los boleros.
Allí comenzó una corta faceta de cantante en la que fue contratado
por una orquesta en Pasto. Ganaba bien, lo suficiente para entregarse
a la bohemia.
En 1966 se mudó a Bogotá con su madre y sus hermanos. En la
capital fue contactado por el famoso Poly Martínez para cantar en la
orquesta de planta del Hotel Tequendama, pero no aceptó. La biología
y la vida académica lo rescataron del desordenado ritmo de los boleros.
Nunca más volvió a cantar, ni siquiera en las fiestas familiares.
Fernando es biólogo egresado de la Universidad Nacional (1972)
con una maestría en Biología Genética por la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM). Durante 25 años fue profesor en la
Universidad Nacional y catedrático en las universidades Distrital,
Pedagógica Nacional y La Salle.
La vida académica no le dio nunca espacio para la poesía. En su
trayectoria docente dirigió 14 tesis y fue jurado de más de 20. Además,
fue durante ocho años editor de la revista Acta Biológica Colombiana
y coordinador de la biblioteca del Departamento de Biología.
Aun así, un hombre con mente científica ha escrito cinco
poemarios. El último de ellos: Alarmas armadas (2016), publicado
en Ottawa, Canadá, por la Editorial Lugar Común, es un libro de
136
poemas donde este poeta de Aracataca expresa su sentir sobre el
conflicto armado colombiano.
POEMAS Y ALARMAS
137
lapidario. Sin duda este elaborado trabajo de Núñez contribuye a
la construcción de un archivo socio-literario que —sin proponerse
abordar éticamente el tan discutible tema del promulgado perdón—
niega categóricamente la posibilidad del olvido. La palabra reclama
y asume su papel de testigo”.
138
sembrado de fósiles, /paredes impregnadas de pinturas y glifos: /
antiquísimos capítulos de historia de la tierra / escritos en una cueva”
(Barro animal, p. 48).
Fernando confiesa que de este libro en adelante sus poemarios tienen
unidad temática. Sobre Barro animal y De carne y sueños sostiene:
“Creo que en estos libros hay altibajos, tal vez hay unos poemas
muy bien logrados y otros que no son tan afortunados, pero creo
que eso es lo que da la tierra. Ese libro (De carne y sueños) lo he
querido mucho, sobre todo porque hay poemas ahí que dicen lo que
realmente he querido decir”.
De carne y sueños (2010), su poemario de corte erótico y
amoroso, fue otro reto para él. Abordar el amor y la espiritualidad en
la poesía sin caer en lugares harto conocidos es toda una osadía para
un poeta contemporáneo. Al respecto, Fernando Núñez dice:
“Siempre me ha inquietado el amor y el tema de Dios, pero
siempre he tenido muchísimas dudas. Del amor he llegado a pensar
que ni siquiera existe, que son invenciones de la mente, pero también
pienso que si es una creación de la mente es una creación muy bella,
y una creación que nos exalta, porque si algo nos caracteriza a los
humanos es que somos rastreros… perversos (esa quizás sea la
palabra); y el amor es todo lo contrario, busca la cercanía, la paz y la
comunión entre los humanos. Yo le temía a ese tema porque pensaba
que era incapaz de poder tratarlo de una forma artística, elaborada y
poética. Si acaso había escrito sobre el amor tres poemas”.
Para Fernando, la poesía y el amor están en los momentos
simples. Así dicta su poema “En lo cotidiano”:
“Anda mi mujer por la casa /con sus pasos elásticos de araña/
y una sombra de silencio/ cubriéndole los hombros. A veces se
desplaza tan concreta /como el compás de los relojes, y otras, /flota
en el aire de su propia ausencia. /Suspiros, susurros, misteriosos en
los cuartos, celajes, trasiegos, sombras de lo etéreo. /Otras veces
canta y su voz es agua /que se derrama en la rutina sosa. /En una
taza de café me da a gustar el alba /en el humo del aroma su voz se
evapora/ y ahora sus manos me son tan extrañas…/Por momentos su
silencio toma cuerpo/ y me invade y me limpia /y la siento cercana y
mi vida se alegra” (De carne y sueños, p. 98).
139
Sin embargo, a Fernando no lo abandona la ciencia. En su poema
“Más de carne que de sueños” expresa lo siguiente del amor: “Sobrio
algunas veces, /pero ebrio siempre/ y próximo al dislate. /Son de
hormonas sus raíces /y sus flores de carne.”
En su faceta como narrador, el autor de Alarmas armadas ha
escrito 18 cuentos que espera publicar en un volumen. Algunos de
estos cuentos han sido publicados en la revista Macondo. Como
cuentista experimenta con vivencias propias a las cuales les agrega
un tanto de ficción aquí y allá. La narrativa le ayuda a escribir sobre
algunos temas que lo desgarrarían si los poetizara.
“Sobre la separación de mis padres, que siempre fueron un
matrimonio muy mal avenido, donde hubo maltratos físicos y
verbales extremos, no he escrito poemas pero sí un cuento. No
puedo abordarlo desde la poesía porque son recuerdos demasiado
dolorosos y si escarbo en ello siento que me puedo lastimar. Creo
que esa puede ser la razón, pero eso no significa que no lo toque más
adelante”, añade.
Fernando Núñez me invita a su biblioteca, un cuadernillo de
poemas de Alfonsina Storni salta a la vista en su escritorio. Lee por
estos días al novelista español Ildefonso Falcones. “Sus novelas me
tienen atrapado, es preciso y sabe cómo encadenar la ficción con el
contexto histórico de la edad media española”, dice emocionado. Su
nuevo poemario aún no tiene temática definida pero ya lleva casi
50 poemas. “Paro cuando tengo 90, porque de esos elimino mínimo
20 o 25. Al tiempo que escribo, selecciono. Sigo escribiendo, nunca
paro en realidad”, puntualiza el poeta.
140
El poeta turco Metin Cengiz, Estambul, 2017.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
141
mezclados con poetas de distintos lugares de Turquía. Mientras
rodeábamos a la figura de Özdemir İnce, el escritor homenajeado
de la noche, abrí otra página al azar del libro de Metin. Al ratificar
la solidez de su voz, me atreví a confesarle mi admiración y
agradecimiento por el regalo.
Afectada por el jet lag, esa madrugada, en mi habitación del séptimo
piso del Silence Hotel, ubicado en la parte anatolia de Estambul, leí
todo su poemario hasta escuchar el llamado del muecín desde algún
minarete cercano. Al revisar su biografía me enteré que ya había sido
invitado a nuestro Festival Internacional de Poesía de Medellín en 2012.
En la contraportada del libro Poemas escogidos (2013) se dice
que Metin Cengiz nació en Göle, Turquía, en 1953. Su trabajo
poético ha sido galardonado en su país y en el mundo. En 2011
obtuvo el Premio Internacional de Poesía Tudor Arghezi. Posee ocho
poemarios: Después de un diluvio (1988); El gran amor, (1980); El
lirio que floreció en su veneno (1991); Para İpek (1993); Los Libros
de Canciones, (1995); Años Juveniles (1998); Himnos de Amor y Las
composiciones Hüzzam de hoy (2005); Poemas de libertad (2008); y
Las imágenes son mi casa (2011).
Los últimos treinta años se ha dedicado a cantar y a pensar la
poesía. Como crítico posee una extensa obra basada en la importancia
de las imágenes en los poemas. También ha estudiado la poesía desde
temas como la sexualidad, la religión, el modernismo, el socialismo,
la filosofía, el estilo y la forma.
No esperé el amanecer. Le escribí a esa hora para comentarle que
deseaba entrevistarlo. Esperaba que al despertarse leyera el mensaje
pero Metin es madrugador. Chateamos un poco sobre su poesía, mi
poesía, y algunos consejos. Era una mañana primaveral en Estambul,
ese día atravesaría el Bósforo rumbo al lado europeo con el afán de
conocer la mezquita de Sultán Ahmed en la compañía de los poetas
uruguayos Julio Pavanneti y Anabel Villar. Quedamos en desayunar en
el restaurante del hotel a las ocho y media. El poeta me esperaba con
una sonrisa: la sonrisa de alguien que encontró la paz en la turbulencia.
Tranquilo, con su aspecto bonachón, Metin hablaba de platos y
tradiciones mientras acompañaba su desayuno con un té turco y, por
supuesto, su inseparable raki.
142
Poeta, editor, ensayista, traductor y periodista, Metin Cengiz, el
autor de bellos poemas como “Hojas de otoño”, “Bagdad” y “La
lluvia” aceptó muy gentilmente contestarme algunas preguntas.
EL AMOR Y LA REVOLUCIÓN
143
¿En qué sentido Nazim Hikmet influyó en su poesía?
Nazım Hikmet es un poeta universal. Ha influido en los poetas de
todo el mundo. Pablo Neruda dijo una vez que si él fuera a armar una
antología de un hombre, sería sobre Nazım Hikmet.
Me influenció el sonido único de su poesía y su uso de las
imágenes. El sonido de su poesía resuena como una pistola. La suya
es una poesía vocal. En mi poesía, el sonido coopera con las imágenes.
Sus poemas reflejan un profundo amor por la humanidad. Este amor
es también predominante en mis propios poemas. El amor y la guerra
son los temas principales de mi poesía. Así que podemos decir que,
desde Nazım hasta nuestros días, nada ha cambiado, por desgracia.
144
EL CRÍTICO Y EL POETA
145
En el sentido técnico se preocupa por las imágenes de su poesía;
sin embargo, ¿qué intenta alcanzar con sus poemas?
Quiero llegar a la gente, afectarlos profundamente, y trabajar en
sus sentimientos y pensamientos en una forma más elevada. Quiero
ser recordado como un poeta leído por la gente.
146
Sin embargo, las canciones más tristes escritas en el momento más
triste llevan un núcleo de esperanza.
147
Annabell Manjarrés entrevistando a la poeta turca, Müesser Yeniay. Estambul, 2017.
Archivo: Annabell Manjarrés Freyle.
149
también cae pulverizada (2009), Dibujé el firmamento de nuevo
(2011) y Antes de mí había desiertos (2014). También ha publicado
una investigación: Poesía turca de vanguardia, la otra conciencia:
surrealismo y el segundo nuevo (2013).
Además de escribir poemas, ha decidido volver a las raíces de la
poesía turca, objeto de sus más recientes investigaciones.
De lejos, Müesser sorprende con su larga cabellera y su sensualidad,
y aunque existe sensualidad en su poesía, sus poemas no son tan largos
como su pelo. Escoge un par de palabras para lanzarlas como piedras
y el resultado es una obra intensa en sentimientos e imágenes.
En Estambul fue ella quien leyó mis poemas en turco durante el
Festival Internacional de Poesía Nazim Hikmet 2017, al cual fuimos
invitadas. Tuvimos pequeños momentos para tomar el té y charlar.
De ellos quedó esta entrevista.
150
¿Qué aprende un poeta traduciendo a otro poeta?
Cada buen poema es una lección para un poeta. Enseña cómo
escribir poesía desde el principio. Por lo tanto, la traducción es una
especie de escuela para mí. Me da la sensación de haber escrito ese
buen poema yo misma. Cada poema bien escrito es como un espejo
que nos muestra nuestra alma en forma de palabras.
151
En cuanto a tu pregunta sobre la transformación, puedo decir que
me convertí en lo que amo: en poesía.
152
¿Cómo evolucionó la escritura de tu poesía?
En realidad, cuando empecé a escribir poesía estaba leyendo
muchas revistas de poesía contemporánea, pensando que tenían los
mejores ejemplos de poesía. Pero cuando descubrí los clásicos de la
poesía me sorprendí, renuncié a esa idea y entendí que no son poesía
en absoluto.
Algunas personas piensan que mis primeros poemas son más
caóticos y depresivos. Ahora siento que tengo una visión clara y
un mejor lugar. Me siento más cómoda con la pluma y el papel.
Virginia Woolf dijo: “Lee mil libros y tus palabras fluirán como un
río”. Supongo que he leído muchos miles para esta comodidad en
lenguaje y mente.
153
CRÓNICAS
155
Pedro Conde durante el rodaje de la película La misión. Santa Marta, 1986.
Archivo: Pedro Conde.
26. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 7 de abril de 2013.
157
No salía de su casa sin su maleta llena de recuerdos, que
además contenía un álbum con las fotografías de su gloriosa
juventud en el espectáculo. Retratos en los que aparece al
lado de grandes artistas, músicos y actores que dejaron en su
mente la inercia de haber sido alguien importante junto a gente
importante y, sobre todo, la idea de haber vivido lo que ningún
samario ha hecho, como solía decir con orgullo después de
narrar su historia a conocidos y desconocidos, una y otra vez.
158
En ese contexto tan crucial en la historia colombiana y americana,
“Pedrito” nunca más volvió a ver al joven Fito después de ese 9 de
abril en el que Bogotá empuñó su impotencia en el Bogotazo.
Conde también se enorgullecía de la travesía que vivió a los 6
años, cuando creyó que ya estaba bastante grandecito como para
decidir qué hacer con su vida. Los ojos se le elevaban cada vez
que recordaba la noche en la que subió a un barco rumbo al país
azteca, porque era México la meca de la cultura y la fantasía, del cine
latinoamericano, de la ranchera y de la Sonora Matancera.
“Al llegar a México, nadé hasta llegar a la orilla sin ser visto por la
seguridad del puerto mexicano. Al día siguiente, un pescador y sus dos
hijos me encontraron dormido en la playa. Ellos me contaron que yo
parecía un ángel. Era un niño güerito, de ojos azules, y con ellos viví dos
años. Después me despedí de esa familia y tomé un tren hasta Ciudad
de México”, recordaba el hoy difunto y legendario Pedro Conde.
En sus anécdotas destacó su llegada a México como el inicio de
una aventura digna de un guión de cine. Conoció a un anciano que
lideraba a una banda de atracadores y, en ese ambiente enrarecido,
aprendió a embolar zapatos y a ganarse la vida durmiendo en la calle
con frío y hambre, mientras recordaba la prosperidad de su familia.
“Y mi papá allá con mucho dinero”, decía.
Una vez, embolando zapatos, escuchó que un amigo de su padre,
Nelson Pinedo, el reconocido cantante barranquillero, estaba en
México. Hizo todo lo posible para poder estar en contacto con él
y El Almirante del Ritmo, como era llamado este artista, logró que
Pedro Conde conociera a Rogelio y Caito, quienes lo llamarían para
que cantara boleros en la Sonora Matancera. Fue ahí donde empezó
su gloria y tuvo la oportunidad de demostrar sus dotes de bailarín
que le merecieron el apodo del “Rey del Twist”.
En la Sonora Matancera estuvo durante cinco años hasta el día que
no se presentó a cantar boleros porque, según él mismo narraba con
picardía, se perdió con una hija de Mapita Cortés rumbo a Acapulco.
De los boleros pasó a los mariachis en la Plaza Garibaldi, escenario
emblemático de este género donde, claro está, también conoció a
otra personalidad famosa: Javier Solís.
159
SU REPERTORIO
160
SU ETERNA GLORIA
Pedro Conde junto a Terrence Hill y otros actores en el rodaje de Dale más duro Trinity, 1972.
Archivo: Pedro Conde.
161
Pedro Conde ensayando una coreografía de pelea con Clint Eastwood.
Archivo: Pedro Conde.
Con Terence Hill y Bud Spencer durante el rodaje Dale más duro Trinity, 1972. Estados
Unidos, 1972.
Archivo: Pedro Conde.
Pedro Conde en un receso con el elenco de Dales más duro Trinity, 1972.
Archivo: Pedro Conde.
162
Con Robert De Niro durante el film de La misión Con Leam Neeson durante el rodaje de La
en la Sierra Nevada de Santa Marta. 1986. misión. Santa Marta, 1986.
Archivo: Pedro Conde. Archivo: Pedro Conde.
La música, la otra pasión de Pedro Conde. Aquí, con amigos, músicos y cantantes en
México D.C.
Archivo: Pedro Conde.
163
Pedro Conde bailando twist. Santa Marta, Pedro Conde en acción durante una escena
años 60. de Los rebeldes.
Archivo: Pedro Conde. Archivo: Pedro Conde.
164
Portada del álbum Pacantó de Totó la Momposina.
165
agria, hablándonos de la cumbia y la tradición, mientras se espantaba
los mosquitos de la noche con un “musengue”.
A Totó la caracteriza una sonrisa fácil y la espontaneidad, su
fuerza de carácter y sus respuestas directas y claras. No vino a Santa
Marta a dar entrevistas, ni a cantar; pero la alegría la impulsó a hacer
las dos cosas sin quejarse.
“Este patio me hace recordar cuando era niña y me la pasaba
‘mangueando’ encaramada en los palos de mango”, dijo la cantadora
de Talaigua Nuevo, Bolívar, frente a los amigos invitados por Edgar
Rey Sinning, entre ellos los escritores Eduardo Pueblo, Clinton
Ramírez y Martiniano Acosta; los cultores del carnaval de Pescaíto,
Cesar Gómez Vizcaíno y Oswaldo Manjarrés, entre otras figuras de
la vida cultural samaria.
“La cumbia tiene un secreto, y es que es una música que no se
impuso a través de la violencia, aunque fuera prohibida en la época
de la Colonia. Sin embargo, dos razas esclavas se unieron: la negra y
la indígena; y cuando una música se combina a través de un proyecto
de amor, salen propuestas musicales de mucha espiritualidad”,
afirmó Totó la Momposina cuando empezó a hablar de este género
musical que tanto conoce y el cual ha llevado a los confines del
mundo durante la mayor parte de su vida.
Cuando Sonia Bazanta Vides era una niña ya había sido convocada
por la cumbia. Creció rodeada de músicos, cantadoras y llamadores.
Así lo expresó sentada en la mecedora, en medio de traguitos de Ron
Caña con Limón que se empinaba “para no perder la costumbre”.
“Yo escogí esta música porque era lo que me correspondía”, dijo
al recibir su homenaje en Barranquilla y así lo reafirmó en el patio:
“Claro que sí, es que cuando uno tiene una familia en las sabanas
de Bolívar y pregunta cuántos músicos de apellido Bazanta hay, y si
preguntas cuántos músicos existen en la Isla de Mompox de apellido
Vides Choperena, te encontrarás con más de 300 o 400. ¿Cómo hace
uno con eso? Tengo nueve nietos que son artistas. Tuve tres hijos y
todos son artistas”.
166
La cantadora de Talaigua aclaró que los homenajes que ha
recibido por estos días, uno en Medellín y el otro en Barranquilla, no
son otra cosa que un homenaje a la cumbia.
“Yo nunca he cantado para ser famosa, y nunca me ha gustado
que salga mi nombre; mi rostro sí sale, pero de una manera alegórica
porque la protagonista es la música”, afirmó.
Cuando niña vivió un tiempo en Villavicencio. Su mamá se fue
para Bogotá. Totó aprovechó para inscribirse en un concurso de baile
por su propia cuenta, el cual tendría lugar en el Teatro Cóndor. Ese
fue su primer premio, lo ganó bailando la cumbia y su premio sería
un mes de matinal en El Cóndor pero no pudo gozarlo porque el
teatro se incendió.
Su papá tocaba el tambor y fue su madre quien le enseñaría la danza
de los indios Farotos. “Todos los que estamos en la Isla de Mompox,
somos descendientes de los indios Farotos de la raza Chimila. Cuando
uno recibe de la madre toda esa información, uno viene con ese patrón
que, con el tiempo, lo va corroborando. Por eso he podido interpretar
el sentimiento individual de cada zona, porque sé que cada uno de
ellos tiene su manera de expresarlo”, agregó Totó la Momposina.
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LOS MAGDALENENSES OLVIDARON LO SUYO
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El poeta popular Endaldo Cantillo, Ciénaga, 2015.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
28. Publicada en la revista Macondo de Hoy Diario del Magdalena el 19 de enero de 2014.
169
que después de las faenas improvisaban versos con cualquier tema
en las cantinas del viejo Puerto de las Mercedes.
“Cuando estaba niño me iba detrás de los poetas decimeros, me
presentaba a la casa como a las 4:30 de la tarde. Al llegar, mis viejos
me daban una ‘limpia’. Recuerdo una vez que la plata del desayuno
se la di a un decimero porque se le cayó la botella de ron y se le
partió. Los poetas me compusieron décimas por ese gesto que tuve”,
expresó entre risas Endaldo Cantillo, meciéndose en la sala de su
casa de la calle Bolívar de Ciénaga.
“Recuerdo que Martín Revolledo y Perfecto López, que venían
de Sevilla, no sabían leer ni escribir, y siempre me pregunté cómo
hacían para escribir esos poemas. Duraban días enteros componiendo
versos, recitándolos para que otros los escribieran”, agregó.
Pero Cantillo reconoce que antes que todo él nació siendo
decimero. “No fue algo que aprendí o me enseñaron, yo nací con
eso”, expresó. A sus 82 años es buscado por cultores de otros pueblos
y regiones para hablar del arte de la décima, el folclor, la historia de
la Danza del Caimán y otros temas de culto, pero antes de convertirse
en un gestor de la cultura cienaguera, Endaldo fue pescador durante
30 años de su vida; época en la que, gracias al contacto con las aguas
de la Ciénaga Grande y el Mar Caribe, logró fortalecer su esencia
como artista de la décima.
En los años 40 bailó por primera vez la Danza del Caimán, por
la misma época en la que ya había empezado a interesarse por el
fútbol; una afición que, si bien no le duró mucho, se convirtió en
un capítulo importante en su vida, pues no solo es recordado aún
como un jugador de potente pegada, sino también como un árbitro
implacable, oficio que ejerció durante varios años.
“Teníamos un campo cerca de la casa y yo me ponía a jugar
fútbol. En el año 50 fueron unos muchachos al campo y a mí me
llamaron de primero para un campeonato de la Compañía Frutera de
Sevilla, pero yo no tenía ni cédula ni era ciudadano. Allá me dieron
un cartoncito y con ese cartoncito hablé en una oficina. Pronto me
bautizaron como Endaldo, el Terror de los Porteros. Pero no tuve
suerte de profesionalizarme en el fútbol. Después del fútbol empecé
a escribir las décimas”, agregó el poeta popular.
170
LA REINA DE LA POESÍA
171
“Cuando fui a Bogotá para el lanzamiento de la antología, unas
muchachas estaban repartiendo los libros y pregunté dónde está
el libro para Endaldo Cantillo. La muchacha me dijo: ‘Endaldo
Cantillo tiene derecho al suyo, pero se le entregará mañana en la
Biblioteca Nacional’. Cuando llegué allá estaba María Mercedes
Carranza, a quien recuerdo tanto. Cuando me dijeron que yo era el
primer puesto ni siquiera sentí cuando se me salieron las lágrimas.
Al reaccionar, me di cuenta que estaba detrás del monumento de
Jorge Eliécer Gaitán secándome las lágrimas porque no aguanté la
emoción”, recuerda Endaldo.
“La muchacha del libro se me acercó y me dijo: ‘Cuando llegue a
su pueblo lo recibirán como a un héroe, porque ningún autodidacta se
ha ganado un premio como este’; pero resulta que al llegar a Ciénaga,
el presidente de la Casa de la Cultura, amigo mío él, no preparó ningún
acto; no sé por qué sería. A mí me recibió el ayudante de un chofer:
‘Maestro, ¿va a llevar la maleta en el baúl del carro?’. Yo venía con
Carlos Domínguez Ojeda, un profesor de Pueblo Viejo; lo convidé a
tomarnos una botella de ron entre los dos y después cada quién pa’ su
pueblo. Ese fue el recibimiento que me hicieron con un primer puesto
a nivel nacional en poesía”, narró con nostalgia el poeta.
Aunque después vinieron algunos reconocimientos en su pueblo,
Endaldo siempre ha tenido la sensación de que el de más valor fue el de
Bogotá. Muchos años después la alcaldía de Ciénaga le otorgó el Caimán
de Oro. “Mira todo el tiempo que pasó y cuando me lo dieron dije en
radio, ¡Yo lo tenía gana’o desde hace rato, me lo tenían pisotea’o!”.
YA NO ESCRIBE MÁS
“Yo dejé de escribir hace como seis meses. Dije: ‘Ya no escribo
más, no me prestan atención ni me ayudan ni nada’. Las letras del
caimán que compuse ya están, ya no escribo más sobre eso. Inventarle
más décimas al caimán sería contradecirme yo mismo. El público ya
lo recibió y lo recibió con cariño porque siempre me mandan a pedir
los poemas desde distintas partes y con eso me conformo, aunque no
me traigan plata”, aclaró Endaldo, imperturbable en su mecedora.
172
Cuando ganó el primer puesto en Bogotá, el alcalde de Ciénaga
era Alberto Vives Pacheco. Su administración intentó publicarle un
libro que jamás salió. Más tarde, en 2003, el escritor cienaguero
Clinton Ramírez le publicó un libro de décimas titulado Mi librito
decimal. Según el mismo poeta expresó “con esa publicación Clinton
me elevó al cielo”.
173
Por otro lado, el escritor y poeta Javier Moscarella expresó en la
misma edición: “A Endaldo Castillo lo hemos conocido siempre en
el delirante ejercicio de la poesía. En su humilde puesto de trabajo
en el mercado público, en su hogar, en las parrandas, caminando
por las calles, a bordo de una canoa, en un acto público: siempre
ejerciendo el supremo arte de la palabra, como si fuera un aire que no
pudiera reemplazar para seguir viviendo. En ese incesante ejercicio
no hay nada que se escape a su mirada, con lo cual ha construido
un infatigable inventario de cosas sencillas y cotidianas a las que el
espejo no nos dejaba ver sus intimidades.”
Endaldo ha recibido distintos reconocimientos. Nadie, sin
embargo, ha grabado una canción utilizando sus décimas.
“La décima como que es muy dura tanto para niños como
para adultos. Diría yo que hasta para los músicos, los cuales no
han podido con las mías. ¿Cómo alguno sí pudo con ‘La Miseria
Humana’? Dieciséis décimas en un disquito de esos. Recuerdo que
Efraín Burgos, un músico profesional de Ciénaga, lo intentó con la
décima ‘Lagunas del vicio’. Le di la copia y se fue de espaldas con
esa composición. No le dio la guitarra para ponerle la melodía. Fue
un gran guitarrista cienaguero y compositor que estudió en Europa y
estuvo en grandes orquestas del mundo, pero no dio con mi décima”,
agregó Cantillo.
