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UNIVERSIDAD NACIONAL JOSE MARIA ARGUEDAS

TEMA: CONTRATOS BANCARIOS

DOCENTE: LIC. OSCAR SAMANEZ INCA

ALUMNOS:

ANDAHUAYLAS - PERÚ
CONTRATOS BANCARIOS

Son contratos bancarios aquéllos que sirven al desarrollo de la actividad típicamente


bancaria, siendo lo esencial la pertenencia del contrato al conjunto de operaciones
mediante las cuales las entidades de crédito ejercen, de manera habitual y con
ánimo de lucro, funciones de intermediación en el crédito.

Así, por ejemplo, el contrato por el que un banco alquila a una empresa un local
comercial no tendría el carácter de bancario, a pesar de la intervención de una
entidad de crédito.

En una primera aproximación, podríamos definir los contratos bancarios como


aquellos que se conciertan con y por los bancos y entidades de crédito en general
con el objeto específico de su tráfico comercial.

Estamos en suma, cuando hablamos de forma tan genérica, de contratos bancarios,


ante un conjunto complejo y plural, en el que se identifican desde relaciones
ordinarias, sólo caracterizadas en el caso por razón subjetiva de uno de los sujetos
partícipes -el banco-, hasta relaciones jurídicas específicas derivadas de la
presencia de este sujeto bancario, como son, por ejemplo, la apertura de crédito, el
contrato de cuenta corriente bancaria, el contrato de descuento, y otros.

LA ENTIDAD DE CRÉDITO Y EL CONTRATO BANCARIO

El Real Decreto Legislativo 1298/1986, de 28 de junio define las entidades de crédito


diciendo que "de acuerdo con la Directiva 2000/12/CE del Parlamento Europeo y del
Consejo, de 20 de marzo de 2000, se entiende por "entidad de crédito" toda
empresa que tenga como actividad típica y habitual recibir fondos del público en
forma de depósito, préstamo, cesión temporal de activos financieros u otras
análogas que lleven aparejada la obligación de su restitución, aplicándolos por
cuenta propia a la concesión de créditos u operaciones de análoga naturaleza.

Se conceptúan entidades de crédito:

a) El Instituto de Crédito Oficial.

b) Los Bancos.

c) Las Cajas de Ahorros y la Confederación Española de Cajas de Ahorros.

d) Las Cooperativas de crédito.

e) Los Establecimientos Financieros de Crédito.

EL CONSUMIDOR, LA ENTIDAD DE CRÉDITO Y EL CONTRATO BANCARIO


Destacando la figura de la entidad de crédito en relación al derecho de contratos
bancarios, dice de forma muy expresiva la Audiencia Provincial de Madrid, Sección
14ª, en Sentencia de fecha 10 de febrero de 2003

"Las entidades financieras son la piedra fundamental del edificio de la economía y,


por ello, el ordenamiento jurídico reviste de especial rigor el cumplimiento puntual de
las obligaciones contraídas tanto por las entidades financieras como por los clientes.

El legislador ha establecido un derecho de los contratos financieros, legal y


reglamentario de naturaleza mixta, jurídico-privada (contabilidad, publicidad,
información obligatoria y contratación) y jurídico-pública (régimen reforzado de
sanciones administrativas), con una doble finalidad, garantizar la transparencia de
las operaciones frente a clientes e inversores y la represión de los desequilibrios en
la contratación de los productos financieros".

Los principios básicos que han de inspirar la regulación relativa a la protección de los
consumidores de productos financieros, a fin de conseguir su mayor eficacia, según
el abogado D. José Manuel García Crespo, «Las entidades financieras ante la
jurisdicción», Cuadernos de Derecho Judicial XX-2003, «Contratos Bancarios», son
los siguientes:

a) Proporcionar una información de alta calidad que permita una «decisión


informada», lo que implica que antes de adquirir el producto o servicio financiero el
consumidor tenga adecuada información sobre: descripción de los servicios o del
producto; beneficios que ofrece; costes; riesgos y obligaciones; implicaciones
legales; cómo obtener información adicional si la necesita, tratándose, por tanto, de
facilitar al consumidor una información clara, transparente y proporcionada,
buscando la claridad y no la cantidad;

b) Que los consumidores tengan tiempo y oportunidad de reflexionar mediante una


información clara de sus obligaciones, mediante ofertas vinculantes y con un
derecho de desistimiento, en caso de venta a distancia de determinados productos o
servicios;

c) Flexibilizar la regulación sobre el diseño de productos y servicios, lo que implicará


la posibilidad de ofrecer al consumidor una gama más amplia de productos y
servicios;

d) Crear un sistema independiente, sencillo y ágil de reclamaciones;

e) Establecer un marco regulatorio claro y equilibrado entre la industria y los


consumidores.

