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TAYLOR
1. La importancia de la hermenéutica
2. La evaluación fuerte
3. El hombre y la libertad
4. El hombre y sus derechos
5. Taylor frente a la teoría de la justicia
6. Ser humano y las emociones
7. Identidad personal y bien
8. La ontología moral
9. Identidad y comunidad
10. El atomismo
11. Derechos colectivos y multiculturalismo
Recapitulación
1. La importancia de la hermenéutica
1
hermenéutica de Taylor. Comprender al ser humano es
comprender las significaciones y sensibilidades que éste
comporta. Es necesario señalar que la significación de la que
habla Taylor no se refiere sólo a la noción ligüística. La
significación a la que invoca Taylor tiene tres características:
a) Es significación para un sujeto o un grupo de sujetos en un
tiempo y lugar determinados; b) Es significación de algo, es
decir, que aunque la significación no sea separable del
elemento dado, si es posible distinguir entre ambos; 3) Las
cosas sólo tienen significación en un campo determinado en
relación con las significaciones de otras cosas. De esta
manera tenemos que la significación – a la que se refiere
Taylor – es la significación de algo para un sujeto en un
campo que la distingue de la significación lingüística [que es
significado (para el sujeto) de significantes y que remite a un
mundo de referentes]. Ahora bien, tanto las situaciones,
como los deseos y motivaciones de las personas también
están determinados por el significado que éstos tienen para
nosotros, por lo que Taylor dice: “Así, si consideramos el
comportamiento humano como la acción considerada en un
contexto de deseos, sentimientos y emociones, observamos
una realidad que debe caracterizarse en términos de
significación.”1 Para Taylor el hombre es fundamentalmente
un animal que se interpreta a sí mismo, porque para él la
estructura de las significaciones no existe al margen de la
interpretación se que da a ésta, de tal manera que la
estructura y la significación se entrelazan. La auto-
interpretación tiene tres niveles; (1) El hecho de ser un ser
vivo implica experimentar la propia situación en términos de
significaciones, esto sería una especie de proto-
interpretación; (2) esta proto-interpretación es modelada por
el lenguaje en el cual la persona vive esas significaciones y
(3) la interpretación que se da a las acciones de la persona
interpreta la totalidad. Lo importante es que cuando estos
elementos de experiencia de significación se explican, y si
estas explicaciones son interiorizadas por la persona misma,
se deduce – según Taylor – que la persona modificará su
comportamiento, identificará sus motivaciones más fuertes y
1
Ibíd. p. 155
2
articulará su vida de una manera mejor. Para Taylor esta
forma de abordar al ser humano en particular, también es
aplicable a una comunidad política. Se puede decir que toda
acción política comporta con ella un significado que cada
miembro de la comunidad es capaz de comprender. En este
caso el lenguaje juega un lugar muy importante, puesto que
la significación del lenguaje público da cuenta de las
aspiraciones de sus miembros. El vocabulario (lenguaje) y las
prácticas sociales son los elementos que dotan de sentido a la
acción social. El lenguaje da cohesión a la realidad y a las
prácticas sociales, cosa que Taylor expresa de la siguiente
manera: “El lenguaje es constitutivo de la realidad (social), es
esencial para que ella sea como es. Separarlos y distinguirlos
como hacemos, legítimamente, con el cielo y nuestras teoría
de él, implica pasar definitivamente por alto lo esencial.” 2
Esta especie de ontología social que hace Taylor quiere
entender la sociedad política desde la visión de un
culturalismo particular en donde la significación común sea
la base de la relación social y de la acción mutua. Esta
significación inter-subjetiva proporcionaría a la comunidad
un lenguaje común de prácticas sociales, compartiría un
mundo común de significaciones y sentimientos que serían
relevantes. Esto permite a Taylor concluir que “Las
significaciones comunes son fundamento de la comunidad.” 3
Esta visión de significación común lleva al hombre a sentirse
consciente en el mundo a través de un “nosotros”, antes de a
través de un “yo”.
2 La evaluación fuerte
4
Frankfurt, Harry, La importancia de lo que nos preocupa, ensayos filosóficos, Katz editores, Buenos Aires,
2006.
