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Bob Dylan, Crónicas volumen I.

Editorial Simon & Schuster


Lecturas:

Primera parte

Hola bienvenidos a Esquina Literaria en nuestra sección de libros de Música les


voy a compartir la lectura de este libro: Crónicas de Bob Dylan, lo realizare en
cinco partes, está es la primera parte y espero que les guste.
Mi nombre real es Robert Allen Zimmerman.
Primero tomé el nombre artístico Elston Gunn. Lo que tenía previsto apenas
me marchara de casa era llamarme Robert Allen. Al revisar un artículo en la
revista “Downbeat” supe de David Allyn, un saxofonista de la Costa Oeste. Me
parecía que él había cambiado el Allen por Allyn, ya que se ve más exótico, más
inescrutable. Yo haría lo mismo también: cambiaría Allen por Allyn. Entonces,
más tarde, de manera inesperada, me encontré con varios poemas de Dylan
Thomas. Descubrí que Bob Dylan se veía y sonaba mucho mejor.
Yo soy Bob Dylan.
Nací en la primavera de 1941. La Segunda Guerra Mundial ya estaba surgiendo
en Europa, y los Estados Unidos pronto estarían en ella. Si tú naciste durante
esta época o vivías durante la misma, pudiste sentir cómo se diluían los viejos
tiempos y se posicionaban los nuevos. Veías cómo surgían los Mussolini, los
Hitler, Stalin o Roosevelt; cada uno de ellos preparados para actuar por su
cuenta en busca de cumplir con su tarea de dejar el mundo en escombros e
imponer sus ideas propias de lo que debía ser la geografía.
Ellos tenían gente como a un Eichmann que declaró que sólo seguía órdenes.
Vivir en este mundo era quedarse bajo nubarrones de miedo y como niño era
tanto como ver como se le privaba de su espíritu.
Como norteamericanos, aprendimos que los supuestos enemigos no podrían
destruir nuestro país con armas, sino que sólo lo harían si destruyen nuestra
Constitución.
Mi padre tenía su propia manera de ver las cosas. Para él la vida era trabajo
duro. Su generación tenía diferentes valores, héroes y música que la mía. No
compartía la idea de que la verdad podía liberar a un persona. Solía darme un
peculiar consejo: “recuerda Robert, en la vida cualquier cosa puede ocurrir.
Aun cuando no poseas todo aquello que deseas, sé agradecido por las cosas
que no tienes y que tampoco deseas”. Él quería que yo llegara a ser un
ingeniero mecánico. Mi padre trabajó toda su vida desde niño. A los 16 años
de edad presenció cómo se impactó un automóvil en un poste de teléfono y
se prendió en llamas. Él se acercó al lugar del accidente para sacar al conductor
del vehículo.
Mi madre provenía de un pequeño pueblo llamado Letonia. Donde yo crecí era
ligeramente más moderno. Ella permanecía a mi lado siempre. Me apoyaba en
todo cuando emprendiera.
Crecí sabiendo que había un mundo más grande más allá, pero que en aquel
donde me encontraba estaba bien también. Participé de desfiles, en carreras
de bicicletas y en hockey sobre hielo.
En “Más allá del bien y la mal”, Nietzsche nos habla acerca de sentirse un viejo
al inicio de su vida. Así es como me sentía.
Se decía que se había registrado el fin de la edad de la luz, pero para mí no
ocurría así. Voltaire, Rosseau, John Locke, Martin Luther. Todos visionarios y
revolucionarios. Sentía que todos vivían en mi patio. Gustaba mucho de la
filosofía. P. 30
Clausewitz fue el gran filósofo de la guerra. Él decía que las piedras que se
arrojan no eran guerra. Él habla mucho acerca de factores psicológicos y
accidentales en el campo de batalla, jugando una parte crucial. Clausewitz
clama que los políticos han suplantado el lugar de la moralidad, cuando la
política es una fuerza bruta. La moralidad nada tiene que ver con la política.
Este autor es un profeta que advierte que soñar es peligroso.
Encontré a Balzac un tanto divertido. Su filosofía es plana y simple.
Básicamente dice que el materialismo puro es un recipiente para la locura. La
única verdadera sabiduría parece ser la superstición. Él lo cuestiona todo.
Me la pasaba en búsqueda de pescar algo en la radio. Tal como ocurría con los
trenes y las campanas, formaba parte de la banda sonora de mi vida. Encontré
a Roy Orbison. Con él no sabías si estabas ante operas o música de mariachi.
Él te sacudía. Tenía canciones dentro de canciones. Cambiaba de tonos
mayores a menores sin lógica alguna.
Los Estados Unidos de América estaban cambiando. Yo tenía un
presentimiento sobre el destino y yo estaría dirigiendo los cambios. Si yo
quería componer canciones de folk iba a requerir de un nuevo temple, una
identidad filosófica que no se extinguiera. Es algo que tendría que provenir de
fuera. Todo era un inicio que se estaba gestando.
Criado en un país como Estados Unidos, una nación que habla de libertad e
independencia, siempre he compartido los valores de igualdad libertad. Estaba
determinado a criar a mis hijos con tales valores.
Esta fue la primera parte de la lectura de este libro: Crónicas de Bob Dylan, si
te gusto la lectura dale like, compártela, déjame tus comentarios, suscríbete a
mi canal, muchas gracias por escucharme y nos vemos en la segunda parte de
la lectura de este libro.