El poeta popular, expescador, exárbitro, vendedor de misceláneas
en el mercado público de Ciénaga, y exfuncionario, ha sentenciado
que no escribirá más, pero lo sigue haciendo en el patio fresco de
su casa, a la sombra de las heliconias. Sus últimos versos hablan
de la situación política de Ciénaga y su simpatía con las obras del
alcalde Tete Samper. Sigue pues escribiendo versos a un pueblo
cuya nueva generación no lo conoce, sin saber si eso vale la pena
hacerlo, según expresó:
“Estoy esperando respuesta y que alguien se acuerde de mí.
¿Sabes que me duele bastante? Que mis escritos están metidos en
una caja y cuando oigo a las cucarachas y a los grillos comiéndose las
hojas, entiendo que son los únicos que están leyendo los libros míos”.
174
Clinton Ramírez, escritor.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
175
crecen, aman y mueren en ellos. Solo así cree posible, este escritor
cienaguero, la escritura de una novela: una novela responsable con
el lector, con la historia y con sus propias ambiciones intelectuales.
La novela es para Ramírez un género literario que demanda un
ejercicio de minuciosa observación, investigación y compromiso
con la realidad. Sin embargo, en su adolescencia, Clinton deseó
ser poeta. El primer intento con la poesía data de 1974, cuando
participaba en el Centro Literario del profesor Polo Atencio, en el
colegio San Juan del Córdoba, en Ciénaga, su tierra natal. Después de
emplear dos días en la escritura de un poema titulado “Naturaleza”,
lo leyó con emoción ante los compañeros de clase. Esperaba que el
poema, escrito en endecasílabos e inspirado en la flora de la finca
de Guacamayal en la que creció —La Paulina—, impresionara a su
público. La expresión en los rostros de sus compañeros le indicó que
había fracasado de un modo conmovedor en este primer paso por los
senderos tramposos de la poesía. Este sensible episodio, que puede
ser catalogado hoy como un condenable bullying, no intimidó a
Clinton, quien porfió en la poesía hasta que el profesor Polo Atencio
le sugirió con amabilidad probar con el cuento.
Quince días después llevó un relato inspirado en una discusión
que escuchó en su vecindario. Con este relato, escrito a las carreras,
su joven público y el profesor Polo Atencio comprobaron que el
camino de Clinton Ramírez podía ser el de la narrativa.
Algo tuvo claro desde muy pequeño, ser como esos señores
corbatudos que escribían en el Magazín Dominical de El Espectador.
Su abuelo Clinton Racines fue el culpable involuntario de su
vocación. Les llevaba a sus nietos todos los domingos el Magazín,
sin faltar al rito, para que estos aprendieran a leer en las tiras cómicas
mientras se familiarizaban con el mundo de los negocios y la
administración de la finca. Su abuelo esperaba que Clinton, andando
los años, lo ayudara a administrar la finca La Paulina, pero, si bien
el chico se convirtió en su mano derecha muy pronto, en esa finca de
Guacamayal, Clinton vivió a plenitud un mundo que alimentaría su
primera novela, Las Manchas del Jaguar (1988).
El tiempo que transcurrió entre la lectura de su cuento
improvisado en el taller de escritura del San Juan del Córdoba y la
redacción del primer borrador de Las Manchas del Jaguar (1982)
176
sería solo de siete largos años. En este lapso se convirtió en un lector
furibundo de cuentos y novelas. La equipada biblioteca de su colegio
le permitió tal preparación. Allí, de la mano de algunos profesores
y con la complicidad de la bibliotecaria, leyó los clásicos griegos
y entró en contacto con el teatro de Shakespeare, Wilde y Camus.
Con el debido respeto renunció a la poesía para refugiarse donde
se sentía más imaginativo y libre: en la narrativa, inicialmente el
cuento. Escribió al final del bachillerato (1978-1979) dos relatos que
serían la cuota inicial de su primer libro de cuentos: “La mujer de la
mecedora de mimbre” y “Una vez el paraíso”, textos que reescribiría
muchas veces en los siguientes años.
***
177
de los números y los negocios, pero también el de la literatura, así
que no te quejes”.
178
le dijo que lo andaban buscando del Infotep y que Javier Moscarella
quería hablar con él. Encontró a Javier en la misma mesa donde lo
dejó almorzando, esta vez en la compañía de su esposa. Se había
tomado algunas cervezas. Con los ojos llorosos, se levantó de la silla
para abrazarlo: “Pedazo de pela’o, tú no sabes lo que has escrito.
Siéntate y tómate una cerveza”. La novela, un centenar de cuartillas,
ni siquiera tenía título.
En esta obra, Clinton explora el mundo de Guacamayal, Sevilla
y Rio Frío, donde transcurrió su primera infancia y la historia de su
familia. Un itinerario marcado por los movimientos de su abuelo
como administrador de fincas bananeras, entre muchas de ellas La
Paulina, el lugar que lo vio crecer e imaginar. “Más que escribir un
libro sobre un tema que yo haya investigado, escribí un libro que me
dictó la sangre. Alguna vez, revisando la novela, me sorprendí de las
cosas escritas, y Javier Moscarella, siempre sabio, me dijo algo que
jamás olvido: es la historia de tu familia que llevabas en tu cabeza,
y la pusiste ahí: no tenías por qué ser consciente”, cuenta Clinton.
Con esa obra, dictada por la sangre, el dolor y la memoria, ganó
el Concurso Nacional de Novela Ciudad de Montería en 1987.
Después de la lectura febril de Javier Moscarella, la novela, aún sin
título, la leyeron Guillermo Henríquez en Ciénaga y Germán Vargas
en Barranquilla. La mandó al concurso sin haber tenido tiempo de
retomarla y de agregarle algunos otros pequeños capítulos. Fue
publicada un año después en 1988, en Medellín. Esta edición marcaría
el ingreso de Clinton Ramírez al campo literario, en el que ganaría
como cuentista varios concursos regionales y nacionales más.
179
conocimiento de tal mundo le impedía continuar con la escritura.
Este primer intento de novela agudizó su pericia como investigador
y sus instintos de escritor. Esa novela, que sigue sin publicar, lleva
por título Para morir aquí, y de esta obra, que ha sido más fuerte
que Clinton, nacieron otras: Vida segura (2005), Hic Zeno (2008) e
incluso relatos como “¿Te acuerdas de Monín de Boll?”, que hace
parte de su segundo libro de cuentos, Estación de paso (1995).
Ramírez confiesa: “No es igual escribir una novela de ambiente
rural, que tú conoces y llevas contigo, que una novela con un paisaje
más urbano y sobre una sociedad de inmigrantes que ha tenido vida
europea. Tuve que hablar y entrevistar a algunos de mis personajes,
sin que ellos supieran que estaba documentándome para mi novela.
Con Para morir aquí, cuyo primer borrador es de 1985, aprendí a
tomar el control de un género que exige un conocimiento profundo de
la sociedad recreada: de sus gustos, de sus caprichos, de los extravíos
de su historia. Me pasé muchas horas mirando las casas de la gente que
quería novelar. Aún sigo haciéndolo. A veces pienso que fracasé con
ese libro, y aunque algunos amigos insistan en que está bien, yo tengo
mis dudas. La última vez que pensé que estaba listo fue en el 2005 y
cometí el afortunado error de agregarle un capítulo, que creció tanto
que reventó la novela, al punto de convertirse en otra: Vida Segura”.
Después de este episodio tuvo que reescribir algunos capítulos de
Para morir aquí para sintonizarla con Vida segura, pero, al integrar
otro capítulo a su ambicioso trabajo, surgió un nuevo milagro, su tercer
texto de largo aliento: Hic Zeno. Estas novelas fueron escritas entre el
2004 y el 2006, en Santa Marta, junto a Un viejo alumno de Maquiavelo,
publicada el año pasado (2014) con buena recepción crítica.
Veinte años después de haber escrito el primer borrador de Para
morir aquí, Clinton empezó a escribir, casi de manera simultánea,
otras dos novelas: Otra vez el paraíso —situada en Taganga al
igual que Hic Zeno— y Sin defensa posible, inspirada en la vida del
misterioso escritor samario Pipo Cormorán.
***
180
comentarios de sus lectores y no hay quien no le pregunte si el
intelectual de la novela es él, y si Daniela, su joven amante, existe en
realidad. Él solo responde: “La gente me hace la pregunta, pensando
que en esa novela hablo de mí, y en parte tienen razón porque es un
regreso al mundo de Ciénaga, al mundo de la Zona Bananera, ya que el
personaje central es un profesor cienaguero que se retira de la docencia
por problemas de salud y regresa de Bogotá a la Costa, a Santa Marta.
El mundo recreado allí se parece mucho a mi mundo personal. Es más,
para dotarlo de realidad, utilicé los nombres de los hermanos de mi
abuelo y la familia que le di al personaje es la mía, pero eso no quiere
decir que ese tipo sea yo. Yo no he sido profesor en Bogotá, no tengo la
edad que tiene él y tampoco tengo una amante como Daniela”.
Para morir aquí sigue en revisión por su autor, aún confundido
con las diferentes voces con las que la ha escrito a través de los
años. “Quizás sea el libro que siempre esté reescribiendo, que nunca
publique”, expresó Clinton Ramírez con un aire de resignación que
ni él mismo se cree.
181
diligencia los llevó a las oficinas donde se encontraban unos amigos
y por estos me enteré de la existencia de Cormorán. Nadie le prestó
atención al asunto, pero yo, que leo todo, hasta los papeles de la
basura, me di a leerlos. Allí encontré todo el material que necesitaba
para terminar de entender a Santa Marta. Así que a Cormorán le
debo mi conocimiento de esta ciudad, porque, si bien la he vivido, su
experiencia y su escritura me abreviaron el proceso de acercamiento
a la ciudad”, fabula Ramírez.
Heterónimo o no, la voz del viejo “Pipo” es diferente a la de Clinton.
En La paradoja de Jefferson y el cuento “Todo aquel que anda de
noche”, recogido en la novela corta Un viejo alumno de Maquiavelo,
Clinton le ha cedido espacio y ha dotado de voz al misterioso escritor
samario, y este opaca la suya y su trabajo, según él mismo confiesa:
“La gente me pregunta más por los textos de Cormorán que por
los míos. Los suyos figuran en la segunda parte del volumen La
paradoja de Jefferson. Agregué un cuento suyo al final de Un viejo
alumno de Maquiavelo, “Todo aquel que anda de noche”, que ha
tenido más éxito que el resto del libro. Cormorán se ha convertido
en un problema. Me propuse divulgarlo y todo indica que al tipo le
va mejor que a mí. Varios amigos me dicen sin rubor que el tipo es
mejor escritor que yo”.
182
Clinton a los 7 años de edad. El pequeño Clinton en su primer día de clase.
Ciénaga, 1969. Finca La Paulina. Zona Bananera, 1966.
Archivo: Clinton Ramírez. Archivo: Clinton Ramírez.
183
Mientras escribía Las manchas del Jaguar. Ciénaga, 1986.
Archivo: Clinton Ramírez.
184
Braulio Britto, pintor y coreógrafo.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
“Dios me regala las cosas. Sí, debe ser eso. Una tarde frente a la
playa me detuve a observar a los pericos. En el centro y en la bahía
nunca faltan el chiqui-chiqui, chiqui-chiqui de su parloteo. Eso fue
en diciembre y brisaba fuerte. Los vi volar desde los árboles de trébol
y almendro que hay en el Hotel Sampallón hacia unos trupillos.
Hacían piruetas de sur a norte. Jugaban a forcejar con la brisa y a
chocar con los carros. Al verlos expresé: Ajá, ¿cómo es el cuento? Y
al día siguiente volví con más curiosidad de ver sus piruetas.”, contó
Braulio Britto Pérez.
185
Esa vez llevó una libreta para tomar apuntes. En ella anotó los
recorridos de los pericos desde las 5:00 p.m. en adelante, hora en la que
llegan a los árboles y a las palmeras de la bahía y el Centro Histórico
de Santa Marta. “Me di cuenta que hacen vuelos distintos por épocas.
Vienen desde la Bahía y entran por la Calle 11, siguen derecho hasta la
5ta Avenida, la recorren y regresan al edificio de la Sociedad Portuaria.
Sobre los árboles comienzan a darse piquitos, a saltar de rama en rama
y a acicalarse el uno al otro. Todos andan en pareja. Me di cuenta que
más que volar ellos hacen una danza-ritual”, agregó.
Para esa época, Braulio Britto trabajaba con los niños de Cristo
Rey en el Centro Cultural y Ludoteca del barrio. Después de haber
observado a los pericos por varias semanas, de tomar minuciosos
apuntes, les propuso a sus alumnos ensayar una nueva danza:
—¿La Danza de los Pericos, profe?
—Sí
—¿Es como la Danza del Pájaro?
—No, no vamos a imitar la Danza del Pájaro. La Danza de
los Pericos tiene una peculiaridad. La Danza del Pájaro tiene un
movimiento de ala de arriba hacia abajo, pero los pájaros no vuelan
así, sino que mueven sus alas de adentro hacia afuera, cerrándolas
sobre el pecho. Además, nosotros no vamos a mover las rodillas
hacia el frente sino lateralmente.
Desde esa primera clase la Danza de los Pericos ganó en forma.
Llamó al profesor Rafael Muñoz Escárraga, coreógrafo y folclorista,
quien se acercó con mucha curiosidad a ver la propuesta en el Centro
Cultural en Cristo Rey. Le pareció interesante. Con la aprobación y
sugerencias de un maestro de la danza el Perico tomó fuerza.
“Yo no soy coreógrafo, yo soy formador. Hago esta diferencia
porque los coreógrafos toman la gente ya formada y montan una
coreografía, yo no. Yo formo niños desde la etapa de la lidia, tomo a
un niño que nunca ha bailado y le enseño. Dios me ha dado esa gracia
para lograr estos milagros, porque todos podrían hacerlo pero no tienen
la paciencia para dedicarles su tiempo”, anotó Braulio Britto, quien
forma niños de barrios populares de la ciudad desde hace 21 años.
Las primeras presentaciones de la Danza de los Pericos fueron
en 2009, en los eventos del desaparecido Centro Cultural y Cívico
Ateneo Santa Marta.
186
—¿Ajá y cómo vamos a bailar esto? ¿Con faldas? —preguntó
una de las niñas.
—No, vamos a hacer un disfraz. Vamos a meterle algo brillante.
Al principio, el disfraz de la Danza de los Pericos era bastante
simple: pantalón y camisa verde. Los niños de Cristo Rey bailaban
descalzos en la Plaza de la Catedral en el recordado evento semanal:
“Miércoles de Ateneo”. Esta danza tuvo tanto éxito entre el
público que fue necesario afianzar su exotismo. En las siguientes
presentaciones los niños llevaban un traje con alas, lentejuelas,
zapatos y tocado con forma de cabeza de perico.
“El Perico tomó fuerza porque siempre hemos creído que hay
algo muy especial en él”, aclaró.
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del río Magdalena como surgieron la mayoría de nuestras danzas: en
el seno de las comunidades anfibias. La danza folclórica del Perico
nació en el pasado siglo XX, en las adoquinadas y asfaltadas calles
de Santa Marta. Eso sí, frente al mar.
“Pero aquí ha faltado una verdadera visión. Nadie ha sido capaz
de decir ‘Esto es nuestro’. Esta danza es una representación urbana.
Es folclor captado desde la ciudad”, afirmó Braulio Britto, quien hoy
trabaja con más de 30 niños de los barrios San Martín y El Pantano,
al norte de la ciudad. No obstante, a pesar de su indiscutible pasión
por la danza, los niños de estos barrios populares dejan de insistir en
El Perico al llegar a la adolescencia. El comportamiento impuesto
por el reggaetón en la cultura juvenil amenaza tempranamente la
existencia de esta danza.
—¿Acaso yo soy marica? —dicen algunos entre bromas.
“Cuando llegan a la adolescencia ya empiezan a tener novias,
novios. Pierden el enfoque y hasta se vuelven tímidos”, agregó Britto
con preocupación. Sin embargo, a sus 67 años de edad mantiene la
esperanza de hacer del Perico una danza bailada por toda Colombia.
“Mi sueño es montar una academia. Que tenga su barra, sus espejos
y todo lo necesario para que se profesionalice. Nuestra escuela aún
es muy artesanal. Nenes de 12 o 13 años empiezan a pensar en otra
cosa. Espero que en la academia, un lugar más cerrado e íntimo, ellos
se concentren en ensayar con más seriedad, porque es muy doloroso
que, después de tanto formarlos, justo cuando tienen más fuerza para
bailar, salgan volando”, dijo.
La Danza de los Pericos se baila a ritmo de chandé, preferentemente
por niños y jóvenes. La letra de la danza la compuso el propio Braulio
Britto, y la tambora acompañante la integran sus nietos, entre los que
se destacan el clarinetista Braulio Britto y el bombo Boris Valentín
Banquez Britto. El primero de estos últimos es además el autor de
la armonía de la danza. Pueden llegar a bailarla hasta treinta y seis
integrantes, que simulan una bandada de pericos. El vestuario y la
coreografía hacen de ella una danza muy vistosa. Su verso insigne y
de combate es “Oigan, miren ya llegamos: somos los pericos”.
188
EL PERICO DE ORO
Braulio ensaya con sus estudiantes todas las noches de 6:00 a 8:00
en Piso Rojo del barrio El Pantano, parque adyacente a la Vía Alterna
al puerto. “Cuando comenzábamos a ensayar ahí algunas personas
nos ‘perrateaban’ los ensayos. Pasaban en moto o en bicicleta y nos
gritaban ¡pericoo! Arrojaban piedras o se ponían a jugar fútbol antes
de que nosotros llegáramos para no dejarnos ensayar. No es fácil,
pero desde que montamos el evento El Perico de Oro cambiaron de
actitud, nos felicitan. Ahora somos llamados por los vecinos para que
ensayemos allí”, contó Braulio Britto. Es, como puede apreciarse, un
formador de público e identidad. Nada más representativo de Santa
Marta que sus pericos revoloteando en las tardes del Parque Bolívar,
la Catedral y otras edificaciones del Centro Histórico.
En el 2015 su fundación, Asociación de Artistas Plásticos
del Magdalena (Asoartiplasmagd), se presentó a la convocatoria
de estímulos del Ministerio de Cultura para realizar el primer
concurso de la Danza del Perico: El Perico de Oro. Desde entonces
han participado en este evento 12 colegios públicos de la ciudad.
Dentro del Encuentro de Sensibilización ante las Artes, la Cultura
y la Convivencia organizado hace ya 8 años, se realiza en barrios
populares de la Comuna Uno, Bonda y Gaira, el concurso Perico de
Oro. El último concurso se realizó en el barrio El Pantano.
“En el último Perico de Oro vino gente del departamento del
Atlántico y del municipio de Usaquén, Cundinamarca, y les pareció
muy atractivo el evento. Hasta dijeron que para este año iban a regresar
bailando Perico. Esperamos que así suceda. Ya tenemos diez escuelas
bailando Perico: John F. Kennedy, Ondas del Caribe, 20 de Julio, Los
Fundadores, El Pantano, El Pantano sede La Florida, 20 de Octubre,
Bonda, Liceo Samario, San Martín”, agregó el autor de esta danza.
En las Fiestas del Mar 2016 la Danza del Perico fue invitada a la
inauguración de una luminaria de las canchas en los barrios Juan 23,
San Martín y Olaya Herrera. Al llegar, la presencia de Carlos Vives
189
fue una gran sorpresa. Vives, al ver la danza, quedó encantado y al
día siguiente los invitó a un evento en el Hotel Zuana. “Él entiende
de esto, para la cultura tiene más visión que los locales. La gente de
acá solo por ‘perratear’ dice: ¡Ahí va el perico!”, expresó Britto.
La Danza de los Pericos fue reconocida en el Carnaval de Pescaito. Santa Marta, 2014.
Foto: Archivo de Braulio Britto.
190
Pescaíto, ni siquiera de Santa Marta. Debería ampliarse el concepto
porque para mí no está dando resultados. Últimamente no estoy
llegando a los desfiles porque no hay nada. La esencia del Carnaval
es el disfraz y la gente ya no sale a bailar en las comparsas sino que
va corriendo en esos desfiles con ropa civil”.
El profesor Braulio Britto no estudió en una universidad. Es un
artista plástico empírico reconocido por la originalidad de su obra
pictórica y su constante labor en la gestión cultural. En los desfiles de
danzas folclóricas convergen las expresiones artísticas de los pueblos
y por eso critica que tanto en las Fiestas del Mar como en el Carnaval
que organizan las tres fundaciones en el barrio Pescaito se admitan
tantas comparsas con música moderna y pocas tamboras. “Los desfiles
ahora se volvieron puro carro y lo autóctono se perdió”, sostuvo.
“Por eso, cuando los pelaos que bailan conmigo me salen con el
cuento de que les contrate una Dacia que los lleve a los desfiles les
digo: ‘¿Cuál Dacia? Pónganse el tambor y muestren cómo es’. Claro,
si me subo en un carro me quedo en las mismas, porque después todo
el grupo querrá ir en tarima y no bailar en las calles. Las danzas que
vienen de Barranquilla desfilan con sus tamboras y sus velas. El resto
de los desfiles de aquí son solo filas de camiones, carros, motos. El año
pasado Los Pericos no fueron por eso. Hubo gente que me preguntó
por ellos y yo respondí: Los pericos están en remojo”, declaró.
191
una vez que iba frente al Edificio de los Bancos y me encontré con
Johnny de Castro, un amigo pintor enredado en las drogas. Esa vez
le dije: ‘Ven acá, Johnny, tú por qué no me enseñas a manejar el
lienzo. Él me respondió: ‘A mí no me hables de esa vaina que estoy
saturado del tema’”, contó Braulio recordando a su amigo De Castro
cuya obra admiraba.
“La naturaleza me gusta bastante. Ahí voy yo”, dijo. También
pinta polleras y caballos en tropel. Esas pinturas se quedaron
México. Últimamente expuso en Barquisimeto, en Oakland, EE.UU.
En Colombia tiene 60 exposiciones: Medellín, Cali, Ibagué, Pereira,
Barranquilla, y Valledupar. Tuvo una exposición permanente en el
Banco de la República y, actualmente, una pintura expuesta en la
entrada del Edificio de los Bancos.
192
nos compraban mucho los norteamericanos. Yo le ponía en frente las
figuras y el gringo de turno decía: ‘Oh, beautiful’ (oh, hermoso) y yo
respondía: Sí, sí, bonito, bonito. Pero cuando me preguntaba ‘How
much?’ (cuánto) yo no entendía. Él me escribía en la arena el número
5 y yo borraba y escribía el 8”, recordó Britto con picardía.
De sus facetas de artesano, vendedor, intérprete, compositor,
poeta, escultor y pintor ha pasado a la de coreógrafo. En 1994
convocó a un grupo de pintores de Santa Marta y del Magdalena
para conformar la Asociación de Artistas Plásticos del Magdalena
(Asoartiplasmagd), de la que han hecho parte Ángel Almendrales,
Sarita Abello, Josefina Diazgranados, Carlos Zapata, Antonio
González, Johnny de Castro, entre otros. La asociación se dispersó
por unos años pero la rescató para hacer trabajo en los barrios junto
a su hijo Medardo Britto.
Braulio Britto no se considera un pintor primitivista. Ha indagado
con expertos, pintores que han estudiado en Europa, curadores
y diletantes de arte sobre su estilo, pero estos le aconsejan seguir
pintando hasta que la historia lo categorice, pues, según ellos, Britto
será de esos autores famosos que dejarán un sello particular en la
historia del arte. Él, sin embargo, está claro en su técnica: “Yo podría
decir que mi estilo es puntillismo en forma de media luna”.
Braulio Britto pinta en sus lienzos extrañas expresiones
precolombinas y afros. Un sincretismo vivo y auténtico que
recordaría la pintura del cubano Wilfredo Lam. Britto, sin embargo,
nunca ha visto un cuadro de Lam, ni tampoco ha estudiado los sueños
y extravíos que propuso el surrealismo pictórico hará casi un siglo.
Son imágenes dictadas por su memoria sincrética. ¿Qué son? A
ellas se abandona con esmero. Solo pinta los fines de semana en
su casa del barrio Riascos, ya que el resto de la semana, de lunes a
viernes, enfoca su energía en su nueva faceta de coreógrafo. Alguien
tiene que enseñarles a los chicos. Para él a la Danza de los Pericos le
esperan grandes oportunidades como cielos despejados.
193
Julio Pavanetti y Annabel Villar, poetas uruguayos. Estambul, 2017.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
195
Con Julio Pavanetti y Annabel Villar, la pareja de poetas uruguayos
con quienes leí poemas en el Festival de Poesía de Estambul Nazim
Hikmet, conocí el barrio Sultanahmet, el Gran Bazar y otras callecitas
interesantes de la ciudad antes de llegar a la gran Torre de Gálata.
Al bajarnos, ya cansados y hambrientos, caminábamos por uno de
esos tantos callejones comerciales de Karakoy con rumbo al puente
Cuerno de Oro del Metro, que nos llevaría de vuelta al muelle de
Üsküdar, antiquísimo barrio asiático de Estambul.
Atardecía. Era la hora del cuarto llamado del muecín. Mientras la
gente caminaba entre ventiladores, herramientas, muebles, verduras,
motores, mangueras, escobas, entre otros tantos cachivaches a la
venta, iba engatusada por ese canto arabesco que no solo me devolvía
a las mezquitas Azul y Santa Sofía, sino a todo lo que mi mente
codificaba como cultura del oriente próximo: ese pasado lejano
latiendo desde la edad del bronce. El llamado del muecín me hacía
pensar en las luchas por la península de Anatolia, suelo transgredido
desde siempre por hititas, persas, celtas, griegos, romanos y godos.
Suelo mítico de Troya, nuevo para mí pero acontecido hace siglos
por los imperios bizantino y otomano. En fin, no importaba, Annabel
Villar estaba en otra sintonía:
“¡Por Dios!, ¡pobre hombre!”, dijo Annabel con su cadencioso
acento uruguayo refiriéndose al muecín, “lleva más de media hora
lamentándose. Que alguien lo ayude, por favor”.
Annabell, visiblemente molesta, estaba lejos de aflojar su presa.
“Alguien debe decirle que la vida sigue y a nadie le importa su
drama”, anotó. “Acaben con su tragedia.”
La chispa de Annabel me sacó mis cavilaciones. Julio y yo no
parábamos de reír.
