Nobleza Indígena
Novohispana
Patrick Lesbre
Katarzyna Mikulska
editores
Identidad en palabras
Nobleza Indígena
Novohispana
Incluye bibliografías
ISBN Varsovia: 978-83-60875-66-7
ISBN UNAM: 978-607-02-7395-7
Impreso y hecho en México y Varsovia / Printed and made in Mexico and Warsaw.
Índice
Introducción...................................................................................................9
Patrick Lesbre y Katarzyna Mikulska
En la tercera década del siglo xvi, el obispo fray Juan de Zumárraga llevó a cabo
una serie de investigaciones para tratar de acabar con la idolatría que persistía
entre una población indígena aparentemente convertida (cf. Procesos… 2002;
Proceso… 2009). Una de esas investigaciones fue la que se realizó entre junio
de 1539 y mayo de 1540 contra Miguel Tlaylotlac, acusado de guardar varios
bultos sagrados –entre ellos el del dios Huitzilopochtli que fue sacado durante
el asedio español a la isla de México (1521)– y que al parecer seguían ocultos
en algún lugar.
En el transcurso del proceso se presentó una pintura relacionada con el
objeto de la investigación, conocida como Pintura de los ídolos del templo de
Huitzilopochtli (figura 1).1 La pintura ha sido publicada en los trabajos de todos
los investigadores que se han acercado al tema, con la particularidad de que
luego apenas se han referido a ella, ya que terminaban centrando su interés en
el contenido del expediente judicial que generó la investigación.2 Sin embargo,
testimonios y pintura se complementan y nos permiten remontarnos al pasado,
1
El expediente del juicio y su pintura se hallan en el Archivo General de la Nación (a partir
de ahora agn), Inquisición, vol. 37, exp. 3. No obstante, la pictografía, realizada en papel de amate,
se sacó del legajo y actualmente se encuentra en la mapoteca con el número de catálogo 4.848.
2
El juicio fue publicado por el agn en 1912 y reeditado en 2002, incluyendo un detalle de
la pintura, a color, en su portada. El documento pictográfico completo, y a color, también sirvió
para la portada del Catálogo documental (1997) del agn. Padden (1967) y Greenleaf (1988: 75-77)
hicieron un breve estudio y comentario del proceso judicial e incluyeron una imagen de la pictografía
completa en blanco y negro. El estudio más reciente es el de León Rivera (1997), centrado asimismo
46 María Castañeda de la Paz
El juicio
El proceso contra Miguel Tlaylotlac tuvo su origen a raíz de que un pintor in-
dígena de la ciudad de México, de nombre Mateos, lo acusara ante fray Juan de
Zumárraga de esconder en su casa varios bultos, incluido el de Huitzilopochtli,
antes de que éstos cayeran en manos de los españoles. Por su profesión, lo más
probable es que Mateos fuera el autor de la pintura, donde se representaron los
bultos y todos los personajes involucrados con ellos.
Al juicio fue llamado a declarar Mateo (no confundir con el pintor Mateos),
pero también su hermano Pedro, pues ambos eran hijos de un privado de Moc-
tezuma Xocoyotzin llamado Atolatl o Tlatolatl, como se le denomina en el texto.
Tlatolatl ostentaba el cargo de teopixqui, un tipo de sacerdote de alto rango que
tenía bajo su guardia y custodia el bulto de Huitzilopochtli, dios tutelar de los
tenochcas. Por ello, y de acuerdo con el testimonio de ambos hermanos, su padre
en el proceso judicial, con una breve mención a la pintura que reproduce parcialmente en blanco
y negro. En su trabajo bautizó el documento como Códice Miguel León-Portilla.
La nobleza del centro de México ante la amenaza a sus bultos sagrados 47
3
Señala León Rivera (1997: 117) que en 1539 se dictaron unas ordenanzas que fueron
pregonadas por los pueblos, donde se ordenaba y mandaba que los indios debían creer y adorar a
un solo Dios y olvidar a sus ídolos. Si no lo hacían, serían azotados, trasquilados y, en última ins-
tancia, llevados ante la autoridad española. Sobre este asunto véase asimismo Padden (1967: 256).
4
Azcapotzalco, la capital tepaneca, controlaba la orilla occidental del lago, mientras Coatl
incha hacía lo propio en la parte oriental del mismo (el Acolhuacan). En el sur se extendían varios
pueblos, aunque para los mexicas-tenochcas el centro más sobresaliente era el de Culhuacan por su
herencia tolteca. En el norte, las tierras estaban divididas entre los chichimecas al oeste, con Cuauh
titlan como ciudad principal, y los otomíes al este, con Xaltocan como su centro más sobresaliente.
La nobleza del centro de México ante la amenaza a sus bultos sagrados 49
5
Siguiendo los planteamientos de Carrasco (1984: 59-60), sostengo que Acamapichtli,
primer tlatoani de Tenochtitlan, fue padre de Huitzilihuitl (segundo tlatoani) y de Itzcoatl (cuarto
tlatoani), aunque ambos eran hijos de diferente madre. Huitzilihuitl tuvo dos hijos, Chimalpopoca
(tercer tlatoani) y Moctezuma Ilhuicamina (quinto tlatoani) (figura 3).
6
Chimalpahin (1998: 79, 7ª Rel.) o las fuentes de la Crónica X, como Durán (1995, vol.
1: 118, c. 8) y el Códice Ramírez (1987: 36). Al respecto, véanse asimismo las observaciones de
Zantwijk (1985: 177-179).
7
La plancha LXII del Códice Mexicanus es la mejor muestra: borra a Chimalpopoca como si
nunca hubiera existido, siendo Itzcoatl el miembro más prominente de la casa real de Tenochtitlan.