5
Frankfurt, op. cit. p. 27
6
Frankfurt utiliza la palabra wanton que se puede traducir como “libertino”, “desenfrenado”,
“indisciplinado”. Cf. También en Taylor, Ch. Human agency, op. cit.
4
desesperadamente, sin embargo, por causas fisiológicas, le es
difícil y está en constante lucha contra ello. Esto le hace
entrar en un conflicto de deseos; consumir droga y
abstenerse de ella. Se puede decir que frente a esos dos
deseos de primer orden, el segundo (abstenerse de la droga)
es una volición de segundo orden, es el deseo que él quiere
que sea efectivo. Por su parte, el segundo drogadicto no tiene
conflictos con su adicción, no se preocupa de ella ni de su
voluntad, es decir no le preocupa si los deseos que lo inducen
a actuar son los deseos por los cuales quiere ser inducido a
actuar. En todo caso si hay algo que puede deliberar es cómo
conseguir la droga. Por lo anterior Frankfurt concluye que
“cuando una persona actúa, el deseo por el cual es inducido a
la acción es o bien la voluntad que quiere o bien una voluntad
que no quiere tener, cuando un agente inconsciente actúa, no
se trata de ninguna de las dos.
3 El hombre y la libertad
10
Ibíd. p. 271
7
Taylor continúa su argumentación mostrando la libertad
como una especie de capacidad de discernimiento, es decir,
la libertad es un ejercicio que exige discriminar entre
motivaciones. Entendida así, la libertad debe implicar auto-
comprensión, auto-control y discernimiento moral; es una
libertad que apunta a la dirección de sí mismo. Según
nuestro autor, teniendo en cuenta estos elementos, ya
estaríamos en disposición de ejercer la libertad como
oportunidad [en sentido negativo]. Claro está, Para Taylor la
autorrealización antecede a la ausencia de obstáculos. La
autorrealización es un asunto personal, cada persona tiene su
forma original de autorrealización, lo que nos queda ahora es
profundizar un poco más sobre la capacidad de
discernimiento en la libertad. El camino argumentativo de
Taylor introduce un nuevo concepto; “significación”, es decir,
la libertad no sólo es ausencia de obstáculos, sino también la
ausencia de obstáculos a la acción significativa, a lo que es
importante para el hombre. Así, por ejemplo, si un día las
autoridades de tránsito deciden poner algunos semáforos por
la calle que habitualmente transito, podría decirse que se ha
cuartado mi libertad, esto porque antes de los semáforos no
había nada que me obligara a detenerme cuando transitaba
por esa calle, sin embargo, con los semáforos me obligan a
parar cuando éstos así lo indican. ¿Puedo decir que han
cuartado mi libertad? Ciertamente nadie de nosotros se
atrevería a decir esto. Es verdad que ya no puedo transitar
por esa calle con la misma rapidez, pero como la seguridad
“significa” mucho para mi, estoy dispuesto a obedecer los
semáforos porque para mi es importante que no haya
accidentes automovilísticos. Sin embargo, las cosas cambian
cuando en algún régimen totalitario se prohíbe a las
personas practicar públicamente su religión. La religión es
algo que la gente valora mucho, es decir, es significativa para
sus vidas y por lo tanto lo verán como un atropello a su
libertad. Tanto en el caso de los semáforos como en el
segundo, hay una prohibición, pero lo que aquí está en juego
es la significación de lo que se prohíbe. Taylor define la
libertad como la “ausencia de obstáculos externos a la acción
8
significativa.”11 Esto indica que el esquema hobbesiano sólo
tiene una versión cuantitativa y no cualitativa de la libertad.
Por el hecho de que nosotros somos seres con objetivos, la
libertad es importante para nosotros, por eso se debe
establecer una distinción de los diferentes tipos de la
libertad, basadas en la distinta significación de diferentes
objetivos.
12
reformulada de un modo mucho más interesante y agudo.
Rawls no pone en duda que la comunidad forma identidades
y que muchos siguen apreciando las relaciones comunitarias,
pero cuando se llega a la sociedad política, todo lo que las
personas tienen y deben tener en común es esa esfera exigua
del Estado de derecho que va a facilitar y defender a los
individuos y sus planes de vida.