Segunda parte

Hola bienvenidos a Esquina Literaria estoy leyendo este libro: Crónicas de Bob
Dylan, esta es la segunda parte y espero que les guste
Lou Levy de la compañía Leeds Music Publishing me condujo al estudio de
grabación donde Bill Haley y sus Cometas grabaron “Rock Around the Clock”.
Luego fuimos al restaurante del boxeador Jack Dempsey. Éste me dijo que yo
era un delgaducho. “Él no es un peleador, Jack”, corrigió Lou. Es compositor y
vamos a publicar sus canciones. John Hammond me había presentado a Lou
obedeciendo a una premonición. Hammond es el gran descubridor de talento.
Él encontró a Billie Holiday, Benny Goodman y Count Basie. También dirigió la
última grabación de Bessie Smith. Era un legendario aristócrata, con lo cual no
estaba satisfecho. Persiguió lo que más amaba su corazón: el ritmo del hot jazz,
los spirituals y el blues. Aseguró ver en mí a un artista en la larga tradición del
blues, el jazz y el folk. Me extendió un contrato. Además llamó al publicista
del sello Billy James, quien me preguntó: “¿Cómo ha sido tu vida de familia?”
Respondí que me echaron de casa. “¿A qué se dedicaban tus padres?”
Electricista él, ama de casa ella. “¿Qué clase de música tocas?” Música folk. P.
7 Le expliqué que se trataba de canciones de protesta.
El Café Wha era un club en Greenwich Village. Llegué a cantar, tocar guitarra y
armónica ahí. Comediantes como Richard Pryor y Woody Allen y grupos
corales de folk dominaron la escena ahí. Moondog a quien admiré, también
tocó aquí. Era un poeta ciego que vivía en las calles. Hacía monólogos, tocaba
el bambú, flautas y silbatos. Mi cantante favorita del lugar era Karen Dalton.
Tenía una voz como Billy Holiday y tocaba la guitarra como Jimmy Reed.
Sin duda en aquellos lugares había un montón de mejores músicos que yo,
pero ninguno se aproximaba a lo que yo hacía. Las canciones de folk eran la
manera en que yo exploraba el universo. Esas canciones eran imágenes y las
imágenes valían más que otra cosa. Yo conocía la substancia interna de la cosa.
Fácilmente podía conectar las piezas.
Para mí, era acerca de colocar la canción por encima de todo.
Conocí a Izzy Young, el propietario del Café Wha. Él me decía que la felicidad
no está en el camino a nada. Que la felicidad es el camino. Young estaba
preocupado con las injusticias sociales. Entre sus héroes estaba Abraham
Lincoln. Moby-Dick la historia suprema de criaturas marinas era su historia
predilecta.
Había una horripilante pero conveniente cafetería en Bleecker Street que
atendía el “holandés”. En este lugar toqué con Cecil Taylor “The Water Is
Wide”, una vieja canción de folk. Él podía tocar piano normal si se lo proponía.
Yo me visualizaba grabando en Folkways Records. Me sentía como si el destino
me observara directamente a mí y a nadie más.
Antes de descubrir a los cantantes de folk, me gustaban las historias de
Burroughs, Luke Short, Verne y Wells. Los cantantes de folk a diferencia de
estos autores podían interpretar canciones como un libro entero, en tan solo
unos cuantos versos.
Gutenberg pudo haber sido un tipo que saliera de una canción de folk. Las
canciones de folk trascienden la cultura inmediata.
Si dices la verdad está bien y es bueno y si dices la no verdad también está bien
y es bueno. Las canciones folk me enseñaron esto.
Las canciones de folk son evasivas: cuentan la verdad acerca de la vida, y la
vida es más o menos una mentira, pero esa es exactamente la manera en que
queremos que sea. Una canción de folk tiene un millar de caras y debes
conocerlas todas si quieres tocar en su estilo.
La luna se posicionaba detrás del edificio de la Chrysler. Lou Levy echaba a
andar su máquina de escribir. Junto al viejo escritorio metálico de Lou había
un par de sillas de madera, en una de las cuales me senté y comencé a tocar
algunas canciones en mi guitarra.
Ya saben: Lou Levy de la compañía Leeds Music Publishing, quien me condujo
al estudio de grabación donde Bill Haley y sus Cometas grabaron “Rock Around