Véase asimismo los Anales de Cuauhtitlan (1992, § 236: 66). Otro dato, aunque en este caso no
apunta directamente a Itzcoatl, lo proporciona en 1566 Pablo Nazareo, principal de Xaltocan: en
una carta le explicaba al rey de España que Chimalpopoca, por haber traicionado a los mexicanos,
fue condenado a muerte y sus hijos se vieron privados de la dignidad real para siempre (cf. Pérez
Rocha y Tena 2000: 348).
8
Sobre este asunto, véase Davies (1973: 59-77) y Castañeda de la Paz (2005). Lo lógico
es pensar que tras la muerte del hijo de Chimalpopoca hubiese prevalecido el orden colateral de
sucesión y el gobierno hubiera pasado a Moctezuma Ilhuicamina (figura 3).
9
Es nuevamente aquí sospechosa la muerte de su hijo, el posible heredero. Moctezuma
Ilhuicamina tuvo un hijo llamado Iquehuac que fue asesinado (cf. Anales de Tlatelolco 2004: 95;
Crónica Mexicayotl 1992: 110). Chimalpahin (1998: 99, 7ª Rel.) habla de otro hijo (Machimale)
que nunca pudo optar al trono.
50 María Castañeda de la Paz
10
Sobre este matrimonio, véase Crónica Mexicayotl (1992: 136-137). Para la muerte de
Tezozomoc Acolnahuacatl, consúltese Alva Ixtlilxochitl (1985: 180, HCh, c. 71).
11
No obstante, reconozco que mientras la ascendencia materna de Huanitzin se expresa con
toda claridad, la de Oquiztzin tan sólo se infiere de la fuente. Un tercer hijo, omitido por la Crónica
Mexicayotl, es don Francisco Matlaccohuatzin, padre de don Antonio Valeriano (Castañeda de la
Paz 2013).
12
Para todas estas relaciones de parentesco nada mejor que la Crónica Mexicayotl (1992: 157-
158, 164). Véase asimismo Chimalpahin (1998: 135, 155, 225, 7ª Rel.), aunque lamentablemente
ninguna fuente da el nombre de las hermanas, esposas de Moctezuma Xocoyotzin y Tezozomoc
Acolnahuacatl.
52 María Castañeda de la Paz
Hace unos años, Lockhart (1999: 43-45) llamó la atención sobre la existencia de un
tipo de organización dual presente en varios altepetl del centro de México. Es decir,
pueblos que contaban con dos porciones territoriales contiguas, habitadas por dos
grandes grupos étnicos, pudiendo tener cada una su propio jefe o uno para ambas.
Ponía como ejemplo el caso de Azcapotzalco, dividida en Tepanecapan y Mexicapan.
Difícil es determinar si Mexicapan y la presencia del linaje mexica en Azcapo-
tzalco tuvo su origen poco después de la fundación del altepetl, como da a entender
Chimalpahin,15 o a partir de la conquista de la capital tepaneca por Itzcoatl, en
13
Según la Crónica Mexicayotl (1992: 87), un nieto de Acamapichtli llamado Cuitlachtzin
se casó con una mujer tolteca y de este matrimonio procedieron todos los señores que gobernaron
en Tula. Según otros documentos, “quitlachtle” [sic: Cuitlachtzin] no era nieto sino hijo de Aca-
mapichtli (cf. agn, Vínculos 256, f. 15r-15v). La versión en el Archivo Moctezuma Miravalle (leg.
2, f. 19v) es un tanto diferente pero a pesar de ello, todas coinciden en que un hijo de Axayacatl
de Tenochtitlan, llamado Ixtlilcuechahuac, gobernó en Tula.
14
Tezozomoc omitió a don Francisco Ixcuecuechtzin de su relación histórica, señalando que
el señor de Tula era don Pedro Tlacahuepantzin, colocado en el trono por su padre Axayacatl [sic:
Moctezuma Xocoyotzin] (cf. Crónica Mexicayotl 1992: 134-136, 151-152).
15
Chimalpahin (1991: 147, 153, Mem.) se remite a los tiempos de la peregrinación mexica,
cuando un grupo de peregrinantes se vio obligado a refugiarse en Azcapotzalco Mexicapan, al ser
atacado durante su estancia en Chapultepec.
La nobleza del centro de México ante la amenaza a sus bultos sagrados 53
Figura 3. Árbol genealógico de Oquiztzin, Huanitzin e Ixcuecuechtzin
Tenochtitlan
Acamapichtli
Itzcoatl Huitzilihuitl
Moctezuma I Chimalpopoca
Huehue
Tezozomoc + Atotoztli
Tizoc Ahuizotl
Sra. Cuitlahuac
Sra. Tula + Axayacatl + Cuauhtemoc
Sra. Itztapalapa
Francisco María
Ixcuecuechtzin Miahuaxochitl +
16
Gibson (1996: 41-42) también observó estos dos posibles orígenes con anterioridad,
aunque para él, la división tuvo lugar a partir de la conquista de Itzcoatl (1428).
54 María Castañeda de la Paz
Del pasaje anterior se concluye que tras la derrota de 1428 tuvo lugar el inicio
de un nuevo señorío en Azcapotzalco y también en Itztapalapa. El problema es
que Alva Ixtlilxochitl situó este pasaje en el tiempo de Ahuizotl, sosteniendo que
el principio de esos señoríos fue en 1489, cuando bien sabemos que la destruc-
ción de Azcapotzalco fue en 1428. Por otro lado, Huehue Tezozomoc y Huehue
Cuitlahuatzin eran hijos de Itzcoatl y no de Ahuizotl.17 Por tanto, es con base en
esta información que me permito sostener que Huehue Tezozomoc, el hijo de
Itzcoatl que se casó con Atotoztli, la hija de Moctezuma Ilhuicamina, fue a partir
de ese momento el señor de Azcapotzalco, aunque sólo de la parte de Mexicapan.