El sistema bancario español ha de garantizar a los clientes de entidades de crédito


una adecuada transparencia, ofreciendo a cada cliente una información más
personalizada, más allá de lo que la normativa exige, con lo que se trata de ofertar a
cada cliente los productos financieros según sus necesidades y perfil de riesgo.

CARACTERES DE LOS CONTRATOS BANCARIOS

Señala Vicent Chuliá -Cuadernos judiciales XXIII, 1993- que "El contrato bancario
aparece en el tráfico con una serie de caracteres generales" que podemos
sistematizar, siguiendo literalmente a dicho autor, en los siguientes:

a) Se inserta en la actividad de intermediación en el crédito o es auxiliar o


complementario de ésta.

b) Versa fundamentalmente sobre dinero, crédito (disponibilidad o aplazamiento de


deudas de dinero) y valores.

c) Técnicamente el contrato bancario se instrumenta de dos modos: como relación


esporádica, de caja o ventanilla, con una persona (aunque a efectos legales también
se le repute "cliente"), y como relación duradera con un cliente, en base,
generalmente, a un contrato de cuenta corriente o de prestación de servicios de caja
y contabilidad, a través de la cual mediante ingresos y cargos se reflejan los
negocios jurídicos surgidos en dicha relación, bajo la norma de "operaciones".

d) Son contratos de confianza, ya que a través de la relación permanente de


clientela el cliente revela al banco secretos empresariales y familiares y, por su
parte, el banco concede crédito, con riesgo a verse defraudado.

e) Su celebración a veces es resultado de una negociación entre las partes, pero


generalmente constituyen contratos de adhesión, cuyo contenido es predispuesto
por la entidad de crédito de forma aislada o a través de “condiciones generales de la
contratación” acordada por toda la Banca.

CLASES DE CONTRATOS BANCARIOS

Es tradicional en esta materia, la distinción entre operaciones pasivas, activas y


neutras, clasificación que caracteriza cada una de las operaciones bancarias del
siguiente modo:

1. Operaciones Pasivas. Son las que permiten a la entidad crediticia la percepción


de fondos de clientes u otras entidades crediticias para aplicarlos para sí, siendo por
tanto, sujetos pasivos de un crédito de terceros. Son por ejemplo, el depósito de
dinero, el descuento bancario o la adquisición de títulos hipotecarios.

2. Operaciones Activas. Con tal denominación se ha referencia a aquellos contratos


por las que es la entidad de crédito quien concede crédito a sus clientes, con la
obligación por éste de su restitución, con los intereses y demás accesorios
convenidos, en el plazo y demás condiciones acordados. Se trata, desde la
perspectiva de los ciudadanos, de los contratos bancarios más propios, como son
los préstamos (personales e hipotecarios) la apertura de crédito, el descuento
bancario y otros.

3. Operaciones Neutras. Son operaciones mediante las que las entidades prestan
otros servicios a sus clientes sin que exista crédito a favor o en contra de ninguna de
ellas.

