Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
El Acto Político como acto Comunicativo
SEMANA 7
[ COMUNICACIÓN Y SOCIEDAD ]
La
presente
unidad
marca
como
hipótesis
que
la
acción
política
es
la
tensión
entre
sujetos
que
propenden
por
estrategias
de
articulación
práctica
para
convivir
y
establecer
futuros
posibles,
lo
cual
requiere
repensar
la
emancipación
social
y
su
expresión
en
movimientos
sociales.
Desde
la
perspectiva
social
o
sociopolítica,
analiza
las
marcas
que
estas
tensiones
dejan
en
la
comunidad,
pueblo,
nación,
sociedad
civil,
etc.,
pero
también
sus
aspiraciones,
anhelos
y
expectativas.
Tendremos
como
referencia
autores
con
larga
trayectoria
en
estudios
de
comunicación
como
Dominique
Wolton,
quien
nos
introduce
en
la
relación
comunicación
y
democracia.
Insistimos
en
los
planteamientos
del
profesor
Jesús
Martín
Barbero,
quien
avizoró
desde
mediados
de
la
década
del
90
del
siglo
pasado,
las
crisis
y
vacíos
de
gobernabilidad
a
expensas
de
la
emergencia
de
los
fenómenos
comunicativos,
hasta
llegar
a
identificar
la
crisis
de
la
representación
política
en
el
marco
democrático
de
los
países
latinoamericanos.
Finalmente,
retomaremos
tesis
del
sociólogo
y
filósofo
portugués
Boaventura
de
Sousa
Santos
a
través
de
las
cuales
se
precisa
esa
noción
y
alcance
de
emancipación
social,
pauta
que
surgió
desde
la
teoría
crítica
impulsada
por
Habermas
y
Horkheimar
específicamente.
2 [ POLITÉCNICO GRANCOLOMBIANO]
Objetivos
Semana
7
Semana 8
[ COMUNICACIÓN Y SOCIEDAD ] 3
Semana
9
Acción
política
4 [ POLITÉCNICO GRANCOLOMBIANO]
Lo
que
estamos
afirmando
es
que
la
acción
política,
determina
la
situación
de
la
comunidad
en
sus
condiciones
de
bienestar
o
bienvivir
<nota
por
referenciar>.
Implica
relaciones
de
poder,
es
decir,
gobiernos,
gobernados
y
gobernantes,
y
las
tensiones
propias
que
existen
y
puedan
darse
entre
estos
como
conflictos,
represiones,
oposiciones,
representaciones.
Ahora
bien,
lo
político
no
implica
necesariamente
consenso,
pero
sí
procedimiento,
soportado
en
una
filosofía
política.
Esto
quiere
decir
que
la
política
tiene
como
fin
la
acción
o
cadenas
de
acciones
mediante
las
cuales
se
pone
de
manifiesto
el
pensamiento
y
la
ideología
de
sus
agentes
(agentes
políticos:
que
pueden
entenderse
como
agentes
de
comunicación
en
la
perspectiva
de
Giddens).
Esta
filosofía
puede
que
no
esté
escrita
pero
sí
preestablecida
y
forma
parte
del
acervo
colectivo,
lo
cual
hace
de
la
política
una
forma
de
expresión
de
las
identidades
a
través
de
los
conflictos
o
situaciones
que
exigen
la
actuación
de
una
comunidad,
pueblo
o
nación.
Podemos
suponer
que
la
política
es
una
manera
de
actuar
con
base
en
principios
que
fundamentan
una
cultura,
nación
o
pueblo.
[ COMUNICACIÓN Y SOCIEDAD ] 5
Recuperamos
esta
afirmación
de
Dominique
Wolton:
“la
comunicación
no
es
la
perversión
de
la
democracia
sino
la
condición
de
su
funcionamiento.
No
hay
democracia
de
masas
sin
comunicación,
y
por
ésta
debe
entenderse
no
solo
los
medios
y
las
encuestas,
sino
también
el
modelo
cultural
favorable
al
intercambio
entre
las
élites,
los
dirigentes
y
los
ciudadanos1.
Siguiendo
al
profesor
francés,
la
comunicación
cumple
una
doble
dimensión,
pues
por
una
parte
es
normativa
y
funcional:
“hoy
todo
es
complicado
y
lejano,
y
no
siempre
se
percibe
que
el
modelo
normativo
de
la
comunicación
y
las
diversas
herramientas
que
lo
instrumentan
son
también
la
manera
de
reducir
las
distancias
entre
dirigentes
y
dirigidos2”.
