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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

CONCILIO EVANGELISTICO MISIONERO INTERNACIONAL PENIEL


DEPARTAMENTO DE EDUCACIÓN TEOLOGICA
INSTITUTO BIBLICO INTEGRAL PENIEL (IBIP)
INSCRITO EN LA DIRECCIÓN DE CULTO DE MINISTERIO DEL PODER POPULAR
PARA EL INTERIOR Y JUSTICIA BAJO EL NUMERO: A-100D6/5200F-1100/ RIF: J-07551914-0
NUCLEO CIUDAD OJEDA EL DANTO

El Canon Bíblico

Integrantes:

Maria Marin CI: 26.143.261

Merarix Saavedra CI: 21.190.912

Nestor Hernandez CI: 8.787.906

Yenifer García CI: 19.035.066

Raiza Marin CI: 19.121.979

Ciudad Ojeda, Marzo 2019


Canon Bíblico

El término griego kanon es de origen semítico y su sentido inicial fue el de «caña». Más tarde la
palabra tomó el significado de «vara larga» o listón para tomar medidas utilizado por albañiles y
carpinteros. El hebreo kaneh tiene ese significado (Ez 40.3, 5). El latín y el castellano transcribieron
Canon el vocablo griego en «canon». La expresión, además, adquirió un significado metafórico: se
utilizó para identificar las normas o patrones que sirven para regular y medir.

En la tradición judeocristiana el canon tiene un propósito triple. En primer lugar identifica y


conserva la revelación, a fin de evitar que se confunda con las reflexiones posteriores en torno a
ella. Tiene el objetivo, además, de impedir que la revelación escrita sufra cambios o alteraciones.
Por último, brinda a los creyentes la oportunidad de estudiar la revelación y vivir de acuerdo a sus
principios y estipulaciones. En el siglo IV la palabra «canon» se utilizó para referirse propiamente a
las Escrituras. El «canon» de la Biblia es el catálogo de libros que se consideran normativos para
los creyentes y que, por lo tanto, pertenecen con todo derecho a las colecciones incluidas en el
Antiguo y el Nuevo Testamento. Con ese significado específico la palabra fue utilizada
posiblemente por primera vez por Atanasio, el obispo de Alejandría, en el año 367. A finales del
siglo IV esa acepción de la palabra era común tanto en las iglesias del Oriente como en las del
Occidente, como puede constatarse en la lectura de las obras de Gregorio, Priciliano, Rufino, San
Agustín y San Jerónimo.

CANON DEL ANTIGUO TESTAMENTO

De acuerdo a los diversos relatos evangélicos, Jesús utilizó las Escrituras hebreas para validar
su misión, sus palabras y sus obras (véanse Mc 1.14; Lc 12.32). Los primeros creyentes
continuaron esa tradición hermenéutica y utilizaron los textos hebreos, y sobre todo sus
traducciones al griego, en sus discusiones teológicas y en el desarrollo de sus doctrinas y
enseñanzas. De esa forma la iglesia contó, desde su nacimiento, con una serie de escritos de alto
valor religioso.

Los libros de la Biblia hebrea son 24, divididos en tres grandes secciones.

La primera sección, conocida como Torá (vocablo hebreo que por lo general se traduce «ley»,
pero cuyo significado es más bien «instrucción» o «enseñanza») contiene los llamados «cinco
libros de Moisés»: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.

La segunda división, conocida como Nebiim (profetas), se subdivide, a su vez, en dos grupos:
Los profetas anteriores , en los que figuran Josué, Jueces, Reyes y Samuel; y Los profetas
posteriores : Isaías, Jeremías, Ezequiel y el Libro de los Doce.

La tercera sección de la Biblia hebrea se conoce como Ketubim (escritos) e incluye once libros:
Salmos, Proverbios y Job; un grupo de cinco libros llamados Megilot (rollos), Cantar de los
cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Ester; y finalmente Daniel, Esdras-Nehemías y
Crónicas.

Con las iniciales de Torá , Nebiim y Ketubim se ha formado la palabra hebrea Tanak , que
significa «la Biblia». Los 24 libros de la Biblia hebrea son idénticos a los 39 que se incluyen en el
Antiguo Testamento de las Biblias protestantes. Es decir, no contienen los libros deuterocanónicos.
La diferencia en número se basa en contar cada uno de los doce profetas menores y en la
separación, en dos libros cada uno, de Samuel, Reyes, Crónicas y Esdras-Nehemías. Al unir el
libro de Rut al de Jueces y el de Lamentaciones al de Jeremías, se identifican 22 libros; el 22
corresponde, además, al número de caracteres del alfabeto hebreo.

Los 24 libros de la Biblia hebrea son idénticos a los 39 que se incluyen en el Antiguo Testamento
de las Biblias protestantes. Es decir, no contienen los libros deuterocanónicos. La diferencia en
número se basa en contar cada uno de los doce profetas menores y en la separación, en dos libros
cada uno, de Samuel, Reyes, Crónicas y Esdras-Nehemías. Al unir el libro de Rut al de Jueces y el
de Lamentaciones al de Jeremías, se identifican 22 libros; el 22 corresponde, además, al número
de caracteres del alfabeto hebreo.

