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La Ciudad Ideal

Abü N a jr al-Fárábl
Presentación
Mifud Qm Hernández
Traducción
Manad Monta Mente
c es un libro que compuso Abu N isr al-Firabi sobre los
ipios de las opiniones de los moradores de la Ciudad

CAPITULO PRIMERO

SOBRE EL SER PRIMERO

El Ser Primero es la causa primera a la que deben su


itidad • rodos los "demis seres. El está libre de toda espe-
cie de imperfección, mientras que todos los demás seres no
pueden carecer de algo que envuelva algún m odo de im per­
fección. sea ella una sola, o sean más de una. Si. pues, el
Ser Primero está inm une de cualquier m odo de imperfec­
ción. su ser ( j / u k ju J ) es más excelente y m is antiguo que
otro ser cualquiera y aun es absurdo que pueda haber ser
m is excelente y antiguo que el suyo. Entre los modos per­
fectos de ser. El está en el m is alto de los modos: y entre
los grados perfectos de existir, está en el supremo de los gra­
dear Pofcso m ism oes absurdo'que en su en tid ad y substan-
cTTvaya entremezclada o implícita alguna privación o po­
tencialidad La privación y contrariedad se hallan tan solo

1 <Su entidad» fst tcmjuS) No o fied n p m a r wrmprr con U traduc­


ción el mana propso que en cada pasaje orne U palabra a / w jm J Drtde
lúe jo . traducir siempre por Amencia en el m u d o de última actualidad
serta un absurdo Y n o t o t aquí mamo Si Dios dio la última actualidad
a porque hubo actualidades am enom Y eu r , quién las dio? Traduciré
moa. pues, de mu? diserto* modos, pero pondremos entre partsrcvs la pa­
labra ira be. aunque no stempre ( S J t i T )
•» ALFÁRABI

en lo que cae debajo de la esfera de la luna. La privación


es el no ser de algo cuya propiedad es ser. Repugna, pues,
que de algún modo tenga existencia (uuyuJ) en potencia
o que de algún modo tenga posibilidad de no existir. De
aquí que necesariamente es eterno v de existencia permanente
en si misma y por sí misma, sin que para ser eterno necesite
otra cosa que le alargue la permanencia; al contrario, en si
mismo tiene suficiencia (completa) para perseverar y dar con­
tinuidad a su exis-ncia. Imposible que haya ser como el ser
fque El tiene. Ni cu tal grado de entidad puede darse otro
ser. ni puede darse otra entidad que supere o pueda com­
pletar la suya. El es el único ser que absolutamente no pue­
de tener causa: ni eficiente (bihi • cuius). ni material o for­
mal ( anhu = ex quibus). ni final (h h u « racione cuius).
No es. pues, materia ni de subsistencia en materia, ni pue­
de absolutamente estar en algo como en sujeto suyo. Al con­
trario. su entidad está inm une de toda materia y de todo
sujeto Tampoco tiene forma, porque la forma no puede exis­
tir m is que en la materia, y si tuviese forma, ya su esencia
constaría de materia y forma, y si así fuese. subsistiríTcon
dependencia de las dos partes de que constaba y su ser ten­
dría necesariamente causa, ya que cada una de las partes se-
i ría causa de la odstencú_dd todo. Pero ya dimos por supuesto
que El es la causa primera. Su ser no es tampoco por razón
de algún motivo o finalidad, de modo que ese su ser se dé
tan sólo en la realidad para llevar a cabo aquella finalidad
o intención. Si así fuese, eso en cierto modo sería causa de
su existencia y ya no sería causa primera Tampoco proviene
su entidad de otra cosa más antigua que El. como que en­
tonces provendría de algo inferior a sí mismo
CAPITULO II

EL SER PRIMERO NO TIENE


COMPAÑERO SEMEJANTE A EL

En sí mismo y por sí mismo se distingue de iodos los de­

I
más seres. Imposible que la entidad que tiene pcncnczca
también a oiro'scr distinto de El mismo. En el caso entre
la entidad que tendría esc otro ser (B) y la que tiene aquel
ser (A), no podría absolutamente haber ninguna distinción
I ni diferencia. Ya no serían dos entidades sino una sota y mis-
| ma esencia. Porque, si entre ambos hubiese alguna distin-
ciónTaqüello en que se distingan, será diferente de aquello
en que convienen y aquello en que cada uno se distinga del
otro, será parte constitutiva (exclusiva y propia) de cada uno,
mientras que aquello en que convienen, será la parte común.
Por consiguiente, cada uno de ellos sería distinto del otro
en la definición 1 y cada una de las dos partes seria causa
constitutiva de la esencia. Por tanto, ya no se trataría del Pn-

& « E n la definición» ( b ila J u t il Esta fórmula cuando x m » de vari.»


¿ í t i turne Minificar t i l 7 Z jw * ¿ 6*. pero otra» m e » K t » n ce piopie-
dadeso atribute* de un mismo k i y parecería m i» P^pio traducir e n h
IfrtJuéaón El ertendimiento humano puede distinguir matice» y respe» •
L aun en lo idéntico Y en este caso también x dice que x distinguen
bi / ¡fju/i (N J il T )
m ero sino que habría otro anterior a El que sería causa de
su ser. Y esto es absurdo.
Si en esc otro (B) hubiese algo por lo que íc d isú n g u c jle
aquel (A), m ientras que en aquel (A) no hubiese algo por
lo que se distinguiese de esc otro (B). a no ser supuesto aque­
llo por lo q u e esc otro (B) difiere de El (A ), se seguiría que
aquello por lo que aquel (A ) se distinguía de ese otro (B).
sería entidad propia y exclusivaJ de ese otro (B). m ientras
que la entidad de aquel (A) sería com ún a ambos. Por co n ­
siguiente. la entidad de ese otro (B) sería compuesta de dos
cosas: de algo propio y de algo com ún con aquel (A). Por
tan to ya el ser de ese otro (B) no es tan solo el ser de aquel
(A) sino que la esencia de aquel (A ) es simple e indivisible,
m ientras que la de esc otro (B) sería divisible y constaría de
dos panes constitutivas. Su entidad tendría causa y no se daría
sin la entidad de aquel (A) y sería más imperfecto que El
(A) y por consiguiente no poseería la entidad en el grado
prim ero.
Además: si un ser pencneciente a una especie se distin ­
guiese de ella por algo distinto de la m ism a, ya ese ser no
sería perfecto. Perfecto es aquello fuera del cual no puede
existir otro ser de la m isma especie. Y esto se entiende en
todas las cosas: perfecto en m agnitud es aquello fuera del
cual no hay m agnitud; perfecto en belleza es aquello fuera
del cual no se da belleza de la m ism a especie qu e la suya.

•’ «Entidad propia y exclusiva» (¿l uujaJjJIjJi yjpnja ojáj. y « r u t r ­


en. J uujuJ J fju j Dkc Amena »$cd rtt ei quicquid aequipollet ti.
significas (tum aliquid aliud in ómnibus liguis Unaquaeque emm rea ha­
ber certitudincm qua tu id quod eat... El hoc esr quod tortaase appella-
mus este propnum (J u uj*J¿1/ jiiJ nec intendimus per illud intennonem
cwe affirmanvi fjl u ttjyJ¿J nbjn). quia terbum en»’ (4Í **y*J) signifi­
car cúam mutua inrentionei. ex quibus est certitudo qua rst unaquaeque
reí er íicut e«e proprium (sl-wnjmd jJ/J i /J reí» (Atice na. /ittjphyncd. I.
6) Encontraremos luego en al-F¿rabi un pataje parecido a ftte. Y k veri
la rarón de la indicación hecha en la nota I. p. 3 Véanse fuego mis ade­
lante las pp I?. 14. IB. 28. 33. 3Ó; etc. (N de¡ T.)
LA CIU D AD IDEAL /

Del propio m oda, perfecto en substancia será aquello fuera


del cual no se da ya una substancia de la m isma especie que
la suya. Asi ocuire tam bién en el cuerpo perfecto; ya no se
da otro cuerpo de la m isma especie distinto de él, v g r.. el
«>l. la luna y cada u n o de los d e m is astros. Si. pues. el Pri­
mero es entidad perfecta, no puede ya esta entidad pertene­
cer a cosa distinta de El. Es. pues, singular y único en esa
entidad. Y bajo este respecto es uno sólo.
CAPITULO III

EL SER P m íE R O NO TEÑE CONTRARIO

Además, repugna que tenga contrario Y esto es cosa evidente


una vez que se sabe el sentido de este vocablo: «el contrario.
En efecto, difieren entre sí un ser cualquiera y su contrano. y
en manera alguna el contrario de una cosa podrá identificarse
con esta cosa misma. Peto no todo lo que se distingue de un
ser. es contrano a ese ser. ni todo lo que no puede ser una cosa.
| es ya por eso su contraria D e la naturaleza de los contrarios es
que al irse a realizar uno cualquiera corrompa y haga perecer
{al otro. Uno cualquiera de los contrarios Una en su naturaleza
el que si va llegando a actuarse en donde ya de ames está el
otro, haya de ir desapareciendo de allí ese otro y que ese otro
vaya desapareciendo de allí al dar lugar a aquel en el sujeto en
que está. Esto se aplica generalmente a todos los seres que pue­
den tener contrario: si una cosa es contraria a otra por razón
tan sólo de su acción y no por otra modalidad cualquiera, en
ese « s o solamente a la acción de ambas se ha de atnbuir esa
propiedad Si ambas son contrarias en una cualidad, a ésta tan
sólo se aplicará esa propiedad. Si son contrarias en la substancia
misma, a ésta tan sólo se aplicará esa propiedad. Ahora bien:
si el Ser Primero tuviese contrario, participarían ambos. El y su
contrario, de esta propiedad y. por consiguiente, se seguiría que
L1 LIVDAL) ¡UkAL V

b naturaleza de uno y de otro era corruptible y que el Primero


podría ser aniquilado por su contrano aun tratándose de su mis­
ma substancia. Ahora bien, lo que puede en su substancia ser
aniquilado, no puede tener eñ esa su substancia consistencia ni
permanencia sino que su substancia será insuficiente para per-
"severar en la existencia, ni tampoco su substancia será suficiente
para devenir existente en acto; antes bien, necesitaría de otro
“dtsriñio de El para existir. Imposible que sea eterno lo que pu-
do no existir. Aquel ser cuya substancia es de suyo insuficiente
para perseverar o para llegar a existir, ese ser para llegar a existir |
y perseverar en b existencia necesariamente ha de tener una causa
distinta de él. De consiguiente, ya no se trataría del Primero.
Además, si su ser se debiese tan sólo al hecho de que no rostiese
SU contrario, entonces b inexistencia de éste seria causa de que
El pudiese existir. No scriaTpucs. en absoluto ta causaprimera.
Se seguiría, además, indispensablemente que ambos tendrían
una misma ubicación común, la cual de tal manera seria capa*
de ambos que de encontrarse allí uno cualquiera de ello habría
exigido la aniquilación del otro, bien fuese el sitio de estar un
sujeto, bien un género, bien otra cosa semejante. El sitio de es­
tar sería algo fijo y permanente y en él se sucederían los dos
contrarias. De consiguiente, el sitio d e estar sería anterior al ser
de uno cualquiera de los contrarios. Si alguien supone ahora un
jcTdistinto de aquellos a que se aplica U propiedad de contra­
rios*. entonces no serían contrarios los que se suponen tales sino
que serían opuestos con una oposición distinta de la conmine-
dad. N o negamos nosotros que al Set Primero se oponen tam ­
bién otros seres distintos de los contrarios y que se oponen bajo
otros conceptos distintos del concep to del ser, pero aun cnton-
ccs repugnaría que otro ser posea b existencia en el mismo gra­
do. como los contrarios obtienen la existencia en el mismo gra­
do. Por consiguiente, el Ser Primero es un ser singular sin que
pueda haber otro ser que participe su modo de ser. El Ser Pri­
mero es único. En ese grado se halla FJ solo. Y así también bajo
este aspecto es único.
C A P m i o iv

EL SER PRIMERO ES INDEFINIBLE

El Ser Primero es indivisible, aun mediante la definición


en coas dsum as que constituirían su substancia. Es imposible
que la definición o enunciado que expresara lo que significa,
designe una parte o las dos panes, que consumirían su substan
cía La razón es porque en esc caso las panes constitutivas de
la substancia serían causa de su entidad (oI-umjé J ), de b mis­
ma manera que los conceptos que designan b definición de un
ser cualquiera, son causa (lógica) de b entidad del definido y
de b misma manera que b materia y b forma son cama (física)
de b entidad de su compuesto.
Aboca bien: todo o to repugna en nuestro caso, precisamen­
te por tratarse del Ser Primero y porque absolutamente no pue­
de tener cama de su entidad. Si esa especie de división repugna
en el Ser Primero, aun repugnará más el que sea divisible al
modo de b cantidad y según otras especies de división De aquí
forzosamente se sigue que no tiene magnitud ni cuerpo. Bajo
este respecto es también único, pues uno de los conceptos de
que se predica b unidad, es el de predicada del ser indivisible.
Todo ser es indivisible bajo cieno respecto y bajo ese respecto

• V*iic noca I. p. » fS. J4I T)


p * el que es indivisible, es único. Si esto nene lugar por razón
de las acción, bajo ese respecto de las acciono es único, m.en­
tras que si ucne lugar por razón de las cualidades seta u r r o
Kspcao de sus cualidades. De este modo el ser indivisible en
w substancia es único en su substancia. El Ser Primero es. pues,
indivisible en su substancia.
CAPITULO V

SV y ^ TICIDAD ES SU PROPIA ESENCIA


ADEMAS ES COGNOSCENTE SABIO
VERDADERO. VIVO Y VIDA ’

b cnm üd (a/u-uyuJ) por U que cl Se, Primcro Ilm o


P « ) distingue de iodos los d em is seres m m *

Z r * * aqUC,' ° ■“ 1 “ - “ j t S ls
■eme m je ,y . Lo que lo separa y d is u o ^ e de iodo lo que n,
I * fe h * e se, uno en s i U ™ d

* £ 3 » . h£ í r 3 * ° cl dc X t
C onsdi^3 ^ 1 ° ? Í í
“ lqUWf0 ■ " 10 < 1 - c lq le e ^ c o
^ Uama uno en cuanto que « un r»urrm

,7 t r ^ e £ v r : : r cl ^ p- — U » .
«cdo r Z m o S T e s d ^ r ^ 0° r *"* **
«i significado. nom btc « " » V de
No esii d Ser Primero en la materia n en modo alguno puede

* Véaar nota 2. p 6. f.V «¿/ r¿


tener materia, sino que. más bien, en a mismo es entendimiento
tn actu. Lo que a la forma impide ser entendimiento y enicn
3er in actu. es precisamente la materia en la que el ser subsiste.
Si un ser piara existir no necesita de materia, esc ser en sí mismo
lera entendimiento in actu. Tal es la índole del Ser Primero.
Es. pues, entendimiento w actu. Pero, además, es también en
sí mismo inteligible. Porque lo que a una cosa impide ser inte­
ligible m actu, es la materia. En cuanto, pues, el Ser Primero
es entendimiento, es también inteligible. EJ sef cuya individua­
lidad (huw iyyatuhu) es ser entendim iento, no necesita piara ser
también inteligible de otra esencia distinta de El para conocer­
se; mejor dicho, por sí mismo conoce su esencia, y por conocer
su esencia, deviene inteligente y entendim iento in actu y por
serie conocida su esencia es ella inteligible in actu. Para ser. pues,
entendimiento tn actu y cognoscente o inteligente m actu no
necesita el Ser Primero entender antes alguna oua esencia que
en cuanto distinta de EJ entendería y adquiriría. Mejor dicho,
es entendim iento y es inteligente porque conoce su esencia. Si.
pues, la esencia inteligente es al mismo tiempo conocida o en­
tendida. será entendimiento en cuanto es inteligible, porque ser
entendimiento y ser inteligible y ser inteligente todo ello resul­
ta en realidad una misma esencia y una misma substancia única
c indivisible. EJ hombre, por ejemplo, puede ser inteligible, pero
lo que de suyo tiene el hombre de inteligible, no es un inteligi­
ble en acto sino un inteligible en potencia. Inteligible en acto
devendrá después de haber sido entendido por el entendim ien­
to. En el hombre, pues, no es siempre el inteligible el sujeto
mismo que entiende, ni siempre cJ inteligible es su entendi­
miento. En nosotros nuestro entendim iento no es inteligible en
cuanto es entendimiento ^em endem os, mas no porque nuestra
substancia sea entendimiento. Lo qu é conocemos no scTdenu-
fica precisamente con lo que constituye nuestra substancia En
cambio, en cl Ser Primero no es así. sino que en El entendi­
miento. inteligente o cognoscente e inteligible significan una sola
y misma cosa, una sola esencia, una sola substancia indivisible.
Lo d»cho prueba también q jc e l Ser Primero ei cognouenu
porque, para conocer, no necesita de otra esencia distinta de b
suya, mediante cuyo (previo) conocimiento adquiera de afuera
aJguna ventaja y utilidad. Ni pira conocerse a sí mismo necesita
de otra esencia que kr haga cognoscible. Mejor dicho, con su
sola esencia uene muy bastante para conocer y para conocerse
Su ciencia no es en sí rmsma cosa distinta de su esencia, porque
Q es el cognoscente y EJ es el cognoscible y El es su propia esen­
cia. El es una esencia única y una substancia única.
Por lo mismo debemos decir que e l Ser Prim en et ubio. La
sabiduría consiste en que el entendimiento cooozca cosas exce­
dentes con el conocimiento más excelente. En cuanto el Ser Pri­
mero entiende mediante su escoda y b conoce, conoce las cosas
más excelentes. El conocimiento más excelente es el perpetuo
y eterno que no puede cesar. Tal es el conocimiento del Ser Pri­
mero acerca de su esencia.
Asimismo, e l Ser Primero es rerJjJero. Lo verdadero es con-
vertible (pari/katur, marcha paralelo) con el ente. La verdad es
convenible con b entidad propia*. U verdad faaqiqa) de una
cosa a su entidad propia.(^ •u u jk d a t - M . La entidaím ásex-
relente es aquella cuja valb proviene de sí misma y de su razón
de ser. Lo verdadero también se predica del inteligible con el
que el entendimiento existente in x t u deviene conforme (en­
contrado con) en cuanto ambos mutuamente se corresponden
De este ser en acto en cuanto es inteligible y entendido, se dice
que es verdadero, mientras que en cuanto relacionado con b
esencia sin referirse aJ inteligente, se dice que es ente. De dos
maneras, pues, se predica del Ser Primero lo verdadero: en pri­
mer lugar, porque su entidad es b más perfecta de todas; en
segundo lugar en cuanto cognoscible, porque el que lo conoce,
oeviene, por su medio, conforme con el ser existente en acto
en cuanto existente en acto, sin que para ser verdadero bajo es­
te respeno de cognoscible necesite conocer otra esencia distinta

* V in e nota 2. p. 6 . (N. del T.)


L A L I U U A U l U t . ’XL *J

ác la suya. Además. El es más digno que todos los demás seres


de que se predique de El lo verdadero de los dos modos dichos.
Su verdad no puede ser otra cosa que su ser real in jcíu .
Del mismo modo, el Ser Primero es un ser tiro y ju n b mu-
m j vidi. Con estos dos vocablos no designamos de» esencias si­
no una sola y misma esencia. EJ concepto de ser vivo indica el
ser que entiende el mejor inteligible con el mejor de los enten­
dimientos. o sea. que conoce el mejor de k» cognoscibles con
d acto cognoscitivo más excelente, como entre nosotras k» hom­
bres primariamente se dice de uno que es ser tiro cuando per-
dbc el más hermoso pcrccpuble con b más excelente percep­
ción. De nosotras los hombres predicamos b vida cuando pera-
I birnos los sensibles —que son k» objetos mejor perccpublcs— .
mediante una sensación —que es b mejor percepción . y me*
díame b s mejores facultades perceptivas —q u e son los sentidos
[externos]. Pues bien: el ser que sea el más excelente entendi­
miento para conocer y entender el mejor inteligible con el an o
cognoscitivo más noble, será el más digno de llamarse ser uro.
porque en tanto entiende en cuanto es entendimiento. Y así
en él se identificará el que cnuendc y el entendimiento, el cog-
nosccntc y el conocimiento. De este modo b s expresiones ser
tiro y ruis designan una misma cosa.
El término ser tito se aplica también, metafóricamente, a se­
res distintos de los animales, a saber, a todo ser que está en ni
última perfección, a todo ser tal que en razón de entidad y de
hermosura llega a tal grado que de él provienen b s cosas de
cuya naturaleza es que de él provengan, y provienen de el con
b perfección de cuya naturaleza es que así provengan. Según
esto, siendo el modo de entidad del Ser Primero el más perfec­
to de todos, también El será el más digno de llamarse ser uro.
cuando este vocablo se emplea metafóricamente o por exten­
sión. Cuanto más perfecta sea b razón de su entidad, tanto más
perfecto —claro está, caso de coooccrh y entenderb— será aque­
llo que entendemos y conocemos. Y es que en nuestras almas
el inteligible ha de convenir y corresponderse con lo que existe
m x t u . Según esto, su m odo de ser fuera de nuestras alma*
convendrá, en cuanto entendido en nuestras almas, con su pro­
pio modo de ser Si su n o d o de ser fuese imperfecto, entonces
en cuanto inteligible y en nuestras almas será aun m is imper­
fecto.
Asi el movimiento, el uem po. lo infinito, la privación y otras
cosas parecidas .. Uno cualquiera de estos inteligibles en nues­
tras almas es un inteligible muy imperfecto, porque esas cosas
en sí mismas son seres imperfectos En cambio, los números,
el triángulo, el cuadrado y otras cosas parecidos, son en cuanto
inteligibles en sí mismas m ás perfectas, porque tienen en si un
modo de ser más perfecta. Según esto, estando el Ser Primero
en el grado más alto de perfección cnútaova. debería ser enten­
dido dentro de nuestras almas en el grado m is alto de enten­
der. V. sin embargo, no sucede asi. Debemos, pues, saber que
el Ser Primero, poc su pane, fácilmente se deja percibir, porque
realmente está en el supremo grado de perfección. Pero son tan
débiles nuestras facultades intelectivas y se hallan tan entremez­
cladas y revueltas con la m u ch a y tan llenas de deficiencias, que
se nos hace difícil el llegar a percibido y el formamos de EJ al­
gún concepto (menos impropio). Somos demasiado débiles pa­
ra entender cómo El es en su entidad. Su excesiva perfección
nos deslumbra y no podemos percibirlo con perfecta exactitud
Nos sucede en esto como con b luz que es el primer visible
y *1 n ú s perfecto y el m is claro y mediante su rayo se nos hacen
visibles los demás objetos y eEla es b causa de que nos sean visi­
bles los colores. Debería, pues, parecer según esto que cuanto
el rayo de luz es m is perfecto y más intenso, tanto más perfec­
tamente lo percibirá nuestra vista. Sin embargo advenimos y
vemos que no» sucede lo contrano: cuanto rravtx es d rayo, tanto
m is débil es nuestra visión Esto acaece no por su oscuridad y
por su defecto, siendo como es en sí mismo muy claro y brillan-
tr. sino porque su perfección en lo que tiene de luz. ofusca nues­
tra visa y b aparta de sí Esto mismo nos sucede con b O u sa
Primera, con el Entendimiento Primero y con el Verdadero Pn-
J - l U C X '. I U IWL.U. tI

pero. Su inteligibilidad respecto de nuestro entendimiento no


p defectuosa por defecto que en sí Ella tenga, ni tampoco El
«i difícil de percibir por la dificultad que ofrezca su entidad,
¿no por la debilidad de nuestros entendimientos, a los que el
concebirlo es cosa difícil. En nosotros los inteligibles son defi­
cientes y nuestras aprehensiones son débiles. El caso de no co­
nocer nos acontece de dos modos: primero, puede ser imposi­
ble concebir y formar de u ru cosa concepto perfecto por razón
de b debilidad de su ser o entidad, por U imperfección de su
esencia y de su substancia; segundo, porque aun siendo accesi­
ble su inteligibilidad y siendo su comprehensibilidad muy per­
fecta y aun la m is perfecta de todas, halb. sin embargo, impe­
dimento en b debilidad de nuestro espíritu y facultades inte­
lectuales; por estar tan alejados de b esencia del objeto repugna/
a nuestras facultades que lo puedan ellas concebir según b per I
fección y excelencia de su entidad. Estos dos modas son entre*
sí sumamente opuestas respecto del ser. como que uno está en
b meta de b perfección, mientras el otro está en el límite mis­
mo de lo deficiente. C om oandam os atascados en b materia,
db nos es causa de que nucstrañibstanda sea una substancia
t m sUju li de [^substancia primera. Cuanto nuestra substancia
• m is se acerque ai Ser Primero, tanto mejor será nuestra percep­
ción y más cieña y m is verdadera. Cuanto más nos alleguemos
a los seres separados de b matena. tanto más perfectamente lo
podremos representar y conocer. El modo de acerrase consiste
R u d a m e n te en d evenir entend imiento en aqp. Cuanto más
perfectamente nos apañemos de b matcnaTtanto m is perfecta­
mente cognoscible será El a nuestros entendimientos.
CAPÍTULO VI

DE LA GRANDEZA, MAJESTAD
Y GRACIA DEL SER PRIMERO

De un m odo análogo, deben entenderle su grandeva, m a­


jestad y gloria. En otros seres esta grandeza, majestad y glo­
ria se dan tan sólo en conformidad con la perfección de ellos.
>a en su esencia, ya en sus accidentes propios y característi­
cos C uando se trata de nosotros, los hom bres, la mayoría
de las veces se habla tan sólo de la perfección que tenemos
por razón de algo accidental, v. g r.. el ser rico, el ser sabio,
el tener cieno accidente corporal. Ahora bien: como la per­
fección del Ser Primero se distingue claramente de la de to­
do otro ser perfecto, tam bién su grandeza, majestad y gloria
se distinguirán evidentem ente de las de todo otro ser dota­
do de grandeza y gloria. Esta su grandeza y esta su gloria
son tan altas y sumas, precisamente por aquello mismo que
tiene de esencia, no por algo exterior a su esencia y substan­
cia. Por sí m ismo y en sí mismo es grande y glorioso, alaben
otros su majestad o no la alaben, engrandézcanle otros o no
le engrandezcan, glonfíquenle otros o no le glorifiquen. La
belleza, esplendor y buen parecer o gracia en un ser cual-
quiera consiste en que su e n tid a d ' sea la m is excelente y
' ,L» óe u n ta «wlquim» W-armjmJ). Un ta ouiqu u n te m-
M CIUDAD IDEAL 19

en que en ¿1 esa entidad alcance tn actu su últim a perfec­


ción. Si. pues, la entidad del Ser Primero es la más excelen­
te. su belleza ha de superar tam bién a la belleza de todo ser
bello. Y lo mismo se ha de entender de su esplendor y gra­
cia. Además, el Ser Primero posee todo esto esencial y subs-
tancialmcnic. Lo posee todo por sí mismo y en cuanto por
sí mismo lo entiende. En nosotros, los hom bres. la belleza,
gracia y esplendor se reducen a nuestros accidentes y no en ­
tran en nuestra esencia sino que pertenecen a algo distinto
de nuestra entidad, distinto de nuestra substancia, mientras
que en el Ser Primero la belleza y perfección no son más que
su misma y única esencia. Lo mismo han de entenderse otros
atributos. El placer, gozo y felicidad se producen en noso­
tros y llegan a su m eta con la percepción de lo m is hermoso,
gracioso y bello, cuando esa percepción es la m is alta y per-
fecta. Siendo. pues7 cl Ser Primero el más hermoso, csplcn-
3¿?oso y gracioso percibirá de sí mismo un placer sum o con
una percepción altísima en sumo grado. Su conocimiento de
su propia esencia será en grado absoluto un conocimiento
excelente. El placer con que se complace el Ser Primero , es
u n placer cuya esencia ñosotroTno podemos com prender co-
m ñ eme rio Dtxlcmós'conoce t l a in tensidad cfeju granJcza
más que m edíam e alguna Cn alo g i^ y refiriéndolo ^ p la c e r
quTñosotros experimentamos cuando lo qUC para nosotros
es muy perfecto y esplendoroso, lo <on una^ - r'
croción muy alta v cum plida, ya^ñediantc una sensación (ex­
terna). ya m ediantela imaginación, ya m ediante cl coñoci-
m iento intelectual. Experimentamos a veces tanto placer que
llegamos a creer que en intensidad no hay placer que pueda
superarlo y nos sentimos tan felices que nos parece haber o b ­
tenido el colmo de la felicidad, aunque ciertam ente en no­
sotros tal estado es de corta duración y fácilmente desapare- •