“Debes admitir que te diviertes con Anna”, le dije a Julio. “Qué
más me toca”, me respondió bromeando.
EL DESTINO
196
1977, primero vivió en Santander y luego en Benidorm, provincia de
Alicante en el Mediterráneo. A finales de los años 70, Uruguay estaba
sumido en una profunda crisis política, económica y social producto
de la dictadura cívico-militar que se extendió desde 1973 hasta 1985.
“Si bien mi primera intención fue regresar a mi país apenas volviera
la democracia, esta tardó bastante más de lo que yo había imaginado”,
explicó Julio, “y pasado el tiempo, mis circunstancias personales
cambiaron, mis dos hijas nacieron y crecieron en España, donde
siempre me han tratado maravillosamente. Eché raíces, me nacionalicé
español y se alejó definitivamente la posibilidad del retorno”.
Annabell Villar salió de Uruguay por otras razones. Dejó de
trabajar en 2001 en el Banco Río de Plata para operarse de la vista en
Alicante, España, donde pensaba tomarse un año sabático que terminó
extendiéndose por 16 años más una vez se reencontró con Julio.
Me intrigó saber cómo dos poetas pueden convivir juntos por tanto
tiempo. Anna me dijo que, como toda convivencia, nada es sencillo
pero que la poesía ha ayudado a vencer el pudor transparentando los
sentimientos y las emociones. Julio termina explicando: “Te diré que
no tiene que ser difícil si se respeta la independencia en la creación y
el espacio de cada uno. Tenemos discusiones en medio del estrés que
nos genera la gestión cultural pero nada que no se pueda solucionar
con diálogo y respeto. Creo que esa es la clave”.
La primera vez que departí con Anna y Julio fue en el restaurante
del Silence Istambul, un hotel cinco estrellas donde el ayuntamiento
de Atasheir tuvo la esplendidez de hospedarnos. “Algo bueno tuvimos
que haber hecho en esta vida para merecer estar aquí”, comentó
Pavanetti con una sonrisa de oreja a oreja. Asentí diciéndoles que ese
era mi primer viaje internacional. Un viaje al otro lado del mundo
catapultado por la poesía.
PAPÁ BENEDETTI
197
“Significa un retorno a nuestras raíces uruguayas”, comentó Annabel,
“en lo particular me siento identificada con el estilo conversacional
de su poesía. La influencia, si la hay, no la sabría identificar porque
seguramente está incrustada en el subconsciente y su eco se escucha
en mis versos sin que me dé cuenta”. Julio por su parte dice: “Para mí
Mario Benedetti es uno de mis grandes referentes y no solamente por
su obra poética sino también por su amplia labor literaria en general,
así como por su humanismo y su compromiso personal”.
LA POESÍA ES EL MOTOR
198
no sería propiamente poesía. “Me gusta mucho la poesía escrita por
mujeres porque la siento es más auténtica”, continúa, “creo que las
mujeres tenemos menos reparos en transmitir nuestro interior y nos
interesa menos pertenecer a esas élites que aplauden a los poetas
crípticos de los que hablé, aunque, por supuesto, en ambos géneros
hay de todo como en la viña del Señor”.
199
edición, tendrá tres días más y se celebrará en cinco ciudades.
“Debe ser muy difícil para ambos organizar un festival de tal
magnitud”, les comento a manera de pregunta en la estación del
metro subterráneo de Üsküdar. “Nosotros, con el Liceo Poético
de Benidorm”, respondió Julio, “una asociación internacional de
poetas establecida en España, llevamos casi quince años en esta
labor y muchos colegas se preguntan de dónde sacamos fuerzas para
continuar trabajando sin apoyo económico alguno, pero somos libres
y tercos, y seguimos adelante a base de mucha imaginación para que
el desánimo no nos derrote”. “El principal reto de la gestión cultural
es la miopía de las autoridades y de las instituciones a las que poco
importa la cultura; sin embargo, le es más complicado luchar con un
público volátil que sigue superficiales modas culturales”.
200
aumento de las palabras moribundas, muchas de ellas de una belleza
extrema, pero que ya casi nadie usa. Por eso pienso que la literatura
latinoamericana puede llegar a convertirse en la gran defensora de la
supervivencia de la lengua castellana”.
LA DESPEDIDA
201
mezquitas modernas. De modo que, cruzando nuevamente el Puente
del Bósforo, me despedí mentalmente de la ciudad, del festival y de
mis nuevos amigos, mientras el conductor, un anciano que no hablaba
para nada el inglés y con quien probé suerte usando el lenguaje de
señas, iba fumándose un Camel al tiempo que escuchaba en su radio
una enérgica lista de Turkish pop.
Julio Pavanetti y Annabel Villar frente a una vitrina del barrio Karaköy. Estambul, 2017.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
202
José Alzamora frente a su galería de fotos de reinas del mar. Santa Marta, 2018.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
203
Virreyes fue construida en 1796 por orden de los reyes de España
para que habitara en ella el tesorero de las arcas reales, Francisco
Xavier de Ainzuriza. Concluida la construcción, en 1799, a esta casa
llegaron a hospedarse funcionarios reales importantes, entre ellos
Juan de Sámano, el último virrey español de la Nueva Granada.
—Yo pensé encontrar aquí un gran tesoro oculto —dice Pepe
entre la desilusión y la chanza—. Imaginé que el tesorero en algún
momento pensó: “¡Miércoles! ya viene ese guerrillero de Bolívar con
sus tropas, y los barcos, en los que debemos mandar esta remesa de
oro a España, no llegan. ¡Caven un hueco para esconder el tesoro!”.
Pepe ha auscultado el terreno unas cinco veces con un detector
de metales y solo ha encontrado partículas de hierro y más hierro.
Tardó un tiempo en entender que el verdadero tesoro de la casa es la
casa misma, con retratos de familiares, muebles y electrodomésticos
dignos de un museo y una colección de afiches de las primeras Fiestas
del Mar, además de un seriado de fotografías de las reinas y reyes
del mar, expuestos como trofeos en la pared izquierda de la casa. Sin
inmutarse, con un timbre de voz que contradice su avanzada edad,
me hace comentarios sobre las circunstancias en que algunas reinas
fueron elegidas y coronadas.
—Esta de aquí fue la primera reina internacional. Diana Miers,
de Estados Unidos, en 1971 —Dice Pepe señalando una de las fotos
de su galería mientras se dirige a la cocina. En la cocina, el reloj se
detuvo hace tiempo a las 8:00 de la mañana, un cuadro del Sagrado
Corazón de Jesús domina la puerta que daba al antiguo zaguán.
Desde el ventanal solía verse la bahía, hoy la obstaculiza el edificio
del hotel Yuldama. La belleza que aún conservan las celosías que
separan el patio del resto de la casa evoca los tiempos prósperos de
la familia Alzamora.
EN LOS VIRREYES
204
hereda el mayor de sus cinco hijos varones: Joaquín Blas de Mier, en
1862, el cual la vende a su hermano Manuel Julián de Mier, amigo
de Simón Bolívar y bisabuelo de Pepe. Después la hereda la hija de
Manuel, Isabel Quintina de Mier, su abuela, y de esta pasa a su padre,
el abogado Alberto Alzamora de Mier. Hoy en día, explica, los siete
hermanos Alzamora-Rodríguez y sus hijos son sus propietarios, pero
él es el único miembro que vive en ella.
Pese a su interesante genealogía, José “Pepe” Alzamora Rodríguez
no es conocido en Santa Marta por habitar Los Virreyes sino por el
hecho de ser el creador de las Fiestas del Mar, la única fiesta nacional
que ha dado esta ciudad, siempre presumida de ser la primera fundada
en el continente.
—Calicanto —regresa Pepe dando detalles sobre su particular
vivienda—. Las paredes de esta casa fueron levantadas con calicanto,
el mismo material con el que construyeron la Catedral Basílica de
Santa Marta. Después, el tesorero la arrendó a un inglés, creo que su
nombre era Charles Smith, quien le puso este cielo raso. Eso fue ya
en el siglo XIX.
Como buen hombre de mar, Pepe Alzamora tiene la piel rosácea
cubierta de pecas y costras blanquecinas que el sol estampó durante
un cuarto siglo en sus brazos y su cuello. Su cuerpo es delgado pero
ágil, lo suficientemente fuerte como para subir al techo de la casa
y cambiarle una teja. Acostumbra llevar una cachucha roja que
le cubre el pelo cano y amarillento. Nació con cuatro dedos en la
mano izquierda, un detalle casi imperceptible, y goza de una voz
firme, cálida. “Todo en él era viejo, —diría Hemingway en El viejo
y el mar— salvo sus ojos; y estos tenían el color mismo del mar y
eran alegres e invictos”. Idénticas palabras podrían emplearse para
completar un retrato de Pepe.
—El mar ha sido la mejor medicina del mundo —explica—:
nunca me enfermé de nada. Me he salvado de la muerte 13 veces:
me salvé de morir en las fauces de un tiburón en El Ancón y de
la picadura de una mantarraya. Inclusive, cuando me atropelló un
taxi, el 13 de diciembre de 2004, no hubo fractura alguna en mi
cuerpo porque viví 25 años metido en el mar. El agua de mar ha
mineralizado mis huesos.
205
La casa Los Virreyes funcionó como un hospedaje desde 1977, pero
hace diez años Pepe suspendió el negocio. Ahora, de vez en cuando,
el silencio fresco del patio de la casa se ve interrumpido cuando algún
turista alquila una pieza en temporada. Un par de habitaciones sencillas,
con aire muy marino, los recibe. Aunque algunos de ellos sostienen
haber visto el fantasma de un militar del siglo XVIII merodeando por
los pasillos, Pepe jamás ha visto a ninguno.
—Esta casa ha tenido pocas modificaciones en su estructura
—prosigue—, excepto por la entrada principal, que antes quedaba
frente a las escaleras; el embaldosado rojo en la terraza y una división
que hice para las dos habitaciones destinadas al arriendo.
Estos cambios fueron realizados, según él, a partir de 1954
cuando murió su padre. Necesitaban una entrada económica y su
madre no heredó pensión.
Pepe Alzamora nació en 1930. Hijo de Alberto Alzamora de Mier
y Josefa Eloísa Rodríguez Cañón, es el menor de siete hermanos,
tres varones y cuatro mujeres: Alberto, Manuel Julián, Tomasita,
Isabel Quintina, Francina, María del Rosario y él; estos dos últimos
los únicos sobrevivientes.
De su vida familiar en la casona Los Virreyes recuerda las
clases por correspondencia que recibía de la National School, una
escuela norteamericana con sede en California, de la cual se graduó
como técnico en radio y televisión. También evoca sus tardes de
playa nadando contra las olas de la bahía, los domingos de misa en
la Iglesia San Francisco —donde su madre era la Presidenta de la
Congregación de las Tres Avemarías— y a su hermana Francina, que
tocaba el piano de cola por las tardes.
ACUATIZANDO
206
volar era operarse, pero su madre, una mujer de fe, se opuso. Su
decepción encontró cura en el mar.
En su juventud fue un destacado atleta. En 1950 participó como
nadador en los VI Juegos Deportivos Nacionales de Colombia, que
se realizaron en Santa Marta. Fue uno de los primeros en inaugurar
la piscina olímpica, ya que los nadadores samarios no tenían otro
escenario para practicar que el mar.
—La piscina más cercana para entrenar era la de la finca El
Recuerdo, en la Sierra Nevada. Ningún nadador fue capaz de entrenar
allí por las heladas aguas. Las otras disponibles eran las piscinas de
los gringos, en Sevilla, en la zona bananera —añade.
Cuatro años más tarde, compitió en los VII Juegos Nacionales
en Cali, siendo el único atleta que representó a Santa Marta. Sus
fortalezas estaban en las modalidades de 100 metros espalda y 200
metros mariposa.
Pocos meses después de haberle diagnosticado bocio, un amigo
le informó que necesitaban un contador en un barco. El barco hacía
intercambios comerciales en los puertos de las islas de Curazao,
Martinica y Cuba. Alzamora aceptó el reto. En el 55, último año
de travesía por las islas del Caribe, compró un motor en Aruba para
montárselo a su lancha La pulguita. Cobraba a 10 pesos la hora por
subir en ella. Fue así como comenzó su comercio con el mar.
—En ese entonces, los aviones de entrenamiento de la Fuerza
Aérea Colombiana eran los T33, que cada mes se estrellaban contra
los cerros de Cali. Por eso digo que no hay mal que por bien no
venga. El bocio y el mar me salvaron la vida.
207
Marta al momento de hacerles el mantenimiento. Era necesario
buscar otro balneario para los turistas.
—El General vivía muy preocupado por esta situación. Una vez
me dijo: “Mire, amigo Pepe, lo peor que pudieron haber hecho los
samarios fue permitir que construyeran un muelle en plena bahía.
Un muelle es sinónimo de suciedad, de marinos borrachos, de
prostitución. El muelle debieron hacerlo en otro lugar”.
El general Hernández Pardo tenía el propósito de conocer
todas las playas de Santa Marta para proyectar una de ellas como
balneario turístico. Eso le dijo una tarde a Pepe, y quince días
después ya tenía en la mira una playa en el actual sector de El
Rodadero. El único inconveniente era Joaquín Bohórquez Rubio,
secretario del Banco Comercial Antioqueño, que había cercado las
playas del futuro balneario.
—El General pasó una notificación al secretario para anunciarle
que en 48 horas estaría metiendo maquinaria pesada para derribar las
cercas y empezar a planificar la urbanización de El Rodadero, y así fue.
Pepe vuelve a sentarse en la terraza de su casa, cruza las piernas
y brazos para contar este episodio de la vida de Santa Marta. Lleva
puesto un pantalón gris remangado y calza unas chancletas con medias
azul turquí. Su aspecto contradice la dignidad con la que se expresa.
—En el año 57 construyen el Hotel Tamacá. Le decían “el
elefante blanco” porque era un edificio tan grande en medio de tanto
monte que parecía de mentira —sostiene.
Con la construcción de la carretera que une a Santa Marta con
El Rodadero, a través del cerro Ziruma, nace en 1954 un balneario
turístico que, hasta los años noventa, fue uno de los lugares más
visitados de Colombia. Hoy sigue siendo muy visitado, pero se
debate entre el descuido, las sancocherías en las esquinas y las aguas
negras pudriéndose en sus estrechas calles.
208
—En el 57 leí en la Revista Zona Bananera que Santa Marta debía
organizar sus fiestas del banano. ¿Fiestas del banano en Santa Marta?
Lo más lógico es que las hagan en Ciénaga, por ser el corazón de la
Zona Bananera, pero aquí en Santa Marta lo que debemos explotar
deportiva y náuticamente es la bahía.
Un sábado, caminando por la playa, vio que un grupo de jóvenes
gritaban entusiasmados: nadaban en el mar compitiendo por llegar
más rápido hasta cierto punto. Se les acercó una vez terminaron
su contienda para preguntarles si querían pertenecer a un club de
natación. Los chicos aceptaron.
Creó dos equipos: Tiburones y Delfines, y organizó una primera
competición. Alquiló un equipo de sonido para leer por altavoz la
ficha técnica de la competición y amenizar el show deportivo con
la música de moda. Esas primeras fiestas náuticas en Santa Marta
fueron a ritmo de boleros de “Lucho” Gatica, la voz que cantaba los
éxitos “Reloj no marques las horas”, “Contigo en la distancia”, “Tú
me acostumbraste”, etc.
En la categoría de 100 y 400 metros, el primer lugar fue Rubén
Parody, seguido por Jaime González, y el tercer lugar lo ocupó un
chico de 16 años, estudiante del Gimnasio Santa Marta, de nombre
Jaime Bateman Cayón.
—Ni la menor idea de que iba a ser líder de la guerrilla del M19
a la vuelta de veinte años. El flacucho dio un vuelco total —agrega
Pepe, con un gesto de incredulidad y extrañeza 61 años después.
No es para menos, Jaime Bateman Cayón, recordado como “El
Flaco” Bateman, amigo de Fidel Castro e ideólogo de una de las
guerrillas más contundentes que ha tenido el país, sorprendió a
una sociedad samaria ultraconservadora y de pasado realista que,
sin explicarse cómo un guerrillero surgió de su seno, insiste en
desplazarlo de las páginas de su historia.
Pepe continúa contándome que, gracias a su amistad con los
administradores de los teatros de la ciudad, los premios para los
ganadores eran entradas a las funciones en las salas de los teatros
Santa Marta, La Morita y Variedades.
Esa primera competición náutica, celebrada en la bahía de Santa
Marta, sería la semilla de las Fiestas del Mar.
209
CONSPIRACIONES MILAGROSAS
210
cinco de la mañana. La gobernación le debía cientos de facturas al
señor Gámez por concepto de hospedaje y alimentación en su hotel.
La última oportunidad de conseguir un local se vino al suelo.
—¡En Santa Marta no se puede hacer un carajo! —Gritó Emilio
J. Bermúdez al salir del local—. Olvídate de tus Fiestas del Mar,
Pepe, yo me regreso a Bogotá.
Caminando de regreso a Los Virreyes, decepcionado, se le
ocurrió llegar a la casa de sus primas Carmencita, Francina Alzamora
y Cecilia Abondano Alzamora. Fue directo al grano. Les pidió el
favor de convencer al dueño del local de alquilarlo para la oficina
de turismo. Al día siguiente, Pepe Alzamora, haciendo gala de su
sentido del humor, le dijo a Luis Gámez que Poseidón le había
hablado desde la profundidad de los mares para encomendarle la
celebración de las Fiestas de Mar y que, para ayudarlo en su tarea,
le envió tres hermosas sirenas. Acto seguido: sus primas entraron a
la oficina del señor Gámez, en su hotelito, y le dieron un beso cada
una en el cachete.
—Así no se vale, Pepe —expresó Luis Gámez sonreído después
de que las tres sirenas dieran el beso del milagro.
211
—Por cierto —recuerda Pepe— la primera reina fue mi prima
Francina Méndez Alzamora, elegida por ser la mejor esquiadora
acuática. La segunda, al año siguiente, fue una barranquillera, Lilia
Arévalo Duncan.
Pepe Alzamora recuerda el espectáculo de las Fiestas del Mar
de 1960. Lilia, como una perla brillante sentada en un trono con
forma de concha marina, y Francina, con su traje de baño de una sola
pieza muy de la época, estampado con escamas de sirena, cediéndole
su corona a la nueva emperatriz de los mares. El espectáculo de
la coronación y el colorido de las competencias marinas lograron
llamar la atención de la prensa y las empresas del país en pocos años.
Las Fiestas del Mar se posicionaron nacional e internacionalmente.
En 1971 candidatas de República Dominicana, México, Costa Rica,
Venezuela, Panamá, Estados Unidos, entre otros países de América,
participaron en el Primer Reinado Internacional del Mar. El requisito
para toda participante era ser buena deportista. La belleza y el carisma
vendrían por añadidura.
Pepe estuvo al frente de las fiestas desde 1959 hasta el año 2003,
y volvió a participar en la organización de la fiesta de 2009, para los
50 años del certamen.
—Me retiré por la corrupción que vi dentro las últimas organizaciones
de las Fiestas del Mar —confiesa—, porque llegué a toparme con
ciertos personajes como un tal Elías George, una tal Sara Caballero,
quienes cambiaron las reglas de juego. Me di cuenta que bajaban los
porcentajes de las competencias náuticas para favorecer a candidatas
muy bonitas y bien patrocinadas. Las fiestas las sacaron del mar para
llevar a los salones y las pasarelas. Acabaron así con el certamen.
A Pepe Alzamora se le crecieron las fiestas, un hecho que no
pudo controlar. Detrás de los mandatos del dios Neptuno fueron
llegando los grupos musicales, los espectáculos con tarima, las
casetas con pick ups en los barrios, las ferias artesanales, las ventas
de fritanga y licor en cada esquina, las comparsas improvisadas y
las caravanas de carros. Las Fiestas del Mar fueron adoptadas por el
pueblo samario que las celebró como su propio carnaval, algo que
para Pepe desvirtuó la idea original.
—La experiencia me dice que la palabra fiesta nos dañó la
verdadera fiesta del mar —comenta Alzamora descontento—, en
212
el sentido que todo es trago de punta a punta. Como no hay un
reglamento técnico preciso, parece que a los deportistas les importara
un comino ganar o no, porque no hay un reconocimiento de marca.
Esa es la parte negativa, las fiestas están dañando las fiestas náuticas.
Pepe sostiene que las Fiestas del Mar se desvirtuaron porque
nunca llegaron a ser tecnificadas, algo de lo cual se arrepiente no
haber hecho.
—Sin señalización en la bahía para registrar marca, los deportistas
vienen a participar de una fiesta, no a competir —agrega.
Las últimas versiones de las Fiestas del Mar se volvieron tan
contagiosas que hasta ha tenido un reinado alternativo de reinas
populares del mar, donde los barrios y sectores de Santa Marta
eligen a su reina para competir en deportes, simpatía y belleza. En la
alcaldía de Carlos Caicedo, las candidatas pasaron de denominarse
reinas del mar a capitanas del mar, en un intento por volver a la
tradición deportiva de estas festividades.
Pepe Alzamora advirtió los cambios de las Fiestas del Mar en
varios medios locales y regionales durante varios años, pero nunca
fue escuchado. Finalmente, prefirió guardar silencio y esperar que
las cosas en Santa Marta cambiaran. Sin embargo, después de más
de siete años, las cosas, según él mismo dice, empeoran.
—Estaba pensando que esto iba a mejorar, pero lo único que veo
es que aumenta la corrupción y eso me ha decepcionado totalmente.
La máxima capacidad mía es ahora. Si hubiera tenido la experiencia
que tengo en estos momentos, a mis avanzados años, las Fiestas del
Mar no hubieran nacido —confiesa.
Convencido de empezar una nueva vida en Europa, ha puesto en
venta Los Virreyes. Piensa mudarse a Cataluña, España, la tierra de
origen de la familia Alzamora. Desde allá quiere organizar el Reinado
Mundial de los Mares The World Reing of the Sea. Un proyecto fuera
de serie según él mismo expresa.
—Lo más probable es que me vaya —dice Pepe Alzamora con
mucha convicción. Ya he registrado el Reinado Mundial de los Mares
en Brasil y en España. Tengo propuestas de algunos compradores de
la casa. La estamos regalando en 900 millones. El valor exacto de
esta casa es 1.500 millones; el solo lote vale 1000 millones.
213
EL MAR ENFERMÓ
214
José Alzamora vive tranquilo mientras cuenta los días que le
quedan en Santa Marta en su casa vieja. De pensamiento conservador,
sin pelos en la lengua, Pepe siempre ha tenido claro que, diga lo que
diga, nunca ha podrá vivir separado del mar.
215
Pepe Alzamora mientras concedía la entrevista para esta crónica. Santa Marta, 2018.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
216
Antigua acuarela de la calle de la cruz. Celosías en el patio. Santa Marta, 2018.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
Francina Méndez Alzamora, primera reina Lilia Arévalo Ducan, reina del mar 1960.
del mar. Santa Marta, 1959. Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
217
Los fundadores de las Fiestas del Mar: José Alzamora, Emilio J. Bermúdez y Francisco
Ospina Navia.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
218
REPORTAJES
219
Tim Aan’t Goor, conocido en Aracataca como Tim Buendía. Aracataca, 2014.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
221
En su primera visita a Aracataca, Tim solo era un extranjero que
venía en el plan de hacer turismo cultural. Para decepción suya encontró
que el pueblo del gran Nobel colombiano, Gabriel García Márquez,
estaba abandonado, que la infraestructura cultural era incipiente y que
al cataquero de a pie se le estaba borrando la memoria.
Eso fue hace cinco años, cuando volvió a leer en tierra caliente
la historia de Cien años de soledad y se impregnó del imaginario de
esta obra envolvente. Desde entonces, los cataqueros lo han visto
como lo que es, un extranjero que se pasea con el aire elegante y
sensible de Pietro Crespi, pero con ideas novedosas para un nuevo
comienzo de Aracataca.
Antes de llegar al pueblo, Aan’t Goor fue maestro de inglés
en Perú y Tailandia. Hoy es el propietario del único hostal en este
municipio, denominado The Gypsy Residence (La Residencia de
Gitanos). Hasta la fecha, ha sido anfitrión de un show semanal en
la emisora comunitaria Macondo Stereo; se ha desempeñado como
guía turístico de personas de todo el mundo, y, en el 2012, tomó
la iniciativa de construir un monumento a la tumba del gitano
Melquíades, primer muerto de Macondo y quien escribe la historia
de los Buendía en Cien años de soledad.
Su iniciativa sería la última en recibir el apoyo de la Alcaldía de
Aracataca. Los monumentos que deberían estimular la imaginación y
servir de incentivo cultural están en el olvido. Ni la insistencia de Tim,
ni la de otros hijos nativos de Aracataca, como el poeta y periodista
Rafael Darío Jiménez, han podido evitar que el olvido se apodere de
las calles polvorientas y los techos de cinc que Gabo ha descrito:
“Todo era idéntico a los recuerdos, pero más reducido y pobre,
y arrasado por un ventarrón de fatalidad… El paraíso privado de la
compañía bananera, al otro lado de la vía férrea, ya sin la cerca de
alambre electrificado, era un vasto matorral sin palmeras, con las casas
destruidas entre las amapolas y los escombros del hospital incendiado.
No había una puerta, una grieta de un muro, un rastro humano que
no tuviera dentro de mí una resonancia sobrenatural”, escribió Gabo
sobre Aracataca en su autobiografía, Vivir para contarla. El paisaje
no ha cambiado mucho, permanece medio derruido para coincidir
con la imaginación y los recuerdos de García Márquez.
222
CANSADO DE GRITAR SOLO
223
ejecutado. De modo que los cataqueros llevan años escuchando
proyectos que nunca culminan o simplemente no empiezan jamás,
mientras que los monumentos y la memoria de este pueblo quedan
sepultados bajo el polvo y la desidia.
Fidel Vargas, que conoce el caso de Tim, dijo a Macondo que
el proyecto de la Ruta Macondo va muy bien y con respecto a Tim
Buendía cree que solo se trata de “un tipo que no es colombiano y
que está esperando vivir del dinero público”.
Tim Buendía, por su parte, reconoce que efectivamente sí le
gustaría trabajar de la mano con la Alcaldía de Aracataca, para que
se hagan realidad las promesas que le hicieron en el 2007 a Gabo, la
vez que regresó a su pueblo y lloró al imaginarlo transformado en
una historia diferente.
