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“Tenemos éste ahora de sexo en hojas, besos en cigarrillos, viajes al

ombligo en bicicleta, madrugadas de películas en su clavícula, la

poesía es nuestra casa. Un invento para que los dos podamos

existir. “

El alquimista estupefacto
Ésta historia es un relato subjetivo, tengo una inspiración que

está estampada en las letras, y más que eso, fue quien me

alentó esto. Podría decirse que aquella persona ha ganado

con creces éste mérito. Alguien que con tan poco tiempo

haya marcado tan hondo y con imborrables recuerdos una

vida es digna de cualquier cosa y de mucho más de lo que

podría dar… Cuenta el cómo una persona te muestra las

cosas desde su óptica, hurgando, desordenando, arreglando,

transformándolo en el lugar de tus sueños, del que jamás te

imaginaste tener y ciertamente jamás dejar. La vida como

espectador del amor dulce. Con tan poco hizo mucho…

“El dolor y la alegría en su antagonismo se agudizan para

mover el lápiz entre mis dedos para que las palabras fluyan

como el viendo… como el agua...”


Las tardes de verano son muy placenteras cuando el

ambiente es templado y casi haciendo un frío agradable a tu

piel, empero, ese, un miércoles de junio, el sol había

calentado más de lo usual, hacían aproximadamente las tres y

cuarentaicinco pm cuando salí del aula de clases para y

dirigirme a hacer un foto-copiado-pensé: cuánto dinero gasto

en cosas inútiles , sólo para complacer a un profesor y llenar

casilleros en un libreta que pronto desechara , por el aspecto

que tenía , sería muy pronto- Continué . En aquel trayecto

pasé por única cancha de la facultad en la que yacían más

que hojas de los árboles que están en sus contornos, y otra vez

en mi mente se pasearon varias ideas como aquellas hojas

impulsadas por el viento y que precisamente, esas hojas

hacían olvidarme de mis ideas, resulta tan bien y a la vez

intrigante sentir cómo tu mente se evapora por cosas simples.

Volviendo a la realidad palpable, me apresuré por bajar las

escaleras, la música que sonaba llamó mi atención y no era

para menos, resulta que no era muy casual escuchar ese tipo
de música entre estudiantes universitarios con las hormonas

agitadas por tanta novedad. Al llegar me quedé algo

pasmado al ver a una chica de cabello corto y enmarañado

asomándose lentamente por el mesón del angosto local:

-Buenas tardes, ¿Podrías sacar copias de éstas hojas?- le dije

mientras aún tenía mi rostro algo inexpresivo de verla

-Hola, sí claro… ¿Cuántas copias desea?- me dijo con una

gran sonrisa, de esas que las personas realmente alegras, te

lanzan sin restricción y la que se me hacía por algún motivo un

poco familiar.

- Una de cada una – le devolví la sonrisa mientras reí un

poquitín y la miré a los ojos - no tengo dinero para más…

En aquel lapso de tiempo en el que la máquina terminaba de

sacar las hojas, le lancé una preguntar, porque sentí un deseo

grande de hablarle.
-¿Eso es Arctic Monkeys?- le dije mientras me di cuenta que

era la peor forma de empezar la conversación, obviamente

era Arctic Monkeys.

-Síiiii, siii, siii, es Arctic Monkeys- dijo y mostrando un tanto

crispado por una pregunta así, pues se me vino a la mente

que Ella pensaría que era algún tipo Pooser, y no sé por qué

me importó tanto lo que pensara aquella desconocida en ese

momento- Aquí están tus copias, y son doce centavos.

- Son más caras que las que sacan afuera, pero tengo prisa,

aquí están 15 centavos, y conserva el cambio, porque vendré

después- reí y me fui a mis clases.

Aquello fue tan extraño, jamás esperé toparme con una chica

tan peculiar en aquel lugar, digo: cabello corto, aretes de

lanza, y percings en la parte superior de oreja derecha y

aparte de eso, lucía ropas extravagantes, un pantalón de tela

negro, que parecía sacado de un niño de 6 años que iba a

una fiesta formal con sus padres, una blusa negra con
corbata, y llevaba un pequeño gorro rojo ¡Wow! Ha sido

esplendido.

Regresé a las clases mientras empecé a mirar las pequeños

colinas que se encuentran cerca de la universidad, y el viento

se sentía agradable, no quería entrar pero tampoco quería

faltar a aquella clase tan aburrida pues jamás lo había hecho.

De vuelta en aquella aula tan pequeña en donde el aire se

sentía tan escaso, tan respirado por todos y en vista de que

aquel profesor tenía otras cosas pendientes, decidí fijar mi

atención a mi cuaderno y empecé a rayar sin sentido: arriba,

abajo, de un lado y al otro, luego una voz sacudió mi cabeza

-Oye, Sergio, el profesor acaba de mencionar tu nombre,

¡levántate! …

Me levanté mecánicamente mientras escuchaba un cúmulo

de voces en aquel espacio tan pequeño, me dirigía hacia el

pupitre de aquel señor que tenía un rostro gracioso y se movía


de igual forma, su nombre es Carlos Alberto Aray; sí, como

empresa de buses, aquello realmente daba gracia. Al llegar.

-Señor Mendoza, ¿ya tiene todos los fotocopiados que le

envié? Lanzando una mirada al fondo del aula para divisar lo

que tramaban algunos chicos.

-Claro, no crea que fui sólo a pasear sus hojas, aquí tiene-

estiré el brazo para acomodarlas cuidadosamente en su

folder, aunque en el fondo quise revolver los papeles en su

mesa, pues no creía conveniente tanta burocracia

académica en papeles.

Aquel día al terminar las clases, caminé como de costumbre a

la primera puerta de la universidad, dado a que mi facultad

está en el último lugar, parecía una pequeña ciudad desierta

por la noche, es de lo más agradable, pues, me daba tiempo

de librar la mente de cualquier estupidez que haya pasado en

el día.
Pero eso ese día no, no pensaba en librarme de mis

pensamientos, es más quise retenerlo, me refería al de la chica

del local de fotocopias en la facultad. Mientras seguía

intentaba descifrar su sonrisa y su mirada, que tanto eco dejó

el resto del día, opté por no tomarle en cuenta y seguir. A

pesar de ser verano, la noche no se sentía tan fresca, era más

bien como si estuviera en una especie de leve cocción por lo

que decidí apurar el paso, tomar un bus y llegar a mi casa

para darme un buen baño.

Ya en el bus, como es mi costumbre, tomé la ventana en la

penúltima fila del lado del conductor (aquello es muy

recurrente de mi parte cuando viajo) aprovechando de que

iba a penas lleno. Me refrescaba el viento que se colaba entre

esas viejas ventanas de bus , tan viejas, tan destartaladas, el

viaje se hizo muy agradable por el fresco, pero mi mente

divagaba con absurdeces: inventar algún tipo de máquina

que pueda tele transportar materia viva y verme en lugares

interesantes en el pasado, tocar con los Beatles, o


simplemente reposar flotando en un océano calmado

mientras se las nubes dibujan sonidos … En fin , el trecho entre

la imaginación y la realidad está a un suspiro y cerrar los ojos.

Al bajar del bus caminaba, mientras las absurdas campanas

eléctricas de la iglesia sonaban tediosamente, y sin más, seguí

sin prestarle mucha atención. Una vez en casa, llegué al tan

esperado encuentro con la ducha, para apagar el sofocón

del día. Sentí como si fuera una superficie caliente y el agua

me aplacaba con un “Psssssshhhh” muy prolongado. Que bien

se siente el agua cuando fluye por cada poro de la piel y

causa un toque de renovación sutil.

La luna se ha escondido estos días y sólo hay una estrella

como custodio de su sempiterno puesto en el cielo

antagónico del día. Resultaría extraña la idea de escindir a los

astros por amor, pero ciertamente, esa es mi creencia, tal fue

el amor trágico entre estos astros, La luna y el sol, que

paradójicamente están separados por su naturaleza aun


estando en el mismo plano: flotando inmaculados en la

inmensidad de ningún lado.

La noche se llevaba bien conmigo, entre un par de acordes

de guitarra y una buena cama, el día se sentía más que

satisfactorio, pero aún rondaba en mi cabeza aquel

encuentro fortuito con aquella niña - ¿la veré otra vez?- con

esa cuestión me rendí sobrecogido entre sábanas.

El día se levantaba tan dejado que parecía que hasta el

mismo sol no tenía ganas de aparecer al igual que yo

tratando de desenredar las sábanas entre mis piernas. Aquella

noche no pude prescindir del recuerdo que me vino en un

sueño, se trataba de una especie de musical en donde

aparecían muchas personas bailando pacíficamente y luego

muy frenéticos tuve la ligera sensación de escuchar “it's oh so

quiet” de Björk, y recordé un teatro en el que pude ser parte y

disfrutar sobremanera, a pesar de todo, el día prometía ser


agradable y alegre que decidí devolverle la sonrisa al día en

agradecimiento.

Al final el sol resplandecía como lo hace después de haber

varios días lúgubres seguidos y la cálida brisa bañaba y daba

color a la tan trivial calle en la que habito. Las cosas no van

mal después de todo pensé. Mi aspecto desentonaba como

el día, y otra vez probé en simplemente prescindir de lo

habitual y colocarme audífonos en los oídos con fuerte música

para ir de acuerdo al ímpetu con el que el tiempo se

presentaba.

Pasado el mediodía se acercaba la hora de volver a las tan

dichosas clases – para qué perder tiempo en un

propedéutico, la mayoría de las cosas que enseñan ahí no son

de todo provechosas. Aunque, no sucede lo mismo para

quienes tienen un déficit de atención mucho más grande que

el mío… Sonríe, justifica lo que la vida te da hoy.


Pensando en que iba a ser un día común y corriente, traté de

enfocarme para el estudio y ciertamente ocurrió lo contrario.

-Hola Sergio. ¿Tienes la tarea de ayer?- preguntó la chica más

linda del curso aunque no precisamente lo era en su forma de

ser, me refiero a Valeria. De cierto modo me dejé cautivar por

su mirada, que en el fondo no era tan afable como tendría

que ser pero aun así era encantadora.

-Claro, aquí tienes… solo procura cambiar ciertas partes para

que no nos descubra el profesor-le extendí mi brazo con las

hojas desbaratadas mientras ella las tomaba con sus finas y

bonitas manos.

- No vamos a estudiar lo mismo pero, cuando terminemos el

propedéutico, extrañaré la forma en la que respondes tan

coherente y de las que muchas veces no te entiendo ni papa,

pero eso es admirable en un chico de tu edad, tienes una

gran madurez- aquella intervención de Valeria hizo que

volviera en sí, después de estar mirando hacia la ventana.


- ¿Tú crees? No creo ser lo que parezco, es de la muy vaga

lectura que a veces tengo, y las palabras más singulares se me

quedan, y lo que digo no está más allá de la realidad que

cualquiera de nosotros pueda percibir, pero no siempre todos

decimos lo que pensamos- me miró con un rostro de absorta,

aunque realmente seguía creyendo que no era para tanto.

En ese instante sentí una luz a mis espaldas, resultó que varios

compañeros había sacado fotos de aquel pequeño

acercamiento con Valeria, ¿Qué tenía de anormal? Dos

compañeros de clases hablando de cosas sin tanta

relevancia.

Valeria sonrió y de inmediato tomó su asiento para culminar lo

que inminentemente le iba a significar otra nota desfavorable

sumado a sus seguidas inasistencias a clases.

Al vuelo terminó aquella tarea y justo cuando el profesor

entraba, se dispuso a entregar mi tarea.


-Te debo una grande. Déjame invitarte algo de beber en el

receso.

