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El abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes es una de las peores formas de
violencia contra la niñez y adolescencia. A pesar de que constituye un problema
creciente en el mundo, la mayoría de los casos no son detectados ni denunciados.
A diferencia del maltrato físico –cuyo diagnóstico depende de la posibilidad de ver
las lesiones- y de la negligencia adulta hacia el bienestar infantil -que se diagnostica
al ver niños privados de los cuidados parentales básicos (desnutridos, no
escolarizados, sin cuidados médicos básicos, entre otras formas de vulneración de
sus derechos)-, la detección del niño que fue o está siendo víctima de abuso sexual
depende de escucharlo para saber qué pasó.
Dicho abuso causa traumas dolorosas e invalidantes que pueden vivir los jóvenes.
Muchas personas creen que cuando las chicas y los chicos llegan a la adolescencia
el riesgo de violencia sexual es menor para ellos porque ya son capaces de
defenderse. Pero eso no es cierto, las estadísticas dicen que precisamente la
adolescencia es la edad de mayor riesgo.
En la mayoría de los casos detectados no suele haber lesiones físicas que funcionen
como indicios para determinar quién fue el agresor ni hay una conducta específica
o prototípica que los niños víctimas presenten. Tampoco suele haber testigos, ya
que quien comete un abuso sexual suele hacerlo a escondidas. Todos estos
factores, sumados a mitos enraizados y prejuicios culturales que operan en
detrimento de los niños cuando toman la palabra para develar sus padeceres, hacen
que el diagnóstico y posterior denuncia sean una tarea compleja. También opera
una premisa falsa que sostiene que “si no hay lesión, no hubo abuso”. Esto agrava
la situación porque sin detección los niños no reciben tratamiento, ni protección ni
justicia.
La violencia o abuso sexual es cualquier acto de naturaleza sexual al que se obliga a
una persona, en este caso a un o una adolescente. Cuando a un adolescente se le
obliga a mantener relaciones sexuales o cualquier tipo de contacto sexual sin que él
o ella lo desee, cuando se le toca o se le obliga a tocar a alguien. También cuando
se le obliga a desnudarse o a acariciarse íntimamente, aunque el agresor no le toque,
eso es un abuso sexual. O cuando el que se desnuda o se acaricia sexualmente ante
el adolescente es el agresor. Igualmente es abuso sexual cuando el agresor acosa
verbalmente, con palabras, llamadas, etc… de contenido sexual a un menor. Y
también es abuso sexual cuando se obliga a alguien a mantener relaciones sexuales
sin protección. Las violencia sexual se ejerce tanto sobre chicos como sobre chicas
aunque son estas las que la padecen en mayor medida.
Es muy importante que las adolescentes y los adolescentes sepan sin ningún género
de dudas que violencia sexual no es solo la penetración no deseada si no cualquier
acto de naturaleza sexual en el que se les obligue a participar en contra de sus
deseos, tanto físico como psicológico o verbal.
Tampoco es imprescindible para que se considere abuso sexual que el adolescente
esté junto a su agresor. Son cada vez más frecuentes los casos de abuso sexual a
través de internet. También los chicos y chicas deben tener muy claro esto. Las
consecuencias para los adolescentes varían mucho en función de cómo haya sido el
abuso, de quién lo haya cometido sobre ellos y, lo que es muy importante, del tiempo
durante el que se haya estado cometiendo esa violencia sexual sobre ellos.
Generalmente es díficil detectar que un o una adolescente está sufriendo este tipo de
violencia. Pero sus consecuencias son terribles. Por eso ante cualquier duda sobre
la conducta de un adolescente habrá qué indagar qué le está pasando para descartar
que esté siendo víctima de violencia sexual.
Las consecuencias de la violencia sexual sobre un adolescente pueden ser múltiples
y pueden afectar a todos los aspectos de su vida.
Salud física:
Heridas. En ocasiones, los agresores además de maltratar sexualmente a sus
víctimas también las golpean.
Salud mental:
Depresión. Sufrir violencia sexual es con frecuencia motivo para que la víctima
se hunda en la depresión.
Miedos. Tras haber sufrido violencia sexual suelen aparecer miedos diversos,
a la muerte, al contacto con otras personas, a estar en lugares abiertos, etc…
Ansiedad. Otra de las consecuencias frecuentes es la aparición de episodios
de ansiedad.
Dentro de los problemas de salud física; se ha observado por ejemplo, que dichas
personas suelen tener dolor inhabilitante a repetición. También se documenta la
asociación con entidades como síncope crónico, patología psicosomática, dolores
crónicos, síndrome de hiperventilación crónico, trastorno convulsivo refractario,
patología coronaria, neoplasias, obesidad, enfermedades reumatológicas, úlceras
gástricas, patología pulmonar y neurológica. La patología gastrointestinal funcional,
la fibromialgia, el dolor pélvico crónico, convulsiones psicógenas y el dolor crónico
no especificado son manifestaciones físicas de trastornos de somatización que con
frecuencia presentan las víctimas de abuso sexual.
También pueden tener un eroticismo elevado o problemas sexuales que van desde
adquisición de enfermedades de transmisión sexual hasta patología genitourinaria
más frecuente o disfunción sexual
Las víctimas de abuso sexual suelen, lastimosamente, volver a ser perjudicados por
otros tipos de violencia, o bien de abuso sexual, a lo largo de su vida. Luo y colegas
determinaron por ejemplo que aquellas mujeres que habían sufrido abuso sexual en
su infancia, fueron golpeadas por su compañero sexual en algún momento de su
vida, experimentaron algún tipo de acto sexual no deseado o fueron víctimas de
hostigamiento sexual físico y verbal con mayor frecuencia