• tx n .it un k í m x rn tr. $< trata. p o o . d< I» entidad attual que o U un.-


dad propia Ci oota 2. p 6. f-N ¡-f
.'U AL FA RABI

ce. Comparar la percepción y ciencia del Ser Primero respet


to de lo m is excelente, hermoso y esplendoroso de su esen­
cia con nuestra percepción m is hermosa y espléndida es co­
m o comparar el gozo, placer y felicidad del Ser Primero con
el placer, gozo y felicidad que nosotros sentimos. Ninguna
proporción se da entre nuestra percepción y la suya, entre
nuestro cognoscible y el suyo, entre la belleza que conoce­
m os y la belleza d e su esencia; o si alguna proporción se a d ­
m ite, ella ha de ser bien pequeña. Igualm ente ninguna pro­
porción se da entre nuestro placer, gozo y felicidad con el
placer, gozo y felicidad del Ser Primero; y si alguna propor­
ción se adm ite, seri ella bien ínfima. Porque ¿cómo habrá
proporción entre una partecita m ínim a y una grandeza infi­
nita y sin tiem po, entre lo que es sum am ente im perfecto y
lo que está en la cum bre de la perfección? C uanto el gozo
y regocijo que alguno tenga de sí m ism o, y cuanto su felici­
dad sea más cumplida e intensa, tanto más se querrá a sí mis­
m o y tan to más se amará y se maravillará de sí mismo. Puc<
bien: es cosa evidente que el Ser Primero se ama y se quiere
y se maravilla de sí de un m odo correspondiente a su gran­
deza. Comparar su amor a sí mismo con el amor con que
nosotros nos amamos y regocijamos de la excelencia de nues­
tro ser. es como com parar la excelencia y belleza de su esen­
cia con la excelencia y belleza que en nosotros admiramos.
El acto mismo del amor en el Ser Primero es el objeto mis­
mo del amor como el acto m ismo de su maravilla es el obje­
to mismo de su admiración y com o el acto de su deleite es
el objeto mismo de su deleite. En nosotros sucede esto de
m uy distinto modo, porque en nosotros el objeto am ado es
la excelencia y hermosura, pero el am ante mismo no es aque­
lla hermosura y excelencia; el am ante posee una potencia que
no pertenece al objeto am ado y así se distinguen entre si el
am ante y el amado, el ser que quiere y el objeto querido.
El es. pues, el Amado Primero y el Q uerido Primero, ámenle
otros seres o no le amen, quiéranle otros seres o no le quieran
CAPITULO Vil

DE COMO TODOS LOS SERES


PROVIENEN DEL SER PRIMERO

Del Ser Prim ero procede todo otro ser. Puesto, pues, que
el Ser Primero tiene la existencia que le es propia, necesaria­
m ente se sigue que de El provienen todos los d em is seres
cuya existencia no depende de la voluntad y libre arb.tno
del hom bre y cada uno procede según su modo de s e r unos
nos son percibidos por los sentidos, otros son conocidos m e­
diante una demostración apodíctica. La entidad de lo que
proviene de El. es a m odo de em anación (o expansión) de
ni propia entidad que da origen a otros seres de m anera que
la entidad de otros seres según va em anando de la entidad
del Ser Prim ero quede subsistente. Según esto, la entidad
de lo que de El proviene, no es en m odo alguno causa (fi­
nal) que El tenga, ni íse es el fin que la entidad pnm era
tiene, com o, por el contrario, la entidad del hijo en cuanto
hijo es el fin que tiene la entidad de los padres en cuanto
padres, esto es. sin que la entidad de lo que de El proviene I

I Al A * w n lo» « m cim e n to y relímente actúala»*» En o -


te capítulo óptim o y en el octavo tifu.ente *e tullir* mucha» m o o ta
palabra en c v u fm fu td o Cf. etiam cap M. fi». **• • t
22 ALFAMABJ

le dé a El o proporcione perfección alguna, como, por el con­


trario. suele suceder en la mayor p a n e de las cosas que de
nosotros provienen; t. gr. nosotros dam os nuestros dinero*
a otros para recibir en cam bio honores o placeres u otros bie­
nes en que encontramos para nosotros cieña perfección. Pe­
ro la entidad del Ser Pnm ero no es por razón de otros seres,
ni m ediante ella existen otros seres de m anera que la finali­
dad de existir el Ser Primero se reduzca a que m ediante El
existan otras cosas. La entidad del Ser Primero tendría así
una causa distinta de sí misma y ya no sería el Primero. Ade­
más. tam poco al dar entidad a los demás seres obtiene per­
fección alguna que antes no tuviese, o una perfección dis­
tinta de las perfecciones que antes tenía, como la obtiene
el que da sus dineros u otra cosa y luego a cam bio de eso
consigue cieno placer, cierto honor, cierto principado, o al­
g ú n otro bien. En el Ser Pnm ero todas estas cosas serían a b ­
surdas. porque le negarían su prim ado y prioridad y supon­
drían otros seres anteriores que serían causa de su entidad
Ahora bien; la entidad del Ser Primero no se debe m is que
a sí misma; y a su substancia y m odo de ser es consiguiente
y subsiguiente el que de El provengan todos los dem ás se­
res. De aq u í es que la entidad del Ser Prim ero, de la que
em ana la entidad de todos los dem ás seres, consiste en su
m isma substancia. Y la entidad del Ser Primero que esen­
cialm ente constituye su substancia, es aquella misma de la
que proviene la entidad de los dem ás seres. N o es esto decir
que se com pone de dos cosas: una de las cuales sea su subs­
tancia. y la otra la facultad de realizar los otros seres que em a­
nan de la primera, al m odo com o nosotros nos componemos
de dos cosas: una constitutiva de nuestra substancia y es la
racionalidad, y otra por la que podem os escribir y es el arte
de la escritura. El Ser Prim ero, por el contrario, es una sola
esencia, una sola substancia q u e le constituye al par que de
Ella proceden los otros seres. Para q u e de su entidad reciban
entidad los dem is seres, no necesita de cosa distinta de su
LA CIUDAD IDEAL 23

cía. N o necesita, v. gr. de algún accidente nt de algún


m ovim iento para alcanzar alguna disposición de que caté­
ela. ni de u n instrum ento distinto de su escncu. como para
que del fuego y del agua se produzca el vapor, preexige e
focgo cieno calor que calienta el agua, o como para que c
tol caliente cieno objeto que tenem os delante, precxigc e
jol cieno m ovim iento m ediante el cual obtiene una disposi-
ción que antes no había. Y así prim eram ente obtiene esa dis-
posición y. luego, m ediante esa disposición conseguida por
d m ovim iento, obtiene el calor en el objeto que teníamos
delante; o como el carpintero necesita el hacha y la sierra
para producir en la m adera la sección, el cone y la división.
Ahora bien: la entidad del Ser Primero en cuanto de d a
em ana la entidad de los otros seres, no es m is perfecta que
en cuanto es constitutiva de su substancia ni en cuanto cons-
' ututiva de su substancia es m is perfecta que en cuanto de
ella em ana la entidad de los otros seres. Ambas cosas son
una sola y m isma esencia. Finalm ente, es imposible que na­
da le pueda estorbar la emanación de los otros seres. >a se
trate de la misma esencia del Ser Prim ero, ya de otras cosas
distintas del Ser Primero.
CAPITULO v n i

GRADACION DE LOS SERES


REALIZADOS, O EXISTENTES

Los seres realizados son muchísimos y a pesar de su m u ­


chedum bre unos son superiores a los otros. La substancia del
Ser Primero es una substancia d e la cual em ana toda otra
entidad, cualquiera que ella sea. perfecta o imperfecta. La
substancia del Ser Primero es adem ás una substancia tal que
al em anar de ella todos los seres realizados según su grada­
ción. de ella proviene en todos la entidad y grado que tie­
nen. Com ienza el ser más perfecto, sigue luego otro que es
tan solo u n poco menos perfecto y a partir de aq u í se van
sucediendo seres menos y menos perfectos hasta llegar a un
ser tn setu tal que. si algo se le qu ita, el que vendría después
de él ya no podría existir en absoluto. Allí cesa la serie de
los seres realizados. La substancia del Ser Primero es una subs­
tancia de la que em anan todos los seres reales sin q u e el Ser
Primero venga a ser caracterizado por una entidad distinta
de la suya. Es generoso y su generosidad consiste en su pro­
pia substancia. De ella comienza la serie de los seres realiza­
dos y ella distribuye a cada uno la m edida de entidad con­
forme a su grado. Es justo y su justicia consiste en su subs­
tancia misma sin ser algo que salga de su substancia o esencia.
LA CIU D AD IDEAL 25

Adem ás, la substancia del Ser Primero es ral que al em a­


nar de ella rodos los seres realizados grado por grado, se van
ellos engarzando, trabando y ordenando unos con otros con
tal engarce, trabazón y orden que de esa m anera, aunque
los seres sean tantos en núm ero, form an u n solo conjunto
v constituyen com o u n solo ser. £1 cTemcnto de engarce y
trabazón depende en unos de su propia substancia de modo
que por las mismas substancias q u e constituyen su entidad,
se engarzan y traban entre sí; respecto de otros, depende de
dertas m odalidades que son subsiguientes a sus substancias,
com o. v. g r.. el amor enlaza y asocia entre sí a los hombres;
pero el amor es en los hom bres algo circunstancial y no algo
substancial que constituya su entidad Pero aun esto mismo
em ana del Ser Primero, porque de la substanda del Ser Pri­
m ero depende el que en la m uchedum bre de tantos aparez­
can con sus substancias aquellos elem entos circunstanciales
por los que unos se enlazan con otros, ordenándose en gra­
dos y series.

i*
CAPITULO IX

DE LOS NOMBRES CON QUE


CONVIENE LLAMAR AL SER PRIMERO

Los nom bres con que debe denom inarse el Ser Primero,
son aquellos mismos, que en los seres que nos rodean, sobre
jiodo en los que nos parecen más excelentes, significan cierta
perfección y excelencia en la entidad, sin que. a pesar de eso.
ninguno de esos nom bres designe tan sólo la perfección y
excelencia q u e acostumbramos a aplicar a los seres que nos
rodean, aun en los más excelentes, sino que designan la per­
fección característica y propia de la substancia del Ser Pri­
m ero. Adem ás, las especies de perfecciones que con tan va­
nados nom bres acostum bram os a significar, son m últiples
y no debem os creer que en el Ser Primero las especies de per­
fecciones que con esa variedad de vocablos designamos, sean
especies distintas en que pueda dividirse el Ser Primero y que
de su conjunto y unión resulte El form ado; al contrario, con
esa variedad de nombres designamos una especie única y una
entidad única e indivisible.
Entre los vocablos que en las cosas que nos rodean, indi­
can perlección y excelencia, unos designan lo esencial de las
cosas en sí mismas sin designar algo relativo a otras cosas dis­
tintas. v. g r.. e m t. uno. u t o . otros, por el contrario, desig-
LA CIU D AD IDEAL 27

nan algo relativo a otra cosa distinta, v. g t../u s ftc ú . faenen-


s U s J Estos vocablos en las cosas que nos rodean, designan
una excelencia y perfección que respecto de otra cosa distin­
ta no es más que una p an e de su perfección, de m odo que
ese respecto será p an e del conjunto o com puesto designado
con aquel nom bre por el hecho m ismo de que aquel nom ­
bre o aquella excelencia y perfección consisten en algo rela­
tivo a otra cosa. C uando con estos nom bres en sentido tras­
laticio designamos al Ser Primero, intentamos significar aque­
lla relación que el Ser Primero dice a otras cosas en cuanto
éstas han recibido de El la entidad. Pero no debem os tomar
esa relación como una parte de su perfección, ni debemos
¡ tom ar la perfección m isma designada con ese nom bre como
reducida a aquella relación; antes bien, lo que significamos
es una substancia y perfección que necesariamente es subsi­
guiente a esa relación de m odo q u e la subsistencia de esa
relación se debe a aquella substancia y de m odo que la rela­
ción sea subsiguiente a aquello cuya substancia es aquella
que entre nosotros se designa con ese nom bre.
CAPITULO X

DE LOS SERES DEL SEGUNDO


G RADO Y COMO SE PRODUCE
LA MULTIPLICIDAD

Del Ser Primero em ana el ser fu u y u j) del segundo gra­


do. Se llama así cierta substancia absolutam ente incorpórea
c in m a te ria l' qu e se conoce a sí m isma y conoce al Ser Pri­
mero. Lo q u e conoce de sí m ism a, no es más qu e su esencia
propia. En cuanto conoce al Ser Primero, necesariamente re­
sulta de ella la entidad de un ser tercero, m ientras que en
cuanto constituida por su esencia propia, necesariamente re­
sulta de ella la entidad del prim er cielo. La entidad de aquel
ser tercero es tam bién inm aterial y en sí misma en una in te­
ligencia q u e igualm ente se conoce a sí m isma y conoce al
Ser Primero y de ella en cuanto constituida por su esencia
propia resulta necesariam ente el orbe de las estrellas fijas,
mientras que en cuanto conoce al Ser Primero, netesariamem
te resulta d e ella una cuarta entidad (u u ju d ). Esta tam bién

' Asj define el m am o al-Fanb. el m M ryW de U tere» p a ra d o » y


jic aquí >c *e que el j / u u j y j lemán dijimos en la nota I. p >Pfx> es k >Ij
u e iw rn tia y menú* aun «ola la úlruna actualidad (N. MI T)
L A U U U A U IV C SU . ¿y

es inm aterial y se conoce a sí m ism a y conoce al Ser Primero.


D e ella. pues, en cuanto constituida por su esencia propia,
necesariam ente resulta el orbe de Saturno, m ientras q u e en
cuanto conoce al Ser Prim ero, necesariam ente resulta una
q u in ta entidad. Esta es tam bién inm aterial y se conoce a sí
misma y conoce al Ser Pnmero. D e ella. pues, en cuanto cons­
titu id a por su propia esencia, necesariam ente resulta el orbe
de Jú p iter, m ientras que en cuanto conoce al Ser Primero,
necesariamente resulta una sexta en tid ad . Esta tam bién es
inm aterial y se conoce a sí m isma y conoce al Ser Primero
De ella. pues, en cuanto constituida por su esencia propia,
necesariam ente resulta el orbe de Marte, m ientras que en
cuanto conoce al Ser Prim ero, necesariam ente resulta de ella
una séptim a entidad. Esta tam bién es inm aterial y se conoce
a si m ism a y conoce al Ser Prim ero. D e ella. pues, en cuanto
constituida por su esencia propia, necesariam ente resulta el
orbe del Sol. m ientras qu e en cuanto conoce al Ser Primero,
necesariamente resulta de ella una octava entidad. Esta tam ­
bién es inm aterial y se conoce a sí misma y conoce al Ser Pri­
m ero. D e ella. pues, en cuanto constituida por su esencia
propia, necesariam ente resulta el orbe de Venus, m ientras
que en cu an to conoce al Ser Prim ero, necesariamente resul­
ta d e ella u n a novena en tid ad . Esta tam bién es inm aterial
y se conoce a sí misma y conoce al Ser Primero. De ella. pues,
en cuanto constituida por su esencia propia, necesariamente
resulta el orbe d e Mercurio, m ientras qu e en cuanto conoce
al Ser Prim ero, necesariam ente resulta de ella una décima
entidad. Esta tam bién es inm aterial y se conoce a sí misma
y-conoce al Ser Primero. D e ella. pues, en cuanto constitui­
d a por su esencia propia, necesariam ente resulta el orbe de
la Luna, m ientras qu e en cuanto conoce al Ser Prim ero, n e ­
cesariam ente resulta de ella la entidad undécim a. Esta a su
vez es inm aterial y se conoce a sí m isma y conoce al Ser Pri­
m ero. Sin em bargo con ella cesan los seres qu e para existir
n o necesitan m ateria y sujeto. Tales son los seres separa-
dos q u e esencialm ente son a Ja vez e n ten d im ien to e in te­
ligible. En el orbe de la Luna no se dan cuerpos celestes.
esto es. cuerpos que por naturaleza se m ueven circular-
m ente.
CAPITULO XI

DE LOS SERES Y DE LOS CUERPOS


DE AQUI ABAJO

Los seres que hem os enum erado, obtienen por sí mismos


desde el comienzo de su existencia su últim a perfección subs­
tancial. Con aquellos dos (últim os: el orbe de la Luna y la
inteligencia undécim a) cesa ya tal m odo de entidad. Los que
siguen, pues, no ob tienen por sí mismos desde el com ienzo
su mayor perfección substancial; al contrario, de su concep­
to m ism o es precisam ente el tener, al principio, un m odo
de ser m enos perfecto y a partir de ahí se van elevando uno
en pos d e otro hasta qu e cada especie obtiene su últim a per­
fección más elevada: prim ero en sus esencias propias y luego
en los otros accidentes. Tal m odalidad y circunstancia d e ­
pende de la naturaleza de este género de seres sin qu e eso
se les introduzca por intervención de alguna otra cosa extra­
ña. Algunos d e estos seres son m eram ente naturales, otros
son voluntarios y finalm ente otros son a la vez naturales y
voluntarios. Lo natural es una especie de prelim inar para lo
voluntario y en el tiem p o precede su esencia a la del ser vo­
luntario y repugna que exista lo wTunrario sin que le haya
precedido lo natural. Entre tales cuefpos naturales se «Jan los
eícm entosT a saber, el fuego, el aire, el agua y la tierra, y
-»*■ v u r.-U L .lD l

otros seres parecidos como el « p o r y la llam a y otros; se dan


tam bién los m inerales, r. g t .. las piedras y sus especies, las
plantas, los animales irracionales r los racionales.
CAPITULO XII

DE LA MATERIA Y DE LA FORMA

Cada uno de estos seres inferiores consta de dos cosas: una


tiene La misma función que la madera tiene en la cama, m ien­
tras que la otra tiene la misma función que tiene la configu
ración de la cama. Lo que equivale a la madera, se llama m»
te n » y b a y u ü fJ-Xij) mientras que lo que equivale a la confi
guración de las maderas en la cama, se llama fo rm » y figur»
En los seres q u e reúnen estas dos cosas, la m ateria es un su
puesto o su b iírstu m para que en ella se sustente la forma
Repugna que sin la m ateria pueda la forma sustentarse n
tener existencia El devenir a existir la m ateria es por la for
m a. que si no se diese realm ente ninguna form a, tam poco
se daría la m ateria. La existencia de la forma no es para que
la materia reciba existencia actual sino para que la substan­
cia corpórea venga a ser substancia en acto. Porque existen­
cia actual y perfecta tan sólo puede llegar a tenerla un ser
cualquiera, cuando obtiene su form a. Mientras se diese tan
sólo la m ateria sin form a, el ser no existiría más que en po­
tencia. La m adera de la cama m ientras no se halle inform a­
da por la forma de cam a, no será más que una cama en po­
tencia. Cam a in ¿ctu solam ente lo será cuando su forma se
aplique a la m ateria La más imperfecta de las dos
34 ALFÁRÁBJ

entidades ' de que consu un ser [inferior] cualquiera, con-


sisee en la m ateria, la d r la form a es más perfecta.
Las formas d e estos cuerpos interiores se oponen m u tu a­
m ente. Una cualquiera de ellas p uede existir y puede no exis­
tir. La materia d e un cuerpo cualquiera de ellos es suscepti­
ble de una form a y de su contraria; es capaz de que pueda
existir en ella rn actu ia forma d e un ser y para que pueda
no existir; antes bien, esa m ateria puede existir con alguna
otra forma. Los elementos son cuatro y sus formas se oponen
m utuam ente. La materia de cada uno de esos elementos pue­
de recibir la form a de cualquier otro elem ento o su contraria
m isma. La m ateria, pues, de todos los cuatro elementos c<
com ún a todos ellos y es m ateria no solam ente de los cle­
mente» sino tam bién de todos los cuerpos inferiores a los cuet
pos celestes. Todos estos cuerpos inferiores están formados
d e los cuatro elem entos. Esta materia de los cuatro ciernen
tos no presupone a su vez otra m ateria sino que ella misma
es la m ateria prim ordial y com ún a todos los cuerpos infe­
riores A n in guno de estos se le da desde luego la forma,
al contrario, prim ariam ente se le da la m ateria por la que
existe tan sólo e n potencia rem ota y no en acto, pues tan
sólo se le da la m ateria prim era. De aquí que ellos siempre
van buscando la forma por la que quedarán perfectam ente
constituidos y nunca cesan de subir grado por grado hasta
obtener la form a con la que existirán en acto.

f '^ L a t do» entidades de que consta un »er inferior cualquiera* Pooe el


al c a ju J en dual Si <1 j J-uhju J tuviese el temido de evistem u en cuanto
contrapuesta a la esencia, es claro que afirmarla do» eamcncias simultineas
en todo cuerpo, do» últimas actualidades Habría que averiguar culi de las
do» era La última f.V J<1 T.j
CAPITULO XIII

DE LA DIVISION ENTRE LOS DIVERSOS


GRADOS; CUERPOS HILICOS
Y SERES DIVINOS

n El orden de estos seres (materiales o hílicos) es éste: Pri­


m eram ente aparecen los más imperfectos y luego vienen los
más y más perfectos hasta llegar a uno tan perfecto que ya
no le supere ningún otro. El más imperfecto es la materia
prima com ún a todos los cuerpos; más perfectos que ella son
los cuatro elementos; siguen después los m inerales, las plan­
tas. los animales irracionales y los animales racionales. Entre
ellos no se da ya otro más perfecto que el ser racional. Al
contrario, el orden de los seres arriba m encionados (los seres
celestes) comienza por los m is perfectos y sigue luego por
los menos y m enos perfectos hasta llegar al inferior a todos.
El más excelente y perfecto es el Ser Primero. Los m is exce­
lentes en el conjunto de seres que del Ser Prim ero proceden,
son los incorpóreos e independientes de cuerpos. Vienen lue­
go los (cuerpos) celestes. El más perfecto de los seres separa­
dos es el ser segundo Vienen luego todos los demás seres
separados hasta llegar al undécim o. El más perfecto de los
orbes celestes es el prim ero, luego el segundo y todos los de-
ÍO AL-tAK M U

más por su o rd rn h ista llegar al undécim o1 que es el orbe


de la Luna. Los seres separados que vienen después del Ser
Primero, son d.cz y los cuerpos celestes en total son nueve.
La suma de todos dará. pues, diecinueve seres. Cada uno de
aquellos diez es único en su m odo de ser (w uyudu-bu) y en
•^u grado. Repugna que su m odo de ser se dé en otra cosa
x distinta de él. La razón es porque si otra cosa participase su
modo de ser y s: esa otra fuese distinta de él. necesariamente
; tendría algo que le diversificaría de aquel y esc algo que lo
distingue y diversifica de aquel, sciá su esencia (wujítef) pro-
pia. Ahora bien: la esencia propia de un scfcualquicra no
*-puede identificarsc'con aquéllo por lo que el otro es un scl
in ac/u. De consiguiente, el m odo de ser de ambos no p u e­
de ser idéntico, sino que cada uno tiene algo que lo
•in d iv id u a liz a T a m b ié n repugna que tenga contrario, por­
que los contrarios han de tener una m ateria com ún y estos
seres no tienen m ateria Además: entre los seres (naturales)
pertenecientes a una m isma especie los individuos se m u lti­
plican por la m ultiplicación de los supuestos de la forma de
aquella especie. De consiguiente, es imposible que un ser
inmaterial contenga dentro de tu especie otro individuo dis
tin to de él. Además, los contrarios provienen, o de cosas c u ­
yas substancias son contrarias o de una sola cosa cuyas dispo­
siciones y relaciones m utuam ente se repelen en un mismo
sujeto, v. g r.. el frío y el calor, que se deben am bos al sol.12

1 Mura Uegar al undécimo que r» el orbe de la Luna Pero m se trata


de cebo (o cuerpos releves) párese que debería decir no undécimo tino
noveno, mienims que ti se trata de inteligencias seria ciertamente la u n d í­
sona según el capítulo desuno, pp 28-29. sólo que aquí enumera diez
Q ui/i» contando a Diot como inteligencia tendremos el número ornee (S
Jet T i
2 «Cada uno de aquello* diez ., los in Jitid u ilirn O b iín n r S.rn h k
paute dxsdc la esencia propia te propone como elemento tm dindm jkun
u Esto no sería rerdsd u se presupone el emi »/ ae con sus ascensos jr des-
‘ censos Pero no nene dificultad, u la consideración pane de los teres actúa
'"lirados $ue tenemos delante, que tenemos a mano (N. del T.)
LA CIUDAD IDEAL 37

pero el sol aparece en dos circunstancias muy distintas según


que se acerca o se aleja. Con esos dos modos de aparecer pro­
duce el sol circunstancias y relaciones que m utuam ente se
oponen. De todo lo cual se infiere que repugna que el Ser
Primero tenga contrario y que posea estados o relaciones que
se opongan al segundo (ser) y sus relaciones. Del propio mo­
do. en el segundo (ser) tampoco puede darse contrariedad
e igualm ente en el tercero hasta llegar al décimo. Cada uno
de los diez se conoce a sí mismo y conoce al Ser Primero.
Pero ninguno es por sí solo capaz de existir tan perfectamente
que no conozca sino tan sólo a sí mismo. Su perfecta eice-i
lencia la adquiere por el hecho de que, adem ás de conocerse
a sí mismo, conoce la esencia de la causa prim era. Cuanto
más supera la excelencia drl Ser Primero a la excelencia de
la inteligencia, tanto superará la felicidad de ésta en cuanto
conoce al Ser Primero a la felicidad de conocerse a sí sola.
Igualm ente, la complacencia en sí misma por conocer al Ser
Primero superará tanto a la complacencia de conocer a sí so­
la. cuanto la perfección del Primero supera a su perfección.
La admiración de sí misma y el amor que así se tiene por
conocer el Ser Primero superará tam o a la maravilla y amor
por conocerse a sí misma sola, cuanto la gracia y belleza del
Ser Primero supera a la suya propia. Así lo que primeramente
ama y de lo que más se maravilla, es por lo que conoce del
Ser Primero, y en segundo lugar por lo que conoce de sí mis­
ma De aquí que respecto de estos diez seres el Ser Primero
es el am ado Prim ero y el querido Primero.
CAPITULO XIV

DE LAS COSAS COMUNES


A LOS CUERPOS CELESTES

Los cuerpos celestes constituyen nueve conjuntos en n u e ­


ve grados. Cada conjunto com prende un solo cuerpo esféri­
co. El prim ero contiene un solo cuerpo y se m ueve con un
solo movimiento giratorio, sum am ente veloz. Ei segundo c<
un cuerpo único que contiene dentro de sí varios cuerpos cu­
yos movimientos son comunes. Esc segundo cuerpo tiene tan
solo dos movimientos y en ambos participan sim ultáneam en­
te todos los cuerpos que contiene. El tercer cuerpo y los otros
siete que le siguen hasta acabarse todos, contienen muchos
V diferentes cuerpos y aunque cada uno se m ueve con moví-
m iento propio, sin em bargo participan todos de otros m ovi­
m ientos com ures. Todos estos cuerpos, aunque form an un
solo genero, se dividen en diferentes especies. Pero en cada
especie no puede num éricam ente darse más de un solo in d i­
viduo y en aquella especie no podrá haber otro ser que la
partícipe. N ingún otro ser puede participar entitativam ente
la especie del Sol sino que éste en su entidad será único. Otro
tanto debe decirse de la Luna y de los demás Planetas. Estos
seres se parecen ciertam ente a los seres materiales o hílicos.
en cuanto q u e tienen sujetos parecidos a las materias que
LA CIUDAD IDEAL 39

sustentan formas, o lo que se parece a esas dos cosas, como


U forma y la substancia, y el sostenerse esas cosas en esos su­
jetos. Pero las formas de estos cuerpos no pueden tener for­
mas contrarias ni los sujetos de cada una de esas formas pue­
den recibir otras distintas de ellas ni tam poco pueden existir
sin ellas. Como los sujetos de esas formas en m anera alguna
pueden carecer de formas ni esas formas pueden carecer de
quien las reciba y sustente, sus sujetos no Ies im pedirán el
poseer entendim iento y el que tengan en sí mismas e n ten ­
dim iento. Por tan to cada uno de esos seres por razón de su
forma es u n entendim iento en acto y con él conoce la esen­
cia del ser separado de quien aquel cuerpo recibió la exis­
tencia y conoce tam bién al Ser Primero. Pero no todo lo que
conoce de su esencia y de sí mismo es entendim iento, por­
que conoce tam bién su sujeto, el cual, sin embargo, no es
entendim iento. Pero puesto que no es cognoscente por ra­
zón del sujeto sino por razón de la forma, en ese conocimien­
to hay u n inteligible que en sí no es entendim iento. C ono­
ce. pues, todo aquello de que depende su esencia y su for­
m a. quiero decir, conoce a su esencia en cuanto constituida
por una forma y un sujeto. En esto difieren del Ser Primero
y de los diez seres inm unes de m ateria y de todo sujeto. En
cam bio, el cuerpo celeste participa de la materia como tam ­
bién la participa el hom bre. Pero los cuerpos celestes tienen
su felicidad no sólo por lo que de si mismos conocen, sino
principalm ente por lo que conocen del Ser Primero y del ser
separado a quien deben su existencia. Con los seres separa­
dos Ies es com ún el amor al Ser Primero y la maravilla que
de sí mismos reciben por razón de la belleza y esplendor del
Ser Primero. Pero los cuerpos celestes en todo esto son muy
inferiores a aquellos diez seres separados. Sin embargo, e n ­
tre los que p articipan l a j n atetia. el cuerpo celeste es el más
fibble y excelente, porque tiene la figura más excelente, que
es"la Ium inosaTpues algunas de sus partes producen luz. v.
g r.. las estrellas, m ientras que otras partes son transparentes
-i!.

m i a u . por estar en sí mismas Je n as d e luz. adem ís de reci­


bir tam bién luz de las estrellas. T ienen los movimientos mi>
excelentes, que son los m ovim ientos giratorios. Tienen fi­
nalm ente d e común con aquellas diez seres separados <1 que
desde el comienzo recib.cron lo m is noble que losconstiru-
>e. Y esto últim o se ha ¿ c decir tam bién de sus magnitudes
de sus figuras, d e sus cualidades e n el grado que les es carac­
terístico.
CAPITULO XV

EN DONDE. A DONDE Y POR QUE


, SE MUEVEN LOS CUERPOS CELESTES

De los seres separados se distinguen los cuerpos celestes


en cuanto que es imposible que esos cuerpos desde el co­
m ienzo tengan aquello a q u e se mueven. El m ovim iento es
el m is bajo y vil entre los accidentes que pueden darse en
un cuerpo. La razón es porque un cuerpo cualquiera necesa­
riam ente debe estar en un lugar. Ahora bien, la especie de
lugar propia de cada cuerpo se reduce a que el cuerpo esté
contenido en otro cuerpo. Lo que tenga un lugar de esta es­
pecie no puede en el conjunto de sus panes trasladarse del
conjunto de las panes del lugar; pues un tal lugar tiene par-
tes y los cuerpos que contiene, poseen igualm ente panes.