Asentí con la cabeza ¿Por qué no? Hacía calor y ella era una

grata compañía.

Tan angustiosas se hacían las horas del horario vespertino, no

tenía nada más que observar como el profesor transpiraba y

transpiraba, mientras cargaba a su lado un gran recipiente de

agua, de aquellos que usualmente llevas a la playa para darle

un sorbo a toda tu familia. Cada minuto se extendía más de lo

habitual, Einstein tiene razón con la relatividad aplicada al

tiempo. No aguanté mucho más y cabeceaba y hasta

babeaba del aburrimiento. Un sonido ya conocido se

escuchó. Aquel sonidito tan trillado de la cámara de un

celular que se escuchaba a lo lejos. Resulta que me había

sacado una foto en la que estaba casi llegando al piso y

parecía como auto en cambio de aceite botando las últimas

gotas de fluido por mi boca. El maestro me sacó del aula para


que me lave el rostro o me fuera a dormir, tal situación le

pareció un insulto, no era para menos, un tipo haciendo el

ridículo en su clase… ciertamente yo, no me arrepentí porque

aquella clase era más aburrida que ver descender miel a

través de un orificio de dos milímetros.

-¿Qué te sucedió hoy en clases?- refirió Valeria mientras reía

muy complacida por lo acontecido en la clase.

- Ummm, pues ya sabes, en el fondo sé que te dormirías si no

estuvieras todo el tiempo con tu teléfono debajo de la

mochila- Ella se sonrojó.

-Quieres tomar una ensalada de frutas, de esas que están en

la facultad de al lado, bañadas de rica leche condensada.

Yomiii! – me dijo coquetamente.

-Dale, vamos en camino entonces.

Mientras caminaba miraba su rostro blanco y que usualmente

estaba algo pálido pero ese día había tomado un tono más
rosa, tal vez sería por lo sofocante del sol, lucía más atrayente

con su nariz graciosa, un poco gordita pero bien perfilada y su

largo cabello negro y lizo que llegaba hasta su zona lumbar.

Le pregunté que le llevaba a estudiar secretariado bilingüe. A

lo que ella me respondió que aquello ha sido su anhelo, pues

le agradaba la idea de hablar con personas influyentes y

asesorarlos, estar al pendiente de sus citas y cosas por el estilo,

o simplemente poder ejercer la cátedra de la misma, ambas

ideas eran aceptables para Ella.

Cuando llegamos ella se arrimó con gracia en el pequeño

quiosco, ordenó dos ensaladas de frutas y que la de Ella

llevara mucha leche condensada, pues es muy fanática del

dulce.

-¿Tú también quieres más leche condensada?

-No, Yo no soy muy amante del dulce, prefiero las cosas

saladas, muchas gracias Valeria, por permitirme acompañarte

– le sonreí mientras tomé un sorbo del jugo de las frutas.


-Permíteme que Yo pague, es lo menos que puedo hacer por

la ayuda que me diste, sino, estuviera frita- me dijo mientras

rebuscaba en su bolso.

-Tranquila, yo tengo cambio- terminé pagando, con mi escaso

dinero, pues bueno, tenía lo suficiente para llegar a casa y

como siempre digo: Seré chiro pero tengo para las colas.

Ella apresuró el paso pues se acercaba el tiempo de regresar

al aula con el siguiente profesor. De mi parte seguí dándome

tiempo, aquel profesor llegaba algunos minutos después de la

hora indicada, aquello daba tiempo para ir tranquilamente,

además el sol se estaba apagando y la noche emerger

levemente.

-Tranquila, el tipo llega tarde.

- Tengo prisa de ir al baño y arreglarme porque estoy hecha

un desastre- las palabras más tediosas y muy conocidas de


una mujer, lo dijo tan desmesuradamente, que tuve que ir casi

a rastras con ella- Tu no tienes que maquillarte.

- Tú por qué tendrías que hacerlo, te ves muy bien.

-Tu no sabes de mujeres- me regañó mientras sonreía.

Cuando Valeria entró al baño, me percaté de aquella chica

del local, andaba en bicicleta y sus cabellos se revolvían con

el viento mientras ella pedaleaba. Sonreí al verla mover su

boca, teniendo en claro que cantaba, además iba con los

ojos cerrado. ¡Qué loca! Cuidado y se cae en alguna

alcantarilla o tiene algún accidente fortuito con un vehículo,

un peatón u otro ciego que transite por ahí.

¿Qué tanto miras y por qué tienes esa sonrisa?- replicó Valeria

cuando salió de la nada y se seguía viendo igual. Sonreí y no

mencioné palabra alguna… Ella tampoco.


-“La connotación en tanto categoría simbólica que tuvo tal

nombrada ‘Guerra de los 100 años’ entre Francia e

Inglaterra”…

Se perdían las palabras, mientras mi mirada se desentonaba

del frente y Daniel, el compañero de al lado zarandeaba mi

brazo para que le preste atención y en seguida respondí con

un:

-¿Qué pasa?

Al ver mi expresión de alterado, tomó otro rumbo y empezó de

nuevo con la chica de atrás: Bella.

Bella no era bella sino por su nombre, cada vez que la

observaba me percataba de su gran vello en la garganta que

pendía como un gran hilo, realmente me sentía tentado a

arrancarlo. Esta chica tiene una niña de cuatro años, a sus

quince se enredó con el que ahora es su esposo, es un tipo

agradable aunque muy celoso. No tiene de qué preocuparse,


supongo que nadie estaba interesado en su mujer. Aunque

era agradable cuando quería y no hablaba de las posiciones

del kamasutra que hacía con su marido y que por varios días

llevó una “Guía para hacer el amor” en donde mostraba sin

más cuál posición había practicado en la noche anterior.

Aparte de eso, era muy graciosa y siempre alegre.

Daniel lanzó un bicho en su boca, lo que activó su vocabulario

`más florido’, llamó la atención de todo el mundo, hasta del

profesor, que escuchaba impávido, con morbo y gracia las

palabras atrozmente graciosas y fuertes al mismo tiempo, el

señor trataba de contenerse pues pronto reiría. En vez de eso

con disimulada mesura, soltó una carretilla de palabras que

usualmente tus padres usan cuando haces algo mal,

tachándola de irreverente y cosas por el estilo. Tal vez haya

sido con justa razón, pero dejando de lado cómo se pudo ver

ante la sociedad “pulcra” asentí su asertividad con las

palabras en ese momento.


-Jajajajajajajajajajajajajajajaja- en unísono se escuchó por tal

escena.

El día ha sido provechoso, buena compañía y alegría, qué

podía pedir. De regreso, cumpliendo mi rutina habitual.

Resulta que cuando iba en ese bus después del día y con

cielo que pinta la noche, me daba tiempo para pensar en

muchas cosas, recrear historias en mi mente, recordar rostros

pasados, conversaciones y demás que esbozaban una que

otra sonrisa y algunos remates psicológicos con una pared

imaginaria, todo eso en un lapso de media hora, cuando iba

lento o veinte minutos si iba a prisa. También dependía que

hubiera un asiento escondido aguardando un buen ocupante

para entretenerse y no ser sólo un objeto animado. En aquel

medio de transporte podías ver un sin número de personas, de

miradas, que se decían cosas, ya dependía de mí escribir la

historia. En días pasados subió un tipo sonriente, tanto así que

su rostro parecía estar insensible por tanta sonrisa porque

hablando seguía sonriendo, se me vino a la mente: accidente


con un mal chiste que le dejó la cara acalambrada, y le sienta

bien, pues se sube a los buses y vende mentol. Sí, mentol, de

esos que te dicen que puedes abrir sin ningún compromiso y

algunas personas aprovechando eso, se esnifan para la

descongestión nasal que tienen en ese momento.

Ya hacían más de las 00H00 mientras sonaban unos acordes

de un desgastado disco de The Clash, en aquel momento me

sentí como el tipo más en onda de los ochenta con un

peinado extravagante, pantalones ajustados, y un chaleco sin

mangas, caminando por la acera con mucho estilo. El sueño

apagó mi cerebro y por ende mi quimera…


-Buen día- susurró una voz familiar.

-Buen día a ti, me había preguntado por qué no te has

aparecido últimamente por aquí.

- He andado de viaje, mirando muchos coloridos paisajes que

transcurren a prisa por la ventanilla de un auto.

- Eso es de lo más vacan que puedes hacer cuando tienes el

tiempo y dinero, me alegro por ti, resulta que estaba a punto

de ir a buscarte, y ahora estamos aquí- extendí mi brazo para

acariciar su codo. Se trataba de una de mis grandes

compañeras y amigas del colegio, de aquellas personas que

recuerdas siempre por su simpleza y grandeza en cualquier

dimensión. Su nombre es Ana.

-Ana, me he quedado sorprendido… jamás pensé verte así,

con el cabello corto- sonreí y estupefacto me quedé mientras

la observaba detenidamente.
Después de un tiempo en tranquilo silencio entre ambos, se

echó a carcajadas mientras gotas de saliva cubrían mi rostro y

por mi parte tampoco me sostuve y eché también a holgorios.

-Esto es muy chistoso –intervino en el tan divertido momento,

para parar un poco la euforia- Resulta que uno de mis viajes,

me junté con unas chicas que tenían piojos, y aquí me ves

ahora. Además quería cambiar de look hace tiempo. Las

cosas son oportunas –siguió riendo.

- De vez en cuando en bueno salir para volver a llegar a casa

para sentirte otra vez afinado con tu lugar. Al menos eso creo

yo. ¿cómo te sientes ahora que vuelves a respirar éste aire y

caminar por estas calles después de meses? – Le dije lanzando

una mirada hacia sus ojos.

-Qué te diré. Parece que tienes razón, se siente volver, siempre

es bueno volver, aun cuando tienes una guarida para el frío y

la lluvia, así como Batman, sólo que él es muy rico.


- Jaja tienes razón.

Caminamos hasta la esquina de los refrescos para ponernos al

tanto de las cosas de su viaje, hacía cuatro meses que había

perdido comunicación con Ana, y con ella todo tiempo es

agradable, es bueno, y siempre tiene palabras precisamente

imprecisas, en momentos puntualmente impuntuales, como

aquella vez que le dije que se quedara callada mientras

hablaba con mi abuela, y gritaba desde abajo “apúrate

palo” repetidas veces. Realmente no es nada malo, pero mi

abuela desprecia por completo los sobrenombres, yo no

tengo ningún problema con ellos , pero así suceden las cosas,

repentinamente después de sus palabras vino la cháchara

clásica: “has que te respeten, el sacerdote te bautizó con un

nombre. Dile a esa muchacha, que lo haga o le digo yo”. Para

éstas cosas jamás tuve tiempo ni me interesó, pero siempre

prefería evitar inconvenientes de éste tipo, resultaba un tanto

incómodo aquello de lo del sacerdote, sin dejar atrás que ya

no vería de igual forma a mi amiga. No importa la forma sino


el fondo. Es en algo en lo que creo con fuerte convicción. En

fin, sólo son momentos que recuerdas siempre.

-Sabes, hace algunos días pasó algo chistoso, vi a un

pequeño niño orinando en la calle, y decía que su orina era

un arco iris- Con su rostro sorprendido, y encantada con lo que

le decía, que hizo un gesto para que continuara- Por mi

cabeza se dibujó el arco iris saliendo de su ‘pipi’, Jajajaja-

chisté.

-¿Por qué clases de lugares andas? Es lo más raro que he

escuchado, pero me agradó y me ha hecho reír imaginar a

ese pequeño niño- bostezó mientras pasaba un tipo, conocido

de Ella, al cual le tocó escuchar en una conferencia. Pues al

parecer no fue del todo entretenida por su gesto- Espera un

momento, iré a saludarlo.

