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Fundamentos Antropológicos y Éticos de las Ciencias de la Información

Hominización-Humanización. Reflexión filosófica

Prof. María Elena Radici

La hominización, como proceso estudiado en sus aspectos biológicos y culturales sobre


todo por la Paleoantropología, es analizada reflexivamente por la Antropología filosófica,
que no puede prescindir de los aportes de las ciencias referidas al hombre pero que tampoco
puede ser reducida a una ciencia más. En este sentido se pueden precisar algunos puntos
fundamentales:
1. Desde el australopitecus hasta el homo sapiens-sapiens se ha dado un salto
diferenciador que coloca al hombre por encima de cualquier ser vivo, también de los
animales considerados superiores (chimpancés, etc.)
2. El origen común de todos los hombres nos hace tomar conciencia de que somos una
humanidad, compartimos un mismo biograma, es decir, una herencia genética común.
Aunque aparezcan diferencias marginales en las distintas poblaciones (estatura, color, u
otros rasgos físicos) esto no justifica ningún tipo de discriminación, ya que éstas se
apoyan en cuestiones ideológicas. Por eso mismo ya no se habla más de “razas”, porque
si bien el término en sí mismo no encierra connotaciones negativas, históricamente el
nazismo se ha apoyado en esta diferenciación para justificar el racismo y el exterminio.
Por lo tanto, es fundamental desarrollar una conciencia clara de este origen para asumir
actitudes y prácticas respetuosas de lo que podría llamarse “naturaleza común” a todos
los hombres.
3. Si bien se puede considerar que la hominización se concluye con la aparición del
hombre actual, el proceso de humanización iniciado con la convivencia, el lenguaje y
la cultura en general es un camino a recorrer, ya que el hombre y la humanidad no
tienen prefijado su futuro. El futuro se construye en vistas a valores que pueden
humanizar la sociedad y el hombre o deshumanizarlo.
4. La reflexión antropológico-filosófica muestra que el hombre se caracteriza por una
doble pertenencia: a la naturaleza y a la cultura, y es entonces un animal-cultural,
“animal” en tanto ser biológico, compartiendo características con los demás seres vivos,
y cultural en una dirección única que lo aleja de los demás seres vivos.

Evolución biológica----------HOMBRE como “producto”

Proto-cultura-----cultura----HOMBRE como protagonista y “creador”

La “doble pertenencia” implica que si bien el hombre no es animal como los demás
animales (conductas instintivas) no se desprende de su ser biológico y necesita entonces de
la nutrición, de un proceso de crecimiento y también está ligado al envejecimiento y la
muerte. A su vez, trasciende lo biológico como protagonista y hacedor de cultura. Esta
realidad muestra que el hombre no puede ser explicado solamente desde sus caracterícas
biológicas (anatómicas, fisiológicas, etc) ya que el hombre en la cultura vive y se desarrolla
de acuerdo con ideas, creencias y normas que lo diferencian de los comportamientos
instintivos propios de cada especie. Justamente las normas de convivencia son resultado de
la libertad del hombre, ya que la supervivencia y las posibilidades de realización humana
sólo pueden darse en un marco de reconocimiento y respeto mutuo.