El
supuesto
es
que
a
través
de
la
comunicación
el
ciudadano
puede
comprender
la
realidad
social,
cultural,
económica
y
política,
que
resulta
compleja,
y
donde
la
tarea
es
simplificar
y
racionalizar.
El
segundo
problema
que
anuncia
Wolton
es
la
doble
crisis
que
atraviesan
la
representación
y
la
soberanía
donde
según
él
la
comunicación
relativiza
los
efectos
negativos
“ya
no
se
distinguen
muy
bien
los
criterios
que
estructuran
las
representaciones
sociales
de
nuestra
sociedades,
ni
los
criterios
ideológicos
sobre
los
cuales
asentar
la
representatividad
política,
ya
que
las
fuerzas
políticas
son
favorables
al
cambio
y
a
la
modernidad…
La
crisis
de
la
soberanía
concierne,
en
cambio,
a
la
relación
de
las
sociedades
con
el
exterior.
¿Qué
queda
de
la
soberanía
nacional
en
las
economías
interdependientes
en
las
que
denomina
un
modelo
de
sociedad
abierta?
Esta
crisis
de
la
soberanía
está
directamente
ligada
a
la
crisis
de
la
identidad
nacional…3”
(Wolton,
2007).
1
WOLTON, Dominique. Pensar la comunicación. Buenos Aires: Prometeo libros, 2007
2
(ibíd.)
3
(ibíd.)
6 [ POLITÉCNICO GRANCOLOMBIANO]
Este
efecto
negativo
exige
para
nuestro
autor
revisar
conceptos
como
el
de
espacio
público,
toda
vez
que
en
éste
se
da
la
“transición
de
la
sociedad
civil
a
la
sociedad
política,
en
la
medida
en
que
la
mayoría
de
los
problemas
de
la
sociedad
ocurren
en
el
espacio
público
y
se
discuten
contradictoriamente.
Si
se
quiere
evitar
una
ampliación
infinita
de
este
espacio
público,
es
necesario
limitarlo.
Para
ser
claro,
el
riesgo
es
que
el
vocabulario
y
las
Espacio público como
dicotomías
políticas
invaden
todo
el
espacio
público
y
se
vuelvan
el
único
modo
de
aprehensión
de
la
realidad.
Para
espacio político.
conjurar
esta
unidimiensionalizaciòn,
es
necesario
El sistema de espacios
mantener
las
distancias
entre
las
diversas
referencias
públicos ha de permitir la
necesarias,
culturales,
simbólicas,
religiosas
o
estéticas,
expresión colectiva, las
sin
las
cuales
no
existe
funcionamiento
de
una
sociedad,
a
manifestaciones
fortiori
democrática.”
cívicas, la visibilidad de los
diferentes grupos sociales,
Ilustración
1.
El
espacio
público
es
político
por
cuanto
es
espacio
de
tanto a escala de barrio
expresión
de
intereses
que
pugnan
en
una
sociedad
como de centralidad urbana.
El espacio público como
lugar de ejercicio de los
derechos es un medio para
el acceso a la ciudadanía
para todos aquellos que
sufren algún tipo de
marginación o relegación. Es
la autoestima del
manifestante en paro que
expresa un sueño de
ocupante de la ciudad, que
es alguien en ella y no está
solo.
(Borja,
2000)
Fuente:
1http://t1.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcSa_335YdyrHbF9d2Qb
3PFiz-‐4aDiAFvws1ZifdVwE7Cl7leaqzKA
mayo
de
2012
En
efecto,
el
espacio
público
como
dominio
público,
se
caracteriza
por
su
accesibilidad
y
facilidad
para
permitir
relaciones
sociales.
La
calidad
del
espacio
público,
se
evalúa
por
la
intensidad
de
esas
relaciones
y
por
la
capacidad
de
estimular
las
expresividades
y
manifestaciones
culturales
potenciadores
de
identidades
e
imaginarios
simbólicos.
Esto
es
lo
que
en
materia
de
comunicación
puede
interesarnos,
y
es
el
encuentro
autentico
de
esas
subjetividades
que
para
el
asunto
político
implica
encuentro
en
lo
discursivo.
[ COMUNICACIÓN Y SOCIEDAD ] 7
Ilustración
2.
El
espacio
público
se
considera
como
escenario
para
fortalecer
la
democracia.
