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Yo

Hablé con Óscar Pérez


… Es Hora de Contarlo

Por

Rómulo Hernández


Lo que leerá a continuación, en las siguientes páginas, es una historia que


comenzó de la manera más normal y corriente que usted pueda imaginar. Si
nuestro lector es venezolano podrá identificarla de inmediato. Si por el
contrario usted tiene otra nacionalidad, tal vez no le suene familiar lo que aquí
encontrará, pero con tan solo hacer una mínima consulta a cualquier buscador,
sepa que conseguirá respuestas. Un día cualquiera, mi entrevistado y aquel
hombre joven y de buen porte, topamos en el camino. Ambos, nunca pensaron
que, con el pasar del tiempo, ese encuentro ordinario marcaría la vida de ellos
para siempre. Usted puede valorar esta historia como mejor le parezca. Puede
que la considere un invento del autor, un desvarío que tuvo y luego escribió, o
por el contrario estime que en realidad, todo lo contado aquí, pudo haber
ocurrido entre la persona que logré entrevistar y ese joven que ahora ya no
está. Hay una verdad: después de mucho tiempo y de largas horas de
meditación mi entrevistado decidió contar parte de lo que sabía y yo decidí
escribirlo. Él, está vivo, de quien vamos a hablar, no. Mi entrevistado contará
parte de la historia que logró vivir junto al personaje principal que originó
todo este relato. A este personaje hubo quienes le creyeron. Vieron en él a un
hombre joven, con ideales sinceros y ganas de cambiar a Venezuela. Un ser
humano valiente que arriesgó su carrea profesional de más de 15 años y hasta
su vida. Sin embargo, otros lo juzgaron y cuestionaron desde un principio,
nunca le dieron el beneficio de la duda. De ningún modo confiaron en lo que
hizo, de hecho lo consideraron como una persona utilizada por el gobierno de
Venezuela para desviar la atención de los reales problemas que aquejan al
ciudadano de ese país. Insistieron en que su acción fue creada por los
poderosos aparatos de contrainteligencia oficiales. Sintieron que había una
clara intención de un gobierno tramposo para jugar con el anhelo de un pueblo
desesperado y engañado en repetidas ocasiones. Un país deseoso de salir de la
crisis, pero excesivamente cauteloso, yo diría que en muchos casos una cautela
que raya en una desconfianza enfermiza ante cualquier cosa que ocurra, no
importa si está suficientemente clara, la duda se multiplica sin reparo. Entre
esos que nunca creyeron hubo quienes fueron todavía más lejos, ni siquiera en
los momentos finales de la vida de Óscar Pérez y de los jóvenes que le
acompañaban, abrieron el compás. Cuando el joven piloto mostraba los videos
de sus momentos finales. Cuando grababa, casi que minuto a minuto como los
atacaban las fuerzas de seguridad del Estado venezolano, aun así no dejaron de
cuestionarlo y algunos hasta se burlaron de manera indolente. Al final, unos
pocos de esos incrédulos hicieron el mea culpa público. En ese grupo se
contaron conocidas figuras públicas, periodistas y unos cuantos de los
llamados influencers en las redes sociales. Los arrepentidos admitieron su
error, se lamentaron de lo que habían escrito y, aunque tarde, mostraron un
poco de compasión. Estaban consternados por no haber creído desde un
principio. Si bien lo hicieron, el acto de contrición no pudo ser escuchado o
leído por aquel a quien habían cuestionado sin piedad desde un principio. Él
no estaba, lo habían asesinado como un delincuente ante los ojos de Venezuela
y el mundo.
En el caso de la persona con quien logré conversar, nunca dudó del joven
piloto. Dice que siempre sintió que él, Óscar Pérez, actuaba más allá del show,
que decía la verdad. Nunca pasó por su mente que pudiera tener alguna
relación con el gobierno. No lo dijo después que el tiempo lo demostró,
siempre estuvo seguro que se trataba de un hombre íntegro, con principios.
Otras personas que conversaron conmigo en su momento también son testigos
silenciosos de todas las veces que mi entrevistado y muchas otras personas
manifestaron reservas sobre quienes le cuestionaban sin detenerse a revisar los
hechos con mayor profundidad. A él, a mi entrevistado, se lo decía su
intuición. Asegura que para quienes olfatean las noticias, investigan y son
acuciosos había algo distinto en este joven, algo que lo alejaba de los
laboratorios del gobierno, esos a los que siempre apelaba para confundir a la
gente.
La conversación transcurre en un paraje del cerro El Ávila, una amplia
zona montañosa de Caracas que forma parte de la llamada Cordillera de la
Costa. Quien me cuenta la historia le encanta subir el cerro. Sabas Nieves es
uno de sus lugares favoritos. No entendí el porqué de ese escenario para
conversar, hasta que profundizamos en el tema. Me dice, “este cerro tiene
mucho que ver con lo que te voy a contar, porque en las primeras de cambio
fue el gran protector de Óscar, le sirvió para escapar de sus perseguidores”.
Me dice que desde aquel día cuando el ex funcionario de la Brigada de
Acciones Especiales, BAE, del Cicpc –un grupo de funcionarios
especializados- tomó ese helicóptero y sobrevoló Caracas, supo que ese acto
no era cualquier cosa. Se convenció más aún de eso, cuando revisó la
estrategia implementada desde el gobierno. Ellos, me comenta, no solo
dejaron que la opinión pública descalificara el evento, sino que dirigieron
todos sus esfuerzos de manera sigilosa, para sembrar dudas y multiplicar las
críticas. Con absoluta premeditación decidieron no aclarar nada, así la gente se
quedaría con la idea inicial: Óscar era un “actorcito”, un hombre salido de las
filas del gobierno, era lo que en Venezuela se ha puesto de moda con la llegada
de la revolución: un trapo rojo. Ese comportamiento del gobierno hizo que mi
entrevistado se interesara aún más por averiguar, por ir más allá de eso que
pululaba en gran parte de la opinión pública.
Después de pensarlo durante muchas noches con su almohada, decidió
contar la historia, por lo menos lo que dice saber. Cuando nos encontramos en
el cerro, está nervioso, no hay peligro donde decidimos encontrarnos, pero
todavía no ha concretado su salida del país y por eso me pide que nada de lo
conversado sea publicado hasta que él esté seguro, fuera de Venezuela. Lo
pensó mucho para dar el paso, al final lo hizo y ahora yo puedo contarlo, hace
unos meses se encuentra en el algún país de América Latina. Hoy me toca
presentar parte de esa historia de la cual él fue testigo privilegiado. Esa que le
permitió establecer contacto con uno de los hombres más buscados por la
inteligencia del gobierno en la Venezuela contemporánea. Un funcionario
sobre quien, algún día, se sabrá con detalle quiénes le acompañaron realmente,
hasta dónde llegaban sus relaciones fuera y dentro del país. Quienes fueron sus
asesinos, quien o quienes dieron la orden y se puedan conocer los rostros de
esos homicidas.
Lo primero que quiso contarme Junior – así llamaré a la persona que relata
esta historia por razones de seguridad- es público, lo saben quiénes siguieron
el caso de cerca. Lo hago porque para él fue el inicio de la nueva etapa que
vivió muy cerca del personaje central de esta historia, cuestionado por algunos
y reivindicado por otros. El momento se remonta a un viaje que Junior hizo
hasta la zona norte costera del estado Vargas, en la comunidad de Osma.
Detalla que en ese lugar fue localizado el helicóptero del Cicpc que aquel 27
de junio, por cierto día del periodista, había pilotado Óscar Pérez. El hallazgo
lo anunció el propio vicepresidente de la República para el momento, Tarek El
Aisami. El sitio era sumamente intricado para aterrizar una aeronave, aunque
un experto en helitáctica como Óscar no tuvo dificultad alguna para lograrlo.
Para él debió haberse tratado de una práctica más. El helicóptero estaba intacto
y sus tripulantes se habían esfumado. Todo indicaba, como después ellos
mismos lo confirmaron, que la espesa zona boscosa les sirvió como una vía
segura de escape.
Allí en Osma, Junior habló con varios lugareños. Le demostraron que en la
zona reinaba el asombro por lo ocurrido, pero también la prudencia. Nadie
quería darle detalles sobre el caso del helicóptero y menos sobre cómo había
llegado hasta allí. Todos evadían la pregunta cuando les consultaba si habían
escuchado o visto algo. Si insistía en preguntar detalles acerca de los
tripulantes el silencio se hacía más profundo. Los pobladores poco sabían que
a esas personas que habían llegado en ese helicóptero, el gobierno las había
calificado como terroristas, pero la intuición de los lugareños les decía que era
mejor no hablar de eso y así garantizar la seguridad de todos. Por supuesto,
nadie en la zona quería que alguno de los centenares de funcionarios que
llegaron a tomar el pueblo después del hallazgo, le tocara la puerta de la casa,
sobre todo porque el historial de la saña con la cual actúan no es cuento.
Cinco días después de haber visitado el lugar, Junior se enteró que el dueño
de la parcela en la cual Óscar aterrizó el helicóptero, Reinaldo Reyes Castillo,
iba a ser presentado en los tribunales militares. Dice que la noticia le asombró.
O el señor Castillo era muy buen actor o desde el poder necesitaban apresar al
primero que se consiguieran. Tal vez necesitaban amedrentar y sobre todo
enviar un mensaje a quien pudiera estar vinculado con el caso. Junior y el
señor Reinaldo habían conversado largamente porque cuando él visitó la
población de Osma, fue una de las pocas personas que accedió a hablar con él.
Lo que había percibido en el señor Castillo en ese encuentro, era un hombre
humilde, nativo del pueblo, dedicado al conuco y a su familia. Junior dice que
nunca mostró ninguna evidencia de conocer a quienes habían utilizado su
parcela como helipuerto. Por el contrario estaba asombrado de lo que había
pasado en su conuquito, de hecho él no se encontraba allí cuando Óscar y sus
compañeros aterrizaron. Sabía poco o nada sobre lo ocurrido en Caracas con el
funcionario del Cicpc y su grupo. Junior continúa relatando parte de ese
encuentro y de pronto se pregunta cómo debió haberse sentido el señor
Castillo, un hombre tan humilde, cuando los funcionarios del Sebin (policía de
investigación política) llegaron a su casa y se lo llevaron prácticamente
secuestrado. Cuenta que los pobladores lo decían muy bajito, pero todos
coincidían en que lo de Castillo se trataba de un vulgar secuestro. Ese grupo
de funcionarios se lo llevó sin orden de aprehensión, sin que su familia supiera
nada, porque en realidad se enteraron de lo que había ocurrido con Castillo
cuando apareció en el tribunal militar. Lo habían trasladado hasta allí para
imputarlo por la presunta complicidad con Óscar Pérez y sus acompañantes.
Fue tratado como si conocía los planes del ex funcionario siendo que nunca
había, ni siquiera, hablado con él.
Junior no volvió a ir al pueblo para evitar cualquier vínculo. Ya lo habían
visitado varias veces y eso de estar preguntando por un caso tan complicado
no solo lo ponía en riesgo a él, sino también a la gente con quien conversaba.
A distancia se enteró, como el resto del país, porque fue una noticia pública,
que el humilde propietario de la parcela estuvo detenido durante 49 días y
después le fue otorgada una medida sustitutiva de libertad con régimen de
presentación. Junior reflexiona sobre “esa maldad” que le hicieron a Castillo
porque según su apreciación cualquiera que lo hubiese conocido habría podido
percibir sin mayor esfuerzo que ese pobre hombre era inocente. Habría podido
confirmar que nada tenía que ver con los señalamientos que le imputaba la
policía política venezolana, el Sebin. La verdad es que se había tratado de una
mala pasada del destino, dice Junior. El grupo de hombres que usó la parcela
de Reinaldo y que ahora el gobierno buscaba hasta debajo de las piedras, había
escogido el lugar al azar. Por aquello de la “mala suerte” a Reinaldo le tocó
sentir de cerca la mano de hierro del gobierno. Esa misma mano de hierro que
ahora buscaba en silencio, sin mucha alharaca, pero sí con muchísima
insistencia a Óscar Pérez y a su grupo.


