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Durante la etapa inicial de su enseñanza, y en continuidad con el trabajo llevado a cabo

durante los antecedentes, Lacan articula que la conformación imaginaria permite concebir
el vínculo libidinal con el mundo y brinda el marco primordial de todo erotismo. Retoma
los tipos de elección de objeto descriptos por Freud, los cuales se corresponden con una
inversión de identificación. Diferencia la elección de tipo anaclítica de la elección de tipo
narcisista. Con respecto a esta última dice “Existe ante todo, en el campo de la fijación
amorosa, de la Verliebtheit, el tipo narcisístico. Está fijado pues se ama primero, lo que
uno mismo es, vale decir, como Freud lo precisa entre paréntesis, uno mismo; segundo,
por lo que uno ha sido; tercero, lo que uno quisiera ser; y cuarto, la persona que fue una
parte del propio yo. Es el Narzissmustypus.” (8, p. 201). Sin embargo, al avanzar en los
años ´50 Lacan define, fuertemente, el amor como don.
En el Seminario 4, La relación de objeto (1956- 57), para tomar un ejemplo,
Lacan refiere “Lo que interviene en la relación de amor, lo que se pide como signo de
amor, es solo algo que siempre vale como signo y como ninguna otra cosa. O, por ir
todavía más lejos, no hay mayor don posible, mayor signo de amor, que el don de lo que
no se tiene.” (11, p. 142) En el ser hablante los objetos no valen en tanto objetos de la
satisfacción de las necesidades sino en tanto “objetos de don” (11, p. 70), signo del amor
del Otro que puede no responder. El amor como don sólo es posible en un universo
simbólico conformado en torno al falo, efecto de la operatoria de la metáfora paterna en
la estructuración subjetiva de un sujeto, que cava la falta a raíz de la cual se moviliza el
deseo. Si lo que se da en el amor es algo que sólo vale en tanto signo, lo que se busca en
la persona amada también es un signo. La relación entre amor y falo se presenta,
asimismo, desde esta perspectiva. Por eso, Lacan señala “En el punto más extremo del
amor, en el amor más idealizado, lo que se busca en la mujer es lo que le falta… el objeto
central de toda economía libidinal, el falo.” (11, p. 112)
Unos años después, en el Seminario 7, La ética del Psicoanálisis (1959-60),
Lacan estudia el amor cortés, que gira en torno a la construcción, fechable históricamente,
de la figura de la Dama y, en línea con el análisis que realiza del concepto de sublimación,
explica que esta forma del amor resulta de la elevación de un objeto “a la dignidad de la
Cosa.” (20, p. 138) Debido a que “la Cosa” constituye un vacío central, aquel objeto
innombrable que no puede ser simbolizado, al sujeto no le queda más que contornearlo
para concebirlo, yendo en este intento más allá de la imagen narcisista. (Cf. 24, p. 212)
Al año siguiente, en el Seminario 8, La transferencia (1960-61), Lacan examina en El
Banquete de Platón la búsqueda que el sujeto realiza del objeto, que ahora llama
“ágalma”, en el Otro que causa el deseo y el amor. (Cf. 21, p. 164) Dicho mecanismo
explica, por una parte, una forma de amar que no toma en cuenta la diferencia sexual y,
por otra parte, el fenómeno de la transferencia. Dos años después, en el Seminario 10, La
angustia (1962-63), Lacan propone el siguiente aforismo “Solo el amor permite al goce
condescender al deseo.” (22, p. 194) De esta forma el amor aparece como medio entre el
goce, que se satisface de forma autoerótica, y el deseo -cuya causa es un objeto, ahora
denominado objeto a- que, articulado a la falta, conduce al sujeto a un partenaire.
En los años ´70 Lacan define el amor teniendo en cuenta la incompatibilidad a
nivel del goce entre un hombre y una mujer, es decir, plantea el amor a partir sostener que
“no hay relación sexual”. (28, p. 17) Si el goce del hombre es “todo” fálico, el de una
mujer es “no todo”. Contemplar la Sexuación conlleva incluir el sexo en el asunto. En
el Seminario 20, Aún (1972-73), Lacan dice “lo que suple la relación sexual es
precisamente el amor”. (28, p. 59) En el contexto de lo que no puede escribirse, el amor
es lo que “sí hay”, una suplencia. Asimismo, destaca que “Todo amor encuentra su
soporte en cierta relación entre dos saberes inconscientes” (28, p. 174), definición que
tendrá continuidad al año siguiente. En el Seminario 21, Les non-dupes errent o Les noms
du père(1973-74), Lacan parte del nudo borromeo para pensar el amor. Expone “solo
porque contamos tres podemos llegar a contar dos.” (29, p. 40) Propone versiones del
amor en función del registro que hace de medio en relación a los otros dos registros. En
el amor divino el amor está en el lugar del deseo. El mismo es el resultado de sostener, a
partir de lo simbólico, lo real de la muerte, por una parte, y lo imaginario del cuerpo
vaciado de goce, por la otra. En el amor cortés el amor está en su lugar, “el que tuvo desde
siempre.” (29, p. 55) Aquí lo imaginario vincula la palabra de amor y la muerte. El
masoquismo, lo máximo del goce que da lo real (Cf. 32, p.76), constituye un saber hacer
que se inventa para unir el goce sexual y el cuerpo. Por otra parte, Lacan define el amor
como “dos medio decires (mi- dires) que no se recubren” (29, p. 79), se trata de dos
decires que son efecto de una encarnación distinta del sexo.
En el Seminario 22 Lacan señala “Es el amor de las mujeres, en tanto, es decir,
que es verdadero que, una por una, ellas ex-sisten, ellas son reales… ellas ex-sisten como
síntoma cuya consistencia provoca este inconsciente.” (30, p. 111) Si no hay para el ser
que habla un lazo que resulte pleno o ideal, no hay posibilidad de relacionarse con otro
más que de modo sintomático, síntoma que se extrae de la letra de goce que toca el cuerpo
del parletre. Cada sexo no está al otro anudado, por eso requieren “como necesario ese
tres elemental.” (30, p. 187) El desanudamiento inicial de los registros vuelve necesaria
la mediación de lo simbólico, lazo que otorga el partenaire devenido síntoma
del parletre. (Cf. 30, p. 176) Por el contrario, en el Seminario 23 Lacan expone “Me he
permitido afirmar que el sinthome es precisamente el sexo al que no pertenezco, es decir,
una mujer.” (31, p. 99) Lacan ahora considera que la reparación del lapsus estructural
del nudo requiere de un cuarto elemento, que no es necesariamente simbólico. Lo
denomina sinthome y lo vuelve equivalente a la nominación, a la que reduce la función
paterna. Hay sinthome cuando no hay equivalencia sexual. Si hay sinthome, hay relación.
(Cf. 31, p. 98- 99) Mientras la pareja como síntoma viene a dar cuenta para el ser hablante
de lo que no anda, la pareja al funcionar como sinthomeproduce cierta estabilización.

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