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FACULTAD DE COMUNICACIÓN
DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN SOCIAL
1.1. INTRODUCCIÓN
La capacidad de generar sentidos y significados que busquen favorecer los vínculos intra y
extrainstitucionales con la sociedad se ha comportado históricamente como una mediación
decisiva para la legitimación social de las organizaciones, más aún en tipologías de entidades
como las hermandades (en cuya demarcación se inscribe la Sociedad Abakuá) 1, aparecidas y
signadas sobre vínculos semisecretos, no públicos, subyacentes o soterrados, como quiera
llamárseles, y para los cuales las prácticas comunicativas, pese a no haber discurrido por los
derroteros comunes a otras instituciones, evidentemente han sido lo suficientemente efectivas
como para permitir su permanencia y evolución institucional en el tiempo.
Dentro de esta tipología de organización, ha sido tal vez la Logia Masónica la más atendida
por la historiografía cubana; sin embargo, también en este caso, los estudios que se interesan
por sus lógicas y urdimbres comunicativas están por realizarse.
Respecto a la Sociedad Abakuá, muchas son las interpretaciones que sobre ella se han tejido, y
que han favorecido el que comúnmente se le aprecie como una entidad estrictamente religiosa
y no por la naturaleza mutualista que la distingue desde sus días fundacionales y la mantiene
activa en pleno siglo XXI. Lamentablemente, esa constricción de lo religioso limita los aportes
que puede recibir de las ciencias de la comunicación.2
De tal suerte, el perfilar un objeto de estudio como el que en estas páginas se objetiva, y
hacerlo desde un enfoque transdisciplinar, tal y como requiere la naturaleza plural de la
entidad, si bien privilegiando el acercamiento en clave comunicológica, no solo vendría a
cubrir un vacío investigativo, sino que tributaría desde la cientificidad nuevos elementos
1
Aunque los miembros de la agrupación se autorreconocen como Ekori Enyene Abakuá, la mayor parte de la
bibliografía los denomina indistintamente ñáñigos, por tanto, ambos términos se utilizarán en el presente trabajo
como sinónimos. También se prefiere el término abakuá, con “k” en vez de con “c”, como lo emplean algunos
autores, y solo se mantendrá con esta última en caso de citas textuales, respetando la grafía utilizada en las
mismas.
2
El desempeño del autor del presente trabajo como periodista-investigador, con maestrías en Comunicación y en
Antropología, a la vez que su pertenencia a la hermandad abakuá, con jerarquía (plaza) dentro de una potencia y
la vicepresidecia del Consejo Provincial Abakuá de La Habana, constituyen una ventaja en su doble condición
emic-etic.
.
2
1.2.2. Premisas.
- Las relaciones económico-sociales que se fueron generando en Cuba durante la colonia
favorecieron la aparición de agrupaciones fraternales, de socorro y/o hermandades de diversa
índole, entre las que se inscribe la Sociedad Abakuá, como expresión de un discurso otro, que
diera salida a sus anhelos, necesidades y aspiraciones desde la alteridad, sin abandonar sus
raíces matriciales, pero que devienen prácticas híbridas, como expresión de lo nacional.
(oral, corporal, iconográfico, ritual-mítico, entre otros), como también desde esta instancia
procurar la articulación de la perspectiva sincrónica con la diacrónica y de suyo privilegiar el
análisis comunicacional hacia esta hermandad desde su singularidad institucional.
1.2.3. Objetivos:
Objetivo general:
Objetivos específicos:
Prácticas culturales: El catedrático francés Michael de Certeau (1999, pp. 7-8) las define
como el conjunto más o menos coherente, más o menos fluido, de elementos cotidianos
concretos o ideológicos, a la vez dados por una tradición y puestos al día mediante
comportamientos que traducen en una visibilidad social fragmentos de esta distribución
cultural de la misma manera que la enunciación traduce en el habla fragmentos del discurso.
“Es „práctica‟ lo que es decisivo para la identidad de un usuario o de un grupo, ya que esta
identidad le permite ocupar su sitio en el tejido de relaciones sociales inscritas en el entorno”
(ob. ct.). A los efectos de esta investigación, se consideran prácticas culturales las actividades,
discursos y ritualidades específicos que emergen del contacto individual con el espacio
urbano, dentro de un campo cultural determinado (en el caso abakuá, social y religioso como
forma simbólica), orientadas a la formación y/o recreación y que, a su vez, expresan la
experiencia común y compartida (identidad) del grupo, que matiza y hace visible la memoria
popular. Además, presupone que son espacios sociales que se van abriendo y consolidando
históricamente (procesos de secularización cultural), que al interno de cada campo hay lógicas
específicas, así como en cada uno de ellos hay procesos de formación de técnicas o saberes
con diferente profundidad, en cuanto a la percepción, sensibilización, nivel de práctica para el
dominio técnico, conocimiento de ciertos códigos y las formas de participación y organización
de cada campo.
Sociedad Abakuá: De acuerdo con Enrique Sosa (1982, p. 124) se trata de una “sociedad
secreta, exclusiva para hombres, autofinanciada mediante cuotas y colectas recaudadas entre
sus miembros, con una compleja organización jerárquica de dignatarios (plazas) y asistentes,
la presencia de seres ultramundanos, un ritual oscuro cuyo secreto —celosamente guardado—
se materializa en un tambor llamado ekwé, ceremonias de iniciación, renovación, purificación
y muerte, beneficios temporales y eternos, leyes y castigos internos de obligatoria ejecución y
aceptación, un lenguaje hermético, esotérico y un lenguaje gráfico, complementario, de firmas,
sellos y trazos sacros constituye, hasta nuestros días, un fenómeno cultural sin paralelo en
8
1.2.7. Métodos.
Se utilizó la metodología cualitativa y, dentro de esta, se aplicó el método etnográfico y
hermenéutico. El primero posibilitó la descripción o reconstrucción analítica de carácter
interpretativo de la cultura, formas y estructura social del grupo investigado, cuyas reglas,
normas y modos de vida son generados a partir de la construcción de un discurso. Su
procedimiento principal fue la observación participante, donde el investigador pasó el tiempo
suficiente en el escenario social en el cual se desenvuelven sus miembros.
Teniendo en cuenta que las prácticas culturales analizadas vienen de hace casi dos siglos, es
necesario un recorrido por las principales fuentes documentales desde diferentes perspectivas,
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Desarrollando pautas por medio del marco metodológico de la hermenéutica profunda que
sugiere Tompson, la investigación se adentra en las prácticas culturales abakuá, y orienta a una
interpretación (o reinterpretación) del fenómeno significativo en cuestión como organización
al interior de la sociedad civil cubana, lo cual permitirá dar salida a expresiones, canales,
mensajes y otros elementos de la comunicación institucional, así como el abordaje de dos
ámbitos de relación a saber: relaciones/diálogos entre la Sociedad Abakuá y la sociedad civil,
y los diálogos con la comunidad de otras expresiones religiosas asentadas en el país y con el
Estado cubano. Como afirma la profesora cubana Magda Rivero (s/f, p. 2) “La comunicación
se convierte en objetivo, en estrategia y también en medio táctico para lograr los más diversos
fines”. Siguiendo ese patrón comunicativo, será estudiada la Sociedad Abakuá y su interacción
sociohistórica desde la transdisciplinariedad como forma simbólica en sí misma.
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Objetivo capitular: Establecer un marco referencial que explique la evolución histórica de los
estudios culturales y justifique la necesidad de una propuesta teórico-metodológica desde la
Comunicación para investigaciones como la que se propone.
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Etimológicamente, el término comunicación nos remite a la raíz latina comunis, que significa
común; o sea, que de acuerdo con esta voz, comunicación es, en su origen, hacer común un
conocimiento o información.
Luego de redefinir el significado, el decursar del tiempo y, por supuesto, el uso hacia
diferentes direcciones, se ha extendido el término desde el hacer común inicial a los
mecanismos e instrumentos para lograrlo, incluido el traslado de la información de un actor a
otro, o lo que es igual, la transmisión. Todo lo anterior nos mueve en dos direcciones
contradictorias: la comunicación como proceso unidireccional (transmisión) y como un
proceso bidireccional (interactivo, compartido y mutuo).
Entre los siglos XVII al XIX, el desarrollo del capitalismo en Europa y el advenimiento de las
sociedades modernas impulsaron la circulación de las formas simbólicas en cantidades cada
vez más crecientes. Para finales del decimonónico y a todo lo largo del vigésimo siglo, el
significativo aumento de los medios de producción y circulación, gracias a los avances en la
codificación y la transmisión eléctrica de formas simbólicas, determinó el empoderamiento de
un fenómeno que caracterizó la etapa: la comunicación de masas.
Para el marxismo, el poder y la cultura no son conceptos que se puedan analizar aislados, sino
fenómenos generales fundidos que estructuran la sociedad. Marx ve la cultura como
productora y reproductora del ordenamiento del poder, donde el Estado tiene atada,
fiscalizada, regulada, vigilada y tutelada a la sociedad civil, desde sus manifestaciones más
amplias de la vida hasta sus vibraciones más insignificantes, desde sus modalidades más
generales de existencia hasta la existencia privada de los individuos (Marx, 1985, pp, 491-
492).
El nacimiento del marxismo representó una auténtica revolución en la historia del pensamiento
humano y en la historia de la filosofía, pero implicaba la sucesión, la reelaboración crítica de
todo cuanto de avanzado y progresivo había sido alcanzado ya por la historia del pensamiento
humano a partir de un nuevo enfoque profundamente científico.
Así, estimó el desarrollo del pensamiento en íntima relación con la ciencia y con toda la
práctica histórica de la humanidad. Marx y Engels no se limitaron a hacer suyas las teorías de
los viejos materialistas y la dialéctica de los idealistas, sino que las sistematizaron en una
unidad, basados en los resultados más recientes de la ciencia natural, en toda la experiencia
histórica de la humanidad, y demostraron que solo el materialismo podía ser científico y
consecuente hasta el fin si se hacía dialéctico, a la vez que la dialéctica solo podía ser
científica y consecuente hasta el fin si se hacía materialista.
Consideraba esta teoría que sin un enfoque materialista de la sociedad, sin un análisis de la
práctica histórico-social y, ante todo, de la producción social como base del ser humano,
habría sido imposible crear una concepción filosófica consecuente con el mundo, que
explicara las leyes del conocimiento humano.
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En sus escritos, Marx y Engels no desarrollan una teoría exclusiva al fenómeno religioso, pero
lo abordan tangencialmente en tanto expresión de la conciencia social, de manera que sus
ideas han influido en el desarrollo de los estudios posteriores de campo, sobre todo por su
concepción de religión como producto social, resultado tanto de la sociedad misma como de
las interacciones entre ellas y de los individuos entre sí, en su condición de entes formadores
de la sociedad, así como también de las instituciones que la componen, quienes en su conjunto
producen una conciencia inversa a la real. Por tanto, el hombre, a través de su interacción con
otros individuos, es el protagonista de la reproducción, del desarrollo y de la modificación de
los sistemas religiosos de su sociedad.
En la medida en que tal o más cual institución (religiosa o no) se hace inoperante para una
sociedad, la propia dinámica genera otra que le sea funcional. Como bien analiza Engels
(1961, p. 118), cuando las asambleas del pueblo, el consejo de los jefes de las gentes, el jefe
militar supremo que aspiraba ya a un verdadero poder real, llegó a la constitución más perfecta
que pudo producir: la gens, entonces la sociedad se salió de sus propios límites dentro de los
cuales era suficiente dicha constitución y quedó sustituida por una institución mucho más
eficaz para las nuevas circunstancias, el Estado, no por obra y gracia de un individuo en
particular, sino resultado de las nuevas relaciones que se generaban en la sociedad.
histórico de las relaciones de producción, de las que aquéllas sólo expresan un aspecto.
La distribución capitalista difiere de las formas de distribución que corresponden a otros
tipos de producción, y cada forma de distribución desaparece al desaparecer la forma
determinada de producción de que nace y a la que corresponde (Marx, 1973, T. III, p.
887).
[…] la religión es una cosa eminentemente social. Las representaciones religiosas son
representaciones colectivas que expresan realidades colectivas; los ritos son maneras de
actuar que no surgen más que en el seno de grupos reunidos que están destinadas a
suscitar, a mantener o a rehacer ciertos estados mentales de esos grupos. Pero entonces,
si las categorías son de origen religioso, deben participar de la naturaleza común a todos
los hechos religiosos, deben ser, ellas, también, cosas sociales, productos del
pensamiento colectivo. Al menos es legítimo suponer que ellas son ricas en elementos
sociales (Durkheim, 1982, p. 40).
El análisis anterior ratifica su concepción de religión como hecho social, elemento en común
con Marx, quien entiende la religión como una construcción colectiva. Pero el autor destaca
que el fenómeno religioso tiene un doble carácter: por un lado, totalizador, homogéneo en
tanto religión; por el otro, individual, basado en las prácticas culturales de cada grupo que no
están dispersas, sino condicionadas por ese carácter homogéneo.
vida cotidiana, lo cual propició la aparición de cierto universo de sentimientos comunes hacia
dentro de grupos específicos.
Al partir de su premisa metodológica, de que un hecho social solo puede ser causa de otro,
concluyó que la sociedad era la fuente generadora de toda religión, por cuanto era el individuo
quien creaba la religión al definir ciertos fenómenos como sagrados o profanos.
Durkheim dedicó especial atención a formas más complejas de la producción religiosa en las
sociedades primitivas, entiéndase a prácticas de estructuras como la tribal, entre las que
destacaba el totemismo, visto como fenómeno religioso. No lo percibió como una serie de
creencias separadas o fragmentadas; al contrario, las consideró un conjunto interrelacionado
de ideas que proporcionaban a la tribu una opinión más o menos compleja del mundo. Se
debía tener en cuenta, según él, que la planta o animal no eran en sí mismos la fuente del
totemismo, simplemente representaban esa fuente siendo los tótems la reproducción material
de la fuerza inmaterial que emanaba de ellos, pasando a ser esa fuerza la conciencia colectiva
de la sociedad.
El estudioso puso de manifiesto la relevancia del análisis histórico para comprender las
sociedades contemporáneas, pues cada religión respondía a un contexto específico, en tanto las
formas fundamentales de pensamiento y prácticas religiosas estaban determinadas por la
sociedad en que se presentaban, dependiendo de su grado de complejidad, lo cual no
determinaba para considerarlas religión o no, pues todas lo eran por igual con diferenciación
del grado de complejidad.
La época histórica de este ideólogo se vio conmocionada por la llegada a la escena mundial
del imperialismo como fase superior del orden capitalista, y su perspectiva visualizó en el
capitalismo una evolución gradual y modernizada de la sociedad que asumía varias
características en sus instituciones y sistemas de ideas, religión, oficios, desarrollo cultural,
etc.
Uno de los intereses de este autor fue esclarecer la relación entre las religiones mundiales y el
desarrollo del sistema capitalista. Se puede apreciar en el devenir de una parte de su obra el
interés por analizar los niveles estructurales y culturales, el pensamiento y las acciones de los
calvinistas, budistas, confucionistas, judíos, musulmanes y el efecto que sobre ellos generó el
impacto de la lógica capitalista de sociedad.
A los ojos de Weber (1971, p. 328) “el actuar o el pensar religioso no puede abstraerse por
consiguiente del círculo de acciones, con vistas a un fin de la vida cotidiana y menos si
pensamos que los fines que persigue son de naturaleza predominantemente económica”. Tal
sentencia confirmaba una tesis manejada por otras cosmovisiones teóricas en torno a que el
pensar y actuar religioso no debían separarse del medio social donde nacían, del escenario
donde se originaban y tenían lugar. Incluso, no pocas acciones generadas por las prácticas
culturales marcan pautas en el accionar de la vida cotidiana, lo cual hace imposible aislarlas de
la vida en general de la sociedad.
Weber trató de construir lo que llamó “tipos ideales”, pero se situó siempre como una especie
de anti-Marx. Su teoría está más ligada con una proposición idealista desde el punto de vista
filosófico que hace énfasis en lo que denomina “el progreso de la racionalidad del hombre”, el
desarrollo de las fuerzas productivas en lenguaje marxista; sin embargo, no atendió las
relaciones sociales de producción, y vio la sociedad constituida por estratos y no clases
sociales con elementos antagónicos, algo que sí supo ver con mucha claridad el teórico
socialista Antonio Gramsci.
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Esto es, una producción social para la dominación de claves que expresan relaciones de poder,
fuera de lo estatuido por disposiciones, pero siempre sustentando la capacidad de liderazgo
intelectual de la clase dominante para dirigir y conducir conductas, más que para obligar. Ahí
radica la concepción gramsciana de hegemonía, en tanto establecimiento de cierta complicidad
entre el dominador y el dominado, donde tal “complicidad” aparece como principio
cohesionador fundamental, y los mecanismos de socialización o de aprendizaje social, como
su vehículo. En ello ha cobrado nueva importancia, también con propósito de logro
hegemónico por parte del Estado, la educación estandarizada, y extiende su presencia a otros
muchos aspectos de la vida social.
Gramsci atribuyó un papel central a los conceptos de infraestructura (base real de la sociedad,
que incluye: fuerzas de producción y relaciones sociales de producción)/ superestructura
("ideología", constituida por las instituciones, sistemas de ideas, doctrinas y creencias de una
sociedad), a partir del concepto de bloque hegemónico.