15
Ibíd. 67
16
Ibíd. 68
13
La primera es una razón antipaternalista: cada persona
debería ser libre de perseguir su propia concepción del bien
y no hay razones para restringir la acción de esa persona
alegando su propio bien. Sólo habrá derecho a hacerlo sobre
la base de un daño que ella pudiera causar a otros. Frente a
esta razón, Taylor responde que la situación cambia si
consideramos que hay otro tipo de bienes, “que en realidad
no son buscados por muchas personas, pero que sólo pueden
ser buscados en común, bienes que sólo pueden lograrse en
común”, como es el caso de los tres ejemplos señalados para
indicar que hay posibilidades de consensos más amplios que
el del Estado de derecho: el acuerdo en mantener ciertas
culturas tradicionales, el consenso en preservar una sociedad
participativa y el fuerte sentido de solidaridad de la
comunidad17.
La segunda razón –poco convincente a juicio del
pensador canadiense- se relaciona con el supuesto de que los
argumentos relativos al derecho están más afianzados que
los relativos al bien, o quizás menos afectados por el
desarrollo de un cierto escepticismo que surge de la
epistemología moderna. Y una tercera razón responde a la
convicción de que sería inequitativo para la sociedad adoptar
una visión del bien por sobre otra, favoreciendo a los que
están de acuerdo con ella y desfavoreciendo a los que no lo
están. Ante lo cual Taylor argumenta que el problema se
supera si se hace la distinción entre coerción y respaldo, en
el sentido de que el primero sería efectivamente inaceptable
para imponer un determinado bien, en tanto que el segundo
es plenamente legítimo para estimularlo18.
17
entendida ésta como algo objetivo que se da por intermedio
de las emociones humanas.
18
ser capaces de identificar nuestro bien en cuanto somos
cuerpo o nuestro bien en cuanto somos animales
(supervivencia, reproducción, etc.). La aserción aquí es más
fuerte: a través de las emociones somos capaces de darnos
cuenta de qué es el bien para nosotros en cuanto sujetos
humanos.
8 La ontología moral
30
Ibíd. p. 21
21
Taylor hace un análisis fenomenológico y señala que
“todo acto, toda valoración moral, están inmersos en una
serie de marcos valorativos que constituyen el horizonte sin
el cual no podría realizarse ni ese acto ni esa valoración” 31.
Para Thiebaut, de acuerdo a este planteamiento, esos marcos
irrenunciables “son, de hecho, la matriz de nuestra moral, el
horizonte sobre cuyo fondo y a cuya luz se recortan e
iluminan todos nuestros actos de valoración, de preferencia,
de elección. Constituyen, por así decirlo, una especie de
espacio moral en el que nos movemos y sin ellos sería
imposible la moral misma. Esos marcos u horizontes
pueden tener, y tienen, formas históricas diversas –desde la
ética del honor o del guerrero hasta la ética universalista que
se apoya sobre las ideas o los marcos de dignidad o
autonomía-, en cada una de las cuales son diversos los
comportamientos que se desean y se ensalzan y son
diferentes las razones por las que ello es así” 32. Por esto,
sería profundamente erróneo proponer, como hacen algunas
éticas modernas, que tales marcos sustantivos no existen,
aduciendo “que uno de ellos –digamos, por ejemplo, el del
teísmo católico medieval- haya quedado obsoleto o se haya
desvanecido con otras ruinas de la historia. También las
morales burguesas que emergen del desencantamiento del
mundo medieval poseen su horizonte valorativo sustantivo” 33.
35
Taylor, Fuentes del yo, op. cit. p. 34
23
cualificados es constitutivo de la vida humana y que saltarse
esos límites equivaldría a saltarse lo que reconocemos como
integral, es decir, lo intacto de la personalidad humana” 36.
9 Identidad y comunidad
38
Ibíd. p. 47
25
en que las cosas son significativas para mí. Y... esas cosas
son significativas para mí, y el asunto de mi identidad se
elabora, sólo mediante un lenguaje de interpretación que he
aceptado como válida articulación de esas cuestiones” 39. Los
yoes no son objetos en el mismo sentido que se atribuye esta
condición a nuestros propios órganos, por ejemplo. Éstos
funcionan independientemente de las interpretaciones que
hagamos de nosotros mismos o de lo que significan las cosas
para nosotros. En cierta medida, en cambio, y de acuerdo al
enfoque hermenéutico ya referido, el yo está constituido por
sus autointerpretaciones. Por ello, no es posible captarlo en
una descripción explícita. Tampoco se da, con relación al yo,
la cuarta característica de los objetos de estudio científico.