Condiciones de la libertad humana

El hombre ha alcanzado, como sapiens-sapiens y resultado de un largo proceso de


cerebralización, una capacidad de conciencia y de autoconciencia únicas, así como también
se ha dado la regresión de los instintos y del determinismo propio de éstos.
La capacidad de autoconciencia es tanto capacidad de decir “yo” frente a un tú o un
nosotros que supone diferenciarnos como identificarnos, como también capacidad de
asumir nuestras acciones como propias. Es decir, la autoconciencia acompaña todas
nuestras acciones, y por esto mismo no podemos decir “mi mano lo hizo, no yo”(salvo en
casos límite de pérdida de esta conciencia), y también nos permite distanciarnos y volver
sobre nosotros mismos (reflexión) analizando nuestras conductas, sentimientos y
pensamientos, nuestro obrar en general.
(La cerebralización, como se ha señalado anteriormente, es el aumento en tamaño y
complejidad del cerebro, que en el hombre implica una gran plasticidad como capacidad de
aprendizaje y adaptación).
El hombre, en tanto consciente de sí y no determinado por los instintos se encuentra,
entonces, en una situación particular: No tiene las respuestas dadas o “ya sabidas” como el
animal, sino que se abren siempre diversos caminos. Esto le provoca una gran
incertidumbre e inseguridad, ya que tiene que elegir, tiene que dar una respuesta entre
varias posibles y puede errar, equivocarse. Esto explica la libertad como posibilidad,
libertad que sólo le pertenece al hombre.
Se puede hablar de libertad de, o libertad negativa, que significa poder elegir sin
coacciones, tener un espacio de libertad sin interferencias, y también de libertad para, o
libertad positiva, y es libertad para realizar creativamente mi vida, para desarrollar mi
personalidad, para relacionarme con otros.
Ahora bien ¿desde dónde elige el hombre?, es decir ¿desde dónde brota o parte esta
elección? El hecho de vivir en una cultura implica el aprendizaje de creencias, valores y
normas, ideas acerca de lo que es correcto o no lo es, y a partir de allí es que realiza sus
elecciones. Aunque a lo largo de la vida pueda apartarse de este aprendizaje para adherir a
otras ideas y valores en tanto es un ser inacabado que se va haciendo en un camino de
maduración de la propia conciencia y libertad.

Cultura y aprendizaje

La plasticidad que mencionamos, propia sólo del hombre en tanto su cerebro y su cuerpo
no están especializados como los del animal, es llamada por algunos autores juvenilización
o rejuvenecimiento. Así como la mayoría de los animales ya nacen preparados para realizar
lo propio de su especie sin necesidad de aprendizaje, el hombre no nace especializado para
nada en particular, sino abierto a posibles aprendizajes. Sin un largo período de cuidados y
atención el niño no sobrevive, y no sólo cuidados físicos sino sobre todo afectivos y de
progresiva inserción en un mundo humano. La primera infancia es justamente el período
más plástico o dúctil en este sentido.
La tesis que se afirma aquí es que sin aprendizaje no hay desarrollo de lo humano como
tal.
El hombre recibe como herencia de la especie aptitudes, potencialidades (psicomotrices,
lingüísticas, afectivas, intelectuales, sociales, etc) pero éstas no se desarrollan si no son
estimuladas adecuadamente. Las aptitudes no se transforman en capacidades efectivas
(habilidades psicomotrices, capacidad de amar, de relacionarse afectivamente, de pensar,
etc.) sin ese largo proceso de experiencias vitales humanas.
Este largo proceso en general se inicia en la familia sin cerrarse en ella y se prolonga en
lo social y en instituciones educativas de diferentes orientaciones. Sin embargo, si bien un
adecuado cuidado y estimulación temprana, así como contactos vitales creativos, un mutuo
reconocimiento respetuoso en un clima de relaciones sanas conforman lo que podríamos
llamar una educación para la vida humanizante, también son posibles experiencias en
dirección contraria.
Lo que caracteriza, entonces, al hombre, es tanto la plasticidad como la apertura al mundo
y a los otros, la posibilidad permanente de nuevas experiencias, en definitiva, la vida como
tarea, y todo esto lo muestra como un ser inacabado, haciéndose dentro de determinados
marcos pero en libertad.
Hasta el momento de su muerte el hombre puede elegir caminos de humanización o de
deshumanización , aunque como dijimos, condicionado por la cultura, por las experiencias
previas y las circunstancias que escapan a su libertad.
La humanización a nivel personal implica una maduración en una conciencia crítica, que
no acepta simplemente la imagen que ofrece la sociedad (actualmente una sociedad
consumista principalmente), ni tampoco se adhiere a lo que dicen los líderes sin reflexionar,
una maduración que permite poder diferenciar lo correcto de lo incorrecto, lo justo de lo
injusto, aclarar qué es “lo que debo” y qué ideas y normas construyen una convivencia en
libertad y cuáles deben ser revisadas.
Sin embargo, es tarea de todos denunciar lo injusto y comprometerse también en un
camino de mayor responsabilidad para con los más débiles y vulnerados. En este sentido se
han pronunciado las diferentes concepciones llamadas Humanismos.

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