Los 24 libros de la Biblia hebrea son idénticos a los 39 que se incluyen en el Antiguo Testamento
de las Biblias protestantes. Es decir, no contienen los libros deuterocanónicos. La diferencia en
número se basa en contar cada uno de los doce profetas menores y en la separación, en dos libros
cada uno, de Samuel, Reyes, Crónicas y Esdras-Nehemías. Al unir el libro de Rut al de Jueces y el
de Lamentaciones al de Jeremías, se identifican 22 libros; el 22 corresponde, además, al número
de caracteres del alfabeto hebreo.

La Septuaginta: El Canon Griego

Uno de los resultados del cautiverio de Israel en Babilonia fue el desarrollo de comunidades
judías en diversas regiones del mundo conocido. En Alejandría, capital del reino de los Tolomeos,
el elemento judío en la población de habla griega era considerable; y como Judea formaba parte
del reino hasta el año 198 a.C., esa presencia judía aumentó con el paso del tiempo.

Luego de varias generaciones, los judíos de Alejandría adoptaron el griego como su idioma
diario, y dejaron el hebreo para cuestiones cúlticas. Para responder adecuadamente a las
necesidades religiosas de la comunidad, pronto se vio la necesidad de traducir las Escrituras
hebreas al griego. Al comienzo, posiblemente la lectura de la Torá (que era fundamental en el culto
de la sinagoga) se hacía en hebreo, con una posterior traducción oral al griego. Luego los textos se
tradujeron de forma escrita. Ese proceso de traducción oral y escrita se llevó a cabo durante los
años 250–150 a.C. La Torá (o Pentateuco, como se conoció en griego) fue la primera parte de la
Escrituras en traducirse. Más tarde se tradujeron los profetas y el resto de los escritos.

Una leyenda judía, de la cual existen varias versiones, indica que desde Jerusalén se llevaron a
setenta o setenta y dos ancianos hasta Alejandría para traducir el texto hebreo al griego. Esa
leyenda dio origen al nombre Septuaginta (LXX), con el que casi siempre se identifica y conoce la
traducción al griego del Antiguo Testamento.

El orden de los libros en los manuscritos de la Septuaginta difiere del que se presenta en las
Escrituras hebreas. Posiblemente ese orden revela la reflexión cristiana en torno al canon.

En primer lugar, como en el canon hebreo, la Septuaginta incluye los cinco libros de Moisés o el
Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.

La segunda sección presenta los libros históricos: Josué, Jueces, Rut, los cuatro libros de la
monarquía (Samuel y Reyes), Paralipómenos (Crónicas), 1 Esdras (una edición griega alterna de 2
Cr 35.1, Neh 8.13), 2 Esdras (Esdras-Nehemías), Ester, Judit y Tobit. Los libros de Judit y Tobit, y
las adiciones griegas al libro de Ester, no aparecen en los manuscritos hebreos.

En la tercera división se encuentran los libros poéticos y sapienciales: Salmos, Proverbios,


Eclesiastés, Cantar de los cantares, Job, Sabiduría y Eclesiástico (Sabiduría de Jesús ben Sira ).
De este grupo, Sabiduría (escrito originalmente en griego) y Eclesiástico (escrito en hebreo) no se
encuentran en el canon hebreo. El libro de los Salmos contiene uno adicional que no aparece en el
canon hebreo: el 151, del cual existen copias tanto en griego como en hebreo.

La sección final de la Septuaginta incluye los libros proféticos: Isaías, Jeremías y


Lamentaciones, junto a Baruc y la Carta de Jeremías, que no aparecen en el orden del canon
hebreo; Ezequiel; y el libro de Daniel, con varias adiciones griegas: la historia de Susana, el relato
de Bel y el Dragón y una oración de confesión y alabanza de 68 versículos entre los vv. 23–24 del
tercer capítulo.

Los libros de los Macabeos (que pueden llegar hasta a cuatro en diversos manuscritos y
versiones) se incluyen, como una especie de apéndice, al final de la Septuaginta.

En torno a los libros y adiciones que se encuentran en la Septuaginta, y no aparecen en las


Escrituras hebreas, la nomenclatura y el uso lingüístico en diversos círculos cristianos no es
uniforme. La mayoría de los protestantes identifican esa sección de la Septuaginta como
«apócrifos». La iglesia católica los conoce como «deuterocanónicos». «Apócrifos», para la
comunidad católica, son los libros que no se incluyeron ni en el canon hebreo ni en el griego. Los
protestantes identifican los libros que no se incorporaron en ninguno de los cánones como
seudoepígrafos.

Los libros deuterocanónicos o apócrifos son los siguientes: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico
(Sabiduría de Jesús ben Sira), Baruc, 1 y 2 Macabeos, Daniel 3.24–90 ; 13 ; 14 y Ester 10.4–16 ,
24 . La mayoría de estos textos se conservan solo en manuscritos griegos.

Como ya dijimos, la Septuaginta hizo posible que los judíos grecoparlantes (en la diáspora y
también en Palestina) tuvieran acceso a los textos sagrados de sus antepasados en el idioma que
podían entender. Además, el texto griego dio la oportunidad a grupos gentiles de estudiar las
Escrituras hebreas (Hch 8.26–40 ).

La iglesia cristiana se benefició sustancialmente de la traducción de la Septuaginta: la utilizó


como su libro santo y le llamó «Antiguo Testamento». El texto en griego dio la oportunidad a los
cristianos de relacionar el mensaje de Jesús con pasajes de importancia mesiánica (Hch 7; 8 ); les
brindó recursos literarios para citar textos del canon hebreo en las discusiones con los judíos ( Hch
13.17–37 ; 17.2–3 ); y jugó un papel fundamental en la predicación del evangelio a los gentiles (
Hch 14.8–18 ; 17.16–32 ).