Porque el lenguaje mediante el cual elaboramos nuestra
identidad sólo existe y se mantiene en una comunidad
lingüística. “Y esto indica otra característica clave del yo.
Uno es un yo sólo entre otros yoes. El yo jamás se describe
sin referencia a quienes lo rodean” 40. La propia respuesta a
la pregunta sobre quién es una determinada persona, que
surge a partir de un intercambio entre hablantes, se define
de acuerdo al lugar en el que se encuentra quien habla,
quien responde: árbol genealógico, status y funciones
sociales, relaciones íntimas con aquellos a quienes se ama,
espacio de orientación moral y espiritual dentro del cual se
dan las relaciones definitorias más importantes.
42
Ibíd. p. 64
27
desde la más trivial hasta la cuestión esencial de mi lugar en
referencia al bien. Según Taylor, en todas ellas hay un grado
de comprensión narrativa, en el sentido de que entiendo mi
acción presente en la forma de un “y entonces”: ahí estaba A
(lo que soy), y entonces hago B (lo que proyecto llegar a ser).
43
Loc. Cit.
44
Ibíd. p. 65
28
buena, la cual tiene a su vez su lugar en determinada
comunidad histórica45
10 Atomismo Social
48
Ibíd. p. 178
49
loc. cit.
50
Ibíd. p. 179
51
loc. cit.
30
hacer la táctica de la reina en el juego de damas” 52. Porque
en el caso del juego se presupone un trasfondo de reglas y,
en el caso del lenguaje, de condiciones de validez; y en estos
dos casos el trasfondo no está. Ello nos está indicando una
característica central del pensamiento y el lenguaje, que,
dentro de la filosofía contemporánea, en particular
Wittgenstein ha destacado: “Un ítem lingüístico dado tiene el
significado que tiene sólo a partir del trasfondo de todo un
lenguaje. El uso de un término particular, separado de este
trasfondo, es impensable”53. Avanzando en el razonamiento,
lo anterior lleva a nuestro autor a sostener que un lenguaje
es creado y sostenido en los continuos intercambios que
tienen lugar en una determinada comunidad lingüística, la
que constituye entonces el locus del lenguaje, excluido, sin
embargo, por el individualismo metodológico.
33
posibilidad de ser libres. Más bien, significa que toda
aspiración a la libertad debe partir del reconocimiento de las
condiciones físicas, culturales y sociales en las cuales nos
situamos. Y queda aún por considerar el problema de la
identidad bajo ciertos aspectos muy vinculados a las
condiciones sociales y culturales de la misma: los derechos
colectivos y el multiculturalismo.
59
Ibíd. p. 60
35
hegemónica. Así, según resulta, sólo las culturas minoritarias
o suprimidas son constreñidas a asumir una forma que les es
ajena. Por consiguiente, la sociedad supuestamente justa y
ciega a las diferencias no sólo es inhumana (en la medida en
que suprime las identidades) sino también, en una forma
sutil e inconsciente, resulta sumamente discriminatoria” 60.
Recapitulación
37
Como hemos visto, el pensamiento de Taylor tiene su centro
de gravedad en la antropología filosófica y ésta parece ser su
más grande preocupación. En resumidas cuentas podemos
percibir que para Taylor el liberalismo político tiene el error
de no tomar en cuenta ciertas sensibilidades de los seres
humanos. Él no se considera un enemigo del pensamiento
liberal, ni es un radical comunitarista, sino que al parecer,
busca completar lo que falta al liberalismo político. Si bien es
verdad que Taylor tiene fuertes argumentos para pensar que
el liberalismo político tiene su principal falla en tener una
concepción reducida de los seres humanos, me parece que es
necesario estudiarlo de manera más detenida.