I
N inguna de las panes de este cuerpo es m is digna que una
cualquiera del cuerpo circundante; antes bien, una pane cual­
quiera del cuerpo circundadlo debe corresponder a una pa ne
del cuerpo circundante y en aquel m om ento ninguna otra
p an e es m is digna de estar allí; al contrario, siempre se q u e ­
daría allí en todo tiem po. Cuantas veces, pues, una p an e
de ese cuerpo está actuada en la parte correspondiente del
cuerpo circundante, será necesario que la p an e anterior co-
n esponda a la pane anterior, porque es imposible que al mis-
•».' AL FAKABI

mo tiem po se jum en dos panes. D ebe, purs, cada parte d e ­


jar la parte del lugar en que esti y llegar a la parte que Ir
precede hasta recorrer así todas las partes del cuerpo circun­
dante. porque la pane en que está, no es más digna en un
m om ento q u e en otro y así debería perseverar fija. Mas si
no es posible que persevere fija, siendo siembre una en n ú ­
m ero. y una en ja especie, unas veces sexencontrarlallí y otra-,
no se e n c o n tra rá Además se'dirigiría a un lugar semejante
en'Ia especie, luego lo dejaría por algún tiem po y tdK rría
por tercera vez al mismo lugar sem ejante en la especie lo
dejaría de nuevo por algún tiem po y volvería por cuarta ve/
a él y esto se repetiría eternam ente. Es claro que los puntos
de q u e se mueve y aquellos a los q u e se va cam biando y lue­
go suelve, están en relación con el cuerpo en cuyo alrededor
esti el cielo. Relación quiere decir que esto corresponde a
esto y esto a esto y que lo que corresponde a aquello va antes
de m anera que «el lugar» significa la relación de un cuerpo
a la superficie de otro cuerpo a q u e corresponde. Todo cuer­
po celeste está en una esfera, esto es. en un orbe sólido. La
relación de sus panes a las partes d e la superficie de los cuer­
pos q u e caen debajo del orbe, va siempre cam biando y cada
una d e las partes volverá en lo futuro a una relación seme­
jante que había ya pasado. La relación de un ser a otro es
el máls bajo y rem oto de los accidentes de una substancia.
Cada una de las esferas y orbes sólidos a cuyo alrededor se
da el m ovim iento, tiene un m ovim iento o más veloz o más
lento que el m ovim iento de otra esfera, v. gr., la esfera de
Saturno y la de la Luna. La de la Luna tiene movimiento más
veloz que la de Saturno.
CAPITULO XVI

DE LAS MODALIDADES DE LOS


MOVIMIENTOS GIRATORIOS Y DE LA
NATURALEZA COMUN A TODOS

Esta diferencia que hay entre los movimientos de los as*


iros, no depende de su relación con otros seres distintos: a n ­
tes bien, depende tan solo del ser mismo y de su misma esen­
cia. El m ovim iento retardado siempre persevera retardado
y el m ovim iento rápido siem pre persevera rápido. Además,
muchas de las esferas celestes, respecto del centro y de lo que
debajo de ellas cae. tom an diferentes posiciones y, supuesta
, esta diversidad de posiciones, a cada una de ellas ha de co­
rresponder accidentalmente la propiedad de ir unas veces muy
veloz alrededor de la Tierra y de irse otras veces retrasando
y esto sin hablar de la constante rapidez de unos y de la cons­
tante lentitud d e otros, com o es la relación del m ovim iento
de Saturno respecto del m ovim iento de la Luna. De las rcla-
¡ ciones de unos con otros se sigue que unas veces entran en
| conjunción y otras se alejan o entran en oposición contraria.
Unas veces se acercan a los que están debajo de ellos (subor­
dinados). oirás se alejan; unas veces se ven. mientras que otras
veces quedan ocultos. Estas oposiciones no dependen ni de
sus substancias ni de los accidentes que se parecen a las subs-
>■

u n c ías [de los accidentes inherentes), sino de sus relaciones


[de los accidentes asistentes) \ Por ejempIoTTa salida"ypues-
ta de los astros que son dos relaciones contrarias respecto de
los que caen debajo. El cuerpo celeste es el prim ero de los
seres a que afecta la contrariedad de cosas y la primera cosa
con que se da contrariedad, es la relación de un cuerpo a
otro que está debajo de él y la relación de unos con otros
Estas relaciones contrarias son las ínfimas entre las relacio­
nes. La contrariedad implica una imperfección en la entidad
Al cuerpo celeste afecta, pues, sola la imperfección de lo más
vil c ínfimo que se puede dar.
Todos los cuerpos celestes son de una m isma naturaleza
com ún. Por eso se mueven todos con el m ovimiento del pri-
mer cuerpo y un giro tarda un día y una noche. Este movi­
m iento respecto de los cuerpos que están debajo del cielo
prim ero, no es violento, pues repugna q u e en los cielos se
dé cosa alguna que ande por violencia. Además, aunque en
sí mismos sean diversos, sin em bargo, no se contradicen,
v. g r.. Saturno y Jú p iter son diversos y cada astro es distinto
d e los demás y cada esfera es distinta de las otras. Sin em ­
bargo. como ya dijim os, en sus relaciones pueden tener opo
sición. pueden alterarse sus relaciones y el m odo de oponer­
se y de sucederse unos a otros. Q uedan libres de una rela­
ción. tom an dirección contraria. luego suelven al m ismo lu ­
gar que habían dejado, al m ismo, digo en la especie, no en
el núm ero. Se repiten, pues, en serie las relaciones y su el­
ven al p u n to de p an id a. unos en más tiem po y otros en m e­
nos. Pero hay tam bién modificaciones y relaciones que no
se repiten. Sucede a veces que la relación de todos a una m is­
ma cosa es opuesta, v. g r.. que unos se acercan a un objeto
y otros se van alejando del m ism o objeto. 1

1 Llamo tnberenu ai que inmediatamente afecta a La uibuancu. y ila-


m »¿nttunU A \ que inmediatamente afecta a ocro acódeme Oirá manera
de hablar en Santo Tomás. Comm SUuph . V. letttoó. Cf al-Farab.
Cuentones [>tr m 1 3 . (N. J e t T.)
CAPITULO XVII

DE LAS CAUSAS QUE DAN ORIGEN


A LA FORMA PRIMERA
Y A LA MATERIA PRIMERA

Por tener todos los cuerpos celestes la misma naturaleza


com ún, ha de seguirse tam bién una m ateria primera común
a todos los que están debajo de ellos. D e j a s diferencias de
^Teseñclá;proviene la m ultiplicidad de cuerpos d e .d istin ü
n aTuraleza De la contrariedad d e sus relaciones proviene el
que tengan formas contrarias y con el cam bio de relaciones
contrarias y de sus sucesiones aparece el cam bio de las for­
mas contrarias a la m ateria primera y a su sucesión. Al resul­
tar una relación opuesta a un objeto al mismo tiem po y res­
pecto de todos los cuerpos, surge la discrepancia entre los
seres dotados de formas contrarias y de aquí sus com binacio­
nes. de las clases de estas distintas combinaciones nacen las
m últiples especies de cuerpos m ixtos; de las relaciones con
sus repeticiones e iteraciones dependen los seres cuya exis­
tencia se repite y reaparece a intervalos más o menos largos.
En cam bio, de los astros cuyos estados y relaciones no se re­
p iten ni reaparecen sin que tan sólo han tenido lugar en un
tiem po sin que el pasado perm anezca y sin que se reproduz­
can en lo futuro, dependen las cosas que tienen lugar una
sola vez y nunca más vuelven a reaparecer.
CAPITULO XVIII

DE LOS GRADOS DE LOS CUERPOS


MATERIALES EN SU MISMA
PRODUCCION (EN SU MISMO FIERIJ

Prim eram ente aparecieron los elem entos y luego en pos


de ellos los cuerpos que se les parecen y con ellos están liga-
dos v. g r los vapores y sus clases como las nubes y los vien-
os y los demás fenóm enos que en la atmósfera aparecen
Igualm ente los seres parecidos a los elem entos que están al-
rededor y debajo de la tierra y en el agua y en el fuego. Se
originan tam bién, asi en los elementos como en los otros cuer­
pos que hem os indicado, cieñas fuerzas con las q u e sin m o­
tor distinto de ellos se mueven espontáneam ente hacia los
objetos que deben existir por ellos o ser producidos por ellos
Hay c e rta s fuerzas que ejercen su acción unas sobre otras,
mientras que otras reciben m utuam ente entre sí su acción.
Ejercen tam bién sobre ellas su acción los cuerpos celestes y
í üü ¿ ^ TodaS accion« a n i d a s y proceden-
' Í 5 f 5 ? - d,rf cJc,on« espaciales producen [en los mix-
° V variadísimos órdenes de mixtiones y de combinaciones
> de m edidas, cosas todas que unas veces vemos que se opo-
nen m utuam ente m ientras que otras veces no se oponen.
De aqu, procede la entidad de los dem ás cuerpos: Primera-
LA CIUDAD IDEAL 47

m ente, se com binan entre sí los (cuatro) elem entos y a eso


se debe el origen de muchos cuerpos m utuam ente opuestos
O ccntrarios. Después, estos cuerpos m utuam ente contrarios
se com binan tam bién o entre sí a solas o entrando, además
d e algunos de ellos, los elem entos. De este m odo después
d e la primera resulta una segunda combinación. Estos segun­
dos cuerpos producen m uchos otros de formas m utuam ente
contrarias. En todos estos cuerpos aparecen unas fuerzas con
las que ejercen entre sí una acción m utua, m ientras que otras
reciben la acción de otros cuerpos y finalm ente otras por las
que espontáneam ente y sin m otor externo pueden moverse.
En ellos ejercen tam bién su acción los cuerpos celestes, m u - '
tuam ente obran unos sobre otros y obran sobre ellos los ele­
m entos como sobre éstos obraban tam bién ellos. De todas*
estas acciones en las diferentes direcciones espaciales (en las
diferentes regiones] se originan otras muchas combinaciones
por las que se alejan m ucho de los elem entos y de la materia
prim a. A partir de aquí nunca cesarán ya otras y otras com ­
binaciones tom adas de las anteriores. Las segundas com bi­
naciones serán de más com ponentes que las anteriores hasta
que se produzcan cuerpos que entre sí no adm itan ulterior
combinación sino que de su combinación saldrá otro cuerpo
m ucho más alejado de los elem entos y ahí cesan las com bi­
naciones de los mixtos.
Unos cuerpos mixtos se originan de las primeras com bi­
naciones. otros de las segundas o de las terceras, y otros de
otros cuerpos. Los minerales nacen de una combinación muy
próxima a los elem entos y de muy pocos com ponentes; y.
de consiguiente, su diferencia de los elem entos es muy p e ­
queña. La combinación de las plantas lleva más com ponen­
tes y por lo m ism o dista más de los elem entos. En los ani­
males irracionales hay aun más componentes que en las plan­
tas. El hom bre sólo procede de una combinación más eleva­
da. De una cualquiera de estas combinaciones proceden d i­
versas potencias, destinadas unas al movimiento espontáneo.
-ib Al-FARABI

otras son para influir sobre estos cuerpos r finalm ente otras
para recibir ia acción de otros. Los cuerpos q u e influyen so­
bre otros y los sujetos activos de su acción en resumen son
de tres clases, según que su acción sobre otro sea: más. o me­
nos. o igualm ente eficaz. O tro tanto se diga de los que reci­
ben el influjo d e otros, pues tam bién tienen sujetos pasivos
de tres clases d e agentes, según que sean: m ás. o menos, o
igualm ente pacientes. El influjo de cada uno de estos sobre
los otros puede consistir o en ayudarle más o en contrariarle.
Los cuerpos celestes ejercen su influjo sim ultáneam ente con
la acción de los inferiores de unos sobre otros, bien ayudan­
do. bien resistiendo. El que ayuda, ayudando unas veces y
oponiéndose otros: y el que resiste, oponiéndose unas veces
y ayudando o tris . Pero siempre las diversas acciones de los
cuerpos celestes se com binan con las acciones de los inferio­
res de unos sobre otros para producir así otras muchas mix­
tiones y com binaciones y para originar en cada especie m u­
chos y muy diferentes individuos. Tales son las causas de que
existan los seres naturales que se dan dentro de los cielos.
CAPITULO XIX

DE COMO LAS FORMAS SE SUCEDEN


EN LA MATERIA (H Y L E )

De este m odo llegan desde luego a existir los seres natura­


les. y una vez recibida la existencia podrán ya permanecer
y perseverar. Pero como tal m odo de ser es propio de los se­
res que constan de materia y forma y como las formas se opo­
nen m utuam ente, m ientras que la m ateria lo m ism o puede
coexistir con una forma que con su opuesta y contraria, en
un cuerpo cualquiera de éstos podrán darse m éritos y dere­
chos así por respecto de su forma como por respecto de su
m ateria. (Supongam os un cuerpo) cuya form a preexige per­
manecer ella para que el cuerpo exista y cuya materia pre­
exige para que el cuerpo exista, otra entidad contraria a la
que ahora tiene. Com o estas dos cosas (entidades) no pue­
den al m ismo tiem po prevalecer, será necesario que unas ve­
ces prevalezca una y así exista y permanezca por algún espa­
cio de tiem po la entidad conservada y que luego perezca y
exista su contraria y permanezca ésta también por algún tiem­
po. y así perpetuam ente. En efecto, la existencia de una no
es preferible ni se im pone a la existencia de la otra, ni la per­
m anencia de u n a es preferible a la perm anencia de la otra,
porque cada una tiene su parte en el existir y perseverar. Ade-
I j \j f u .r .\ tu u u

más, puesto qu e una misma materia es com ún a las dos for­


mas contrarias y por ella subsiste cada una de éstas sin que
la materia tenga preferencias por una en contra de la otra,
y como, por otra p a n e , es imposible que al mismo tiem po
las tenga a las dos. necesariamente se seguirá que esa m ate­
ria tendrá unas veces esta form a y otras aquella otra y así h a ­
brá entre ellas cierta sucesión y acaecerá esto como si una tu ­
viese derechos contra la otra y así en la prim era habrá algo
para la segunda y en la segunda habrá algo para la prim er.»
y cada una tendrá derecho a lo que en cada una debe haber
de la otra. En este caso.'Jo justO consistiri en que la materia
de ésta exista y produzca a aquélla, o que exista la m ateria
de esa aquélla y produzca a ésta y que así se sucedan entre
sí. Siendo necesario que prevalezca la equidad en los seres
existentes tn actu. es imposible que una m isma cosa perm a­
nezca para siem pre, num éricam ente una; mas su duración
será la de la eternidad en cuanto es una en la especie; pero
para que una cosa, única en la especie, permanezca para siem­
pre. será m enester que por algún t;em po se den individuos
de aquella especie y que éstos perseveren por algún tiem po
y sean luego substituidos por otros individuos de aquella mis­
ma especie y esto perpetuam ente. Ahora bien; estos seres in­
dividuales o son los cuatro elementos o sus combinaciones.
Los que vienen de sus combinaciones, unos resultan de más
componentes y otros de menos. En cuanto a los elem entos,
los contrarios que hagan perecer a esos cuerpos, necesaria*
m etne son distintos de ellos y extrínsecos, porque ellos en
toda su entidad no tienen contrarios. En los engendrados de
pocos com ponentes la oposición interna será muy pequefta
y sus energías serán quebradizas y débiles. Por eso la contra*
riedad que los haga perecer será de poca potencia y tan sólo
los hará perecer un ser extrínseco a ellos y la contrariedad
que los haga perecer será igualm ente extrínseca a la intrínse­
ca que tienen. La oposición que haga perecer a los seres de
pocos elementos, será. pues, una oposición extrínseca a ellos
L \ CIU D AD ¡ D IA , 51

mientras c u c en los seres de m uchos elem entas ?c d ir i se­


gún la raultitud de sus oposiciones internas y de b s compe­
n etres opaesros que obrarán en los mixtos y se g a r las po­
tencias opuestas en los que hay potencias. Además, unes (jet­
een su in fla jo juntam ente con otros. C uando, p u es.cciv ten
d e panes heterogéneas, no repugna que haya e n ellos algu-
na oposición tal que los haga perecer tam o extrínseca ccm o
intrínseca. Los cuerpos que tan solo pueden perecer por una
Oposición extrínseca, espontáneam ente no se disuelven nun­
ca. Tales son las piedras y las arenas, porque a estas dos cosas
y a otras que se les parecen, solam ente agentes externoi las
disuelven. En cam bio, las plantas y los animales pueden d i­
solverse aun por sola la oposición que hay entre sus panes
constitutivas. De aquí que si alguna de estas cosas perm ine-
cc en el ser. su forma permanecerá durante algún tiempo
en cuanto q u e en vez de lo que en el cuerpo se disuelve,
le subsutuirá algo con cierta permanencia y eso sucederá pre­
cisam ente a lo que se disuelve. La posibilidad de que loque
se disuelve de u n cuerpo sea substituido por otra cosa que
sc una con aquel cuerpo, no viene m is que del hecho d eq u e

I
lo que viene, se desprende de L futm a que tenía al par que
reviste la forma de su nuevo cuerpo. En eso consiste la nutri­
ción. Hay. pues, que suponer en esos cuerpos las fundones
J e n u tn c ió n y todo aquello que presta ayuda a esas funcio­
nes. Cada cuerpo de estos atrae hacia sí algo que implica opo­
sición. Lo despoja de esta oposición contraria y al recibirlo
en sí lo reviste de la forma d e que él está revestido, hasta
q u e con el tiem po esa fuerza se irá debilitando y de aquel
cuerpo se desprenderá lo que la energía restaurativa no pue­
d e ya sustituir. De esta suerte perecerá aquel cuerpo. De un
m odo análogo se preservan los cuerpos de sus disolventes in ­
terno*. mientra* que de lo* corruptores externos se pre­
servan m ediante cienos instrum entos (u órganos), unos in ­
ternos y otros extemos. Así es necesario que para conservar
la especie, unos individuos substituyan a otros que a su ver
AL FARAHI

substituyeron a los muertos. Esto puede suceder: o d e m a­


nera que juntam ente con los primeros individuos haya
otros que hereden la entidad de aquellos y así cuando fene­
cen los primeros los substituyen los segundos sin que e n n in ­
gún tiem po falte individuo de aquella especie, sea en u n mis
mo lugar sea en otro; o d e m anera que los que suceden a
los primeros aparezcan después de algún tiem po de m u e rto
los primeros y se daría así algún tiem po en que no existiría
ningún individuo de aquella especie, pero después e n cicr-
tos seres aparecerían ciertas potencias con que de nuevo te n ­
dríamos seres parecidos de aquella especie, potencias q u e no
aparecieron en otros. Las causas que producen individuos pa
recidos a los que hace tiem po perecieron, solam ente pueden
serlo los cielos, porque éstos son tan sólo los que dan a los
elem entos virtud para eso. En cuanto a los primeros, obran
según la potencia que tienen, a la cual se sobreartade el in-
flujo de los cuerpos celestes y la de los dem ás cuerpos, sea
con ayuda positiva sea con resistencia que no anule la acción
de aquella potencia, sino q ue. por el contrario, dé lugar a
nuevas combinaciones, de m anera que la acción generadora
o quede equilibrada por aquella potencia o quede más o m e­
nos separada de ese equilibrio según lo que anule de su ac­
ción. Así aparecerá en aquella especie el substituto del ser
desaparecido. Todas estas cosas pueden darse más o menos
veces de un m odo uniform e. De este m odo persevera este
género de seres y cada uno de estos cuerpos merece y exige
una forma y una m ateria Dadas las exigencias de la forma
debería perseverar en la existencia que tiene y no dejar n u n ­
ca de existir: en cam bio, dadas las exigencias de la materia,
puede tener otro m odo de ser opuesto y aun contrario al que
tiene. Lo justo será q u e se satisfagan las exigencias de ambas
cosas y que si no se pueden sim ultáneam ente satisfacer d e ­
ban sucesivamente (ésta una vez. aquélla otra vez) satisfa­
cerse, esto es. q u e una exista y conserve su existencia por al­
gún tiem po y luego perezca. Después existirá su contraria
y así siempre alternativam ente. Lo que c o n sen a existen­
cia. o es u m potencia que se da en el cuerpo de aquella for­
ma. o potencia en otro cuerpo que en el caso será un in stru ­
m en to u nido d el que se sirve para conservar la existencia,
bien sea otro cuerpo con dom inio sobre el conservado cal
será el cuerpo celeste o algún otro cuerpo— . txen se deba
esto al conjunto de todas estas cosas.
Además: puesto que los seres aquí existentes se oponen
m utuam ente, ha de haber una m ateria com ún a c ad i par
de opuestos; y. de consiguiente, la m ateria propia de este
cuerpo idénticam ente será la m ateria de aquel y la materia
propia de aquel cuerpo idénticam ente será la m ateria de es­
te. y en cada u n o de ellos habrá algo que es propio del otro,
y. en este otro, algo que es propio del prim ero y cada uno
de ellos tiene respecto del otro cierta exigencia o derecho,
que cada uno debe conceder al otro. La m ateria que cada
u n o tiene en el otro o es m ateria que deb e revestir la forma
de aquel, v. g r.. el cuerpo que se nutre de otro cuerpo, o
es m ateria que debe revestir la forma de su especie y no pre­
cisamente la de aquel individuo, v. gr.. los hom bres que su­
ceden a los antepasados. Lo justo en esto será que exista uno
con la m ateria que encuentra en el otro y luego la ceda a
éste otro y q u e. después, éste otro exista con la m ateria que
en aquel encontró y luego se la ceda del mismo m odo. A que­
llo con que un ser se apodera de la m ateria de su adversario
y la extrae de el. o es una potencia ligada con su forma en
u n mismo cuerpo y. de consiguiente, este cuerpo es un ins-N
trum ento inseparable, o es una potencia que existe en otro
cuerpo y, de consiguiente, es un instrum ento separado que
le sirve solamente para extraer de su contrario la materia. Pue­
de haber cierta potencia en éste o en otro cuerpo que reves­
tirá su forma misma o la de la especie, o una potencia mis­
m a hará ju n tam ente las dos funciones. Puede ser tam bién
la potencia que satisfaga a sus derechos, la de otro cuerpo
que la dom ine, sea o no celeste, o bien pueden darse todas
/ »

estas cosas jum as. Un cuerpo deviene tan sólo matería de otro
o en cuanto q u e éste Ic otorga toda su forma o en cuanto
que se reviste d e una p a n e d e su forma y así pierde de su
m érito y derecho. El cuerpo que posee un instrum ento al
servicio de otro cuerpo, tan sólo es instrum ento para una de
dos cosas: o para otorgarle toda su forma, o para revestirle
de una parte de la dignidad de su forma en una m edida que
no se despoja d e su esencia, como quien por una parte viste
con el trabajo d e su braao a los esclavos y por otra les hiere
hasta dom arlos y obligarles al servicio.