La Iglesia Y El Canon

Una vez finalizado el período del Nuevo Testamento, la iglesia continuó utilizando la Septuaginta
en sus homilías, debates y reflexiones teológicas. Una gran parte de los escritores cristianos de la
época utilizaban libremente la Septuaginta, y citaban los libros que no se encontraban en el canon
hebreo.

La iglesia Occidental, a finales del siglo IV, aceptó un número fijo de libros del Antiguo
Testamento, entre los cuales se encuentran algunos deuterocanónicos que aparecen en la
Septuaginta. Los teólogos orientales, por su parte, seguían el canon hebreo de las Escrituras.
Tanto Orígenes como Atanasio insisten en que se deben aceptar en el canon únicamente los 22
libros del canon judío; y San Jerónimo, con su traducción conocida como «Vulgata Latina»,
propagó el canon hebreo en la iglesia Occidental.
A través de la historia, la iglesia ha hecho una serie de declaraciones en torno al canon de las
Escrituras. Al principio, estas declaraciones se hacían generalmente en forma de decretos
disciplinares; posteriormente, en el Concilio de Trento, el tema del canon se abordó de forma
directa y dogmática.

El Concilio de Trento se convocó en el año 1545 en el entorno de una serie de controversias con
grupos reformados en Europa. Entre los asuntos a considerar se encontraba la relación entre la
Escritura y la tradición, y su importancia en la transmisión de la fe cristiana. Se discutió
abiertamente la cuestión del canon, y se promulgó un decreto con el catálogo de libros que
estaban en el cuerpo de las Escrituras y tenían autoridad dogmática y moral para los fieles. Se
declaró el carácter oficial de la Vulgata Latina, y se promulgó la obligación de interpretar las
Escrituras de acuerdo a la tradición de la iglesia, no según el juicio de cada persona. Además, el
Concilio aceptó con igual autoridad religiosa y moral los libros protocanónicos y deuterocanónicos,
según se encontraban en la Vulgata. Entre los reformadores siempre hubo serias dudas y
reservas en torno a los libros deuterocanónicos. Finalmente los rechazaron por las polémicas y
encuentros con los católicos. Lutero, en su traducción del 1534, agrupo los libros deuterocanónicos
en una sección entre los dos Testamentos, con una nota que indica que son libros «apócrifos».
Aunque su lectura es útil y buena, afirmó, no se igualan a las Sagradas Escrituras. La Biblia
de Zurich (1527–29), en la cual participó Zuinglio, relegó los libros deuterocanónicos al último
volumen, pues no los consideraba canónicos. La Biblia Olivetana (1534–35), que contiene un
prólogo de Juan Calvino, incluyó los deuterocanónicos aparte del resto del canon. La iglesia
reformada, en sus confesiones Galicana y Bélgica no incluyó los deuterocanónicos. En las
declaraciones luteranas se prestó cada vez menos atención a los libros deuterocanónicos.

En Inglaterra la situación fue similar al resto de la Europa Reformada. La Biblia de Wyclif (1382)
incluyó únicamente el canon hebreo. Y aunque la Biblia de Coverdale (1535) incorpora los
deuterocanónicos, en Los treinta y nueve artículos de la iglesia de Inglaterra se dice que esa
literatura no debe emplearse para fundamentar ninguna doctrina. La versión King James (1611)
imprimió los deuterocanónicos entre los Testamentos.

La traducción al castellano de Casiodoro de Reina (publicada en Basilea en 1569) incluía los


libros deuterocanónicos, de acuerdo al orden de la Septuaginta. La posterior revisión de Cipriano
de Valera (publicada en Ámsterdam en 1602) agrupó los libros deuterocanónicos entre los
Testamentos.

La Confesión de Westminster (1647) reaccionó al Concilio de Trento y a las controversias entre


católicos y protestantes: afirmó el canon de las Escrituras hebreas. En su declaración en torno al
canon, la Confesión indica que los deuterocanónicos (identificados como apócrifos) no son
inspirados por Dios, y por lo tanto no forman parte del canon de la Escritura y carecen de autoridad
en la Iglesia; indica, además, que pueden únicamente como escritos puramente humanos. De esa
forma se definió claramente el canon entre las comunidades cristianas que aceptaban la Confesión
de Westminster.

El problema de la aceptación de los apócrifos o deuterocanónicos entre las comunidades


cristianas, luego de la Reforma, se atendió básicamente de tres maneras: 1) Los deuterocanónicos
se mantenían en la Biblia, pero separados (alguna nota indicaba que estos libros no tenían la
misma autoridad que el resto de las Escrituras). 2) De acuerdo al Concilio de Trento, tanto los
deuterocanónicos como los protocanónicos se aceptaban en la Biblia con la misma autoridad. 3)
Basados en la Confesión de Westminster, se aceptaba la autoridad y se incluía en las ediciones de
la Biblia únicamente el canon hebreo.
Luego de muchas discusiones teológicas y administrativas, la British and Foreign Bible Society
decidió, en 1826, publicar Biblias únicamente con el canon hebreo del Antiguo Testamento. La
Biblia Reina-Valera se publicó por primera vez sin los deuterocanónicos en 1850.

