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I. INTRODUCCIÓN.
La asignatura “Comunicación, Cultura y Sociedad” forma parte del 5° año del Ciclo Superior de la Escuela
Secundaria orientada en Ciencias Sociales, correspondiente al Diseño Curricular de la Provincia de Buenos
Aires. Se encuentra dictada en 5° año ya que requiere de conocimientos previamente adquiridos en Prácticas
del Lenguaje y Construcción de Ciudadanía (del Ciclo Básico), así como de Literatura, Psicología e Historia
(del Ciclo Superior). A su vez, complementa los contenidos trabajados en las asignaturas de Política y
Ciudadanía, Economía Política y Sociología, las cuales se dictan en el mismo año.
La presente asignatura recupera la propuesta del Ciclo Superior de la Escuela Secundaria orientada en
Ciencias Sociales, la cual busca promover un pensamiento reflexivo y analítico sobre la realidad social desde
una comprensión multidimensional, articulando las complejas relaciones entre las diversas disciplinas
sociales que buscan explicarla. De este modo, se concibe la formación orientada en Ciencias Sociales en dos
sentidos. Por un lado, implica el aprendizaje del mundo social desde diversas corrientes de pensamiento y
perspectivas teóricas y disciplinares. Este abordaje, permite al/la alumno/a interpretar las problemáticas del
mundo social, el lugar que el/ella ocupa en el mismo y el de los/as otros/as que lo componen; posibilitando el
aprendizaje de un análisis crítico de sus propios mundos y la sociedad a la que pertenece. Por el otro lado, en
su faz reflexiva, comprende la formación del/a alumno/a como sujeto social y político, a partir de la
articulación de las prácticas escolares desempeñadas en este marco, con los temas y problemáticas sociales
estudiadas (a partir del cual se refuerza el aprendizaje desde la diversidad, pluralidad, consenso y disenso).
Se busca fortalecer la capacidad de acción e intervención del/a estudiante, así como su inscripción y
pertenencia socio-comunitaria.
De este modo, la propuesta recupera los tres ejes principales de formación de esta orientación: la formación
propedéutica (facilitando una aproximación teórica y práctica hacia los principales conceptos, problemas y
núcleos de discusión propios del campo de las Ciencias Sociales y presentes en las diversas instancias de la
formación superior); la formación para la inserción en el mundo del trabajo (generando espacios y
condiciones para el desarrollo de procedimientos, habilidades y sensibilidades que favorezcan la adquisición
de herramientas cognitivas apropiadas para el campo laboral propio de las Ciencias Sociales); y la formación
ciudadana (enseñando y asegurando las condiciones necesarias para que el/la alumno/a se sientan
habilitados/as y fortalecidos/as para ejercer su participación ciudadana, proveyendo una mayor riqueza
conceptual y de procedimientos para abordar las problemáticas sociales de sus realidades comunitarias).
Desde el espacio curricular “Comunicación, cultura y sociedad”, nos proponemos trabajar las complejidades
de la realidad social, interpretándola desde sus producciones y reproducciones simbólicas. De este modo,
recuperando enfoques propios de la Sociología de la Cultura, de la Semiótica y de la Comunicación Social,
partiremos de la problematización de los conceptos que componen su denominación, esto es, la
comunicación, la cultura y la sociedad, analizando críticamente los significados que históricamente les
fueron adjudicados y construidos. Asimismo, buscaremos reflexionar acerca de las mutuas influencias y
relaciones que integran estos diversos conceptos, lo cual nos permitirá aproximarnos a un análisis de la
realidad social a partir de concebirla como un complejo de producciones de códigos simbólicos, de sentidos
y significados, enmarcando la dimensión de lo cultural y lo comunicacional como esferas inescindibles,
como mutuamente implicadas y no pasibles de una conceptualización aislada.