í
CAPITULO XX

DE LAS PARTES DEL ALMA HUMANA


Y DE SUS POTENCIAS

C uando nace el hom bre, la potencia que prim ero aparece


en 61. es aquella por la que puede alim entarse — la potencia
nutritiva— . Después de ésta aparece la potencia con que per-
cibe los objetos del tacto, v. g r., el calor, el frío. Después
el sentido del g ü ito , del olfato, del oído y el sentido propio
de los colores y visibles, como v. gr. los rayos de luz. Con
tales sentidos se despierta un a p e tito 1 o tendencia respecto

• «Se de»pieru un apetito». En al-Farabi y en A m ena al apetito k lla­


ma s i a u u - u jJ n u m 'iyyj. A »u vea dice Avicena: «U» potcnt us del alma
racional humana * dividen en práctica» y especulativas. Cada una de la*
do» *e llama equívocamente entendimiento t'jqf). La priciica.. lignítica
o la relación o la potencia animal apetitiva (st-nyxti‘ijy t) o la relación»
la potencia animal imaginativa o la relación al alma. La relación a la poten­
cia animal apetitiva ( J n u tu 'iy ji) comiste en que en ella >e producen di*-
posuione* propia* del hombre por la* que queda dupumta a obrar o a pa­
decer fácilmente, como la confusión, la vergüeña. |¿ r u i. el lloro.. » (Sajé.
n 26?) F.l alma animal legón una primera divtuón tiene do» potencia*
la motril y la móvil (la movida). Motrir puede >er o r n cuanto cjumula
o en cuanto hace. En cuanto e»timula e» apetitiva ( j J n W i y y j ) © «leude-
rativa* (KjjJ. p 2*9). «Sed ammae nuonali* humanae vite» dividuntui
in virtuie »c¡endi et »inute agendi et unaquaeque «ttamm virium cocatur
inrellectu* aequivoce aut propter »imihtudmem Vi» aurem activa quac e»t
principtum moxeni corpori» homini» ad actioner ungíala» quae tutu pro-
tU A L -tA K A tU

del objeto percibido, deseándolo o aborreciéndolo. Después


de éstas se desarrollan otras potencias para conservar las hue­
llas de los sensibles aun después d e cesar la observación de
los sentidos (externos). Tal es h tm jg tr tjíiv j. de la cual es
tam bién propio el com poner unos sensibles con otros — así
como tam bién el separarlos y dividirlos— con diferentes com­
posiciones y divisiones, falsas unas, verdaderas otras. Con ellas
va ligado tam bién cieno apetito o tendencia a lo que se ha
im aginado. Después de esto se desarrolla la p o ie n c u rjeto-
wa/ con la que puede el hom bre conocer los inteligibles y
distinguir entre lo bueno y lo malo y es la misma que hace
posibles las anes y las ciencias. Tam bién con ella va asociado
u n apetito o tendencia hacia lo que se ha conocido.
Entre las potencias, la nutritiva es una potencia predom i­
nante o principal y nene otras que le sum inistran alimentos
y le sirven. E ntrelos miembíOidcJ_cvc,p o esntpotcotú.jQu-
tritiva predom inante tiene residencia en la boca; los sumí-
nistros de alim entos y el servicio se hallan divididos entre
los demás miem bros. Una potencia cualquiera de entre las
del servicio y las suministradoras de alim entos puede estar
en un m iem bro cualquiera de los del cuerpo. ¿ predomi-
nante entre las potencias es naturalm ente como directora de
las dem ás y éstas la im itan y en sus acciones la rem edan diri­
giéndose a lo que naturalm ente es el fin de la principal y
reside en el corazón; tales son el estómago, el hígado, el ba-
zo. y los m iem bros que sirven a éstos, y los que sirven a esos
últim os. El hígado es un m iem bro director y dirigido. Es di-

prue cof itiiKMUi tetundum quod incrnoombui convrnit ad platirum quac


«pproprumur ci E« habet ropccrum in lumparattooc vtnims jppcünvac
(ál nui*'ty)s) ci fopettum m tomparanonc virtutu i/nagmabim et can-
nubilu ei retpcttum in íomiuratjooe ipsuu ad * R n p cu u i autem ciu»
trtundum tomparaiioncm ad vmutrm «íulem appctitivani u ¡ « » •« 'tyjj/
e« modas ptopter que m u o d u n t m ea a/fa n o n o quac appropnaniur ho-
nutu. qw but affiaiur o to u*t ut u u o s n t pav»»o. iuui c o o íu m o ci nube*
«cima ci íiju » aui eiuvnodi...* (De *m m j. I. >. f» S *2-5 **, 4 ixabe
co E Rahman. pp 4). 16-46. S. en Jan Baáot. p. 46.7). (ti ¿el T)
LA CfJfrAD IDEAL -j í

rígido por el corazón, pero lienc dom inio sobre la bilis y so­
bre los riAones y sobre otros m iem bros p irc a d o s a estos, la
vejiga sirve a los riñones; los riñones al hígado; el hígado
al corazón Lo mismo sucede entre otros miem bros.
La potencia sensitiva tiene tam bién u n í potencia d o m i­
nante y otras potencias que le sirven. Estas últim as son los
cinco sentidos bien conocidos de todo el m undo y van divi­
didos en los dos ojos, en los dos oídos y los demás sentidos
externos Cada uno de estos cinco sentidos percibe un sensi­
ble característico. La potencia predom inante será aquella que
percibí ella sola todo lo que los cinco sentidos juntos pue-
den percibir, pues estos cinco no son más que los q u e sirven
para avisar a aquel y los encargados de darle noticias, cada
uno de ellos, está encargado de un genero de noticias, a sa­
ber. de las noticias de una de las regiones de su principado.
Su dom inio total se parece al de un rey a quien llegan las
noticias de todos los distritos o provincias de su reino m e­
diante los encargados de dárselas. E |£nncjpjdoJcA C tdüL «-
[ tos jniem bros reside tam bién en el corazón.
La potencia imaginativa no tiene suministradores reparti­
dos por diversos miem bros, sino que más bien es una sola
y reside igualm ente en el corazón. Conserva los sensibles aun
cuando ya no estén presentes a los sentidos y es com o el juez
natural de los sensibles y éstos se dejan juzgar por ella. La
imaginación separa unos sensibles de otros y los compone
de diferentes m aneras coincidiendo unas veces con los sensi­
bles de los sentidos externos y discrepando otras.
La potencia racional no tiene, entre los m iem bros u órga­
nos. ni suministradores ni sirvientes que sean de su misma
especie; más bien ejerce su predom inio sobre todos los obje­
tos de la potencia imaginativa.
En cada género, la potencia principal m anda y es m anda­
da. La potencia racional m anda a la im aginativa, ésta m an ­
da a los sentidos y éstos a la potencia nutritiva.
El apetito ama y aborrece o detesta y es tam bién potencia
•>b AlFARAM

principal y tiene otras a su servicio. Con esta potencia va unida


la voluntad o querencia, pues la voluntad no es más que una
tendencia o para acercarse a lo que percibe o. al contrario,
para aleiarse d e lo que percibe, ya provenga la percepción
de los sentidos, ya de la im aginación, ya de la potencia ra ­
cional. Ese ap etito decide sobre lo que conviene tom ar o d e ­
jar. El apetito unas veces desea conocer algo, otras veces d e ­
sea hacer algo, ya sea utilizando todo el cuerpo, ya sea uuli
zando tan sólo alg ú n m iem bro. Se origina siempre el apeti­
to en la potencia principal de tendencia. Las acciones corpo­
rales son ejecutadas m ediante las potencias que sirven al ape­
tito. Tal potestad se halla distribuida por los m iem bros que
están preparados para ejecutar con ella aquellas acciones. De
o to s m iem bros u órganos, unos son nervios y otros son m ús­
culos distribuidos por los m iem bros del cuerpo y m ediante
ellos se van ejecutando los actos propios del apetito de los
animales y del hom bre. Tales m iem bros son, v. gr. las m a­
nos. los pies y los demás m iem bros que voluntariam ente po­
demos mover Estas potencias con tales miembros son los ins­
trum entos corporales y los m iem bros que sirven al apetito
principal que reside en el corazón.
El conocim iento de una cosa unas veces depende de la po­
tencia racional, otras de la imaginativa y otras de los senti­
dos externos. C uando el apetito versa sobre el conocimiento
de un objeto q u e la potencia racional debe percibir, e n to n ­
ces el acto con q u e uno obtiene lo que desea, depende de
otra potencia q u e se relaciona con la racional. Tal es la
cogitativa*'. de La cual depende la reflexión, la considera­
ción. m editación e invención. En cam bio, cuando el apetito 1

1 «Tal n U « tfirjm a* U l fiÁrrjyj) Am?6:clcv Zth \ ' u . . VI. I (Bek-


l l J 4 a ; r f tam b an . Polu . VII. 14. 10 - 1333a) dm de la* potencia*
del alma racional en prictKa» yrcó n n u Luego *ubdmde lo* do* miera
bco». Y la teOnca puede »er fó ir ie r i* o n \o r y konoTi\a* V h ic tam
tue unus dio tur un n air ordimt «erundum quod quardam ad alia otdtnan
S j j J j . p. 20. FninJ t i .H j J j m i . cd Dunlop. p. 10* ( S J*¡ T.)
L\ CIUDAD [D H L 50

l vena sobre el conocimiento de un objcco que se percibe por


los sentidos externos, aquello con que se o b iic n e el icio , se
com pone a b vez de acto» corpóreos y d e actos psíquicos,
por ejem plo en aquel que se esfuerza por ver algo, el cual
prim eram ente levanta los párpados, dirige luego la vista ha­
cia el objeto que desea ver y si el objeto está lejos, m archa­
mos hacia el. y si está debajo de algo que im pide verlo, apar­
tamos eso con las manos. Todas estas acciones son corpora­
les. pero las percepciones sensitivas en sí son del orden psí­
quico O tro tanto se diga de los demás sentidos.
C uando se desea imaginar algo, se p uede eso obtener de
vanos modos. Prim eram ente m ediante la potencia im agina­
tiva. com o se imagina el objeto que se espera y aguarda, o
como se imagina una cosa ya pisada, o cuando se quiere vol
ver a imaginar u n objero que la imaginación había compucs
to. En segundo lugar, m ediante las sensaciones que a la po
tcncia imaginativa presentan un objeto cualquiera. Se ima
gina este como algo temeroso o como algo q u e se espera
o como algo que se presentará m ediante la acción de la po
tcncia racional. Tales son las potencias del alm a.
CAPITULO XXI

COMO ESTAS POTENCIAS Y PARTES


FORMAN UNA SOLA ALMA

L1 P ° t^ c ¡ a nutritiva principa] es com o la m ateria de la


potencia sensitiva principa], m ientras q u e la sensitiva viene
a ser su forma. La sensitiva principal a su vez <3 como la m a ­
teria d e la im aginativa, m ientras que la imaginativa viene
a ser su forma. La im aginativa principal es la m ateria de la
racional principal, m ientras que la racional viene a ser su for­
m a. pero ya no puede ser m ateria de otra potencia sino que
es como la form a de todas las formas precedentes. El apetito
es u n concom itante de la potencia sensitiva principal, de la
imaginativa y de la racional, com o el calor proviene del fu e­
go una vea q u e q ueda constituida la substancia del fuego.
El corazón es un m iem bro principal a quien no dom ina
ningún otro m iem bro del cuerpo. Le sigue inm ediatam ente
el cerebro q u e tam bién es m iem bro principal, pero su p rin ­
cipalidad no va en prim er lugar sino en segundo lugar, po-
que sobre el predom ina el corazón y el predom ina sobre to ­
dos los demás m iem bros. El cerebro está al servicio del cora-
zón y al servicio del cerebro están todos los demás m iem bros
en cuanto naturalm ente tiene como fin el corazón. Sirva de
ejem plo e! m ayordom o qu e sirve al seflor de la casa y a él
t~ fl t i U i / . U / ii> W 4 Vi 1

le sirven codas las demás gentes de la casa, y en am bos c a o s

{
se procede según la intención del dueAo. El celebro >ubsti-
) tuye al corazón está en su lugar, le reem plaza y se acomoda
a lo que el corazón no podría acom odarse Asi está el cere­
bro al servicio del corazón en sus m is alcas funciones. Es el
/ corazón la fuente del calor natural congém ro y d e clli corre
por los dem ás miembros q u e de esc m odo lo reciben y en
t virtud del espíritu vital natural corre por las anecias y así en
virtud del calor q u e el corazón expende y reparte, se conser­
va el calor natural congénito en todos los miembros. Mas el
cerebro es el órgano que distribuye el calor equitativam ente

(
atem perado, aunque la eficacia le ha de venir del corazón,
de m odo q u e c: calor que debe llegar a cada m iem bro venga
en su justa y acemperada y conveniente m edida. Tal es la
prim era función del cerebro y el prim ero y más general ser­
vicio que hace a todos los m iem bros. D e aquí que los ner­
vios sean de des clases: prim eram ente unos son instrum en­
tos u órganos que sirven a la potencia sensitiva principal re­
sidente en el corazón, de m odo que cada sentido percibe su
sensación propia y característica; en segundo lugar otros ner­
vios son igualm ente órganos de los m iem bros q u e sirven al
apetito residente en el corazón, dándoles virtud para m o­
verse con m ovim iento voluntario. El cerebro sirve, pues, al
corazón prestando su ayuda a ios nervios de la potencia sen­
sitiva para q u e sus funciones continúen d an d o el suministro
necesario para telar por su conservación. El cerebro sirve tam ­
bién al corazón prestando su ayuda a los nervios ¿el movi­
m iento voluntario para q u e sus funciones continúen dando
a los m iem bros orgánicos el m ovim iento voluntario que sir­

Í
ve al apetito residente en el corazón. Las raíces de muchos
de estos nervios q u e salen del cerebro m ism o, van cubiertas
con lo que conserva sus potencias, m ientras que muchas otras
de esas raíces nacen de la m édula espinal. Por su pane supe­
rior, la m édula espinal se une con el cerebro, el tual de con­
suno con la m édula presta su ayuda a los nervios. De aquí
que la función de la potencia imaginativa solam ente ticnt
lugar cuando el calor del corazón le viene en una m edida
determ inada. Del mismo m odo el pensam iento de la po ten ­
cia racional se da únicam ente cuando el calor le viene con
cierta m edida determ inada, esto es. en la propia de su ac­
ción. O tro tanto se diga de la conservativa (de las formasi
y de la mem orativa respecto de sus objetos.
Sirve tam bién el cerebro al corazón en cuanto distribuye
el calor en aquella m edida justa y atem perada que conviene
a la imaginativa y en aquella que conviene a la co g ira tiv a
y al juicio y finalm ente en aquella que conviene a la conser­
vativa y a la mem orativa. En una parte del cerebro se regula
la medida que conviene a la imaginativa, en otra la que con
viene a la cogitativa. y en otra tercera la que conviene a la
conservativa y a la memorativa. De aquí que el corazón co­
mo fuente del calor naturaljtongenito. no podrá aún en su
mayor eficacia proporcionar un calor excesivo, y tal que no
se repartiría por todos los miembros sin exceso ni defecto
El calor de suyo no tiene otro tem peram ento que el que por
su parte intenta el corazón. Siendo, pues, esto así. es nece­
sario que el calor que se distribuye a los m iem bros tenga su
m edida justa y atem perada. El calor no viene del corazón
en esa m edida que convendría a las acciones propias. Para
esto el cerebro, frío naturalm ente y húm edo, lo proporciona
1respecto de los otros miem bros. En d terebro se da tam bién
una energía psíquica por la que el calor del corazón se diem
buye en una m edida justa y determ inada Com o los nervio
que sirven a la potencia sensitiva (sensitivos) y para el moví»
m iento (m otores), son de naturaleza térrea y quedan fácil­
m ente secos. exigen el ser humedecidos y tener cierta blan­
dura que les facilite el alargarse y encogerse. Los nervios que
sirven a la potencia sensitiva, necesitan además el espíritu
natural cougcnito que en manera alguna puede contener h u ­
mo. Ahora bien, el espíritu natural congénito que corre por
las panes del cerebro, es de esta condición. Por ser excesivo
LA CIUDAD IDEAL 63

fogoso el calor del corazón, no parten de el las raíces de


u 1 nervios que prestan su ayuda a la conservación de las po­
tji
tencias del corazón porque se secarían fácilmente o se disol­
verían y así se echarían a perder sus potencias y sus acciones
0 actividades. Estas raíces parren, por el contrario, del cere­
bro y de la m edula espinal, que ambas son cosas muy hú­
medas. De ahí pasa a los miembros cierta hum edad que ¡os
conserva blandos y muelles y así se conservan las potencias
psíquicas. Para esto necesitan algunos m iem bros que la hu­
medad que les ha de ir penetrando sea acuosa y muy fina
jr sin viscosidades, mientras que otros, por el contrario, ne­
cesitan cieña viscosidad. Los ptim eros tienen sus raíces en
el cerebro, mientras que los segundos las tienen en la médu-
li espinal y los que necesitan muy poca hum edad nacen de
las vértebras inferiores y del coccyx. Después del cerebro vie­
ne el hígado y luego el bazo y por fin los m iem bros genra-
les. Toda potencia que reside en un m iem bro debe ejercer
una acción corpórea, en virtud de la cual el m iem bro emite
cieno cuerpo que se dirige a otro cuerpo Para esto es nece­
sario o que este otro cuerpo esté unido con el primero al modo
como muchos nervios se u n e n con el cerebro o con la m édu­
la o que al menos tengan ciertos canales y vías que los unan
a los m iem bros y por los cuales correrá o circulará aquel cuer­
po. Esta potencia o sirve al nervio o se sirve de él. v. gr..
la boca, cl"pulmón! los riflones. el hígado, el bazo y otros.
Cuantas veces es necesaria o debe ejercerse una actión aní­
mica de un m iem bro en otro, debe necesariamente darse en-
tre ambos un paso corpóreo, v. g r.. la acción del cerebro so­

I
bre el corazón El primer m iem bro que se forma es el cora­
zón. después nace el cerebro, luego el hígado, el bazo y fi­
nalm ente siguen los otros miembros. Los órganos genitales
son los últim os en entrar en ejercicio. Su dom inación en el
cuerpo hum ano es muy pequerta. com o se ve esto muy claro
en los testículos que conservan el calor masculino y el espíri­
tu masculino y ambos parten del corazón en los animales mas-
culinos que poseen testículos. La potencia generativa en pane
es pnncipal y en pan e es sím e n te u oficial. Com o p rm c ip j
reside en el corazón y com o sirviente en los órganos genita-
Ies y com o tai hace dos cosas: Prim eram ente prepara la m a­
teria de que quedará el anim al constituido: en segundo lu ­
gar. le da la forma de su especie anim al y m ueve la materia
hasta lograr la forma de aquella especie. La potencia que pre­
para la m ateria, es una potencia fem enina, mientras que es
masculina la que da la form a. La hem bra es tal por la virtud
de poder preparar la m ateria, m ientras que el varón es tal
por la virtud de poder d a r a aquella materia la forma de la
especie que es propia de ella. El m iem bro que sirve al cora­
zón para darle la m ateria anim al es el útero, ai cual para qur
la materia pueda recibir la forma, sea del hom bre, se-* de
cualquier otro anim al, sirve el m iem bro que genera el se­
m en. porque cuando el sem en viril cae en el útero femenino
encuentra allí la sangre q u e el útero había preparado para
recibir la forma hum ana. A esta sangre da el semen capau-
dad para moverse hasta q u e de la sangre se van formando
los m iem bros del hom bre y hasta obtener la forma de un
m iem bro cualquiera y. brevem ente dicho, la forma h u m a ­
na. La sangre preparada e n el útero sirve de m ateria al nue­
vo ser (al hom bre) y el sem en viril mueve aquella materia
hasta obtener en ella la form a El semen vinl respecto de la
sangre preparada en el útero es como el cuajo por cuya vir­
tud queda coagulada la leche. Com o el cuajo hace coagular
la leche sin ser p a n e de lo coagulado ni tam poco la materia
así tampoco el semen viril es pane de lo coagulado en el útero
ni tam poco es la materia. El em bnón queda constituido del
semen viril com o del cuajo queda constituido lo coagulado
c igualm ente queda el em brión constituido de la sangre del
útero como de la leche fresca queda constituido lo coagula­
d o y com o del cobre quda constituido el vaso. Lo q u e da ori­
gen al semen en el hom bre son los vasos en que se encuentra
el sem en, a saber las venas que se hallan debajo de la piel
LA CIUDAD ¡PEAL b'i

rl pubis a las q u e prestan en eso alguna ayuda les icstíct.-


Estas venas van a desembocar aJ canal del m iem bro viril
_ llevar la corriente ¿cesas venas a dicho canal d c lm ir t i ­
ro viril y corre luego el sem en viril por el canal hasta verter­
te en el vientre y hace a la sangre q u e allí encuentra, princi­
p o de una potencia por la que se irá alterando hast» ongi-
ir así los m iem bros, como la form a de cada m iem bro y ia
, misma de todo cuerpo. El semen viril es el instrum ento
____ diño. En cuanto a los instru m entos, unos van unidos
i oíros van separados. Tenemos u n ejem plo en el méd:co:
m ano es un instrum ento con q u e el m édico m anipula; la
bnceta es el instrum ento con q u e el m édico m anipula; y las
drogas son tam bién instrum ento con que el médico m ani­
pula. Pero las drogas son un instrum ento separado y tan só­
lo se verán unidas con el m édico cuando éste las hace y con­
fecciona infundiéndoles y com unicándoles eficacia para m o­
ver el cuerpo enferm o hacia la salud. C uando esa eficaz m e­
dicina introducida en el inierior d el cuerpo enferm o o b tie ­
ne su propio efecto, moverá el cuerpo a la salud, pero para
entonces ya el médico que la introdujo, puede estar ausente
y aun puede haber m uerto. U s drogas representan aquí el
semen viril. La lanceta tan sólo por estar unida al médico
que la usa y em plea, puede hacer algo. La m ano le estará
aun más unida que la misma lanceta. Las drogas, pues, obran
por su eficacia aun sin estar ya m ás unidas al médico. Esto
se ha de decir tam bién del sem en viril o esperm a que es el
instrum ento que proporciona el elem ento masculino y tiene
eficacia aun después de separado d el varón. Los vasos del se­
m en viril y los testículos son respecto de la generación ins-
' trunientos unidos al cuerpo. Las venas que como instrum en­
tos del sem en viril reciben la eficacia principal que reside en
el corazón, son como la m ano del médico q u e confecciona
las drogas y les infunde y com unica eficacia motora para m o­
ver el cuerpo del enferm o a la curación. Esas venas que na-
turalm cm e utiliza el corazón, son una especie de instrumen-
66 AL-FARABt

tos para dar al esperm a o semen viril eficacia con que mover
la sangre, preparada en el m ero o m atriz, a la forma de aque­
lla especie anim al. Una vez q u e del sem en o esperm a ha re­
cibido la sangre eficacia para educir esa form a, lo p rim ero
que se form a es el corazón. Su constitución perm ite preser
la constitución de los dem ás m iem bros según que del cora
zón van logrando y obteniendo sus potencias. Si con la p o ­
tencia nutritiva se producen en él las potencias q u e prepa­
ran la m ateria, se irán constituyendo los demás miembros
en cuanto m iem bros fem eninos, m ientras que si se produce
la potencia que prepara la form a, se constituirán los demú>
miembros en cuanto miem bros masculinos. De aquellos vie­
nen los m iem bros genitales pertenecientes a la hem bra y de
éstos los pertenecientes al m acho. Finalm ente se originan to ­
das las potencias anímicas y esto d e un m odo análogo en la
hem bra y en el macho. Estas dos clases de potencia, la mas­
culina y la fem enm a. en la especie hum ana aparecen separa
das en dos individuos; pero en m uchas de las plantas ambas
potencias aparecen perfectam ente unidas en u n mismo in­
dividuo. v. g r.. en muchas de las plantas que se propagan
por semillas. Las plantas preparan la m ateria, esto es. las se*
millas y con ellas comunican la potencia que las impulsa ha­
cia la forma, porque en la semilla hay una disposición para
recibir la forma y hay una potencia para moverse a la misma
forma. Lo que le da disposición para recibir la forma es la po­
tencia fem enina, mientras que lo que le hace ser principio
que la impulsa hacia la forma, es la potencia masculina. Tam ­
bién entre los animales se dan algunos que tienen un modo
de ser análogo, y se dan tam bién otros cuya potencia fem eni­
na es perfecta, poseyendo, además, una potencia masculi
na imperfecta que obra tan sólo en cieña m edida (grado)
para luego cesar. Sin embargo, esa potencia fem enina necesi­
taría una ayuda de afuera, v. gr. desovan y echan fuera h u e­
vee illos estériles o infecundados, como se ve en muchas espe­
cies de peces que al desovar ponen los huevrciUos en cienc*
n id e a l e,

lugares y luego les águen los peces machos y lanzan sobre ellos
c ic ru hum edad y cntoaces un huevee ü b cualquiera q u e reci­
be aqueLa hum edad, se convertirá en t n nuevo animal. m c a ­
iras que se corromperá el que no la recibe. N o es éste el caso
d e la especie hum ana, e n la cual am bas potencias se hallan
separadas e n dos individuos caracterizados ambos por c rg i-
nos propios — tales son los órganos genitales va bien
Conocidos— : pero las demás cosas son análogas cc ambos se­
xos Así (exceptuadas las dos poteaoas precitadas) les son co­
m unes todas las d r m í <pofrrv-iit p ú g i l S i n embargo, en­
tre los m iem bros comunes son más calientes algunos órga­
nos del varón; tam bién los m iem bros locomotores y motores
son en el varón más fuertes y eficaces Entre los accidentes
psíquicos q u e inclinan a la violencia, v. g r.. a la ira y a la
dureza, suelen ser en la m ujer más débiles y en el varón m is
vehem entes. Hay tam bién accidentes psíquicos que inclinan
a la suavidad (debilidad), v. g r.. la dulzura y clemencia; es­
tos son más propios de la m ujer. N o obsta esto para que h a ­
ya hom bres que poseen m odos d e ser psíquicos semejantes
a los de las m ujeres y m ujeres que los poseen semejantes a
los de los hom bres. Se distinguen, pues, por los accidentes
dichos en la especie hum ana las m ujeres y los varones, pero
en las potencias sensitivas, imaginativas y racionales no se
distinguen. Los objetos extenores producen en las potencias
sensitivas auxiliares las representaciones de los sensibles. Los
sensibles de distintas especies percibidos por los cinco senti­
dos convergen todos en una potencia sensitiva principal. De
esos sensibles producidos en estas potencias se originan las
representaciones de los fantasm as en la potencia im aginati­
va. en la cual se conservan, aun desaparecida La constatación
de los sentidos externos. La imaginación com o juez los exa­
m ina; unas veces separa unos de otros, otras veces los com ­
pone entre sí en tam as especies de composiciones q u e no
se pueden contar; y unas veces son falsas y otras son ver-
CAPITULO XXII

DE COMO CONOCE LA POTENCIA


RACIONAL Y CUAL ES LA CAUSA
DE ESE CONOCIMIENTO

Después de esto resta que en la potencia raciona] se im*


prim an las diversas clases d e inteligibles. Entre los intcligi»
bles d e cuya naturaleza es im prim irse y representarse en la
potencia racional, unos son inteligibles que en sí mismos son
entendim ientos en acto e inteligibles en acto —son seres
exentos de m ateria— : otros inteligi bles no son en sí inteligi­
bles en acto, v. gr.. lis piedras, las plantas, y. en general,
los cuerpos o lo que existe en cuerpos dotados de materia,
la m ateria misma y cuanto por ella subsiste —estos seres no
son n i entendim ientos en acto ni inteligibles en acto__. En
el entendim iento hum ano que naturalm ente desde el co­
m ienzo conviene al hom bre, hay cierta disposición que. en
una m ateria preparada para recibir los inteligibles, es en p o ­
tencia un entendim iento, el entendim iento m aterial, y en
potencia es tam bién un inteligible. Todas las dem is cosos
que existen en la m ateria y la m ateria misma y las que están
dotadas de materia, no son en sí mismas ni entendim iento
en acto ni entendim iento en potencia, sino que son inteligi»
bles e n potencia y pueden devenir inteligibles en acto. Por
LA CIUDAD IDEAL 69

físo la sjia so n suficientes para devenir inteligibles en acto.