Curiosamente, el autor de la Historia de los mexicanos... (1979: 58) cometió
un error similar. Confundió al Tezozomoc fundador de Azcapotzalco en el siglo
xiii con el (Huehue) Tezozomoc mexica que dio lugar al nuevo señorío en 1428.
Un fenómeno que estamos viendo que es bastante usual en los documentos y
que viene determinado por un proceso de estructuración y asimilación histórica,
donde personajes del mismo nombre terminan fundiéndose en uno solo (cf.
Vansina 1985: 167-172).
Ahora bien, debido a que los hijos de Huehue Tezozomoc y Atotoztli go-
bernaron sucesivamente en Tenochtitlan (figura 3), todo parece indicar que fue su
nieto –Tezozomoc Acolnahuacatl– quien lo sustituyó en el gobierno azcapotzalca.18
Existe una escueta referencia que relacionamos con este personaje donde se dice
que, a causa del incesto cometido por Tezozomoc de Azcapotzalco, se determinó
darle muerte (cf. Alva Ixtlilxochitl 1985: 180, HCh, c. 71). Dado que el suceso tuvo
lugar en 1509, es muy posible que ese Tezozomoc fuera Tezozomoc Acolnahuac,19
padre de don Diego Huanitzin y don Carlos Oquiztzin. Un asunto que contribuiría
a explicar por qué don Carlos Oquiztzin gobernaba en Azcapotzalco Mexicapan
cuando llegaron los españoles y por qué los bultos de Tenochtitlan y otros pueblos
17
La Crónica Mexicayotl (1992: 109, 138) aclara que Huehue Tezozomoc era hijo de Itzcoatl
y que también lo era Huehue Cuitlahuatzin, señor de Itztapalapa, como lo corrobora Chimalpahin
(1998: 81, 7ª Rel.). Tezozomoc les puso además el apodo de “Huehue” (viejos) para diferenciarlos
de otros señores más jóvenes de igual nombre. O sea, de los hijos de Axayacatl: Tezozomoc Acolna-
huacatl y Cuetlahuatzin [sic: Cuitlahuatzin], al que su padre estableció como señor de Itztapalapa,
pues su madre era la hija de Huehue Cuitlahuatzin (hijo de Itzcoatl) (Crónica Mexicayotl 1992:
136-138). Debido a que Alva Ixtlilxochitl se refería a un nuevo principio en Azcapotzalco tras su
destrucción, es por lo que creo que hablaba de 1428 y de los hijos de Itzcoatl, no de los de Axayacatl.
18
Es decir, uno de los hijos de Axayacatl, medio hermano de Moctezuma Xocoyotzin.
19
Lo interesante es que los tepanecas pidieron también castigarle cortándole la punta de
la nariz, mostrando con ello que la parcialidad de los tepanecos también tenía voz y voto en los
asuntos políticos de Azcapotzalco.
La nobleza del centro de México ante la amenaza a sus bultos sagrados 55
fueron llevados allí: un lugar que no era más que una extensión de la casa real
tenochca, más allá de sus fronteras naturales, pero muy próxima a ella.20
La Historia de los mexicanos… (1979: 58), que debió escribirse entre 1527
y 1531, afirma, no obstante, que en esos años había en Azcapotzalco dos gober-
nadores “y siempre ha habido allí dos señores, y agora los hay”. El dato no deja
de ser interesante porque permite sostener que el linaje tepaneca, aunque a la
sombra, había seguido gobernando en Tepanecapan. Una organización dual que
pervivió a lo largo de todo el periodo colonial tardío y de la que hay resquicios
aún hoy día (Castañeda de la Paz 2013).
Aclarado entonces quiénes son los personajes principales que se vieron en-
vueltos en la ocultación de los bultos y por qué el de Huitzilopochtli fue llevado
a Azcapozalco Mexicapan, se pasará a ver qué eran estos tlaquimilolli que los
españoles estaban tan empeñados en erradicar.
Muchos autores han señalado que los bultos sagrados o tlaquimilolli fueron el
elemento central de la religión mesoamericana (Anders et al. 1992: 87-88; Oudijk
2000: 163; Hermann 2008: 75-76).21 Representaban a las diferentes deidades de
su panteón a través de una serie de objetos que se depositaban en su interior, por lo
que eran objeto de culto y veneración. El envoltorio era generalmente una manta,
aunque los había también de papel de amate, como los registrados en la zona maya
(cf. Ayala 2002: 34), y las petacas o cajas de petate con su correspondiente tapa,
en la región zapoteca (cf. Oudijk 2000: 164-165, n. 276). Las mantas más co-
munes eran las blancas de algodón, a veces teñidas de morado, negro u otro
color, y en ocasiones pintadas con motivos que iban desde sencillas rayas negras
a otros mucho más elaborados como osamentas humanas.22 Muchas de ellas se
20
En este contexto se entiende que tras el asedio a Tlatelolco, y cuando Cortés se llevó a los
nobles de Tenochtitlan a Coyoacan, éstos se marcharan a Azcapotzalco nada más ser liberados (cf.
Anales de Tlatelolco 2004: 123).
21
La palabra en náhuatl para bulto sagrado es tlaquimilolli. Fray Alonso de Molina traducía
el término como “cosa liada assi” (2001 [2]: f. 134r). Con “así” se refería el fraile a algo liado en
una manta, “el que embuelue, o lia algo en manta, o con manta” (tlaquimiloa) (2001 [2]: f. 134r).