Óscar reaparece

Al quinto día de haber sobrevolado Caracas, Óscar reapareció. Así como el


país, Junior se enteró del asunto por las redes sociales. Para ese momento no
había tenido contacto con el piloto. Según Junior, con ese video Óscar había
despejado muchas dudas. Pero no todos lo creían así, para los detractores del
ex funcionario solo se confirmaba el montaje. Justificaban la afirmación
porque les resultaba curioso cómo a Óscar le había hecho tan fácil escabullirse
y burlar el aceitado aparato de seguridad del gobierno. En el video, el piloto,
justo narraba la travesía que junto a sus compañeros le tocó hacer luego del
aterrizaje para poder escapar. Junior precisa que unas de las cosas que no
olvida de ese discurso post-sobrevuelo fue cuando Óscar dio su versión de lo
ocurrido y desmintió la matriz de opinión difundida por el gobierno según la
cual ellos habían disparado contra la sede del Tribunal Supremo de Justicia de
Venezuela, ubicado en Caracas. “Todo resultó como lo planificamos”, decía
Óscar en parte del video y resaltaba que no hubo daños colaterales ni víctimas
que lamentar: “no somos unos asesinos como lo son usted, señor Nicolás
Maduro, como lo son usted, Diosdado Cabello, que enlutan todos los días
hogares venezolanos”. Eso era suficiente para Junior, el ex funcionario del
Cicpc daba la cara y lograba que el video se viralizara rápidamente. Un tiempo
después, Junior asegura que pudo confirmar con algunas pocas personas del
entorno del joven policía que en ese material audiovisual Óscar había evitado
dar detalles de todo lo que vivieron al cruzar la extensa zona de la Cordillera
de la Costa para poder llegar a salvo a Caracas.
Junior tampoco olvida detalles de la segunda aparición de Óscar. Tal como
ocurrió con la primera, el piloto fue nuevamente cuestionado. La opinión
pública volvió al ataque. Le resultaba sospechoso que ese ex funcionario no
fuera capturado pese a que un importante número de efectivos militares de
contrainteligencia, así como de otros grupos de seguridad, estaban tras su
pista. Comentarios iban y venían sobre el tema y nuevamente el gobierno
guardó silencio. Ningún funcionario comentó nada sobre el video. Para Junior
continuaba el plan inicial de avivar la confusión: dejar que la propia opinión
pública se encargara de alimentar las dudas sobre el piloto y restarle
credibilidad a todas sus acciones. Pocos se detuvieron a pensar que no se
trataba de un funcionario cualquiera, era un hombre formado en operaciones
especiales. Sus 15 años dentro del Cicpc hacían la diferencia. Además había
heredado de su padre, quien también perteneció a ese cuerpo policial, la
pericia y la formación necesarias para resguardarse y burlar a quienes lo
rastreaban. Eso, explica Junior lo impulsaba a seguir insistiendo en hacer todo
lo que estuviera a su alcance para establecer contacto con ese hombre que
ahora, para bien o para mal, llamaba la atención de muchos. La verdad a
Junior no le fue nada fácil lograrlo. Dos razones lo complicaban: el entorno de
Óscar Pérez era sumamente cuidadoso en suministrar detalles, por razones
obvias y, la propia seguridad de Junior podía estar en juego; se trataba de uno
de los hombres más buscados y ningún organismo de seguridad iba a creerle a
Junior que su interés solo era investigar y que se supiera la verdad detrás de lo
ocurrido aquel 27 de junio.