Tampoco en la potencia racional ni en lo que la naturaleza
k ha concedido, hay suficiencia para devenir entendim ien­
t o en acto, sino que. por el contrario, para convertirse en
¡endimiento en acto es nccesario^m scr externo^ue la re­
lé la poten~cíaaí~5ctq. t i encendim iento en potencia
conviene en entendim iento en acto, cuando llegan a rez­
arse y actuarse en él los inteligibles. Igualm ente los inteli-
bles en potencia se reducen a inteligibles en acto, cuando
gan a ser objeto del entendim iento en acto, pero prim ero
reexigen un ser externo q u e de la potencia los reduzca al
u>. Este agente que de la potencia los reduce al acto, es
una esencia cuya substancia es ser entendim iento en acto y
>arado de la materia. Este cal entendim iento es el que con­
fiere al entendim iento hflico o material que es entendim iento
en potencia, algo que equivale a la luz que el sol confiere
a la vista. La proporción del entendim iento inmaterial al e n ­
tendim iento material o hfiieo es análoga a la del sol a la vis­
ta. La vista es cierta potencia y disposición de la materia. A n ­
tes de ver. es visión en potencia y los colores antes de ser vis­
tos son colores visibles en potencia. En sola la naturaleza d e
la potencia visiva que se da en el ojo. no hay suficiencia para
convertirse en visión en acto, ni la naturaleza de los colores
es suficiente para convertirlos ella por sí sola en colores visi­
bles en acto. El sol ha de dar a la vista la luz que la alum bre
y dará a los colores la luz q u e los alum bre. Mediante la luz
que viene del sol, la vista llegará a ser vidente en acto y se
convertirá en vista en acto. Igualm ente m ediante la luz los
. colores llegarán a ser visibles en acto después de haber sido
visibles en potencia. Del propio m odo, un entendim iento
en acto confiere al entendim iento material o hflico algo que
se imprim e en él. Esa huella (ese algo) respecto del e n te n d i­
m iento material o hflico es com o la luz respecto de la vista.
Com o la vista m ediante la luz ve a la luz misma que es la
causa de su visibilidad y ve al sol que es la causa de la misma
70 ALFARASI

luz y ve los objetos q u e de visibles en potencia han llegado


a ser visibles en acto: así el entendim iento m aterial o hílico
m ediante algo que es como la luz respecto de la vista, cono,
ce ese algo y m ediante él ese entendim iento m aterial o hílj.
<o conoce al entendim iento en acto que es la cansa de las
representaciones de aquel algo en el entendim iento hílico
y conoce los objetos que de inteligibles en potencia han lle­
gado a ser inteligibles en acto y así después de haber sido
entendim iento en potencia se conviene en entendim iento
en acto. La acción de aquel entendim iento separado en el
entendim iento m aterial o hílico es com o la acción del sol en
la vista. Por eso se llama entendim iento jg e n te . Su puesto
y grado entre los seres separados q u e mencionamos al hablar
de la Causa Primera, es el décim o. El entendim iento m ate­
rial se llam a tam bién enten d im ien to paciente. C uando en
la potencia racional produce el entendim iento agente aque­
llo que es como la luz respecto de la vista, entonces los sen­
sibles conservados en la imaginativa se convienen en inteli­
gibles de la potencia racional y esos son los inteligibles pri­
meros comunes a todos los hom bres, v. g r.. q u e «el todo es
mayor que la pane* y que «las m agnitudes iguales a una mis
ma cosa son iguales entre sí*.
Los inteligibles primeros comunes a todos los hom bres son
de tres clases: la prim era contiene los principios de la geo­
m etría especulativa; la segunda, los principios d e lo honesto
e inhonesto en las cosas q u e el hom bre debe hacer; la terce­
ra. los principios útiles para com prender las maneras de ser
de los seres cuya existencia no puede ser objeto de una ac­
ción hum ana, d an d o a conocer sus principios y sus grados,
v. g r.. el conocimiento de los cielos, de la Causa Primera >
de los dem ás principios últim os y lo que debe su origen a
esos principios.
CAPITULO XXIII

DE LA DIFERENCIA ENTRE
LA VOLUNTAD Y EL UBRE ALBEDRIO,
Y SOBRE LA FELICIDAD

C uando al hom bre se ofrecen esos inteligibles, naruraím en­


te se despierta en él la consideración, la reflexión, el recuer­
do y el deseo de llegarlos a descubrir, un apetito o tendencia
tan to hacia aquellos q u e ya conoce y am a. como hacia aque­
llos que anda por descubrir, o . por el contrario, es tendencia
contra aquello a que siente aventón. A ese apetito respecto
de lo que percibe, se reduce, en general, la voluntad, la cual
cuando proviene de los sentidos o de la imaginativa recibe
el nom bre general de r r jJ j - voluntad, querencia, m ien­
tras que cuando se debe precisamente a la reflexión y a la
raaón se llama ijtijJ r - libre albedrío, elección. Este se e n ­
cuentra en el hom bre como algo característico. El apetito o
querencia q u e proviene de los sentidos extemos y d e la im a­
ginativa tiene igualm ente lugar en los animales. Con la po-'
sesión de los primeros inteligibles posee el hom bre tan solo
una perfección prim itiva Tan sólo esos inteligibles lo capa-,
Viya rln para llegar a su últim a perfección. En ésta consiste
su felicidad.' la cual se reduce a que el alm a hum ana llegue
a u n m o d o de ser tan perfecto que ya para subsistir no necc-
AL-FAKABJ

site de la m ateria, sino que llega a ser de la reunión de les


seres exentos de cuerpos y de la reunión de las substancias
separadas de m ateria, que perpetuam ente perseverarán en
esc estado, si bien siempre quedarán inferiores al entendi­
m iento agente. Esta felicidad se llega a poseer m ediante ac­
tos voluntarios, algunos de los cuales serán espirituales, mien­
tras que otros serán corpóreos. N o son cualesquiera actos, si­
no solamente cieñas acciones determ inadas y concretas de­
bidas a disposiciones y hábitos interiores determ inados y con­
cretos. Hay acciones voluntarias que im piden la felicidad.
Es ésta un bien que se busca por sí mismo. N o se busca para
que. teniéndolo por cierto tiem po, m ediante esc bien ob­
tengam os otros ni después de la felicidad puede el hombre
obtener otro bien mayor. Las acciones^oluntarias q u e sirven
para obtener la felicidad, son acciones honestas. Las disposi­
ciones y hábitos interiores que han de proceder de tales a l­
ciones. son las virtudes. Estos son bienes no precisamente por
sí y por sus esencias, sino que son bienes en cuanto que sir­
ven para la felicidad. Las acciones que im piden la felicidad,
son acciones malas y deshonestas. Las disposiciones y hábi­
tos interiores de donde proceden esas acciones, son hábitos
defectuosos y viciosos y viles. La razón de la potencia nu tri­
tiva en el hom bre no es otra que el servicio del cuerpo; en
| cam bio, los sentidos externos y la imaginación sirven a la vez
! al cuerpo y a la potencia racional, y aun el servicio que al
l cuerpo hacen estas tres facultades, debe reducirse al bien >
al servicio de la potencia racional, porque la subsistencia de
la potencia racional es prim ordialm entc debida al cuerpo
La potencia racional puede ser práctica y puede ser especula­
tiva. La práctica sirve a la especulativa, pero ésta no está al
servicio de otras facultades; m ejor dicho, tan sólo m ediante
ella se llega a la felicidad. Todas estas facultades están reía
cionadas con el apetito; el apetito sirve a los sentidos exter­
nos. a la imaginativa y a la razón. Las facultades serviles per
ccptoras no pueden prestar su servicio ni su acción sin la in-
LA C Ü D A D IDEAL 73

tervcr.ción del apetito. L asersaiión externa, la imaginación


interna y la reflexión no bastan por sí solas para obrar, cuan­
do no van acompañadas del amor a lo q u e se siente o im agi­
na o conoce y reflexiona. La voluntad consiste en esa ten­
dencia del apetito a lo que se ha percibido C uando la facul­
tad especulativa conoce la felicidad y se la propone como fin
la am a con verdaden querencia e investiga con reflexión
lo que en el caso conviene hacer hasta legrar eso con la ayu­
da de la im aginativa y de los sentidos; cuando finalm ente
se ejecutan esas acciones m ediante los órganos del apetito;
entonces esas acciones hum anas serán honestas y buenas. Fn
cam bio, cuando no se conoce la felicidad o conociéndola,
no se la propone com o fin de sus amores, sino que se propo­
nen por fin otras cosas distintas de ella y las ama el apetito
y la reflexión investiga lo que entonces conviene hacer para
obtener eso con la ayuda de los sentidos externos y de la im a­
ginativa; cuando finalm ente se ejecutan esas acciones m e­
diante los órganos de los sentidos: entonces ninguna de esas
acciones será buena y honesta.
CAPITULO XXIV

DE LA C A U S A DE LOS SUEÑOS

La imaginativa es una facultad interm edia entre los sem i­


dea externos y la facultad racional. Cuando las potencias auxi­
liares de los sentidos extemos sienten tn actu y ejecutan tam ­
bién sus actos, la imaginativa funciona pasivamente y se ocu
pa de los sensibles que los sentidos le presentan y va reci­
biendo sus impresiones, pero ai mismo tiem po se ocupa tam ­
bién en servir a la razón y de ayudar a la facultad apetitiva
C uando los sentidos externos. la potencia apetitiva y la ra­
zón llegan a sus primeras perfecciones, de m odo que ya no
ejecutan obra ninguna m ás. com o acaece en el suefto. la ima­
ginativa queda a solas y desocupada de las impresiones de
los sensibles que le presentan los sentidos externos, ni tiene
ya entonces que servir a la razón ni a la potencia apetitiva
Se vuelve, pues, entonces a las impresiones que en ella pro­
dujeron los sensibles allí guardados y conservados. Sobre ello
ejercita su actividad, com poniéndolos y dividiéndolos entre
sí. Pero además de em plearse en conservar las impresione*
d e los sensibles y en com ponerlos unos con otros, tiene una
tercera función que consiste en la im itación. Entre todas la<
potencias del alm a es caract crútico de ia imaginativa este po­
der de im itar los objetos sensibles que guardados perseveran
M U L U A U lU tA L U

en ella. Unas veces forma una im agen a imitación de los sen­


sibles propios de los cinco sentidos, com poniéndolos con les
sensibles que guarda, a imitación d e aquellos; otras veces irri­
ta los inteligibles; otras rem eda a la potencia nutritiva; otras
a la apetitiva; form a finalm ente imágenes mixtas a im ita­
ción de lo que hay en los cuerpos. C uando encuentra h úm e­
da una mezcla corpórea, forma u n a imagen a im itación de
algo h úm edo > lo compone con los sensibles que responden
a cosas húm edas, v. g r.. el agua y la natación en ella. C uan­
do encuentra seca una cosa corpórea, forma de los sensibles
cuya naturaleza es la sequedad, una imagen de algo seco.
O tro tan to se diga del calor y del frío, cuando en un tiem po
cualquiera se le ocurre formarse u na imagen de algo caliente
o frío. Pudiera alguna vez suceder q ue. como esta potencia
es una disposición y forma en el cuerpo, un cuerpo que ten ­
ga un tem peram ento dado, comunicase ese tem peram ento
a la potencia; mas siendo ella tam bién algo psíquico recibirá
esa atem peración que el cuerpo hace, según su propia n atu ­
raleza receptoría y no según la naturaleza de los cuerpos re­
ceptores. C uando u n cuerpo húm edo hum edece a otro cuer­
po, éste otro queda pasivam ente hum edecido y queda tan
húm edo como el primero. Pero cuando en esta potencia obra
la hum edad, o ésta se acerca a ella, no se hum edece la po­
tencia. sino que se recibe la hum edad en los sensibles que
im ita, como cuando el entendim iento recibe la hum edad,
sólo recibe la quiddidad de la hum edad en cuanto la entiende
o conoce y no la hum edad real; así cuando en esta potencia*
influye algo, lo recibe del agente e n conformidad con su pro­
pio m odo de ser y según la disposición que tiene para reci­
birlo. C ualquier objeto que obre sobre esta facultad, si e lla t
es en sí capaz de recibir su influjo y de recibirlo com o se e n ­
cuentra j parte r ti. lo podrá recibir de dos modos: Primera­
m en te podrá recibirlo com o él es en sí mismo y com o se e n ­
cuentra en las cosas; en segundo lugar puede formarse una
im agen del objeto m ediante los sensibles que para eso pue-
76 AL FARABt

dan servir Ahora bien, si en sí misma es capaz de recibir


el objeto como éste es en sí mismo, lo recibirá form ando una
imagen del mismo m ediante los sensibles que en sí encuen­
tra entre los que son más a propósito para la representación
de ese objeto; pero los inteligibles en cuanto tales no es ella
capaz de recibirlos, porque al presentarle el entendim iento
los inteligibles que de sus actos resultan, no los recibe como
están en el entendim iento, sino que se forja una imagen a
imitai ion de los sensibles. Si los objetos corpóreos le ofrecen
una combinación que por algún tiem po le representan, to ­
mará la combinación o mixtión de los sensibles que más a
propósito tenga para eso. C uando se ofrece a la imaginativa
algo perceptible por los sentidos, lo recibirá ella unas veces
tal cual se lo ofrecen, otras veces im aginando aquellos sensi­
bles m ediante otros sensibles semejantes. C uando la p o ten ­
cia imaginativa encuentra a la apetitiva dispuesta con una
disposición parecida a su cualidad esencial, sea por ejemplo,
la ira. la concupiscencia, o en general, una acción cualquie­
ra. imita ella al apetito com poniendo las acciones correspon­
dientes a aquel hábito o disposición que en el apetito en ­
cuentra entonces dispuesta a recibirlas. En tal caso, las p o ­
tencias auxiliares prestan su ayuda a los m iem bros serviles
para que ejecuten los actos que esos miembros deben ejecu­
tar cuando en la potencia apetitiva se dan aquellas acciones
En tales acciones la imaginativa se deja llevar o como inca­
paz de otra cosa, o como un m u en o y tal vez no interviene
absolutam ente. Pero, cuando la mixtión o combinación cor­
pórea es tal que debe seguirse con el apetito cierta reacción,
entonces forma una imagen de esa combinación m ediante
los actos d e la potencia apetitiva debidos a aquella reacción,
y. entonces, antes que la reacción tenga lugar, los miembros
en que reside la potencia auxiliar del apetito, se inclinan a
realizar aquella acción, de m anera que. cuando la mixtión
o combinación corpórea es tal que con ella d eb e seguirse en
el apetito el deseo del acto conyugal, se forma la imagen de
LA CILDAD ID EA t? 77

esa mixtión del acto conyugal y se despiertan los m iem bros


de esa acción disponiéndose a ejecutarla, no por el deseo que
en ese m om ento había, sino por la representación de la im a­
ginativa que representa aquel gusto si la ejecuta. Lo mismo
sucede en las dem ás reacciones. De este m odo en el suefto
se pone uno d e pie y hiere a otro, o se levanta y huye sin
que nada d e afuera intervenga en eso. La imagen q u e del
objeto se hace la imaginativa, hace las veces del o bjeto mis­
m o como si fuera real. Tam bién la imaginativa im ita aJ en-
rendim iento en cuanto imita los inteligibles que se produ­
cen tn M tu m ediante los objetos con que esos inteligibles
suelen formarse. De esc modo imita los inteligibles de los
objetos que fayifl en el límite de la perfección, v. gr., la Cau*
sa Primera, los seres inmateriales, los cielos, e tc .. esto es. los
¡mita m ediante los sensibles más excelentes o más perfectos,
v. gr.. los objetos más hermosos de ver: en cam bio, imita
los inteligibles viciosos con los sensibles más viles e im per­
fectos. v. g r., los objetos feos a la vista. Del m ism o m odo
imita los dem ás sensibles agradables a la vista.
El entendim iento agente es la causa que reduce al inteli­
gible en potencia al inteligible en acto y al entendim iento
en potencia a entendim iento en acto. Aquello cuya natura­
leza es convertirse en entendim iento en acto, es la potencia
racional, la cual tiene dos funciones: la de especula! y la de
ejecutar. La naturaleza de su función práctica o ejecutiva es
realizar acciones particulares, presentes y futuras, m ientras
que la naturaleza de la función especulativa es concebir los
inteligibles q u e debe conocer. En ambas funciones acom pa­
ña siempre la potencia imaginativa a la racional. Lo que del
entendim iento agente recibe la potencia racional es como la
luz respecto de la vista; del entendim iento agente viene unas
veces a la imaginativa cieña emanación y el entendim iento
agente realizará entonces en ella una acción que proporcio­
nará aquellos inteligibles d e cuya naturaleza es q u e se pro­
duzcan en la razón especulativa, otras veces presentará los
78 ALF.iRABI

objetos particulares sensibles de cuya naturaleza es que se


produzcan en la razón práctica. De este m odo la im aginati­
va recibirá los inteligibles m ediante las representaciones e im i­
taciones sensibles que ella m isma compuso y recibirá los ob­
jetos particulares, unas veces im aginándolos como ellos son
en sí. y otras imaginándolos m ediante otras imitaciones o re­
presentaciones sensibles. Estos últim os objetos particulares
son los que hace la razón práctica cuando obra con reflexión
y pueden ser presentes o futuros. Pero si estas cosas se pro­
ducen en la im aginativa sin que la reflexión intervenga, e n ­
tonces es q u e. después que anteriorm ente intervino la refle­
xión. se reproducen los mismos objetos. D urante los sueños
el entendim iento agente comunica a la imaginativa los o b ­
jetos particulares y las visiones verdaderas y le comunica los
inteligibles que ella recibe, sustituyendo con ellos a los fan­
tasmas propios c imitaciones en conform idad con las cosas
divinas. Todo esto acontece en el sueño y algunas veces tam ­
bién en el estado de vigilia: pero en el estado de vigilia m is
raras veces y en m enor núm ero de personas. En el sueño es
m is frecuente la emanación de cosas particulares y m is rara
la de cosas inteligibles.
CAPITULO XXV

DE LA INSPIRACION
Y DE LAS VISIONES DE ANGELES

Pues bien: cuando la imaginativa en cierta persona es muy


activa y perfecta y cuando de fuera se le ofrecen sensibles
que no la llegan a dom inar absorbiéndola por completo, aun­
que tam poco prestan entonces u n servicio especial al e n ten ­
dim iento. sino que aun ocupándose ella de am bas cosas to ­
davía hay en ella virtud m últiple (bastante) para ejecutar las
acciones que la caracterizan; y cuando su estado al ocuparse
de ambas cosas en tiem po de vigilia, es com o el estado que
tiene al dejarlas en tiem po del sueño y por eso m uchas de
esas cosas que el entendim iento agente les comunica, las im a­
gina ella m ediante los sensibles visibles que im ita: entonces
la representación se repite c im prim e en la potencia sensiti­
va. C uando esas imágenes se producen en el sentido com ún,
la potencia visiva reacciona pasivamente con esas imágenes
y tam bién se im prim en en ella. De la impresión que hay en
la vista, se produce la impresión del mismo objeto en el aire
ilum inado y contiguo a la vista y atravesado por el rayo vi­
sual. C uando se form a en el aire aquella impresión queda
en el aire una nueva im agen y esta directam ente se im prim e
en la potencia visiva de los ojos y se refleja de nuevo hacia
80 ÁLFARAB1

el sentido com ún y hacia la imaginativa. Todas estas cosa'


se realizan uniéndose unas con otras, y así lo q u e el en ten d í-
m iento agente había com unicado al hombre7JeTIcga_a_?er
visible. Si aquellos objetos que la imaginativa im ita, eran
sensibles de sum a belleza y perfección, el que los ve dirá que
• Allah tiene cosas grandes, magníficas y maravillosas y verá
maravillas que no se pueden encontrar en todos los dem¿<
seres existentes. N ada im pide el que un hom bre cuya im a­
ginativa es perfecta, reciba del entendim iento agente, aun
en el estado de vigilia, objetos particulares, presentes y fu ­
turos o sus representaciones o imitaciones sensibles, o que
reciba representaciones referentes a los inteligibles separa­
dos y dem ás seres nobles y que el hom bre los esté viendo
Así m ediante los inteligibles que recibe, habrá una profecía
de cosas divinas. Tal es el más perfecto grado a que puede
llegar la imaginativa y el más alto grado a que m ediante esa
potencia puede llegar el hom bre. Después de ese ha de con­
tarse el de quien ve todas estas cosas, pero una las ve en el
estado de vigilia y otras durante el sueAo O tro imagina en
sí todas estas cosas, pero no las ve con sus propios ojos. Des­
pués de éstos viene el que ve todas estas cosas, pero tan sólo
d u ran te el sueAo. Las expresiones con que describen sus vi-
siones. son imágenes simbólicas, alegorías, enigm as, retrué­
canos. parábolas. Se distinguen, además, unos de otros con
muy variadas distinciones: unos reciben objetos particulares
y los ven tan sólo en el estado de vigilia, sin recibir tam bién
con ellos los inteligibles; otros, por el contrano. reciben los
inteligibles y los ven en el estado de vigilia, pero no reciben
tam bién con ellos objetos particulares: otros reciben algunas
de estas cosas, pero no ven las demás: otros ven algo en el
estado de vigilia, pero no d urante el sueAo: otros no reciben
nada en el estado de vigilia, sino que tan solo tienen visio­
nes durante el sueAo. y d urante el sueAo ven objetos parti­
culares. pero no reciben los inteligibles: otros reciben en pane
ambas cosas; otros reciben tan solo algunos objetos panicu-
LA U U U A U lU tA L » i

lares. y éstos son los más numerosos. Tam bién se pueden .1 s


linguir los hom bres desde este punto de vista En todo esto
tiene la potencia racional una ayuda. Hay. sin em bargo, ac­
u d e n tes que a lte ra rla complexión hum ana, y con « o p u e ­
de quedar la persona dispuesta para recibir del entendim iento
agente algunas d e estas cosas, o en el estado de vigilia o du-
rante el suefto En algunos persevera este estado por largo
tiem po, pero en otros persevera tan sólo por algún tiem po
y cesa luego Tam bién ocurren accidentes que echan a per­
der la complexión y la imaginativa Esa persona ve entonces
cosas que en ese estado ha com binado la im aginativa, y son
cosas que no tienen realidad ni tam poco son imágenes de
algo real. Tales son los posesos, endem oniados y otros pare­
cidos.
CAPITULO XXVI

A LOS HOMBRES LES ES NECESARIA


LA SOCIEDAD Y MUTUA ASISTENCIA
DE UNOS A OTROS

El hom bre o de u l condición v i m u r i l t n que. p j u sub-


s“ “ ' >' alían“ ' 5U m is alia perfección, tiene necesidad de
tantísim as cosas que es imposible que viviendo uno aislada­
m ente se ocupe de todas, al contrario, necesita de comparte-
ros. cada u n o de los cuales se ocupe de algo q u e los otros
necesitan Uno cualquiera estaría en situación idéntica a la
de otro cualquiera. Imposible que el hom bre obtenga la per-
lección para la que sus dotes naturales fueron creadas a no
*ef formando sociedades generales y muy variadas donde m u ­
tuam ente se ayuden y se ocupen unos en favor de otros, de
p an e de lo que necesitan para vivir. Se asocian, pues, para
*si poder encontrar en la labor de todos lo que necesitan pa-
ra que cada uno subsista y obtenga la perfección. Por eso
son tantos los individuos hum anos y por eso se han estable­
cido en las panes habitables de la tierra. De este m odo se
han form ado diversas sociedades hum anas: perfectas unas y
otras imperfectas. Las perfectas son tres: las mayores, las in ­
termedias y las menores. La mayor es la reunión universal
de todos los hombres que habitan la tierra. Las interm edias
LA C 1L Z .ÍD !D IA L *3

son U congregación de un pueblo o nación en ur.a pane ¿c


U tierra. Las menores están formadas por la gente de una
ciudad en una p an e de lo ocupado por una nación. Im p er­
fectas san las sociedades formadas por una aldea, por u n b a ­
rrio de la ciudad, por una calle o por una solacasa. Esta ú lti­
ma es la menor de todas Los barrios y las aldeas son p a n e
de u n a ciudad Las aldeas son respecto de una ciudad, corro
una entidad puesta a su servicio, m ientras que los barrios
son panes integrantes de la misma ciudad. Las calles son p a r­
tes integrantes de los barrios y las casas son panes integran­
tes de una calle. Las ciudades mismas son panes integrantes
de u n a nación, y las naciones integran el conjunto de los h a ­
bitantes de la tierra. EJ bien más excelente y soberano y la
perfección más alta se obtiene ya en prim er lugar en la ciu ­
dad. pero no en sociedades menores y más imperfectas. G o­
mo realm ente la naturaleza del bien es que se obtenga con
intervención de la libertad y voluntad —y asimismo los n u ­
l o tan sólo voluntaria y librem ente puede la ciudad llevar­
los a cabo ayudando a obtener alguno de los fines en sí m a­
los. y de ahí viene que en la ciudad se puede obtener la
felicidad— de ah í es que la ciudad en que se puede obtener
la felicidad, es aquella ciudad en que la m utua ayuda m e­
diante la sociedad está ordenada a las cosas con que realmente
se obtiene la felicidad. Tal es la C iudad Modelo (la G u d a d
Ideal, la G u d a d Vm uosa). La sociedad en que todos se ayu­
dan para obtener la felicidad es la Sociedad Modelo. El pue­
blo o nación cuyas ciudades rodas se ayudan m utuam ente
para la obtención de la felicidad, es el Pueblo Modelo (N a­
ción Modelo). Del propio m odo la tierra será Tierra Modelo
entonces solamente cuando Las naciones que h forman se ayu­
dan m utuam ente a obtener la felicidad. La G u d ad Modelo
se parece a un cuerpo perfecto y sano, cuyos m iem bros m u­
tuam ente se ayudan todos para hacer perfecta y conservar la
vida del anim al. Com o en el cuerpo los miembros son dife­
rentes y de distintas propiedades y energías, y. además, hay
84 ALFARAB1

entre ellos un m iem bro principal único que es el corazón,


y hay otros miem bros cuyo grado se acerca al del m iem bro
principal y en cada uno de ellos h a puesto la naturaleza una
potencia cuya actividad es para producir en ellos un deseo
de obtener el fin del m iem bro principal: pero aún hay otros
miembros cusa finalidad es obrar conforme a los fines de esos
primeros, entre los cuales y el pnncipal no se da m edio, y
así esos segundos constituyen un segundo grado: y aún ha>
otros cusa finalidad es ejecutar y obtener el fin de los del
segundo grado [y de este m odo ellos constituyen un tercer
grado] y así sucesivamente hasta llegar a los miembros ofi­
ciales y no principales: eso mismo sucede en las ciudades.
donde unas partes difieren naturalm ente de otras y se dis­

I
tinguen por sus disposiciones: pero en ellas hay un jefe prin­
cipal y hay otras personas cuyo grado se acerca m ucho aJ del
jefe prim ero o principal y en cada una de estas personas se
dan disposiciones y hábitos con que hacen sus oficios según
lo requieren los fines del jefe principal. Emos forman el gra­
do primero. Después de estos hay otros que hacen sus ofi­
cios en conform idad con los fines de los primeros y forman
el grado segundo. De este m odo están ordenadas las panes
de la ciudad hasta llegar a quienes tan sólo cum plen los d e­
signios de los d em is. Estos sirven y no son servidos. Forman
el últim o grado y son la gente com ún y ordinaria. Pero es
de advenir q u e los miembros del cuerpo hum ano son natu­
rales y las disposiciones que tienen son potencias naturales,
mientras que los elementos que integran la ciudad, aunque
sean naturales, sin em bargo, las disposiciones y hábitos en
cuanto trabajan en favor d e li ciudad no obran como n atu ­
rales. sino como voluntarios, porque, aunque por ser n atu ­
ralm ente partes de la ciudad, si bien de diferente m odo, h a­
cen los hombres, unos en favor de otros, una cosa y no otra,
sin em bargo no son p an e de la ciudad por esas propiedades
y disposiciones solam ente, sino tam bién por los hábitos vo­
luntarios que han adquirido, por ejem plo los d e las anes y
L \ C IU D A D ID E A L 55

cosas parecidas. Así las potencias que narurairnenie pene-


o teen a los miembros del cuerpo se parecen, respecto c e a s
panes de la ciudad, a los hábitos y disposiciones colunia-
fias.
CAPITULO XXVII

DEL MIEMBRO PRINCIPAL


DEL ESTADO 1 MODELO

Como el m iem bro principal en el cuerpo hum ano es na­


turalm ente en sí y en sus funciones propias el mejor y m is
excelente de todos los miembros, sobresaliendo aun en lo
que tiene de común con otros miembros, aunque entre és­
tos respecto de otros inferiores haya tam bién algunos princi­
pales. pues la jefatura de éstos es inferior a la del primero,
a quien obedecen y sirven; así el jefe del Estado en su fun-
ción propia es el m is perfecto elem ento que compone el Es­
tado y supera a todos los dernis aun en lo que tienen de co­
m ún con él. Bajo él estín no solamente aquellos a quienes
inm ediatam ente m anda, sino tam bién aquellos que m an­
dan a otros. Com o el coraaón es engendrado el primero de
todos los miembros y él es luego causa eficiente de la gene­
ración de todos los dem is miembros hum anos y de la actua­
ción de sus potencias y él las ordena en sus grados, y si se
desarregla un m iem bro. le ayuda a salir de aquel desarreglo;