En mixteco el término sería tnani (cf. Hermann 2008: 77) y en zapoteco quiña o quij (cf. Oudijk
2000: 164, n. 276).
22
Las más representativas son las mantas blancas, como es el caso de la pintura que aquí se
analiza, donde también aparece el ejemplo de un bulto cubierto por una red y de color morado. La
56 María Castañeda de la Paz
decoraban también con chalchihuites, que quizás llevaban cosidos, pero también
con ornamentos de papel.23
A través de numerosos documentos sabemos que los pueblos que se asentaron
en el centro de México traían consigo a sus dioses envueltos en estas mantas. Éstos
se comunicaban con los sacerdotes que los iban cargando, los teomama,24 para
indicarles la ruta por la que debían guiar a su gente, cómo proceder en algunas de
las adversidades del camino y, finalmente, para señalarles el lugar elegido, donde
debían establecer su asentamiento y fundar un señorío. Varios ejemplos de esto lo
tenemos en fuentes pictográficas y alfabéticas, donde vemos cómo Quetzalcoatl
fue el que señaló que Cholula era la ciudad por él elegida, Huitzilopochtli fue el
que así se lo indicó a los tenochcas, Tezcatlipoca a los del barrio de Huitznahuac
de Texcoco, Totolin a los chichimecas-totolimpanecas de Chalco y el tlacatecolotl
a los nonoalcas que llegaron a Cuernavaca.25 Después, y una vez tomada la pose-
sión del sitio, se erigía un templo en cuyo interior colocaban el bulto que a partir
de ese momento callaba, tal como precisa algún documento (Relación de Tetzcoco
1991: 36). No obstante, estas peregrinaciones no fueron exclusivas del centro
de México, pues Hermann (2008: 90) y Oudijk (2000: 161-181, figs. 24a-24d)
reportan otras similares a partir de códices de la región mixteca y zapoteca.26
Relación de Tetzcoco (1991: 36) reporta las mantas decoradas con huesos. Para las mantas negras o
rayadas con carbón, véase Oudijk (2000: 165).
23
Sobre mantas de chalchihuites o turquesas, véase Procesos... (2002: 124). Sobre los papeles
pintados de rayas rojas, véase Olivier (2007: 286, 290-292).
24
Rango sacerdotal que, como la palabra indica, se traduce como llevar a cuestas (mama)
al dios (teo-tl), en alusión a su función de cargador de la deidad. En algunas fuentes, en vez del
teomama se menciona al tlamacazqui, cargo que viene a traducirse como “servidor del templo”
(Molina 2001 [2]: f. 125r).
25
Historia Tolteca-Chichimeca (1989: 143, § 83-88), Crónica Mexicayotl (1992: 64-67),
Relación de Tetzcoco (1991: 36), Chimalpahin (1998: 317, 4ª Rel.) y Anales de Tlatelolco (2004:
61). Esta última fuente no da en realidad el nombre de la deidad. Sólo lo denomina tlacatecolotl, o
lo que es lo mismo, “hombre búho”. No obstante, Molina los tradujo como “diablo” o “demonio”
(2001 [2]: f. 115v) por esa visión franciscana de que todos los dioses ajenos a la religión cristiana
eran diablos. Chimalpahin (1998: 321, 4ª Rel.), sin embargo, precisa en su obra que un grupo no-
noalca –los teotlixcas chalcas– iban conducidos por Tlatlauhqui Tezcatlipoca (el Tezcatlipoca Rojo).
26
Para el primer caso tenemos el Códice Egerton, en el cual se representa una larga migración
con los sacerdotes cargando su bulto, cuyo destino final es el lugar del Jaguar (Ñuu Ñaña). Otro
ejemplo es el del Rollo Selden donde el sacerdote carga el bulto de Quetzalcoatl hasta que llega al
cerro de cierta ave, un asentamiento que, como en el caso anterior, no ha sido identificado. La Ge
nealogía de Quialoo narra, por su parte, cómo unos hermanos salen de Zaachila, llevando su bulto,
para establecerse en el pueblo de Quialoo.
La nobleza del centro de México ante la amenaza a sus bultos sagrados 57
27
Véase Hermann (2008: 88) para cierto ritual en el que el sacerdote abre el bulto.
28
Para más detalle sobre esta pictografía, consúltese la lectura ofrecida por Anders, Jansen
y Reyes (1993: 210-215).
29
A decir de Mikulska (2008: 266-267), Huitzilopochtli era una deidad fuertemente re-
lacionada con el sur, el Huitztlampa, mostrando la lógica de que por ello Huitzilopochtli luchara
contra los 400 huitznahua. No obstante, puntualiza que morfológicamente sería más apropiado
traducir Huitztlampa como “Hacia el lugar de las espinas” (2008: 266-267). Quizás esto permite
comprender por qué se guardaban dos espinas de maguey en el bulto de Huitzilopochtli, según la
Relación de Tetzcoco. Es importante aclarar, no obstante, que huitzilin (“colibrí”), no puede asociarse
con espina porque la primera “i” es larga, mientras que la “i” de huitztli (espina) es corta (2008: 267).
30
No obstante, nos advierte que en el interior de éstos no necesariamente se albergaban reliquias
relacionadas con la deidad, sino que en algunos se guardaban los símbolos sagrados de fundación,
es decir, el taladro y los palos para hacer el fuego nuevo, así como la representación del templo
donde debía depositarse el tlaquimilolli una vez fundado el pueblo. El investigador hace también
un análisis iconográfico de los bultos mixtecos de Quetzalcoatl, en cuyo interior había un cuchillo
de pedernal; el de Dzavui, el dios de la lluvia, donde se albergaba una piedra con su imagen o una
reliquia asociada y el de Ñuhu, el espíritu de la tierra, que al igual que el anterior, debía contener
una efigie de piedra o madera con la figura del mencionado espíritu (cf. Hermann 2008: 82-86).