Según ese concepto, el poder de las clases dominantes sobre todas las clases sometidas en el
modo de producción capitalista no está dado simplemente por el control de los aparatos
represivos del Estado, sino fundamentalmente por la hegemonía cultural que las primeras
logran ejercer sobre las últimas, a través del control del sistema educativo, de las instituciones
religiosas y de los medios de comunicación.
A través de estos medios, las clases dominantes "educan" a los dominados para que estos
vivan su sometimiento y la supremacía de las primeras como algo natural y conveniente,
inhibiendo así su potencialidad revolucionaria.
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Sin embargo, Gramsci aclara que la división es meramente conceptual y que las dos pueden
mezclarse en la práctica. A pesar de su afirmación de que la frontera entre las dos es borrosa,
alerta contra la adoración al estado que resulta de identificar a la sociedad política con la
sociedad civil, como en el caso de los jacobinos y los fascistas.
Para Gramsci, todos los hombres son intelectuales, considerando que no hay actividad humana
de la cual se pueda excluir de toda intervención intelectual, de modo que cada quien es a su
modo un filósofo, un artista, un hombre de gusto, que participa de una concepción del mundo
y tiene una consciente línea moral, pero no todos los hombres tienen en la sociedad la función
de intelectuales.
La organicidad del intelectual se mide con la mayor o menor conexión que mantiene con el
grupo social al cual se refiere: ellos operan, tanto en la sociedad civil como en la sociedad
política o Estado. Los intelectuales son vistos por Gramsci como los apostadores del grupo
dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno
político.
Según él, las categorías particulares de intelectuales se forman especialmente en conexión con
los grupos sociales más importantes y sufren elaboraciones más extensas y complejas en
conexión con el grupo social dominante. Un grupo social que tiende a la hegemonía lucha por
la asimilación y la conquista ideológica de los intelectuales tradicionales... tanto más rápida y
eficaz cuanto más el grupo dado elabora simultáneamente los propios intelectuales orgánicos.
El intelectual tradicional es el literato, el filósofo, el artista y por eso, nota Gramsci, que los
periodistas, que retienen ser literatos, filósofos, artistas retienen también ser los verdaderos
intelectuales, mientras modernamente es la formación técnica la que sirve para formar la base
del nuevo tipo de intelectuales, un “constructor, organizador, persuasor”, que debe llegar de la
técnica-trabajo a la técnica-ciencia y a la concepción humano-histórica, sin la cual permanece
especialista y no se vuelve dirigente.
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El grupo social emergente, que lucha por conquistar la hegemonía política, tiende a conquistar
la propia ideología intelectual tradicional y, al mismo tiempo, forma sus propios intelectuales
orgánicos.
Si los intelectuales pueden ser mediadores de cultura y de consenso hacia los grupos sociales,
una clase políticamente emergente debe valerse de intelectuales orgánicos para la valoración
de sus valores culturales, hasta poder imponerlos a la sociedad entera.
Gramsci, siguiendo a Marx, subraya desde sus reflexiones el carácter historicista y evolutivo
de la sociedad. Desde su perspectiva, todo significado se deriva de la relación entre la
actividad práctica y los procesos sociales e históricos objetivos de los que formamos parte, que
en suma representan un continuum, donde lo viejo, lo que va quedando atrás se actualiza en
aquello que emerge para dar respuesta a los reclamos de la nueva hora.
El pensador alemán defendía que las ideas no podían ser entendidas fuera del contexto
histórico y social que las originaba, más allá de su función y origen.
Los conceptos con los cuales organizamos nuestro conocimiento del mundo no derivan
primordialmente de nuestra relación a las cosas, sino de las relaciones sociales entre los
usuarios de estos conceptos.
Con su creencia de que la historia humana y la praxis colectiva determinan si una cuestión
filosófica es relevante o no, Gramsci se opone al materialismo metafísico y “copia” la teoría
de la percepción desarrollada por Engels y Lenin, aunque no lo afirma explícitamente.
Desde luego, no discute con ello la existencia de una realidad "exterior", sino que le interesa
más la relación que históricamente instituyen los seres humanos con la realidad, y qué
conceptos se han establecido para referirse a esa relación.
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Al oponerse al realismo epistemológico defendido a ultranza por los pensadores que pretenden
dogmatizar el leninismo, y al positivismo, abre paso a un grado mayor de relativismo
epistemológico, que no constituye para Gramsci una renuncia ética o política, sino la asunción
cabal del carácter provisorio y construido del conocimiento humano.
Foucault trató de reconstruir el proceso real de construcción del poder a partir de las
“técnicas” de los “dispositivos concretos” (escuelas, fábricas, prisiones, hospitales,
manicomios), e intentó desmitificar los procesos sociales enfrentándose con las
representaciones míticas que justifican un orden social dado, es decir, que su estrategia
metodológica consistió en la búsqueda de materialidad (¿cómo han funcionado y qué efectos
han producido?) para sus propósitos de relectura del orden social.
Se preguntaba: ¿cómo ha sido posible que las relaciones de poder generaran formas de saber
que construyeron históricamente formas de subjetividad?, pregunta que contenía, para su
respuesta, las tres cuestiones básicas que se analizan en su obra: el saber, el poder y la
subjetividad, ninguna ajena de la otra, puesto que no hay un saber separado de un “diagrama
de poder”, ni ajeno a las formas de subjetividad que construye y por la que es sometido.
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El poder, para Foucault, era un poder diseminado, fantasmal, capilar, que todo lo hechizaba y
en cuyas redes estábamos todos atrapados, querámoslo o no, porque cotidianamente las
reproducimos mediante las “técnicas” que garantizan las relaciones de continuidad entre el
micropoder —acciones individuales— y el macropoder —Estado—. Así podemos hablar de la
cultura en el poder y del poder en la cultura de la sociedad.
De acuerdo con este teórico, el poder se construye y funciona a partir de otros poderes, de los
efectos de estos, independientes del proceso económico. Las relaciones de poder se encuentran
estrechamente ligadas a las familiares, sexuales, productivas; íntimamente enlazadas y
desempeñando un papel de condicionante y condicionado.
Según Foucault, en el análisis del fenómeno del poder no se debe partir del centro y descender,
sino más bien realizar un análisis ascendente, a partir de los "mecanismos infinitesimales", que
poseen su propia historia, técnica y táctica, y observar cómo estos procedimientos han sido
colonizados, utilizados, transformados, doblegados por formas de dominación global y
mecanismos más generales.
Aunque reconoce al poder estatal como el más importante, su meta es tratar de elaborar una
noción global que explique las urdimbres soterradas a través de las cuales los mecanismos de
poder hegemónico del más alto escalón se reproducen bajo similares paradigmas relacionales
que aquellos otros poderes, a menudo marginados, preteridos o soslayados por los filósofos
sociales.
De tal suerte, investirse de las racionalidades foucaultianas para analizar la diseminación del
micropoder en todos sus posibles discursos, con alcance al religioso o al simbólico en
cualquiera de sus expresiones e instituciones, equivale a apreciar cómo también desde estos
encargos sociales no solo se reproduce y perpetúa el poder político, económico y la hegemonía
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dominante, sino que estos ámbitos en sí mismos expresan y detentan relaciones peculiares de
poder, insertas en un marco social mucho mayor que las legitima.
La antropología también dirigió su mirada a este aspecto de la comunicación, y sugirió que los
movimientos corporales no son innatos, sino que se aprenden según la cultura, de manera
similar al lenguaje, lo cual generó una discusión sobre si el lenguaje corporal estaba motivado
puramente por elementos biológicos o si podía ser aprendido.
3
Antropólogo estadounidense conocido como el padre de la cinesis (del inglés kinesics), ciencia que estudia los
movimientos corporales humanos. Tras analizar durante varios años grabaciones de pacientes en terapia
proyectadas en cámara lenta y sin audio, Birdwhistell observó que las conductas masculinas y femeninas son
aprendidas desde la niñez, no son propias del género ni vienen de nacimiento. Su sistema de lectura del lenguaje
corporal dota a cada movimiento de un valor probable, para lo cual los dividió en kines (guiños), unidades
mínimas de movimiento carentes de significado, que juegan el rol de fonemas en el lenguaje oral (por ejemplo el
parpadeo). A partir de estos kines se forman movimientos mayores, kinemas o cinemas, que pueden ser
interpretados en conjunto e intercambiables. Este investigador logró determinar diversos kines y precisó que un
kine adicional puede transformar la interpretación de todo el movimiento.
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significado de cualquier conversación, mientras que una persona era capaz de reconocer y
efectuar cerca de 250 000 expresiones faciales sin emitir un solo sonido.
Otros estudiosos han señalado que el cuerpo humano realiza aproximadamente 700 000
movimientos diferentes, aunque por supuesto, no los emplee todo el tiempo, sino que a lo
largo de la vida solo se utiliza un número limitado que cambia de acuerdo con aspectos
biológicos y culturales.
Los estudios culturales se hacen cada vez más significativos gracias a la interacción entre la
antropología y las ciencias de la comunicación, en un reclamo enunciado por el investigador
Néstor García Canclini:
El problema pasa a ser entonces, para los antropólogos y los comunicólogos a la vez,
cómo interpretar las leyendas tradicionales que se reformulan en contacto con la
industria cultural […] (García Canclini, 1995, pp. 9-10).
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Los defensores de esta corriente ponen sobre el tapete otra mediación que no es precisamente
la de los medios, a contrapelo de los tradicionales designios que asignaban a la comunicación
un sentido únicamente mediático, como proceso y producto de los medios y las tecnologías.
Cuando en 1987 Jesús Martín Barbero publica De los medios a las mediaciones.
Comunicación, cultura y hegemonía, pretendía estimular la polémica. El autor sistematiza los
desplazamientos teóricos a partir de una doble hipótesis de interpretación histórica y de
construcción teórica.
A la luz de los últimos años, se ha desplazado el enfoque de muchos estudiosos, que ven la
Comunicación en su sentido holístico, es decir, a partir de las interrelaciones entre las distintas
formas de comunicación. Por ello, como sustento teórico, se asume en el presente trabajo la
relación entre Comunicación y Cultura, 4 a través de un trayecto que involucra dos fenómenos
fundamentales: por un lado, la matriz conceptual sobre lo social-simbólico desplegada desde
el siglo XIX por la antropología sobre la Cultura y la Historia; por otro, el enfoque de algunos
estudiosos de la comunicación como Jesús Martín Barbero, Manuel Martín Serrano, Néstor
García Canclini, Adolfo Colombres y Michel de Certeau, entre otros, consagrados al estudio
de los procesos comunicativos en el marco de los culturales.
4
De acuerdo con Luis Ramiro Beltrán, se entiende por cultura la dimensión productivo-simbólica humana que
posibilita la constitución y reproducción de lo social, viabiliza la convivencia entre seres humanos, y particulariza
las relaciones de un determinado grupo humano y de su legado de generación en generación. Néstor García
Canclini, por su parte, inclinado a la concepción sociosemiótica, define la cultura como el ámbito de producción,
circulación y consumo de significaciones.
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ofrece una herramienta firme para el análisis cultural de nuestro objeto de estudio: la Sociedad
Abakuá, a partir de su constitución significativa y la contextualización de sus formas
simbólicas.
En Cuba, la mirada de las ciencias sociales en general, cuentan con un depósito cognitivo
privilegiado, heredado de los estudios del sabio cubano Don Fernando Ortiz, de
reconocimiento universal, quien desde la sociología, la etnología, y la antropología,
fundamentalmente, centra el análisis de las interacciones culturales que tributaron a la cubanía,
como expresión de las interinfluencias y la experiencia compartida de los muchos elementos
humanos que en esta tierra han tenido para fundirse en un pueblo y codeterminar su cultura.
En su análisis social, habla Ortiz de los variadísimos fenómenos que se originan en Cuba por
las complejísimas transmutaciones de culturas que aquí se verifican, sin cuyo conocimiento es
imposible entender la evolución del pueblo cubano, así en lo económico como en lo
institucional, jurídico, ético, religioso, artístico, lingüístico, psicológico, sexual y en los demás
aspectos de su vida.
[…] en Cuba —nos dice— han sido tantas y tan diversas en posiciones de espacio y
categorías estructurales las culturas que han influido en la formación de su pueblo, que
ese inmenso amestizamiento de razas y culturas sobrepuja en trascendencia a todo otro
fenómeno histórico. Los mismos fenómenos económicos, los más básicos de la vida
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social, en Cuba se confunden casi siempre con las expresiones de diversas culturas
(Fernando Ortiz, en Guanche, J. y José A. Matos, 2013, p. 102).
La prensa cubana, que hasta entonces asumía posiciones diversas, se preocupa por las
relaciones interraciales que alcanzaban a la opinión pública nacional. Conceptos como
armonía, asimilación, superación, mestizaje, cultura, se convirtieron en profundas ideas de
interpretación social durante los años 20-30 del pasado siglo cubano.
Una nueva forma de comunicación sirvió para organizar y colocar a blancos, negros y
mestizos dentro del espacio colectivo de la nación. Ortiz participa reiteradamente en la
polémica, y expresa su concepción integradora de la nación.
Para 1937 crea la Sociedad de Estudios Afrocubanos que contó con su propia revista (Estudios
Afrocubanos, de vocación latinoamericana y caribeña, que revela su inserción en la
problemática social e histórica del fenómeno de amulatamiento cultural en Cuba.
El sociólogo estadounidense John B. Thompson (2008, p. 166) afirma que los estudios
relacionados con los fenómenos culturales se han visto, en las últimas décadas, privilegiados
por las ciencias sociales, y que pueden interpretarse como “el estudio de las maneras en que
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Pero, reducir el estudio de las comunicaciones solo a su ambiente interno impide ver la
relación dialéctica entre la organización y su entorno. De ahí la importancia de considerar el
espacio para la comunicación externa, que la profesora cubana Rayza Portal le asigna al
“conjunto de procesos comunicativos, diseñados y ejecutados por la propia organización y
dirigidos hacia sus diferentes públicos externos, encaminados a mantener o mejorar sus
relaciones con ellos, a proyectar una imagen favorable o a promover sus productos o
servicios” (s/f, p. 8).
Abakuá puede considerarse un grupo humano socialmente relacionado que comparte espacios,
saberes, haceres y códigos hacia lo interno y externo. Desde esta perspectiva, cultura,
organización y comunicación se enlazan: tienen en común la existencia de objetivos y un
sistema de significados compartidos y relaciones simbólicas que se generan a partir de estos.
32
Al caracterizar esta forma simbólica como fenómeno significativo que a la vez es producido y
recibido por individuos situados en contextos específicos, también implicamos que en general
tales formas simbólicas se transmitan de una u otra manera, del productor al receptor.
El estudio de las prácticas culturales a través de las diversas formas simbólicas contextuales se
ha ido estructurando como apartado conceptual, y a la luz de enfoques inter y
transdisciplinarios adquieren un valor indiscutible para las ciencias sociales, en tanto
constituyen fragua de socialidad e identidad. En su condición de constructo cultural, y a partir
de su naturaleza transversal al interior de la estructura socioclasista y económica de una
determinada colectividad humana, la categoría en sí misma explicita y revela urdimbres y
entramados en los cuales las mediaciones de diverso tipo resultan decisivas.
sujetos sociales. Lo cotidiano se adhiere al modo de vida del pueblo, a sus tiempos de
consumo, de labor y de reproducción de su fuerza de trabajo.
Con las reservas que entroniza una conceptualización pensada desde la modernidad europea
propia del siglo XX, enmarcada por el avance estratificador del capitalismo global y la
mundialización de los mercados, esta habilitación es útil al objeto, en la medida en que hace
énfasis en dos dimensiones de las prácticas cotidianas: la temporalidad que las hace cada vez
más próximas a esas identidades colectivas que le encarnan, así como la acción creadora que
las cualifica, configurando de esta forma patrones en reproducción, como parte de una matriz
cultural determinada.
El concepto de estrategia está tomado del arte militar, y en esencia alude a un conjunto de
actos o acciones que se realizan ordenadamente para lograr algo. Ha de tener, además, un
enmarque temporal —a corto, mediano o largo plazo—, llegar a pronosticar y ser susceptible
de cambios en dependencia de la situación. Joan Costa le otorga rango científico al definir
estrategia como “ciencia de las acciones y el orden en que hay que hacerlo” (1999, p. 34), y
desde un enfoque organizacional, Henry Mintzberg (1993, p. 49) la define a partir de las
llamadas cinco P:
- Plan: guía para abordar una situación específica orientada a lograr objetivos
establecidos.
- Pauta de acción: permite al alto mando establecer direcciones específicas para las
organizaciones y encauzar los cursos de acción predeterminados.
- Posición: la estrategia como fuerza de acoplamiento entre la organización y el medio
ambiente, o sea, entre los contextos internos y externos.
- Perspectiva: plantea cuestionamientos en relación con las intenciones y el
comportamiento en un contexto colectivo.