Por consiguiente, la presente asignatura se encuentra estructurada en torno al abordaje, comprensión y
complejización de dos conceptos teóricos vertebrales, su interrelación y co-construcción conjunta; los cuales
son las nociones de cultura y de comunicación. Asimismo, la propuesta avanza a partir de desentrañar,
clarificar y dilucidar los entramados existentes entre dichos conceptos estructurantes y una serie de
dimensiones y problemáticas específicas, propias del campo de las ciencias sociales, que permiten
contextualizarlos y abordarlos con mayor riqueza: tales como el poder y la hegemonía, la identidad y las
relaciones con la diversidad cultural, la sociedad global y los nuevos paradigmas tecnológicos, la
desigualdad en la producción y consumo de bienes culturales. De este modo, la asignatura se propone
presentar dos ejes conceptuales centrales, cuyo desarrollo conjunto se verá atravesado, transversalmente, por
una serie de problemáticas propias de las sociedades contemporáneas; lo cual permitirá redefinir y repensar
los alcances e implicancias de dichos conceptos en el contexto socio-histórico actual. En este sentido, se
busca proponer un currículum en espiral, en el que se trabajen y aborden los contenidos progresiva y
gradualmente, pero retomando de manera constante y recursiva los temas o ejes estructurantes de la materia.
De este modo, se permite profundizarlos, ampliarlos y re-pensarlos a la luz de nuevas dimensiones y aportes
teóricos y conceptuales.
Por lo tanto, el marco desde el cual parte esta asignatura es la recuperación de una forma de entender a la
cultura como una dimensión presente en la totalidad de las relaciones sociales. La misma busca cuestionar y
distanciarse de definiciones reduccionistas, históricamente construidas, que la asociaban a los acervos,
tradiciones y costumbres de las élites; la denominada perspectiva ilustrada que se vincula con la idea de lo
culto, lo cultivado y la alta cultura. A su vez, también se propone una separación respecto de aquellas
miradas antropológicas que la reducen a las formas o estilos de vida de un grupo humano en particular. Por el
contrario, y recuperando perspectivas propias de la Sociología de la Cultura, entendemos a la misma como
una urdimbre o trama de significaciones en la cual se encuentra inserto el individuo en tanto sujeto social
(Geertz, 1987). Concebimos lo cultural, por ende, como una dimensión presente en la totalidad de las
relaciones sociales, atravesando los diferentes niveles de la vida humana: desde la constitución identitaria,
las manifestaciones y características del grupo humano al que se pertenece, los modos de pensamiento del
sujeto y sus prácticas y producciones, así como el lenguaje y las significaciones que circulan en él, los cuales
representan el aspecto más accesible para abordar el estudio de la cultura.
De este forma, recuperamos como eje central de nuestra perspectiva la definición de Mario Margulis de la
cultura, a la cual entiende como:
“el conjunto interrelacionado de códigos de la significación, históricamente constituidos, compartidos por
un grupo social, que hacen posible, entre otros aspectos, la comunicación, la interacción y la
identificación” (Margulis, 2009: 15).
Por lo tanto, en primer término, reconocemos la dimensión cultural en tanto proceso individual que supone
una construcción identitaria y biográfica del sujeto como miembro integrante de una comunidad o grupo; a
partir de la incorporación de códigos culturales mediante los procesos de socialización y de aprendizaje
(reconociendo el rol relevante de ciertas instituciones en este suceder, como la familia, la escuela, los medios
de comunicación, etc). En segundo término, la entendemos como una producción colectiva, como el
resultado de prácticas interactivas, esto es, del ejercicio de la vida social en contextos históricos
determinados. Siguiendo este enfoque, los lenguajes y códigos culturales son pensados como construidos y
producidos en las prácticas e interacciones sociales, sedimentándose en entramados simbólicos estables y
duraderos que las enmarcan y determinan. De este modo, se recupera una mirada socio-semiótica de la
cultura; como el conjunto de procesos sociales de producción, circulación y consumo de significaciones en la
vida social (García Canclini, 2004).
La cultura implica, por lo tanto, la capacidad de comunicación; supone modos compartidos de significar el
mundo que proveen orientaciones hacia la acción y tornan intelegibles los comportamientos y prácticas de
los/as otros/as con quienes nos vinculamos. De este modo, una concepción socio-semiótica de la cultura nos
remite al segundo concepto estructurante de este programa: la comunicación.
