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LA TUTELA JUDICIAL EFECTIVA ANTE LA CORPORATIVIZACIÓN DE LOS DESPACHOS

JUDICIALES Y LOS MÓDULOS BÁSICOS DE JUSTICIA COMO RESPUESTAS A LA


DEMANDA DEL SERVICIO DE JUSTICIA
Tanto la eficiencia judicial como la carga procesal, forman parte de un componente de
un problema que debe ser resuelto para que la comunidad cuente con un servicio de
administración de justicia accesible, oportuno, transparente, confiable y eficaz.
Hablamos de una correcta eficiencia judicial cuando se establece una adecuada
correlación entre la carga de trabajo asignada al funcionario, con los medios y recursos
que deben suministrarse a ese fin, con una adecuada capacitación funcional del
personal; pero no solo la reforma del Poder Judicial, se cometería un gran error ya que
provocaría resultados contraproducentes en el desarrollo del proceso, entidades que
concurriendo el proceso, también deben requerir a esta reforma, refiriéndose al
Ministerio Público, Policía Nacional del Perú, Instituto Nacional Penitenciario, Instituto
Nacional de Bienestar Familiar, entre otros.
Pero para ello, no puede concebirse ninguna reforma sino a partir de las variables del
debido proceso legal, que es la única herramienta para que el Estado brinde la tutela
jurisdiccional efectiva como derecho fundamental de los ciudadanos.
Las variables que causarían esta problemática son:
1. Las dificultades del acceso al proceso por razones geográficas, económicas,
culturales, profesionales, cuyos componentes nos van a llevar, necesariamente,
al análisis de la distribución de los órganos competentes y la estructuración de
las instancias.

2. La calidad de la organización en la cual se desarrolla el proceso, así como la de


las demás organizaciones que concurren a él.

Al constituirse la Comisión de Alto Nivel para el proceso de descarga judicial a nivel


nacional, casi nadie creyó que los Magistrados del Perú asumieran una actitud favorable,
sin embargo, primero fueron los presidentes de las seis Cortes más grandes del cortísimo
plazo, contar con Magistrados de calidad, que en muchos casos han asumido retos sin
haber podido recibir un adecuado entrenamiento, a pesar de lo cual han realizado tareas
con niveles de excelencia.
Por encima de todo, se debe apostar tal como señala la guía de una ideología de los
jueces, porque si ellos no se convencen de la viabilidad de la reforma, ésta no tiene
futuro alguno y podríamos caer con facilidad y nuevamente en un exclusivo accionar de
cúpulas; y, cuando estás se acaben, también se acabe el proceso.
Si un Juez Civil en Lima recibe una carga procesal anual de dos mil expedientes cuando
su capacidad física y funcional sólo le permite atender setecientos por año, obviamente
no sólo existirá un mayor margen de error en sus resoluciones, sino que el retardo será
clamoroso, pues en estas condiciones su capacidad de administración y control
funcional son nulas, por eso el nivel de actos de corrupción se incrementará día a día.
La atención de esa sobredimensionada carga de trabajo lo absorberá por completo, sin dejarle
mayor tiempo para el estudio y análisis teórico; menos para la investigación científica, de modo
tal que la calidad de sus resoluciones será cada vez peor y menos confiable.

Una de las problemáticas actuales respecto a la eficacia judicial, podrá apreciarse que el
problema trasciende el ámbito judicial y llega incluso a las universidades en donde el
currículo se circunscribe al marco normativo del derecho y no a su dimensión social,
razón por la cual, el problema del acceso al proceso de reforma no ha sido hasta hoy
tocado, dando lugar a que los abogados se sientan ajenos a la reforma, sin darse cuenta
que forman parte integrante del problema. En la universidad nos enseñan siempre que
se accede al proceso a través de una demanda que debe reunir ciertos requisitos, previa
calificación de los presupuestos procesales y de las condiciones de la acción, más la
fundamentación correspondiente. Pero lo que no se aprende es cuánto le cuesta al
ciudadano llegar al primer nivel del proceso, ni cuánto cuesta mantenerlo hasta el
agotamiento de las respectivas instancias.
Esto corresponde a un ejemplo muy sencillo: Cómo llega el justiciable a un Juzgado
Especializado en una capital de provincia para acceder al proceso y agotar la primera
instancia y, cuánto le cuesta ese primer nivel del proceso frente a su capacidad
económica, para luego definir cómo y a qué costo llegará a su segunda instancia en la
Sede de Corte, en la Sala Superior respectiva, para de allí enfrentarse a los efectos de un
recurso de casación ciegamente implantado en el Perú.
Agregando que a ese proceso concurren también el Ministerio Publico, la Policía
Nacional, la autoridad penitenciaria, el Inabif, etc., formando un trapecio cuya base es
el proceso, no obstante, lo cual las tareas de coordinación están casi en cero, de modo
que las políticas también van a estar en cero, pues obviamente los costos se elevan
innecesariamente cuando se quieren dar cinco soluciones a un problema que requiere
sólo de una solución aún para cinco instituciones.
Entonces no podemos hablar de calidad del juez y, en consecuencia, de eficiencia, si es
que no solucionamos primero el problema de la carga de trabajo, la que debe guardar
una ecuación perfecta con la capacidad física del juez para atenderla, con la estructura
de personal asignado que la haga posible cumplir plazos. Sólo de esa manera se podrá
obtener un sistema de control que exija el cumplimiento de todas las obligaciones
funcionales en cuanto a la celeridad.

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