' En pundad el temuno m jJ m j no debe traducirse por EtuJo uno poe


*omd.*d Se deja »*í en este cajo t lo» n><niso** por respeto ai traductor
(N J*l E )
L \ CIUDAD IDE.\L 87

así es necesario que el jefe del Estado Modelo sea el primero


y que luego dé él mismo existencia al Estado y sus partes,
engendrando en los demás aquellos hábitos volúntanos que
han de tener sus partes para que queden ordenadas en sus
grados, y si una se perturba, el primero ha de ayudarle a sa­
lir de aquella perturbación. Como los miembros que se pa­
recen al principa] ejercen sus funciones naturales en confor­
m idad con el fin natural del jefe primero en cuanto esas fun­
ciones son acciones simplemente nobles, y como los que si­
guen a esos ejercen tam bién funciones que en nobleza son
inferiores a las de aquellos y así hasta llegar a los miembros
que ejercen las funciones menos aprcciables; de este mismo
m odo, los miem bros sociales que en sus grados se parecen
al jefe del Estado, ejecutan las acciones soluntarias que en
el Estado son las más nobles, y los que siguen ejecutan ac­
ciones que en nobleza son inferiores a las de aquellos, y así
hasta llegar a los miembros sociales de menos categoría que
ejecutan los actos menos aprcciables Algunas_vcC?s la_Lnfc.-
Qoridad d e las acciones se debe a la inferioridad de sus obje­
tos. aunque sus acios pueden ser de gran utilidad, como en
el cuerpo hum ano el oficio d e la vejiga y el del vientre infe­
rior; otras veces depende de la poca utilidad quejraen_cftlli
• y aun a \o.es de q u e so n acciones muy fáciles de ejecu­
tar. Lo propio ocurre en un Estado. Y aun toda asociación
cuyas partes están compuestas entre sí. ha de estar natural­
m ente ordenada y organizada, porque en ella habrá un jefe
cuya relación con las demás panes será sem ejante a ésta. Tal
es también el caso de los seres existentes y realizados. La Causa
Primera respecto de los demás seres, es como el jefe del Es­
tado Modelo respecto de los demás miembros. Los seres in­
materiales se parecen al Ser Primero, y a éstos siguen los cuer­
pos celestes, y a los cuerpos celestes siguen los cuerpos m ate­
riales o hílicos. Cada uno imita d e algún m odo a la Causa
Primera, tiende a remedarla y la Mguc en sus planes como
a jefe y cada ser hace esto según su capacidad y así obtiene
* . WWtgJJ

d fin según su grado, el inferior procura el fin del q u e está


u n poco más arriba sobre él. Sin em bargo, con eso se o btie­
ne el fin del que está sobre él. Del propio modo el tercero
prepara lo necesario para que se pueda obtener el fin del que
está sobre él y así sucesivamente hasta llegar 2 aquel entre
el cual y el Primero no existe interm edio. Según esta coordi­
nación. todos los seres van tras la finalidad de la Causa Pri­
mera. Los que desde el principio fueron dotados de todo lo
q u e exige su esencia y naturaleza (u u yú á ). desde el princi­
pio se dirigen al fin c intención del Primero y así se hallan
y encuentran en los puestos elevados. Hn cambio. los que
desde el comienzo no fueron dotados de todo lo que exige
su naturaleza (wuyud) \ han recibido aptitud para mover­
se hacia aquello a cuya obtención aspiran, y en esto siguen
los planes que m ienta el Primero \ Tal debe ser el Estado-
Modelo. Todos los m iem bros sociales según su grado deben
tener presente en sus funciones el fin del jefe prim ero. El
jefe del Estado Modelo no puede ser una persona cualquie­
ra. Precisamente esa jefatura presupone dos cosas: una es que
el jefe debe tener aptitud de carácter y de naturaleza; la se­
g unda es que debe tener disposiciones y hábitos voluntarios

*’ «Lo que eiige tu esencia ^naruralera» (a! % rajad} .. «La q Uf erige tu


na tu ratera» (M vujuJ). En este segundo tato es palmario que el M u a ja d
rx»e*tlu>e la última actualidad. pero supone algo m is que ella sola Luego
en el primer taso tam biln debe tenerse por evidente que el M u a ju A díte
algo m is que li simple existencia. y en realidad debe tenerse por sinónimo
de esencia (corso en árabe aparecen de ese modo palabras sinónimas). Tam­
poco la esencu eaelujre de su significación la existencia. (N M I T )
.Los teres inmateriales se parecen, intenta el Primero. De este mo­
do. además de la finalidad de cada set. todos se ordenan a obtener el fin
del Primero Eira idea es frecuente en Sim o Tomás, v. ge.: . |p ^ oído u.
rebus u< a Deocrratts esistens unitatem mundi manifestar Mundus enim
m e unus dicitur unitate ordinis secundum quod quaedam ad alia ordinan-
tur Quaecumque auiem sunt a Dco ordmern hahent ad mvicem et ad .p-
sum Dcum, ut supra (q. I I . a. 3 . q 2!. a I ad 3) ostensum est. linde ne-
cesse e« quod omnia ad unum mundum penineant. (Sam na TSto/.. I
q 4?. a. 3). Se norarí bien que esta compenetración em tü stn t lleva consi-
go una comperetración o ftu n ta . (N. M I T.)
LA C IU D A D IDEAL 89

[ adquiridos. La jefatura, que cae en suene a q u ien la natura­

i| leza predispuso para eso. no puede ser com o la jefatura de


un a n c o industria cualquiera: al contrario, la mayoría de
I las artes en u n Estado pencneccn a las a n es serviles, com o
tam bién la mayoría de los modos de ser de las personas es­
tán destinadas a obedecer. Entre las anes hay personas que
pueden a la vez m andar y obedecer, pero hay otras que pue­
den estar subordinadas, pero no predominar. Del propio mo­
do. el arte especial de gobernar al Estado M odelo no puede
ser un a n e cualquiera ni una conducta o hábito cualquiera.
Com o lo primero en un género debe sel tal que ninguna co-
I sa particular de aquel género llegue a sobreponérsele, como
vemos en el m iem bro hum ano principal, al cual no puede
sobreponerse ningún otro m iem bro, y lo m ism o se diga de
lo principal en cualquier otro conjunto de cosas; así el a rte ;
especial del jefe suprem o del Estado Modelo debe ser tal que
no sea servil en nada ni pueda sobreponérsele otro arte nm -[
guno. Mejor dicho, su magisterio o arte según su finalidad
debe ser tal que le sigan como a principal todos los otros m a­
gisterios o artes, y esc es el fin q u e el Estado Modelo debe
pretender en todas sus acciones. Esc hom bre debe ser tal que
nadie le gobierne, sino que él debe ser ya perfecto y haber
llegado a ser entendim iento e inteligible en acto. S j im agi­
nativa debe tam bién ser naturalm ente de una perfección su­
m a. según lo que ya dijim os. Esta facultad debe estar n a tu ­
ralm ente preparada para recibir, ya sea en el estado de vigi­
lia. ya d u ran te el suefto. las cosas particulares que «I enten­
dim iento agente le revelará, ya en sí mismas, ya en sus im á­
genes c imitaciones, y aun los inteligibles mismos que m e­
diante esas imágenes le revelará. Su entendim iento pasivo
debe ser perfecto respecto de todos los inteligibles, de modo
que no se le oculte cosa alguna, sino que haya llegado a ser
entendim iento en acto. A cualquier hombre cuyo entendi­
m iento pasivo m ediante los inteligibles todos haya llegado
a ser perfecto y a ser entendim iento en acto e inteligible en
90 AL-FARABI

acto, y con eso el cognoscible haya venido a convenirse en


el mismo sujeto que conoce: habrá cabido en suene cieno
entendim iento en acto, cuyo grado es superior aJ del e n te n ­
dim iento pasivo y es más perfecto y más inm aterial y más
unido con el entendim iento agente. Se llama en ten d im ien ­
to adquirido y es interm edio entre el entendim iento pasivo
y el entendim iento agente. N inguna otra cosa m edia entre
él y el entendim iento agente. El entendim iento pasivo es co­
m o la m ateria y el substractum del entendim iento adquiri­
do. y este es como la materia y substractum del entendim ien­
to agente. La facultad racional como forma o disposición na­
tural es m ateria presupuesta por el entendim iento pasivo,
que es entendim iento en acto. El primer grado por el que
el hombre es hom bre, consiste en poseer esa forma o dispo­
sición natural respectiva y capaz de convenirse en en ten d i­
m iento en acto. A todos los hom bres es com ún y entre ella
y el entendim iento agente habrá dos grados: el entendim ien­
to pasivo (que llegará a estar) en acto y el entendim iento a d ­
quirido. Entre el hom bre que ha adquirido el pnm er grado
humano y el entendim iento agente hay pues dos grados. Pero
si supone que el entendim iento pasivo perfecto y aquellaior-
m a o disposición natural form an un solo ser. aJ m odo q u e
todo compuesto de m ateria y forma constituye un solojscr.
y si. además, se considera a ese hombre com o revestido de
forma hum ana, esto es. de un entendim iento pasivo efec­
tuado y actuado: entonces entre él y el entendim iento agen­
te habrá un solo grado. En cam bio si se supone que esa for­
ma natural es la m ateria del entendim iento pasivo (que se
convertirá en entendim iento en acto) y que el entendim ien­
to pasivo es la m ateria del entendim iento adquirido y que
el adquirido es la m ateria del entendim iento agente, y si.
además, se tom a el conjunto de iodo eso como un solo sex:
entonces esc hom bre será como la morada del entendim ien­
to agente. C uando se da esto no solamente respecto de las
dos panes de la potencia racional que son el entendim iento
L \ CIUDAD IDEAL 91

especulativo y el entendim iento práctico, sino t a r n b r r res-


C la imaginativa: entonces ese será el hom bre que rc-
ribirá la revelación y Allah le com unicará la
diam e el entendim iento agente, y u n a misma
que em ana de Allah al enten d im ien to ag en te y la
entendim iento agente em anan a! em end.m .em o pauso mc_
diará luego en el entendim iento ad qum do y de a h . pasara
finalm em c a la im agina,ha Por lo que em ana del e n ttn d n
m iento agente al entendim iento pasivo, sera esc horr.b e u
sabio, u n j jlóxtfu. un.ir.tellgente perfecto Por C5C
e n t e n d i ó em ana a ”
avisará del porvenir y manifestara en que estado *™ 'a
"T osas p an ,ru la,es. y m ediante ese es.ado conocerá las co-
^ X . n a s B e hom bre se halla en el m is p e ric a » fiado
” la hum anidad y en el escaldn más al.o de la fehedad
Su alma será perfecta, y ol m odo que dt|,m os. se
tificada ro n el entendim iento agente. Será capaz de toda
" que se pueda adqurnr la felicidad. Tal es la p a n e ­
ta condición del ¡efe del B ta d o Modelo. D ebe « u n ad -
más. dotado de buena imaginativa para pintar « m d len
cuate lodo lo que ha conocido y debe ser capaz e i
fo rro s acerca de la felicidad y de la práettea de las cosas con
que la (el,ed ad se obuene D ebe finalm ente * « " d‘ b“ c/
l a salud corporal para el buen m ane|o de los negocios pam -
cular c*.
CAPITULO XXVIII

de LAS CUALIDADES DEL JEFE


DEL ESTADO MODELO

sino^cuc é! Í Í L f qU7 n° o tro , h o m b re


tado Modelo ^ * r y d píim er £obcrnador del Es-

es^ s
de Z g
= e=
y <0mPfeh<,nsión P « ^ todo lo que se le diga
de m odo que con su entendim iento llegue a conocer te
preten d e inculcarle el que le está hablando v lo que la c o a
por 5i m isma merece. 3) Ha d e tener buena m emoria d e ^
que una cea ha entendido o visto u oído o contado y en ce
neral no debe olvidar nada. 4) D ebe estar dotado de mucha
d W * Pafa qUC- de una cosa vea
el m i, pequeflo indicio, pueda fijarse v coger aquel asneon
p ro p IO que el tal indicio implica. 5) Debe e s J d o t a d l e
*1
L L IL l/Jiu iv u m v »9

fácil y buena expresión, de m odo que su lengua ponga en


términos claros todo lo que debe contener una claridad per­
fecta. 6) Debe ser am ante de la enseñanza y de la instruc­
ción y ser dócil y fácil en aceptarla sin apenarse por la fatiga
de enseñar y sin que le moleste el trabajo q u e la enseñanza
tiene que producir. 7) Debe ser sobrio en el comer, en el
beber y en el uso del m atrim onio. N aturalm ente debe estar
alejado del juego y aborrecer el placer que de eso viene. 8)
Debe am ar la sinceridad y verdad y a los q u e la am an, como
tam bién debe aborrecer la m entira y a los que la siguen. 9)
Debe ser m agnánim o, am ante del honor y dignidad, y apar­
tarse naturalm ente y alejarse de todas aquellas cosas que re­
bajan y naturalm ente avergüenzan. 10) Los dirhem es y los
diñares y demás cosas m undanas sean para él despreciables.
11) Ame la justicia y a los que la buscan; aborrezca la injus­
ticia y la opresión o tiranía y a los que la com eten. Sea equi­
tativo para con los suyos y para con los dem ás, exhortando
a todos a eso m ism o, reprim iendo la injusticia y favorecien­
d o lo que vea que es bueno y honesto. 12) Debe ser recto,
dócil, sin m ostrar dificultad en dejarse corregir, ni ser obsti­
nado ni duro, cuando se le invita a lo justo; al contrario, mos­
trar dificultad en dejarse llevar cuando se le invita a lo malo
y deshonesto. Debe ser constante y decisivo en los negocios
que ve debe ejecutarse, animoso, em prendedor, echando fue­
ra todo tem or y debilidad.
La reunión de todas estas cualidades en una sola persona
es bien difícil y por eso no se encuentran naturalm ente sino
en alguno que otro y mucho menos se encontrarán en la gente
ordinaria y com ún. Si una tal persona se encuentra en el Es­
tado Modelo y si en ella después de llegar a mayor edad se
dan seis de esas cualidades antes m encionadas o si se dan
cinco distintas de las que pertenecen a la imaginativa: en­
tonces esc tal será el jefe del Estado. Si acaeciese que en al-J
gún tiem po no existiese tal persona: entonces se han de accp-j
tar las leyes y tradiciones establecidas por el anterior jefe d d
1
■I I U l ( / |

Estado y por sus predecesores cuando aún gobernaban el Es­


tado y quedará todo así fijo. El segundo jefe de Estado que
sucederá ai prim ero, será aquel en quien se reúnen desde
su nacim iento y juventud aquellas condiciones; y. además,
cuando sea mayor de edad ha de tener las seis condicione>
siguientes: 1) D ebe ser sabio. 2) D ebe conocer y saberse de
m em oria las leyes y tradiciones y demás prescripciones esta­
blecidas por los que le h an precedido, siguiéndoles (e im i­
tándoles) perfectam ente e n todas sus acciones. 3) D ebe so­
bresalir en darse cuenta de las cosas que no han recibido de
sus antepasados leyes especiales, y para darse cuenta de ello
debe seguir el ejem plo de los primeros im Jm s. 4) Debe so­
bresalir en la reflexión y capacidad para darse cuenta de lo
que debe conocerse en un m om ento cualquiera, trátese de
una cosa de actualidad, trátese de una cosa que pueda origi­
nar algo nuevo d e que los antepasados no dejaron enseñan­
za alguna. Ejercítese en descubrir lo que cree ser útil al Esta
do. 3) Debe ser discreto y avisado al hablar de las leyes
de sus antecesores y al inferir lo que según ellos debe ha­
cerse y lo que en ellos se deb e im itar. 6) Debe gozar de
salud corpórea estable para dirigir bien los negocios de
la guerra, de m anera que posea el arte de guerrear, así
el de los oficiales (inferiores) com o el de los jefes (supe­
riores).
Si no se encuentra un solo hom bre en quien se den reuni­
das todas estas condiciones, pero se encuentran dos: de los
cuales uno es sabio, m ientras que el otro está dotado de las
cinco condiciones restantes, en tre los dos deben gobernar el
Estado. En cam bio, si se hallan divididas entre muchos:
en uno la sabiduría, en o tro otra cualidad, y así las seis
cualidades; si adem ás son hom bres que se entiendan entre
sí. todos juntos serán excelentes jefes. Si llegase un tiem ­
po en que el gobernante n o estuviese dotado de sabidu­
ría. aunque se cum pliesen e n él todas las dem ás condi­
ciones. entonces el Estado M odelo estaría sin rey. el je-
u \ U U l-'A U IWWU- s*

i. que ocupare el m ando de ~ “ * X . n

iodo.
CAPITULO XXIX

ESTADOS OPUESTOS AL ESTADO


MODELO (AL ESTADO IDEAL)

El Estado Modelo se opone desde luego al Estado igno­


rante. al Estado corrompido o inm oral, al Estado versátil o
alterado, al Estado e x t r a v i a d o Se opone tam bién a los in­
dividuos particulares en cuanto representantes de esos Esta­
dos.
El Estado Ignorante2 es aquel cuyos habitantes no cono­
cen la felicidad (verdadera) n i les viene a las m ientes el diri­
girse a ella ni de ella se cuidan ni tienen fe alguna en ella.
De los bienes conocen tan sólo algunos que por su aparicn- 1

1 Cuatro Enidoi opone al Estado Modelo No el muy fácil determina!


bien el significado de las palabras con que los designa Es necesario atender
principalmente a las definiciones de al-Farabi. aunque algo debemos aAa-
du en Notas para indicar al lector otros obras y otros pasajes de al-Forabi
que se pueden militar para complerar la inteligencia de sus descripciones
Desde luego debemos tener presente lo que en los capítulos siguientes dice
de los jefes de cada Estado, de sus ciudadanos y de las ideas que Ies atribu­
le Advirtamos ya aquí que del Estado Versátil o Alterado aquí menciona
do nada dice en los él Sijm m é l n jJ jn r jjj . p 57. f S . J<¡ T.)
Aquí nos describe la é l - M j J i n j é l- jé h tltjjé . el Estado Ignotante. que
menc mu también en los é l SryMM é l- p 57: é l M x / t m j j ¡ jé h iié
Igualmente en los Farra./é l M j J j h i . n 73. p 154: é l M j J i m j é l ¡ jJ n ln u
(N ¿*l T )
M CIUDAD 1DFM

iría son tenidos por los bienes q u e se han de estimar como


fin de la vida: la salud corporal, las riquezas, el sabor de los
placeres, el seguir librem ente sus pasiones, los honores, las
grandezas Cada una de estas cosas contiene la felicidad se­
gún los habitantes del Estado Ignorante. La felicidad mayor
sería la reunión de todas ellas y la infelicidad es para ellos
iodo lo contrario: la falca de salud corporal, la pobreza, la
carencia de los placeres, la privación de la libertad en sus p a ­
siones. la falca de estima o reputación Estos Estados suelen
dividirse en varias clases de Estados: j ) Entre los cuales se
halla el Estado de lo preciso c indispensable **. 'I al es aquel
Estado cuyos habitantes se lim itan a lo necesario para sus­
tentar sus cuerpos en la comida, e n la bebida, vestidos, ha­
bitación. relaciones sexuales Son gentes que se ayudan en
la adquisición de esas cosas, b) El Estado de! intercambio *
es aquel cuyos habitantes procuran ayudarse en la adquisi­
ción de las riquezas y de lo superfluo sin utilizar las riquezas
en otras cosas sino tom ándolas com o fin de la vida, c) Vil
j despreciable ' es el Estado cuyos habitantes procuran dar­
se gusto en los placeres de la com ida y bebida y en las rela­
ciones sexuales: en una palabra, buscan los placeres de los
sentidos v de la imaginativa y prefieren los deleites y el juc-

' .El Etudo de k» «ndupemahle. IjIM jJ i u jtd m ,n yu ) lo hallimm


nombrado en Platón. De rrp II. 360 D \ úvarMtorátq to it; En lo»
a/ i/wu.’j;WÍJ*>n-' pp 5n-5«>. con descripción qui/i» mi» Iom
bien ce menciona en lm Fmml j/M j J j u . n 25. p 120 AV Jet T.)
Es la SotuJjJ Je Ij purj metenJaJ. f S Jet F.)
• .Exodo del intercambio.. (J MiJims M béJJjij). eubjngt en inflé».
itbjnie en frorxé» l'emethilmn&ulJJt en alemán ... Con ninguno de ci­
to» téimmo» queda uno camlecho AirfnJíií, pütl. a b definición «le al-
Farabt Quiii coirecpoodo a la oligarquía de lo» griego» Se mermona tam­
ben en lo» J SiyjtJl j t mjJjnnyJ p Y> t S del T.f
Se trata de la SotirJjJ Je íi nqneza. o plutocracia t.\ Jet F \
' .Vil y detpreciable (contemptible). e» la jt-Mjdinj jI hjJj Jj que «c
menciona también en lo» jlStjaul d madantjyi. p 5*;. lin 3-t‘l > bajo
cierto aepecto parece la déme*rocía «le Plat«Sn fN. del í .|
SotteJjJ inmoble o Jrf>rjtjJj t.N Je! E.)
go en todo y por todo. J ) El Estado J e los honores‘ es
aquel cuyos habitantes se ayudan en darse m utuam ente
m uestras de honor, en alabarse, en mencionarse honorífica­
m ente. en ser alabados entre los dem ás pueblos, en ser se­
ñalados por ilustres y grandes en dichoc v hecho*, en ser te
nidos en grande estim a y esplendor, o respecto de todos los
dem ás, o por lo m enos respecto de algunos, o según lo q u r
cada uno puede, e) El E su J o J e /p o J e r es acjuel cuyos ha­
bitantes procuran sojuzgar a los dem ás y resisten fuertem en­
te a q u e otros pueblos los sojuzguen a ellos. A estos los es­
fuerza el placer q u e proporciona la victoria o poderío, Ge
n e r jl(de muchos) es aquel Estado* cuyos habitantes procu­
ran estar libres de todo, haciendo cada u n o lo q u e bien le
peta, sin cohibirse en cosa a que les lleve la pasión.
.Los reyes d e estos Estados Ignorantes son semejantes a

‘ Estado de lo» honores» (.MeJmjt J k jrjm j, o la nmtxratu de PL


'ón v v mrnooaa en \a%.áJ-StjjiM mjJjnryyjion el nombre de m' Mj J ik.
jikjTjmijyé, j>. 59-60. a lo* hnmljJ MjJjm. n p 122-12 J (,\ J<.

;E I Estado del poder» (MjJtmjr JljgeUnbf e> J MeJinj


de lo» jtS iy ju f Jm jJjm yyj. p SS. lín 10 o la SüJtnet u
fjUkb en p 64. Im. 2 s Lo mencionaban también lo» Fuiul j ¿ Mj J j », n
KS. p Iú4. lía. 8-9. pero léase iodo el número (N. T.)
Se «raía de la /trjmit. (\ J t l E.J
* -E l F'iado GenetjJ(de mucho»). U SUJmj j ¡ yjmStyyj) Aquí run
d i allarabi una descripción y después en el cap. 37 m i» especialmente tu*
habla de ene btado que lo» tráncese» rradu.en Coi/mámente. Pero qui
ca» el nombre pudiera teñirle» del hecho de que sus mor adere» reúnen (li
nmj j) en si la» prcocupaoone» de iodo» lo» demis Estado» Ignórame»; o
bien (y esm n»r párete más aceptable) en conformidad con la descripción
de lo» jJ S'jjut M mjJtmnu. p 69. |¡n 3 » . se podría traducir .Estad.»
General (demtVrara)». pues la palabra yjtrtj nn se delte traducir por gene-
r j y tomín a iodos Los jt Siyjut J meJjmyyj lo» mencionan también
en p W . lín 10-11. En cuanto a la» ideas y aun la Ierra del pasaie de al-
Farabi que anma.no». compárense con la» de Platón. De rep . V III. 557
«llutsmodi cent esi popnltni civium ( t v . t ; lr,ti6/p'i*.ir|)ccnuiturio .. An
w " P,,m um qatdem liben erunr omnes civiusque liberratts plena sum
maque licentia pro libídine om nu omnes audebunt... L’br autem licencia,
•bi quisque arhnraru suo siiam rnunuei...* (N. Jet T.)
SotieJjJ Jemjgiigiu r.V Jet E.f
LA CIUDAD IDtAL W

los ciudadanos de sus estados. Cada uno de ellos gobierna


el Estado q u e le ha locado para conseguir el logro de sus pa­
siones e inclinaciones. La preocupación de los habitantes del
Estado Ignorante en cuanto es posible obtener aquellos fi­
nes. es la d e aquellas rosas q u e ames menrionam-ss
El Estado inm oral o corrom pido1. aquel cuyas doctrinas
son excelentes y buenas, reconoce la felicidad futura y reco­
noce a A lláh. a los Seres Segundos, al Entendim iento A gen­
te y todas las cosas cuya naturaleza es qu e los ciudadanos del
Estado M odelo reconozcan y crean. Pero sus acciones son co­
m o las acciones d e los ciudadanos y del Estado Ignorante.
Las opiniones y acciones del Estado alterado o versátil10
fueron en el tiem po antiguo las opiniones y acciones de los
del Estado Modelo, pero las han alterado y entre rus h a b i­
tantes han penetrado otras opiniones y así han alterado sus
costum bres con otras costumbres.
El Estado extraviado11 adm itía la felicidad para después
de esta vida, peto sus habitantes cambiaron de opinión; y,
por eso. de Allah. de los S o ésS eg u n d o s y del Entendim icn-
to A gem e vinieron a creer falsas opiniones q u e no convenía
adm itir ni siquiera como parábolas y símiles. Sus primeros
jefes se im aginaron estar inspirados sin estarlo en realidad
y em plearon para persuadir de ello sofisterías, fraudes y tram ­
pantojos.
Los reyes de todos estos Estados son contrarios a los reyes
del Estado Modelo y su gobierno es opuesto al del Estado
M odelo y así las cosas todas de los habitantes q u e en ellos

• «Estado corrompido* {j IM j J ihj a t fiu q i) sc deunbe tam ban en lo»


j/S n J u l d m aJjm yjj. p 73. Iln. 16 % (N. del T.)
,# «El Estado alterado» (st-M jJms jlm u u b id d ilj) (p 90. Un. 13) o
mubeddd* (p. 92. lín »4) no k> hallo mencionado en lo» J Styjui J-
m jJjm yyj. ni jiquera al nombrar lo» Estado» opuetto» a la Ctudad Mode­
lo. (N. del T.)
ll Del «Estado ntram do» f J M i d i u *1 JjlU). te habla igualmente en
lo» d S iyJU t d m jd jm y jJ . p 74. lín 4. fN. del T.)
100 A L F A R A fíl

sc cnfu cntfan. Los reyes d e los Estados Modelo que en los


diferentes tiempos se suceden unos a otros, forman todos co­
mo una sola alma y como si fueran un solo rey que perpe­
tuam ente persevera. Del propio m odo, cuando acaece que
muchos de ellos se hallan ai mismo tiem po asociados en un
mismo Estado, o en varios Estados, la generalidad de todos
y su comportam iento es como si fueran un solo rey y sus al­
mas forman como un alma sola que perpetuam ente perse­
vera. Igualmente cuando en diferentes tiempos se suceden
en estos Estados personas «le todos los grados sociales, for­
man todas ellas como una sola alma que en todo tiempo per-
manccc. finalm ente, si a u n mismo tiem po se hallan asocia­
das gentes de un mismo grado social, sea un mismo Estado,
sea en diferentes Estados, forman las a lm « de todo como
una sola alm a, ya pertenezcan a los jefes, ya pertenezcan a
los súbditos17.
Los habitantes del Estado Modelo tienen de consuno y co­
munes cienos conocimientos y cieñas acciones; pero también
tienen otros conocimientos y otras acciones diferentes, carac­
terísticos de cada rango o grado social. Pero cualquiera de
ellos tan sólo podrá ser feliz m ediante estas dos cosas; obrando
según lo que con otros del Estado Modelo tiene de común
y según lo que tiene como propio del grado a que pertene-
ce. Obrando todos asi adquirirán sus almas como cierto aire
psíquico, honorable y noble. Cuanto más perseveran en obrar
así. más se intensificará y ennoblecerá ese modo de ser y así
aumentará su potencia y nobleza, como sucede con la perse­
verancia en cualesquiera obras, buenas, v. gr.. en escribir. Con
ellas adquiere el hombre excelencia y arte en escribir, y cuanto
m is persevere en eso. más se intensificará y ennoblecerá su