La etimología latina del término comunicar refiere a “poner en común”, “compartir”. De esta manera, se
entiende la práctica comunicativa como una dimensión central de lo humano por medio de la cual se
constituyen y circulan significados y valoraciones compartidos. A través de lenguajes, sistemas lingüísticos y
códigos culturales, la comunicación es entendida como la forma de vincular, relacionar y transmitir diversos
saberes, formas de percepción de lo social, modos de actuar y relacionarse en y con el mundo y modalidades
socialmente construidas de concebir a éste último. Por lo tanto, en la comunicación se constituye y circula el
entramado de significaciones sociales que consolidan lo que entendemos como realidad social.
Así, se evidencia la razón por la cual, desde esta perspectiva, la dimensión de la comunicación y la cultura
son pensadas como componentes inescindibles de la realidad social cotidiana, y sólo pasibles de una
separación tal con fines analíticos.
De este modo, la propuesta de esta asignatura busca recuperar la cultura y la comunicación como ejes o
nodos temáticos centrales, para poder analizarlos a partir de sus vínculos y relaciones con ciertas
dimensiones propias de la vida social. Estas dimensiones se enmarcan en la propuesta del Diseño Curricular
de la Provincia de Buenos Aires para esta asignatura, en lo que respecta a la promoción de un aprendizaje y
formación crítico sobre los procesos socioculturales, la posición que ocupan como sujetos productores de
cultura y, a la vez, de las representaciones y discursos que producen y reproducen relaciones de poder en el
contexto sociohistórico actual. De este modo, se recuperaron aquellas dimensiones, problemáticas y
temáticas específicas del campo de la Sociología de la Cultura y de la Comunicación Social que mejor
promueven un pensamiento y análisis crítico y reflexivo sobre estas instancias.
En este sentido, nos proponemos, en primer lugar, pensar la cultura y la comunicación como campos
atravesados por lógicas de poder. Esto es, interpretar las interacciones y prácticas sociales como relaciones
de conflicto y lucha en las cuales se disputa la construcción, producción y reproducción de significados
culturales legítimos. Se habilita, de esta manera, la reflexión sobre las formas de ejercicio del poder propias
del campo cultural, los modos en que ciertos actores logran imponer sentidos y significados como
socialmente aceptados (por sobre otros que pasan a ser desprestigiados, estigmatizados o silenciados),
disimulando las relaciones de fuerza y dominación en los que se funda esta imposición (Bourdieu, 1977). A
su vez, nos permite pensar a las prácticas culturales y comunicacionales, no sólo como construcción de
sentidos, discursos y consensos, sino también como espacios de resistencia y contrahegemonía.
En segundo lugar, nos proponemos pensar la cultura y la comunicación como campos de producción y
construcción identitaria. Recuperando a Hall (2003) entendemos la identidad, no como una forma de
existencia pre-social y esencial, sino como un proceso dinámico, construido y nunca acabado, que articula el
plano biográfico con el plano relacional o social. De este modo, se encuentra fuertemente vinculada al campo
cultural, a partir de las diversas interacciones entre el sujeto y su lengua e historia, entre las significaciones
culturales aprendidas e interiorizadas y las creaciones que realiza el individuo en sus propias experiencias y
trayectorias personales. Así, la identidad cultural se presenta como una co-producción del sujeto respecto a la
cultura en la que se encuentra inserto, produciéndose discursivamente en relación a un otro con el que se
diferencia. Supone pensar a la identidad como la manifestación específica de ciertos atributos socialmente
significativos, los cuales se articulan y organizan a partir de su contraste con aquellos propios de una
alteridad con la cual se enfrenta; deviniendo así en sujetos históricamente reconocibles y coyunturalmente
diferenciables (Gubber, 1988). Esta postura vincula y articula la idea de identidad con la de diversidad y el
modo en que los dominios identitarios son construidos siempre en relación a una otredad.