Katia Muñoz describe la Comunicación Estratégica como “una práctica que emerge con la
maduración que experimenta el campo de las comunicaciones en la modernización de las
sociedades cuyo objetivo es convertir el vínculo de las organizaciones con su entorno en una
relación armoniosa y positiva desde el punto de vista de sus intereses y objetivos” (s/f, p, 47)
Coherentemente con las condiciones que instauran los abakuá en América, siguen los patrones
matriciales africanos, pero adoptan sus acuerdos luego de profundas discusiones democráticas
sobre diversos puntos de vista, en las cuales intervienen con igualdad de derechos los
iniciados, sean plazas (jerarcas) u obonekues (resto de la membresía), sin que medien voceros
ni representantes, sino la exposición y defensa de un argumento personal.
En cambio, también coexiste lo anterior con la toma de decisiones a través del dominio del
conocimiento, almacenado generalmente entre determinados jerarcas que, en la mayoría de los
casos, se resisten a socializarlo y se erigen así como dueños de la verdad que debe ser
transmitida. De tal suerte, se “consagra” el modelo transmisivo a partir de la selección que
hace el erudito abakuá, como ente totalmente legitimado y aprobado por el consenso
(inconsciente o no) para ejercer el acto de la persuasión y la transmisión del conocimiento.
De cualquier modo, lo anterior tiene mayor efectividad a los efectos místicos, pues abakuá se
caracteriza —y es bueno subrayarlo— por su doble condición: religioso-mutualista, y en el
aspecto social funcionan otros mecanismos de comunicación mucho más democráticos. Sus
códigos simbólicos fundamentales han perdurado, resistido épocas y gobiernos; aunque
38
Se trata de un fenómeno que influye y tiene vasos comunicantes con las concepciones y
valores de los practicantes, quienes se mueven y relacionan en un entorno determinado: el
barrio, como escenario con capacidad de reconocimiento y construcción de identidades
sociales.
A tono con el pensamiento weberiano, las primitivas obligaciones de las clases dominantes
devinieron imperativos fundamentales de las religiones éticamente racionalizadas del mundo:
auxiliar a las viudas y huérfanos, necesitados, cuidar al hermano de fe enfermo y arruinado, y
dar limosnas.
Aunque con elementos matriciales de origen africano, la Sociedad Abakuá también adopta
esos estilos, formas y modos de fraternidades venidas de Europa, en una franca hibridación
social que la compromete en el mestizaje cultural que se iba generando en la Cuba
decimonónica.
Tropezamos, entonces, con una tradicional dicotomía entre no pocos investigadores, sobre si
el ñañiguismo es o no una agrupación religiosa o mutualista, debido a su carácter atípico y
dual, pues se trata de una institución que desde sus comienzos ha tenido esa doble condición,
cuyos elementos formativos de un todo adquieren un lenguaje simbólico en unos espacios
delimitados, interiores, en un momento único, influidos a su vez por un momento contextual
portador de un mensaje.
que el mito no podría ser un objeto, un concepto o una idea; se trata de un modo de
significación” (ob. ct., p. 200).
El imaginario colectivo, entonces, construye sus propios mitos. Y como es natural, una
hermandad surgida de los desposeídos, como expresión de resistencia, no podía “prosperar” en
una sociedad excluyente, racista, esclavista y visceralmente clasista, sin que se le asociaran
determinados mitos.
Le reafirma el mito del superhombre, por ejemplo, el antiguo adagio popular “para ser hombre
no hay que ser abakuá, pero para ser abakuá hay que ser hombre”, que evidencia el carácter
masculino hegemónico de la hermandad, adonde no todos los hombres pueden o tienen la
suerte de pertenecer.
…Algo muy grande, una línea a seguir (…) (22 años. Noveno grado)
…Significa satisfacción. Esta religión no te dice que hay que ser guapo, ni tirar tiros, sino que
hay que ser buen hijo, buen amigo, buen hermano… (84 años. Bachiller)
…Compromiso, fidelidad, amistad. Ser integrante de una hermandad de hombres, que aún
marginada ostenta valores que le han permitido subsistir. (50 años. Universitario)
Estos resultados son similares a los de Maykel Lavarreres Chávez (2011), quién realizó una
investigación cualitativa, cuya muestra, de 24 varones de diferentes edades iniciados en la
Sociedad Abakuá, arrojó que sus motivaciones esenciales para iniciarse en la hermandad lo
constituyó la influencia de familiares, amigos y el barrio donde viven.
41
A continuación se exponen algunas de las expresiones más socorridas que plantearon los
entrevistados acerca de lo que significa para ellos ser hombres:
- Los hombres no lloran
- No se pueden dejar pegar, ni maltratar
- Ser abakuá es ser un superhombre
- Ser “macho” y masculino
- Responsabilidades
- Rechazo a todo lo que se acerca a lo femenino
- Una carga fuerte
- Es el encargado de la familia, de echar a andar la casa
- La mujer puede conquistar los espacios públicos, pero sin robar el espacio que han
ocupado los hombres
- Ser hombre es una carrera muy larga
- Ser hombre es ser valiente
Sin embargo, resultó alentadora la opinión de un entrevistado que reconoce que también son
masculinos hombres con otras orientaciones sexuales, opinión que constituye un paso de
avance si hablamos de deconstrucción de la masculinidad dentro de la Sociedad Abakuá. Los
42
más recientes estudios sobre masculinidad han incorporado una nueva mirada al tema,
identificando otras maneras de ser hombre.
El cabildo, como institución civil (aunque a propuesta del poder político y eclesiástico) se
constituyó en espacio privado, excluido y separado, y sirvió para que los africanos atesoraran
sus culturas, las recrearan y las transmitieran a sus descendientes.
Por ello, quizás, la hermandad surgió como un medio para reproducir en otro contexto
prácticas culturales heredadas de los ancestros carabalíes, vinculadas con la conservación de
origen a través de sociedades de mutua protección, pero en un espacio urbano, diferente al de
la nostálgica África y en condiciones de subordinación que precisaban de nuevos mecanismos
de sobrevivencia.
43
Sin lugar a dudas, el mito incorpora, concatena y empalma etapas diferentes del acontecer
carabalí, demasiado fuertes y arraigadas para ignorarlas. Sus leyendas, poéticas unas veces,
incongruentes otras, incluso contradictorias, nos llegaron de carabalíes procedentes de
distintas regiones.
que efí) dieran autorización para que los criollos formaran su Sociedad Secreta como recuerdo
histórico de lo que fue en los primeros tiempos
La práctica Abakuá es un tipo de historia, así como la política, porque sus enseñanzas
refutan la noción equivocada de que la historia negra comenzó con la esclavitud. En su
lugar, los Abakuá refuerzan la confianza mediante el entrenamiento de los miembros en
los detalles de su historia precolonial, comenzando con la fundación de los Ékpè en
África a través del contacto con la creación divina. En los 200 años desde la fundación
de los Abakuá hasta el presente, no ha habido una comunicación significativa entre los
Ékpè de África Occidental y los Abakuá cubanos. Aunque la práctica Abakuá, adaptada
al contexto cubano, se ha enriquecido allá con sus encuentros con otras ideas culturales,
los miembros Ékpé de África Occidental pueden reconocer con claridad los mecanismos
principales (Miller, 2009, p. 25).
A diferencia de los animales, cuyo ritual es innato, entre los humanos es creado y aprendido.
A través de ellos, la sociedad selecciona y fija mediante acuerdos colectivos los significados
que la regulan. Los rituales humanos se extienden desde el significado espiritual de la
adoración hasta el comportamiento más superficial asociado a las maneras. En la mayor parte
de los casos, los rituales se basan firmemente en indicaciones, gestos y convenciones visuales.
Aprendidos en un contexto social o genéticamente determinados y ejercitados de forma
automática, el significado simbólico implícito en el ritual debe ser reconocido y atendido para
ser efectivo.
cual permanecerá durante algún tiempo sometido a la más rigurosa investigación antes de
convertirse a ekue. En esa etapa se le conoce como endísime, y se trata de un rito transitivo de
neófito a obonekue.
Al rito de iniciación como obonekue se le llama plante, aunque existe también el ascenso a
plaza (jerarquía), un ritual en escala superior. Ambos devienen fiesta, concepto que ha estado
sujeto a muchas interpretaciones y definiciones. Miguel Roiz (1982, p. 118) propone que la
fiesta es un fenómeno social comunicativo, una serie de acciones y significados de un grupo,
expresados por medio de costumbres, tradiciones, ritos y ceremonias, como parte no cotidiana
de la interacción, especialmente a nivel interpersonal, caracterizados por un alto nivel de
participación.
De igual manera, Umberto Eco (1989, p. 48) señala que la fiesta es un sistema de signos, un
fenómeno de comunicación donde se transmiten significados de diversos tipos (históricos,
políticos, sociales, valores cotidianos, religiosos, etcétera) que le dan un carácter único o
variado, y en los que la práctica festiva, de goce e incluso orgía, se entremezclan con la
práctica religiosa o mágica, cumpliendo determinadas finalidades culturales básicas para el
grupo. Al centrar el análisis en las formas y rituales de espectáculo, se está haciendo una
alusión a elementos que constituyen una consagración de la tradición.
A decir de Adolfo Colombres (2011, p. 93), en el rito “todos participan por igual, puesto que
todos habrán de beneficiarse, también por igual, con el cumplimiento del fin mágico que se
persigue. La presencia de personas ajenas es siempre molesta y, por lo general, no permitida”.
Pero, si bien el presente estudio aborda un fenómeno de matriz religiosa, se ha dicho que este
interactúa con otros elementos que generan lo cotidiano, a través de un mito muy diferente al
que dan los tradicionalistas abakuá y que promueven relaciones/diálogos entre la hermandad y
la sociedad en su conjunto, así como con otras expresiones religiosas y el Estado. Se necesita,
entonces, profundizar en el análisis, no solo de la Comunicación Interna, sino ir a la
Comunicación Externa entre abakuá y sus vasos comunicantes con el entorno.
Las hermandades y asociaciones fraternales que proliferaron en Cuba a todo lo largo del siglo
XIX interpusieron por lo común una barrera inescrutable, esquiva o de superioridad respecto
al abakuá, de lo cual resulta que esta última no solo fue excluida entre los masones y
fracmasones, tan parecidos en estructura y funcionamiento, sino que también se les alejaron
las diversas asociaciones de recreo, socorros e instrucción integradas por negros y mestizos en
ese período, como “tampoco fueron aceptados por la vanguardia que lideraba Juan Gualberto
Gómez, vanguardia „ilustrada‟ en sentido europeo” (Montejo, 1990, p. 37).
Desde los años cincuenta del siglo XVIII el poder eclesiástico, encabezado entonces por el
padre Morrel de Santa Cruz5, suscribió una forma muy sutil de dominación a los cabildos
africanos: estos deberían ser instruidos en la doctrina cristiana, asistidos ante la muerte y
supervisadas sus actividades. Para perfeccionar el accionar de los sacerdotes en relación con
los negros, se insistió en la necesidad de que los párrocos aprendiesen las lenguas africanas.
Tampoco debe pasarse por alto que muchas casas de cabildos, desde su fundación,
estaban ubicadas en las cercanías de los templos católicos, que esta forma de
religiosidad era la hegemónica, y por tanto la respaldada y promovida por el poder
político, así como que debieron ejercer una marcada influencia sobre las sociedades de
los africanos (Barcia, 2009, p. 69).
5
Obispo de La Habana, nombrado en 1752. Procedente de Centroamérica, llegó a la capital cubana el 7 de enero
de 1754 y le llamó tanto la atención el tropel y lar ruidosas fiestas que celebraban los negros, que designó al
Padre Don Manuel Joseph Rincón para que los “adoctrinara” en la fe católica.
6
Efí Embemoró y Eforikomó, por ejemplo, responden a la virgen de Las Mercedes; Muñanga Efó y Efí
Nambión, adoran a la Caridad del Cobre, Efí Obane Mañón Metara, a la virgen de Regla, etc.
48
influyó poderosamente en el inconsciente colectivo sobre las llamadas “culturas paganas”, que
debieron aceptar los dictados del catolicismo “protector” y “civilizado”.
De acuerdo con David Brown (2003, p.41-42) Nangobié Nasakó se había trasladado desde la
región bantú (etié-tié Poripó corombán, la costa del Congo) hacia el noroeste, a la zona
carabalí de Awana Bekura Mendó, donde impuso un culto sagrado, basado en el “Sonido”, la
“Voz”, a través de las orientaciones que recibía de su “instrumento”, el mañongo umpabio en
bríkamo, y del espejo mágico llamado ntubikán (empaka en congo).
La única plaza de las trece fundamentales que no tiene atributos representados en el altar
o en la ropa del íreme es Nasakó —continúa Brown— […] Nasakó es considerado un
hechicero congo, un brujo (…) Sus atributos, el mañongo umpabio y equipamientos
divinos correspondientemente, son identificados con los del “congo” de nación, no
carabalí. Realmente, su ritual, con sus yerbas wemba y el líquido de la mokuba son
análogos en forma y sustancia al del ritual que media entre los sacerdotes de Palo Monte
(palero, mayombero, ngandulero), como en efecto es (ob. ct., p. 63, traducción del
autor).
Parece que, en el terreno místico, abakuá ha tenido que suplir, valerse o apoyarse de otras
religiones para “fortalecerse” espiritualmente. Se sabe de paleros famosos que han prestigiado
al ñañiguismo gracias a sus conocimientos, “amarres”, “limpiezas”, adivinaciones y
predicciones inspiradas por su enganga. 7 Andrés Petit (Bakokó), Chuchú Capaz (Enyegueyé),
Pico Pico (Itá Mananyuao) son solo algunos ejemplos del pasado. Jesús Nasakó, Manolo
Escaparate, Enriquito Hernández, figuran entre otros duchos en la materia hoy día.
7
Receptáculo donde se concentran las fuerzas mágicas de las creencias del Palo Monte, también llamado
“caldero” y “prenda”.
49
Desde Isún Efó, nos llega otro comentario, ahora de un octogenario, autorizado para funcionar
como plaza:
A Pico Pico, que vivía en Los Pocitos, no había quién le pusiera un pie delante en el
palo. Se había jurado en Betongó, y cuando Muñanga hizo a Itá Mananyuao, él cogió ahí
Mokongo. Le sabía bastante al abakuá, pero su fuerte era la brujería. Fue eso lo que le
dio fama. De ahí que casi toda la familia religiosa de Mananyuao pasara más tarde a
formar parte del caldero congo que tenía Pico Pico, para protegerlos de cualquier “cosa
mala”.
Tal vez por su ya enunciada naturaleza mutualista, abakuá ha relegado a un nivel mucho más
discreto la condición religiosa, que suplen otras expresiones de ese corte, colocándola en
desventaja jerárquica. No es casual que el endísime suela rogarse la cabeza 8 para entrar
“fresco” a su iniciación (influido por la Regla de Ocha) y se haga santo más tarde, porque,
según la mayoría, el oricha va a la cabeza y, por tanto, debe ir después del bongó (aunque a
veces se viola este punto); también puede observarse cómo un notorio número de obonekues
se raya en palo buscando mayor “protección” y, en caso de tener camino de Ifá, 9 entonces “es
lo último que se consagra”.
El sacerdocio de Ifá ocupa el más alto eslabón dentro de las religiones de origen esencialmente
africano, que sabemos no es uniforme ni monolítico, pero un consenso más o menos general lo
considera de ese modo. De tal suerte, no pocos babalawos 10 mantienen cierta reserva con todo
lo relacionado con el ñañiguismo, amparados en un pretendido Oddun11 (Otura Adakoy) que
signa al territorio carabalí como “tierra maldita” y, por extensión, a los practicantes de las
religiones venidas de aquella zona, un conjunto de atributos como la predisposición a la
violencia, la sangre y el asesinato.
8
Ceremonia que emplea diversos ingredientes con el fin de buscar el equilibrio entre la mente y el cuerpo, o,
como aseguran los entrevistados, para “tener la cabeza fresca”.
9
Sistema de pensamiento tradicional yoruba por excelencia, basado en la adivinación que rige el destino de la
comunidad. Constituye una compleja deidad tutelar y se le conoce también como Orula, Orunla y Orúnmila, entre
otros.
10
Sacerdote de Ifá. Es el más alto representante de la jerarquía en la Regla de Ocha o Santería.
11
Cada una de las 16 figuras o signos del sistema de adivinación de Ifá, que deriva en 256 combinaciones y que
permite “leer” o predecir al babalawo.
50
Con todo, no es la totalidad de los sacerdotes de Ifá quienes apoyan ese signo, generándose
una contradicción a partir de lo que se interpreta de los oddunes y del sincretismo derivado de
culturas provenientes de diferentes regiones africanas.
A decir de Fernando Ortiz (Ortiz, 1963, p. 98) , Cuba es uno de los pueblos más mezclados, y
a excepción de los indios, todos los demás grandes grupos que llegaron ya eran de por sí
complejos; proceso que expresa los variadísimos fenómenos que se originan en Cuba por las
complejísimas transculturaciones de culturas que aquí se verifican, y que sin conocerlas es
imposible entender la evolución del pueblo cubano, así en lo económico como en lo
institucional, jurídico, ético, religioso, artístico, lingüístico, psicológico, sexual y en los demás
aspectos de su vida.
De cualquier modo, la relación sigue siendo de poder/autoridad a partir del dueño de la casa
templo.
La práctica del barrio es una convención colectiva tácita, no escrita, sino legible para
todos los usuarios a través de los códigos del lenguaje y del comportamiento; toda
sumisión a estos códigos, como toda transgresión, es inmediatamente objeto de
comentarios (Certeau, 1999, p. 14).