Un primer contacto

Cuenta Junior que una noche mientras descasaba en su casa, recibió un


mensaje. Una persona se comunicó con él y le informó que tenía en sus manos
un video que a esta persona le habían pedido entregarlo a Junior. Él le solicitó
detalles a dicha persona que lo había contactado. Ni su informante, ni el
propio Junior tenían confianza en que la vía por la cual se comunicaban en ese
momento fuera segura. Ambos acordaron utilizar una aplicación que
supuestamente podía permitirles hablar con mayor tranquilidad y con lo cual
el informante pudiera explicarle a Junior de qué iba “tanto misterio”. Dice él
que de esa manera se dio cuenta que no se trataba de cualquier cosa. La
conversación durante la llamada confirmó sus sospechas. Esa persona con
quien él hablaba contaba con cierta cercanía al entorno de Óscar Pérez y sabía
que él, Junior, tenía la intención de hacer contacto con el piloto. Señala Junior
que el informante le comunicó en ese momento que el propio Óscar había
pedido le hicieran llegar el video. Junior dice que eso lo sorprendió muchísimo
y que lo hizo entrar en pánico. Si Óscar sabía de sus intenciones de establecer
contacto con él igual podía saberlo el gobierno. No era descabellado pensarlo.
Además temía por momentos que fuese un “peine” del aparato de seguridad
del Estado para involucrarlo con el grupo. Sin embargo, dice que siguió
adelante y accedió a recibir el video considerando todas las medidas de
seguridad necesarias.
En el material Óscar pedía apoyo. Quería que fuera difundido entre artistas
y personas influyentes que pudieran hacerlo viral. La clara intención era
contrarrestar esa campaña surgida de un sector de la opinión pública que
dudaba de su integridad y la de sus compañeros. Confiesa Junior que no supo
qué hacer después de verlo. Compartirlo no era fácil, con quién iba a hacerlo.
Eso representaba un peligro inminente, lo más seguro era ocasionara muchas
preguntas que sin duda no iba a poder responder. Por ejemplo de dónde lo
había sacado y quién se lo había hecho llegar. En definitiva no era seguro y al
final decidió guardarlo. Dos días después Junior se comunica de nuevo con la
persona que lo había contactado. Le pide que explique a Óscar las razones por
las que había decidido de no enviarlo a otras personas. Al final el tiempo
demostró que él no había sido el único en recibir y guardar el video porque el
mismo circuló en redes luego del asesinato de Óscar y sus compañeros en la
llamada “masacre de El Junquito”.

El cara a cara

El 13 de julio Óscar vuelva a aparecer, esta vez no lo hizo a través de un


video. En carne y hueso se hizo presente en Altamira, una zona ubicada al este
caraqueño en la que en años anteriores sucedieron muchas manifestaciones
contra el gobierno. Justo ese día cuando Óscar reapareció se celebraba una
concentración-marcha por los caídos en las protestas y que había sido
convocada por la Mesa de la Unidad Democrática (una coalición de partidos
de oposición que coordinó distintas acciones contra el gobierno de Nicolás
Maduro en 2017). Cuando Junior lo vio en ese lugar quedó sorprendido. No
podía creer que se había atrevido a aparecer en medio de una protesta donde
siempre se colaban funcionarios del Sebin camuflados como civiles entre los
manifestantes. Salió de la nada. Declaró ante los pocos medios que estaban
presentes en el momento y luego se esfumó. Quienes participaban en el evento
nunca supieron cómo llegó y menos como se fue.
Pasaron los días y Junior me comenta que no estaba dispuesto a claudicar
ante la idea de establecer contacto con el joven piloto. Menos cuando ya sabía
que su entorno estaba al tanto de esas intenciones. Con todo lo que había
ocurrido y sobre todo después de lo que hizo en Altamira, necesitaba como
ciudadano y sobre todo como investigador hablar con ese hombre que
levantaba la esperanza a algunos y sembraba dudas en otros tantos. Después
de unas cuantas semanas y de buscar caminos y rendijas, en un procedimiento
que no quiso detallarme por razones de seguridad, Junior logró lo que por
tanto rato había deseado, establecer contacto directo con Óscar Pérez. A todo
riesgo, le hizo llegar su número telefónico y a las pocas horas de haberlo
hecho, Óscar lo llamó. No sabía que se trataba de él porque cuando Junior
recibió la llamada notó que en la pantalla de su celular aparecía un número
internacional. Atendió con dudas sobre quién podría ser y cuando escuchó la
voz le resultó familiar, entonces preguntó:
- ¿Quién habla?
- Hermano, soy yo
- ¿Quién? –dice que hizo una pausa y preguntó ¿Óscar?
- Sí hermano, soy yo.
- ¿Pero estás fuera del país o qué?
- No hermano, solo que por seguridad tengo un número que me mandaron
desde el exterior, así es mejor para que no ubiquen la llamada. Estoy aquí en
el país, nunca me he ido ni me iré.
Cuenta Junior que esa conversación duró unos pocos minutos. No tenía
confianza pese a que supuestamente era un número seguro. Hablaba con un
hombre bajo la lupa de los más peligrosos verdugos y eso no era para
desestimarlo. Junior le insistió a Óscar sobre ese temor, pero él lo instaba a
quedarse tranquilo porque no había razón para cual preocuparse. Lo serenaba
asegurando que él había tomado todas las medidas de seguridad pensando en
ambos. Durante la tertulia hablaron muchas cosas, de su estado de ánimo ante
las constantes críticas de un sector de la opinión pública, de sus otros
compañeros, de su familia y sobre el porqué había dado ese paso tan peligroso
que ahora lo tenía en la clandestinidad, entonces Junior dice que lo
interrumpió:
-Hermano, alguien tenía que hacerlo. No podemos dejar que estos
mafiosos, narcotraficantes sigan destruyendo el país, sin que nadie haga
nada.
Aprovechó para consultarlo sobre lo ocurrido el 27 de junio. Quería saber
por qué no se sumaron otros funcionarios de los distintos cuerpos de seguridad
el día del sobrevuelo como él lo anunciaba en su primer comunicado público.
Cuenta Junior que recuerda con suma claridad que en ese momento guardó
unos segundos de silencio antes de responder. Con voz reflexiva le dijo: “se
echaron para atrás”. Esa corta expresión hizo entender a Junior que lo habían
dejado solo. Al parecer hubo compromisos iniciales que al final no fueron
cumplidos. Sin embargo, él estaba convencido que era cuestión de tiempo para
que se sumaran nuevos aliados.
- Hay gente dispuesta hermano, pero se necesitan bolas para dar ese paso.
Fíjate, nosotros lo arriesgamos todo. Nuestras familias están siendo
asediadas. En mi caso logré sacar a mi esposa con los chamos y a mi mamá.
La familia de los otros compañeros está siendo presionada para que digan
dónde estamos, pero nuestras familias no saben nada. Cuando uno va a dar
un paso así, nunca se lo cuenta a la familia.
Según Junior la conversación terminó con el ofrecimiento de que ambos
pudieran continuar en contacto. Óscar le pidió que se cuidara y él le dijo que
también hiciera lo propio porque no era nada fácil lo que podía pasarle si caía
en manos de sus verdugos. Junior cuenta que cuando colgó la llamada la
angustia volvió a arroparlo Había logrado conversar con Óscar Pérez, era lo
que necesitaba para comenzar a trabajar con seriedad y llegar hasta el fondo de
un caso que podía cambiar la historia de Venezuela. Pero también ahora Junior
estaba en el ojo del huracán, no era cualquier cosa lo que había hecho. Hablar
con un hombre que tenía detrás a todos los cuerpos de seguridad del Estado
era más que un atrevimiento o una simple aventura. Igual ya lo había hecho,
solo tenía que respirar y descansar. Eso fue lo que hizo esa noche, aunque
antes de conciliar el sueño dice que pasaron muchos pensamientos por su
mente. Imaginó de todo, pero al final el sueño lo venció.