Finalmente, en tercer lugar, nos proponemos pensar las dimensiones de la cultura y la comunicación en su
relación con el proceso de globalización y el surgimiento de las nuevas Tecnologías de la Información y la
Comunicación. En tanto proceso complejo y multidimensional, la globalización supuso una transformación y
redefinición de todas las esferas de la vida social, razón por la cual será objeto de abordaje de otras
asignaturas en el mismo año (Sociología, Historia, Geografía, Economía Política) y en el año siguiente
(Trabajo y Ciudadanía, Geografía, Historia). De manera complementaria y articulada, proponemos pensar el
proceso de globalización desde el campo de saberes propio de la materia, atendiendo a los procesos de
mundialización cultural y transnacionalización de las comunicaciones. En este marco, comprendemos el
surgimiento de las nuevas tecnologías digitales como un hito o cambio de paradigma en las relaciones
culturales y comunicacionales de las sociedades contemporáneas; redefiniendo la esfera pública y de
participación política, transformando las representaciones y modos de experimentar el tiempo y el espacio,
habilitando nuevos lenguajes y estilos de comunicación, nuevas formas de interacción y socialización,
nuevos espacios para la producción, circulación, consumo e intercambio de información y conocimiento, etc.
Pero todas estas transformaciones son pensadas a la luz de las dimensiones anteriormente trabajadas y
presentadas en el programa de la materia. Se demanda pensar en las relaciones de poder que conducen a
distribuciones desiguales de las tecnologías de la información (restringiendo la posibilidad de acceso,
conocimiento, uso y apropiación de las mismas), la promoción de circuitos diferencias de los medios de
comunicación (la presencia de medios masivos y populares, medios hegemónicos y alternativos, etc) y la
producción ideológica de discursos que las justifican y reproducen. A su vez, nos habilita a pensar las
construcciones identitarias en marcos de alta disponibilidad tecnológica, de intercambios y relaciones
culturales mediados por medios de comunicación y plataformas de difusión de información ubicuos.
De este modo, se articula nuestra propuesta de pensar un currículum en espiral, en el cual los ejes centrales
de la cultura y la comunicación son trabajados y comprendidos en su relación con temas y problemáticas
transversales, que progresivamente avanzan en complejidad y nivel abarcativo, pero retornando siempre a los
primeros, para poder pensarlos y analizarlos con mayor profundidad.
B. MARCO DIDÁCTICO.
El marco didáctico en el cual se inscribe este programa, parte de una concepción de las prácticas de
enseñanza y aprendizaje como procesos complejos, atravesados por múltiples mediaciones de carácter
cognitivo, social e institucional. Frente a esta complejidad inherente a las prácticas de enseñanza,
concebimos la confección y construcción de este currículum (con sus fundamentaciones y marcos de
referencia) como una forma de organizar y expresar el itinerario formativo que atraviesa y define a la
presente asignatura. Esto es, como un proceso, como una hipótesis de trabajo por el cual se definen y
articulan los criterios que orientaron nuestra tarea; las intenciones, presupuestos y pautas que sostienen esta
propuesta de enseñanza, en sus vínculos con el contexto de aplicación y desarrollo (Gimeno Sacristán, 1997).
Por lo tanto, partiendo de una mirada que concibe al curriculum como un proceso, contextual y situado, en
constante transformación y redefinición, nos abocamos a presentar el marco didáctico que atraviesa a la
presente asignatura.
Desde una perspectiva de didáctica general, comprendemos el vínculo intrínseco entre las prácticas de
enseñanza y aprendizaje como una relación ontológica esencial, pero sin reducirla a una relación causa-
efecto lineal y unívoca. Siguiendo a Altet, pensamos la enseñanza como una práctica relacional cuya
finalidad se encuentra en favorecer y conseguir aprendizajes por parte del/a alumno/a en el contexto
particular de la institución escolar (Cols, 2011). En este sentido, compartimos la mirada respecto a las
prácticas de enseñanza como una forma de intervención social destinada a mediar la relación entre el/la
alumno/a y un cuerpo de contenidos y saberes a ser aprendidos (Fenstermacher, 1989) 1.
Siguiendo a Cols (2011), pensamos la práctica de enseñanza como una forma de impulsar sistemáticamente
la apropiación de saberes, instrumentando situaciones que promuevan las tareas de aprendizaje del/a
alumno/a, favoreciendo y habilitando la construcción de significados por parte del/a mismo/a. La
intencionalidad de la práctica de enseñanza, siguiendo a la autora, se vincula a la generación de espacios de
posibilidad para el acceso del/a alumno/a a un cuerpo de saberes considerados relevantes en el marco del
proyecto educativo en el cual se enmarca esta presente asignatura.