Mercedes Herrera, hija de un alto jerarca de la potencia habanera Isún Efó, anotaba sobre la
pertenencia de su padre a la hermandad y su influencia en el barrio:
En los espacios de socialización —sin que sea determinante la procedencia social de sus
miembros, los recursos a su disposición o las causas que determinaron la confluencia— se
reproducen continuamente los patrones culturales tradicionales. Tales mediaciones, no
“oficiales” ni “oficializadas”, también constituyen formas simbólicas que nos ayudan a
entender toda una historia cultural donde se teje lo cotidiano.
Según el Dr. Eduardo Torres Cuevas en una conferencia impartida durante curso de posgrado
“Raza y Religión”, en la Facultad de Artes y Letras, UH, el día 20 de octubre de 2009, los
censos de 1841-42 (aunque se piensa que alguno puede estar adulterado) recogen el porcentaje
de solo 22% de esclavos en ingenios azucareros, mientras que en las ciudades ascendían a
76%. Sin lugar a dudas, los esclavos urbanos fueron silenciados; pero dice mucho sobre ellos
el desempeño dentro del artesanado, los jornaleros y exponentes de la naciente clase
trabajadora de los muelles, la construcción, los servicios domésticos, sastres, albañiles,
peineteros, músicos, barberos, parteras, maestros primarios, donde se nucleó una numerosa
población negra y mestiza de esclavos y libertos, que interactuaban y generaban nuevos
discursos.
Ya en el censo de 1878 hay 178 mil esclavos, y se comienza a manejar en la misma década el
concepto colonialista de “raza”, para legitimar la superioridad de un grupo humano sobre otro.
De ahí que el objetivo fundamental de la Guerra de los 10 años estuviera centrado en la lucha
por la “Libertad, igualdad y fraternidad”, pero sobre todo “la igualdad”. Directa o
indirectamente, no pocos iniciados abakuá se identificaron con la contienda, según demuestran
algunos documentos en poder de los iniciados.12
12
También en el Primer informe sobre los ñáñigos en Cuba se habla del “ñáñigo Caoba, quien levantó el
estandarte en la manigua”. En la capital cubana se dio el caso de cinco negros, abakuá, que intentaron evitar el
55
Las imbricaciones entre los saberes sociales en circulación y la interpretación del mundo desde
las clases hegemónicas en oposición a las dominadas, en el plano religioso, estaba
desequilibrada, gracias al estrecho vínculo Estado-Iglesia, que calificaba de paganos a todos
los demás cultos.
Sabemos de una manera positiva que se hace una persecución incesante á los que
pertenecen á esta perniciosa asociación, y que algunos de los principales han sido ya
presos y puestos en la cárcel á disposición del Excmo. Sr. Gobernador general […]
Deseamos que no se les trate con ningún género de contemplaciones, y que no se les
haga ir á veranear á Isla de Pinos, lo cual quizás á alguno le sería grato y conveniente,
sino á alguna de las Islas que en el Golfo de Guinea posee España, cuyo clima les sería
muy conveniente para hacer allí la propaganda de sus ideales (Revista de Policía, No.
29, año 1).
Noventa años después un artículo en la revista Moncada manifiesta que esta entidad amparaba
en su seno a hombres de disímiles conductas sociales, y acotaba:
Más del 90% de los jóvenes que han acogido la secta poseen antecedentes penales o son
buscados por las autoridades. Estos son quienes resuelven los problemas de "a hombre"
y buscan la ocasión para "tener historia" (hechos de sangre) y después jurarse
(Sotonavarro, 1972, p. 13).
Todavía en pleno siglo XXI, aún cuando la Sociedad Abakuá se encuentra debidamente
organizada y autorizada por la Ley, existen criterios negativos y epidérmicos en relación con
fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina el 27 de noviembre de 1871, como muestra de rebeldía ante el
régimen.
56
Un culto más temido que el vodú, más rígido que el Palo Mayombe, más sangriento que
el Candomblé, más estricto que la Santería... el culto Abakuá.
Los abakuá son hombres muy hombres, y a veces tienen que demostrar su hombría
matando. Además no les gustan los blancos, y menos españoles […] “Yo soy abakuá, y
sé que si alguien me ofende o me hiere tendré que matarlo. Solo así los abakuá
limpiamos nuestro honor” […] (Carballar, 2011).
A través de la prensa, las citas que antecedieron han sido, más o menos, la herencia que han
dejado sobre la Sociedad Abakuá los medios, por más de cien años.
El 21 de agosto de 1876 el Decreto del Gobernador General declaraba prohibidas las reuniones
de ñáñigos. Más tarde, en la respuesta de la policía a un oficio del Juez de Primera Instancia
del Distrito de Jesús María, con fecha 22 de diciembre de 1884, se ratifica la ilegalidad de la
organización y recuerda que las mismas constituyen "un verdadero peligro para el orden y el
sociego [sic] de esta sociedad que protesta unánimemente contra estas tenebrosas y
semisalvajes colectividades" (Sosa, 1982, p.393).
Las medidas legales constituyeron un instrumento idóneo para acusar a los abakuá, con
independencia de su proyección social, de personas de mal vivir, idea que fue sembrada con
más ahínco aún en la población, pues indiscutiblemente constituían en su hermeticidad una
amenaza constante para el decadente régimen colonial.
57
A pesar de que la prensa propagó el criterio de que esta medida se tomaba debido a que los
miembros de la hermandad tenían propensión a la violencia y el crimen, todo indica que
fueron prohibidos previendo conatos revolucionarios.13
El historiador Alejandro Fernández Calderón tiene una opinión que amerita incorporarse como
muestra de la elaboración del mito sobre los abakuá, cuando apenas empezaba a crecer la
hermandad:
Se construyó una imagen del ñáñigo buscapleitos, ladrón y matón, con el objetivo de
desprestigiarlos. Un grupo de estudiosos, con límites y prejuicios se interesó por el tema.
Desde el siglo XIX se hallan los trabajos de José Trujillo Monagas, Rafael Salinas,
Roche Monteagudo. Luego se unieron otros de Fernando Ortiz e Israel Castellanos,
quienes generalmente tendieron dentro del concepto que Ortiz acuñó de la “mala vida”,
o Hampa afrocubana. La utilización de la prensa sobre el tópico, legitimó un criterio
sobre los abakuá y sus ritos. El ñañiguismo recibió parte de la cobertura que se realizaba
de manera discriminatoria contra la “raza de color”. Sin un conocimiento a fondo, se
formó un tipo de opinión pública prejuiciada, que divulgaban los periódicos (Msc.
Alejandro Fernández Calderón, Conversación con el autor, enero de 2014)
13
Díaz Fabelo asegura que muchos de ellos se sumaron a la Guerra de Independencia, incluso altos dignatarios
de estas logias.
58
A inicios de la República se contestaba acerca del tratamiento estereotipado del cual había
sido objeto la hermandad:
En Cuba sólo se ha escrito un folleto por el Señor Trujillo Monagas, varios artículos de
costumbres como el inserto en el libro Tipos y costumbres, con ilustraciones de
Landaluze, y las páginas dedicadas a ese asunto en el libro La policía y sus misterios en
Cuba, por Rafael Roche, que junto con algunas observaciones propias, ha plagiado
mucho de otros escritores precedentes. Pero estimo que lo escrito sobre este tema carece
de valor científico (O‟ Relly, 1910, p. 293)
Durante la primera mitad del siglo XX la propaganda contra esta institución se mantuvo. El
Diario la Marina de 30 de octubre de 1908 publicaba un artículo que consideraba al
ñañiguismo como una "abominable institución de que han emanado numerosos crímenes y una
honda perturbación social en las grandes urbes, perdurando en plena República, como en los
tenebrosos días de la esclavitud de los negros” (Roche: 1925, p. 3).
Para la época, escasos autores dedican su tiempo al análisis del ñañiguismo, y entre las
contadas excepciones figura el polígrafo Fernando Ortiz, que en su trabajo “La Fiesta
afrocubana del Día de Reyes” aporta para la revista Bohemia datos aislados sobre los ñáñigos.
Poco después incorpora en Cuadernos Americanos el ensayo “La tragedia de los ñáñigos”
(México, 1950).
En la década siguiente (ya había desaparecido Lunes de Revolución) una nueva aproximación
a La Gaceta de Cuba, por su arraigo cultural y para conocer el tratamiento que se le daba
entonces al fenómeno abakuá, se observa que sigue siendo moderado: Dechamps recoge sus
impresiones sobre la obra Dos habaneras, con aportes muy acertados sobre los ñáñigos,
mientras que Tato Quiñones enriquece la publicación con “El mito abakuá” y “Los cabildos de
nación y el surgimiento de las primeras potencias abakuá cubanas”. Es todo cuanto aparece a
lo largo de una década.
Durante otra etapa de La Gaceta de Cuba (1992-2002), en virtud de los acuerdos del IV
Congreso del Partido en 1991 que permitieron el ingreso de creyentes en sus filas y la
Reforma Constitucional de 1992, se constató únicamente la entrevista de David Mateo,
“Belkys Ayón en confidencia irregular”, y el reportaje relativo a los abakuá “Historia y
tradición oral en los sucesos del 27 de noviembre de 1871”, elaborado por Tato Quiñones.
Atendiendo al atractivo que tiene para la juventud el tema abakuá, se decidió indagar en el
tratamiento por parte de las publicaciones juveniles en la misma década (1992-2002) y arrojó
la siguiente cifra:
- Periódico Juventud Rebelde: “El hombre que vendió el fenómeno abakuá”, agosto de
1996; “Nuevas revelaciones sobre Andrés Petit”, octubre de 1996; y “También
murieron abakuá”, noviembre de 2001; todos bajo la autoría de Luis Hernández
Serrano.
- Revista Somos Jóvenes: “La otra sangre”, noviembre de 2000, de Ramón Torres.
En los últimos años, las publicaciones respecto al tema todavía siguen siendo discretas y,
aunque en muchos casos ha cambiado la perspectiva, continúa en ocasiones reproduciéndose
el esquema decimonónico.
Las propuestas audiovisuales tampoco son muy felices. El serial de Día y Noche, televisado el
7 de enero de 2007, hizo un tanto por la dignificación de los abakuá, pero la novela ¡Oh, La
Habana! presenta a Adarico (uno de los personajes de la trama) en un acoso ridículo hacia su
ex, Taimí, la persigue con un cuchillo (el mismo patrón del abakuá que asesta puñaladas) y, si
60
bien no dicen que lo es, una sentencia lo delata: akua embori aborokí ñangué. Quizás el
televidente no sabe de dónde proviene la frase, pero quienes tuvieran activado el modo de
Caption, podrían entender el texto, porque el generador de caracteres se había encargado de
enfatizar: habla en ñáñigo, de lo cual se infiere que el joven es abakuá.
Desde mucho antes, Lydia Cabrera había realizado una interesantísima y detallada
descripción de todo el procedimiento de juramentación, en el que no se aprecia ningún
compromiso vinculado a actitudes criminales:
En la Potencia será un hijo más y la Sociedad no puede consentir que dentro de ella
tenga agravios con otro hermano. Si deja usted de contribuir con lo fijado, si pasa el
tiempo y no paga sus cuotas, nos veremos en la obligación de despedirlo por medio de
un oficio que le niega el derecho a ser abakuá y no podrá usted poner los pies en éste ni
en ningún otro Partido. Si no es usted buen hijo, si no atiende a su madre, que es lo más
grande que tiene un hombre, y si abandona a sus hijos y a su mujer, no merecerá
tampoco el aprecio de sus hermanos. Sepa que no queremos guapos, ni cobardes,
porque el ñáñigo no puede dejarse maltratar. Si usted se entera que un hermano está
enfermo, no podrá dejar de socorrerlo. Tendrá que respetar a la Pieza de Orden, el
tambor Mpegó. Respeto, unión, formalidad, palabra y valor es lo que aquí se le exige
(Cabrera, 2000, p. 155).
Parecía que dándoles oportunidad a todos, abriendo los clubes aristocráticos a toda la
población, el acceso a las playas, el acceso a las escuelas, el acceso a las universidades y
a todo, era el camino por el cual comenzaría a desaparecer la discriminación. Pero el
problema es mucho más serio. Creíamos que, incluso, desapareciendo las clases
privilegiadas, los explotadores y los ricos, iba a desaparecer la discriminación racial y se
61
Si vamos más lejos, a uno le duele terriblemente también, si observa imágenes fílmicas
sobre delitos y cosas negativas, ver una proporción más alta de personas negras. Y yo sí
que no creo en absoluto que eso sea un fenómeno genético ni mucho menos, porque
pienso todo lo contrario.14
Entre esas filas, mayoritariamente integradas por hombres de piel negra y mestiza, en
condiciones más desfavorables económica y socialmente, estereotipadas y mal tratadas, figura
un alto porcentaje de miembros de la Sociedad Abakuá.
14
Intervención de Esteban Lazo Hernández, Vicepresidente del Consejo de Estado, en el VII Congreso de la
UNEAC, Palacio de las Convenciones, el 3 de abril de 2008.
62
había que elaborarlos. Es entonces que a partir de un imaginario colectivo se tejió la leyenda
de América que sirvió para justificar su conquista, colonización y explotación.
Con los ñáñigos se construyó un mito también degenerativo. En 1876, el jefe de la policía en
La Habana comunicaba sobre ellos:
Esta sociedad en la cual nada se encuentra escrito, debió tener origen en algunos negros
cimarrones, de los que en dicha raza nacen holgazanes y se crían acogiendo las más
perversas ideas. Así es que para hacer prosélitos inventaron groseras pantomimas
horrorosas […] y para dar al acto toda la solemnidad que sus inventores se propusieron
lo hacían en presencia de un Santo Cristo en cuya espalda tenía figuradas dos grandes
heridas, para significar la parte por donde habrán de introducir el puñal en sus víctimas
dando por de pronto una puñalada en lo que ellos llaman el Sagrario [...] (Sosa, 1982,
pp. 318-319).
A pesar de que la mayoría de los iniciados y sus representantes a todas las instancias insisten
en reiterar que este tipo de actitudes, si bien pudieran cometerse por parte de un iniciado en
tanto miembro no solo de una comunidad religiosa, sino también social, no se encuentran
63
- Abakuá es ambiente
- Abakuá no es guapería, pero hay que estar apto para lo que venga.
15
Es preciso aclarar que cuando a los entrevistados se les hace la pregunta por primera vez, contestan con
palabras o frases generalmente esperadas como “correctas”: “abakuá es ser buen hermano, amigo, hijo o padre”,
“es lo más grande”, “ser abakuá no obliga a ser violento”; luego, al ganar confianza y volver sobre la pregunta,
suelen aparecer otras apreciaciones.
64
Por su parte, el ideólogo alemán Max Weber ve en la prensa un poderoso influjo sobre la
“reglamentación de la vida”, la “conformación de la personalidad” y el “estilo de vida” de la
opinión pública para la integración y adaptación del individuo a través de los medios de
sugestión a la sociedad moderna. La prensa es, entonces, “sustento base” de la comunicación
pública, captado y recreado simbólicamente dentro de su acervo simbólico-cultural.
Como soporte material del proceso de racionalización de la cultura, la prensa permite conocer
cualquier sociedad aunque se cometan errores por el desvanecimiento del sentido subjetivo de
la acción.
En los últimos años, el tratamiento de los medios con respecto a las manifestaciones religiosas
de origen africano se ha modificado ostensiblemente, debido a la política gubernamental que
en esta etapa se ha venido desarrollando en función de congregar al pueblo en torno a las
transformaciones revolucionarias y los valores comunes positivos, el rechazo de actitudes
sectarias y dogmáticas, el trabajo en función de la supresión de prejuicios y prácticas
65
discriminatorias sobre los creyentes, así como la búsqueda de espacios de colaboración entre
instituciones políticas, estatales y religiosas, sobre la base de objetivos sociales humanistas
comunes.
El solo hecho del reconocimiento legal habla por sí solo del carácter institucional en escala
nunca alcanzada por la hermandad. A partir de la adquisición de este estatus legal, una
importante contribución al análisis de nuestro problema de investigación, se pueden dilucidar
otros discursos con la comunidad y con el Estado, que no se limitan exclusivamente a la
Comunicación Interna (críptica, religiosa, sagrada), sino a los engarces con el entorno y con
otras expresiones religiosas y el Estado en el ejercicio de la Comunicación Externa.
El 6 de enero de 2005 aparece el boletín Abakuá, soy yo, órgano oficial del Consejo Supremo
de la Asociación Abakuá de Cuba que, con la intención de convertirse más adelante en
periódico, perseguía informar y orientar sobre los verdaderos principios de la fraternidad.
Lamentablemente, dificultades económicas impidieron la sistematización del proyecto.
Con todo, la visibilización es evidente, y en abril 24, de ese mismo año, el rotativo Juventud
Rebelde da cuenta de la reunión de unos noventa miembros de la Organización Unida Abakuá
con dirigentes del Partido y el Gobierno en la capital, tras lo cual recorrieron diversos centros
hospitalarios para conocer sobre los trabajos de reconstrucción, ampliación e instalación de
modernos equipos para mejorar los servicios de Salud de la urbe.