Contratación con condiciones generales

Los contratos bancarios, al igual que la inmensa mayoría de los contratos que
suscriben las grandes empresas con sus clientes, no se negocian individualmente en
sus aspectos generales, sino que la libertad de la otra parte consiste simplemente en
aceptar el contenido contractual que se le ofrece o en rechazarlo. Dependiendo de
las circunstancias concretas de la negociación en cada caso podrán establecerse las
condiciones específicas que acuerden las partes. Por tanto, partiendo de que los
contratos bancarios contienen condiciones generales de la contratación y de que los
potenciales clientes sólo podrán aceptar o rechazar en conjunto el documento que
se les ofrece (de ahí la relevancia de que exista una competencia efectiva entre
entidades, para que los potenciales clientes puedan elegir la opción que más les
interese) dichos contratos han de cumplir una serie de requisitos y formalidades, de
conformidad con la Ley de Condiciones Generales de la Contratación (Ley 7/1998,
de 13 de abril). Así, para la incorporación de las condiciones generales, el cliente
debe firmar el contrato, siendo necesario que éste aluda a las condiciones generales
incorporadas, y se le facilite un ejemplar de las mismas. Las cláusulas generales
deberán ajustarse en su redacción a los criterios de transparencia, claridad,
concreción y sencillez. No quedarán incorporadas las condiciones generales que el
cliente no haya tenido oportunidad real de conocer de manera completa al tiempo de
la celebración del contrato, ni las cláusulas ilegibles, ambiguas, oscuras e
incomprensibles.

En lo esencial, estas obligaciones se reiteran, con mayor intensidad aún, cuando con
quien se contrata es un particular que no interviene en el desarrollo de una actividad
empresarial o profesional, en la regulación protectora de consumidores y usuarios
(Real Decreto Legislativo 1/2007, de 16 de noviembre, y otras leyes autonómicas).

Elementos de los contratos bancarios

En todo contrato bancario se pueden distinguir tres elementos, que son los
personales, el objeto y la forma del contrato.
Los elementos personales del contrato son la entidad de crédito que, a través de la
sucursal o agencia, contrata la prestación de determinado servicio financiero
relacionado, generalmente, con la entrega de dinero, y el cliente, en sentido amplio,
sea empresario o consumidor.

En el caso de clientes consumidores se les aplica en su beneficio una normativa


protectora más estricta que cuando el cliente actúa en el ejercicio de una actividad
profesional o empresarial.

La relación del cliente con la entidad de crédito se inicia en la generalidad de los


casos con la apertura de una cuenta a la vista, que servirá de soporte y
contabilización para cuantas relaciones posteriores se inicien entre las partes (abono
de intereses de una imposición a plazo fijo, adeudo de cuotas de amortización de un
préstamo, etc.).

En el supuesto de empresas que actúan en el tráfico mercantil por medio de sus


órganos de administración (administrador único, administradores mancomunados,
consejo de administración, consejero-delegado) o apoderados, será requisito previo
el bastanteo por los servicios jurídicos de la entidad de crédito de las facultades de
éstos para operar, a cuyos efectos se solicitará la aportación de diversa
documentación (escrituras de constitución de la sociedad, escrituras de poder,
certificados de actas y acuerdos adoptados por la empresa, certificados del asiento
registral de la sociedad en el Registro Mercantil...).

El objeto del contrato bancario es la entrega de dinero o la prestación del servicio


financiero por parte de la entidad a cambio de un precio que satisface el cliente, el
cual, según su naturaleza, recibe habitualmente el nombre de comisión o de tipo de
interés. En la práctica bancaria los contratos tienen por objeto prestaciones
conectadas directa o indirectamente con el dinero. Hay alguna excepción, como el
contrato de alquiler de cajas de seguridad, en el que incluso es frecuente recoger la
prohibición de introducir dinero en la caja.

Concretando más, atendiendo a su objeto, el contrato bancario puede ser de tres


tipos: de pasivo, de activo y neutros.

El contrato de pasivo

Es aquél en el que la entidad de crédito recibe del cliente fondos, que la entidad
podrá aplicar a sus fines propios. El cliente, por la entrega de dichos fondos, ostenta
un derecho de crédito frente a la entidad, en virtud del cual podrá reclamar la
devolución tanto del principal como de los intereses generados. La devolución al
cliente de los fondos depositados será inmediata, en el supuesto de los contratos de
pasivo a la vista (cuenta corriente, libreta de ahorros) o diferida, en los casos en que
la entrega haya sido para su devolución transcurrido un plazo determinado
(imposición a plazo fijo), salvo que el cliente acepte satisfacer una penalización por
obtener la disponibilidad inmediata del dinero.