'• M Alomo, tomo otro» editores y traductore». han rnpetado el oí-


j mínuKf',0> Sin emba/gu. a partir de aquí lo* capitulo* XXX
LXXXI precede» «J recto del capitulo XXIX. que. . *u vea. debe
preceder al XXXII. (N. Jtl E.)
LA CIUDAD IDEAL 101

arte en aquellas obras. Su sagacidad y elegancia aumentará


con la repetición de las acciones. Su gusto por continuar
obrando según aquel modo psíquico de ser es mayor, como
tam bién es mayor el gozo y contento del hombre y su amor
será más intenso. Tal es la condición de las acciones con que
se adquiere la felicidad Cuanto m ás se frecuentan y repiten
y más el hombre persevera en ellas, el alma a quien pertene­
ce adquirir la felicidad, se fortalecerá m is y ennoblecerá y
perfeccionará hasta convenirle la definición de alma perfec­
ta y hasta quedar independiente y libre de la materia sin se­
guir más como familiarizada con esa materia ni necesitar, aun
viviendo aquí, de ella. Cuando, pues, ya esté exenta de m a­
teria y sea como incorpórea, cesarán para ella los accidentes
que en los cuerpos en cuanto tales tienen lugar. Entonces
de esa alma ya no se podrá decir q u e se mueve o que esta
queda, sino que. por el contrario, le convendrán las expre­
siones que se refieren a lo incorpóreo. Todo lo que en el al­
ma hum ana ocurre referente al cuerpo como tal. iodo eso
se deberá negar de las almas que ya se hallan libres de m ate­
ria. Quien no esté dispuesto, con dificultad entenderá y con­
cebirá el caso de estas almas. De este modo, el alma, al se­
pararse del cuerpo, dejará todo lo que antes por el le afecta­
ba y se le adhería. Ahora bien, siendo estas almas que que­
darán libres de materia como una sola alma en distintas m a­
terias y siendo evidente que el m odo psíquico de ser sigue
a la complexión corpórea en unos más y en otros menos y
siendo igualmente evidente que todo m odo psíquico de ser
se proporciona a la complexión corpórea en que se encuen­
tra. resulta necesariamente que el m odo psíquico de ser cam-
bia por razón de Io< cambios que Ir afectan. Siendo, pues,
¡nñumerableslos cambios corpóreos, serán también innume­
rables los cambios anímicos o psíquicos.
CAPITULO XXX

DE LA UNION DE LAS ALMAS ENTRE SI

Cuando ya haya pasado una generación o taifa y. desapa­


recidos sus cuerpos queden sus almas libres, puras y felices,
en pos de esos y en su puesto seguirán otros que recorrerán
sus mismos pasos. Estos representarán a los primeros y eje­
cutarán sus mismas acciones. C uando tam bién a su vea p a ­
sen éstos y desaparezcan de aquí, entrarán en la felicidad se­
gún el grado de aquellos primeros y todos quedarán unidos
con sus semejantes en la especie, en la cantidad y en la
cualidad Ellas. las almas, no son cuerpos, y por eso mis­
mo su reunión por muchas que sean no se verá estrechada
por el lugar, porque no se hallan propiam ente en lugar. Es­
tán. sí. unidas unas con otras, pero no al m odo de los cuer­
pos. Cuanto más se m ultipliquen las almas semejantes sepa­
radas y en mayor núm ero se unan entre sí. al m odo de la
unión de unos inteligibles con otros, el gozo y contento de
cada una es mayor y más intenso. Cuando llega un alma nue­
va aum enta el placer de la que llega por encontrarse con los
antepasados, y aum enta el placer de las que llegaron antes 1

1 «En la especie. en la castidad y en la cualidad» Víame las definicio­


nes en el capitulo ujuience (N. J t l T )
LA CIUDAD IDEAL 10}

por la que ahora se les une. Cada una se conoce a sí misma


y reconoce repetidas veces a la que se le parece y así aum enta
la cualidad de lo que conoce. El aum ento de los seres que
se encuentran se parece al aum ento en la capacidad de escri­
bir. cuando el escribiente persevera m ucho tiem po escribien­
do. El encuentro de unas almas con otras para aum entar el
gozo de cada una se parece a la m utua ayuda que ejercen
sobre sí las acciones en un escribiente o copista. Su escritura
con ellas se intensifica en potencia y elegancia. Si. pues, las
almas se encuentran infinitas veces, aum entará sin fin la ca­
pacidad o potencia de cada una y tam bién su placer en el
tiem po futuro. Tal es el caso de toda generación que va pa­
sando.
CAPITULO XXXI

DE LAS ARTES Y DE LOS MODOS


DE FELICIDAD

La felicidad puede ser de tres modos: según Ja especie, se­


gún la cantidad y según la cualidad. Esta división se parece
m ucho a la de las artes. La distribución jerárquica y específi­
ca de las artes implica que las artes difieren según la diversi­
dad de la especie, de m anera que unas son más nobles que
otras, v. g r.. el arte de tejer, el arte de las confecciones, de
la perfum ería, de la caza, de la danza, del derecho, de la
filosofía, de la elocuencia. De este m odo se distinguen va­
rias artes, cuyas especies difieren entre sí. Tam bién los que
se consagran a una misma especie, pueden diferir por la can­
tidad. Supongamos dos escribientes o copistas uno m is ins­
truido respecto de las panes que presupone el arte de escri­
bir. el otro m enos inteligente y comprehensivo de las partes
que presupone el arte de escribir. Este arte, en efecto, pre­
supone un conjunto de conocimientos: de la lengua, de la
elocuencia, de la caligrafía o buen trazado de las líneas, del
cálculo. H abrá, pues, uno q u e será buen copista al par que
buen hablista, m ientras que otro será entendido en el len­
guaje. en la elocuencia al par que en la caligrafía, un tercero
sobresaldrá en todas esas cuatro cosas. La diferencia por ra-
u \ L iu u n u iu c j u . i

zón de la cualidad consistirá en que de dos que respecto del


copiar alcanzar las mismas cosas, el uno penetra más lo que
conoce y está en ello más interesado. De aquí viene la dife­
rencia por razón de la cualidad.
La felicidad se diversifica tam bién de este m odo. Como
son malas las acciones de los moradores de las dem ás ciuda­
des (distintas de la C iudad Modelo), serán tam bién malas

el hom bre adquiere una escritura m ala, defectuosa y vicio-


sa. Cuanto más se ejercite de ese m odo, más defectuosamente
escribirá. Del m ismo m odo: la mala conducta d e los hab i­
tantes de los otros Estados (distintos del Estado Modelo) les
adquirirá disposiciones malas y defectuosas y cuanto más per­
severen en ese m odo de obrar, más defectuosa será su dispo­
sición. Sus.almas c stá a cnfcxmas-y-taLvcz sc_gozan con las
disposiciones adquiridas con aquellas acciones. Com o los e n ­
fermos en el cuerpo, v. g r.. m uchos de los que por su mala
complexión tienen fiebre, se gozan con cosas con que no d e ­
berían gozarse, v. g r., con ciertas comidas, y les parecen mal
cosas de suyo gustosas y placenteras, y no las tienen por bue­
nas. como el comer cosas dulces que de suyo es cosa que gusta:
así las almas enferm as por la corrupción de sus imaginacio­
nes que voluntariam ente han ido adquiriendo con la repeti­
ción de actos, se gozan de sus malas disposiciones y de sus
malas acciones y aborrecen las cosas honestas y virtuosas, o
no se las im aginan. Com o entre los enferm os hay quienes
no se percatan de su dolencia ni advierten en ella y llega a
tan to su creencia que no acceden a lo que les dice el médico:
así hay entre los enfermos del alm a quienes no conocen que
están enferm os y se creen buenos y sanos y no acceden a lo
que les dice una persona instruida, un m aestro, un rectifica­
dor (reformador).
CAPITULO XXXII

DE LOS MORADORES
DE ESTOS ESTADOS

Lis almas d e los moradores de los Estados Ignorantes q u e ­


dan siempre imperfectas y. para subsistir, indispensablemente
necesitan de m ateria, porque no están afectadas ni im pre­
sionadas con la.verdad d e alguno de los inteligibles prim e­
ros. De aquTque. si desaparece la m atena por la cual tienen
substancia, desaparecerán las potencias por las q u e lo que
desaparece, perseveraba, mientras que otras potencias por las
que lo que permanece, puede subsistir, seguirán perseveran­
do. Y si tam bién esto se destruye o se resuelve en otra cosa,
entonces lo que quedará, vendrá a ser una forma de esa otra
cosa en que la m ateria perm anente se resuelve. Cuantas ve­
ces suceda que después de esto se resuelve o descom pone al­
go en otra cosa, entonces loque quede, no será más que cierra
forma de aquello en que se ha ido resolviendo hasta restar
tan sólo los elem entos y el rem anente últim o será necesaria­
m ente cierta forma de los elementos. Lo que de eso después
se producirá será según lo que ocurre provenir de aquellas
panes de los elem entos a que ellas se redujeron. Si ocurre
que se com binen esas panes de m odo que se produzca un
hom bre, se convenirán en la disposición o forma que hay
LA CIU D AD ¡DLAL ¡U /

en el hom bre, m ientras que si ocurre que se com binen de


m anera que nazca otra especie o de animales o de otros seres
distintos de los animales, aparecerá la forma de esc ser. Por
sí mismos están destinados a destruirse y a reducirse a la nada,
como se ve en las bestias salvajes, en los Icones, en las víboras.
En los habitantes del Estado Modelo, las disposiciones psí­
quicas. adquiridas según las doctrinas d e sus mayores, se e n ­
cuentran como exentas de m atena. m ientras que las disposi­
ciones psíquicas perversas adquiridas con actos perversos, se
unirán a las primeras disposiciones y las volverán p erturba­
das y contrariadas. De esta oposición que por la contrarie­
dad de aquellas primeras disposiciones con éstas afectará al
alm a, resultará u n dafto grave, y de la oposición de estas ú l­
timas con aquellas primeras disposiciones al afectar al alm a,
resultará otro dafto grave. Estos dos grandes y graves daflos
se reunirán en el alma Verdaderam ente, a estas disposicio­
nes o hábitos adquiridos con actos de ignorantes seguirá cier­
tam ente u n gran dafto en la pane racional del alm a. Esta
pan e no se dará cuenta del mal que tiene por andarse ocu­
pada con lo que le ofrecen los sentidos. Aislada de los senti­
dos. entendería cuánto dafto se le sigue de esas disposicio­
nes o modos de comportarse y procuraría liberarse de la m a­
teria y desembarazarse de los sentidos y de todo aquello que
le traen de afuera, com o hace el melancólico (m um ático);
cuando los sentidos le presentan algo que le distrae, no se
cuida de su melancolía ni se percata de ello, hasta que al
quedar solo, sin preocupación de los sentidos, le vuelve el
sentim iento y dolor. Esto mismo ocurre al enferm o a quien
aqueja u n dolor cualquiera. Cuando él se halla ocupado con
otras cosas, es m enor su dolor o no se da cuenta d e él. m ien­
tras que cuando queda a solas y sin cosas en que ocuparse,
adviene de nuevo el dolor y le vuelve el mal. De este m odo
la parte racional, m ientras anda ocupada con lo que los sen­
tidos le presentan, no se percata del dafto que le acarrean
los malos com portam ientos o disposiciones voluntarias; pe-
108 AL-FARABI

ro cuando enteram ente se quede a solas sin dejarse llevar de


los sentidos, caerá en la cuenta del daño y verá lo malo di­
ese comportam iento. Para siempre permanecerá ese gran d a ­
ño de su com portam iento. Si con esa alm a va a juntarse al­
guno de su mismo grado entre los moradores de ese Estado
de los Ignorantes, aum entará el dolor en cada uno de ellos
por razón del compañerismo, porque con los incontables afec­
tados al correr del tiem po, aum entará sin límites el dolor.
Tal es la infelicidad opuesta del todo a la felicidad.
C uanto a los moradores de los Estados extraviados, aquel
que los ha descam inado y apanado de la felicidad con el ce­
bo de alguno de los fines de los ciudadanos Ignorantes, aun­
que él haya conocido la felicidad, pertenecerá sin embargo
a los Fstados corrompidos o inmorales. El tan sólo y no lo<
dem ás moradores del Estado será miserable e infeliz. Los d e ­
más ciudadanos irán pereciendo y perturbándose al modo
de los Estados Ignorantes.
En cuanto a los moradores de los Estados alterados o ver-
sátiles. si aquel que ha cam biado las cosas y los ha separado
del verdadero cam ino, pertenece a los Estados inmorales o
corrompidos, él sólo será el infeliz. En cuanto a los otros,
ellos irán pereciendo y perturbándose al modo de los de los
Estados Ignorantes. Lo m ismo se diga de los que por descui­
d o o por error se apartan de la felicidad.
En cuanto a los habitantes del Estado Modelo, forzados
y constreñidos a las acciones del Estado Ignorante, por ser
obligados a hacer lo que a ellos causa tanto dolor, la imposi-
ción de esas acciones violentas no les acarreará una disposi-
cJón psíquica contraria a la de los del Estado Modelo, dispo-
skion que pcituibarfa su estado hasta hacerle como uno de
los habitantes de los Estados corrompidos. Nada les dañarán
los actos a que fueron forzados. A los del Estado Modelo tan
sólo les podrá suceder esto cuando se vean dom inados por
uno de los Estados opuestos y contrarios al Estado Modelo
y cuando sean forzados a morar en la patria de sus contranos.
CAPITULO XXXIII

DE LAS COSAS COMUNES


A TODOS LOS MORADORES
DEL ESTADO MODELO 1

Las cosas que todos los habitantes del Estado Modelo d e ­


ben conocer, son varias: la primera es el conocimiento de la
Causa Primera y d e todas sus propiedades o atributos: sigue
luego el conocimiento de los seres inmateriales con los atri­
butos que les caracterizan en todas sus propiedades y gra­
dos. hasta llegar entre estos seres inmateriales al entendim ien­
to agente y hasta conocer q u é es lo que hace cada uno de
esos seres; el conocimiento de las substancias celestes y lo ca­
racterístico de cada una; el conocimiento de los cuerpos na­
turales que están debajo de aquellas substancias y cómo se
engendran y cómo se corrom pen; el conocimiento de lo que
en ellos sucede y acaece y tiene lugar según los juicios, la
certeza, la providencia, la justicia y la sabiduría divina, y có­
m o en ellos ninguna negligencia aparece, ningún defecto,
ninguna injusticia de ninguna dase; el conocimiento del m o­
d o de ser del hom bre, cóm o en él se originan las facultades
psíquicas y cómo el entendim iento agente irradia sobre ellas•

• Eitr capitulo Jebe preceder il XXIX. (S. df¡ F-)


110 AL-FARABI

su luz hasta producir en ellas los inteligibles primordiales y


la voluntad y la libre elección: el conocimiento del jefe pri­
mero y cómo tuvo lugar la revelación; el conocimiento de
los jefes que deben suceder al desaparecer el antecesor en
un tiem po cualquiera: el conocimiento del Estado Ideal y
de sus moradores y de la felicidad a que llegarán sus almas;
el conocimiento de los Estados opuestos al Estado Modelo
o Ideal y el del lugar a donde van sus almas después de la
m uerte: unos a la felicidad, otros a la nada*; finalm ente el
conocimiento de las Naciones Modelo y de sus opuestos. De
dos modos se pueden conocer estas cosas: o imprimiéndose
ellas en el alma como ellas son en sí o imprimiéndose en el
alma mediante analogías y semejanzas en cuanto que se pro­
duce en el alma una im agen que las representa. Los sabios
de los Estados Modelo son Tos que conocen estas cosas m e­
diante demostraciones apodícticas y m ediante la perspicacia
de sus almas; a estos sabios siguen los que conocen estas co­
sas, como se dan en la perspicacia de los sabios a quienes
siguen, a quienes creen y en quienes confían. Los demás las
conocen por las imágenes que las representan, porque en su
espíritu carecen de disposición para entender las cosas en sí
mismas o porque no puede más su naturaleza, o porque tal
es su costumbre de conocer. Am bas especies de conocimien­
to son aceptables; pero la de los sabios es sin duda mejor.
Entre los que conocen las cosas por las imágenes que las re­
presentan. unos se sirven de imágenes muy próximas a las
cosas mismas, otros de imágenes un poco más remotas, otros
de imágenes muy remotas y otros finalm ente de imágenes
enteram ente lejanas. Tales cosas se las representan cada N a­
ción y aun los habitantes de cada ciudad m ediante las imá­
genes que más y mejor conocen. Pero tal vez varían mucho
o pot o esas imágenes según las diversas Naciones, de mane- •
• U» f J j u f j úJím»co» p e * a * r m uiulm infi creyentes, llegaron a la
nica de que lo, hombre, in tísU t. pues asi lo, llaman, tendrían el mismo
desuno que las besria, (N. Jt¡ E )
LA CIUDAD IDEAL 111

ra que unas Naciones representan esas cosas de un m odo dis­


tingo de como las representan otras. De donde puede ocu­
rrir que Naciones Modelo y Estados Modelo difieran en la
religión, a pesar de que todos busquen una misma felicidad
y todos intenten un mismo fin.
Cuando estas cosas comunes a todos son conocidas median­
te demostraciones apodícticas. es imposible que en la m ane­
ra de hablar haya discrepancias ni por vía de sofistería ni aun
por razón de la inteligencia de aquellos cuya inteligencia es
más torpe y débil. Las divergencias de los contradictores no
nacen de la realidad de las cosas mismas, sino de que lo que
se concibe, carece de objetividad en las cosas. Mas cuando
las cosas se conocen m ediante semejanzas que las represen­
tan. por razón de las semejanzas pueden surgir divergencias,
más o menos grandes, más o menos claras o encubiertas. No
repugna que entre los que conocen esas cosas m ediante se­
mejanzas representativas, haya quienes se fijen en puntos dis­
cutibles en las imágenes y ahí hagan ellos hincapié. Los tales
forman varias clases:
Unos reclaman la verdadera dirección. Lo que por algu­
nos de éstos se declara falso, es algo que los eleva a otra im a­
gen más cercana a la realidad, imagen en la que no tiene
lugar aquella divergencia, y si con ella se satisface, dejará la
primera: y si la tiene por falsa, subirá a otro grado y si ahora
se satisface, dejará lo anterior; y así cuantas veces declare fal­
so lo de un grado subirá a otro superior; y si todas las imáge­
nes se le representan como falsas, es que tiene el don o capa­
cidad para llegar a conocer la verdad en sí y de ponerse al
nivel de los que im itan a los sabios; y si aun no se contenta
con eso sino que aspira a la sabiduría m isma, ésta será por
dicha suya el térm ino de sus conocimientos.
Los de otra dase eligen entre los fines de los Estados Igno­
rantes: los honores, las riquezas, el placer en la abundancia
u otras cosas parecidas. Saben ellos que las leyes del Estado
Modelo prohiben eso. Pero apoyándose en las mismas creen-
112 AL-FARABI

cías del Estado Modelo, intentan declararlas falsas todas ellas,


ya tengan tan solo imágenes representativas de la verdad, ya
sea la verdad misma aquello en que se apoyan. De dos m o­
dos pueden recusar las imágenes: o porque pertenezcan a co­
sas controvertibles, o m ediante la falacia y el sofisma. Res­
pecto de la verdad misma puede emplearse contra ella la fa­
lacia y el sofisma, cuando no hay algo que im pida su objeti­
vo ignorante y torpe. Tales gentes no deben considerarse co­
m o pane del Estado Modelo.
Finalm ente hay una tercera clase de gentes que recusan
como falsas todas las imágenes como cosas sujetas a contro­
versia y porque ellos con eso han echado a perder su inteli­
gencia y así se engañan respecto de la verdad q u e se da en
las imágenes y llegan a recusar por falso lo que n o es contro.
venible. A un cuando se elevan al grado de la verdad de m o­
d o que parece que podrían ya reconocerla, sus inteligencias
echadas a perder los apartan de ella hasta el punto de que
ellos imaginan la verdad de modo distinto de como es y creen
que lo q u e imaginan es lo que responde a la verdad. C uan­
do ellos recusan esto por falso, creen que lo q u e es falso es
lo verdadero que se pretende ser tal. no lo que ellos entien­
den. De aquí que por esta razón Ies viene a las m ientes q u e
absolutam ente noexiste la verdad y que el que se cree haber
dado con ciclamino recto"deTa verdad, debe ser tenido entre
los ilusos, y que aquel de quien se dice que ha encontrado
un modo de hacer conocer la verdad, es un seductor y un
engañador que pretende al decir eso un puesto en el gobier­
no u otras cosas. Muchos de estos quedan reducidos a incer­
tidum bres: a otros les parece ver algo de lejos o como algo
que en sueños imagina uno ser verdad real, pero ellos dicen
que de sus percepciones, si bien por razones q u e se les esca­
pan. se infiere claramente que no alcanzamos la verdad y
así pretenden ser falso lo que perciben y que no corresponde
aun entonces a la verdad. Sin embargo reconocen eso o al
menos creen haber percibido en eso la verdad.
CAPITULO XXXIV

DE LAS OPINIONES DE LOS


CIUDADANOS DE LOS ESTADOS
IGNORANTES Y EXTRAVIADOS1

Los Estados tan sólo son Ignorantes y Extraviados cuando


sus creencias se apoyan en opiniones anticuadas corrompí*
das. Entre ellos dicen algunos: Lo que nosotros vemos es que
los seres de que podemos darnos cuenta o de que somos tes­
tigos. son entre sí contrarios unos a otros y que cada uno pro­
cura destruir a su contrario. Vemos también que cada ser de
éstos, una vez que existe, recibe con su existencia algo con
que defenderla de la destrucción; algo con que apartar de
sí y rechazar la acción de su contrario, sustrayéndose así a
él; algo con que destruir a su contrario haciendo de él unj
cuerpo semejante a sí en la especie; finalmente algo con qud
poder servirse de los demás seres en cuanto útiles para rneje*
rar su existencia o para d arle cierta perm anencia. A muchos
de los seres dichos se les concede aquello con que pueden
obligar por la fuerza a todos los que les pongan obstáculos

• Este capíiulo ha llamado siempre la atención, puc* * caponen con­


cepciones de la wxiedad que el Occidente no concxelía h u ta el iirIo Xix
Hav pasajes casi niemchianos Debería ir después del XXXII. (N. £■)
114 A LF A R A B I

y se concede esto a iodo contrario respecto de su contrario


y aun respecto de todos los dem is seres hasta tal punto que
a nosotros nos parece que cada uno de estos seres en particu­
lar es el ser que primariam ente se intenta o q u e tan sólo es
él el destinado para obtener una existencia mejor sin tener
cuenta con los dem is seres. Por eso. se le concede el poder
aniquilar lo que le es perjudicial o inútil y se le concede to­
do lo que puede utilizar para una existencia mejor. V'emos
que muchos animales hacen perecer a muchos otros y aspi­
ran a destruirlos y aniquilarlos, sin que en ello se dé una uti­
lidad manifiesta, como si naturalm ente tan sólo ellos debie­
ran existir en el m undo, o como si la existencia d e todos los
demás seres Ies fuese daflosa a ellos hasta el p u n to de que
la existencia de otros les cause detrim ento y como si ningu­
na otra cosa pudiese existir. Además: cada ser cuando no lo­
gra esto (de destruir a sus contrarios), se esfuerza al menos
para aprovecharse de lo que en ellos le es útil. En esta mis­
ma disposición se halla una especie respecto de otras espe­
cies y en esa misma disposición se halla muchas veces un in­
dividuo respecto de todos los demás individuos de su misma
especie. Además: los seres aquí existentes se hallan como des­
tinados a la lucha y a la pelea y el que es más fuerte en com­
paración de los demás ése es el de entidad más perfecta. El
vencedor debería siempre: o aniquilar al otro, pues natural­
m ente la existencia de esc otro ser es una imperfección y un
prejuicio contra la suya; o al menos debería som eter y sojuz­
gar a ese otro ser. pues ya se ve que la existencia de esc otro
ser es por razón de la suya propia. Se ve que las cosas van
corriendo sin orden, que la graduación de los seres queda
inobservada. Se ve que a todas las cosas sobrevienen, aun
sin merecerlos, cienos inconvenientes que ni siquiera tienen
existencia propia. Estas y otras cosas semejantes son las que
en los seres existentes estamos viendo y reconocemos. Dicen,
según esto, que tal es la naturaleza de los seres y que ese
es su natural innato. Lo que los cuerpos naturales hacen na-
LA CIUDAD IDEAL 115

turkimente, eso es lo que deben hacer los animales libres con


su lib re arbitrio y voluntad y eso es lo que los dotados de
reflexión deben hacer con sus reflexiones. Del propio m o­
do. creen que los Estados deben luchar y pelear unos con
otros entre sí. que entre ellos no se dan grados ni jerarquías
ni merecimientos que caractericen a unos sin caracterizar a
otros, trátese de honores y dignidades, o de otra cosa cual­
quiera. Cada hom bre debe apropiarse todo el bien q u e hay.
debe esforzarse en superar a los otros para sacar de ellos todo
el bien que pueda serle útil. El más violento en vencer todo
lo que le pone obstáculos, ése es el más feliz. De estas ideas
derivan muchas otras en los Estados de opiniones ignoran­
tes. Algunos creen que entre los hombres no hay q u e buscar
ni conexiones ni relaciones, sean éstas naturales o volunta­
rias. Cada hom bre debe considerar como imperfectos a to­
dos los demás y cada uno debe singularizarse entre todos los
demás. Dos hom bres no deben asociarse sino forzados por
la necesidad, ni juntarse uno con otro a no ser en cosas pre­
cisas. En la asociación siempre se sigue que uno fuerza al otro
y este otro es forzado por aquel y siempre habrá algo extrín­
seco que los fuerza a juntarse y a asociarse. Esto, pues, sola­
mente convendrá mientras exista la necesidad y mientras dura
la presión extrínseca que los constriñe a eso. En cuanto ésa
deje de existir deberán aislarse y separarse. Este es un cnor-
me mal entre las opiniones sobre la hum anidad.
Otros como ven que el solitario y aislado no puede subsis­
tir ni tener todo lo que necesita, sin auxilio y ayuda de otros,
y que tan sólo así cada cual tendrá lo que necesita, son parti­
darios de la asociación y algunos creen que debe imponerse
por la fuerza. El que necesite auxilio, constriña y fuerce a
algunos otros y sométalos a su servicio y m ediante esos for­
zará a otros y los someterá a su servicio. Pero estos auxiliares
no deberán equiparársele; al contrario, les impondrá la fuer­
za. V. gr. el m ás fuerte de ellos en cuerpo y en armas forzará
a otro de m odo que vencido éste vencerá también por su me-
116 ALFARABJ

dio a otro o a un pequeño grupo, y m ediante esos vencerá


a otros hasta reunir auxiliares bien ordenados. Una vez que
así los ha asociado vendrán a serle instrumentos de que se
sirve según le place. Otros son partidarios de que (el origen
de) la sociedad se debe a la unión, asociación y afinidad, pe­
ro discrepan sobre aquello en que consiste esa unión. Unos
dicen que se debe al origen común de un mismo padre en
quien está la unión, y m ediante esta viene la asociación y
afinidad social, las muestras de amor y ayuda para vencer
a otros y para impedir que otros los sojuzguen; al contrario,
la diferenciación y separación deben su origen a haber teni­
do distinto padre. El haber tenido un mismo padre es lo más
característico y propio y lo que más de cerca e intensamente
exige la asociación. Otros motivos más generales llevan tan
sólo consigo una asociabiltdad débil hasta reducirse a cosas
generales y remotas donde casi es nula la exigencia de aso­
ciarse y por lo mismo la gente podría vivir solitariam ente a
pesar de ellas. En presencia de una necesidad extrínseca, v.
gr., cuando sobre ellos cae una desgracia, tan sólo podrían
subsistir y defenderse m ediante la asociación de muchas co­
lectividades. Otros creen que el lazo social (el origen de la
sociedad) se debe a la com unidad de origen, por cuanto los
hijos varones de una tribu obtienen descendencia de las h i­
jas de otra tribu, y los hijos varones de esta tribu obtienen
descendencia de las hijas de aquella primera tribu. Tal es
el origen de la alianza tribal. Otros creen que el lazo social
y el origen de la sociedad se debe a un jefe primero que reu­
nió a los primeros y los gobernó y así obtuvieron algún bien
entre los bienes de los ignorantes. Creen otros que el origen
de la sociedad se debe a un juram ento de fidelidad, m utuos
acuerdos y pactos de hacer rada uno de sí donación en favor
de los otros, sin oponerse a los compañeros ni abandonarlos,
antes uniéndose con ellos para vencer y rechazar a los d e­
más. Otros creen que el origen de la sociedad se debe a la
cemejanta de caracteres, rasgos naturales y comunidad de len­
LA C IU D A D ¡U tA L 1l

gua y m odo de hablar, mientras que. al contrario, la separa­


ción proviene de las diferencias en estas cosas. Esto, dicen,
se da en todas las Naciones. En todo aquello que para sí y
entre sí apetecen, es necesario que eviten y odien a los d e­
más. Las N a cio ne s difieren tan sólo en estas tres cosas. Otros
creen que el origen de la sociedad surge en primer lugar de
morar en la misma casa y. después, de tener las casas en un
mismo lugar. Lo más característico es la com unidad de casa,
en segundo lugar la comunidad de calle, de barrio. De aquí
que m utuam ente se apoyen los vecinos, porque la vecindad
lleva consigo la comunidad de calles, de barrios, de ciuda­
des. de territorios en que las ciudades están contenidas. T o­
davía se dan otras cosas que se cree que exigen una unión
parcial entre una pequeña colectividad > pequeño grupo aun
de dos individuos: unas veces por ser de la misma edad, otras
por razón de la comida que com en, por razón de la bebida
que beben, otras por razón de la artesanía, otras por algún
mal que les ha sorprendido, sobre todo cuando la especie
del mal es la misma para todos. Entonces llegan a unirse,
porque así unos sirven de consuelo a los otros: unos por go­
zar de cierto placer, otros por razón de encontrarse en cier­
tos parajes, en que unos podrán tener necesidad de otros,
v, g r.. la m utua ayuda durante un viaje.
CAPITULO XXXV