Las presentaciones públicas asumidas por la entidad van alcanzando cada vez mayor
repercusión. El 20 de mayo de 2013, como parte de las actividades lideradas por la Plataforma
Pastoral cubana, le correspondió a la hermandad abakuá expresar su reclamo por el regreso de
los Cinco Héroes cubanos prisioneros injustamente en cárceles estadounidenses, y desde el
año 2006, cada 27 de noviembre, en la intercepción de las calles de Morro y Colón, se efectúa
una actividad pública para recordar los aciagos hechos de esa fecha, pero ocurridos en 1871,
cuando cinco iniciados abakuá, héroes anónimos, murieron en una intrépida acción solidaria
contra el fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina. La prensa cubana se ha referido
igualmente, tanto al hecho (antes poco conocido) como a la conmemoración, no solo de los
abakuá en particular, sino donde participan intelectuales, dirigentes del Partido y del Gobierno
a diferentes instancias y el pueblo en general.
Las relaciones abakuá/Estado se han fortalecido como nunca antes, y crece el interés oficial
por sostener una cultura de respeto, y apoyar y atender a las instituciones religiosas, como
prioridad política. La Sociedad Abakuá se abre igualmente al diálogo con otras expresiones
religiosas en una suerte de discurso macroecuménico.16
Tanto en el espacio público como privado, nuestro objeto de estudio se ha ido reconfigurando,
consecuencia de un conjunto de interacciones. Al campo privado le corresponden formas de
propiedad y relaciones personales que pueden ser informales o normadas por reglamentos
hacia lo interno de la hermandad; es decir, lo que se estipula para un grupo limitado de
personas. Sin embargo, el poder se hizo cada vez más visible luego de la institucionalización y
la legalización.
16
Desde 2001 la Sociedad Abakuá forma parte de la Plataforma Pastoral cubana, surgida sobre bases mínimas
flexibles, con el objetivo de reclamar el regreso de los Cinco Héroes, trabajar porque las iglesias de los Estados
Unidos y sus agencias se involucraran en la lucha por romper el muro de silencio mediático, coordinar acciones
del movimiento ecuménico internacional para que apoyaran a las iglesias estadounidenses en esa batalla,
desarrollar acciones propias, servir como un referente más en Cuba para las iglesias norteamericanas y trabajar
por el fortalecimiento de la unidad de la familia cubana. Igualmente, representantes de la institución abakuá han
sostenido diálogo con brigadas internacionales de solidaridad con Cuba, participan en eventos científicos y han
expresado su muestra de apoyo al proceso revolucionario en la Tribuna Antimperialista.
67
Chuchú, quien se aventuró durante la República a emitir pasquines políticos en lengua efí,
pasó a formar parte (como imagen) del blanco intrépido que incorporó en su haber el código
carabalí con tal maestría y efectividad que no pocos le atribuyen el título honorífico de Iyamba
Yámbeke (jefe de jefes).
Como figura social e histórica, es Román Quirino Valdés el tercer personaje célebre de los
abakuá por su influencia en Akanarán Efó (primer juego de ñáñigos blancos, donde se
juramentó), su contribución en la creación de Ekori Efó No. 1, Enyegueyé y Eforitongó,
además de convertirse en Abasonga de Abakuá Efó durante el baroko de fundamento de esta
última tierra.
Quirino, por demás, se lanzó a la manigua redentora durante la Guerra Necesaria (1895-1898),
de la cual regresó con el grado de capitán del Ejército Libertador.
También a la contienda organizada por Martí se sumó como teniente del Ejército Libertador el
matancero Felipe Espínola, quien ocupara el cargo de Isué de Oddán Efí y, capturado por el
enemigo, fuera fusilado en la explanada del Castillo de San Severino, por negarse a descubrir
a sus compañeros de lucha. Según la oralidad popular, el gobierno español le concedió a la
68
madre de Espínola la posibilidad de visitarlo para que contribuyera en la delación, pero el hijo
solo pidió que le trajera una camisa blanca y pantalón azul, de modo que con su sangre,
formaran el color de la bandera cubana. Quirino y Espínola representan el espíritu rebelde y el
ideal de lucha para los abakuá.
Los estudios iconográficos, a través de una imagen o de una obra, permiten identificar el
significado de su representación. De tal suerte, el mundo de la alegoría, del simbolismo,
trasciende el examen puramente formal e interpretativo, en cuanto explicación de lo que
representa, para entrar en el análisis de determinadas formas de ser, de comportarse, de
identificarse, así como de su evolución e integración en un contexto cultural. Desde este
ángulo, la iconografía nos muestra con más claridad la forma de pensar o la ideología de un
momento o sector determinado, de un estrato social o de una cultura.
Los íconos, más que meras imágenes, fungen como reservorio de una identidad y sentido de
pertenencia. Para unos pueden erigirse en moda; para otros, en forma de reivindicación.
Es lo que ha venido sucediendo con los abakuá, que han impuesto un estilo de vida, de estética
y de tendencias artísticas. De hecho, paralelamente a la normalización de la existencia de una
identidad, sus manifestaciones se han hecho cada vez más visibles.
Sin duda alguna, el peso fundamental que sostiene a esta cultura recae en el mito, expresado
en el rito, el arte y la literatura oral (y escrita más tarde), que ha servido a los miembros y
aspirantes como imaginario común sobre el cual construir su paradigma.
Entre los tópicos más comunes atribuidos tradicionalmente al fenómeno están el machismo, la
violencia y las relaciones promiscuas. Esto, aunque no constituye objeto de nuestro trabajo y
puede ser mejor explicado por los estudiosos de las ciencias psicológicas y sociológicas,
obedece más a una sedimentada cultura de resistencia que a la imagen sobredimensionada,
aberrante y más visible que sobre el tema ñáñigo se han encargado de difundir los medios
(Torres, 2010; y Pérez y Torres, 2011).
Lo anterior no desdice, sin embargo, que los iniciados se esfuercen por marcar una forma de
vestir o de proyectarse para llamar la atención y reclamar su existencia en una sociedad que
tradicionalmente los ha excluido.
69
Los ñáñigos desde temprano pasaban por parejas con sombreros de jipijapa, calzados
con chancletas de becerro con manchas blancas, camisa blanca suelta atrás y recogida
por un nudo a un costado, pañuelo rojo al cuello y hablando en carabalí (Cabrera, 1957,
p.41).
Los abakuá de hoy han cambiado, tal vez, el sombrero por la gorra, las chancletas por
sandalias, zapatos puntifinos o punticuadrados de última moda, la camisa recogida por
desmangadas o pulóveres entallados, pero el fin sigue siendo el mismo: marcar la diferencia
en respuesta a la marginación, prejuicios y esquematismos que mantuvieron contra el
ñañiguismo desde su fundación casi todos los gobiernos y sectores sociales.
Otros tiempos requieren, sin embargo, otras formas de reafirmación, y algunos medios de
comunicación han contribuido a crear la imagen “perfecta” del ñáñigo actual a partir de un
ícono casi comercial: un joven que se mueve dentro de la marginalidad, cuida su forma de
vestir aunque lo hace con desenfado, dentadura adornada en oro, gusta de las parrandas y
mujeres fáciles, es inescrupuloso y cree en múltiples religiones, pero sobre todo en los santos.
Sería absurdo, desde luego, suponer que todos los iniciados enarbolen las banderas de la
promiscuidad, sean multirreligiosos, se tatúen un íreme o sigan a ultranza el patrón del
“macho” arcaico, pues tangencialmente está el maestro, el médico o el intelectual que apuesta
por la tranquilidad hogareña, es un lector empedernido y escucha a Pavarotti.
Pero, efectivamente, el radio de acción habitual del ñañiguismo lo ha sido el entorno marginal,
y el grueso de su membresía, obreros de los sectores menos favorecidos de la sociedad. En
cualquier caso, la cultura marginal, del “ambiente”, ha calado en la fraternidad abakuá, que ha
sabido apropiarse de códigos que sustentan su identidad.
Iconográficas son sus palabras ekobio, monina, yénica o asere, consideradas vulgares para
muchos puristas de la lengua, pero con un alto sentido semántico entre los iniciados, que
incorporan a su repertorio un conjunto de saludos a más del tradicional apretón de manos, el
denominado “cruce” (saludo simbólico que implica al dedo pulgar y luego la mano completa)
y, de tratarse de un amigo apreciado, un beso en la mejilla.
En cambio, el ícono indiscutible del ñañiguismo, el más difundido y trascendente lo es, sin
dudas, el íreme o diablito. El cine, el teatro, la pintura, la literatura o la fotografía han servido
70
El respeto hacia la Sociedad Abakuá les ha abierto su espacio después de que en noviembre de
2005 se les autorizara como fraternidad religiosa por parte del Registro Nacional de
Asociaciones de Cuba. La institución, perseguida unas veces, tolerada otras, incluso
reconocida, ha creado y asumido sus modelos que popularizan rasgos que la definen y se han
convertido en un signo de su identidad.
71
Visto lo anterior, se puede asegurar que la Sociedad Abakuá (como centro del presente
estudio) proyecta hacia el público interno una comunicación en dos direcciones
fundamentales: vertical, que descansa en su alta jerarquía (plazas), y horizontal, a nivel de
toda la membresía; interacción que Max Weber (1999, p. 66) de dominación/subordinación,
donde el control se establece mediante normas de obligatorio cumplimiento, de tal suerte que
la institución se arrogará el derecho de contrarrestar con el poder depositado todo peligro
producido por una alteración de la fe.
Tal función reguladora, vertical, que recae en el placerío, se explica porque cada dignatario
representa a un espíritu de los fundadores ancestrales en la tierra de Usagaré. La mayoría, por
esa naturaleza, puede transformarse en íreme, aunque no necesariamente tienen que funcionar
como tales.
Estos jefes pueden dividirse en dignatarios superiores (directivos o dirigentes de alto nivel),
donde figuran los cuatro jerarcas con plumero en el seseribó:17 Iyamba, Mokongo, Isué e
17
Instrumento sagrado, tambor que no se percute, muy adornado, y del cual se hablará más adelante.
73
Isunekue, asistidos por otros tres mandatarios: Empegó, Ekueñón y Enkríkamo, completando
lo que se llaman los siete muñones o plumeros, los pilares del abakuá. Les siguen en orden
otros funcionarios (la mayoría íremes), que calificarían como cuadros medios, y que tienen
facultad para tomar decisiones, en tanto conforman el placerío y, por último, los obonekues en
la base.
Los íremes son espíritus, representación del alma de un antepasado que viene a “limpiar” la
Tierra, y a excepción de Isué, Nasakó, o quizás alguna plaza introducida posteriormente en
Cuba, casi todos los miembros del placerío tienen facultad para transformarse en íreme. Es una
figura enmascarada, devenida símbolo de la identidad cubana y socorrido a menudo por las
agencias turísticas que, como con la mulata, la caña o el tabaco, quieren representar a Cuba.
El hombre que asume esa función litúrgica ha de estar “cargado”, es decir, vestir el traje
(efomíremo, akanawán o mokondó, aunque el nombre más común en español es el de “saco”),
y se comunica a través de un variadísimo repertorio corporal de ademanes, pasos, saltos,
carreras que influyen sobre las personas que lo atienden.
Uno de nuestros entrevistados, explica sobre la actividad comunicativa del íreme abakuá:
Para bailar hay que saber lo que te están diciendo. Es una danza comunicativa a través
de la rama que, en un momento determinado, es la lengua del íreme, y en dependencia
del lugar donde tú pongas la rama, te dice una cosa o te dice otra. Hay que saber la
comunicación con el bongó, hay una reverencia que le haces, no porque tú quieras, sino
por un toque que se llama transmisión, un toque que te llama, que te hala… A la hora de
saludar a las plazas, no con todas las plazas es igual, porque no todas las plazas cumplen
el mismo rol dentro de la religión. Por ejemplo, Isué es una plaza de respeto, que tiene
otras características, entonces la rama y el itón se esconden y el pompón avanza para
saludarlo. Ekueñón representa el sacrificio. Por eso se hace un gesto como de degollar.
A Mokongo se le hace un gesto como que vas a montar algo; no es bailar por bailar,
inclusive cuando hay una música y tú no estás de acuerdo en bailarla, te viras y te pones
el pompón en la espalda. Entonces el que está tocando reconoce que eso “no me cuadra”.
Hay una conversación y el que no lo entiende, no puede bailarla. (Comunicación
personal, septiembre de 2015)
Analizar las contribuciones comunicativas del íreme requiere identificar no solo los tipos de
contactos enunciados anteriormente, sino cómo se simultanean al sonido, voces o cantos
conminatorios, olores naturales o artificiales, que potencian también la interacción a diversos
niveles. Al respecto, volvemos sobre Silva:
cosas y que sirva para que la gente sepa, y fundamentalmente en el baile es la relación
entre lo que se baila, lo que se canta y la lengua, la boca que es la rama (ídem.).
Para el máster Alfredo O‟Farril, profesor titular del Departamento de Danza Folklórica en la
Universidad de las Artes (comunicación personal, julio de 2014), la danza del íreme es
medularmente narrativa. “Usted ve bailar al íreme, y está viendo la historia de Sikán”.
Mosiés S. Kagan se basa en cinco aspectos para analizar el carácter concreto elevado de
la información artística que condiciona las particularidades de los signos llamados a
representarlos:
- La estructura figurativa permite al signo que lo identifiquemos en los movimientos
corporales, posee un doble sentido, objetivo-subjetivo y un significado doble racional-
emocional.
- Un inquebrantable vínculo del signo con el significado expresado en el movimiento.
76
En las fiestas abakuá, numerosos iniciados comparten el escenario haciendo gala de sus bailes,
aunque no estén “cargados”, e incluso durante alguna rumba callejera se suelen improvisar o
intercalar toques abakuá, donde casi siempre aparece algún bailador que simula los pasos del
íreme, como para reforzar la construcción de sentido.
pues se trata de un concepto mucho más amplio, que incluye hábitos y costumbres culturales y
exige una estrategia metodológica transdisciplinar para su estudio.
La expresión en el ser humano es una necesidad vital. Es exteriorizar, sacar fuera lo que
tiene el sujeto para que sus sentimientos, ideas, imágenes e historias, le permitan
dialogar con el entorno. En un primer momento, los movimientos expresivos del cuerpo
se dan de forma espontánea, por lo que la relación con el entorno no tiene una intención
consciente. Posteriormente se transforma en comunicación, cuando conscientemente,
imprimimos a nuestras palabras, posturas, gestos y movimientos, dándoles un contenido
y significado peculiares en relación con los demás (Mena, M. y Cordero, 2008, p.85).
cabeza, rostro…, y estudian todas las posibilidades comunicativas del miembro corporal que
correspondan en una o varias situaciones, como si se tratara de estudiar anatomía, lo que a
veces los lleva a conclusiones aisladas y descontextualizadas.
Las formas simbólicas (incluida la CNV) no pueden analizarse fuera de los contextos en que
se producen y donde también son recibidas por individuos situados, que extraen sentido y las
integran a sus vidas, las interpretan y comprenden. El análisis semiótico contextuado provee
de una abstracción metodológica y se centra en las formas simbólicas mismas, para buscar
analizar sus rasgos estructurales internos y sus interacciones.
Solo así puede entenderse la comunicación entre el íreme y el dignatario que lo dirige con un
tambor, un plátano u otro atributo (no cualquiera) como eslabones de una misma cadena que
producen identidad, porque se vinculan a través de sistemas y códigos de los cuales forman
parte.
En forja constante de recursos expresivos, se puede afirmar que como regla universal el
instrumento sonoro primerísimo por excelencia descansa en la propia voz, que en el caso
específico de la Sociedad Abakuá, ha servido para perpetuar la tradición ya sea a través de
enkames (parlas entonadas en “lengua”) o por medio de los cantos.
En estos cantos destaca un solista improvisador de frases que dan cuenta del sentir colectivo o
las creencias del grupo, en una suerte de diálogo al cual contesta el coro y que ha dado en
llamársele de llamadas y respuestas o canto responsorial. Mediante este recurso se mantiene el
ethos social y refuerza la cohesión comunitaria, pues se trata de un acto compartido que puede
limitarse a la repetición de las palabras del solista, pero por lo común el coro las amplía a
través de exclamaciones, onomatopeyas o glosas.
Fernando Ortíz y Argeliers León destacaron dos órdenes o grupos de instrumentos musicales:
simbólico y musical, aunque sostienen que ambos se relacionan. El primero lo integran
instrumentos membranófonos,18 que no forman una orquesta; y el segundo, formado por
cuatro membranófonos y tres ideófonos. 19
Según el musicóloco y profesor de la Universidad de las Artes, doctor Lino Neira, el conjunto
abakuá tiene la característica de ser uno de los tantos reproducidos y luego reconstruidos en
Cuba. La tradición de abakuá comienza a utilizar instrumentos que allá en África tienen el
nombre de enting, y suman seis; se decoran y se pintan, a diferencia de los tambores abakuá.
Estos tambores del conjunto llamado biankomeko son cuatro: tres pequeños y uno
mayor que se cuelga y se tercia al frente del instrumentista. Los otros tres se colocan
debajo del brazo, son tambores de los que se llaman en la musicología, tambores
axilares y se percuten aguantados con uno de los brazos. Están acompañados por otras
tres formas de hacer música: un par de maracas sacuditivas (como dos canastas tejidas
que se cuelgan de las manos y se van percutiendo a los lados del cuerpo y al frente del
18
Grupo de instrumentos musicales que deben su sonido a la vibración de una membrana estirada.
