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Resumen
Se analiza la política exterior de Venezuela durante los cuarenta años de democracia, a través
de la revisión de dos de los tres niveles o componentes que conforman la red de transacciones
del sistema de política exterior: la cultura política y las estrategias para la promoción de la de-
mocracia; diferenciado dos grandes ciclos: desde 1958 hasta mediados de los ochenta y desde
entonces hasta el presente. En el ensayo se consideran ciertas dimensiones sociopolíticas y
culturales, luego se examina el pasado reciente y, finalmente, se evalúan las tendencias de la
política exterior del país.
Palabras claves: Sistema de política exterior, cultura política, estrategias, democracia
venezolana.
A mediados del siglo pasado Alexis De Tocqueville apreciaba que “La políti-
ca exterior no exige el uso de casi ninguna de las cualidades propias de la de-
mocracia, y sí, por el contrario, el despliegue de casi todas de las que carece”. El
argumento se desarrollaba entonces en términos que –poco más poco menos–
continúan siendo citados por quienes consideran que es inconveniente –cuando
no imposible– ampliar la participación en la formación de la política exterior.
Y es que hay una nueva relación entre democracia y política exterior, rela-
ción que en estos tiempos es cada vez más inevitable y más conveniente. Puede
ser analizada cuando menos en tres niveles: el de la cultura política, el de la
institucionalización de la política exterior y el de las estrategias para la promo-
ción de la democracia (Cardozo 1994, 1998). Ese conjunto conforma una red de
transaciones que en adelante será denominada sistema de política exterior: a
través de la revisión de dos de sus tres niveles o componentes –cultura y estra-
tegias– este ensayo analiza dos grandes ciclos en los últimos cuarenta años de
política exterior venezolana: desde 1958 hasta mediados de los ochenta, y des-
de entonces hasta el presente.
Finalmente, Simón Alberto Consalvi (1994) identifica seis mitos –me atreve-
ría a tratarlos incluso como actitudes– que en algunos casos se expresan en
términos contradictorios: el silencio y la bullaranga; el bolivarianismo (integración
y disgregación, retórica y heroísmo); la solidaridad unilateral y el mito petrolero;
la sobreestimación del poder e influencia propios detrás del activismo en favor
de la democracia y los derechos humanos; el mito del engaño y la victimización;
el complejo de ser pequeños y la conducta de ser grandes. Cada uno de estos
rasgos ha de ser visto como proyección al exterior de dimensiones de la cultura
política propia de nuestro modelo de democracia populista.
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En realidad, ya desde los inicios del gobierno del presidente Leoni había
aparecido en la agenda gubernamental la preocupación por la diversificación y
reordenación de las relaciones económicas internacionales –como parte del
programa de gobierno de la coalición conocida como "Ancha Base"– y, en con-
secuencia, por la búsqueda de criterios más flexibles y eficientes de vinculación
internacional. En el ámbito petrolero, la activa participación venezolana en la
creación de la OPEP había planteado tempranamente unas líneas maestras
para la política exterior petrolera. Ahora, la participación en negociaciones para
promover la integración regional (ALALC) y para debatir sobre los problemas del
comercio mundial (UNCTAD) eran señales del creciente peso del tema de las
relaciones económicas internacionales. Ésto se reflejó en el gradual crecimiento
del "sistema de política exterior", referido no sólo a las organizaciones y proce-
dimientos tradicionales, sino al conjunto creciente de actores, sectores y depen-
dencias que dentro y fuera del sistema tradicional (Presidencia-Ministerio de
Relaciones Exteriores-Congreso) participan en la formación de la política exte-
rior. Bajo la orientación general de buscar una más sana vinculación con el sis-
tema económico internacional, y como fórmula para consolidar el sistema socio-
económico venezolano, la política exterior se fue haciendo más activa, cubriendo
un creciente número y variedad de asuntos en su agenda.
Entre 1989 y 1992, durante el período inicial del segundo gobierno de Carlos
Andrés Pérez, se planteó un proyecto de política exterior estrechamente asocia-
do en su formulación a la lógica de un plan de ajustes económicos. Con ese
marco estratégico de referencia la política exterior del "Gran viraje" se propuso
redefinir la inserción internacional de Venezuela, teniendo como propósitos ge-
nerales la apertura económica, la nueva integración y la solidaridad democrática
(Cardozo, 1997). Con esta redefinición de las orientaciones y estrategias se
amplió el espectro –número y variedad– de temas y frentes atendidos por el
país, no sólo en términos relativos al bajo perfil y retraimiento acentuado de las
políticas de los gobiernos de los presidentes Herrera y Lusinchi, sino también en
términos de la cantidad, variedad e intensidad de compromisos, sin precedentes
en la historia previa de relaciones exteriores del país.
