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LA ORACIÓN Y LA TRIBULACIÓN(CONTINUACIÓN)

Mi primer mensaje pidiendo socorro de los Cielos cruzó espacios inmensos de millones de millas
en 1869, y trajo alivio a mi turbado corazón. Pero, gracias sean dadas a Él, he recibido muchas
respuestas de ayuda. Durante estos últimos cincuenta años, y, en realidad, si no recibiera
respuestas así con frecuencia, ahora que he aprendido a pedir y a recibir, tendría que suponer
que el banco celestial ha hecho quiebra. HOMER W. H.
En el Nuevo Testamento hay tres palabras que se usan con un sentido semejante: «sufrimiento,
tribulación y aflicción». Nuestro Señor advirtió a sus discípulos que esperaran tribulación en la
vida y les enseñó que la tribulación era cosa inevitable en el mundo... ¡Cuán difícil es, no
obstante, aprender esta lección! Sin embargo, Cristo no nos dejó solos ante esa dura verdad: "En
el mundo tendréis tribulación; pero tened ánimo, porque Yo he vencido al mundo" (Jn. 16:33).
Esto nos da pues aliento. Como Él ha vencido al mundo y su tribulación, nosotros podemos también
hacerlo. Pablo nos enseña la misma lección durante su ministerio, cuando al confirmar a sus
hermanos y exhortarles a continuar en la fe, les dijo: "Tenemos que entrar en el Reino de Dios a
través de mucha tribulación" (Hch. 14:22).
Él mismo la conocía por experiencia propia, porque su camino no fue fácil ni florido. De hecho,
fue Pablo quien usó la palabra "sufrimiento" para describir la tribulación en la vida: "Porque
considero que los sufrimientos del tiempo presente no son dignos de comparación con la gloria
que será revelada en nosotros" (Ro. 8:18).
Asimismo, habló de la "aflicción" y la consideró como algo leve en comparación con el peso de
gloria que aguarda a todos los que, de modo sumiso, paciente y fiel atraviesan la tribulación:
"Porque nuestra leve aflicción dura sólo un momento, pero obra en nosotros un grande y eterno
peso de gloria" (2 Ca. 4:17).
Finalmente, es el mismo apóstol el que, al exhortarnos a la paciencia en la tribulación, la pone
en relación directa con la oración, ya que la oración es lo que nos coloca en el lugar correcto:
"Gozosos en la esperanza, pacientes en la tribulación,
constantes y fervientes en la oración" (Ro. 12:12). Así pues, Pablo une la tribulación y la oración,
mostrando su relación íntima y el valor de la segunda para engendrar y cultivar paciencia en la
prueba. En realidad, no puede haber paciencia, cuando viene la tribulación, a menos que sea
asegurada mediante ferviente y constante oración. En otras palabras, es en la escuela de la
oración que se aprende y se practica la paciencia...
Pero más aún, la oración nos lleva a un estado de gracia en el que la tribulación no sólo es sufrida,
sino que da lugar a un espíritu de gozo. Esto es, al mostrar los beneficios de la gracia en la
justificación, Pablo escribe: "Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones,
sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter
probado, esperanza; y la esperanza no avergüenza, porque el amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado" (Ro. 5:3-5).
¡Qué cadena de gracias se pone aquí en marcha a partir de la tribulación! Estos son pasos sucesivos
a un estado más elevado de experiencia religiosa. ¡Y qué ricos frutos resultan incluso de la
tribulación, en sí penosa!
Igualmente, las palabras de Pedro en su primera epístola demuestran que el sufrimiento y el
estado de gracia más elevado están íntimamente unidos: “Más el Dios de toda gracia, que nos
llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, Él mismo
os perfeccione, afiance, fortalezca y establezca" (1 P. 5:10).
Es en el fuego del sufrimiento que Dios purifica a sus santos y les lleva a las alturas. Es en el crisol
que se prueba la fe, la paciencia y se desarrollan las virtudes que forman el carácter cristiano. En
efecto, es cuando sus santos pasan por estas aguas profundas que Él les muestra lo cerca que
puede estar de los que creen y oran.