La
imagen
corresponde
a
una
manifestación
promotora
de
la
salida
del
líder
político
Hosni
Mubarak
en
2011
Fuente:
http://t2.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcTyQfA7mxSwQDKwna0j0t-‐b4RtuHdsdmrVMmMattKZqAbzHpJ-‐MCA
Ciudadanía
y
participación
Entra
en
el
escenario
de
lo
público
esta
articulación
que
obliga
a
indagar
por
la
ruta
de
construcción
tanto
de
lo
ciudadano
como
de
la
participación,
y
su
síntesis
que
denominamos
participación
ciudadana.
Los
múltiples
conceptos
dados
al
término
ciudadanía
dejan
ver,
no
sólo
la
diversidad
de
comprensiones
y
sentidos
dados,
sino
también,
la
ambigüedad
que
él
puede
implicar.
A
8 [ POLITÉCNICO GRANCOLOMBIANO]
propósito
de
ello,
Pérez
Luño
(como
se
citó
en
Robles,
2010),
plantea
que
este
suele
tener
múltiples
usos
lingüísticos
que
incluyen
lo
-‐descriptivo-‐prescriptivo-‐,
el
conjunto
de
normas
que
regulan
el
status
jurídico-‐político
de
los
ciudadanos
por
un
lado
y,
por
otro,
el
significado
deontológico
de
un
modelo
ideal
de
status
que
debiera
reconocerse
a
los
miembros
de
una
sociedad
política;
lo
-‐teórico-‐pragmático-‐
relacionado,
por
un
lado,
con
la
amplia
conceptualización
y
las
aportaciones
doctrinales
dadas,
no
sólo
por
la
política,
sino
también
por
diversas
ciencias
sociales
y,
con
el
uso
de
la
ciudadanía
como
bandera
en
determinadas
situaciones
político-‐jurídicas;
lo
-‐natural-‐político-‐,
es
decir,
la
concepción
de
la
ciudadanía
como
una
condición
innata
de
las
personas
dentro
de
su
grupo
cultural,
por
el
contrario,
que
exige
una
identificación
política
en
el
marco
de
una
relación
contractual
entre
comunidad
y
sus
miembros;
lo
-‐global-‐local-‐,
que
desde
la
visión
global
confiere
a
todos
los
seres
humanos
los
derechos
fundamentales,
mientras
que
desde
la
visión
local,
que
determina
los
derechos
de
participación
democrática
en
función
del
vínculo
de
pertenencia
a
una
organización
política.
Finalmente,
lo
-‐universal-‐particular-‐
que,
por
un
lado,
proclama
la
existencia
de
una
ciudadanía
universal
o
planetaria
y,
por
otro
lado,
la
concepción
de
que
la
ciudadanía
sólo
se
da
en
el
marco
de
un
Estado.
En
la
actualidad,
más
allá
de
los
conceptos
que
denotan
una
categoría
forjada
en
la
tensión
exclusión-‐inclusión,
la
condición
de
la
ciudadanía
atraviesa
por
grandes
desafíos
y
limitaciones:
desafíos
frente
a
la
convivencia
justa,
pacífica
y
sostenible
y
limitaciones
en
cuanto
ha
sido
excluyente,
generando
ciudadanos
de
segunda
y
tercera
clase
de
acuerdo
con
su
origen
(de
clase,
etnia,
nacionalidad
o
sexo),
su
status
político,
su
formación
académica,
su
posición
y
su
capacidad
económica
(ciudadano
como
cliente
consumidor),
entre
otros.
[ COMUNICACIÓN Y SOCIEDAD ] 9
Reducción de lo “político” bajo la categoría “sistema de representación”
Fuente:
2
http://t2.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcRyylhx1ItD8MFLTBQIkIFVYcvVXrMZoXvpgLRHsd53tSd_YM3U
4
Este documento se pude revisar en su versión completa en:
http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/902/90201203.pdf
5
Licenciada
en
Sociología,
Universidad
de
Concepción.
Concepción,
Chile.
E-‐mail:
kavalenzuela@udec.cl
10 [ POLITÉCNICO GRANCOLOMBIANO]
De
acuerdo
con
Vila
(2003),
la
generalización
de
la
producción
mercantil
requería
de
una
nueva
relación
política
que
estaba
en
contradicción
con
el
orden
corporativista
y
de
sufragio
restringido
instalado
por
el
nuevo
poder
burgués.