En torno a los apócrifos o deuterocanónicos, las iglesias cristianas han superado muchas de las
dificultades que les separaban por siglos. Ya la polémica y la hostilidad han cedido el paso al
diálogo y la cooperación interconfesional. En la actualidad grupos católicos y protestantes trabajan
juntos para traducir y publicar Biblias. Esta literatura, lejos de ser un obstáculo para el diálogo y la
cooperación entre creyentes, es un recurso importante para estudiar la historia, las costumbres y
las ideas religiosas del período que precedió el ministerio de Jesús de Nazaret y la actividad
apostólica de los primeros cristianos.

El canon y la inspiración

Los términos canónico e inspirado coinciden en que todos los libros canónicos deben ser
inspirados, y se asume que todos los libros inspirados están en el canon bíblico. Ahora, difieren en
su sentido ontológico, pues la inspiración viene de Dios y la canonicidad del reconocimiento
humano. De manera que, para que un libro sea canónico debe ser inspirado, pero, para que un
libro sea inspirado no tiene que ser canónico. Esto es así, porque la inspiración divina trasciende la
canonización humana.

Libros proto-canónicos, deutero-canónicos y apócrifos

El término “proto-canónico” significa “primer canon”, y designa el conjunto de libros considerados


como inspirados desde la antigüedad. Por ejemplo, el “Canon Hebreo”.

“Deutero-canónico” significa “segundo canon”. Así se les llama a los libros rechazados por el
Canon Hebreo pero acogidos por el “Canon Alejandrino”. También, se designan con este nombre a
los libros que, en principio, a algunas comunidades les parecieron dudosos hasta que se formó el
canon definitivo. De aquí que los libros deuterocanónicos son 14: siete del Testamento Judío (TJ) y
siete del Testamento Cristiano (TC). Los deuterocanónicos del TJ son: Tobías, Judit, 1 y 2
Macabeos, Baruc con la carta de Jeremías, Ben Sirá (Eclesiástico) y Sabiduría. Los del TC son:
Hebreos, Santiago, 2 Pedro, 2 y 3 Juan, Judas y Apocalipsis. Mientras que los judíos no admiten lo
deuterocanónicos, los protestantes sólo admiten los del TC.

“Apócrifo” (del gr. “apo-kripto, apokryfos”) significa “escondido u oculto”. Son aquellos libros que
no forman parte del canon bíblico, es decir, que ni judíos ni cristianos los reconocen como
inspirados. Entre los libros apócrifos tenemos que destacar los del Antiguo Testamento (AT) y los
del Nuevo Testamento (NT). Se denomina apócrifos del AT a un conjunto de obras literarias
escritas entre los años 200 a.C. – 200 d.C. aproximadamente. Los del NT son obras cristianas del
siglo I que no entraron en el canon. Los protestantes utilizan el término apócrifos para referirse a
los deuterocanónicos del AT.

Canon Hebreo:

La “Biblia Hebrea” (BH), a la que llamamos AT, se encuentra dividida en tres secciones: Toráh
(Ley), Nebi’im (Profetas) y Ketubim (Escritos). De las iniciales de estas tres agrupaciones sale el
nombre de la BH – TaNaK. La TaNaK es el libro sagrado del judaísmo, es también la base de los
libros sagrados del Cristianismo y, además, sirvió como base al Corán –libro sagrado del Islam. El
Canon Hebreo consta de 24 libros. En dicho canon 1 y 2 Samuel son un sólo libro, así como
también 1 y 2 Reyes; además, Esdras y Nehemías forman un sólo libro y, de igual manera, 1 y 2
Crónicas.

Primera colección – la Toráh (Ley):

Aunque normalmente el término “Toráh” se traduce por “ley”, debido a que en la Versión Griega se
denomina con el nombre de “nomos” (ley) a la agrupación de los primeros cinco libros de la Biblia,
éste significa “enseñanza, instrucción y normas de conducta”. Esta colección agrupa cinco libros
conocidos también como “Pentateuco” (cinco rollos), de los cuales, según la tradición clásica judía,
Moisés es el autor.

Libros Nombre hebreo Nombre griego Capítulos/versículos

Génesis Bere’sit Génesis 50/1534

Éxodo Semot Éxodos 40/1209

Levítico Wayiqra’ Levitikon 27/859

Números Bamidbar Aritmoi 36/1288

Deuteronomio Debarim Deuteronomion 34/955

Segunda colección – Nebi’im (Profetas):

“Nebi’im” es un término plural en hebreo que significa “profetas”: “nabí” = profeta, y la terminación
“im” indica el plural. Con este nombre se designa a la segunda agrupación de libros de la BH. Esta
colección se encuentra dividida en dos grupos: los “Nebi’im ha-risonim”, “profetas anteriores”, y los
“Nebi’im aharonim”, “profetas posteriores”.

Los profetas anteriores son un conjunto de libros históricos:

Libros Nombre hebreo Nombre griego Capítulos

Josué Yehoshúa Iosue 24

Jueces Shofetim Kritai 21

1y2 Samuel Samuel Samuel 31-24

1y2 Reyes Melajim Basileion 22-25


Los profetas posteriores están divididos en “mayores” y “menores”. Los profetas mayores son:

Libros Nombre hebreo Nombre griego Capítulos

Isaías Yeshayah Esaias 66

Jeremías Yiremyah Ieremias 52

Ezequiel Yehezqel Iezekiel 48

Los profetas menores son:

Libros Nombre hebreo Nombre griego Capítulos

Oseas Hoshea Osee 14

Joel Yo’el Ioel 3

Amós Amos Amos 9

Abdías Abadyah Abdiu 1

Jonás Yonah Ionas 4

Miqueas Mikah Miqaias 7

Nahúm Najum Naum 3

Habacuc Jabaquq Abakum 3

Sofonías Sefanyah Zofonias 3

Ageo Jagay Aggaios 2

Zacarías Zekaryah Zaqarias 14

Malaquías Malaki Malaqias 4

Tercera colección – Ketubim (Escritos):

Los “Ketubim” = “escritos” constituyen la tercera agrupación del Canon Hebreo, y es la de menor
valor en el orden jerárquico de dicho canon. Parte de estos libros encontraron mucha dificultad
para ser aceptados en el canon.