De esta manera, inscribimos a la enseñanza – entendida como transmisión de saberes – en un marco
comunicativo, como una acción orientada a un otro/a y realizada con el/la otro/a (Basabe y Cols, 2007). La
enseñanza se constituye, así, como una acción interactiva y dialógica que reconoce en el/la alumno/a un/a
sujeto con auto-determinación, con pensamientos, motivaciones y emociones que le son propias y que
condicionan los espacios de relación con el/la docente (Cols, 2011; Tardiff, 2004). Se presenta como una
1 De esta forma, recuperamos en nuestro marco de referencia didáctico, los tres polos característicos del triángulo didáctico
de Astolfi (2001): el saber, el/la profesor/a y el/la alumno/a.
forma de diálogo que nos habilita a aprehender las subjetividades del/a alumno/a, su heterogeneidad y las
formas de vincularlas con los saberes en el marco de la situación de clase (Burbules, 1999). En tanto
enseñanza comprensiva, entendemos la transmisión de saberes, no como una reproducción pasiva de los
mismos, sino como un proceso abierto de búsqueda y co-construcción cooperativa de sentidos, como una
forma de articular los contenidos en situaciones didácticas concretas que permitan compartir y negociar
significados con el objetivo de que el/la alumno/a pueda construir el conocimiento, tanto en una instancia
individual como colectiva (Contreras, 1994; Litwin, 1998). Esta mirada implica recuperar y reconocer la
capacidad reflexiva e interpretativa del/a alumno/a; plasmándolo en la promoción de espacios que favorezcan
la comprensión mutua, el respeto, la disposición a la escucha y la puesta a prueba de las propias limitaciones
discursivas, en el marco de un diálogo abierto e interpelante con el/la estudiante (Basabe y Cols, 2007).
Aproximándonos a una didáctica específica de las ciencias sociales, entendemos que la enseñanza como co-
construcción de significados y conocimientos con el/la alumno/a se orienta hacia determinadas finalidades.
Por un lado, apela a la ampliación de los horizontes espaciales y temporales del/a alumno/a, rompiendo con
las limitaciones y determinaciones euro y etnocéntricas (Camilloni, 1994), y procurando un trabajo de
enseñanza basado en el reconocimiento de la heterogeneidad y diversidad social y cultural. Así, se busca
problematizar y desbordar los límites que ofrecen los intereses personales o locales, por una enseñanza que
coloque en el centro la idea de humanidad; que apele a la construcción de una sociedad más igualitaria, justa
y solidaria (Camilloni, 1994), promoviendo el aprendizaje de saberes emancipadores y democráticos
(Meirieu, 2013). Por el otro lado, se propone acrecentar la capacidad de comprensión y explicación de los
procesos sociales, mediante la promoción de una práctica abierta de construcción y representación de
significados sociales, que den cuenta de manera interpretativa y reflexiva de la sociedad, la cultura y el lugar
que el hombre y la mujer ocupan en ella (Camilloni, 1994). Implica pensar la enseñanza en ciencias sociales
como una forma privilegiada de intervención en la producción de la realidad social, mediante la negociación
y construcción de significados; favoreciendo el carácter público y comunitario de la producción de la vida
social.
Mas luego, articulamos el enfoque anterior con una perspectiva que comprende a la enseñanza como
promotora de una forma de pensamiento crítico. Siguiendo a Litwin (1998) entendemos la enseñanza para la
crítica como una práctica que crea contextos y situaciones didácticas en las que se promueven las
condiciones y oportunidades para el desarrollo del pensamiento crítico y cuestionador. Esto implica
favorecer tareas reflexivas sobre procesos y situaciones socio-históricas, sobre saberes y significados
sociales, para que sean apropiadas por el/la estudiante, enjuiciando las posibles opciones o respuestas que se
dan al análisis de los mismos, de acuerdo con criterios determinados, y sometiendo a crítica a dichos
criterios. Conjuntamente, reivindicamos la oferta y promoción de oportunidades de reflexión sobre la
importancia de la tolerancia para comprender posturas diferentes o abordajes disímiles, y la creatividad
necesaria para encontrar y construir las miradas propias.