Las nubes en aquel momento se acoplaban y desacoplaban,

con leves rastros de mi imaginación podía sentirme allá arriba

en ese preciso momento. Ser una nube que no quería


despegarse de las demás, pero el viento me halaba y me

podía. Al mismo tiempo, presenciaba que del otro lado de la

calle espetaba una funda amarilla: Quisiera ser tan fino como

aquella fundo, elevarme , rodar por muchas calles más, ser

aplastado de vez en cuando y procurar que jamás el barredor

me recoja, porque de seguro me privaran del viento y llegaré

a un basurero en donde estaré seguramente incinerado.

La mente se combustiona tan fácil como gasolina, y un fosforo

es más que suficiente, cuando no tienes nada en qué pensar

o tienes mucho en qué pensar, tus pensamientos colapsan y

en esa fuga, se cuela la imaginación que es el resultado de la

combustión, a veces resulta confuso, pero de qué va lo

confuso, sólo lo disfruto, en ese instante, lo demás es absurdo.

Una voz interrumpía la tela mental que había hilado:

-Aún me sigue dando sueño ese tipo- estiró su brazo para

tomar una bebida con hielo la cual rebozaba de frescura y la

condensación del hielo se hacía observable al rodar gotas por


la superficie del vaso, tomó tres sorbos seguidos- ¿Aún sigues

haciendo música o te lo impide tu carrera en la universidad?

- Resulta que la dejé, pero como ya ves, no puedes huirle a tu

misión de vida, la mía es hacer música, tanto para mi deleite y

de las pocas personan que puedan apreciar mi ruido- sonreí

mientras miraba su vaso.

-Tenemos qué salir, yo no tengo mucho qué hacer.

- ¿Qué sugieres?

-Cualquier cosa, menos ir al cine, caminemos sin dirección y

veamos que hay en el camino para hacer.

-Sergio, tu siempre con tus cosas tan raras, pero bueno,

hagamos lo que dices.

-Bien,… Ya es hora de irme, te acompaño a tu casa.

- Oh, tienes razón, ha pasado mucho rato, está bien. Vamos.


Entre bordillo y calle alternaba el paso mientras Ana miraba al

frente, pero sólo miraba, parecía perdida, como yo, cuando

algunas veces tiendo a dejarme llevar por los problemas, que

emanan como agua por alguna pileta.

-Nos veremos más seguido en éstos días que estaré cerca-

sonrió.

-Está bien, cuídate. Nos vemos pronto.

Pronto estaría de vuelta en las clases, por alguna razón quería

volver a ver a Valeria, o quizás no, quería ver a la niña del

local de fotocopias. Ambas rodaban en mi cabeza, pero no

sabía aún cual era la más constante, lo cierto es que

esperaba volver al siguiente día. De regreso: risas, picoteos y

voces estúpidas se escuchaban en casa. Mi hermano menor

junto a sus amigos; qué buena la vida que se da en la

adolescencia y aún mejor cuando eres muy popular y querido

en los demás, pero no me refiero a mi o cómo me iría con eso,

pero las personas que gozan de ser tan afables, extrovertido y


además querido por los demás se ve aceptablemente bien,

por no decir que excelente.

El cuarto siempre está oscuro, no soy un tipo oscuro, pero me

gusta la oscuridad es un buen ambiente para perderte, para

conocer, para hablar, para bailar, en fin muchas cosas más.

La esquina de la pared tiene una ranura porque se ha

cuarteado y la ranura empieza desde donde fijo mi mirada

mientras me acuesto de lado y se prolonga a través de

kilómetros arácnidos y a escasos deslices de mi mano.

También está la vieja cortina azul que parece un juego de mar

y ambienta el lugar de una forma gélida… La consciencia se

pierde cuando los ojos se entonan para eclipsar todo y dejar a

negro completo todo para luego manchar de color las utopías

casuales del sueño.

La luz del sol golpea mis parpados mientras espero que alguna

parte de mi cuerpo se pronuncie en un movimiento

contundente para salir de la cama.


¿Qué hora es? me preguntaba tratando de alcanzar algo de

ropa esparcida por la cama para Salir.

Sin duda, el desayuno es el momento más feliz del día, siempre

te levantas con ganas de ver comida y es lo más cercano que

he tenido de experimentar felicidad pura. Mi mamá servía el

desayuno cada día y aunque desearía que tuviera más

ingenio con la cocina, me alegraba que siempre esté el plato

en la mesa.

Hace mucho calor en las tardes de junio, hoy no es la

excepción.

-Hola, ¿Cómo van?

-Lo mismo de siempre, llegando para pudrirnos de calor en

éste monótono lugar.

-Felipe, tienes razón, después de todo sólo faltan algunos días

más para terminar, así que ya pronto estaremos mejor.


-Disculpen un momento, regreso enseguida.

Después de saludar a todos me dirigí a unos bancos, en

donde suelo acostarme cuando llego temprano. El día estaba

perfecto para temperar el calor debajo de la sombra de ese

árbol de almendras, me acosté boca arriba y empecé a mirar

con los ojos entrecerrados los orificios entre hojas que

permitían que la luz entrara tenuemente, al hacer eso me

siento bien, pues ves colores brillantes que te transportan, si

tuviera que describirlo sería algo como probar algún

medicamento que te haga alucinar con luces y colores, te

marea, pero te vicia y sigues estando como un zombi,

extrayendo colores en vez de sangre y viseras.

Voltee de repente la cabeza hacia la acera del frente, a lo

largo se acercaba una figura esperada, la chica de las

fotocopias. Caminaba de una manera desmesura y agitada

al parecer por el fuerte calor y sol, venía con su rulos cortos,

una blusa morada con una especie de blazer, llevaba


pantalón negro, un par de botas un suéter que utilizaba como

protección para su rostro. Bajó a prisa, no se percató de mi

presencia, aunque por qué lo haría, sólo fui uno de tantos

clientes. Me quedé absorto al verla nuevamente, fue algo

casual, pero tal vez premeditado, porque había estado

recordándola.

Me aventuré a seguirla hasta las escaleras, con la escusa de

comprar algo en el local. Al parecer tenía mucha prisa en

llegar, se perdió en un momento, pero yo me tomaba mi

tiempo para saludar de una manera fortuita, que no piense

que la he estado persiguiendo; me senté en las escaleras a

esperar que pase un tiempo para llegar un poco después de

ella. Mientras, me apresuraba a buscar alguna hoja para

sacarle copia y tener un algo más creíble, sonreía de nervio,

jamás me ha sucedido, pero ¿qué del otro mundo tiene

acercarte a hablarle a una chica?


Paso a paso bajaba las escaleras y los beats de mi corazón

empezaban a salirse de control… autocontrol, es lo que

necesito ahora, tranquilo,… paso a paso…

-Hola- con entonación y una sonrisa propia del efecto que

ejercía mi sistema nervioso en una gran gresca para jugarme

una mala pasada.

-Hola- dijo ella separando la palabra en dos silabas y

extendiéndolas por algunos segundos, además me propinó

una sonrisa muy natural, como las que le das a una persona a

quien llevas conociéndola hace mucho y además le estimas.

-Quisiera un par de copias de esto.

-Está bien.

-Disculpa, ¿estás en propedéutico? Te he visto en el aula de

los de propedéutico – Sin tener algo más ingenioso que decir,

probé y esperé su respuesta.


-Ah, sí, sí, sí- haciendo una incómoda pausa en cada “sí”- es

raro que me hayas observado.

-Pues sí, te he visto varias veces caminando por ahí, y no es

para menos, pues siempre andas de una manera singular,

asumo que muchos voltean a mirarte.

Su rostro cambió por completo, después de que se sentía un

ambiente familiar, todo se volvió un tanto incómodo, pues no

fue una manera muy acertada de referirle algo así a una

chica como ella. Mientras tanto otro chico quien parecía ser

su compañero, se veía concentrado en una computadora,

pero de miraba de reojo y hasta escuchaba lo que pasaba en

su exterior, es decir: La chica, la conversación y yo.

-Por cierto, me llamo Sergio, no me había presentado, y

también estoy en propedéutico, ¿qué estudiaras?

- Estoy en la facultad de ciencias psicológicas y estudiaré

psicología clínica.
De repente mis ojos se llenaron de un tono espeso, abundante

oscuridad en ellos, con una especie de brillo, no es algo que

puedes ver a menos que los veas en un espejo, pero desde

que hablé con ella, no le quitaba mis ojos de los suyos y ella

parecía hacer lo mismo, era una especie de disputa entre

miradas ¿Habría ganador después de todo? ¿Qué ganaría?

Colgado en una fugaz complicación de ideas, volví a emitir

sonido después de solo observarla.

-¡Es una gran noticia! Pensé que era el único, en mi curso no

hay ninguno que estudiará esa carrera, pensé que la cerrarían

y así podría tener una excusa para estudiar lo que realmente

deseo.

-Y ¿qué es lo que realmente quieres estudiar? Yo tampoco

esperaba estudiar esto.

- Músico. Como tantos desquiciados que abundan por aquí,…

yo quiero ser músico.


-¡Ooooh¡ eso debe ser muy bueno, me refiero a que se pueda

dar.

De reojo miré el reloj de mi celular, habían transcurrido

veinticinco minutos después de las dos de la tarde, no

importaba el tiempo ni siquiera importaba que ya había

empezado clases y de seguro tendría una falta, pero me

sorprendió como el tiempo transcurrió más rápido de lo que

esperaba, y con tan escasa conversación de nada relevante

me sentí satisfecho de hablar con aquella chica, y aún me

preguntaba por su nombre, sentía cierta cautela pero la dejé

de lado y lancé:

-Sí sería bueno, pero por ahora las cosas son así- le dije con

tono de resignación y un poco de tristeza, y de repente

levanté la mirada y le dije- Aún no sé cuál es tu nombre.

Mi oído es algo malo ella dijo su nombre con una voz un poco

corta de volumen. “Lena” entendí…


-¿Eres Elena? Y al parecer mi voz también se escuchó muy

poco Ella dijo: “Siiii” pero al no tener en claro le volví a

preguntar, porque no tenía cara de Elena tendría un nombre

más peculiar.

-¿Elena?- Con inflexión confusa

-No, me llamo Malena- Sonrió

Ésta vez no cabía duda, ella tenía nombre de Malena, todo la

delataba, pero ahora ya lo sabía, y extendí la expresión de mi

cara para expresarle una sonrisa de no se qué, pero era una

de esas que aunque no tengas una buena, sientes que es la

más bonita que has regalado y eso lo convierte en algo

memorable, y aunque sabía que no todos tienden a

reconocer un detalle insignificante como éste, que más que

nada es uno subjetivo, intuí que Ella, le iba a dar el valor que

merecía a ese momento, aún sin conocernos, aún sin tener

algún tiempo compartido, pero yo sabía firmemente como

sería. Llamase: sincronización, coincidencia, destino,


probabilidad, etcétera ¡Qué importaba! Sólo estaba seguro

de algo, y era que había encontrado a una persona que sin

duda apreciaría mucho.

-¡Ah! Sí, Malena, es un buen nombre. Aquí está tu dinero, ya

tengo que regresar a clases, ha sido un gusto, hemos de seguir

hablando después.