La segunda vez

En otra oportunidad, una mañana, Junior recién se había levantado. Apenas


terminaba de comer cuando recibió un mensaje en su celular, era él, Óscar.
Había guardado el número telefónico bajo un seudónimo por lo que ya sabía
de quien se trataba. Óscar quería conversar de nuevo, pero Junior no estaba en
condiciones de hacerlo a través de una nueva llamada. Estaba en casa, pero no
era seguro hablar porque había otras personas. Le pidió que usaran mensajes a
lo cual él accedió. Tenía un problema con su papá. Manejaba información
según la cual funcionarios de la Dirección de Contra Inteligencia Militar,
Dgcim (organismo de seguridad del Estado creado en la era Chávez y
reforzado por Nicolás Maduro) habían quemado la casa de su papá ubicada en
Galipán, una zona montañosa que colinda con Caracas, ubicada en el cerro el
Ávila. Dice Junior que la noticia le sorprendió y por eso le sugirió que le diera
más detalles de lo ocurrido, para compartir la información con personas que
pudieran transmitirla. Necesitaba conocer cómo había pasado todo, era la
única manera de que algunos amigos periodistas pudieran compartirla. Dice
Junior que en la forma como le escribía se notaba molesto y a la vez muy
preocupado. Le dijo que durante la acción de los funcionarios su papá había
resultado asfixiado y que terminó en una clínica de Caracas. Comentó que
algunos amigos con los que contaba dentro de ese organismo de seguridad le
habían descrito los destrozos ocasionados a la vivienda. Tenía imágenes que le
habían pasado y quería que todo se hiciera público. Le pedía Junior que las
hiciera llegar a personas confiables de manera que el país conociera los
desmanes que estaban cometiendo los funcionarios que lo buscaban. Sin
embargo, luego de conocer los detalles y obtener las imágenes Junior se
contuvo. Le explicó a Óscar que no era seguro para él difundir una
información así. Nadie más la tenía e iba a ser muy evidente cuando la hiciera
llegar a los periodistas que ellos iban a preguntar, iban a pedir detalles que al
darlos podían colocar en riesgo la seguridad de Junior y exponerlo a que otros
se enteraran cuán cerca estaba del ex funcionario. Si bien él no iba a revelar su
fuente, igual no sería nada fácil evadir las preguntas. Así que le sugirió a
Óscar que él mismo hiciera pública la información a través de una cuenta que
manejaba en Twitter. En medio de la impotencia y la rabia que tenía Óscar
entendió que Junior tenía razón y, sin miramientos, lo hizo. Aunque pocos, los
medios la replicaron. Igual había funcionado sin que Junior apareciera por
ningún lado.
Cuenta también que en otra oportunidad le pidió ayuda con el contenido de
un comunicado. Junior recuerda con claridad que se refería a un llamado a la
calle. La idea era graba un video junto a su grupo, pero Junior dudó de la
efectividad. El llamado se haría en el mes de diciembre y la gente durante la
temporada navideña andaba en otras cosas. Por eso le sugirió a Óscar que no
lo hiciera, pero él le replicó que no se podía perder tiempo porque muchos se
estaban muriendo en los hospitales ante la falta de medicinas y otros
literalmente estaban muriendo de hambre.
- Tigre, -así llamaba, dice Junior, a la gente con quien ya había
establecido algo de confianza- nosotros dimos un paso, la gente tiene que
entender que es ahora o nunca. No podemos perder tiempo. Acordamos hacer
el llamado ya.
Junior accedió entonces a revisar el texto del comunicado. Le hizo algunas
correcciones y luego se lo reenvió. Después que grabaron el video Óscar se lo
pasó a Junior. Cuando llegó a sus manos no había sido difundido todavía, era
solo para que lo revisara y pudiera determinar si tenía algún detalle que
corregir. Comenta Junior que al revisar el material pudo comprobar que Óscar
había considerado todas las sugerencias que él le dio. Sin querer, sin buscarlo,
Óscar había pasado de ser un objetivo de investigación a un compañero que de
vez en cuando pedía ayuda en asuntos que no manejaba. Junior asegura que
pese a esa cercanía momentánea nunca perteneció al grupo, nuca formó parte
del entorno del joven piloto. Lo había conocido por cosas del destino. No
compartía sus planes. Estaba claro que pisaba terreno fangoso, pero no había
otro interés que conocer hasta dónde llegaban las intenciones del joven piloto
y su grupo. Quería saberlo para contarlo en algún momento, tal como sucedió
ahora.