58 María Castañeda de la Paz
obsidiana, dos pendientes de perla, una espina de raya, jade y espinas muy afiladas”
(Bailey, en Ayala 2002: 35).
En la Pintura de los ídolos del templo de Huitzilopochtli que aquí se analiza
se representaron cinco bultos, unidos a una serie de objetos rituales. Todos están
envueltos en mantas blancas, excepto el primero que es de color morado y está
metido en un tipo de malla. Lo normal en pictografía es que para distinguir a la
deidad de cada bulto, se pintara sobre los tlaquimilolli una imagen del dios en
cuestión o un objeto con él asociado (cf. Olivier 2007: 287-288; Hermann 2008:
80-81). En este caso, a excepción del bulto de Tepeuha [sic: Tepehua], ninguno lleva
más que una glosa, gracias a la cual podemos identificar a las respectivas deidades.
Esto ha permitido saber que el morado era el de “viçilopochtli” (Huitzilopochtli)
y que los otros eran los de “çivacohua” (Cihuacoatl), “telpochtli”, “Tlatlauhqui
Tezcatlipoca” y “Tepeuha” (Tepehua).
Huitzilopochtli era el dios patrón de los tenochcas.31 Aunque aquí aparece
como un simple bulto, varios autores señalan que el rasgo más característico de la
deidad era un yelmo de colibrí, relacionado con su nombre, “Izquierda (opochtli)
del Colibrí (huitzil-in)” (Sullivan 1997: 93-94, n. 1). Así lo vemos representado
en varios documentos de la peregrinación, donde gozaba de un papel fundamen-
tal por tratarse del dios tutelar de este grupo cultural.32 Ahora bien, a mi modo
de ver, la importancia de este bulto radicaba en que su fuerza divina era la que
legitimaba la fundación de Tenochtitlan y a sus tlatoani en el gobierno de la ciu-
dad. Eso quizás explique el ahínco con el que lo ocultaron. Considerando que el
centro ceremonial de Tenochtitlan se hallaba ahora ocupado por un nuevo grupo
en el poder, ocultarlo era una manera de salvaguardar la legitimidad del linaje y
su posible vuelta al centro legitimador de ese poder.
Junto al dios patrón de los tenochcas se representó el bulto de la diosa Cihua
coatl. Decía Durán que era ésta la patrona de los xochimilcas, aunque también se
le veneraba en Tenochtitlan y otras muchas partes, donde tenía un templo junto
31
Sólo los tenochcas salieron de Aztlan, donde el dios suele desempeñar un papel fundamental
para dar inicio a la peregrinación. No se incluye aquí a los tlatelolcas puesto que éstos no salieron
de Aztlan sino de Chicomoztoc (Castañeda de la Paz 2013).
32
Véase la Tira de la Peregrinación o el Códice Azcatitlan, entre otros documentos. No obstante,
es interesante observar que al llegar a Tenochtitlan, Huitzilopochtli nunca se volverá a manifestar
como un colibrí sino como un águila. Existen también algunas imágenes de la deidad en documentos
de carácter religioso donde se describe la fiesta de Panquetzaliztli en su honor (cf. Mikulska 2008:
264). Otras representaciones son las de los folios 261r y 269r de los Primeros memoriales o las lá-
minas 4 y 5 de la obra de Durán (1995, v. 2). En ambas fuentes se describe con detalle sus atavíos,
aunque en la última se da además información sobre su templo (Durán 1995, v. 2: 25-39, c. 2).
La nobleza del centro de México ante la amenaza a sus bultos sagrados 59
al de Huitzilopochtli del que se decía que era su hermano (cf. Durán 1995, v.
2: 131, 138, c. 13; Mikulska 2008: 179-184).33 Esto hace difícil determinar su
procedencia, que no necesariamente sería Tenochtitlan.
Al lado de Cihuacoatl se pintó el bulto de Telpochtli, otro de los nombres
de Tezcatlipoca (Sahagún, HG 2000, vol. 1: 191, II-24),34 aunque Olivier (2005:
27) precisa que Telpochtli era específicamente la deidad tutelar del telpochcalli, la
casa en la que los jóvenes recibían preparación militar.
A continuación está el bulto de Tlatlauhqui Tezcatlipoca que, como su
nombre indica, está relacionado con Tezcatlipoca. Muchas fuentes lo asocian
con Tlatlauqui Tezcatl, otro de los nombres de Xipe o Totec.35 A este respecto es
interesante que para Vié-Wohrer (cf. Olivier 2005: 53) nada, excepto el color rojo,
permitía comparar al Tezcatlipoca Rojo con Xipe. Olivier (2005: 53) demuestra,
sin embargo, que en ciertas ocasiones el Tezcatlipoca Rojo aparecía también
vestido con la piel de una víctima desollada, en honor a la fiesta de Xipe Totec,
dejando con ello constancia de una asociación muy fuerte.