Apañando los papeles del mesón y con una leve corriente en

mi cuerpo salí y subí por las escaleras, mientras miraba abajo, y

Ella aún seguía agitando su mano de un lado al otro para

despedirse. Miré hacia al frente para no tropezarme y ya

había desaparecido su figura del lugar en el que estaba. Me

preguntaba sí el tipo que estaba con ella era su novio o sólo

trabajaba ahí, en fin, no quería saberlo, pero así somos los

estúpidos racionales, se preguntan y luego se escudan

alegando no querer saber la respuesta pero en el fondo

mueren por saber la verdad a todo, y lo averiguan por formas

más circunspectas. Es chistoso darse cuenta que dentro de tu


mente tejes telas enormes de pensamientos, de ideas, de

anhelos profundos, etcétera más grandes que el mundo, tal

vez más grandes que el universo y siempre hay más, pides

más, en el exterior permaneces de forma silente y eres breve

en todo. Dentro de tu mente los acordes ascienden uno a la

vez y pueden llegar a un sonido tan agudo o tan grave en un

teclado de piano sin fin, espirales de humo envolviendo el

espectáculo y afuera todo sigue igual.

-¿Puedo pasar? Habían muchas personas en la copiadora- le

dije al profesor sin importarme cual sería su respuesta.

-Haga silencio, y entre.

La clase trataba de Marx y sus vastas aportaciones a la

filosofía y los modelos sociales. Una estupidez completamente,

y no me refiero al tipo que del que se hablaba , me refería al

que trataba de impartir un tema así sin poder captar la

atención de nadie, más bien sus palabras llegaban como un

puñal adormecedor. Los cinco individuos de atrás echaban


babas entre ellos Daniel; Valeria por su parte miraba su celular,

en espera de algún mensaje de alguno de sus tantos

pretendientes, que por cierto debían de ser muy apuestos y

con cierta posición económica, pues de esos le llamaban más

la atención. Mis ojos se cerraban y luchaba porque no fuera

así, habrían pasado unos quince minutos cuando de repente

escuché un sonido típico de un celular con cámara

fotográfica. Eso me llevaba por dormir y balbucear mientras

estaba tumbado incómodamente en esos pequeños bufetes

universitarios (son un asco en su totalidad).

-Hey, Valeria ¿Sabes quién tomó esa foto?- refuté como

resultado de la situación aquella, no me importaba mucho,

sólo quería evitar que fuera prostituida en las páginas sociales.

-Jaja-chistó- qué te hace pensar que yo lo sé- dijo denotando

un poco de sarcasmo y coquetería.

-Oh, claro que lo sabes, puedes conservar la foto pero no la

andes regando por ahí.


-Descuida, la utilizaré para reírme de vez en cuando de ti, te

viste tan gracioso- con su rostro más sereno y brillante-

Acompáñame a caminar por ahí.

-Dale, es bueno caminar, aunque por ahora ya no hay mucho

que ver, todo lo de los alrededores lo he visto.

-Sentemos nuestros traseros ahí, en lo que parece un pequeño

parquecito.

Caminamos unos cincuenta metros, por alguna razón mis pies

me pesaban y me sentía un poco incómodo ¿Qué pretendía

esa chica? Bueno, no había nada más que perder. Ya casi

llegando el teléfono de Valeria suena y su rostro se iluminó

más, al momento, después de colgar me dijo que tenía un

inconveniente y que debía retirarse de la universidad y no

podría asistir a clases, y me preguntó si podría disculparle con

el profesor. Yo asentí, lo que ella me dijo, después de todo

sabía que alguno de sus pretendientes ya había concertado

una cita previamente y al final decidieron verse ese día; que


bien por ella, iba a tener una cita esperaba que la disfrutara o

tal vez hubiera esperado que se quedara un momento

conmigo, pero ya iba subiendo un taxi que ya habría venido

en camino a verla.

Sin más que hacer decidí continuar y llegar al lugar de las

banquetas, a pasar un receso mirando la inmensa caja azul,

que ya se estaba tornando más oscura, pronto anochecería y

los mosquitos rondaban por todos lados ávidos de extraer un

poco de dulce sangre.

Había poca gente rondando por ahí, ya casi acababa el

semestre y todos ya se hacían de paseo y des estresándose de

las clases aunque yo por mi lado no quería irme, aunque

odiaba las clases de tarde. Regresé al curso y todos estaban

en una cháchara colectiva para no entrar a clases, me

parecía buena idea el tiempo no apremiaba para seguir ahí

encerrado, por mi parte me adelanté a los demás tomé mi

mochila y salí disparado, caminando acelerado sin ningún


rumbo en específico. Hacían las seis de la tarde en un día frío,

usaba un abrigo gris, era mi favorito y hace rato ya no me

quedaba, es bueno caminar por ahí, engordar tu vista del

paisaje que iba a tomando la ciudad al acercarse la noche, y

como desfilaban por docenas las personas, muy a prisa para

poder disfrutar del viernes chiquito en los bares del frente. Por

mi lado, deseaba quedarme en otro lugar, y caminé para ver

si encontraba un lugar en el cual pudiera quedarme un rato

más. Me dirigí al antiguo lugar del conservatorio, con sus

árboles esparcidos por una pequeña extensión, pero era muy

agradable, cuando estaba ahí, todos le llamaban el paraíso.

Cuando hacía sol, la luz se colaba entre las hojas dejándonos

apreciar como la luz se presentaba de manera majestuosa

ante nuestros ojos, había un pequeño terruño cubierto de

césped en el que me acostaba para leer y perder mi tiempo

libre descansando en ese lugar.

Era de noche y el lugar cambiaba por completo al oscurecer,

tomaba un aire más tétrico, pero aun así era impresionante.


Había tiempo para sentarse a pensar un rato y discutir

conmigo mismo. Me recosté y me dejé llevar por ese

ambiente, disfrutaba la sensación del césped hincando,

rosando y haciendo fricción en mi espalda, en mis piernas, en

mi rostro. En un fugaz parpadeo pasaron cincuenta minutos,

no hablé, no pensé y sólo respiré.

-Recordando viejos tiempos ¿no es así? Se asomaba una

sombra sonora hacia mí.

- ¡Cuánto tiempo! Hace mucho tiempo que no lo veía

profesor- dije con alegría a quién habría puesto su empeño

para enseñarme todo lo que supo de la música, el profesor

Cristian.

-He estado de aquí y allá, trabajando para sobrevivir- con su

gran sonrisa que lo caracterizaba, y que siempre parecía

iluminada como algún espectro que siempre lo rodea- Te

aseguro que las ganas y la nostalgia te ha traído por éstos

rumbos.
-Sí, deseaba recordar los tiempos pasados, hacer como si

hubiera empezado, tener la sensación que cada noche me

pide el cuerpo, volver a tener entre mis manos un instrumento,

mirarme al espejo y dedicarme horas y horas a

perfeccionarme.

-Una persona que ame tanto la música como tú, debería estar

en un lugar como éste o mejor-frunciendo el sueño en

desaprobación y frustración por uno de sus alumnos más

perennes que tuvo, el tocaba el cello, pero me enseñó lo

poco o nada que me pudo aportar, y le agradecería toda mi

vida por eso.

-Debo seguir trabajando, cuídate hijo mío, espero que te esté

yendo bien en esa carrera.

-Yo espero lo mismo. Nos vemos, cuídese mucho.

-Igualmente Sergio.
Después de haberse marchado sentía ganas inefables de

mandar todo por la borda y dedicarme a lo que verdadera

era mi sueño. Pero siempre retorno a la realidad y ¿cuál es mi

realidad? Aún no lo sé, sigo en busca del sentido de “aquello”,

tampoco sé que es “aquello”.

Me paré y me sacudí los rastros de césped en mi ropa. La

reminiscencia de los años pasados se plantaron ahí en frente

mío haciendo contraste a mi realidad actual, y sentía como se

burlaban pues habían sido momentos e historias más puras y

alegres en todo sentido. Igual la vida continúa aunque sin

sentido temporal pero seguía esperando algún cambio

notable que pudiera marcar otra óptica en mi vida, algo más

perenne y real, o no tan perenne, pero que tenga la gracia de

concederme el rostro de lo puro, constante y tierno, y sí, por

muy presuntuoso que suene, me refiero a compartir con

alguna madame. Hay mucho que ver y experimentar aún,

pero por alguna ilógica y estúpida razón necesitaba el sentido

primitivo y gregario de compartir las cosas con alguien.


El señor de los helados, siempre está alegre y conoce a tanta

gente como lo haría alguna estrella famosa, pues él es afable,

respetuoso, y aparte de eso, tiene buenos helado de ron pasa

, efectivos para ahogar tus ilusos pensamientos en algo de

tácito y dulce licor. Ahora estaba empezando a

complementarme, me sentía otra vez en el camino, bastaba

un helado música entre mis oídos, y el resto, el repudio de la

sociedad, todos con prisas, con asuntos asquerosamente

inútiles resbalaban por las calles sin sentido. Sí lo admitía, sentía

un gran odio en general hacia las personas y así continué

caminando y caminando, los faroles defectuosos de las calles,

empezaban a iluminarse, su luz es tenue como siempre, lo

bastante para que cualquier desgraciado intente robarte,

pero en ese momento, qué importaba, me sentía confiado y

esa confianza venía de todo el ofuscamiento concentrado,

que soltaba poco a poco para no reventar.

“Mastur-Bar” algún tipo con una inefable mente pervertida y

creativa o tal vez lo copió de por ahí, en efecto, es algo


llamativo. Era momento de un atracón disfrutar de una

hamburguesa del vagón de la esquina, quién sabe si es

higiénico, la gente pasa su vida ingiriendo porquerías porque

es lo primero que encuentran, o porque no les importa o

porque jamás han visto con un microscopio lo que tiene su

comida. ¿Sabían que las personas se rascan sus genitales y

puedes encontrar vello genital en tu comida?

En fin hoy no importaba, el hambre tenaz me llevó a aquel

lugar.

Deglute cada porción de esa cosa, me sentía realmente

confiado, es como cuando pude hacer un avión de papel a

los cinco, o aprendí a atarme las agujetas de los zapatos con

un nudo de mariposa a los 6 , o pude hacer mi primer nudo

manzana de corbata , cosas extremadamente

insignificantemente y a la vez grandiosas, por ese día, la

ciudad era mía, estaba dispuesto a quemarla con fuego

insaciable, y despertar el instinto asesino y demoledor.


Caminé alrededor de veinte minutos por la calle, cuando se

me ocurrió orinar afuera de la catedral en la que fui

bautizado, en el lugar justo donde tropecé y caí, lo hice a vista

de los espectadores motorizados que pasaban por ahí y mi

gran paciencia que tenía para éstos casos. Después de

aquello, dejé una nota escrita con un marcador negro al que

parecía que se quedaba corto de tinta, su leyenda decía:

“Quien busca la salvación es éste montón de piedras y

cemento, espero que esté consciente de aquello mientras

fornican con sus amantes y muestran su asquerosa hipocresía

a los demás, y también para las señoras pudorosas, recuerden

que fueron animales en celos para cumplir con la disposición

de su dios para poblar al mundo. Así es: SEXO, ‘SUCIO’ SEXO.”

Sonriendo satisfecho pero no saciado, caminé buen tiempo y

llegué al parque central de la ciudad. Compré un par de

cigarrillos para seguir con el camino. En la esquina de lo que

alguna vez fue uno de los bancos más solventes del país había
un vagabundo. Con su cabeza mirando al piso, y sostenía una

botella de agua pero su contenido no era precisamente

aquello. Regresé, cerca del parque central había una

panadería y compré cinco panes con relleno de manjar

además una botella con agua. Ver el rostro de ese hombre

me hizo sentirme más que miserable, me hizo sentir bien, lo

cual no era mi ambición en ese momento, pero verlo me

apaciguó.

-¿Tienes hambre?, aquí tengo unos panes que son muy ricos,

además algo de agua por si tienes sed- el hombre levantó la

mirada, al parecer se alegró mucho de que alguien se le

acercara para compartir unas palabras.