the Clock”. Luego fuimos al restaurante del boxeador Jack Dempsey...
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te gusto la lectura dale like, compártela, déjame tus comentarios, suscríbete a
mi canal, muchas gracias por escucharme y nos vemos en la tercera parte de
la lectura de este libro.
Tercera parte.
Mis canciones
Las canciones que yo he cantado son más importantes que un mero
entretenimiento. Han sido mis preceptores y guías al interior de cierta
consciencia alterada de la realidad, una república diferente y una república
liberada. Greil Marcus, el historiador musical, la llamaría más tarde “la
república invisible”. P. 34
Las canciones de Woody Guthrie rigieron mi universo, pero antes de él, Hank
Williams era mi compositor favorito. Y nunca pude escapar del mundo solitario
e intenso de Harold Arlen. P. 49
Yo he cantado para definir la manera en que me sentía con relación al mundo.
Tú tienes que saber y entender algo y entonces ir a lo vernáculo. P. 51
Por lo que a mí respecta, me alejé de los cambios simples del folk para colocar
nuevas imágenes y actitudes. Adopté una nueva postura artística.
Eché mano de metáforas y frases que engancharan a la audiencia, combinadas
con lo común de mi música para evolucionar a algo diferente.
Miles Davis hizo algo similar al haber grabado Bitches Brew, una obra que no
siguió las reglas del jazz moderno y que coqueteaba con el mercado de la
música popular. P. 66 Miles fue criticado por la comunidad del jazz. Los artistas
latinos rompían las reglas también. Joao Gilberto por ejemplo, se apartaba de
la onda de la samba repleta de percusiones para crear una forma nueva de
música brasileña con cambios melódicos, la cual llamaron la bossa nova. P. 67
El poeta Archibald MacLeish se acercó a mí. Él había contribuido a definir el
panorama de la América del siglo XX.
Tal pareciera que siempre persiguiera algo que se estuviese moviendo. P. 107
Quería discutir la posibilidad de componer algunas canciones para una obra
que él había escrito. Él podía tomar a personajes reales de la historia, gente
como el Emperador Carlos o Moctezuma y Cortés el conquistador, y
mostrártelos con el toque tierno de un creador. P. 109
Le había llamado la atención mi canción “John Brown”, que trata de un chico
que va a la guerra. Para él era una verdadera tragedia griega. Era acerca de
madres: “las diferentes clases de madres- biológica, honoraria… todas las
madres envueltas en una”. Nunca pensé en ello pero sonaba correcto. Él
mencionó una línea en una de mis canciones, donde dice que “la bondad se
oculta detrás de sus puertas” y me preguntó si realmente yo lo veía de esa
manera y yo dije que a veces parecía que así era. Me mostró su sospecha de
que yo había leído a Safo o Sócrates. Le respondí que no. Entonces me
preguntó acerca de Dante y Donne. Dije que no mucho. Él dijo que lo que había
que recordar acerca de ellos era que siempre saldrás de donde te metiste.
Y agregó que Homero, que había escrito “La Ilíada” era un cantante de baladas
ciego cuyo nombre significa rehén. También me señaló la diferencia entre arte
y propaganda. Me aseguró que veía influencias del poeta François Villon en mi
trabajo. Me preguntó sobre lo que había sacrificado para alcanzar mis sueños.
Él decía que las cosas valen por aquello que te costaron a ti. P. 112
MacLeish aseguró que me consideraba un poeta en serio y que mi trabajo sería
una piedra de toque para las generaciones que me seguirían; que yo era un
poeta de la era de metal de la posguerra que había asimilado algo metafísico
de una era pasada. Él gustaba de mis canciones porque se ocupaban de la
sociedad, y porque tenían rasgos y asociaciones comunes. P. 111
Algo fuera de lo ordinario había ocurrido meses antes. Al combinar ciertos
elementos de mi técnica pude cambiar los niveles de percepción, las
estructuras y los sistemas del ritmo que darían a mis canciones contundencia.
Todo era como si las partes de mi psique estuvieran comunicándose entre sí
por ángeles. Yo había escrito letras perfectas. P. 146