El último bulto representado es el de Tepehua, nombre que puede traducirse
como “el que posee (-hua) el cerro (tepetl)”, “el Dueño del Cerro”. Por esta razón
se conectó el tlaquimilolli con la representación de un cerro en posición invertida
y con el tetehuitl, una tira de papel manchada de ulli, junto a su entrada, la cual
se empleaba en las fiestas relacionadas con la petición de lluvias y el culto a los
cerros.36 Por ello no es casual que el bulto también esté conectado con un ave
33
Su nombre se traduce como “Serpiente (coa-tl o cohua-tl) de Mujer (cihua-tl)”. Sahagún
(HG 2000, v. 1: 74, I-6) la vinculó con Tonantzin, aunque generalmente aparece asociada a Quilaztli,
tal como la hallamos representada en el folio 264r de los Primeros memoriales, donde se describe
con todos sus atavíos. Véase asimismo Durán (1995, v. 2: 131-140, c. 13).
34
Su nombre se traduce como “joven”, “mancebo” (Molina 2001: f. 96v). Sobre todos los
detalles de su fiesta, el Toxcatl, véase Sahagún (HG 2000, v. 1, II-24) o Durán (1995, v. 2, c. 4).
35
Tlatlauhqui Tezcatlipoca significa Espejo (tezcatl) Humeante Rojo, por lo que Tlatlauhqui
Tezcatl se traduciría como “Espejo Rojo”. El autor anónimo de la Relación de Tetzcoco (1991: 40) y
Sahagún (HG 2000, v. 2: 969-970, X-29, §11) mostraron la estrecha relación entre ambas deidades.
El primero decía que en la fiesta del Toxcatl, en honor a Tezcatlipoca, se reservaban a los prisioneros
más avezados para sacrificarlos el día de Xipe (por otro nombre Tlatlauhqui Tezcatl), mientras que el
segundo denominaba a la deidad como Totec Tlatlauhqui Tezcatlipoca. Sobre la fiesta a Xipe véase
la Relación de Tetzcoco (1991: 40, 42-45), Durán (1995, v. 2: 103, c. 9) y Sahagún (HG 2000, v. 1,
II-21-22). Este último cronista señalaba que su origen estaba en Tzapotlan, Jalisco (HG 2000, v.
1: 99, II-18), aunque en otra parte de su obra amplía su área geográfica a la comarca de Yopitzinco
(Guerrero) (HG 2000, v. 2: 969, X-29).
36
Un culto en el que se reproducían montes hechos con masa de tzoalli que se adornaban
con los tetehuitl (cf. Durán 1995, v. 2 : 167-172, c. 18). Vemos estas tiras de papel en fiestas como
60 María Castañeda de la Paz
que, gracias a la piel roja alrededor de su ojo y a las plumas verdosas terminadas
en una orla alrededor de su cuello, podemos sugerir que se trate de una “perdiz
veracruzana” o “perdiz mexicana”, a pesar de que el pico del ave es más corto del
que aparece en la imagen (figura 4).37 Y es que, según los campesinos nahuas de la
sierra de Zongolica, las vocalizaciones de estas aves son las que predicen la lluvia,
de ahí su asociación con el tetehuitl o tira de papel.38
Para concluir con este apartado tan sólo falta comentar una serie de objetos
rituales que aparecen junto a los bultos. Se trata de bastones o abanicos que los
dioses o sus sacerdotes llevaban en las manos. El primero parece responder a la
descripción que hace Durán del abanico que portaba Tezcatlipoca. Se trataba de
“un amoxcador de plumas preciadas azules berdes y amarillas las quales salian y
nacian de una chapa redonda de oro muy relumbrante y bruñida como un espejo”
(Durán 1995, v. 2: 47-48, c. 4). Olivier (2005: 51), siguiendo a Durán, dijo que
Atlcahualo (“Se acaba la lluvia”), Atemuztli (“Descendimiento del agua”) y Tepeilhuitl (“Fiesta de los
cerros”), las cuales tenían como protagonistas a Tlaloc (cf. Sahagún 2000, v. 1: 176, 239, 254, II-20,
23, 25). Ahora bien, generalmente se ha venido diciendo que Tlaloc, el dios de la lluvia en el centro
de México, era el dueño de las aguas, los cerros y la tierra (cf. Broda 2003: 55). Sin embargo, es inte
resante ver que en la Mixteca, donde también había un dueño de los cerros asociado con el agua, éste
no era el dios de la lluvia (Dzahui), sino Ñuhu (cf. Hermann 2008: 82-84). Según Hermann, Ñuhu
era el espíritu de la tierra que vivía en la naturaleza y podía aparecer en ríos, manantiales, piedras,
caminos y hasta en la milpa. Se le concebía también como un protector de las siembras, por ser el
dueño de las montañas y cuevas (Hermann 2008: 84). Por esta razón, la descripción del Ñuhu es, a
mi modo de ver, muy cercana a la de Tepehua. Y aunque Ñuhu también estaba asociado con el agua
y los cerros, es interesante ver cómo en la Mixteca la diferencia entre uno y otro era muy clara. Me
pregunto, entonces, si Tepehua, el Dueño del Cerro, no tendría su equivalente en los tlaloque del
centro de México. Aquellos “seres sobrenaturales a quienes había que invocar para pedir lluvias”,
una de cuyas características era el habitar en las cuevas (Mikulska 2008: 349).
37
Agradezco al Dr. Alejandro de Ávila, director del Jardín Etnobotánico de Oaxaca, y al
ornitólogo Dr. Manuel Grosselet esta identificación.