Hoy día sobre los rasgos del contrato de depósito tienden a prevalecer los del
contrato de comisión, por los servicios de caja que la entidad de crédito presta al
cliente (ordenar a través de una cuenta a la vista pagos a terceros, o recibirlos), por
los que ha de satisfacerse comisiones a la entidad por tal servicio (comisión de
mantenimiento, comisiones por operaciones concretas, como ocurre con las
transferencias ordenadas por el cliente o el abono en cuenta de cheques firmados
por terceros).

En los contratos de pasivo surge la posibilidad de que por una situación de iliquidez
coyuntural o insolvencia de la entidad, ésta no pueda restituir al cliente los fondos
depositados, por lo que para mitigar este riesgo existen el Fondo de Garantía de
Entidades de Crédito (Real Decreto-ley 16/2011, de 14 de octubre). El importe
garantizado de los depósitos tendrá como límite la cuantía de 100.000 euros o su
equivalente en divisas, por depositante y entidad.

Debe precisarse que esta garantía solo rige para los productos que adoptan la forma
de depósito, no siendo aplicable para otros productos tales como participaciones
preferentes, pagarés u obligaciones subordinadas, razón por la que estos últimos
productos suelen ofrecer un interés superior a los depósitos, pues de su reintegro
solo responde la solvencia de la entidad financiera.

Con la nueva regulación europea de recuperación y resolución de entidades de


crédito, adaptada en España por la Ley 11/2015, de 18 de junio, los depositantes por
encima de 100.000 euros serán incluidos (por lo que exceda de 100.000 €) en los
procesos conocidos como de "ball in" o "rescate interno", junto a los accionistas e
inversores, con el fin de minimizar el coste para los contribuyentes.
En el contrato de activo la entidad entrega dinero (contrato de préstamo) u ofrece su
disponibilidad (contrato de crédito en cuenta corriente, o de crédito en tarjeta),
obligándose el cliente a la restitución de los fondos efectivamente recibidos o
dispuestos, respectivamente, y al pago de intereses y comisiones. En ocasiones
también se cobra al cliente una comisión por la mera disponibilidad de los fondos,
aunque no haga uso de tal facultad, como ocurre en las pólizas de crédito en cuenta
corriente, que son uno de los productos más demandados por los empresarios y
autónomos para financiación a corto plazo, a fin de hacer frente a los desfases de
tesorería. Los contratos de activo generalmente están autorizados o intervenidos por
un notario (escritura o póliza), para reforzar la garantía de recuperación de las
sumas debidas en caso de impago por el prestatario o acreditado, pues de esta
forma se abre la vía del juicio ejecutivo.

En el contexto de la reciente crisis económica y financiera, muchas empresas y


profesionales han visto limitado el acceso al crédito (sin margen de reacción).
Por esta razón, la Ley 5/2015, de 27 de abril, de fomento de la financiación
empresarial, establece la obligación de las entidades de crédito de notificar a las
pequeñas y medianas empresas, por escrito y con antelación suficiente, su decisión
de cancelar o reducir significativamente el flujo de financiación que les hayan venido
concediendo. La finalidad de esta medida es que las empresas dispongan de
suficiente tiempo para hallar nuevas fuentes de financiación o para ajustar su gestión
de tesorería. Adicionalmente, las entidades de crédito deberán facilitar, en un
formato estandarizado según los criterios del Banco de España, información sobre
su situación financiera e historial de pagos, y un informe de su calificación crediticia,
todo lo cual redundará en una más sencilla búsqueda de nuevos financiadores, pues
dicha documentación permitirá a estos el inmediato análisis de la trayectoria de la
empresa y de los riesgos, efectivos y potenciales, asociados a su actividad,
liberándolos de acometer este estudio partiendo de cero.

En otro sentido, la Ley 5/2015, para facilitar el acceso a liquidez por los empresarios
y procurar una menor dependencia del canal de financiación bancario, incentiva que
las empresas puedan emitir bonos para su suscripción directa por los inversores, y,
para cantidades más modestas, regula las conocidas como plataformas de
financiación participativa (“crowdfunding”), que se sujetan a rigurosos requisitos y a
la supervisión por la Comisión Nacional del Mercado de Valores y, en menor medida,
por el Banco de España.
Por último, el contrato neutro o de servicios es aquel que tiene por objeto la
prestación de un servicio bancario por la entidad de crédito, siendo remunerado por
el cliente mediante el pago de una comisión. Este tipo de contratos y servicios están
hoy en expansión. Como ejemplos puede hacerse mención del depósito y la
administración de valores, la transferencia bancaria, la cuenta corriente bancaria (en
la medida en que sirva para ordenar y recibir pagos, prevaleciendo los caracteres de
la comisión sobre los rasgos del depósito), el alquiler de cajas de seguridad, etc.

