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Entrevista completa

Conversatorio con Jair Vega.

La Iniciativa de Comunicación: Si hablamos de los aportes que América Latina ha hecho a la


reflexión sobre los campos de la comunicación, ¿qué aspectos vendrían rápidamente a la mesa?

Rosana Reguillo: Complicado, porque es una reflexión que ameritaría pausa, ameritaría darle un poco
de reflexión. Pero se me ocurren tres grandes áreas que efectivamente han estado muy presentes en el
trabajo Latinoamericano de producción de pensamiento en torno a la comunicación.

La primera tendría que ver con la hegemonía o la línea Gramsciana. Yo creo que mucho antes de que
los europeos descubrieran a Gramsci [Antonio] -a su propio Gramaci italiano y la importancia central
de sus plataformas para pensar la relación de la cultura con la comunicación-, muchos de los
pensadores latinoamericanos de vanguardia estaban colocando precisamente el problema y el desafío
que representaba para la comunicación, hacerse cargo del problema de la hegemonía, es decir
comprender las formas de dirección cultural que en América Latina se habían estado gestando. Esa es
una primera área y hay gente muy importante, desde Jesús Martín Barbero, García Canclini, el propio
Luis Ramiro Beltrán desde otras lógicas, la propia Rosa Maria Alfaro etc.

Una segunda gran vertiente de lo que yo podría considerar un aporte Latinoamericano a la comprensión
de la comunicación, estaría dada en la línea de la reflexión en torno al sujeto, así como en la primera
parte sería una reflexión en torno al poder. La parte del sujeto en América Latina ha sido sumamente
importante, aunque aun no como debiera. Me parece que hay todavía un trabajo muy fuerte que hacer,
pero creo que frente a los reduccionismos - y voy a generalizar tramposamente porque no hay tiempo
de hacer muchos matices-, pero frente a los reduccionismos anglosajones principalmente en torno a la
comunicación, como un asunto de proceso y de mensaje.

En América Latina la pregunta por el actor de la comunicación aparece muy tempranamente, aunque
luego, lamentablemente, por los mismos procesos de enseñanza y de la vinculación de la comunicación
con los procesos curriculares, se dejó de lado. Recordemos que cuando se habló de las radios
comunitarias, de las radios mineras, y de todos esos enfoques de comunicación popular, estos pioneros
que trabajaban en la comunicación no pensaban en términos de procesos entre maquinistas, procesos de
encendido y apagado, sino pensaban la comunicación desde sujetos situados históricamente, desde una
perspectiva Bourdiena, sin que Bourdieu [Pierre] estuviera presente en estos territorios y en estos
dominios. Me parece que él hizo cosas muy buenas para la enseñanza primera de la comunicación, y
creo eso es lo que todavía nos defiende de toda esa ola de excelencia académica que ha penetrado las
escuelas de comunicación.

CI LA:En esta pregunta por el sujeto, ¿qué autores ubicaría?

RR: El trabajo de Maria Cristina Mata en Argentina, por ejemplo, fue muy importante para este
planteamiento. Yo creo que ella hizo un trabajo mucho más serio del que le hemos logrado reconocer, y
hablo en pasado porque su trabajo ya ha adquirido otras características, connotaciones y elementos muy
sólidos. Pienso también que por ejemplo Pasquali [Antonio] merece todos nuestros respetos -aunque el
se ubicaría en la tercera vertiente que voy a tratar de ubicar a continuación-, pero me parece que
también logró en esta parte del sujeto colocar una precuenta política importante. Pienso en el trabajo de
gente como Kaplún [Mario], aunque menos, porque el trabajo de Kaplún no lo ubicaría en ninguna de
estas tres vertientes, lo ubicaría en otra dinámica de problemáticas.

Pensaría por ejemplo en Schmucler [Sergio], y en el trabajo que hizo desde México. En el trabajo de
Jorge González en Colima, mucho tiempo después en el tiempo cronológico, pero quizá prácticamente
en el mismo tiempo académico.

El tercer gran aporte a la comunicación desde Latinoamérica, fue desmarcarse de una concepción de
economía política de la comunicación de carácter instrumental o instrumentalizado, y trabajar desde
una lógica de la industria cultural, o de la economía política de la comunicació,n vinculado al estudio y
al fortalecimiento del conocimiento en torno a los proyectos histórico-políticos de las sociedades
latinoamericanas. Es decir, no se trataba solamente de reconocer el modo de propiedad de las
televisoras, o la historia de cómo había surgido la radio, o cómo se comportaba esta industria cultural,
sino que junto con esta perspectiva se colocaba la pregunta por la conformación del estado nacional; se
vincula la pregunta en torno a la configuración histórica del proyecto, y esto me parece una cuestión
muy relevante. Pienso ahí de manera muy destacada el trabajo del propio Paoli [Jesús Antonio], de
Enrique Sánchez Ruiz (mexicano), de Fátima Fernández (también mexicana), de Beatriz Solís también
mexicana... Fíjense: curiosamente, en buena medida esta perspectiva se desarrollo desde el cono
Andino, de los Andes hacia el norte. Es decir: los argentinos y brasileños - ahora representados muy
dignamente por gente como César Bolaños en Brasil y Guillermo Mastrini en Argentina- aparecen en
este campo de manera más reciente de lo que estas primeras formulaciones configuran.