Esta
contradicción
fue
resuelta
históricamente
con
la
extensión
del
sufragio
universal.
De
esta
manera,
la
escisión
del
sistema
capitalista
en
las
esferas
de
la
“economía”
y
de
la
“política”,
o
de
la
“sociedad
civil”
y
el
“Estado”,
da
origen
al
partido
político,
como
mediador
entre
ambos.
Pero
este
paradigma
representativo
no
sólo
orientó
a
la
clase
dominante,
ya
que,
siguiendo
la
argumentación
de
Vila
(2003),
el
movimiento
obrero
del
siglo
XIX,
al
incorporarse
a
la
lógica
de
la
democracia
representativa
(formación
de
partidos
obreros),
restó
fuerza
a
la
posibilidad
de
otro
camino
que
ya
había
sido
planteado
por
las
masas
insurrectas
en
los
años
de
la
Revolución
Francesa:
la
democracia
directa.
Sin
embargo,
este
impulso
contra
la
representación
siguió
estando
presente
en
la
Comuna
de
París
de
1871,
en
los
soviets
de
1905-‐1917,
en
los
consejos
alemanes
e
italianos
de
los
años
20,
en
los
libertarios
españoles
del
36,
en
la
asonada
de
mayo
del
68,
en
los
cordones
industriales
de
Chile
(1970-‐
1973),
entre
otros.
En
una
línea
similar
se
ubica
la
argumentación
de
Urrutia
(2004),
al
señalar
que
si
bien
la
“política”
comprende
el
conjunto
de
praxis
con
las
que
se
gestiona
colectivamente
el
poder,
la
ciencia
que
ha
reclamado
a
la
política
como
su
objeto
propio,
lo
ha
hecho
acotando
esta
generalidad
en
la
categoría
de
“sistema
político”
propuesta
hace
más
de
medio
siglo
por
el
estadounidense
David
Easton.
Es
por
esto,
señala
Urrutia
(2004),
que
la
“política”
ha
quedado
muchas
veces
reducida
a
las
alternativas
de
la
administración
estatal,
a
los
actos
de
gobierno,
y
sobre
todo
a
los
problemas
corporativos
en
la
formación
de
la
ley
y
sus
instituciones.
Esta
reducción
de
“lo
político”
estaría
corroborando
la
tesis
de
Urán
(2002),
quien
señala
que
la
“política”,
en
tanto
concepto
históricamente
producido,
opera
como
saber
decir-‐hacer,
como
[ COMUNICACIÓN Y SOCIEDAD ] 11
Por
lo
tanto,
y
si
consideramos
que
la
idea
de
política
centralizada
alrededor
de
un
ejercicio
de
poder
representativo
constituye
sólo
una
concepción
dominante
de
ésta,
es
predecible
la
existencia
de
“otras
políticas”,
o
más
bien,
de
“micropolíticas”,
cuyo
“poder
no
es
el
Estado,
ni
el
aparato
gubernamental
ni
la
ley6”.
Lo
anterior
nos
permite
pensar
una
política
minoritaria
que
no
busca
los
centros
de
poder,
no
busca
el
control
de
lo
social
desde
un
lugar
central,
no
busca
mecanismos
burocratizados
en
la
administración,
no
pasa
por
un
aparato
tipo
partido
o
sindicato,
y
se
constituye
en
conciencia
por
fuera
de
la
autoridad
(Garavito,
1999).
Rastreando
prácticas
políticas
al
margen
del
sistema
de
representación
en
América
Latina
De
acuerdo
a
Urrutia
(2006),
importada
del
68
europeo,
la
noción
de
movimiento
social
vino
a
introducir
en
América
Latina
una
discontinuidad
en
el
espacio
discursivo
de
las
luchas
contra
la
opresión
social,
al
romper
la
imagen
de
continuidad
histórica
asignada
a
la
lucha
de
clases.
Para
este
autor,
las
prácticas
no
discursivas
de
las
luchas
contra
la
opresión
en
América
Latina
que
no
encontraban
cabida
en
el
discurso
de
la
lucha
de
clases,
se
pueden
rastrear
principalmente
en
la
ruralidad.
Sin
embargo,
la
asimilación
de
los
enunciados
de
los
movimientos
sociales
tuvo
su
máxima
potencia
disruptiva
cuando
el
espacio
de
las
luchas
contra
la
opresión
comenzó
a
ser
designado
bajo
el
nombre
tourainiano
de
movimiento
popular.