Algo importante que tenemos que resaltar es que Daniel no es considerado como profeta en el
Canon Hebreo, sino que pertenece al grupo de los Escritos, probablemente porque fue escrito muy
tardíamente (siglo II a.C.).
La colección de los Escritos es:

Libros Nombre hebreo Nombre griego Capítulos

Salmos Tehilim Psalmoi 150

Job Iyob Iob 42

Proverbios Mashal Paroimiai 31

Rut Rut Ruth 4

Cantar de los cantares Shir hashirim Asma 8

Eclesiastés Qohelet Ekklesiastes 12

Lamentaciones Ekah Threni 5

Esther Ester Esther 10

Daniel Daniel Daniel 12

Esdras y Nehemías Ezra- Nehemyah Esdras 10-13

1y2 Crónicas Dabar-hayamim Paraleipomenon 29-36

Historia del Canon del Nuevo Testamento

Canon del Nuevo Testamento

Sigue, a grandes rasgos las mismas líneas de autenticación que el Antiguo, en su corto periodo de
unos cincuenta años. Los Apóstoles declaran haber sido inspirados por Dios y la autoridad de sus
Escritos; Apocalipsis 1:3. Los autógrafos fueron recibidos y copiados para su transmisión por las
iglesias. La evidencia del Nuevo Testamento incluye la mención de Pedro sobre las cartas de
Pablo. Los primeros padres de la Iglesia lo atestiguan como los libros inspirados. Posteriormente
los Concilios y las traducciones aportarían mayor evidencia, así como los cánones, como el
Muratoriano, o el Códice Baroccocio. Pero al igual que en el A.T. en el Nuevo, hubo libros
cuestionados y luego aprobados, como Hebreos por su “anonimato”, Santiago por la polémica –
que no la hay– sobre la justificación por las obras además de la fe, y 2 de Pedro por el cambio de
estilo. 2 y 3 de Juan, Judas y Apocalipsis, todos finalmente aceptados por su inspiración. Otros
libros y evangelios apócrifos nunca fueron aceptados. Su preservación sería en la Iglesia en todas
partes, en lugar del Lugar Santísimo en el A.T. y la particularidad de tener que luchar contra
muchas herejías que surgieron y se mezclaban con las enseñanzas canónicas, como el
gnosticismo o el arrianismo, y las propuestas de Marción, pero la Iglesia custodiaría la verdadera
Palabra de Dios bajo la dirección del Espíritu Santo. Luego sería el propio Verbo de Dios quien
vendría al mundo y daría testimonio de su autenticidad, Aquel que es la propia Palabra de Dios y
constructor del propio Canon se hizo carne y habitó entre nosotros.

El Nuevo Testamento incluye la afirmación de los propios apóstoles de ser inspirados por Dios en
sus escritos, y mandaron que fueran compartidos por las iglesias por la autoridad de la inspiración,
Gálatas 1:11-12 o Apocalipsis 1:3, 17-19. Los apóstoles aceptaron aquellos libros de sus hermanos
de apostolado que fueron inspirados aprobándolos como tales, 2Pedro 3:15-16, citándolos como
Escritura Sagrada. Los creyentes también lo aceptan y hasta hoy lo hacemos como Palabra de
Dios, Gálatas 4:14: “…antes bien me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús.”
Sobre su preservación, las primeras iglesias más relevantes como Jerusalén, Antioquía de Siria,
Éfeso, Corinto o Roma recibieron y guardaron las Escrituras.

Fueron los primeros padres los que terminarían el reconocimiento de lo que sería la colección del
Canon en base a las Cartas de Pablo a las que ser refiere Pedro en su segunda Carta 3:15-16,
desde antes del 70d.C. y lo hicieron antes de acabar el siglo II d.C. Policarpo que fue discípulo del
apóstol Juan, cita en sus escritos a Mateo, Juan, 10 cartas de Pablo, 1Pedro y las dos primeras
Cartas de Juan. Justino Mártir añade Apocalipsis. Ireneo ya habla de 23 de los 27 libros del N.T.
Clemente de Alejandría, ya en el 200d.C. Eusebio los incluye todos así como Atanasio. Luego
siguieron los Concilios, que aunque no se convocaron para el Canon, sino para las herejías, son
evidencia al mencionar todos los 27 libros como Escritura Inspirada, ya en Nicea 325d.C., en
Hipona y Cartago 393 y 397d.C. Añadimos también las Traducciones como la Siriaca Antigua del
200d.C. que menos cinco incluye todos los libros, o Latina Antigua, algo anterior, todos menos
cuatro. También son evidencia los Cánones como el Muratoniano del 170d.C. incluso el herético de
Marción menciona los 27. El Barococcio del 206 A.T. menos Ester y el N.T. menos Apocalipsis.