Entonces yo diría que estas tres plataformas para mí, arman una noción de campo, de estudios de
comunicación, que constituyen un aporte diferencial.

CI LA: ¿Uno podría caracterizar por épocas, darle una temporalidad a estas vertientes?

RR: Yo creo que sí, pero más que una temporalidad lineal, yo diría que hay una temporalidad política
que, a mi modo de ver, es la más relevante. Es evidente que la pregunta por el poder va a parecer en los
territorios de la comunicación en los tempranos 70’s y en los primeros 80’s, muy vinculado al quiebre
de los modelos democráticos, a la aparición de las dictaduras militares, y a la aparición de la
segmentación brutal entre cultura oculta y cultura popular. Tiene una explicación muy clara que la
gente que está haciendo un trabajo de pensamiento a la comunicación en esta época introduzca en su
planteamiento a la pregunta por el poder por la hegemonía. Esta temporalidad me parece mucho más
sustantiva que tratar de hacer cortes de tiempo.

La pregunta por el sujeto se vuelve mucho más visible cuando, conscientes ya de la gran derrota
política que habían significado los 70’s para los movimientos populares y los movimientos sociales,
hay una especie como de segundo aire del movimiento social. La pregunta por lo que hoy llamaríamos
la sociedad civil o la ciudadanía, se vuelve una pregunta crucial porque no parece obedecer a la lógica
de los manuales, ni de los libros de texto. De hecho yo creo que este es uno de los momentos más
fascinantes en la configuración histórico-política del campo porque muchos de estos investigadores se
ven obligados a halar y a tomar en préstamo elementos de la teoría política, o de la filosofía política, o
de la propia antropología, porque desde dentro de la comunicación se carece de estrategias o de
elementos conceptuales para trabajar esta vertiente.

Y desde luego me parece que la tercer vertiente de la que estoy hablando, si bien aparece temprano,
digamos, como una necesidad de historizar los medios de comunicación, también se vuelve visible -en
términos más políticos- cuando se vuelve evidente algo que damos hoy por sentado: el poder
configurador de los medios de comunicación. Hoy uno lo enseña y los alumnos ponen cara de "ay!
pues claro!", como si fuera una verdad, pero no fue tan evidente. Incluso a principios de los 90’ uno no
podía imaginarse la centralidad que los medios de comunicación iban a ocupar, y gracias a que tenemos
esas cartografías de densidad, podemos entender por ejemplo, cómo opera esta industria mediática,
cómo operan las lógicas de propiedad y cómo nuestros países están en buena medida, y más o menos
generalizadamente, jodidos, porque los medios nacen con un modelo privado casi en todos los países
de América Latina. Entonces yo creo que es muy importante cuando uno habla de estas cosas, más que
tratar de ubicar autores, las fechas, etc: tratar de ubicar como las atmósferas socioculturales y políticas
en las cuales esta gente está pensando sus problemas.

CI LA: Podríamos decir que se van instaurando estas tres preguntas en algunos momentos, pero
que son preguntas que han seguido reiterando el trabajo del campo. ¿Por qué en las preguntas
por el sujeto aparecen nuevos actores, por ejemplo usted misma cuando va a mirar a los jóvenes y
cuando más adelante aborda temas como ciudadanía?¿Podríamos decir que esa es una manera?

RR: Yo pienso que sí, por supuesto. Aquí hay una cuestión que es muy interesante y trataré de hablar
más desde mi propia experiencia: Yo creo que hay una relación tensa, tensional en el buen sentido de la
palabra, entre el momento en que el investigador habita y los propios objetos que estudia. Yo no creo en
eso de que uno estudia lo que quiere estudiar: hay objetos que se te imponen. A mi los miedos se me
impusieron, no es algo que yo fui a buscar hace 8 años decididamente porque tenía una bola de cristal:
me aparecen en el trayecto de mi investigación y digo "aquí hay un tema". Ahora, el gran problema es
que la configuración del campo nuestro ha sido muy perversa, y las buenas cabezas y la gente que
estaba en condiciones de producir teorías de primerísimo nivel -o sea teoría de hablarse de tu con un
Newman, con Havermas, etc-, fueron copados por los espacios curriculares de las universidades, que
no han logrado entender lamentablemente. Aunque la historia cambia, parece ser una constante que
lejos de mejorar empeoran atrapados por la lógica de las burocracias universitarias, por la sesión. Ahí
hemos perdido cabezas importantísimas porque no hay posibilidades para el trabajo de largo plazo que
estas cosas exigen.

CI LA: Si Latinoamérica se encontró con la comunicación en medio de su necesidad de


desarrollo, ¿ha sido emfocada adecuadamente?