Diosdado y Miraflores…

Junior asegura que cuando tenía la oportunidad de establecer contacto con


Óscar, trataba de aprovecharlo al máximo y de buscar siempre sacarle
información. No conversaban todo el tiempo, no solo porque no era seguro
para él, sino también porque el ex funcionario generalmente estaba ocupado.
Por eso cada conversación era aprovechada al máximo. Óscar se movía de un
lugar a otro y eso dificultaba el proceso, por lo que no podía perder cada
oportunidad que se presentaba. Cada vez que tenía chance Junior hacía
preguntas, quería saber qué venía, cuáles eran las acciones, quería escuchar
algo que le devolviera la esperanza como ciudadano, algo que le permitiera
ver la luz al final del túnel, eso que en realidad quería la gente. Muchas veces
le había preguntado si él y su grupo tenía previsto algún plan conjunto que
pusiera a temblar de verdad al gobierno, pero Óscar no soltaba prenda. No
contaba nada. Ambos habían establecido una relación de respeto y confianza
pero igual el experto en helitáctica y piloto del Cicpc era extremadamente
cuidadoso cuando se trataba de compartir información de ese tipo. Sin
embargo, un día, Junior señala que sí asomó algo, claro no dio mayores
detalles: “tenemos una sorpresita por allí”, le dijo. Ese asomo, dice Junior que
le sorprendió y por supuesto despertó su curiosidad. Insistió en preguntar si se
trataba de un movimiento más grande, si finalmente se habían sumado nuevos
funcionarios al grupo o si por el contrario tenían en mente una acción similar a
la del 27 de junio. Los esfuerzos fueron infructuosos. Óscar no dijo nada más,
solo se escuchó una leve sonrisa a través de teléfono ante tanta insistencia.
Unos días después de esa conversación Óscar hizo público un nuevo video. Él
junto a sus compañeros, había asaltado el comando de la Guardia Nacional
Bolivariana (GNB) ubicado en San Pedro de Los Altos, en el estado Miranda.
Junior me relata que cuando vio el video de inmediato pensó que esa era la
“sorpresita” a la cual se había referido Óscar en la conversación sostenida
unos días antes. Entendió en ese momento por qué no le dio detalles cuando se
los pidió. No podía hacerlo, una acción de ese tipo, tenían que ejecutarla bajo
la más absoluta cautela, sin filtrar detalles ni siquiera a una persona confiable
como en la que Junior se había convertido para el joven experto en helitáctica
y su grupo.
Después de la acción los detractores de Óscar volvieron al ataque.
Criticaron que hiciera un “show” del asalto y que además lo grabara. Su
explicación cuando Junior tuvo la oportunidad de conversar con él sobre ese
evento, fue sencilla:
- Tigre, teníamos que grabar. No había otra manera de demostrar que
éramos nosotros. Además demostrar que durante la acción no hubo ni un
disparo. Era la única forma de que el país viera que tenemos la preparación
para actuar. No grabar era dejar en manos de los narcotraficantes que
gobiernan la posibilidad de continuar desvirtuando el trabajo que venimos
haciendo.
Le confirmó a Junior que habían sustraído un número importante de armas
y que las mismas estaban “resguardadas”. Él le preguntó cuántos hombres
habían participado en el asalto, sobre todo porque dominar un comando
completo no era tarea fácil, pero guardó silencio unos segundos y luego
comentó:
- No te puedo dar esa información por razones de seguridad. Lo que te
puedo ratificar es que logramos el objetivo sin ninguna baja. Demostramos
que tenemos capacidad para actuar e incursionar en el lugar que
planifiquemos hacerlo.
Por supuesto que considerando el tamaño de la operación que habían
adelantado en el comando de la GNB, Junior no perdió la oportunidad para
consultarlo sobre futuras acciones similares aun sabiendo que siempre en esos
casos evadía dar detalles.
- ¿Están previstas otras incursiones como esa? –preguntó Junior-.
- Por ahora estamos replegados. No es conveniente actuar porque después
de esto en San Pedro de Los Altos, ya tomaron medidas. Solo te puedo decir
que estamos trabajando en otra acción que va a sorprender al país.
Tal como había ocurrido en otras ocasiones esas palabras surtieron efecto
en la curiosidad de Junior y de inmediato preguntó:
- Sé que no te gusta dar detalles de lo que van a hacer pero eso de que
están preparando algo que sorprenderá al país es mucho decir ¿No me puedes
adelantar nada?
- Solo te diré que recientemente estuvimos por los alrededores de
Miraflores
Junior dice que le interrumpió ante tal afirmación y le ripostó
- ¿Miraflores?
- Sí, Miraflores – reafirmó-
- ¿Es decir que están preparando una acción en el propio palacio?
- No por ahora. Estuvimos probando cuan cerca podíamos llegar. Como
también lo hicimos en los alrededores de la casa de Diosdado Cabello. A ese
lo vamos a capturar y lo vamos a entregar a las autoridades norteamericanas.
Cuando dijo lo de Diosdado, Junior se sintió más sorprendido que antes
¿Óscar y su gente estaban planeando acciones contra el segundo hombre más
poderoso de Venezuela? Mi entrevistado confiesa que dudó de la capacidad
que pudieran tener para emprender una operación de esa magnitud. Además él
no solía hacer comentarios con tantos detalles. Dice que lo sintió un poco
arrogante y hasta atrevido. Quizás el éxito en la operación de asalto al
comando de la GNB le había hinchado un poco el ego, por eso Junior no dudó
en preguntarle
- ¿Ustedes tienen capacidad para llevar adelante algo como eso?
- Lo vamos a hacer. Estamos entrenados para eso, pero todo a su debido
tiempo. Estamos trabajando y ten la seguridad que lo vamos a lograr. Le
vamos a dar ese regalo al país. Cuando lo logremos iremos por más.
Junior insistió en hacer más preguntas, solo que hasta allí llegó la
conversación. Óscar alcanzó a agregar que estaban haciendo todo lo necesario
para lograr ese “objetivo superior” y que no daría detalles, no podía porque
ello ponía en riesgo la supuesta operación que llevarían adelante. Igual,
después de esa revelación Junior asegura que quedó aturdido. Necesitaba
digerir lo que habían escuchado sus oídos. Cuenta que se fue a descansar con
sentimientos encontrados. Por supuesto tenía miedo, no era cualquier cosa lo
que había escuchado. Se trataba de un hombre poderoso, sin escrúpulos, con
un amplio prontuario de maldades y persecución, capaz de cualquier cosa
como lo había demostrado en su historial. Con tentáculos en las instituciones
claves de Venezuela. Con suficiente poder para acabar con un joven como
Junior. Sin embargo, confiesa que también se regodeó en la idea de que eso
que le había revelado Óscar aun sin dar detalles y ser un supuesto plan, se
hiciera realidad. Junior imaginó por unos segundos los titulares de los
principales diarios de Venezuela y el mundo. “Diosdado Cabello en poder de
EE.UU tras ser capturado por el piloto Óscar Pérez” o “Los gringos tienen a
Cabello después que el piloto Óscar Pérez se lo entregara” o tal vez uno más
osado, “Diosdado no puedo con Óscar Pérez”. También se regodeó en la
reacción del país. Una noticia como esa cambiaría la historia. Claro, él no
estaba convencido que algo así podía pasar, dudaba que Óscar y su grupo
tuvieran la capacidad de cumplir con una tarea como esa, pero igual disfrutaba
con tan solo imaginar que sí pasara. Lo que más sorprendió a Junior después
de esa información que Óscar compartiera con él, fue que al final, la muerte le
llegó al joven piloto y su grupo unas semanas después que le contara sobre ese
plan. Por momentos Junior se preguntaba si esa información llegó a Cabello y
por eso la orden de no negociar con Óscar cuando fue descubierto en El
Junquito. En realidad, no sabe si solo se trató de una simple coincidencia del
destino o por el contrario sí se manejó que algo así podía suceder contra
Diosdado y por eso actuaron de manera tan despiadada contra el piloto. Son
meras especulaciones que llegaron a la mente de Junior, pero le resultaba muy
raro que justo unas semanas después de haber revelado parte del plan que
supuestamente tenían, los cuerpos de seguridad lograron dar con su paradero.
Existe la firme sospecha en mi entrevistado y así lo maneja el propio entorno
de Óscar, que un delator fue clave para dar con la ubicación del grupo. Si fue
así ese delator ¿También habría dado detalles del presunto asalto a la casa de
Diosdado? Algún día se sabrá. A Junior no le dio tiempo de averiguarlo quizás
aparezca un acucioso que logre confirmarlo.