Se observa como tendencia, igualmente, que las entidades bancarias participan


activamente en la comercialización de productos no bancarios, en sentido estricto,
como son los fondos de inversión, planes de pensiones o seguros. Se trata del
fenómeno conocido como “parabancariedad”, en un contexto de auge de la
desintermediación.

En principio, la forma de los contratos bancarios es libre. Según el Código de


Comercio, para los contratos bancarios rige el principio de libertad de forma, lo cual
debe ser matizado. Hay contratos que necesariamente, por disposición legal, han de
formalizarse por escrito (crédito al consumo), y otros que han de otorgarse en
escritura pública (préstamo hipotecario).

Hay otros contratos que, si bien la legislación mercantil no exige que reúnan
determinada formalidad, la normativa de transparencia y protección de la clientela
requiere que se formalicen por escrito (apertura de cuenta corriente, libreta de
ahorros o emisión de medios de pago vinculados a dichas cuentas), con
determinado contenido (inclusión de la TAE, por ejemplo), e incluso con determinada
estructura contractual (préstamos hipotecarios para adquisición de vivienda, según la
Orden EHA/2899/2011).

Referencia a las normas de consumo

Los empresarios, según la definición del Texto Refundido de la Ley General para la
Defensa de los Consumidores y Usuarios (Real Decreto Legislativo 1/2007, de 16 de
noviembre), no se pueden beneficiar en sus relaciones bancarias de las ventajas
que tienen los consumidores, que son las personas físicas o jurídicas que actúan en
un ámbito ajeno a una actividad empresarial o profesional, es decir, que son
destinatarios finales de bienes y servicios.

Sin embargo, puesto que en las relaciones de la empresa con sus clientes éstos
serán generalmente consumidores, es oportuno dar cuenta, aunque sea
brevemente, de algunas características de la contratación con consumidores, que sí
se deberán tomar en consideración.

El empresario debe facilitar al consumidor, gratuitamente, información previa al


contrato, la cual se referirá, entre otros aspectos, al precio completo del bien o
servicio y al procedimiento para poner fin al contrato. Una vez firmado el contrato, se
habrá de entregar al consumidor un documento que recoja las condiciones
esenciales de la operación, y las condiciones generales de la contratación, caso de
que efectivamente existan. Especial cuidado se ha de tener con la oferta publicitaria,
pues el consumidor podrá exigir al empresario las condiciones ofrecidas, aunque no
se recojan en el contrato formalizado.

El consentimiento del cliente para contratar deberá ser inequívoco, lo que


generalmente supondrá que se haya de recoger por escrito (o, en caso de
contratación verbal, con grabación de la conversación, respetando siempre la
normativa de protección de datos). Se prohíben las cláusulas que impongan
obstáculos desproporcionados para el ejercicio de los derechos reconocidos al
consumidor en el contrato, especialmente el derecho a poner fin al mismo cuando
éste se prolongue en el tiempo, como, por ejemplo, ocurre en un contrato de
suministro de servicios o bienes. El consumidor podrá poner fin al contrato en la
forma en que lo hubiere celebrado.

Los contratos con consumidores se deberán redactar con concreción, claridad y


sencillez, sin reenvíos a otros documentos que no se faciliten previa o
simultáneamente, debiendo ser legibles (una letra demasiado pequeña impediría
cumplir este requisito), quedando excluido el uso de cláusulas abusivas.
Recapitulando, las normas de consumo no se aplicarán por lo general en las
relaciones de las empresas con las entidades de crédito, ni en sus propias
relaciones de negocio con sus proveedores o con clientes no consumidores (que no
sean destinatarios finales de los bienes o servicios ofertados), lo cual supone para
estos casos el sometimiento a las reglas jurídicas generales del Código Civil, del
Código de Comercio y de otras leyes que puedan resultar aplicables (Ley de
Condiciones Generales de la Contratación).

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