Cuarta lectura

El regreso a mí mismo.
Transcurría 1987 y mi mano que había sido inmisericordemente lastimada en
un raro accidente, se encontraba en rehabilitación. Con varias fechas de
conciertos agendadas era incierto que pudiera tocar en vivo. Mi mano requería
mucho tiempo para curarse. Las implicaciones de esta situaciones en mi
trayectoria me perturbaban. P. 145 Me parecía que mis recitales nunca más
capturarían el espíritu de las canciones. Para la audiencia debería ser como
caminar entre orquídeas marchitas y pasto seco.
Los diez años previos me habían dejado exhausto profesionalmente. Muchas
veces me había sorprendido pensando que no había respetado mi compromiso
conmigo mismo. Es agradable ser conocido como leyenda y que la gente
pague para verme, pero para la mayor parte de la gente, una sola vez como
asistente era suficiente. Había una persona extraviada en mi interior y yo
necesitaba encontrarla. En la naturaleza existe un remedio para todo y fui en
su búsqueda. No tuve éxito. Me veía como una reliquia del rock folk. P. 147
Me embarqué en un gira de 18 meses con Tom Petty and The Heartbreakers
(jartbreikers). Tom estaba en la cúspide de su carrera y yo en el declive de la
mía. Mis propias canciones me resultaban extrañas. Había escrito y grabado
muchas canciones que me resultaban ambiguas. No me sentía capaz de hacer
nada creativo con ellas. No entendía de dónde habían salido. No podían echar
a andar los motores con ellas. Los músicos de Petty siempre me pedían incluir
ciertas piezas en el show. P. 148 Yo me negaba mediante ridículas excusas.
Tenía cerrada la puerta a mi propio ser. Luego de apoyarme en los instintos y
la intuición, estos aliados ahora se ponían en mi contra y estaban acabando
conmigo. Aun la espontaneidad era ahora una cabra ciega. Comenzaba a
temerle incluso al viento.
Tenía algunas fechas de presentación con Grateful Dead, banda que también
me pedía aún más de las canciones que solía tocar con Petty. De haber sabido
que esto ocurriría, no habría participado de estos conciertos. Al ver mis letras,
en especial las más antiguas y más obscuras, no veía cómo enfrentarme
emocionalmente a las circunstancias. P. 149
Una noche salí del hotel donde me hospedaba. Caminando por las calles
escuché el sonido de un conjunto de jazz tocando en alguna parte. Al localizar
el bar donde se presentaba ese grupo, me acerque a la barra, pedí una ginebra
con agua quinada y vi directamente al cantante a quien acompañaba un bajo,
una batería y un pianista. Tocaban baladas como “Time on My Hands” y
“Gloomy (glumi) Sunday”. El cantante, un anciano, se mostraba relajado y
cantaba con un poder natural. Repentinamente, sin caer en cuenta de ello,
sucedía algo peculiar como si este tipo tuviera una ventana abierta a mi alma.
Era como si me estuviera diciendo: “debes hacerlo de esta manera”. Pude
sentir cómo se las arreglaba para obtener su poder, lo que estaba haciendo
para aproximarse a él. Yo notaba de dónde emanaba su poder y no era su voz,
a pesar de que su voz me estaba conduciendo directamente a mi propio ser.
P. 150 Yo solía hacer lo que él estaba haciendo y lo hacía automáticamente,
sin que nadie me lo enseñara. Era una técnica tan elemental, tan simple y yo
la había olvidado.
De retorno con los Grateful Dead, tenía la premonición de que algo milagroso
ocurriría. Era algo de mi interior desquiciado. Me descubrí despierto. Sabía que
podía tocar cualesquiera de mis canciones sin verme restringido siquiera por
el mundo de palabras y sin pensar en acerca de ello. Tengo mucho que
agradecerle a ese viejo cantante de jazz. P. 151
Los ángulos que estaba empleando eran complejos pero muy efectivos. Mi voz
nunca se perdió y yo podía cantar por siempre sin fatiga. Tocar en vivo no
implicaba perder algo. Ya navegaba por mis propios medios. P. 152 Todo
regresó para mí en múltiples dimensiones. Volaba alto. Me gustaba verme
convertido en un nuevo intérprete. No había visto esto antes. P. 153