-Gracias eres muy amable- muy aparte del prejuicio que tuve

en el inicio hacia ese hombre alegando que no es más que un

vago, hambriento y alcohólico que espera caridad,

contrapuso mi prejuicio , con su voz con gran entonación y

claridad, propia de alguien, sin duda, más consciente que yo.


Tomó un pan, se lo llevó a la boca, mordisco tras mordisco,

parecía encantado, pero guardó la funda dentro de una

especie de bolsillo remendado en sus harapos.

-Tenía algunos días sin comer, te vuelvo a agradecer por

acercarte y darme comida. Soy Ramón Moreira- Me extendió

su mano y aunque por un momento vacilé en darle la mía, le

estreché la mano como si fuera un gran amigo- Sabes, me

duele el estómago, estoy cansado, yo vengo todas las

noches aquí, espero que se vallan las personas, todos esos

burócratas y tramitadores que se quejan de mi presencia.

- Lo sé hasta por demás, al parecer toda la gente que puede

encontrar en estos rumbos en su mayoría son inoperantes. Por

cierto, mi nombre es Sergio, Sergio Mendoza.

-Es un gusto, ¿siempre andas por aquí?- aquel hombre tenía

una pinta de que la vida lo había tratado con desdén o

puede ser porque se lo buscó, aunque en sus ojos había


serenidad, a la vez resignación por pertenecer y ser esclavo

de sus vicios.

-No, sólo caminaba para despejar la mente. ¿Cuánto tiempo

lleva en las calles?- Le dije con la mayor naturalidad, sin

percatarme de que mi pregunta haya sido un tanto ofensiva.

Se quedó un momento observando la calzada mientras las

luces de los autos iluminaban su rostro y su cuerpo poniendo a

vista y paciencia mía un montón de cicatrices y manchas de

sol por los extenuantes días de camino vagabundo.

-No lo recuerdo, siempre me ha gustado estar así, camino y

camino, podría hacer otra cosa, pero ya me he

acostumbrado a esto. Ahora estoy convaleciente, tengo

fuertes dolores de estomago y uno de mis lugares preferidos a

sido usurpado por unos mala sangre y viles ladrones que

siempre me corren del parque, porque piensan que les robaré

su droga. Aunque es lo que he tratado de hacer- Aquel

hombre parecía muy noble y sensato qué importaba su


situación, desde mi perspectiva no nos medimos por la

producción y eficiencia del rol social, eso es sólo un una grieta

en donde converge lo “bueno” de un sistema hipócrita, sin

embargo la manera en la manera que yo lo veía, ese hombre

valía más que un burócrata sucio.

-¿Usted estudió o algo?- pregunté sin más que decir, las

palabras eran cortas, pero podría decirse que habría algo

bueno de esto.

-Estudié en el colegio Cristo del consuelo. Me gustaban las

clases pero había algo que me gustaba más. Ver pornografía.

Desde muy joven empecé a consumir pornografía, y no sólo

eso yo escribo historias de erotismo y además quise ser director

de películas para adultos- mi rostro se tornó sorprendido era la

primera vez que escuchaba algo así. Sui generis- Cuando era

joven no existía nada de esto, ni éste banco, aquí era mi lugar

preferido, mi biblioteca, y digo “Mí” porque era el más

acérrimo lector que había en toda la biblioteca- continuaba


atento a sus palabras- Por mi formación cristiana tendía

siempre a libros bíblicos como las epístolas, me interesaba

conocer y desentrañar todos los secretos que pudiera tener Mi

Dios, y cómo fue la vida de su hijo en la tierra. También me

interesaban los libros de teorías de conspiración en ese

entonces como era el “Boom” el asesinato del presidente

Kennedy, quise saber un poco más pero la información que

llegaba aquí no era muy constante además de ambigua-Sin

duda más que un vago resultaba un intelectual, luego

empezó a hablar de algo que sin duda me hizo disfrutar más,

era su mente retorcida, que era lo que buscaba en ese

momento, sin más el hombre se soltó, y empezó parte de su

historia.

- Llegaba por ese entonces, revistas de chicas desnudas y en

trajes de lencería, y yo sentía una gran fascinación hacia

aquello, disfrutada de mirarlas mientras yo empezaba a

masturbarme cada día que iba allá, aprovechaba para usar

un baño. No contento con eso, aquel estacionamiento que


estás viendo allí, hace algunas décadas era un cine, y habían

muchos alrededor, dónde la gente disfrutaba e iba con su

familia. Y yo no quería ser la excepción también quería

disfrutar, pero siempre iba a las funciones para adultos.

Recuerdo que siempre era el mismo lugar, de abajo hacia

arriba la fila número nueve de doce, en la butaca seis, justo en

el medio, en ese lugar tenía privacidad lo que fuera. Desde

ahí mi vida tomó otro rumbo, y me dediqué a la bebida, y a la

perversión- Sin duda, era algo que jamás había oído, aquel

hombre que padecía de masturbación compulsiva. El seguía

hablando de aquello, sólo escuchaba las palabras: “vergas,

culos y tetas” hasta que luego captó otra vez mi atención

cuando empezó hablar de otra etapa.

-Estuve en un sanatorio mental después de eso, ahí fue donde

me enamoré por primera vez, tendría tal vez veinticinco años.

Me enamoré de un maricón. Su nombre es Galo… Yo jamás

había tenido sexo hasta que estuve con el. Realmente lo amé,

pero aún así me gustaban más las mujeres… -Continuaba


palabra tras palabra, ya no quería estar ahí, trataba de omitir

su voz, y el sentimiento de querer incendiar toda la ciudad

había desaparecido, me sentí cansado y ya no quería hablar

con aquel hombre y sus aventuras y desventuras bisexuales.

-Es momento de irme, sino, no podré conseguir bus para llegar

a mi casa- le dije con un gesto de descontento.

-¿Tienes hierba o algo?- me dijo ansioso. Yo lo miré e hice un

gesto de desaprobación.

- No, ahora no, tenga, compre cigarrillos, aunque le

recomiendo que lo guarde para comprar comida para el día

de mañana.

Le extendí unos escasos dólares, quedándome con lo justo

para volver. Le dejé agua y unos fósforos.

La noche estaba tranquila, y aunque no era muy tarde,

aproximadamente las nueve de la noche, pero cerca de las

calles transversales de la avenida se posaban una a una las


cortesanas, algunas no tan agradables a la vista. Alguna vez

alguien me refirió que mi pareja perfecta sería una prostituta

manca y ciega. Ir por esos rumbos e imaginarlo se me hacía

muy hilarante.

En ese momento una gota de sudor resbalaba por mi mejilla,

otra vez alguna cuestión tuvo que pavonearse por la cabeza,

no era precisamente una pregunta pero cuando exiges saber

le antecede una interrogante, y la mía era: ¿Cómo se ve a

nivel microscópico cuando sudas? Es decir, es algo usual, más

común que la estupidez y poca creatividad de los programas

de televisión contemporáneos, con excepción de algunos. El

punto es cómo se ve en el momento preciso de salir la gota.

Pero más que eso sentía un cierto sobrecogimiento por lo que

lo causaba, no era el temor de caminar sólo por la noche,

tampoco era por el encuentro con el vagabundo, era algo

relacionado tal vez con ¿mis expectativas?


“Roxanne you don't have to put on the red light those days are

over you don't have to sell your body to the night…”

Se me vino a la mente esa canción y me fui enfrascando en su

melodía mientras caminaba hasta la parada. Ya no quedaba

más, música y yo, para el momento preciso es mejor que

cualquier best-seller, que haya podido disfrutar.

Otro pequeño viaje a casa y cualquier libro en mi mochila

esperaba a ser abierto para pasar el camino, pero en vez de

eso, me quedé con la ventanilla abierta, siempre que fuera de

noche, y poder ver la luz corriendo por la calzada una tras

otra aunque éstas están fijas, es tan esplendido que mi mirada

se queda aturdida del movimiento, cuando el bus para y

vuelve a circular la vibración del motor te agita y se siente

como estar ebrio o algo por estilo. La gente tiene

extravagancias inusuales y estúpidas, ésta es una de las tantas

que poseo.
Degenerar, es lo que gente hace, transformar: melodías,

rostros, leyes, etc. No tenemos una cámara que sostenemos

todo el tiempo y que muestra la concavidad a lo lejos, como

un espejo redondo. Pártete la cabeza todo el tiempo

intentando escribir (por redundante que suene) literalmente

una melodía. Cuando me sucedía eso, me sobrecogía y

empezaba la cuenta otra vez.

Comida fría otra vez.


Los días se habían escurrido pronto, al fin dejaba el pequeño y

asolado lugar donde abundaban mosquitos y gusanos

peludos, ahora iban a empezar las clases en serio. Nueva aula,

materias de interés específico y cosas así,… Sólo pensaba en

qué iba a hacer para pasar todo el tiempo libre: Caminar,

observar, estar silente, ser estridente, buscar sosiego o

hundirme en el infierno.

Me emocionaba más la idea de entrar otra vez a clases y que

pudiera ver a Malena compartir algo más de tiempo , me

intrigaba conocerla, aún más, sentía una inefable necesidad

de estar en su presencia.

Día tras día, paso de tortuga, contenía la vida un paso a la

vez.

¡Música! He ahí la respuesta. En vacaciones un grupo de

amigos afines a la música nos uníamos de vez en cuando para

pasar un buen momento, experimentando con sonidos, con


más vehemencia que el poeta que canta sus sonetos a su

amada. Más excitante que la “Dolce vita” de Fellini.

Entre todos las cosas que podía percibir, y desde la forma y el

fondo exacto, yo concebía la música con el esplendor más

basto y que siempre se re-inventaba para cubrirme más. Que

se yo, que la cada nota que constituía una armonía mayor o

menor, siempre reflejaba un carácter, algunas veces sórdidos,

apacibles, estridentes, familiares y extraños que me hacían

sentir en un punto medio. Sin cielo, sin tierra, sin norte ni sur, era

un espacio intangible en el que me gustaba permanecer

mucho tiempo; como un adicto a la heroína, espera a

inyectar sonidos hasta que estos me llevaran a un éxtasis

sensorial. Todo se agudiza y ya estoy perdido.

Gabriel mi buen amigo del conservatorio junto con “Jota” un

todólogo en cuanto a música se refiere, o más bien multi-

instrumentista. Encontrábamos más que una afinidad, y eso

era tener el mismo sentimiento hacia la música ¿inexplicable?


Tal vez. El cuarto era oscuro la mayor parte del tiempo, su luz

se encendía ocasionalmente.

-¿Qué más maricon?- tan típica la expresión entre panas que

ya no se consideraba una ofensa. Dijo Gabriel.

-Todo bien…

-Todo bien- se escuchó al unísono mi voz con la de Jota,

detrás de esa respuesta hueca hay tantas cosas que siempre

quieres decir, incluso al desconocido de la calle que clama

por compañía, así somos.

-Hay muchas ideas que tengo en la cabeza y no saben

cuánto he necesitado hacer música- expresaba Gabriel-

¡Chaaa loco! Empecemos, hagamos nuestra música- de una

manera u otra la energía que transmitía el tipo era tal que

simplemente todos nos acoplábamos y empezaba el juego de

los sonidos.

-¡Dale!- le dije mientras Jota se acomodaba en la batería.


Yo había estado tomando el bajo, no era mi fuerte, pero me

gusta su sonido, es más, le daba el sonido espeso a la música,

lo cálido y aunque Gabriel no le gustaba precisamente la

guitarra el ahora dirigía y Jota, un saxofonista arrecho un

músico en esencia neta, como sus pares conforman el grupo.