De este modo, no se busca reproducir de manera plena la lógica interna de las disciplinas que estructuran el
campo de las Ciencias Sociales, ya que no se trata de una formación de futuros sociólogos, comunicadores o
antropólogos. Por el contrario, se trata de aproximar los saberes propios de dichas disciplinas a las
experiencias de los/as estudiantes al aula, reflexionando y analizando aquellos conocimientos y los modos de
abordaje de problemáticas sociales – pasadas y presentes, desde diversos discursos y voces – que constituyen
la vida social y comunitaria del/la mismo/a. Con la finalidad de que sean cuestionadas, problematizadas,
valoradas y discutidas críticamente.
De esta manera, y en línea con lo aquí planteado, recuperamos la propuesta de Fenstermacher (1989) de
entender las prácticas de enseñanza como una forma de intervención sobre el aprendizaje en cuanto tarea,
esto es, al proceso mediante el cual el/la alumno/a adquiere, incorpora y se apropia del conocimiento; y no
sobre el aprendizaje en cuanto rendimiento, es decir, la incorporación efectiva de los conocimientos por parte
del/a estudiante. La enseñanza incide, por ende, sobre el aprendizaje del/a alumno/a de manera indirecta,
como mediador en la promoción de tareas de aprendizaje, generando espacios y oportunidades para apoyar el
deseo del/a alumno/a de “estudiantar” y mejorando sus capacidades para hacerlo. Concebimos así a la
práctica de enseñanza no como una mera transmisión o impartición de saberes y contenidos, sino como la
instrucción del/a alumno/a para que sea capaz de adquirir el conocimiento a partir de sí mismo/a, sea
mediante textos o diversas fuentes, estrategias o propuestas con y desde las que se decida trabajar.
Recuperando a Meirieu, la práctica de enseñanza supone la organización de la confrontación del/a alumno/a
con el saber, a la vez que se ofrecen y proporcionan las ayudas necesarias para poder apropiarse del mismo
(Alliaud, 2017). Esto es, favorecer la relación del/a alumno/a con un saber que lo/a excede y sobrepasa, pero
ofreciendo las oportunidades y ayudas necesarias para que lo interiorice. En esta integración entre saber y
seguimiento, el/la docente adopta el rol de incentivar el compromiso del/a alumno/a con el conocimiento, y
pone a su disposición los recursos para poder aprehenderlos. Principalmente generando espacios de
promoción e incentivo de formas diversas de relacionarse con el conocimiento, trátese del pensamiento
deductivo, experimental, histórico, crítico o reflexivo (Bourdieu y Gross, 1990).
Siguiendo esta línea didáctica, pensamos la promoción de las tareas de aprendizaje a partir de dos acciones
principales: la oferta de “oportunidades razonables de aprendizaje” y la “motivación para aprender” (Perkins,
1997: 53-54). Esta mirada se cristaliza en la creación y promoción de espacios adecuados para el aprendizaje
mediante, en primer lugar, la oferta de información clara (describiendo y ejemplificando los objetivos y
conocimientos requeridos, así como los resultados esperados). En segundo lugar, a través de favorecer una
práctica reflexiva, que genere honestas oportunidades para que el/la alumno/a se ocupe activa y
reflexivamente de aquello que deba aprender. En tercer lugar, retroalimentando informativamente este
proceso, ofreciendo consejos claros y precisos para que el/la alumno/a mejore el rendimiento y apropiación
de conocimientos y pueda proceder de manera eficaz. Y, finalmente, promoviendo una fuerte motivación
intrínseca y extrínseca para el aprendizaje, sea constituyendo los conocimientos como atractivos e
interesantes en sí mismos, o como medio para la obtención de logros que le interesen al/la alumno/a.