Así, pues, el Canon Bíblico ha sido compilado en un proceso que incluye el testimonio del periodo
apostólico, el testimonio del período desde el 70-170d.C. Más tarde el período entre el 170-350d.C.
donde comienzan los Concilios. En 393d.C. y 397d.C los de Hipona y Cartago se convertirían en
los dos Concilios donde todos aceptaban la inspiración y autoridad de los 27 libros por primera vez,
quedando así cerrado[5] el Canon. Pero ya en el 350d.C. Atanasio se referiría por primera vez a
esos libros como el Canon del Nuevo Testamento. Esto no quiere decir que Dios no guíe y
capacite a sus hijos para la Gran Comisión hoy en día, ni que haya dejado de actuar con poder,
pero cerró la inspiración escrita de Su Revelación. Proceso de formación del canon del NT

Todos los libros del NT fueron escritos a partir de la segunda mitad del siglo I, comenzando por
1Tesalonises que es el primer escrito cristiano. Como dijimos anteriormente, en sus inicios los
textos fueron dirigidos a comunidades específicas; las cuales, desde el principio, acogieron estos
escritos como parte de su praxis de fe cristiana. Hubo algunos escritos que tuvieron más
importancia que otros como es el caso de los evangelios y el “corpus paulino” (cartas de Pablo).

Pues bien, al comienzo, luego de ser escritos a sus respectivas comunidades, los libros se
agruparon por regiones. Por ejemplo: en Grecia y Asia Menor las cartas de Pablo se unieron a las
de Juan y al evangelio de Lucas; en Siria y Palestina se unieron Mateo, Santiago y Judas, etc.

Durante el siglo II, la mayoría de los escritores citan o aluden a casi todos los libros que
posteriormente constituirán el Canon del NT, reconociéndolos como inspirados (excepto 3 Juan).
En este periodo, en casi todas las iglesias había dos grandes colecciones parciales a las que se le
reconocían autoridad canónica: los evangelios y el corpus paulino. Justino Mártir (166 d.C.) indica
la existencia de un canon de los evangelios. Otro que corrobora esta idea es Taciano (180 d.C.).
Por su parte, Ireneo (202d.C.) defiende la canonicidad de los cuatro evangelios, y reconoce como
Escritura todo el Corpus Paulino.
El nombre de Nuevo Testamento

El término “Nuevo Testamento” surge a raíz de dos textos bíblicos ( Mt 26.28 y Heb 8.6-13), en los
cuales se habla de una “Nueva Alianza” o “Nuevo Pacto”. Ahora, es Tertuliano quien por primera
vez usa el término de Nuevo Testamento, para aplicarlo a estos libros bíblicos, alrededor del año
200 d.C.

Requisitos para que un libro fuera admitido en el Canon del NT

Apostolicidad.

Antigüedad del escrito, que haya sido escrito en tiempo de los apóstoles.

Aprobación apostólica.

Ortodoxia doctrinal.

Armonía con otros libros de la Escritura ya aceptados.

Carácter edificante y universalidad.

La aceptación del libro por las diversas comunidades de fe.

Requisitos para que un libro forme parte del canon

La Biblia tiene su autoridad en la inspiración, pero es en la canonicidad donde reside su


aceptación. Las características que ha de mostrar un libro del Canon incluyen su auto
autenticación; la Biblia se autentifica a sí misma porque sus libros eran canónicos –seguían la regla
de Dios– en el momento de ser escritos 2Timoteo 3:16, no necesitaban de concilios ni aprobación
de hombres. Pero fue en los concilios donde los hombres reconocieron la evidente inspiración por
el Espíritu de esas Escrituras como tales, y otras no lo eran. No sería ni en un solo concilio, ni
carente de discusión entre los cristianos, pero todo esto proveyó de voluntad de oración y
búsqueda de la verdad para concluir en aquello que era la Inspiración de Dios. Como hemos dicho
antes, en el Concilio de Cartago[7] en el año 397 d.C. la Iglesia considera que el Canon ha
quedado cerrado, porque está completa la Revelación de Dios.

Los libros canónicos tienen la autoridad de un profeta, líder o apóstol. Cada libro ha de ser singular
para ser incluido. Debían ser aceptados por el pueblo de Dios, fuera Israel o la Iglesia, según el
Testamento. Algunas evidencias eran que no todos los libros de un apóstol eran incluidos, sino
solo los que mostraban la inspiración de Dios, lo que evita aceptar un libro por el autor. Además de
todas las evidencias y pruebas contamos con los últimos descubrimientos de los Manuscritos del
Mar Muerto, en Qumrán que son muy importantes porque corroboran los libros del Antiguo
Testamento, en las copias muy antiguas halladas, unos 175 rollos mencionan casi todos los libros
como Escritura de entre 500 hallados. En definitiva un libro es canónico cuando es autoritativo, es
profético o apostólico, es auténtico, es dinámico y ha sido aceptado.

Libros canónicos y no canónicos

Los libros homologoumena o aceptados por todos los padres de la Iglesia y los judíos, son los que
se consideran canónicos. El pueblo judío finalmente no aceptó Macabeos I y II, Tobías, Judit,
Susana, y otros. Pero curiosamente la iglesia Católica sí añadió los apócrifos en el Concilio de
Trento en 1.546 d.C. lo cual explica que algunas doctrinas heréticas como la oración por los
muertos se halle en esta iglesia, falsedad que no es aceptada por los judíos.