RR: Yo creo que este es un tema muy complicado por dos cuestiones fundamentales. La primera tiene
que ver en que esta aparición del tema del desarrollo ( y por eso yo no lo mencioné como un aporte).
Para mí es muy problemática, porque me parece una sobredeterminación de agenda por los objetivos de
las grandes organismos financiadotes. El desarrollo entra de la mano de la CEPAL, del difusionismo, de
una necesidad de adecuarse a lo que la agenda te está demandando. Y aunque yo puedo compartir que
en el desarrollo hay fundamentales posibilidades de transformación, el concepto a mí me pone nerviosa
porque con esta obsesión mía de historizar los conceptos, cuando voy a ver de donde viene, me sale un
poquito de roncha, no? Es decir: cuando yo veo comunicación para la transformación social me siento
dentro de un manual, y creo que la dinámica real, la dinámica de la vida cotidiana, exige restituir
complejidad a la comunicación, más que como una herramienta, como una estrategia y como una
condición humana que nos ata a muchas cosas, pero que nos da muchas posibilidades de hacer
muchísimas más.

Esto se relaciona directamente con el papel de la academia alrededor del tema. Yo pienso, y esto
conversándolo con muchos de mis colegas que hacemos trabajo investigativo, que hay una cosa ahí que
estorba y que no permite vincularse tan cómodamente con la comunicación como herramienta para el
cambio y el desarrollo. A mi me suena como a progreso, y esta concepción de progreso me apura
porque en su nombre se cometen muchas cosas. Cuando tu dices desarrollo yo pienso en decir y quién
define ¿qué es el desarrollo? Es decir, cuando venimos de un modelo blanco, egocéntrico, masculino,
eso es ser desarrollado. Si para que a mi me desarrollen me tengo que convertir en un hombre y me
tengo que blanquear la piel, y tengo que parecerme cada vez menos a mí misma y cada vez mas al
modelo metropolitano europeo, pues que horror! Este fue todo el modelo indigenista de la política post-
revolucionaria mexicana en su pleno esplendor. Les venía platicando hace un rato sobre todo el trabajo
histórico que he hecho sobre el siglo XIX y siglo XX y me encuentro documentos verdaderamente
aterradores para el caso colombiano, para el caso peruano, para el caso mexicano, donde en la década
de los 20’s y 30’s se crean ministerios de genes racial, con esta idea de desarrollar a las comunidades.

Entonces -no se si soy clara en lo que quiero expresar- yo me detengo un paso antes y digo: yo no
puedo interpretar el cambio, interpretar la direccionabilidad del cambio, porque ni soy Dios ni es mi
papel. Lo que yo puedo hacer es tratar de comprender las condiciones de esta brutalidad del modelo
neoliberal, comprender la brutalidad de nuestro niveles en los sistemas de control y de propiedad de los
medios y los obstáculos de acceso de la gente común y corriente a los medios, y tratar de generar,
dentro de y con las comunidades reflexión y reflexividad, fundamentalmente para que sean las
comunidades las que determinen la dirección en la que quieren moverse. Yo no puedo llegar con un
modelo de salud y trasplantarlo.

CI LA: La pregunta va también en ese sentido. Más allá de detectar esta sintomatología de las
sociedades en Latinoamérica, en las diferentes sociedades de cada país no ha sido posible
implementar la comunicación para suplir esas necesidades efectivamente y creo que tiene que ver
con esa falta de entender el concepto de desarrollo.

RR: Eso que tú dices es muy bueno, porque ese es mi gran pleito. Mi gran pleito es pensar que el
desarrollo viene de fuera, o sea que es una condición exógena y no endógena, y cuando se rompe esa
relación entro lo exógeno y lo endógeno de modo prerreflexivo, no hay racionalidad en el modo como
las comunidades gestionan su vida cotidiana, o sea, son proyectos históricamente construidos.
Entonces, ¿cómo vamos a transformar, si utilizamos los mismos mecanismos que desde la época de las
cruzadas se siguen utilizando para educar a los infieles, para quemarlos en la hoguera de leña verde,
porque no se lavan las manos para preparar los alimentos? Estoy simplificando hasta lo absurdo, estoy
haciendo tramposamente una caricatura, pero bueno, ¿y si las comunidades han vivido 300 años sin
lavarse las manos, o comiendo alimento crudo, quién soy yo para decir que se van a morir? Es decir es
un asunto muy problemático.

Jair Vega: Ahora mismo hay unas personas que vienen planteando -y me incluyo de alguna manera
allí- una diferenciación de lo que es la comunicación para el desarrollo y la comunicación para el
cambio social. El concepto de desarrollo, comparto totalmente contigo, está impregnado ya de un
sentido, de una direccionabilidad, y es acá cuando hablamos de comunicación para el cambio social,
pensando precisamente en cómo la comunicación puede contribuir a que las mismas comunidades
construyan modelos de cambio.

Este planteamiento se mezcla con la reflexión sobre el poder, con el problema del sujeto, que en este
campo de la comunicación para el cambio social, América latina también se ha sido pionero de alguna
manera. Es decir, llegaron las reflexiones en torno al desarrollismo que permearon toda la teoría
disfusionista del cambio. Se generaron procesos de resistencia que rechazaron esos indicadores de
medición externa, con autores como Rosa María Alfaro, Mario Kaplun, el mismo Luis Ramiro Beltrán
frente al dilema de Hopkins… creo que desde allí se hizo la reflexión de por quién son los medios,
cómo se manejan los medios, en qué lógica se inserta, quién tiene el micrófono, cuál es el sujeto, que
importa si es la técnica o el proceso de comunicación lo que la gente utilice en la radio, como la haga.