A la Casa del Telegrafista, que lucha para no morir asolada por
el comején, se le invertirán $1.000 millones en su adecuación. Este
monto incluirá la museografía y el funcionamiento de una sede
“Punto Vive Digital”, para generar empleos. La restauración de
esta casa antigua comenzaría en el primer trimestre del año y los
cataqueros ya están a la espera.
LA RUTA MACONDO
224
Catarino, el billar de don Roque, o el Circo de los Gitanos, lugares y
sitios tomados de la obra del Nobel de literatura de 1982.
Las obras siguen siendo sueños, meras ideas en mente de los
funcionarios de turno. La Estación del Ferrocarril, inaugurada en
2011, y en la que se invirtieron 300 millones de pesos, sigue sin
funcionar. Se encuentra abandonada y los habitantes de Aracataca
viven esperando que los turistas arriben desde Santa Marta.
“La Gobernación hace muchos años botó mucha plata en el tren.
Iban a hacer el Museo Leo Matiz en la Estación del Ferrocarril y
construyeron edificios pequeños para vender artesanías. Gastaron
millonadas en el turismo, pero lo abandonaron y ahí no pasó nada.
Solo quedó un elefante blanco”, agregó Tim Buendía.
Tim también había propuesto un proyecto de señalización en
este municipio para que turistas y propios se ubicaran en las vías.
La Gobernación del Magdalena dijo que la obra se ejecutaría en el
2013, pero hasta el momento todo sigue igual. La explicación de
Fidel Vargas es que hasta que no finalicen las obras del proyecto
Ruta del Sol es imposible intervenir en las vías, pues “de nada sirve
señalizarlas si con el tiempo serán modificadas por la concesión”.
“El problema es la política macondiana –dijo Tim Buendía–,
¿cómo vamos a invertir en turismo sin tener agua en la pluma? Hay
que invertir en agua y trabajo. La cultura, en un futuro, también le
puede dar trabajo a la gente. Parece que la Gobernación tiene miedo
de dar el primer paso. La política no es una alianza idealista, es un
problema entre amigos. Aclaro que no quiero que nadie sostenga mi
negocio, solo me gustaría que Aracataca salga adelante”.
Por su parte, el jefe de la Oficina de Cultura y Turismo, Fidel
Vargas dijo que el departamento ha convocado a los gobiernos,
nacional y municipal, para sacar adelante el proyecto de la Ruta
Macondo, pero “el proceso debe ser lento si se quiere hacer bien”:
“El 23 de marzo de 2013 desarrollamos un APP, un Acuerdo
Para la Prosperidad. El presidente Juan Manuel Santos estuvo en
Aracataca y hubo unos compromisos. Estos salieron de una solicitud
que la Gobernación del Magdalena le hizo exactamente el 4 de
diciembre de 2012 para atraer turismo cultural. Crear un destino
turístico lleva bastante tiempo y tiene sus pasos”, dijo Fidel Vargas.
225
La inversión en el sector turístico de Aracataca, anunciada por el
presidente, fue de 2.6 millones de dólares. Sin embargo, los pasos a
seguir, los lineamientos y el protocolo han sido los primeros obstáculos
que encuentra Tim Buendía en su interés por hacer parte de los
cambios de este municipio. Él ha esperado seis años y los cataqueros
cumplirán 129 años de soledad el próximo 24 de junio, fecha en que
fuera fundado el pueblo (1885).
CERRARÁ EL HOSTAL
226
aprendí, lo intenté. En California hice una actividad literaria sobre
García Márquez y sobre Aracataca. Fue un encuentro literario y traje
escritores de California hasta acá. El año pasado fui a una universidad
en Nueva York, donde me invitaron a dictar una conferencia sobre
la historia de Aracataca y sobre la vida y obra de Gabriel García
Márquez. Ellos me pagaron y me hospedaron allá”, dijo Tim Buendía
desilusionado de que sus esfuerzos hayan sido en vano.
El único hostal en Aracataca cerrará y frente a esto quisimos
saber qué tiene pensado hacer la Gobernación del Magdalena. Según
el proyecto Macondo Realismo Mágico, se construirá un hotel
temático alusivo a Cien años de soledad, pero, mientras eso sucede,
este municipio quedará sin un hostal para los turistas a partir del 22
de febrero. El temor de los cataqueros es que el hotel temático, al
igual que las otras promesas, quede a medias o nunca se realice.
Pese a los esfuerzos de Tim Aan’t Goor para promocionar a
Aracataca y su propuesta de un proyecto de señalización para las
calles de este pueblo, no contaron con él para hacer parte del proyecto
Macondo Realismo Mágico:
“Todas las personas son bienvenidas al proyecto y realización del
proyecto Macondo Realismo Mágico. Nosotros, como departamento,
y en el acuerdo para la prosperidad, hablamos del asunto de la
señalización en Aracataca, Zona Bananera, Ciénaga, Pueblo Viejo y los
pueblos palafitos, pero todo depende de un plan de ordenamiento. Si el
señor Tim Buendía quiere unirse al proceso, bienvenido sea, pero debe
concursar en las licitaciones públicas. Lo que nosotros no podemos
hacer es contratar proyectos como la señalización turística con el señor
Tim Buendía. Todo se hace a través de licitaciones”, explicó el jefe
de la Oficina de Cultura y Turismo de la Gobernación del Magdalena.
Más adelante agregó: “Ha habido buenas intenciones de gober-
naciones anteriores, hay que unirse a estas intenciones pero también
hay que ver dónde estuvo la falencia, hay que ver por qué Aracataca
hoy en día no es el sitio que debe ser, sabiendo que tiene un Nobel de
Literatura y, además, a Leo Matiz”, agregó Fidel Vargas.
En cuanto a unir los esfuerzos, el jefe de la Oficina de Cultura
y Turismo, quien no niega los notables esfuerzos de Tim, considera
que ha intentado ayudarlo para que continúe con su proceso de
promoción turística: “Se me ocurrió que podría vincular su hoja
227
de vida en el Sena para que fuera profesor de inglés, pero no tiene
currículum ni experiencia”, argumentó Fidel Vargas.
Tim Aan’t Goor desea volver a Aracataca en el 2015. Una esperanza
de fábula lo inclina a confiar en los proyectos del Gobierno Nacional
a través del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Aunque se
va por motivos de fuerza mayor —la falta de dinero suficiente para
sostener a su hijo y a su esposa—, Tim Buendía no quiere perderse
de los cambios que vienen para el pueblo de Gabo; aunque tenga que
esperar cien años más, sabe que su destino está escrito en Aracataca.
228
Viejo Hospital San Juan de Dios.
229
pertenece por ley y, por otro, la Gobernación del Magdalena sostiene
que desde que se encargaron de la administrar el hospital, después
de la muerte del Obispo José Romero Araujo, en 1936, el inmueble
les pertenece por posesión.
230
El obispo José Ignacio Mijares falleció antes de ver construido
el hospital para Santa Marta y, en 1745, otro prelado, obispo de
Santa Marta, don Juan Nieto Polo del Águila llegó a la ciudad para
continuar con la misión. Al no tener un hospital inmediato, sirvió
para tal menester la casa episcopal de la Orden de San Juan de Dios,
que después es convertida en Real Colegio San Juan Nepomuceno,
edificación conocida hoy como Claustro San Juan Nepomuceno,
sede cultural de la Universidad del Magdalena.
Juan Nieto Polo del Águila escribió entonces a Fernando Sexto de
Borbón para que ratificara la construcción del hospital y concediera
a los hermanos hospitalarios de la Orden de San Juan de Dios un
terreno para erigirlo. El rey respondió al obispo, en la Real Cédula
del 7 de marzo de 175, lo siguiente:
“En virtud de licencias del reverendo obispo, del Gobernador y del
cabildo secular, concedidas a principios del año de 1746 fundó, uno
de los religiosos del San Juan de Dios que estaba en esta plaza, en un
sitio de 50 varas, en cuadro que se le concedió en lo último de la calle
llamada Del Río, el hospital y del estado en que quedaba su fábrica”.
Así se construyó el Hospital San Juan de Dios en un lote
rectangular en lo último de la calle del Río, hoy carrera Segunda. El
lote del antiguo hospital fue donado por el rey de España, a solicitud
del obispo Juan Nieto Polo del Águila, junto a la iglesia original, que
también fue catedral de Santa Marta durante 68 años.
La Segunda parte del hospital, que hoy en día mira hacia la playa,
es relativamente reciente, fue construida en el siglo XX y su diferencia
es notable, pues su fachada posee un estilo en mampostería.
Para William Hernández, investigador al servicio de la Diócesis
de Santa Marta, el inmueble pertenece a la diócesis: “He descubierto
los documentos originales, fechados en 1745, en plena época colonial,
para llegar a la conclusión de quién es el legítimo dueño del Hospital
San Juan de Dios”. En opinión de Hernández, la verdad histórica
debe prevalecer siempre. “La verdad histórica no debe arroparse de
mentiras, muchos menos en estos tiempos, cuando la ciencia de la
historia ha dejado a un lado los mitos”, expresó William Hernández
Ospino, escritor e historiador, quien narró a Hoy diario del Magdalena,
los detalles de la construcción del Hospital San Juan de Dios.
231
EL PRESUPUESTO
232
Magdalena y la iglesia de Santa Marta por el destino del Hospital
San Juan de Dios.
Hasta el año de 1821, la Iglesia en Colombia no tuvo problemas
con sus propiedades ante el Estado colombiano, pero en el año
de 1821, durante la presidencia del general Simón Bolívar y la
vicepresidencia de Francisco de Paula Santander se expide la Ley 1
del 6 de agosto de 1821 sobre la aplicación a la enseñanza pública
de los bienes de conventos menores, que señalaba que los edificios
de los conventos se tenían que suprimir para destinarse a colegios o
casas de educación y además debían suprimirse todos los conventos
de regulares que el día de la sanción de esta ley no tuvieran por lo
menos 8 religiosos de misa, exceptuando los hospitalarios. Por lo
visto, esta ley no afectaba al San Juan de Dios.
En el año de 1826, Francisco de Paula Santander expidió la Ley
del 7 de abril, donde reitera, en el artículo segundo, las disposiciones
sobre todos los conventos de regulares, excepto los hospitalarios.
La Ley del 14 de mayo de 1855, sobre libertad religiosa, expedida
por el presidente Manuel María Mallarino, expresa en el artículo 2 que
“las respectivas iglesias y congregaciones de cualquiera comunión
serán incorporadas por una ley que les de carácter y personería
para manejar sus rentas, bienes muebles e inmuebles siempre que
guarden las reglas, establecidas por la Ley, para adquirir o que hayan
sido adquiridas legalmente, en cuya posesión se mantiene a la que
hoy existen con absoluta independencia con todo poder, con todas
sus disposiciones de ley y estatutos”. Esta ley autoriza a la Iglesia a
conservar sus propiedades.
Entre 1855 y 1856, el gobernador, haciendo caso omiso a las
leyes citadas, pretende despojar a la Diócesis de Santa Marta del
edificio San Juan de Dios.
233
de Santa Marta. Su lucha empezó en el año de 1855 y concluyó en
1890, año de su fallecimiento.
El 11 de enero de 1855, el provicario escribió al gobernador de
la Provincia de Santa Marta, José María de Alzamora y Remón,
a quien reclama por haber incumplido las leyes ordenanzas del 2
de diciembre de 1854 que ordenan a la gobernación entregar los
bienes pertenecientes a la Iglesia. Pero el mandatario no respondió
la misiva. Veinte días después, el provicario insistió al gobernador,
con una carta en la que reitera su incumplimiento al artículo 3 de la
ordenanza quinta expedida por la Legislatura Provincial de 1854.
El gobernador ignoró esta y otras dos cartas más enviadas por José
Romero Araujo el 19 de marzo y el 13 de mayo de 1855. Solo
logró la respuesta esperada, por parte de José María Alzamora y
Remón, en una resolución expedida el 6 de septiembre de 1856,
en la que devuelve el edificio y bienes del San Juan de Dios a su
legítimo dueño:
“Señor Provisor Vicario General de la Diócesis, hoy dirijo, al
señor administrador central de rentas municipales de la provincia, la
siguiente orden, a la mayor brevedad posible proceda usted a entregar
al señor provisor, Dr. José Romero, bajo riguroso inventario, el edificio
Hospital San Juan de Dios, con todas las firmas muebles, enseres,
fondos existentes y cuanto más corresponda a aquel establecimiento”.
Gracias a la insistencia de José Romero Araújo, obispo de la
Provincia de Santa Marta, la diócesis recuperó el hospital desde el
año 1856 hasta el año 1880. El obispo, en ese entonces, consideró
necesario traer desde Francia a la Comunidad de Hermanas de la
Caridad Dominicas de La Presentación, quienes se encargaron de
administrar el hospital y fundar el Colegio de La Presentación, anexo
a este edificio; puede leerse en documentos que Hernández esgrime
y comenta con familiaridad de experto.
LA GUERRA CIVIL
234
de conflictos entre los liberales y conservadores que afectó política y
administrativamente al país. Entre la anarquía política y el descontrol
social y económico, la gobernación pasa a ser el administrador del
hospital hasta el día de hoy.
Fiel al principio liberal de descentralizar el país, el general
Tomás Cipriano de Mosquera expidió el decreto denominado
“Desamortización de bienes de manos muertas”, que autorizó
despojar a la Iglesia católica de todos sus bienes, exceptuando los
edificios destinados inmediata y directamente al servicio u objeto
de culto como templos, casas de reunión, hospitales, colegios y
hospicios. En este decreto, el Hospital San Juan de Dios, por su
calidad de bien hospitalario fue exceptuado, por lo tanto sirvió de
asilo y sanatorio.
En 1864 se expidió otra ley sobre los “bienes de manos muertas”,
cuyo artículo segundo dice: “Exceptúese de la adjudicación que trata
el artículo anterior, los bienes que se expresan enseguida, los cuales
seguirán a cargo de sus propietarios antiguos”. El listado incluye a
los hospitales.
El 7 de agosto de 1890 el gobernador Ramón Goenaga gestiona,
ante la Asamblea Departamental, la Ordenanza número 16 para
quitarle a la diócesis el Hospital San Juan de Dios, vulnerando,
según Hernández, todas las leyes de la República vigentes, y que
aún siguen vigentes. De inmediato, José Romero Araújo dirigió una
carta al presidente Carlos Holguín Mallarino para que le exigiera a
la Gobernación la devolución del inmueble que por ley le pertenece.
El obispo aclara que, luego del brutal terremoto de mayo de 1834
que sufrió la ciudad, la reconstrucción del hospital se llevó a cabo
gracias a la donación de la acaudalada dama Antonia Vengoechea de
Pimentel y no a la intervención de la Gobernación. El obispo indicó
en su texto este hecho con el fin, según Hernández, de interponer una
demanda contra el gobierno departamental.
El senador Pantaleón Germán de Ribón fue designado por el
Congreso de la República para exponer los motivos que permitieran
defender la propiedad del San Juan de Dios y devolverla a su legítimo
dueño. Alegó, con las pruebas presentadas por el obispo José Romero,
que el obispado de Santa Marta era el propietario del edificio desde
235
hacía 10 años y que la antigua Provincia de Santa Marta se apropió
del hospital sin autorización legislativa y contrariando al artículo
primero de la ley de 21 de Julio de 1824, en hechos que sucedieron
en medio de la coyuntura de la Guerra Civil bajo la dictadura de
Tomás Cripriano de Mosquera.
En octubre de 1890, el Congreso de la República presentó un
proyecto de ley para devolver el hospital a la Diócesis, el que fue
aprobado con 11 balotas blancas contra dos negras. Por medio de esta
nueva ley, el Congreso de Colombia decreta, en su artículo único, la
devolución a la Diócesis de Santa Marta “el edificio que sirvió de
convento a los padres de San Juan de Dios, situado en dicha ciudad
y que está en poder del gobierno del departamento y el cual será
entregado al ilustrísimo señor obispo de la Diócesis de Santa Marta”.
236
“Si la Gobernación en el año de 1936 pretendía adueñarse del
hospital, tuvo que haber demandado al Obispado de Santa Marta, que
siempre ha tenido personería jurídica, pero demandó a un propietario
fantasma, porque la Nación no era el dueño de este bien (…) El
proyecto de demanda que la Gobernación del Magdalena hace ante
el Tribunal Superior de Santa Marta se basa en el primer artículo
de estos diezmos, pero no dice de quiénes son esos diezmos y está
claro que eso es mentira, pues según los archivos notariales que se
encuentran en el Archivo General de la Nación, los diezmos son de
la Iglesia. La demanda careció además de fundamentación histórica”,
expresó el historiador e investigador William Hernández Ospino.
Según las leyes mencionadas, leyes de 1821, 1824, 1826, 1855
y los decretos de Bienes de Manos Muertas de Mosquera, la Iglesia
nunca fue despojada de los bienes hospitalarios. Por lo cual la
Diócesis de Santa Marta argumenta que el Hospital San Juan de Dios
nunca perteneció a la Nación y, por lo tanto, la sentencia del Tribunal
Superior del 5 de diciembre de 1936 carece de fundamento jurídico.
Después del 30 de noviembre de 1936 la Gobernación del
Magdalena gestiona la escritura en la Notaría Segunda, pero solo
hasta 1990 alega su posesión con la escritura 2643. Es decir, la
Iglesia tiene una posesión del inmueble de 268 años desde 1745, a
diferencia de los 24 que lleva la Gobernación.
237
Sin embargo, el hotel no se ha consolidado por el mismo dilema
que ha existido entre la diócesis de Santa Marta y la Gobernación del
Magdalena. El litigio que se entabló en la gobernación de Diazgranados
llegó hasta instancias violentas. El párroco de la capilla del Hospital
San Juan de Dios, padre Manuel Tiberio Agudelo, fue obligado a salir
del inmueble con maltratos, pero al final la Alcaldía, en cabeza de
Juan Pablo Diazgranados, concedió la razón a la Diócesis.
En caso de recuperar el bien, que por historia y ley le pertenece
a la Diócesis de Santa Marta, monseñor obispo Ugo Puccini Banfi
se mostró comprensivo ante los hechos actuales y, aunque manifestó
que este edificio podría servir como sede de la diócesis, también
reconoció que podría servir para impulsar a la ciudad:
“Proyectos hay muchísimos, se puede trasladar la curia con todas
su oficinas, nos hace falta un local más grande para las secretarías
que funcionaban dentro de la curia diocesana. Proyectos, muchos,
pero vendrá un nuevo obispo, así que el hecho de que yo tenga en
mi cabeza unas ideas con el Hospital San Juan de Dios, no quiere
decir que los planes sean los definitivos, porque de pronto reciben
propuestas de un comprador que pueda hacer una cosa diferente para
la ciudad; no se excluye la idea de otras propuestas. Santa Marta es
una ciudad turística y, por lo tanto, serviría un proyecto que ayudara
a proyectarla”.
Para el obispo de Santa Marta, las posibilidades de erigir otro
hospital quedaron en el pasado. Según expresó monseñor Ugo Pucini
Banfi, aunque la idea es encantadora, los nuevos sistemas de salud
del país convertirían al Hospital San Juan de Dios en una hermosa
fachada, pero con prestación de servicios de salud de calidad dudosa.
También fue claro en decir que la diócesis no tiene presupuesto
para reconstruir o demoler el viejo hospital, por lo que se muestra
tranquilo con los planes que Dios tenga para este edificio.
Sin embargo, el historiador William Hernández Ospino, quien se
ha encargado de realizar una investigación exhaustiva en el Archivo
General de la Nación en Bogotá, y en los archivos notariales, piensa
que la parte antigua del Hospital San Juan de Dios debe recuperarla
la Iglesia y la parte moderna debe albergar las sedes del Archivo
Histórico del Magdalena Grande y el Museo Etnográfico de la
Universidad del Magdalena. “Me parece un pecado contra Santa
Marta sacar el museo del edificio, es un proyecto que está prestando
un servicio cultural al departamento. La ciudad debe despertar y
oponerse a la idea de convertir el edificio en un hotel. El edificio es
un patrimonio cultural”, remata Hernández.
239
240
El suicidio: un fenómeno al alza34
241
Los colombianos, por otra parte, siguen prefiriendo el
ahorcamiento y el uso de sustancias tóxicas como métodos a la
hora de privarse de la vida, siendo el 100% de los infantes quienes
acuden al primer método, y los adolescentes y jóvenes, al segundo.
El empleo de las armas de fuego es el tercer método más socorrido,
especialmente entre los adultos.
En 2014, 181 menores entre 10 y 17 años se quitaron la vida.
Los días domingos son aquellos donde se registran más muertes por
suicidio, seguido por los días lunes. El mayor número de casos suceden
entre las 6:00 a.m. y 6:00 p.m., siendo el rango con mayor suicidio el
comprendido entre las 3:00 y 6:00 de la tarde. Abril, agosto y marzo
fueron en su orden los meses en que más colombianos se suicidaron.
Al igual que en el 2014, las tasas de suicidio más elevadas
correspondieron en 2015 a Arauca (11,68), Amazonas (10,68),
Caldas (8,45), Huila (7,75) y Quindío (7,59). Bogotá, Medellín,
Cali, Pasto e Ibagué son las ciudades con mayor número de suicidas.
En la Costa son Cartagena y Barranquilla.
242
Las anteriores cifras, si bien no pesan mucho en la estadística
nacional, sí ameritan mayor atención de las autoridades del departamento
y de manera especial de las de Santa Marta por su comportamiento
creciente en el período estudiado (2011–2015).
243
municipios de El Banco, Nueva Granada, El Difícil y San Sebastián
de Buenavista. En abril hubo un suicidio en Santa Marta y tres en
mayo: dos en el Distrito y uno en El Banco. Las cifras no paran. En
agosto, en el corregimiento de Tasajera se ahorcó un pescador de
46 años y, recientemente, en el Polideportivo de Santa Marta, un
hombre de 53 años se ahorcó colgándose de un árbol, como puede
constatarse en el diario El Informador del 26 de septiembre.
El fenómeno del suicidio también ha sido objeto de estudio para
la academia. La Universidad del Magdalena publicó la investigación
“Epidemiología del suicidio en la ciudad de Santa Marta (Colombia)
durante los años 2004-2010”. Encontró que durante el período de
estudio hubo 112 suicidios en Santa Marta. Según estas cifras, en la
capital del Magdalena, la tasa aumentó de 2,4 en el 2009 a 4,0 en el 2010
por cada 100 mil habitantes. El estudio se realizó con datos del Instituto
Colombiano de Medicina y Ciencias Forenses, Regional Costa.
244
El Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018 tampoco contempla
una política explicita para prevenir el suicidio en Colombia. De hecho,
la palabra suicidio no aparece en ninguna de sus setecientas ochenta
y una páginas. Esta responsabilidad recae en el Ministerio de Salud,
cuyo Plan Nacional de Salud Mental 2012-2021 se propone disminuir
la tasa de suicidios al 4,7 por 100 mil habitantes. También señala que
las responsables de la disminución de la tasa de suicidio en el país
son las seccionales de salud de los departamentos. Según el plan, a
2021 el 100% de los municipios del país deberán tener implementada
la notificación obligatoria del evento “Conducta suicida” en el marco
del Sistema de Vigilancia en Salud Pública SIVIGILA.
En Barranquilla, donde la tasa de suicidio es de 4,6 por 100
mil habitantes, su plan de desarrollo tampoco propone una política
concreta para prevenir el suicidio. Montería en cambio, cuyo Plan de
Desarrollo “Montería adelante” está diseñado en concordancia con
el Plan Nacional de Salud Mental 2014-2021, se fija como propósito
del cuatrienio reducir la tasa de suicidios del 3,71 al 3,6. Cartagena,
a su vez, en el Plan de Desarrollo “Primero la gente”, dentro de sus
cuatro desafíos en materia de salud, propone “reestructurar y generar
políticas públicas, de educación, conciencia ciudadana, pensamiento
colectivo, formación, resocialización, rehabilitación, reparación,
inclusión ciudadana, recreación, deporte y cultura, sostenidas en el
tiempo”, para mejorar la percepción social, reducir el consumo de
sustancias psicoactivas, la tasa de suicidios, entre otras.
Como puede verse, en la Costa Caribe solo Cartagena y
Montería han asumido, en concordancia con los planes nacionales,
la responsabilidad de diseñar instrumentos para prevenir y reducir
las tasas de suicidio.
245
el país corresponde con el aumento a nivel mundial, según reportes
de la Organización Mundial de la Salud.
La tendencia observada advierte no solo la incapacidad del
Estado sino de la sociedad en general para frenar este fenómeno.
“Parece ser que las políticas y/o proyectos de prevención de
suicidio, o no están llegando a la población más vulnerable, no se
desarrollan con la oportunidad, constancia, recursos y atención
que amerita; no involucra y coordina a todos los sectores que les
compete (educación, salud, vivienda, bienestar social, etc.) o están
inadecuadamente definidas y/o ejecutadas. El seguimiento de
las cifras de suicidio en Colombia, año tras año, son inversas a la
pretensión de disminución de la conducta autodestructiva.” (2015,
p.48), concluye el estudio.
Se hace necesario, según el informe, fortalecer los programas de
prevención y de salud para todos los grupos etarios e incrementar
la investigación de este fenómeno. Asimismo, propone trabajar en
la focalización de los factores de riesgo, una labor que requiere
del concurso de las entidades públicas, la familia, los organismos
de salud, las escuelas, entre otros, en razón de la complejidad de
un fenómeno en el que intervienen factores biológicos, genéticos,
psicológicos, sociológicos, culturales y ambientales.
247
248
De la serie: Palafitos: donde la historia aún flota, 2013.
Foto: Montiner Alvis Arrieta.
249
los cielos azules y despejados del Caribe colombiano. Su horizonte
evanescente hace imposible creer que, más allá del alcance de la
vista, de sus aguas, dulce por el río Magdalena y salada por el Mar
Caribe, tres insólitos pueblos leviten desde hace más de un siglo.
250
de la mañana salen de clase y cruzan el puente de madera para
regresar a sus casas. La gente de estos pueblos se une en una gran
familia en medio de la nada, tapando unos con otros los huecos que
no alcanzan a tapar las tablas viejas y ralas, que han soportado mareas
altas, brisas, sol, lluvias y escasez. Pero como en todo buen pueblo
Caribe, nunca faltan los billares y una buena tanda de cervezas para
descansar de las faenas de pesca. En algunos estaderos escuchan
música vallenata y en otros bailan champeta.