La última llamada…

Eran las 5:30 de la mañana del 15 de enero cuando el teléfono de Junior


sonó. Estaba descansando. El día anterior el trabajo había estado fuerte y
estaba realmente exhausto. Aún soñoliento logró mirar que era Óscar quien lo
llamaba. Nunca habían hecho contacto tan temprano, lo que hizo suponer a
Junior que algo no andaba bien. Desde el mismo momento que respondió la
llamada, sintió en la voz de Óscar algo de angustia y desesperación. Junior
cuenta que un profundo escalofrío acompañado de un vacío en el estómago se
apoderó de él. Lo describe como eso que suele ocurrir cuando el cuerpo
anticipa un mal presagio. Entonces se dispuso a escuchar:
- Epa “tigre”, soy Óscar – Le dijo rápidamente.
- ¿Qué pasó hermano por qué me llamas a esta hora?
Se notaba que hacía grandes esfuerzos para mantener la calma
- Hermano nos llegaron. Estamos rodeados, pero estamos negociando y
necesitamos que nos ayudes con la prensa para que se activen. Necesitamos
que le avises a toda la gente que puedas. Estamos en El Junquito.
Junior señala que cuando le dijo que le habían llegado, sintió pánico. Lo
estaba llamando mientras centenares de funcionarios lo rodeaban.
Literalmente se aterró. Igual le comentó que sí, que informaría a la prensa lo
que estaba pasando. Que le diera chance para imaginar cómo lo haría sin
levantar sospechas. La llamada fue corta, cuando la trancó, dice que se sentó
sobre la cama y se profundizó su angustia. Lo primero que pasó por su mente
fue preguntarse cómo habían logrado dar con el paradero de Óscar y su grupo,
qué había pasado, ellos se cuidaban al extremo y además tenían buenos
amigos dentro de los mismos cuerpos de seguridad que le avisaban cualquier
movimiento extraño. Además cambiaban de “concha” (así se le dice en
Venezuela a los lugares donde una persona permanece escondida) casi como
cambiarse de camisa. Ellos habían logrado burlar a los cuerpos de seguridad
que los rastreaban desde hacía 7 meses, sin permitir que ni siquiera les
llegaran cerca. La ayuda de mucha gente desde dentro resultó efectiva, pero
algo distinto había ocurrido en esta ocasión. Algo había fallado y todo
apuntaba al entorno de Óscar, todo señalaba que un sapo era la causa. Lo
segundo que Junior dice pasó por su mente cuando pensó con más cabeza fría
fue que había hablado en directo con Óscar en el peor momento. No lo había
llamado por la aplicación que siempre utilizaban en las ocasiones que
establecían contacto, entonces Junior tenía la duda si esa llamada había podido
ser rastreada por los cuerpos de seguridad que rodeaban la casa. Cuenta que
mientras más lo pensaba más terror sentía. Óscar lo había llamado en medio
del más brutal plan operativo desplegado en la Venezuela contemporánea para
“capturar” a un hombre y a sus compañeros.
Desde la primera llamada a la segunda, transcurrieron unos cuarenta y
cinco minutos aproximadamente. Junior dice que pudo haber sido más o
quizás menos, pero después de la primera llamada había perdido la perspectiva
del tiempo. Pensó que Óscar no insistiría en llamarlo de nuevo, pero no fue
así:
- “Tigre” ¿Hablaste con la gente? ¿Pudiste avisarles?
- Sí ya lo hice
- Pero ya se movilizaron para acá, ya vienen. La negociación se ha
complicado, “tigre”. Necesitamos a la prensa para que sean garantes de lo
que pasa aquí. Hay civiles en la casa hermano, gente inocente y queremos
resguardar sus vidas.
- Ya avisé, pero hay gente incrédula. Tú sabes cómo son. También es que
les avise muy temprano, apenas me dijiste, pero los periodistas me aseguran
que están llegando. Me dicen que el acceso al lugar no es fácil porque hay
muchos funcionarios. Pero tranquilo, me aseguran que hay unos allá y van
más en camino.
Cuando colgó el teléfono Junior dice que la angustia su agudizó. Eso de
que se había complicado la negociación era de esperarse. Este hombre, con
quien había hablado unas semanas antes, quien pedía orientación para
comunicar lo que planeaban y además compartía información sobre cosas que
ocurrían, estaba en peligro. Junior lo sentía en el corazón, era como una
tristeza profunda e indescriptible, un vacío en el estómago. Pero no era seguro
que lo llamara. Los días de paz habían terminado, era peligroso para Junior
que Óscar insistiera en comunicarse con él.
Hubo una tercera y última llamada. En esa, la calma había desaparecido.
No era el mismo Óscar de las 5.30 am. Se escuchaban de fondo los gritos de
sus compañeros. Por momentos hasta algunos disparos. Junior cuenta que
estaba aterrado, no solo por el inminente resultado que presintió desde la
primera llamada, sino también porque era cada vez más peligroso que
hablaran, claro, no tenía a quien más acudir, Junior era su único puente con la
prensa. Él hace la salvedad que en un principio no todos los periodistas se
comportaron a la altura. Algunos dudaron de lo que en realidad pasaba y
sorpresivamente se burlaron de la única manera que Óscar tenía para
comunicarse con el mundo exterior: los videos. Más de uno hizo comentarios
inhumanos cuando Junior se comunicó con ellos, eso, dice que le dolió mucho.
- Hermano, por favor no me llames – increpó Junior a Óscar - Es
peligroso para mí que en medio de toda esta situación hables conmigo – Le
dijo-.
Pese a todo lo Óscar estaba viviendo en carne propia, lo entendió. Luego le
comentó a Junior:
- Tranquilo tigre, sé que no es fácil para ti. Ayúdame con la gente de la
prensa. No voy a llamar a otras personas que también me pueden ayudar.
Nosotros seguimos negociando a ver si podemos salir de esta.
Cuenta Junior que esas fueron las últimas palabras de Óscar con él, porque
una hora y media después lo vio en uno de los videos ensangrentado.
Denunciando que querían asesinarlo junto a sus compañeros de lucha pese a
que negociaban su entrega sin disparar contra quienes los rodeaban. En el
material audiovisual hecho público, Óscar insistía como se lo había contado a
Junior más temprano que, dentro de la casa también se encontraban civiles
inocentes. Él no recuerda cuántas veces vio el video, lo que sí recuerda como
si volviera a estar en ese momento, fue la profunda tristeza que sintió, el dolor
que embargó lo más profundo de su corazón. Junior dice que lloró
profundamente que no pudo evitarlo. Estaba contrariado. Él no había
disparado las armas que asesinaron a Óscar, pero sentía por momentos que lo
había dejado solo, que debió haber hecho más por él en esos momentos tan
difíciles. En esta parte de la entrevista Junior revive el momento de una
manera increíble. Cada oración que construye está cargada de una profunda
tristeza que no oculta. Sus ojos se aguan, dice que no sabe en realidad que le
hizo sentir peor si cuando vio las armas de guerra que utilizaron para
acribillarlos o cuando recuerda que no quería hablar con Óscar en esos
momentos tan difíciles porque sentía terror de que fueran a descubrirlo.
Relata Junior que luego tuvo varias horas de silencio. No quería hablar, se
había prácticamente paralizado. Así ocurrió con las informaciones. Hubo un
largo espacio donde no se sabía nada de lo que pasaba. Lo poco que salía era
contradictorio. Unas informaciones daban cuenta que Óscar había sido
trasladado con vida en una ambulancia desde el lugar del tiroteo. Otras
señalaban que todos estaban muertos. Junior dice que la incertidumbre lo
carcomía. No sabía nada, no tenía a quien preguntarle. Ya Óscar no lo llamaba.
A su angustia se sumó que la esposa del joven piloto también lo llamó ese día.
Así como en su primer encuentro vía telefónica con Óscar había quedado
completamente sorprendido, así se sentía ahora con la llamada de la esposa.
Cuenta Junior que no sabía qué decirle, nunca había escuchado su voz, no la
conocía. Ella sí sabía de él. Sí estaba al tanto, sin que Junior tuviera idea, del
acercamiento que había entablado con Óscar, claro era su esposa, no era
descabellado pensar que él se comunicaba con ella para saber de los niños e
imagino para hablar como padres. Su llamada fue de desesperación, ella solo
quería saber si su esposo estaba vivo. Quería creer en la versión de algunas
personas que la habían contactado, según la cual su esposo estaba herido, pero
vivo. Hablaba con desespero. Junior cuenta que en un momento le comentó
que aunque le dijeran que Óscar estaba muerto ella no lo iba a creer hasta que
no mostraran el cadáver. Unas horas después, para ella, Junior y todo el país,
la zozobra terminó luego que apareciera en rueda de prensa el ministro de
Interior Justicia y Paz, Néstor Reverol. El funcionario no solo confirmó que
Óscar y su grupo habían sido dados de baja, sino que aprovechó para
calificarlos como una célula terrorista. Aseguró que fueron abatidos al disparar
contra las comisiones que rodeaban la casa. Una versión completamente
distinta a lo que Junior y el mundo vieron en los videos que Óscar subió a las
redes antes de ser asesinado.
Después de esa rueda de prensa Junior señala que la esposa de Óscar
volvió a llamarlo. Simplemente no creía la versión del ministro. Insistía en que
hasta la familia no viera el cadáver para ella, Óscar seguía vivo. Él le consoló
y trató de hacer que aceptara la realidad, porque además algunos periodistas
venezolanos ligados a la fuente de sucesos también habían conformado la
muerte del piloto. Lloró y Junior también lo hizo, no pudo contenerse ante la
tristeza de esa mujer que apenas había conocido, pero que se había abierto a
conversar con él sin miramientos. Así, ente lágrimas, terminó la llamada y con
los días Junior no volvió a saber de ella.
Ese encuentro con la madre de los hijos de Óscar, ahora huérfanos, Junior
dice que lo marcó para siempre. De hecho cuando me lo cuenta se le nota que
es verdad. Me dice que lo sufrió en carne propia, fue un testigo de primera fila,
pero no podía callarlo, tenía de contarlo, por eso aunque lo pensó mucho
decidió dar el paso y yo ahora lo comparto con usted que se ha detenido a leer
esta historia:
- Hice algunos contactos para salir del país y sentirme seguro. Cuando lo
logré no podía hacer otra cosa que compartir parte de eso que conocí de
Óscar. Viví muchos momentos de angustia y miedo, pero valió la pena.
Alguien tenía contar parte de esta historia y reivindicar a ese ser humano tan
especial. Hoy me siento agradecido con Dios de haber estado muy cerca de él.
No fue sino a través de un teléfono, pero igual valió la pena. Nunca olvidaré
su voz.
Dice que pudo descubrir en el joven piloto un hombre fuerte y a la vez
sensible. Un hombre de nobles sentimientos y mucha dignidad. Junior dice
que nunca olvidará ese “tigre”, ese hermano que escuchaba en las pocas
conversaciones que sostuvieron. Siente que en algún momento podrá gritar a
los cuatro vientos, sin una pizca de miedo, que fue amigo de Óscar, que lo
admiró y respetó siempre, como está seguro él lo respetó. Junior suspira y
termina nuestra conversación con la frase final con la cual Óscar se despidió
de todos los venezolanos ante de ser asesinado: “El pueblo de Venezuela
libertario por siempre”