19
Grupo de instrumentos musicales construidos con materiales de naturaleza sonora que deben su sonido a la
puesta en vibración del instrumento como tal.
80
instrumentista); el ekón (campana que se golpea con una madera, una de las formas de
percutir más importantes que tiene la percusión de Cuba), y un tercer instrumento que no
nuevo, sino que es el cuerpo del tambor mayor que se percute por el costado, es decir,
una séptima persona que golpea con dos palos o itones y hace una especie de casca, a un
ritmo fijo que se complementa con la maraca y es dirigido por el ekón (Comunicación
personal, septiembre de 2015).
Los membranófonos se encuentran entre los instrumentos musicales de más remoto uso por el
hombre; sin embargo, su estudio y descripción han tenido un desarrollo más lento que el de
otros instrumentos de reciente introducción. De los que se ocupa este estudio puede decirse
que ha sido inestimable la contribución de investigadores como Fernando Ortiz, Argeliers
León y Lino Neira. Gracias a ellos, y sobre todo al último (1991, p. 17), hoy se sabe que en el
grupo de los llamados “simbólicos” está formado por los tambores empegó, ekueñón,
enkríkamo y ekue, el más sagrado y secreto de todos, membranófono de frotación que se toca
en el cuarto-templo fambá y sus ejecutantes son plazas o funcionarios. “A este grupo de
instrumentos se ha añadido en ocasiones, equivocadamente, el seseribó, eribó o sese, el que
semeja un tambor, pero no se afina ni se toca, por lo que no debe considerársele instrumento
musical; el eribó es el cáliz en el rito ñáñigo” (ob. cit).
Lo anterior ratifica el axioma popular de que “los instrumentos hablan”, lo cual significa que
son capaces de “traducir” el lenguaje de la naturaleza para que lo entienda el hombre y se
comuniquen mutuamente. Todo se puede imitar gracias a los instrumentos —que incluye la
voz—: el bramido del leopardo, la angustia de Sikán, el sonido de la selva, los pasos sobre la
hojarasca, la lluvia, el trueno o el recorrido de un río; en fin, todo puede ser reproducido,
reflejado a través de las formas simbólicas sonoras.
El medio técnico de transmisión puede variar de uno a otro instrumento, pero sigue siendo el
sustrato material de las formas simbólicas, en virtud de las cuales son producidas y
transmitidas.
Como primer atributo, el medio técnico permite fijar la forma simbólica que se transmite, es
decir, fija prácticas ritualizadas. Como segundo atributo, los medios técnicos permiten cierto
grado de reproducción de las formas simbólicas. Como tercer atributo, por su naturaleza y
alcance de la participación, estos medios técnicos exigen, demandan de los individuos el uso
de habilidades, facultades y recursos para decodificar los mensajes, por tanto, no puede
disociárseles totalmente de los contextos sociales en los que se producen las formas
simbólicas, lo mismo para la codificación que para la decodificación.
Esta perspectiva es aplicable también para el análisis de la danza, que dejamos en el acápite
anterior, y para entender la comunicación a través de trazos escriturales, la escritura misma y
la lengua hablada, que abordaremos más adelante.
El complejo sistema de escritura ideográfica que integran los anaforuanas, sellos, gandó, son
algo más que simples trazos que frisan lo artístico, pues se puede distinguir en ellos parte de la
historia abakuá; son testimonios gráficos de hechos pretéritos y a partir de esos textos se
pueden reconstruir acontecimientos diversos.
82
Si bien la palabra hablada es importante, el sistema de signos gráficos nos permite suponer el
desarrollo de estos pueblos a partir de una escritura incipiente. Los signos reproducen de
manera equivalente la situación del mundo material, cuya transformación precisa del
conocimiento a priori por parte del grupo que lo decodificará. No quiere esto decir que “todos”
absolutamente puedan descifrarlos, solo los “sabios”, las plazas —fundamentalmente— los
dominarán, según su mayor o menor implicación en el acto. Pero el signo sirve, además, para
mantener la integridad del grupo.
Las firmas se reciben debidamente estructuradas del juego que apadrina, aunque se les hacen
modificaciones que varían en dependencia de las ramas (efí, efó u orú); por lo demás, la
potencia creadora transmitirá a la bautizada un conjunto de rasgos que denotará, de alguna
manera, el parentesco entre juegos y ramas.
También pueden considerarse firmas los trazos a iniciados y obones, así como a las demás
piezas que participan del ritual y, si bien es el amarillo el color que representa a la vida,
siempre se aplicará un pequeño retoque en blanco que denota la unidad inseparable entre este
mundo y “el más allá”.
Los sellos pueden demarcar también territorios. Así, localizamos el del “Embarcadero”
(nombre que demuestra la poderosa influencia de los efí) de Ekori Efó Taibá, correspondiente
al barrio de Jesús María, en La Habana.
El día 29 de junio de 1882 no fue entregado —sic— por el Isue de Acanaran Efor quien
es Don Carlo Indarte la firma de nuestro embarcadero comprendida desde la calle Egido
83
hasta la Calle figura y desde esta hasta el Puente de Chave queda Bacante para lo que
pueda corresponder (Causa criminal contra Santiago y Martín Llaneli, en ANC, Asuntos
Políticos, legajo 80, No. 10, 1884).
De hecho, era muy natural en el siglo XIX, y todavía durante las primeras décadas del XX,
que los iniciados consideraran embarcaderos a su territorio de operación (Muñanga, nacida el
6 de enero de 1871 en Pocito y Santiago, se reconocía de Pueblo Nuevo; Efori Bumá e Isún
Efó, de 1865 y 1938, respectivamente, correspondían al barrio de Atarés, y así, cada potencia
tenía el suyo). Lo anterior constituye otro basamento que apuntala la idea de
recontextualización de una práctica cultural rural en su ontogénesis, con funciones específicas
económicas y comerciales a través de casas canoas asentadas en las riberas de ríos, lagos,
costas y lagunas, y que devino agrupación urbana, en condiciones muy diferentes aún cuando
se desarrollaron en las inmediaciones portuarias de La Habana, Matanzas y Cárdenas.
Los gandó, por su parte, constituyen la máxima expresión sígnico-gráfica abakuá, cuyos trazos
pretenden representar, a través de historias lejanas, complejas acciones, personajes o lugares
que revisitan el pasado y lo reconstruyen en presente histórico. No es escenografía, sino
historia acompañada de parlas, cantos, toques, vestimentas.
[…] unas figuritas, digamos: de un niño de perfil, con las piernecitas abiertas como
caminando pueden comunicar algo a un conductor de vehículos, hecho de una cultura
citadina; muy poco o nada le informaría a un esquimal, a un mapuche, a un pigmeo del
Itruri, o a un campesino cubano, de tierra adentro antes de estos […] años de cambios
culturales […]
Si no es posible obtener en alquiler una casa que reúna todas las condiciones […] basta
con que esta posea un salón suficientemente grande para instalar el Butame o Fambá, y
un patio. Como no siempre se hallará una ceiba o una palmera en su patio, los signos
bastarán, con su mágico poder, para suplir su ausencia. Un símbolo es una realidad
(Cabrera, 2000, pp.140-141).
Los signos son representaciones de lugares, animales, personas, movimiento, caminos, etc.,
que funcionan más como un mapa situacional que como un sistema pre-escritural.
Con todo, los anaforuanas cumplen eficientemente el propósito inicial que animó la invención
de la escritura: ayudar a la memoria, guiar el relato mediante signos convencionales de
acontecimientos históricos o mitológicos. Esto se hacía, en principio, de forma sintética: a
través de imágenes de ideas o frases se representaba cosas concretas (el sol, una loma, la luna,
el hombre), acciones (caminar, comer, dormir) y abstracciones (valentía, amor, ira).
En tal sentido, los trazos abakuá no pasan de la forma sintética, sin mayores pretensiones que
la de complementar el discurso oral, al cual reafirma con un logo que no necesariamente ha de
ser ni una pintura realista del objeto de referencia ni un aparato fonético que represente
palabras. Por ello, podemos hablar de una protoescritura que representa acontecimientos,
como un simple apoyo a la memoria.
Rotos desde hace muchos años los vínculos con la lengua de origen, el tono, el acento, la
inflexión, que le imprimen a la palabra su correcta expresión, se han perdido y el
lenguaje abakuá ha devenido en una jerga o dialecto afroespañol —o mejor afrocubano
—en el que se dificulta cada vez más precisar la procedencia de sus voces (Dechamps,
1967, p.39).
Diversos investigadores, sin embargo, han tocado el fenómeno de la lengua desde diferentes
perspectivas. Por eso centraremos nuestro interés en el análisis de las particularidades
sociolingüísticas de la comunicación oral y escritural de abakuá, así como su vínculo con la
identidad nacional.
En el Viejo Calabar prevaleció el efí sobre otras lenguas del área meridional del Río de la
Cruz (Cross River). Contribuyó en ello el sistema de “casas-canoas” que devino importante
centro de comercio de esclavos, los cuales usualmente eran vendidos a los europeos una vez
introducida la trata.
Este intercambio europeo-carabalí propició que los misioneros escogieran el efí “para la
traducción de literatura religiosa y como medio de comunicación interétnica. Con ello el efik
devino la lengua literaria del grupo ibibio” (Valdés Bernal, 1996-97, p. 451).
De tener en cuenta el predominio del efí y su sociedad ekpe en la región, nos explicaremos
mejor por qué entre los ñáñigos predomina esta lengua, aunque subsisten incorporaciones de
otros grupos vecinos.
Según Valdés Bernal (Ob. ct., p. 453) abakuá logró preservar un lenguaje esotérico, mezcla de
diversas lenguas y dialectos del Calabar, que no puede fungir como medio de comunicación
fuera del acto litúrgico sino es con la ayuda del español. Es natural. La tradición abakuá no se
enseña desde la niñez (aunque desde niños no pocos aprenden a bailar y hasta a articular
algunas palabras o frases ñáñigas si se encuentran dentro de un entorno familiar o social
permeado por esta cultura).
87
Ahora bien, ¿cómo un complejo de lenguas y dialectos del Calabar ha engranado de forma tan
práctica dentro de la agrupación mutualista?, es algo que mueve a la reflexión. Suponiendo
que los carabalíes Áppapa iniciaran como abakuá a sus descendientes criollos, ya debían los
primeros haber asimilado o sincretizado su lengua con otros grupos de la región que vinieron a
Cuba, pues carabalíes había muchos (isuama, olugos, ibbos, ibibios, etc.), cada uno con su
dialecto o lengua.
Investigadores como Juan Luis Martín (1943) consideran que en las lejanas tierras del Calabar
existía una lengua franca de la región, donde se mezclaron esclavos yoandés y dualas, llevados
de territorios situados más al Mediodía.
Significa este hecho que no fue nada que exigiera esfuerzo excepcional el que se
constituyeran potencias de ñáñigos de calabaríes, que, además de disponer de un
elemento común de entenderse en cuanto a sus deidades, en sus invocaciones traían ya
de esa región de África, como no ocurría tan extensamente con otros, una lingua franca,
un instrumento idiomático común. (T.V, p.6).
Podríamos suponer, siguiendo las lógicas anteriores, que ya la lengua ñáñiga vino mezclada. A
esto sumemos que los efí, cuando mayor auge alcanzaba la trata en Cuba, compartían en
África la Sociedad de Ekpe, e influyeron considerablemente en ella, sobre todo, al imponer la
lengua. Tal vez esa sea la causa por la cual un iniciado de Efí Embemoró, por ejemplo, puede
“presentarse” (dar sus señas verbalmente) y ser totalmente comprendido por uno de Isún Efó o
de Orú Appapá, aunque pertenezcan a ramas diferentes (Efí, Efó u Orú).
Si bien reconocemos al Español como lengua oficial en Cuba, dentro del ritual abakuá
predomina el bríkamo (por nombrarlo de alguna manera a falta de un calificativo más preciso,
ya que no es propiamente efí, ni ibo, ni ekoi…, sino, un resultado nuevo de la interacción entre
varias lenguas de origen carabalí y así es reconocido por casi todos los entrevistados) y solo se
emplea el español para solicitudes específicas: “alcánzame la tinaja”, “dame el yeso”; o para
algunas preguntas al endísime, que todavía no conoce a plenitud la liturgia.
El lenguaje de los ñáñigos no era ni una lengua que hubiesen creado los afrocubanos, o
los africanos, para entenderse con los españoles, ni un idioma inventado por los
españoles para hacerse comprender de los esclavos, sino una parla que nació primero
para comunicarse entre sí los mismos africanos de la región situada frente a Fernando
Poo y después, para que no la entendieran ni los españoles ni los criollos, que no
estuviesen iniciados en la sociedad secreta” (ob. cit., pp.8-9).
Voces como afiana (policía), amún (tabaco) o efanipá (cigarro), debieron ser aplicadas en la
Isla, pues los africanos desconocían lo que era un agente del orden público (el primer
ejemplo), y menos todavía la planta cohíba, que empleaban las culturas originarias de América
para inhalar el humo. Igual ocurre con aserendó bonikán (para el ferrocarril), Sangarié rie
ekón (Isla de Pinos) o Itia Abanga (Estados Unidos).
Estos textos no se encuentran en las bibliotecas, sino que se conservan en las mentes y
en los manuscritos de los líderes de estas tradiciones. El acceso a los mismos, e,
igualmente importante, sus interpretaciones, requiere de una relación significativa con
estos líderes. Estos textos inéditos y codificados representan a los africanos como
protagonistas, utilizando sus sistemas culturales propios, de forma bien distinta respecto
a la imagen habitual de los africanos como protagonistas en la literatura publicada —un
fenómeno raro en sí mismo— en la búsqueda de la asimilación a las normas de la cultura
dominante. (Miller, 2009, p.7).
Dichos textos, que inicialmente se recibían solo por vía oral, fueron inmortalizados con la
palabra escrita, y aún admitiendo la inexactitud en muchas de las transcripciones, resulta
indiscutible la función conservadora que ejercieron las “libretas” para preservar la tradición,
sobre todo cuando los esclavos africanos iban desapareciendo en Cuba. El mérito fundamental
de los “tratados” abakuá radica en el privilegio de recuperar la experiencia acumulada de
primera mano, por exesclavos venidos del Continente Negro.
Quizás muchos iniciados en la hermandad ya conocían las primeras letras. Luz María Martínez
(2008, p.401) asegura que el caudal de la lengua africana, en el siglo XVIII, fue celosamente
90
guardado en las libretas que poseían los oficiantes de diferentes cultos. También el
investigador Pedro Deschamps se cuestiona sobre ello en un concurrido barrio habanero, plaza
fuerte del fenómeno abakuá:
El africano respeta mucho la palabra, pero la escritura supuso un cambio, porque su condición
esclavizada lo ubica e integra en una cultura ligada a la base escritural, donde la palabra vale
muy poco o nada. Un esclavo no era libre sin una carta de libertad; por tanto, la escritura
adquiere una fortaleza desconocida entre los habitantes del África subsahariana.
El emisor del discurso literario oral se enfrenta, entra en relación con un público de
emisores virtuales que devienen coautores. El público, en la mayoría de los casos,
conoce de antemano la producción literaria y lo que aprecia es la forma en que se lleva a
cabo, el “arte de contar”, de cantar o de representar el hecho literario. La palabra literaria
91
Es preciso reconocer a la lengua abakuá, o en su defecto el bríkamo, tal cual es. No es efí,
aunque prevalezca este, sino un remanente de las culturas del Calabar en Cuba, si bien no
contamos con hablantes cubanos de aquellas lenguas.
Aunque suele afirmarse que el lenguaje abakuá no es funcional sin la ayuda del español, lo
correcto sería reconocer que se han ido olvidando palabras por el desuso, en algunos casos, o
se han ido recreando en otros. Las “libretas” y demás documentos consultados muestran, en
cambio, un sinnúmero de voces que funcionan como artículos, pronombres, sustantivos,
adjetivos, etc. Ejemplificamos con los siguientes datos que aporta Teodoro Díaz Fabelo:
Pronombres Personales
YoNomí Nosotros Akoneyó, Erieté-Nomí
TúErieté Vosotros o Ustedes Atemio
ÉlOtáo Ellos Nábiá
Pronombres Posesivos
Ten o Bomí mi, mío, mía
[…]
Nómí kisón mumbán: yo soy hombre
Erieté kisongo nyuao: tú fuiste al río
Atemio kiñongo nyuao: ustedes irán al río
Nábia se kiñongo nyuao: ellos no irán al río
Pronombre Posesivo:
Ngomo nómí: mi yeso, yeso mío
Yérimá ten: mi caballo; caballo mío
Yérimá bomí: mi caballo; caballo mío
Yérima erieté: tu caballo; caballo tuyo
Yérimá nábiá: el caballo de ellos.
(1969, p.111)
92
El lenguaje abakuá tiene una función simbólica, contextual, espacial y temporal. Nos
apropiamos para enfocar nuestro análisis en argumentos expuestos por Gema Valdés (2002,
pp.191-93) en torno a la herencia bantú en la Isla, sobre algunos factores que influyen en el
proceso de comunicación que aplicamos al lenguaje abakuá.