Cada vez que una canoa sale de un lugar a otro, del agua brota un
olor fétido. Esto es de esperarse, pues los servicios de alcantarillado
y agua potable nunca han existido allí. El agua de consumo es llevada
en bongos desde el río Aracataca hasta sus hogares.
En vista de la complejidad del asunto, la Gobernación del
Magdalena, en 2009, en colaboración con entidades nacionales,
internacionales y privadas, diseñó una estrategia integral para
erradicar la extrema pobreza que beneficiaría a las 427 familias
existentes en los pueblos palafíticos: Nueva Venecia, Buenavista
y Trojas de Cataca. Para ello, propusieron, entre otras acciones,
recuperar el ecosistema, amenazado desde la construcción de la
carretera Ciénaga-Barranquilla, que impidió el adecuado intercambio
de aguas salada y dulce, principal fuente de vida para el mangle y
seres que lo habitan.
Los problemas ambientales de la Ciénaga han contribuido al
deterioro económico y social de estos pueblos. Al vertimiento de
aguas residuales, se suman los desechos químicos utilizados en los
cultivos de banano y palma.
Hasta hoy, las obras prometidas siguen en fase de diseño. Para
que estos pueblos se conviertan en destinos turísticos exclusivos y
sus poblaciones se beneficien de la actividad, se requiere de mayor
acompañamiento gubernamental. Impulsar la Reserva de la Biósfera
Ciénaga Grande de Santa Marta es una inmejorable oportunidad,
251
pero esta, después de 16 años de haber sido establecida por Unesco,
sigue sin desarrollarse. Recientemente, en el Encuentro de Reservas
de Biósfera en Colombia: Desarrollo y Paz, realizado en Santa Marta,
quedó muy claro, por parte de las autoridades de la Unesco, que si en
cuatro años esta reserva no establece su consejo de gestión corre el
riesgo de perder su catalogación. En el Foro Reserva de Biosfera en
Colombia, desarrollado en el marco del Encuentro, la gobernadora
Rosa Cotes se comprometió a impulsar la creación de los consejos
de gestión tanto de esta reserva como el de la Reserva de la Biosfera
Sierra Nevada de Santa Marta. Aprovechó la mandataria el espacio
para firmar un convenio de cooperación con la Reserva Mundial de
la Biosfera La Palma, representada por su gerente Antonio San Blas.
TERRITORIO DE PAZ
253
Viviendas palafíticas de la Ciénaga Grande de Santa Marta.
Foto: Montiner Alvis Arrieta.
254
Fidel Castro y su comitiva en la Quinta de San Pedro Alejandrino. Santa Marta, 1994.
Foto: Archivo del Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo.
El Comandante en la Quinta36
255
de Simón Bolívar. Donó esa vez al Museo de Arte una importante
colección de pintores cubanos.
A propósito de la visita de Fidel Castro a la Quinta, Opinión
Caribe entrevistó a Zarita Abelló de Bonilla, directora del Museo
de Arte Bolivariano, quien confesó haber quedado sorprendida por
la personalidad del Comandante y de sus amplios conocimientos en
temas de arte y de la historia de El Libertador.
“Me llamó el General de Primera División para decirme que
necesitaban la Quinta de San Pedro Alejandrino temprano”, explica
Zarita Abelló. Le insistieron en que no dejara entrar a nadie, pero
no le dijeron por qué. “Cuando conocía Fidel me impresionó mucho
su amor por la historia. Dominaba el tema de Bolívar como si se
hubiera criado con él. Era una persona cultísima. En cuanto entró
dijo: ‘Me imaginaba a la Quinta muy diferente: una casita y ya, pero
esto es hermoso. Tiene árboles centenarios y muchas especies’”.
Fidel Castro fue acompañado por el Ministro de Defensa, Rafael
Pardo, y su comitiva cubana la formaban, según Zarita Abelló,
alrededor de unas 50 personas. “Sus guardaespaldas llamaban
la atención porque eran unos negros como de 2 metros que no lo
desamparaban”, anotó la directora del museo.
“Fidel me hizo muchas preguntas sobre la historia de Simón
Bolívar y confesó que la Quinta era el único sitio donde había
estado Bolívar que él no conocía. Era su gran admirador. Yo le dije:
comandante, aquí hay obras de los países bolivarianos y Panamá,
estamos ampliando la colección, pero no hay pintores cubanos.
Entonces se comprometió a enviar unas obras. En febrero de 1995
me avisaron de la presidencia que venía el vicepresidente de Cuba,
Carlos Lage Dávila, acompañado de un artista cubano y varias obras
de arte de Puerto Carrero, Mendivil, Favelo, entre otros. Fue una
estancia muy buena”, precisó Zarita Abelló.
Al mediodía, mientras su comitiva y demás acompañantes daban
señales de cansancio, Fidel Castro parecía no tener calor ni hambre.
Esta impresión que Fidel Castro dejó a Zarita Abelló la testimonió
como un rasgo de su personalidad García Márquez en el texto “El
Fidel que yo conozco”: “Es un lector voraz. Nadie se explica cómo
le alcanza el tiempo ni de qué método se sirve para leer tanto y con
tanta rapidez, aunque él insiste en que no tiene ninguno en especial.
Muchas veces se ha llevado un libro en la madrugada y a la mañana
256
siguiente lo comenta. Lee el inglés pero no lo habla. Prefiere leer en
castellano y a cualquier hora está dispuesto a leer un papel con letra
que le caiga en las manos”.
El Comandante estuvo toda la mañana en la Quinta de San Pedro
Alejandrino fascinado por la exuberancia del entorno y el peso de la historia
de la última morada de su admirado Libertador. A la 1:30 de la tarde, sin
esperar el almuerzo, subió a un helicóptero de regreso a Cartagena.
257
samario, líder del grupo insurgente del M19, fue bastante cercano a
Fidel Castro. Según Villamizar, Bateman encandiló a Fidel Castro
con su personalidad y por su compatibilidad en las ideas marxistas.
Su amistad fue tan cercana que, además de la causa revolucionaria,
compartieron aficiones como la pesca, el Risk y el buceo.
Villamizar retrata una escena curiosa: Fidel Castro entró en la casa
de protocolo donde Bateman jugaba Ricks. Con el fin de integrarlo
en el juego, El Flaco le pidió un consejo de estrategia, a lo que Fidel
expresó: “Pero, chico, cómo tú crees que voy a intervenir en ese jueguito
imperialista, donde ni siquiera aparece Cuba”. Fidel Castro le obsequió
una pistola que Jaime Bateman conservó hasta el día de su muerte.
259
derramar más sangre”. Esa propuesta cuaja 23 años después con la
firma de los Acuerdos de Paz entre el Gobierno Colombiano y las
FARC-EP. Entre otras cosas, Fidel Castro murió a sus 90 años, no sin
antes ser testigo de este importante hecho histórico en el siglo XXI
protagonizado por Colombia.
Zarita Abello junto a Fidel Castro en la Quinta de San Pedro Alejandrino, Santa Marta, 1994.
Foto: Archivo del Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo.
260
Le dîner à Ste. Marthe (La cena en Santa Marta).
Autor: François Désiré Roulin.
261
El Magdalena, en la costa norte del país, fue objeto de numerosas
miradas. Fue también el escenario en que algunos extranjeros
hicieron sus apuestas económicas, bien por su cuenta o asociados con
empresarios nativos deseosos de romper el aislamiento y conectar a
Santa Marta con el mundo.
Después de la muerte de Simón Bolívar en 1830, Colombia seguía
siendo un país con conflictos políticos que degeneraban en guerras
civiles. Un país rural sin infraestructura y con pocos productos de
interés comercial como el café. Algunos historiadores económicos
coinciden en sostener que la historia económica de Colombia, en
el último siglo, ha estado asociada con el cultivo del café. Incluso,
afirman que, antes del café, el país no era una nación integrada.
El resultado de la siembra sistematizada de este producto permitió
la integración económica y territorial del país, la modernización de
su infraestructura y la creación de un mercado nacional que produjo
el nacimiento de la industria.
“El café logró no sólo un crecimiento sostenido del producto y
de las exportaciones, estimulando la creación de un mercado interno
a través de la expansión de la demanda agregada, sino, además,
permitió la integración económica y territorial del país”, ratifica
el historiador económico Joaquín Viloria en su investigación La
economía cafetera en la Sierra Nevada de Santa Marta, (1997).
Pero mientras Colombia se integraba por medio del cultivo del
café, la región de Santa Marta permaneció aislada del país y de la
región Caribe.
Santa Marta, cuyo puerto le sirvió durante la Colonia para
desarrollar el comercio de importación, agotó sus esfuerzos, sobre
todo en la segunda mitad del siglo XIX, en la concepción de empresas
que le permitieran recuperar su liderazgo. El café, el tabaco, el
ferrocarril y la navegación fueron algunas de las actividades a la
que las élites samarias apostaron en víspera de la aparición de la
economía bananera, en la última década de un siglo XIX un tanto
amargo para la región.
Opinión Caribe entrevistó y consultó al doctor en Historia,
Joaquín Viloria, gerente del Área Cultural del Banco de la República
en Santa Marta, experto en la historia económica de esta ciudad y
262
del Caribe, ha escrito diversas investigaciones sobre el banano que
citaremos en este artículo: Historia empresarial del guineo (2009),
Santa Marta: ciudad Tayrona, colonial y republicana (2008),
Empresarios del Caribe colombiano: historia entre otros.
263
irían transformando, poco a poco, en una importante despensa agrícola,
escenario, a partir de 1860, de desarrollos de cultivos destinados a la
exportación, como el tabaco—que se facilitó cuando el gobierno liberal
de José Hilario López liberó los esclavos, rompió con el monopolio del
tabaco y de la navegación en la Ciénaga Grande de Santa Marta—.
264
todas estaban emparentadas entre sí. Los Díaz Granados y los Núñez
Dávila tenían parentesco, principalmente, mediante matrimonios
entre los hijos de Pedro Norberto Díaz Granados y Francisco José
Núñez Dávila” (p.56).
El investigador noruego también explica cómo se conforman
uniones poderosas a través del matrimonio: “Los Díaz Granados
y los Núñez Dávila tenían parentesco mediante tres matrimonios
entre los hijos de Pedro Norberto Díaz Granados y Francisco José
Núñez Dávila. A su vez, los Guerra y Vega tenían parentesco con
los Díaz Granados gracias a arreglos similares. Por su parte, los
Fernández de Castro estaban vinculados a esta red gracias a una serie
de matrimonios. Asimismo, los Munive y Mozo y los Zúñiga tenían
lazos en esta red de nobles, pero menos estrechos” (p.55).
Otras personalidades nobles de la época eran Pedro Melchor de la
Guerra y Vega, Juan Núñez Dávila, Pedro Norberto Díaz Granados,
Diego Fernández de Castro y Tomás de la Guerra y Vega. Los Guerra
y Vega, los Núñez Dávila, los Díaz Granados y los Fernández de
Castro solían ser las familias más prestigiosas de la ciudad a finales
de siglo XVIII.
El primer Díaz Granados en llegar a Colombia fue Gabriel Díaz
Granados. Según Saether, “lo poco que se sabe del pasado de Gabriel
Díaz Granados en Extremadura permite inferir que no pertenecía a
una familia pudiente. Sin embargo, llegó a Santa Marta como alférez
de infantería” (p.57).
Gabriel Díaz Granados llegó a hacerse adjudicar enormes
cantidades de tierra en lo que más tarde serían Sevilla y Guacamayal.
Sus descendientes las mantuvieron bajo su control hasta bien entrado
el siglo XIX, fincas importantes debido a la abundancia de agua y la
inmejorable calidad de la tierra.
265
siglo XIX. La hacienda de San Pedro Alejandrino, propiedad de la
familia de Mier entre 1808 y 1890, fue comprada en este último
año por el departamento del Magdalena, bajo la administración del
gobernador Ramón Goenaga. San Pedro fue una de las haciendas
más prósperas de la provincia de Santa Marta, con extensos cultivos
de caña de azúcar y con trapiche para la molienda”, apunta Joaquín
Viloria. Los de Mier tenían barcos, invirtieron en el puerto, en el
ferrocarril y en navegación en la Ciénaga Grande.
Siguiendo la dinámica comercial del país, en la Sierra Nevada
se sembró café a finales del siglo XIX y se destacaron las haciendas
Minca, El Recuerdo, La Victoria, Vistanieve, Cincinnati, entre otras.
Fue el ingeniero norteamericano, Orlando Flye, en el sector que hoy
conocemos como Minca, el primero que sembró café en la Sierra
Nevada de Santa Marta.
Manuel Julián de Mier, dueño de un capital importante,
enriquecido en el comercio de importación, lideró a un grupo de
comerciantes samarios conformado por Alejandro Echeverría, José
Alzamora y el inglés Robert Joy para fundar la Compañía de Vapores
de Santa Marta constituida en 1881. En 1880, el Estado Soberano del
Magdalena protocolizó un contrato con Roberto Joy y Manuel Julián
de Mier para construir el ferrocarril de Santa Marta. Y en 1881, el
Gobierno del Magdalena, junto a los samarios Manuel J. de Mier,
Alejandro Echeverría, José Alzamora y el inglés Robert Joy, fundó
la Compañía Colombiana de Vapores.
La noticia de la fertilidad de la zona agrícola del Magdalena
empezó a correr en el país. En un informe que C. Michelsen presentó
al Ministro de Hacienda en 1899 afirma: “En ningún lugar del mundo
he visto terrenos tan fértiles y clima tan adecuado para el cultivo de
cacao y plátano como son los de las llanuras que recorre y atraviesa
el ferrocarril de Santa Marta” (Diario Oficial, 1889).
En 1890 Ciénaga era el tercer productor de cacao y tabaco en
Colombia. Y en los pueblos ribereños del Magdalena se producían
7,25 toneladas de algodón. El cultivo del tabaco tomó un auge
significativo en la segunda mitad del siglo XIX. Se sembró tabaco en
Plato, Bosconia, Ciénaga y Aguachica. Esta actividad fracasó debido
a las deficiencias técnicas en el cultivo.
266
En Ciénaga, la economía empezó a modernizarse a finales
del siglo XIX, en la década de 1880, con la constitución de la
sociedad agrícola denominada El Apostolado, conformada por doce
empresarios que poseían 360 hectáreas en el sector de Río Frío. En
estas tierras cultivaban cacao y plátano, mientras otros agricultores
de la zona cultivaban tabaco, caña de azúcar y frutas.
A pesar de los esfuerzos por modernizar la economía, después
del terremoto de 1834, Santa Marta era, según describen algunos
viajeros, una “ciudad de aspecto miserable”. En 1835 tenía unos seis
mil habitantes, pero la cifra fue disminuyendo por distintos motivos
como la epidemia del cólera entre 1848 y 1849, la inundación del río
Manzanares en 1850 y los disturbios políticos que degeneraron en
guerras civiles que arrasaron con bienes materiales y productivos. Ante
tal panorama, la crisis económica y social empeoró con la inauguración
en 1871 del Ferrocarril Barranquilla-Sabanilla, hecho que estimuló a
algunos samarios pudientes a emigrar hacia Barranquilla en busca de
oportunidades de negocio y progreso.
Esta migración resintió los planes de negocios de la élite samaria.
Los que se quedaron (Mier, Echeverría, Alzamora, González, entre
otros) no pudieron reunir el capital suficiente que requerían para
llevar el ferrocarril hasta el río Magdalena, la navegación fluvial y
marítima con Riohacha y Barranquilla.
267
indígenas, negros y mulatos se dedicaban a la pesca y a pequeñas
cosechas de maíz, guanábanas, piña y aguacates.
La vida de los samarios en el siglo XIX era monótona y aburrida.
El baño matinal en el río Manzanares, las actividades del mercado,
la siesta y el paseo vespertino copaban la vida de los samarios de
entonces. En el libro Santa Marta vista por viajeros, el historiador
Álvaro Ospino Valiente compila una serie de crónicas de foráneos
que dejaron constancia del estilo de vida samario del siglo XIX.
En su diario de viaje, Gosselman dice: “Acá el tiempo se hace
largo y tedioso, ya que los nativos se quedan todo el día en la hamaca,
soñando acerca del mañana. Con excepción de mis excursiones a
Gaira, el tiempo que pasé en Santa Marta resultó ser el más aburrido
de toda mi estadía en Colombia”.
Elisée Reclus (1855) anota: “¿Cómo se pueden vituperar esas
poblaciones que se abandonen al gozo de vivir, cuando todo las invita
a ello? El hambre y el frío no las atormentan jamás; la perspectiva
de la miseria no se presenta ante su espíritu; la implacable industria
no las espolea con su aguijón de bronce. Aquellos cuyas necesidades
todas son satisfechas de inmediato por la benéfica naturaleza, evitan
contrariarla con el trabajo y gozan perezosamente de sus beneficios;
son aún hijos de la tierra, y su vida se pasa en paz como la de los
grandes árboles y la de las flores”.
Una descripción menos amable hace Alphons Stübel (1868)
quien dijo: “Los habitantes de Santa Marta son una mezcla de negros,
blancos e indígenas; en una palabra, chusma de una increíble pereza.
Todo servicio tiene que ser pagado muy caro, porque a la gente le
cuesta un gran esfuerzo hacer cualquier cosa”.
268
Esta nueva dinámica comercial permitiría la llegada de nuevos
extranjeros inversionistas. El judío alemán Carl H. Simmonds, el
inglés Pedro Fergusson y el judío sefardita Jacob Henríquez, con
otros comerciantes locales, conformaron una sociedad para cultivar
el tabaco en Orihueca y Cañabobal, que exportaban a Alemania.
Joaquín Viloria expresó a Opinión Caribe, al ser consultado sobre el
particular: “Vamos a encontrar a mediados del siglo XIX, entre 1840 y
1870, una ciudad que vivía básicamente del puerto, de las importaciones
principalmente, y por eso hallaremos un grupo de comerciantes
importantes de Santa Marta que van a ser las familias prominentes de la
ciudad. Vamos a encontrar ingleses, franceses, judíos sefarditas. Cada
familia tenía por lo menos una pulpería y de ahí surgirían industriales
como la familia Obregón, que luego se irían para Barranquilla, o los De
Mier, que también se irían a Barranquilla o a Bogotá”.
Los liberales radicales, una vez liberado el cultivo del tabaco,
se dedican a la siembra de este en zonas que suplantaría por la
del banano años después. Apellidos como Simmonds, Henríquez,
Fergusson y Karr llegaron de Inglaterra, Francia, Alemania y Suecia
a la Zona Bananera como sembradores de tabaco y cacao.
“Familias y empresas de origen extranjero tuvieron una fuerte
incidencia en el desarrollo agrícola de esta franja territorial al sur de
Ciénaga. Otra familia de empresarios con intereses en la región Caribe
fueron los Salzedo, judíos sefarditas procedentes de Curazao. Los
Salzedo construyeron una efectiva red familiar, a partir de matrimonios,
asociaciones comerciales o alianzas políticas en los departamentos
de Magdalena y Atlántico. La red matrimonial se extendió a familias
como los Campo, Riascos, De Mier, Flye y Pinedo, de gran poder
económico y político en la región”, agrega Joaquín Viloria en su
estudio Historia empresarial del guineo: Empresas y empresarios
bananeros en el departamento del Magdalena, 1870-1930, (2009).
En la década de 1870, el comercio en el Magdalena comporta
un descenso, producto de las continuas guerras civiles que obligó a
la mayoría de los empresarios mencionados a salir a ciudades más
pujantes. En este contexto, en 1872, los diputados José Ignacio Díaz
Granados, Antonio Maya, Luís Capella Toledo, Vicente Noguera
y Joaquín Riascos solicitaron al Presidente de la República la
269
concesión de terrenos baldíos, pertenecientes a la nación, para ser
entregados a empresarios extranjeros que invirtieran sus capitales en
el Magdalena. El presidente, atendiendo tal solicitud, otorgó 18 mil
hectáreas de baldíos nacionales.
“Es importante anotar que, desde los primeros años de la
República, la concesión de tierras baldías fue una política de
Estado destinada tanto a pagar con tierra a militares y comerciantes
que apoyaron la causa de la Independencia como para atraer a
inversionistas extranjeros”, aclara Joaquín Viloria.
Sin embargo, tales iniciativas tuvieron verdadero éxito solo
cuando empezaron a llegar las empresas Colombian Land Co.,
Boston Fruit Co., Snyder Banana Co., Fruit Dispatch Co. y Tropical
Trading and Transport Co., que en 1899 se unen para conformar una
nueva empresa bajo la razón social United Fruit Company (UFC).
270
Hacienda de San Pedro Alejandrino en Puerto de Santa Marta. Autor: Edward
Santa Marta. Autor: Edward Walhouse Mark
Walhouse Mark
271
De izquierda a derecha Josefa Diazgranados de A. Correa y su hija Julia, los hermanos
Raquel, Rafael, Elisa García Juliao; y Ascanio García Padilla (sentado). Barcelona, 1910.
Archivo: Guillermo Henríquez Torres.
273
importantes extensiones de tierras, bien por adjudicación del Rey
o por disposiciones de las autoridades de Colombia, con las que
cimentaron su dominio económico y político. Muchas de estas
tierras fueron vendidas a compañías extranjeras como la Compagnie
Agricole et Immobilière, la Colombia Land y la United Fruit
Company. El control y posesión de la tierra fue el origen de muchas
fortunas en el Magdalena. Algunas subsisten.
El conservador Rafael Reyes, presidente de la República (1904-
1909), fue clave para el enriquecimiento de algunas familias en el
Magdalena. Reyes, quien hizo frente a las consecuencias de la Guerra
de los Mil Días y la separación de Panamá, creó en 1907 la Junta
Agraria del Magdalena, una figura que permitió legalizar todas las
adjudicaciones de baldíos efectuadas por los concejos municipales,
muchas de estas a importantes familias con orígenes coloniales y
vinculadas al comercio de importación. Algunas reclamaron como
suyas, esgrimiendo viejos títulos coloniales, tierras consideradas
baldías. La inexistencia de cartografías y de registros sobre estas
tierras contribuía a confusiones, y tales vacíos fueron aprovechados
por los abogados de las familias influyentes para hacer legalizar las
tierras de sus representados.
Antes de la Guerra de los Mil Días (1899-1902), el fundador de
la United Fruit Company, Minor Keith, había comprado la Colombia
Land Company, empresa que en 1875 ya era propietaria de más de
6 mil hectáreas en Riofrío, futuro distrito bananero. Minor Cooper
Keith nació en 1848 en Brooklyn, Nueva York. Hijo de un acomodado
comerciante de madera, su tío lo invitó a trabajar en el ferrocarril de
Costa Rica, donde heredó su negocio. Contrajo matrimonio con la
hija del presidente de este país, Cristina Castro Fernández, y amasó
tanta fortuna que logró financiar la deuda externa de Costa Rica y
El Salvador negociando con banqueros ingleses. A través de firmas
dominadas por él, siempre muy sigiloso, logró adquirir tierras en la
región de Santa Marta y tomar el control del ferrocarril, un medio
vital para exportar la fruta sin riesgos.
“Cuando Minor Keith, el fundador de la United Fruit, llegó
al Magdalena a comienzos de los años noventa del siglo XIX
274
para comprar tierra, encontró que la región estaba gobernada por
la aristocracia empobrecida de la ciudad de Santa Marta. Esta
aristocracia descendía de los primeros conquistadores españoles y
los colonizadores franceses que llegaron a comienzos del gobierno
español. Era una clase alta mirada con desdén por la élite tradicional
cartagenera y por la élite de la clase mercantil barranquillera que
se había enriquecido en años recientes”, dice el historiador Marcelo
Buchelli en su libro Después de la hojarasca (2012, p.166).
Keith construyó redes ferroviarias en Centroamérica esenciales
para el transporte de la fruta hacia los puertos. Conocía perfectamente
el negocio verde. Era un hombre rico cuando invirtió en el
Magdalena. El gobierno de Reyes le adjudicó 10 mil hectáreas en la
Zona Bananera y amplió la concesión del ferrocarril.
Después de la última guerra civil, el país vivió un periodo de
paz que facilitó el desarrollo de las operaciones de la UFC en la
zona bananera. La guerra dejó al país en una profunda crisis fiscal,
luego de la derrota de los liberales en Ciénaga, Magdalena, y la firma
del Tratado de Paz en Neerlandia el 24 de octubre de 1902. Este
nuevo periodo de paz fue vital para la región bananera. La United
Fruit Company construye puentes, abre canales de riegos, tiende
líneas telegráficas, amplia la producción y logra multiplicar en
pocos años el número de racimos de bananos exportados. Muchos
militares, como parte de los arreglos de paz, recibieron tierras en
la zona bananera y se convirtieron en cultivadores, como sucedió
con el general Benjamín Herrera, quien recibió 240 hectáreas en
Aracataca con las que creó La Colombia. Pronto, el dinero que la
élite de Ciénaga y Santa Marta recibió le permitió construirse bellas
mansiones y llevar una vida cómoda y de placeres en ciudades como
Bruselas, Londres, París y Barcelona.
El Tratado de Neerlandia se firmó el 24 de octubre entre Rafael
Uribe Uribe (liberal) y Florentino Manjarrés (conservador). El 30 del
mismo mes, Uribe depone las armas. En Santa Marta, este mismo día
y el siguiente hubo manifestaciones y desfiles de apoyo a la paz. La
Guerra de los Mil Días había sido ruinosa. Dejó miles de muertos,
millares de lisiados y la economía en el suelo.
275
HEREDEROS DE LA ZONA BANANERA
276
Recibieron tierras en este período Alberto Zúñiga, Francisco
Dávila, el general Florentino Manjarrés, Manuel de Vengoechea, Luis
C. Díaz Granados, José Páez de Castro, María Concepción de Durán,
Charles Gautier, entre otros. Muchas de estas tierras fueron vendidas
a la United o entregadas en arriendo para la explotación de banano.
En Aracataca, que sería uno de los distritos bananeros más
importantes, floreció, a partir de la política de adjudicación de tierras,
un grupo de empresarios y políticos influyentes. Algunos, incluso,
como el mencionado Benjamín Herrera, mantuvieron relaciones
tensas y de abierta confrontación con la United Fruit Company por
el riego y la compra o rechazo de la fruta.