Pensaba: Tal vez ésta música no salga jamás de aquí, o quien

sabe si después. Bueno, eso no importaba. Gabriel sonaba los

acordes de una guitarra por la que había vendido su alma al

diablo, literalmente, para conseguirla. El sonido que salía y el

ritmo que tenía seduciría a cualquier caminante al escucharla,

era fresca y su melodía alegre.

-Chuta loco, así es como sonaba. Imagínenla grabada-

Sonriente y satisfecho por el trabajo.

Justo después de eso llegó Jamil, quien también era otro gran

pana. Saludando y haciéndose gestos de confraternidad…

Jota pronto dijo:


-Mijo, no le coma. Vamos a las hamburguesas de la esquina-

sabiendo que tanto yo como Gabriel siempre andábamos

chiros dijo- Yo los invito.

-¡Vamos de una!- qué mejor que eso. Remedio para cualquier

enfermo- Cuando trabaje plena que los invitaré siempre que

los vea- les dije con énfasis.

Todos rieron especulando el cuándo sería eso.

Ese nuestro tradicional ágape, era el lugar perfecto para

joderse y encamarse notas los unos a los otros o las ya

esperadas preguntas obtusas que luego se toman un

ambiente filosófico, para el que Gabriel era un ávido amante.

-Oe loco, ¿qué hay las notas en tu vida ahora que dejaste el

colegio?- lancé, la pregunta mientras que Jota y Jamil

devoraban sus hamburguesas colocando el buen ají en cada

mordida. Esperando alguna respuesta imprecisa esperé unos


momentos hasta terminar de masticar y tragar mi bocado y de

que Gabriel dejara de toser por aventarse la cola de un solo.

-Nada loco, me interesé en la biología, porque estudia a la

vida en sí, y me gustaría investigar y aportar con algo

trascendental. Aunque como ya sabes, así como tu, no

descarto la posibilidad de seguir con la música- ambos

teníamos una mirada de resignación y a la vez algo de

esperanza- y a ti, ¿cómo te está yendo?

- Pues por ahora, en vacaciones. He conocido a alguien, una

chica, que será mi compañera- Le dije con cierto tono de

entusiasmo.

-¿Serio?- expresó- Plena, loco ¡vacan!- lo dijo más para

atenuar lo que le diría, pero era tarde, era mi pana, quería

hablarle acerca de eso.

-Sí, es muy singular, deberías verla- pero luego yo mismo me

detuve y ya no quise hablar más de aquello


Disfruté del resto del tiempo mirando los autos y personas

transitando por el camino, en el fondo se escuchaban voces y

risas, pero en ese momento sonreía automáticamente para

fingir que estaba ahí. Pronto sería hora de irme.

Tomé la tres, que venía del Florón, cuando quedé en el centro,

me escabullía de una calle a otra para llegar a la avenida

universitaria y tomar algún bus que me llevara a la casa,

mientras lo hacía, acontecía algo extraño para la fecha,

pequeñas gotas casi tan minúsculas como las gotas de miel

transparente que salen de las ixoras cuando sacas su

esqueleto blando. Esas gotas se sentían fríamente cálidas, me

detuve a observar cómo se prendían de mi camiseta. Danzan

quietas y desaparecen secas.

Los focos ya daban a la ciudad un tono anaranjado, mientras

caminaba. Poca gente, entre esos había una persona que

caminaba desesperada, al parecer por el tiempo. Las

preocupaciones que se padece por la angustiosa presión de


los compromisos es igual de intensa que el sol que golpea mi

espalda al medio día. Por suerte, tenía el tiempo, que no corría

ni en contra ni a mi favor, vivía en un río polar, no se sentía tan

mal cuando me desconectaba de las cosas que me hacían

pensar.

El pequeño viaje de todos los días, se tornaba agradable,

trataba de coger el bus que fuera lento y que fuera medio

vacío, para tomar alguna ventana. El camino se semejaba a

una canción alegre y coqueta:

Pan pan para ran (beats)

Pum pum pum (sordo bajo)

Y el tirirí, de una avecilla que se amalgamada con el resto.

El resto, sólo imágenes de los arboles que pasaban a prisa

como la cinta de una película por un proyector. Colgaba mi

cabeza en la ventana y miraba la línea de la carretera, que


parecía ser tan infinita y tan amarilla que al poco tiempo no

necesitaba ácido para marearme.

Sabía que al llegar a casa encontraría más comida, pero ya

estaba hasta el hastío de comida por hoy.

Los días se escurrieron como gelatina pegada a un vaso del

que no se quería separar. Empezaba a sentirme bien, mantuve

contacto con Malena por Facebook, conversaciones largas,

era mucho, y más de lo que creía, hablar con ella cada vez se

hacía más fantástico, aunque haya sido sólo por una red

social, aún así no se menguaban mis ganas de compartir con

ella y verla de frente.

Se acercaba el fin de septiembre y el inicio de octubre estaba

a milímetros de mis expectativas: clases, nuevos compañeros,

anécdotas, cosas que poder contar y conocer…


Los últimos días, el sol se había colocado en su punto máximo

de expresión, el calor que emitía me ofuscaba tanto como

tratar de dibujar algo bonito que jamás me salía bien, tenía

una recompensa al final, pues cuando el día rescindía de su

esplendor, y poco a poco todo el entorno se enfriaba, el cielo

tenía algo de especial, entre tantos colores y degradados

naturales que hacía que me paralizara, el sonido del entorno

se detenía y entre tanto en mi mente, mi rostro tenía una

expresión de asombro y satisfacción.

Jamás sentí una empatía directa con todo, pero había

momentos de conexión con la vida misma en la que ya no

importaba cualquier estado pre-consciente, aquello era un

precepto del que podía prescindir fácilmente en aquellos

momentos. Todo se sentía diferente pues si bien no ocurría esto

usualmente había algo que trataba de arruinarlo, entre

pequeños lapsos un gallo cacareaba y me mente vacilaba y

se derrumbaba ese momento inefablemente perfecto. Las

cuestiones inundan a las personas y pues bien, yo no estaba


exento y las mías, no parecían encontrar la bifurcación

correcta para llegar a la respuesta correcta; ¿qué era aquello

que no me dejaba concentrar? La respuesta llegó en un

evento que imaginaba gradualmente: Malena en frente de

mí, y sin emitir sonidos ambos, aunque movíamos nuestros

labios gesticulando una conversación (me frustraba no poder

saber lo que decíamos, y consideraba que mi misma mente

estaba en contra mía) y yo me sentía como espectador de mi

propia película en ese momento, un director ajeno a su

creación, pues me intrigaba saber que pasaría y seguir ahí…

en tanto todo tomaba un tinte más utópico, cariñoso y

sublime sentía lo mismo que perderme en el paisaje pero no

estaba ahí, ya no observaba nada. Pasaba algo loco, de un

momento a otro me acerqué a su rostro, pero en mi

proyección iba lento, como al hacer un trazo para dibujar una

letra de un neófito, lento, tembloroso pero firme. Mi nariz se

paseaba por las líneas de expresión tan marcadas por su

constante sonrisa, en tanto yo, como espectador y como


proyección inconsciente de mi imaginación, palpitaba fuerte

y a gusto.

Temblaba cuando sucedió todo esto ¿es capaz una persona

de hacer estremecer a otra sin conocerla,… sin tocarla?


Un ser ajado como la camisa del trabajo el día lunes a las siete

y treinta de la mañana, era mi carta de presentación, cada

día levantándome, tras una pugna de sueños y desvelos sin

sentido, el ácido no era suficiente para contener el

pensamiento constante, aunque estaba impertérrito de lo

accesorio.

De repente ya estaba ahí, en un bus por la mañana, yendo a

clases. ¿Con qué cromos raros me encontraría? ¿Qué podría

decir yo, si no era lo que podría decirse común?

En fin, había una rubia a quien también había conocido, ella

representaba mi ideología de lo carnal, en tanto se

posesionaba como una constante recurrente, su nombre:

Magdalena. Desde mi parecer era algo fresa y flacucha, su

rostro es redondo y rosado, con el sol se hacía más rojo.

Amable y diligente, una de aquellas chicas de las que nunca

le falta un cumplido o un piropo batracio donde sea que

valla. En los días del propedéutico, pude saber de su


existencia en un certamen de belleza para los novatos al que

asistí en calidad de presidente de mi curso (que pomposo se

oía eso, además tenía un pase de cortesía para el baile de

novatos y la invitación a un coctel, en el cuál llegué como el

tipo desaliñado que ya era característico en mi. -¡Qué

glamoroso!) Al entrar pude apreciar su figura por detrás, sin

duda se veía esbelta por los grandes tacos plateados que

usaba. En tanto yo estaba como un bicho raro en aquel lugar,

aproveché que había una conocida mía, con quien tenía

conversaciones agradables y divertidas: Fanía, quién también

participaba en el certamen. Al darme cuenta de que hablaba

con la rubia, quise abrirme paso para llegar a Ellas y poder

hablar un poco; Fanía, contenta de verme pues estaba sola,

rápidamente me presentó a su compañera de belleza.

-Hola Sergio, ¿qué hay? – Expandiendo sus labios para forjar

una sonrisa de compromiso.


-No mucho, vengo por la comida que habrá después de todo

esto- le dije en un tono más sobrado y relajado.

-Ella es Magdalena, y va a estudiar lo mismo que tu,- de

repente sonrió, aunque no dejaba su teléfono de lado

mientras todo transcurría, tenía una fijación muy fuerte hacia

ese aparato. Sinceramente no era mi tipo de lugar aquel

salón, y las personas tampoco eran acordes a mí.

Le extendí la mano para saludarla, tenía unas manos tan

pequeñas y huesudas, a la vez tenía su piel firme, podría

decirse que lo sentí bien. Sacudía su mano de arriba abajo,

mientras desvié la mirada por una voz que estaba diciendo a

las candidatas que tomaran sus puestos, porque en breve

sería la elección.

Aguardé atentamente a que transcurriera el evento, una a

una, caminaban las chicas de papel por la pasarela

improvisada con sus vestidos de noche. Llegado a un punto

en el que cada una tenía que destacar sus dotes de oratoria,


reflexión y coherencia para responder las tan triviales

preguntas de los certámenes de belleza, yo salí un momento

afuera, a tomar una bocanada de aire puro, el de adentro ya

estaba viciado por la gente que andaba de aquí para allá.

La gente transitaba a esa hora de la noche, ávidas por un

poco de descanso después de un tedioso periodo de

aprendizaje, o al menos yo lo veía así, luego me percaté de

que aquellos tipos, los organizadores del evento de plastilina,

ya empezaban a devorar los bocaditos desmesuradamente,

una chica se besaba con su novio, de una manera un tanto

clandestina, entre los árboles que oscurecían aún más el

pequeño trecho verde. Siempre me ha parecido tan cercana

la pasión de los besos, aunque sólo sea en una película o en

las demás persona, aquello siempre saca una mirada y una

sonrisa de ternura y sinceridad en mí, aunque también las

hubo amargas como el café sin azúcar.


-¿No vas a entrar?- se escuchó una voz, rompiendo mi

momento de pensar- Ya están repartiendo los bocaditos,

-Sí, vamos a dentro- y asentí con la cabeza.

Pasando por aquel umbral otra vez me sentía incómodo, pero

bueno, tenía la oportunidad de comer gratis y entretenerme

un momento.

Me acerqué con Fanía hacia donde estaba Magdalena,

tengo una cierta peculiaridad que de hecho es muy rara para

poder conocer una persona y es hacer algún tipo de

pregunta obvia o que ya se espera, o es lo que tal vez hacen

todos, no lo sé.