RR: Yo ahí coincidiría. Creo que si recolocamos la pregunta, la academia -que es el sector más
directamente involucrado en asuntos de investigación- es quien hace la apuesta por el cambio. Yo creo
que es un error seguir pensando en términos de rudos y técnicos, utilizando la metáfora de la lucha libre
mexicana: el luchador, el favorito del pueblo y del público es el rudo, el que no sigue las reglas, el que
aplica las llaves más brutales etc. , y el técnico que le obedece al arbitro y en general gana, pero que
cuando gana, lo abuchean. Cuando gana el rudo, es la revancha del publico, se le aplaude muchísimo.

Pero más allá de las metáfora de los rudos contra los técnicos, creo que algo que nos ha estorbado
mucho en América Latina es esa falsa separación entre el saber técnico y el saber académico, o el saber
de los militantes orgánicos, y los académicos más puros. Esas distinciones no nos sirven hoy día para
nada, en buena medida el asunto es acumular en vez de fragmentar, acumular saberes y de veras apostar
por la posibilidad de un cambio que a mi juicio no será posible, si no somos capaces de una revolución
simbólica. Para mi lo que está de fondo es eso. Y ¿qué quiero decir por revolución simbólica? Desnudar
y trastocar los conceptos orientadores que a lo largo de la historia nos hemos dado, desnaturalizarlos,
quitarles su efecto de permanencia total y ser capaces de preguntarnos incluso de otras formas.

CI LA: Mirando un poco en estos tres ejes que usted plantea ¿qué fuentes se podrían relacionar
como impulsoras de este tipo de cosas?

RR: Claro, un actor fundamental es Antonio Gramsci que es una fuente de una nutricia inagotable. Un
segundo, por supuesto, es el trabajo tan importante de Budie, que ha sido clave para estudios de
comunicación.

CI LA: qué es más reciente de la lectura que se ha hecho en América Latina...

RR: Aunque yo creo que Budie hace su entrada en América Latina tempranamente, pero tardíamente
en comunicación, aunque ya estaba muy presente en reflexiones de sociólogos, antropólogos, etc. (Y
aquí, una nota a pie de página: también estamos hablando de condicionamientos de los idiomas
dominantes, cuando efectivamente las grandes ideas están circulando en inglés, en el mejor de los
casos). La recepción de estas muchas figuras es tardía o muy mediada por agentes locales. Hago una
pregunta -y sería un proyecto que me encantaría hacer- ¿quién es o quiénes son en América Latina los
difusores, por ponerles una palabra del pensamiento Gramsciano?¿quiénes son los que introducen a
Burdieu? ¿quienes son los que introducen a Michael Desertó -que es para mí la tercer gran figura
fundamental como fuente nutricia de comunicación? Es una pregunta clave para entender precisamente
estas redes, estos fragtales de movimientos de campo. Habermmas, con todas las críticas -a mi juicio-
mal fundamentadas que se le han planteado, ha sido un autor muy importante para pensar muchos de
los procesos latinoamericanos.

CI LA: Hay un ensayo que hacen Jesús Martín Barbero y Germán Rey sobre la configuración de
la comunicación en Colombia. Ellos plantean que hay dos premisas que han sido los ejes de esa
configuración: una son los cambios tecnológicos en materia de comunicación, y el segundo son los
cambios sociales históricos que están allí y que hacen que haya que hacer una nueva lectura. Yo
creo que en parte y en buena medida aquí se plantean pero, ¿usted cree que esos elementos
también podrían aplicarse para América Latina?

RR: Sí, yo pienso que se podrían generalizar con matices para distintos momentos, más que para
distintos países. Yo creo que efectivamente en sus inicios las reflexiones de campo van persiguiendo la
tecnología, haber si nos alcanzamos, porque cambian más rápido que nuestra capacidad para producir
respuestas e incluso preguntas en toda esta dimensión social. Pienso que justo cuando se da el quiebre
estructural de nuestro modelo político-social -que podemos datar de manera casi generalizada para
América Latina con la gran crisis del 82, de principios de los 80, la gran crisis estructural, el reventón
de las instituciones-, se opera un cambio fundamental. Entonces aparece un tercer camino persecutorio
para los pensadores, para los configuradores de campo, que es precisamente la pregunta por el proyecto
político. Hoy día muchas de la temáticas, de las agendas (porque hay mucha variedad y mucha
dispersión, incluso fragmentación), están muy marcadas, no solamente por este afán de entender la
tecnología o la dinámica de los proyectos sociales, sino la angustia por el quiebre del modelo político.
Yo creo que esa es la gran característica del momento actual para los estudios de comunicación.

CI LA: Hemos hablado de ser pioneros desde la perspectiva del objeto, que sería el poder; el
sujeto, que sería el contexto en el cual se desenvuelven los medios de comunicación; y desde la
perspectiva del proceso investigativo, ¿qué podríamos rescatar también de los aportes de
América Latina?