“No cabe duda de que en las primeras décadas del siglo XX
el grupo más respetable de Aracataca lo constituían los veteranos
militares de la Guerra de los Mil Días, quienes se habían establecido
en su territorio. Se deben destacar los nombres de algunos militares
y empresarios que incursionaron en el negocio bananero, como
el general Benjamín Herrera en la finca Colombia; y el general
conservador Francisco Troconis y su hijo Manuel Francisco en la
finca La Andalucía” (Viloria, p.36).
277
“La compañía les hizo préstamos a los productores que le
proporcionaban fruta, típicamente bajo la condición de que le vendiera
sus bananos exclusivamente a United Fruit. Para muchos agricultores
locales ésta era la única manera de conseguir el capital suficiente para
comenzar con la producción bananera” (Buchelli, p.173).
Marcelo Buchelli también afirma en su libro que la United Fruit
Company combinó un sistema de integración vertical con un sistema
de subcontratación con los dueños de plantaciones locales. “El
alto nivel de participación local en el mercado exportador era una
característica específica del caso colombiano, en comparación con
los países centroamericanos. Los dueños de plantaciones locales en
Colombia producían entre un 20% y un 30% de la fruta exportada
por United Fruit en 1910, pero para 1920 los agricultores locales
producían un 50% y para 1930 producían cerca del 80%” (p.168).
El samario Manuel Dávila Pumarejo, propietario de la sociedad
Santa Marta Fruit Company, firmó dos acuerdos con la UFC. El
contrato establecía que la empresa estadounidense se comprometía
a prestar la suma de 20 mil pesos oro a Dávila Pumarejo, al 6% de
interés anual. Con estos recursos, según el historiador económico
Joaquín Viloria, Dávila compraba terrenos que luego vendía a la
Santa Marta Fruit Co., como ocurrió en 1910 con el traspaso de los
terrenos de La Concepción y La Santísima Trinidad de Aracataca.
Estos terrenos habían sido denunciados a finales de silgo XVIII
por Basilio García, abuelo de Manuel Dávila García y bisabuelo de
Manuel Dávila Pumarejo, aclara Viloria.
“Dávila Pumarejo logró concentrar gran parte de la propiedad
original de La Santísima Trinidad de Aracataca (cerca de un 70%),
con compras hechas a varios de los herederos de su bisabuelo, así
como a otros propietarios, entre ellos Martín Salzedo Ramón, Juan
Campo y descendientes de Pedro Díaz Granados” (Viloria).
Otros propietarios que vendieron a la Santa Marta Fruit fueron
sus hermanos Francisco, Rosa, José, Rómulo y Josefina Dávila, así
como Urbano Pumarejo, tío de Manuel. En 1917, la Santa Marta Fruit
Company vendió a la UFC estos terrenos, cuya extensión sumaba
278
8.115 hectáreas, divididos en cultivos de banano (1.455 hectáreas),
pastos (198) y área sin cultivar (6.462).
De nuevo, en 1922, Dávila le vendió a la UFC 800 hectáreas de
La Santísima Trinidad de Aracataca, por un valor de 90 mil dólares.
Lo anterior, según Viloria, corrobora que la UFC favorecía a pocas
familias locales e influyentes, para ganarse su apoyo en momentos
en que tuvieran que negociar con el Gobierno local o nacional, tal
como ocurrió durante la administración de Reyes.
Los aristócratas samarios, arruinados pero con tierras, las
alquilaron o vendieron a la UFC Con los préstamos de la UFCO y su
asistencia técnica convirtieron tierras incultas en productivas fincas
de banano. A estos productores, la compañía, mediante contratos de
cinco años, les compraba la fruta y se aseguraba la devolución de los
créditos. Las sumas excedentes, cheques millonarios y puntuales, les
eran enviadas a Bruselas, Londres, Nueva York, París, Barcelona o
Roma. De esta manera se volvieron ricos y algunas familias de Santa
Marta y Ciénaga pudieron hacer vida europea y construirse hermosas
casas que, envejecidas, son testimonio de la bonanza que trajo la
compañía (Bucheli, 2012). Fue un período de cerca de 30 años, a
partir de 1910, que los entendidos bautizaron como la“bruselitis”,
en alusión a la costumbre de muchas familias bananeras que, una
vez tuvieron los medios suficientes, decidieron irse a vivir a Europa,
pero especialmente a Bruselas, Bélgica.
Entre los apellidos de las familias que se enriquecieron con la
venta y renta de tierras a la United Fruit encontramos: Henríquez,
Riascos, Elías, Zabaraín, González, Noguera, García-Padilla, García-
Juliao, Dávila, Vengoechea, Álvarez-Correa, y Díaz Granados.
Muchas de estas familias continúan en el negocio del banano
o tumbaron sus fincas para pasarse a los cultivos de palma y la
producción aceitera. La mayoría mantiene su influencia en la
política y la economía del norte del departamento de Magdalena.
El control de la tierra y de la política les permite reproducirse
como élite de generación en generación en el Magdalena. Algunas
han incursionado en la banca, el turismo y la construcción. Siguen
279
cruzando sus apellidos y fortunas, como hicieron en la Colonia y
durante los primeros cincuenta años de la República.
280
José Francisco Riascos Diaz Granados, Ramón García Padilla, Ciénaga 1904.
Manuel Vengohechea, Manuel Antonio Vivió en la 5ta Avenida, New York.
Henríquez Diaz Granados. Archivo: Guillermo Henríquez Torres.
Archivo: Guillermo Henríquez Torres.
281
Casa 1. Prado Sevilla, 2016.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
283
años. Compró la Casa 1 por 30 mil dólares para vivir con su mujer,
Gregoria Molina, y sus cuatro hijos. Jorge recuerda los tiempos en
los que la compañía bananera dejaba en cada casa caballos para que
las familias salieran a cabalgar por la zona. Su infancia fue diferente
a la del resto de niños de Sevilla, pues no recuerda haber jugado
a la “bolita uñita”, al yoyó o al trompo, porque sus juguetes eran
sofisticados aparatos electrónicos que le obsequiaba la “Yunai”.
Al lado de la Casa 1 estaba el Club Social, donde los norteameri-
canos solían hacer sus acostumbradas fiestas y celebrar por lo alto el
4 de julio. Para la fecha traían las mejores orquestas del país: la de Pa-
cho Galán o Lucho Bermúdez, por ejemplo. Todo eso en los años pre-
vios a la partida de la United para la región de Urabá, en Antioquia.
La edificación no posee una arquitectura ornamental; por el
contrario, consta netamente de lo necesario: un amplio salón con
piso de ajedrez, una tarima, un bar pequeño, una cocina industrial,
un cuarto frío para las carnes y verduras, y baños. Hoy, el Club Social
es una casa blanca de grandes ventanales, habitada por unos jóvenes
militares que, en su descanso, escuchan champeta y reguetón. “Las
casas que están pintadas de blanco son del Estado y las de color son
particulares”, aclaró Leal.
“En el Club, los gringos jugaban póker y se apostaban a sus
mujeres. Se intercambiaban las parejas; uno se llevaba a la mujer
del otro. Esas son costumbres que las vemos mal, pero ellos eran de
mente muy abierta”, añadió.
Leal vivió su infancia entre alemanes, holandeses, franceses e
hindúes que residían en Prado-Sevilla. Estudió en la High School
y cursó dos carreras universitarias en Europa, donde vivió 18 años
con sus hermanos. Ahora vive solo en la Casa 1, la cual se resiste a
los embistes del tiempo y las inundaciones del río Sevilla. Quedan
de la “bonanza verde” los muebles arrumados en una esquina por la
última inundación, seis mecedores en los que nadie se sienta porque
tienen las cintas rotas; un cielo raso deteriorado por el comején,
las polvorientas cortinas que cubren los ventanales, el empapelado
colgando de las paredes y otras antigüedades como un televisor de
mesa, el reloj de péndulo y una vajilla exclusiva que lleva el sello de
la United Fruit Company.
284
Mientras Jorge Leal mostraba los clásicos utensilios de mesa
y la elegante vajilla, decía: “Conozco España, Francia, Holanda,
Luxemburgo, Suecia, Suiza. Estudié en Aragón, en la Universidad de
Zaragoza. Estudié Medicina porque mi papá era el que nos asignaba
las carreras. Después, yo me cansé; le dije: ‘Papá, ya hice tres años
de veterinaria y tres de medicina, y no quiero seguir más’. Puso el
grito en el cielo, pero no me importó. Entonces me dediqué a conocer
Europa. Solo llamaba a mi mamá para que me mandara plata y así…”.
De los hijos de los empleados y administradores que vivieron en
Prado-Sevilla solo queda él y otro hermano, que vive tres cuadras
arriba. Los demás, según dijo Jorge Leal, llegan cada dos o tres años
de vacaciones desde Europa o Estados Unidos a recordar las bellas
épocas de la bonanza del banano. Este hijo de un alto empleado de la
United fue uno de los muchos que, en Sevilla, Rio Frío o Guacamayal
disfrutaron de los privilegios que la compañía tenía para ellos.
LA BRUSELITIS
285
hecho, es una derivación de la palabra brucelosis, una enfermedad
infecciosa que afecta al ganado. Bruselas atraía no solo por su es-
plendor cultural sino porque la vida allí era más barata que en Lon-
dres o en París. Con todo, algunas familias tradicionales de Ciénaga,
como González, Henríquez y Álvarez-Correa tuvieron residencia en
Londres y otras ciudades de este país, hacia donde la compañía tam-
bién exportaba banano.
Las costumbres refinadas adquiridas en Europa eran replicadas en
Ciénaga y Santa Marta. “Los carnavales, los reinados, el juego a las
cartas de las señoras, el póker de los señores, los enlaces matrimoniales
de conveniencia, las buenas maneras a la mesa, la ropa fina y las modas,
pero poco interés intelectual y mucha falta de instrucción técnica para
administrar sus patrimonios. Fueron contados quienes hicieron estudios
avanzados. La United Fruit Company trajo una época de esplendores
y espejismos. La élite produjo algunos pocos intelectuales, dos o tres
profesores y tres o cuatro pianistas. Francisco Dávila y Rafael Pérez
Dávila, que acaba de morir en Santa Marta (2016), pertenecen a la
segunda generación de bananeros que comprendieron el valor de
adelantar estudios superiores. Fueron a la larga, una vez la compañía se
marchó a Urabá, destacados dirigentes y empresarios. Ambos hicieron
estudios en Stanford, USA”, dijo el escritor cienaguero Clinton
Ramírez, autor de la novela Las manchas del jaguar (1987), cuyo
escenario son las fincas bananeras de Guacamayal y Sevilla.
286
victorianas” en la calle 18 entre 4ª y 5ª, en una de las vecindades
más distinguidas de la élite bananera. Tanto en sus cuentos como en
sus anécdotas figuran las necedades de la artistocracia local, de la
cual se burla al tiempo que recrea su vida galante en Europa. Es la
bananocracia de la que habla en sus libros el doctor Carlos Payares
González, nieto del influyente bananero y político liberal Enrique
González Guerrero, dos veces alcalde de Santa Marta. Este hombre
construyó para vivir con su familia la casa en donde funciona la Re-
gistraduría Nacional del Estado Civil, en la Avenida del Libertador.
En su cuento “Si no fuera por la zona caramba”, Bacca narra la
historia de una fiesta que la élite local le preparó al general Cortés
Vargas, semanas después de la masacre de las bananeras, en los
días previos al Carnaval de febrero de 1929. El personaje La Mona
Navarro, en este caso, es la dama encargada de los preparativos de
tal fiesta. El autor describe con gracia algunos de estos detalles:
LA DOLCE VITA
287
largos meses que el militar estuvo al frente de la Zona Bananera,
primero como jefe civil y más tarde como jefe civil y militar. En una
entrevista a Julio Roca Baena, en 1987, recuerda a Cortés Vargas
como un hombre muy culto y religioso, pero sobre todo recuerda
las parrandas con cumbia y tambora en la que los gringos quemaban
billetes en Prado Sevilla para divertirse.
Úrsula Rebolledo residía entonces en Ciénaga y era hija de un
“cachaco” enriquecido con el banano. Dijo, en la entrevista a Julio
Roca Baena, que ella vivía de fiesta en fiesta. Las fiestas “en Santa
Marta se hacían en el Park Hotel, que ahora está convertido en una
casa de negocio. Recuerdo a Manuel Julián de Mier, a Juancho
Noguera Dávila, a Simón Solano, padre de este niño de la televisión
(Felipe Solano) que es exacto al papá cuando estaba joven. En
Sevilla, las fiestas eran en el Club de los americanos, deliciosas. Tuve
oportunidad de tratar con muchos extranjeros. El General (Cortés)
no asistía: no bailaba, tal vez por el balazo en el pie. De mí, por
supuesto, hablaron mal en mi época. Me arriesgaba a todo y no me
importaba. Ahora, como entonces, creo que los militares no tuvieron
la culpa”, concluyó.
Úrsula era una chica llamativa. Se ponía su sombrero para
protegerse del sol y vestía con trajes “espalda fuera”, salía al mar y
pasaba las horas en su bicicleta marina. “En esa época, todo eso era
audaz. Me encantaba aprovechar, pasar buen tiempo con los políticos,
conversar con ellos, no porque me interesara la política, sino por
pasar buen tiempo. En Santa Marta, por ejemplo, entré en el grupo
de los americanos. Uno que me gustó, fue mi marido, Percy Atkins”.
“Se vivía bien en aquellos años, de fiesta en fiesta”, agrega
Úrsula. Su padre, Pedro Rebolledo, era, como ella misma expresó,
un “cachaco” libertino que, junto a otros jóvenes de la compañía,
alborotaban al pueblo con las pianolas. “Nací en el Hospital de la
United Fruit en Santa Marta (hoy Clínica Cardiovascular), como
todos los hijos de los grandes bananeros de la Zona, a quienes,
además, no nos costaba viajar, de modo que salíamos a Costa Rica, a
Panamá que estaba cerca. Estuve un año en Medellín, en un colegio
de monjas, con otras muchachas costeñas, pero no me amañé, porque
las monjas querían apretarme y mi carácter era más bien ‘amplio’”.
288
Rebolledo da algunos detalles en su entrevista sobre los meses
posteriores a la mascare de obreros. “Fíjate que eso sí que es
interesante. A raíz de la huelga los gringos tuvieron que aislarse y
construyeron sus prados, sus vainas, les pusieron cercas pa’ que no
hubiera muerto, porque lo que hubo en la Estación de Sevilla fue
tremendo. Ahí había veintitrés gringos y los querían quemar vivos.
Linchar”. Además, expresó con nostalgia: “¡Qué diferencia con los
días en que se quemaban billetes en la cumbia y se bailaba con gusto!
Hasta floreció una ‘casa de diversión’ llamada “Chantilly”, en el barrio
Obrero, por donde pasa ahora la carretera. Era su única diversión”.
Era común que las casas del Prado de Santa Marta y las de Prado
Sevilla tuvieran energía solar y calentadores de agua. Los hijos
de los bananeros asistían a las fiestas que se hacían tres veces por
semana en los barcos americanos, franceses, suecos, etc. Rebolledo
confesó que a pesar de todo lo vivido, su familia no fue una de las
más adineradas: “No ocupábamos una posición social destacada,
éramos más bien de esos que surgen y a quienes los de arriba miran
mal y los de abajo también. Pero yo era feliz y solo me interesaba
vivir la vida”, puntualizó “Ucha” Rebolledo, que para el momento
de conceder la entrevista tenía 77 años y residía en Barranquilla.
En la década de los 40, el reconocido arquitecto cubano Manuel
Carrerá fue contratado por el gobernador del Magdalena, José Benito
Vives de Andreis, para que construyera importantes edificaciones
como el Hospital San Cristóbal (Ciénaga), la Clínica Materno
Infantil (la Gota de Leche), el Hotel Tayrona (sede Gobernación del
Magdalena) y el Teatro Santa Marta.
En este último se presentaban obras de primera categoría. En 1951
se presentaron el famoso Xavier Cugat y su orquesta de cantantes y
bailarines de Hollywood y los Niños Cantores de Viena dirigidos por
Meter Lacovich. En el año 52 se presentó el concierto de piano de
Gladys Le Bas, niña prodigio de 7 años, quien interpretó a Mozart,
Chopin, Bach, Beethoveen, Schubert, Rameay, Mendelson, entre
otros maestros, y la famosa bailarina de la Ópera de París, Carmen
Gauthier. En el 59 los samarios vieron el espectáculo del violinista
Henri Lewkowicz, la presentación de la Orquesta de Praga y el Ballet
de París de Miskovicth.
289
LA NOCHE Y LOS PROSTÍBULOS
Pero no solo las élites se dieron la gran vida. Los obreros y los
empleados se las ingeniaban también para disfrutar de la bonanza en
la medida de sus posibilidades. Los empleados y los hijos de estos
tenían acceso a los clubes y casas de la compañía. Tanto así que, hoy
en día, algunos lo añoran a pesar de todo lo dicho y escrito sobre
la huelga. Ricos, pobres y clase media disfrutaron a su manera en
tiempos de la UFC.
Sobre este particular, Clinton Ramírez anotó: “Los obreros, en
los pueblos, después de los pagos y días de descanso iban a salones
de baile, cantinas y prostíbulos a divertirse. Muchos jugaban cartas
y ruletas en las cantinas y garitos. Los empleados de la compañía se
divertían en los salones y casinos de la empresa. Las élites, en Ciénaga
y Santa Marta, en sus casas mansiones y clubes sociales. En Ciénaga
fueron famosas las academias de baile: unos prostíbulos disimulados.
Se compraban cartones para bailar con las mujeres allí disponibles,
putas o falsas francesas. Los potentados iban al hipódromo en
Ciénaga. Pocos miembros de la élite bananera se bañaban en el mar.
El mar, desde la visión de la élite, era un espacio para la plebe. Los
poetas, advertidos de estas barreras, se limitaban a cantarlo desde la
sombra de un árbol o una palmera. Tampoco comían el guineo que
los enriquecía. Era comida para negros braceros y obreros”.
Muy pronto, en Santa Marta, el aumento de la actividad bananera
en el puerto y el ferrocarril estimuló la aparición de locales donde
marinos, operarios, braceros iban a beber, bailar y demandar servicios
sexuales. En la calle 8, la famosa calle de las Piedras, llegaron a
existir hacia la década de los cincuenta cerca de 30 burdeles. Los
marinos de los buques preferían el Internacional Bar, el Well y el
Faro. Los sábados, después del trabajo, la Calle Cangrejal era otro
de los sitos donde los obreros se encontraban para bailar cumbia
mientras la élite samaria se divertía al ritmo de las espectaculares
orquestas en el Club Social.
En las calles Cangrejal (calle 11) y Cangrejalito (calle 10), con la
carrera cuarta, se fueron instalando cacharrerías y almacenes donde
se vendían todo tipo de artículos extranjeros y de contrabando. Allí se
290
podía adquirir desde una olla pitadora y papel crespón hasta boquillas
para fumar y galletas de chocolate. Fueron estos negocios la génesis del
futuro San Andresito. Subsisten en estas calles, en medio de hostales,
bares y tiendas, algunas casas del boom bananero. Este sector, al norte
del Centro Histórico, se debate entre la recuperación y el deterioro.
SOLO EN UN PALACIO
291
Henríquez Díaz Granados, en la calle 7 con carrera 11 (esquina),
en Ciénaga. Su apartamento posee algunos tesoros de arte que
conserva de su antiguo oficio de anticuario, que aprendió en Bogotá
y España en los años setenta. La fachada de su casa la decoran unos
bellos camafeos, entre otras figuras florales de yeso que arquean la
entrada. Su casa se ubica en la misma cuadra donde su abuelo y sus
hermanos construyeron el Teatro Barcelona, a una cuadra de la Plaza
del Centenario.
Para construir una casa donde pudiera vivir su numerosa familia,
su tío abuelo, Adolfo Henríquez Díaz Granados, quien fue Alcalde
de Ciénaga en 1924, pidió un préstamo al Banco H Álvarez-Correa
Hermanos y, con los 60 mil dólares obtenidos, levantó el famoso Palacio
Azul, que fue inaugurado con un baile de carnaval en 1926. Hoy, como
muchas de las mansiones, casonas de la primera época de la United
Fruit Company en Ciénaga, permanecen semiderruidas y abandonadas,
o se han transformado en tiendas, depósitos y discotecas ante la mirada
complaciente de las autoridades responsables del Centro Histórico.
292
perder protagonismo. Varios huracanes en la década de los sesenta
y la negativa del gobierno de Lleras Restrepo a autorizar el cambio
de variedad en la Zona Bananera, dieron al traste con estos intentos
de independencia. La Zona de Urabá se consolidó definitivamente
a principios de la siguiente década, por lo tanto, la suerte estaba
echada para Ciénaga.
“Muchas de las fincas fueron adquiridas por el INCORA —
Instituto Colombiano de Reforma Agraria— y entregadas a los
campesinos y antiguos obreros. Los años de esplendor y espejismo
hacían parte del pasado. El último reinado del banano, organizado
en 1966, marcó el final de la bella época y la dolce vita. La última
reina del Banano fue Pilar Hinestroza, candidata de Bogotá”, agregó
Clinton Ramírez.
Este triste periodo es descrito por Guillermo Henríquez: “Lo
que valía millones en los años anteriores, valió menos que una vaca
en 1966. Eso fue lo que nos ofrecieron por Monte Alberne Sur, la
próspera finca de bananos situada cerca de Sevilla, Zona Bananera,
un año después”.
Muchas familias de Ciénaga empezaron a migrar hacia Santa
Marta, Barranquilla, Bogotá y el exterior. Obreros, empleados y
administradores tomaron el camino de Urabá. De esa manera Santa
Marta y Ciénaga siguieron siendo lo que siempre fueron, unos
pueblos con un par de familias dominantes, pero sin poder.
293
Muebles Thonet. Sala de la casa de la familia Riascos-Labarcés. Ciénaga, 2017.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
294
Úrsula Rebolledo, la mujer que inventaba Carnaval 1960. La reina Rosa María de los
la moda. Ángeles, su madre Ana María Henríquez
Archivo: Guillermo Henríquez Torres. y el dirigente bananero Anacreonte
González.
Archivo: Guillermo Henríquez Torres.
295
Jorge Leal Molina en la sala de la Casa 1. Casa 58, antigua Intendencia de la UFC
Prado Sevilla, 2016. en Río Frío. En noviembre de 1928, en
Foto: Annabell Manjarrés Freyle. esta edificación, fue agasajado el General
Carlos Cortés Vargas. Río Frío, Zona
Bananera, 2016.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
296
Guillermo Henríquez. Ciénaga, 2018.
Foto: Luisa Fernanda Ramírez Juvinao.
297
Portada Cien años de soledad, edición portuguesa.
La “Yunai” en la literatura
latinoamericana40
299
Tiempo después de la sabrosa experiencia, llegaron a Macondo
abogados, agrónomos, topógrafos, etc., y más tarde los gringos con
sus lánguidas esposas vestidas con traje de muselina. Entonces se
ubicaron al otro lado de la línea del tren donde construyeron sus
viviendas sobre prados azules cercados por mallas metálicas. Eso
narra Gabo. Y así ocurría en todos los lugares y países donde llegó la
United Fruit Company.
Ante los imprevistos cambios, los habitantes de Macondo “se
levantaban temprano a conocer su propio pueblo”. La situación
incomodó tanto al coronel Aureliano Buendía quien al ver la
hojarasca expresó irascible: “Miren la vaina que nos hemos buscado
no más por invitar a un gringo a comer guineo”.
Después de narrar las reacciones de los Buendía ante la llegada de
la United, Gabriel García Márquez se toma su licencia literaria para
describir los hechos de la Masacre. En el país, Gabo y el barranquillero
Álvaro Cepeda Samudio, con sus obras La hojarasca (1955), Cien años
de soledad (1967) y La casa grande (1962) consagraron a su estilo este
episodio sangriento de la historia colombiana. No fueron los primeros
en abordar el tema ni serían tampoco los últimos en el continente.
La literatura en Centroamérica ya había resaltado, mucho antes,
los abusos de esta compañía desde principios del siglo XX. Sin
embargo, fue un escritor gringo, O. Henry en 1904, el primero en
poner el tema en la literatura y pronosticar los alcances nefastos de
la compañía bananera en el terreno político, económico y social. O.
Henry, en su novela satírica Cebollas y reyes, fue quien introdujo el
término “banana’s republic” para referirse a Honduras inicialmente.
Solo hasta los años 30, los periódicos norteamericanos hicieron uso
de este término satírico cuando, a los ojos del mundo, la United
decidía el futuro político de los países centroamericanos, quitando
y poniendo presidentes. “Banana’s republic” sigue siendo sinónimo
de Gobiernos débiles y corruptos que obedecen a las pretensiones de
las multinacionales de turno.
300
MAMITA YUNAI
301
Mamita Yunai refleja un momento en la historia de Costa
Rica marcado por la oscuridad impuesta por la United, donde la
vida gloriosa planteada por esta multinacional contrasta con las
hostilidades de la selva, lugar al que muchos obreros marcharon para
no regresar. El peligro al estar expuesto en la selva, vista como un
“mar verde y tenebroso”, intensifica el drama vivido alguna vez por
Calufa y sus compañeros de explotación.
UN POEMA COMPROMETIDO
CENTROAMÉRICA ESCRIBIÓ
302
caso de Bananos (1942) del escritor nicaragüense Emilio Quintana,
y Prisión Verde (1950) del hondureño Ramón Amaya Amador.
Otra obra importante es En Puerto Limón (1950) del tico Joaquín
Gutiérrez, pero no más importante que Murámonos, Federico
(1973), considerada su obra más lúcida.
En Murámonos, Federico un pequeño finquero vende las tierras
a la United después de ser acosado por el abogado de la compañía.
En medio de sentimientos de frustración y rabia, decide vengarse
envenenando las plantaciones.
Es recurrente en las novelas de este tipo que un gringo sea un
pionero y detrás de él venga todo el aparato de administradores,
ingenieros que construyen las vías férreas, canalizan o desvían
ríos, siembran las fincas y sacan fruta en su ferrocarril que luego
sus buques embarcan para vender en los supermercados americanos.
En El Papa Verde, de Miguel Ángel Asturias, ese hombre se llama
Mark Thompson. Es el símbolo del poder imperial que asola selva
y hombres, maniata políticos y tumba Gobiernos desafectos en
desarrollo de su proyecto bananero.