-¿Por qué vas a estudiar psicología?-pregunté

-Porque quiero leer la mente de las personas y cosas así, eso

ha sido interesante y además porque me tocó ahí- De alguna

manera me dio gracia lo que dijo, o más que gracias,

realmente me burlé mentalmente de lo que había dicho, pero


me agradaba, parecía que siempre llevaba esa misma tónica

carismática a todos lados, lo cual sólo me hizo sonreírle y

corresponderle con un gesto de interesado en lo que decía.

Su voz era chillona lo cuál me alegraba más.

-Comprendo- le sonreí- eso está muy bien.

Ya todo estaba finalizando, después de breves palabras con

Magdalena. Ella se despidió con apuro, pues ya tenía que irse,

al igual que yo, también tenía que viajar. Fanía también se

iba, aprovecharía su compañía para el viaje. Su hermana

Claudia la esperaba afuera, ella es una cajera de banco,

cuando nos acercamos hacia ella, nos extendió un vasito de

algún licor:

-Agüita puerca muchachos, para la sed y para el estrés- con

poca perspicacia nos hacía gestos para ingerir.

-Vacan-dijo Fanía.
- ¿Qué tiene esto en sí?- le dije después de aventármelo de

golpe.

- Es agua de coco con caña ¡qué rico! … ¿Vas a ir con

nosotras? Mi primo nos viene a ver.

-Dale- no desaprovechar viajar a pavo ¡jamás!- Muchas

gracias.

Mientras esperábamos, me quedé conversando con Fanía y su

desventura con su enamorado extranjero Andre, a quien

llegué a apreciar mucho y que en escasos días volvería a

Alemania.

Cuando llegaron a vernos, yo me subí en el balde de la

camioneta, mientras las damas iban a dentro. El viento

corriendo a velocidad por mis mejillas y mi cabello volando

frenéticamente me hacía volver en mí, sin penas, sin glorias,

sólo el puro placer de ser y seguir ahí.


A millones de años luz, una distancia inhóspita y desconocida,

desaparezco, porque soy un viajero, corriendo rincones

asolados del universo. Cuando me halle con frío, me cobijaré

bajo el manto oscuro del cielo; sin pensar en un mañana,

seguiré en movimiento como una partícula vibrante.

Será así, después de mucho tiempo errante, vagando por los

limítrofes de lo desconocido ¡Desapareceré yo! Como una

explosión, ¡Bumm¡

Abriéndome paso por el cielo, buscando el retorno a mi

génesis, de regreso a la Luna…

Después de la reminiscencia que había sido tan relativa, pues

ya casi habían llegado al aula de clases sin acordarme

cuando me bajé del bus, me encontraba ansioso, pero aún no

quería entrar. Me dirigí por la fila de la entrada, y me senté

hasta el final de todo, ahí estaba Ella, Magdalena y en ese

momento un no conocido, Neey.


El es una persona tan alegre, que siempre tiene una sonrisa

sincera, y siempre divertido, rápidamente se iría convirtiendo

en un buen amigo. El resto de personas aún me

incomodaban. Mis recuerdos son tenues y vagos de aquellos

primeros días, pero sin duda, me sentía en un lugar al que

correspondía, la presencia de Malena, cada vez se hacía más

imprescindible. Cada día, a las nueve y cuarentaicinco

deambulábamos por las afueras de la facultad, jamás me

había sentido tan bien en un grupo de personas, de amigos,

sin lugar a duda podría aseverar que ya no era un extraño,

estaba allí, y me sentía bien. Debería saber qué era el

sentimiento de inefable revuelo en mí ser, sonreía vivía en mi

sugestión de una melodía perfecta: libre, ociosa, irreverente,

alegre y triste; para hacerme aterrizar en picada de vez en

cuando.

El tiempo se escurría otra vez como el agua de la esponja al

estrujarla. Tan delicado, y tan perfecto; pediría disculpas por

redundar tanto al expresarlo, porque iría en contra de las


buenas costumbres literarias, pero de no ser así, no me

estremecería al recordar aquellos días de mi vida con tanta

vehemencia.
Cuando el día fenecía y caía la noche podía sentir su cambio

de una manera diferente: Malena decía que la noche era el

mejor ambiente para estar. Yo jamás lo había visto de ese

modo, no cómo Ella lo percibía, y era tal su influencia, que

una noche silenciosa con apenas una brisa que contemplé el

cielo nocturno y pude sentir lo que sentían los poetas al

escribirle a la Luna. ¿Era acaso un esquizofrénico por mantener

un vínculo en el que sentía que los astros se comunicaban con

nosotros? La idea de aquello, me parecía un tanto chistosa

pero yo no le tomaba importancia a lo real, en parte todos

tenemos un poco de esquizofrenia, vivimos en mundos

aislados, realidades diferentes, con acepciones distintas.

Pensaba en lo carismática que era Magdalena su ingenuidad,

que al parecer no era más que una pantomima, pues es una

chica con mucho potencial, aunque aquello en ese momento

era un poco imperceptible. Cuando hablábamos casi siempre

me sentía fascinado por la forma en la que gesticulaba


siempre alegando las buenas costumbres, lo cual era

irritantemente embriagador y fascinante.

Su presencia cada vez se hacía más notable, conforme los

días pasaban. Cada vez que deambulábamos por ahí,

Malena y Neey, comentaban la buena pareja que haríamos,

pero yo me mostraba distante a tales posibilidades, en el

fondo ambos teníamos abismales diferencias, que tal vez muy

difícil compaginarían.

Cada día que transcurría sucedía lo mismo, en mi mente

rondaban otro tipos de sentimientos diferente, estaba siendo

escindido por aquella rubia y la chica de cabellos negros y

ensortijado, poniéndolo en perspectiva Magdalena era la

chica que cualquier hombre desearía tener: Hermosa,

delicadeza, distinción, y su contoneo al caminar me incitaba a

mirarla, no pasaba desapercibida; Malena, por su parte tenía

otra distinción, una “conexión espiritual”.


-Tu le gustas a Magdalena – dijo Malena un día que

caminábamos, y Ella se sonrojaba y sonreía.

-No lo creo- extendiendo una gran sonrisa de pena. Aunque

en el fondo empezaba a gustarme ver su rostro cada

mañana.

Ella representaba mi ideal de lo carnal, y aunque podría fingir

mucho más cariño, me convencía a mi mismo que no estaba

bien que fuera de esa manera. No fue sino hasta transcurrir

muchos días que empezaba a aceptar la idea de que

Magdalena ya captaba gran parte de mi atención, y aunque

hablar con Ella me gustaba mucho, empezaba a

autosugestionarme con la idea de salir con ella y pasar

buenos ratos. Pero yo empezaba a decaer porque ya había

caído en ese hueco de la ilusión con Ella, no pensé que sería

grave hasta que sentía la indescriptible necesidad de estar a

su lado, y su voz me producía otro tipo de sensaciones


¿era la experiencia de la que me hablaba, la que me hacía

sentir tan atraído a Ella?

Varios días transcurrían y ya estaba tocando fondo tramando

como besarla y ser parte de su vida.

¿Dónde quedaba Malena? Ciertamente su presencia se

había desplazado de mi atención total, pero aún estaba ahí, y

la presión por todo aquello empezaba a eclipsarme.

Cuando terminé admitiendo el sentimiento por Magdalena, al

cual ella no correspondió, terminé sumiéndome varios días en

la soledad, como ya se me había hecho costumbre. Aunque

ésta vez era diferente, Malena estaba cerca, y su presencia

me confortaba como jamás lo había hecho otra persona.

Con su sonrisa tan agradable, mejoraba mis días, siendo ella

misma quien me enseñaba a aceptar las cosas por su

naturaleza, sin prejuicios, sin complicaciones. Yo la admiraba

en todo sentido.
Sin embargo sabía que no estaba del todo conforme, aún los

más felices tienen algo que renegarle a la vida.

El año estaba próximo a concluir: Navidad, regalos,

felicitaciones, año nuevo… Son las fechas en las que

generalmente muchas personas pasan sin saber qué hacer, la

tristeza, la nostalgia y la depresión se apoderan de muchas

personas.

-“Juntos, juntos como la navidad y las ganas de suicidarse”

había leído una vez, me parecía muy puntual, sentía que era

algo cierto, porque pasaba por esos momentos en fechas así.

Pensaba también que si iba a morir, no tendría que ser de una

manera obtusa, o por lo menos darle un sentido más grande a

mi muerte pero configuraba el hecho de la vida estaba siendo

monótona, pero ya había un brillo que emergía poco a poco.

Algunas noches soñaba que bailaba en la luna al ritmo lento

de un vals con las cuerdas sonando en pizzicato, el bombo

marcando el tiempo, de fondo una trompeta que suena en


adagio parsimonioso y una voz que se fusiona con el resto.

Tenía la sonrisa del suelo en mi rostro cuando dormía.


Era el día de murga, no había muchas personas, tal vez es

porque era viernes y las seis y cincuenta y cinco am, el lugar

parecía un sitio fantasma. Como de costumbre había llegado

muy temprano, abría la puerta y la ventana que estaba cerca

a mí, me dirigí ultimo puesto de la fila continua a la pared de

entrada, coloqué mi mochila en la mesa para recostarme. Tic

toc, tic toc… Sonaba el reloj en el lugar vacío, en el que el

eco se hacía más perpetuo y desalentador, como había

dormido escasas horas, mis parpados se cerraron casi de

golpe, y el Tic toc se convertía en mi canción de cuna.

Escuchaba murmuros de alegría afuera, de golpe habían

pasado veintitrés minutos, cuando soslayé hacia el reloj, y volví

a agachar la cabeza. Esperaba como siempre que ella

llegara y de repente mis oídos se movieron como el can que

recepta el sonido de algún estímulo, su música se oía, me

reconforté y sonreí, me acurruqué entre mis brazos después de

ver su figura avanzando hacia mi desde la puerta. Me sentía

seguro otra vez.


Levanté mi mirada con un rostro normal, pero en el fondo

emocionado:

-Buen día.

-Buen día, Tú.

La observaba sin perderme ni un instante de su rostro, de su

mirada, sus espesos labios en donde su cicatriz estaba y que

tanto me gustaba.

-Hace calor aquí-caminaba para abrir las ventanas una a una,

como cuando llega la señora de la casa a darle vida a todo,

la escasa luz del día que aún no se levantaba entraba

iluminando mis ojos, dejando el viento traspasar, me animó a

levantarme y seguirla.

Nos asomamos por el balcón del edificio, algunos se habían

aglomerado abajo, en el lugar de siempre, donde se

encuentran las banquetas. Nos quedamos algún tiempo


recibiendo el aire fresco; en un momento me empezaban a

temblar las piernas.

-¿Quieres sentarte?- le pregunté mientras bajaba la mirada.

-Sí, por qué no…-me adelanté y me senté primero. Ella se dejó

caer pesadamente a mi izquierda.

-Te quedan bien esos lentes- refiriéndose a mi, por mi inusual

uso de accesorios, que no era más que para la murga, pues

iba a disfrazarme de psiquiatra.

En el momento que pasó, me los quité y se los puse. Tenía cara

de chica fresa boba, y lo que es peor, me gustaba más.

Cuando la observaba no podía sentirme mal ante la

benevolencia de sus ojos, aunque contrarrestándolo, sus

acciones inconscientes eran hirientes. Tomé su celular para

sacar fotos, aunque luego empecé a grabar.

-Di una mala palabra-le dije mientras sostenía el celular

enfocando su rostro, sus labios.


-Verga, culo, tetas…-dijo sin vacilar y luego soltando un breve

risa.

-Tetas no es tan mala palabra.

-En El discurso del rey sí.

-No he visto esa película- mi tono se encontraba más

confiado.