El secreto de Pimentel…

Junior siempre me habló de Óscar, casi nunca mencionaba al resto del


grupo. Es que su enlace siempre fue Óscar, de hecho, me asegura que nunca
habló con los otros. Por eso fue necesario consultar una fuente distinta a él
para conocer un poco de los otros, principalmente del compañero fiel que
siempre estuvo al lado de Óscar. Junior fue una fuente de extrema importancia,
claro. Gracias a él conocí detalles nunca antes develados de la vida de este
joven piloto, usted puede creerlo o no, yo sí le creí. Pero Óscar nunca estuvo
solo, hubo gente que murió a su lado y por eso sentí la necesidad de conocer
más acerca de ese compañero fiel, José Alejandro Díaz Pimentel. Este otro
joven fungió en vida prácticamente como la mano derecha de Óscar. Fue su
hombre de confianza, su amigo, un hermano. Se hicieron cercanos porque los
unió el mismo fin, luchar por una Venezuela distinta. Ambos coincidieron en
materializar ese sueño. Eso creó un lazo inquebrantable entre ellos. Tuvieron
diferencias, cuenta la fuente que tuve que consultar para conocer de Pimentel,
sobre todo porque José Alejandro era menos paciente, quería hacer todo
rápido. Sin embargo, nunca esas diferencias los alejaron y menos afectaron la
misión que se habían propuesto. Pimentel no dudó un segundo en estar al lado
de Óscar. Cuando lo invitó a sobrevolar Caracas aquel 27 de junio, dijo
presente de inmediato. Me dice el entrevistado que Pimentel admiraba a Óscar
y sobre todo lo respetaba porque siempre lo consideró un verdadero líder. Un
hombre de principios y digno de seguir. Cuando planificaron y ejecutaron el
asalto al comando de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) de San Pedro de
Los Altos, Pimentel fue el primero en dar el paso. Apareció en cada uno de los
videos que el grupo hizo públicos mientras estaban en la clandestinidad y
estuvo al lado de Óscar, sin titubear mientras negociaba aquel 15 de enero
sobre el cual ya conocemos la historia contada de primera mano. Pimentel era
un hombre formado en las armas. Estuvo dentro de la Dirección General de
Contrainteligencia Militar, Digcim. Eso lo hizo objetivo primordial. Fue un
golpe muy duro para los verdugos de esa institución que él se desmarcara y
decidiera sumarse al grupo de Óscar. Ese día se la juraron. Igual dejó algunos
amigos dentro de la institución. Esos amigos compartían información valiosa
con Pimentel la cual evitaba que él, Óscar y el resto de sus compañeros fueran
capturados y además que lograran evadir cada plan operativo que se
programaba para dar con ellos.
Lo que pocos conocen de Pimentel, revela la fuente consultada, es su
consanguinidad con Pedro Carreño. Ese hombre de la revolución, defensor a
ultranza del proceso y conocido por su verbo encendido. Carreño resultó ser
tío abuelo del compañero fiel de Óscar Pérez. El abuelo de Pimentel, Renato
Díaz, era hermano de Pedro y Hermes Carreño. No llevaban el mismo apellido
porque el papá de ambos solo había reconocido a Pedro y a Hermes, Renato
quedó como un hijo natural, fuera del matrimonio. Nunca hubo una relación
cercana entre las familias, pero todos sabían que por sus venas corría la misma
sangre.
El día que Venezuela se levantó con la noticia de que a Óscar y a su grupo
los tenían sitiados en El Junquito, la desesperación de la familia de Pimentel
los llevó a intentar conversar con el general de división. Hermes Carreño, su
tío abuelo. La familia solo quería que a José Alejandro y al resto de sus
compañeros le garantizaran la vida. De allí la necesidad de hablar con Hermes
Carreño. Quien mejor que su tío abuelo, activo dentro de la Fuerza Armada
Nacional Bolivariana y cercano al sector oficial para mediar, para interceder
ante un gobierno que ya había demostrado su clara intención de no dejarlos
vivos. Me cuenta la fuente que se hicieron varias llamadas, pero ninguna fue
respondida. El sobrino de Pedro y Hermes había sido asesinado por el
gobierno que sus tíos abuelos no solo apoyaban sin miramientos, sino del cual
formaban parte. De hecho el joven quien dejó huérfanos a tres niños, estaba
desfigurado cuando fueron a reconocer su cadáver. No solo mostraba signos de
violencia sino que el tiro que recibió en la cabeza evidenciaba el uso de un
arma de alto calibre. No es necesario detallar más para entender en qué
condiciones lo dejaron. Estas denuncias fueron confirmadas luego con el
tiempo. Se filtraron decenas de fotografías que muestran el estado en el cual
no solo quedó Pimentel, sino también Óscar y los otros compañeros del grupo,
todos masacrados y con tiros de gracia.