Recuperamos, para concluir este apartado didáctico, el papel formador/transformador/emancipador de la
práctica de enseñanza entendida en estos términos (Alliaud, 2017); en tanto accionar con otros/as y sobre
otros/as que apela a la producción de sujetos. Nuevamente, sin recaer en una transformación que reconozca
al/la alumno/a como agente pasivo de su propia formación, presentamos y entendemos las prácticas de
enseñanza, en los términos en que aquí fueron recuperadas, como la formación progresiva de las capacidades
de decisión del/a alumno/a sobre su propia historia, sobre sus relaciones con el conocimiento y con el mundo
que lo/a rodea. (Meirieu enAlliaud, 2017).
C. MARCO INSTITUCIONAL.
• Proponer ejemplos y situaciones históricas y contemporáneas que permitan a los/as estudiantes reconocer y
reflexionar sobre la importancia de la dimensión simbólica y cultural en las sociedades actuales.
• Indagar y relevar los saberes y prácticas culturales de los/as estudiantes, sus familias, comunidades o
grupos de pertenencia, con el fin de incluirlos en los tratos y problematizaciones de las temáticas a trabajar.
• Presentar y elaborar una amplia variedad de estrategias didácticas que empleen el uso de diversos recursos
(tales como películas, cuentos, imágenes, noticias, historietas), de modo que permitan ejemplificar las
maneras en que se construyen culturalmente las identidades contemporáneas.
• Introducir estrategias de enseñanza que posibiliten el análisis de diversas fuentes y producciones
discursivas para así identificar los múltiples sentidos e interpretaciones sociales que allí se ponen en juego.
• Propiciar un espacio de respeto y comprensión mutuos, con el fin de que los/as estudiantes se sientan
fortalecidos y habilitados para participar en las actividades y prácticas en el aula.
• Brindar dilemas y favorecer debates que pongan en cuestión y fomenten el pensamiento crítico respecto de
los valores sociales predominantes.
• Fomentar la discusión y la puesta en relación de ideas y puntos de vista, con el fin de habilitar la
comprensión de distintas perspectivas que atraviesan el campo problemático de la comunicación y la cultura.
• Fomentar el acercamiento y análisis de textos de diversos tipos y fuentes, focalizando en los géneros
específicos y propios del campo de las ciencias sociales.
• Favorecer la reconstrucción de los argumentos presentes en los textos trabajados, identificando los
conceptos centrales allí desarrollados, y estableciendo relaciones con el tratamiento de otras temáticas y
autores ya trabajados en clase.
OBJETIVOS DE APRENDIZAJE.
Que el/la alumno/a logre:
• Reconocer la relevancia de la dimensión simbólica y cultural presente en los discursos que se producen y
reproducen en las distintas instituciones y espacios sociales de los que participan, concibiéndolos como
construcciones históricas y humanas.
• Reflexionar y comprender el rol y las características de las representaciones sociales que se actualizan y
desarrollan en los discursos mediáticos, institucionales y disciplinarios, con el fin de interpretar y
contextualizar sus prácticas cotidianas en el marco de procesos socio-históricos complejos.
• Comprender y analizar los procesos de comunicación y circulación de discursos como espacios en los que
se articulan y entran en conflicto distintas representaciones y visiones sobre el mundo, con la finalidad de
reflexionar sobre el modo en que se insertan los jóvenes en este campo de disputas.
• Analizar críticamente los mecanismos de naturalización y legitimación de las desigualdades sociales,
propias del contexto sociohistórico actual, en discursos sociales y mediáticos que los interpelan en su rol de
jóvenes.
• Reconocer y reflexionar sobre las identidades culturales entendidas como construcciones socio-históricas,
y sus vínculos constitutivos, en un marco de diversidad cultural.
• Comprender e interpretar a la globalización como un proceso multidimensional y complejo que influye
sobre las relaciones sociales y las prácticas culturales y comunicacionales actuales.
• Leer comprensivamente e interpretar materiales textuales, icónicos, audiovisuales y multimediales a fin
de relacionar los contenidos de la asignatura en el marco de sus prácticas y experiencias cotidianas.
• Ejercitar la capacidad interpretativa y de indagación sobre las dinámicas de producción, circulación y
consumo cultural propias del contexto local en el que viven.
III. CONTENIDOS.
• Calzado, M. y Vilker, S. (comps.). (2011). Cultura, comunicación y sociedad. Buenos Aires, Ediciones
del Aula Taller. (Selección de apartados).