Miguel Ángel Asturias, premio Nobel 1967, paradójicamente
nació el año de la fundación de la UFC, 1899. Asturias es el autor
más importante de los autores centroamericanos antes citados.
Escribió tres novelas sobre la influencia mortal de la compañía en
Guatemala: Viento Fuerte (1950), El Papa Verde (1954) y Los ojos
de los enterrados (1956).
El Papa Verde es considerada una de las mejores novelas
antiimperialistas que ha dado la literatura universal. Mark Thompson,
el Papa verde, decide crear su imperio en Centroamérica, y aspira a
ser presidente de la Tropical Bananera, nombre que recibe la United
en esta historia. Matavi es su contrincante, quien, a diferencia
de Mark, es un hombre sensible y mitológico, esencia del nativo
centroamericano. A la historia la alimentan las estratagemas de
la familia Lucero, que lucha por fundar una cooperativa contra la
Tropical Bananera, igual como sucedió en la Zona Bananera de
Santa Marta, donde un grupo de productores locales trató de fundar,
sin lograrlo, compañías para exportar por su cuenta y riesgo la fruta
a los mercados de Estados Unidos.
303
Los ojos de los enterrados es la última de la trilogía. La crítica la
ha entendido como una suerte de esperanza para el pueblo bananero
guatemalteco. Es una novela inspirada en el Popol Vooh, libro sagrado
de los mayas, y narra el poder de las huelgas y la consecuente caída
del régimen de la Tropical Bananera. Asturias fue uno de los primeros
autores latinoamericanos que rompió con la tradición europea del
realismo y recordó a la literatura latinoamericana que la historia de
nuestros pueblos sigue virgen para las letras. Un espaldarazo para el
“realismo mágico” explotado por Gabo años más tarde.
304
títulos son bien reveladores de las intenciones del autor: “La uña de
la gran bestia”, “Al tercer día carnaval” y “El cielo guardó el agua”.
Gabriel García Márquez, en 1955, entonces un muchacho de 28
años, publica La hojarasca, novela en donde por primera vez aborda,
aunque de manera tangencial, los efectos de la presencia de la UFC
en Macondo. La novela ofrece un epígrafe muy diciente:
LA CASA GRANDE
305
La casa grande (1962), cuyo tema central es la disolución de una
familia bananera a causa de sus odios internos y del odio del pueblo,
es, al decir de la crítica y del mismo Gabriel García Márquez, la
primera novela civilizada de la violencia colombiana. Ya en 1954,
el barranquillero Cepeda Samudio había sacado al mercado su libro
Todos estábamos a la espera. El cuento “Hay que buscar a Regina”
es ilustrativo de la vida de explotación a la que era expuesta la mujer
en la Zona. Su trama es la historia de una muchacha, Regina, que,
ayudada por su novio, decide escapar para evitar ser entregada a un
plantador de la región, hombre que la ha comprado a su familia.
Sobre La casa grande, García Márquez escribió uno de los
comentarios más audaces y certeros de la novela:
“La casa grande es una novela basada en un hecho histórico: la
huelga de los peones bananeros de la Costa Atlántica colombiana, en
1928, que fue resuelta a bala por el ejército. Su autor, Álvaro Cepeda
Samudio, que entonces no tenía más de cuatro años, vivía en un
caserón de madera con seis ventanas y un balcón con tiestos de flores
polvorientas, frente a la estación del ferrocarril donde se consumó la
masacre. Sin embargo, en este libro no hay un solo muerto, y el único
soldado que recuerda haber ensartado a un hombre con una bayoneta en
la oscuridad no tiene el uniforme manchado de sangre ‘sino de mierda’”.
Álvaro Cepeda sí vivió con su madre, Sara Samudio, en Ciénaga,
pero después de los hechos. No se equivoca García Márquez al indicar
que en la novela los hechos de sangre quedan al fondo. Muy reveladora,
por otra parte, la sustancia que mancha el uniforme del soldado.
Esta manera de enfrentar la historia, de contar un hecho histórico,
más que parecer arbitraria, como pudieran decir los historiadores,
“es una espléndida lección de trasmutación poética”. Para García
Márquez, Cepeda sometió los hechos sangrientos de la huelga a una
especie de “purificación alquímica”, y solo entregó en su novela “su
esencia mítica, lo que quedó para siempre más allá de la moral y la
justicia y la memoria efímera de los hombres”.
García Márquez remata su comentario de la novela con las
siguientes palabras:
“La casa grande, además de ser una novela hermosa, es un
experimento arriesgado, y una invitación a meditar sobre los recursos
306
imprevistos, arbitrarios u espantosos de la creación poética. Y es,
por lo mismo, un nuevo y formidable aporte al hecho literario más
importante del mundo actual: la novela latinoamericana”.
Se refiere, por supuesto, al notable éxito que empieza a cosechar
la novela hispanoamericana, a la que él mismo contribuiría de manera
decisiva al publicar en 1967 Cien años de soledad. Fenómeno
de renovación de la narrativa del continente que, más tarde, seria
denominado el boom latinoamericano.
AUTORES LOCALES
307
estudiado la huelga y la masacre. El encanto y hechizo de su novela
no solo despertó un interés por el estudio de la huelga, sino que
algunos historiadores, sin mayores cuentas, aceptaron como palabra
de Dios que los muertos de la Plaza de la Estación de Ciénaga fueron
3000, ni uno más ni uno menos. El apartado en donde relata, en la
plaza de Macondo, en los minutos previos a la orden de disparar,
es uno de los episodios más citados de la novela cumbre de Gabo.
“¡Cabrones! —gritó (José Arcadio Segundo) —. Les regalamos el
minuto que falta”.
Gabo narra los hechos como sigue:
308
que la sociedad samaria organizó en honor a Carlos Cortés Vargas,
a menos de tres meses de los sangrientos hechos. De su risueña
inventiva es el cuento “En la guerra no hay manzanas”. En este
texto, como en el “Príncipe de la baraja”, la élite samaria concentra
todas las atenciones de su astuta mirada crítica. “En la guerra no
hay manzanas” se cuenta, desde la visión de un niño, los años de
asfixias que padecieron la Zona y la élite samaria al suspenderse
los envíos de la fruta a los mercados de Estados Unidos y Europa.
El fin de la guerra, al conocerse en Santa Marta, será motivo de
regocijo y desfiles, porque su fin significa que la UFC y su Flota
Blanca regresarán con los dólares y las manzanas de California y los
jamones de Virginia.
Guillermo Henríquez es autor de varias obras de teatro como
El cuadrado de Astromelias y novelas como Fruta sabrosa. En
ellas retrata, a ratos de manera alucinante y onírica, el esplendor y
decadencia de la aristocracia bananera de Ciénaga. Su cuento “Un
día antes” capta con dos o tres rasgos el ambiente que reinaba en
Ciénaga el 5 de diciembre de 1928, la noche víspera de la masacre.
Ese día, de máxima agitación en la Estación de Ciénaga, coincide
con el arribo al puerto de Las Mercedes, procedente de Barranquilla,
de la Selección Magdalena de fútbol, campeona en los juegos de
Cali. Escribió, asimismo, El misterio de los Buendía (2005), libro
capital en el que estudia las fuentes reales e históricas de Cien años
de soledad, un tema al que ha dedicado cuatro décadas de su vida.
Un libro valioso porque, además de examinar las fuentes de los
personajes y motivos de la novela de Gabo, es, de alguna manera,
una historia social y cultural de una región marcada por la presencia
de la compañía americana.
Finalmente, el cienaguero Clinton Ramírez C. ha escrito novelas
y cuentos en donde examina la sociedad bananera de Ciénaga antes
y después del retiro de la UFC. Destacan las novelas Las manchas
del jaguar (1988) y Vida Segura (2005). Esta última gira en torno a
las fobias, amores y muertes de un potentado bananero. Sus cuentos
“Una vez el paraíso”, “Extraños en la noche”, “Te enviaré rosa de
Beirut”, “Papá salió al jardín” y “El chico del correo” son piezas
que dan cuenta de la cotidianidad bananera con una intensidad y
309
naturalidad propias de quien vivió en sus fincas y pueblos ardientes.
Apartadas de los tópicos de la violencia y la condena, la obra de
Clinton Ramírez ilustra la soledad de los pueblos bananeros, la lucha
de los jóvenes que aprenden a ganarse la vida a temprana edad, los
enfrentamientos de un administrador bananero con los huracanes, y
las exquisiteces y extravíos de los potentados del negocio. Es una
obra para la que el crítico francés Jacques Gilard acuñó la expresión
“nostalgia crítica”.
De Las manchas del jaguar, el crítico literario Teobaldo Noriega
anotó en su estudio “Las manchas del jaguar, de Clinton Ramírez:
El penoso trabajo de la memoria”: “Esta novela de Clinton Ramírez
prefigura un singular espacio ficticio que se proyecta ante el lector
como luctuosa galería de voces; diseminados ecos que intentan
reconstruir el pasado de un conglomerado humano del cual ahora
solo quedan los evidentes destrozos dejados por el tiempo”. A este
esfuerzo de la memoria, notorio en la obra de Clinton Ramírez, es el
que Jacques Gilard denominó una nostalgia crítica. Para Noriega es
justo “ese sentimiento de nostalgia o angustia ante el vacío que le deja
el recuerdo de ese otro mundo ya perdido, como su escritura se lanza
a una penosa tarea de rescate”. La novela encierra, según Noriega,
“una visión angustiante, desoladora, consecuencia de las asperezas
del tiempo”. Una desolación y angustia que todavía, anotamos acá,
puede percibirse en los rostros, las fincas y las edificaciones de los
pueblos de la Zona Bananera.
El mundo bananero no es un universo agotado para la historia y
la investigación. Mucho menos lo es para la imaginación literaria.
La huelga y la masacre solo fueron su detonante inicial. Los autores
posteriores a García Márquez y Cepeda Samudio supieron trascender
la espectacularidad de la masacre, ahondando en la desolación de los
pueblos bananeros y los prejuicios de sus élites, siempre deseosas de
un nuevo regreso de la Mamita Yunai.
310
Portada La horasca, edición Norma. Portada La casa grande, edición
norteamericana.
311
Portada Mamia Yunai, Editorial Platina.
Gregorio Castañeda Aragón, Barcelona 1931. Javier Auqué Lara autor de la novela Los
Archivo: Guillermo Henríquez. muertos tienen sed, 1969.
Archivo: Guillermo Henríquez.
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Ramón Illán Bacca, escritor. Guillermo Henríquez Torres, escritor.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle. Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
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José Rafael Dávila con uno de sus álbumes.
Foto: Annabell Manjarrés Freyle.
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“Ni siquiera Mussolini era tan espectacular”, recuerda en el sofá
de su apartamento de Santa Marta, 81 años más tarde. Después de
su viaje a Berlín, visitaron Roma. Llegarían una mañana de agosto
a la Plaza Venezia, lugar donde Mussolini ofrecería su discurso de
bienvenida al Ejército italiano, que había masacrado en Abisinia a
millones de etíopes.
Las fotografías de sus viajes a Europa se conservan en los
voluminosos álbumes familiares que José Rafael Dávila conoce al
dedillo. De cada foto posee una anécdota. A sus 94 años evoca detalles
de una noche de tormenta, en medio de la vastedad del Atlántico, a
bordo del Queen Mary, un transatlántico recién inaugurado y famoso
por su lujoso decorado Arte Decó. En la Segunda Guerra Mundial,
le recuerdo, el Queen Mary sería utilizado para transportar tropas
australianas a los frentes de guerra.
Su hija Mercedes suspende la charla que sostenemos en la
confortable sala de su apartamento, para ofrecernos algo de beber.
Hablar con José Rafael Dávila es transportarse en una nave del
tiempo sin posibilidad de regresar intactos del viaje. Mercedes me
pide ayuda para acomodar uno de los pesados álbumes de fotografía
que José Rafael sostiene en sus piernas. Con una mano pasa las
páginas y con la otra sostiene su bastón, algo desgastado en el mango.
¿Cómo logra —me pregunto— recordar tantos hechos, opinar sobre
los mismos y llamarme por mi nombre con tanta familiaridad, como
si nos hubiésemos conocido en el siglo pasado?
“Háblale duro para que pueda escucharte”, me sugiere Mercedes.
Trato de hacerlo pero José Rafael, concentrado en sus fotografías, me
habla de la carta del menú del Queen Mary que acaba de encontrar en
el álbum. La carta tiene fecha del 17 de octubre de 1936, momento en
que el transatlántico regresa desde Londres al puerto de Nueva York.
“Conocí también a Leopoldo III de Bélgica, y después tuve la
grata sorpresa de verlo aquí en Santa Marta. Deja que te cuente eso:
él se bajó en Gaira. Acompañé a los periodistas de El Tiempo a cubrir
la visita del rey. Eso fue por los años 50, creo que en el 52. Por cierto,
el rey Leopoldo estuvo en Cincinnati, la finca de la familia Flye en
Minca, y también visitó la Quinta de San Pedro Alejandrino. Allá
316
debe estar su firma en el libro de visitantes”, me explica sin que
medie pregunta de mi parte.
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de familias dominantes, pero con menor poder que sus homólogos
de la aristocracia Cartagenera o que los hijos de las nuevas fortunas
acumuladas en Barranquilla gracias al comercio internacional. Otros
beneficiarios, explica, fueron los militares liberales, que recibieron
tierras como parte de los acuerdos de paz, una vez se firmó el Tratado
de Neerlandia (1902), que buscó darle fin a la Guerra de los Mil días.
Dávila, al igual que muchos hombres y mujeres de su época,
sigue pensando que la intervención de la United Fruit Company
trajo prosperidad a la Zona Bananera. La compañía bostoniana abrió
canales de riego, construyó puentes, trajo las telecomunicaciones
tendiendo líneas telegráficas y estableció en la Zona los famosos
comisariatos, que eran súper tiendas donde vendían los mejores y
más sofisticados productos importados por la Flota Blanca desde los
Estados Unidos. En los comisariatos, me dice, se vendían jamones,
quesos, camisas Harrow, los famosos muebles Tonet que aún decoran
las casonas de Ciénaga y Santa Marta, además de zapatos de finas
marcas, cervezas, juguetes electrónicos, bicicletas…
“Por eso te dije que cada quien habla de la feria según le
vaya en ella”, reitera. “En esa época se comía mejor aquí que en
Bogotá, porque la United traía la mejor comida que existía, y los
departamentos médicos eran de excelente calidad. El de Sevilla, el de
Riofrío eran muy grandes y con toda clase de servicios”, puntualiza
sin retirar los ojos de una fotografía en la que aparece un grupo de
enfermeras y doctores norteamericanos sentados en el jardín del
antiguo hospital de la United. Hoy funciona en la edificación la
Clínica Cardiovascular de Santa Marta.
Los comisariatos han sido bastante estudiados por la economía
y la historia. Está probado que los obreros, a quienes la United
pagaba los jornales con vales, solo podían adquirir con ellos bienes
de consumo básico.
YO VIVÍ LA BRUSELITIS
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a la par del peso. Quienes tenían negocios con la United Fruit
Company podían tomar un barco de la Flota Blanca con rumbo al
puerto de Bruselas o Ámsterdam. En Bruselas vivían las adineradas
familias samarias y cienagueras: los Riascos-Labarcés, los Pinto, los
Dávila, los Noguera, los Henríquez, los Morán, los Álvarez-Correa
y mucha más gente a la que los negocios con la “Mamá Yunai” le
permita tales privilegios.
Era la época de la llamada “bruselitis”, una expresión derivada
de palabra brucelosis (enfermedad del ganado), acuñada para
bautizar la costumbre de la élite local de vivir en Bruselas, Bélgica.
Las rentas que la compañía bostoniana pagaba a estos empresarios
eran giradas en cheques en dólares a Bruselas, Nueva York, París,
Londres, Ámsterdam o a cualquier ciudad donde residieran estas
familias. Gracias a estos dineros construyeron grandes mansiones de
aspecto neoclásico a imitación de los barrios victorianos de Londres
de la segunda mitad del siglo XIX. En la Avenida del Libertador
de Santa Marta y en el Centro Histórico de Ciénaga, aún se pueden
apreciar espectaculares fachadas de este tipo de arquitectura.
“Yo tuve la suerte de vivir la bruselitis”, dice José Rafael. “Todo
era dolce vita. Una época deliciosa. En fin, una cosa que no volverá a
suceder”, puntualiza. También es enfático en señalar que ese periodo de
“nuestra historia ha sido castigado injustamente por los historiadores”.
De la bruselitis recuerda a otras familias aristocráticas que
también disfrutaron de las bondades de Mamita Yunai: “Carlos
Olarte, un hijo de don Pacho Luis Olarte, hermano de María del
Carmen, se casó con una mujer bellísima llamada Susana, quien
llegó a ser Miss Belga. Recuerdo a Rafael Lafaurié, bacteriólogo;
a Armando L. Fuentes, abogado; a la familia Fuentes-Guardiola. El
abuelo de ellos vivió en Bélgica. Darío Hernández Díaz Granados,
el famoso pianista que estudió en el Conservatorio Real de Bruselas,
fue un artista interesante, pero cometió el error de quedarse a vivir
en Santa Marta. El general Ramón Demetrio Morán de Ciénaga, sí se
quedó en Bruselas, murió allá. Ramón dejó descendencia: entre ellos
los Sumbatoff”. Su memoria y su habla son incontenibles. Busco
la mirada de Mercedes en señal de ayuda. Es mucha información
319
que me cuesta asimilar en el momento. Afortunadamente, pienso, mi
grabadora tiene batería de sobra.
La dolce vita duró cerca de medio siglo. La Segunda Guerra
Mundial (1939-1945) supuso, con la interrupción del comercio
bananero, un duro golpe para la economía y la vida de placeres de
las élites locales. El golpe definitivo comenzó con el Mal de Panamá,
enfermedad que afectó el cultivo de banano Gros Michel, siendo
uno de los motivos para que la United se trasladara a la Zona de
Urabá, donde, además de haber tecnificado el transporte de frutas,
sembraban una especie más resistente a las enfermedades y los
vientos. Se volvió costoso sembrar en la Zona Bananera. “Las tierras
—anota José Rafael— eran menos productivas, tampoco había plata
para tecnificar las fincas a la velocidad que exijan los mercados e
imponían los competidores de Urabá y Ecuador”.
Los espejismos, a finales de la década de 1960, se desvanecieron
delante de los ojos melancólicos de los aristócratas arruinados. La
bruselitis pasó a ser un recuerdo increíble y tema de las obras de
escritores como Álvaro Cepeda Samudio (La casa grande, 1962). El
mismo Gabriel García Márquez fabuló el fenómeno en Cien años de
soledad (1967), representándolo en Amaranta Úrsula, la chica flapper
inspirada, tal vez, en Úrsula Revolledo: la joven más extrovertida y
audaz de la Zona Bananera de aquella época.
“Fue la debacle —se lamenta José Rafael—: se vivía muy
estrechamente. Al menos mis tías tenían El Alambique. Era una finca
que comprendía lo que hoy son los barrios Los Ángeles, Bavaria y
La Esperanza en Santa Marta. Colindaba con El Piñón, propiedad
de José Francisco ‘Chepe’ Riascos; aún existe con una casa colonial
allí”, aclara. De hecho, desde el balcón de su apartamento en el
edificio Torres del Mayor, logra verse la quebrada Tamacá y la
entrada de la hacienda El Piñón entre los urbanizados predios que un
día pertenecieron a la aristocracia criolla. En efecto, esta hacienda,
hoy casa de residencia de los Zúñiga-Riascos, queda en el popular
barrio La Ciudadela 29 de Julio, en cuyas calles crecí.
“Mis tías”, regresa la voz de José Rafael, “tenían en El Alambique
hortalizas y unas vacas. En la época en la que se dejó de exportar
banano, nos mantuvimos con una lechería”, precisa.
320
Fue una época crítica para la economía y la sociedad bananera.
La suspensión de la producción y el envío de banano a Europa y
Estados Unidos significaron un fuerte golpe para el empleo y el
consumo, como han insistido algunos estudiosos. Miles de hectáreas
(más de 15 mil) fueron presas de la maleza y las enfermedades, y
miles de obreros de las fincas, el ferrocarril y el puerto de Santa
Marta quedaron cesantes. Esto explica que, durante el gobierno de
Eduardo Santos (1938-1942) se aprobara para el Magdalena, siendo
gobernador José Benito Vives (1939-1941), un plan de fomento para
mitigar el desempleo de los obreros. Este plan estuvo compuesto por
una serie de obras como El Teatro Santa Marta y el Hotel Tayrona
en la capital del departamento, y el Hospital San Cristóbal y el Hotel
Tobiexe en Ciénaga, entre otras.
Los hombres del banano, tanto en Santa Marta como en Ciénaga,
añoraban el regreso de la United, como escribió Cepeda en su columna
“Al margen de la ruta”, luego de una de sus visitas a Ciénaga: “Este
hombre arruinado que va a la playa a soñar con el fin de la guerra y la
vuelta a la holgura con el regreso de la Compañía Frutera, ve surgir
del seno de su mar, en vez de la redada rica en peces que brillan al
sol, el espejismo ilusorio de la mata de guineo”.
Pero Dávila no solo tiene testimonios de los beneficios de
la bruselitis para su clase social. Los obreros, según él, también
tuvieron su bruselitis. “Vivían tan bien que algunos hasta tenían
dos mujeres de planta”, dice. Era corriente que después del pago
de quincena, los trabajadores, braceros y operarios del ferrocarril
salieran a las cantinas y bares de Santa Marta a beber, jugar cartas y
ruletas, además de requerir servicios sexuales.
Me hace ver que los más famosos prostíbulos, en los primeros
sesenta años del siglo XX, estuvieron ubicados en Santa Marta en las
calles 8 —Calle de las Piedras— y 11 —Calle Cangrejal—.
“Las prostitutas eran muy deseadas por clientes de todas las
clases sociales”, recuerda. “Algunas eran muy llamativas y vestían a
imitación de sus homólogas francesas de los bares de Montparnasse,
pero eran colombianas a pesar de sus fingidos acentos”, precisa.
Pero no todos los obreros y operarios participaban del espejismo.
Muchos apenas ganaban para comer guineo de rechazo con pescado,
321
sobre todo los que residían, en precarias viviendas, en los límites del
puerto y el desaparecido barrio El Ancón.
322
ubicaron un mostrador para el expendio de frutas, dulces, confituras,
helados, café y bebidas refrigerantes. Dos salones para que los
clientes pudieran leer periódicos, revistas nacionales o extranjeras
de manera gratuita; además de ocho habitaciones en cada uno de los
extremos donde ubicaron servicios sanitarios”, escribe Ospino.
El historiador agrega detalles de la estructura del edificio: tenía
una terraza posterior con escalera hacia el mar, donde podrían
contemplarse los atardeceres de la bahía degustando una bebida. El
Club Balneario ofrecía además un gimnasio especial, trampolines,
alquileres de botes livianos y chivas para transportar a los turistas.
“Ombe, Santa Marta era mejor antes”, dice José Rafael. “La
sociedad era muy pacata; sí, pero muy sana. Uno iba a charlar con las
amigas en el camellón. Ellas lucían sus mejores trajes. Todo era muy
diferente y nos tratábamos con mucho respeto. Los hombres nos
quitábamos el sombrero para saludarlas. Santa Marta era la ciudad
de los pianos: los muchachos tenían patines y las mujeres, un piano
de cola en sus casas, pero eso ya no volverá más. Acabaron con el
balneario y también con el barrio El Ancón y con Taganguilla, que
eran tan bonitos que la vez que fuimos a Capri, Italia, dijimos que El
Ancón era más hermoso”, remata algo fatigado, pero con la mente y
el cuerpo transportados a sus vacaciones europeas de 1936.
José Rafael destaca de sus recuerdos en el Club Balneario la
existencia de una pista de patinaje. La recordada pista sería para los
de su generación un escenario en el que la música, la moda y el boom
de los patines marcaron la belleza de los soñados años 50, una vez la
reanudación del negocio bananero trajo un nuevo aire a la aristocracia
samaria, en lo que sería la última fase de la bruselitis, sepultada, a
principios de los setenta, por la fiebre de las Rangers y los gatillos,
instrumentos mortales de la bonanza marimbera (1976-1985).
323
“Sí, mi primo Ramoncito es un hombre muy valioso. Un escritor
con un registro muy personal en la literatura colombiana”, me dice.
“Como yo soy mayor que él, me ha tocado toda la vida aclararle
episodios de la vida familiar y la vida de la ciudad, que él ha sabido
utilizar con mucha gracia en sus novelas, cuentos y crónicas”.
Se queda pensando un momento, escarbando en sus recuerdos.
Al fin expresa: “Él me ha hecho el favor de incluirme en uno de
esos cuentos”.
Ramón Bacca es primo de José Rafael y fue criado y educado
por las mismas tías Noguera Angulo, “las tías victorianas” a las
que se refiere Ramón Bacca en sus “Notas para una improbable
autobiografía”. José Rafael y Ramón crecieron en la Calle del
Pozo (calle 18), entre 4ª y 5ª, del Centro Histórico de Santa Marta,
sector donde vivían los potentados bananeros en sus cómodas
casas republicanas. Ramón es un escritor clave para entender las
intimidades de la bruselitis y de la vida de la élite en Santa Marta:
“Este mundo con películas de Shirley Temple y con un retrato
de la reina Astrid de Bélgica en la sala, afortunadamente era
contrapesado por los dramones mejicanos que veía en el gallinero
del ‘Rex’ (teatro), al que llegaba por las noches escapándome por el
techo”, escribe Bacca.
Algunos cuentos en donde examina la vida de esplendor y
afugias de la élite samaria son: “Si no fuera por la Zona, caramba”,
“El príncipe de la baraja” y “En la guerra no hay manzanas”.
En “Si no fuera por la Zona, caramba”, por ejemplo, Bacca
recrea con sorna el famoso baile que la sociedad samaria organizó
en honor a Cortés Vargas, en el Carnaval de 1929, meses después de
la masacre de las bananeras:
324
— ¿Si vamos al homenaje cómo vamos a explicar el cambio de
posición a nuestros lectores? —le dijo.
—Cuando apoyamos la huelga era otro momento. A los comerciantes
nos interesaba que desaparecieran los comisariatos. Pero después de
lo que pasó las cosas han cambiado.