RR: Esto es bien interesante. Yo creo que cuando hoy se habla de la necesidad de la interdisciplina y de
la tarea que nos queda en términos de posdisciplinarización en América Latina, en el ámbito de
comunicaciones nacimos interdisciplinarios por las propias condiciones que la historia nos marcó,
nacimos ya con pretensiones de interdisciplinariedad, y eso nos da muchísima fuerza. Por eso a mí me
sorprende, nunca deja de asombrarme para mal, la pretensión de algunos de volvernos a empujar a la
disciplina y a volvernos periodistas como alternativa fundamental. Yo creo que hay ahí un problema
sustantivo, porque la fuerza de la comunicación estriba precisamente en que es una ciencia de fronteras,
es un campo de saberes fronterizos que se toca con la sociología, con la política, con la semiótica, con
las teorías del discurso, etc. etc. En esta dimensión creo que uno de los sustratos importantes es
precisamente la cuestión de la interdisciplina.

Otra segunda, está relacionada con muchos de nuestros pensadores pioneros, y voy a centrarme en el
caso mexicanos porque desde allí me siento más de construir este planteamiento. Mucha de la gente de
México que resultó pionera en comunicación fue formada en escuelas norteamericanas, en un momento
donde el positivismo era la regla. Es decir: de lo que se trataba era de realizar encuestas y de producir
el dato, no el hecho. Entonces, cuando estos investigadores regresan a México, regresan con la
angustian de que habían sido formados en una academia de tipo positivo pero en una realidad
totalmente desordenada, desmadrada, que no se dejaba decir, que no se dejaba nombrar ni asir desde
estos marcos positivos. Entonces yo creo que uno de estos aportes, y aquí quiero pensar
específicamente en el trabajo de Enrique Sánchez y de Guillermo Orozco de manera muy destacada,
como dos tipos que logran ese rigor de carácter metodológico combinándolo con mucha invensión
metodológica.
Entonces yo creo ahí hay una aporte importante porque cuando uno va a discusiones de académicos de
otras regiones, de otros continentes, se da cuenta que sigue muy instalada la pregunta entre lo
cualitativo y lo cuantitativo, o me muevo aquí o me muevo allá, cuando eso para América Latina no
representó, más que para algunos momentos muy específicos, un problema de conocimientos. Nosotros
resolvimos el problema del método de una manera muy temprana, no nos causó demasiado ruido en el
proceso de construcción del conocimiento. Ahora el problema es que esa parte que en el inicio fue una
fortaleza, después se convirtió en una debilidad porque si hay algo que hoy caracteriza la comunicación
es la debilidad del método, la debilidad metodológica. Hay mucha idea pero poco método, entonces la
gente no puede hacerse cargo de su propio discurso porque no hay control, porque no hay rigor en la
producción de conocimiento.

A lo mejor en otra línea de aportes en términos de la producción propia del conocimiento, estribaría en
un diálogo constante con la realidad. Pese a algunas gentes como Polari, por ejemplo, cuya discusión
me parece sumamente tramposa y descontextualizada (muchos de los aportes de lo que él llama los
estudios culturales en América Latina, nunca se han llamado estudios culturales, jamás, se llaman
estudios de la cultura, estudios de la comunicación, etc. salvo algunas críticas muy focalizadas como
esas que dicen que somos seguidores de modas), yo creo que cuando uno analiza con modestia y con
honestidad el campo, encuentra que lo que ha marcado profundamente la búsqueda de respuestas y de
sentido, no está vinculado a la moda académica sino a la necesidad de nuestros países, de la gente:
muchos de los objetos aparecen en el momento en que se requieren que aparezcan. A lo mejor si hay
una tendencia a ah! las teorías del discurso, ay! las teorías del cuerpo, yo eso lo puedo aceptar, eso es
inevitable porque uno hace parte de un epistema en el sentido, uno no produce al margen desde el vacío
social; pero yo creo una cuestión interesante y que hace una diferencia con respecto, por ejemplo, a la
academia norteamericana: es que los productores de saberes en el ámbito de comunicación han sido
agentes de campo también, han sido locutores, han sido periodistas, han sido organizadores de
movimientos sociales. Uno no puede separarse de ese anclaje a tierra que le da a los estudios de
comunicación Latinoamericanos, la emoción y la pasión de la cual puede carecer un estudio sobre el
folk norteamericano, que se hace a partir de textos, y textos y de textos.

CI LA: Entonces, ¿ por qué particularmente está dada la innovación metodológica en América
Latina?

RR: Yo creo que hay un trabajo pionero de Enrique Sánchez con todo su método histórico- estructural,
el propio Guillermo Orozco con su metodología de las mediaciones para las audiencias, que no son las
mediciones de Martín Barbero, sino que tiene otras connotaciones; el propio Jesús Martín Barbero sin
ser un metodólogo porque a él no le interesa esa parte propiamente dicha -lo cual me parece muy bien y
lo celebro profundamente- en la propia formulación conceptual y en el desarrollo del trabajo en el que
se han insinuado estratégicas metodológicas muy innovadoras. Pienso por ejemplo, en una dimensión
más formalista el trabajo de Nacolata Massaio en Brasil, que también ha sido interesante; pienso por
ejemplo también en Jorge Gonzáles que fue el primero al que yo le escucho y lo veo poner en blanco
sobre negro la idea de las cartografías; y en fin, habría otra serie de nombres interesantes de gente que
innovó metodológicamente.