• Eco, U. (1988). “Proemio”. En Signo. Barcelona, Labor.
• Margulis, M. (2009). “La noción de cultura”. En Sociología de la cultura. Conceptos y problemas.
Buenos Aires, Biblos. (Selección de fragmentos).
Marques, J.V. (1982). “No es natural”. En Para una sociología de la vida cotidiana. Barcelona, Editorial
Anagrama.
Esta unidad se propone analizar reflexivamente los campos culturales y comunicacionales (definidos en la
unidad anterior) como escenarios de disputa y conflicto. De este modo, se busca pensarlos como dimensiones
de la vida social atravesadas por relaciones de poder, como campos de confrontación por la imposición
simbólica de un modo de representar la realidad social, recuperando los medios e instituciones que
garantizan su reproducción.
• Adorno, T. y Horkheimer, M. (1969). “La industria cultural: el iluminismo como mistificación de masas”.
En Dialéctica del iluminismo. Buenos Aires, Sudamericana. (Selección de fragmentos).
• Bourdieu, P. (2000). “Sobre el poder simbólico”. En Intelectuales, política y poder. Buenos Aires,
Eudeba. (Selección de fragmentos).
• Calzado, M. y Vilker, S. (comps.). (2011). Cultura, comunicación y sociedad. Buenos Aires, Ediciones
del Aula Taller. (Selección de apartados).
• García Canclini, N. (2004). “Diferentes, desiguales y desconectados”. En Diferentes, desiguales y
desconectados. Mapas de la interculturalidad. Barcelona, Gedisa. (Selección de fragmentos).
• González, J. (1990). “Los frentes culturales. Culturas, mapas, poderes y luchas por las definiciones
legítimas de los sentidos sociales de la vida”. Diálogo de la comunicación, N°26, marzo. (Selección de
fragmentos).
En esta unidad, se busca promover una aproximación reflexiva sobre la identidad como una construcción
histórica y social, que debe ser pensada en contextos culturales definidos. En este sentido, se busca favorecer
una problematización de los modos en que se construyen las identidades en el marco de la sociedad actual,
profundizando la importancia de pensarla en sus vínculos y relaciones con otros grupos con los que se
comparte y co-habita el espacio y territorio.
• Calzado, M. y Vilker, S. (comps.). (2011). Cultura, comunicación y sociedad. Buenos Aires, Ediciones
del Aula Taller. (Selección de apartados).
• Duschatzky, S. y Skliar, C. (2000). La diversidad bajo sospecha. Reflexiones sobre los discursos de la
diversidad y sus implicancias educativas. Cuaderno de Pedagogía de Rosario, año 4, N°7, Ed. Bordes,
Rosario. (Selección de apartados).
• Hall, S. (2003). “Introducción: ¿quién necesita identidad?”. En S. Hall y P. du Gay (comps.), Cuestiones
de identidad cultural. Buenos Aires, Amorrortu. (Selección de fragmentos).
• Margulis, M. (1999). “La racialización de las relaciones de clase”. En M. Margulis y M. Urresti, La
segregación negada. Buenos Aires, Biblos. (Selección de fragmentos).
• Wieviorka, M. (1992). “Segregación, discriminación”. En El espacio del racismo. Barcelona, Paidós.
(Selección de fragmentos).
• Calzado, M. y Vilker, S. (comps.). (2011). Cultura, comunicación y sociedad. Buenos Aires, Ediciones
del Aula Taller. (Selección de apartados).
• Castells, M. (1997). “La revolución de la tecnología de la información”. En La era de la Información.
Madrid, Alianza. (Selección de fragmentos).
• __________ (2009). “La comunicación en la era digital”. En Comunicación y poder. Madrid, Alianza
Editorial. (Selección de fragmentos).
• Harvey, D. (1998). “Compresión espacio-temporal y condición posmoderna”. En La condición de la
posmodernidad. Buenos Aires, Amorrortu.
• Sibilia, P. (2012). “Yo visible y el eclipse de la interioridad” y “Yo actual y la subjetividad instantánea”.
En La intimidad como espectáculo. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. (Selección de fragmentos).