DE LA JUSTICIA

Han dicho: Puesto que según estos modos de entender el


origen de la sociedad, unas tribus se distinguen de otras, o
una cábila de otra, o una ciudad de otra, o unos comparte-
ros de otros, o una nación de otra, con la misma distinción
con que unos individuos se distinguen de otros, porque la
misma es la distinción entre individuo e individuo, que en­
tre agrupación y agrupación, deberá, pues, cada agrupación
procurar sobrepasar y vencer a las otras. El objetivo de esta
lucha puede ser el bienestar y salud, el honor y dignidad,
las riquezas, los placeres y todo aquello que sirva para estas
cosas. Cada agrupación deberá pretender apoderarse por la
fuerza de lo que los otros poseen, quedándose con lo así co­
gido. Un individuo cualquiera se halla tam bién en ese m is­
m o caso respecto de otros individuos. La agrupación que de
este mismo modo se apodera de otras agrupaciones, es la ven­
cedora. la triunfante, la feliz. Estas cosas son naturales, tan­
to en los individuos particulares como en las agrupaciones.
Eso es de la naturaleza misma de los seres naturales. Ahora
bien: lo natural e innato es lo justo. La justicia, pues, se funda
en la lucha hasta la victoria y consiste en que una parte cual­
quiera quede vencedora, mientras que la vencida perecerá
y será destruida, si la guerra era por el bienestar corporal.
LA CIUDAD IDEAL 110

y así quedará el vencedor viviendo él solo, o bien el vencido,


cuando la guerra se ha hecho por el honor y dignidad, que­
dará esclavo, al servicio de la agrupación victoriosa, hacien­
do lo que al vencedor sea más útil y dejándole obtener el
bien debido a la victoria y por el cual perseveraba en la gue­
rra. De este modo el servicio que al vencedor hace el venci­
do. pertenece a la justicia y esa acción del vencido en prove­
cho del vencedor es debida de justicia. En todo esto hay jus­
ticia natural y es cosa virtuosa y tales acciones son virtuosas.
Si. pues, los bienes han de venir al grupo vencedor, de entre
los bienes ganados convendrá dar más al más esforzado en
ganar la victoria y menos al que se esforzó menos. Si el bien
por que se hizo la guerra, era el honor y dignidad, conven­
drá dar más honor y dignidad al más esforzado en ganar la
victoria y menos al que se esforzó menos. Si el bien por que
se hizo la guerra, era el honor y dignidad, convendrá dar
más honor y dignidad al más esforzado. O tro tanto se diga
cuando se trata de bienes raíces o de otras cosas. Al parecer
de ellos esto es lo justo y natural. Aftaden que todo lo de­
más que llaman justo, v. gr.. en la compra y venta de obje­
tos. en la restitución de un depósito, el cohibir la ira. el no
hacer mal al prójimo y otras cosas parecidas, práctica y pri­
mariamente se debe al miedo o a la debilidad, o a la violen­
cia que les viene de fuera, porque los dos contratantes son
como dos particulares o como dos agrupaciones de igual fuer­
za que se equilibran y alternan en el provecho de la victoria.
Se alargará entre ambos la lucha y experimentará cada uno
de los dos alternativas hasta llegar a un estado intolerable
para los dos. Entonces se asociarán entre sí y harán una dis­
tribución de los bienes disputados y dejará cada uno de ellos
al otro una parte alícuota de aquello por que se combatían
y m anteniendo sus aspiraciones se impondrán m utuam ente
la condición de que ninguno pretenda apropiarse lo que el
otro posee, a no ser cumpliendo ciertas condiciones en las
cuales habían convenido. De esto nacieron las condiciono
120 ALFARABl

establecidas en la compra-venta y a esas leyes se parecen las


tlcl honor y dignidad, las de cierta ayuda y otris•semejantes.
Pero todo esto se debe a lo débil que cada uno se siente res­
pecto del otro y al miedo que ambos m utuam ente se tie­
nen Mientras sigan ambos estacionados en esc estado, les
convendrá el tener algo común; pero si uno llega a prevale­
cer sobre el otro, entonces le convendrá rescindir las condi­
ciones e intentar la victoria, a no ser que entonces les venga
a ambos algo del exterior que les prive de todo medio de
defensa si ellos no siguen unidos y eso les obligará a dejar
la lucha >• volver a la unión, mientras ese algo dure; o. a no
ser que u no de los dos preocupado por algo que quiere o b ­
tener del otro vea que tan solo podrá obtenerlo mediante
la ayuda del otro y obrando los dos de común acuerdo. A m ­
bos dejarán entonces entre tanto sus altercados y se presta­
rán m u tu o auxilio. Cuando por estas rajones hay cierta sa­
tisfacción respecto de sus discrepancias y cuando ya haya pa­
sado algún tiem po y haya venido una generación que no sa­
be lo que antes hubo creerá esa nueva generación que lo jus­
to es lo q u e ahora ven sin caer en la cuenta de que eso se
debe al m iedo y a la debilidad. Se engarta, pues, en la prác*
| tica. Por consiguiente el que obra así. es un individuo débil
i ° teme despertar en el otro lo que en sí propio va concibien­
do a propósito de lo que desea hacer.
CAPITULO XXXVI

DE LA HUMILDAD

La hum ildad consiste en confesar que A llih gobierna el


m undo y q u e los espíritus moderan y dirigen todas las accio­
nes y prácticas que Allah prescribe: oraciones, alabanzas, glo­
rificaciones. mientras que el hom bre, al hacer esto y renun­
ciar a muchos de los bienes que en esta vida ocurre desear,
perseverando en ello a pesar de todo, será por ello recom­
pensado y será indem nizado con bienes enormes que le co­
rresponderán después de la m uerte; pero si prescinde de es­
tas cosas abrazándose con los bienes de esta vida, será retri­
buido después de la muerte con grandes males que le sobre­
vendrán en la otra vida.
Todo esto (según ellos) no se reduce más que a estratage­
mas y astucias contra unos en favor de otros, estratagemas
y pretextos d e quien es incapaz de combatir por esos bienes
atacando valerosamente y m ostrando su energía. Respecto
de estas cosas predomina la astucia de quien es incapaz para
apoderarse d e ellas, incapaz de atacar con sus propias manos
y armas sin otro estímulo y ayuda que ponga a los otros te­
mor y los fuerce a dejar todos aquellos bienes o algunos de
ellos para que él se apodere de ellos. Cuando nadie hay ca­
paz de arrebatar esas cosas a las claras o para vencer por la
fuerza apoderándose de esas cosas, entonces cree el que las
122 AL-FARAB!

posee q u e no hay quien las codicie y cree a los oíros buenos


y que tiene de ellos garantía cierta y que por eso no hay que
prevenirse ni precaverse, pero el otro oculta sus intenciones
y así se dice de él que su conducta es divina y su exterior
y forma es de quien no desea aquellos bienes para sí y eso
da ocasión a que se le trate con honor, aprecio y considera­
ción en cuanto a los demás bienes. Las gentes le dan crédito
y le tienen amor. No se desaprueba su subida codicia en co­
sa alguna, mejor dicho todos tienen por bueno lo malo que
hace y así consigue que rodos le honren y que se dejen do­
m inar de él y el obtiene así bienes, placeres y todo lo bueno.
Para estos sirven todas estas cosas. Como en la caza unas ve­
ces vemos que se hace por el poder y la fuerza y otras por
la habilidad y astucia: así la consecución de estos bienes o
se hace por violencia o mediante engaños. Puede suceder que
exteriormeme alguien haga imaginar que intenta algo dis­
tinto de lo que en realidad intenta y así no se desconfíe de
él. ni se prevenga uno contra él. ni dé cuidado alguno. Con
eso obtiene con facilidad las cosas. El que se aplica a las co­
sas y las retiene, como eso lo hace únicamente hasta obtener
aquello por lo que lo hace y se acomoda exteriormente a eso
hasta lograr uno de aquellos bienes o hasta lograrlos todos:
la gente tiene a ese tal por hom bre de suene y él adquiere
con eso mayor crédito de su ceneza, sabiduría, ciencia y co­
nocimientos. Ellos le estiman y le alaban. Si él hace estas
acciones por ser ellas tales acciones y no por obtener con ellas
estos bienes, la gente lo tiene por ¡luso, engañado, pobre,
miserable, d e poco entendim iento, ignorante de su fortu­
na. despreciable, im potente, vituperable. Sin embargo, m a­
nifiestamente le alaban al verle tan afortunado. Algunos por
interés propio para hacerle objeto de vituperio; oíros por in­
terés propio le apoyan para que él no hagan presión sobre
sus propios bienes, para que. por el contrario, les deje m ul­
tiplicarlos con esos y con otros. Otros alaban su conducta y
sus m étodos, tem iendo que les quite lo que tienen, si hay
LA CIUDAD IDEAL 123

quien no se acomode a su manera. Oíros lo alaban y licncn


por afortunado, porque también ellos andan engañados co­
mo aquel otro. Estas y otras parecidas son las opiniones de
los ignorantes, las cuales se dan también en el espíritu de
muchos respecto de lo que desean en los seres presentes.
C uando ya h an conseguido los bienes sobre que altercaban,
es necesario conservarlos, retenerlos en su posesión. acrecen­
tarlos y aumentarlos, pues de no hacerlo así se disiparían.
Algunos creen que perpetuam ente hay que esforzarse por
vencer a los demás. Vencida una agrupación se debe pasar
a otra. Pero otros son de opinión que de esto deben partici­
par no solamente ellos, sino tam bién otros, conservando y
dirigiendo los negocios ya por sí mismos, v. gr., la compra
y venta, el comercio en general y cosas parecidas, ya por m e­
dio de otros y por tanto sojuzgados antes. Hay quien acepta
ambas cosas a la vez. Otros creen que deben proponerse dos
grupos: uno que m ediante las operaciones comerciales pre­
tenda y obtenga esas cosas; otro que las obtenga por la vic­
toria. Resultarán así dos grupos, cada uno de los cuales in­
tenta algo particular; unos la victoria de los enemigos; otros
el comercio voluntario. Hay entre ellos quien cree que las
mujeres son para el comercio y que los hombres son para la
guerra. Si alguno de los hombres resulta débil y menos gue­
rrero. deberá dedicarse al comercio, y si no valen ni para lo
uno ni para lo otro, entonces están de sobra en el mundo.
Otros opinan que los pueblos dedicados al comercio son muy
distintos de los pueblos dedicados a la guerra, y a sojuzgar
a otros y estos por su mismo m odo de ser serían los encarga­
dos de conservar los bienes obtenidos en la guerra, de acre­
centarlos y d e multiplicarlos. Hay quien dice que la guerra
debe solamente hacerse entre seres de distinta especie. La es­
pecie la deben conservar iodos los que h constituyen, por
lo cual deben estar en paz unos con otros. Todos los hom ­
bres constituyen una sola especie. D eben, pues, estar en paz
unos con otros y luchar contra los demás seres hasta obtener
124 AL-FARABI

lo que de ellos pretenden, dejando lo que no Ies es útil. Lo


inútil q u e sería dañoso, se ha procurar que desaparezca; pe­
ro lo inútil que no sería dañoso, se dejará sencillamente a
un lado. Añaden: siendo esto así. los bienes q u e unos hom ­
bres de otros debemos adquirir, han de estar sometidos al
comercio voluntario, mientras que por los bienes que deben
adquirirse de otras especies, hay que luchar y esforzarse para
obtenerlos, porque ninguna razón hay para q u e los gocen
esos otros seres que no pueden ejercer el comercio volunta­
rio. Añaden: tal es lo natural en el hom bre. El ser uno com ­
bativo y guerrero erTcuanto tal, no le viene de la naturaleza
hum ana. Por eso. si se diese una nación o un grupo extraño
a lo que es natural al hom bre y pretendiese ese grupo sobre­
ponerse por la fuerza a los demás grupos hum anos respecto
de cienos bienes por cuya conservación toda la nación o gru­
po natural debe tener miembros especializados para defen­
derlos y rechazar a los tales, caso de que pretendan impo­
nerse por la fuerza y de im poner el derecho de la victoria:
entonces cada grupo (hum ano) tendría como dos funciones,
la de defenderse hasta vencer y la de comerciar. La función
defensiva no la tiene para estarla ejercitando siempre que le
de la gana, sino cuando la necesidad venida de fuera se pre­
senta. En el modo de pensar discrepan unos de otros. Unos
opinan que la paz no se debe a algo extrínseco, mientras que
lo que lo otros creen es que la lucha y guerra n o se deben
a algo extrínseco. De aquí nacen las opiniones d e las Nacio­
nes que gozan de paz.
CAPITULO XXXVII

DE LOS ESTADOS IGNORANTES 1

En cuanto a los Estados Ignorantes, unos son los que se


reducen a lo indispensable, otros son versátiles, otros corrom­
pidos. otros honorables y otros Estados Generales. Los m o­
radores de los Estados, distintos del Estado G eneral, única­
m ente se preocupan de un solo fin entre los diversos fines,
mientras q u e. por el contrario, lo esencial del Estado G ene­
ral es preocuparse de múltiples cuidados, pues reúnen en sí
los intereses de todos los Estados (Ignorantes). C uanto a la
lucha y a la defensa a que se ven sometidos los Estados pací­
ficos, se d an también en los Estados Generales, sea en todos
sus moradores, sea en una pane de ellos. Los habitantes,
pues, del Estado General son de dos clases: una p an e tiene
la fuerza y la defensa para vencer, mientras que la otra no
tiene nada de eso. De este m odo conservan los bienes que
tienen. Esta pane de los Estados Ignorantes tiene un espíri­
tu sano y recto, mientras que aquella primera no lo tiene,
puesto que considera la guerra como un bien y esto de dos
maneras: o de una manera manifiesta o con una manera de
astucia. Q uien entre ellos puede hacer la guerra de un m o­
do manifiesto, lo hará así; pero si no puede, entonces apela

1 [s e apctuJo ct otra irdjaKO de lo* capftuk* XXIX. XXX^ tS Jet E )


12í> AL FARABI

al engaño, encubrim iento, hipocresía, disim ulo > astucia


Unos creen que en la guerra está la felicidad y perfección
q ue después de su m uerte puede el hom bre obtener en la
otra vida y que en realidad se dan virtudes y actos virtuosos
conducentes a obtener la felicidad después de la muerte Ha.
cen ellos sus observar iones y como lo que advierten en los
seres naturales no pueden negárselo ni rechazarlo, han creí­
do deber adm itir, que. si es natural todo lo que en los seres
realizados se advierte, será necesario conceder lo que creen
los ciudadanos ignorantes. Por eso creen poder decir que los
seres naturales constatados en el presente estado de cosas tu ­
vieron un m odo de existir distinto del que hoy se adviene
en ellos, y que este m odo d e existir que hoy tienen no es
natural sino que es opuesto y contrario al m odo de existir
que les fue natural. Debe. pues, ser el objetivo de la volun­
tad y de sus prácticas el aniquilar y destruir este m odo actual
de ser para obtener aquel estado que es la perfección naru-
ral. porque este m odo actual de ser es un obstáculo para la
perfección. Si eso se destruye, se obtendrá la perfección des­
pués de su destrucción. Creen otros que hoy mismo es cuan­
do se produce la existencia de los seres actuales, pero que
se le a juntan y mezclan otras cosas que los corrompen y los
apanan de los actos (legítimos) y así han deform ado a un
gran núm ero, de m odo que se ha creído, v. gr.. hom bre lo
que no es hom bre y se ha creído no hombre lo que es hom ­
bre. y que no es acto d e hom bre lo que en realidad de ver­
dad es acto de hom bre y que es acto de hom bre lo que en
realidad de verdad no es acto d e hombre. Así al presente
el hombre no hace aquello de cuya naturaleza es que lo ha­
ga el hombre y. por el contrario, hace aquello de cuya n a tu ­
raleza es que no lo haga. El hom bre estima verdaderas m u ­
chas cosas que no lo son y estima ccmo imposible mucha*
cosas que no son imposibles Según estas dos opiniones h a­
bría que adm itir el aniquilam iento de este m odo de existir
que constatamos, para obtener aquel otro m odo de exl-tir
LA CIUDAD IDEAL 127

Así. pues, el hom bre es uno de los seres naturales, pero el


m odo de ser que ahora rim e, no es el m odo de ser natural,
sino que su m odo de ser natural es otro m odo de ser distinto
de este actual y este que ahora tiene, es contrario a aquel
m odo de ser y un obstáculo p ira él. JUsncdojIcLCJUStiniue
hoy tiene el hom bre no es natural. Creen algunos que la
¡¡ojón del alma con el cuerpo no es natural y que el hom-
bre propiam ente es el alma. La unión del cuerpo con ella
la corrompe y altera sus propios actos. D e ella tan solo pro­
vienen las cosas malas por su unión con el cuerpo. Por el con­
trario. su perfección y sus virtudes consisten en deliberarse
y soltarse del cuerpo y que para su felicidad no tienen nece­
sidad de cuerpos ni para ir obteniendo la felicidad tiene n e­
cesidad de cuerpos ni de cosas extrínsecas debidas a los cuer­
pos. v. g r.. riquezas, vecinos, amigos, conciudadanos. El^er
corpóreo, sí. ése es el que necesita de instituciones pojíticas
y 'd e todas esas otrarcosas extrínsecas. KiemanTpucs, que
J?fré~Rhfre^~úriTa~do7se ser corp ó g o . A otros Ies parece
“que el cuerpo es natural al hom bre, mientras que losacci-
dentes del alma no son naturales al hom bre. Creen que las
virtudes perfectas con que se obtiene la felicidad, consisten
en el aniquilam iento y destrucción de esos accidentes. Al­
gunos sostienen esto respecto de todos los accidentes, de la
ira. de la concupiscencia y otras cosas semejantes a éstas, por­
que creen que ¿ ta s son lis causas por que preferimos los bie­
nes aparentes u opinables, como son los honores. las rique­
zas. los placeres, y que el preferir la guerra y la lucha se debe
a la ira y a la potencia irascible y a esto se deben también
las divergencias y disputas. Por esto piensan que deben ani­
quilarse todas estas cosas. Algunos son de parecer que esto
tiene aplicación en la concupiscencia y en la ira y en cosas
semejantes y que en aniquilarlas consisten las virtudes y la
perfección. Otros dicen que esto se aplica tam bién a acci­
dentes distintos de estos, v. gr. a los celos, a la avaricia y co­
sas semejantes. Creen algunos que lo que produce el ser na-
l-'S AlFARABJ

tura] es distinto de lo que produce el ser q u e ahora tene-


nios, y q u e la causa de donde proviene la concupiscencia y
la ira y todos los demás accidentes (afecciones) del alma, es
opuesta a la que produce la pane racional: unos ponen la
causa de esta oposición y contrariedad en dos agentes, como
Empcdoclcs; otros ponen la causa de esta oposición en las
materias, como Parménides (en sus opiniones manifiestas)
y otros fisiólogos. Una opinión distinta de éstas, en cuanto
a lo que se refiere a muchos antiguos, es ésta: «por la volun­
tad mucres, por la naturaleza viv«>. Creen ellos que hay dos
m uenes: una natural y otra voluntaria. Con «muerte volun­
t a r a significan el aniquilam iento de los accidentes del al­
ma: la concupiscencia. la ira. mientras que con «m uene na­
tural» significan la separación entre alma y cuerpo Con «vi­
da natural» significan la perfección y la felicidad. Tal opi­
nión es d e quien cree que los accidentes del alma: la ira. la
concupiscencia, constituyen una violencia en el hombre
Las opiniones de los antiguos que hemos mencionado, son
corruptoras y de ellas han pululado creencias q u e han dado
origen a sectas religiosas en muchos de los Estados extravia­
dos. Otros, al observar y reflexionar sobre d estado de los
seres naturales que antes hemos descrito, aJ observar (digo)
que tienen existencias diferentes y opuestas, y q u e unas ve­
ces existen y otras no existen, y al observar todo lo demás
que hemos dicho: son de opinión que los seres actuales, sean
sensitivos, sean intelectivos, no tienen substancias determ i­
nadas y fijas *. Ninguno de entre ellos tiene naturaleza pro­
pia. de m odo que su substancia sea esa naturaleza y ella sola
y no sea ahora algo distinto. Mejor dicho, la naturaleza de
cualquier ser es algo indefinido. V. gr.. tomemos como ejem­
plo el hom bre. Lo que con esta palabra «hombre» se cntien-

3 Parecerá r»u opinión il*o como propio del uuema de H ejrl. en cuan-
10 pueden dañe emei cualesquiera aun contrarios y contradictoriamente
opuestos entre al (N. J t l T.)
LA CIUDAD IDEAL 129

de es algo de substancia indefinida; la substancia y lo que


con ella concebimos son cosas que no tienen límite. La subs­
tancia que ahora sentimos, es ese sensible, como la substan­
cia que ahora estamos entendiendo, es lo que hoy pretende­
mos entender con ella (es esc inteligible). Pero bien p uede
ser que la substancia^ sea algo d istin to d c este inteligible y
■de este sensible! Otro tanto se diga de todo lo que ahora no
csser actual. Porque su substancia no sería tan solo eso que
con la^alab ra sc ^ ñ tl^ d ^ iiflQ JlH f^ c ío ^ ialg u fia-m ia x ü sa
que ni sentimos ni entendem os, y si pusiéramos eso en vea
de lo que ahora es ser actual, lo sentiríamos y entendería­
mos. Lo que ha recibido ser actual, está todo en el mismo
caso. Si alguien objeta que no dice que la naturaleza, aque­
lla naturaleza de lo que con cada palabra se entiende, no
es esc inteligible de ahora sino que dice que son otras cosas
indefinidas; m ejor dicho dice que es eso. pero que puede,
además, ser algo distinto de eso que hemos entendido: (di­
go que) ninguna diferencia hay entre decir lo uno o lo otro,
porque de lo que puede ser y es posible, cuando ya llegó
a existir, no se seguirá ningún inconveniente. Del mismo mo­
do acontece en todo lo que a nuestro parecer no puede set
otra cosa o es imposible que sea otra cosa y, sin em bargo,
algunas veces puede ser otra cosa. Lo que necesariamente se
sigue de m ultiplicar tres por tres, no es precisamente la exis­
tencia del nueve; mejor dicho su esencia no es eso. sino que
entre los innum erables seres existentes puede de eso haber
provenido otra cosa num éricamente distinta o puede haber
provenido por azar, o haber provenido otra cosa q u e ni sen­
timos ni entendem os, como que puede haber infinitos sen­
sibles e infinitos inteligibles que ni sentimos ni entendem os,
o puede no haberlos y sin em bargo se sienten y conocen.
Igualmente lo que se sigue de una cosa dada, n o se sigue
precisamente porque su substancia sea una cosa q u e preexi­
ge eso. sino q u e o se debe al azar, o a un agente exterior
a esa cosa q u e produjo en ella algo, tal vez al tiem po de su
150 AL-FARAB1

producción o tai vez ya antes en alguna de sus disposiciones.


La actualización o posición en acto de todo ser actual en cuan*
to tal. o se debe al azar o se debe a un agente exterior o a
la acción de ambas cosas. Puede ser que en vez de lo que
entendem os con la palabra «hombre*, resulte otra cosa dis*
tinta de lo que hoy entendem os, pero ese agente quiere que
entre todas aquellas cosas que habrían podido presuponerse
o considerarse, se considere precisamente este inteligible y
así no sentimos ni entendem os otro matiz que éste y éste
solamente.
Esta opinión es de la misma laya que la del que piensa
que puede ser verdadera la contraria y aun la contradictoria
de todo lo que acerca de algo hoy entendem os. Pero sin em ­
bargo Ies parece m is seguro tener por ilusión el que lo ver­
dadero cieno —que es esto que ahora pensamos— consista
en que lo que con la palabra «hombre» se entiende, pueda
ser otra cosa distinta de lo que hoy con ella se entiende, y
aun que puedan ser cosas infinitas, en cuanto que cada una
de ellas podría ser la naturaleza de esta esencia entendida
y en cuanto q u e así ellas, si existen, como eso que hoy se
entiende, son una misma cosa en número. Entonces lo que
hoy se entiende no es una cosa en núm ero, ni lo que con
la palabra «hombre» se entiende es cosa distinta de esto que
hoy se entiende, y si num éricamente no son una sola cosa,
sino muchas cosos y de diversas definiciones, entonces la pa­
labra «hombre* se predica de m odo equívoco. Y si además
de eso pertenece a las cosas que sim ultáneam ente pueden
aparecer en la existencia concrea, serían como lo que hoy
llamamos ’syn <ojo. fuente de agua, oro acuñado, etc.), y
así existirían sim ultáneamente cosas infinitas en número. Sí*,
en cambio, perteneciera a lo que no puede existir simultá­
nea sino sucesivamente, habría en el resultado total cosas con­
trarias u opuestas. Si son opuestas, ya sean en número infi­
nito. ya sean en núm ero finito, se sigue que lo contradicto­
rio o contrario u opuesto de todo aquello que nos parece im-
LA CIUD AD IDEAL 131

posible que sea otra cosa, en el resultado total es realmente


muy verdadero, póngase en su lugar la esencia o póngase b
contrario de ella. N o solamente se sigue de a q u í que ningu­
na proposición que se enuncie, es absolutam ente verdadera,
sino que se sigue igualmente que todas las proposiciones que
se enuncien, son absolutam ente verdaderas y que absoluta­
m ente no hay cosa imposible en el m undo gcncrable. Si se
considera algo como naturaleza de cierta cosa, bien podrá
ser que sea algo distinto de aquello que con esa palabra en­
tendemos hoy. De este modo, la naturaleza d e una cosa que
no conocemos —cualquiera que sea la cosa— , pero que pue­
de devenir existente en acto y así ser sentida y entendida,
y aun puede devenir un inteligible, no nos es. sin embargo,
ho> inteligible; y aquello que ahora no conocemos —sea ello
lo que fuere—. pero que en el resultado total puede ser con­
trario u opuesto y por tam o es aquello que nos parece absur­
do. es posible, stn embargo, que no sea absurdo.
Esta opinión y las de la misma laya, destruye la filosofía,
como que las cosas que están ya impresas en las almas como
absurdas, las propone como verdaderas, por cuanto conside­
ra como posibles todas las cosas, de suerte que en sí existan
de hecho con existencias contrarias y con existencias indefi­
nidas. así en sus substancias como en sus accidentes. Y sin
embargo no las considera como cosas absurdas.

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