38
Acerca de esta ave y su relación con la predicción de lluvias, véase Aguilar Rodríguez (2000:
4). Debo mencionar que para este trabajo además se consultó a varios expertos a quienes agradezco
su tiempo e interés: el Dr. Ian McGregor, del Laboratorio de Ecología en Ambientes Perturbados,
quien tras revisar la imagen con varios colegas no descartaron que también pudiera tratarse del
pato collar o, incluso, de la chirinoca o rascón de cuellos gris. La Dra. María de Lourdes Navarijo
Ornelas del Instituto de Biología de la unam llegó a la misma conclusión, aunque también sugirió
que pudiera tratarse de la hembra del mielero Chlorophanes spiza, tanto por el plumaje verde como
por su aspecto físico. Sin embargo, todos señalaron las dificultades que se encontraron para su
certera identificación, ya fuera por la falta de alguna característica física del ave como por su área
de distribución. No obstante, en mi opinión de no especialista, la opción de la perdiz veracruzana
parece encajar mejor con el ave de la imagen, tanto por la mancha roja del ojo como por el verde
del plumaje, así como su asociación con la lluvia en la tradición actual.
La nobleza del centro de México ante la amenaza a sus bultos sagrados 61
esta descripción era más que un abanico y concluyó que se trataba del tlachialoni,
un espejo a través del cual el dios lo veía todo. Pero parece que el fraile mezcló la
descripción del abanico de plumas con la del tlachialoni y consecuentemente lo
hizo Olivier. Esto se ve al analizar la lám. 9 de su obra (Durán 1995, v. 1) donde
vemos a Tezcatlipoca tan sólo con su abanico, muy parecido al de la pintura que
aquí se analiza, aunque en ésta no se ve el asta para agarrarlo. En muchos otros
documentos, no obstante, la deidad sí aparece con el tlachialoni y en todos ellos
se dibujó con un bastón similar: una vara emplumada y un espejo blanco y negro
en la parte superior del asta, muy diferente al abanico antes descrito.
El segundo objeto es un bastón que se conoce con el nombre de cohuatopil
(“coubatopilli” en la glosa), y que puede traducirse como “bastón o vara (topil-li)
de serpiente” (cohua-tl o coa-tl). Su forma es ondulada porque imita el cuerpo de
una serpiente, y es muy similar al que porta la diosa Coatlicue (madre de Huit
zilopochtli) en el folio 264v de los Primeros memoriales, con el detalle de que el
de ella termina en cabeza de ofidio. El último objeto ritual es una bandera blanca
que, en mi opinión, está unida a un tipo de bastón emplumado. Aunque no lleva
ningún espejo, se podría tratar del bastón del dios Tlaltecayoua, que es uno de
los dioses del vino, manifestación del dios Tezcatzoncatl (Sahagún, HG 2000, v
1: 111, I-22).39 No debe confundirse este bastón con el tlachialoni de Tezcatli-
39
Véase la imagen del bastón asociado a Tlaltecayoua en el f. 55r del Códice Tudela y en el
f. 37r del Códice Magliabechiano. Anders y Jansen (1996: 190), seguidos por Batalla (2002: 238),
identificaron erróneamente este bastón como el tlachialoni de Tezcatlipoca. Agradezco a Katarzyna
Mikulska las orientaciones para la identificación de estos elementos asociados con diferentes deidades
y, por tanto, el haber compartido conmigo varias imágenes sobre el tema.
62 María Castañeda de la Paz
poca, también con espejo, pero nunca emplumado.40 No obstante, es lógico que
ambos lleven un espejo (tezcatl) incorporado porque es el emblema del nombre
de ambas deidades.
40
El mirador o tlachialoni de Tezcatlipoca también tiene un espejo, pero en ese caso está
adornado con papel. Véase los folios 261r y 250v de los Primeros memoriales o los folios 15r del
Códice Tudela y 33r del Códice Magliabechiano. Empero, desconozco la conexión entre los bultos
analizados y el bastón del dios Tezcatzoncatl.
La nobleza del centro de México ante la amenaza a sus bultos sagrados 63
él el que precisamente esté unido por una línea al bulto morado de esta deidad.
A través del testimonio de otro de sus hijos (Pedro) podemos saber que Tlalolatl,
viendo que los españoles tomaban la isla de México, fue quien decidió sacar el bulto
de Huitzilopochtli de la ciudad para evitar que los conquistadores lo quemaran.
[Pedro] dixo: que lo que sabe es, que cuando los xpianos [cristianos] tomaron esta Cibdad de
México, se acuerda este testigo que su padre, que se decía Tlatolatl, se huyó de esta Cibdad
con un ídolo que decían que era el dios de los mexicanos muy antiquísimo, y fué á parar
con el dicho ídolo [...] á Escapuzalco (Procesos... 2002: 118).
41
Véase Cortés (1992: 221, 274-275, 5ª CR) o Gerhard (1986: 7) entre otros. Cortés se llevó
a lo más preciado de la élite indígena para evitar cualquier alzamiento durante su ausencia. Entre
estos señores se hallaban los líderes de la Triple Alianza (Cuauhtemoc, Tetlepanquetzatzin y Cohua-
nacochtzin), acompañados del cihuacoatl Tlacotzin; el huitznahuacatl y calpixqui Motelchiuhtzin;
Huanitzin, el tlatoani de Ehecatepec; su hermano Oquiztzin, tlatoani de Azcapotzalco Mexicapan
y muchos otros (cf. Torquemada 1975, v. 2: 315-317, IV-104; Chimalpahin 1998: 157, 159, 169,
7ª Rel.; Crónica Mexicayotl 1992: 165-166; Sahagún HG 2000, v. 2: 1234, XII-40). No obstante,
aparecen también muchos señores que no podemos identificar.
64 María Castañeda de la Paz
que el Señor cacique de Escapuzalco y un principal suyo, que se dice Tlilanci, que dieron á su
padre de este testigo á guardar otros cuatro ídolos […] y que este testigo y un hermano suyo
que se dice Pedro decían entre sí: “¿de dónde han traído estos Señores estos ídolos?” (Pro-
cesos… 2002: 116).