La presunta traidora

Para lograr toda la información que comparto en este trabajo, fueron


muchas las fuentes contactadas y las consultas realizadas. Todas las fuentes
considerando lo delicado del caso prefirieron optar por el anonimato. Sin
embargo, tal como lo señalé el comienzo de la historia, usted es libre de creer
si lo que aquí se logró conseguir es cierto o no. La rigurosidad con la cual se
trabajó tranquiliza al autor, pero igual usted tiene la última palabra. Apelando
a esa rigurosidad decidí conversar con otra persona que me aseguró estuvo
trabajando desde la resistencia con Óscar. La decisión la tomé porque cuando
aquel 15 de enero el país y el mundo se enteraron que Óscar estaba rodeado en
El Junquito por decenas de funcionarios policiales y luego del relato de Junior
que fue compartido aquí, sospeché que todo se trataba de una delación.
Alguien de su entorno lo había entregado. Como siempre lo afirmó Junior,
Óscar siempre fue un hombre sumamente cuidadoso con el tema de la
seguridad. Por eso le pedí a un gran amigo me hiciera un puente con esa
persona de la resistencia para comprobar o no la teoría de la traición.
Las conversaciones con esta persona se dieron después que participara en
una entrevista con CNN. Un colega cercano a mí había logrado contactarlo.
“El capi” como le conocen dentro de la resistencia confirmó a ese colega
amigo lo que yo sospechaba: Óscar había sido traicionado y esa traición
permitió que las autoridades dieran con “la concha” en la cual se escondía.
“El Capi” conoció a Óscar luego que éste lo contactara para acordar
acciones en conjunto. Se reunieron en varias ocasiones algunas dentro de la
base aérea La Carlota, donde se encontraba el hangar del Cicpc y donde Óscar
podía entrar sin dificultad porque allí entrenaba a los futuros pilotos en
helitáctica de ese cuerpo policial.
Cuando “El capi” fue consultado sobre el nombre de quien había
traicionado a Óscar no titubeó en señalar a Maite Rodríguez. Quien suscribe
esta historia, no pudo comprobar de manera independiente, no solo quien era
la mujer mencionada, sino también su verdadera relación con Óscar Pérez.
Explicó “El Capi” que pocos se detuvieron en revisar la manera como ella
llegó hasta el piloto y a los propios grupos de resistencia. Cuenta el joven líder
de la resistencia que la mujer, presuntamente residente en España para el
momento de nuestra conversación, se encargaba de reunir las “donaciones”
que se recibían para apoyar financieramente a los grupos.
- “Ella hizo creer que era su dinero, pero nunca lo fue”.
Asimismo está señalada de ofrecer apoyo con militares que había
contactado. Apoyo que nunca llegó. Precisó el integrante de la residencia.
Las sospechas sobre Maite Rodríguez venían desde hacía tiempo. Varias
acciones que había emprendido la convirtieron en una persona no confiable
para unos cuantos de los grupos que bregaban en las calles con escudos y
piedras, mas no así para Óscar.
- “Él tenía confianza en ella y siempre me decía tigre tranquilo, no hay
nada de qué preocuparse”.
Sin embargo, la gota que derramó y consolidó las reservas sobre la mujer
fue la entrevista que Óscar concedió a CNN. Para ese encuentro con el
reconocido periodista mexicano Fernando del Rincón, el equipo de Óscar
abrió una cuenta nueva en Skype exclusiva para hacer el enlace el día
acordado. Tomaron todas las medidas de seguridad necesarias y se convino
entre los pocos que conocían de la entrevista, no hacer ningún tipo de anuncio
previo para evitar que el gobierno pudiera sabotear su difusión. El acuerdo
incluía promover la entrevista unas dos horas antes y así despistar “a los
verdugos”. Al día siguiente de los acuerdos a través de las redes se filtró la
información, cuando revisaron la fuga, constataron que las cuentas que la
habían difundido estaban vinculadas directamente con Maite Rodríguez.
-“Automáticamente hablo con Óscar y le comento lo que había ocurrido.
Llamo a CNN y pido que pospongan la entrevista un día más. Cuando le
pregunté a Óscar si él la había autorizado para hacer las publicaciones me
dijo que no, que solo le había comentado de la entrevista y nada más”.
Según “El Capi”, cuando Maite fue increpada sobre lo ocurrido admitió
haber realizado la publicación pero sin arrepentimiento porque se erigió como
la responsable de lograr la entrevista y establecer las coordinaciones con el
canal internacional. Sin embargo, la realidad, afirma el joven de la resistencia,
no fue esa. Todo había sido acordado a través de él y los grupos que lideraba.
Después del incidente Óscar pidió a “El Capi” que limara asperezas con
Maite no quería diferencias con la mujer que les ayudaba económicamente y
los grupos aliados de la resistencia. Pero las reservas no eran nuevas, por el
contrario se profundizaron. Desde 2014 supuestamente la mujer era acusada
por algunos de quienes habían resultado detenidos como la principal
sospechosa de haberlos delatado.
- Ella casualmente estuvo cerca de los compañeros Caguaripano y Vasco
Da Costa para nombrarte solo algunos de los que después cayeron en manos
del narcorégimen.
Si bien no tuvimos forma de comprobar cuán cierta es la grave denuncia
que hace este joven quien asegura haber estado muy cerca de Óscar, no es
menos cierto que siempre se sospechó de un delator. De alguien del entorno
que lo traicionó. Aunque no concuerda en que sea una mujer. Las sospechas de
otros apuntan hacia uno de los hombres que convivía con Óscar, se desconoce
si permanecía constantemente con él o lo hacía de manera eventual. Lo cierto
es que en algún momento todo pareciera indicar que se sabrá el nombre de ese
presunto o presunta traidora. Ya habrá tiempo de aclarar si se trató de una o
dos personas. Si esa mujer señalada por el líder de la resistencia en realidad es
responsable o simplemente mencionarla, formó parte de las tantas diferencias
que otros comentan siempre hubo en los distintos grupos que se organizaron
bajo el nombre de la resistencia.

Pide ayuda a la resistencia…


A las 6 de la mañana de aquel fatídico 15 de enero, “El Capi” asegura que


Óscar hizo contacto con él. El joven piloto apeló a todo lo que tenía a la mano
para superar el complejo momento. Si bien no se trataba de un solo grupo de la
resistencia, “El capi” dirigía uno de los más importantes, por eso cuando Óscar
estaba rodeado en El Junquito los llamó.
- Me dijo “tigre” necesito refuerzos. Nos rodeó la gente de la Faes y nos
están disparando. Y automáticamente me pasó la dirección del lugar donde
estaban.
- ¿Cuándo él dice necesito refuerzos era porque había la posibilidad de
que ustedes lo apoyaran?
- Mira en ese momento sí. Lo que pasa es que mientras nosotros
cuadrábamos la movilización porque había otras conchas en otros lados.
Cuando se activó toda la zona ya estaba tomada de manera que era imposible
meterse para allá. Era un suicidio.
- ¿O sea que en un principio existía la posibilidad real de rescatarlo?
- Sí, hubo la posibilidad.
Igual “El Capi” aclara que una semana antes él le había advertido a Óscar
que la “concha” ya no era segura.
- Yo le dije, hermano, según la información que estamos manejando, que
nos pasaron de adentro te tienen ubicado. Vamos a moverte para otra concha
y él no quiso.
Según “El Capi”, Óscar había pasado mucho tiempo en el lugar. Todo el
mes de diciembre y lo que transcurría de enero para el momento. Recordemos
que fue justo en el mes de diciembre cuando incursionaron en el comando de
la Guardia Nacional Bolivariana y también lanzaron un llamado a la calle.
Según el relato de “El Capi” si bien no lograron el rescate de Óscar y su
grupo, sí lograron sacar de conchas cercanas a un número importante de
compañeros de la resistencia.
Esa información según la cual hubo intención de rescatar a Óscar sonó
insistentemente aquel 27 de junio. De hecho, no se permitió la presencia de
funcionario del BAE, grupo al cual pertenecía el piloto, porque se temía que
con ellos allí los asesinatos no se habrían consumado.
Mi conversación con “El Capi” termina enterándome que conoce a Junior.
En una oportunidad habló con él. Sin duda me sorprendió. Después de
aproximadamente unos 30 minutos, se despide:
- Tengo que cortar, debo salir de donde estoy. Algún día sabrás quien soy.
Ya vendrá ese momento. Gracias por interesarte por lo que pasó con mi
hermano –así llamaba a Óscar.
Ahora me toca despedirme a mí y digo lo mismo: en algún momento
sabrán quien soy y quienes fueron todas las personas que hablaron conmigo.

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