Y añadió:
—Recuerda que lo que nos da de vivir es el almacén, no el periódico”.
325
por él. Al maestro Carranza lo inspiraban las cosas sutiles”, me
explica señalando una foto del poeta sentado en La Sibara, finca de
Minca, propiedad de José Rafael.
“Allá —observa— viendo el cielo y las montañas, fue donde se
inspiró para escribir su poema ‘Azul de ti’”. Apartando la mirada
de su álbum y cambiando el tono de su voz, recita de memoria los
primeros versos del poema: “Pensar en ti es azul, como ir vagando /
por un bosque dorado al mediodía: / nacen jardines en el habla mía /
y con mis nubes por tus sueños ando”.
En los recuerdos de José Rafael vaga el poeta Carranza
inspirándose en las heladas aguas del río Minca y en los atardeceres
de Taganga, donde el escritor tuvo una casa, exactamente en Playaca,
una de las playas de este balneario. Entre las fotografías más famosas
de María Mercedes Carranza en su juventud, hay una que le tomó
el mismo José Rafael Dávila en Taganga. En ella, María Mercedes
luce un sombrero de flores de papel y lleva el cabello sobre el rostro
sonriente. Ya para entonces ella escribía poemas, me confirma.
“Siempre he lamentado que a los Carranza nos les haya ido bien
en Taganga. A su casa le arrojaban piedras, intentaron desvalijarla y
por ese motivo tuvieron que mudarse”, confiesa.
A sus años, no lee mucha poesía, pero sí escucha poemas en
las voces de sus autores. Posee una larga colección. Me regala,
precisamente, un CD con poemas de su amigo Carranza.
LA GESTIÓN CULTURAL
326
Con la inauguración del Teatro Santa Marta en 1949, un grupo
de samarios se une para crear la Sociedad de Amigos del Arte, la
cual obtuvo interesantes logros para la escena cultural local. José
Rafael Dávila —vicepresidente de la sociedad—, el médico Orlando
Alarcón —presidente— y otros samarios de la época trajeron de
Europa importantes compañías de teatro, de ballet y célebres músicos
para amenizar el calendario del Teatro Santa Marta. En la Sociedad
de Amigos del Arte figuraron, además, Alberto Castañeda, Rosario
Campo, Francisco Loeble, Rita Armenta de Dávila y Hernando
Pacific Robles. Sus actividades se extendieron hasta mediados de
los años 70.
Gracias a este grupo de gestores culturales, en el Teatro Santa
Marta se presentaron recitales de La Orquesta de Praga, el pianista
Daniel Abrams; los violinistas Lewkowickz y Olav Roots, quienes
una década después de inaugurado el Teatro engalanaron esos
últimos años de lujo y esplendor de la bruselitis.
José Rafael Dávila conserva en sus álbumes los carteles
publicitarios que invitaban a los samarios a ver “las presentaciones
del Ballet de París de Miskovitch en 1959; la Orquesta de Arcos
de Milán, 1960; el concierto del pianista Alfred Brendel, 1961; el
concierto del pianista Harold Martina, 1974, y la presentación de la
Orquesta Sinfónica de Colombia, 1975”, como registra el arquitecto
Ospino Valiente, un estudioso de esta época, en su libro El Teatro
Santa Marta, ícono cultural de Santa Marta.
Además de promover la cultura en Santa Marta, la Sociedad
de Amigos del Arte, con Rafael Dávila como vicepresidente, crea
el primer cine club de la ciudad, inaugurado con obras maestras
del surrealismo italiano. Recuerda con mucha picardía la película
francesa Los tramposos, dirigida por Marcel Carné.
327
de soledad (1967), se reencontraron en Aracataca en el Festival
“Aquella Parranda Vallenata”, de la cual quedan unas tiras de fotos
que José Rafael Dávila capturó.
“Yo conocí a Gabito en Bogotá, en el año 45. Inclusive, él
estudiaba en Zipaquirá, pero llegaba a visitar a sus amigos costeños
en la residencia donde yo vivía, ubicada en la calle 15 Nº. 10-96, una
casa vieja donde vivió Marco Fidel Suárez después de ser presidente.
Yo era el único samario. Gabito iba los domingos y festivos a verse
con sus paisanos que vivían allí”.
Los Dávila y la familia de García Márquez eran oriundos
de Barrancas, La Guajira. Un pasado del que José Rafael tiene
consciencia porque la misma Luisa Santiaga, madre de Gabo, le dijo,
la última vez que lo vio, que cada vez se parecía más al viejo Rafa y
que gracias a ella sus padres se enamoraron. “Yo era la que le llevaba
los papelitos a tu mamá cuando vivíamos en Santa Marta”, le decía
la madre del novelista siempre de buen humor.
En un viaje de regreso a Santa Marta, en el barco David Arango,
Gabo y Rafael se encontraron y hablaron de la familia y la amistad.
Eso sería antes de volver a reencontrarse en Aracataca en el año 1966.
“Yo fui a Aracataca, en compañía de Jaime y Luis Enrique García
Márquez, porque Gabito llegaba de Cartagena a su tierra natal, invitado
por su amigo José R. Durán Porto. Armado de mis cámaras, fui a
saludarlo y le hice varias fotos. Estaban con él Rafael Escalona, Nicolás
“Colacho” Mendoza y Álvaro Cepeda Samudio. Recuerdo perfectamente
a este último: un hombre fabuloso, lleno de energía”, dice.
José Rafael Dávila fue el fotógrafo oficial de ese evento. Esta
parranda fue financiada por la cervecería Águila, del empresario
Julio Mario Santodomingo. Su hermano, Alberto Mario, estuvo en
representación de la empresa. Los Santodomingo eran amigos de
Cepeda Samudio, organizador del evento junto a Rafael Escalona y
Gabo. También asistieron a esta parranda los acordeoneros: Alfredo
Gutiérrez, Alberto Pacheco, Julio de la Ossa, Armando Zabaleta,
Luís “Mello” Pérez y Andrés Landero, mucho de los cuales fueron
reyes vallenatos, recuerda José Rafael con nostalgia y orgullo de
haber vivido uno de los momentos más interesantes en la historia de
la música vallenata.
328
Allí, en esa famosa parranda —según carta de Jaime García
Márquez—, José Rafael y Gabito “garrapatearon la idea, por vez
primera, de crear el festival de música vallenata”, que tuvo su origen
dos años más tarde”, en 1968, durante la gobernación de Alfonso
López Michelsen.
“Al día siguiente”, me explica guardando la carta, “Gabo vino a
Santa Marta a visitar a su prima Aida Luz, esposa de Pedro Segrera,
y me dijo que quería conocer Taganga”. Ese paseo es el origen de la
foto que le hizo a Gabo acompañado de Alberto Mario Santodomingo
y una amiga de este último. “Nunca la he dado a publicar”, me aclara,
“Hazlo tú”.
Ya casi son las cinco de la tarde y “Rafa”, como cariñosamente le
llaman, empieza a mostrar señales de fatiga. Haber hecho memoria
constituye un gran esfuerzo para su avanzada edad. Entiendo que
necesita descansar y procedo a despedirme. Mercedes le recuerda
que es hora de su medicina. Extendiéndome la mano, me agradece la
visita. Me dice sonriente que vuelva cuando guste, que sus álbumes
y su memoria siempre estarán disponibles para mí, al igual que su
preciada biblioteca.
329
Familia Dávila en Bruselas, 1936. Nicolás Dávila, primo del padre de José
Foto: Annabell Manjarrés Freyle. Rafael, con Laureano Gómez (Presidente
de Colombia 1950-51), Joaquín Campo
Serrano Riascos y Antonio Escobar
Camargo. Santa Marta, 1937.
Archivo: José Rafael Dávila.
Visita del presidente Marco Fidel Suárez Médicos y enfermeras de la United Fruit
al hospital de Río Frío. Aparece con Company en el hospital de la compañía en
personalidades locales entre ellas el Santa Marta.
General Gabriel Bermúdez, el Dr. Carlos Archivo: José Rafael Dávila.
Bermúdez y Florentino Manjarrés, militar
que suscribió el Tratado de Neerlandia en
representación del Partido Conservador.
Archivo: José Rafael Dávila.
330
Aurita Gutiérrez Villa, representante Paseo familiar en Bahía Concha, José
por Colombia en Miss Universo, 1932; Rafael Dávila (de camisa negra) y Ramón
acompañan Teresa Noguera de Dávila, Illán Bacca (sentado y de lentes), en la
Eufemia Dávila Noguera, Carmelita compañía de tías y primos. Santa Marta,
Riascos, entre otras. Bruselas, 1932. hacía 1956.
Archivo: José Rafael Dávila. Archivo: Ramón Illán Bacca.
331
Club Balneario sobre el Camellón Rodrígo de Bastidas, 1935.
Archivo del Álbum Histórico del Magdalena.
332
El poeta Eduardo Carranza en la finca de José Rafael en los años 40.
su amigo José Rafael en Minca. Archivo: José Rafael Dávila.
Archivo: José Rafael Dávila.
José Rafael Dávila con Jaime Molina, Rafael Escalona (recostado en la palmera)
en el Parque Tairona.
Archivo: José Rafael Dávila.
333
Fragmento de carta de Jaime García Márquez escrita en 2003 con motivo de los 80 años
de José Rafael Dávila.
Archivo: José Rafael Dávila.
334
ARTÍCULOS
335
La blognovela, un nuevo género literario42
La obra del autor argentino Hernán Casciari, Más respeto que soy
tu madre, ya no es una blognovela. Lo fue mientras el autor escribía
y los lectores la esperaban todas las noches desde distintos lugares
del mundo para entretenerse con las ocurrencias de Mirta Bertoti.
Los lectores le aconsejaban y le brindaban palabras de aliento para
que esta siguiera adelante con sus problemas domésticos, mientras
Hernán aún no tenía clara la idea de cómo terminar la historia. En la
actualidad, la blognovela de Casciari pasó a ser una novela impresa,
en una edición de bolsillo y de un libro de bolsillo a una obra de
teatro antes de saltar al cine alternativo.
La blognovela fue creada espontáneamente. El escritor argentino
Hernán Casciari abrió el blog de la Mujer Gorda, motivado por unos
cuantos amigos. Dicho de otro modo, escribir bajo el anonimato
no solo hizo posible una trama en la que él podía crear con mayor
libertad, también logró que el autor inventara una ficción que puede
ser posible. Para obtener este resultado, Casciari se travistió en un
ama de casa, que pronto se hizo popular en la comunidad bloguera.
Gracias al talento del escritor, los personajes —Mirta, el Caio, el
Zacarías, La Negra Cabeza, Nacho y los otros— son auténticas
337
estrellas, ello sin duda atribuible a la profundidad y la credibilidad
que alcanzan y genera empatía con el público.
Para que la blognovela sea exitosa, es importante que el personaje
principal sea creíble y lo suficientemente profundo. La tierna y
graciosa Mirta llegó a hacer parte de la vida de los blogueros que
la consideraron una amiga más. Algunos la llamaban “La Mami”.
Mirta recibía cientos de comentarios en cada una de las entradas de
su blog.
Los blogueros que seguían las publicaciones de Mirta
aceptaron con el tiempo el término blognovela. Al enterarse que
estaban frente a una obra de ficción, ya estaban tan enganchados
con la trama, que no les importó que Mirta fuese una invención
de Hernán Casciari. Este hecho ayudó a que la blognovela fuera
posible como género literario.
El gran aporte de la blognovela a la literatura es el hecho
imprescindible del dialogismo que presupone entre el lector y el
autor, dadas las circunstancias de escribirse en tiempo directo y real.
Sin esta circunstancia sería impensable.
EL ANFITRIONAZGO
338
En conclusión, la blognovela es un nuevo género literario que
posee una estructura funcional que, al estar escrita en primera
persona, hace que la trama ocurra en tiempo real, que el protagonista
se reconozca como gestor del formato, que la realidad afecte al
devenir de la trama, que el protagonista exista por fuera de la trama
y que el autor real no aparezca mencionado en la obra.
Teniendo en cuenta lo anterior, a pesar de que el blog Más respeto
que soy tu madre surgió como un hecho espontáneo, no quiere decir
que su aplicación por otros autores vaya a ser un fracaso. Después
del éxito de Más respeto que soy tu madre, la escritora argentina
Carolina Aguirre, entre otras cosas lectora del blog de Casciari,
escribe Ciega a citas, una blognovela, narrada en tiempo real, en
donde escribió con seudónimo la vida de una periodista soltera, de
31 años, que trataba de conseguir un novio para llevar a la boda de
su hermana y ganarle una apuesta a su mamá.
El blog duró nueve meses, desde noviembre de 2007 hasta junio
del 2008, el día de la supuesta boda. Llegó a tener dos millones y
medio de visitas y ochenta mil comentarios, convirtiéndose en uno
de los ejemplos más exitosos de blognovelas.
El futuro de la blognovela, como nuevo género literario de
aquí en unos años, dependerá no de un cambio argumental en las
historias, sino más bien de una revolución formal que tiene tres
aristas fundamentales. En primera medida, el mercado editorial
comenzará a estar atento a los “éxitos” online para hacerse de nuevos
valores literarios. Segundo, nacerá una nueva clase de lectores,
activos e hipertextuales, mucho más participativos que los lectores
tradicionales. Tercero, surgirá una nueva clase de escritores que
aprenderán a ser buenos anfitriones, a escribir “en directo”, construir
tramas con contenido multimedia y a explotar la creatividad si quieren
competir con miles de otras historias en la web con pretensiones de
acceder al mercado tradicional.
La blognovela en Colombia es un género inédito, de hecho muy
poca gente tiene conocimiento de su existencia. El motivo es que
Colombia, a diferencia de Chile y Argentina, que ya han alcanzado
una madurez en el uso de la web similar a los países europeos,
339
presenta un crecimiento menos explosivo, más modesto. La cultura
informática es, sin duda, un factor indispensable para la existencia
de este género.
La blognovela no reemplazará al libro, pero sí será una alternativa
para la nueva generación de escritores, ya están familiarizados con
las redes sociales y las bondades de la web. En unos años, el avance
abismal de la tecnología permitirá, entre muchos otros milagros
cotidianos, que la blognovela entre con pie firme a las cátedras de
Literatura Universal de las escuelas.
340
Sobre la ridiculez43
341
ver las formas. Es decir, si todo fuera luz solo existiría una imagen
plana de la vida, una imagen enceguecedora y aburrida. En fin.
Debe ser por eso que los verdaderos comediantes de los stand
up comedy no necesitan inventar situaciones extrañas para hacer reír
a carcajadas a su público.Tienen claro que al acudir a la ridícula
cotidianidad del ser humano poseen material de sobra para vivir del
show. Qué tal estas frases del comediante norteamericano George
Carlin: “Algo genial de volverse viejo es que te puedes escabullir
de toda clase de compromisos sociales solo diciendo que estás
cansado”. O esta: “La mayoría de la gente trabaja lo suficiente para
que no la despidan y ganan lo suficiente para no renunciar”. Frases
tan crueles que dan risa.
Si somos ridículos todo el tiempo, ¿por qué tememos caer en
el ridículo? En el siglo XIX, el romántico Gustavo Adolfo Becker
expresó que la ridiculez es “un monstruo que nos tiene tendida una
red inmensa y oculta. Un enemigo artero que se encuentra detrás de
nuestras más sencillas acciones, de nuestras palabras más inocentes,
de nuestros movimientos más insignificantes. Todos andamos
temblando por caer en su celda”.
La ridiculez, o más bien el temor a caer en el ridículo, es una
de las peores fobias de nuestra cultura occidental. Ha sido desde la
escuela el temor de todo individuo de caer en las fauces afiladas y
criticonas de los demás. Esto sucede porque somos el espejo del otro,
etc. Y todo sujeto de burla, visto desde el punto de vista existencial,
es un sujeto sin sentido y propósito, un sujeto más. Viéndolo bien,
¿quién quiere sentirse insignificante después de tanto sufrimiento y
esfuerzo por sobrevivir?
Le tememos tanto al ridículo que cuando nos hablan de la dichosa
“autoestima”, fingimos tenerla y sobreactuamos. Pero cuando la
tenemos de verdad, la seguridad en nosotros mismos y esa libertad
tan despreocupada nos impulsan a actuar de la manera más ridícula
posible. El no-me-importa-lo-que-opinen-los-demás es un arma de
doble filo.
“¿Cuando somos muy fuertes, quién cae en el ridículo?”, se
pregunta Arthur Rimbaud en el poema “Frases”. Yo, particularmente,
me valgo de la poesía para explicar la ridiculez, porque el poeta
342
siempre está expuesto a caer en el ridículo; sin embargo, escribe.
Escribe para liberarse quizás, con la única esperanza de que el lector
esté en el mismo grado de ridiculez que él y se identifique.
Un poeta chamán Jorge Gil Henao explica el hecho de ser ridículo
en el siguiente poema:
343
Una mirada a la prensa samaria
en el siglo XIX44
345
literarios y religiosos. El subperiodo comprendido entre 1851 a 1860
fue tal vez el más nutrido y polémico de esta época, pues la confron-
tación política entre liberales y conservadores se tomó la prensa. Mu-
chos de estos semanarios y pasquines solo pretendían contradecir y
atacar la ideología del partido opositor. Algunos de los periódicos sa-
marios de este subperiodo fueron La Gaceta Mercantil (1847-1860),
El Churiador (1849), El Conservador (1850), El Semanario de Santa
Marta, (1844–1847), La Reforma (1859–1860) y El Eco, (1852). Este
desarrollo no hubiera sido posible sin la introducción, por el puerto
samario, de modernas imprentas provenientes de Europa, las cuales
fueron introducidas a principio del siglo XIX por criollos interesa-
dos en oponerse al monopolio que sobre la información detentaba la
administración colonial a través de la Iglesia y el Seminario Mayor.
La Gaceta Mercantil, el diario de tendencia liberal más
importante de la Santa Marta de entonces, fue fundada por Manuel
Murillo Toro en 1847, quien después sería presidente de los Estados
Unidos de la Nueva Granada en dos ocasiones. La mayoría de las
publicaciones fueron de corta duración. Nacían para ambientar las
campañas políticas. Las principales imprentas fueron las de Antonio
Lorcano, Juan Ceballos y la de La Gaceta Mercantil, donde se editó
El Churiador, una publicación muy significativa porque sus páginas
registran las primeras manifestaciones de la literatura local: “Gaira
y los cuatro domingos de octubre”, “El Plátano”y otros textos sin
títulos inspirados en el romanticismo francés.
Entre 1840 y 1850 las élites de la ciudad, divididas alrededor del
proyecto de conformación de la República, utilizaron la prensa como
arma de combate para expandir su ideología y ganar adeptos. La Gaceta
Mercantil y El Conservador, El Churiador y El Cólera sostuvieron
muy fuertes guerras ideológicas. Murillo Toro, líder del pensamiento
liberal en el país, escribió en 1848 en su gaceta una columna a favor
del progreso y opuesta a la restricción de cultos establecida por el
obispado: “y sin la libertad de pensar y decidir sobre los principios
de su creencia no habría posibilidad de depurar la religión misma y el
pensamiento no podría elevarse con fe a la contemplación fervorosa
del Creador” (Edición Nº. 55). La libertad de cultos propuesta por
Murillo fue una iniciativa vanguardista para la época y para un país
que tan solo la consagró en la Constitución de 1991.
346
El Cólera y El Churiador fueron protagonistas de una fuerte
disputa de panfletos luego del triunfo del liberal José Hilario López
en 1849. La Gaceta Mercantil y El Conservador mantuvieron ácidas
disputas por cuestiones religiosas y políticas. El Conservador,
incluso, llegó a acusar de corrupto a Murillo durante el tiempo que
estuvo como Secretario de Hacienda de López.
Además del periodismo político y panfletario, que dominó la
escena en Santa Marta en una etapa de profundos cambios en la
economía (liberación del comercio) y la organización del Estado,
hubo espacios para otras expresiones periodísticas. El Samario
Liberal, El Federal, El Centinela Granadino y La Gaceta del Estado
del Manzanares dedicaban páginas a informar sobre el estado de
los cultivos, los proyectos de navegación y los movimientos del
comercio. El calendario festivo y celebratorio fue también divulgado
en estos medios de manera oportuna. Se nota que a las élites les
interesaba impartir un modelo de control moral y religioso al pueblo
a efectos de articularlo a sus proyectos políticos y sociales.
Manuel Murillo Toro (1816 -1880) fundador del periódico La Gaceta Mercantil.
Wikipedia
347
Portada de La Gaceta Mercantil del 30 de agosto de 1948.
348
El Churiador, un periódico curioso del
siglo XIX samario45
349
primera edición salió el domingo18 de febrero, en plena época de
precarnaval. Su primera columna ofrece un tono muy vanguardista:
“La invención de la imprenta ha cambiado las condiciones
sociales ha dicho Mr. De Chateubriand, i en efecto, débese a esta
poderosa máquina el movimiento civilizador que se muestra en todo
el globo” (Nº 1, p.1).
El Churiador logró publicar 25 números, de los cuales se
conservan 19 digitalizados y disponibles al público en la Biblioteca
Luis Ángel Arango del Banco de la República. La última edición
salió el 20 de enero de 1850.
Fue un periódico muy importante en su momento. Se imprimía
en la imprenta de La Gaceta Mercantil, el periódico fundado por
Manuel Murillo Toro, y tenía circulación regional y nacional. En
Bogotá se podía conseguir en la agencia general del periódico El
Neo Granadino, medio liberal a favor del federalismo, fundado
en 1848. La mutua colaboración de ambos periódicos corrobora la
importancia de El Churiador, pues El Neo Granadino fue una de las
primeras publicaciones colombianas en introducir en sus ediciones
ilustraciones a cargo de hábiles litógrafos y pintores.
Costaba medio real y la suscripción era trimestral. Los suscriptores
también podían encontrar El Churiador en Barranquilla, en casa de
A. Danouille; en Ciénaga donde Joaquín Munive; en Cartagena en
casa de Pedro Ucrós; en el Cerro de San Antonio en casa de José
M. Castro; en Mompox, donde José M. Pino; en Riohacha, en el
domicilio de Miguel Macaya; en Sitio Nuevo en la casa de Agustín
Vidal; y en Santa Marta, en la oficina de La Gaceta Mercantil ubicada
en la calle 11 San Francisco o en la casa del señor J.M. Infante, quien
residía en la plaza de San Francisco.
Esta cobertura prueba que el periódico nació para participar de
los grandes debates que ocupaban a los políticos e intelectuales de la
mitad del siglo XIX colombiano, cuando el país intentaba modernizar
su aparato estatal, profundizar las reformas liberales y articular su
economía al mercado internacional.
Este curioso periódico representa para la historia de Santa Marta
una verdadera joya, no solo por el hecho de aportar datos importantes
sobre la historia de esta ciudad, sino además por dar un indicio de las
primeras manifestaciones de la literatura local y nacional.
350
LA POLÍTICA
351
Este estilo no solo es vanguardista sino que además anticipa el
periodismo que un siglo después empezará a hacer el joven Gabriel
García Márquez en sus crónicas europeas de finales de los cincuenta.
LITERATURA EN EL CHURIADOR
352
la mujer, las cuales eran tratadas en la prensa bajo la denominación
de “El bello sexo”. La literatura francesa puso de moda los amores
sacrificados y pacientes; y un imaginario de mujer virtuosa. Para la
época, la mujer virtuosa debía ser suficientemente fuerte frente a
los seductores, guardar silencio en temas de dominio masculino y
siempre estar sonreída. Pero igual se le exigía ser una mujer culta
que supiera cómo hacer feliz a un hombre.
Por otro lado, la belleza impuesta por la literatura francesa
resaltaba a una mujer pálida y sacrificada. Toda una inspiración
para el tardío romanticismo del siglo XIX colombiano. Veamos un
fragmento de “Gaira o los cuatro domingos de Octubre”:
Adriana que contaba entonces veinte años, era una de esas naturalezas
enfermizas, que bajo la influencia de poderosas reacciones, llevaba
una vida de llanto…. Una palidez frecuentemente animada, gracias al
brillo de sus dolorosas lágrimas derramadas con no menos frecuencia,
inspiraban a primera vista profundas simpatías al tiempo mismo que
dejaban conocer crueles sufrimientos. (El Churiador, Nº. 2).
Las señales de que Santa Marta poseía una élite intelectual, culta,
sintonizada con las vanguardias europeas queda patente en su interés
por escritores franceses como Eugène Sue, autor de Los misterios
de París y Judío errante, novelas por entregas publicadas en los
periódicos más importantes de Francia con portadas ilustradas al
estilo art nouveau y comercializadas en Santa Marta.
En un aviso publicado en El Churiador puede leerse: “Matilde o
memorias de una Joven, esta bella obra del célebre autor de los Misterios
de Paris, acaba de publicarse en la semana literaria del Neo Granadino i
se halla de venta a treinta reales donde M. A. Vengoechea”(Nº.21, p.4).
Inspirado por Sue, al parecer el mismo autor de “Gaira o los
cuatro domingos de Octubre” concibe un relato utilizando a la
misma Adriana como personaje pero con una trama diferente que
tituló “Las memorias de una joven”. El relato comienza así:
Adriana era uno de esos filiies que más de una vez en el entuciasmo
que causa el contemplarla arracan expresiones de amor i delirios, i
hacen sentir tiernas i dulces emociones; —era una de esas mujeres
353
que les vasta una mirada para cautivar los corazones; —una sonrisa
para hacer concebir una esperanza vana, engañadora i mortificante
como todas las esperanzas que se pierden; i un movimiento para
inspirar los deseos más ardientes, pero inútiles i tristes, como es
triste todo por lo que en vano se suspira (Nº. 5, p.3).
354
de Héctor sobre rifas, está indecoroza, qué mal lo hacen los tales
escritores; ya se ve, parece que el que escribe con el seudónimo
Héctor es J.C., ¿Qué puede esperarse de cabeza tan redonda?
“—¡Puff!, ¡Ese papel no debe leerse, agregó otro joven, llamado
L… qué atrevimiento, querer ser escritores contra la voluntad de
Dios!” (Nº.7, p.2 ).
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Esta edición consta de XXX ejemplares.
Se diseñó y diagramó en la Editorial Unimagdalena.
Se imprimió en los talleres de
Xpress Estudio Gráfico y Digital S.A.S. - Xpress Kimpres
Carrera 69H No. 77-40. Bogotá D.C., Colombia.