A primera vista podría pensarse que estos cuatro bultos pertenecían a Azca-
potzalco; sin embargo, como más adelante veremos, todo apunta a que los señores
de Azcapotzalco tan sólo los tenían en custodia.
Detrás de Tlilantzin hay otras dos cabezas. Por su tamaño sabemos que se
trata de personajes de rango inferior. Las glosas nos dicen que uno se llamaba
“Maçal” (?) (“venado”) y el otro Nauhecatl (el texto dice “naueca”, o sea, 4 Viento).
Gracias nuevamente al testimonio de los hermanos Mateo y Pedro sabemos que
Nauhecatl era un anciano principal que tenía a su cargo las cosas de Tlilantzin.
Fue él la persona que se quedó a cargo de la parcialidad de Azcapotzalco Mexi-
capan cuando su tlatoani y su privado fueron llevados a las Hibueras por Cortés
(Procesos… 2002: 116-118). Parece entonces que las cuestiones religiosas seguían
bajo el mando de Tlatolatl.
Desde luego, nada hacía presagiar que Oquiztzin y Tlilantzin morirían en
el viaje.42 Informado Nauhecatl de la situación, y según los testigos del interro-
gatorio, éste optó por seguir ocultando los bultos en Azcapotzalco, en espera de
lo que determinasen “los señores”. Con “los señores” se refería a los que entonces
mandaban en México [Tenochtitlan] y en Tula. En el caso de Tenochtitlan se
42
Cortés (1992: 236-237, 5ª CR) dice que sólo ahorcó a Cuauhtemoc, señor de Tenochtitlan,
y a Tetlepanquetzal, señor de Tlacopan (Tacuba), como también corrobora Díaz del Castillo (1992:
469-470, c. 177), por lo que Oquiztzin probablemente murió por enfermedad. Torquemada (1975,
v. 2: 315-317, IV-104) ofrece bastantes detalles del levantamiento de la nobleza indígena contra
los españoles. Sobre este viaje y los sucesos transcurridos hacia Guatemala véase también el Códice
Cozcatzin (2004: 98) y Chimalpahin (1998: 167, 7ª Rel.).
La nobleza del centro de México ante la amenaza a sus bultos sagrados 65
43
Título de un militar de alto rango. Hay que notar que Nanahuatzin tiene un peinado
distinto, quizás en alusión a su cargo.
44
Para un paralelo de las ofrendas que se les hacía a los tlaquimilolli, incluido el degollamiento
de codornices, cuya sangre derramaban sobre los bultos, véase Oudijk (2000: 165).
66 María Castañeda de la Paz
que Palacatl, Cuzcasuchatl, é Yzcuen, y Cocacal, indios vecinos de México, que andan con
Don Diego, señor de México, tienen é guardan á los dichos ídolos, porque sus padres de ellos los
solían tener y guardar, y ellos, después de la muerte de sus padres sucedieron en la guarda de
los dichos ídolos y los traen é tienen junto á Tula (Procesos… 2002: 123-124; cursivas mías).
45
León Rivera (1997: 127) dice que estos cinco bultos debían estar en el Huixachtepetl, hoy
cerro de la Estrella en Culhuacan. Sin embargo, para esta conclusión se basó en otro proceso que
tenía como protagonista al cacique de dicho altepetl. Y no es que algunos bultos no pudieran haberse
llevado a Culhuacan, pero los testigos del juicio que aquí se analiza fueron unánimes al declarar que
estaban ocultos cerca de Tula y nadie mencionó Culhuacan o a su cacique.
46
Ellos declararon que estos profetas habían aprendido y heredado el cargo de sus padres,
consejeros de Moctezuma Xocoyotzin. En cuanto a Culhua Calpixqui, su oficio era llevar la cuenta
de los dioses. Es decir, tenía a su cargo el calendario de las fiestas de las distintas deidades y con ello
organizaba sus respectivas celebraciones. En 1539 tenía 57 años, por lo que durante el asedio de
Tenochtitlan tenía 39. No es de extrañar entonces que confesara no estar bautizado (cf. Procesos...
2002: 122-123).
La nobleza del centro de México ante la amenaza a sus bultos sagrados 67
Conclusiones
Ahora bien, un grave problema surgió cuando Cortés se llevó a casi todos los
nobles y sus principales a la expedición de las Hibueras. Los altepetl, a excepción
del de Tula, quedaron entonces en manos de principales a la espera de que sus
señores volvieran. Pero ya hemos visto cómo una buena parte de ellos murieron
en ese viaje. Esto provocó que el señor de Tula –que se había librado de ir a esta
expedición– y el principal que gobernaba en Tenochtitlan decidieran llevarse los
bultos a la isla de México para que estuvieran bajo el cuidado de Miguel Tlaylot-
lac. Ya hemos visto que ahí es cuando se les pierde la pista y no es hasta más de
diez años después, en 1539, cuando se descubre que estaban bajo la custodia de
don Diego Huanitzin, quien había logrado sobrevivir a las campañas en Centro-
américa. El de Huitzilopochtli él debía tenerlo a su cargo. Al fin y al cabo, era el
miembro con mayor legitimidad en el poder tenochca: era sobrino de Moctezuma
Xocoyotzin y, por si fuera poco, estaba casado con la hija de éste, que también
era su prima hermana. Pero para entonces Huanitzin y su corte de principales
ya habían tomado la decisión de sacar los bultos de la ciudad y ocultarlos en las
proximidades de Tula. Hubo miedos, dudas y reticencias sobre si mantenerlos
así o entregarlos. Finalmente optaron por callar. Jamás los entregaron y con ello
se perdió su rastro para siempre.
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