El Antiguo Testamento hallaría algunas dificultades para llegar a ser la compilación de los 39 libros
que conocemos, ya que algunos libros tardaron en ser reconocidos. Ester no menciona a Dios.
Eclesiastés tiene pinceladas escépticas y hedonistas. Cantares escandaliza a muchos por su
pasión de amor. Proverbios parece contradictorio a veces y Ezequiel era visto como contradictorio
a la Torá por algunos. Todos ellos bien interpretados se aceptaron.

El Nuevo Testamento tuvo también algunos libros que al principio no fueron aceptados pero sí
reconocidos por todos finalmente para el Canon: Hebreos, por su anonimato aparente de autoría,
pero aceptado por su autoridad apostólica de respaldo. Santiago por la doctrina de la justificación
por fe y la cuestión de las obras, mal entendido por algunos. Pero sería 2Pedro la Epístola más
problemática por la duda de su autoría por la diferencia de estilo con la primera que sería
redactada por otro amanuense. Las dos cartas de Juan 2ª y 3ª con su poca expansión al principio,
pero cuyo estilo era el de la primera Epístola. Judas 9 y 14 incluía citas a libros rechazados o
pseudo epigráficos, como Enoc y Asunción de Moisés lo cual se tardó en comprender. Finalmente
Apocalipsis por su simbología, su interpretación era difícil pero nunca se dudó de su autoría por
Juan.

Los libros no canónicos se conocen como Apócrifos o Pseudoepigráficos. Una lista de los que
aparecen en tiempos del Antiguo Testamento sería la hallada en la Traducción griega Septuaginta
de los 70, mandada traducir por Ptolomeo Filadelfo II para la Biblioteca de Alejandría con el fin de
unir todos los libros hebreos, siguiendo la costumbre de la época que traducía todo documento que
llegaba a sus manos al griego. Ninguno de los libros incluidos que no fueron reconocidos por los
judíos, fueron citados por Jesús ni los apóstoles. Otra prueba es que incluso los propios autores no
dicen ser inspirados por Dios como se lee en el prólogo de Eclesiástico, 1Macabeos 4:46. Otros
aportan una ética herética contraria a la de los libros canónicos y errores históricos, pero pasaron a
la Vulgata latina del siglo IV que tradujo Jerónimo, aunque mencionó que eran un grupo aparte,
pero los ha heredado el catolicismo hasta hoy, tras su aceptación en los Concilios de Trento 1.547
y Vaticano 1.870. Nunca los cristianos protestante aceptaron esos libros que los judíos tampoco
reconocieron como inspirados por Dios. La Confesión de fe de Westminster da fiel testimonio de
ello en 1.643 siendo no autoritativos para la verdadera Iglesia de Dios.

Los libros apócrifos son 1 y 2 de Macabeos del 100 a.C. y 1Esdras como libros históricos. Tobías y
Judit como libros de romance o patrióticos. Oración de Azarías, Oración de Manasés, Adiciones a
Ester, Susana, Bel y el Dragón, como libros líricos y místicos. Sabiduría de Jesús hijo de Sirach,
Sabiduría de Salomón como libros morales y religiosos, Baruc, Epístola de Jeremías y 2Esdras
como libros proféticos. Curiosamente todos son posteriores a la compilación del 400a.C. de la Gran
Sinagoga.

El Nuevo Testamento no se libraría de un ataque a la integridad de la inspiración por parte de


libros apócrifos y Pseudoepigráficos, que se leían públicamente, como el Evangelio según los
Hebreos del 65-100d.C. o las cartas de Pseudo-Bernabé, a los Corintios 96d.C. 2Clemente, Pastor
de Hermas, la Didaché o enseñanza de los Doce, de Policarpo y las 7 de Ignacio, todos de entre
fin del primer siglo e inicios del segundo. Y, los Hechos de Pablo y Thecla o el Apocalipsis de
Pedro, ambos entre el 150 y 170d.C. En cuanto a los Pseudoepigráficos hallamos evangelios
heréticos como el de los Egipcios, el de los doce Apóstoles, o el de Pedro, así como cartas de la
Virgen, de Pablo a los Laodicenses, muchos otros Hechos, y varios Apocalipsis como el de Tomás
y el de María.
Los libros Apócrifos

La palabra "apócrifo" no entró en uso generalizado hasta la Reforma protestante en el siglo


XVI.1Viene de una palabra griega que significa "las cosas que están ocultas" y se refiere a la
creencia de que estos escritos eran ocultos o misteriosos.2

En total, los libros apócrifos son una colección de cerca de quince libros. Estos escritos contienen
literatura de sabiduría, historias de los tiempos del Antiguo Testamento, profecías y narraciones
históricas del pueblo judío durante un tiempo a menudo denominado como el período
intertestamental (desde el siglo cuarto antes de Cristo, el final del Antiguo Testamento, a la época
de Jesús en el siglo I dC, el comienzo del Nuevo Testamento).

Los libros Apócrifos y la Iglesia Católica

Echemos un vistazo a un poco de historia sobre cómo los católicos llegaron a abrazar los libros
apócrifos. Alrededor del 400 de la era cristiana Jerónimo, uno de los padres de la iglesia, compiló
las obras más importantes de la literatura sagrada de la iglesia cristiana. Al hacerlo, tradujo muchos
escritos, incluyendo la propia Biblia, del hebreo, arameo y griego al latín. Su traducción de la Biblia
se conoce hoy como la Vulgata Latina.