CI LA¿Y si pensamos en Rosana Reguillo como pionera?

RR: Mira: yo no sé si yo sería la fórmula que escogería para presentarme, porque el pionero es el que
tiene que enfrentar la adversidad de un medio ambiente hostil al ser conquistado, y yo debo de
reconocer, en funsión de mis mayores, que yo caí en blandito, es decir, yo encontré un terreno muy
propicio, problemático o con muchas dificultades si tu quieres, pero digamos, yo soy heredera y
beneficiara de muchas cuestiones que me marcaron profundamente y que permitieron precisamente que
yo utilizara la certeza de esa plataforma para innovar, es decir para darle aire al campo en un momento
en el que yo sentí que faltaba una reflexión más sobre el problema del sujeto, sobre el problema del
actor. Creo que si yo tuviera que dar cuenta de donde están mis fortalezas, las colocaría decididamente
ahí. Es decir que esa parte más antropológica de mi trabajo ha sido importante, y que además me ha
permitido encontrar una sintonía muy fuerte con las nuevas generaciones, que encontraron, y digo esto
con muchísima modestia, encontraron en mi propio trabajo mucha resonancia a problemas que estaban
experimentando en el día a día y en lo cotidiano, y también en la parte metodológica, en la medida en
que no soy para nada ni rígida ni este anquilosada. Me he dado permiso para experimentar con muchas
formas de acceso a la subjetividad.

CI LA: Cuando habla de esos soportes que encontró, de esos mayores a los que se refiere, ¿qué
podríamos destacar, qué autores?

RR: Dentro de mis referentes, muchos son de comunicación pero otros no son de comunicación,
precisamente por que cuando empiezo a plantearme más seriamente mi trabajo como investigadora,
entro en contacto con una comunidad mucho más amplia, mucho más expandida que la de
comunicación. Si yo debería reconocer un maestro, o maestro para mí que es distinto que profesor, más
en el modelo casi medieval del aprendiz y el maestro, yo diría que Gilberto Jiménez es un gurú; es un
tipo del ámbito de la sociología y la cultura que tiene más un perfil de maestro que de puesta está en
página - es decir, ha escrito poco, aunque escribe muchos artículos, no ha puesto así en forma su obra
de tal manera que le queda muy lejos a mucha gente. Pero Gilberto Jiménez y toda su teoría de la
identidad, todas sus preguntas alrededor del papel del discurso, a mí me marcaron profundísimamente.

En otro territorio, en el de la politología, Jorge Alonso es un autor relevante queme dio el rigor de
acercarme al mundo de las constricciones del poder con muchas mayores herramientas.

Esos serían los dos grandes maestros que yo reconozco. Ahora, como grandes inspiradores, por su
puesto Martín Barbero, soy una lectora ávida de su propio trabajo que ha marcado mucho el mío, y que
he tenido la fortuna además de ir construyendo en conjunto muchas ideas y muchísimo trabajo; yGarcía
Canclini también para mí ha sido una fuente de inspiración muy importante, y desde otra lógica,
Pascuali: aunque no hago nada que tenga que ver con el trabajo que él hace, el modo como él encaró y
encara muchos de los problemas para mi ha sido muy ilustrativo.

Entonces esos son digamos, donde yo me posiciono como cachorra o sea en esta figura que me gusta de
los animales que es una conducta muy etológica, cuando el cachorro se tira a los pies del maestro, del
adulto, no en un acto de sumisión sino de respeto, entonces son gente a la cual yo respeto muchísimo.

Pero me parece también, que hay maestros a distancia, hay maestros que son maestros de vida y yo no
podría explicar mi trabajo de hoy al margen de tres personas claves: Carlos Monsivais, yo no puedo
explicarme a mí misma si no asumo las huellas del trabajo y del hacer de Carlos en mi propio trabajo.
Una segunda figura central Jim Franco, una inglesa de estudios y una crítica literaria que también es
maestra de vida: cuando lees sus textos y dices, ¡hijole yo quiero escribir así, o yo quiero pensar así!,
que te van marcando profundamente en la vida.Y una tercera influencia en esta misma dimensión es
Mery Louis Prat también crítica literaria. Entonces tengo mi vertiente más académica, mi vertiente más
de cronista, de critica literaria etc., que me ha marcado mucho, y que me da permiso de entrar y de salir
con más comodidad del campo.

