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Reflexión Lucas 12:32-40

Un turista visitó al famoso rabino polaco Hofetz Chaim. Y se quedó asombrado al ver que la casa del
rabino consistía, sencillamente, en una habitación atestada de libros. El único mobiliario lo constituían
una mesa y una banquita.
- Rabino, ¿dónde están tus muebles? -preguntó el turista-.
- ¿Y dónde están los tuyos? -replicó Hofetz-.
- ¿Los míos? Pero si yo sólo soy un visitante... y estoy aquí de paso... -dijo el turista-.
- Lo mismo que yo –le dijo el rabino-.
Esta simpática historia nos puede ilustrar el tema del Evangelio de hoy. Se nos habla de la necesidad
de pensar más en la otra vida y, en consecuencia, de almacenar riquezas más para la eternidad que
para el tiempo presente, puesto que "nuestra vida no depende de nuestros bienes", y no nos vamos
a llevar nada de esta tierra. El rabino del cuento nos muestra una conciencia clara de esta verdad
fundamental.
Este domingo el Señor completa su pensamiento al respecto, dando un paso más hacia adelante.
No basta sólo con pensar en el más allá y que sepamos qué es lo verdaderamente importante y
esencial en nuestra existencia. Hemos de regir toda nuestra vida según esos criterios de eternidad.
Pero, como vivimos en un mundo lleno de tentaciones que pueden apartarnos de Dios, Jesucristo
nos invita reiteradamente a la vigilancia.
El pasaje de este domingo contiene diversas enseñanzas de Jesús y de sus discípulos, recopiladas
por Lucas para formar un discurso sobre la necesidad de velar y de poner el corazón en lo que
realmente importa.
Comienza con una llamada a la confianza llena de ternura, expresada con diminutivos (literalmente,
«pequeño rebañito»). Las ovejas, que nos representan a nosotros, seguidores de Jesús, dependen
de su pastor y confían en él. El Padre nos regala su Reino, y eso nos ha de dar seguridad y serenidad;
podemos confiar en él y dejar de tener miedo al futuro.
Lucas relaciona la confianza en Dios con la necesidad de desprendernos de los bienes materiales.
Las riquezas son siempre una tentación que atrae el corazón y lo esclaviza. Lucas propone, con
valentía, que las riquezas de cada uno han de servir para los demás y no para uno mismo. De esa
manera el corazón queda liberado, «porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón».
Esta es una verdad que experimentamos cada día. Podemos hablar mucho sobre cuáles son
nuestras prioridades, qué cosas consideramos realmente importantes en nuestra vida y cuáles
decimos que son secundarias. Pero, a la hora de la verdad, son las opciones concretas de cada día
las que muestran, en realidad, hacia dónde va nuestro corazón, a qué le dedicamos más horas, más
esfuerzos, más deseos, más dinero…
La «cintura ceñida» era la forma de vestir para trabajar; el cinturón ajustaba la túnica, sobre todo si
era larga, para que el trabajador pudiese moverse mejor en su trabajo. Por eso, la expresión opuesta,
«aflojar el cinturón», significaba «descansar». La «lámpara encendida» nos lleva a la noche, en la
que es necesario encender luz para poder ver. La imagen, por tanto, nos pide que estemos
dispuestos y a punto, incluso por la noche, cuando normalmente se descansa y no se trabaja.
Y todo porque Jesús nos compara con los criados que están esperando a su amo. La espera tiene
que estar cargada de gozo y de sana «tensión». Velar no significa estresarse, preocuparse, vivir
amargado, sino todo lo contrario, experimentar el gozo profundo de la venida segura de Jesús a
nuestra vida.
Esta venida tiene dos formas. Una será al final de la vida, cuando nos fundiremos en un abrazo con
el amor del Padre. Y la otra sucede a cada instante de la vida, porque Jesús está viniendo
constantemente a nuestra existencia si sabemos reconocerlo. Cada día que amanece es un regalo
suyo. Cada persona con la que nos cruzamos es motivo de su presencia. Cada circunstancia que
nos pide atención, cada necesidad de nuestros hermanos y hermanas más desfavorecidos, es una
petición que nos hace Jesús en persona.
Jesús es presentado en este pasaje del evangelio como el «amo» y nosotros como «los criados»,
pero cuando el amo llega, comienza a hacer algo extrañísimo: ¡se ciñe, nos hace sentarnos y se
pone a servirnos! En forma de imagen, Lucas está presentando una verdad profunda que nuestro
mundo rechaza de plano: servir por amor es ser servidos por Dios, servir a los demás nos hace crecer
y nos hace más humanos, es decir, más felices, sufrir por las personas que amamos es el camino
del auténtico bienestar.
Diálogo con Cristo: Jesús, ¡que toda mi vida se resuma en escucharte y en obedecer tu voz! Gracias
por fortalecerme en los momentos de tentación o de distracción. Ayúdame porque quiero estar
siempre vigilante, esperándote y dedicando mi vida, de una manera más comprometida, para
construir tu reino en mí y en los que me rodean.

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