Quinta parte
Enseñanzas de Lonnie (loni) Johnson.
Definitivamente necesitaba una nueva audiencia porque tenía ya más
seguidores de edades avanzadas. P. 155
A la par de mi devoción a una técnica vocal, algo más debería sumarse a fin de
recrear mis canciones. P. 156
Siempre me había acompañado a mí mismo con mi guitarra. Ahora iba a sacar
eso de la mesa. Yo no inventé el nuevo estilo que estaría utilizando. Me fue
enseñado a inicios de los 60s por Lonnie Johnson. Lonnie era el artista más
grande de blues y jazz de los años 30. Robert Johnson le había aprendido
mucho. Él me dijo: “esto te puede ayudar”.
Su sistema era controlado rigurosamente y se relaciona a las notas de una
escala, se combina numéricamente, forma melodías a partir de tresillos y es
axiomática a los cambios de ritmo y acordes. No había empleado este estilo.
Pero ahora regresaba a mí. El método funciona. Pocos se convertirían a él ya
que nada tiene que ver con la técnica y los músicos trabajan toda su vida para
llegar a ser ejecutantes técnicamente superiores. P. 157
El sistema funciona en forma cíclica. Debido a que estás pensando en números
nones de vez de pares, tocas con un sistema de valor diferente. La música
popular se basa usualmente en el número 2. Si empleas un sistema numérico
non, aquello que fortalezca la interpretación comienza a ocurrir y la hará
memorable. Las posibilidades son infinitas. Con cualquier muestra de
imaginación puedes tocar notas en ciertos intervalos y entre cada tiempo del
compás, creando líneas contrapuntísticas y cantando fuera de ellas. Es como
un diseño delicado que arreglara la estructura de cualesquiera pieza esté
ejecutando. P. 158
Ya no habría manera de predecir la conciencia de cualquier canción.
El número 3 es metafísicamente más poderoso que el número 2. No me
pregunten por qué. Puedes confiar en que resaltando el 3 la audiencia realizará
sus propias conexiones. Puedes movilizar el dinamismo de la arquitectura en
un segundo.
Es éste un estilo que beneficia al cantante. En la música orientada al folk, el
jazz y el blues, es perfecto.
Cubrí así mi necesidad de llevar mi canto a una estructura diferente de aquello
que tocaba con anterioridad. P. 159
La forma de los tresillos iban confeccionando las melodías como intervalos.
Esto es lo que ha de orientar la dirección de la canción.
Link Wray emplearía este sistema numérico en su tema clásico “Rumble”.
También he visto a Martha Reeves (rivs) haciendo lo mismo. Ella frasea sus
canciones golpeando una pandereta en tresillos, como si la pandereta fuera
toda la banda. P. 160
Entiendo la etimología de esto. Los tresillos temáticos hacen todo hipnótico.
El rasgueo de dos tiempos tan utilizado desde hace bastante tiempo, ahora
quedaría fuera del ritmo. Las canciones serían reenfocadas y corridas al
interior de un territorio inimaginable.
La verdad es que todo esto no es fruto de una teoría complicada. Es
geométrica. El universo está formado por principios matemáticos
independientemente de que los entienda o no. Voy a permitirles que me
guíen. Mi ejecución musical debe impulsar mi voz haciéndola ecuánime.
Emplearé diferentes algoritmos a los que nuestro oído no está acostumbrado,
aunque debería estarlo. P. 161

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