De un momento a otro, estalló una guerra de cosquillas

mustias propinadas por Ella, me agitaba, la tomaba por su

cintura, mientras trataba de contenerme por el momento de

frenética alegría que acontecía. En esos momentos tenía la

necesidad de captar de todos los ángulos, aún con los ojos

cerrados, la imaginaba aún más cerca de mí, pues poco a

poco sentía que se fusionaba a mi ser, ya no habían

nimiedades porque ya todo dejaba de ser sustancial y

circunstancial, ya no importaba de donde venir, cómo estaba


o como me veía, simplemente Ella se posaba en mis ojos para

desbordar mi felicidad. Después de aquello caminamos…

-¿Entonces, no te disfrazaras de mimo para esos niños? Le

pregunté mientras observaba su perfil.

- No sé, no tengo ganas de ir, hoy no tengo buen humor, y no

sé que haría con todos esos niños halándome de aquí y para

allá.

Entre tanto, y una discusión sin sentido, en donde le decía que

debería aprovechar el pequeño trabajo, que al final ella

ganó, y se salió con la suya. Nos dirigíamos a su casa, a

esperar la tarde de murga. El sol aquel día estaba implacable,

lo que hacía que aquella mujer, estuviera aún más ofuscada,

y muy aparte de todo, me agradaba verla así, me daba a

pensar que se queja, porque se preocupa por Ella misma.


Estaba enamorada de las palabras, eran imanes que se

atraían, y eso era lo que tanto salía a relucir cuando estaba

inquieta por algo que no estaba bien.

Cuando pasó el bus que nos llevaba a nuestro destino, un

cierto aire de serenidad pasó como espiral envolviéndome,

ella se anticipó a mi, yo seguí fracciones de segundo tras ella;

llevaba un gran diccionario azul entre sus manos, que su

madre le había regalado, ella escribía en la pasta a su mamá,

un agradecimiento por regalarle palabras. Me consideraba a

mi mismo como una especie de mecenas, o es de la forma

que me sentía cuando estaba en su presencia, y ella leía lo

que escribía.

Al bajarnos, caminábamos rápido para evitar el sol muy fuerte

que golpeaba nuestras espaldas.

Al llegar a casa, se echó a dormir, en tanto yo me quedé

hurgando entre los muchos papeles que habían en su patio,

cúmulos de periódicos viejos, que empezaban a deteriorarse


por la humedad, pedazos de artículos varios regados por ahí.

Fue en entonces cuando encontré una revista que parecía

vieja, pero al darme cuenta de su fecha, había sido hace un

par de semanas, pasaba las páginas y todo era igual, no

había nada interesante, la tiré en uno de los muebles negros

de su sala, me dejé caer sinvergüenzamente en el mueble,

observaba cómo se cribaba la luz amarilla del sol, que

reflectaba en las paredes rojas de la cocina, Michiko su gato,

me observaba atentamente, y Choji su cachorro mordía mi

mano.

Empezaba a impacientarme ¿cuánto tiempo dormiría?

¿Realmente quería estar ahí con Ella mientras dormía? Por un

momento vacilé, y quise irme antes de que despertara, pero

¿cuántas veces podría acompañarla un día entero?

Empecé a caminar de un lado a otros, ella me había dejado

un libro, para que leyera antes de aletargarse, pero no tenía

ganas de leer.
Volví a tomar aquella revista descuidada, la enrollaba y

desenrollaba, cuando cayó al piso, se abrió justo en una

página, era una especie de disertación acerca de los poemas

escritos, que jamás habían llegado a su destinario, por distintas

circunstancias, y cuando los pedazos de esos poemas yacían

deambulando por las calles, la magia empezaba, cada uno

de ellos empezaba a unirse, como una misma energía, tan

pura, tan sincera, porque la magia de las palabras es eso, muy

a parte de la palabra hablada, la palabra escrita, es un sello

más poderoso, porque queda impregnada en papel, papel

blanco, de que se apoderaron los colores de las palabras sin

más,… tristezas, alegrías, anhelos, desesperación. Hablaba de

una manera un tanto utópica, pero tan conocida a mi,

porque ya no era extraño pensar en algo así, yo podía

comprender lo grandioso que transmitían las letras al igual que

Ella lo sabía.

El teléfono sonaba desmesuradamente, no quería hacer ruidos

para despertarla, de un momento a otro apareció frente a mí,


con su rostro lleno de sueño, estregándose los ojos,

preguntando por el teléfono en tanto yo lo aplastaba debajo

de una almohada. Cuando se lo di, sonrió, era Él, su amor,

volvió a acostarse, y yo seguí tumbado en el sillón negro.

La belleza no es algo que se oculta y a la vez es algo tan

imperceptible y variable, es como dejar pasar por alto el

trabajo de las hormigas, puedes sólo pasar y verlas por escasos

instantes, o puede que la curiosidad y la fascinación te ganen,

y te des cuenta de lo maravillosas que son en lo que hacen.

Por unos momentos la belleza se paseaba por mis ojos en

aquella pequeña sala, sentado en ese sillón, sabiendo que ella

descansaba me sentía custodio de sí misma. Caminando de

un lado a otro, paseaba mis dedos por un mesa desordenada,

tras de ella, una estantería con varios libros predilectos.

Sentí la necesidad de pronto de verla mientras dormía,

sostenía en mi mano su cámara, levantaba levemente el toldo


que cubría su cama, extendí un poco el brazo derecho,

mientras controlaba mi respiración para no despertarla.

¡Clic!- oscura por completo, intenté una segunda vez, pero

estaba muy difuminada, intenté una tercera vez, justo cuando

había enfocado la fotografía, volvía a sonar el teléfono, y yo

ya estaba en descubierto.

Aló-…Aló-… ¡Aló¡- al parecer nadie contestaba, cuando me

alejaba sólo escuchaba lo que sería una llamada para su

madre, ella alegaba que no se encontraba ahora mismo en

casa.

-¿Puedo recostarme a tu lado?- mi corazón latía, vibraba y

saltaba.

-Sí…

Me recosté a su lado apoyé mi frente en su cabeza lleno de

cabellos, el olor a coco o plastilina Play-Doh que era usual en

ella me reconfortaba.
-¿Comemos algo? Yo concino… ¿te apetece un desayuno en

el almuerzo?

Con su rostro sonriente, que tanto me gustaba respondía:

Sí-con una gran sonrisa- ¿qué vas a hacer?

Pensaba en plátanos machacados con huevos, ¡perico!- en su

rostro se esbozó una sonrisa aún más grande de lo habitual e

hizo un gemido de satisfacción.

Todo se siente diferente cuando haces las cosas con cariño.

Mientras cocinaba, ella me hablaba de cosas, cosas que le

suceden en la intimidad de una mujer, hablábamos

abiertamente de muchas cosas, no necesitaba tocarme para

excitarme, sus palabras eran la combustión de mi placer.

La comida estaba servida, no salía como esperaba.


Toma asiendo- aparté la silla, tal y como lo hacen en las

películas, cuando el caballero elegantemente toma la silla por

detrás mientras ella lanza una mirada tierna y dice “Gracias”.

-¡Uh! que bien- tomé una de las toallas de la cocina, y la

coloqué alrededor de su cuello, fue tan gracioso.

Malena era la chica más luminosa con la que me pude topar

en mi vida, con Ella la paradoja del amor de Erich Fromm: ser

uno mismo, sin dejar de ser dos, era como sumar dos más dos,

sin arrepentimiento estaba ahí, sentado a un lado de ella,

sonriendo y comiendo, sería tan complicado expresar la

felicidad que cargaba en ese momento, mirarla a sus ojos,

nadar al ritmo de la melodía de su voz jocosa.

-Sabes que estoy con Él y lo quiero mucho- de pronto sentí que

esa felicidad era muy pesada, y sólo era sostenida por un

pequeño hilo débil, mientras escuchaba cada palabra, la

felicidad iba descendiendo escapándose de mí, de expresión.


-Lo sé, pero ¿a qué viene esto?- desconcertado por sus

palabras y el cambio de expresión en su rostro, sentía

empequeñecerme.

-No lo sé, sólo quería decírtelo, porque no sería justo que la

estés pasando mal por mí.

-No te preocupes, ya lo sé, y no importa- sabía la verdad y no

era esa, me importaba y mucho.

Mientras Ella me hablaba, recordaba mientras la miraba, la

primera vez que la vi, con su largo cabelle negro en ese

entonces. Caminaba con un grupo de chicos, divertida y

cautivante, yo estaba en el patio de Beatriz, mi amiga

jugando con Osa, su pequeña perra. Cuando todo pasaba sin

noción del tiempo, y duraba lo suficiente para disfrutarlo.

Mis ojos empezaban a querer derramar agua una vez más.

-Hay varias cosas que me gustan de ti, diría muchas, si antes

nos hubiéramos conocido tal vez las cosas sean diferentes- yo


sólo asentía con la cabeza, sus palabras se escuchaban muy

lejanas, prosiguió (tal vez en mi mente me mostraba

escépticos, sus palabras eran para aliviarme y no tocar mi

susceptibilidad)- Imagina que tal vez en un universo paralelo, si

estemos juntos- la interrumpí diciendo:

-No, no, no… eso no existe, solo aquí y ahora- al parecer la

fantasía en ese momento estaba dispersa y lejana, yo sólo fui

intransigente, hay momentos en los que dejas de soñar para

sentar los pies en donde estás, además eran estupideces

esotéricas “¿un universo paralelo?” aquello era tan irrisorio ni

siquiera podría concebir que ella lo dijera de esa forma, aquel

universo paralelo sólo existe en mi imaginación no es tangible,

mucho menos me haría sentir algo más que frustración y

resignación .

Por unos momentos sólo miraba aquella mesa roja,

concentrado en una cuadrícula en específico. Levanté la


mirada procurando que no sea una mirada de misericordia,

pero al parecer ese era mi rostro, el de una lánguida lástima.

Con mi pulgar y mi índice me froté los ojos, para que no

cayeran lágrimas. Ella tenía sus ojos fijos en mí, suspiraba de

vez en cuando.

-¿Quisieras que lo deje para que pueda estar contigo?

-No- suspiré dentro mi mismo- eso no estaría bien porque Tú lo

quieres, esa es tu felicidad. Yo soy un forastero en tu vida aún-

dentro mi se paseaban las palabras “¡SÍ! Quiero que lo dejes

para que estés conmigo”, no sabía si era cuestión de valor, o

hacer lo correcto, sólo tenía presente su rostro infeliz y que no

podría permitirme que pasara.

En aquel momento, mi corazón se sentía como el agua

agitada dentro un recipiente, quería regarse, ya no quería

estar atrapada. Yo la miraba y ella era recíproca con eso.


Me acercaba poco a poco. Ella abrió sus brazos, como el

manto cálido se abre para quitar el frío en un día de

enfermedad. Mis brazos dudaban en rodearla, hasta que ya

no podía más, retenía mis lágrimas, no quería manchar el

momento. Estábamos ahí: no había derecha ni izquierda,

arriba o abajo, solo los dos.

Empezaba decaer en su brazo izquierdo, me levantaba y me

acercaba a su cuello, mientras que Ella, con sus dedos, se

paseaba por entre mis cabellos, y yo hacía lo mismo por su

espalda. El movimiento más sutil, más firme, más acogedor.

Tan pretencioso es hablar de esto, que espero se me absuelva

de culpa…

Otra vez más complementaba mi soledad con Malena, en ese

momento no recordaba cosas en las que ellas no estuviera.

-Es el sonido del auto de mi mamá- al dejarnos nos sonreímos.


El día y parte de la tarde habían transcurrido, ¿cómo había

pasado? Apenas sentí transcurrir cinco minutos. He aquí la

famosa relatividad del tiempo.

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