Transmisores: Los miembros de las cofradías abakuá que conocen y utilizan la lengua
ñáñiga como subcódigo lingüístico. Son hablantes de español, pero que en determinada
situación de comunicación se valen de un conjunto de símbolos lingüísticos que los conecta
con el pasado, tradiciones y leyenda. Al ser generalmente un discurso religioso, no suele
proferirse en cualquier lugar, sino en determinados contextos y el discurso solo puede ser
expuesto por hombres. Hay casos en que el espacio se reduce al fambá, en otras ocasiones es
más público. El discurso, generalmente, recae en determinados dignatarios, cuyas funciones
les permiten pronunciar plegarias, cantos, alabanzas… El emisor representa a los antepasados
ancestrales.
Receptores: Decodifican la información, fundamentalmente, los cofrades, quienes están
habituados al ejercicio de la lengua abakuá. Es la comunidad que escucha, la que distingue el
texto y el género discursivos y quien determina, en última instancia, el lugar donde debe
producirse, y en consecuencia, el tipo de relato, el tema y el estilo.
Canal: Oralidad más que escritura.
Códigos: Remanentes de origen carabalí con notas y/o aclaraciones en lengua española.
Durante el acto ritual, al igual que lo apuntado por Gema Valdés para los bantúes, los abakuá
“se complementan con el funcionamiento de códigos gestuales y musicales”.
Circunstancias: Dos fundamentales: la ritual y la social. La ritual emplea casi en su totalidad
el lenguaje abakuá con salpicaduras del español; en la social, inversamente, permea al español
de Cuba. Voces como ecobio, asere o monina han calado el habla cotidiana del cubano.
Chévere es el ejemplo más socorrido, incluso por hablantes foráneos. Moropo, ñampio,
ocambo o fambá, abandonan el terreno ritual y se abren paso, incluso, entre muchos hablantes
del español.
Lo anterior puede darnos una idea de la influencia de la lengua abakuá en el español de Cuba y
cómo, efectivamente, se han perdido elementos originales del simbolismo lingüístico ñáñigo.
93
Es necesario advertir, empero, que algunos sonidos del lenguaje original se han
deteriorado completamente, en labios de los criollos y, sobre todo, de los blancos. Los
sonidos líquidos los han modificado totalmente, pese a lo cual se distingue todavía el
valor original. Dicen “engomo” por el yeso amarillo de funciones rituales, que son
rayados con ese yeso, el yeso de los espíritus; y “obón” por “mboñe”, afiliado, con grado
superior, al “boco” o juego. Fueron siempre remisos a pronunciar la ñ delante de gutural,
como ocurre en esos idiomas del grupo, en que la n se transforma en ñ antes de k y j. En
estas asimilaciones, perdieron parte del sonido y soldaron la vocal a la ñ. Trocaron en s
el sonido k-y o k-ll, en la falta de tradición idiomática española de hacerlo “tsch” o de
optar por la j francesa. Las nasales fuertes se perdieron casi de un modo total así como la
tonalidad propia de cada vocablo; únicamente conservaron de un modo parcial en los
cánticos rituales el ritmo de la frase, también alterado. En la gramática, persistieron en el
uso de los clasificadores originales, de la lengua matriz, desconociendo el fenómeno
lingüístico. Distinguieron así que había voces que comenzaban con “mo”, con “mon”
(mb), con “e”, con “i” o con “bu” (w), como nos revelaron los vocabularios que se han
guardado en los archivos policíacos. En no pocos casos, si no en todos, confundieron los
singulares con los plurales, con lo que vino a desaparecer el número. En otros casos,
recordaban frases enteras con una traducción convencional, en la imposibilidad de
separar las partículas de la construcción (Martín, Juan L., ob. cit., p.4).
Algunos vocablos, incluso frases completas, pueden haber variado en cuanto a modulaciones,
sonidos, aspiraciones vocálicas o consonánticas, etc., pero la lengua hablada sigue siendo
funcional a los efectos de la tradición y la traducción del mito, toda vez que el emisor no es un
elemento pasivo en la producción del discurso y, más que un mero repetidor de lo aprendido,
busca recrear el mensaje heredado ya sea por vía oral o escrita.
cultura matricial africana, pero transversalizada por elementos fuerzan hablar de un proceso
general por el cual la transmisión de las formas simbólicas llega a estar cada vez más mediado
por elementos técnicos e institucionales híbridos, porque la Sociedad Abakuá se mueve dentro
de un marco donde la producción y la recepción de las formas simbólicas están siendo cada
vez más mediadas por una compleja red de intereses institucionales.
95
El objeto de análisis que dio sentido a la presente investigación (la Sociedad Abakuá) es, como
se ha declarado, polisémico y multidiscursivo y, por consiguiente, genera lecturas diversas
desde distintos asientos disciplinares, donde lo comunicológico desempeña un papel esencial
de legitimación.
Cuba tiene la indiscutible huella abakuá, que es patrimonio de la nación y que debemos
defenderlo por encima de todo. Ya lo he explicado en más de una ocasión, no creo que
haya que seguir llamándole secta secreta, porque están oficialmente constituidos en la
República de Cuba. La Constitución les permite libertad de culto, profesar la religión
que prefieran y, específicamente esta, no se dividió de nadie, o sea, es una sociedad
religiosa afroamericana, la única de hombres en Afroamérica, la única reproducida de
tantas que existen hoy en África, con una forma de ser auténtica, cubana, aunque sus
raíces estén allá (Conversación con el autor, septiembre de 2015).
organizaciones religiosas son capaces de generar amor y devoción por sus cultos; si se
sienten orgullosos y, con pasión, predican su creencias, ¿por qué nosotros no podemos
ser iguales?
Me pregunto: si nuestros cultos, creencias y ritos son tan ricos en música y colorido; si
para ser miembro de nuestra hermandad solo pedimos ser fraternales, ayudar al hermano
con problemas y ser respetuosos, ¿por qué nos han hostigado toda la vida y nos han
marginado a vivir casi clandestinamente?, ¿no es el momento histórico para dejar atrás
toda esa ofensiva desmoralizante en que nos han sumido?
No estamos exentos de problemas, pero en nuestras filas no existe ni tienen cabida los
terroristas, ni los pedófilos y pornógrafos infantiles, ni los que maltratan a sus madres,
esposas e hijos. Somos intolerantes en eso; por lo que no tenemos nada de que
abochornarnos. Todo lo contrario, somos una entidad íntegra y llena de vida y futuro, y
una de las organizaciones más antiguas de Cuba, que hemos mantenido nuestra identidad
a pesar de que nos han tratado de exterminar (Conversación con el autor, enero de
2011).
La salida del Cabildo el 6 de enero constituye una manera de demostrar que, gracias a la
resistencia y al acervo atesorado en estas cofradías o agrupaciones, se logró mantener y
defender muchos de los cultos de origen africano que tenemos hoy.
El hecho de que se reconozca significa, de por sí, que la afrodescendencia está muy
latente en la cultura de aquellos pueblos y personas que por, y sobre todo, bajo la injusta
trata negrera llegaron a estas tierras. Significa que, aún sacados de un contexto diferente,
estas personas negras supieron defender su cultura, transformarla y adaptarla a su nuevo
entorno. Lo apreciamos en la música, la danza, la poesía, que contribuyeron a ese
proceso de criollización, de mestizaje que nos caracteriza como nación” (Conversación
con el autor, mayo de 2011).
La fraternidad abakuá surgió como un medio para reproducir en otro contexto prácticas
culturales heredadas de los ancestros carabalíes, vinculadas con la conservación de origen, a
través de sociedades de mutua protección en una Cuba colonial, donde, si bien una numerosa
población no blanca era dueña de diversas propiedades importantes, incluso de esclavos, esta
se veía excluida de muchos cargos públicos, más aún políticos, y se les segregaba de espacios
“solo para blancos”.
El hecho de que los padrinos africanos les hicieran jurar a los descendientes criollos la no
admisión de blancos hacia el interior de la hermandad, dice mucho sobre la definición de los
objetivos iniciales respecto al problema racial y esclavista de la Cuba de entonces, donde la
posición social se determinaba, la mayor de las veces, por el color de la piel.
Como cualquier otra entidad de su tipo, abakuá pretendía dar respuesta a un fin específico, lo
cual concuerda con el criterio de Muriel y Rota (1980, p. 38) de que las instituciones existen
debido a que responden a las necesidades de la sociedad. Por consiguiente, puede decirse que
las instituciones son sistemas organizacionales creados y legitimados para la satisfacción de
las necesidades de los grupos.
99
En los primeros momentos de existencia, les estaba prohibido a los abakuá, incluso,
juramentar mestizos, ya que —decían los padrinos fundadores— tenían la sangre “ligada”,
como reflejo del propio discurso colonial. En cambio, hay también personas esclavizadas de
color blanco (por descendencia). En aquella época la blancura no dependía del color, sino de
la sangre, de la acreditación que se era blanco. Por eso es tan importante el estudio del árbol
genealógico en el análisis de saberes que vienen de africanos y descendientes,
independientemente de su pigmentación.
Pero, a su vez, la matriz venida de España tampoco constituye una matriz estática, sino que
ella misma está configurándose, impactada y obligada a cambiar, estando en condiciones de
contribuir a la nueva identidad: la cubanía, mezcla de lo negro y de lo blanco; de lo africano y
lo español, donde participan como un todo a los efectos de la nueva cultura.
Desde la llegada de los españoles como colonizadores y las oleadas de negros esclavos,
ambos trataron de reproducir sus costumbres, hábitos y formas de vivir. Todos tuvieron
que adaptarse al medio geográfico y a condiciones de vida nuevas; y en esta interacción
se estaba gestando poco a poco una nueva cultura, con un choque abrupto de muchos
100
elementos culturales, unos como dominantes y otros como dominados, con penas y
dolores, pero con resultados significativos para la consolidación de la cultura cubana.
Si bien es cierto que la religión ocupa un lugar muy importante en la vida del español,
para los africanos es el centro de su cultura, por lo que la creación de los cabildos
constituyó un elemento básico para poder conservar sus tradiciones, literatura, cuentos,
mitos, leyendas y costumbres, con sus cantos, toques y bailes.
El gobierno español exigió que los mismos estuvieran acorde con la Iglesia Católica, y
ante ello los negros comenzaron a inscribir los cabildos, señalándoles un santo católico
patrón, independientemente de sus creencias y deidades a las que adoraban. Todas estas
medidas y choques entre los esclavos y colonizadores hicieron posible la
transculturación y el sincretismo religioso entre unos y otros (Conversación con el autor,
septiembre de 2012).
Sobre la composición híbrida de los iniciados en abakuá subraya ahora Ángel Guerrero:
Desde el punto de vista étnico, blancos, negros, mulatos, chinos, se iban incorporando a
la hermandad. En cambio, ya desde la época colonial se desarrolló toda una campaña al
servicio del poder, que trataba de desmoralizar y criminalizando, a través de artículos
periodísticos y cuestionados estudios científicos, a nuestra Sociedad.
Este es el origen de todos aquellos mitos y tabúes orquestados por los poderosos, que
van pasando de oído a oído, y cada cual, con su propia imaginación, los continúa
aumentando. La historia solo recogía hechos delictivos y conductas antisociales de
algunos de los miembros abakuá, obligándoseles, de cierta manera, a esconderse, a
reunirse clandestinamente.
101
Sin embargo, ser abakuá no significa, como han querido hacer creer muchos a través de
los siglos, delincuencia, criminalidad, ignorancia, cárcel. Si se hiciera un análisis serio y
profesional sobre la Sociedad Ekoria Abakuá actual, o sea, si escogiéramos al azar una
potencia de las que funcionan en la actualidad, verificaríamos el nivel cultural de cada
uno de sus miembros, entre los que hay médicos, abogados, maestros, arquitectos,
ingenieros, músicos, deportistas, vagos habituales, ladrones, personas violentas,
militares, etc.
También los hay de diversos colores, y la respuesta a esta diversidad entre los miembros
es fácil. Si hacemos este mismo análisis en un hospital, una unidad militar, una fabrica,
una escuela, los resultados serían los mismos; y es que todos formamos parte de una
misma realidad, y debido a la política educacional de Cuba, el nivel promedio del
cubano es de décimo grado para arriba, por lo que es de esperar que los actuales abakuá
tengan mayor nivel cultural.
En la sociedad cubana de 1840, los juegos estaban formados por tabaqueros, jornaleros,
zapateros, constructores, cocheros, etc., ¿por qué?, porque el nivel cultural de la gente
del pueblo en aquella época era tan bajo que a muchos de aquellos hombres les era
difícil encontrar empleo en otros sectores, independientemente del color de la piel
(Conversación con el autor, enero de 2011).
El cambio en la esfera del trabajo fue sustancial: se hicieron reajustes salariales, hubo un
crecimiento del trabajo temporal y de sus locaciones, mientras las inversiones de capital
norteamericano aumentaron con rapidez.
Desde los primeros años del régimen colonial existieron en Cuba trabajadores asalariados que
fueron utilizados en labores que requerían mano de obra calificada, y hacia la segunda mitad
del decimonónico surgió en la industria el proletariado cubano, cuyo número siguió en
aumento. Terminada la Guerra Grande el movimiento proletario se renovó. A partir de 1878
aparecieron numerosos gremios que agrupaban a trabajadores de los distintos sectores;
panaderos, sastres, albañiles, herreros, carpinteros, tabaqueros. Estas asociaciones comenzaron
a enfrentarse a los propietarios capitalistas.
Por su esencia proletaria, los miembros de la Sociedad Abakuá estuvieron inmersos en esa
dinámica laboral. Se fortaleció desde el principio en el sector marítimo portuario habanero,
fueron numerosos en el gremio tabacalero, dominaron asociaciones de transportistas, trenes de
basura, la esfera musical, espacios preteridos e ignorados por la población elitista blanca.
La modernidad implicaba una combinación entre las instituciones de socialización que dieron
lugar a prácticas culturales híbridas, consecuencia de las relaciones interculturales producidas
por la relación entre inmigrantes, criollos y rellollos, que con el paso del tiempo fueron
refuncionalizando y recontextualizando muchos saberes, rasgos y comportamientos. Dentro de
ellos, los elementos mágico-religiosos, tuvieron un proceso de fusión sincrética que ha
aportado elementos identitarios, propios y relevantes, en la formación de la nación. 20
Se podría insistir para finales del decimonónico la existencia de una cultura o identidad
nacional capaces de expresar este proceso de “mulatización”.
20
Ya para la época existían en La Habana varios juegos integrados por mestizos, y otros que incluían en sus filas
a hombres blancos y negros indistintamente, aunque existían otros que se negaban a dar participación a los
primeros en sus actividades, mucho menos incorporarlos como ekobios. En Matanzas, a finales del siglo XIX, se
crea a Efí Etete, una entidad que según algunas fuentes estaba integrada por chinos, y estos bautizan en 1932 a
Obane Sese Condo, inicialmente de chinos también.
103
Abakuá reacomodó, sin embargo, sus finalidades y objetivos a un tipo de vida diferente en las
postrimerías del siglo XIX (desapareció la esclavitud, pero continuó la explotación) y tuvo que
adoptar nuevas estrategias, luego del advenimiento de la República.
Las fuentes periódicas solían ocultar que entre los miembros del ñañiguismo
participaban muchos blancos no solo de los bajos estratos, sino además de otras clases
sociales, proceso interracial que ya venía dándose desde la segunda mitad del siglo XIX,
pero eso generalmente se olvidaba.
También pasaban por alto que en determinados espacios, si eras ñáñigo, recibías un trato
respetuoso. El deseo de impresionar con una imagen de relieve y de prestigio dentro de
un grupo específico, moldea determinados valores expresados en la ideología del
chévere abakuá. Es decir, que se imponen atributos de grupo que un miembro debe
asumir para ser aceptado, a partir del patrón masculino hegemónico.
104
Muchos conceptos del abakuá, se reinterpretaron por una diversidad humana que
parcializó sus necesidades y expectativas en función del escapismo social. Así, por
ejemplo, la fidelidad al ekobio permitió la entrada de muchos exreclusos con pésimos
antecedentes penales, como espacio de refugio y esperanza para aquellos que optaban
por nuevas oportunidades. La ayuda a un ekobio se expresaba mostrando caridad hacia
el excluido.
Para principios de los años treinta del siglo XX, en medio de un realce del tema
afrocubano, la imagen del ñáñigo seguía siendo imprecisa y denostada. Un periodista de
la época describía21 para Bohemia el velorio de un guapetón habanero a manos de un
Iyamba, así como la atmósfera de venganzas que ello generaría.
Es cierto que la relativa independencia, la falta de consenso entre las potencias, así como
las luchas por determinados espacios de poder, ayudaron a legitimar la propaganda
negativa que sustentaba la prensa para amplificar la “criminalidad” de los ñáñigos
(Conversación con el autor, enero de 2014).
Un artículo del etnólogo cubano Rafael López Valdés (1966) sobre la actividad y el acceso al
empleo en el puerto de La Habana (que también pudiera extenderse a otras esferas), enuncia
cómo determinadas redes de poder/hegemonía devinieron estrategias defensivas entre los años
1902-1942. Por su parte, el periodista e investigador Tato Quiñones subraya acerca de estas
dinámicas:
A menudo se habla del puerto, pero en muchos otros sectores laborales se establecieron
lazos de solidaridad entre los abakuá, como fueron las tabaquerías, los guagüeros, los
vendedores de las placitas y mercados, el matadero…, solo que en los muelles es más
conocido.