38
individuo y la auto-comprensión social me parece que sólo
puede ser sostenida tomando la analogía en un sentido no tan
fuerte. De el hecho de que tengamos significaciones comunes
en el lenguaje o en las prácticas sociales no se sigue que
debamos actuar como un “corpus social” articulado por una
jerarquía moral común a todos, esto sería muy sospechoso
para la filosofía política contemporánea. La preocupación del
atomismo político puede ser legítima en el sentido en que
éste sea un atomismo radical. Pero muy difícilmente se puede
ser un individuo atomizado radicalmente, generalmente
somos seres con vínculos sociales, entablamos relaciones con
la familia, con los amigos, con los compañeros del trabajo o
de alguna institución a la que pertenecemos (por ejemplo los
que practican el mismo culto religioso). Somos seres que nos
comprendemos como libres de actuar en sociedad y escoger
el mejor plan de vida que creamos conveniente. Y aquí me
parece laudable la distinción que hace el liberalismo entre la
vida pública y la vida privada, no tomado de una manera
esquizofrénica como acusan los comunitaristas, sino de una
forma discrecional, es decir, me parece que las valoraciones
morales y prácticas personales son pertinentes en la esfera
del ámbito privado (entendiendo éste como el conjunto de
creencias y valoraciones morales que constituyen nuestra
identidad), pero en el espacio público, debemos hacer un
ejercicio de prudencia cuando opinamos sobre cuestiones
sociales. No se trata de poner en dilema la primacía de
intereses, esto es, si deben prevalecer los intereses
personales o los de la comunidad política, es un dilema
encerrado en una aporía que nos obliga a inclinarnos por una
de las dos partes. Ambas realidades son muy importantes
para nuestra identidad de seres pertenecientes a una cultura
determinada y a un estado de derecho que nos proporciona
libertad y justicia. Con esto quiero decir que ciertamente
somos seres que poseemos significaciones tanto del mundo
natural como del mundo social, pero aquí el problema es que
esas “significaciones” pueden llegar a lesionar los derechos
de los demás si las convertimos en normas morales de la
comunidad, es decir, lesionar a los que no comparten
nuestras significaciones. Es interesante cómo últimamente
39
han tomado relevancia las políticas de la diferencia, de lo
culturalmente propio, de lo que es característicamente
“nuestro” y no de “aquellos”. Y una consecuencia positiva de
estas políticas es lograr el respeto a los que son diferentes,
pero es un respeto que, si se toma desde una visión radical,
separa antes que unir62. Es un respeto con fronteras
culturales sostenido con un pacto de no agresión. Esto sería
el resultado de una radicalización de una sociedad portadora
de “significaciones comunes” en donde la mayoría pone las
condiciones a la minoría, cosa que no es parte del proyecto
de Taylor, pero es susceptible de interpretarse así. Aquí es
donde debe entrar a escena el carácter de la justicia
institucional.
II
A la cuestión tayloriana de que el liberalismo filosófico no
toma en cuenta las sensibilidades de las personas, en lo que a
la libertad respecta, me parece que sigue siendo el mismo
viejo tema de la libertad negativa y la positiva. ¿Ambas
concepciones de la libertad son verdaderamente
irreconciliables? Según Taylor es necesario ser libres de
nuestros obstáculos internos63 – como primera condición – y
sólo después tendríamos que preocuparnos de los obstáculos
externos. Si no interpreto mal a Taylor, lo que él pretende es
completar, lo que a su juicio, falta a la libertad negativa. Para
el liberalismo filosófico, soy libre cuando no tengo obstáculos
externos de hacer lo que deseo hacer, así sin más. Por eso
Taylor apela al problema mismo de los deseos y los pone en
conexión con la identidad de las personas. De entre los
deseos existen algunos que dan sentido a nuestra vida y por
ende son los que deberíamos seguir para ser seres
auténticos. En base a ello establecerá un criterio de libertad.
De esta manera la libertad consiste, en primer lugar, en
resolver los conflictos entre deseos optando por los que están
en conformidad con nuestras valoraciones fuertes (liberarse
62
Este es el caso de los actuales movimientos separatistas o de los enfrentamientos culturales que suelen
ocurrir en el interior de algunas naciones.
63
Taylor retoma y reinterpreta la libertad en sentido positivo. Cf. Pettit, Philip, Liberalismo y Republicanismo
[aparece en Gargarella, Roberto, Nuevas ideas republicanas, Paidós, Barcelona, 2004.]
40
de obstáculos internos), y sólo posteriormente hay que
preocuparse de la libertad negativa (obstáculos externos).
42