JV: Hay algo que me ha llamado la atención, y que lo he utilizado con mis estudiantes o en mi
investigación, y es la forma cómo tu describes los procesos metodológicos. Tradicionalmente cuando
uno lee estudios que son resultados de investigaciones, se intentan mostrar como un investigador que lo
pudo calcular todo para su proyecto, que diseñó una metodología muy impecable y aséptica y como tal
la plasma en el estudio. Sin embargo uno sabe que por dentro el recorrido es un recorrido mucho más
incierto, mucho más a tumbos, intentando precisamente aprender un objeto, la gran mayoría de veces,
movedizo. Entonces por ejemplo en el trabajo en México, en el trabajo sobre este del terremoto y que
uno encuentra ese recorrido de la exhibición metodológica en búsqueda de construir también lo
metodológico en el camino, creo que en eso también hubo algo muy importante que encontré de tu
trabajo.

RR: Yo parto de un principio bien sencillo y bien elemental, y asumo una perspectiva constructivista -
cuando le digo esto a mis alumnos, se me quedan viendo como diciendo ay!! Qué palabrota- y cómo
voy a poder entender esto, y es tan elemental, como que la realidad no está dada y se construye y si esta
es una verdad para los actores, con más razón lo es para un investigador. Entonces uno construye la
realidad, la reconstruye a partir de esta invención metodológica y de apuestas arriesgadas. Yo creo que
en investigaciones uno tiene que correr riesgos, no repetir el modelito de Rojas Oriano de "Manual para
las Ciencias Sociales", paso A, paso B, paso C, porque es un proceso que construimos en diálogo con
los actores sociales y que está sometido, no solamente a los abatares del contexto propio de una
investigación, sino también a los propios movimientos telúricos del investigador. Entonces al hacerse
cargo de la cuestión del género, de la cuestión de tu propios miedos, de tus propias prevenciones,
hacerte cargo de aquello que no puedes calcular, de todo ese excedente de sentido que siempre
impregna un proceso investigativo, yo creo que el truco consiste en la honestidad de reconocer esas
cuestiones y tratarlas no como un elemento que hay que ocultar debajo de la alfombra para que no se
vea y para que todo se vea muy limpio, sino al contrario mostrarlo como parte de la misma aventura
intelectual de la investigación.

JV: Cuando yo leía eso, me imaginaba como la figura de un surfista que en medio de un océano de
unas olas intenta mantener el equilibrio en medio del movimiento... ¿qué te da certezas para mantener
el equilibrio?, digamos, eso puede desembocar en un momento determinado en que, como tu lo decías
ahora, cualquier persona se lance y diga yo voy buscando pero después, al momento de defender lo que
ha logrado, de pronto no tenga los suficientes elementos.

RR: Me encanta que lo preguntes, porque no es un asunto de voluntad y no es un asunto de magia.


Podrá parecer magia cuando uno ve al surfista -la metáfora me encanta- y dice: ay!!! Y cómo le hace, el
tipo tiene unos abdominales marca "Llorarás"... ¿y cómo se tienen esos abdominales? Pues haciendo
ejercicio, estando en condición física. Si trasladamos la metáfora a nuestro campo, nuestros
abdominales son la formación teórica: un buen investigador sin formación teórica, sin contenido, con
puro método, está llamado al fracaso, es decir, a ser un reproductor de investigaciones que se han hecho
en otras latitudes.

Entonces, la primera estrategia de mantenimiento de este equilibrio precario, es la formación teórica,


hay que estar bien formados, es un asunto de un ejercicio cotidiano, estar al tanto de dónde están los
debates, dónde se están dando determinadas discusiones, cómo problematizar el propio concepto con el
cual estoy trabajando. Se trata de fortalecer el músculo del cerebro así como el surfista fortalece el
abdominal.

Una segunda pasa por el diseño de una estrategia. Un surfista también parece que se deja llevar por una
ola, pero no es cierto: el surfista va montado sobre la ola, pero sabe que si se desliza hacia determinada
parte se lo lleva el tren, y si hace un movimiento de determinada manera, puede enfrentar un problema
terrible. Esto trasladado también a nuestro campo, tendría que ver con el control metodológico que uno
pueda tener, con el diseño y la estrategia; uno no se acerca a la realidad desde tabla cero, desde tabla
rasa, uno se va acercando con una plataforma, con unos protocolos con una manera de entender lo real.

Una tercera quizás pasa, por la profunda pasión que hay que tener para hacer estas cosas. Yo creo
centralmente que sin pasión no hay buena investigación. Uno tiene que estar bien comprometido,
enamorado de su objeto de estudio para que realmente se produzca un click entre el saber y la emoción.
Eso pasa también por la confianza, en que uno esta planteando un problema que es relevante, que es
pertinente y que tiene sentido, un proceso que quizá es el más difícil de construir, la confianza y la
certeza de que lo que uno hace tiene relevancia y tiene sentido y que además este dispuesto a
defenderlo.

CI LA: Para finalizar, ¿cuáles serían los miedos y las certezas hoy del campo de la comunicación
en América Latina?

RR: Voy a lanzarme al ruedo, pero sabiendo que esto hay que matizarlo muchísimo porque exigiría
otra vez reflexión. Yo creo que uno de los mayores miedos instalados en el ámbito nuestro, es el temor
a la disolución disciplinaria; yo creo que como estrategia de supervivencia nos preocupa mucho que la
comunicación no sea capaz de demostrar y de sostenerse como un espacio autónomo mucho tiempo
más; hay una especie de nerviosismo angustiado cuando los sociólogos, cuando los politólogos
incursionan en nuestro campo, nos ponemos nerviositos, de cómo por ejemplo Bauman es capaz de
hablar de la comunicación con ese saber maravilloso que el tipo tiene, y se genera miedo a la
disolución, a la desaparición.