La Vulgata se convirtió en la principal Biblia utilizada por la iglesia latina durante aproximadamente
1.500 años. En ella, Jerónimo incluyó las obras apócrifas, pero hizo una distinción entre estas y el
canon de la Biblia. (La palabra "canon" significa "regla" o "norma" y se refiere a la lista final de los
libros aceptados como parte de la Biblia cristiana: la regla o norma de fe).

Jerónimo escribió: "Así que, como la iglesia de hecho dice Judith, Tobías y los libros de los
Macabeos, pero no los recibe entre los libros canónicos, entonces también leamos [otras obras en
cuestión] para la edificación de las personas, pero no para establecer la autoridad de los dogmas
eclesiásticos". Sin embargo, con el tiempo, los líderes de la iglesia otorgaron el mismo estatus a los
libros apócrifos.

En el Concilio de Trento (1545-1563), la Iglesia Católica Romana, en respuesta a la sublevación de


la Reforma Protestante, declaró a los Apócrifos como parte oficial del canon bíblico por primera
vez, utilizando la denominación "deuterocanónicos", que significa añadido al canon más tarde, o en
segundo lugar. Como tal, los católicos romanos siguen incluyendo los Apócrifos en la Biblia, pero
reconocen su estatus como diferente del contenido del Antiguo y el Nuevo Testamento.

Los Libros Apócrifos y los protestantes

En el siglo XVI, durante la Reforma Protestante, algunos cristianos empezaron a cuestionar la


autoridad y las tradiciones de la iglesia. De este modo, llegaron a creer, entre otras cosas, que los
libros apócrifos no debían incluirse entre los libros del Antiguo Testamento. Como resultado, los
pusieron aparte como una colección de libros distinta (los libros apócrifos). Con el tiempo, la
mayoría de los protestantes dejaron de incluirlos en la Biblia por completo. Hay varias razones para
esto.

Primero, los judíos antiguos no incorporaron estas obras en la Biblia hebrea original (conocida por
los cristianos como el Antiguo Testamento). En la época de Jesús, había un consenso general
entre los judíos de que esos textos eran beneficiosos a los efectos históricos, pero no con
autoridad o sagrados en el mismo sentido que el Antiguo Testamento. Josefo, historiador judío del
siglo I dC, escribió: "Todos los acontecimientos desde la época de Artajerjes [un rey persa que
gobernó del 465 al 424 aC] hasta nuestros días, han sido registrados, pero los relatos recientes no
gozan del crédito de los precedentes debido a que no ha existido una línea no interrumpida de
profetas.”

Como tales, estas obras probablemente nunca circularon como parte de la Biblia hebrea original.
Pero eran una parte importante de la historia judía, y cuando la Biblia hebrea fue traducida al
griego y otros idiomas, los libros apócrifos se incluyeron a menudo entre esos libros.

En segundo lugar, no hay ninguna evidencia de que Jesús y los escritores del Nuevo Testamento
hayan considerado alguna vez a estos libros como escritura sagrada. Casi todos los libros del
Antiguo Testamento están citados en el Nuevo Testamento, sin embargo, no hay ni una sola cita
de un pasaje de un libro apócrifo como una enseñanza autorizada de Dios.4

En tercer lugar, muchos cristianos creen que los libros apócrifos contienen enseñanzas que son
incompatibles con el resto de la Biblia. Por ejemplo, 2 Macabeos 12:42-45 enseña que se puede
ofrecer a los muertos oración y penitencia para que sean perdonados por sus pecados. Esto
parece contradecir la enseñanza bíblica de que cada persona es responsable de su propio pecado
y el énfasis del Nuevo Testamento que sólo Jesús puede hacer expiación por los pecados.

En cuarto lugar, como judíos, muchos de los primeros cristianos no consideraban que los apócrifos
fueran escritura sagrada. Mientras que muchos de los primeros seguidores de Jesús leían los libros
apócrifos y se beneficiaban de su contenido histórico, no daban a los apócrifos un crédito de la
misma categoría que a otros libros canónicos.

En el 367 de la era cristiana, el respetado líder de la iglesia Atanasio describió el Canon bíblico, y
sugirió que las obras apócrifas "no estaban realmente incluidas en el Canon, pero eran nombradas
por los Padres para ser leídas por aquellos que recién se nos unen, y que desean enseñanza
sobre la palabra de la piedad". En otras palabras, los apócrifos pueden ser beneficiosos para su fe,
pero no son fundacionales de la misma manera que los otros libros de la Biblia.

Divisiones de la Biblia

La palabra "biblia" viene del griego biblia, plural de biblion, "libritos". Así que la Biblia es realmente,
una colección o biblioteca de muchos libros. Estos libros están divididos en dos secciones: el
Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.

Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento cuenta la historia del pueblo de Israel. Esta historia está basada en la fe del
pueblo en el Dios de Israel y su vida religiosa como pueblo de Dios. Los autores de estos libros
escribieron de lo que Dios había hecho por ellos como pueblo, y en qué forma ellos debían
adorarlo y obedecerlo en respuesta a su amor. Las siguiente Tabla enseña gráficamente como
están agrupados los libros que forman el Antiguo Testamento.
Nuevo Testamento

Los libros del Nuevo Testamento fueron escritos por los discípulos de Jesucristo. Ellos querían que
otros oyeran de la vida nueva que es posible a través de la muerte y resurrección de Jesús. La
Tabla que sigue muestra los diferentes grupos de libros que componen el Nuevo Testamento.
Aunque los eruditos divergen de opinión, tradicionalmente San Pablo escribió las cartas paulinas.

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