Si
bien,
a
fines
de
los
70
aún
se
esperaba
un
nuevo
movimiento
obrero-‐
sindical
que
encabezara
las
luchas
contra
las
dictaduras
latinoamericanas,
lo
que
realmente
surgió
fueron
movimientos
más
heterogéneos
que
en
casos
como
Brasil
presentaron
un
fuerte
componente
rural
(MST),
mientras
que
desde
Bolivia,
Perú
y
hasta
América
Central
este
componente
rural
se
confundió
muy
fuertemente
con
el
étnico.
Los
antiguos
frentes
de
lucha
devinieron
por
sí
mismos
en
movimientos
con
características
propias
durante
los
años
80,
los
movimientos
barriales,
los
movimientos
de
los
sin
hogar,
los
movimientos
de
mujeres,
los
movimientos
de
campesinos,
los
movimientos
estudiantiles
y,
por
6
(Garavito, 1999:115).
12 [ POLITÉCNICO GRANCOLOMBIANO]
supuesto,
los
movimientos
de
trabajadores,
aunque
para
entonces
en
un
proceso
de
apertura
que
en
muchos
casos
trascendió
el
sindicalismo
burocrático
y
de
compromiso.
Para
Urrutia
(2006),
la
condición
consensuada
para
las
transiciones
democráticas
en
América
Latina
implicó
desplazar
de
la
escena
a
los
movimientos
sociales
que
no
habían
logrado
una
dinámica
política
propia
que
les
permitiera
sostenerse
sin
la
representación
de
sus
respectivos
sistemas
de
partidos.
De
acuerdo
a
este
autor,
es
la
irrupción
del
zapatismo
mexicano
en
1994
lo
que
reavivó
ideológicamente
el
discurso
de
los
movimientos
sociales,
sólo
que
ahora
éste
ya
no
tenía
al
frente
la
formación
discursiva
de
la
lucha
de
clases.
Por
lo
tanto,
el
enunciado
de
los
movimientos
sociales
comenzó
a
mediados
de
los
90
a
remontar
el
vuelo,
“demostrando
entre
sus
ventajas
la
capacidad
de
captar
lo
diverso,
la
transversalidad
en
las
luchas
sociales,
sus
componentes
simbólico
culturales,
la
diversidad
de
objetivos,
estrategias
y
subjetividades
que
pueden
conformar
una
red
más
amplia
de
luchas
sociales”.
Las
luchas
sociales
en
América
Latina
ocurridas
en
la
última
década,
han
gozado
de
características
en
común.
Del
alzamiento
zapatista
en
México,
al
protagonismo
del
Pachakutik
en
Ecuador,
pasando
por
el
argentinazo
del
2001,
y
llegando
finalmente
al
“que
se
vayan
todos”
boliviano;
todas
estas
rebeliones
sociales
merecen
ser
profundamente
analizadas
y
tomadas
en
consideración,
puesto
que
nos
están
alertando
de
los
profundos
cambios
que
asume
hoy
día
la
protesta
social
en
América
Latina.
La
fuerza
del
movimiento
que
emerge
en
América
Latina
surge
de
dos
hechos
fundamentales:
“el
de
estar
naciendo
en
países
y
localidades
diferentes
de
forma
espontánea,
casi
mágica,
es
decir,
sin
ningún
lazo
orgánico
que
los
una,
pero
a
partir
de
una
similitud
de
ideas
que
asombran
en
su
identidad7”.
De
acuerdo
a
este
autor,
la
emergencia
de
nuevas
fuerzas
sociales
revolucionarias
no
es
sólo
la
consecuencia
de
las
transformaciones
tecnológicas,
económicas,
sociales
y
políticas
generadas
por
la
globalización
capitalista.
Es
a
la
vez
el
resultado
de
la
resistencia
y
de
las
luchas
operadas
en
el
mundo
entero
en
estas
dos
últimas
décadas,
que
han
ido
forzando
el
nacimiento
de
una
nueva
subjetividad
revolucionaria
que
ya
no
se
articula
en
torno
a
la
“conquista
del
poder”,
sino
que
avanza
hacia
la
constitución
de
un
contrapoder,
cuyos
rasgos
y
contenidos
están
aún
en
proceso
de
elaboración,
pero
que
distan
mucho
del
concepto
que
sobre
éste
tenía
la
izquierda
tradicional.
7
Vila (2003).
[ COMUNICACIÓN Y SOCIEDAD ] 13