Un segundo miedo, quizás estaría articulado a la imposibilidad por las presiones de carácter estructural,
de mantener el simulacro de la investigación en nuestras universidades. Lo veo muy presente en los
argentinos, en los brasileños, incluso en los colombianos, que va llegar un momento en que vamos a
hacer profesores, o técnicos pero que la ola neoliberal, la optimización de recursos etc. nos saque del
espacio de las ideas y nos vuelva reproductores de cuadros para el mercado. Yo creo que esto está
presente en el discurso de muchos.

Y un tercero, que sería diferencial en términos de género, sería la presión, también de carácter
estructural, por la falta de espacios de trabajo. Entonces para los más viejos implica la sensación que te
vas a quedar sin piso; y para los más jóvenes donde es más dramático esto, es de entrada la
imposibilidad casi de entrar, de acceder a plazas, a espacios. Ttodavía los que alcanzamos a formarnos
en el estado de bienestar, en el estado de política social, pues llegamos con ciertas comodidades...los
más jóvenes, ¿cómo le van a hacer? Entonces yo creo que estas tres vertientes están instaladas como
miedos en nuestro campo.
CI LA: ¿Y certezas?

RR: Mira me cuesta trabajo más imaginar las certezas del campo porque las que logro visualizar en
este momento no me acaban de gustar. Y las certezas son que en la medida que tengamos aspirantes a
estudiar comunicación estamos salvados, y esa formulación no me gusta pero ni tantito, pero creo que
podría formularse.

El regordeo en el fracaso de los medios de comunicación nos da empleo, y nos envuelve de esta áura
salvifíca de que nosotros somos los críticos que la sociedad necesita para defenderse de esas
maquinarias terroríficas, o sea que casi a veces la certeza es que no nos interesa demasiado que los
medios funcionen como tendrían que funcionar por qué entonces que hacemos, ah? Es un poco esta
izquierda mexicana, que cuando se hicieron gobierno no pudieron gestionar nada porque se aterraron y
perdieron la brújula que les daba el ser oposición.

Entonces, estos prestigios de alguna manera, el trabajo de oposición que hacemos es muy confortador.

Estas son intuiciones, no son formulaciones. Me encanta que me lo preguntes porque puede ser una
línea de reflexión más sistemática interesante, pero yo creo que esas dos, a manera intuitiva, no están
lejos de la realidad.

CI LA: ¿Ves factible el compromiso de la nueva generación de gente que estudia comunicación
con algo, con un proyecto comunicativo político?

Es muy variable, encuentras de todo. Yo no creo que se pueda generalizar: así como se puede decir los
jóvenes, no se puede decir las nuevas generaciones de comunicación. Yo creo que en la gente que está
arribando al campo hay gente muy brillante, muy comprometida con su propio proyecto, trabajando a
cuesta arriba porque no hay plazas, repito, porque no hay posibilidades de acogerlos de maneras dignas,
se contentan con plazas de asignaturas, como asistentes mal pagados, y tienen que desarrollar veinte
mil chambas por fuera para poder mantener un espacio en el trabajo académico.

Esta es una situación bien adversa, y sin embargo uno encuentra, precisamente entre los más jóvenes, a
veces preguntas demoledoras. Hoy yo tuve una prueba en las preguntas que la gente planteó... me
quedaron dos certezas: la primera es que se entendió bastante bien lo que quise decir, por el modo de
articulación de las preguntas; pero la segunda es que fueron muy bien planteadas tanto los acuerdos con
mi propia plataforma, como las críticas y las ausencias, o sea, me encantó que muchas de las preguntas
lograron detectar las ausencias en mi discurso, eso me pareció maravilloso. Y eso habla de gente. Digo,
contra todo lo que estamos compitiendo, gente que se pasó 4 horas en un mañana, sentada en un
auditorio soplándose este rollo, eso indica que hay compromiso, eso indica que hay densidad. Pero el
asunto pues que hay, como dirían los puertorriqueños, esa es la situación con la que hay que bregar y lo
que me parece es que el problema es de carácter estructural, como te decía, de acogida a estas nuevas
generaciones y dos, del discurso de los profesores, yo creo que en buena medida lo que estamos es
urgidos de profesores que recuperen la pasión de enseñar, que recuperen la pasión por el proceso de
aprendizaje, que se vayan a su casa emocionados, al borde del llanto en la noche, cuando lograron ver
la cara de un joven apasionado... eso no está ya en nuestro campo, y no está por estas pinches políticas
que nos están volviendo mierda. ¿Cómo vas a apasionar a un profesor al cual tienes 15 horas parado
frente al pupitre, que no sabe ni cómo te llamas y que no lo puedes exigir que sepa algo? Eso es muy
ambiguo... y el territorio, pos así está!!

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