De hecho, el nuevo ciclo siguió teniendo vida propia en una esfera de sola-
pamiento entre lo político y lo económico que fue creciendo en la medida en que
desde 1992 se evidenciaron de manera crítica los problemas de gobernabilidad
democrática. Incluso lo enunciado desde 1994 en cierta parte del discurso oficial
–precisamente el vinculado a la planificación de políticas económicas– eviden-
ciaba la necesidad de un cambio en las orientaciones, estrategias y organización
de la política exterior.
Desde 1993 nos encontramos en ese punto del nuevo ciclo: uno en el que
los discursos y las acciones marchan más rápido que las transformaciones insti-
tucionales, especialmente en el ámbito diplomático tradicional. Mientras, la nue-
va dinámica del resto, del enorme resto de la política exterior se expresa en
espacios no tradicionales –especializados y descentralizados, en los que partici-
pan actores y sectores públicos y privados– mediante estrategias no tradiciona-
les –en las que hay cada vez más ingredientes transnacionales, transguber-
namentales y, cada vez menos componentes internacionales– alrededor de
asuntos que van desde los flujos financieros y comerciales, hasta los demográfi-
cos y culturales.
De modo que el mero intento de vincular la política exterior con el tema y los
problemas de la gobernabilidad, constituye una importantísima tarea.
De modo que,
En segundo lugar, el nuevo espacio político nos obliga a pensar en una sola
política, a la vez local y global. Es más, hace preciso que veamos las relaciones
con el mundo, como relaciones con otras sociedades, y no ya como relaciones
entre Gobiernos o entre Estados.
Por una parte, esto significa que no podemos ni debemos considerar nues-
tras relaciones con el mundo –y el proceso mismo de globalización– como cosas
externas y prescindibles, como algo de lo que nos podemos distanciar y aislar a
nuestro antojo. Eso puede ser enormemente costoso en un momento en el cual
se están redefiniendo aceleradamente muchos de los principios, reglas y proce-
dimientos que predominaron no sólo en el mundo de la bipolaridad, sino en el
mundo internacional como tal.
Por otra parte, entonces, tenemos que repensar a la política exterior tanto
dentro del conjunto de nuestras políticas públicas, como en su particular especi-
ficidad: en sus razones, en sus procedimientos y en sus estrategias.
54 Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura
Esa nueva gobernabilidad debe incorporar aspectos tales como los econó-
micos –y muy particularmente los petroleros–, los jurídicos, educativos y cultura-
les, los sociales –incluyendo allí lo relativo a la pobreza, la familia y el sistema de
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seguridad social–, así como los ambientales, y los relativos a la revolución de las
comunicaciones.
Además, como parte del nuevo espacio político, cada uno de esos aspectos
tiene simultáneamente dimensiones locales y globales, consideración que dará
forma a los siguientes tres comentarios orientados a ofrecer ideas para la trans-
formación de la política exterior venezolana de modo que se la ponga al servicio
de un nuevo modelo de gobernabilidad democrática.
¿Para qué?
Una política exterior para la inserción en el nuevo espacio político
En materias tan diversas como derechos humanos, ambiente –con todos sus
particularísimos componentes–, narcotráfico, minería ilegal, turismo, flujos de
población, cooperación técnica y cultural, entre otros muchos que tienden a en-
trecruzarse con lo comercial y lo financiero, se evidencia el carácter interno-
externo de la gobernabilidad. En efecto, asuntos específicos como corrupción,
transparencia de procesos electorales, pobreza y, en conjunto, las reformas
institucionales, muestran las nuevas dimensiones del espacio político.
¿Qué?
Algunas propuestas preliminares
Los enormes desafíos del nuevo espacio político al quehacer de política ex-
terior se manifiestan en el día a día en un conjunto abrumador de problemas
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Venezuela puede y tiene que estar presente y participar en los múltiples ta-
bleros hemisféricos, para sacar provecho de lo diverso de sus intereses y co-
nexiones subregionales, hemisféricas y mundiales. Ello implica trazar una
estrategia que no pierda de vista el para qué y que se sustente en la esmerada
preparación de las negociaciones en cada tablero.
- Reformas institucionales.
- Transformación productiva y logro de competitividad.
- Desarrollo ecológicamente sostenible y socialmente equitativo.
Sin embargo, eso sólo tiene sentido si esas vinculaciones, alianzas o nego-
cios tienen sustento doméstico en un programa que comprometa a sectores
gubernamentales y no gubernamentales. De allí la importancia central de la or-
ganización misma, los procedimientos y, especialmente, la capacidad para la
transformación dentro del sistema mismo de formación de la política exterior de
Venezuela.
¿Cómo?
La necesidad de aprendizaje en el sistema de política exterior
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