Empero se necesita fe del más alto orden y una experiencia cristiana por encima de la religiosa
corriente de hoy para contar como gozo lo que vemos como tribulación. Y esta clase de fe nos la
da el Espíritu Santo, como un don de gracia. De nuevo, el mérito no es nuestro, sino de Dios; Él
da el remedio y nosotros lo aplicamos...
El objetivo más elevado de nuestro Creador es, sin duda, desarrollar en sus criaturas el carácter
cristiano; procura engendrar en nosotros aquellas virtudes que pertenecen a nuestro Señor
Jesucristo. Es decir, está buscando hacernos como Él. No es trabajo lo que quiere de nosotros, ni
grandeza: es que mostremos paciencia, mansedumbre, sumisión a la voluntad divina, espíritu de
oración que nos haga presentárselo todo a Él. Procura, definitivamente, crear en nosotros su
imagen. Y la tribulación, de una manera u otra, hace exactamente esto ... El autor de la epístola
a los hebreos nos describe un "manual" perfecto sobre la tribulación, completo, claro y que vale
la pena estudiar: "Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:
Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por Él;
porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si no soportáis la
disciplina de la cual todos han sido participantes entonces sois bastardos y no hijos" (He.12:5-8).
¡Qué aliento también que la disciplina no es una evidencia de la ira o enojo de Dios, sino que es
una prueba segura de su amor! Leamos sus instrucciones sobre este tema tan importante:
"Además, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban y los respetábamos. ¿No nos
someteremos mucho mejor al Padre de los espíritus y viviremos?
Pues aquellos nos disciplinaban por pocos días como a ellos les parecía, pero Éste para lo que nos
es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina parece al
presente ser causa de gozo sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que
han sido ejercitados por medio de ella" (He. 12:9-11).
De la misma manera que la oración es amplia en su alcance, sirviendo para muchas cosas, la
tribulación es varia en sus usos y objetivos. A veces, sirve para llamamos la atención, paramos
ante el nerviosismo y las prisas de la vida, y despertamos a un sentido de impotencia y necesidad
a causa de nuestra pecaminosidad. Muchos que han olvidado a Dios han sido parados en su curso
y reconsideraron sus caminos y vueltos a la oración por la tribulación. ¡Bendita sea la tribulación
cuando realiza esto en el hombre! Fue por esto, entre otras razones, que Job dijo: "Feliz es el
hombre a quien corrige el Señor. Por tanto, no desprecies la disciplina del Todopoderoso. Porque
lo que Él llaga lo venda; y cuando hiere, sus manos restauran la salud. Él te librará seis veces de
la tribulación; sí, siete veces te librará del mal" (Job 5:17-19).
Tenemos el caso del rey Manasés, quien hasta que fue atado y llevado a una tierra extranjera,
hallándose en tribulación profunda, no fue despertado y vuelto a Dios.
Del mismo modo, el Hijo Pródigo era arrogante y pagado de sí mismo en tanto que nadaba en la
opulencia, pero cuando se hubieron terminado el dinero y los amigos y todo empezó a escasear,
entonces "volvió en sí" y decidió regresar a la casa de su padre, con oración y confesión en sus
labios.
Podría añadirse aún otra cosa a favor de la tribulación: que nos hace despreciar la Tierra y nos
eleva hacia lo Alto, de donde procede nuestra esperanza; hacia un mundo en el que no existe la
tribulación. Sin embargo, es el camino de la tribulación el que conduce a este mundo feliz. Ojalá
que este mundo esté puesto delante de nuestros ojos, mientras las penas y aflicciones se abaten
sobre nosotros, y nos atraiga hacia él: “¿Quiénes son éstos que están cubiertos de ropas blancas,
y de dónde han venido? (...) y Él me dijo: Éstos son los que han venido procedentes de la gran
tribulación, y que han lavado sus ropas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero (. J y
Dios enjugará toda lágrima delos ojos de ellos" (Ap. 7:13-17). "Allí mi alma cansada hallará al fin
reposo; ni tribulación ni pena enturbiará nuestro gozo".
Oh, hijos de Dios que habéis sufrido, que habéis sido probados gravemente, cuyas tristes
experiencias han quebrantado vuestro espíritu y hecho sangrar vuestro corazón, tomad aliento.
Dios está en todas vuestras tribulaciones y Él hará que todas "las cosas redunden para vuestro
bien" (Ro. 8:28), si sois pacientes, sumisos y sufridos.

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