El padre de Chano Pozo tenía un sillón de limpiabotas, como muchos otros en aquella
época. Picuíto, pariente de Chavalonga, puso uno en Belascoaín y Salud, una zona
“caliente”. Tuvo que ponerse duro para que no se lo quitaran, porque debía tener un
permiso municipal y gente que lo apoyara. Pudo “resolver”, porque siempre hubo algún
21
Se refiere a una crónica de Salvador Díaz Versón sobre la muerte del hampón Cresencio Zayas Martiatu a
manos del Iyamba Manuel Aguilar Calvo, en 1932.
105
ekobio que le diera la mano. Al igual que Chano, era Muñanga Efó, una de las potencias
que dominaban la zona.
Otro ejemplo: el Diario de la Marina era lanzado por unos boquetes para que los
vendedores lo recibieran abajo. ¡Ni te imaginarás el tropelaje que se formaba!, porque
todo el mundo quería coger suficiente para poder hacer el día, pero no era siempre fácil.
En esos lugares, como en muchos otros, los ñáñigos cerraban filas (Conversación con el
autor, septiembre de 2003).
Más tarde, las nuevas transformaciones estimuladas por el Gobierno Revolucionario después
del primero de enero de 1959 exigen recontextualizar haceres y saberes ante un accionar
sociopolítico diferente que impactaba a todas las expresiones de la sociedad cubana.
Tampoco se les puede ver, ni ahora ni nunca, como similares a otras expresiones religiosas
venidas de África ni con el conjunto de Asociaciones que han proliferado en el país a lo largo
de casi dos centurias,22 pues, aunque existen vasos comunicantes si se les mira desde la
transversalidad, estas describen interesantes desplazamientos en cuanto a lo performántico-
22
Es preocupación de algunos dirigentes del Gobierno y Ministerio de Justicia de hoy día, junto con altos jerarcas
abakuá, la designación de Asociación Abacuá de Cuba para reconocer a todos los miembros pertenecientes a la
hermandad, puesto que el término de Asociación está más emparentado al control estatal, mientras que el de
Sociedad, que es como se ha llamado y autorreconoce la entidad abakuá, va más al tipo de organización
asociativa independiente, que sin alejarse de los principios que preconiza el poder, tiene relativa autonomía y
libertad de acción, como ocurre con casi todos los fenómenos del orden religioso.
106
gestual, lingüístico, oral, distribución y ritualización de los espacios privado y público, así
como en su interacción histórico-contextual.
Sergi Valera le da todavía un sentido más simbólico al espacio urbano, que ayuda a la mejor
comprensión de las prácticas culturales que se desarrollan en esos entornos:
[…] un espacio simbólico urbano será aquel elemento de una determinada estructura
urbana, entendida como una categoría social, que identifica a un determinado grupo
asociado a este entorno, capaz de simbolizar alguna o algunas de las dimensiones
relevantes de esta categoría, y que permite a los individuos que configuran el grupo
percibirse como iguales en tanto se identifican con este espacio así como diferentes de
otros grupos en base al propio espacio o a las dimensiones categoriales simbolizadas por
éste (1997, p. 21).
107
Tales lecturas llevan a una relectura, una resignificación simbólica que implica la reutilización
creativa del espacio, es decir, la refuncionalización de conocimientos, artefactos y sistemas.
Estos problemas exigen de la práctica socioinstitucional, dinámicas de aprendizaje, generación
de instrumentos organizacionales y criterios de identificación y evaluación de problemas.
Los datos obtenidos en el presente estudio nos permiten comprender mejor por qué el caso
abordado se ha expresado de esta y no de otra manera. El análisis del fenómeno en cuestión
abre la posibilidad de revisitar críticamente las teorías disponibles e, incluso, desarrollarlas.
Las experiencias de esta estrategia teórico-metodológica demandan la interacción sistemática
entre los distintos actores, la relevancia de las peculiaridades geográficas, históricas, culturales
y lo esencial del patrimonio humano, pues como institución, la Sociedad Abakuá constituye
una herencia única de su tipo en América, donde los aportes culturales africanos son el
resultado de la lucha de clases y del proceso de transculturación.
Las prácticas culturales abakuá, más que espacios de negociación constituyeron ámbitos de
resistencia frente a la asimilación que todo proceso de esclavitud trae como signo de opresión
cultural asociado. Si bien intentaron reproducir los valores y atributos culturales que venían
dados de la matriz africana ancestral, estuvieron expuestas y abiertas a la transculturación, a
comportarse como elementos dinamizadores de la sociabilidad, fomentando el diálogo y
apropiación de aquellos aspectos más fuertes de raíz hispánica. A no dudar lo criollo, luego
cubano, es fruto de ese ajiaco que describe Fernando Ortiz en una doble dirección, lo que la
matriz africana acepta de la española y viceversa.
Estas prácticas no discurren en sí mismas por una trayectoria siempre lineal y previsible para
el análisis científico social, pues constituyen núcleos simbólicos expresivos de alta creatividad
individual, polisémicos, al tiempo que entramados colectivos desde donde se generan nuevos
sentidos y significados, en coherencia con la trayectoria sociocultural de esos grupos.
Con tal valor epistemológico, las prácticas permiten apreciar las interrelaciones entre los
distintos planos de lo social, la transversalidad de procesos que a menudo son invisibles desde
otras habilitaciones, en tanto expresan la internalización de la cultura, en compromiso con lo
dominante-hegemónico o lo subalterno, en dependencia del posicionamiento socioclasista que
108
Luego de toda esta panorámica esencialmente descriptiva, se impone un análisis acerca del
fenómeno simbólico-comunicativo que suponen estas prácticas religiosas.
Entrevistados al respecto, Tato Quiñones y Orlando Gutiérrez Boza ofrecen puntos de vista
acerca del acriollamiento y refuncionalización de la palabra escrita en la Sociedad Abakuá:
Eso ocurrió con Ifá. Tenemos “tratados” de Ifá cubanos, que no son más que
reinterpretaciones de los criollos, lo que oyeron decir y que reescribieron como mejor lo
pudieron hacer. Con el paso del tiempo, esas palabras se van transmitiendo de
109
Lo mismo ha ocurrido con el abakuá, están los “tratados” abakuá. No son documentos
públicos al que todo el mundo tiene acceso, sino que los iniciados guardan muy
celosamente, pero el que estudie para la praxis sacerdotal sabe que tiene por dónde
guiarse, y no solo por lo que te dice un dignatario de tu juego.
Es muy probable que un carabalí actual, de la región de la que proceda, venga a Cuba y
pueda reconocer, reencontrar, alguna de las prácticas de las que no haya visto y que haya
oído hablar, y que en esta Isla se conservan de la manera más viva, que no se han
fosilizado. En estos “tratados” hay historia africana, cómo la interpretaron los hijos o los
descendientes de esos carabalíes (Comunicación personal, mayo de 2011).
Orlando Gutiérrez, médico de profesión y Nasakó de Efori I Tongó, en Regla, agrega, sin
embargo:
Hay un problema con el lenguaje. Con la terminología se debe tener cuidado, ¿por qué?,
porque aquellos africanos no trajeron nada, no tenían equipaje, solo traían sus palabras,
las que conocían, la que hablaban. En aquel entonces no existían grabadoras de sonidos
ni ningún medio audiovisual de los hoy conocidos; es decir, no había modo de conservar
las palabras, a no ser las transmitidas de forma oral. Tampoco existían las libretas, que
surgieron después.
Estos africanos permitieron que los criollos penetraran sus cabildos, por eso es tan
importante el criollismo. Entonces, esa introducción, primero de los negros libertos,
después de los mulatos y más tarde lo que hizo Petit, ¡salvó al abakuá por la entrada de
los blancos!, fue una cosa increíble que en plena esclavitud fuera la primera institución
que tenía negros y blancos como miembros.
Por otro lado, no es un idioma, sino un dialecto donde no hay gramática. Además,
llegaron los colonialistas e interrumpieron el lenguaje.
110
¿Cómo se dice avión en abakuá? ¿Cómo se dice bioquímica? Todas estas cosas hay que
tenerlas presente. Pienso que hay que estudiar un poco más a los criollos, porque fueron
los criollos los que recogieron las palabras y prácticas que se implementaron y que hoy
en día continúan (Conversación con el autor, mayo de 2011).
El mito es el fundamento de todas estas ceremonias, donde intervienen actores que representan
a los antepasados en virtud del establecimiento del culto, y fija el modelo del rito, a partir de
un lenguaje simbólico. En todos estos procesos se transmiten valores, costumbres y códigos
ético-morales, que se van aprendiendo de generación en generación, por medio de proverbios,
leyendas y “tratados”.
Las nuevas relaciones reacomodan la raíz matricial africana en un producto híbrido, nacional,
único, que signa el funcionamiento de sus prácticas culturales estratificadas en diferentes
funciones:
Los seres humanos son parte de la historia, y no solamente observadores de esta. Las
tradiciones históricas y los complejos conjuntos de significado y valor que se
transmiten de generación en generación son parte de lo que son los seres humanos,
que aprovechan los horizontes históricos como una producción creativa de
significado y se valen de los recursos de las tradiciones.
El hecho de que esta organización cuente con una estructura jerárquica que encauza
determinadas normas de comportamiento más allá de las actividades litúrgicas,
112
Estas prácticas culturales no se limitan a una elite, sino que se materializan en la base, a través
de estrategias por y para la comunidad y en el acercamiento de la Academia y organismos
gestores, de tal suerte que se estimulen interacciones sociales, procesos de co-construcción a
partir de adecuaciones que involucran políticas, racionalidades, formas de ver la vida, surgidas
del entramado de prácticas colectivas.
Las relaciones de los miembros de la hermandad, al igual que toda relación humana, están
signadas por ritualizaciones que ordenan los actos y forman parte de la cultura incorporada,
por lo que se convierten en prácticas de los sujetos que precisan de la existencia de la
comunicación, sea verbal o no. Acciones como comer, vestir, ir de compras…, constituyen
procesos de ritualización en dependencia del contexto social de las personas.
Al centrar el análisis en las formas y ritualidades abakuá, se está haciendo una alusión a
elementos que constituyen una consagración de la tradición. El estudio de la sociabilidad de
este grupo da la oportunidad de observar los sistemas de relaciones interpersonales que sus
miembros establecen entre sí, los motivos e intereses que influyen en su deseo de agruparse y
las actividades usuales que realizan durante sus reuniones. De igual forma, reviste suma
importancia para desarrollar cualquier estrategia de sociabilidad poseer un espacio de reunión
estable.
CONCLUSIONES
La Sociedad Abakuá constituye el trasplante a tierras cubanas de las sociedades
africanas tipo Ekpe, de la que se adoptaron creencias, lenguaje, personajes litúrgicos y
rituales, así como su objetivo y función fundamental: la defensa y protección mutua de
sus integrantes, lo cual le confirió su singularidad dentro del encargo de las entidades
mutuales y hermandades en la Isla.
No obstante, las funciones de aquellas sociedades de África no fueron las mismas que
las de los abakuá en Cuba, pues la sociedad ekpe no solamente se dedicó a sus ritos,
sino que por su propia naturaleza de grupo paraestatal, ejerció una coerción económica
y extraeconómica que se reflejó en la captura de esclavos, el enriquecimiento de
algunas familias principales y la sujeción de pueblos cercanos a la servidumbre.
En tanto la Sociedad Abakuá, como consecuencia del choque con la cultura hispánica y
las condiciones sociales en América, se fue reconfigurando como forma simbólica que
respondiera al entorno, signándole nuevas funciones (gnoseológica, iniciática, lúdica,
sistematizadora, pedagógica, o reguladora) en un proceso de resistencia y adecuación
que reporta contribuciones a la identidad y cultura cubanas, en tanto repertorio
simbólico mestizo e híbrido en evolución.
El enfoque de análisis estratégico teórico-metodológico desde la comunicación sugiere
un marco teórico que permita entender las características de la comunicación en la
Sociedad Abakuá y sus canales distintivos; es decir, de una cultura matricial africana,
pero transversalizada por elementos que fuerzan a hablar de un proceso general por el
cual la transmisión de las formas simbólicas llega a estar cada vez más mediada por
dispositivos técnicos e institucionales híbridos, pues la Sociedad Abakuá se mueve
dentro de un marco donde la producción y la recepción de las formas simbólicas están
siendo cada vez más mediadas por una compleja red de intereses institucionales.
En su relación hacia lo interno y externo, y como parte de ese desarrollo que como
institución alcanza la hermandad, entre el espacio público y privado se van
desvaneciendo las fronteras, donde adquiere singular importancia el análisis de las
formas simbólicas a partir de constructos culturales que incluyen sistemas de
producción y difusión selectiva, que ya no se limitan a la interacción cara a cara, sino
115
Se recontextualizan, así, las prácticas culturales en espacios donde conviven con otros
cultos y confesiones, con la comunidad y con el Estado, y se generan dinámicas
comunicativas transversales (económicas, estéticas, morales, espirituales) en una suerte
de interconexión que no suplen otras religiones ni otras formas de organización.
RECOMENDACIONES:
- Proponemos un debate en torno al estudio de la comunicación respecto al objeto
analizado, que estimule el reclamo de la identidad y la conservación de nuestras
tradiciones a partir de la historia multicultural cubana. Como directrices, es necesario
adoptar el método interdisciplinario, la crítica del paternalismo folklorista y las
visiones centristas en cualquiera de sus manifestaciones, revisar el pasado y el presente
de las culturas aportadas por el llamado Continente Negro, así como la revitalización y
adaptación de dichas culturas en el mundo moderno. Incorporar las necesidades de esta
investigación a la docencia regular y de postgrado sobre comunicación social,
antropología cultural y antropología de la religión.
- Al describir y narrar sobre el tipo de práctica cultural estudiada, sus homólogas o con
características que se les acerquen, debe respetarse su origen y cuidar la aplicación de
vocablos o frases ajenas y poco verosímiles propias del investigador y que, a veces, no
guardan relación con el fenómeno, como pueden ser “asesinato” para referirse a un
“sacrificio”, “brujo” por “sacerdote”, “rey” por “jerarca”, o títulos centristas
desconocidos por la cultura estudiada (rey, caballero, iglesia, pecado, etc.).
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Expertos entrevistados:
ANEXOS
130
Anexo 1
1. Descripción general:
Ubicación del lugar
Descripción del mismo
2. Proceso de socialización:
Relaciones entre los iniciados en general
Relaciones entre los plazas o jerarcas
Relaciones entre plazas y el resto de los obonekues
Relaciones entre los iniciados y los no iniciados
Actitudes con las mujeres presentes
3. Sus discursos:
¿De qué temas hablan?
¿Cómo se expresan?
¿Cómo se expresan de las mujeres?
4. Conductas asumidas:
Emociones que expresan
Expresión extraverbal
6. Otras observaciones:
Consumo de alcohol
Violencia
131
Anexo 2
Entrevista a iniciados
Buenas Tardes, como podrá apreciar, esta entrevista aunque será grabada con vistas a
posteriormente analizar su contenido con fines investigativos es totalmente anónima y
confidencial, solo le rogamos que responda con la mayor franqueza y espontaneidad posible.
1. Edad
2. Juego al que pertenece
3. Nivel de escolaridad
4. Jerarquía
5. ¿Qué significa para ud ser Abakuá?
6. ¿Qué significa para ud ser hombre?
7. ¿Por qué se hizo Abakuá?
8. ¿Cuáles son los valores éticos, morales y religiosos que transmite la sociedad Abakuá?
9. ¿Cómo se transmite el aprendizaje de las interioridades de la religión?
10. ¿Considera que estos valores influyen en el comportamiento social de un Abakuá?
11. ¿Qué figuras influyentes podría resaltar dentro del universo abakuá?
132
Anexo 3
Entrevistas a expertos
Con vistas a elaborar una estrategia teórico-metodológica desde la Comunicación, necesitamos
de usted la colaboración en las preguntas siguientes:
1. ¿Considera usted que una estrategia teórico-metodológica desde la Comunicación, y
desde un enfoque transdisciplinar, contribuiría a llenar el vació que aún existe dentro
de las ciencias sociales, en específico, relacionado con la Sociedad Abakuá y otras
prácticas cubanas de origen esencialmente africano?
2. ¿Qué matrices culturales le confiere usted a la Sociedad Abakuá y por qué continúan
siendo funcionales en el tiempo?
3. ¿Según su juicio, dónde descansa el peso de las mediaciones abakuá hacia sus públicos
interno y externo, y entre el espacio público y privado.
4. A su juicio, ¿son las prácticas abakuá propias e incontaminadas, o resultado del
mestizaje y reajuste en un nuevo contexto?
5. ¿Podríamos trazar un itinerario de las transformaciones abakuá a partir de su
readaptación histórica en sus diferentes etapas de existencia cubana y como resultado
de su relación con el poder en el ejercicio de la dominación/subordinación que nos
permita dilucidar el nivel de complejidad simbólica que cultiva la hermandad?
6. ¿Cree usted que la Sociedad Abakuá forme parte de la cultura nacional, como entidad
al interior de la sociedad civil cubana?
133
Anexo 4
Anexo 5
Anexo 6